Perla de Gran Precio

La
Perla de
Gran Precio

Una selección de las revelaciones,
traducciones y narraciones de
José Smith
Primer Profeta, Vidente y Revelador de
La Iglesia de Jesucristo de
los Santos de los Últimos Días

Publicado por
La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días

Salt Lake City, Utah, EE. UU.

Introducción

La Perla de Gran Precio es una selección de materias o temas de gran valor que se relacionan con muchos aspectos importantes de la fe y de la doctrina de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. El profeta José Smith tradujo y preparó estos temas y la mayoría se publicaron en los periódicos de la Iglesia en su época.

La primera colección de escritos que apareció con el título de la Perla de Gran Precio la hizo en 1851 el élder Franklin D. Richards, que entonces era miembro del Consejo de los Doce y presidente de la Misión Británica. Se publicó con el propósito de que estos escritos importantes que se habían hecho circular en forma limitada en los días de José Smith fuesen más accesibles al público. Al aumentar el número de miembros de la Iglesia tanto en Europa como en América, hubo necesidad de hacer asequibles estos temas. La Perla de Gran Precio llegó a usarse en forma muy extensa, y subsiguientemente llegó a ser uno de los libros canónicos de la Iglesia al ser aprobado por la Primera Presidencia y por la conferencia general que se llevó a efecto en Salt Lake City el 10 de octubre de 1880.

De acuerdo con las necesidades de la Iglesia, se han hecho varias revisiones del contenido. En 1878 se agregaron partes del libro de Moisés que no se hallaban en la primera edición. En 1902 se omitieron ciertas partes de la Perla de Gran Precio en las que se repetían escritos que se habían publicado también en Doctrina y Convenios. La división en capítulos y versículos, con notas al pie de las páginas, se efectuó en 1902. La primera publicación en páginas de dos columnas, y con índice, se hizo en 1921. No se hizo ningún otro cambio hasta abril de 1976, ocasión en que se añadieron dos revelaciones. En 1979 se quitaron esas dos revelaciones de la Perla de Gran Precio y se incluyeron en Doctrina y Convenios, donde actualmente aparecen como las secciones 137 y 138. Se han hecho algunos cambios en la edición actual, para que el texto esté más de acuerdo con los documentos anteriores.

A continuación aparece una breve introducción de la materia que actualmente contiene:

  1. Selecciones del Libro de Moisés. Partes del libro de Génesis de la traducción que José Smith hizo de la Biblia, obra que él comenzó en junio de 1830.

  2. El Libro de Abraham. Una traducción inspirada de los escritos de Abraham. José Smith comenzó la traducción en 1835 tras obtener unos papiros egipcios. La traducción se publicó en serie en el periódico Times and Seasons, empezando el 1º de marzo de 1842 en Nauvoo, Illinois.

  3. José Smith—Mateo. Parte del testimonio de Mateo tomada de la traducción que hizo José Smith de la Biblia (véase Doctrina y Convenios 45:60–61, donde aparece el precepto divino de empezar la traducción del Nuevo Testamento).

  4. José Smith—Historia. Selecciones del testimonio e historia oficial de José Smith que él y sus escribientes prepararon en 1838–1839 y que se publicó en serie en el periódico Times and Seasons, en Nauvoo, Illinois, empezando el 15 de marzo de 1842.

  5. Los Artículos de Fe de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Una declaración de José Smith que se publicó en el periódico Times and Seasons el 1º de marzo de 1842, junto con una breve historia de la Iglesia, y que llegó a conocerse popularmente como la Carta de Wentworth.

Selecciones del
Libro de Moisés

Partes de la traducción de la Biblia cual fue revelada a José Smith el Profeta, entre junio de 1830 y febrero de 1831.

Capítulo 1

(Junio de 1830)

Dios se revela a Moisés — Este es transfigurado — Moisés tiene una confrontación con Satanás — Moisés ve muchos mundos habitados — El Hijo ha creado mundos sin número — La obra y la gloria de Dios es llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre.

1

Las palabras de Dios, las cuales habló a Moisés en una ocasión en que Moisés fue arrebatado a una montaña extremadamente alta,

2 y vio a Dios cara a cara, y habló con él, y la gloria de Dios cubrió a Moisés; por lo tanto, Moisés pudo soportar su presencia.

3 Y Dios habló a Moisés, diciendo: He aquí, soy el Señor Dios Omnipotente, y Sin Fin es mi nombre; porque soy sin principio de días ni fin de años; ¿y no es esto sin fin?

4 He aquí, tú eres mi hijo; mira, pues, y te mostraré las obras de mis manos; pero no todas, porque mis obras son sin fin, y también mis palabras, porque jamás cesan.

5 Por consiguiente, ningún hombre puede contemplar todas mis obras sin ver toda mi gloria; y ningún hombre puede ver toda mi gloria y después permanecer en la carne sobre la tierra.

6 Y tengo una obra para ti, Moisés, hijo mío; y tú eres a semejanza de mi Unigénito; y mi Unigénito es y será el Salvador, porque es lleno de gracia y de verdad; pero aparte de mí no hay Dios, y para mí todas las cosas están presentes, porque todas las conozco.

7 Y ahora bien, he aquí, te revelo solo esto, Moisés, hijo mío, porque tú estás en el mundo, y ahora te lo muestro.

8 Y aconteció que Moisés miró, y vio el mundo sobre el cual fue creado; y vio Moisés el mundo y sus confines, y todos los hijos de los hombres que son y que fueron creados, de lo cual grandemente se maravilló y se asombró.

9 Y la presencia de Dios se apartó de Moisés, de modo que su gloria ya no lo cubría; y Moisés quedó a solas; y al quedar a solas, cayó a tierra.

10

Y sucedió que por el espacio de muchas horas Moisés no pudo recobrar su fuerza natural según el hombre, y se dijo a sí mismo: Por esta causa, ahora sé que el hombre no es nada, cosa que yo nunca me había imaginado.

11 Pero ahora mis propios ojos han visto a Dios; pero no mis ojos naturales, sino mis ojos espirituales; porque mis ojos naturales no hubieran podido ver; porque habría desfallecido y me habría muerto en su presencia; mas su gloria me cubrió, y vi su rostro, porque fui transfigurado delante de él.

12 Y aconteció que cuando Moisés hubo pronunciado estas palabras, he aquí, Satanás vino para tentarlo, diciendo: Moisés, hijo de hombre, adórame.

13 Y sucedió que Moisés miró a Satanás, y le dijo: ¿Quién eres tú? Porque, he aquí, yo soy un hijo de Dios, a semejanza de su Unigénito. ¿Y dónde está tu gloria, para que te adore?

14 Porque he aquí, no hubiera podido ver a Dios, a menos que su gloria me hubiera cubierto y hubiera sido transfigurado ante él. Pero yo puedo verte a ti según el hombre natural. ¿No es verdad esto?

15 Bendito sea el nombre de mi Dios, porque su Espíritu no se ha apartado de mí por completo, y por otra parte, ¿dónde está tu gloria?, porque para mí es tinieblas. Y puedo discernir entre tú y Dios; pues él me dijo: Adora a Dios, porque a él solamente servirás.

16 Vete de aquí, Satanás; no me engañes; porque Dios me dijo: Eres a semejanza de mi Unigénito.

17 Y también me dio mandamientos cuando me habló desde la zarza que ardía, diciendo: Invoca a Dios en el nombre de mi Unigénito y adórame.

18 Y añadió Moisés: No cesaré de clamar a Dios; tengo otras cosas que preguntarle: porque su gloria ha estado sobre mí; por tanto, puedo discernir entre tú y él. Retírate de aquí, Satanás.

19 Y cuando Moisés hubo pronunciado estas palabras, Satanás gritó en alta voz y bramó sobre la tierra, y mandó y dijo: Yo soy el Unigénito, adórame a mí.

20

Y aconteció que Moisés empezó a temer grandemente; y al comenzar a temer, vio la amargura del infierno. No obstante, clamando a Dios, recibió fuerza, y mandó, diciendo: Retírate de mí, Satanás, porque solamente a este único Dios adoraré, el cual es el Dios de gloria.

21 Y entonces Satanás comenzó a temblar, y se estremeció la tierra; y Moisés recibió fuerza, e invocó a Dios, diciendo: En el nombre del Unigénito, retírate de aquí, Satanás.

22 Y ocurrió que Satanás gritó en voz alta, con lloro, y llanto, y crujir de dientes; y se apartó de allí, sí, de la presencia de Moisés, de modo que no lo vio más.

23 Y Moisés dio testimonio de esto; pero no existe entre los hijos de los hombres por motivo de la iniquidad.

24 Y cuando Satanás se hubo retirado de la presencia de Moisés, sucedió que este levantó los ojos al cielo, estando lleno del Espíritu Santo, el cual da testimonio del Padre y del Hijo,

25 e invocando el nombre de Dios, de nuevo vio su gloria, porque lo cubrió; y oyó una voz que decía: Bendito eres, Moisés, porque yo, el Omnipotente, te he escogido, y serás más fuerte que muchas aguas, porque estas obedecerán tu mandato cual si fueses Dios.

26 Y he aquí, estoy contigo hasta el fin de tus días, porque librarás de la servidumbre a mi pueblo, sí, a Israel mi escogido.

27 Y sucedió, mientras la voz aún hablaba, que Moisés fijó los ojos y vio la tierra, sí, la vio toda; y no hubo partícula de ella que no viese, discerniéndola por el Espíritu de Dios.

28 Y también vio a sus habitantes; y no hubo una sola alma que no viese; y pudo discernirlos por el Espíritu de Dios; y grande era su número, sí, incontables como las arenas sobre la playa del mar.

29 Y vio muchas regiones; y cada una se llamaba tierra, y había habitantes sobre la faz de ellas.

30

Y sucedió que Moisés imploró a Dios, diciendo: Te ruego que me digas, ¿por qué son estas cosas así, y por qué medio las hiciste?

31 Y he aquí, la gloria del Señor cubrió a Moisés, de modo que Moisés estuvo en la presencia de Dios y habló con él cara a cara. Y Dios el Señor le dijo a Moisés: Para mi propio fin he hecho estas cosas. He aquí sabiduría, y en mí permanece.

32 Y las he creado por la palabra de mi poder, que es mi Hijo Unigénito, lleno de gracia y de verdad.

33 Y he creado incontables mundos, y también los he creado para mi propio fin; y por medio del Hijo, que es mi Unigénito, los he creado.

34 Y al primer hombre de todos los hombres he llamado Adán, que es muchos.

35 Pero solamente te doy un relato de esta tierra y sus habitantes. Porque he aquí, hay muchos mundos que por la palabra de mi poder han dejado de ser. Y hay muchos que hoy existen, y son incontables para el hombre; pero para mí todas las cosas están contadas, porque son mías y las conozco.

36 Y aconteció que Moisés habló al Señor, diciendo: Sé misericordioso para con tu siervo, oh Dios, y dime acerca de esta tierra y sus habitantes, y también de los cielos; y entonces quedará conforme tu siervo.

37 Y Dios el Señor habló a Moisés, diciendo: Los cielos son muchos, y son innumerables para el hombre; pero para mí están contados, porque son míos.

38 Y así como dejará de existir una tierra con sus cielos, así aparecerá otra; y no tienen fin mis obras, ni tampoco mis palabras.

39 Porque, he aquí, esta es mi obra y mi gloria: Llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre.

40

Y ahora, Moisés, hijo mío, yo te hablaré acerca de esta tierra, sobre la cual te hallas; y tú escribirás las cosas que yo hablaré.

41 Y en el día en que los hijos de los hombres menosprecien mis palabras y quiten muchas de ellas del libro que tú escribas, he aquí, levantaré a otro semejante a ti, y de nuevo existirán entre los hijos de los hombres, entre cuantos creyeren.

42 (Estas palabras le fueron declaradas a Moisés sobre el monte, el nombre del cual no se sabrá entre los hijos de los hombres; y ahora te son declaradas a ti. No las muestres a nadie sino a quienes creyeren. Así sea. Amén).

Capítulo 2

(De junio a octubre de 1830)

Dios crea los cielos y la tierra — Toda forma de vida es creada — Dios hace al hombre y le da dominio sobre todo lo demás.

1

Y sucedió que el Señor habló a Moisés, diciendo: He aquí, te revelo lo concerniente a este cielo y a esta tierra; escribe las palabras que hablo. Soy el Principio y el Fin, el Dios Omnipotente; he creado estas cosas por medio de mi Unigénito; sí, en el principio creé los cielos y la tierra sobre la cual estás.

2 Y la tierra estaba sin forma, y vacía; y yo hice que la obscuridad viniera sobre la faz del abismo; y mi Espíritu obraba sobre la faz del agua, porque yo soy Dios.

3 Y yo, Dios, dije: Haya luz; y hubo luz.

4 Y yo, Dios, vi la luz, y que la luz era buena. Y yo, Dios, separé la luz de las tinieblas.

5 Y yo, Dios, llamé a la luz Día, y a las tinieblas llamé Noche; e hice esto por la palabra de mi poder, y fue hecho como yo mandé; y fueron la tarde y la mañana el día primero.

6 Y otra vez yo, Dios, dije: Haya un firmamento en medio de las aguas; y fue hecho tal como yo mandé; y dije: Separe aquel las aguas de las aguas; y fue hecho;

7 y yo, Dios, hice el firmamento y separé las aguas; sí, las grandes aguas debajo del firmamento, de las aguas que estaban sobre el firmamento; y fue hecho tal como yo mandé.

8 Y yo, Dios, llamé al firmamento Cielo; y fueron la tarde y la mañana el día segundo.

9 Y yo, Dios, dije: Júntense las aguas que están debajo del cielo en un lugar, y así se hizo. Y yo, Dios, dije: Aparezca lo seco, y así fue.

10

Y yo, Dios, llamé a lo seco Tierra, y al recogimiento de las aguas llamé Mar; y yo, Dios, vi que todas las cosas que había hecho eran buenas.

11 Y yo, Dios, dije: Produzca la tierra pasto, la hierba que dé semilla, el árbol frutal que produzca fruto, según su especie, y el árbol que dé fruto, cuya semilla esté en sí sobre la tierra; y fue hecho tal como yo mandé.

12 Y la tierra produjo pasto, toda hierba que da semilla según su especie, y el árbol que produce fruto, cuya semilla habría de estar en él, según su especie, y yo, Dios, vi que todas las cosas que había hecho eran buenas;

13 y fueron la tarde y la mañana el día tercero.

14 Y yo, Dios, dije: Haya luces en el firmamento del cielo para separar el día de la noche, y sean por señales, y por estaciones, y por días y por años;

15 y sean por luces en el firmamento del cielo para alumbrar la tierra; y fue hecho.

16 Y yo, Dios, hice dos grandes luminares, el luminar mayor para señorear el día y el luminar menor para señorear la noche; y el luminar mayor fue el sol y el luminar menor fue la luna; y también fueron hechas las estrellas conforme a mi palabra.

17 Y yo, Dios, las coloqué en el firmamento del cielo para alumbrar la tierra,

18 el sol para gobernar el día y la luna para gobernar la noche, y para separar la luz de las tinieblas; y yo, Dios, vi que todas las cosas que había hecho eran buenas;

19 y fueron la tarde y la mañana el día cuarto.

20

Y yo, Dios, dije: Produzcan abundantemente las aguas seres vivientes que se muevan, y aves que vuelen sobre la tierra en el amplio firmamento del cielo.

21 Y yo, Dios, hice las grandes ballenas y todo ser viviente que se mueve, según su especie, los cuales las aguas produjeron en abundancia, y toda ave alada, según su especie; y yo, Dios, vi que todas las cosas que había creado eran buenas.

22 Y yo, Dios, los bendije, diciendo: Fructificad y multiplicaos, y henchid las aguas del mar; y multiplíquense las aves en la tierra;

23 y fueron la tarde y la mañana el día quinto.

24 Y yo, Dios, dije: Produzca la tierra seres vivientes según su especie: el ganado, y lo que se arrastra, y las bestias de la tierra, según su género; y fue hecho.

25 Y yo, Dios, hice las bestias de la tierra según su género, y el ganado según su género, y todo lo que se arrastra sobre la tierra, según su especie; y yo, Dios, vi que todas estas cosas eran buenas.

26 Y yo, Dios, dije a mi Unigénito, el cual fue conmigo desde el principio: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y fue hecho. Y yo, Dios, dije: Tenga dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre el ganado, sobre toda la tierra y sobre todo lo que se arrastra sobre la tierra.

27 Y yo, Dios, creé al hombre a mi propia imagen, a imagen de mi Unigénito lo creé; varón y hembra los creé.

28 Y yo, Dios, los bendije y díjeles: Fructificad y multiplicaos, henchid la tierra y sojuzgadla; y tened dominio sobre los peces del mar, y sobre las aves del cielo, y sobre todo ser viviente que se mueve sobre la tierra.

29 Y yo, Dios, le dije al hombre: He aquí, te he dado toda hierba que produce semilla, que está sobre la faz de toda la tierra, y todo árbol en el cual estará el fruto del árbol que produce semilla; a ti te será por alimento.

30

Y a toda bestia del campo, y a toda ave del cielo, y a todo animal que se arrastra sobre la tierra, a los que concedo vida, les será dada toda hierba limpia por alimento; y fue hecho tal como yo mandé.

31 Y yo, Dios, vi todo lo que había hecho; y he aquí, todas las cosas que yo había hecho eran buenas en gran manera; y fueron la tarde y la mañana el día sexto.

Capítulo 3

(De junio a octubre de 1830)

Dios creó todas las cosas espiritualmente antes que existieran físicamente sobre la tierra — Es creado el primer hombre y la primera carne — La mujer es una ayuda idónea para el hombre.

1

Así se terminaron el cielo y la tierra y todas sus huestes.

2 Y en el día séptimo yo, Dios, acabé mi obra y todas las cosas que había hecho; y descansé el día séptimo de toda mi obra, y todas las cosas que yo había hecho quedaron terminadas; y yo, Dios, vi que eran buenas;

3 y yo, Dios, bendije el día séptimo y lo santifiqué, por motivo de que en él había reposado de toda la obra que yo, Dios, había creado y hecho.

4 Y ahora bien, he aquí, te digo que estos son los orígenes del cielo y de la tierra, cuando fueron creados, el día en que yo, Dios el Señor, hice el cielo y la tierra;

5 y toda planta del campo antes que existiese en la tierra, y toda hierba del campo antes que creciese. Porque yo, Dios el Señor, creé espiritualmente todas las cosas de que he hablado, antes que existiesen físicamente sobre la faz de la tierra. Pues yo, Dios el Señor, no había hecho llover sobre la faz de la tierra. Y yo, Dios el Señor, había creado a todos los hijos de los hombres; y no había hombre todavía para que labrase la tierra; porque los había creado en el cielo; y aún no había carne sobre la tierra, ni en el agua, ni en el aire;

6 mas yo, Dios el Señor, hablé, y subió de la tierra un vapor, y regó toda la superficie de la tierra.

7 Y yo, Dios el Señor, formé al hombre del polvo de la tierra, y soplé en su nariz el aliento de vida; y el hombre fue alma viviente, la primera carne sobre la tierra, también el primer hombre; sin embargo, todas las cosas fueron creadas con anterioridad; pero fueron creadas espiritualmente y hechas conforme a mi palabra.

8 Y yo, Dios el Señor, planté un jardín hacia el oriente en Edén, y allí puse al hombre que había formado.

9 Y de la tierra, yo, Dios el Señor, hice crecer físicamente todo árbol que es agradable a la vista del hombre; y el hombre podía verlos. Y también se tornaron en almas vivientes. Porque eran espirituales el día en que los creé; pues permanecen en la esfera en que yo, Dios, los creé, sí, todas las cosas que preparé para el uso del hombre; y este vio que eran buenas como alimento. Y yo, Dios el Señor, también planté el árbol de la vida en medio del jardín, y asimismo el árbol de la ciencia del bien y del mal.

10

Y yo, Dios el Señor, hice que saliera un río del Edén para regar el jardín; y de allí se repartía en cuatro brazos.

11 Y yo, Dios el Señor, di al primero el nombre de Pisón, el cual cerca toda la tierra de Havila, donde yo, Dios el Señor, había creado mucho oro;

12 y el oro de aquella tierra era bueno, y había bedelio y ónice.

13 Y el nombre del segundo río era Gihón, el mismo que rodea toda la tierra de Etiopía.

14 Y el nombre del tercer río era Hidekel; y este corre hacia el oriente de Asiria; y el cuarto río era el Eufrates.

15 Y yo, Dios el Señor, tomé al hombre y lo puse en el Jardín de Edén para que lo cultivara y lo guardara.

16 Y yo, Dios el Señor, le di mandamiento al hombre, diciendo: De todo árbol del jardín podrás comer libremente,

17 mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás. No obstante, podrás escoger según tu voluntad, porque te es concedido; pero recuerda que yo lo prohíbo, porque el día en que de él comieres, de cierto morirás.

18 Y yo, Dios el Señor, dije a mi Unigénito que no era bueno que el hombre estuviese solo; por consiguiente, le haré una ayuda idónea para él.

19 Y de la tierra, yo, Dios el Señor, formé a toda bestia del campo y a toda ave del cielo; y mandé que fuesen a Adán para ver qué nombre les daría; y también fueron almas vivientes, porque yo, Dios el Señor, soplé en ellos el aliento de vida; y mandé que lo que Adán llamara a todo ser viviente, tal fuese su nombre.

20

Y Adán dio nombre a todo el ganado, a las aves del cielo y a toda bestia del campo; pero en cuanto a Adán, no se encontró ayuda idónea para él.

21 Y yo, Dios el Señor, hice que cayera un sueño profundo sobre Adán, y durmió; y tomé una de sus costillas y cerré la carne en su lugar;

22 y de la costilla que yo, Dios el Señor, había tomado del hombre, hice una mujer y la traje al hombre.

23 Y Adán dijo: Ahora sé que esta es hueso de mis huesos y carne de mi carne; Varona se llamará, porque del varón fue tomada.

24 Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se allegará a su esposa; y serán una sola carne.

25 Y estaban ambos desnudos, el hombre y su esposa, y no se avergonzaban.

Capítulo 4

(De junio a octubre de 1830)

Cómo Satanás llegó a ser el diablo — Satanás tienta a Eva — Caen Adán y Eva, y la muerte entra en el mundo.

1

Y yo, Dios el Señor, le hablé a Moisés, diciendo: Ese Satanás, a quien tú has mandado en el nombre de mi Unigénito, es el mismo que existió desde el principio; y vino ante mí, diciendo: Heme aquí, envíame a mí. Seré tu hijo y redimiré a todo el género humano, de modo que no se perderá ni una sola alma, y de seguro lo haré; dame, pues, tu honra.

2 Pero, he aquí, mi Hijo Amado, que fue mi Amado y mi Escogido desde el principio, me dijo: Padre, hágase tu voluntad, y sea tuya la gloria para siempre.

3 Pues, por motivo de que Satanás se rebeló contra mí, y pretendió destruir el albedrío del hombre que yo, Dios el Señor, le había dado, y que también le diera mi propio poder, hice que fuese echado abajo por el poder de mi Unigénito;

4 y llegó a ser Satanás, sí, el diablo, el padre de todas las mentiras, para engañar y cegar a los hombres y llevarlos cautivos según la voluntad de él, sí, a cuantos no quieran escuchar mi voz.

5 Ahora bien, la serpiente era más astuta que cualquiera de las bestias del campo que yo, Dios el Señor, había hecho.

6 Y Satanás incitó el corazón de la serpiente (porque se había llevado a muchos en pos de él), y procuró también engañar a Eva, porque no conocía la mente de Dios, de manera que procuraba destruir el mundo.

7 Y dijo a la mujer: ¿Conque Dios ha dicho: No comeréis de todo árbol del jardín? (Y hablaba por boca de la serpiente).

8 Y la mujer dijo a la serpiente: Podemos comer del fruto de los árboles del jardín;

9 mas en cuanto al fruto del árbol que ves en medio del jardín, Dios ha dicho: No comeréis de él, ni lo tocaréis, no sea que muráis.

10

Y la serpiente dijo a la mujer: De cierto no moriréis;

11 pues Dios sabe que el día en que de él comiereis se abrirán vuestros ojos, y seréis como dioses, conociendo el bien y el mal.

12 Y cuando la mujer vio que el árbol era bueno para comer, y que se había vuelto agradable a los ojos, y un árbol deseable para darle sabiduría, tomó ella de su fruto y comió, y dio también a su marido, y él comió con ella.

13 Y fueron abiertos los ojos de ambos, y se dieron cuenta de que habían estado desnudos. Y cosieron hojas de higuera y se hicieron delantales.

14 Y oyeron la voz de Dios el Señor, mientras se paseaban en el jardín al fresco del día, y Adán y su esposa fueron a esconderse de la presencia de Dios el Señor entre los árboles del jardín.

15 Y yo, Dios el Señor, llamé a Adán, y le dije: ¿A dónde vas?

16 Y él respondió: Oí tu voz en el jardín y tuve miedo, porque vi que estaba desnudo, y me escondí.

17 Y yo, Dios el Señor, dije a Adán: ¿Quién te ha dicho que estabas desnudo? ¿Has comido del árbol del cual te mandé no comer, pues de hacerlo de cierto morirías?

18 Y el hombre dijo: La mujer que tú me diste, y mandaste que permaneciese conmigo, me dio del fruto del árbol, y yo comí.

19 Y yo, Dios el Señor, dije a la mujer: ¿Qué es esto que has hecho? Y la mujer respondió: La serpiente me engañó, y yo comí.

20

Y a la serpiente, yo, Dios el Señor, dije: Por cuanto has hecho esto, maldita serás sobre todo el ganado y sobre toda bestia del campo. Sobre tu vientre te arrastrarás y polvo comerás todos los días de tu vida;

21 y pondré enemistad entre tú y la mujer, entre tu simiente y la de ella; y él te herirá la cabeza, y tú le herirás el calcañar.

22 A la mujer, yo, Dios el Señor dije: Multiplicaré en gran manera tus dolores en tus preñeces. Con dolor darás a luz los hijos, y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti;

23 y a Adán, yo, Dios el Señor, dije: Por haber escuchado la voz de tu esposa y comido del fruto del árbol del cual te mandé, diciendo: No comerás de él, maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida.

24 Espinas también, y cardos te producirá, y comerás la hierba del campo.

25 Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra —pues de cierto morirás— porque de ella fuiste tomado: pues polvo eras, y al polvo has de volver.

26 Y Adán llamó Eva a su esposa, por cuanto ella fue la madre de todos los vivientes; porque así yo, Dios el Señor, he llamado a la primera de todas las mujeres, que son muchas.

27 Y yo, Dios el Señor, hice túnicas de pieles para Adán y también para su esposa, y los vestí.

28 Y yo, Dios el Señor, dije a mi Unigénito: He aquí, el hombre ha llegado a ser como uno de nosotros, conociendo el bien y el mal; y ahora, no sea que extienda su mano y tome también del árbol de la vida, y coma y viva para siempre,

29 por tanto, yo, Dios el Señor, lo sacaré del Jardín de Edén para que labre la tierra de la cual fue tomado;

30

porque vivo yo, dice Dios el Señor, que no se han de frustrar mis palabras, pues tal como salen de mi boca tendrán que ser cumplidas.

31 De modo que expulsé al hombre, y coloqué al oriente del Jardín de Edén querubines y una espada encendida, la cual daba vueltas por todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida.

32 (Y estas son las palabras que hablé a mi siervo Moisés; y son verdaderas conforme a mi voluntad; y te las he declarado. Mira que no las muestres a hombre alguno, salvo a los que crean, hasta que yo te lo mande. Amén).

Capítulo 5

(De junio a octubre de 1830)

Adán y Eva tienen hijos — Adán ofrece sacrificios y sirve a Dios — Nacen Caín y Abel — Caín se rebela, ama a Satanás más que a Dios y llega a ser Perdición — Se multiplican el asesinato y la iniquidad — Se predica el Evangelio desde el principio.

1

Y sucedió que, después que yo, Dios el Señor, los hube expulsado, Adán empezó a cultivar la tierra, y a ejercer dominio sobre todas las bestias del campo, y a comer su pan con el sudor de su rostro, como yo, el Señor, le había mandado; y Eva, su esposa, también se afanaba con él.

2 Y Adán conoció a su esposa, y de ella le nacieron hijos e hijas, y empezaron a multiplicarse y a henchir la tierra.

3 Y de allí en adelante los hijos e hijas de Adán empezaron a separarse de dos en dos en la tierra, y a cultivarla y a cuidar rebaños; y también ellos engendraron hijos e hijas.

4 Y Adán y Eva, su esposa, invocaron el nombre del Señor, y oyeron la voz del Señor que les hablaba en dirección del Jardín de Edén, y no lo vieron, porque se encontraban excluidos de su presencia.

5 Y les dio mandamientos de que adorasen al Señor su Dios y ofreciesen las primicias de sus rebaños como ofrenda al Señor. Y Adán fue obediente a los mandamientos del Señor.

6 Y después de muchos días, un ángel del Señor se apareció a Adán y le dijo: ¿Por qué ofreces sacrificios al Señor? Y Adán le contestó: No sé, sino que el Señor me lo mandó.

7 Entonces el ángel le habló, diciendo: Esto es una semejanza del sacrificio del Unigénito del Padre, el cual es lleno de gracia y de verdad.

8 Por consiguiente, harás todo cuanto hicieres en el nombre del Hijo, y te arrepentirás e invocarás a Dios en el nombre del Hijo para siempre jamás.

9 Y en ese día descendió sobre Adán el Espíritu Santo, que da testimonio del Padre y del Hijo, diciendo: Soy el Unigénito del Padre desde el principio, desde ahora y para siempre, para que así como has caído puedas ser redimido; y también todo el género humano, sí, cuantos quieran.

10

Y Adán bendijo a Dios en ese día y fue lleno, y empezó a profetizar concerniente a todas las familias de la tierra, diciendo: Bendito sea el nombre de Dios, pues a causa de mi transgresión se han abierto mis ojos, y tendré gozo en esta vida, y en la carne de nuevo veré a Dios.

11 Y Eva, su esposa, oyó todas estas cosas y se regocijó, diciendo: De no haber sido por nuestra transgresión, nunca habríamos tenido posteridad, ni hubiéramos conocido jamás el bien y el mal, ni el gozo de nuestra redención, ni la vida eterna que Dios concede a todos los que son obedientes.

12 Y Adán y Eva bendijeron el nombre de Dios, e hicieron saber todas las cosas a sus hijos e hijas.

13 Y Satanás vino entre ellos, diciendo: Yo también soy un hijo de Dios; y les mandó, y dijo: No lo creáis; y no lo creyeron, y amaron a Satanás más que a Dios. Y desde ese tiempo los hombres empezaron a ser carnales, sensuales y diabólicos.

14 Y Dios el Señor llamó a los hombres en todas partes, por el Espíritu Santo, y les mandó que se arrepintiesen;

15 y cuantos creyeran en el Hijo, y se arrepintieran de sus pecados, serían salvos; y cuantos no creyeran ni se arrepintieran, serían condenados; y las palabras salieron de la boca de Dios como firme decreto; por consiguiente, se cumplirán.

16 Y Adán y Eva, su esposa, no cesaron de invocar a Dios. Y Adán conoció a Eva, su esposa, y ella concibió y dio a luz a Caín, y dijo: He adquirido un varón del Señor; por tanto, tal vez este no rechace sus palabras. Mas he aquí, Caín no escuchó, y decía: ¿Quién es el Señor, para que tenga que conocerlo?

17 Y concibió ella de nuevo y dio a luz a Abel, su hermano; y él escuchó la voz del Señor. Y Abel era pastor de ovejas, mas Caín labraba la tierra.

18 Y Caín amó a Satanás más que a Dios. Y Satanás le mandó, diciendo: Haz una ofrenda al Señor.

19 Y con el transcurso del tiempo, sucedió que Caín trajo al Señor una ofrenda del fruto de la tierra.

20

Y Abel también trajo de las primicias de su rebaño, y de su grosura. Y el Señor miró con agrado a Abel y su ofrenda;

21 mas no miró con agrado a Caín y su ofrenda. Ahora bien, Satanás sabía esto, y se alegró. Y Caín se ensañó en gran manera, y decayó su semblante.

22 Y el Señor le dijo a Caín: ¿Por qué te has ensañado? ¿Por qué ha decaído tu semblante?

23 Si haces lo bueno, serás aceptado; y si no haces lo bueno, el pecado está a la puerta, y Satanás desea poseerte; y a menos que escuches mis mandamientos, te entregaré, y será hecho contigo según la voluntad de él. Y tú te enseñorearás de él,

24 porque desde ahora en adelante tú serás el padre de sus mentiras; serás llamado Perdición; porque también tú existías antes que el mundo.

25 Y se dirá en tiempos venideros que estas abominaciones procedieron de Caín, porque rechazó el consejo mayor que venía de Dios; y esta es una maldición que pondré sobre ti, a menos que te arrepientas.

26 Y Caín se encolerizó, y no escuchó más la voz del Señor, ni a Abel, su hermano, el cual andaba en santidad delante del Señor.

27 Y Adán y su esposa se lamentaban ante el Señor por causa de Caín y sus hermanos.

28 Y aconteció que Caín tomó por esposa a una de las hijas de sus hermanos, y amaron a Satanás más que a Dios.

29 Y Satanás le dijo a Caín: Júrame por tu garganta, y si lo revelas morirás; y juramenta a tus hermanos por sus cabezas y por el Dios viviente, a fin de que no lo digan, porque si lo revelan, de seguro morirán; y esto para que tu padre no lo sepa; y este día entregaré a tu hermano Abel en tus manos.

30

Y Satanás juró a Caín que obraría de acuerdo con sus mandatos. Y todas estas cosas se hicieron en secreto.

31 Y Caín dijo: Verdaderamente yo soy Mahán, el maestro de este gran secreto, a fin de que yo pueda asesinar y obtener lucro. Por tanto, Caín fue llamado Maestro Mahán, y se gloriaba de su iniquidad.

32 Y Caín salió al campo y habló con Abel, su hermano. Y aconteció que mientras estaban en el campo, Caín se levantó contra Abel, su hermano, y lo mató.

33 Y Caín se glorió de lo que había hecho, diciendo: Estoy libre; seguramente los rebaños de mi hermano caerán en mis manos.

34 Y el Señor le dijo a Caín: ¿Dónde está Abel, tu hermano? Y él contestó: No sé. ¿Soy yo guarda de mi hermano?

35 Y el Señor le dijo: ¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra.

36 Y ahora maldito serás de la tierra que abrió su boca para recibir de mano tuya la sangre de tu hermano.

37 Cuando labres la tierra no te dará su fuerza de aquí en adelante. Fugitivo y vagabundo serás en la tierra.

38 Y Caín dijo al Señor: Satanás me tentó a causa de los rebaños de mi hermano. Y también estaba yo con saña, porque aceptaste su ofrenda y la mía no; mi castigo es más de lo que puedo soportar.

39 He aquí, me echas hoy de ante la faz del Señor, y de tu presencia quedaré escondido; y seré fugitivo y vagabundo en la tierra; y sucederá que cualquiera que me encuentre me matará por causa de mis iniquidades, porque estas cosas no se ocultan del Señor.

40

Y yo, el Señor, le dije: Quienquiera que te mate, siete veces se tomará en él la venganza. Y yo, el Señor, puse una marca sobre Caín, para que no lo matara cualquiera que lo hallase.

41 Y Caín fue desterrado de la presencia del Señor, y con su esposa y muchos de sus hermanos habitó en la tierra de Nod, al oriente de Edén.

42 Y Caín conoció a su esposa, la cual concibió y dio a luz a Enoc, y engendró, además, a muchos hijos e hijas. Y edificó una ciudad, y dio a la ciudad el nombre de su hijo Enoc.

43 Y a Enoc le nacieron Irad y otros hijos e hijas. E Irad engendró a Mehujael y a otros hijos e hijas. Y Mehujael engendró a Metusael y a otros hijos e hijas. Y Metusael engendró a Lamec.

44 Y Lamec tomó para sí dos esposas; el nombre de una era Ada, y el de la otra, Zila.

45 Y Ada dio a luz a Jabal, que fue el padre de los que habitan en tiendas; y estos criaban ganado; y el nombre de su hermano fue Jubal, padre de todos los que tocan el arpa y el órgano.

46 Y también Zila dio a luz a Tubal Caín, maestro de todo artífice en bronce y hierro. Y la hermana de Tubal Caín se llamaba Naama.

47 Y Lamec dijo a sus mujeres Ada y Zila: Oíd mi voz, mujeres de Lamec, escuchad mis palabras; porque a un hombre he dado muerte para mi perjuicio, y a un mancebo para mi daño.

48 Si Caín ha de ser vengado siete veces, Lamec en verdad lo será setenta y siete veces;

49 porque Lamec había hecho un pacto con Satanás, a la manera de Caín, por lo que él llegó a ser Maestro Mahán, dueño del gran secreto que Satanás administró a Caín; e Irad hijo de Enoc, habiendo descubierto el secreto de ellos, empezó a divulgarlo entre los hijos de Adán;

50

por lo que Lamec, lleno de ira, lo mató; no como Caín a su hermano Abel, con el fin de obtener lucro, sino por causa del juramento.

51 Porque desde los días de Caín hubo una combinación secreta, y hacían sus obras en la obscuridad, y conocía cada cual a su hermano.

52 Por tanto, el Señor maldijo a Lamec y a su casa, y a todos los que habían hecho un pacto con Satanás, porque no guardaron los mandamientos de Dios y desagradó esto a Dios y no los ministró; y sus obras eran abominaciones, y empezaron a esparcirse entre todos los hijos de los hombres. Y esto estaba entre los hijos de los hombres.

53 Y entre las hijas de los hombres no se hablaba de estas cosas, porque Lamec había divulgado el secreto a sus mujeres; y ellas se rebelaron en contra de él, y declararon estas cosas por todos lados, y no tuvieron compasión;

54 de manera que Lamec fue despreciado y desterrado; y no iba entre los hijos de los hombres, por temor de morir.

55 Y así empezaron a prevalecer las obras de tinieblas entre todos los hijos de los hombres.

56 Y Dios maldijo la tierra con penosa maldición; y se llenó de ira contra los inicuos, contra todos los hijos de los hombres que había creado;

57 porque no querían escuchar su voz, ni creer en su Hijo Unigénito, aquel que él declaró que vendría en el meridiano de los tiempos, que fue preparado desde antes de la fundación del mundo.

58 Y así se empezó a predicar el evangelio desde el principio, siendo declarado por santos ángeles enviados de la presencia de Dios, y por su propia voz, y por el don del Espíritu Santo.

59 Y así se le confirmaron todas las cosas a Adán mediante una santa ordenanza; y se predicó el evangelio, y se proclamó un decreto de que estaría en el mundo hasta su fin; y así fue. Amén.

Capítulo 6

(De noviembre a diciembre de 1830)

Los de la posteridad de Adán llevan un libro de memorias — Los justos de su posteridad predican el arrepentimiento — Dios se revela a Enoc — Enoc predica el Evangelio — El plan de salvación se reveló a Adán — Este recibió el bautismo y el sacerdocio.

1

Y Adán escuchó la voz de Dios, y exhortó a sus hijos a que se arrepintieran.

2 Y Adán conoció de nuevo a su esposa, la cual dio a luz un hijo, y él le dio el nombre de Set. Y Adán glorificó el nombre de Dios, porque dijo: Dios me ha designado otra descendencia en vez de Abel, a quien Caín mató.

3 Y Dios se reveló a Set, el cual no fue rebelde, sino que ofreció un sacrificio aceptable, como lo hizo su hermano Abel. Y también a él le nació un hijo, y lo llamó Enós.

4 Entonces empezaron estos hombres a invocar el nombre del Señor, y el Señor los bendijo;

5 y se llevaba un libro de memorias, en el cual se escribía en el lenguaje de Adán, porque a cuantos invocaban a Dios les era concedido escribir por el espíritu de inspiración;

6 y poseyendo un lenguaje puro y sin mezcla, enseñaban a sus hijos a leer y a escribir.

7 Ahora bien, este mismo Sacerdocio que existió en el principio, existirá también en el fin del mundo.

8 Adán declaró esta profecía al ser inspirado por el Espíritu Santo, y se guardaba una genealogía de los hijos de Dios. Y este era el libro de las generaciones de Adán, y decía: El día en que Dios creó al hombre, a semejanza de Dios lo hizo;

9 a imagen de su propio cuerpo, varón y hembra los creó, y los bendijo y les dio a ellos el nombre de Adán, el día en que fueron creados, y llegaron a ser almas vivientes en la tierra sobre el estrado de los pies de Dios.

10

Y Adán vivió ciento treinta años, y engendró un hijo a su propia imagen y semejanza, y llamó su nombre Set.

11 Y fueron los días de Adán, después de engendrar a Set, ochocientos años, y engendró muchos hijos e hijas;

12 y fueron todos los días que Adán vivió novecientos treinta años, y murió.

13 Set vivió ciento cinco años, y engendró a Enós, y profetizó todos sus días y enseñó a su hijo Enós conforme a las vías de Dios; por tanto, Enós también profetizó.

14 Y vivió Set, después de engendrar a Enós, ochocientos siete años, y engendró muchos hijos e hijas.

15 Y los hijos de los hombres eran muchos sobre toda la faz de la tierra. Y en aquellos días Satanás ejercía gran dominio entre los hombres y agitaba sus corazones a la ira; y desde entonces hubo guerras y derramamiento de sangre; y buscando poder, el hombre levantaba su mano en contra de su propio hermano para darle la muerte, por causa de las obras secretas.

16 Y todos los días de Set fueron novecientos doce años, y murió.

17 Enós vivió noventa años, y engendró a Cainán; y Enós y el resto del pueblo de Dios salieron de la tierra que se llamaba Shulón y habitaron en una tierra prometida, a la cual él dio el nombre de su propio hijo, a quien había llamado Cainán;

18 y después de engendrar a Cainán, Enós vivió ochocientos quince años, y engendró muchos hijos e hijas. Y todos los días de Enós fueron novecientos cinco años, y murió.

19 Cainán vivió setenta años, y engendró a Mahalaleel; y vivió Cainán, después que engendró a Mahalaleel, ochocientos cuarenta años, y engendró hijos e hijas. Y fueron todos los días de Cainán novecientos diez años, y murió.

20

Mahalaleel vivió sesenta y cinco años, y engendró a Jared, y después de engendrar a Jared, vivió ochocientos treinta años, y engendró hijos e hijas. Y fueron todos los días de Mahalaleel ochocientos noventa y cinco años, y murió.

21 Jared vivió ciento sesenta y dos años, y engendró a Enoc; y vivió Jared ochocientos años después de engendrar a Enoc, y engendró hijos e hijas. Y Jared instruyó a Enoc en todas las vías de Dios.

22 Y esta es la genealogía de los hijos de Adán, que fue el hijo de Dios, con el cual Dios mismo conversó.

23 Y fueron predicadores de rectitud; y hablaron, profetizaron y exhortaron a todos los hombres, en todas partes, a que se arrepintieran; y se enseñó la fe a los hijos de los hombres.

24 Sucedió, pues, que todos los días de Jared fueron novecientos sesenta y dos años, y murió.

25 Y Enoc vivió sesenta y cinco años, y engendró a Matusalén.

26 Y aconteció que Enoc viajaba por la tierra, entre el pueblo, y mientras viajaba, el Espíritu de Dios descendió del cielo y reposó sobre él.

27 Y oyó una voz del cielo que decía: Enoc, hijo mío, profetiza a los de este pueblo y diles: Arrepentíos, porque así dice el Señor: Estoy enojado contra este pueblo, y mi furiosa ira está encendida en contra de ellos, pues se han endurecido sus corazones, y sus oídos se han entorpecido, y sus ojos no pueden ver lejos;

28 y durante estas muchas generaciones, desde el día en que los creé, se han desviado, y me han negado y buscado sus propios consejos en las tinieblas; y en sus propias abominaciones han ideado el asesinato, y no han guardado los mandamientos que yo di a su padre Adán.

29 Por consiguiente, se han juramentado entre sí, y a causa de sus propios juramentos han traído la muerte sobre sí mismos; y tengo preparado un infierno para ellos, si no se arrepienten;

30

y este es un decreto que he enviado, de mi propia boca, desde el principio del mundo, desde la fundación de este; y lo he decretado por boca de mis siervos, tus padres, tal como ha de ser enviado al mundo, hasta sus confines.

31 Y cuando Enoc oyó estas palabras, se humilló a tierra ante el Señor, y habló ante él, diciendo: ¿Por qué he hallado gracia ante tu vista, si no soy más que un jovenzuelo, y toda la gente me desprecia, por cuanto soy tardo en el habla; por qué soy tu siervo?

32 Y el Señor dijo a Enoc: Ve y haz lo que te he mandado, y ningún hombre te herirá. Abre tu boca y se llenará, y yo te daré poder para expresarte, porque toda carne está en mis manos, y haré conforme bien me parezca.

33 Di a este pueblo: Elegid hoy servir a Dios el Señor que os hizo.

34 He aquí, mi Espíritu reposa sobre ti; por consiguiente, justificaré todas tus palabras; y las montañas huirán de tu presencia, y los ríos se desviarán de su cauce; y tú permanecerás en mí, y yo en ti; por tanto, anda conmigo.

35 Y el Señor habló a Enoc y le dijo: Úntate los ojos con barro, y lávatelos, y verás. Y Enoc lo hizo.

36 Y vio los espíritus que Dios había creado; y también vio cosas que el ojo natural no percibe; y desde entonces se esparció este dicho por la tierra: El Señor ha levantado un vidente a su pueblo.

37 Y sucedió que Enoc salió por la tierra, entre el pueblo, y subía a las colinas y a los lugares altos y clamaba en voz alta, testificando en contra de sus obras; y todos los hombres se ofendían por causa de él.

38 Y salían a escucharlo, en los lugares altos, y decían a los que guardaban las tiendas: Quedaos aquí y cuidad las tiendas mientras vamos allá para ver al vidente, porque profetiza, y hay una cosa extraña en la tierra; ha venido un demente entre nosotros.

39 Y aconteció que cuando lo oyeron, ninguno puso las manos en él, porque el temor se apoderó de todos los que lo oían; porque andaba con Dios.

40

Y vino a él un hombre llamado Mahíjah, y le dijo: Dinos claramente quién eres, y de dónde vienes.

41 Y él les contestó: Vine de la tierra de Cainán, tierra de mis padres, una tierra de rectitud hasta el día de hoy. Mi padre me instruyó en todas las vías de Dios;

42 y aconteció que mientras yo venía de la tierra de Cainán, por el mar del oriente, vi una visión; y he aquí, vi los cielos, y el Señor habló conmigo y me dio un mandamiento; de modo que, por esta causa hablo estas palabras a fin de cumplir el mandamiento.

43 Y Enoc continuó sus palabras, diciendo: El Señor que habló conmigo es el Dios del cielo; y es mi Dios y vuestro Dios, y vosotros sois mis hermanos; y, ¿por qué os aconsejáis vosotros mismos y negáis al Dios del cielo?

44 Él hizo los cielos; la tierra es el estrado de sus pies; y suyo es el fundamento de ella. He aquí, él la estableció, y ha traído una hueste de hombres sobre la faz de ella.

45 Y la muerte ha venido sobre nuestros padres; no obstante, los conocemos, y no podemos negar, y conocemos aun el primero de todos, sí, Adán.

46 Porque hemos escrito un libro de memorias entre nosotros, de acuerdo con el modelo dado por el dedo de Dios; y se ha dado en nuestro propio idioma.

47 Y al hablar Enoc las palabras de Dios, la gente tembló y no pudo estar en su presencia.

48 Y él les dijo: Por motivo de que Adán cayó, nosotros existimos; y por su caída vino la muerte; y somos hechos partícipes de miseria y angustia.

49 He aquí, Satanás viene entre los hijos de los hombres, y los tienta para que lo adoren; y los hombres se han vuelto carnales, sensuales y diabólicos, y se hallan desterrados de la presencia de Dios.

50

Mas Dios ha hecho saber a nuestros padres que es preciso que todos los hombres se arrepientan.

51 Y por su propia voz llamó a nuestro padre Adán, diciendo: Yo soy Dios; yo hice el mundo y a los hombres antes que existiesen en la carne.

52 Y también le dijo: Si te vuelves a mí y escuchas mi voz, y crees y te arrepientes de todas tus transgresiones, y te bautizas en el agua, en el nombre de mi Hijo Unigénito, lleno de gracia y de verdad, el cual es Jesucristo, el único nombre que se dará debajo del cielo mediante el cual vendrá la salvación a los hijos de los hombres, recibirás el don del Espíritu Santo, pidiendo todas las cosas en su nombre, y te será dado cuanto tú pidieres.

53 Y nuestro padre Adán habló al Señor, y dijo: ¿Por qué es necesario que los hombres se arrepientan y se bauticen en el agua? Y el Señor le contestó: He aquí, te he perdonado tu transgresión en el Jardín de Edén.

54 De allí que se extendió entre el pueblo el dicho: Que el Hijo de Dios ha expiado la transgresión original, por lo que los pecados de los padres no pueden recaer sobre la cabeza de los niños, porque estos son limpios desde la fundación del mundo.

55 Y el Señor habló a Adán, diciendo: Por cuanto se conciben tus hijos en pecado, de igual manera, cuando empiezan a crecer, el pecado nace en sus corazones, y prueban lo amargo para saber apreciar lo bueno.

56 Y les es concedido discernir el bien del mal; de modo que, son sus propios agentes, y otra ley y mandamiento te he dado.

57 Enséñalo, pues, a tus hijos, que es preciso que todos los hombres, en todas partes, se arrepientan, o de ninguna manera heredarán el reino de Dios, porque ninguna cosa inmunda puede morar allí, ni morar en su presencia; porque en el lenguaje de Adán, su nombre es Hombre de Santidad, y el nombre de su Unigénito es el Hijo del Hombre, sí, Jesucristo, un justo Juez que vendrá en el meridiano de los tiempos.

58 Por tanto, te doy el mandamiento de enseñar estas cosas sin reserva a tus hijos, diciendo:

59 Que por causa de la transgresión viene la caída, la cual trae la muerte; y como habéis nacido en el mundo mediante el agua, y la sangre, y el espíritu que yo he hecho, y así del polvo habéis llegado a ser alma viviente, así igualmente tendréis que nacer otra vez en el reino de los cielos, del agua y del Espíritu, y ser purificados por sangre, a saber, la sangre de mi Unigénito, para que seáis santificados de todo pecado y gocéis de las palabras de vida eterna en este mundo, y la vida eterna en el mundo venidero, sí, gloria inmortal;

60

porque por el agua guardáis el mandamiento; por el Espíritu sois justificados; y por la sangre sois santificados;

61 de manera que se da para que permanezca en vosotros; el testimonio del cielo; el Consolador; las cosas pacíficas de la gloria inmortal; la verdad de todas las cosas; lo que vivifica todas las cosas; lo que conoce todas las cosas y tiene todo poder de acuerdo con la sabiduría, la misericordia, verdad, justicia y juicio.

62 Y ahora bien, he aquí, ahora te digo: Este es el plan de salvación para todos los hombres, mediante la sangre de mi Unigénito, el cual vendrá en el meridiano de los tiempos.

63 Y he aquí, todas las cosas tienen su semejanza, y se han creado y hecho todas las cosas para que den testimonio de mí; tanto las que son temporales, como las que son espirituales; cosas que hay arriba en los cielos, cosas que están sobre la tierra, cosas que están en la tierra y cosas que están debajo de la tierra, tanto arriba como abajo; todas las cosas testifican de mí.

64 Y cuando el Señor hubo hablado con Adán, nuestro padre, sucedió que Adán clamó al Señor, y lo arrebató el Espíritu del Señor, y fue llevado al agua, y sumergido en el agua, y sacado del agua.

65 Y de esta manera fue bautizado, y el Espíritu de Dios descendió sobre él, y así nació del Espíritu, y fue vivificado en el hombre interior.

66 Y oyó una voz del cielo que decía: Eres bautizado con fuego y con el Espíritu Santo. Este es el testimonio del Padre y del Hijo, desde ahora y para siempre;

67 y eres según el orden de aquel que fue sin principio de días ni fin de años, de eternidad en eternidad.

68 He aquí, eres uno en mí, un hijo de Dios; y así todos pueden llegar a ser mis hijos. Amén.

Capítulo 7

(Diciembre de 1830)

Enoc instruye y dirige al pueblo, y mueve montañas — Se establece la ciudad de Sion — Enoc prevé la venida del Hijo del Hombre, Su sacrificio expiatorio y la resurrección de los santos — Prevé la Restauración, el Recogimiento, la Segunda Venida y el regreso de Sion.

1

Y sucedió que Enoc continuó sus palabras, diciendo: He aquí, nuestro padre Adán enseñó estas cosas, y muchos han creído y han llegado a ser hijos de Dios; y muchos no han creído y han perecido en sus pecados, y con temor esperan, atormentados, que se derrame sobre ellos la ardiente indignación de la ira de Dios.

2 Y de allí en adelante Enoc empezó a profetizar, diciendo al pueblo: Mientras viajaba y me hallaba en el lugar llamado Mahújah, clamé al Señor, y vino una voz de los cielos que decía: Vuélvete y asciende al monte de Simeón.

3 Y aconteció que me volví y subí al monte; y mientras estaba en el monte, vi abrirse los cielos y fui revestido de gloria;

4 y vi al Señor; y estaba ante mi faz, y habló conmigo, así como un hombre habla con otro, cara a cara; y me dijo: Mira, y te mostraré el mundo por el espacio de muchas generaciones.

5 Y he aquí, aconteció que vi en el valle de Shum un pueblo numeroso que habitaba en tiendas, el cual era el pueblo de Shum.

6 Y otra vez me dijo el Señor: Mira; y miré hacia el norte y vi al pueblo de Canaán, que vivía en tiendas.

7 Y el Señor me dijo: Profetiza; y yo profeticé, diciendo: He aquí, el pueblo de Canaán, que es numeroso, saldrá a la batalla contra el pueblo de Shum y lo matará hasta destruirlo por completo; y el pueblo de Canaán se repartirá sobre la tierra, y la tierra será estéril e infecunda y ningún otro pueblo vivirá allí sino el de Canaán;

8 porque he aquí, el Señor maldecirá la tierra con mucho calor, y su esterilidad continuará para siempre; y vino un color obscuro sobre todos los hijos de Canaán, de modo que fueron despreciados entre toda gente.

9 Y sucedió que el Señor me dijo: Mira; y miré y vi la tierra de Sarón, y la tierra de Enoc, y la tierra de Omner, y la tierra de Heni, y la tierra de Sem, y la tierra de Haner, y la tierra de Hannanníah, y a todos sus habitantes;

10

y el Señor me dijo: Ve a los de este pueblo y diles: Arrepentíos, no sea que yo venga y los hiera con una maldición, y perezcan.

11 Y me dio el mandamiento de bautizar en el nombre del Padre, y del Hijo, lleno de gracia y de verdad, y del Espíritu Santo, que da testimonio del Padre y del Hijo.

12 Y sucedió que Enoc continuó llamando a todo pueblo al arrepentimiento, salvo al pueblo de Canaán;

13 y tan grande fue la fe de Enoc que dirigió al pueblo de Dios, y sus enemigos salieron a la batalla contra ellos; y él habló la palabra del Señor, y tembló la tierra, y huyeron las montañas, de acuerdo con su mandato; y los ríos de agua se desviaron de su cauce, y se oyó el rugido de los leones en el desierto; y todas las naciones temieron en gran manera, por ser tan poderosa la palabra de Enoc, y tan grande el poder de la palabra que Dios le había dado.

14 También salió una tierra de la profundidad del mar, y fue tan grande el temor de los enemigos del pueblo de Dios, que huyeron y se apartaron lejos y se fueron a la tierra que salió de lo profundo del mar.

15 Y los gigantes de la tierra también se quedaron lejos; y cayó una maldición sobre todo el pueblo que pugnaba contra Dios;

16 y de allí en adelante hubo guerras y derramamiento de sangre entre ellos; mas el Señor vino y habitó con su pueblo, y moraron en rectitud.

17 El temor del Señor cayó sobre todas las naciones, por ser tan grande la gloria del Señor que cubría a su pueblo. Y el Señor bendijo la tierra, y los de su pueblo fueron bendecidos sobre las montañas y en los lugares altos, y prosperaron.

18 Y el Señor llamó Sion a su pueblo, porque eran uno en corazón y voluntad, y vivían en rectitud; y no había pobres entre ellos.

19 Y Enoc continuó su predicación en justicia al pueblo de Dios. Y aconteció que en sus días él edificó una ciudad que se llamó la Ciudad de Santidad, a saber, Sion.

20

Y aconteció que Enoc habló con el Señor, y le dijo: Ciertamente Sion morará segura para siempre. Mas el Señor le dijo a Enoc: He bendecido a Sion, pero he maldecido al resto de la gente.

21 Y aconteció que el Señor le mostró a Enoc todos los habitantes de la tierra; y vio, y he aquí, con el transcurso del tiempo, Sion fue llevada al cielo. Y el Señor dijo a Enoc: He allí mi morada para siempre.

22 Y Enoc también vio al resto de los del pueblo, que eran los hijos de Adán; y eran una mezcla de toda la descendencia de Adán, salvo la de Caín, porque los de la posteridad de Caín eran negros, y no tenían cabida entre ellos.

23 Y después que Sion fue llevada al cielo, Enoc miró; y he aquí, todas las naciones de la tierra estaban delante de él;

24 y una generación sucedía a otra; y Enoc fue enaltecido y elevado hasta el seno del Padre y del Hijo del Hombre; y he aquí, el poder de Satanás se extendía sobre toda la faz de la tierra.

25 Y vio que descendían ángeles del cielo; y oyó una voz fuerte que decía: ¡Ay! ¡Ay de los habitantes de la tierra!

26 Y vio a Satanás; y este tenía en su mano una cadena grande que cubrió de obscuridad toda la faz de la tierra; y miró hacia arriba, y se rio, y sus ángeles se alegraron.

27 Y Enoc vio que descendían ángeles del cielo, dando testimonio del Padre y del Hijo; y el Espíritu Santo cayó sobre muchos, y fueron arrebatados hasta Sion por los poderes del cielo.

28 Y aconteció que el Dios del cielo miró al resto del pueblo, y lloró, y Enoc dio testimonio de ello, diciendo: ¿Por qué lloran los cielos, y derraman sus lágrimas como la lluvia sobre las montañas?

29 Y dijo Enoc al Señor: ¿Cómo es posible que tú llores, si eres santo, y de eternidad en eternidad?

30

Y si fuera posible que el hombre pudiese contar las partículas de la tierra, sí, de millones de tierras como esta, no sería ni el principio del número de tus creaciones; y tus cortinas aún están desplegadas; y tú todavía estás allí, y tu seno está allí; y también eres justo; eres misericordioso y benévolo para siempre;

31 y de todas tus creaciones has tomado a Sion a tu propio seno, de eternidad en eternidad; y nada sino paz, justicia y verdad es la habitación de tu trono; y la misericordia irá delante de tu faz y no tendrá fin; ¿cómo es posible que llores?

32 El Señor dijo a Enoc: He allí a estos, tus hermanos; son la obra de mis propias manos, y les di su conocimiento el día en que los creé; y en el Jardín de Edén le di al hombre su albedrío;

33 y a tus hermanos he dicho, y también he dado mandamiento, que se amen el uno al otro, y que me prefieran a mí, su Padre, mas he aquí, no tienen afecto y aborrecen su propia sangre;

34 y el fuego de mi indignación está encendido en su contra; y en mi intenso desagrado enviaré los diluvios sobre ellos, porque mi furiosa ira está encendida en contra de ellos.

35 He aquí, yo soy Dios; Hombre de Santidad es mi nombre; Varón de Consejo me llamo; y Sin Fin y Eterno es también mi nombre.

36 Por consiguiente, puedo extender mis manos y abarcar todas las creaciones que he hecho; y mi ojo las puede traspasar también, y de entre toda la obra de mis manos jamás ha habido tan grande iniquidad como entre tus hermanos.

37 Mas he aquí, sus pecados caerán sobre la cabeza de sus padres. Satanás será su padre, y miseria su destino; y todos los cielos llorarán sobre ellos, sí, toda la obra de mis manos; por tanto, ¿no han de llorar los cielos, viendo que estos han de sufrir?

38 Mas he aquí, estos que tus ojos ven morirán en los diluvios; y he aquí, los encerraré; he preparado una prisión para ellos.

39 Y Aquel a quien he escogido ha abogado ante mi faz. Por consiguiente, él padece por los pecados de ellos, si es que se arrepienten el día en que mi Elegido vuelva a mí, y hasta ese día se verán atormentados.

40

Por esto, pues, llorarán los cielos, sí, y toda la obra de mis manos.

41 Y aconteció que el Señor le habló a Enoc, y le declaró todos los hechos de los hijos de los hombres; por lo que Enoc supo, y vio las abominaciones y la miseria de ellos, y lloró y extendió sus brazos, y se ensanchó su corazón como la anchura de la eternidad; y se conmovieron sus entrañas; y toda la eternidad tembló.

42 Y Enoc también vio a Noé y a su familia; que la posteridad de todos los hijos de Noé se salvaría con una salvación temporal;

43 por tanto, Enoc vio que Noé construyó un arca; y que el Señor estuvo complacido con ella, y la sostuvo con su propia mano; pero las aguas descendieron sobre el resto de los inicuos y los tragaron.

44 Y al ver esto, Enoc sintió amargura dentro de su alma, y lloró por sus hermanos, y dijo a los cielos: No seré consolado; mas el Señor le dijo: Anímese tu corazón, regocíjate y mira.

45 Y aconteció que Enoc miró; y desde Noé vio a todas las familias de la tierra; y clamó al Señor, diciendo: ¿Cuándo vendrá el día del Señor? ¿Cuándo será derramada la sangre del Justo, a fin de que todos los que lloran sean santificados y tengan vida eterna?

46 Y el Señor dijo: Será en el meridiano de los tiempos, en los días de iniquidad y venganza.

47 Y he aquí, Enoc vio el día de la venida del Hijo del Hombre en la carne; y se regocijó su alma, y dijo: El Justo es levantado, y muerto es el Cordero desde la fundación del mundo; y por medio de la fe estoy en el seno del Padre, y he aquí, Sion está conmigo.

48 Y sucedió que Enoc miró a la tierra; y oyó que venía una voz de sus entrañas, y decía: ¡Ay, ay de mí, la madre de los hombres! ¡Estoy afligida, estoy fatigada por causa de la iniquidad de mis hijos! ¿Cuándo descansaré y quedaré limpia de la impureza que de mí ha salido? ¿Cuándo me santificará mi Creador para que yo descanse, y more la justicia sobre mi faz por un tiempo?

49 Y cuando Enoc oyó que la tierra se lamentaba, lloró y clamó al Señor, diciendo: Oh Señor, ¿no tendrás compasión de la tierra? ¿No bendecirás a los hijos de Noé?

50

Y sucedió que Enoc continuó su clamor al Señor, diciendo: Te ruego, oh Señor, en el nombre de tu Unigénito, que es Jesucristo, que tengas misericordia de Noé y su descendencia, para que las aguas nunca más vuelvan a cubrir la tierra.

51 Y el Señor no pudo resistir; e hizo convenio con Enoc, y le juró con juramento que detendría las aguas; que visitaría a los hijos de Noé;

52 y expidió un decreto inalterable de que un resto de su descendencia siempre se hallaría entre todas las naciones, mientras permaneciese la tierra;

53 y el Señor dijo: Bendito es aquel por medio de cuya descendencia vendrá el Mesías; porque él dice: Yo soy el Mesías, el Rey de Sion, la Roca del Cielo, que es extensa como la eternidad; quien entre por la puerta y suba por medio de mí, jamás caerá; por tanto, benditos son aquellos de quienes he hablado, porque vendrán con canciones de gozo sempiterno.

54 Y sucedió que Enoc clamó al Señor, diciendo: ¿Descansará la tierra cuando el Hijo del Hombre venga en la carne? Te ruego me muestres estas cosas.

55 Y dijo el Señor a Enoc: Mira; y mirando, vio que el Hijo del Hombre era levantado sobre la cruz, a la manera de los hombres;

56 y oyó una fuerte voz; y fueron cubiertos los cielos; y todas las creaciones de Dios lloraron; y la tierra gimió; y se hicieron pedazos los peñascos; y se levantaron los santos y fueron coronados a la diestra del Hijo del Hombre con coronas de gloria;

57 y salieron cuantos espíritus se hallaban en la prisión, y se pusieron a la diestra de Dios; y el resto quedó en cadenas de tinieblas hasta el juicio del gran día.

58 Y Enoc lloró otra vez y clamó al Señor, diciendo: ¿Cuándo descansará la tierra?

59 Y Enoc vio al Hijo del Hombre ascender al Padre, y se dirigió al Señor, diciendo: ¿No vendrás otra vez a la tierra? Por cuanto eres Dios, y te conozco, y me has jurado, y me mandaste que pidiera en el nombre de tu Unigénito; tú me has creado y me has dado derecho a tu trono, y no de mí mismo, sino mediante tu propia gracia; por consiguiente, te pregunto si no volverás otra vez a la tierra.

60

Y el Señor dijo a Enoc: Vivo yo que vendré en los últimos días, en los días de iniquidad y venganza, para cumplir el juramento que te hice concerniente a los hijos de Noé;

61 y llegará el día en que descansará la tierra, pero antes de ese día se obscurecerán los cielos, y un manto de tinieblas cubrirá la tierra; y temblarán los cielos así como la tierra; y habrá grandes tribulaciones entre los hijos de los hombres, mas preservaré a mi pueblo;

62 y justicia enviaré desde los cielos; y la verdad haré brotar de la tierra para testificar de mi Unigénito, de su resurrección de entre los muertos, sí, y también de la resurrección de todos los hombres; y haré que la justicia y la verdad inunden la tierra como con un diluvio, a fin de recoger a mis escogidos de las cuatro partes de la tierra a un lugar que yo prepararé, una Ciudad Santa, a fin de que mi pueblo ciña sus lomos y espere el tiempo de mi venida; porque allí estará mi tabernáculo, y se llamará Sion, una Nueva Jerusalén.

63 Y el Señor dijo a Enoc: Entonces tú y toda tu ciudad los recibiréis allí, y los recibiremos en nuestro seno, y ellos nos verán; y nos echaremos sobre su cuello, y ellos sobre el nuestro, y nos besaremos unos a otros;

64 y allí será mi morada, y será Sion, la cual saldrá de todas las creaciones que he hecho; y por el espacio de mil años la tierra descansará.

65 Y aconteció que Enoc vio el día de la venida del Hijo del Hombre, en los últimos días, para morar en rectitud sobre la tierra por el espacio de mil años;

66 pero antes de ese día vio grandes tribulaciones entre los inicuos; y también vio que el mar se agitaba y que desfallecía el corazón de los hombres mientras esperaban con temor los juicios del Dios Todopoderoso que habrían de sobrevenir a los inicuos.

67 Y el Señor le mostró a Enoc todas las cosas, aun hasta el fin del mundo; y vio el día de los justos, la hora de su redención; y recibió una plenitud de gozo;

68 y fueron todos los días de Sion, en la época de Enoc, trescientos sesenta y cinco años.

69 Y Enoc y todo su pueblo anduvieron con Dios, y él moró en medio de Sion; y aconteció que Sion no fue más, porque Dios la llevó a su propio seno, y desde entonces se extendió el dicho: Sion ha huido.

Capítulo 8

(Febrero de 1831)

Matusalén profetiza — Noé y sus hijos predican el Evangelio — Prevalece una gran iniquidad — No se hace caso del llamado al arrepentimiento — Dios decreta la destrucción de toda carne por medio del Diluvio.

1

Y fueron todos los días de Enoc cuatrocientos treinta años.

2 Y sucedió que Matusalén, el hijo de Enoc, no fue llevado, a fin de que se cumplieran los convenios que el Señor había hecho con Enoc, porque él verdaderamente hizo convenio con Enoc de que Noé procedería del fruto de sus lomos.

3 Y sucedió que Matusalén profetizó que de sus lomos nacerían todos los reinos de la tierra (mediante Noé), y se atribuyó la gloria a sí mismo.

4 Y vino sobre la tierra un hambre muy grave, y el Señor maldijo la tierra con penosa maldición, y muchos de sus habitantes perecieron.

5 Y aconteció que Matusalén vivió ciento ochenta y siete años, y engendró a Lamec;

6 y después de engendrar a Lamec, vivió Matusalén setecientos ochenta y dos años, y engendró hijos e hijas;

7 y fueron todos los días de Matusalén novecientos sesenta y nueve años, y murió.

8 Lamec vivió ciento ochenta y dos años, y engendró un hijo,

9 y le puso por nombre Noé, diciendo: Este hijo nos consolará en cuanto a nuestro afán y el trabajo de nuestras manos, por causa de la tierra que el Señor ha maldecido.

10

Y vivió Lamec, después de engendrar a Noé, quinientos noventa y cinco años, y engendró hijos e hijas.

11 y fueron todos los días de Lamec setecientos setenta y siete años, y murió.

12 Y Noé tenía cuatrocientos cincuenta años, y engendró a Jafet; y cuarenta y dos años después, engendró a Sem de la que fue la madre de Jafet, y a la edad de quinientos años, engendró a Cam.

13 Y Noé y sus hijos escucharon al Señor, y obedecieron, y se les llamó los hijos de Dios.

14 Y cuando estos hombres empezaron a multiplicarse sobre la faz de la tierra, y les nacieron hijas, los hijos de los hombres vieron que estas hijas eran bellas, y tomaron para sí esposas, según su elección.

15 Y el Señor dijo a Noé: Las hijas de tus hijos se han vendido; por lo que, he aquí, mi ira está encendida en contra de los hijos de los hombres, porque no quieren escuchar mi voz.

16 Y aconteció que Noé profetizó y enseñó las cosas de Dios, aun como fue en el principio.

17 Y el Señor dijo a Noé: No luchará mi Espíritu con el hombre para siempre, porque él ha de saber que toda carne morirá; sin embargo, serán sus días ciento veinte años, y si los hombres no se arrepienten, mandaré las aguas sobre ellos.

18 Y en aquellos días había gigantes sobre la tierra, y buscaron a Noé para quitarle la vida; mas el Señor fue con Noé, y el poder del Señor reposó sobre él.

19 Y el Señor ordenó a Noé según su propio orden, y le mandó que saliese a declarar su evangelio a los hijos de los hombres, tal como fue dado a Enoc.

20

Y aconteció que Noé exhortó a los hijos de los hombres a que se arrepintieran; pero no hicieron caso de sus palabras;

21 y también, después de haberlo escuchado, vinieron ante él, diciendo: He aquí, nosotros somos los hijos de Dios; ¿no hemos tomado para nosotros a las hijas de los hombres? ¿No estamos comiendo, bebiendo, y casándonos y dando en casamiento? Nuestras esposas nos dan hijos y estos son hombres poderosos, semejantes a los hombres de la antigüedad, varones de gran renombre. Y no hicieron caso de las palabras de Noé.

22 Y Dios vio que la iniquidad de los hombres se había hecho grande en la tierra; y que todo hombre se ensoberbecía con el designio de los pensamientos de su corazón, siendo continuamente perversos.

23 Y sucedió que Noé continuó su predicación al pueblo, diciendo: Escuchad y dad oído a mis palabras;

24 creed y arrepentíos de vuestros pecados y bautizaos en el nombre de Jesucristo, el Hijo de Dios, tal como nuestros padres, y recibiréis el Espíritu Santo, a fin de que se os manifiesten todas las cosas; y si no hacéis esto, las aguas vendrán sobre vosotros. Sin embargo, no escucharon.

25 Y le pesó a Noé, y se afligió su corazón de que el Señor hubiese formado al hombre sobre la tierra, y se apesadumbró su corazón.

26 Y el Señor dijo: Raeré al hombre que he creado de sobre la faz de la tierra, tanto hombre como bestia, y lo que se arrastra, y las aves del cielo, pues le pesa a Noé que yo los haya creado y hecho; y me ha invocado, porque han intentado quitarle la vida.

27 Y así Noé halló gracia ante los ojos del Señor; porque Noé fue un hombre justo y perfecto en su generación; y anduvo con Dios, así como sus tres hijos, Sem, Cam y Jafet.

28 La tierra se corrompió delante de Dios, y se llenó de violencia.

29 Y miró Dios la tierra; y he aquí, estaba corrompida, porque toda carne había corrompido su camino sobre la tierra.

30

Y dijo Dios a Noé: Ha llegado para mí el fin de toda carne, porque la tierra está llena de violencia; y he aquí, destruiré a toda carne de sobre la tierra.

El Libro de Abraham

Traducido del papiro por José Smith

Una traducción de unos anales antiguos que han llegado a nuestras manos procedentes de las catacumbas de Egipto. Los escritos de Abraham mientras se hallaba en Egipto, llamado el Libro de Abraham; fue escrito de su propia mano en papiro.

Capítulo 1

Abraham busca las bendiciones del orden patriarcal — Es perseguido, en Caldea, por sacerdotes falsos — Jehová lo salva — Se hace una reseña de los orígenes de Egipto y del gobierno de este.

1

En la tierra de los caldeos, en la morada de mi padre, yo, Abraham, vi que me era necesario buscar otro lugar donde morar;

2 y hallando que había mayor felicidad, paz y reposo para mí, busqué las bendiciones de los padres, y el derecho al cual yo debía ser ordenado, a fin de administrarlas; habiendo sido yo mismo seguidor de la rectitud, deseando también ser el poseedor de gran conocimiento, y ser un seguidor más fiel de la rectitud, y lograr un conocimiento mayor, y ser padre de muchas naciones, un príncipe de paz, y anhelando recibir instrucciones y guardar los mandamientos de Dios, llegué a ser un heredero legítimo, un Sumo Sacerdote, poseedor del derecho que pertenecía a los patriarcas.

3 Me fue conferido de los padres; descendió de los padres, desde que comenzó el tiempo, sí, aun desde el principio, o sea, antes de la fundación de la tierra hasta el tiempo presente, a saber, el derecho del primogénito, o sea, del primer hombre, el cual es Adán, nuestro primer padre, y por conducto de los padres hasta mí.

4 Busqué mi nombramiento en el sacerdocio conforme al nombramiento de Dios a los padres en lo que atañe a la descendencia.

5 Habiéndose apartado mis padres de su rectitud y de los santos mandamientos que el Señor su Dios les había dado, y habiéndose entregado a la adoración de los ídolos de los paganos, se negaron por completo a escuchar mi voz;

6 porque sus corazones estaban resueltos a hacer lo malo, y se habían entregado completamente al dios de Elkénah, y al dios de Líbnah, al dios de Mahmáckrah, al dios de Korash y al dios de Faraón, rey de Egipto;

7 de modo que, tornaron sus corazones al sacrificio de los paganos, ofreciendo sus hijos a sus ídolos mudos, y no escucharon mi voz, sino que trataron de quitarme la vida por mano del sacerdote de Elkénah. El sacerdote de Elkénah era también el sacerdote de Faraón.

8 En este tiempo era costumbre del sacerdote de Faraón, rey de Egipto, ofrecer hombres, mujeres y niños como sacrificio a estos dioses extraños, sobre el altar que se había construido en la tierra de Caldea.

9 Y sucedió que el sacerdote ofreció un sacrificio al dios de Faraón, y también al dios de Shagreel, a la manera de los egipcios. El dios de Shagreel era el sol.

10

Y hasta un niño ofreció el sacerdote de Faraón, como ofrenda de gratitud, sobre el altar que se hallaba junto a la colina llamada la colina de Potifar, a la cabecera de la planicie de Olishem.

11 Ahora bien, en cierta ocasión, este sacerdote había sacrificado a tres vírgenes, hijas de Onítah, uno de los de linaje real directamente de los lomos de Cam. Sacrificaron a estas vírgenes por motivo de su virtud; no quisieron postrarse para adorar dioses de madera ni de piedra; por consiguiente, les quitaron la vida sobre este altar, y se hizo según la manera de los egipcios.

12 Y sucedió que los sacerdotes me tomaron por la fuerza, a fin de matarme a mí también, como lo hicieron con aquellas vírgenes sobre este altar; y para que tengáis una idea de este altar, os referiré a la representación que se encuentra al principio de este relato.

13 Estaba hecho en forma de cama, semejante a las que se usaban entre los caldeos, y se hallaba ante los dioses de Elkénah, Líbnah, Mahmáckrah, Korash y también un dios parecido al de Faraón, rey de Egipto.

14 Para que entendáis cómo eran estos dioses, os he hecho una representación de ellos en las figuras que se encuentran al principio, tipo de figuras que los caldeos llaman Rahleenos, que significa jeroglíficos.

15 Y al levantar sus manos contra mí para sacrificarme y quitarme la vida, he aquí, elevé mi voz al Señor mi Dios, y el Señor escuchó y oyó, y me llenó con la visión del Todopoderoso, y el ángel de su presencia se puso a mi lado e inmediatamente soltó mis ligaduras;

16 y me habló su voz: Abraham, Abraham, he aquí, Jehová es mi nombre, y te he oído, y he descendido para librarte y llevarte de la casa de tu padre y de toda tu parentela a una tierra extraña de la cual nada sabes;

17 y esto por causa de que han apartado sus corazones de mí para adorar al dios de Elkénah, y al dios de Líbnah, y al dios de Mahmáckrah, y al dios de Korash, y al dios de Faraón, rey de Egipto; por tanto, he descendido para visitarlos y destruir a aquel que ha levantado su mano contra ti, Abraham, hijo mío, para quitarte la vida.

18 He aquí, con mi mano te conduciré, y te llevaré para poner sobre ti mi nombre, sí, el sacerdocio de tu padre, y mi poder descansará sobre ti.

19 Cual fue con Noé, tal será contigo; pero mediante tu ministerio se conocerá mi nombre en la tierra para siempre, porque yo soy tu Dios.

20

He aquí, la colina de Potifar se hallaba en la tierra de Ur de los caldeos. Y el Señor derribó el altar de Elkénah y de los dioses de la tierra, y los destruyó por completo, e hirió al sacerdote de modo que murió; y hubo gran luto en Caldea y también en la corte de Faraón; y Faraón significa rey por sangre real.

21 Este rey de Egipto era descendiente de los lomos de Cam y por nacimiento era de la sangre de los cananeos.

22 De esta descendencia nacieron todos los egipcios, y así se conservó la sangre de los cananeos en la tierra.

23 La tierra de Egipto fue descubierta primeramente por una mujer que era hija de Cam e hija de Egyptus, que en caldeo significa Egipto, y quiere decir aquello que está prohibido.

24 Cuando esta mujer la descubrió, la tierra se hallaba inundada, y más tarde estableció a sus hijos allí; y así nació de Cam la raza que conservó la maldición sobre la tierra.

25 Ahora, Faraón, el hijo mayor de Egyptus, hija de Cam, estableció el primer gobierno de Egipto, y fue a semejanza del gobierno de Cam, el cual era patriarcal.

26 Faraón, siendo un hombre justo, estableció su reino y juzgó prudente y rectamente a su pueblo todos sus días, tratando sinceramente de imitar el orden que los padres establecieron en las primeras generaciones, en los días del primer reinado patriarcal, sí, en el reinado de Adán y también de Noé, su padre, quien lo bendijo con las bendiciones de la tierra y con las bendiciones de sabiduría, mas lo maldijo en cuanto al sacerdocio.

27 Siendo, pues, Faraón de ese linaje que le impedía poseer el derecho del sacerdocio, aun cuando los Faraones de buena gana lo habrían reclamado de Noé, por el linaje de Cam, resultó que mi padre fue descarriado por la idolatría de ellos;

28 pero de aquí en adelante procuraré delinear la cronología que se remonta desde mí hasta el principio de la creación, porque han llegado a mis manos los anales que tengo hasta el día de hoy.

29 Y después que el sacerdote de Elkénah fue herido y murió, se cumplieron las cosas que me fueron dichas con respecto a la tierra de Caldea, de que habría hambre en la tierra.

30

De modo que prevaleció el hambre por toda la tierra de Caldea, y mi padre se vio atormentado gravemente por causa del hambre, y se arrepintió del mal que había resuelto en contra de mí para quitarme la vida.

31 Pero el Señor mi Dios preservó en mis propias manos los anales de los padres, sí, los patriarcas, concernientes al derecho del sacerdocio; por tanto, he guardado hasta el día de hoy el conocimiento del principio de la creación, y también de los planetas y de las estrellas, tal como se dio a conocer a los patriarcas; y trataré de escribir algunas de estas cosas en este relato para el beneficio de mi posteridad que vendrá después de mí.

Capítulo 2

Abraham sale de Ur para trasladarse a Canaán — Jehová se le aparece en Harán — Todas las bendiciones del Evangelio se prometen a su descendencia y, por medio de su descendencia, a todos — Llega a Canaán y sigue hasta Egipto.

1

Ahora, Dios el Señor hizo que se agravase el hambre en la tierra de Ur, tanto que murió mi hermano Harán; pero mi padre Taré siguió viviendo en la tierra de Ur de los caldeos.

2 Y aconteció que yo, Abraham, tomé por esposa a Sarai; y Nacor, mi hermano, tomó por esposa a Milca, la cual era hija de Harán.

3 Y el Señor me había dicho: Abraham, sal de tu país y de tu parentela y de la casa de tu padre, a una tierra que yo te mostraré.

4 Por consiguiente, salí de la tierra de Ur de los caldeos para ir a la tierra de Canaán; y llevé a Lot, el hijo de mi hermano, y a su esposa, y a Sarai, mi esposa; y mi padre también me siguió hasta la tierra que llamamos Harán.

5 Y menguó el hambre; y mi padre se quedó en Harán y allí moró, porque había muchos rebaños en Harán; y mi padre volvió de nuevo a su idolatría, por lo que permaneció en Harán.

6 Mas yo, Abraham, y Lot, el hijo de mi hermano, oramos al Señor, y el Señor se me apareció y me dijo: Levántate y toma a Lot contigo; porque me he propuesto sacarte de Harán y hacer de ti un ministro para llevar mi nombre en una tierra extraña que daré por posesión sempiterna a los de tu descendencia después de ti, cuando escuchen mi voz.

7 Porque yo soy el Señor tu Dios; yo habito en el cielo; la tierra es el estrado de mis pies; extiendo mi mano sobre el mar, y obedece mi voz; hago que el viento y el fuego me sean por carro; a las montañas digo: Idos de aquí; y he aquí, se las lleva el torbellino en un instante, repentinamente.

8 Jehová es mi nombre, y conozco el fin desde el principio; por lo tanto, te cubriré con mi mano.

9 Y haré de ti una nación grande y te bendeciré sobremanera, y engrandeceré tu nombre entre todas las naciones, y serás una bendición para tu descendencia después de ti, para que en sus manos lleven este ministerio y sacerdocio a todas las naciones.

10

Y las bendeciré mediante tu nombre; pues cuantos reciban este evangelio serán llamados por tu nombre; y serán considerados tu descendencia, y se levantarán y te bendecirán como padre de ellos;

11 y bendeciré a los que te bendijeren, y maldeciré a los que te maldijeren; y en ti (es decir, en tu sacerdocio) y en tu descendencia (es decir, tu sacerdocio), pues te prometo que en ti continuará este derecho, y en tu descendencia después de ti (es decir, la descendencia literal, o sea, la descendencia corporal) serán bendecidas todas las familias de la tierra, sí, con las bendiciones del evangelio, que son las bendiciones de salvación, sí, de vida eterna.

12 Y después que el Señor hubo cesado de hablarme, y retiró su faz de mí, dije en mi corazón: Tu siervo te buscó diligentemente; ahora te he hallado;

13 enviaste a tu ángel para librarme de los dioses de Elkénah, y bien haré si escucho tu voz; permite, pues, que tu siervo se levante y vaya en paz.

14 Así que yo, Abraham, salí como el Señor me había dicho, y Lot fue conmigo; y yo, Abraham, tenía sesenta y dos años de edad cuando salí de Harán.

15 Y tomé a Sarai, a quien había recibido por esposa cuando moraba en Ur de los caldeos, y a Lot, el hijo de mi hermano, junto con todos nuestros bienes que habíamos reunido, y las almas que habíamos ganado en Harán, y tomamos el camino de la tierra de Canaán, habitando en tiendas mientras viajábamos;

16 por tanto, la eternidad fue nuestra protección y nuestra roca y salvación, mientras viajábamos de Harán por el camino de Jersón para llegar a la tierra de Canaán.

17 Entonces yo, Abraham, edifiqué un altar en la tierra de Jersón e hice una ofrenda al Señor, e imploré que se apartara el hambre de los de la casa de mi padre, a fin de que no perecieran.

18 Y de Jersón pasamos por el país hasta llegar al sitio de Siquem, que se encontraba en las llanuras de More; y ya habíamos llegado a las fronteras de la tierra de los cananeos; y allí en el valle de More ofrecí sacrificio e invoqué devotamente al Señor, porque ya habíamos llegado a la tierra de esta nación idólatra.

19 Y el Señor se me apareció en respuesta a mis oraciones, y me dijo: Daré esta tierra a tu descendencia.

20

Y yo, Abraham, me levanté del lugar donde le había edificado el altar al Señor, y me trasladé de allí a una montaña al oriente de Betel, y planté mi tienda allí, estando Betel al occidente y Hai al oriente; y allí levanté otro altar al Señor, e invoqué de nuevo el nombre del Señor.

21 Y yo, Abraham, viajé, continuando todavía hacia el sur; y seguía el hambre en la tierra; y yo, Abraham, decidí descender a Egipto para morar allí, porque se agravó el hambre.

22 Y sucedió que cuando estaba cerca, ya para entrar en Egipto, el Señor me dijo: He aquí, Sarai tu esposa es de hermoso aspecto;

23 por tanto, sucederá que cuando la vean los egipcios, dirán: Su esposa es; y te matarán, mas a ella le preservarán la vida; por tanto, hazlo de esta manera:

24 Diga ella a los egipcios que es tu hermana, y vivirá tu alma.

25 Y aconteció que yo, Abraham, dije a Sarai, mi esposa, todo lo que el Señor me había dicho; por tanto, te ruego les digas que eres mi hermana, para que me vaya bien por causa tuya, y viva mi alma por causa de ti.

Capítulo 3

Abraham aprende acerca del sol, la luna y las estrellas por medio del Urim y Tumim — El Señor le revela la naturaleza eterna de los espíritus — Se entera de la vida preterrenal, así como de la preordenación, de la Creación, de la selección de un Redentor y del segundo estado del hombre.

1

Y yo, Abraham, tenía el Urim y Tumim, que el Señor mi Dios me había dado en Ur de los caldeos;

2 y vi las estrellas, y que eran muy grandes, y que una de ellas se hallaba más próxima al trono de Dios; y había muchas de las grandes que estaban cerca;

3 y el Señor me dijo: Estas son las que rigen; y el nombre de la mayor es Kólob, porque está cerca de mí, pues yo soy el Señor tu Dios; a esta la he puesto para regir a todas las que pertenecen al mismo orden que esa sobre la cual estás.

4 Y el Señor me dijo por el Urim y Tumim que Kólob era conforme a la manera del Señor, según sus tiempos y estaciones en sus revoluciones; que una revolución era un día para el Señor, según su manera de contar, que es mil años de acuerdo con el tiempo que le es señalado a esa donde estás. Esta es la computación del tiempo del Señor, según el cómputo de Kólob.

5 Y el Señor me dijo: El planeta que es el luminar menor, más pequeño que aquel que ha de señorear el día, sí, la luz de la noche, está más arriba, o sea, es mayor que aquel donde te encuentras, en cuanto a computación, pues se mueve en orden más despacio; esto va en orden, porque se halla sobre la tierra en la cual estás; por consiguiente, no es tanta la computación de su tiempo, en lo que respecta a su número de días, de meses y de años.

6 Y el Señor me dijo: Abraham, estos dos hechos existen, he aquí, tus ojos lo ven; te es concedido conocer los tiempos de computar y el tiempo fijo, sí, el tiempo fijo de la tierra sobre la cual estás, así como el tiempo fijo del luminar mayor que se ha puesto para señorear el día y el tiempo fijo del luminar menor que se ha puesto para señorear la noche.

7 Ahora, el tiempo fijo del luminar menor es más largo, en cuanto a su computación, que la computación del tiempo de la tierra sobre la cual estás.

8 Y donde existan estos dos hechos, habrá otro sobre ellos, es decir, habrá otro planeta cuya computación de tiempo será más larga todavía;

9 y así habrá la computación del tiempo de un planeta sobre otro, hasta acercarte a Kólob, el cual es según la computación del tiempo del Señor. Este Kólob está colocado cerca del trono de Dios para gobernar a todos aquellos planetas que pertenecen al mismo orden que aquel sobre el cual estás.

10

Y te es dado a conocer el tiempo fijo de todas las estrellas que han sido puestas para dar luz, hasta acercarte al trono de Dios.

11 Así fue que yo, Abraham, hablé con el Señor cara a cara, como un hombre habla con otro; y me habló de las obras que sus manos habían hecho;

12 y él me dijo: Hijo mío, hijo mío (y tenía extendida su mano), he aquí, te mostraré todas estas. Y puso su mano sobre mis ojos, y vi aquellas cosas que sus manos habían creado, las cuales eran muchas; y se multiplicaron ante mis ojos, y no pude ver su fin.

13 Y me dijo: Esto es Shinehah, que es el sol. Y me dijo: Kókob, que significa estrella. Y me dijo: Olea, que es la luna. Y me dijo: Kókaubeam, que quiere decir estrellas, o sea, todos los grandes luminares que había en el firmamento del cielo.

14 Y era de noche cuando el Señor me habló estas palabras: Te multiplicaré a ti, y a tu posteridad después de ti, igual que a estas; y si puedes contar el número de las arenas, así será el número de tus descendientes.

15 Y el Señor me dijo: Abraham, te enseño estas cosas antes que entres en Egipto, para que declares todas estas palabras.

16 Si existen dos cosas, y una está sobre la otra, habrá cosas mayores sobre ellas; por consiguiente, Kólob es la mayor de todas las Kókaubeam que has visto, porque está más cerca de mí.

17 Ahora bien, si hay dos cosas, una sobre la otra, y si la luna está sobre la tierra, entonces puede ser que sobre ella exista un planeta o una estrella; y no hay nada que el Señor tu Dios disponga en su corazón hacer que él no haga.

18 De ahí que él hizo la estrella mayor. Así también, si hay dos espíritus, y uno es más inteligente que el otro, sin embargo estos dos espíritus, a pesar de ser uno más inteligente que el otro, no tienen principio; existieron antes, no tendrán fin, existirán después, porque son gnolaum o eternos.

19 Y el Señor me dijo: Estos dos hechos existen: Hay dos espíritus, y uno es más inteligente que el otro; habrá otro más inteligente que ellos; yo soy el Señor tu Dios, soy más inteligente que todos ellos.

20

El Señor tu Dios envió a su ángel para librarte de las manos del sacerdote de Elkénah.

21 Yo habito en medio de todos ellos; por tanto, he descendido ahora para darte a conocer las obras que mis manos han hecho, por lo que mi sabiduría los sobrepuja a todos ellos, pues reino arriba en los cielos y abajo en la tierra, con toda sabiduría y prudencia, sobre todas las inteligencias que tus ojos han visto desde el principio; yo descendí en el principio en medio de todas las inteligencias que has visto.

22 Y el Señor me había mostrado a mí, Abraham, las inteligencias que fueron organizadas antes que existiera el mundo; y entre todas estas había muchas de las nobles y grandes;

23 y vio Dios que estas almas eran buenas, y estaba en medio de ellas, y dijo: A estos haré mis gobernantes; pues estaba entre aquellos que eran espíritus, y vio que eran buenos; y me dijo: Abraham, tú eres uno de ellos; fuiste escogido antes de nacer.

24 Y estaba entre ellos uno que era semejante a Dios, y dijo a los que se hallaban con él: Descenderemos, pues hay espacio allá, y tomaremos de estos materiales y haremos una tierra sobre la cual estos puedan morar;

25 y con esto los probaremos, para ver si harán todas las cosas que el Señor su Dios les mandare;

26 y a los que guarden su primer estado les será añadido; y aquellos que no guarden su primer estado no tendrán gloria en el mismo reino con los que guarden su primer estado; y a quienes guarden su segundo estado, les será aumentada gloria sobre su cabeza para siempre jamás.

27 Y el Señor dijo: ¿A quién enviaré? Y respondió uno semejante al Hijo del Hombre: Heme aquí; envíame. Y otro contestó, y dijo: Heme aquí; envíame a mí. Y el Señor dijo: Enviaré al primero.

28 Y el segundo se llenó de ira, y no guardó su primer estado; y muchos lo siguieron ese día.

Capítulo 4

Los Dioses proyectan la creación de la tierra y toda vida sobre ella — Se exponen los planes de los seis días de la creación.

1

Entonces el Señor dijo: Descendamos. Y descendieron en el principio, y ellos, esto es, los Dioses, organizaron y formaron los cielos y la tierra.

2 Y la tierra, después de ser formada, estaba vacía y desolada, porque no habían formado más que la tierra; y la obscuridad prevalecía sobre la faz del abismo, y el Espíritu de los Dioses cubría la faz de las aguas.

3 Y ellos (los Dioses) dijeron: Haya luz; y hubo luz.

4 Y ellos (los Dioses) comprendieron la luz, porque brillaba; y separaron la luz, o sea, hicieron que fuera separada de las tinieblas.

5 Y los Dioses llamaron a la luz Día, y a las tinieblas llamaron Noche. Y aconteció que desde la tarde hasta la mañana llamaron noche, y desde la mañana hasta la tarde llamaron día; y este fue el primero, o sea, el principio de lo que ellos llamaron día y noche.

6 Y los Dioses también dijeron: Haya una expansión en medio de las aguas, y esta separará las aguas de las aguas.

7 Y los Dioses ordenaron la expansión, de modo que separó las aguas que estaban debajo de la expansión de las aguas que estaban sobre la expansión; y así fue, tal como ordenaron.

8 Y los Dioses llamaron a la expansión Cielo. Y sucedió que lo que fue desde la tarde hasta la mañana llamaron noche; y sucedió que lo que fue desde la mañana hasta la tarde llamaron día; y fue la segunda ocasión que designaron noche y día.

9 Y los Dioses ordenaron, diciendo: Júntense en un lugar las aguas que están debajo del cielo, y aparezca la tierra seca; y fue hecho como lo ordenaron;

10

y a la parte seca los Dioses llamaron Tierra; y al recogimiento de las aguas llamaron Grandes Aguas; y los Dioses vieron que se les obedecía.

11 Y los Dioses dijeron: Preparemos la tierra para que produzca pasto; la hierba que dé semilla; el árbol frutal que dé fruto según su especie, cuya semilla dentro de sí reproduzca su especie sobre la tierra; y fue así, tal como ordenaron.

12 Y los Dioses organizaron la tierra para que produjese el pasto de su propia semilla, y la hierba para que de su propia semilla produjese hierba, dando semilla según su especie; y la tierra para que produjese el árbol frutal de su propia semilla, cuya semilla solo pudiera reproducir lo que estuviese en sí, según su especie; y los Dioses vieron que se les obedecía.

13 Y aconteció que contaron los días; de la tarde a la mañana llamaron noche, y aconteció que de la mañana a la tarde llamaron día; y fue la tercera ocasión.

14 Y los Dioses organizaron los luminares en la expansión del cielo, e hicieron que separasen el día de la noche; y los organizaron para que fuesen por señales y por estaciones, y por días y por años;

15 y los organizaron para que fuesen por luminares en la expansión del cielo, para alumbrar la tierra; y fue así.

16 Y los Dioses organizaron los dos grandes luminares, el luminar mayor para señorear el día, y el luminar menor para señorear la noche; con el luminar menor también fijaron las estrellas;

17 y los Dioses los pusieron en la expansión de los cielos para dar luz a la tierra, y para que señoreasen el día y la noche, y hacer que separasen la luz de las tinieblas.

18 Y los Dioses vigilaron aquellas cosas que habían ordenado hasta que obedecieron.

19 Y sucedió que de la tarde a la mañana fue noche; y sucedió que de la mañana a la tarde fue día; y fue la cuarta ocasión.

20

Y los Dioses dijeron: Preparemos las aguas para que produzcan en abundancia los seres animados que tienen vida; y las aves, para que vuelen sobre la tierra en la vasta expansión del cielo.

21 Y los Dioses prepararon las aguas para que produjesen grandes ballenas y todo ser viviente que se mueve, los cuales las aguas habían de producir abundantemente, según su especie; y toda ave alada, según su especie. Y los Dioses vieron que se les obedecería, y que su plan era bueno.

22 Y los Dioses dijeron: Los bendeciremos y haremos que fructifiquen y se multipliquen y llenen las aguas en los mares, o sea, las grandes aguas; y haremos que las aves se multipliquen en la tierra.

23 Y sucedió que de la tarde a la mañana llamaron noche; y sucedió que de la mañana a la tarde llamaron día; y fue la quinta ocasión.

24 Y los Dioses prepararon la tierra para que produjese animales vivientes, según su especie, ganado y todo lo que se arrastra, y bestias de la tierra según su especie; y así se hizo, tal como habían dicho.

25 Y los Dioses organizaron la tierra para que produjese las bestias según su especie, y ganado según su especie; y todo lo que se arrastra sobre la tierra, según su especie; y los Dioses vieron que obedecerían.

26 Y los Dioses tomaron consejo entre sí, y dijeron: Descendamos y formemos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y le daremos dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre el ganado y sobre toda la tierra y toda cosa que se arrastra sobre la tierra.

27 De modo que los Dioses descendieron para organizar al hombre a su propia imagen, para formarlo a imagen de los Dioses, para formarlos varón y hembra.

28 Y dijeron los Dioses: Los bendeciremos. Y los Dioses dijeron: Haremos que fructifiquen y se multipliquen, y llenen la tierra y la sojuzguen; y que tengan dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre toda cosa viviente que se mueve sobre la tierra.

29 Y los Dioses dijeron: He aquí, les daremos toda hierba que produce semilla que nacerá sobre la faz de toda la tierra, y todo árbol que producirá fruto; sí, les daremos el fruto del árbol que da semilla; esto les será por alimento.

30

Y a toda bestia de la tierra, a toda ave del cielo y a todo lo que se arrastra sobre la tierra, he aquí, les daremos vida, y también, les daremos toda hierba verde como alimento, y así se organizarán todas estas cosas.

31 Y los Dioses dijeron: Haremos todo lo que hemos dicho y los organizaremos; y he aquí, serán muy obedientes. Y sucedió que de la tarde a la mañana llamaron noche; y sucedió que de la mañana a la tarde llamaron día; y contaron la sexta ocasión.

Capítulo 5

Los Dioses terminan Sus planes de la creación de todas las cosas — Llevan a efecto la Creación de acuerdo con Sus planes — Adán pone nombre a toda criatura viviente.

1

Y así terminaremos los cielos y la tierra, y todas sus huestes.

2 Y los Dioses dijeron entre sí: En la séptima ocasión terminaremos nuestra obra que hemos acordado; y en ella descansaremos de toda nuestra obra que hemos acordado.

3 Y en la séptima vez los Dioses concluyeron, porque en ella iban a descansar de todas sus obras que ellos (los Dioses) acordaron entre sí formar; y la santificaron. Y así fueron sus decisiones al tiempo que acordaron entre sí formar los cielos y la tierra.

4 Y descendieron los Dioses y formaron los orígenes de los cielos y de la tierra, cuando fueron hechos el día en que los Dioses formaron la tierra y los cielos,

5 de acuerdo con todo lo que habían dicho concerniente a toda planta del campo antes que se hallase sobre la tierra, y toda hierba del campo antes que creciese; porque los Dioses no habían hecho llover sobre la tierra cuando acordaron hacerlos, y no habían formado al hombre para que labrase la tierra.

6 Mas subía de la tierra un vapor y regaba toda la faz de la tierra.

7 Y los Dioses formaron al hombre del polvo de la tierra, y tomaron su espíritu (esto es, el espíritu del hombre), y lo pusieron dentro de él; y soplaron en su nariz el aliento de vida, y el hombre fue alma viviente.

8 Y los Dioses plantaron un jardín hacia el oriente en Edén, y allí pusieron al hombre, cuyo espíritu habían puesto dentro del cuerpo que habían formado.

9 Y los Dioses hicieron que de la tierra naciese todo árbol que es agradable a la vista y bueno como alimento; también el árbol de la vida en medio del jardín, y el árbol de la ciencia del bien y del mal.

10

Había un río que corría del Edén para regar el jardín, y de allí se repartía en cuatro brazos.

11 Y los Dioses tomaron al hombre y lo pusieron en el Jardín de Edén para que lo labrase y lo guardase.

12 Y los Dioses dieron mandamiento al hombre, diciendo: De todo árbol del jardín podrás comer libremente,

13 mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque en la ocasión en que de él comieres, de seguro morirás. Ahora bien, yo, Abraham, vi que era según el tiempo del Señor, que era según el tiempo de Kólob; porque hasta entonces los Dioses aún no le habían señalado a Adán su manera de calcular el tiempo.

14 Y los Dioses dijeron: Hagamos una ayuda idónea al hombre, por cuanto no es bueno que el hombre esté solo; por consiguiente, formaremos para él una ayuda idónea.

15 Y los Dioses hicieron que cayera un sueño profundo sobre Adán, y durmió; y tomaron una de sus costillas y cerraron la carne en su lugar;

16 y de la costilla que los Dioses habían tomado del hombre, formaron ellos una mujer, y se la trajeron al hombre.

17 Y Adán dijo: Esta era hueso de mis huesos, y carne de mi carne; ahora será llamada Varona, porque del varón fue tomada;

18 por lo tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se allegará a su esposa, y serán una sola carne.

19 Y estaban ambos desnudos, el hombre y su esposa, y no se avergonzaban.

20

Y de la tierra formaron los Dioses toda bestia del campo y toda ave del cielo, y las llevaron a Adán para ver qué nombre les había de dar; y lo que Adán llamara a toda cosa viviente, tal sería su nombre.

21 Y Adán dio nombre a todo ganado, a las aves del cielo, a toda bestia del campo; y se halló una ayuda idónea para Adán.

Facsímile del Libro de Abraham

Núm. 1.

Facsímile Nº 1

Explicación del grabado

Fig. 1. El ángel del Señor.

Fig. 2. Abraham atado sobre un altar.

Fig. 3. El sacerdote idólatra de Elkénah intentando ofrecer a Abraham como sacrificio.

Fig. 4. El altar de sacrificio de los sacerdotes idólatras; se halla ante los dioses de Elkénah, de Líbnah, de Mahmáckrah, de Korash y de Faraón.

Fig. 5. El dios idolátrico de Elkénah.

Fig. 6. El dios idolátrico de Líbnah.

Fig. 7. El dios idolátrico de Mahmáckrah.

Fig. 8. El dios idolátrico de Korash.

Fig. 9. El dios idolátrico de Faraón.

Fig. 10. Abraham en Egipto.

Fig. 11. Tiene por objeto representar los pilares del cielo, cual lo entendían los egipcios.

Fig. 12. Raukeeyang, que significa expansión, o sea, el firmamento arriba de nuestra cabeza; pero en este caso, en relación con este asunto, los egipcios querían indicar Shaumau, estar en alto, o sea, en los cielos, que corresponde a la palabra hebrea Shaumahyeem.

Facsímile del Libro de Abraham

Núm. 2.

Facsímile Nº 2

Explicación del grabado anterior

Fig. 1. Kólob, que significa la primera creación, la más próxima a lo celestial, o sea, a la morada de Dios. Primera en gobierno, última en cuanto a la medida de tiempo. La medida corresponde al tiempo celestial, que significa un día por codo. Un día en Kólob equivale a mil años, según la manera de medir de esta tierra, a la cual los egipcios dan el nombre de Jah-oh-eh.

Fig. 2. Se halla contigua a Kólob, llamada Olíblish por los egipcios, y constituye la siguiente gran creación regente cerca de lo celestial, o sea, el lugar donde Dios mora; posee también la llave de poder perteneciente a otros planetas; así lo reveló Dios a Abraham cuando este ofreció sacrificio sobre un altar que había edificado al Señor.

Fig. 3. Tiene por objeto representar a Dios, sentado sobre su trono, revestido de poder y autoridad; lleva sobre la cabeza una corona de luz eterna. También representa las grandes palabras claves del Santo Sacerdocio cual fueron reveladas a Adán en el Jardín de Edén, como también a Set, a Noé, Melquisedec, Abraham y a todos aquellos a quienes se revelaba el sacerdocio.

Fig. 4. Corresponde a la palabra hebrea Raukeeyang, que significa expansión, o sea, el firmamento celeste; también un símbolo numérico egipcio que significa mil; corresponde a la medida del tiempo de Olíblish, que es igual que Kólob en su revolución y su computación de tiempo.

Fig. 5. Se llama Enish-go-on-dosh en egipcio. Este también es uno de los planetas regentes, y los egipcios dicen que es el sol, y que recibe su luz de Kólob por conducto de Kae-e-vanrash, que es la magna Llave, o en otras palabras, el poder gobernante que rige a otros quince planetas o estrellas fijos, así como a Floeese, o sea, la luna, la tierra y el sol en sus revoluciones anuales. Este planeta recibe su poder por conducto de Kli-flos-is-es o Hah-ko-kau-beam, las estrellas, que en los números 22 y 23 se representan recibiendo luz de las revoluciones de Kólob.

Fig. 6. Representa a esta tierra en sus cuatro partes.

Fig. 7. Representa a Dios, sentado sobre su trono, revelando a través de los cielos las grandes palabras claves del sacerdocio. También la señal del Espíritu Santo a Abraham, en forma de paloma.

Fig. 8. Contiene escritos que no se pueden revelar al mundo; pero se pueden recibir en el Santo Templo de Dios.

Fig. 9. No se debe revelar por ahora.

Fig. 10. Ídem.

Fig. 11. Ídem. Si el mundo puede descubrir estos números, así sea. Amén.

Las figuras 12, 13, 14, 15, 16, 17, 18, 19, 20 y 21 se revelarán en el propio y debido tiempo del Señor.

Se presenta la traducción anterior hasta donde tenemos el derecho de hacerlo actualmente.

Facsímile del Libro de Abraham

Núm. 3.

Facsímile Nº 3

Explicación del grabado

Fig. 1. Abraham, sentado sobre el trono de Faraón por cortesía del rey, con una corona sobre su cabeza, que representa el sacerdocio, como emblema de la gran Presidencia del Cielo; en la mano lleva el cetro de justicia y de juicio.

Fig. 2. El rey Faraón, cuyo nombre aparece en los caracteres arriba de su cabeza.

Fig. 3. Significa Abraham en Egipto como también aparece en la figura 10 del facsímile número 1.

Fig. 4. Príncipe de Faraón, rey de Egipto, según lo que se ve escrito arriba de su mano.

Fig. 5. Shulem, uno de los siervos principales del rey, según lo representan los caracteres que aparecen arriba de su mano.

Fig. 6. Olímlah, esclavo del príncipe.

Abraham, en la corte del rey, está razonando sobre los principios de astronomía.

José Smith—Mateo

Parte de la traducción de la Biblia cual se reveló a José Smith el Profeta en 1831: Mateo 23:39 y el capítulo 24.

Capítulo 1

Jesús predice la destrucción inminente de Jerusalén — También habla de la segunda venida del Hijo del Hombre y de la destrucción de los inicuos.

1

Porque os digo que desde ahora no me veréis, ni sabréis que yo soy aquel de quien los profetas escribieron, hasta que digáis: Bendito el que viene en el nombre del Señor, en las nubes del cielo, y todos los santos ángeles con él. Entonces sus discípulos entendieron que él volvería a la tierra después que fuese glorificado y coronado a la diestra de Dios.

2 Y salió Jesús y se alejó del templo; y vinieron a él sus discípulos para oírle, y dijeron: Maestro, decláranos concerniente a los edificios del templo, pues has dicho: Serán derribados y quedarán desolados.

3 Y Jesús les dijo: ¿Veis todas estas cosas y no las comprendéis? En verdad os digo, no quedará aquí, en este templo, piedra sobre piedra que no sea derribada.

4 Y Jesús se apartó de ellos, y subió al monte de los Olivos. Y estando sentado en el monte de los Olivos, los discípulos vinieron a él en privado, diciendo: Dinos, ¿cuándo serán estas cosas que has dicho concerniente a la destrucción del templo y de los judíos; y cuál es la señal de tu venida y del fin del mundo, o sea, la destrucción de los inicuos, que es el fin del mundo?

5 Y Jesús respondió y les dijo: Mirad que nadie os engañe;

6 porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy Cristo; y engañarán a muchos;

7 entonces os entregarán para ser afligidos, y os matarán; y todas las naciones os aborrecerán por causa de mi nombre;

8 y entonces se ofenderán muchos, y se traicionarán unos a otros, y se aborrecerán unos a otros;

9 y muchos falsos profetas se levantarán y engañarán a muchos;

10

y debido a que abundará la maldad, el amor de muchos se enfriará;

11 mas el que permanezca firme y no sea vencido, este será salvo.

12 Por tanto, cuando veáis la abominación desoladora de la cual habló Daniel el profeta, concerniente a la destrucción de Jerusalén, quedaos en el lugar santo; el que lee, entienda.

13 Entonces huyan a los montes los que estén en Judea;

14 el que se encuentre sobre el techado huya, y no vuelva para sacar cosa alguna de su casa;

15 tampoco regrese por su ropa el que esté en el campo;

16 y, ¡ay de las que estén embarazadas y de las que críen en aquellos días!

17 Por tanto, rogad al Señor que no sea vuestra huida en invierno, ni en día de reposo;

18 porque en aquellos días vendrá gran tribulación sobre los judíos y sobre los habitantes de Jerusalén, cual Dios jamás ha enviado sobre Israel, desde el comienzo de su reino hasta el día de hoy; no, ni jamás será enviada de nuevo sobre Israel.

19 Todas las cosas que les han acontecido no son sino el principio de los dolores que vendrán sobre ellos.

20

Y a menos que fuesen acortados esos días, no se salvaría ninguna de su carne; pero por el bien de los escogidos, según el convenio, se acortarán aquellos días.

21 He aquí, estas cosas os he dicho concernientes a los judíos; y además, después de la tribulación de aquellos días que vendrá sobre Jerusalén, si alguien os dijere: He aquí el Cristo, o allí, no le creáis;

22 porque en aquellos días también se levantarán falsos Cristos y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, a tal grado que engañarán, si fuere posible, aun a los mismos escogidos, que son los escogidos conforme al convenio.

23 He aquí, os digo estas cosas por el bien de los escogidos; y también oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque ha de acontecer cuanto os dije; mas aún no es el fin.

24 He aquí, os lo he dicho antes;

25 por tanto, si os dijeren: He aquí, está en el desierto; no vayáis. Helo aquí en las cámaras secretas; no lo creáis.

26 Porque así como la luz de la mañana nace en el oriente y resplandece hasta el occidente, y cubre toda la tierra, así también será la venida del Hijo del Hombre.

27 Y ahora os declaro una parábola. He aquí, donde estuviere el cuerpo, allí se juntarán las águilas; así también se recogerán mis escogidos de los cuatro extremos de la tierra.

28 Y ellos oirán de guerras y rumores de guerras.

29 He aquí, hablo por el bien de mis escogidos; porque nación se levantará contra nación, y reino contra reino; habrá hambres, pestes y terremotos en diversos lugares.

30

Y otra vez, por motivo de que abundará la iniquidad, el amor de muchos se enfriará; mas el que no fuere vencido, este se salvará.

31 Y otra vez, este Evangelio del Reino será predicado en todo el mundo, por testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin, o sea, la destrucción de los inicuos;

32 y de nuevo se cumplirá la abominación desoladora predicha por Daniel el profeta.

33 E inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se obscurecerá, y la luna no dará su luz, y las estrellas caerán del cielo, y serán conmovidos los poderes del cielo.

34 De cierto os digo, no pasará la generación en la cual se muestren estas cosas, sin que se cumpla todo lo que yo he dicho.

35 Aun cuando llegarán los días en que pasarán el cielo y la tierra; sin embargo, mis palabras no pasarán, sino que todas se cumplirán.

36 Y como antes dije, después de la tribulación de aquellos días, y de haber sido conmovidos los poderes de los cielos, entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo, y entonces se lamentarán todas las tribus de la tierra; y verán al Hijo del Hombre que viene en las nubes del cielo, con poder y gran gloria;

37 y el que atesore mi palabra no será engañado, porque el Hijo del Hombre vendrá y enviará a sus ángeles delante de sí con el fuerte son de trompeta, y juntarán al resto de sus escogidos de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro.

38 Ahora, aprended la parábola de la higuera: Cuando sus ramas todavía están tiernas y empieza a cubrirse de hojas, sabéis que el verano está cerca;

39 así igualmente mis escogidos, cuando vean todas estas cosas, sabrán que él está cerca, sí, a las puertas.

40

Pero de aquel día y hora, nadie sabe; no, ni los ángeles de Dios en el cielo, sino mi Padre únicamente.

41 Pero como fue en los días de Noé, así también será en la venida del Hijo del Hombre;

42 porque con ellos será como fue en los días antes del diluvio; porque hasta el día en que Noé entró en el arca, estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento;

43 y no supieron hasta que llegó el diluvio y se los llevó a todos; así también será la venida del Hijo del Hombre.

44 Entonces se cumplirá todo lo que está escrito, que en los últimos días estarán dos en el campo; y uno será tomado, y el otro será dejado;

45 dos estarán moliendo en el molino; uno será tomado, y el otro será dejado.

46 Y lo que digo a uno, lo digo a todos los hombres; velad, pues, porque no sabéis la hora en que vuestro Señor viene.

47 Mas sabed esto, que si el buen hombre de la casa hubiera sabido en cuál vigilia llegaría el ladrón, habría velado, y no habría dejado minar su casa, antes habría estado prevenido.

48 Por tanto, estad preparados también vosotros, porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis.

49 ¿Quién es, pues, el siervo prudente y fiel, a quien su señor ha puesto por mayordomo sobre su casa, para darles alimento a su debido tiempo?

50

Bienaventurado es aquel siervo al cual, cuando su señor venga, lo encuentre haciendo así; y de cierto os digo, lo hará mayordomo de todos sus bienes.

51 Mas si aquel siervo inicuo dijere en su corazón: Mi señor demora su venida,

52 y empezare a golpear a sus consiervos, y a comer y beber con los borrachos,

53 el señor de ese siervo vendrá en el día en que este no lo estará esperando, y a la hora que no sabe,

54 y lo cortará por en medio, y le señalará su parte con los hipócritas; allí será el llanto y el crujir de dientes.

55 Y así viene el fin de los inicuos, según la profecía de Moisés, que dice: Serán desarraigados de entre el pueblo; mas el fin de la tierra no es aún, sino pronto.

José Smith—Historia

Selecciones de la Historia de José Smith el Profeta

Capítulo 1

José Smith habla de sus ascendientes, de los miembros de su familia y de los lugares donde habían vivido anteriormente — En la parte occidental de Nueva York, predomina una agitación extraordinaria en cuanto a religión — Resuelve buscar sabiduría como lo aconseja Santiago — El Padre y el Hijo se aparecen a José Smith y este es llamado a su ministerio profético. (Versículos 1–20).

1 Debido a las muchas noticias que personas mal dispuestas e insidiosas han hecho circular acerca del origen y progreso de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, con las cuales sus autores han intentado combatir su reputación como Iglesia y su progreso en el mundo, se me ha persuadido a escribir esta historia para sacar del error a la opinión pública y presentar a los que buscan la verdad los hechos tal como han sucedido, tanto en lo concerniente a mí, así como a la Iglesia, y lo hago hasta donde el conocimiento de estos hechos me lo permite.

2 En este relato presentaré con verdad y justicia los varios sucesos que con esta Iglesia se relacionan, tal como han sucedido, o como en la actualidad existen, siendo ocho, con este [1838], los años que han transcurrido desde la organización de dicha Iglesia.

3 Nací en el año de nuestro Señor mil ochocientos cinco, el día veintitrés de diciembre, en el pueblo de Sharon, condado de Windsor, estado de Vermont… Tendría yo unos diez años de edad, cuando mi padre, que también se llamaba José [Joseph] Smith, salió del estado de Vermont y se trasladó a Palmyra, condado de Ontario (hoy Wayne), estado de Nueva York. Como a los cuatro años de la llegada de mi padre a Palmyra, se mudó con su familia a Manchester, en el mismo condado de Ontario.

4 Once personas integraban su familia, a saber, mi padre Joseph Smith; mi madre, Lucy Smith (cuyo apellido de soltera era Mack, hija de Solomon Mack); mis hermanos Alvin (fallecido el 19 de noviembre de 1823, a los veinticinco años de edad), Hyrum, yo, Samuel Harrison, William, Don Carlos, y mis hermanas Sophronia, Catherine y Lucy.

5 Durante el segundo año de nuestra residencia en Manchester, surgió en la región donde vivíamos una agitación extraordinaria sobre el tema de la religión. Empezó entre los metodistas, pero pronto se generalizó entre todas las sectas de la comarca. En verdad, parecía repercutir en toda la región, y grandes multitudes se unían a los diferentes partidos religiosos, ocasionando no poca agitación y división entre la gente; pues unos gritaban: “¡He aquí!”; y otros: “¡He allí!”. Unos contendían a favor de la fe metodista, otros a favor de la presbiteriana y otros a favor de la bautista.

6 Porque a pesar del gran amor expresado por los conversos de estas distintas creencias en el momento de su conversión, y del gran celo manifestado por los clérigos respectivos, que activamente suscitaban y fomentaban este cuadro singular de sentimientos religiosos —a fin de lograr convertir a todos, como se complacían en decir, pese a la secta que fuere— sin embargo, cuando los conversos empezaron a dividirse, unos con este partido y otros con aquel, se vio que los supuestos buenos sentimientos, tanto de los sacerdotes como de los conversos, eran más fingidos que verdaderos; porque siguió una escena de gran confusión y malos sentimientos —sacerdote contendiendo con sacerdote, y converso con converso— de modo que toda esa buena voluntad del uno para con el otro, si es que alguna vez la abrigaron, se había perdido completamente en una lucha de palabras y contienda de opiniones.

7 Por esa época tenía yo catorce años de edad. La familia de mi padre se convirtió a la fe presbiteriana; y cuatro de ellos ingresaron a esa iglesia, a saber, mi madre Lucy, mis hermanos Hyrum y Samuel Harrison, y mi hermana Sophronia.

8 Durante estos días de tanta agitación, invadieron mi mente una seria reflexión y gran inquietud; pero no obstante la intensidad de mis sentimientos, que a menudo eran punzantes, me conservé apartado de todos estos grupos, aunque concurría a sus respectivas reuniones cada vez que la ocasión me lo permitía. Con el transcurso del tiempo llegué a inclinarme un tanto a la secta metodista, y sentí cierto deseo de unirme a ella, pero eran tan grandes la confusión y la contención entre las diferentes denominaciones, que era imposible que una persona tan joven como yo, y sin ninguna experiencia en cuanto a los hombres y las cosas, llegase a una determinación precisa sobre quién tenía razón y quién no.

9 Tan grande e incesante eran el clamor y el alboroto, que a veces mi mente se agitaba en extremo. Los presbiterianos estaban decididamente en contra de los bautistas y de los metodistas, y se valían de toda la fuerza del razonamiento, así como de la sofistería, para demostrar los errores de aquellos, o por lo menos, hacer creer a la gente que estaban en error. Por otra parte los bautistas y los metodistas, a su vez, se afanaban con el mismo celo para establecer sus propias doctrinas y refutar las demás.

10 En medio de esta guerra de palabras y tumulto de opiniones, a menudo me decía a mí mismo: ¿Qué se puede hacer? ¿Cuál de todos estos grupos tiene razón; o están todos en error? Si uno de ellos es verdadero, ¿cuál es, y cómo podré saberlo?

11 Agobiado bajo el peso de las graves dificultades que provocaban las contiendas de estos grupos religiosos, un día estaba leyendo la Epístola de Santiago, primer capítulo y quinto versículo, que dice: Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, quien da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada.

12 Ningún pasaje de las Escrituras jamás penetró el corazón de un hombre con más fuerza que este en esta ocasión, el mío. Pareció introducirse con inmenso poder en cada fibra de mi corazón. Lo medité repetidas veces, sabiendo que si alguien necesitaba sabiduría de Dios, esa persona era yo; porque no sabía qué hacer, y a menos que obtuviera mayor conocimiento del que hasta entonces tenía, jamás llegaría a saber; porque los maestros religiosos de las diferentes sectas entendían los mismos pasajes de las Escrituras de un modo tan distinto, que destruían toda esperanza de resolver el problema recurriendo a la Biblia.

13 Finalmente llegué a la conclusión de que tendría que permanecer en tinieblas y confusión, o de lo contrario, hacer lo que Santiago aconsejaba, esto es, recurrir a Dios. Al fin tomé la determinación de “pedir a Dios”, habiendo decidido que si él daba sabiduría a quienes carecían de ella, y la impartía abundantemente y sin reprochar, yo podría intentarlo.

14 Por consiguiente, de acuerdo con esta resolución mía de recurrir a Dios, me retiré al bosque para hacer la prueba. Fue por la mañana de un día hermoso y despejado, a principios de la primavera de 1820. Era la primera vez en mi vida que hacía tal intento, porque en medio de toda mi ansiedad, hasta ahora no había procurado orar vocalmente.

15 Después de apartarme al lugar que previamente había designado, mirando a mi derredor y encontrándome solo, me arrodillé y empecé a elevar a Dios el deseo de mi corazón. Apenas lo hube hecho, cuando súbitamente se apoderó de mí una fuerza que me dominó por completo, y surtió tan asombrosa influencia en mí, que se me trabó la lengua, de modo que no pude hablar. Una densa obscuridad se formó alrededor de mí, y por un momento me pareció que estaba destinado a una destrucción repentina.

16 Mas esforzándome con todo mi aliento por pedirle a Dios que me librara del poder de este enemigo que se había apoderado de mí, y en el momento en que estaba para hundirme en la desesperación y entregarme a la destrucción —no a una ruina imaginaria, sino al poder de un ser efectivo del mundo invisible que ejercía una fuerza tan asombrosa como yo nunca había sentido en ningún otro ser— precisamente en este momento de tan grande alarma vi una columna de luz, más brillante que el sol, directamente arriba de mi cabeza; y esta luz gradualmente descendió hasta descansar sobre mí.

17 No bien se apareció, me sentí libre del enemigo que me había sujetado. Al reposar sobre mí la luz, vi en el aire arriba de mí a dos Personajes, cuyo fulgor y gloria no admiten descripción. Uno de ellos me habló, llamándome por mi nombre, y dijo, señalando al otro: Este es mi Hijo Amado: ¡Escúchalo!

18 Había sido mi objeto recurrir al Señor para saber cuál de todas las sectas era la verdadera, a fin de saber a cuál unirme. Por tanto, luego que me hube recobrado lo suficiente para poder hablar, pregunté a los Personajes que estaban en la luz arriba de mí, cuál de todas las sectas era la verdadera (porque hasta ese momento nunca se me había ocurrido pensar que todas estuvieran en error), y a cuál debía unirme.

19 Se me contestó que no debía unirme a ninguna, porque todas estaban en error; y el Personaje que me habló dijo que todos sus credos eran una abominación a su vista; que todos aquellos profesores se habían pervertido; que “con sus labios me honran, pero su corazón lejos está de mí; enseñan como doctrinas los mandamientos de los hombres, teniendo apariencia de piedad, mas negando el poder de ella”.

20 De nuevo me mandó que no me uniera a ninguna de ellas; y muchas otras cosas me dijo que no puedo escribir en esta ocasión. Cuando otra vez volví en mí, me encontré de espaldas mirando hacia el cielo. Al retirarse la luz, me quedé sin fuerzas, pero poco después, habiéndome recobrado hasta cierto punto, volví a casa. Al apoyarme sobre la mesilla de la chimenea, mi madre me preguntó si algo me pasaba. Yo le contesté: “Pierda cuidado, todo está bien; me siento bastante bien”. Entonces le dije: “He sabido a satisfacción mía que el presbiterianismo no es verdadero”. Parece que desde los años más tiernos de mi vida el adversario sabía que yo estaba destinado a perturbar y molestar su reino; de lo contrario, ¿por qué habían de combinarse en mi contra los poderes de las tinieblas? ¿Cuál era el motivo de la oposición y persecución que se desató contra mí casi desde mi infancia?

Algunos predicadores y otros profesores de religión rechazan el relato de la Primera Visión — Se desata la persecución contra José Smith — Él testifica de la realidad de la visión. (Versículos 21–26).

21 A los pocos días de haber visto esta visión, me encontré por casualidad en compañía de uno de los ministros metodistas, uno muy activo en la ya mencionada agitación religiosa; y hablando con él de asuntos religiosos, aproveché la oportunidad para relatarle la visión que yo había visto. Su conducta me sorprendió grandemente; no solo trató mi narración livianamente, sino con mucho desprecio, diciendo que todo aquello era del diablo; que no había tales cosas como visiones ni revelaciones en estos días; que todo eso había cesado con los apóstoles, y que no volvería a haber más.

22 Sin embargo, no tardé en descubrir que mi relato había despertado mucho prejuicio en contra de mí entre los profesores de religión, y fue la causa de una fuerte persecución, cada vez mayor; y aunque no era yo sino un muchacho desconocido, apenas entre los catorce y quince años de edad, y tal mi posición en la vida que no era un joven de importancia alguna en el mundo, sin embargo, los hombres de elevada posición se fijaban en mí lo suficiente para agitar el sentimiento público en mi contra y provocar con ello una encarnizada persecución; y esto fue general entre todas las sectas: todas se unieron para perseguirme.

23 En aquel tiempo me fue motivo de seria reflexión, y frecuentemente lo ha sido desde entonces, cuán extraño que un muchacho desconocido de poco más de catorce años, y además, uno que estaba bajo la necesidad de ganarse un escaso sostén con su trabajo diario, fuese considerado persona de importancia suficiente para llamar la atención de los grandes personajes de las sectas más populares del día; y a tal grado, que suscitaba en ellos un espíritu de la más rencorosa persecución y vilipendio. Pero, extraño o no, así aconteció; y a menudo fue motivo de mucha tristeza para mí.

24 Sin embargo, no por esto dejaba de ser un hecho el que yo hubiera visto una visión. He pensado desde entonces que me sentía igual que Pablo, cuando presentó su defensa ante el rey Agripa y refirió la visión, en la cual vio una luz y oyó una voz. Mas con todo, fueron pocos los que le creyeron; unos dijeron que estaba mintiendo; otros, que estaba loco; y se burlaron de él y lo vituperaron. Pero nada de esto destruyó la realidad de su visión. Había visto una visión, y él lo sabía, y toda la persecución debajo del cielo no iba a cambiar ese hecho; y aunque lo persiguieran hasta la muerte, aun así sabía, y sabría hasta su último aliento, que había visto una luz así como oído una voz que le habló; y el mundo entero no pudo hacerlo pensar ni creer lo contrario.

25 Así era conmigo. Yo efectivamente había visto una luz, y en medio de la luz vi a dos Personajes, los cuales en realidad me hablaron; y aunque se me odiaba y perseguía por decir que había visto una visión, no obstante, era cierto; y mientras me perseguían, y me vilipendiaban, y decían falsamente toda clase de mal en contra de mí por afirmarlo, yo pensaba en mi corazón: ¿Por qué me persiguen por decir la verdad? En realidad he visto una visión; y, ¿quién soy yo para oponerme a Dios? O, ¿por qué piensa el mundo hacerme negar lo que realmente he visto? Porque había visto una visión; yo lo sabía, y sabía que Dios lo sabía; y no podía negarlo, ni osaría hacerlo; por lo menos, sabía que haciéndolo, ofendería a Dios y caería bajo condenación.

26 Mi mente ya estaba satisfecha en lo que concernía al mundo sectario: que mi deber era no unirme a ninguno de ellos, sino permanecer como estaba hasta que se me dieran más instrucciones. Había descubierto que el testimonio de Santiago era cierto: que si el hombre carece de sabiduría, puede pedirla a Dios y obtenerla sin reproche.

Moroni se aparece a José Smith — El nombre de José se tomará para bien y para mal entre todas las naciones — Moroni le habla del Libro de Mormón, de los juicios venideros del Señor y cita muchos pasajes de las Escrituras — Se le revela el lugar donde estaban escondidas las planchas de oro — Moroni continúa instruyendo al Profeta. (Versículos 27–54).

27 Seguí con mis ocupaciones comunes de la vida hasta el veintiuno de septiembre de mil ochocientos veintitrés, sufriendo continuamente severa persecución de toda clase de individuos, tanto religiosos como irreligiosos, por motivo de que yo seguía afirmando que había visto una visión.

28 Durante el tiempo que transcurrió entre la ocasión en que vi la visión y el año mil ochocientos veintitrés —habiéndoseme prohibido unirme a las sectas religiosas del día, cualquiera que fuese, teniendo pocos años, y perseguido por aquellos que debieron haber sido mis amigos y haberme tratado con bondad; y que si me creían engañado, debieron haber procurado de una manera apropiada y cariñosa rescatarme— me vi sujeto a toda especie de tentaciones; y, juntándome con toda clase de personas, frecuentemente cometía muchas imprudencias y manifestaba las debilidades de la juventud y las flaquezas de la naturaleza humana, lo cual, me da pena decirlo, me condujo a diversas tentaciones, ofensivas a la vista de Dios. Esta confesión no es motivo para que se me juzgue culpable de cometer pecados graves o malos, porque jamás hubo en mi naturaleza la disposición para hacer tal cosa. Pero sí fui culpable de levedad, y en ocasiones me asociaba con compañeros joviales, etc., cosa que no correspondía con la conducta que había de guardar uno que había sido llamado por Dios como yo. Mas esto no le parecerá muy extraño a cualquiera que se acuerde de mi juventud y conozca mi jovial temperamento natural.

29 Como consecuencia de estas cosas, solía sentirme censurado a causa de mis debilidades e imperfecciones. De modo que, por la noche del ya mencionado día veintiuno de septiembre, después de haberme retirado a la cama, me puse a orar, pidiéndole a Dios Todopoderoso perdón de todos mis pecados e imprudencias; y también una manifestación para saber de mi condición y posición ante él; porque tenía la más absoluta confianza de obtener una manifestación divina, como previamente la había tenido.

30 Encontrándome así, en el acto de suplicar a Dios, vi que se aparecía una luz en mi cuarto, y que siguió aumentando hasta que la habitación quedó más iluminada que al mediodía; cuando repentinamente se apareció un personaje al lado de mi cama, de pie en el aire, porque sus pies no tocaban el suelo.

31 Llevaba puesta una túnica suelta de una blancura exquisita. Era una blancura que excedía a cuanta cosa terrenal jamás había visto yo; y no creo que exista objeto alguno en el mundo que pueda presentar tan extraordinario brillo y blancura. Sus manos estaban desnudas, y también sus brazos, un poco más arriba de las muñecas; y de igual manera sus pies, así como sus piernas, poco más arriba de los tobillos. También tenía descubiertos la cabeza y el cuello, y pude darme cuenta de que no llevaba puesta más ropa que esta túnica, porque estaba abierta de tal manera que podía verle el pecho.

32 No solo tenía su túnica esta blancura singular, sino que toda su persona era gloriosa más de lo que se puede describir, y su faz era como un vivo relámpago. El cuarto estaba sumamente iluminado, pero no con la brillantez que había en torno de su persona. Cuando lo vi por primera vez, tuve miedo; mas el temor pronto se apartó de mí.

33 Me llamó por mi nombre, y me dijo que era un mensajero enviado de la presencia de Dios, y que se llamaba Moroni; que Dios tenía una obra para mí, y que entre todas las naciones, tribus y lenguas se tomaría mi nombre para bien y para mal, o sea, que se iba a hablar bien y mal de mí entre todo pueblo.

34 Dijo que se hallaba depositado un libro, escrito sobre planchas de oro, el cual daba una relación de los antiguos habitantes de este continente, así como del origen de su procedencia. También declaró que en él se encerraba la plenitud del evangelio eterno cual el Salvador lo había comunicado a los antiguos habitantes.

35 Asimismo, que junto con las planchas estaban depositadas dos piedras, en aros de plata, las cuales, aseguradas a un pectoral, formaban lo que se llamaba el Urim y Tumim; que la posesión y uso de estas piedras era lo que constituía a los “videntes” en los días antiguos, o anteriores, y que Dios las había preparado para la traducción del libro.

36 Después de decirme estas cosas, empezó a citar las profecías del Antiguo Testamento. Primero citó parte del tercer capítulo de Malaquías, y también el cuarto y último capítulo de la misma profecía, aunque variando un poco de la forma en que se halla en nuestra Biblia. En lugar de citar el primer versículo cual se halla en nuestros libros, lo hizo de esta manera:

37 Porque, he aquí, viene el día que arderá como un horno, y todos los soberbios, sí, todos los que obran inicuamente, arderán como rastrojo; porque los que vienen los quemarán, dice el Señor de los Ejércitos, de modo que no les dejará ni raíz ni rama.

38 Entonces citó el quinto versículo en esta forma: He aquí, yo os revelaré el sacerdocio por medio de Elías el Profeta, antes de la venida del grande y terrible día del Señor.

39 También expresó el siguiente versículo de otro modo: Y él plantará en el corazón de los hijos las promesas hechas a los padres, y el corazón de los hijos se volverá a sus padres. De no ser así, toda la tierra sería totalmente asolada a su venida.

40 Aparte de estos, citó el undécimo capítulo de Isaías, diciendo que estaba por cumplirse; y también los versículos veintidós y veintitrés del tercer capítulo de los Hechos, tal como se hallan en nuestro Nuevo Testamento. Declaró que ese profeta era Cristo, pero que aún no había llegado el día en que “toda alma que no oiga a aquel profeta, será desarraigada del pueblo”, sino que pronto llegaría.

41 Citó, además, desde el versículo veintiocho hasta el último, del segundo capítulo de Joel. También indicó que todavía no se cumplía, pero que se realizaría en breve; y declaró, además, que pronto entraría la plenitud de los gentiles. Citó muchos otros pasajes de las Escrituras y expuso muchas explicaciones que no pueden mencionarse aquí.

42 Por otra parte, me manifestó que cuando yo recibiera las planchas de que él había hablado —porque aún no había llegado el tiempo para obtenerlas— no habría de enseñarlas a nadie, ni el pectoral con el Urim y Tumim, sino únicamente a aquellos a quienes se me mandase que las enseñara; si lo hacía, sería destruido. Mientras hablaba conmigo acerca de las planchas, se manifestó a mi mente la visión de tal modo que pude ver el lugar donde estaban depositadas; y con tanta claridad y distinción, que reconocí el lugar cuando lo visité.

43 Después de esta comunicación, vi que la luz en el cuarto empezaba a juntarse en derredor del personaje que me había estado hablando, y así continuó hasta que el cuarto una vez más quedó a obscuras, exceptuando alrededor de su persona inmediata, cuando repentinamente vi abrirse algo como un conducto que iba directamente hasta el cielo, y él ascendió hasta desaparecer por completo, y el cuarto quedó tal como había estado antes de aparecerse esta luz celestial.

44 Me quedé reflexionando sobre la singularidad de la escena, y maravillándome grandemente de lo que me había dicho este mensajero extraordinario, cuando en medio de mi meditación, de pronto descubrí que mi cuarto empezaba a iluminarse de nuevo, y, en lo que me pareció un instante, el mismo mensajero celestial apareció una vez más al lado de mi cama.

45 Empezó, y otra vez me dijo las mismísimas cosas que me había relatado en su primera visita, sin la menor variación; después de lo cual me informó de grandes juicios que vendrían sobre la tierra, con gran desolación causada por el hambre, la espada y las pestilencias; y que esos penosos juicios vendrían sobre la tierra en esta generación. Habiéndome referido estas cosas, de nuevo ascendió como lo había hecho anteriormente.

46 Ya para entonces eran tan profundas las impresiones que se me habían grabado en la mente, que el sueño había huido de mis ojos, y yacía dominado por el asombro de lo que había visto y oído. Pero cual no sería mi sorpresa al ver de nuevo al mismo mensajero al lado de mi cama, y oírlo repasar y repetir las mismas cosas que antes; y añadió una advertencia, diciéndome que Satanás procuraría tentarme (a causa de la situación indigente de la familia de mi padre) a que obtuviera las planchas con el fin de hacerme rico. Esto él me lo prohibió, y dijo que, al obtener las planchas, no debía tener presente más objeto que el de glorificar a Dios; y que ningún otro motivo había de influir en mí sino el de edificar su reino; de lo contrario, no podría obtenerlas.

47 Después de esta tercera visita, de nuevo ascendió al cielo como antes, y otra vez me quedé meditando en lo extraño de lo que acababa de experimentar; cuando casi inmediatamente después que el mensajero celestial hubo ascendido la tercera vez, cantó el gallo, y vi que estaba amaneciendo; de modo que nuestras conversaciones deben de haber durado toda aquella noche.

48 Poco después me levanté de mi cama y, como de costumbre, fui a desempeñar las faenas necesarias del día; pero al querer trabajar como en otras ocasiones, hallé que se me habían agotado a tal grado las fuerzas, que me sentía completamente incapacitado. Mi padre, que estaba trabajando cerca de mí, vio que algo me sucedía y me dijo que me fuera a casa. Partí de allí con la intención de volver a casa, pero al querer cruzar el cerco para salir del campo en que estábamos, se me acabaron completamente las fuerzas, caí inerte al suelo y por un tiempo no estuve consciente de nada.

49 Lo primero que pude recordar fue una voz que me hablaba, llamándome por mi nombre. Alcé la vista y, a la altura de mi cabeza, vi al mismo mensajero, rodeado de luz como antes. Entonces me relató otra vez todo lo que me había referido la noche anterior, y me mandó ir a mi padre y hablarle acerca de la visión y los mandamientos que había recibido.

50 Obedecí; regresé a donde estaba mi padre en el campo, y le declaré todo el asunto. Me respondió que era de Dios, y me dijo que fuera e hiciera lo que el mensajero me había mandado. Salí del campo y fui al lugar donde el mensajero me había dicho que estaban depositadas las planchas; y debido a la claridad de la visión que había visto tocante al lugar, en cuanto llegué allí, lo reconocí.

51 Cerca de la aldea de Manchester, condado de Ontario, estado de Nueva York, se levanta una colina de tamaño regular, y la más elevada de todas las de la comarca. Por el costado occidental del cerro, no lejos de la cima, debajo de una piedra de buen tamaño, yacían las planchas, depositadas en una caja de piedra. En el centro, y por la parte superior, esta piedra era gruesa y redonda, pero más delgada hacia los extremos; de manera que se podía ver la parte céntrica sobre la superficie del suelo, mientras que alrededor de la orilla estaba cubierta de tierra.

52 Habiendo quitado la tierra, conseguí una palanca que logré introducir debajo de la orilla de la piedra, y con un ligero esfuerzo la levanté. Miré dentro de la caja, y efectivamente vi allí las planchas, el Urim y Tumim y el pectoral, como lo había dicho el mensajero. La caja en que se hallaban estaba hecha de piedras, colocadas en una especie de cemento. En el fondo de la caja había dos piedras puestas transversalmente, y sobre estas descansaban las planchas y los otros objetos que las acompañaban.

53 Intenté sacarlas, pero me lo prohibió el mensajero; y de nuevo se me informó que aún no había llegado la hora de sacarlas, ni llegaría sino hasta después de cuatro años, a partir de esa fecha; pero me dijo que fuera a ese lugar precisamente un año después, y que él me esperaría allí; y que siguiera haciéndolo así hasta que llegara el momento de obtener las planchas.

54 De acuerdo con lo que se me había mandado, acudía al fin de cada año, y en cada ocasión encontraba allí al mismo mensajero, y en cada una de nuestras entrevistas recibía de él instrucciones e inteligencia concernientes a lo que el Señor iba a hacer, y cómo y de qué manera se conduciría su reino en los últimos días.

José Smith contrae matrimonio con Emma Hale — Recibe de Moroni las planchas de oro y traduce algunos de los caracteres — Martin Harris muestra los caracteres y la traducción al profesor Anthon, el cual dice: “No puedo leer un libro sellado”. (Versículos 55–65).

55 Debido a que las condiciones económicas de mi padre se hallaban sumamente limitadas, nos veíamos obligados a trabajar manualmente, a jornal y de otras maneras, según se presentaba la oportunidad. A veces estábamos en casa, a veces fuera de casa; y trabajando continuamente podíamos ganarnos un sostén más o menos cómodo.

56 En el año 1823 sobrevino a la familia de mi padre una aflicción muy grande con la muerte de mi hermano Alvin, el mayor de la familia. En el mes de octubre de 1825 me empleó un señor de edad llamado Josiah Stoal, del condado de Chenango, estado de Nueva York. Él había oído algo acerca de una mina de plata que los españoles habían explotado en Harmony, condado de Susquehanna, estado de Pensilvania; y antes de ocuparme ya había hecho algunas excavaciones para ver si le era posible descubrir la mina. Después que fui a vivir a la casa de él, me llevó con el resto de sus trabajadores a excavar en busca de la mina de plata, en lo cual estuve trabajando cerca de un mes sin lograr el éxito en nuestra empresa; y por fin convencí al anciano señor que dejase de excavar. Así fue como se originó el tan común rumor de que yo había sido buscador de dinero.

57 Durante el tiempo que estuve en ese trabajo, me hospedé con el señor Isaac Hale, de ese lugar. Fue allí donde por primera vez vi a mi esposa (su hija), Emma Hale. Nos casamos el 18 de enero de 1827 mientras yo todavía estaba al servicio del señor Stoal.

58 Por motivo de que continuaba afirmando que había visto una visión, la persecución me seguía acechando, y la familia del padre de mi esposa se opuso muchísimo a que nos casáramos. Por tanto, me vi obligado a llevarla a otra parte, de modo que nos fuimos y nos casamos en la casa del señor Tarbill, en South Bainbridge, condado de Chenango, en Nueva York. Inmediatamente después de mi matrimonio dejé el trabajo del señor Stoal, me trasladé a la casa de mi padre y con él labré la tierra esa temporada.

59 Por fin llegó el momento de obtener las planchas, el Urim y Tumim y el pectoral. El día veintidós de septiembre de mil ochocientos veintisiete, habiendo ido al fin de otro año, como de costumbre, al lugar donde estaban depositados, el mismo mensajero celestial me los entregó, con esta advertencia: que yo sería responsable de ellos; que si permitía que se extraviaran por algún descuido o negligencia mía, sería desarraigado; pero que si me esforzaba con todo mi empeño por preservarlos hasta que él (el mensajero) viniera por ellos, entonces serían protegidos.

60 Pronto supe por qué había recibido tan estrictos mandatos de guardarlos, y por qué me había dicho el mensajero que cuando yo terminara lo que se requería de mí, él vendría por ellos. Porque no bien se supo que yo los tenía, comenzaron a hacerse los más tenaces esfuerzos por privarme de ellos. Se recurrió a cuanta estratagema se pudo inventar para realizar ese propósito. La persecución llegó a ser más severa y enconada que antes, y grandes números de personas andaban continuamente al acecho para quitármelos, de ser posible. Pero mediante la sabiduría de Dios permanecieron seguros en mis manos hasta que cumplí con ellos lo que se requirió de mí. Cuando el mensajero, de conformidad con el acuerdo, llegó por ellos, se los entregué; y él los tiene a su cargo hasta el día de hoy, dos de mayo de mil ochocientos treinta y ocho.

61 Sin embargo, la agitación continuaba, y el rumor con sus mil lenguas no cesaba de hacer circular calumnias acerca de la familia de mi padre y de mí. Si me pusiera a contar la milésima parte de ellas, llenaría varios tomos. Sin embargo, la persecución llegó a ser tan intolerable que me vi obligado a salir de Manchester y partir con mi esposa al condado de Susquehanna, estado de Pensilvania. Mientras nos preparábamos para salir —siendo muy pobres, y agobiándonos de tal manera la persecución que no había probabilidad de que se mejorase nuestra situación— en medio de nuestras aflicciones hallamos a un amigo en la persona de un caballero llamado Martin Harris, que vino a nosotros y me dio cincuenta dólares para ayudarnos a hacer nuestro viaje. El señor Harris era vecino del municipio de Palmyra, condado de Wayne, en el estado de Nueva York, y un agricultor respetable.

62 Mediante esta ayuda tan oportuna, pude llegar a mi destino en Pensilvania, e inmediatamente después de llegar allí, comencé a copiar los caracteres de las planchas. Copié un número considerable de ellos, y traduje algunos por medio del Urim y Tumim, obra que efectué entre los meses de diciembre —fecha en que llegué a la casa del padre de mi esposa— y febrero del año siguiente.

63 En este mismo mes de febrero, el antedicho señor Martin Harris vino a nuestra casa, tomó los caracteres que yo había copiado de las planchas, y con ellos partió rumbo a la ciudad de Nueva York. En cuanto a lo que aconteció, respecto de él y los caracteres, deseo referirme a su propio relato de las circunstancias, cual él me lo comunicó a su regreso, y que es el siguiente:

64 “Fui a la ciudad de Nueva York y presenté los caracteres que habían sido traducidos, así como su traducción, al profesor Charles Anthon, célebre caballero por motivo de sus conocimientos literarios. El profesor Anthon manifestó que la traducción era correcta y más exacta que cualquiera otra que hasta entonces había visto del idioma egipcio. Luego le enseñé los que aún no estaban traducidos, y me dijo que eran egipcios, caldeos, asirios y árabes, y que eran caracteres genuinos. Me dio un certificado en el cual hacía constar a los ciudadanos de Palmyra que eran auténticos, y que la traducción de los que se habían traducido también era exacta. Tomé el certificado, me lo eché en el bolsillo, y estaba para salir de la casa cuando el Sr. Anthon me llamó, y me preguntó cómo llegó a saber el joven que había planchas de oro en el lugar donde las encontró. Yo le contesté que un ángel de Dios se lo había revelado.

65 “Él entonces me dijo: ‘Permítame ver el certificado’. De acuerdo con la indicación, lo saqué del bolsillo y se lo entregué; y él, tomándolo, lo hizo pedazos, diciendo que ya no había tales cosas como la ministración de ángeles, y que si yo le llevaba las planchas, él las traduciría. Yo le informé que parte de las planchas estaban selladas, y que me era prohibido llevarlas. Entonces me respondió: ‘No puedo leer un libro sellado’. Salí de allí, y fui a ver al Dr. Mitchell, el cual confirmó todo lo que el profesor Anthon había dicho, respecto de los caracteres, así como de la traducción”.

· · · · · · ·

Oliver Cowdery sirve de escribiente en la traducción del Libro de Mormón — José y Oliver reciben el Sacerdocio Aarónico de manos de Juan el Bautista — Son bautizados y ordenados, y reciben el espíritu de profecía. (Versículos 66–75).

66 El día 5 de abril de 1829, vino a mi casa Oliver Cowdery, a quien yo jamás había visto hasta entonces. Me dijo que había estado enseñando en una escuela que se hallaba cerca de donde vivía mi padre y, siendo este uno de los que tenían niños en la escuela, había ido a hospedarse por un tiempo en su casa; y que mientras estuvo allí, la familia le comunicó el hecho de que yo había recibido las planchas y, por consiguiente, había venido para interrogarme.

67 Dos días después de la llegada del señor Cowdery (siendo el día 7 de abril), empecé a traducir el Libro de Mormón, y él comenzó a escribir por mí.

· · · · · · ·

68 El mes siguiente (mayo de 1829), encontrándonos todavía realizando el trabajo de la traducción, nos retiramos al bosque un cierto día para orar y preguntar al Señor acerca del bautismo para la remisión de los pecados, del cual vimos que se hablaba en la traducción de las planchas. Mientras en esto nos hallábamos, orando e implorando al Señor, descendió un mensajero del cielo en una nube de luz y, habiendo puesto sus manos sobre nosotros, nos ordenó, diciendo:

69 Sobre vosotros, mis consiervos, en el nombre del Mesías, confiero el Sacerdocio de Aarón, el cual tiene las llaves del ministerio de ángeles, y del evangelio de arrepentimiento, y del bautismo por inmersión para la remisión de pecados; y este sacerdocio nunca más será quitado de la tierra, hasta que los hijos de Leví de nuevo ofrezcan al Señor un sacrificio en rectitud.

70 Declaró que este Sacerdocio Aarónico no tenía el poder de imponer las manos para comunicar el don del Espíritu Santo, pero que se nos conferiría más adelante; y nos mandó bautizarnos, indicándonos que yo bautizara a Oliver Cowdery, y que después me bautizara él a mí.

71 Por consiguiente, fuimos y nos bautizamos. Yo lo bauticé primero, y luego me bautizó él a mí —después de lo cual puse mis manos sobre su cabeza y lo ordené al Sacerdocio de Aarón, y luego él puso sus manos sobre mí y me ordenó al mismo sacerdocio— porque así se nos había mandado.*

72 El mensajero que en esta ocasión nos visitó y nos confirió este sacerdocio dijo que se llamaba Juan, el mismo que es conocido como Juan el Bautista en el Nuevo Testamento, y que obraba bajo la dirección de Pedro, Santiago y Juan, quienes poseían las llaves del Sacerdocio de Melquisedec, sacerdocio que nos sería conferido, dijo él, en el momento oportuno; y que yo sería llamado el primer Élder de la Iglesia, y él (Oliver Cowdery) el segundo. Fue el día quince de mayo de 1829 cuando este mensajero nos ordenó, y nos bautizamos.

73 Inmediatamente después de salir del agua, tras haber sido bautizados, sentimos grandes y gloriosas bendiciones de nuestro Padre Celestial. No bien hube bautizado a Oliver Cowdery, cuando el Espíritu Santo descendió sobre él, y se puso de pie y profetizó muchas cosas que habían de acontecer en breve. Igualmente, en cuanto él me hubo bautizado, recibí también el espíritu de profecía y, poniéndome de pie, profeticé concerniente al desarrollo de esta Iglesia, y muchas otras cosas que se relacionaban con ella y con esta generación de los hijos de los hombres. Fuimos llenos del Espíritu Santo, y nos regocijamos en el Dios de nuestra salvación.

74 Encontrándose ahora iluminadas nuestras mentes, empezamos a comprender las Escrituras, y nos fue revelado el verdadero significado e intención de sus pasajes más misteriosos de una manera que hasta entonces no habíamos logrado, ni siquiera pensado. Mientras tanto, nos vimos obligados a guardar en secreto las circunstancias relativas al haber recibido el sacerdocio y el habernos bautizado, por motivo del espíritu de persecución que ya se había manifestado en la región.

75 De cuando en cuando habían amenazado golpearnos, y esto por parte de los profesores de religión; y lo único que contrarrestó sus intenciones de atropellarnos fue la influencia de los familiares de mi esposa (mediante la divina Providencia), los cuales se habían vuelto muy amigables conmigo, y se oponían a los populachos, y deseaban que se me permitiera continuar sin interrupción la obra de la traducción. Por consiguiente, nos ofrecieron y prometieron protección, hasta donde les fuera posible, de cualquier acto ilícito.

Los Artículos de Fe
de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días

Capítulo 1

1

Nosotros creemos en Dios el Eterno Padre, y en su Hijo Jesucristo, y en el Espíritu Santo.

2 Creemos que los hombres serán castigados por sus propios pecados, y no por la transgresión de Adán.

3 Creemos que por la expiación de Cristo, todo el género humano puede salvarse, mediante la obediencia a las leyes y ordenanzas del Evangelio.

4 Creemos que los primeros principios y ordenanzas del Evangelio son: primero, Fe en el Señor Jesucristo; segundo, Arrepentimiento; tercero, Bautismo por inmersión para la remisión de los pecados; cuarto, Imposición de manos para comunicar el don del Espíritu Santo.

5 Creemos que el hombre debe ser llamado por Dios, por profecía y la imposición de manos, por aquellos que tienen la autoridad, a fin de que pueda predicar el evangelio y administrar sus ordenanzas.

6 Creemos en la misma organización que existió en la Iglesia Primitiva, esto es, apóstoles, profetas, pastores, maestros, evangelistas, etc.

7 Creemos en el don de lenguas, profecía, revelación, visiones, sanidades, interpretación de lenguas, etc.

8 Creemos que la Biblia es la palabra de Dios hasta donde esté traducida correctamente; también creemos que el Libro de Mormón es la palabra de Dios.

9 Creemos todo lo que Dios ha revelado, todo lo que actualmente revela, y creemos que aún revelará muchos grandes e importantes asuntos pertenecientes al reino de Dios.

10

Creemos en la congregación literal del pueblo de Israel y en la restauración de las Diez Tribus; que Sion (la Nueva Jerusalén) será edificada sobre el continente americano; que Cristo reinará personalmente sobre la tierra, y que la tierra será renovada y recibirá su gloria paradisíaca.

11 Reclamamos el derecho de adorar a Dios Todopoderoso conforme a los dictados de nuestra propia conciencia, y concedemos a todos los hombres el mismo privilegio: que adoren cómo, dónde o lo que deseen.

12 Creemos en estar sujetos a los reyes, presidentes, gobernantes y magistrados; en obedecer, honrar y sostener la ley.

13 Creemos en ser honrados, verídicos, castos, benevolentes, virtuosos y en hacer el bien a todos los hombres; en verdad, podemos decir que seguimos la admonición de Pablo: Todo lo creemos, todo lo esperamos; hemos sufrido muchas cosas, y esperamos poder sufrir todas las cosas. Si hay algo virtuoso, o bello, o de buena reputación, o digno de alabanza, a esto aspiramos.

José Smith.