Libro de Mormón

El
Libro de Mormón

Otro Testamento de
Jesucristo

Publicado por
La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días

Salt Lake City, Utah, EE. UU.

La primera edición en inglés se publicó en 1830,
en Palmyra, Nueva York, EE. UU.

El
Libro de Mormón

Un relato escrito por
la mano de Mormón
sobre planchas
Tomado de las planchas de Nefi

Por tanto, es un compendio de los anales del pueblo de Nefi, así como de los lamanitas — Escrito a los lamanitas, quienes son un resto de la casa de Israel, y también a los judíos y a los gentiles — Escrito por vía de mandamiento, por el espíritu de profecía y de revelación — Escrito y sellado, y escondido para los fines del Señor, con objeto de que no fuese destruido — Ha de aparecer por el don y el poder de Dios para que sea interpretado — Sellado por la mano de Moroni, y escondido para los propósitos del Señor, a fin de que apareciese en el debido tiempo por medio de los gentiles — A interpretarse por el don de Dios.

Contiene también un compendio tomado del Libro de Éter, el cual es una relación del pueblo de Jared, que fue esparcido en la ocasión en que el Señor confundió el lenguaje de los del pueblo, cuando estaban edificando una torre para llegar al cielo — Lo cual sirve para mostrar al resto de la casa de Israel cuán grandes cosas el Señor ha hecho por sus padres; y para que conozcan los convenios del Señor y sepan que no son ellos desechados para siempre — Y también para convencer al judío y al gentil de que Jesús es el Cristo, el Eterno Dios, que se manifiesta a sí mismo a todas las naciones — Y ahora bien, si hay faltas, estas son equivocaciones de los hombres; por tanto, no condenéis las cosas de Dios, para que aparezcáis sin mancha ante el tribunal de Cristo.

Traducción original de las planchas al idioma inglés
por José Smith, hijo.

Introducción

El Libro de Mormón es un volumen de escritura sagrada semejante a la Biblia. Es una historia de la comunicación de Dios con antiguos habitantes de las Américas y contiene la plenitud del Evangelio eterno.

Escribieron el libro muchos antiguos profetas por el espíritu de profecía y revelación. Sus palabras, escritas sobre planchas de oro, fueron citadas y compendiadas por un profeta e historiador llamado Mormón. El registro contiene un relato de dos grandes civilizaciones. Una llegó procedente de Jerusalén en el año 600 a.C. y tiempo después se dividió en dos naciones conocidas como los nefitas y los lamanitas. La otra había llegado mucho antes, cuando el Señor confundió las lenguas en la Torre de Babel. Este grupo se conoce con el nombre de jareditas. Después de miles de años, todos fueron destruidos con excepción de los lamanitas, los cuales se hallan entre los antecesores de los indios de las Américas.

El acontecimiento de mayor trascendencia que se encuentra registrado en el Libro de Mormón es el ministerio personal del Señor Jesucristo entre los nefitas poco después de Su resurrección. En él se expone la doctrina del Evangelio, se describe el plan de salvación, y se dice a los hombres lo que deben hacer para lograr la paz en esta vida y la salvación eterna en la vida venidera.

Después de terminar sus escritos, Mormón entregó la historia a su hijo Moroni, el cual le agregó unas palabras y escondió las planchas en el cerro Cumorah. El 21 de septiembre de 1823, el mismo Moroni, para entonces un ser glorificado y resucitado, se le apareció al profeta José Smith y le instruyó concerniente al antiguo registro y a la destinada traducción de este al idioma inglés.

En la ocasión oportuna, se entregaron las planchas a José Smith, quien las tradujo por el don y el poder de Dios. El libro se publica hoy en muchos idiomas como testimonio nuevo y adicional de que Jesucristo es el Hijo del Dios viviente, y de que todos aquellos que quieran venir a Él y obedecer las leyes y las ordenanzas de Su Evangelio podrán salvarse.

Concerniente a esta historia, el profeta José Smith dijo: “Declaré a los hermanos que el Libro de Mormón era el más correcto de todos los libros sobre la tierra, y la piedra clave de nuestra religión; y que un hombre se acercaría más a Dios al seguir sus preceptos que los de cualquier otro libro”.

Además de José Smith, el Señor dispuso que otros once hombres vieran con sus propios ojos las planchas de oro y fueran testigos especiales de la veracidad y de la divinidad del Libro de Mormón. Sus testimonios escritos se incluyen en esta obra bajo los títulos “El Testimonio de Tres Testigos” y “El Testimonio de Ocho Testigos”.

Invitamos a toda persona, dondequiera que se encuentre, a leer el Libro de Mormón, a meditar en su corazón el mensaje que contiene y luego a preguntar a Dios, el Padre Eterno, en el nombre de Cristo, si el libro es verdadero. Quienes así lo hagan y pidan con fe lograrán un testimonio de la veracidad y la divinidad del libro por el poder del Espíritu Santo. (Véase Moroni 10:3–5).

Aquellos que obtengan este testimonio divino del Santo Espíritu también llegarán a saber, por el mismo poder, que Jesucristo es el Salvador del mundo, que José Smith ha sido Su revelador y profeta en estos últimos días, y que La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es el reino del Señor que de nuevo se ha establecido sobre la tierra, en preparación para la segunda venida del Mesías.

El Testimonio de Tres Testigos

Conste a todas las naciones, tribus, lenguas y pueblos a quienes llegare esta obra, que nosotros, por la gracia de Dios el Padre, y de nuestro Señor Jesucristo, hemos visto las planchas que contienen esta relación, la cual es una historia del pueblo de Nefi, y también de los lamanitas, sus hermanos, y también del pueblo de Jared, que vino de la torre de que se ha hablado. Y también sabemos que han sido traducidas por el don y el poder de Dios, porque así su voz nos lo declaró; por tanto, sabemos con certeza que la obra es verdadera. También testificamos haber visto los grabados sobre las planchas; y se nos han mostrado por el poder de Dios y no por el de ningún hombre. Y declaramos con palabras solemnes que un ángel de Dios bajó del cielo, y que trajo las planchas y las puso ante nuestros ojos, de manera que las vimos y las contemplamos, así como los grabados que contenían; y sabemos que es por la gracia de Dios el Padre, y de nuestro Señor Jesucristo, que vimos y testificamos que estas cosas son verdaderas. Y es maravilloso a nuestra vista. Sin embargo, la voz del Señor nos mandó que testificásemos de ello; por tanto, para ser obedientes a los mandatos de Dios, testificamos estas cosas. Y sabemos que si somos fieles en Cristo, nuestros vestidos quedarán limpios de la sangre de todos los hombres, y nos hallaremos sin mancha ante el tribunal de Cristo, y moraremos eternamente con Él en los cielos. Y sea la honra al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo, que son un Dios. Amén.

Oliver Cowdery

David Whitmer

Martin Harris

El Testimonio de Ocho Testigos

Conste a todas las naciones, tribus, lenguas y pueblos a quienes llegare esta obra, que José Smith, hijo, el traductor de ella, nos ha mostrado las planchas de que se ha hablado, las que tienen la apariencia del oro; y hemos palpado con nuestras manos cuantas hojas el referido Smith ha traducido; y también vimos los grabados que contenían, todo lo cual tiene la apariencia de una obra antigua y de hechura exquisita. Y testificamos esto con palabras solemnes, y que el citado Smith nos ha mostrado las planchas de que hemos hablado, porque las hemos visto y sopesado, y con certeza sabemos que el susodicho Smith las tiene en su poder. Y damos nuestros nombres al mundo en testimonio de lo que hemos visto. Y no mentimos, pues Dios es nuestro testigo.

Christian Whitmer

Jacob Whitmer

Peter Whitmer, hijo

John Whitmer

Hiram Page

Joseph Smith, padre

Hyrum Smith

Samuel H. Smith

El Testimonio del profeta José Smith

Las propias palabras del profeta José Smith en cuanto a la aparición del Libro de Mormón son las siguientes:

“En la noche del… día 21 de septiembre [1823]… me puse a orar pidiéndole a Dios Todopoderoso…

“Encontrándome así, en el acto de suplicar a Dios, vi que se aparecía una luz en mi cuarto, y que siguió aumentando hasta que la habitación quedó más iluminada que al mediodía; cuando repentinamente se apareció un personaje al lado de mi cama, de pie en el aire, porque sus pies no tocaban el suelo.

“Llevaba puesta una túnica suelta de una blancura exquisita. Era una blancura que excedía a cuanta cosa terrenal jamás había visto yo; y no creo que exista objeto alguno en el mundo que pudiera presentar tan extraordinario brillo y blancura. Sus manos estaban desnudas, y también sus brazos, un poco más arriba de la muñeca; y de igual manera los pies, así como las piernas, poco más arriba de los tobillos. También tenía descubiertos la cabeza y el cuello, y pude darme cuenta de que no llevaba puesta más ropa que esta túnica, porque estaba abierta de tal manera que podía verle el pecho.

“No solo tenía su túnica esta blancura singular, sino que toda su persona era gloriosa más de lo que se puede describir, y su faz era como un vivo relámpago. El cuarto estaba sumamente iluminado, pero no con la brillantez que había en torno de su persona. Cuando lo vi por primera vez, tuve miedo; mas el temor pronto se apartó de mí.

“Me llamó por mi nombre, y me dijo que era un mensajero enviado de la presencia de Dios, y que se llamaba Moroni; que Dios tenía una obra para mí, y que entre todas las naciones, tribus y lenguas se tomaría mi nombre para bien y para mal, o sea, que se iba a hablar bien o mal de mí entre todo pueblo.

“Dijo que se hallaba depositado un libro, escrito sobre planchas de oro, el cual daba una relación de los antiguos habitantes de este continente, así como del origen de su procedencia. También declaró que en él se encerraba la plenitud del evangelio eterno cual el Salvador lo había comunicado a los antiguos habitantes.

“Asimismo, que junto con las planchas estaban depositadas dos piedras en aros de plata, las cuales, aseguradas a un pectoral, formaban lo que se llamaba el Urim y Tumim; que la posesión y uso de estas piedras era lo que constituía a los ‘videntes’ en los días antiguos o anteriores, y que Dios las había preparado para la traducción del libro…

“Por otra parte, me manifestó que cuando yo recibiera las planchas de que él había hablado —porque aún no había llegado el tiempo para obtenerlas— no habría de enseñarlas a nadie, ni el pectoral con el Urim y Tumim, sino únicamente a aquellos a quienes se me mandase que las enseñara; si lo hacía, sería destruido. Mientras hablaba conmigo acerca de las planchas, se manifestó a mi mente la visión de tal modo que pude ver el lugar donde estaban depositadas; y con tanta claridad y distinción, que reconocí el lugar cuando lo visité.

“Después de esta comunicación, vi que la luz en el cuarto empezaba a juntarse en derredor del personaje que me había estado hablando; y así continuó hasta que el cuarto una vez más quedó a obscuras, exceptuando alrededor de su persona inmediata; cuando repentinamente vi abrirse algo como un conducto que iba directamente hasta el cielo, y él ascendió hasta desaparecer por completo, y el cuarto quedó tal como había estado antes de aparecerse esta luz celestial.

“Me quedé reflexionando sobre la singularidad de la escena, y maravillándome grandemente de lo que me había dicho este mensajero extraordinario, cuando en medio de mi meditación de pronto descubrí que mi cuarto empezaba a iluminarse de nuevo, y en lo que me pareció un instante, el mismo mensajero celestial apareció una vez más al lado de mi cama.

“Empezó, y otra vez me dijo las mismísimas cosas que me había relatado en su primera visita, sin la menor variación; después de lo cual me informó de grandes juicios que vendrían sobre la tierra, con gran desolación causada por el hambre, la espada y pestilencias; y que esos penosos juicios vendrían sobre la tierra en esta generación. Habiéndome referido estas cosas, de nuevo ascendió como lo había hecho anteriormente.

“Ya para entonces eran tan profundas las impresiones que se me habían grabado en la mente, que el sueño había huido de mis ojos, y yacía dominado por el asombro de lo que había visto y oído. Pero cuál no sería mi sorpresa al ver de nuevo al mismo mensajero al lado de mi cama, y oírlo repasar o repetir las mismas cosas que antes; y añadió una advertencia, diciéndome que Satanás procuraría tentarme (a causa de la situación indigente de la familia de mi padre) a que obtuviera las planchas con el fin de hacerme rico. Esto él me lo prohibió, y dijo que, al obtener las planchas, no tuviera presente más objeto que el de glorificar a Dios, y que ningún otro motivo influyera en mí sino el de edificar su reino; de lo contrario, no podría obtenerlas.

“Después de esta tercera visita, de nuevo ascendió al cielo como antes, y otra vez me quedé meditando en lo extraño de lo que acababa de experimentar; cuando casi inmediatamente después que el mensajero celestial hubo ascendido por tercera vez, cantó el gallo, y vi que estaba amaneciendo; de modo que, nuestras conversaciones deben de haber durado toda aquella noche.

“Poco después me levanté de mi cama y, como de costumbre, fui a desempeñar las faenas necesarias del día; pero al querer trabajar como en otras ocasiones, hallé que se me habían agotado a tal grado las fuerzas, que me sentía completamente incapacitado. Mi padre, que estaba trabajando cerca de mí, vio que algo me sucedía y me dijo que me fuera a casa. Partí de allí con la intención de volver a casa, pero al querer cruzar el cerco para salir del campo en que estábamos, se me acabaron completamente las fuerzas, caí inerte al suelo y por un tiempo no estuve consciente de nada.

“Lo primero que pude recordar fue una voz que me hablaba, llamándome por mi nombre. Alcé la vista, y vi, a la altura de mi cabeza, al mismo mensajero, rodeado de luz como antes. Entonces me relató otra vez todo lo que me había referido la noche anterior, y me mandó que fuera a mi padre y le hablara acerca de la visión y mandamientos que había recibido.

“Obedecí; regresé a donde estaba mi padre en el campo, y le declaré todo el asunto. Me respondió que era de Dios, y me dijo que fuera e hiciera lo que el mensajero me había mandado. Salí del campo y fui al lugar donde el mensajero me había dicho que estaban depositadas las planchas, y debido a la claridad de la visión que había visto tocante al lugar, en cuanto llegué allí, lo reconocí.

“Cerca de la aldea de Manchester, condado de Ontario, estado de Nueva York, se levanta una colina de tamaño regular, y la más elevada de todas las de la comarca. Por el costado occidental del cerro, no lejos de la cima, debajo de una piedra de buen tamaño, yacían las planchas, depositadas en una caja de piedra. En el centro, y por la parte superior, esta piedra era gruesa y redonda, pero más delgada hacia los extremos; de modo que se podía ver la parte céntrica sobre la superficie del suelo, mientras que alrededor de la orilla estaba cubierta de tierra.

“Habiendo quitado la tierra, conseguí una palanca que logré introducir debajo de la orilla de la piedra, y con un ligero esfuerzo la levanté. Miré dentro de la caja, y efectivamente vi allí las planchas, el Urim y Tumim y el pectoral, como lo había dicho el mensajero. La caja en que se hallaban estaba hecha de piedras, colocadas en una especie de cemento. En el fondo de la caja había dos piedras puestas transversalmente, y sobre estas descansaban las planchas y los otros objetos que las acompañaban.

“Intenté sacarlas, pero me lo prohibió el mensajero; y de nuevo se me informó que aún no había llegado el tiempo de sacarlas, ni llegaría sino hasta después de cuatro años, a partir de esa fecha; pero me dijo que debía ir a ese lugar precisamente un año después, y que él me esperaría allí; y que había de seguir haciéndolo así hasta que llegara el tiempo para obtener las planchas.

“De acuerdo con lo que se me había mandado, acudía al fin de cada año, y en esa ocasión encontraba allí al mismo mensajero, y en cada una de nuestras entrevistas recibía de él instrucciones e inteligencia concernientes a lo que el Señor iba a hacer, y cómo y de qué manera se conduciría su reino en los últimos días…

“Por fin llegó el momento de obtener las planchas, el Urim y Tumim y el pectoral. El día veintidós de septiembre de mil ochocientos veintisiete, habiendo ido al fin de otro año, como de costumbre, al lugar donde estaban depositados, el mismo mensajero celestial me los entregó con esta advertencia: que yo sería responsable de ellos; que si permitía que se extraviaran por algún descuido o negligencia mía, sería desarraigado; pero que si me esforzaba con todo mi empeño por preservarlos hasta que él (el mensajero) viniera por ellos, entonces serían protegidos.

“Pronto supe por qué había recibido tan estrictos mandatos de guardarlos, y por qué me había dicho el mensajero que cuando terminara lo que se requería de mí, él vendría por ellos. Porque no bien se supo que yo los tenía, comenzaron a hacerse los más tenaces esfuerzos por privarme de ellos. Se recurrió a cuanta estratagema se pudo inventar para realizar ese propósito. La persecución llegó a ser más severa y enconada que antes, y grandes números de personas andaban continuamente al acecho para quitármelos, de ser posible. Pero mediante la sabiduría de Dios, permanecieron seguros en mis manos hasta que cumplí con ellos lo que se requirió de mí. Cuando el mensajero, de conformidad con el arreglo, llegó por ellos, se los entregué; y él los tiene a su cargo hasta el día de hoy, dos de mayo de mil ochocientos treinta y ocho”.

Para una narración más completa, véase José Smith—Historia en la Perla de Gran Precio.

La historia antigua que así salió de la tierra, como la voz de un pueblo que hablaba desde el polvo, fue traducida a un lenguaje moderno [el idioma inglés] por el don y el poder de Dios, según la afirmación divina lo ha atestiguado, y se publicó por primera vez al mundo en inglés en el año 1830 con el título de The Book of Mormon.

Una breve explicación acerca del Libro de Mormón

El Libro de Mormón es una historia sagrada de pueblos de la América antigua, la cual se grabó en planchas de metal. Las fuentes de donde se compiló esta historia incluyen las siguientes:

  1. Las Planchas de Nefi, que eran de dos clases: las planchas menores y las planchas mayores. Las primeras tenían que ver más en particular con asuntos espirituales y con el ministerio y las enseñanzas de los profetas, mientras que las segundas se ocupaban principalmente de la historia seglar de los pueblos a los que se referían (1 Nefi 9:2–4). Sin embargo, desde la época de Mosíah, también en las planchas mayores se incluyeron asuntos de considerable importancia espiritual.

  2. Las Planchas de Mormón, que se componen de un compendio de las planchas mayores de Nefi, hecho por Mormón, con muchos comentarios. Estas planchas también contenían una continuación de la historia escrita por Mormón con aditamentos de su hijo Moroni.

  3. Las Planchas de Éter, que contienen una historia de los jareditas. Esta historia la compendió Moroni, el cual añadió comentarios propios e incorporó dicho compendio en la historia general con el título de “Libro de Éter”.

  4. Las Planchas de Bronce, que el pueblo de Lehi llevó de Jerusalén en el año 600 a.C. Estas contenían “los cinco libros de Moisés… y asimismo la historia de los judíos desde su principio… hasta el comienzo del reinado de Sedequías, rey de Judá; y también las profecías de los santos profetas” (1 Nefi 5:11–13). En el Libro de Mormón aparecen muchos pasajes de estas planchas que citan a Isaías y a otros profetas bíblicos, así como a varios profetas que la Biblia no menciona.

El Libro de Mormón se compone de quince partes o divisiones principales, llamadas, con una sola excepción, libros, los que generalmente llevan el nombre de su autor principal. La primera parte (o sea, los primeros seis libros que terminan con el de Omni) es una traducción de las planchas menores de Nefi. Entre los libros de Omni y de Mosíah se encuentra una inserción llamada las Palabras de Mormón. Dicha inserción enlaza la narración grabada en las planchas menores con el compendio que hizo Mormón de las planchas mayores.

La parte más extensa, desde Mosíah hasta el capítulo 7 de Mormón, es una traducción del compendio que hizo Mormón de las planchas mayores de Nefi. La parte final, desde el capítulo 8 de Mormón hasta el fin de la obra, fue grabada por Moroni hijo de Mormón, el cual, después de terminar la historia de la vida de su padre, hizo un compendio de la historia jaredita (llamado el libro de Éter) y posteriormente añadió las partes que se conocen como el libro de Moroni.

Alrededor del año 421 de la era cristiana, Moroni, el último de los profetas e historiadores nefitas, selló los anales sagrados y los escondió para los fines del Señor, para que apareciesen en los postreros días, de acuerdo con lo que la voz de Dios predijo por medio de Sus antiguos profetas. En el año 1823 de nuestra era, ese mismo Moroni, para entonces un ser resucitado, visitó al profeta José Smith y subsiguientemente le entregó las planchas grabadas.

Con respecto a esta edición: La portada original que precede inmediatamente a la página de la tabla de materias se ha tomado de las planchas y es parte del texto sagrado. Las introducciones escritas con el tipo de letra no cursiva, tal como en 1 Nefi y las que preceden inmediatamente al capítulo 9 de Mosíah, también son una parte del texto sagrado. Las introducciones en cursiva, como en los encabezamientos de los capítulos, no son originales al texto, pero se incluyen como ayudas de estudio para su conveniencia en la lectura.

En ediciones anteriores del Libro de Mormón publicadas en inglés se han perpetuado algunos pequeños errores de texto. Esta edición contiene correcciones que son apropiadas para que el material vaya de conformidad con manuscritos originales, así como con las primeras ediciones revisadas por el profeta José Smith.

Ilustraciones

El Señor Jesucristo

El Señor Jesucristo

Pintura de Heinrich Hofmann

El profeta José Smith

El profeta José Smith

Pintura de Alvin Gittins

Lehi halla la Liahona

Lehi halla la Liahona

Pintura de Arnold Friberg

Lehi y su gente llegan a la tierra prometida

Lehi y su gente llegan a la tierra prometida

Pintura de Arnold Friberg

Alma bautiza en las aguas de Mormón

Alma bautiza en las aguas de Mormón

Pintura de Arnold Friberg

Samuel el Lamanita profetiza

Samuel el Lamanita profetiza

Pintura de Arnold Friberg

Jesucristo visita las Américas

Jesucristo visita las Américas

Pintura de John Scott

Moroni entierra el registro nefita

Moroni entierra el registro nefita

Pintura de Tom Lovell

El Primer Libro de Nefi

Su reinado y ministerio

Relato de Lehi, de su esposa Saríah y de sus cuatro hijos, que se llamaban (empezando por el mayor) Lamán, Lemuel, Sam y Nefi. El Señor advierte a Lehi que salga de la tierra de Jerusalén, porque este profetiza al pueblo sobre su iniquidad, y tratan de quitarle la vida. Lehi viaja tres días por el desierto con su familia. Nefi, acompañado de sus hermanos, vuelve a la tierra de Jerusalén por los anales de los judíos. El relato de sus padecimientos. Toman por esposas a las hijas de Ismael. Salen para el desierto con sus familias. Sus padecimientos y aflicciones en el desierto. Rumbo de sus viajes. Llegan a las grandes aguas. Se rebelan los hermanos de Nefi contra él. Él los confunde y construye un barco. Dan al lugar el nombre de Abundancia. Atraviesan los grandes mares hasta llegar a la tierra prometida, etcétera. Esto es según la narración de Nefi, o en otras palabras, yo, Nefi, escribí estos anales.

Capítulo 1

Nefi da principio a la historia de su pueblo — Lehi ve en visión un pilar de fuego y lee en un libro de profecías — Alaba a Dios, predice la venida del Mesías y profetiza la destrucción de Jerusalén — Es perseguido por los judíos. Aproximadamente 600 a.C.

1

Yo, Nefi, nací de buenos padres y recibí, por tanto, alguna instrucción en toda la ciencia de mi padre; y habiendo conocido muchas aflicciones durante el curso de mi vida, siendo, no obstante, altamente favorecido del Señor todos mis días; sí, habiendo logrado un conocimiento grande de la bondad y los misterios de Dios, escribo, por tanto, la historia de los hechos de mi vida.

2 Sí, hago la relación en el lenguaje de mi padre, que se compone de la ciencia de los judíos y el idioma de los egipcios.

3 Y sé que la historia que escribo es verdadera; y la escribo de mi propia mano, con arreglo a mis conocimientos.

4 Pues sucedió que al comenzar el primer año del reinado de Sedequías, rey de Judá (mi padre Lehi había morado en Jerusalén toda su vida), llegaron muchos profetas ese mismo año profetizando al pueblo que se arrepintiera, o la gran ciudad de Jerusalén sería destruida.

5 Aconteció, por tanto, que mientras iba por su camino, mi padre Lehi oró al Señor, sí, con todo su corazón, a favor de su pueblo.

6 Y ocurrió que mientras estaba orando al Señor, apareció ante él, sobre una roca, un pilar de fuego; y fue mucho lo que vio y oyó; y se estremeció y tembló extremadamente por las cosas que vio y oyó.

7 Y sucedió que volvió a su casa en Jerusalén, y se echó sobre su lecho, dominado por el Espíritu y por las cosas que había visto.

8 Y dominado de esta manera por el Espíritu, fue arrebatado en una visión, en la que vio abrirse los cielos, y creyó ver a Dios sentado en su trono, rodeado de innumerables concursos de ángeles, en actitud de estar cantando y alabando a su Dios.

9 Y sucedió que vio a Uno que descendía del cielo, y vio que su resplandor era mayor que el del sol al mediodía.

10

Y vio también que lo seguían otros doce, cuyo brillo excedía al de las estrellas del firmamento.

11 Y descendieron y avanzaron por la faz de la tierra; y el primero llegó hasta donde estaba mi padre, y le dio un libro y le mandó que lo leyera.

12 Y sucedió que mientras leía, fue lleno del Espíritu del Señor.

13 Y leyó, diciendo: ¡Ay, ay de ti, Jerusalén, porque he visto tus abominaciones! Sí, mi padre leyó muchas cosas concernientes a Jerusalén: que sería destruida, así como sus habitantes; que muchos perecerían por la espada y muchos serían llevados cautivos a Babilonia.

14 Y acaeció que cuando mi padre hubo leído y visto muchas cosas grandes y maravillosas, prorrumpió en exclamaciones al Señor, tales como: ¡Cuán grandes y maravillosas son tus obras, oh Señor Dios Todopoderoso! ¡Tu trono se eleva en las alturas de los cielos, y tu poder, y tu bondad y misericordia se extienden sobre todos los habitantes de la tierra; y porque eres misericordioso, no dejarás perecer a los que acudan a ti!

15 Así se expresaba mi padre en alabanzas a su Dios; porque su alma se regocijaba y todo su corazón estaba henchido a causa de las cosas que había visto, sí, que el Señor le había mostrado.

16 Y yo, Nefi, no doy cuenta completa de lo que mi padre ha escrito, porque ha escrito muchas cosas que vio en visiones y sueños; y ha escrito también muchas cosas que profetizó y habló a sus hijos, de las que no daré cuenta entera,

17 sino que haré una relación de los hechos de mi vida. He aquí, haré un compendio de los anales de mi padre sobre planchas que he preparado con mis propias manos; por tanto, después que los haya compendiado, escribiré la historia de mi propia vida.

18 Por lo tanto, quisiera que supieseis que después que el Señor hubo mostrado a mi padre Lehi tantas cosas maravillosas, sí, con respecto a la destrucción de Jerusalén, he aquí, mi padre salió entre el pueblo y empezó a profetizar y a declararles concerniente a lo que él había visto y oído.

19 Y aconteció que los judíos se burlaron de él por las cosas que testificó de ellos, porque verdaderamente les testificó de sus maldades y abominaciones; y les dio testimonio de que las cosas que había visto y oído, así como las que había leído en el libro, manifestaban claramente la venida de un Mesías y también la redención del mundo.

20

Y cuando los judíos oyeron esto, se irritaron contra él, sí, tal como contra los profetas de la antigüedad, a quienes habían echado fuera, y apedreado, y matado; y procuraron también quitarle la vida. Pero he aquí, yo, Nefi, os mostraré que las tiernas misericordias del Señor se extienden sobre todos aquellos que, a causa de su fe, él ha escogido, para hacerlos poderosos, sí, hasta tener el poder de librarse.

Capítulo 2

Lehi lleva a su familia al desierto junto al mar Rojo — Abandonan sus bienes — Lehi ofrece un sacrificio al Señor y enseña a sus hijos a guardar los mandamientos — Lamán y Lemuel murmuran contra su padre — Nefi es obediente y ora con fe; el Señor le habla y es escogido para gobernar a sus hermanos. Aproximadamente 600 a.C.

1

Porque he aquí, aconteció que el Señor habló a mi padre, sí, aun en un sueño, y le dijo: Bendito eres tú, Lehi, por lo que has hecho; y porque has sido fiel, y has declarado a este pueblo las cosas que yo te mandé, he aquí, tratan de quitarte la vida.

2 Y sucedió que el Señor le mandó a mi padre, en un sueño, que partiese para el desierto con su familia.

3 Y aconteció que fue obediente a la palabra del Señor; por tanto, hizo lo que el Señor le mandó.

4 Y ocurrió que salió para el desierto; y abandonó su casa, y la tierra de su herencia, y su oro, su plata y sus objetos preciosos, y no llevó nada consigo, salvo a su familia, y provisiones y tiendas, y se dirigió al desierto.

5 Y descendió por los contornos cerca de las riberas del mar Rojo, y viajó por el desierto por los lados que están más próximos a este mar; y viajó por el desierto con su familia, integrada por Saríah, mi madre, y Lamán, Lemuel y Sam, mis hermanos mayores.

6 Y aconteció que después de haber viajado tres días por el desierto, asentó su tienda en un valle situado a la orilla de un río de agua.

7 Y sucedió que erigió un altar de piedras y presentó una ofrenda al Señor, y dio gracias al Señor nuestro Dios.

8 Y al río que desaguaba en el mar Rojo dio el nombre de Lamán; y el valle se extendía por las riberas del río y llegaba hasta cerca de su desembocadura.

9 Y cuando mi padre vio que las aguas del río desembocaban en la fuente del mar Rojo, habló a Lamán, diciendo: ¡Oh, si fueras semejante a este río, fluyendo continuamente en la fuente de toda rectitud!

10

Y dijo también a Lemuel: ¡Oh, si fueras tú semejante a este valle, firme, constante e inmutable en guardar los mandamientos del Señor!

11 Esto habló por causa de la dureza de cerviz de Lamán y Lemuel; pues he aquí, murmuraban contra su padre en muchas cosas, porque era un hombre visionario, y los había sacado de la tierra de Jerusalén, abandonando la tierra de su herencia, y su oro, y su plata y objetos preciosos, para perecer en el desierto. Y decían que había hecho esto por motivo de las locas imaginaciones de su corazón.

12 Y así era como Lamán y Lemuel, que eran los mayores, murmuraban en contra de su padre; y hacían esto porque no conocían la manera de proceder de aquel Dios que los había creado.

13 Ni creían tampoco que aquella gran ciudad de Jerusalén pudiera ser destruida conforme a las palabras de los profetas; y eran semejantes a los judíos que estaban en Jerusalén, los cuales procuraban quitarle la vida a mi padre.

14 Y aconteció que mi padre les habló en el valle de Lemuel con poder, pues estaba lleno del Espíritu, al grado de que sus cuerpos temblaron delante de él, y los confundió, de modo que no osaron hablar contra él; por tanto, hicieron lo que él les mandó.

15 Y vivía mi padre en una tienda.

16 Y sucedió que yo, Nefi, siendo muy joven todavía, aunque grande de estatura, y teniendo grandes deseos de conocer los misterios de Dios, clamé por tanto al Señor; y he aquí que él me visitó y enterneció mi corazón, de modo que creí todas las palabras que mi padre había hablado; así que no me rebelé en contra de él como lo habían hecho mis hermanos.

17 Y le hablé a Sam, declarándole las cosas que el Señor me había manifestado por medio de su Santo Espíritu. Y aconteció que él creyó en mis palabras.

18 Mas he aquí, Lamán y Lemuel no quisieron escuchar mis palabras; por lo que, afligido por la dureza de sus corazones, rogué al Señor por ellos.

19 Y aconteció que el Señor me habló, diciendo: Bendito eres tú, Nefi, a causa de tu fe, porque me has buscado diligentemente con humildad de corazón.

20

Y según guardéis mis mandamientos, prosperaréis y seréis conducidos a una tierra de promisión, sí, a una tierra que yo he preparado para vosotros, una tierra escogida sobre todas las demás.

21 Y según se rebelen tus hermanos contra ti, serán separados de la presencia del Señor.

22 Y según tú guardes mis mandamientos, serás puesto por gobernante y maestro sobre tus hermanos.

23 Porque he aquí, el día en que se rebelaren contra mí, yo los maldeciré con penosa maldición, y no tendrán ningún poder sobre tu posteridad, a menos que ella también se rebelare contra mí.

24 Y si tu posteridad se rebelare contra mí, ellos les serán por azote a tus descendientes, para estimularlos en los caminos del recuerdo.

Capítulo 3

Los hijos de Lehi vuelven a Jerusalén para conseguir las planchas de bronce — Labán se niega a entregarlas — Nefi exhorta y anima a sus hermanos — Labán se apodera de sus bienes y procura matarlos — Lamán y Lemuel golpean a Nefi y a Sam, y son reprendidos por un ángel. Aproximadamente 600–592 a.C.

1

Y aconteció que después de hablar con el Señor, yo, Nefi, volví a la tienda de mi padre.

2 Y sucedió que me habló, diciendo: He aquí, he soñado un sueño, en el que el Señor me ha mandado que tú y tus hermanos volváis a Jerusalén.

3 Pues he aquí, Labán tiene los anales de los judíos, así como una genealogía de mis antepasados; y están grabados sobre planchas de bronce.

4 Por lo que el Señor me ha mandado que tú y tus hermanos vayáis a la casa de Labán, y procuréis los anales y los traigáis aquí al desierto.

5 Y he aquí, tus hermanos murmuran, diciendo que lo que yo les he requerido es cosa difícil; pero no soy yo quien se lo requiere, sino que es un mandamiento del Señor.

6 Por lo tanto, ve tú, hijo mío, y el Señor te favorecerá porque no has murmurado.

7 Y sucedió que yo, Nefi, dije a mi padre: Iré y haré lo que el Señor ha mandado, porque sé que él nunca da mandamientos a los hijos de los hombres sin prepararles una vía para que cumplan lo que les ha mandado.

8 Y aconteció que mi padre quedó altamente complacido al oír estas palabras, porque comprendió que el Señor me había bendecido.

9 Y yo, Nefi, y mis hermanos emprendimos la marcha por el desierto, con nuestras tiendas, para subir a la tierra de Jerusalén.

10

Y aconteció que cuando hubimos subido a la tierra de Jerusalén, yo y mis hermanos deliberamos unos con otros.

11 Y echamos suertes para ver cuál de nosotros iría a la casa de Labán. Y sucedió que la suerte cayó sobre Lamán, y fue y entró en la casa de Labán y habló con él mientras estaba sentado en su casa.

12 Y le pidió a Labán los anales que estaban grabados sobre las planchas de bronce que contenían la genealogía de mi padre.

13 Y he aquí, aconteció que Labán se llenó de ira y lo echó de su presencia; y no quiso que él tuviera los anales. Por tanto, le dijo: He aquí, tú eres un ladrón, y te voy a matar.

14 Pero Lamán huyó de su presencia, y nos contó lo que Labán había hecho. Y empezamos a afligirnos en extremo, y mis hermanos estaban a punto de volver a mi padre en el desierto.

15 Pero he aquí, yo les dije: Así como el Señor vive, y como nosotros vivimos, no descenderemos hasta nuestro padre en el desierto hasta que hayamos cumplido lo que el Señor nos ha mandado.

16 Por tanto, seamos fieles en guardar los mandamientos del Señor. Descendamos, pues, a la tierra de la herencia de nuestro padre, pues he aquí, él dejó oro y plata y toda clase de riquezas; y ha hecho todo esto a causa de los mandamientos del Señor.

17 Porque sabía que Jerusalén debe ser destruida a causa de la iniquidad del pueblo.

18 Pues he aquí, han rechazado las palabras de los profetas. Por tanto, si mi padre hubiera permanecido en el país después de habérsele mandado salir de él, habría perecido también. Por lo que ha sido necesario que salga del país.

19 Y he aquí, es prudente para Dios que obtengamos estos anales a fin de que preservemos para nuestros hijos el idioma de nuestros padres;

20

y también para preservarles las palabras que han salido de la boca de todos los santos profetas, las cuales les han sido dadas por el Espíritu y poder de Dios, desde el principio del mundo, hasta el día de hoy.

21 Y aconteció que, hablando de este modo, persuadí a mis hermanos a que fueran fieles en guardar los mandamientos de Dios.

22 Y sucedió que descendimos a la tierra de nuestra herencia y recogimos nuestro oro, y nuestra plata y todos nuestros objetos preciosos.

23 Y después de haber recogido estas cosas, volvimos a la casa de Labán.

24 Y acaeció que entramos donde estaba Labán, y le pedimos que nos diera los anales que estaban grabados sobre las planchas de bronce, a cambio de los cuales le entregaríamos nuestro oro, y nuestra plata, y todas nuestras cosas preciosas.

25 Y aconteció que cuando Labán vio nuestros bienes, y que eran grandes en extremo, él los codició; por lo que nos echó fuera y mandó a sus siervos que nos mataran, a fin de apoderarse de nuestros bienes.

26 Sucedió, pues, que huimos delante de los siervos de Labán, y nos vimos obligados a abandonar nuestros bienes, que cayeron en manos de Labán.

27 Y huimos al desierto sin que nos alcanzaran los siervos de Labán, y nos escondimos en la oquedad de una roca.

28 Y aconteció que Lamán se irritó conmigo y también con mi padre; y lo mismo hizo Lemuel, porque se dejó llevar por las palabras de Lamán. Por tanto, Lamán y Lemuel nos hablaron muchas palabras ásperas a nosotros, sus hermanos menores, y hasta nos golpearon con una vara.

29 Y sucedió que mientras nos golpeaban con la vara, he aquí, vino un ángel del Señor y se puso ante ellos, y les habló, diciendo: ¿Por qué golpeáis a vuestro hermano menor con una vara? ¿No sabéis que el Señor lo ha escogido para ser gobernante sobre vosotros, y esto a causa de vuestras iniquidades? He aquí, subiréis de nuevo a Jerusalén y el Señor entregará a Labán en vuestras manos.

30

Y luego que nos hubo hablado, el ángel se fue.

31 Y después que el ángel hubo partido, Lamán y Lemuel empezaron otra vez a murmurar, diciendo: ¿Cómo es posible que el Señor entregue a Labán en nuestras manos? He aquí, es un hombre poderoso, y puede mandar a cincuenta, sí, y aun puede matar a cincuenta; luego, ¿por qué no a nosotros?

Capítulo 4

Nefi mata a Labán por mandato del Señor y luego obtiene las planchas de bronce por una estratagema — Zoram opta por unirse a la familia de Lehi en el desierto. Aproximadamente 600–592 a.C.

1

Y aconteció que hablé a mis hermanos diciéndoles: Subamos de nuevo a Jerusalén, y seamos fieles en guardar los mandamientos del Señor, pues he aquí, él es más poderoso que toda la tierra. ¿Por qué, pues, no ha de ser más poderoso que Labán con sus cincuenta, o aun con sus decenas de millares?

2 Subamos pues, y seamos fuertes como Moisés; porque él de cierto habló a las aguas del mar Rojo y se apartaron a uno y otro lado, y nuestros padres salieron de su cautividad sobre tierra seca, y los ejércitos de Faraón los persiguieron y se ahogaron en las aguas del mar Rojo.

3 He aquí, a vosotros os consta la certeza de esto, y también sabéis que un ángel os ha hablado; ¿cómo, pues, podéis dudar? Subamos hasta allá; el Señor puede librarnos como a nuestros padres, y destruir a Labán como a los egipcios.

4 Y cuando hube hablado estas palabras, todavía estaban irritados, y continuaron murmurando; sin embargo, me siguieron hasta que llegamos a los muros de Jerusalén.

5 Y era ya de noche; e hice que se ocultaran fuera del muro. Y cuando se hubieron escondido, yo, Nefi, entré furtivamente en la ciudad y me dirigí a la casa de Labán.

6 E iba guiado por el Espíritu, sin saber de antemano lo que tendría que hacer.

7 No obstante, seguí adelante, y al acercarme a la casa de Labán vi a un hombre, y este había caído al suelo delante de mí, porque estaba ebrio de vino.

8 Y al acercarme a él, hallé que era Labán.

9 Y percibiendo su espada, la saqué de la vaina; y el puño era de oro puro, labrado de una manera admirable, y vi que la hoja era de un acero finísimo.

10

Y aconteció que el Espíritu me constriñó a que matara a Labán; pero dije en mi corazón: Yo nunca he derramado sangre humana. Y me sobrecogí y deseé no tener que matarlo.

11 Y el Espíritu me dijo de nuevo: He aquí el Señor lo ha puesto en tus manos. Sí, y yo también sabía que había intentado quitarme la vida, y que él no quería escuchar los mandamientos del Señor; y además, se había apoderado de nuestros bienes.

12 Y sucedió que otra vez me dijo el Espíritu: Mátalo, porque el Señor lo ha puesto en tus manos;

13 he aquí que el Señor mata a los malvados para que se cumplan sus justos designios. Es mejor que muera un hombre a dejar que una nación degenere y perezca en la incredulidad.

14 Y cuando yo, Nefi, hube oído estas palabras, me acordé de las que el Señor me había hablado en el desierto, diciendo: En tanto que tus descendientes guarden mis mandamientos, prosperarán en la tierra de promisión.

15 Sí, y también consideré que no podrían guardar los mandamientos del Señor según la ley de Moisés, a menos que tuvieran esa ley.

16 Y también sabía que la ley estaba grabada sobre las planchas de bronce.

17 Y además, sabía que el Señor había puesto a Labán en mis manos para este fin: que yo obtuviese los anales, de acuerdo con sus mandamientos.

18 Por lo que, obedeciendo la voz del Espíritu y cogiendo a Labán por los cabellos, le corté la cabeza con su propia espada.

19 Y después que le hube cortado la cabeza con su propia espada, tomé las ropas de Labán y me vestí con ellas, poniéndomelas todas, y me ceñí los lomos con su armadura.

20

Y cuando hube hecho todo esto, me dirigí al lugar donde se hallaba el tesoro de Labán. Y al acercarme a ese sitio, encontré al siervo de Labán que guardaba las llaves del tesoro, e imitando la voz de su amo, le mandé que me acompañara al lugar del tesoro.

21 Y él supuso que yo era su amo Labán, pues vio la ropa y también la espada ceñida a mi cintura.

22 Y me habló concerniente a los ancianos de los judíos, porque sabía que su amo Labán había estado entre ellos durante la noche.

23 Y le hablé como si yo hubiese sido Labán.

24 Y también le dije que yo tenía que llevar los grabados, que estaban sobre las planchas de bronce, a mis hermanos mayores que se hallaban del otro lado de las murallas.

25 Y también le mandé que me siguiera.

26 Y creyendo él que me refería a los hermanos de la iglesia, y que era en verdad Labán, a quien yo había matado, me siguió.

27 Y me habló muchas veces acerca de los ancianos de los judíos, mientras me dirigía hacia donde estaban mis hermanos fuera de las murallas.

28 Y aconteció que cuando Lamán me vio, se asustó en extremo, lo mismo que Lemuel y Sam; y huyeron de mi presencia, porque creían que era Labán, y que me había quitado la vida, e iba a matarlos también a ellos.

29 Y aconteció que los llamé, y ellos me oyeron; por tanto, cesaron de huir de mi presencia.

30

Y cuando el siervo de Labán vio a mis hermanos, empezó a temblar, y estaba a punto de huir de mí y volver a la ciudad de Jerusalén.

31 Y yo, Nefi, siendo un hombre grande de estatura, y habiendo recibido mucha fuerza del Señor, prendí al siervo de Labán y lo detuve para que no se escapara.

32 Y sucedió que le dije que si quería escuchar mis palabras, así como vive el Señor, y como vivo yo, que si prestaba atención a nuestras palabras, le perdonaríamos la vida.

33 Y le hablé, sí, le hice juramento de que no tenía por qué temer; que sería libre como nosotros si descendía con nosotros al desierto.

34 Y también le dije: Ciertamente el Señor nos ha mandado hacer esto; y, ¿no debemos ser diligentes en guardar los mandamientos del Señor? Por lo tanto, si desciendes al desierto adonde está mi padre, habrá lugar para ti entre nosotros.

35 Y sucedió que Zoram cobró ánimo al oír las palabras que le hablé. Ahora bien, Zoram era el nombre de este siervo; y prometió que descendería al desierto adonde estaba nuestro padre. Sí, y también nos hizo juramento de que permanecería desde entonces con nosotros.

36 Ahora bien, deseábamos que permaneciera con nosotros por esta razón: que los judíos no supieran de nuestra huida al desierto, no fuera que nos persiguieran y nos destruyeran.

37 Y aconteció que cuando Zoram se juramentó, cesaron nuestros temores con respecto a él.

38 Y sucedió que tomamos las planchas de bronce y al siervo de Labán, y partimos para el desierto y viajamos hacia la tienda de nuestro padre.

Capítulo 5

Saríah se queja contra Lehi — Ambos se regocijan por el regreso de sus hijos — Ofrecen sacrificios — Las planchas de bronce contienen los escritos de Moisés y de los profetas — En ellas se indica que Lehi es descendiente de José — Lehi profetiza acerca de sus descendientes y de la preservación de las planchas. Aproximadamente 600–592 a.C.

1

Y aconteció que después de haber viajado por el desierto hasta donde estaba nuestro padre, he aquí, este se llenó de gozo; y también mi madre Saríah se regocijó en extremo, porque verdaderamente se había afligido por nosotros;

2 porque creía que habíamos perecido en el desierto, y también se había quejado contra mi padre, diciéndole que era visionario, y dijo: Tú nos has sacado de la tierra de nuestra herencia, y mis hijos ya no existen y nosotros pereceremos en el desierto.

3 Y según esta manera de hablar, mi madre se había quejado contra mi padre.

4 Y había sucedido que mi padre le había hablado, diciendo: Sé que soy hombre visionario, porque si no hubiera visto las cosas de Dios en una visión, no habría conocido su bondad, sino que hubiera permanecido en Jerusalén y perecido con mis hermanos.

5 Pero he aquí, he obtenido una tierra de promisión y me regocijo en estas cosas; sí, y yo sé que el Señor librará a mis hijos de las manos de Labán, y los hará volver a nosotros en el desierto.

6 Y con estas palabras mi padre Lehi consoló a mi madre Saríah, con respecto a nosotros, mientras viajábamos por el desierto hacia la tierra de Jerusalén para obtener los anales de los judíos;

7 y cuando volvimos a la tienda de mi padre, se llenaron de gozo; y mi madre se consoló.

8 Y ella habló, diciendo: Ahora sé con certeza que el Señor ha mandado a mi marido que huya al desierto; sí, y también sé de seguro que el Señor ha protegido a mis hijos, los ha librado de las manos de Labán y les ha dado poder para llevar a cabo lo que el Señor les ha mandado. Y según esta manera de hablar se expresó ella.

9 Y aconteció que se regocijaron en extremo, y ofrecieron sacrificios y holocaustos al Señor; y dieron gracias al Dios de Israel.

10

Y después de haber dado gracias al Dios de Israel, mi padre Lehi tomó los anales que estaban grabados sobre las planchas de bronce, y los examinó desde el principio.

11 Y vio que contenían los cinco libros de Moisés, los cuales relataban la historia de la creación del mundo, y también de Adán y Eva, nuestros primeros padres;

12 y asimismo la historia de los judíos desde su principio, aun hasta el comienzo del reinado de Sedequías, rey de Judá;

13 y también las profecías de los santos profetas desde el principio, hasta comenzar el reinado de Sedequías, y muchas profecías declaradas por boca de Jeremías.

14 Y aconteció que mi padre Lehi también halló sobre las planchas de bronce la genealogía de sus padres, por lo que supo que descendía de José, sí, aquel José que era hijo de Jacob, que fue vendido para Egipto y preservado por la mano del Señor para que salvara del hambre a su padre Jacob y a toda su casa.

15 Y también fueron librados del cautiverio y conducidos fuera del país de Egipto por el mismo Dios que los había preservado.

16 Así fue que mi padre Lehi descubrió la genealogía de sus antepasados. Y Labán también era descendiente de José, por lo que él y sus padres habían llevado los anales.

17 Y cuando mi padre vio todas estas cosas, fue lleno del Espíritu y empezó a profetizar acerca de sus descendientes:

18 Que estas planchas de bronce irían a todas las naciones, tribus, lenguas y pueblos que fueran de su simiente.

19 Por tanto, dijo que estas planchas nunca perecerían, ni jamás el tiempo las empañaría. Y profetizó muchas cosas en cuanto a su posteridad.

20

Y sucedió que hasta este punto mi padre y yo habíamos guardado los mandamientos que el Señor nos había mandado.

21 Y habíamos obtenido los anales que el Señor nos había mandado, y los escudriñamos y descubrimos que eran deseables; sí, de gran valor para nosotros, por motivo de que podríamos preservar los mandamientos del Señor para nuestros hijos.

22 Por lo tanto, fue en la sabiduría del Señor que los lleváramos con nosotros mientras viajábamos por el desierto hacia la tierra de promisión.

Capítulo 6

Nefi escribe acerca de las cosas de Dios — El propósito de Nefi es persuadir a los hombres a venir al Dios de Abraham y ser salvos. Aproximadamente 600–592 a.C.

1

Ahora bien, yo, Nefi, no doy la genealogía de mis padres en esta parte de mis anales; ni tampoco la daré en ningún otro momento sobre estas planchas que estoy escribiendo, porque se halla en los anales que mi padre ha llevado, y por eso no la escribo en esta obra.

2 Básteme decir que somos descendientes de José.

3 Y no me parece importante ocuparme en una narración completa de todas las cosas de mi padre, porque no se pueden escribir sobre estas planchas, pues deseo el espacio para escribir acerca de las cosas de Dios.

4 Porque toda mi intención es persuadir a los hombres a que vengan al Dios de Abraham, y al Dios de Isaac, y al Dios de Jacob, y sean salvos.

5 De modo que no escribo las cosas que agradan al mundo, sino las que agradan a Dios y a los que no son del mundo.

6 Por tanto, daré un mandamiento a mis descendientes de que no ocupen estas planchas con cosas que no sean de valor para los hijos de los hombres.

Capítulo 7

Los hijos de Lehi vuelven a Jerusalén e invitan a Ismael y a su familia a unirse a ellos en su viaje — Lamán y otros se rebelan — Nefi exhorta a sus hermanos a tener fe en el Señor — Lo atan con cuerdas y proyectan quitarle la vida — Es librado por el poder de la fe — Sus hermanos le piden perdón — Lehi y los que lo acompañan ofrecen sacrificios y holocaustos. Aproximadamente 600–592 a.C.

1

Y ahora quisiera que supieseis que cuando mi padre Lehi hubo concluido de profetizar concerniente a su posteridad, el Señor le habló de nuevo, diciendo que no convenía que él, Lehi, llevase a su familia sola al desierto; sino que sus hijos debían tomar mujeres por esposas para levantar posteridad para el Señor en la tierra de promisión.

2 Y aconteció que el Señor le mandó que yo, Nefi, y mis hermanos volviésemos a la tierra de Jerusalén, y lleváramos a Ismael y su familia al desierto.

3 Y aconteció que yo, Nefi, y mis hermanos viajamos otra vez por el desierto para subir a Jerusalén.

4 Y sucedió que llegamos a la casa de Ismael, y hallamos favor ante sus ojos, de modo que pudimos anunciarle las palabras del Señor.

5 Y el Señor ablandó el corazón de Ismael y los de su casa; por tanto, viajaron con nosotros al desierto a la tienda de nuestro padre.

6 Y mientras íbamos por el desierto, he aquí que Lamán y Lemuel, dos de las hijas, y los dos hijos de Ismael y sus familias se rebelaron contra nosotros, es decir, contra mí, Nefi, y contra Sam y contra Ismael, y su esposa y sus otras tres hijas.

7 Y aconteció que en su rebelión deseaban regresar a la tierra de Jerusalén.

8 Y yo, Nefi, afligido por la dureza de sus corazones, les hablé, sí, a Lamán y a Lemuel, diciendo: He aquí, vosotros sois mis hermanos mayores y, ¿cómo es que sois tan duros de corazón, y tan ciegos de entendimiento, que tenéis necesidad de que yo, vuestro hermano menor, tenga que hablaros, sí, y daros el ejemplo?

9 ¿Cómo es que no habéis escuchado la palabra del Señor?

10

¿Cómo es que os habéis olvidado de haber visto a un ángel del Señor?

11 Sí, y, ¿cómo es que habéis olvidado cuán grandes cosas el Señor ha hecho por nosotros, librándonos de las manos de Labán, y también ayudándonos a obtener los anales?

12 Sí, y, ¿cómo es que habéis olvidado que el Señor tiene poder de hacer todas las cosas según su voluntad, para los hijos de los hombres, si es que ejercen la fe en él? Por tanto, seámosle fieles.

13 Y si es que le somos fieles, obtendremos la tierra de promisión; y sabréis en un tiempo venidero que será cumplida la palabra del Señor respecto a la destrucción de Jerusalén; porque todo cuanto el Señor ha dicho respecto de su destrucción se cumplirá.

14 Pues he aquí, el Espíritu del Señor pronto cesará de luchar con ellos; porque han rechazado a los profetas y han arrojado a Jeremías en una prisión. Y han procurado quitarle la vida a mi padre, hasta el punto de hacerlo huir del país.

15 Y ahora bien, he aquí os digo que si volvéis a Jerusalén, también pereceréis con ellos. Así pues, si lo preferís, subid allá, y recordad las palabras que os hablo, que si vais, también pereceréis; porque así me constriñe a hablar el Espíritu del Señor.

16 Y aconteció que cuando yo, Nefi, hube hablado estas palabras a mis hermanos, se irritaron contra mí. Y se lanzaron sobre mí, porque se habían enojado en extremo, y me ataron con cuerdas, pues intentaban quitarme la vida, para luego abandonarme en el desierto, a fin de que fuera devorado por animales salvajes.

17 Pero aconteció que oré al Señor, diciendo: ¡Oh Señor, según mi fe en ti, líbrame de las manos de mis hermanos; sí, dame fuerzas para romper estas ligaduras que me sujetan!

18 Y cuando hube pronunciado estas palabras, he aquí, fueron sueltas las ligaduras de mis manos y de mis pies, y poniéndome delante de mis hermanos, les hablé otra vez.

19 Y aconteció que se enfurecieron conmigo de nuevo y trataron de apoderarse de mí; pero he aquí, una de las hijas de Ismael, sí, y también su madre y uno de los hijos de Ismael, suplicaron a mis hermanos de tal manera que ablandaron sus corazones, y cesaron en sus esfuerzos por quitarme la vida.

20

Y sucedió que se sintieron apesadumbrados de su maldad, al grado de que se inclinaron delante de mí, suplicándome que les perdonara aquello que habían hecho conmigo.

21 Y aconteció que les perdoné sinceramente todo cuanto me habían hecho, y los exhorté a que pidieran al Señor su Dios que los perdonara. Y aconteció que así lo hicieron. Y después de haber orado al Señor, emprendimos otra vez la marcha hacia la tienda de nuestro padre.

22 Y aconteció que bajamos a la tienda de nuestro padre; y cuando yo, mis hermanos y toda la casa de Ismael hubimos llegado a la tienda de mi padre, ellos dieron gracias al Señor su Dios; y le ofrecieron sacrificios y holocaustos.

Capítulo 8

Lehi ve una visión del árbol de la vida — Come de su fruto y desea que su familia haga lo mismo — Ve una barra de hierro, un sendero estrecho y angosto y el vapor de tinieblas que envuelve a los hombres — Saríah, Nefi y Sam comen del fruto, pero Lamán y Lemuel no quieren hacerlo. Aproximadamente 600–592 a.C.

1

Y aconteció que habíamos recogido toda suerte de semillas de toda especie, tanto de granos de todas clases, como de todo género de frutas.

2 Y sucedió que mientras mi padre estaba en el desierto, nos habló, diciendo: He aquí, he soñado un sueño o, en otras palabras, he visto una visión.

3 Y he aquí, a causa de las cosas que he visto, tengo por qué regocijarme en el Señor por motivo de Nefi y de Sam; porque tengo razón para suponer que ellos y también muchos de sus descendientes se salvarán.

4 Pero he aquí, Lamán y Lemuel, temo en gran manera por causa de vosotros; pues he aquí, me pareció ver en mi sueño un desierto obscuro y lúgubre.

5 Y aconteció que vi a un hombre vestido con un manto blanco, el cual llegó y se puso delante de mí.

6 Y sucedió que me habló y me mandó que lo siguiera.

7 Y aconteció que mientras lo seguía, vi que me hallaba en un desierto obscuro y lúgubre.

8 Y después de haber caminado en la obscuridad por el espacio de muchas horas, empecé a implorarle al Señor que tuviera misericordia de mí, de acuerdo con la multitud de sus tiernas misericordias.

9 Y aconteció que después de haber orado al Señor, vi un campo grande y espacioso.

10

Y sucedió que vi un árbol cuyo fruto era deseable para hacer a uno feliz.

11 Y aconteció que me adelanté y comí de su fruto; y percibí que era de lo más dulce, superior a todo cuanto yo había probado antes. Sí, y vi que su fruto era blanco, y excedía a toda blancura que yo jamás hubiera visto.

12 Y al comer de su fruto, mi alma se llenó de un gozo inmenso; por lo que deseé que participara también de él mi familia, pues sabía que su fruto era preferible a todos los demás.

13 Y al dirigir la mirada en derredor, por si acaso descubría a mi familia también, vi un río de agua; y corría cerca del árbol de cuyo fruto yo estaba comiendo.

14 Y miré para ver de dónde procedía, y vi su fuente no muy lejos de mí; y en su manantial vi a vuestra madre, Saríah, y a Sam y a Nefi; y estaban allí como si no supieran a dónde ir.

15 Y aconteció que les hice señas y también les dije en voz alta que vinieran hacia mí y participaran de aquel fruto que era preferible a todos los demás.

16 Y sucedió que vinieron hacia mí y también comieron del fruto del árbol.

17 Y aconteció que yo sentí deseos de que Lamán y Lemuel vinieran y comieran también de aquel fruto; por tanto, dirigí la vista hacia el manantial del río por si acaso los veía.

18 Y aconteció que los vi, pero no quisieron venir hacia mí para comer del fruto.

19 Y percibí una barra de hierro que se extendía por la orilla del río y conducía al árbol donde yo estaba.

20

Y vi también un sendero estrecho y angosto que corría a un lado de la barra de hierro hasta el árbol, al lado del cual me hallaba; y también pasaba por donde brotaba el manantial hasta un campo grande y espacioso a semejanza de un mundo.

21 Y vi innumerables concursos de gentes, muchas de las cuales se estaban apremiando a fin de llegar al sendero que conducía al árbol al lado del cual me hallaba.

22 Y aconteció que se adelantaron y emprendieron la marcha por el sendero que conducía al árbol.

23 Y ocurrió que surgió un vapor de tinieblas, sí, un sumamente extenso vapor de tinieblas, tanto así que los que habían entrado en el sendero se apartaron del camino, de manera que se desviaron y se perdieron.

24 Y sucedió que vi a otros que se adelantaban, y llegaron y se asieron del extremo de la barra de hierro, y avanzaron a través del vapor de tinieblas, asidos a la barra de hierro, hasta que llegaron y participaron del fruto del árbol.

25 Y después de haber comido del fruto del árbol, miraron en derredor de ellos, como si se hallasen avergonzados.

26 Y yo también dirigí la mirada alrededor, y vi del otro lado del río un edificio grande y espacioso que parecía erguirse en el aire, a gran altura de la tierra.

27 Y estaba lleno de personas, tanto ancianas como jóvenes, hombres así como mujeres; y la ropa que vestían era excesivamente fina; y se hallaban en actitud de estar burlándose y señalando con el dedo a los que habían llegado hasta el fruto y estaban comiendo de él.

28 Y después que hubieron probado del fruto, se avergonzaron a causa de los que se mofaban de ellos; y cayeron en senderos prohibidos y se perdieron.

29 Y ahora bien, yo, Nefi, no relato todas las palabras de mi padre;

30

pero para ser breve en lo que escribo, he aquí, él vio otras multitudes que avanzaban; y llegaron y se agarraron del extremo de la barra de hierro; y siguieron hacia adelante, asidos constantemente a la barra de hierro, hasta que llegaron, y se postraron, y comieron del fruto del árbol.

31 Y vio también otras multitudes que se dirigían a tientas hacia el grande y espacioso edificio.

32 Y aconteció que muchos se ahogaron en las profundidades de la fuente; y muchos otros desaparecieron de su vista, desviándose por senderos extraños.

33 Y grande era la multitud que entraba en aquel singular edificio. Y después de entrar en él nos señalaban con dedo de escarnio a mí y también a los que participaban del fruto; pero no les hicimos caso.

34 Estas son las palabras de mi padre: Pues todos los que les hicieron caso se perdieron.

35 Y ni Lamán ni Lemuel comieron del fruto, dijo mi padre.

36 Y aconteció que luego que mi padre hubo relatado todas las palabras de su sueño o visión, que fueron muchas, nos dijo que a causa de estas cosas que había visto en la visión, temía en gran manera por Lamán y Lemuel; sí, temía que fueran desterrados de la presencia del Señor.

37 Y entonces los exhortó, con todo el sentimiento de un tierno padre, a que escucharan sus consejos, para que quizá el Señor tuviera misericordia de ellos y no los desechara; sí, mi padre les predicó.

38 Y después de haberles predicado, y también profetizado de muchas cosas, les mandó que guardaran los mandamientos del Señor; y cesó de hablarles.

Capítulo 9

Nefi prepara dos juegos de anales — A cada uno se da el nombre de planchas de Nefi — Las planchas mayores contienen una historia seglar; las menores tienen que ver principalmente con cosas sagradas. Aproximadamente 600–592 a.C.

1

Y todas estas cosas mi padre vio, oyó y dijo mientras vivía en una tienda en el valle de Lemuel, como también muchísimas otras cosas más que no se pueden escribir sobre estas planchas.

2 Ahora bien, ya que he hablado de estas planchas, he aquí, no son las mismas sobre las que escribo la historia completa de mi pueblo; pues a aquellas en que hago la relación completa de mi pueblo he dado el nombre de Nefi; y por tanto, se llaman las planchas de Nefi, conforme a mi propio nombre; y estas planchas también se llaman las planchas de Nefi.

3 Sin embargo, he recibido un mandato del Señor de que hiciera estas planchas para el objeto especial de que se grabase una relación del ministerio de mi pueblo.

4 Sobre las otras planchas se debe grabar la historia del reinado de los reyes, y las guerras y contiendas de mi pueblo; por lo tanto, estas planchas son mayormente para el ministerio; y las otras son principalmente para el reinado de los reyes, y las guerras y contenciones de mi pueblo.

5 Por tanto, el Señor me ha mandado hacer estas planchas para un sabio propósito suyo, el cual me es desconocido.

6 Pero el Señor sabe todas las cosas desde el principio; por tanto, él prepara una vía para realizar todas sus obras entre los hijos de los hombres; porque, he aquí, él tiene todo poder para el cumplimiento de todas sus palabras. Y así es. Amén.

Capítulo 10

Lehi predice la cautividad en Babilonia — Habla de la venida entre los judíos de un Mesías, un Salvador, un Redentor — Lehi habla también de la venida del que bautizaría al Cordero de Dios — Lehi habla de la muerte y de la resurrección del Mesías — Compara el esparcimiento y el recogimiento de Israel con un olivo — Nefi habla acerca del Hijo de Dios, del don del Espíritu Santo y de la necesidad de que haya rectitud. Aproximadamente 600–592 a.C.

1

Y ahora yo, Nefi, procedo a hacer un relato sobre estas planchas de la historia de mis hechos, y mi reinado y ministerio; así pues, para continuar con mi relación, debo decir algo más acerca de las cosas de mi padre y también de mis hermanos.

2 Porque he aquí, aconteció que luego que mi padre hubo concluido de relatar acerca de su sueño, y también de exhortarlos a ejercer toda diligencia, les habló acerca de los judíos,

3 que después que fuesen destruidos, sí, esa gran ciudad de Jerusalén, y muchos de ellos fuesen llevados cautivos a Babilonia, volverían otra vez de acuerdo con el propio y debido tiempo del Señor, sí, volverían de su cautividad; y después de volver de su cautividad, poseerían otra vez la tierra de su herencia.

4 Sí, seiscientos años después de la partida de mi padre de Jerusalén, el Señor Dios levantaría a un profeta entre los judíos: sí, un Mesías, o, en otras palabras, un Salvador del mundo.

5 Y también habló concerniente a los profetas: del gran número que había testificado de estas cosas referentes a este Mesías de quien él había hablado, o sea, de este Redentor del mundo.

6 Por lo tanto, todo el género humano se hallaba en un estado perdido y caído, y lo estaría para siempre, a menos que confiase en este Redentor.

7 Y también les habló acerca de un profeta que habría de preceder al Mesías, para preparar la vía del Señor;

8 sí, y que saldría y proclamaría en el desierto: Preparad el camino del Señor y enderezad sus sendas, porque entre vosotros se halla uno a quien no conocéis; y más poderoso es que yo, y de quien no soy digno de desatar la correa de su zapato. Y mi padre habló mucho tocante a esta cosa.

9 Y mi padre dijo que bautizaría en Betábara, del otro lado del Jordán; y también dijo que bautizaría con agua; que aun bautizaría al Mesías con agua;

10

y que después de haber bautizado al Mesías con agua, vería y daría testimonio de haber bautizado al Cordero de Dios, que quitaría los pecados del mundo.

11 Y aconteció que luego que mi padre hubo dicho estas palabras, habló a mis hermanos tocante al evangelio que sería predicado entre los judíos, y también concerniente a que los judíos degenerarían en la incredulidad. Y luego que hubiesen dado muerte al Mesías que habría de venir, y después de haber sido muerto, resucitaría de entre los muertos y se manifestaría a los gentiles por medio del Espíritu Santo.

12 Sí, mucho habló mi padre acerca de los gentiles y también de la casa de Israel, que se les compararía a un olivo, cuyas ramas serían desgajadas y esparcidas sobre toda la faz de la tierra.

13 Por tanto, dijo que era necesario que fuéramos conducidos unánimemente a la tierra de promisión, para que se cumpliese la palabra del Señor de que seríamos dispersados sobre toda la faz de la tierra.

14 Y que después que la casa de Israel fuese esparcida, sería de nuevo recogida; o, en una palabra, después que los gentiles hubiesen recibido la plenitud del evangelio, las ramas naturales del olivo, o sea, los restos de la casa de Israel, serían injertados, o llegarían al conocimiento del verdadero Mesías, su Señor y su Redentor.

15 Y con estas palabras mi padre profetizó y habló a mis hermanos, y también muchas otras cosas que no escribo en este libro; porque he escrito en mi otro libro cuanto me pareció conveniente.

16 Y todas estas cosas, de las cuales he hablado, sucedieron mientras mi padre vivía en una tienda en el valle de Lemuel.

17 Y aconteció que después que yo, Nefi, hube oído todas las palabras de mi padre concernientes a las cosas que había visto en su visión, y también las cosas que habló por el poder del Espíritu Santo, poder que recibió por la fe que tenía en el Hijo de Dios —y el Hijo de Dios era el Mesías que habría de venir— yo, Nefi, sentí deseos de que también yo viera, oyera y supiera de estas cosas, por el poder del Espíritu Santo, que es el don de Dios para todos aquellos que lo buscan diligentemente, tanto en tiempos pasados como en el tiempo en que se manifieste él mismo a los hijos de los hombres.

18 Porque él es siempre el mismo ayer, hoy y para siempre; y la vía ha sido preparada para todos los hombres desde la fundación del mundo, si es que se arrepienten y vienen a él.

19 Porque el que con diligencia busca, hallará; y los misterios de Dios le serán descubiertos por el poder del Espíritu Santo, lo mismo en estos días como en tiempos pasados, y lo mismo en tiempos pasados como en los venideros; por tanto, la vía del Señor es un giro eterno.

20

Recuerda, pues, oh hombre, que por todos tus hechos serás traído a juicio.

21 Por lo que, si habéis procurado hacer lo malo en los días de vuestra probación, entonces os halláis impuros ante el tribunal de Dios; y ninguna cosa impura puede morar con Dios; así que, debéis ser desechados para siempre.

22 Y el Espíritu Santo me da autoridad para que declare estas cosas y no las retenga.

Capítulo 11

Nefi ve el Espíritu del Señor y se le muestra el árbol de la vida en una visión — Ve a la madre del Hijo de Dios y aprende acerca de la condescendencia de Dios — Ve el bautismo, el ministerio y la crucifixión del Cordero de Dios — Ve también el llamamiento y ministerio de los Doce Apóstoles del Cordero. Aproximadamente 600–592 a.C.

1

Pues sucedió que después que hube deseado conocer las cosas que mi padre había visto, y creyendo que el Señor podía hacérmelas saber, mientras estaba yo sentado reflexionando sobre esto, fui arrebatado en el Espíritu del Señor, sí, hasta una montaña extremadamente alta que nunca antes había visto, y sobre la cual nunca había puesto mis pies.

2 Y me dijo el Espíritu: He aquí, ¿qué es lo que tú deseas?

3 Y yo dije: Deseo ver las cosas que mi padre vio.

4 Y el Espíritu me dijo: ¿Crees que tu padre vio el árbol del cual ha hablado?

5 Y respondí: Sí, tú sabes que creo todas las palabras de mi padre.

6 Y cuando hube pronunciado estas palabras, el Espíritu exclamó en voz alta: ¡Hosanna al Señor, el Más Alto Dios, porque él es Dios sobre toda la tierra, sí, sobre todo! Y bendito eres tú, Nefi, porque crees en el Hijo del Más Alto Dios; por lo tanto, verás las cosas que has deseado.

7 Y he aquí, esto te será dado por señal: que después que hayas visto el árbol que dio el fruto que tu padre probó, también verás a un hombre que desciende del cielo, y lo presenciarás; y después que lo hayas presenciado, darás testimonio de que es el Hijo de Dios.

8 Y aconteció que me dijo el Espíritu: ¡Mira! Y miré y vi un árbol; y era semejante al que mi padre había visto; y su belleza era muy superior, sí, sobrepujaba a toda otra belleza; y su blancura excedía a la blancura de la nieve misma.

9 Y sucedió que después que hube visto el árbol, le dije al Espíritu: Veo que me has mostrado el árbol que es más precioso que todos.

10

Y me preguntó: ¿Qué deseas tú?

11 Y le dije: Deseo saber la interpretación de ello, pues le hablaba como habla el hombre; porque vi que tenía la forma de hombre. No obstante, yo sabía que era el Espíritu del Señor; y él me hablaba como un hombre habla con otro.

12 Y aconteció que me dijo: ¡Mira! Y miré para verlo, pero no lo vi más, pues se había retirado de mi presencia.

13 Y sucedió que miré, y vi la gran ciudad de Jerusalén, y también otras ciudades. Y vi la ciudad de Nazaret, y en ella vi a una virgen, y era sumamente hermosa y blanca.

14 Y ocurrió que vi abrirse los cielos; y un ángel descendió y se puso delante de mí, y me dijo: Nefi, ¿qué es lo que ves?

15 Y le contesté: Una virgen, más hermosa y pura que toda otra virgen.

16 Y me dijo: ¿Comprendes la condescendencia de Dios?

17 Y le respondí: Sé que ama a sus hijos; sin embargo, no sé el significado de todas las cosas.

18 Y me dijo: He aquí, la virgen que tú ves es la madre del Hijo de Dios, según la carne.

19 Y aconteció que vi que fue llevada en el Espíritu; y después que hubo sido llevada en el Espíritu por cierto espacio de tiempo, me habló el ángel, diciendo: ¡Mira!

20

Y miré, y vi de nuevo a la virgen llevando a un niño en sus brazos.

21 Y el ángel me dijo: ¡He aquí, el Cordero de Dios, sí, el Hijo del Padre Eterno! ¿Comprendes el significado del árbol que tu padre vio?

22 Y le contesté, diciendo: Sí, es el amor de Dios que se derrama ampliamente en el corazón de los hijos de los hombres; por lo tanto, es más deseable que todas las cosas.

23 Y él me habló, diciendo: Sí, y el de mayor gozo para el alma.

24 Y cuando hubo pronunciado estas palabras, me dijo: ¡Mira! Y miré, y vi al Hijo de Dios que iba entre los hijos de los hombres; y vi a muchos que caían a sus pies y lo adoraban.

25 Y aconteció que vi que la barra de hierro que mi padre había visto representaba la palabra de Dios, la cual conducía a la fuente de aguas vivas o árbol de la vida; y estas aguas son una representación del amor de Dios; y también vi que el árbol de la vida representaba el amor de Dios.

26 Y el ángel me dijo de nuevo: ¡Mira, y ve la condescendencia de Dios!

27 Y miré, y vi al Redentor del mundo, de quien mi padre había hablado, y vi también al profeta que habría de preparar la vía delante de él. Y el Cordero de Dios se adelantó y fue bautizado por él; y después que fue bautizado, vi abrirse los cielos, y al Espíritu Santo descender del cielo y reposar sobre él en forma de paloma.

28 Y vi que salió, ejerciendo su ministerio entre el pueblo con poder y gran gloria; y se reunían las multitudes para escucharlo; y vi que lo echaron de entre ellos.

29 Y vi también a doce más que lo seguían. Y aconteció que fueron llevados en el Espíritu de delante de mi faz, de modo que no los vi más.

30

Y aconteció que me habló de nuevo el ángel, diciendo: ¡Mira! Y miré, y vi que se abrían de nuevo los cielos, y que descendían ángeles sobre los hijos de los hombres; y les ministraban.

31 Y de nuevo me habló, diciendo: ¡Mira! Y miré, y vi al Cordero de Dios que iba entre los hijos de los hombres. Y vi a multitudes de personas que estaban enfermas y afligidas con toda clase de males, y con demonios y con espíritus impuros; y el ángel me habló y me mostró todas estas cosas. Y fueron sanadas por el poder del Cordero de Dios; y los demonios y los espíritus impuros fueron echados fuera.

32 Y aconteció que me habló otra vez el ángel, diciendo: ¡Mira! Y miré, y vi al Cordero de Dios, y que el pueblo lo apresó; sí, vi que el Hijo del sempiterno Dios fue juzgado por el mundo; y yo vi, y doy testimonio.

33 Y yo, Nefi, vi que fue levantado sobre la cruz y muerto por los pecados del mundo.

34 Y después que fue muerto, vi a las multitudes de la tierra, y que estaban reunidas para combatir contra los apóstoles del Cordero; porque así llamó a los doce el ángel del Señor.

35 Y estaban reunidas las multitudes de la tierra; y vi que se hallaban en un vasto y espacioso edificio, semejante al que mi padre vio. Y de nuevo me habló el ángel del Señor, diciendo: He aquí el mundo y su sabiduría; sí, he aquí, la casa de Israel se ha reunido para combatir contra los doce apóstoles del Cordero.

36 Y aconteció que vi, y doy testimonio de que el grande y espacioso edificio representaba el orgullo del mundo; y cayó, y su caída fue grande en extremo. Y me habló otra vez el ángel del Señor, diciendo: Así será la destrucción de todas las naciones, tribus, lenguas y pueblos que combatan contra los doce apóstoles del Cordero.

Capítulo 12

Nefi ve en visión la tierra de promisión; la rectitud, la iniquidad y la caída de sus habitantes; la venida del Cordero de Dios entre ellos; que los Doce Discípulos y los Doce Apóstoles juzgarán a Israel; y el estado aborrecible y sucio de aquellos que degeneran en la incredulidad. Aproximadamente 600–592 a.C.

1

Y aconteció que me dijo el ángel: Mira y ve a tu posteridad y también la posteridad de tus hermanos. Y miré, y vi la tierra de promisión; y vi multitudes de gentes, sí, cual si fuera en tan inmenso número como la arena del mar.

2 Y sucedió que vi a las multitudes reunidas para combatir unas contra otras; y vi guerras y rumores de guerras, y vi la gran mortandad causada por la espada entre los de mi pueblo.

3 Y aconteció que vi pasar muchas generaciones en guerras y contiendas en la tierra; y vi un gran número de ciudades, sí, tantas que no las conté.

4 Y aconteció que vi un vapor de tinieblas sobre la faz de la tierra de promisión; y vi relámpagos, y oí truenos y terremotos y toda clase de ruidos estrepitosos; y vi que se hendieron las rocas y la tierra; y vi montañas desplomarse en pedazos; y vi las llanuras tornarse escabrosas; y vi que se hundieron muchas ciudades; y vi que muchas otras fueron abrasadas por fuego; y vi muchas que cayeron a tierra por causa de los terremotos.

5 Y sucedió que después de presenciar estas cosas, vi que el vapor de tinieblas desaparecía de sobre la faz de la tierra; y he aquí, vi multitudes que no habían caído a causa de los grandes y terribles juicios del Señor.

6 Y vi abrirse los cielos, y al Cordero de Dios que descendía del cielo; y bajó y se manifestó a los que no habían caído.

7 Y también vi y doy testimonio de que el Espíritu Santo descendió sobre otros doce; y fueron ordenados de Dios, y escogidos.

8 Y el ángel me habló, diciendo: He aquí los doce discípulos del Cordero que han sido escogidos para ministrar a los de tu descendencia.

9 Y me dijo: ¿Te acuerdas de los doce apóstoles del Cordero? He aquí, ellos son los que juzgarán a las doce tribus de Israel; por tanto, los doce ministros de tu posteridad serán juzgados por ellos, pues vosotros sois de la casa de Israel.

10

Y estos doce ministros que tú ves juzgarán a tu posteridad. Y he aquí, son justos para siempre; porque a causa de su fe en el Cordero de Dios, sus vestidos son emblanquecidos en su sangre.

11 Y el ángel me dijo: ¡Mira! Y miré, y vi que murieron en rectitud tres generaciones; y sus vestidos eran blancos, así como los del Cordero de Dios; y me dijo el ángel: Estos son emblanquecidos en la sangre del Cordero, a causa de su fe en él.

12 Y yo, Nefi, también vi a muchos de los de la cuarta generación que murieron en rectitud.

13 Y sucedió que vi reunidas a las multitudes de la tierra.

14 Y el ángel me dijo: He aquí tu posteridad, y también la de tus hermanos.

15 Y ocurrió que miré y vi a los de mi posteridad reunidos en multitudes contra la posteridad de mis hermanos; y se hallaban congregados para la batalla.

16 Y el ángel me habló, diciendo: He aquí la fuente de aguas sucias que tu padre vio; sí, el río del que habló; y sus profundidades son las profundidades del infierno.

17 Y los vapores de tinieblas son las tentaciones del diablo que ciegan los ojos y endurecen el corazón de los hijos de los hombres, y los conducen hacia caminos anchos, de modo que perecen y se pierden.

18 Y el vasto y espacioso edificio que tu padre vio representa las vanas ilusiones y el orgullo de los hijos de los hombres. Y un grande y terrible abismo los separa; sí, la palabra de la justicia del Dios Eterno y el Mesías, que es el Cordero de Dios, de quien el Espíritu Santo da testimonio desde el principio del mundo hasta hoy, y desde ahora y para siempre.

19 Y mientras el ángel pronunciaba estas palabras, vi que la posteridad de mis hermanos combatía contra la mía, según la palabra del ángel; y a causa del orgullo de mi posteridad y de las tentaciones del diablo, vi que la posteridad de mis hermanos venció a los de mi descendencia.

20

Y aconteció que miré, y vi que los de la posteridad de mis hermanos habían vencido a la mía; y se repartieron en multitudes sobre la superficie de la tierra.

21 Y los vi reunirse en multitudes; y vi entre ellos guerras y rumores de guerras; y en guerras y rumores de guerras, vi pasar muchas generaciones.

22 Y el ángel me dijo: He aquí que estos degenerarán en la incredulidad.

23 Y aconteció que vi, que después que hubieron degenerado en la incredulidad, se convirtieron en una gente obscura, aborrecible y sucia, llena de ocio y de todo género de abominaciones.

Capítulo 13

Nefi ve en visión el establecimiento de la iglesia del diablo entre los gentiles, el descubrimiento y la colonización de las Américas, la pérdida de muchas partes claras y preciosas de la Biblia, el estado resultante de la apostasía de los gentiles, la restauración del Evangelio, el advenimiento de las Escrituras de los últimos días y la edificación de Sion. Aproximadamente 600–592 a.C.

1

Y aconteció que el ángel me habló, diciendo: ¡Mira! Y miré, y vi muchas naciones y reinos.

2 Y me dijo el ángel: ¿Qué ves? Y yo dije: Veo muchas naciones y reinos.

3 Y me dijo él a mí: Estas son las naciones y los reinos de los gentiles.

4 Y aconteció que vi entre las naciones de los gentiles la formación de una grande iglesia.

5 Y el ángel me dijo: He aquí la formación de una iglesia que es la más abominable de todas las demás iglesias, que mata a los santos de Dios, sí, y los atormenta y los oprime, y los unce con un yugo de hierro, y los reduce al cautiverio.

6 Y aconteció que vi esta grande y abominable iglesia, y vi que el diablo fue su fundador.

7 Y vi también oro y plata y sedas y escarlatas y linos de fino tejido y toda especie de vestiduras preciosas; y vi muchas rameras.

8 Y el ángel me habló, diciendo: He aquí, el oro y la plata, las sedas y escarlatas, y los linos de fino tejido, y los preciosos vestidos, y las rameras, son lo que desea esta grande y abominable iglesia.

9 Y también, por motivo de las alabanzas del mundo, destruyen a los santos de Dios y los reducen al cautiverio.

10

Y sucedió que miré, y vi muchas aguas; y estas separaban a los gentiles de la posteridad de mis hermanos.

11 Y aconteció que el ángel me dijo: He aquí, la ira de Dios está sobre la posteridad de tus hermanos.

12 Y miré, y vi entre los gentiles a un hombre que estaba separado de la posteridad de mis hermanos por las muchas aguas; y vi que el Espíritu de Dios descendió y obró sobre él; y el hombre partió sobre las muchas aguas, sí, hasta donde estaban los descendientes de mis hermanos que se encontraban en la tierra prometida.

13 Y aconteció que vi al Espíritu de Dios que obraba sobre otros gentiles, y salieron de su cautividad, cruzando las muchas aguas.

14 Y sucedió que vi muchas multitudes de gentiles sobre la tierra de promisión, y vi que la ira de Dios vino sobre los descendientes de mis hermanos, y fueron dispersados delante de los gentiles, y afligidos.

15 Y vi que el Espíritu del Señor estaba sobre los gentiles, y prosperaron y obtuvieron la tierra por herencia; y vi que eran blancos y muy bellos y hermosos, semejantes a los de mi pueblo antes que los mataran.

16 Y aconteció que yo, Nefi, vi que los gentiles que habían salido de la cautividad se humillaron delante del Señor, y el poder del Señor estaba con ellos.

17 Y vi que las madres patrias de los gentiles se hallaban reunidas sobre las aguas, y sobre la tierra también, para combatirlos.

18 Y vi que el poder de Dios estaba con ellos, y también que la ira de Dios pesaba sobre todos aquellos que estaban congregados en contra de ellos para la lucha.

19 Y yo, Nefi, vi que los gentiles que habían salido de la cautividad fueron librados por el poder de Dios de las manos de todas las demás naciones.

20

Y ocurrió que yo, Nefi, vi que prosperaron en la tierra; y vi un libro, y lo llevaban entre ellos.

21 Y me dijo el ángel: ¿Sabes tú el significado del libro?

22 Y le respondí: No lo sé.

23 Y dijo: He aquí, proviene de la boca de un judío. Y yo, Nefi, miré el libro; y el ángel me dijo: El libro que ves es una historia de los judíos, el cual contiene los convenios que el Señor ha hecho con la casa de Israel; y también contiene muchas de las profecías de los santos profetas; y es una narración semejante a los grabados sobre las planchas de bronce, aunque menos en número. No obstante, contienen los convenios que el Señor ha hecho con la casa de Israel; por tanto, son de gran valor para los gentiles.

24 Y el ángel del Señor me dijo: Has visto que el libro salió de la boca de un judío, y cuando salió de la boca del judío, contenía la plenitud del evangelio del Señor, de quien dan testimonio los doce apóstoles; y ellos testifican conforme a la verdad que está en el Cordero de Dios.

25 Por lo tanto, estas cosas proceden en su pureza de los judíos a los gentiles, según la verdad que está en Dios.

26 Y después que proceden por la mano de los doce apóstoles del Cordero, de los judíos a los gentiles, tú ves la formación de una iglesia grande y abominable, que es la más abominable de todas las demás iglesias, pues, he aquí, ha despojado el evangelio del Cordero de muchas partes que son claras y sumamente preciosas, y también ha quitado muchos de los convenios del Señor.

27 Y ha hecho todo esto para pervertir las vías correctas del Señor, para cegar los ojos y endurecer el corazón de los hijos de los hombres.

28 Por tanto, ves tú que después que el libro ha pasado por las manos de esa grande y abominable iglesia, se han quitado muchas cosas claras y preciosas del libro, el cual es el libro del Cordero de Dios.

29 Y después que se quitaron estas cosas claras y de gran valor, va entre todas las naciones de los gentiles; y luego que va entre todas las naciones de los gentiles, sí, aun hasta el otro lado de las muchas aguas que has visto, entre los gentiles que han salido del cautiverio, tú ves que —a causa de las muchas cosas claras y preciosas que se han quitado del libro, cosas que eran claras al entendimiento de los hijos de los hombres, según la claridad que hay en el Cordero de Dios— a causa de estas cosas que se han suprimido del evangelio del Cordero, muchísimos tropiezan, sí, de tal modo que Satanás tiene gran poder sobre ellos.

30

No obstante, tú ves que los gentiles que han salido de la cautividad, y que, gracias al poder de Dios, han sido elevados sobre todas las demás naciones que hay en la superficie de la tierra, que es una tierra escogida sobre todas las demás, la cual es la tierra que el Señor Dios dio a tu padre por convenio para que fuese la herencia de sus descendientes; por tanto, ves que el Señor Dios no permitirá que los gentiles destruyan completamente a los de la mezcla de tu descendencia que se hallan entre tus hermanos.

31 Ni permitirá tampoco que los gentiles destruyan a la posteridad de tus hermanos.

32 Ni permitirá el Señor Dios que los gentiles permanezcan para siempre en ese horrible estado de ceguedad, en el que ves que están a causa de las partes claras y sumamente preciosas del evangelio del Cordero que ha suprimido esa iglesia abominable, cuya formación tú has visto.

33 Por tanto, dice el Cordero de Dios: Seré misericordioso con los gentiles, aun al grado de visitar al resto de la casa de Israel con gran juicio.

34 Y aconteció que el ángel del Señor me habló, diciendo: He aquí, dice el Cordero de Dios, después que haya visitado al resto de la casa de Israel —y este resto del que hablo es la posteridad de tu padre— por lo tanto, después que los haya visitado con juicio, y los haya herido por la mano de los gentiles, y después que los gentiles tropiecen muchísimo a causa de las partes más claras y preciosas que fueron suprimidas del evangelio del Cordero por esa abominable iglesia, que es la madre de las rameras, dice el Cordero, seré misericordioso con los gentiles en aquel día, de tal modo que haré llegar a ellos, por medio de mi propio poder, mucho de mi evangelio que será claro y precioso, dice el Cordero.

35 Porque he aquí, dice el Cordero: Yo mismo me manifestaré a los de tu posteridad, por lo que escribirán muchas cosas que yo les suministraré, las cuales serán claras y preciosas; y después que tu posteridad sea destruida y degenere en la incredulidad, lo mismo que la de tus hermanos, he aquí que estas cosas serán escondidas, a fin de que sean manifestadas a los gentiles por el don y el poder del Cordero.

36 Y en ellas estará escrito mi evangelio, dice el Cordero, y mi roca y mi salvación.

37 Y bienaventurados aquellos que procuren establecer a mi Sion en aquel día, porque tendrán el don y el poder del Espíritu Santo; y si perseveran hasta el fin, serán enaltecidos en el último día y se salvarán en el reino eterno del Cordero; y los que publiquen la paz, sí, nuevas de gran gozo, ¡cuán bellos serán sobre las montañas!

38 Y aconteció que vi al resto de la posteridad de mis hermanos, y también vi que el libro del Cordero de Dios, que había salido de la boca del judío, llegó de los gentiles al resto de la posteridad de mis hermanos.

39 Y después que hubo llegado a ellos, vi otros libros que vinieron por el poder del Cordero, de los gentiles a ellos, para convencer a los gentiles y al resto de la posteridad de mis hermanos, y también a los judíos que se encontraban esparcidos sobre toda la superficie de la tierra, de que los escritos de los profetas y de los doce apóstoles del Cordero son verdaderos.

40

Y el ángel me habló, diciendo: Estos últimos anales que has visto entre los gentiles, establecerán la verdad de los primeros, los cuales son los de los doce apóstoles del Cordero, y darán a conocer las cosas claras y preciosas que se les han quitado, y manifestarán a todas las familias, lenguas y pueblos que el Cordero de Dios es el Hijo del Eterno Padre, y es el Salvador del mundo; y que es necesario que todos los hombres vengan a él, o no serán salvos.

41 Y han de venir conforme a las palabras que serán establecidas por boca del Cordero; y las palabras del Cordero se darán a conocer en los anales de tu posteridad, como también en los anales de los doce apóstoles del Cordero; por lo que los dos serán reunidos en uno solo; porque hay un Dios y un Pastor sobre toda la tierra.

42 Y viene el tiempo en que él se manifestará a todas las naciones, tanto a los judíos como también a los gentiles; y después que se haya manifestado a los judíos y también a los gentiles, entonces se manifestará a los gentiles y también a los judíos; y los últimos serán los primeros, y los primeros serán los últimos.

Capítulo 14

Un ángel le informa a Nefi acerca de las bendiciones y las maldiciones que caerán sobre los gentiles — Solamente hay dos iglesias: la Iglesia del Cordero de Dios y la iglesia del diablo — Los santos de Dios son perseguidos en todas las naciones por la iglesia grande y abominable — El apóstol Juan escribirá tocante al fin del mundo. Aproximadamente 600–592 a.C.

1

Y sucederá que si los gentiles escucharen al Cordero de Dios el día en que él mismo se manifieste a ellos, tanto en palabra, como también en poder, real y verdaderamente, para quitar sus tropiezos,

2 y no endurecieren sus corazones contra el Cordero de Dios, serán contados entre la posteridad de tu padre; sí, serán contados entre los de la casa de Israel; y serán para siempre un pueblo bendito sobre la tierra prometida, y no serán llevados más al cautiverio; y la casa de Israel ya no será confundida.

3 Y ese profundo abismo que ha cavado para ellos esa grande y abominable iglesia, la cual fundaron el diablo y sus hijos para conducir las almas de los hombres al infierno, sí, ese profundo abismo que ha sido cavado para la destrucción de los hombres, se llenará con aquellos que lo abrieron, hasta su completa destrucción, dice el Cordero de Dios; no la destrucción del alma, a menos que sea el arrojarla en aquel infierno que no tiene fin.

4 Porque he aquí que esto va de conformidad con la cautividad del diablo, y también con la justicia de Dios, sobre todos los que cometan iniquidades y abominaciones ante él.

5 Y aconteció que el ángel me habló a mí, Nefi, diciendo: Tú has visto que si los gentiles se arrepienten, les irá bien; y también sabes acerca de los convenios del Señor con la casa de Israel; y también has oído que el que no se arrepienta deberá perecer.

6 Por lo tanto, ¡ay de los gentiles, si es que endurecen sus corazones contra el Cordero de Dios!

7 Porque viene el día, dice el Cordero de Dios, en que haré una obra grande y maravillosa entre los hijos de los hombres, una obra que será sempiterna, ya para una cosa u otra; ya para convencerlos a la paz y vida eterna, o entregarlos a la dureza de sus corazones y ceguedad de sus mentes hasta ser llevados al cautiverio, y también a la destrucción, tanto temporal como espiritualmente, según la cautividad del diablo, de la cual he hablado.

8 Y aconteció que cuando el ángel hubo hablado estas palabras, me dijo: ¿Recuerdas los convenios del Padre con la casa de Israel? Yo le contesté: Sí.

9 Y sucedió que me dijo: Mira, y ve esa grande y abominable iglesia que es la madre de las abominaciones, cuyo fundador es el diablo.

10

Y me dijo: He aquí, no hay más que dos iglesias solamente; una es la iglesia del Cordero de Dios, y la otra es la iglesia del diablo; de modo que el que no pertenece a la iglesia del Cordero de Dios, pertenece a esa grande iglesia que es la madre de las abominaciones, y es la ramera de toda la tierra.

11 Y aconteció que miré y vi a la ramera de toda la tierra, y se asentaba sobre muchas aguas; y tenía dominio sobre toda la tierra, entre todas las naciones, tribus, lenguas y pueblos.

12 Y sucedió que vi la iglesia del Cordero de Dios, y sus números eran pocos a causa de la iniquidad y las abominaciones de la ramera que se asentaba sobre las muchas aguas. No obstante, vi que la iglesia del Cordero, que eran los santos de Dios, se extendía también sobre toda la superficie de la tierra; y sus dominios sobre la faz de la tierra eran pequeños, a causa de la maldad de la gran ramera a quien yo vi.

13 Y ocurrió que vi que la gran madre de las abominaciones reunió multitudes sobre toda la superficie de la tierra, entre todas las naciones de los gentiles, para combatir contra el Cordero de Dios.

14 Y aconteció que yo, Nefi, vi que el poder del Cordero de Dios descendió sobre los santos de la iglesia del Cordero y sobre el pueblo del convenio del Señor, que se hallaban dispersados sobre toda la superficie de la tierra; y tenían por armas su rectitud y el poder de Dios en gran gloria.

15 Y sucedió que vi que la ira de Dios se derramó sobre aquella grande y abominable iglesia, de tal modo que hubo guerras y rumores de guerras entre todas las naciones y familias de la tierra.

16 Y cuando empezó a haber guerras y rumores de guerras entre todas las naciones que pertenecían a la madre de las abominaciones, me habló el ángel, diciendo: He aquí, la ira de Dios está sobre la madre de las rameras; y he aquí, tú ves todas estas cosas;

17 y cuando llegue el día en que la ira de Dios sea derramada sobre la madre de las rameras, que es la iglesia grande y abominable de toda la tierra, cuyo fundador es el diablo, entonces, en ese día, empezará la obra del Padre, preparando la vía para el cumplimiento de sus convenios que él ha hecho con su pueblo que es de la casa de Israel.

18 Y aconteció que el ángel me habló, diciendo: ¡Mira!

19 Y miré, y vi a un hombre que estaba vestido con un manto blanco.

20

Y el ángel me dijo: ¡He ahí uno de los doce apóstoles del Cordero!

21 He aquí, él verá y escribirá el resto de estas cosas; sí, y también muchas que han sucedido.

22 Y escribirá también sobre el fin del mundo.

23 Por tanto, las cosas que él escriba son justas y verdaderas; y he aquí, están escritas en el libro que tú has visto salir de la boca del judío. Y en la época en que salieron de la boca del judío, o sea, cuando el libro salió de la boca del judío, las cosas que estaban escritas eran claras y puras, y las más preciosas y fáciles para el entendimiento de todos los hombres.

24 Y he aquí, las cosas que este apóstol del Cordero escribirá son muchas de las que tú ya has visto; y he aquí, el resto tú lo verás.

25 Pero las que verás en adelante, no escribirás; porque el Señor Dios ha ordenado que las escriba el apóstol del Cordero de Dios.

26 Y ha habido también otros a quienes el Señor ha mostrado todas las cosas, y las han escrito; y han sido selladas, según la verdad que está en el Cordero, para aparecer en su pureza a la casa de Israel en el propio y debido tiempo del Señor.

27 Y yo, Nefi, oí, y testifico que el nombre del apóstol del Cordero era Juan, según la palabra del ángel.

28 Y he aquí que a mí, Nefi, se me prohíbe escribir el resto de las cosas que vi y oí; por lo que me basta con las que he escrito; y no he escrito más que una pequeña parte de lo que vi.

29 Y doy testimonio de que yo vi las cosas que mi padre vio, y el ángel del Señor me las hizo saber.

30

Y ahora ceso de hablar tocante a las cosas que vi cuando fui llevado en el Espíritu; y si todas las cosas que vi no están escritas, las que he escrito son verdaderas. Y así es. Amén.

Capítulo 15

Los de la posteridad de Lehi recibirán de los gentiles el Evangelio en los postreros días — El recogimiento de Israel se compara a un olivo cuyas ramas naturales serán injertadas nuevamente — Nefi interpreta la visión del árbol de la vida y dice que la justicia de Dios separa a los malos de los justos. Aproximadamente 600–592 a.C.

1

Y ocurrió que después que yo, Nefi, hube sido arrebatado en el Espíritu, y hube visto todas estas cosas, volví a la tienda de mi padre.

2 Y sucedió que vi a mis hermanos, y estaban disputando entre sí concerniente a las cosas que mi padre les había hablado.

3 Porque verdaderamente les habló muchas grandes cosas que eran difíciles de comprender, a menos que uno recurriera al Señor; y como eran duros de corazón, no acudían al Señor como debían.

4 Y yo, Nefi, estaba apesadumbrado por la dureza de sus corazones, como también a causa de las cosas que yo había visto, las cuales sabía que inevitablemente habrían de suceder, debido a la gran iniquidad de los hijos de los hombres.

5 Y aconteció que me sentí abatido por causa de mis aflicciones, porque las consideraba mayores que cualquier otra cosa, por motivo de la destrucción de mi pueblo, porque yo había visto su caída.

6 Y aconteció que después de haber recobrado la fuerza, hablé a mis hermanos, deseando saber la causa de sus disputas.

7 Y dijeron: He aquí, no podemos comprender las palabras que nuestro padre ha hablado concernientes a las ramas naturales del olivo, y también con respecto a los gentiles.

8 Y les dije: ¿Habéis preguntado al Señor?

9 Y me contestaron: No, porque el Señor no nos da a conocer tales cosas a nosotros.

10

He aquí, les dije: ¿Cómo es que no guardáis los mandamientos del Señor? ¿Cómo es que queréis perecer a causa de la dureza de vuestros corazones?

11 ¿No recordáis las cosas que el Señor ha dicho: Si no endurecéis vuestros corazones, y me pedís con fe, creyendo que recibiréis, guardando diligentemente mis mandamientos, de seguro os serán manifestadas estas cosas?

12 He aquí, os digo que la casa de Israel fue comparada a un olivo por el Espíritu del Señor que estaba en nuestro padre; y he aquí, ¿no hemos sido desgajados de la casa de Israel? ¿No somos nosotros una rama de la casa de Israel?

13 Ahora bien, lo que nuestro padre quiere decir concerniente al injerto de las ramas naturales, por medio de la plenitud de los gentiles, es que en los días postreros, cuando nuestros descendientes hayan degenerado en la incredulidad, sí, por el espacio de muchos años, y muchas generaciones después que el Mesías sea manifestado en la carne a los hijos de los hombres, entonces la plenitud del evangelio del Mesías vendrá a los gentiles; y de los gentiles vendrá al resto de nuestra posteridad.

14 Y en aquel día el resto de los de nuestra posteridad sabrán que son de la casa de Israel, y que son el pueblo del convenio del Señor; y entonces sabrán y llegarán al conocimiento de sus antepasados, y también al conocimiento del evangelio de su Redentor, que él ministró a sus padres. Por tanto, llegarán al conocimiento de su Redentor y de los principios exactos de su doctrina, para que sepan cómo venir a él y ser salvos.

15 Y entonces, ¿no se regocijarán en aquel día, y alabarán a su sempiterno Dios, su roca y su salvación? Sí, ¿no recibirán en aquel día la fuerza y nutrición de la verdadera vid? Sí, ¿no vendrán al verdadero rebaño de Dios?

16 He aquí, os digo que sí; se hará memoria de ellos otra vez entre la casa de Israel; y siendo una rama natural del olivo, serán injertados en el olivo verdadero.

17 Y esto es lo que nuestro padre quiere decir; y nos da a entender que no sucederá sino hasta después que los hayan dispersado los gentiles; y se refiere a que se llevará a cabo por medio de los gentiles, a fin de que el Señor manifieste a estos su poder, precisamente porque será rechazado por los judíos, o sea, por los de la casa de Israel.

18 Por tanto, nuestro padre no ha hablado solamente de nuestra posteridad, sino también de toda la casa de Israel, indicando el convenio que se ha de cumplir en los postreros días, convenio que el Señor hizo con nuestro padre Abraham, diciendo: En tu posteridad serán benditas todas las familias de la tierra.

19 Y aconteció que yo, Nefi, les hablé mucho respecto de estas cosas; sí, les hablé concerniente a la restauración de los judíos en los postreros días.

20

Y les repetí las palabras de Isaías, quien se refirió a la restauración de los judíos, o sea, de la casa de Israel; y que después que fuesen restaurados, no volverían a ser confundidos ni esparcidos otra vez. Y sucedió que hablé muchas palabras a mis hermanos, de modo que se tranquilizaron y se humillaron ante el Señor.

21 Y aconteció que de nuevo me hablaron, diciendo: ¿Qué significa esta cosa que nuestro padre vio en un sueño? ¿Qué significado tiene el árbol que vio?

22 Y yo les dije: Era una representación del árbol de la vida.

23 Y me dijeron: ¿Qué significa la barra de hierro, que nuestro padre vio, que conducía al árbol?

24 Y les dije que era la palabra de Dios; y que quienes escucharan la palabra de Dios y se aferraran a ella, no perecerían jamás; ni los vencerían las tentaciones ni los ardientes dardos del adversario para cegarlos y llevarlos hasta la destrucción.

25 Por tanto, yo, Nefi, los exhorté a que escucharan la palabra del Señor; sí, les exhorté con todas las energías de mi alma y con toda la facultad que poseía, a que obedecieran la palabra de Dios y se acordaran siempre de guardar sus mandamientos en todas las cosas.

26 Y me dijeron: ¿Qué significa el río de agua que nuestro padre vio?

27 Y les respondí que el agua que mi padre vio representaba la inmundicia; y que su mente se hallaba absorta a tal grado en otras cosas que no vio la suciedad del agua.

28 Y les dije que era un abismo horroroso que separaba a los inicuos del árbol de la vida, y también de los santos de Dios.

29 Y les dije que era una representación de aquel infierno terrible que el ángel me dijo había sido preparado para los inicuos.

30

Y les dije que nuestro padre también vio que la justicia de Dios separaba a los malos de los justos; y su resplandor era como el de una llama de fuego que asciende hasta Dios para siempre jamás y no tiene fin.

31 Y me preguntaron: ¿Significa esto el tormento del cuerpo en los días de probación, o significa el estado final del alma, después de la muerte del cuerpo temporal, o se refiere a las cosas que son temporales?

32 Y aconteció que les dije que aquello era una representación de cosas temporales así como espirituales; porque habría de llegar el día en que serían juzgados por sus obras; sí, según las obras efectuadas por el cuerpo temporal en sus días de probación.

33 Por lo tanto, si morían en su iniquidad, tendrían que ser desechados también, con respecto a las cosas que son espirituales, las cuales se relacionan con la rectitud; de modo que deberán comparecer ante Dios para ser juzgados según sus obras. Y si sus obras han sido inmundicia, por fuerza ellos son inmundos; y si son inmundos, por fuerza ellos no pueden morar en el reino de Dios; de lo contrario, el reino de Dios también sería inmundo.

34 Pero he aquí, os digo que el reino de Dios no es inmundo, y ninguna cosa impura puede entrar en el reino de Dios; de modo que es necesario que se prepare un lugar de inmundicia para lo que es inmundo.

35 Y se ha preparado un lugar; sí, aquel infierno horroroso de que he hablado, y quien lo ha preparado es el diablo. Por tanto, el estado final de las almas de los hombres es morar en el reino de Dios, o ser expulsados, por razón de esa justicia a que me he referido.

36 Así que los malos son desechados de entre los justos, y también de aquel árbol de la vida, cuyo fruto es el más precioso y el más apetecible de todos los frutos; sí, y es el más grande de todos los dones de Dios. Y así hablé a mis hermanos. Amén.

Capítulo 16

Los inicuos hallan dura la verdad — Los hijos de Lehi se casan con las hijas de Ismael — La Liahona marca el camino que deben seguir por el desierto — De cuando en cuando se escriben en la Liahona mensajes del Señor — Muere Ismael; su familia murmura por motivo de sus aflicciones. Aproximadamente 600–592 a.C.

1

Y aconteció que después que yo, Nefi, hube terminado de hablar a mis hermanos, he aquí, ellos me dijeron: Tú nos has declarado cosas duras, más de lo que podemos aguantar.

2 Y sucedió que les dije que yo sabía que había hablado palabras duras contra los inicuos, según la verdad; y a los justos he justificado, y testificado que ellos habrían de ser enaltecidos en el postrer día; por tanto, los culpables hallan la verdad dura, porque los hiere hasta el centro.

3 Ahora bien, mis hermanos, si vosotros fuerais justos y desearais escuchar la verdad y prestarle atención, a fin de andar rectamente delante de Dios, no murmuraríais por causa de la verdad, ni diríais: Tú hablas cosas duras en contra de nosotros.

4 Y aconteció que yo, Nefi, exhorté a mis hermanos con toda diligencia a guardar los mandamientos del Señor.

5 Y sucedió que se humillaron ante el Señor, de tal modo que sentí gozo y grandes esperanzas de que anduvieran por las sendas de la rectitud.

6 Ahora bien, todas estas cosas se dijeron y se hicieron mientras mi padre vivía en una tienda en el valle al que dio el nombre de Lemuel.

7 Y sucedió que yo, Nefi, tomé por esposa a una de las hijas de Ismael; e igualmente mis hermanos se casaron con las hijas de Ismael, y también Zoram tomó por esposa a la hija mayor de Ismael.

8 Y así cumplió mi padre con todos los mandamientos del Señor que le habían sido dados. Y también yo, Nefi, había sido altamente bendecido del Señor.

9 Y aconteció que la voz del Señor habló a mi padre en la noche, y le mandó que a la mañana siguiente continuara su camino por el desierto.

10

Y ocurrió que al levantarse mi padre por la mañana, y al dirigirse a la entrada de la tienda, con gran asombro vio en el suelo una esfera de bronce fino, esmeradamente labrada; y en la esfera había dos agujas, una de las cuales marcaba el camino que debíamos seguir por el desierto.

11 Y aconteció que recogimos cuanto habíamos de llevar al desierto, y todo el resto de nuestras provisiones que el Señor nos había dado; y juntamos semillas de todas clases para llevar al desierto.

12 Y sucedió que tomamos nuestras tiendas y partimos para el desierto, allende el río Lamán.

13 Y aconteció que durante cuatro días seguimos un curso casi hacia el sudsudeste, y asentamos nuestras tiendas otra vez; y dimos al lugar el nombre de Shazer.

14 Y acaeció que tomamos nuestros arcos y flechas, y salimos al desierto a cazar, a fin de obtener alimento para nuestras familias. Y después que hubimos procurado alimentos para ellas, volvimos a nuestras familias en el desierto, al lugar llamado Shazer. Y emprendimos de nuevo la marcha por el desierto, llevando la misma dirección, manteniéndonos en los parajes más fértiles del desierto que lindaban con el mar Rojo.

15 Y aconteció que viajamos por el espacio de muchos días, cazando por el camino lo necesario para nuestro sustento, con nuestros arcos, y nuestras flechas, y nuestras piedras y hondas.

16 Y seguimos las indicaciones de la esfera, la cual nos dirigió por los parajes más fértiles del desierto.

17 Y después que hubimos viajado por el espacio de muchos días, plantamos nuestras tiendas por algún tiempo, para que de nuevo pudiéramos descansar y obtener alimento para nuestras familias.

18 Y aconteció que yo, Nefi, al salir a cazar, he aquí, rompí mi arco, que era de acero fino; y después que rompí mi arco, mis hermanos se enojaron contra mí a causa de la pérdida de mi arco, porque no obtuvimos alimentos.

19 Y aconteció que volvimos sin alimento a nuestras familias, y por estar muy fatigadas a causa de sus viajes, sufrieron mucho por la falta de víveres.

20

Y ocurrió que Lamán y Lemuel y los hijos de Ismael empezaron a murmurar en gran manera por motivo de sus padecimientos y aflicciones en el desierto; y también mi padre empezó a murmurar contra el Señor su Dios; sí, y todos se sentían sumamente afligidos, tanto así que murmuraron contra el Señor.

21 Ahora bien, sucedió que yo, Nefi, habiéndome afligido con mis hermanos por la pérdida de mi arco, y como sus arcos habían perdido su elasticidad, empezó a dificultársenos en extremo, sí, a tal grado que no podíamos obtener alimento.

22 Y sucedió que yo, Nefi, hablé mucho a mis hermanos, porque habían endurecido otra vez sus corazones, aun hasta quejarse contra el Señor su Dios.

23 Y aconteció que yo, Nefi, hice un arco de madera, y una flecha de un palo recto; por tanto, me armé con un arco y una flecha, y con una honda y piedras, y le dije a mi padre: ¿A dónde debo ir para obtener alimento?

24 Y aconteció que él preguntó al Señor, porque se habían humillado a causa de mis palabras; pues les dije muchas cosas con toda la energía de mi alma.

25 Y ocurrió que la voz del Señor habló a mi padre; y verdaderamente fue reprendido por haber murmurado en contra del Señor, a tal grado que sintió una intensa aflicción.

26 Y sucedió que la voz del Señor le dijo: Mira la esfera y ve las cosas que están escritas.

27 Y aconteció que cuando mi padre vio las cosas que estaban escritas sobre la esfera, temió y tembló en gran manera, y también mis hermanos y los hijos de Ismael y nuestras esposas.

28 Y aconteció que yo, Nefi, vi las agujas que estaban en la esfera, y que funcionaban de acuerdo con la fe, diligencia y atención que nosotros les dábamos.

29 Y también se escribía sobre ellas una escritura nueva que era fácil de leer, la que nos daba entendimiento respecto a las vías del Señor; y se escribía y cambiaba de cuando en cuando, según la fe y diligencia que nosotros le dábamos. Y así vemos que por pequeños medios el Señor puede realizar grandes cosas.

30

Y aconteció que yo, Nefi, ascendí hasta la cima de la montaña conforme a las indicaciones dadas sobre la esfera.

31 Y sucedió que maté animales silvestres, de modo que obtuve alimento para nuestras familias.

32 Y aconteció que volví a nuestras tiendas, llevando los animales que había matado; y cuando vieron que yo había obtenido alimento, ¡cuán grande fue su gozo! Y aconteció que se humillaron ante el Señor y le dieron gracias.

33 Y ocurrió que reanudamos nuestra jornada, viajando aproximadamente en la misma dirección que tomamos al principio; y después de haber viajado por el espacio de muchos días, plantamos nuestras tiendas de nuevo para permanecer allí algún tiempo.

34 Y aconteció que murió Ismael, y fue enterrado en el lugar llamado Nahom.

35 Y sucedió que las hijas de Ismael se lamentaron sobremanera a causa de la muerte de su padre, y por motivo de sus aflicciones en el desierto; y murmuraron contra mi padre por haberlas sacado de la tierra de Jerusalén, diciendo: Nuestro padre ha muerto; sí, y nosotras hemos andado errantes por el desierto, y hemos padecido mucha aflicción, hambre, sed y fatiga; y después de todos estos sufrimientos, hemos de perecer de hambre en el desierto.

36 Y así era como murmuraban contra mi padre y también contra mí; y querían volver a Jerusalén.

37 Y Lamán dijo a Lemuel, y también a los hijos de Ismael: He aquí, matemos a nuestro padre y también a nuestro hermano Nefi, el cual se ha impuesto como gobernante y maestro de nosotros, que somos sus hermanos mayores.

38 Ahora dice que el Señor ha hablado con él, y también que ha recibido la ministración de ángeles. Mas he aquí, a nosotros nos consta que él nos miente; y nos dice estas cosas, y obra muchas otras por medio de sus astutos artificios para engañar nuestros ojos, pensando, quizá, que logrará conducirnos a algún desierto extraño; y después de llevarnos, él tiene pensado hacerse nuestro rey y gobernante para hacer con nosotros según su voluntad y placer. Y así era como mi hermano Lamán incitaba sus corazones a la ira.

39 Y aconteció que el Señor estaba con nosotros; sí, la voz del Señor vino y les habló muchas palabras, y los amonestó severamente; y después que los reprendió la voz del Señor, apaciguaron su cólera y se arrepintieron de sus pecados, al grado que el Señor nos bendijo otra vez con alimento, de modo que no perecimos.

Capítulo 17

Se le manda a Nefi construir un barco — Sus hermanos se le oponen — Él los exhorta contándoles de nuevo la historia de los tratos de Dios con Israel — Nefi se llena del poder de Dios — Prohíbe a sus hermanos que lo toquen, no sea que se marchiten como una caña seca. Aproximadamente 592–591 a.C.

1

Y sucedió que emprendimos otra vez nuestro viaje por el desierto, y nos dirigimos casi hacia el este de allí en adelante. Y viajamos y pasamos por muchas aflicciones en el desierto; y nuestras mujeres dieron a luz hijos en el yermo.

2 Y tan grandes fueron las bendiciones del Señor sobre nosotros, que aunque vivimos de carne cruda en el desierto, nuestras mujeres tuvieron abundante leche para sus niños, y eran fuertes, sí, aun como los hombres; y empezaron a soportar sus viajes sin murmurar.

3 Y así vemos que los mandamientos de Dios se deben cumplir. Y si los hijos de los hombres guardan los mandamientos de Dios, él los alimenta y los fortifica, y provee los medios por los cuales pueden cumplir lo que les ha mandado; por tanto, él nos proporcionó lo necesario mientras permanecimos en el desierto.

4 Y permanecimos por el espacio de muchos años, sí, ocho años en el desierto.

5 Y llegamos a la tierra que llamamos Abundancia, a causa de sus muchos frutos y también miel silvestre; y el Señor preparó todo esto para que no pereciéramos. Y vimos el mar, al que dimos el nombre de Irreántum, lo cual, interpretado, significa muchas aguas.

6 Y aconteció que plantamos nuestras tiendas a orillas del mar; y a pesar de que habíamos sufrido numerosas aflicciones y mucha dificultad, sí, tantas que no podemos escribirlas todas, nos regocijamos en extremo cuando llegamos a las playas del mar; y llamamos al lugar Abundancia, por causa de su mucha fruta.

7 Y aconteció que después que yo, Nefi, había estado muchos días en la tierra de Abundancia, la voz del Señor vino a mí, diciendo: Levántate y sube al monte. Y acaeció que me levanté y subí al monte, y clamé al Señor.

8 Y aconteció que el Señor me habló, diciendo: Construirás un barco, según la manera que yo te mostraré, para que yo lleve a tu pueblo a través de estas aguas.

9 Y yo dije: Señor, ¿a dónde debo ir para encontrar el mineral para fundir, a fin de que yo haga las herramientas para construir el barco, según el modo que tú me has mostrado?

10

Y aconteció que el Señor me dijo a dónde debía ir para encontrar el mineral a fin de que yo hiciera herramientas.

11 Y sucedió que yo, Nefi, hice un fuelle con pieles de animales para avivar el fuego; y después que hube hecho el fuelle que necesitaba para avivar la llama, golpeé dos piedras, la una contra la otra, para producir fuego.

12 Porque hasta entonces el Señor no había permitido que encendiésemos mucho fuego al viajar por el desierto; pues dijo: Yo haré que vuestros alimentos os sean sabrosos para que no tengáis que cocerlos;

13 y también seré vuestra luz en el desierto; y prepararé el camino delante de vosotros, si es que guardáis mis mandamientos. Por lo tanto, al grado que guardéis mis mandamientos, seréis conducidos hacia la tierra prometida; y sabréis que yo soy el que os conduce.

14 Sí, y el Señor también dijo: Después que hayáis llegado a la tierra prometida, sabréis que yo, el Señor, soy Dios; y que yo, el Señor, os libré de la destrucción; sí, que yo os saqué de la tierra de Jerusalén.

15 Por tanto, yo, Nefi, me esforcé por guardar los mandamientos del Señor, y exhorté a mis hermanos a que fueran fieles y diligentes.

16 Y sucedió que hice herramientas con el metal que fundí de la roca.

17 Y cuando vieron mis hermanos que estaba a punto de construir un barco, empezaron a murmurar contra mí, diciendo: Nuestro hermano está loco, pues se imagina que puede construir un barco; sí, y también piensa que puede atravesar estas grandes aguas.

18 Y así murmuraron mis hermanos contra mí, y no quisieron trabajar, pues no creyeron que yo era capaz de construir un barco, ni creían tampoco que había recibido instrucciones del Señor.

19 Y ahora bien, aconteció que yo, Nefi, me sentí sumamente afligido a causa de la dureza de su corazón; y cuando ellos vieron que empezaba a afligirme, se alegraron sus corazones al grado de que se regocijaron por causa de mí, diciendo: Sabíamos que tú no podías construir un barco, pues sabíamos que te faltaba juicio; por tanto, no puedes ejecutar tan grande obra.

20

Tú te pareces a nuestro padre, que se dejó llevar por las imaginaciones locas de su corazón; sí, nos ha sacado de la tierra de Jerusalén, y hemos andado errantes por el desierto estos muchos años; y nuestras mujeres han trabajado, aun estando embarazadas; y han dado a luz hijos en el desierto, y han padecido todo menos la muerte; y habría sido mejor que ellas hubieran muerto antes de salir de Jerusalén, que haber pasado por estas aflicciones.

21 He aquí, hemos padecido en el desierto estos muchos años; y durante este tiempo hubiéramos podido disfrutar de nuestras posesiones y de la tierra de nuestra herencia; sí, y hubiéramos podido ser dichosos.

22 Y sabemos que el pueblo que se hallaba en la tierra de Jerusalén era justo, porque guardaba los estatutos y juicios del Señor, así como todos sus mandamientos según la ley de Moisés; por tanto, sabemos que es un pueblo justo; y nuestro padre lo ha juzgado, y nos ha sacado porque escuchamos sus palabras; sí, y nuestro hermano es semejante a él. Y con esta clase de palabras mis hermanos murmuraban y se quejaban de nosotros.

23 Y aconteció que yo, Nefi, les hablé, diciendo: ¿Creéis vosotros que nuestros padres, que eran los hijos de Israel, habrían sido librados de las manos de los egipcios si no hubiesen escuchado las palabras del Señor?

24 Sí, ¿suponéis vosotros que habrían sido conducidos fuera del cautiverio si el Señor no hubiese mandado a Moisés que los librara de la esclavitud?

25 Vosotros sabéis que los hijos de Israel se hallaban en la esclavitud; y sabéis que estaban sobrecargados con tareas gravosas de soportar; por lo tanto, sabéis que debe haber sido cosa grata para ellos ser librados de su servidumbre.

26 Y vosotros sabéis que Moisés recibió del Señor el mandamiento de hacer esa gran obra, y que por su palabra se dividieron las aguas del mar Rojo, a uno y otro lado, y cruzaron por tierra seca.

27 Pero sabéis que los egipcios que componían los ejércitos de Faraón se ahogaron en el mar Rojo.

28 Y también sabéis que los hijos de Israel fueron alimentados con maná en el desierto.

29 Sí, y también sabéis que Moisés, por su palabra, según el poder de Dios que había en él, hirió la roca, y salió agua, para que los hijos de Israel calmasen su sed.

30

Y a pesar de ser guiados, yendo el Señor su Dios, su Redentor, delante de ellos, conduciéndolos de día y dándoles luz de noche, y haciendo por ellos todo cuanto al hombre le era propio recibir, endurecieron sus corazones y cegaron sus mentes e injuriaron a Moisés y al Dios verdadero y viviente.

31 Y aconteció que según su palabra los destruyó; y según su palabra los guio; y según su palabra hizo por ellos todas las cosas; y no se hizo nada salvo que fuese por su palabra.

32 Y después que hubieron cruzado el río Jordán, él los hizo fuertes para arrojar a los habitantes de esa tierra, sí, para esparcirlos hasta su destrucción.

33 Y ahora bien, ¿pensáis vosotros que los habitantes de esa tierra, que se hallaban en la tierra de promisión, y que fueron echados por nuestros padres, pensáis vosotros que eran justos? He aquí, os digo que no.

34 ¿Pensáis vosotros que nuestros padres hubieran sido más favorecidos que ellos si estos hubiesen sido justos? Yo os digo que no.

35 He aquí, el Señor estima a toda carne igual; el que es justo es favorecido de Dios. Pero he aquí, los de este pueblo habían rechazado toda palabra de Dios, y habían llegado a la madurez de la iniquidad; y la plenitud de la ira de Dios estaba sobre ellos. Y el Señor maldijo la tierra contra ellos y la bendijo para nuestros padres; sí, la maldijo contra ellos para su destrucción, y la bendijo para nuestros padres al grado de que se enseñorearon de ella.

36 He aquí, el Señor creó la tierra para que fuese habitada; y ha creado a sus hijos para que la posean.

37 Y levanta a la nación justa, y destruye a las naciones de los inicuos.

38 Y conduce a los justos a tierras preciosas, y destruye a los inicuos, y maldice la tierra por causa de ellos.

39 Reina en las alturas de los cielos, porque son su trono; y esta tierra es el escabel de sus pies.

40

Y ama a los que lo aceptan como su Dios. He aquí, él amó a nuestros padres, e hizo convenio con ellos, sí, con Abraham, Isaac y Jacob; y recordó los convenios que había hecho; por tanto, los sacó de la tierra de Egipto.

41 Y los afligió en el desierto con su vara, porque endurecieron sus corazones aun como vosotros lo habéis hecho; y el Señor los afligió a causa de sus iniquidades. Envió serpientes ardientes voladoras entre ellos; y cuando los mordieron, dispuso un medio para que sanaran; y la tarea que tenían que cumplir era mirar; y por causa de la sencillez de la manera, o por ser tan fácil, hubo muchos que perecieron.

42 Y endurecieron sus corazones de cuando en cuando, y vilipendiaron a Moisés y también a Dios. No obstante, sabéis que por su incomparable poder fueron conducidos a la tierra de promisión.

43 Y ahora, después de todas estas cosas, ha llegado el tiempo en que se han vuelto inicuos, sí, casi hasta la madurez; y no sé si en este día están a punto de ser destruidos, porque sé que ciertamente vendrá el día en que deben ser destruidos, salvo unos pocos solamente que serán llevados al cautiverio.

44 Por tanto, el Señor mandó a mi padre que partiera para el desierto; y los judíos también procuraron matarlo; sí, y vosotros también habéis procurado quitarle la vida. Por tanto, sois homicidas en vuestros corazones y sois como ellos.

45 Sois prontos en cometer iniquidad, pero lentos en recordar al Señor vuestro Dios. Habéis visto a un ángel; y él os habló; sí, habéis oído su voz de cuando en cuando; y os ha hablado con una voz apacible y delicada, pero habíais dejado de sentir, de modo que no pudisteis sentir sus palabras; por tanto, os ha hablado como con voz de trueno que hizo temblar la tierra como si fuera a partirse.

46 Y vosotros también sabéis que por el poder de su palabra omnipotente él puede hacer que la tierra deje de ser; sí, y sabéis que por su palabra él puede hacer que los lugares escabrosos se hagan llanos, y los lugares llanos se hiendan. Oh, ¿cómo, pues, podéis ser tan duros de corazón?

47 He aquí, mi alma se parte de angustia por causa de vosotros; y mi corazón está adolorido, porque temo que seréis desechados para siempre jamás. He aquí, estoy lleno del Espíritu de Dios, a tal extremo que mi cuerpo no tiene fuerzas.

48 Y aconteció que cuando hube hablado estas palabras, se enojaron conmigo, y quisieron arrojarme al fondo del mar; y al acercarse para asirme, les hablé, diciendo: En el nombre del Dios Todopoderoso, os mando que no me toquéis, porque estoy lleno del poder de Dios, aun hasta consumirme la carne; y cualquiera que ponga sus manos sobre mí se marchitará como una caña seca; y será como nada ante el poder de Dios, porque Dios lo herirá.

49 Y aconteció que yo, Nefi, les dije que no debían murmurar más contra su padre; tampoco debían negarme su trabajo, pues Dios me había mandado que construyera un barco.

50

Y les dije: Si Dios me hubiese mandado hacer todas las cosas, yo podría hacerlas. Si me mandara que dijese a esta agua: Conviértete en tierra, se volvería tierra; y si yo lo dijera, se haría.

51 Ahora bien, si el Señor tiene tan grande poder, y ha hecho tantos milagros entre los hijos de los hombres, ¿cómo es que no puede enseñarme a construir un barco?

52 Y sucedió que yo, Nefi, dije muchas cosas a mis hermanos, a tal grado que quedaron confundidos y no pudieron contender contra mí; ni se atrevieron a poner la mano encima de mí, ni a tocarme con sus dedos, sí, por el espacio de muchos días. Y no osaban hacer esto por temor de consumirse delante de mí, tan poderoso era el Espíritu de Dios; y así era como había obrado en ellos.

53 Y sucedió que el Señor me dijo: Extiende de nuevo tu mano hacia tus hermanos, y no se consumirán delante de ti, pero los sacudiré, dice el Señor, y esto haré para que sepan que yo soy el Señor su Dios.

54 Y aconteció que extendí mi mano hacia mis hermanos, y no se consumieron delante de mí; pero el Señor los sacudió según su palabra que había hablado.

55 Y ellos entonces dijeron: Sabemos con certeza que el Señor está contigo, pues sabemos que es el poder del Señor lo que nos ha sacudido; y se postraron ante mí, y estaban a punto de adorarme, pero no se lo permití, y les dije: Soy vuestro hermano, por cierto, vuestro hermano menor; por tanto, adorad al Señor vuestro Dios, y honrad a vuestro padre y a vuestra madre para que vuestros días sean largos en la tierra que el Señor vuestro Dios os dé.

Capítulo 18

Se termina el barco — Se mencionan los nacimientos de Jacob y de José — El grupo se embarca hacia la tierra prometida — Los hijos de Ismael y sus esposas toman parte en el holgorio y en la rebelión — Nefi es atado, y el barco es impulsado hacia atrás por una terrible tempestad — Nefi es liberado, y, por medio de su oración, cesa la tormenta — El grupo llega a la tierra prometida. Aproximadamente 591–589 a.C.

1

Y aconteció que adoraron al Señor, y fueron conmigo; y labramos maderos con maestría singular. Y el Señor me mostraba de cuando en cuando la forma en que debía yo trabajar los maderos del barco.

2 Ahora bien, yo, Nefi, no labré los maderos en la forma aprendida por los hombres, ni construí el barco según la manera del hombre, sino que lo hice según el modo que me había mostrado el Señor; por lo tanto, no fue conforme a la manera de los hombres.

3 Y yo, Nefi, subía con frecuencia al monte y a menudo oraba al Señor; por lo que el Señor me manifestó grandes cosas.

4 Y aconteció que cuando hube acabado el barco, conforme a la palabra del Señor, vieron mis hermanos que era bueno y que su ejecución era admirable en extremo; por lo que de nuevo se humillaron ante el Señor.

5 Y sucedió que llegó a mi padre la voz del Señor de que debíamos levantarnos y entrar en el barco.

6 Y aconteció que al día siguiente, después que hubimos preparado todas las cosas, mucha fruta y carne del desierto, y miel en abundancia y provisiones según lo que el Señor nos había mandado, entramos en el barco con todas nuestras cargas y nuestras semillas y todo cuanto habíamos traído con nosotros, cada cual según su edad; por tanto, todos entramos en el barco, con nuestras mujeres y nuestros hijos.

7 Ahora bien, mi padre había engendrado dos hijos en el desierto; el mayor se llamaba Jacob, y José, el menor.

8 Y aconteció que después que todos hubimos entrado en el barco, y llevado con nosotros nuestras provisiones y las cosas que se nos había mandado, nos hicimos a la mar; y fuimos impelidos por el viento hacia la tierra prometida.

9 Y después de haber sido impelidos por el viento por el espacio de muchos días, he aquí, mis hermanos y los hijos de Ismael, y también sus esposas, empezaron a holgarse, de tal manera que comenzaron a bailar, y a cantar, y a hablar groseramente, sí, al grado de olvidarse del poder mediante el cual habían sido conducidos hasta allí; sí, se entregaron a una rudeza desmedida.

10

Y yo, Nefi, empecé a temer en extremo, no fuese que el Señor se enojara con nosotros, y nos hiriera por nuestras iniquidades, y fuésemos hundidos en las profundidades del mar. Por tanto, yo, Nefi, empecé a hablarles seriamente; pero he aquí, se irritaron contra mí, diciendo: No queremos que nuestro hermano menor nos gobierne.

11 Y aconteció que Lamán y Lemuel me tomaron y me ataron con unas cuerdas, y me maltrataron mucho; no obstante, el Señor lo permitió a fin de mostrar su poder para dar cumplimiento a sus palabras que había hablado con respecto a los malvados.

12 Y aconteció que después que me hubieron atado al grado de no poder moverme, la brújula que el Señor había preparado para nosotros cesó de funcionar.

13 Por tanto, no supieron por dónde habían de dirigir el barco, y en esto se desató una fuerte tempestad, sí, una tempestad fuerte y terrible, y fuimos impulsados hacia atrás sobre las aguas durante tres días; y empezaron a temer en gran manera que fueran a ahogarse en el mar. Sin embargo, no me desataban.

14 Y al cuarto día de haber sido impelidos hacia atrás, la tempestad comenzó a empeorar.

15 Y sucedió que estábamos a punto de ser tragados en las profundidades del mar. Y después que hubimos sido arrojados hacia atrás sobre las aguas durante cuatro días, mis hermanos empezaron a ver que los juicios de Dios estaban sobre ellos, y que tendrían que perecer a menos que se arrepintieran de sus iniquidades. Por tanto, se llegaron a mí y me desataron las ligaduras de las muñecas, y he aquí, estas estaban sumamente hinchadas; y también se me habían hinchado mucho los tobillos, y el dolor era grande.

16 No obstante, acudía a mi Dios y lo alababa todo el día; y no murmuré contra el Señor a causa de mis aflicciones.

17 Ahora bien, mi padre Lehi les había dicho muchas cosas, y también a los hijos de Ismael; pero he aquí que ellos proferían muchas amenazas a cualquiera que hablara en mi favor; y siendo mis padres de una edad muy avanzada, y habiendo padecido mucha aflicción a causa de sus hijos, cayeron enfermos, sí, aun tuvieron que guardar cama.

18 Y a causa de su dolor y mucha pena, y la iniquidad de mis hermanos, llegaron casi al punto de ser llevados de esta vida para volver a su Dios; sí, sus cabellos blancos estaban a punto de ser depositados en el polvo; sí, hasta estuvieron a punto de ser sepultados con dolor en las aguas.

19 Y también Jacob y José, siendo jóvenes todavía, y teniendo necesidad de mucho sostén, se acongojaron a causa de las aflicciones de su madre; y ni mi esposa con sus lágrimas y súplicas, ni tampoco mis hijos, lograron ablandar el corazón de mis hermanos y conseguir que estos me soltaran.

20

Y no había nada sino el poder de Dios, que amenazaba destruirlos, que ablandara sus corazones; así que, cuando se vieron próximos a ser sepultados en las profundidades del mar, se arrepintieron de lo que habían hecho conmigo, tanto así que me desataron.

21 Y aconteció que después que me hubieron soltado, he aquí, tomé la brújula, y funcionó conforme a mis deseos. Y ocurrió que oré al Señor; y después de haber orado, los vientos cesaron, y la tempestad se aplacó, y hubo gran calma.

22 Y sucedió que yo, Nefi, dirigí el barco de manera que navegamos de nuevo hacia la tierra prometida.

23 Y ocurrió que después que hubimos navegado por el espacio de muchos días, llegamos a la tierra prometida; y avanzamos sobre la tierra, y plantamos nuestras tiendas; y la llamamos la tierra prometida.

24 Y aconteció que empezamos a cultivar la tierra y a plantar semillas; sí, sembramos todas las semillas que habíamos traído de la tierra de Jerusalén; y sucedió que crecieron extraordinariamente; por tanto, fuimos bendecidos en abundancia.

25 Y ocurrió que encontramos en la tierra de promisión, mientras viajábamos por el desierto, que había animales de toda especie en los bosques; tanto la vaca como el buey, y el asno, y el caballo, y la cabra, y la cabra montés, y toda clase de animales silvestres, los cuales el hombre podía utilizar. Y hallamos toda clase de minerales, tanto oro, como plata, como cobre.

Capítulo 19

Nefi hace unas planchas de metal y graba en ellas la historia de su pueblo — El Dios de Israel vendrá seiscientos años después de la salida de Lehi de Jerusalén — Nefi habla de los sufrimientos y la crucifixión del Señor — Los judíos serán despreciados y esparcidos hasta los últimos días, cuando vuelvan ellos al Señor. Aproximadamente 588–570 a.C.

1

Y aconteció que me mandó el Señor, por tanto, hice unas planchas de metal para grabar sobre ellas la historia de mi pueblo. Y sobre las planchas que hice, grabé la historia de mi padre, y también nuestros viajes en el desierto y las profecías de mi padre; y también muchas de mis propias profecías he grabado sobre ellas.

2 Y yo no sabía en la ocasión en que las hice que el Señor me mandaría hacer estas planchas; por tanto, la historia de mi padre, y la genealogía de sus padres, y la mayor parte de todo cuanto hicimos en el desierto están grabadas sobre aquellas primeras planchas de que he hablado; de modo que en las primeras planchas ciertamente se hace más particular mención de lo que aconteció antes que yo hiciera estas.

3 Y después que hube hecho estas planchas, según me fue mandado, yo, Nefi, recibí el mandamiento de que el ministerio y las profecías, sus partes más claras y preciosas, se escribiesen sobre estas planchas; y que las cosas que fuesen escritas se guardaran para la instrucción de mi pueblo que iba a poseer el país, y también para otros sabios propósitos, los cuales son conocidos al Señor.

4 Por lo que yo, Nefi, grabé una historia sobre las otras planchas, la cual da una relación, o sea, da una relación más detallada de las guerras, y contiendas y destrucciones de mi pueblo. Y esto he hecho, y he mandado a mi pueblo lo que debe hacer cuando yo ya no esté; y que estas planchas deben transmitirse de una generación a otra, o sea, de un profeta a otro, hasta recibir mandamientos adicionales del Señor.

5 Y más adelante daré cuenta de cómo hice estas planchas; y ahora bien, he aquí, prosigo de acuerdo con lo que he hablado; y esto lo hago para que se conserven las cosas más sagradas para el conocimiento de mi pueblo.

6 Sin embargo, no escribo nada sobre planchas a no ser que yo lo considere sagrado. Ahora bien, si yerro, también los de la antigüedad erraron; no que quiera excusarme por causa de otros hombres, sino por motivo de la debilidad que hay en mí, según la carne, quiero disculparme.

7 Porque las cosas que algunos hombres consideran que son de gran valor, tanto para el cuerpo como para el alma, otros las tienen en nada y las huellan bajo sus pies. Sí, hasta al mismo Dios de Israel huellan los hombres bajo sus pies. Digo que lo huellan bajo sus pies, pero me expresaré de otra manera: lo estiman como nada, y no dan oídos a la voz de sus consejos.

8 Y he aquí, él ha de venir, según las palabras del ángel, seiscientos años después del tiempo de la salida de mi padre de Jerusalén.

9 Y el mundo, a causa de su iniquidad, lo juzgará como cosa de ningún valor; por tanto, lo azotan, y él lo soporta; lo hieren y él lo soporta. Sí, escupen sobre él, y él lo soporta, por motivo de su amorosa bondad y su longanimidad para con los hijos de los hombres.

10

Y el Dios de nuestros padres, que fueron llevados fuera de Egipto, fuera de la servidumbre, y a quienes también preservó en el desierto, sí, el Dios de Abraham, y de Isaac, y el Dios de Jacob se entrega a sí mismo como hombre, según las palabras del ángel, en manos de hombres inicuos para ser levantado, según las palabras de Zenoc, y para ser crucificado, según las palabras de Neum, y para ser enterrado en un sepulcro, de acuerdo con las palabras de Zenós, palabras que él habló tocante a tres días de tinieblas, los cuales serán una señal de su muerte que se dará a los que habitaren las islas del mar, y más especialmente dada a los que son de la casa de Israel.

11 Porque así habló el profeta: Ciertamente el Señor Dios visitará a toda la casa de Israel en ese día; a algunos con su voz, a causa de su rectitud, para su inmensa alegría y salvación, y a otros con los truenos y relámpagos de su poder, por tempestades, por fuego, por humo y vapores de tinieblas, y por el hendimiento de la tierra y montañas que se levantarán.

12 Y todas estas cosas ciertamente deben venir, dice el profeta Zenós. Y se henderán las rocas de la tierra; y a causa de los gemidos de la tierra, muchos de los reyes de las islas del mar se verán constreñidos a exclamar por el Espíritu de Dios: ¡El Dios de la naturaleza padece!

13 Y en cuanto a los que se hallen en Jerusalén, dice el profeta, serán azotados por todos los pueblos, porque crucifican al Dios de Israel, y apartan sus corazones, desechando señales y prodigios, y el poder y la gloria del Dios de Israel.

14 Y porque apartan sus corazones, dice el profeta, y han despreciado al Santo de Israel, vagarán en la carne y perecerán, y serán un escarnio y un oprobio, y serán aborrecidos entre todas las naciones.

15 No obstante, dice el profeta, cuando llegue el día en que no vuelvan más sus corazones contra el Santo de Israel, entonces él se acordará de los convenios que hizo con sus padres.

16 Sí, entonces se acordará de las islas del mar; sí, y a todos los que son de la casa de Israel yo recogeré de las cuatro partes de la tierra, dice el Señor, según las palabras del profeta Zenós.

17 Sí, y toda la tierra verá la salvación del Señor, dice el profeta; toda nación, tribu, lengua y pueblo serán bendecidos.

18 Y yo, Nefi, he escrito estas cosas a los de mi pueblo, para que tal vez los persuada a que se acuerden del Señor su Redentor.

19 Por tanto, hablo a toda la casa de Israel, por si acaso llegasen a obtener estas cosas.

20

Pues he aquí, tengo impresiones en el espíritu, que me agobian al grado de que se debilitan todas mis coyunturas, por los que se hallan en Jerusalén; porque si el Señor en su misericordia no me hubiera manifestado lo concerniente a ellos, así como lo había hecho a los antiguos profetas, yo también habría perecido.

21 Y ciertamente él mostró a los antiguos profetas todas las cosas concernientes a ellos; y también mostró a muchos tocante a nosotros; por tanto, es preciso que sepamos lo que a ellos atañe, porque está escrito sobre las planchas de bronce.

22 Y aconteció que yo, Nefi, les enseñé estas cosas a mis hermanos; y sucedió que les leí muchas cosas que estaban grabadas sobre las planchas de bronce, a fin de que supieran acerca de los hechos del Señor en otras tierras, entre los pueblos de la antigüedad.

23 Y les leí muchas cosas que estaban escritas en los libros de Moisés; pero a fin de convencerlos más plenamente de que creyeran en el Señor su Redentor, les leí lo que escribió el profeta Isaías; porque comparé todas las Escrituras a nosotros mismos para nuestro provecho e instrucción.

24 Por tanto, les hablé, diciendo: Escuchad las palabras del profeta, vosotros que sois un resto de la casa de Israel, una rama que ha sido desgajada; escuchad las palabras del profeta que fueron escritas a toda la casa de Israel, y comparáoslas a vosotros mismos, para que podáis tener esperanza, así como vuestros hermanos de quienes habéis sido separados; porque de esta manera es como el profeta ha escrito.

Capítulo 20

El Señor revela Sus propósitos a Israel — Israel ha sido escogido en el horno de la aflicción y ha de salir de Babilonia — Compárese con Isaías 48. Aproximadamente 588–570 a.C.

1

Escuchad y oíd esto, oh casa de Jacob, que os llamáis del nombre de Israel, y habéis salido de las aguas de Judá, o sea, de las aguas del bautismo, los que juráis por el nombre del Señor y hacéis mención del Dios de Israel, mas no juráis ni en verdad ni en rectitud.

2 Y no obstante que de la ciudad santa os hacéis nombrar, no os apoyáis en el Dios de Israel, que es el Señor de los Ejércitos. Sí, el Señor de los Ejércitos es su nombre.

3 He aquí, yo he declarado las cosas anteriores desde el principio; y salieron de mi boca, y las mostré. De improviso las mostré.

4 Y lo hice porque sabía que eres obstinado, y tendón de hierro es tu cerviz, y tu frente de bronce;

5 y te las he declarado aun desde el principio; antes que sucedieran te las manifesté; y las manifesté por temor de que dijeses: Mi ídolo las hizo; mis imágenes de escultura y de fundición mandaron estas cosas.

6 Lo viste y lo oíste todo; y, ¿no queréis anunciarlo? Y que desde entonces te he mostrado cosas nuevas, sí, cosas ocultas que no sabías.

7 Ahora son creadas, y no desde el principio, ni aun antes del día en que las oíste te fueron declaradas, para que no dijeras: He aquí, yo las sabía.

8 Sí, y tú no oíste ni supiste; sí, no se abrió desde entonces tu oído; pues sabía yo que serías muy desleal, y fuiste llamado transgresor desde el vientre.

9 No obstante, por causa de mi nombre diferiré mi ira, y para alabanza mía me contendré para no talarte.

10

He aquí, te he purificado; te he escogido en el horno de la aflicción.

11 Por mí, sí, por mi propia causa, lo haré, para que no sea amancillado mi nombre; y mi honra no la daré a otro.

12 Óyeme, Jacob, y tú, Israel, a quien llamé; pues yo mismo soy; yo el primero, yo el postrero también.

13 Mi mano fundó también la tierra, y mi diestra extendió los cielos; los llamo, y se presentan juntamente.

14 Juntaos todos vosotros y oíd: ¿Quién entre ellos les ha anunciado estas cosas? El Señor lo amó; sí, y cumplirá su palabra que por ellos ha declarado, y ejecutará su voluntad en Babilonia, y su brazo caerá sobre los caldeos.

15 También dice el Señor: Yo, el Señor, he hablado; sí, lo llamé a declarar, y lo traje; y él hará próspero su camino.

16 Allegaos a mí; no he hablado en secreto; desde el principio, desde el momento en que se declaró, yo he hablado; y el Señor Dios me ha enviado, y su Espíritu.

17 Y así dice el Señor, Redentor tuyo, el Santo de Israel: Yo lo he enviado; el Señor tu Dios que te enseña provechosamente, que te guía por la vía por la que debes andar, él lo ha hecho.

18 Oh, si hubieras escuchado mis mandamientos: habría sido entonces tu paz como un río, y tu rectitud cual las ondas del mar;

19 y como la arena tu descendencia, y los renuevos de tus entrañas como los granitos de ella; su nombre no habría sido cortado, ni raído de mi presencia.

20

Salid de Babilonia, huid de entre los caldeos: declarad con voz de cantos; publicadlo, llevadlo hasta lo postrero de la tierra; decid: Redimió el Señor a Jacob, su siervo.

21 Y no tuvieron sed; los llevó por los desiertos; les hizo brotar aguas de la roca; hendió la peña, y salieron las aguas.

22 Y a pesar de haber hecho todo esto, y más, no hay paz para los inicuos, dice el Señor.

Capítulo 21

El Mesías será una luz a los gentiles y pondrá en libertad a los presos — Israel será recogido con poder en los últimos días — Reyes serán sus ayos — Compárese con Isaías 49. Aproximadamente 588–570 a.C.

1

Y además: ¡Oídme, oh casa de Israel, todos vosotros los que habéis sido separados y echados fuera por causa de la iniquidad de los pastores de mi pueblo; sí, todos vosotros que habéis sido separados y esparcidos, quienes sois de mi pueblo, oh casa de Israel! ¡Oídme, islas del mar, y escuchad, pueblos lejanos! El Señor me llamó desde el vientre; desde las entrañas de mi madre hizo él mención de mi nombre.

2 Y puso mi boca como espada aguda: me cubrió con la sombra de su mano, y me puso por saeta pulida; me guardó en su aljaba;

3 y me dijo: ¡Mi siervo eres tú, oh Israel; en ti seré glorificado!

4 Pero yo dije: Por demás he trabajado, en vano y sin provecho he consumido mi fuerza; ciertamente mi causa está ante el Señor, y mi obra con mi Dios.

5 Ahora bien, dice el Señor —que me formó desde el vientre para ser su siervo, para hacer volver a él a Jacob— aun cuando Israel no sea reunido, con todo, glorioso seré ante los ojos del Señor, y mi fortaleza será el Dios mío.

6 Y dijo: Poco es que tú me seas siervo para levantar las tribus de Jacob y restaurar los preservados de Israel. También te pondré por luz de los gentiles, para que seas mi salvación hasta lo postrero de la tierra.

7 Así dice el Señor, el Redentor de Israel, el Santo suyo, al menospreciado del hombre, al abominado de las naciones, al siervo de soberanos: Reyes verán y se levantarán; y príncipes también adorarán, a causa del Señor que es fiel.

8 Así dice el Señor: ¡En el tiempo propicio os he escuchado, oh islas del mar, y en el día de salvación os he ayudado! Y os preservaré, y a mi siervo os daré por convenio del pueblo, para establecer la tierra, para hacer heredar las desoladas heredades;

9 para que digáis a los presos: ¡Salid!; y a los que están en tinieblas: ¡Manifestaos! En los caminos serán apacentados, y en todas las alturas habrá pastos para ellos.

10

No tendrán hambre ni sed, ni el calor ni el sol los afligirá; porque el que tiene de ellos misericordia los guiará, y los conducirá a manantiales de aguas.

11 Y tornaré en camino todos mis montes, y mis calzadas serán elevadas.

12 ¡Y entonces, oh casa de Israel, he aquí, estos vendrán de lejos; y he aquí, estos del norte y del occidente; y estos de la tierra de Sinim!

13 ¡Cantad, oh cielos, y alégrate, oh tierra, porque serán asentados los pies de los que están en el oriente! ¡Prorrumpid en alabanzas, oh montes! porque ellos no serán heridos más, pues el Señor ha consolado a su pueblo, y de sus afligidos tendrá misericordia.

14 Mas he aquí, Sion ha dicho: El Señor me abandonó, y de mí se ha olvidado mi Señor; pero él mostrará que no.

15 Porque, ¿puede una mujer olvidar a su niño de pecho al grado de no compadecerse del hijo de sus entrañas? ¡Pues aun cuando ella se olvidare, yo nunca me olvidaré de ti, oh casa de Israel!

16 Pues he aquí, te tengo grabada en las palmas de mis manos; tus muros están siempre delante de mí.

17 Tus hijos se apresurarán contra tus destructores; y los que te asolaron se apartarán de ti.

18 ¡Alza tus ojos y mira alrededor; todos estos se han reunido y vendrán a ti! Y vivo yo, dice el Señor, que de todos serás vestida, como de vestidura de adorno, y de ellos serás ceñida como novia.

19 Porque tus sitios desiertos y desolados, y la tierra de tu destrucción, ahora serán demasiado estrechos por causa de los moradores; y los que te devoraban serán arrojados lejos.

20

Los niños que tendrás, después de haber perdido a los primeros, dirán otra vez a tus oídos: Demasiado estrecho es para mí este sitio; dame lugar para que yo habite.

21 Entonces dirás en tu corazón: ¿Quién me engendró a estos, dado que he perdido a mis hijos, y estoy desolada, cautiva y voy errante de un lado a otro? ¿Y quién crio a estos? He aquí, fui abandonada; ¿dónde estuvieron estos?

22 Así dice el Señor Dios: He aquí, yo alzaré mi mano a los gentiles, y levantaré mi estandarte al pueblo; y traerán en brazos a tus hijos, y en hombros llevarán a tus hijas.

23 Y reyes serán tus ayos, y sus reinas, tus nodrizas; con el rostro hacia la tierra se postrarán ante ti, y lamerán el polvo de tus pies; y sabrás que yo soy el Señor; porque los que me esperan no serán avergonzados.

24 ¿Pues será quitada la presa al poderoso?; o, ¿serán librados los cautivos legítimos?

25 Pero así dice el Señor: Aun los cautivos le serán quitados al poderoso, y la presa del tirano será librada; porque contenderé con el que contienda contigo, y salvaré a tus hijos.

26 Y a los que te oprimen haré comer su propia carne; y con su propia sangre serán embriagados como con vino; y conocerá toda carne que yo, el Señor, soy tu Salvador y tu Redentor, el Fuerte de Jacob.

Capítulo 22

Israel será esparcido sobre toda la faz de la tierra — Los gentiles alimentarán y nutrirán a Israel con el Evangelio en los últimos días — Israel será congregado y se salvará, y los inicuos arderán como rastrojo — El reino del diablo será destruido y Satanás será atado. Aproximadamente 588–570 a.C.

1

Y aconteció que después que yo, Nefi, hube leído estas cosas que estaban grabadas sobre las planchas de bronce, mis hermanos vinieron a mí, y me dijeron: ¿Qué significan estas cosas que has leído? He aquí, ¿deben entenderse conforme a cosas que son espirituales, que se verificarán según el espíritu, y no según la carne?

2 Y yo, Nefi, les contesté: He aquí, la voz del Espíritu las manifestó al profeta; porque por el Espíritu son reveladas a los profetas todas las cosas que acontecerán a los hijos de los hombres según la carne.

3 Por tanto, lo que he leído tiene que ver con cosas temporales así como espirituales; porque parece que la casa de Israel será dispersada, tarde o temprano, sobre toda la superficie de la tierra, y también entre todas las naciones.

4 Y he aquí, hay muchos de quienes ningún conocimiento tienen ya los que están en Jerusalén; sí, la mayor parte de todas las tribus han sido llevadas; y se encuentran esparcidas acá y allá sobre las islas del mar; y dónde se hallan, ninguno de nosotros sabe, solo sabemos que se las han llevado.

5 Y desde que se las han llevado, se han profetizado estas cosas concernientes a ellas, así como a todos aquellos que más tarde serán dispersados y confundidos a causa del Santo de Israel, porque endurecerán sus corazones contra él; por lo que serán dispersados entre todas las naciones, y serán odiados por todos los hombres.

6 No obstante, después que sean nutridos por los gentiles, y el Señor haya levantado su mano sobre los gentiles y los haya puesto por estandarte, y sus hijos hayan sido llevados en los brazos de los gentiles, y sus hijas sobre sus hombros, he aquí, estas cosas de que se habla son temporales; porque así son los convenios del Señor con nuestros padres; y se refiere a nosotros en los días venideros, y también a todos nuestros hermanos que son de la casa de Israel;

7 y significa que viene el tiempo, después que toda la casa de Israel haya sido dispersada y confundida, en que el Señor Dios levantará una nación poderosa entre los gentiles, sí, sobre la superficie de esta tierra; y nuestros descendientes serán esparcidos por ellos.

8 Y después que nuestra posteridad haya sido dispersada, el Señor Dios procederá a efectuar una obra maravillosa entre los gentiles, que será de gran valor para nuestra posteridad; por tanto, se compara a que serán nutridos por los gentiles y llevados en sus brazos y sobre sus hombros.

9 Y también será de valor a los gentiles; y no solamente a los gentiles, sino a toda la casa de Israel, para dar a conocer los convenios del Padre de los cielos con Abraham, que dicen: En tu posteridad serán benditas todas las familias de la tierra.

10

Y quisiera, mis hermanos, que supieseis que no pueden ser bendecidas todas las familias de la tierra, a menos que el Señor desnude su brazo a los ojos de las naciones.

11 Por lo que el Señor Dios procederá a desnudar su brazo a los ojos de todas las naciones, al llevar a efecto sus convenios y su evangelio para con los que son de la casa de Israel.

12 Por tanto, los sacará otra vez de su cautividad, y serán reunidos en las tierras de su herencia; y serán sacados de la obscuridad y de las tinieblas; y sabrán que el Señor es su Salvador y su Redentor, el Fuerte de Israel.

13 Y la sangre de esa grande y abominable iglesia, que es la ramera de toda la tierra, se volverá sobre su propia cabeza; porque guerrearán entre sí, y la espada de sus propias manos descenderá sobre su propia cabeza; y se emborracharán con su propia sangre.

14 Y toda nación que luche contra ti, oh casa de Israel, se volverá la una contra la otra, y caerán en la fosa que cavaron para entrampar al pueblo del Señor. Y todos los que combatan contra Sion serán destruidos, y esa gran ramera que ha pervertido las vías correctas del Señor, sí, esa grande y abominable iglesia caerá a tierra, y grande será su caída.

15 Porque he aquí, dice el profeta, se acerca rápidamente el tiempo en que Satanás no tendrá más poder sobre el corazón de los hijos de los hombres; porque pronto se acerca el día en que todos los soberbios y todos los que obran inicuamente serán como rastrojo; y está cerca el día en que han de ser quemados.

16 Pues está próximo el tiempo en que la plenitud de la ira de Dios será derramada sobre todos los hijos de los hombres; porque no consentirá que los inicuos destruyan a los justos.

17 Por lo tanto, preservará a los justos por su poder, aun cuando tuviese que venir la plenitud de su ira, y serán preservados los justos aun hasta la destrucción de sus enemigos por fuego. Por tanto, los justos no tienen por qué temer; porque así dice el profeta: Se salvarán, aun como si fuese por fuego.

18 He aquí, os digo, mis hermanos, que estas cosas deben venir muy pronto; sí, debe haber sangre y fuego y vapor de humo; y es menester que sea sobre la superficie de esta tierra; y sobrevendrá a los hombres según la carne, si es que endurecen sus corazones en contra del Santo de Israel.

19 Pues he aquí, los justos no perecerán; porque ciertamente vendrá el tiempo en que todos los que combatan contra Sion serán talados.

20

Y el Señor ciertamente preparará una vía para su pueblo, a fin de cumplir las palabras que habló Moisés, diciendo: El Señor vuestro Dios os levantará a un profeta, semejante a mí; a él oiréis en todo lo que os dijere. Y sucederá que todos aquellos que no quieran escuchar a ese profeta serán desarraigados de entre el pueblo.

21 Y ahora bien, yo, Nefi, os declaro que este profeta de quien habló Moisés era el Santo de Israel; por tanto, juzgará con justicia.

22 Y los justos no tienen por qué temer, pues ellos son los que no serán confundidos. Mas es el reino del diablo, el cual será edificado entre los hijos de los hombres, el cual está establecido entre aquellos que se encuentran en la carne;

23 porque pronto llegará el tiempo en que todas las iglesias que se hayan establecido para obtener ganancia, y todas las que hayan sido edificadas para lograr poder sobre la carne, y las que se hayan fundado para hacerse populares ante los ojos del mundo, y aquellas que busquen las concupiscencias de la carne, y las cosas del mundo, y cometan toda clase de iniquidades, en fin, todos los que pertenezcan al reino del diablo son los que deberán temer, temblar y estremecerse; ellos son los que deben ser humillados hasta el polvo; ellos son los que deben ser consumidos como el rastrojo; y esto según las palabras del profeta.

24 Y rápidamente se acerca el tiempo en que los justos han de ser conducidos como becerros de la manada, y el Santo de Israel ha de reinar con dominio, y fuerza, y potestad, y gran gloria.

25 Y recoge a sus hijos de las cuatro partes de la tierra; y cuenta a sus ovejas, y ellas lo conocen; y habrá un redil y un pastor; y él apacentará a sus ovejas, y en él hallarán pasto.

26 Y a causa de la rectitud del pueblo del Señor, Satanás no tiene poder; por consiguiente, no se le puede desatar por el espacio de muchos años; pues no tiene poder sobre el corazón del pueblo, porque el pueblo mora en rectitud, y el Santo de Israel reina.

27 Y ahora bien, he aquí, yo, Nefi, os declaro que todas estas cosas deben acontecer según la carne.

28 Pero he aquí, todas las naciones, tribus, lenguas y pueblos vivirán con seguridad en el Santo de Israel, si es que se arrepienten.

29 Y ahora, yo, Nefi, concluyo, porque no me atrevo aún a hablar más tocante a estas cosas.

30

Por tanto, mis hermanos, quisiera que consideraseis que las cosas que se han escrito en las planchas de bronce son verdaderas; y testifican que el hombre debe ser obediente a los mandamientos de Dios.

31 Por lo tanto, no debéis suponer que mi padre y yo somos los únicos que las hemos atestiguado y también enseñado. Por tanto, si sois obedientes a los mandamientos, y perseveráis hasta el fin, seréis salvos en el postrer día. Y así es. Amén.

El Segundo Libro de Nefi

Relación de la muerte de Lehi. Los hermanos de Nefi se rebelan en contra de él. El Señor amonesta a Nefi a salir para el desierto. Sus viajes por el desierto, etc.

Capítulo 1

Lehi profetiza acerca de una tierra de libertad — Los de su posteridad serán dispersados y afligidos si rechazan al Santo de Israel — Exhorta a sus hijos a ceñirse con la armadura de la rectitud. Aproximadamente 588–570 a.C.

1

Y aconteció que después que yo, Nefi, hube concluido de enseñar a mis hermanos, nuestro padre Lehi les habló muchas cosas también, y les recordó cuán grandes cosas el Señor había hecho por ellos al sacarlos de la tierra de Jerusalén,

2 y les habló de sus rebeliones sobre las aguas, y de las misericordias de Dios al salvarles la vida, para que no fuesen hundidos en el mar;

3 y también les habló tocante a la tierra de promisión que habían obtenido, de cuán misericordioso había sido el Señor en advertirnos que saliéramos de la tierra de Jerusalén.

4 Porque he aquí, les dijo, he visto una visión, por la cual yo sé que Jerusalén está destruida; y si hubiésemos permanecido en Jerusalén, también habríamos perecido.

5 Pero, dijo él, a pesar de nuestras aflicciones, hemos obtenido una tierra de promisión, una tierra escogida sobre todas las demás; una tierra que el Señor Dios hizo convenio conmigo de que sería una tierra para la herencia de mi posteridad. Sí, el Señor me ha dado esta tierra por convenio a mí y a mis hijos para siempre, y también para todos aquellos que la mano del Señor conduzca de otros países.

6 Por tanto, yo, Lehi, profetizo según el Espíritu que obra en mí, que nadie vendrá a esta tierra a menos que sea traído por la mano del Señor.

7 Por tanto, esta tierra está consagrada a quienes él traiga. Y en caso de que le sirvan según los mandamientos que él ha dado, será para ellos una tierra de libertad; por lo que nunca serán reducidos al cautiverio; si tal sucediere, será por causa de la iniquidad; porque si abunda la iniquidad, maldita será la tierra por causa de ellos; pero para los justos será bendita para siempre.

8 Y he aquí, es prudente que esta tierra no llegue todavía al conocimiento de otras naciones; pues he aquí, muchas naciones sobrellenarían la tierra, de modo que no habría lugar para una herencia.

9 Por tanto, yo, Lehi, he obtenido la promesa de que, si aquellos que el Señor Dios trae de la tierra de Jerusalén obedecen sus mandamientos, prosperarán sobre la superficie de esta tierra y serán preservados de todas las demás naciones, a fin de que posean esta tierra para sí mismos. Y en caso de que guarden sus mandamientos, serán bendecidos sobre la superficie de la tierra; y no habrá quien los moleste ni les quite la tierra de su herencia; y habitarán seguros para siempre.

10

Pero he aquí, cuando llegue el día en que degeneren en la incredulidad, después de haber recibido tan grandes bendiciones de la mano del Señor —teniendo el conocimiento de la creación de la tierra y de todos los hombres, conociendo las grandes y maravillosas obras del Señor desde la creación del mundo, habiéndoseles dado el poder para hacer todas las cosas por la fe; teniendo todos los mandamientos desde el principio, y habiendo sido conducidos por su infinita bondad a esta preciosa tierra de promisión— he aquí, digo que si llega el día en que rechacen al Santo de Israel, el verdadero Mesías, su Redentor y su Dios, he aquí, los juicios del que es justo descenderán sobre ellos.

11 Sí, él traerá sobre ellos a otras naciones, a las que dará poder, y les quitará la tierra de sus posesiones, y hará que sean dispersados y afligidos.

12 Sí, al pasar de una generación a otra habrá efusión de sangre y grandes calamidades entre ellos; por lo tanto, hijos míos, quisiera que recordaseis, sí, quisiera que escuchaseis mis palabras.

13 ¡Oh que despertaseis; que despertaseis de ese profundo sueño, sí, del sueño del infierno, y os sacudieseis de las espantosas cadenas que os tienen atados, cadenas que sujetan a los hijos de los hombres a tal grado que son llevados cautivos al eterno abismo de miseria y angustia!

14 ¡Despertad y levantaos del polvo! ¡Escuchad las palabras de un padre tembloroso, cuyo cuerpo pronto tendréis que entregar a la fría y silenciosa tumba, de donde ningún viajero puede volver; unos días más, y seguiré el camino de toda la tierra!

15 Pero he aquí, el Señor ha redimido a mi alma del infierno; he visto su gloria, y estoy para siempre envuelto entre los brazos de su amor.

16 Y mi deseo es que os acordéis de observar los estatutos y los juicios del Señor; he aquí, esta ha sido la ansiedad de mi alma desde el principio.

17 Mi corazón ha estado agobiado de pesar de cuando en cuando, pues he temido que por la dureza de vuestros corazones, el Señor vuestro Dios viniese en la plenitud de su ira sobre vosotros, y fueseis talados y destruidos para siempre;

18 o que una maldición os sobreviniera por el espacio de muchas generaciones; y fueseis castigados por la espada y por el hambre, y fueseis aborrecidos, y llevados según la voluntad y cautividad del diablo.

19 ¡Oh hijos míos, que no os sucedan estas cosas, sino que seáis un pueblo escogido y favorecido del Señor! Mas he aquí, hágase su voluntad, porque sus vías son para siempre justas.

20

Y él ha dicho: Si guardáis mis mandamientos, prosperaréis en la tierra; pero si no guardáis mis mandamientos, seréis desechados de mi presencia.

21 Y ahora bien, para que mi alma se regocije en vosotros, y mi corazón salga de este mundo con gozo por causa vuestra, a fin de que no sea yo llevado con pena y dolor a la tumba, levantaos del polvo, hijos míos, y sed hombres, y estad resueltos en una sola voluntad y con un solo corazón, unidos en todas las cosas, para que no descendáis al cautiverio;

22 para que no seáis maldecidos con una grave maldición; ni que tampoco traigáis el desagrado de un Dios justo sobre vosotros para la destrucción, sí, la eterna destrucción del cuerpo y del alma.

23 Despertad, hijos míos; ceñíos con la armadura de la rectitud. Sacudíos de las cadenas con las cuales estáis sujetos, y salid de la obscuridad, y levantaos del polvo.

24 No os rebeléis más en contra de vuestro hermano, cuyas manifestaciones han sido gloriosas, y quien ha guardado los mandamientos desde la época en que salimos de Jerusalén; y el cual ha sido un instrumento en las manos de Dios para traernos a la tierra de promisión; porque si no hubiese sido por él, habríamos perecido de hambre en el desierto; no obstante, habéis intentado quitarle la vida; sí, y él ha padecido mucha angustia a causa de vosotros.

25 Y yo temo y tiemblo en extremo que por causa de vosotros él padezca de nuevo; porque he aquí, lo habéis acusado de que pretendió poder y autoridad sobre vosotros; mas yo sé que él no ha procurado poder ni autoridad sobre vosotros; sino que ha procurado la gloria de Dios y vuestro propio bienestar eterno.

26 Y habéis murmurado porque él ha sido claro con vosotros. Decís que ha recurrido a la aspereza; decís que se ha enojado con vosotros; mas he aquí, que su severidad fue el rigor del poder de la palabra de Dios que estaba en él; y lo que vosotros llamáis ira fue la verdad, según la que se halla en Dios, la cual él no pudo reprimir, expresándose intrépidamente concerniente a vuestras iniquidades.

27 Y es menester que el poder de Dios esté con él, aun hasta mandaros que obedezcáis. Mas he aquí, no fue él, sino el Espíritu del Señor que en él estaba, el cual le abrió la boca para que hablara, de modo que no la podía cerrar.

28 Y ahora bien, hijo mío, Lamán, y también Lemuel y Sam, y también vosotros, hijos míos, que sois hijos de Ismael, he aquí, si escucháis la voz de Nefi, no pereceréis. Y si lo escucháis, os dejo una bendición, sí, mi primera bendición.

29 Pero si no queréis escucharlo, retiro mi primera bendición, sí, mi bendición, y quedará sobre él.

30

Y ahora te hablo a ti, Zoram: He aquí, tú eres el siervo de Labán; no obstante, has sido traído de la tierra de Jerusalén, y sé que tú eres un amigo fiel de mi hijo Nefi para siempre.

31 Por lo tanto, porque has sido fiel, tu posteridad será bendecida con su posteridad, para que vivan prósperamente por largo tiempo sobre la faz de esta tierra; y nada, a menos que sea la iniquidad entre ellos, dañará ni perturbará su prosperidad sobre la superficie de esta tierra para siempre.

32 Así pues, si guardáis los mandamientos del Señor, él ha consagrado esta tierra para la seguridad de tu posteridad con la de mi hijo.

Capítulo 2

La redención viene por medio del Santo Mesías — La libertad para escoger (el albedrío) es esencial para la existencia y el progreso — Adán cayó para que los hombres existiesen — Los hombres son libres para escoger la libertad y la vida eterna. Aproximadamente 588–570 a.C.

1

Y ahora, Jacob, te hablo a ti: Tú eres mi primer hijo nacido en los días de mi tribulación en el desierto. Y he aquí, tú has padecido aflicciones y mucho pesar en tu infancia a causa de la rudeza de tus hermanos.

2 No obstante, Jacob, mi primer hijo nacido en el desierto, tú conoces la grandeza de Dios; y él consagrará tus aflicciones para tu provecho.

3 Por consiguiente, tu alma será bendecida, y vivirás en seguridad con tu hermano Nefi; y tus días se emplearán al servicio de tu Dios. Por tanto, yo sé que tú estás redimido a causa de la justicia de tu Redentor; porque has visto que en la plenitud de los tiempos él vendrá para traer la salvación a los hombres.

4 Y en tu juventud has visto su gloria; por lo tanto, bienaventurado eres, así como lo serán aquellos a favor de quienes él ejercerá su ministerio en la carne; porque el Espíritu es el mismo, ayer, hoy y para siempre. Y la vía está preparada desde la caída del hombre, y la salvación es gratuita.

5 Y los hombres son suficientemente instruidos para discernir el bien del mal; y la ley es dada a los hombres. Y por la ley ninguna carne se justifica, o sea, por la ley los hombres son desarraigados. Sí, por la ley temporal fueron desterrados; y también por la ley espiritual perecen en cuanto a lo que es bueno, y llegan a ser desdichados para siempre.

6 Por tanto, la redención viene en el Santo Mesías y por medio de él, porque él es lleno de gracia y de verdad.

7 He aquí, él se ofrece a sí mismo en sacrificio por el pecado, para satisfacer los fines de la ley, por todos los de corazón quebrantado y de espíritu contrito; y por nadie más se pueden satisfacer los fines de la ley.

8 Por lo tanto, cuán grande es la importancia de dar a conocer estas cosas a los habitantes de la tierra, para que sepan que ninguna carne puede morar en la presencia de Dios, sino por medio de los méritos, y misericordia, y gracia del Santo Mesías, quien da su vida, según la carne, y la vuelve a tomar por el poder del Espíritu, para efectuar la resurrección de los muertos, siendo el primero que ha de resucitar.

9 De manera que él es las primicias para Dios, pues él intercederá por todos los hijos de los hombres; y los que crean en él serán salvos.

10

Y por motivo de la intercesión hecha por todos, todos los hombres vienen a Dios; de modo que comparecen ante su presencia para que él los juzgue de acuerdo con la verdad y santidad que hay en él. Por tanto, los fines de la ley que el Santo ha dado, para la imposición del castigo que se ha fijado, el cual castigo que se ha fijado se halla en oposición a la felicidad que se ha fijado, para cumplir los fines de la expiación;

11 porque es preciso que haya una oposición en todas las cosas. Pues de otro modo, mi primer hijo nacido en el desierto, no se podría llevar a efecto la rectitud ni la iniquidad, ni tampoco la santidad ni la miseria, ni el bien ni el mal. De modo que todas las cosas necesariamente serían un solo conjunto; por tanto, si fuese un solo cuerpo, habría de permanecer como muerto, no teniendo ni vida ni muerte, ni corrupción ni incorrupción, ni felicidad ni miseria, ni sensibilidad ni insensibilidad.

12 Por lo tanto, tendría que haber sido creado en vano; de modo que no habría habido ningún objeto en su creación. Esto, pues, habría destruido la sabiduría de Dios y sus eternos designios, y también el poder, y la misericordia, y la justicia de Dios.

13 Y si decís que no hay ley, decís también que no hay pecado. Si decís que no hay pecado, decís también que no hay rectitud. Y si no hay rectitud, no hay felicidad. Y si no hay rectitud ni felicidad, tampoco hay castigo ni miseria. Y si estas cosas no existen, Dios no existe. Y si no hay Dios, nosotros no existimos, ni la tierra; porque no habría habido creación de cosas, ni para actuar ni para que se actúe sobre ellas; por consiguiente, todo se habría desvanecido.

14 Y ahora bien, hijos míos, os hablo estas cosas para vuestro provecho e instrucción; porque hay un Dios, y él ha creado todas las cosas, tanto los cielos como la tierra y todo cuanto en ellos hay; tanto las cosas que actúan como aquellas sobre las cuales se actúa.

15 Y para realizar sus eternos designios en cuanto al objeto del hombre, después que hubo creado a nuestros primeros padres, y los animales del campo, y las aves del cielo, y en fin, todas las cosas que se han creado, era menester una oposición; sí, el fruto prohibido en oposición al árbol de la vida, siendo dulce el uno y amargo el otro.

16 Por lo tanto, el Señor Dios le concedió al hombre que obrara por sí mismo. De modo que el hombre no podía actuar por sí a menos que lo atrajera lo uno o lo otro.

17 Y yo, Lehi, de acuerdo con las cosas que he leído, debo suponer que un ángel de Dios había caído del cielo, según lo que está escrito; por tanto, se convirtió en un diablo, habiendo procurado lo malo ante Dios.

18 Y porque había caído del cielo, y llegado a ser miserable para siempre, procuró igualmente la miseria de todo el género humano. Por tanto, dijo a Eva, sí, esa antigua serpiente, que es el diablo, el padre de todas las mentiras, así le dijo: Come del fruto prohibido, y no morirás, sino que serás como Dios, conociendo el bien y el mal.

19 Y después que Adán y Eva hubieron comido del fruto prohibido, fueron echados del Jardín de Edén, para cultivar la tierra.

20

Y tuvieron hijos, sí, la familia de toda la tierra.

21 Y los días de los hijos de los hombres fueron prolongados, según la voluntad de Dios, para que se arrepintiesen mientras se hallaran en la carne; por lo tanto, su estado llegó a ser un estado de probación, y su tiempo fue prolongado, conforme a los mandamientos que el Señor Dios dio a los hijos de los hombres. Porque él dio el mandamiento de que todos los hombres se arrepintieran; pues mostró a todos los hombres que estaban perdidos a causa de la transgresión de sus padres.

22 Pues, he aquí, si Adán no hubiese transgredido, no habría caído, sino que habría permanecido en el Jardín de Edén. Y todas las cosas que fueron creadas habrían permanecido en el mismo estado en que se hallaban después de ser creadas; y habrían permanecido para siempre, sin tener fin.

23 Y no hubieran tenido hijos; por consiguiente, habrían permanecido en un estado de inocencia, sin sentir gozo, porque no conocían la miseria; sin hacer lo bueno, porque no conocían el pecado.

24 Pero he aquí, todas las cosas han sido hechas según la sabiduría de aquel que todo lo sabe.

25 Adán cayó para que los hombres existiesen; y existen los hombres para que tengan gozo.

26 Y el Mesías vendrá en la plenitud de los tiempos, a fin de redimir a los hijos de los hombres de la caída. Y porque son redimidos de la caída, han llegado a quedar libres para siempre, discerniendo el bien del mal, para actuar por sí mismos, y no para que se actúe sobre ellos, a menos que sea por el castigo de la ley en el grande y último día, según los mandamientos que Dios ha dado.

27 Así pues, los hombres son libres según la carne; y les son dadas todas las cosas que para ellos son propias. Y son libres para escoger la libertad y la vida eterna, por medio del gran Mediador de todos los hombres, o escoger la cautividad y la muerte, según la cautividad y el poder del diablo; pues él busca que todos los hombres sean miserables como él.

28 Y ahora bien, hijos míos, quisiera que confiaseis en el gran Mediador y que escuchaseis sus grandes mandamientos; y sed fieles a sus palabras y escoged la vida eterna, según la voluntad de su Santo Espíritu;

29 y no escojáis la muerte eterna según el deseo de la carne y la iniquidad que hay en ella, que da al espíritu del diablo el poder de cautivar, de hundiros en el infierno, a fin de poder reinar sobre vosotros en su propio reino.

30

Os he hablado estas pocas palabras a todos vosotros, hijos míos, en los últimos días de mi probación; y he escogido la buena parte, según las palabras del profeta. Y no tengo ninguna otra intención sino el eterno bienestar de vuestras almas. Amén.

Capítulo 3

José, en Egipto, vio a los nefitas en visión — Profetizó en cuanto a José Smith, el vidente de los últimos días; en cuanto a Moisés, que libraría a Israel; y en cuanto al advenimiento del Libro de Mormón. Aproximadamente 588–570 a.C.

1

Y ahora te hablo a ti, José, mi postrer hijo. Tú naciste en el desierto de mis aflicciones; sí, tu madre te dio a luz en la época de mis mayores angustias.

2 Y el Señor te consagre también a ti esta tierra, la cual es una tierra tan preciosa, por herencia tuya y la herencia de tu posteridad con tus hermanos, para vuestra seguridad para siempre, si es que guardáis los mandamientos del Santo de Israel.

3 Y ahora bien, José, mi último hijo, a quien he traído del desierto de mis aflicciones, el Señor te bendiga para siempre, porque tu posteridad no será enteramente destruida.

4 Porque he aquí, tú eres el fruto de mis lomos; y yo soy descendiente de José que fue llevado cautivo a Egipto. Y grandes fueron los convenios que el Señor hizo con José.

5 Por lo tanto, José realmente vio nuestro día. Y recibió del Señor la promesa de que del fruto de sus lomos el Señor Dios levantaría una rama justa a la casa de Israel; no el Mesías, sino una rama que iba a ser desgajada, mas no obstante, sería recordada en los convenios del Señor de que el Mesías sería manifestado a ellos en los últimos días, con el espíritu de poder, para sacarlos de las tinieblas a la luz; sí, de la obscuridad oculta y del cautiverio a la libertad.

6 Porque José en verdad testificó diciendo: El Señor mi Dios levantará a un vidente, el cual será un vidente escogido para los del fruto de mis lomos.

7 Sí, José verdaderamente dijo: Así me dice el Señor: Levantaré a un vidente escogido del fruto de tus lomos, y será altamente estimado entre los de tu simiente. Y a él daré el mandamiento de que efectúe una obra para el fruto de tus lomos, sus hermanos, la cual será de mucho valor para ellos, aun para llevarlos al conocimiento de los convenios que yo he hecho con tus padres.

8 Y le daré el mandamiento de que no haga ninguna otra obra, sino la que yo le mande. Y lo haré grande a mis ojos, porque ejecutará mi obra.

9 Y será grande como Moisés, de quien dije que os lo levantaría para librar a mi pueblo, ¡oh casa de Israel!

10

Y levantaré a Moisés para librar a tu pueblo de la tierra de Egipto.

11 Pero del fruto de tus lomos levantaré a un vidente, y a él daré poder para llevar mi palabra a los de tu descendencia; y no solamente para llevarles mi palabra, dice el Señor, sino para convencerlos de mi palabra que ya se habrá declarado entre ellos.

12 Por lo tanto, el fruto de tus lomos escribirá, y el fruto de los lomos de Judá escribirá; y lo que escriba el fruto de tus lomos, y también lo que escriba el fruto de los lomos de Judá, crecerán juntamente para confundir las falsas doctrinas, y poner fin a las contenciones, y establecer la paz entre los del fruto de tus lomos, y llevarlos al conocimiento de sus padres en los postreros días, y también al conocimiento de mis convenios, dice el Señor.

13 Y de la debilidad él será hecho fuerte, el día en que mi obra empiece entre todo mi pueblo para restaurarte, oh casa de Israel, dice el Señor.

14 Y así profetizó José, diciendo: He aquí, el Señor bendecirá a ese vidente, y los que traten de destruirlo serán confundidos; porque se cumplirá esta promesa que he recibido del Señor tocante al fruto de mis lomos. He aquí, estoy seguro del cumplimiento de esta promesa;

15 y su nombre será igual que el mío; y será igual que el nombre de su padre. Y será semejante a mí, porque aquello que el Señor lleve a efecto por su mano, por el poder del Señor, guiará a mi pueblo a la salvación.

16 Sí, José así profetizó: Estoy seguro de esto, así como estoy seguro de la promesa de Moisés; porque el Señor me ha dicho: Preservaré a tu descendencia para siempre.

17 Y ha dicho el Señor: Levantaré a un Moisés; y le daré poder en una vara, y le daré prudencia para escribir. Mas no desataré su lengua para que hable mucho, porque no lo haré grande en cuanto a la palabra. Pero le escribiré mi ley, con el dedo de mi propia mano, y prepararé a un portavoz para él.

18 Y también me dijo el Señor: Levantaré a uno para el fruto de tus lomos, y prepararé para él un portavoz. Y he aquí, le concederé que escriba la escritura del fruto de tus lomos, para el fruto de tus lomos; y el portavoz de tus lomos la declarará.

19 Y las palabras que él escriba serán las que yo en mi sabiduría juzgue conveniente que lleguen al fruto de tus lomos; y será como si los del fruto de tus lomos les hubiesen clamado desde el polvo, porque conozco su fe.

20

Y clamarán desde el polvo; sí, el arrepentimiento a sus hermanos, sí, aun después de haber pasado sobre ellos muchas generaciones. Y sucederá que su clamor saldrá, sí, según la sencillez de sus palabras.

21 A causa de su fe sus palabras saldrán de mi boca a sus hermanos, que son el fruto de tus lomos; y la debilidad de sus palabras yo fortaleceré en su fe, a fin de que recuerden mi convenio que hice con tus padres.

22 Y ahora bien, he aquí, mi hijo José, así fue como profetizó mi padre de antaño.

23 Por lo tanto, bendito eres por causa de este convenio; porque tus descendientes no serán destruidos, pues escucharán las palabras del libro.

24 Y se levantará entre ellos uno poderoso que efectuará mucho bien, tanto en palabras como en obras, siendo un instrumento en las manos de Dios, con gran fe, para obrar potentes maravillas y realizar aquello que es grande a la vista de Dios, para efectuar mucha restauración a la casa de Israel y a la posteridad de tus hermanos.

25 Y ahora bien, bendito eres tú, José. He aquí, eres pequeño; escucha, por tanto, las palabras de tu hermano Nefi, y será hecho contigo de conformidad con las palabras que he hablado. Recuerda las palabras de tu padre, que está para morir. Amén.

Capítulo 4

Lehi aconseja y bendice a su posteridad — Muere y es sepultado — Nefi se gloría en la bondad de Dios — Nefi pone su confianza en el Señor para siempre. Aproximadamente 588–570 a.C.

1

Y ahora yo, Nefi, hablo respecto a las profecías de las cuales ha hablado mi padre, concernientes a José, que fue llevado a Egipto.

2 Porque he aquí, él verdaderamente profetizó acerca de toda su posteridad; y no hay muchas profecías mayores que las que él escribió. Y profetizó concerniente a nosotros y nuestras generaciones venideras; y está escrito en las planchas de bronce.

3 Por tanto, luego que mi padre hubo concluido de hablar concerniente a las profecías de José, llamó a la familia de Lamán, sus hijos y sus hijas, y les dijo: He aquí, mis hijos e hijas, vosotros que sois los hijos e hijas de mi primogénito, quisiera que escuchaseis mis palabras.

4 Porque el Señor Dios ha dicho que: Al grado que guardéis mis mandamientos, prosperaréis en el país; y si no guardáis mis mandamientos, seréis desechados de mi presencia.

5 Mas he aquí, mis hijos e hijas, no puedo descender a la tumba sin dejar sobre vosotros una bendición; porque he aquí, sé que si sois instruidos en la senda que debéis seguir, no la abandonaréis.

6 Por tanto, si sois maldecidos, he aquí, dejo mi bendición sobre vosotros, para que os sea quitada la maldición, y recaiga sobre la cabeza de vuestros padres.

7 Por tanto, a causa de mi bendición el Señor Dios no permitirá que perezcáis; por tanto, será misericordioso con vosotros y con vuestra posteridad para siempre.

8 Y aconteció que luego que mi padre hubo concluido de hablar a los hijos de Lamán, hizo venir ante él a los hijos e hijas de Lemuel.

9 Y les habló diciendo: He aquí, mis hijos e hijas, vosotros que sois hijos e hijas de mi segundo hijo, he aquí, os dejo la misma bendición que dejé a los hijos e hijas de Lamán; por consiguiente, no seréis destruidos por completo, sino que al fin vuestra descendencia será bendecida.

10

Y ocurrió que cuando mi padre hubo concluido de hablar con ellos, he aquí, se dirigió a los hijos de Ismael, sí, y a todos los de su casa.

11 Y luego que hubo acabado de hablarles, habló a Sam, diciendo: Bendito eres tú y tu posteridad, pues heredarás el país, así como tu hermano Nefi; y tu posteridad será contada con la de él; y tú serás aun como tu hermano, y tu posteridad será como la suya, y tú serás bendecido todos tus días.

12 Y aconteció que después que mi padre, Lehi, hubo hablado a todos los de su casa, según los sentimientos de su corazón y el Espíritu del Señor que había en él, mi padre envejeció. Y aconteció que murió y fue sepultado.

13 Y aconteció que no muchos días después de su muerte, Lamán, Lemuel y los hijos de Ismael se enojaron conmigo a causa de las amonestaciones del Señor.

14 Porque yo, Nefi, me sentía constreñido a hablarles según la palabra de él; porque yo les había hablado muchas cosas, y también mi padre, antes de morir; y muchas de estas palabras están escritas sobre mis otras planchas, porque una parte con más historia está escrita sobre mis otras planchas.

15 Y sobre estas escribo las cosas de mi alma, y muchas de las Escrituras que están grabadas sobre las planchas de bronce. Porque mi alma se deleita en las Escrituras, y mi corazón las medita, y las escribo para la instrucción y el beneficio de mis hijos.

16 He aquí, mi alma se deleita en las cosas del Señor, y mi corazón medita continuamente en las cosas que he visto y oído.

17 Sin embargo, a pesar de la gran bondad del Señor al mostrarme sus grandes y maravillosas obras, mi corazón exclama: ¡Oh, miserable hombre que soy! Sí, mi corazón se entristece a causa de mi carne. Mi alma se aflige a causa de mis iniquidades.

18 Me veo circundado a causa de las tentaciones y pecados que tan fácilmente me asedian.

19 Y cuando deseo regocijarme, mi corazón gime a causa de mis pecados; no obstante, sé en quién he confiado.

20

Mi Dios ha sido mi apoyo; él me ha guiado por entre mis aflicciones en el desierto; y me ha preservado sobre las aguas del gran mar.

21 Me ha llenado con su amor hasta consumir mi carne.

22 Ha confundido a mis enemigos hasta hacerlos temblar delante de mí.

23 He aquí, él ha oído mi clamor durante el día, y me ha dado conocimiento en visiones durante la noche.

24 Y de día me he hecho osado en ferviente oración ante él; sí, he elevado mi voz a las alturas; y descendieron ángeles y me ministraron.

25 Y mi cuerpo ha sido conducido en las alas de su Espíritu hasta montañas muy altas; y mis ojos han visto grandes cosas, sí, demasiado grandes para el hombre; por lo tanto, se me mandó que no las escribiera.

26 Entonces, si he visto tan grandes cosas, si el Señor en su condescendencia para con los hijos de los hombres los ha visitado con tanta misericordia, ¿por qué ha de llorar mi corazón, y permanecer mi alma en el valle del dolor, y mi carne deshacerse, y mi fuerza desfallecer por causa de mis aflicciones?

27 Y, ¿por qué he de ceder al pecado a causa de mi carne? Sí, ¿y por qué sucumbiré a las tentaciones, de modo que el maligno tenga lugar en mi corazón para destruir mi paz y contristar mi alma? ¿Por qué me enojo a causa de mi enemigo?

28 ¡Despierta, alma mía! No desfallezcas más en el pecado. ¡Regocíjate, oh corazón mío, y no des más lugar al enemigo de mi alma!

29 No vuelvas a enojarte a causa de mis enemigos. No debilites mi fuerza por motivo de mis aflicciones.

30

¡Regocíjate, oh mi corazón, y clama al Señor y dile: Oh Señor, te alabaré para siempre! Sí, mi alma se regocijará en ti, mi Dios, y la roca de mi salvación.

31 ¿Redimirás mi alma, oh Señor? ¿Me librarás de las manos de mis enemigos? ¿Harás que yo tiemble al aparecer el pecado?

32 ¡Estén cerradas continuamente delante de mí las puertas del infierno, pues quebrantado está mi corazón y contrito mi espíritu! ¡No cierres, oh Señor, las puertas de tu justicia delante de mí, para que yo ande por la senda del apacible valle, para que me ciña al camino llano!

33 ¡Oh Señor, envuélveme con el manto de tu justicia! ¡Prepara, oh Señor, un camino para que escape delante de mis enemigos! ¡Endereza mi sendero delante de mí! No pongas tropiezo en mi camino, antes bien despeja mis vías ante mí; y no obstruyas mi sendero, sino más bien las vías de mi enemigo.

34 ¡Oh Señor, en ti he puesto mi confianza, y en ti confiaré para siempre! No pondré mi confianza en el brazo de la carne; porque sé que maldito es aquel que confía en el brazo de la carne. Sí, maldito es aquel que pone su confianza en el hombre, o hace de la carne su brazo.

35 Sí, sé que Dios dará liberalmente a quien pida. Sí, mi Dios me dará, si no pido impropiamente. Por lo tanto, elevaré hacia ti mi voz; sí, clamaré a ti, mi Dios, roca de mi rectitud. He aquí, mi voz ascenderá para siempre hacia ti, mi roca y mi Dios sempiterno. Amén.

Capítulo 5

Los nefitas se separan de los lamanitas, cumplen con la ley de Moisés, y edifican un templo — Por motivo de su incredulidad, los lamanitas son separados de la presencia del Señor, son maldecidos, y se convierten en azote para los nefitas. Aproximadamente 588–559 a.C.

1

He aquí, sucedió que yo, Nefi, clamé mucho al Señor mi Dios, por motivo de la ira de mis hermanos.

2 Pero he aquí, su ira aumentó contra mí, a tal grado que trataron de quitarme la vida.

3 Sí, murmuraron contra mí, diciendo: Nuestro hermano menor piensa gobernarnos, y nos ha sobrevenido mucha angustia por causa de él. Matémoslo, pues, para que ya no seamos afligidos más por causa de sus palabras. Porque he aquí, no queremos que él sea nuestro gobernante; pues a nosotros, sus hermanos mayores, nos corresponde gobernar a este pueblo.

4 Ahora bien, no escribo sobre estas planchas todo lo que murmuraron contra mí. Pero me basta con decir que trataron de quitarme la vida.

5 Y aconteció que el Señor me advirtió a mí, Nefi, que me apartara de ellos y huyese al desierto, con todos los que quisieran acompañarme.

6 Sucedió, pues, que yo, Nefi, tomé a mi familia, y también a Zoram y su familia, y a Sam, mi hermano mayor, y su familia, y a Jacob y José, mis hermanos menores, y también a mis hermanas y a todos los que quisieron ir conmigo. Y todos los que quisieron acompañarme eran aquellos que creían en las amonestaciones y revelaciones de Dios; y por este motivo escucharon mis palabras.

7 Y llevamos nuestras tiendas y todo cuanto nos fue posible, y viajamos por el desierto por el espacio de muchos días. Y después que hubimos viajado durante muchos días, plantamos nuestras tiendas.

8 Y mi pueblo quiso que diéramos el nombre de Nefi a ese sitio; por tanto, lo llamamos Nefi.

9 Y todos los que se hallaban conmigo optaron por llamarse el pueblo de Nefi.

10

Y nos afanamos por cumplir con los juicios, y los estatutos y mandamientos del Señor en todas las cosas, según la ley de Moisés.

11 Y el Señor estaba con nosotros, y prosperamos en gran manera; porque plantamos semillas, y a cambio, cosechamos abundantemente. Y empezamos a criar rebaños, manadas y animales de toda clase.

12 Y yo, Nefi, también había traído los anales que estaban grabados sobre las planchas de bronce; y también la esfera o brújula que la mano del Señor había preparado para mi padre, de acuerdo con lo que se ha escrito.

13 Y aconteció que comenzamos a prosperar en extremo, y a multiplicarnos en el país.

14 Y yo, Nefi, tomé la espada de Labán, y conforme a ella hice muchas espadas, no fuera que, de algún modo, los del pueblo que ahora se llamaban lamanitas cayeran sobre nosotros y nos destruyeran; porque yo conocía su odio contra mí y mis hijos y aquellos que eran llamados mi pueblo.

15 Y enseñé a mi pueblo a construir edificios y a trabajar con toda clase de madera, y de hierro, y de cobre, y de bronce, y de acero, y de oro, y de plata y de minerales preciosos que había en gran abundancia.

16 Y yo, Nefi, edifiqué un templo, y lo construí según el modelo del templo de Salomón, salvo que no se construyó de tantos materiales preciosos, pues no se hallaban en esa tierra; por tanto, no se pudo edificar como el templo de Salomón. Pero la manera de su construcción fue semejante a la del templo de Salomón; y su obra fue sumamente hermosa.

17 Y aconteció que yo, Nefi, hice que mi pueblo fuese industrioso y que trabajase con sus manos.

18 Y aconteció que ellos quisieron que yo fuera su rey. Pero yo, Nefi, deseaba que no tuvieran rey; no obstante, hice por ellos cuanto estaba en mi poder.

19 Y he aquí, se habían cumplido las palabras del Señor a mis hermanos, palabras que habló en cuanto a ellos, que yo sería su gobernante y su maestro. Por tanto, yo había sido su gobernante y maestro, según los mandatos del Señor, hasta la ocasión en que trataron de quitarme la vida.

20

Por tanto, se cumplió la palabra que el Señor me habló, diciendo: Por cuanto ellos no quieren escuchar tus palabras, serán separados de la presencia del Señor. Y he aquí, fueron separados de su presencia.

21 Y él había hecho caer la maldición sobre ellos, sí, una penosa maldición, a causa de su iniquidad. Porque he aquí, habían endurecido sus corazones contra él, de modo que se habían vuelto como un pedernal; por tanto, ya que eran blancos y sumamente bellos y deleitables, el Señor Dios hizo que los cubriese una piel de color obscuro, para que no atrajeran a los de mi pueblo.

22 Y así dice el Señor Dios: Haré que sean aborrecibles a tu pueblo, a no ser que se arrepientan de sus iniquidades.

23 Y malditos serán los descendientes de aquel que se mezcle con la posteridad de ellos; porque serán maldecidos con la misma maldición. Y el Señor lo habló; y así fue.

24 Y a causa de la maldición que vino sobre ellos, se convirtieron en un pueblo ocioso, lleno de maldad y astucia, y cazaban animales salvajes en el desierto.

25 Y el Señor Dios me dijo: Serán un azote a tus descendientes para estimularlos a que se acuerden de mí; y si no se acuerdan de mí, ni escuchan mis palabras, los azotarán hasta la destrucción.

26 Y acaeció que yo, Nefi, consagré a Jacob y a José para que fuesen sacerdotes y maestros sobre la tierra de mi pueblo.

27 Y aconteció que vivimos de una manera feliz.

28 Y habían transcurrido treinta años desde que salimos de Jerusalén.

29 Y yo, Nefi, había llevado los anales de mi pueblo hasta entonces sobre mis planchas, las que yo había hecho.

30

Y sucedió que el Señor Dios me dijo: Haz otras planchas; y grabarás sobre ellas muchas cosas que son gratas a mis ojos, para el beneficio de tu pueblo.

31 Por tanto, yo, Nefi, para ser obediente a los mandatos del Señor, fui e hice estas planchas sobre las cuales he grabado estas cosas.

32 Y grabé lo que es agradable a Dios. Y si mi pueblo se complace con las cosas de Dios, se complacerá con mis grabados que están sobre estas planchas.

33 Y si mi pueblo desea saber la parte más particular de la historia de mi pueblo, debe buscarla en mis otras planchas.

34 Y bástame decir que habían transcurrido cuarenta años, y ya habíamos tenido guerras y contiendas con nuestros hermanos.

Capítulo 6

Jacob narra la historia judía: El cautiverio de los judíos en Babilonia y su regreso; el ministerio y la crucifixión del Santo de Israel; la ayuda recibida de los gentiles; y la restauración de los judíos en los últimos días cuando crean en el Mesías. Aproximadamente 559–545 a.C.

1

Las palabras de Jacob, hermano de Nefi, las cuales habló al pueblo de Nefi:

2 He aquí, amados hermanos míos, que yo, Jacob, habiendo sido llamado por Dios y ordenado conforme a su santo orden, y habiendo sido consagrado por mi hermano Nefi, a quien tenéis por rey o protector, y de quien dependéis para que os dé seguridad, he aquí, vosotros sabéis que os he hablado muchísimas cosas.

3 Sin embargo, os hablo otra vez, porque anhelo el bienestar de vuestras almas. Sí, grande es mi preocupación por vosotros, y a vosotros mismos os consta que siempre lo ha sido. Porque os he exhortado con toda diligencia y os he enseñado las palabras de mi padre; y os he hablado tocante a todas las cosas que están escritas, desde la creación del mundo.

4 Y ahora bien, he aquí, quisiera hablaros acerca de cosas que son y que están por venir; por tanto, os leeré las palabras de Isaías. Y son las palabras que mi hermano ha deseado que os declare. Y os hablo para vuestro bien, para que conozcáis y glorifiquéis el nombre de vuestro Dios.

5 Ahora bien, las palabras que os leeré son las que habló Isaías acerca de toda la casa de Israel; por tanto, se os pueden comparar, porque pertenecéis a la casa de Israel. Y hay muchas cosas que Isaías ha hablado, las cuales se os pueden comparar, pues sois de la casa de Israel.

6 Y estas son las palabras: Así dice el Señor Dios: He aquí, yo alzaré mi mano a los gentiles, y levantaré mi estandarte a los pueblos; y traerán en brazos a tus hijos, y en hombros llevarán a tus hijas.

7 Y reyes serán tus ayos, y sus reinas, tus nodrizas; con el rostro hacia la tierra se postrarán ante ti y lamerán el polvo de tus pies; y sabrás que yo soy el Señor; porque los que me esperan no serán avergonzados.

8 Y ahora yo, Jacob, quisiera hablar algo concerniente a estas palabras. Porque he aquí, el Señor me ha manifestado que los que se hallaban en Jerusalén, de donde vinimos, han sido destruidos y llevados cautivos.

9 No obstante, el Señor me ha mostrado que volverán otra vez. Y también me ha mostrado que el Señor Dios, el Santo de Israel, se ha de manifestar a ellos en la carne; y que después que se haya manifestado, lo azotarán y lo crucificarán, según las palabras del ángel que me lo comunicó.

10

Y después que hayan empedernido sus corazones y endurecido sus cervices contra el Santo de Israel, he aquí, los juicios del Santo de Israel vendrán sobre ellos. Y se aproxima el día en que serán heridos y afligidos.

11 Por lo que, después que sean echados de un lado a otro, pues así dice el ángel, muchos serán afligidos en la carne, y no se les permitirá perecer a causa de las oraciones de los fieles; y serán dispersados y heridos y odiados; sin embargo, el Señor será misericordioso con ellos, para que cuando lleguen al conocimiento de su Redentor, sean reunidos de nuevo en las tierras de su herencia.

12 Y benditos son los gentiles, acerca de quienes el profeta ha escrito; porque he aquí, si es que se arrepienten y no luchan contra Sion, ni se unen a esa grande y abominable iglesia, serán salvos; porque el Señor Dios cumplirá sus convenios que ha hecho a sus hijos; y por esta causa el profeta ha escrito estas cosas.

13 Por tanto, los que luchen contra Sion y contra el pueblo del convenio del Señor lamerán el polvo de sus pies; y el pueblo del Señor no será avergonzado. Porque los del pueblo del Señor son aquellos que lo esperan; pues todavía esperan la venida del Mesías.

14 Y he aquí, según las palabras del profeta, el Mesías se dispondrá por segunda vez a recuperarlos; por lo tanto, cuando llegue el día en que en él crean, él se manifestará a ellos con poder y gran gloria, hasta la destrucción de sus enemigos, y no será destruido ninguno que crea en él.

15 Y los que no crean en él serán destruidos tanto por fuego, como por tempestades, y por temblores de tierra, por la efusión de sangre y por pestilencia y por hambre. Y sabrán que el Señor es Dios, el Santo de Israel.

16 ¿Pues será quitada la presa al poderoso o será librado el cautivo legítimo?

17 Empero así dice el Señor: Aun los cautivos le serán quitados al poderoso, y la presa del tirano será librada; porque el Dios Fuerte librará a su pueblo del convenio. Pues así dice el Señor: Yo contenderé con aquellos que contiendan contigo;

18 y a los que te oprimen daré de comer su propia carne; y con su propia sangre serán embriagados como con vino dulce; y conocerá toda carne que yo, el Señor, soy tu Salvador y tu Redentor, el Fuerte de Jacob.

Capítulo 7

Jacob continúa leyendo en Isaías: Isaías habla en lenguaje mesiánico — El Mesías tendrá lengua de sabios — Entregará Sus espaldas al heridor — No será confundido — Compárese con Isaías 50. Aproximadamente 559–545 a.C.

1

Sí, porque esto dice el Señor: ¿Te he repudiado yo, o te he echado de mi lado para siempre? Pues así dice el Señor: ¿Dónde está la carta de divorcio de tu madre? ¿A quién te he abandonado, o a cuál de mis acreedores te he vendido? Sí, ¿a quién te he vendido? He aquí, por vuestras maldades os habéis vendido, y por vuestras iniquidades es repudiada vuestra madre.

2 Por tanto, cuando vine, no hubo nadie; cuando llamé, nadie respondió. Oh casa de Israel, ¿se ha acortado mi mano para no redimir?; o, ¿no hay en mí poder para librar? He aquí, con mi reprensión hago secar el mar; vuelvo sus ríos en desiertos, sus peces hieden porque las aguas se han secado, y mueren de sed.

3 Visto de obscuridad los cielos, y de cilicio hago su cubierta.

4 El Señor Dios me dio lengua de sabios para saber hablarte en sazón, oh casa de Israel. Cuando estás cansada, él vela de aurora a aurora; él abre mi oído para que oiga como los sabios.

5 El Señor Dios me abrió el oído, y no fui rebelde ni me torné atrás.

6 Entregué mis espaldas al heridor, y mis mejillas a los que arrancaban la barba. No escondí mi rostro de la humillación ni del esputo.

7 Porque el Señor Dios me ayudará, de modo que no seré confundido. Por eso he puesto mi rostro como pedernal, y sé que no seré avergonzado.

8 Y el Señor está cerca, y me justifica. ¿Quién contenderá conmigo? Presentémonos juntos. ¿Quién es mi adversario? Acérquese a mí, y yo lo heriré con la fuerza de mi boca.

9 Porque el Señor Dios me ayudará. Y todos los que me condenen, he aquí, todos envejecerán como ropa de vestir, y la polilla se los comerá.

10

¿Quién hay entre vosotros que teme al Señor, que obedece la voz de su siervo, que anda en tinieblas y carece de luz?

11 He aquí, todos vosotros que encendéis fuego, que os rodeáis de centellas, andad a la luz de vuestro fuego y de las centellas que encendisteis. Esto os vendrá de mi mano: en angustia yaceréis.

Capítulo 8

Jacob continúa leyendo en Isaías: En los últimos días, el Señor consolará a Sion y recogerá a Israel — Los redimidos irán a Sion en medio de gran gozo — Compárese con Isaías 51 y 52:1–2. Aproximadamente 559–545 a.C.

1

Oídme, los que seguís la rectitud. Mirad a la roca de donde fuisteis cortados, y al hueco de la cantera de donde os sacaron.

2 Mirad a Abraham vuestro padre, y a Sara que os dio a luz; porque lo llamé a él solo, y lo bendije.

3 Porque el Señor consolará a Sion; consolará todas sus soledades y tornará su desierto en Edén, y su soledad en huerto del Señor. Allí habrá alegría y gozo, alabanza y voz de melodía.

4 ¡Atiende a mi palabra, oh pueblo mío, y escúchame, nación mía!, porque de mí saldrá una ley y estableceré mi justicia para luz del pueblo.

5 Cercana está mi justicia; salido ha mi salvación, y mi brazo juzgará a los pueblos. En mí esperarán las islas, y en mi brazo confiarán.

6 Alzad a los cielos vuestros ojos, y mirad la tierra abajo; porque los cielos se desvanecerán como humo, y la tierra se envejecerá como ropa de vestir; y de igual manera perecerán sus moradores. Pero mi salvación será para siempre, y mi justicia no será abrogada.

7 Oídme, los que conocéis la rectitud, pueblo en cuyo corazón he escrito mi ley: No temáis la afrenta del hombre, ni tengáis miedo de sus ultrajes.

8 Porque como a vestidura los comerá la polilla, como a la lana los consumirá el gusano. Pero mi justicia permanecerá para siempre, y mi salvación de generación en generación.

9 ¡Despierta, despierta; vístete de poder, oh brazo del Señor! Despierta como en los días antiguos. ¿No eres tú el que cortó a Rahab e hirió al dragón?

10

¿No eres tú el que secó el mar, las aguas del gran abismo; quien tornó las profundidades del mar en camino, para que pasaran los redimidos?

11 Por tanto, los redimidos del Señor volverán e irán a Sion cantando; y perpetuo gozo y santidad habrá sobre sus cabezas; alegría y regocijo alcanzarán, y huirán el dolor y el llanto.

12 Yo soy aquel; sí, yo soy el que os consuela. He aquí, ¿quién eres tú para temer al hombre, que es mortal, y al hijo del hombre, que será como el heno?

13 ¿Y para olvidar al Señor tu Hacedor, que extendió los cielos y fundó la tierra; y temer continuamente todos los días a causa del furor del opresor, como si estuviera presto para destruir? ¿Y en dónde está el furor del opresor?

14 El cautivo desterrado se da prisa para ser suelto, para que no muera en la celda, ni le falte su pan.

15 Pero yo soy el Señor tu Dios, cuyas olas se embravecieron; el Señor de los Ejércitos es mi nombre.

16 Y en tu boca he puesto mis palabras, y con la sombra de mi mano te cubrí, para yo extender los cielos, y fundar los cimientos de la tierra, y decir a Sion: He aquí, tú eres mi pueblo.

17 ¡Despierta, despierta, levántate, oh Jerusalén, tú que has bebido de la mano del Señor el cáliz de su furor; que has bebido los sedimentos del cáliz de temor hasta vaciarlos!

18 De todos los hijos que dio a luz, no hay quien la guíe; ni quien la tome de la mano, de todos los hijos que crio.

19 A ti han venido estos dos hijos que te compadecerán —tu asolamiento y destrucción, y el hambre y la espada— y, ¿con quién te consolaré yo?

20

Tus hijos desfallecieron con excepción de estos dos; se hallan tendidos en las encrucijadas de todas las calles; como toro salvaje en una red, llenos están del furor del Señor, de la reprensión de tu Dios.

21 Por tanto, oye esto ahora, tú, afligida y ebria, mas no de vino,

22 así dice tu Señor, el Señor y tu Dios que aboga la causa de su pueblo: He aquí, he quitado de tu mano el cáliz de temor, los sedimentos del cáliz de mi furor; nunca más lo volverás a beber.

23 Sino lo pondré en manos de los que te afligen, los que dijeron a tu alma: Póstrate para que pasemos por encima; y tú pusiste tu cuerpo como el suelo, y como la calle, para los que pasaran por encima.

24 ¡Despierta, despierta, vístete de tu poder, oh Sion! ¡Vístete tus ropas de hermosura, oh Jerusalén, ciudad santa! Porque nunca más vendrá a ti el incircunciso ni el inmundo.

25 ¡Sacúdete del polvo, levántate y toma asiento, oh Jerusalén! ¡Suelta las ataduras de tu cuello, oh cautiva hija de Sion!

Capítulo 9

Jacob explica que los judíos serán reunidos en todas sus tierras de promisión — La Expiación rescata al hombre de la Caída — Los cuerpos de los muertos saldrán de la tumba; y sus espíritus, del infierno y del paraíso — Serán juzgados — La Expiación rescata de la muerte, del infierno, del diablo y del tormento sin fin — Los justos serán salvos en el reino de Dios — Se exponen las consecuencias del pecado — El Santo de Israel es el guardián de la puerta. Aproximadamente 559–545 a.C.

1

Ahora bien, amados hermanos míos, he leído estas cosas para que sepáis de los convenios del Señor que ha concertado con toda la casa de Israel,

2 que él ha declarado a los judíos por boca de sus santos profetas, aun desde el principio, de generación en generación, hasta que llegue la época en que sean restaurados a la verdadera iglesia y redil de Dios, cuando sean reunidos en las tierras de su herencia, y sean establecidos en todas sus tierras de promisión.

3 He aquí, mis amados hermanos, os hablo estas cosas para que os regocijéis y levantéis vuestras cabezas para siempre, a causa de las bendiciones que el Señor Dios conferirá a vuestros hijos.

4 Porque sé que habéis escudriñado mucho, un gran número de vosotros, para saber acerca de cosas futuras; por tanto, yo sé que vosotros sabéis que nuestra carne tiene que perecer y morir; no obstante, en nuestro cuerpo veremos a Dios.

5 Sí, yo sé que sabéis que él se manifestará en la carne a los de Jerusalén, de donde vinimos, porque es propio que sea entre ellos; pues conviene que el gran Creador se deje someter al hombre en la carne y muera por todos los hombres, a fin de que todos los hombres queden sujetos a él.

6 Porque así como la muerte ha pasado sobre todos los hombres, para cumplir el misericordioso designio del gran Creador, también es menester que haya un poder de resurrección, y la resurrección debe venir al hombre por motivo de la caída; y la caída vino a causa de la transgresión; y por haber caído el hombre, fue desterrado de la presencia del Señor.

7 Por tanto, es preciso que sea una expiación infinita, pues a menos que fuera una expiación infinita, esta corrupción no podría revestirse de incorrupción. De modo que el primer juicio que vino sobre el hombre habría tenido que permanecer infinitamente. Y siendo así, esta carne tendría que descender para pudrirse y desmenuzarse en su madre tierra, para no levantarse jamás.

8 ¡Oh, la sabiduría de Dios, su misericordia y gracia! Porque he aquí, si la carne no se levantara más, nuestros espíritus tendrían que estar sujetos a ese ángel que cayó de la presencia del Dios Eterno, y se convirtió en el diablo, para no levantarse más.

9 Y nuestros espíritus habrían llegado a ser como él, y nosotros seríamos diablos, ángeles de un diablo, para ser separados de la presencia de nuestro Dios y permanecer con el padre de las mentiras, en la miseria como él; sí, iguales a ese ser que engañó a nuestros primeros padres, quien se transforma casi en ángel de luz, e incita a los hijos de los hombres a combinaciones secretas de asesinato y a toda especie de obras secretas de tinieblas.

10

¡Oh cuán grande es la bondad de nuestro Dios, que prepara un medio para que escapemos de las garras de este terrible monstruo; sí, ese monstruo, muerte e infierno, que llamo la muerte del cuerpo, y también la muerte del espíritu!

11 Y a causa del medio de la liberación de nuestro Dios, el Santo de Israel, esta muerte de la cual he hablado, que es la temporal, entregará sus muertos; y esta muerte es la tumba.

12 Y esta muerte de que he hablado, que es la muerte espiritual, entregará sus muertos; y esta muerte espiritual es el infierno. De modo que la muerte y el infierno han de entregar sus muertos, y el infierno ha de entregar sus espíritus cautivos, y la tumba sus cuerpos cautivos, y los cuerpos y los espíritus de los hombres serán restaurados los unos a los otros; y es por el poder de la resurrección del Santo de Israel.

13 ¡Oh cuán grande es el plan de nuestro Dios! Porque por otra parte, el paraíso de Dios ha de entregar los espíritus de los justos, y la tumba los cuerpos de los justos; y el espíritu y el cuerpo son restaurados de nuevo el uno al otro, y todos los hombres se tornan incorruptibles e inmortales; y son almas vivientes, teniendo un conocimiento perfecto semejante a nosotros en la carne, salvo que nuestro conocimiento será perfecto.

14 Por lo que tendremos un conocimiento perfecto de toda nuestra culpa, y nuestra impureza, y nuestra desnudez; y los justos, hallándose vestidos de pureza, sí, con el manto de rectitud, tendrán un conocimiento perfecto de su gozo y de su rectitud.

15 Y acontecerá que cuando todos los hombres hayan pasado de esta primera muerte a vida, de modo que hayan llegado a ser inmortales, deben comparecer ante el tribunal del Santo de Israel; y entonces viene el juicio, y luego deben ser juzgados según el santo juicio de Dios.

16 Y tan cierto como vive el Señor, porque el Señor Dios lo ha dicho, y es su palabra eterna que no puede dejar de ser, aquellos que son justos serán justos todavía, y los que son inmundos serán inmundos todavía; por lo tanto, los inmundos son el diablo y sus ángeles; e irán al fuego eterno, preparado para ellos; y su tormento es como un lago de fuego y azufre, cuya llama asciende para siempre jamás, y no tiene fin.

17 ¡Oh, la grandeza y la justicia de nuestro Dios! Porque él ejecuta todas sus palabras, y han salido de su boca, y su ley se debe cumplir.

18 Mas he aquí, los justos, los santos del Santo de Israel, aquellos que han creído en el Santo de Israel, quienes han soportado las cruces del mundo y menospreciado la vergüenza de ello, estos heredarán el reino de Dios que fue preparado para ellos desde la fundación del mundo, y su gozo será completo para siempre.

19 ¡Oh, la grandeza de la misericordia de nuestro Dios, el Santo de Israel! Pues él libra a sus santos de ese terrible monstruo, el diablo y muerte e infierno, y de ese lago de fuego y azufre, que es tormento sin fin.

20

¡Oh, cuán grande es la santidad de nuestro Dios! Pues él sabe todas las cosas, y no existe nada sin que él lo sepa.

21 Y viene al mundo para salvar a todos los hombres, si estos escuchan su voz; porque he aquí, él sufre los dolores de todos los hombres, sí, los dolores de toda criatura viviente, tanto hombres como mujeres y niños, que pertenecen a la familia de Adán.

22 Y sufre esto a fin de que la resurrección llegue a todos los hombres, para que todos comparezcan ante él en el gran día del juicio.

23 Y él manda a todos los hombres que se arrepientan y se bauticen en su nombre, teniendo perfecta fe en el Santo de Israel, o no pueden ser salvos en el reino de Dios.

24 Y si no se arrepienten, ni creen en su nombre, ni se bautizan en su nombre, ni perseveran hasta el fin, deben ser condenados; pues el Señor Dios, el Santo de Israel, lo ha dicho.

25 Por tanto, él ha dado una ley; y donde no se ha dado ninguna ley, no hay castigo; y donde no hay castigo, no hay condenación; y donde no hay condenación, las misericordias del Santo de Israel tienen derecho a reclamarlos por motivo de la expiación; porque son librados por el poder de él.

26 Porque la expiación satisface lo que su justicia demanda de todos aquellos a quienes no se ha dado la ley, por lo que son librados de ese terrible monstruo, muerte e infierno, y del diablo, y del lago de fuego y azufre, que es tormento sin fin; y son restaurados a ese Dios que les dio aliento, el cual es el Santo de Israel.

27 ¡Pero ay de aquel a quien la ley es dada; sí, que tiene todos los mandamientos de Dios, como nosotros, y que los quebranta, y malgasta los días de su probación, porque su estado es terrible!

28 ¡Oh ese sutil plan del maligno! ¡Oh las vanidades, y las flaquezas, y las necedades de los hombres! Cuando son instruidos se creen sabios, y no escuchan el consejo de Dios, porque lo menosprecian, suponiendo que saben por sí mismos; por tanto, su sabiduría es locura, y de nada les sirve; y perecerán.

29 Pero bueno es ser instruido, si hacen caso de los consejos de Dios.

30

Mas ¡ay de los ricos, aquellos que son ricos según las cosas del mundo! Pues porque son ricos desprecian a los pobres, y persiguen a los mansos, y sus corazones están en sus tesoros; por tanto, su tesoro es su dios. Y he aquí, su tesoro perecerá con ellos también.

31 ¡Ay de los sordos que no quieren oír!, porque perecerán.

32 ¡Ay de los ciegos que no quieren ver!, porque perecerán también.

33 ¡Ay de los incircuncisos de corazón!, porque el conocimiento de sus iniquidades los herirá en el postrer día.

34 ¡Ay del embustero!, porque será arrojado al infierno.

35 ¡Ay del asesino que mata intencionalmente!, porque morirá.

36 ¡Ay de los que cometen fornicaciones!, porque serán arrojados al infierno.

37 Sí, ¡ay de aquellos que adoran ídolos!, porque el diablo de todos los diablos se deleita en ellos.

38 Y en fin, ¡ay de todos aquellos que mueren en sus pecados!, porque volverán a Dios, y verán su rostro y quedarán en sus pecados.

39 ¡Oh, mis amados hermanos, recordad la horridez de transgredir contra ese Dios Santo, y también lo horrendo que es sucumbir a las seducciones de ese astuto ser! Tened presente que ser de mente carnal es muerte, y ser de mente espiritual es vida eterna.

40

¡Oh, amados hermanos míos, escuchad mis palabras! Recordad la grandeza del Santo de Israel. No digáis que he hablado cosas duras contra vosotros, porque si lo hacéis, ultrajáis la verdad; pues he hablado las palabras de vuestro Hacedor. Sé que las palabras de verdad son duras contra toda impureza; mas los justos no las temen, porque aman la verdad y no son perturbados.

41 Así pues, amados hermanos míos, venid al Señor, el Santo. Recordad que sus sendas son justas. He aquí, la vía para el hombre es angosta, mas se halla en línea recta ante él; y el guardián de la puerta es el Santo de Israel; y allí él no emplea ningún sirviente, y no hay otra entrada sino por la puerta; porque él no puede ser engañado, pues su nombre es el Señor Dios.

42 Y al que llamare, él abrirá; y los sabios, y los instruidos, y los que son ricos, que se inflan a causa de su conocimiento y su sabiduría y sus riquezas, sí, estos son los que él desprecia; y a menos que desechen estas cosas, y se consideren insensatos ante Dios y desciendan a las profundidades de la humildad, él no les abrirá.

43 Mas las cosas del sabio y del prudente les serán encubiertas para siempre; sí, esa felicidad que está preparada para los santos.

44 ¡Oh, mis queridos hermanos, recordad mis palabras! He aquí, me quito mis vestidos y los sacudo ante vosotros; ruego al Dios de mi salvación que me mire con su ojo que todo lo escudriña; por tanto, sabréis, en el postrer día, cuando todos los hombres sean juzgados según sus obras, que el Dios de Israel vio que sacudí vuestras iniquidades de mi alma, y que me presento con tersura ante él, y estoy limpio de vuestra sangre.

45 ¡Oh, mis queridos hermanos, apartaos de vuestros pecados! Sacudid de vosotros las cadenas de aquel que quiere ataros fuertemente; venid a aquel Dios que es la roca de vuestra salvación.

46 Preparad vuestras almas para ese día glorioso en que se administrará justicia al justo; sí, el día del juicio, a fin de que no os encojáis de miedo espantoso; para que no recordéis vuestra horrorosa culpa con claridad, y os sintáis constreñidos a exclamar: ¡Santos, santos son tus juicios, oh Señor Dios Todopoderoso; mas reconozco mi culpa; violé tu ley, y mías son mis transgresiones; y el diablo me ha atrapado, por lo que soy presa de su terrible miseria!

47 Mas he aquí, mis hermanos, ¿conviene que yo os despierte a la terrible realidad de estas cosas? ¿Atormentaría yo vuestras almas si vuestras mentes fueran puras? ¿Sería yo franco con vosotros, según la claridad de la verdad, si os hallaseis libres del pecado?

48 He aquí, si fueseis santos, os hablaría de cosas santas; pero como no sois santos, y me consideráis como maestro, es menester que os enseñe las consecuencias del pecado.

49 He aquí, mi alma aborrece el pecado, y mi corazón se deleita en la rectitud; y alabaré el santo nombre de mi Dios.

50

Venid, hermanos míos, todos los que tengáis sed, venid a las aguas; y venga aquel que no tiene dinero, y compre y coma; sí, venid y comprad vino y leche, sin dinero y sin precio.

51 Por lo tanto, no gastéis dinero en lo que no tiene valor, ni vuestro trabajo en lo que no puede satisfacer. Escuchadme diligentemente, y recordad las palabras que he hablado; y venid al Santo de Israel y saciaos de lo que no perece ni se puede corromper, y deléitese vuestra alma en la plenitud.

52 He aquí, amados hermanos míos, recordad las palabras de vuestro Dios; orad a él continuamente durante el día, y dad gracias a su santo nombre en la noche. Alégrese vuestro corazón.

53 Y considerad cuán grandes son los convenios del Señor, y cuán grandes sus condescendencias para con los hijos de los hombres; y a causa de su grandeza, y su gracia y misericordia, nos ha prometido que los de nuestra posteridad no serán completamente destruidos, según la carne, sino que los preservará; y en generaciones futuras llegarán a ser una rama justa de la casa de Israel.

54 Y ahora bien, mis hermanos, quisiera hablaros más; pero mañana os declararé el resto de mis palabras. Amén.

Capítulo 10

Jacob explica que los judíos crucificarán a su Dios — Serán dispersados hasta que empiecen a creer en Él — América será una tierra de libertad donde ningún rey gobernará — Reconciliaos con Dios y lograd la salvación por medio de Su gracia. Aproximadamente 559–545 a.C.

1

Y ahora bien, yo, Jacob, os hablo otra vez, amados hermanos míos, concerniente a esta rama justa de la cual he hablado.

2 Pues he aquí, las promesas que hemos logrado son promesas para nosotros según la carne; por tanto, así como se me ha manifestado que muchos de nuestros hijos perecerán en la carne a causa de la incredulidad, Dios, sin embargo, tendrá misericordia de muchos; y nuestros hijos serán restaurados para que obtengan aquello que les dará el verdadero conocimiento de su Redentor.

3 Por tanto, como os dije, debe ser menester que Cristo —pues anoche me dijo el ángel que ese sería su nombre— venga entre los judíos, entre aquellos que son de los más inicuos del mundo; y ellos lo crucificarán. Porque así conviene a nuestro Dios, y no hay ninguna otra nación sobre la tierra que crucificaría a su Dios.

4 Porque si se efectuasen entre otras naciones los grandes milagros, se arrepentirían y sabrían que él es su Dios.

5 Mas a causa de supercherías sacerdotales e iniquidades, los de Jerusalén endurecerán su cerviz contra él, para que sea crucificado.

6 Así que, por motivo de sus iniquidades, vendrán sobre ellos destrucciones, hambres, pestes y efusión de sangre; y los que no sean destruidos serán dispersados entre todas las naciones.

7 Pero he aquí, así dice el Señor Dios: Cuando llegue el día en que crean en mí, que yo soy Cristo, he hecho convenio con sus padres que entonces serán restaurados en la carne, sobre la tierra, a las tierras de su herencia.

8 Y acontecerá que serán congregados de su larga dispersión, desde las islas del mar y desde las cuatro partes de la tierra; y serán grandes a mis ojos las naciones de los gentiles, dice Dios, en llevarlos a las tierras de su herencia.

9 Sí, los reyes de los gentiles les serán por ayos, y sus reinas por nodrizas; por tanto, grandes son las promesas del Señor a los gentiles, porque él lo ha dicho; y, ¿quién puede disputarlo?

10

Mas he aquí, esta tierra, dice Dios, será la tierra de tu herencia, y los gentiles serán bendecidos sobre la tierra.

11 Y esta tierra será una tierra de libertad para los gentiles; y no habrá reyes sobre la tierra que se levanten sobre los gentiles.

12 Y fortificaré esta tierra contra todas las otras naciones.

13 Y el que combata contra Sion perecerá, dice Dios.

14 Porque quien levante rey contra mí, perecerá; pues yo, el Señor, el rey de los cielos, seré su rey, y eternamente seré una luz para aquellos que oigan mis palabras.

15 Por lo tanto, por esta causa, a fin de que se cumplan mis convenios que he concertado con los hijos de los hombres, que realizaré para ellos mientras estén en la carne, he de destruir las obras secretas de tinieblas, y de asesinatos, y de abominaciones.

16 De modo que quien pugne contra Sion, tanto judío como gentil, esclavo como libre, varón como mujer, perecerá; pues son ellos los que constituyen la ramera de toda la tierra; porque aquellos que no son conmigo, contra mí son, dice nuestro Dios.

17 Porque cumpliré mis promesas que he hecho a los hijos de los hombres, que realizaré para ellos mientras estén en la carne.

18 Por consiguiente, mis amados hermanos, así dice nuestro Dios: Afligiré a tu posteridad por mano de los gentiles; no obstante, ablandaré el corazón de los gentiles para que les sean como un padre; por tanto, los gentiles serán bendecidos y contados entre los de la casa de Israel.

19 Por tanto, consagraré esta tierra a tu posteridad, y a aquellos que sean contados entre los de tu posteridad, como la tierra de su herencia, para siempre; porque es una tierra escogida, me dice el Señor, sobre todas las otras tierras; por tanto, es mi voluntad que me adoren todos los hombres que en ella moren, dice Dios.

20

Ahora bien, amados hermanos míos, en vista de que nuestro clemente Dios nos ha dado tan gran conocimiento acerca de estas cosas, acordémonos de él, y dejemos a un lado nuestros pecados, y no inclinemos la cabeza, porque no somos desechados; sin embargo, hemos sido expulsados de la tierra de nuestra herencia; pero se nos ha guiado a una tierra mejor, pues el Señor ha hecho del mar nuestro camino, y nos hallamos en una isla del mar.

21 Pero grandes son las promesas del Señor para los que se hallan en las islas del mar; por tanto, ya que dice islas, debe haber más que esta, y también las habitan nuestros hermanos.

22 Porque he aquí, el Señor Dios ha llevado a algunos de la casa de Israel, de cuando en cuando, según su voluntad y placer. Y ahora bien, he aquí, el Señor se acuerda de todos los que han sido dispersados; por tanto, se acuerda de nosotros también.

23 Anímense, pues, vuestros corazones, y recordad que sois libres para obrar por vosotros mismos, para escoger la vía de la muerte interminable, o la vía de la vida eterna.

24 Por tanto, mis amados hermanos, reconciliaos con la voluntad de Dios, y no con la voluntad del diablo y la carne; y recordad, después de haberos reconciliado con Dios, que tan solo en la gracia de Dios, y por ella, sois salvos.

25 Así pues, Dios os levante de la muerte por el poder de la resurrección, y también de la muerte eterna por el poder de la expiación, a fin de que seáis recibidos en el reino eterno de Dios, para que lo alabéis por medio de la divina gracia. Amén.

Capítulo 11

Jacob vio a su Redentor — La ley de Moisés simboliza a Cristo y prueba que Él vendrá. Aproximadamente 559–545 a.C.

1

Ahora bien, Jacob habló muchas otras cosas a mi pueblo en esa ocasión; sin embargo, solamente he hecho escribir estas cosas, porque lo que he escrito me basta.

2 Y ahora yo, Nefi, escribo más de las palabras de Isaías, porque mi alma se deleita en sus palabras. Porque compararé sus palabras a mi pueblo, y las enviaré a todos mis hijos, pues él verdaderamente vio a mi Redentor, tal como yo lo he visto.

3 Y mi hermano Jacob también lo ha visto como lo he visto yo; por tanto, transmitiré las palabras de ellos a mis hijos, para probarles que mis palabras son verdaderas. Por tanto, ha dicho Dios, por las palabras de tres estableceré mi palabra. No obstante, Dios envía más testigos y confirma todas sus palabras.

4 He aquí, mi alma se deleita en comprobar a mi pueblo la verdad de la venida de Cristo; porque con este fin se ha dado la ley de Moisés; y todas las cosas que han sido dadas por Dios al hombre, desde el principio del mundo, son símbolo de él.

5 Y mi alma también se deleita en los convenios que el Señor ha hecho a nuestros antepasados; sí, mi alma se deleita en su gracia, y en su justicia, y poder, y misericordia en el gran y eterno plan de liberación de la muerte.

6 Y mi alma se deleita en comprobar a mi pueblo que salvo que Cristo venga, todos los hombres deben perecer.

7 Porque si no hay Cristo, no hay Dios; y si Dios no existe, nosotros no existimos, porque no habría habido creación. Mas hay un Dios, y es Cristo; y él viene en la plenitud de su propio tiempo.

8 Y ahora escribo algunas de las palabras de Isaías, para que aquellos de mi pueblo que vean estas palabras eleven sus corazones y se regocijen por todos los hombres. Ahora bien, estas son las palabras, y podéis compararlas a vosotros y a todos los hombres.

Capítulo 12

Isaías ve el templo de los postreros días, el recogimiento de Israel, el juicio y la paz milenarios — Los altivos y los inicuos serán humillados a la Segunda Venida — Compárese con Isaías 2. Aproximadamente 559–545 a.C.

1

Lo que vio Isaías hijo de Amoz, concerniente a Judá y Jerusalén:

2 Y acontecerá en los postreros días, que el monte de la casa del Señor será establecido como cabeza de los montes, y será exaltado sobre los collados, y todas las naciones correrán hacia él.

3 Y vendrán muchos pueblos y dirán: Venid, y subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará acerca de sus caminos, y caminaremos por sus sendas; porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra del Señor.

4 Y juzgará entre las naciones, y reprenderá a muchos pueblos; y forjarán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces. No alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra.

5 Venid, oh casa de Jacob, y caminemos a la luz del Señor; sí, venid, porque todos os habéis descarriado, cada cual por sus sendas de maldad.

6 Por lo que tú, oh Señor, has desamparado a tu pueblo, la casa de Jacob, porque llenos están de los modos de oriente, y escuchan a los agoreros como los filisteos, y con los hijos de extranjeros se enlazan.

7 Su tierra también está llena de plata y oro, sus tesoros no tienen fin; también su tierra está llena de caballos, y sus carros son sin número.

8 Su tierra también está llena de ídolos; adoran la obra de sus propias manos, aquello que han hecho sus mismos dedos.

9 Y el hombre vil no se inclina, ni el grande se humilla; por tanto, no lo perdones.

10

¡Oh malvados, meteos en la peña y escondeos en el polvo! Porque el temor del Señor y la gloria de su majestad os herirán.

11 Y sucederá que la mirada altiva del hombre será abatida, y la soberbia de los hombres será humillada, y solo el Señor será exaltado en aquel día.

12 Porque el día del Señor de los Ejércitos pronto vendrá sobre todas las naciones, sí, sobre cada una; sí, sobre el orgulloso y soberbio, y sobre todo el que se ensalza; y serán abatidos.

13 Sí, y el día del Señor vendrá sobre todos los cedros del Líbano, porque son altos y erguidos; y sobre todas las encinas de Basán;

14 y sobre todos los montes altos, y sobre todos los collados; y sobre todas las naciones que se ensalcen, y sobre todo pueblo;

15 y sobre toda torre alta, y sobre todo muro reforzado;

16 y sobre todos los barcos del mar, y sobre toda nave de Tarsis, y sobre todos los panoramas agradables.

17 Y la altivez del hombre será abatida, humillada será la soberbia de los hombres; y solo el Señor será ensalzado en aquel día.

18 Y quitará por completo los ídolos.

19 Y los hombres se meterán en las cavernas de las rocas y en las cuevas de la tierra, porque el temor del Señor caerá sobre ellos y la gloria de su majestad los herirá, cuando se levante para estremecer la tierra terriblemente.

20

En aquel día arrojará el hombre a los topos y murciélagos sus ídolos de plata y sus ídolos de oro que se ha hecho para adorarlos;

21 para meterse en las hendiduras de las rocas y en las cavernas de los peñascos, porque el temor del Señor vendrá sobre ellos, y los herirá la majestad de su gloria, cuando se levante para estremecer la tierra terriblemente.

22 Dejaos del hombre, cuyo aliento está en su nariz; pues, ¿en qué debe ser estimado?

Capítulo 13

Judá y Jerusalén serán castigadas por su desobediencia — El Señor litiga con Su pueblo y lo juzga — Las hijas de Sion son maldecidas y atormentadas por sus costumbres mundanas — Compárese con Isaías 3. Aproximadamente 559–545 a.C.

1

Porque he aquí que el Señor, el Señor de los Ejércitos, quita de Jerusalén y de Judá el apoyo y el sostén; todo sustento de pan, y todo socorro de agua;

2 el valiente y el hombre de guerra, el juez y el profeta, el prudente y el anciano;

3 el capitán de cincuenta, y el hombre respetable, y el consejero, y el artífice diestro, y el hábil orador.

4 Y niños les pondré por príncipes, y niños pequeños serán sus gobernantes.

5 Y el pueblo se hará violencia unos a otros, y cada cual contra su prójimo. El niño se portará altivamente con el anciano, y el villano contra el noble.

6 Cuando el hombre tomare a su hermano, de la familia de su padre, y le dijere: Tú tienes manto, sé tú nuestro gobernante, y no sea esta ruina bajo tu mano,

7 este jurará en aquel día, diciendo: No seré el sanador, pues en mi casa no hay ni pan ni qué vestir; no me hagáis gobernante del pueblo.

8 Pues arruinada está Jerusalén, y Judá caída; porque sus lenguas y sus obras han sido contra el Señor para provocar los ojos de su gloria.

9 La apariencia de sus rostros testifica en contra de ellos, y publica que su pecado es como el de Sodoma, y no lo pueden ocultar. ¡Ay de sus almas!, porque se han recompensado maldad para sí mismos.

10

Decid a los justos que a ellos les irá bien, porque comerán del fruto de sus obras.

11 ¡Ay de los impíos!, porque perecerán; pues el pago de sus manos vendrá sobre ellos.

12 Los opresores de mi pueblo son niños, y mujeres lo gobiernan. ¡Oh pueblo mío, los que te guían te hacen errar, y pervierten el curso de tus sendas!

13 El Señor se levanta para litigar, se pone en pie para juzgar al pueblo.

14 Vendrá el Señor a juicio contra los ancianos de su pueblo y contra sus príncipes; porque habéis devorado la viña y el despojo del pobre en vuestras casas.

15 ¿Qué pretendéis? Majáis a mi pueblo, y moléis las caras de los pobres, dice el Señor Dios de los Ejércitos.

16 Dice además el Señor: Por cuanto las hijas de Sion son altivas, y andan con cuello erguido y ojos desvergonzados, y caminan como si bailaran, y producen tintineo con los pies;

17 herirá, pues, el Señor la mollera de las hijas de Sion con sarna, y descubrirá su desnudez.

18 En aquel día quitará el Señor la ostentación de sus ajorcas, y redecillas, y lunetas;

19 los collares, y los brazaletes, y los rebociños;

20

las cofias, los adornos de las piernas, los tocados, los pomitos de olor y los zarcillos;

21 los anillos, y los joyeles para la nariz;

22 las mudas de ropa de gala, y los mantos, y las tocas, y las bolsas;

23 los espejos, y los linos finos, y los rebozos, y los velos.

24 Y sucederá que en lugar de perfumes, habrá hediondez; y soga en lugar de cinturón; y en lugar de cabellos peinados, calvicie; y en lugar de mantos, cilicio; y quemadura en lugar de hermosura.

25 Tus varones caerán a espada, y tus fuertes en la batalla.

26 Y sus puertas se lamentarán y enlutarán, y ella, desolada, se sentará en tierra.

Capítulo 14

Sion y sus hijas serán redimidas y purificadas en el día milenario — Compárese con Isaías 4. Aproximadamente 559–545 a.C.

1

Y en aquel día siete mujeres echarán mano de un hombre, diciendo: Nuestro propio pan comeremos, y con nuestra propia ropa nos vestiremos; tan solo déjanos llevar tu nombre para quitar nuestro oprobio.

2 En aquel día el renuevo del Señor será bello y glorioso, y el fruto de la tierra excelente y hermoso para los de Israel que hayan escapado.

3 Y acontecerá que los que fueren dejados en Sion, y los que quedaren en Jerusalén, serán llamados santos, todos los que en Jerusalén estén inscritos entre los vivientes,

4 cuando el Señor haya lavado la inmundicia de las hijas de Sion, y limpiado la sangre de Jerusalén de en medio de ella con espíritu de juicio y con espíritu de ardimiento.

5 Y creará el Señor, sobre toda morada del monte de Sion, y sobre sus asambleas, una nube y humo de día, y resplandor de fuego y llamas de noche, porque sobre toda la gloria de Sion habrá una defensa.

6 Y habrá un tabernáculo para sombra contra el calor del día, y para refugio y abrigo contra el turbión y contra el aguacero.

Capítulo 15

La viña del Señor (Israel) será asolada, y Su pueblo será esparcido — Les sobrevendrán calamidades en su estado apóstata y de esparcimiento — El Señor alzará estandarte a las naciones y recogerá a Israel — Compárese con Isaías 5. Aproximadamente 559–545 a.C.

1

Y entonces cantaré a mi muy amado el cantar de mi amado respecto de su viña. Mi amado tenía una viña en un collado muy fértil.

2 Y la cercó y despedregó y la plantó de vides escogidas, y edificó una torre en medio de ella, y también hizo un lagar; y esperaba que diese uvas, y dio uvas silvestres.

3 Ahora pues, oh habitantes de Jerusalén y varones de Judá, juzgad, os ruego, entre mí y mi viña.

4 ¿Qué más podía hacerse por mi viña que yo no haya hecho? ¿Por qué, cuando esperaba que produjese uvas, uvas silvestres produjo?

5 Pues ahora os diré lo que voy a hacer con mi viña: Le quitaré su vallado, y será consumida; derribaré su cerca, y será hollada;

6 y la asolaré; no será podada ni cavada, sino que en ella crecerán cardos y espinos; también mandaré a las nubes que no derramen lluvia sobre ella.

7 Porque la viña del Señor de los Ejércitos es la casa de Israel, y los hombres de Judá son su planta deleitosa. Y él esperaba justicia, y he aquí vileza; rectitud, y he aquí clamor.

8 ¡Ay de los que juntan casa con casa, hasta no haber más lugar, para quedar solos en medio de la tierra!

9 En mis oídos ha dicho el Señor de los Ejércitos: En verdad, muchas casas han de quedar asoladas, y grandes y hermosas ciudades quedarán sin habitantes.

10

Sí, diez yugadas de viña producirán un bato; y un homer de semilla producirá una efa.

11 ¡Ay de los que se levantan temprano por la mañana para seguir la embriaguez; que continúan hasta la noche, hasta que los enciende el vino!

12 Arpas, vihuelas, tamboriles, flautas y vino hay en sus banquetes; mas no observan la obra del Señor, ni consideran las obras de sus manos.

13 Por tanto, mi pueblo ha ido en cautiverio, porque carece de conocimiento; y perecen de hambre sus nobles, y su multitud se seca de sed.

14 Por tanto, el infierno ensanchó su seno, y abrió su boca desmedidamente; y allá descenderá la gloria de ellos, y su multitud, y su algazara, y el que en ello se huelga.

15 Y el hombre vil será humillado, y el varón poderoso será abatido, y los ojos del altivo serán bajados.

16 Mas el Señor de los Ejércitos será ensalzado en juicio, y el Dios Santo será santificado en justicia.

17 Entonces los corderos pacerán según su costumbre, y los lugares desolados de los ricos los comerán los extraños.

18 ¡Ay de los que arrastran la iniquidad con cuerdas de vanidad, y el pecado como si fuera con coyundas de carro;

19 quienes dicen: Dése prisa; haga presto su obra para que podamos verla; acérquese y venga el consejo del Santo de Israel para que lo conozcamos!

20

¡Ay de los que a lo malo llaman bueno, y a lo bueno malo; que ponen tinieblas por luz, y luz por tinieblas; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo!

21 ¡Ay de los que son sabios a sus propios ojos, y prudentes delante de sí mismos!

22 ¡Ay de los que son valientes para beber vino, y varones fuertes para mezclar licores;

23 que justifican al inicuo por cohecho, y quitan al justo su rectitud!

24 Por tanto, así como el fuego devora el rastrojo, y la llama consume la paja, su raíz será podredumbre, y sus flores se desvanecerán como polvo; porque han desechado la ley del Señor de los Ejércitos, y han despreciado la palabra del Santo de Israel.

25 Por esta causa se encendió el furor del Señor contra su pueblo, y extendió contra él su mano, y lo hirió; y se estremecieron los collados, y sus cadáveres fueron destrozados en medio de las calles. Con todo esto, no se ha aplacado su ira, sino que aún está extendida su mano.

26 Y alzará estandarte a las naciones de lejos, y les silbará desde el cabo de la tierra; y he aquí que vendrán presto y aceleradamente; y entre ellos no habrá cansado, ni quien tropiece.

27 Nadie dormitará ni se dormirá; a ninguno le será desatado el cinto de los lomos, ni se le romperá la correa de sus zapatos;

28 sus flechas estarán aguzadas, y todos sus arcos entesados; y los cascos de sus caballos serán como de pedernal, las ruedas de sus carros como torbellino y su rugido como de león.

29 Rugirán como leoncillos; sí, bramarán y se echarán sobre la presa, y la llevarán seguros, y no habrá quien se la quite.

30

Y en aquel día rugirán contra ellos como el bramido del mar; y si miraren hacia la tierra, he aquí, tinieblas y tribulación, y la luz se obscurecerá en sus cielos.

Capítulo 16

Isaías ve al Señor — Son perdonados los pecados de Isaías — Él es llamado a profetizar — Profetiza que los judíos rechazarán las enseñanzas de Cristo — Un resto volverá — Compárese con Isaías 6. Aproximadamente 559–545 a.C.

1

En el año en que murió el rey Uzías, vi también al Señor sentado sobre un trono alto y enaltecido, y las faldas de su ropa llenaban el templo.

2 Encima del trono estaban los serafines; cada uno de ellos tenía seis alas; con dos se cubrían el rostro, con dos los pies, y con dos volaban.

3 Y el uno exclamaba al otro, diciendo: ¡Santo, santo, santo es el Señor de los Ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria!

4 Y a la voz del que clamaba, se estremecieron los quiciales de las puertas, y la casa se llenó de humo.

5 Entonces dije yo: ¡Ay de mí!, pues soy perdido; porque soy hombre de labios inmundos, y habito entre un pueblo de labios inmundos; por cuanto mis ojos han visto al Rey, el Señor de los Ejércitos.

6 Entonces voló hacia mí uno de los serafines con un carbón encendido en la mano, el cual había tomado del altar con las tenazas;

7 y tocó con él sobre mi boca, y dijo: He aquí, esto ha tocado tus labios, y tu iniquidad es quitada, y borrado es tu pecado.

8 Y luego oí la voz del Señor decir: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces dije: Heme aquí, envíame a mí.

9 Y él dijo: Ve y di a este pueblo: Oíd bien, mas no entendieron; ved por cierto, mas no percibieron.

10

Deja que se endurezca el corazón de este pueblo, y que se entorpezcan sus oídos, y que sean cerrados sus ojos; no sea que vea con sus ojos, y oiga con sus oídos, y entienda con su corazón, y sea convertido y sanado.

11 Yo entonces dije: Señor, ¿hasta cuándo? Y él respondió: Hasta que las ciudades queden asoladas y sin habitantes, y las casas sin hombre, y la tierra enteramente desierta;

12 y el Señor haya echado lejos a los hombres, porque habrá gran desolación en medio de la tierra.

13 Mas todavía quedará una décima parte, y volverá, y será consumida; como el terebinto y como la encina que guardan en sí su substancia cuando echan sus hojas; así la santa semilla será su substancia.

Capítulo 17

Efraín y Siria guerrean contra Judá — Cristo nacerá de una virgen — Compárese con Isaías 7. Aproximadamente 559–545 a.C.

1

Y en los días de Acaz hijo de Jotam, hijo de Uzías, rey de Judá, aconteció que Rezín, rey de Siria, y Peca hijo de Remalías, rey de Israel, vinieron sobre Jerusalén para combatirla, mas no pudieron prevalecer contra ella.

2 Y fue dado el aviso a la casa de David, diciendo: Siria se ha confederado con Efraín. Y se le estremeció el corazón, y el corazón de su pueblo, como los árboles del bosque se sacuden con el viento.

3 Entonces dijo el Señor a Isaías: Sal ahora a encontrar a Acaz, tú y tu hijo Sear-jasub, al extremo del conducto del estanque superior, por el camino del campo del lavador;

4 y dile: Ten cuidado, y permanece tranquilo; no temas, ni desfallezca tu corazón por estos dos cabos de tizón encendidos que humean, por causa de la furiosa ira de Rezín y de Siria, y del hijo de Remalías.

5 Porque Siria, Efraín y el hijo de Remalías han tomado mal acuerdo contra ti, diciendo:

6 Subamos contra Judá y hostiguémosla, y abramos brecha en ella para nosotros, y pongámosle rey en su centro; sí, al hijo de Tabeel.

7 Así dice el Señor Dios: No subsistirá ni acontecerá.

8 Porque la cabeza de Siria es Damasco, y la cabeza de Damasco, Rezín; y dentro de sesenta y cinco años, Efraín será quebrantado hasta dejar de ser pueblo.

9 Y la cabeza de Efraín es Samaria, y la cabeza de Samaria, el hijo de Remalías. Si no creéis, de cierto no permaneceréis.

10

Además, habló el Señor otra vez a Acaz, diciendo:

11 Pide para ti una señal del Señor tu Dios; pídela ya sea abajo en lo profundo, o en lo alto arriba.

12 Mas dijo Acaz: No pediré, ni tentaré al Señor.

13 Y él respondió: Oíd ahora vosotros, ¡oh casa de David! ¿Es cosa pequeña para vosotros molestar a los hombres, que molestéis también a mi Dios?

14 Por tanto, el Señor mismo os dará una señal: He aquí que una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel.

15 Mantequilla y miel comerá, hasta que sepa desechar lo malo y escoger lo bueno.

16 Porque antes que el niño sepa desechar lo malo y escoger lo bueno, la tierra que tú aborreces será abandonada de sus dos reyes.

17 El Señor traerá sobre ti, sobre tu pueblo y sobre la casa de tu padre, días cuales nunca han venido desde el día en que Efraín se apartó de Judá, esto es, al rey de Asiria.

18 Y acontecerá que en aquel día el Señor silbará a la mosca que está en la parte lejana de Egipto, y a la abeja que se halla en la tierra de Asiria.

19 Y vendrán y se establecerán todas en los valles desolados, y en las hendiduras de las rocas, y en todo zarzal y en toda mata.

20

En aquel día afeitará el Señor con navaja alquilada, por los de la otra parte del río, por el rey de Asiria, la cabeza y pelos de los pies; y también raerá la barba.

21 Y acontecerá en aquel día que un hombre criará una vaca y dos ovejas;

22 y acontecerá que por la abundancia de leche que ellas darán, comerá mantequilla; porque mantequilla y miel comerán todos los que permanecieren en la tierra.

23 Y sucederá que en aquel día, todo lugar en donde había mil vides que valían mil siclos de plata, se quedará para cardos y espinas.

24 Con flechas y arcos los hombres entrarán allá, porque toda la tierra será cardos y espinas.

25 Y a todos los collados que fueren cavados con azada, no llegarán por temor a los cardos y espinas, mas serán para pasto de bueyes y para ser pisados de ganado menor.

Capítulo 18

Cristo será por tropezadero y piedra de tropiezo — Buscad al Señor y no a los adivinos que atisban — Volveos a la ley y al testimonio para recibir orientación — Compárese con Isaías 8. Aproximadamente 559–545 a.C.

1

Además, la palabra del Señor me dijo: Toma una tabla grande, y escribe en ella con caracteres de hombre tocante a Maher-shalal-hash-baz.

2 Y tomé por testigos fieles para atestiguar, al sacerdote Urías y a Zacarías hijo de Jeberequías.

3 Y me allegué a la profetisa, y concibió y dio a luz un hijo. Entonces me dijo el Señor: Llámalo Maher-shalal-hash-baz.

4 Pues he aquí, antes que el niño sepa decir: Padre mío y madre mía, serán quitadas las riquezas de Damasco y el despojo de Samaria delante del rey de Asiria.

5 Y me habló el Señor otra vez, diciendo:

6 Por cuanto este pueblo desecha las aguas de Siloé, que corren plácidamente, y se huelga con Rezín y el hijo de Remalías;

7 el Señor, pues, hará subir sobre ellos las aguas del río, fuertes y muchas, es decir, al rey de Asiria y toda su gloria; y subirá sobre todos sus arroyos y pasará sobre todas sus riberas.

8 Y fluirá por Judá; se desbordará e inundará; y llegará hasta la garganta; y la extensión de sus alas llenará la anchura de tu tierra, ¡oh Emanuel!

9 ¡Reuníos, oh pueblos, y seréis quebrantados! ¡Escuchad, todos vosotros los de países lejanos; ceñíos, y seréis quebrantados; apercibíos, y seréis quebrantados!

10

Reuníos en consejo, y será anulado; hablad palabra, y no permanecerá; porque Dios está con nosotros.

11 Porque el Señor de este modo me habló con mano fuerte, y me instruyó que no anduviese por el camino de este pueblo, diciendo:

12 No llaméis conspiración a todo lo que este pueblo llama conspiración; ni temáis lo que ellos temen, ni tengáis miedo.

13 Al Señor de los Ejércitos santificad; y sea él vuestro temor, y sea él vuestro miedo.

14 Y él será por santuario; pero por tropezadero y piedra de tropiezo a las dos casas de Israel; por trampa y lazo a los habitantes de Jerusalén.

15 Y muchos de ellos tropezarán y caerán; y serán quebrantados, entrampados y apresados.

16 Ata el testimonio; sella la ley entre mis discípulos.

17 Y yo esperaré al Señor, el cual oculta su cara de la casa de Jacob, y en él confiaré.

18 He aquí, yo y los hijos que el Señor me ha dado somos a Israel por señales y presagios de parte del Señor de los Ejércitos, que habita en el monte de Sion.

19 Y cuando os dijeren: Preguntad a los evocadores, y a los adivinos que atisban y hablan entre dientes: ¿No debe un pueblo consultar a su Dios para que los vivos oigan de los muertos?

20

¡A la ley y al testimonio! Y si no hablaren conforme a esta palabra, es porque no hay luz en ellos.

21 Y pasarán por la tierra, duramente acosados y hambrientos; y acontecerá que cuando tengan hambre, se enojarán y maldecirán a su rey y a su Dios, y alzarán la vista hacia arriba.

22 Y mirarán hacia la tierra, y contemplarán tribulación y tinieblas, obscuridad de angustia; y serán expulsados a las tinieblas.

Capítulo 19

Isaías habla del Mesías — El pueblo que andaba en tinieblas verá una gran luz — Un niño nos es nacido — Será el Príncipe de Paz y reinará sobre el trono de David — Compárese con Isaías 9. Aproximadamente 559–545 a.C.

1

Sin embargo, la obscuridad no será como lo fue en su oprobio, cuando él primero afligió ligeramente la tierra de Zabulón y la de Neftalí, y después la angustió más penosamente por la costa del mar Rojo, del otro lado del Jordán, en Galilea de las naciones.

2 El pueblo que andaba en tinieblas ha visto una gran luz; sobre los que moraban en la tierra de la sombra de muerte, la luz ha resplandecido.

3 Tú has multiplicado la nación y aumentado el gozo; se alegran delante de ti, como se regocijan en la siega; como se alegran los hombres cuando se reparten el despojo.

4 Porque has quebrado el yugo de su carga, y la vara de su hombro, y el cetro de su opresor.

5 Porque toda batalla del guerrero es con ruido estruendoso y con vestidos revolcados en sangre; pero esto será con quemadura y pábulo de fuego.

6 Porque un niño nos es nacido, un hijo nos es dado; y sobre sus hombros estará el principado; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz.

7 Del aumento de su dominio y paz no habrá fin, sobre el trono de David y sobre su reino, a fin de disponerlo y confirmarlo con juicio y con justicia, desde ahora y para siempre. El celo del Señor de los Ejércitos hará esto.

8 El Señor envió su palabra a Jacob, y cayó en Israel.

9 Y la sabrá todo el pueblo, hasta Efraín y los habitantes de Samaria, que con soberbia y altivez de corazón dicen:

10

Los ladrillos han caído, mas construiremos con piedra labrada; derribados han sido los sicómoros, mas los repondremos con cedros.

11 Por lo tanto, el Señor dispondrá a los adversarios de Rezín contra él, y juntará a sus enemigos;

12 los sirios por delante y los filisteos por detrás, y a boca llena devorarán a Israel. Con todo esto, no se ha mitigado su ira, sino que su mano aún está extendida.

13 Pero el pueblo no se vuelve hacia aquel que lo castiga, ni busca al Señor de los Ejércitos.

14 Por tanto, el Señor cortará de Israel cabeza y cola, rama y caña, en un mismo día.

15 El anciano es la cabeza; y el profeta que enseña mentiras es la cola.

16 Porque los caudillos de este pueblo lo hacen errar; y los que ellos guían son destruidos.

17 Por tanto, el Señor no se complacerá en sus jóvenes, ni de sus huérfanos y viudas tendrá misericordia; porque todos son hipócritas y malhechores, y toda boca habla necedades. Con todo esto, no se ha mitigado su ira, sino que su mano aún está extendida.

18 Porque la maldad quema como fuego; devorará los cardos y espinas; y levantará llama en lo espeso de los bosques, y ascenderán como humo en remolinos.

19 Por la ira del Señor de los Ejércitos se obscurecerá la tierra, y el pueblo será como pábulo de fuego; nadie tendrá piedad de su hermano.

20

Y el hombre arrebatará a su diestra, y sentirá hambre; y comerá a su siniestra, y no quedará satisfecho; cada cual comerá la carne de su propio brazo:

21 Manasés a Efraín, y Efraín a Manasés; y ambos estarán contra Judá. Con todo esto, no se ha mitigado su ira, sino que su mano aún está extendida.

Capítulo 20

La destrucción de Asiria es un símbolo de la destrucción de los inicuos a la Segunda Venida — Pocas personas quedarán después que el Señor venga de nuevo — El resto de los de Jacob volverán en ese día — Compárese con Isaías 10. Aproximadamente 559–545 a.C.

1

¡Ay de aquellos que establecen decretos injustos y ponen por escrito la opresión que prescriben,

2 para apartar del juicio a los necesitados y para quitar el derecho a los pobres de mi pueblo; para que las viudas sean su presa y para robar a los huérfanos!

3 ¿Y qué haréis en el día de la visitación, y en la desolación que vendrá de lejos? ¿A quién iréis para que os ayude? ¿En dónde dejaréis vuestra gloria?

4 Sin mí se doblegarán ante los cautivos, y entre los muertos caerán. Con todo esto, no se ha mitigado su ira, sino que su mano aún está extendida.

5 ¡Oh asirio, la vara de mi ira, y el báculo en su mano es su indignación!

6 Lo enviaré contra una nación hipócrita, y contra el pueblo de mi ira le encargaré que se lleve los despojos, y arrebate la presa, y los pise como el lodo de las calles.

7 Aunque no es tal su designio, ni en su corazón lo piensa así; en su corazón solo está el destruir y exterminar naciones no pocas.

8 Pues dice: ¿No son reyes todos mis príncipes?

9 ¿No es Calno como Carquemis, Hamat como Arfad, y Samaria como Damasco?

10

Así como mi mano ha fundado los reinos de los ídolos, y cuyas imágenes grabadas han sobrepujado a las de Jerusalén y a las de Samaria,

11 ¿no haré con Jerusalén y sus ídolos como hice a Samaria y sus ídolos?

12 Por tanto, sucederá que cuando el Señor haya ejecutado su obra completa sobre el monte de Sion y Jerusalén, yo castigaré el fruto del soberbio corazón del rey de Asiria y la gloria de su altiva mirada.

13 Porque dice: Mediante el poder de mi mano he hecho estas cosas, y con mi sabiduría, pues soy prudente; y he quitado los confines de los pueblos, y les he saqueado sus tesoros y he derribado, como hombre valiente, a los habitantes;

14 y mi mano halló, cual nido, las riquezas del pueblo; y como se recogen los huevos abandonados, así recogí de toda la tierra; y no hubo quien moviese el ala, ni abriese la boca, ni piase.

15 ¿Se jactará el hacha contra aquel que con ella corta? ¿Se exaltará la sierra contra el que la mueve? ¡Como si se enalteciese la vara contra aquel que la levanta, o se engrandeciese el bastón como si no fuera palo!

16 Por tanto, el Señor, el Señor de los Ejércitos, enviará flaqueza entre sus robustos; y bajo su gloria encenderá una llama, como llama de fuego.

17 Y la luz de Israel será por fuego, y su Santo por llama, y quemarán y abrasarán en un día sus cardos y espinas;

18 y consumirán la gloria de su bosque y de su campo fructífero, alma y cuerpo; y serán como el desfallecimiento de un abanderado.

19 Y los árboles que queden de su bosque serán en número que un niño podrá contarlos.

20

Y sucederá en aquel día que el resto de Israel, y los que hayan escapado de la casa de Jacob, nunca más se apoyarán en aquel que los hirió, sino que se apoyarán con verdad en el Señor, el Santo de Israel.

21 El resto retornará, sí, el resto de Jacob, al Dios fuerte.

22 Porque aunque tu pueblo Israel fuere como la arena del mar, sin embargo, un resto de él volverá; la consumación decretada rebosará en rectitud.

23 Porque el Señor Dios de los Ejércitos hará la consumación ya determinada en toda la tierra.

24 Por lo tanto, así dice el Señor Dios de los Ejércitos: Pueblo mío que moras en Sion, no temas al asirio. Con vara te herirá, y levantará su palo contra ti a la manera de Egipto.

25 Mas de aquí a poco tiempo cesarán la indignación y mi cólera para su destrucción.

26 Y el Señor de los Ejércitos levantará un azote contra él, semejante a la matanza de Madián en la peña de Horeb; y así como su vara fue sobre el mar, así la levantará él a la manera de Egipto.

27 Y acontecerá en aquel día que será quitada su carga de sobre tus hombros, y su yugo de tu cerviz; y el yugo será destruido a causa de la unción.

28 Ha llegado hasta Ayat, ha pasado a Migrón; en Micmas ha guarecido sus carros.

29 Han pasado el paso; se han alojado en Geba; Ramá tiembla; Gabaa de Saúl ha huido.

30

Alza la voz, ¡oh hija de Galim! Haz que se oiga hasta Lais, ¡oh pobre Anatot!

31 Madmena ha sido abandonada; los habitantes de Gebim se juntan para huir.

32 Aún permanecerá él ese día en Nob; levantará su mano contra el monte de la hija de Sion, el collado de Jerusalén.

33 He aquí, el Señor, Jehová de los Ejércitos, desgajará la rama con terror; y serán talados los de gran estatura, y los altivos serán humillados.

34 Y cortará con hierro las espesuras de los bosques, y el Líbano caerá por mano de uno poderoso.

Capítulo 21

La vara del tronco de Isaí (Cristo) juzgará con justicia — En el Milenio, el conocimiento de Dios cubrirá la tierra — El Señor levantará estandarte a las naciones y recogerá a Israel — Compárese con Isaías 11. Aproximadamente 559–545 a.C.

1

Y saldrá una vara del tronco de Isaí, y un vástago retoñará de sus raíces.

2 Y sobre él reposará el Espíritu del Señor; el espíritu de sabiduría y de entendimiento, el espíritu de consejo y de poder, el espíritu de conocimiento y de temor del Señor;

3 y le dará penetrante entendimiento en el temor del Señor; y no juzgará según la vista de sus ojos, ni reprenderá por lo que oigan sus oídos;

4 sino que con justicia juzgará a los pobres, y reprenderá con equidad por los mansos de la tierra; y con la vara de su boca herirá la tierra, y con el aliento de sus labios matará al impío.

5 Y la justicia será el ceñidor de sus lomos, y la fidelidad el cinturón de sus riñones.

6 Y morará también el lobo con el cordero, y el leopardo con el cabrito se acostará; el becerro, el leoncillo y el cebón andarán juntos, y un niño los pastoreará.

7 Y la vaca y la osa pacerán, sus crías se echarán juntas; y el león comerá paja como el buey.

8 Y el niño de pecho jugará sobre la cueva del áspid, y el recién destetado extenderá su mano sobre la caverna de la víbora.

9 No dañarán, ni destruirán en todo mi santo monte; porque la tierra estará llena del conocimiento del Señor, como las aguas cubren el mar.

10

Y en aquel día habrá una raíz de Isaí, la cual estará puesta por estandarte al pueblo; los gentiles la buscarán, y su descanso será glorioso.

11 Y acontecerá en aquel día, que el Señor volverá a extender su mano, por segunda vez, para recobrar los restos de su pueblo que quedaren, de Asiria, y de Egipto, y de Patros, y de Cus, y de Elam, y de Sinar, y de Hamat, y de las islas del mar.

12 Y levantará estandarte a las naciones, y congregará a los desterrados de Israel, y reunirá a los dispersos de Judá de los cuatro cabos de la tierra.

13 La envidia de Efraín también se disipará, y los enemigos de Judá serán talados; Efraín no envidiará a Judá, ni Judá hostigará a Efraín;

14 sino que volarán sobre los hombros de los filisteos hacia el occidente; saquearán juntos a los de oriente; sobre Edom y Moab pondrán su mano, y los hijos de Ammón los obedecerán.

15 Y el Señor destruirá del todo la lengua del mar de Egipto; y con su viento impetuoso extenderá su mano sobre el río, y lo herirá en sus siete brazos y hará que los hombres pasen por él a pie enjuto.

16 Y habrá camino real, desde Asiria, para el resto de su pueblo que hubiere quedado, como lo hubo para Israel el día en que subió de la tierra de Egipto.

Capítulo 22

En los días del Milenio todos los hombres alabarán al Señor — Él morará entre ellos — Compárese con Isaías 12. Aproximadamente 559–545 a.C.

1

Y dirás en aquel día: ¡Te alabaré, oh Señor! Aunque estabas enojado conmigo, tu ira se ha apartado, y me has consolado.

2 He aquí, Dios es mi salvación; confiaré y no temeré, porque el Señor Jehová es mi fortaleza y mi canción; y también ha llegado a ser salvación para mí.

3 Por tanto, con gozo sacaréis agua de las fuentes de la salvación.

4 Y en aquel día diréis: ¡Alabad al Señor, aclamad su nombre, sus obras pregonad entre el pueblo, declarad que su nombre es ensalzado!

5 ¡Cantad al Señor!, porque él ha hecho cosas admirables; esto es sabido por toda la tierra.

6 ¡Da voces y canta, oh moradora de Sion!, porque grande es el Santo de Israel en medio de ti.

Capítulo 23

La destrucción de Babilonia es un símbolo de la destrucción que habrá a la Segunda Venida — Será un día de ira y de venganza — Babilonia (el mundo) caerá para siempre — Compárese con Isaías 13. Aproximadamente 559–545 a.C.

1

Carga de Babilonia que vio Isaías hijo de Amoz:

2 ¡Levantad bandera sobre lo alto del monte, alzadles la voz; señalad con la mano para que entren por las puertas de los nobles!

3 He dado mandamiento a mis santificados; he llamado asimismo a mis valientes, porque mi ira no está sobre los que se huelgan con mi enaltecimiento.

4 El estruendo de la multitud en las montañas, como de un gran pueblo, un tumultuoso ruido de los reinos de las naciones congregadas; el Señor de los Ejércitos dispone las tropas para la batalla.

5 Vienen de un país lejano, de lo postrero de los cielos, sí, el Señor y las armas de su indignación, para destruir toda la tierra.

6 ¡Aullad, porque el día del Señor está cerca! Vendrá como destrucción del Todopoderoso.

7 Por tanto, todas las manos se debilitarán; el corazón de todo hombre desfallecerá;

8 y se llenarán de miedo; angustias y dolores se apoderarán de ellos; se mirarán asombrados los unos a los otros; sus rostros serán como llamas.

9 He aquí que el día del Señor viene, cruel, con indignación e ira ardiente para asolar la tierra; y raer de ella a los pecadores.

10

Porque las estrellas de los cielos y sus constelaciones no darán su luz; el sol se obscurecerá al salir, y la luna no hará resplandecer su luz.

11 Y castigaré al mundo por su maldad, y a los impíos por su iniquidad; y haré cesar la arrogancia de los soberbios, y abatiré la altivez de los terribles.

12 Y haré al varón más precioso que el oro fino, y más que el oro de Ofir al hombre.

13 Por tanto, haré temblar los cielos, y la tierra se moverá de su lugar en la ira del Señor de los Ejércitos, y en el día de su furiosa indignación.

14 Y será como la corza perseguida, y como oveja sin pastor; y cada cual se volverá a su propio pueblo, y huirá a su propia tierra.

15 Todo el que fuere orgulloso será traspasado; sí, y todo el que se hubiere juntado con los malos, caerá por la espada.

16 Sus niños también serán estrellados ante sus ojos; sus casas serán saqueadas, y violadas sus mujeres.

17 He aquí, incitaré contra ellos a los medos, quienes no estimarán la plata ni el oro, ni los codiciarán.

18 Sus arcos también destrozarán a los mancebos; y no tendrán compasión del fruto del vientre; ni sus ojos perdonarán a los niños.

19 Y Babilonia, la gloria de los reinos, ornamento de la excelencia de los caldeos, vendrá a ser como cuando Dios destruyó a Sodoma y a Gomorra.

20

Nunca más será habitada, ni morarán en ella de generación en generación; el árabe no plantará tienda allí, ni pastores tendrán allí manadas;

21 sino que las fieras del desierto se echarán allí, y sus casas estarán llenas de animales aullantes; y allí morarán búhos y allí danzarán los sátiros.

22 Y los animales silvestres de las islas aullarán en sus desoladas casas, y los dragones en sus palacios deleitosos; y su tiempo está cerca, y su día no será prolongado. Pues la destruiré prestamente; sí, porque tendré misericordia de mi pueblo, mas los impíos perecerán.

Capítulo 24

Israel será recogido y disfrutará de reposo milenario — Lucifer fue echado del cielo por su rebelión — Israel triunfará sobre Babilonia (el mundo) — Compárese con Isaías 14. Aproximadamente 559–545 a.C.

1

Porque el Señor tendrá piedad de Jacob, y todavía escogerá a Israel, y lo establecerá en su propia tierra; y extranjeros se juntarán con ellos y se unirán a la casa de Jacob.

2 Y los pueblos los tomarán y los llevarán a su lugar; sí, desde lejos hasta los extremos de la tierra; y retornarán a sus tierras de promisión. Y la casa de Israel los poseerá, y la tierra del Señor será para siervos y siervas; y cautivarán a aquellos de quienes fueron cautivos; y regirán a sus opresores.

3 Y sucederá en aquel día, que el Señor te hará descansar de tu angustia y de tu temor, y del duro cautiverio en el que te viste obligado a servir.

4 Y acontecerá en aquel día, que tomarás este proverbio contra el rey de Babilonia, y dirás: ¡Cómo ha cesado el opresor, cómo ha fenecido la ciudad de oro!

5 El Señor ha quebrantado la vara de los impíos, el cetro de los gobernantes.

6 El que hería al pueblo en ira con golpe continuo, aquel que gobernaba a las naciones con saña, es perseguido, y nadie lo impide.

7 Toda la tierra descansa y está en paz; los hombres prorrumpen en cantos.

8 Sí, los abetos se regocijan por causa de ti, y también los cedros del Líbano, diciendo: Desde que tú caíste, no ha subido cortador contra nosotros.

9 El infierno abajo se conmueve para recibirte a tu llegada; te ha despertado a los muertos, sí, a todos los príncipes de la tierra; a todos los reyes de las naciones ha levantado de sus tronos.

10

Todos estos darán voces y te dirán: ¿También tú te debilitaste como nosotros? ¿Como nosotros has llegado a ser?

11 Tu pompa descendió al sepulcro; ya no se oye sonido de tus liras; gusanos son tu lecho, y gusanos te cubren.

12 ¡Cómo caíste del cielo, oh Lucifer, hijo de la mañana! ¡Has sido cortado hasta el suelo, tú que debilitabas a las naciones!

13 Porque dijiste en tu corazón: Ascenderé hasta el cielo; por encima de las estrellas de Dios levantaré mi trono, y me sentaré también sobre el monte de la congregación, hacia los lados del norte;

14 ascenderé por encima de las alturas de las nubes; seré semejante al Altísimo.

15 Mas tú precipitado serás hasta el infierno, a los lados del abismo.

16 Te mirarán de cerca los que te vieren, y te contemplarán y dirán: ¿Es este el hombre que hizo temblar la tierra, que sacudió los reinos;

17 que hizo del mundo un desierto, y destruyó sus ciudades, y nunca abrió la cárcel a sus presos?

18 Todos los reyes de las naciones, sí, todos yacen en gloria, cada uno en su propia casa;

19 mas tú echado eres de tu sepulcro como rama abominable, como residuo de aquellos que fueron muertos, atravesados por la espada, que descienden a las piedras del abismo; como cadáver hollado bajo los pies.

20

No serás sepultado junto con ellos, porque has desolado tu tierra y has hecho perecer a tu pueblo; la posteridad de los malhechores para siempre no será reconocida.

21 Preparad matanza para sus hijos por las iniquidades de sus padres; para que no se levanten, ni posean la tierra, ni llenen de ciudades la faz del mundo.

22 Porque yo me levantaré contra ellos, dice el Señor de los Ejércitos; y raeré de Babilonia el nombre y residuo, hijo y sobrino, dice el Señor.

23 Y la convertiré en morada de avetoros y en lagunas de agua; y la barreré con escoba de destrucción, dice el Señor de los Ejércitos.

24 El Señor de los Ejércitos ha jurado, diciendo: Ciertamente como lo he pensado, así sucederá; y como lo he propuesto, así será confirmado;

25 que al asirio traeré a mi tierra, y en mis collados lo hollaré; entonces será apartado de ellos el yugo de él, y la carga de él será quitada de sus hombros.

26 Este es el propósito que se ha determinado sobre toda la tierra; y esta, la mano que se extiende sobre todas las naciones.

27 Porque el Señor de los Ejércitos ha propuesto y, ¿quién lo abrogará? Su mano está extendida y, ¿quién la hará tornar atrás?

28 El año en que murió el rey Acaz fue esta carga.

29 No te regocijes tú, Filistea toda, por haberse quebrado la vara del que te hería; porque de la raíz de la culebra saldrá el áspid, y su fruto será una ardiente serpiente voladora.

30

Y los primogénitos de los pobres comerán, y los menesterosos reposarán seguros; y haré morir de hambre a tu raíz, y él matará a tu residuo.

31 ¡Aúlla, oh puerta! ¡Clama, oh ciudad! Tú, Filistea entera, disuelta estás; porque del norte vendrá un humo, y ninguno quedará solo en su tiempo determinado.

32 ¿Qué responderán entonces los mensajeros de las naciones? Que el Señor fundó a Sion, y que los pobres de su pueblo se acogerán a ella.

Capítulo 25

Nefi se deleita en la claridad — En los últimos días se entenderán las profecías de Isaías — Los judíos volverán de Babilonia, crucificarán al Mesías y serán dispersados y azotados — Serán restaurados cuando crean en el Mesías — Este vendrá por vez primera seiscientos años después de haber salido Lehi de Jerusalén — Los nefitas observan la ley de Moisés y creen en Cristo, que es el Santo de Israel. Aproximadamente 559–545 a.C.

1

Ahora bien, yo, Nefi, hablo algo con relación a las palabras que he escrito, palabras que fueron pronunciadas por boca de Isaías. Pues he aquí, Isaías habló muchas cosas que a muchos de los de mi pueblo les fue difícil comprender, porque no saben concerniente a la manera de profetizar entre los judíos.

2 Porque yo, Nefi, no les he enseñado muchas cosas respecto de las costumbres de los judíos; porque sus obras fueron obras de tinieblas, y sus hechos fueron hechos de abominaciones.

3 Por tanto, escribo a mi pueblo, a todos aquellos que en lo futuro reciban estas cosas que yo escribo, para que conozcan los juicios de Dios y sepan que vienen sobre todas las naciones, según la palabra que él ha declarado.

4 Por tanto, escuchad, oh pueblo mío, que sois de la casa de Israel, y dad oídos a mis palabras; pues aunque las palabras de Isaías no os son claras a vosotros, sin embargo, son claras para todos aquellos que son llenos del espíritu de profecía. Pero os declaro una profecía, de acuerdo con el espíritu que hay en mí; por tanto, profetizaré según la claridad que en mí ha habido desde la ocasión en que salí de Jerusalén con mi padre; porque, he aquí, mi alma se deleita en la claridad para con mi pueblo, a fin de que aprenda.

5 Sí, y mi alma se deleita en las palabras de Isaías, porque salí de Jerusalén, y mis ojos han visto las cosas de los judíos, y sé que ellos entienden las cosas de los profetas, y no hay ningún otro pueblo que entienda, como ellos, las cosas que fueron pronunciadas a los judíos, salvo que sean instruidos conforme a la manera de las cosas de los judíos.

6 Mas he aquí, yo, Nefi, no he enseñado a mis hijos conforme a la manera de los judíos; pero yo mismo he morado en Jerusalén, por lo que sé acerca de las regiones circunvecinas; y he mencionado a mis hijos acerca de los juicios de Dios que han acontecido entre los judíos, de acuerdo con todo lo que Isaías ha hablado, y no lo escribo.

7 Mas, he aquí, procedo con mi propia profecía, de acuerdo con mi claridad, en la que sé que nadie puede errar; sin embargo, en los días en que se cumplan las profecías de Isaías, en la época que se realicen, los hombres sabrán de seguro.

8 Por tanto, son de valor a los hijos de los hombres; y a los que suponen que no lo son, yo hablaré más particularmente, y limitaré mis palabras a mi propio pueblo; porque sé que serán de gran valor para ellos en los postreros días, porque entonces las entenderán; por consiguiente, es para su bien que las he escrito.

9 Y así como una generación ha sido destruida entre los judíos a causa de la iniquidad, de igual manera han sido destruidos de generación en generación, según sus iniquidades; y ninguno de ellos ha sido destruido jamás sin que se lo hayan predicho los profetas del Señor.

10

Por tanto, les ha sido dicho concerniente a la destrucción que vendría sobre ellos inmediatamente después que saliera mi padre de Jerusalén; sin embargo, endurecieron sus corazones, y conforme a mi profecía, han sido destruidos, salvo aquellos que fueron llevados cautivos a Babilonia.

11 Y hablo esto a causa del espíritu que está en mí. Y a pesar de que han sido llevados, volverán otra vez y poseerán la tierra de Jerusalén; por tanto, serán nuevamente restaurados a la tierra de su herencia.

12 Pero he aquí, habrá entre ellos guerras y rumores de guerras; y cuando llegue el día en que el Unigénito del Padre, sí, el Padre del cielo y de la tierra, se manifieste él mismo a ellos en la carne, he aquí, lo rechazarán por causa de sus iniquidades, y la dureza de sus corazones, y lo duro de su cerviz.

13 He aquí, lo crucificarán; y después de ser puesto en un sepulcro por el espacio de tres días, se levantará de entre los muertos, con sanidad en sus alas; y todos los que crean en su nombre serán salvos en el reino de Dios. Por tanto, mi alma se deleita en profetizar concerniente a él, porque he visto su día, y mi corazón magnifica su santo nombre.

14 Y he aquí, acontecerá que después que el Mesías haya resucitado de entre los muertos, y se haya manifestado a su pueblo, a cuantos quieran creer en su nombre, he aquí, Jerusalén será destruida otra vez; porque, ¡ay de aquellos que combatan contra Dios y el pueblo de su iglesia!

15 Por tanto, los judíos serán dispersados entre todas las naciones; sí, y también Babilonia será destruida; por consiguiente, otras naciones dispersarán a los judíos.

16 Y después que hayan sido dispersados, y el Señor Dios los haya azotado por otros pueblos, por el espacio de muchas generaciones, sí, de generación en generación, hasta que sean persuadidos a creer en Cristo, el Hijo de Dios, y la expiación, que es infinita para todo el género humano; y cuando llegue ese día en que crean en Cristo, y adoren al Padre en su nombre, con corazones puros y manos limpias, y no esperen más a otro Mesías, entonces, en esa época, llegará el día en que sea menester que crean estas cosas.

17 Y el Señor volverá a extender su mano por segunda vez para restaurar a su pueblo de su estado perdido y caído. Por tanto, él procederá a efectuar una obra maravillosa y un prodigio entre los hijos de los hombres.

18 Por consiguiente, él les manifestará sus palabras, las cuales los juzgarán en el postrer día, porque les serán dadas con el fin de convencerlos del verdadero Mesías que ellos rechazaron; y para convencerlos de que no deben esperar más a un Mesías que ha de venir, pues no ha de venir otro, salvo que sea un Mesías falso que engañe al pueblo; porque no hay sino un Mesías de quien los profetas han hablado, y ese Mesías es el que los judíos rechazarán.

19 Pues, según las palabras de los profetas, el Mesías viene seiscientos años a partir de la ocasión en que mi padre salió de Jerusalén; y según las palabras de los profetas, y también la palabra del ángel de Dios, su nombre será Jesucristo, el Hijo de Dios.

20

Y ahora bien, hermanos míos, he hablado claramente para que no podáis errar; y como vive el Señor Dios, que sacó a Israel de la tierra de Egipto, y dio poder a Moisés para sanar a las naciones después de haber sido mordidas por las serpientes ponzoñosas, si ponían sus ojos en la serpiente que él levantó ante ellas, y también le dio poder para que hiriera la peña y brotara el agua; sí, he aquí os digo que así como estas cosas son verdaderas, y como el Señor Dios vive, no hay otro nombre dado debajo del cielo sino el de este Jesucristo, de quien he hablado, mediante el cual el hombre pueda ser salvo.

21 De modo que por esta causa el Señor Dios me ha prometido que estas cosas que escribo serán guardadas, y preservadas y entregadas a los de mi posteridad, de generación en generación, para que se cumpla la promesa hecha a José, que su linaje no perecería jamás, mientras durase la tierra.

22 Por tanto, estas cosas irán de generación en generación mientras dure la tierra; e irán de acuerdo con la voluntad y deseo de Dios; y por ellas serán juzgadas las naciones que las posean, según las palabras que están escritas.

23 Porque nosotros trabajamos diligentemente para escribir, a fin de persuadir a nuestros hijos, así como a nuestros hermanos, a creer en Cristo y a reconciliarse con Dios; pues sabemos que es por la gracia por la que nos salvamos, después de hacer cuanto podamos;

24 y a pesar de que creemos en Cristo, observamos la ley de Moisés, y esperamos anhelosamente y con firmeza en Cristo, hasta que la ley sea cumplida.

25 Pues para este fin se dio la ley; por tanto, para nosotros la ley ha muerto, y somos vivificados en Cristo a causa de nuestra fe; guardamos, empero, la ley, a causa de los mandamientos.

26 Y hablamos de Cristo, nos regocijamos en Cristo, predicamos de Cristo, profetizamos de Cristo y escribimos según nuestras profecías, para que nuestros hijos sepan a qué fuente han de acudir para la remisión de sus pecados.

27 Por lo tanto, hablamos concerniente a la ley para que nuestros hijos sepan que la ley ya no rige; y, entendiendo que la ley ya no rige, miren ellos adelante hacia aquella vida que está en Cristo, y sepan con qué fin fue dada la ley. Y para que, después de cumplirse la ley en Cristo, no endurezcan contra él sus corazones, cuando la ley tenga que ser abrogada.

28 Y ahora bien, he aquí, pueblo mío, sois gente dura de cerviz; por tanto, os he hablado claramente, para que no podáis malentender. Y las palabras que he hablado quedarán como un testimonio contra vosotros; pues bastan para enseñar a cualquier hombre la vía correcta; porque la vía correcta consiste en creer en Cristo y no negarlo; porque al negarlo, también negáis a los profetas y la ley.

29 Y ahora bien, he aquí, os digo que la vía correcta es creer en Cristo y no negarlo; y Cristo es el Santo de Israel; por tanto, debéis inclinaros ante él y adorarlo con todo vuestro poder, mente y fuerza, y con toda vuestra alma; y si hacéis esto, de ninguna manera seréis desechados.

30

Y hasta donde fuere necesario, debéis observar las prácticas y las ordenanzas de Dios hasta que sea cumplida la ley que fue dada a Moisés.

Capítulo 26

Cristo ejercerá Su ministerio entre los nefitas — Nefi prevé la destrucción de los de su pueblo — Estos hablarán desde el polvo — Los gentiles establecerán iglesias falsas y combinaciones secretas — El Señor prohíbe que los hombres empleen las supercherías sacerdotales. Aproximadamente 559–545 a.C.

1

Y después que Cristo haya resucitado de entre los muertos, se os manifestará a vosotros, mis hijos, y mis amados hermanos, y las palabras que él os hable serán la ley que observaréis.

2 Pues he aquí, os digo que he visto que pasarán muchas generaciones, y habrá grandes guerras y contiendas entre mi pueblo.

3 Y después que el Mesías haya venido, se darán a mi pueblo señales de su nacimiento, y también de su muerte y resurrección; y grande y terrible será aquel día para los malvados, porque perecerán; y perecen porque rechazan a los profetas y a los santos, y los apedrean y los matan; por lo que el clamor de la sangre de los santos ascenderá desde la tierra hasta Dios en contra de ellos.

4 Por tanto, el día que viene abrasará a todos los soberbios y a los que obran inicuamente, dice el Señor de los Ejércitos, porque serán como rastrojo.

5 Y a los que matan a los profetas y a los santos, las profundidades de la tierra los tragarán, dice el Señor de los Ejércitos; y montañas los cubrirán, y torbellinos los arrebatarán, y edificios caerán sobre ellos y los desmenuzarán y reducirán a polvo.

6 Y serán visitados con truenos, y relámpagos, y terremotos, y con toda clase de destrucciones; porque el fuego de la ira del Señor se encenderá contra ellos, y serán como rastrojo, y el día que viene los consumirá, dice el Señor de los Ejércitos.

7 ¡Oh, el dolor y la angustia de mi alma por la pérdida de los de mi pueblo que serán muertos! Porque yo, Nefi, lo he visto, y casi me consume ante la presencia del Señor; pero tengo que clamar a mi Dios: ¡Tus vías son justas!

8 Pero he aquí, los justos que escuchan las palabras de los profetas y no los destruyen, sino que esperan anhelosamente y con firmeza en Cristo, aguardando las señales que son declaradas, a pesar de todas las persecuciones, he aquí, son ellos los que no perecerán.

9 Mas el Hijo de Justicia se les aparecerá; y él los sanará, y tendrán paz con él hasta que hayan transcurrido tres generaciones, y muchos de la cuarta generación hayan fallecido en rectitud.

10

Y cuando estas cosas hayan transcurrido, sobrevendrá a mi pueblo una presta destrucción; porque a pesar del dolor de mi alma, yo la he visto; por tanto, sé que acontecerá; y ellos se venden por nada; porque como recompensa de su orgullo y su necedad, segarán destrucción; porque se entregan al diablo, y escogen las obras de tinieblas más bien que la luz; por tanto, tendrán que bajar al infierno.

11 Porque el Espíritu del Señor no siempre luchará con el hombre. Y cuando el Espíritu cesa de luchar con el hombre, entonces viene una presta destrucción, y esto contrista mi alma.

12 Y así como hablé acerca de convencer a los judíos de que Jesús es el verdadero Cristo, es menester que los gentiles también sean convencidos de que Jesús es el Cristo, el Dios Eterno;

13 y que se manifiesta por el poder del Espíritu Santo a cuantos en él creen; sí, a toda nación, tribu, lengua y pueblo, obrando grandes milagros, señales y maravillas entre los hijos de los hombres, según su fe.

14 Mas he aquí, os profetizo concerniente a los postreros días, los días en que el Señor Dios manifestará estas cosas a los hijos de los hombres.

15 Después que mi posteridad y la posteridad de mis hermanos hayan degenerado en la incredulidad, y hayan sido heridos por los gentiles; sí, después que el Señor Dios haya acampado en contra de ellos por todos lados, y los haya sitiado con baluarte y levantado fuertes contra ellos; y después que hayan sido abatidos hasta el polvo, aun hasta dejar de existir, con todo esto, las palabras de los justos serán escritas, y las oraciones de los fieles serán oídas, y todos los que hayan degenerado en la incredulidad no serán olvidados;

16 porque aquellos que serán destruidos les hablarán desde la tierra, y sus palabras susurrarán desde el polvo, y su voz será como uno que evoca a los espíritus; porque el Señor Dios le dará poder para que susurre concerniente a ellos, como si fuera desde la tierra; y su habla susurrará desde el polvo.

17 Porque así dice el Señor Dios: Escribirán las cosas que se harán entre ellos, y serán escritas y selladas en un libro; y aquellos que hayan degenerado en la incredulidad no las tendrán, porque procuran destruir las cosas de Dios.

18 Por tanto, así como los que han sido destruidos fueron talados prestamente, y la multitud de sus fuertes será como el rastrojo que desaparece, sí, así dice el Señor Dios: Será en un instante, repentinamente.

19 Y sucederá que los que hayan degenerado en la incredulidad serán heridos por mano de los gentiles.

20

Y los gentiles se ensalzan con la soberbia de sus ojos, y han tropezado a causa de lo grande de su tropezadero, y han establecido muchas iglesias; sin embargo, menosprecian el poder y los milagros de Dios, y se predican su propia sabiduría y su propia instrucción, para enriquecerse y moler la faz de los pobres.

21 Y se edifican muchas iglesias que causan envidias, y contiendas, y malicia.

22 Y también existen combinaciones secretas, como en los tiempos antiguos, según las combinaciones del diablo, porque él es el fundador de todas estas cosas; sí, el fundador del asesinato y de las obras de tinieblas; sí, y los lleva del cuello con cordel de lino, hasta que los ata para siempre jamás con sus fuertes cuerdas.

23 Porque he aquí, amados hermanos míos, os digo que el Señor Dios no obra en la obscuridad.

24 Él no hace nada a menos que sea para el beneficio del mundo; porque él ama al mundo, al grado de dar su propia vida para traer a todos los hombres a él. Por tanto, a nadie manda él que no participe de su salvación.

25 He aquí, ¿acaso exclama él a alguien, diciendo: Apártate de mí? He aquí, os digo que no; antes bien, dice: Venid a mí, vosotros, todos los extremos de la tierra, comprad leche y miel sin dinero y sin precio.

26 He aquí, ¿ha mandado él a alguno que salga de las sinagogas, o de las casas de adoración? He aquí, os digo que no.

27 ¿Ha mandado él a alguien que no participe de su salvación? He aquí, os digo que no, sino que la ha dado gratuitamente para todos los hombres; y ha mandado a su pueblo que persuada a todos los hombres a que se arrepientan.

28 He aquí, ¿ha mandado el Señor a alguien que no participe de su bondad? He aquí, os digo: No; sino que todo hombre tiene tanto privilegio como cualquier otro, y a nadie se le prohíbe.

29 Él manda que no haya supercherías; porque he aquí, son supercherías sacerdotales el que los hombres prediquen y se constituyan a sí mismos como una luz al mundo, con el fin de obtener lucro y alabanza del mundo; pero no buscan el bien de Sion.

30

He aquí, el Señor ha vedado esto; por tanto, el Señor Dios ha dado el mandamiento de que todos los hombres tengan caridad, y esta caridad es amor. Y a menos que tengan caridad, no son nada. Por tanto, si tuviesen caridad, no permitirían que pereciera el obrero en Sion.

31 Mas el obrero en Sion trabajará para Sion; porque si trabaja por dinero, perecerá.

32 Y además, el Señor Dios ha mandado a los hombres no cometer homicidio; no mentir; no robar; no tomar el nombre del Señor su Dios en vano; no envidiar; no tener malicia; no contender unos con otros; no cometer fornicaciones; y no hacer ninguna de estas cosas; porque los que tal hagan, perecerán.

33 Porque ninguna de estas iniquidades viene del Señor, porque él hace lo que es bueno entre los hijos de los hombres; y nada hace que no sea claro para los hijos de los hombres; y él invita a todos ellos a que vengan a él y participen de su bondad; y a nadie de los que a él vienen desecha, sean negros o blancos, esclavos o libres, varones o mujeres; y se acuerda de los paganos; y todos son iguales ante Dios, tanto los judíos como los gentiles.

Capítulo 27

Tinieblas y apostasía cubrirán la tierra en los últimos días — El Libro de Mormón saldrá a luz — Tres testigos darán testimonio del libro — El hombre instruido dirá que no puede leer el libro sellado — El Señor ejecutará una obra maravillosa y un prodigio — Compárese con Isaías 29. Aproximadamente 559–545 a.C.

1

Mas he aquí que en los últimos días, o sea, en los días de los gentiles, sí, he aquí que todas las naciones de los gentiles, y también los judíos, tanto los que vengan a esta tierra como los que se hallen sobre otras tierras, sí, sobre todas las tierras del mundo, he aquí, estarán ebrios de iniquidad y de toda clase de abominaciones.

2 Y cuando venga ese día, los visitará el Señor de los Ejércitos con truenos y con terremotos, y con un gran estruendo, y con borrasca, y con tempestad, y con la llama de fuego devorador.

3 Y todas las naciones que pugnen contra Sion y que la acongojen serán como sueño de visión nocturna; sí, les será como al hambriento que sueña; y he aquí, come, mas despierta y su alma está vacía; o como un sediento que sueña; y he aquí, bebe, pero cuando despierta, está desfallecido, y su alma siente hambre; sí, aun así será con la multitud de todas las naciones que pugnen contra el monte de Sion.

4 Porque he aquí, todos vosotros que obráis iniquidad, deteneos y asombraos, porque gritaréis y clamaréis; sí, estaréis ebrios, mas no de vino; titubearéis, mas no de licor.

5 Porque he aquí, el Señor ha derramado sobre vosotros el espíritu de un profundo sueño; pues he aquí que habéis cerrado vuestros ojos y rechazado a los profetas; y a vuestros gobernantes y a los videntes él ha cubierto a causa de vuestra iniquidad.

6 Y acontecerá que el Señor Dios os manifestará las palabras de un libro; y serán las palabras de los que han dormido.

7 Y he aquí, el libro estará sellado; y en él habrá una revelación de Dios, desde el principio del mundo, hasta su fin.

8 Por lo tanto, a causa de las cosas que están selladas, no se entregarán estas cosas selladas en el día de las maldades y abominaciones del pueblo. Por tanto, les será retenido el libro;

9 mas el libro será entregado a un hombre, y él entregará las palabras del libro, que son las palabras de aquellos que han dormido en el polvo, y entregará estas palabras a otro;

10

mas no entregará las palabras que están selladas, ni tampoco entregará el libro. Porque el libro será sellado por el poder de Dios, y la revelación que fue sellada se guardará en el libro hasta que llegue el propio y debido tiempo del Señor en que aparezcan; porque he aquí, revelan todas las cosas desde la fundación del mundo hasta su fin.

11 Y vendrá el día en que las palabras del libro, que fueron selladas, se leerán desde los techos de las casas; y serán leídas por el poder de Cristo, y se revelarán a los hijos de los hombres todas las cosas jamás habidas entre ellos, y cuantas habrá aun hasta el fin de la tierra.

12 Por tanto, el día en que se entregue el libro al hombre de quien he hablado, quedará oculto dicho libro de los ojos del mundo para que no lo vea ojo alguno, salvo tres testigos que lo verán por el poder de Dios, además de aquel a quien el libro será entregado; y testificarán de la verdad del libro y de las cosas que contiene.

13 Y nadie más lo verá, sino unos pocos, conforme a la voluntad de Dios, para dar testimonio de su palabra a los hijos de los hombres; porque el Señor Dios ha dicho que las palabras de los fieles hablarían cual si fuera de entre los muertos.

14 Por tanto, el Señor Dios procederá a sacar a luz las palabras del libro; y en la boca de cuantos testigos a él le plazca, establecerá su palabra; y, ¡ay de aquel que rechace la palabra de Dios!

15 Mas he aquí, acontecerá que el Señor Dios dirá a aquel a quien entregará el libro: Toma estas palabras que no están selladas y entrégalas a otro, para que las muestre al instruido, diciendo: Te ruego que leas esto. Y el instruido dirá: Trae aquí el libro, y yo las leeré.

16 Y ahora bien, por causa de la gloria del mundo, y para obtener lucro dirán esto, y no para la gloria de Dios.

17 Y el hombre dirá: No puedo traer el libro, porque está sellado.

18 Entonces dirá el instruido: No puedo leerlo.

19 Por tanto, acontecerá que el Señor Dios de nuevo entregará el libro y las palabras que contiene al que no es instruido, el cual dirá: No soy instruido.

20

Entonces el Señor Dios le dirá: Los instruidos no las leerán porque las han rechazado, y yo puedo efectuar mi propia obra; por tanto, tú leerás las palabras que yo te daré.

21 No toques las cosas que están selladas, pues las manifestaré en mi propio y debido tiempo; porque mostraré a los hijos de los hombres que puedo ejecutar mi propia obra.

22 Por tanto, cuando hayas leído las palabras que te he mandado, y obtenido los testigos que te he prometido, entonces sellarás otra vez el libro, y lo esconderás para mis propósitos, a fin de que yo preserve las palabras que no has leído, hasta que en mi propia sabiduría me parezca oportuno revelar todas las cosas a los hijos de los hombres.

23 Porque he aquí, yo soy Dios; y soy un Dios de milagros; y manifestaré al mundo que soy el mismo ayer, hoy y para siempre; y no obro entre los hijos de los hombres sino de conformidad con su fe.

24 Y otra vez acontecerá que el Señor dirá a aquel que lea las palabras que le han de ser entregadas:

25 Por cuanto este pueblo se me acerca con su boca, y con sus labios me honra, mas su corazón ha alejado de mí, y su temor para conmigo le es inculcado por los preceptos de los hombres,

26 procederé yo, por tanto, a ejecutar una obra maravillosa entre este pueblo; sí, una obra maravillosa y un prodigio; porque la sabiduría de sus sabios e instruidos perecerá, y el entendimiento de sus prudentes será escondido.

27 Y, ¡ay de aquellos que procuran con afán esconder sus designios del Señor! Y sus obras se hacen en las tinieblas, y dicen: ¿Quién nos ve, y quién nos conoce? Y dicen también: Ciertamente tu obra de trastornar las cosas de arriba abajo será estimada como el barro del alfarero. Mas he aquí, dice el Señor de los Ejércitos, les mostraré que conozco todas sus obras. ¿Pues acaso dirá la obra del artífice: Él no me hizo? O, ¿dirá lo construido del constructor: No tenía inteligencia?

28 Pero he aquí, dice el Señor de los Ejércitos: Enseñaré a los hijos de los hombres que de aquí a muy poco tiempo el Líbano se convertirá en campo fértil; y el campo fértil será apreciado como un bosque.

29 Y en aquel día los sordos oirán las palabras del libro, y los ojos de los ciegos verán de en medio de la obscuridad y de las tinieblas.

30

Y los mansos también aumentarán, y su gozo será en el Señor; y los pobres entre los hombres se regocijarán en el Santo de Israel.

31 Porque así como vive el Señor, verán que el violento es reducido a la nada, y es consumido el escarnecedor; y todos los que velan por la iniquidad son talados;

32 y los que hacen ofensor al hombre por una palabra, y tienden trampa al que reprende a la puerta, y apartan al justo por una pequeñez.

33 Por tanto, el Señor que redimió a Abraham así dice, respecto a la casa de Jacob: Ahora Jacob no se avergonzará, ni su rostro se pondrá pálido.

34 Mas cuando él vea a sus hijos, obra de mis manos, en su centro, santificarán ellos mi nombre y santificarán al Santo de Jacob, y temerán al Dios de Israel.

35 Y también los que erraron en espíritu vendrán al entendimiento; y los que murmuraron aprenderán doctrina.

Capítulo 28

En los últimos días se establecerán muchas iglesias falsas — Enseñarán doctrinas falsas, vanas e insensatas — Abundará la apostasía por motivo de los maestros falsos — El diablo enfurecerá el corazón de los hombres — Él enseñará todo género de doctrinas falsas. Aproximadamente 559–545 a.C.

1

Y ahora bien, hermanos míos, he aquí que os he hablado según el Espíritu me ha constreñido; por tanto, sé que ciertamente se han de verificar.

2 Y las cosas que se escribirán, procedentes del libro, serán de gran valor para los hijos de los hombres, y particularmente para nuestra posteridad, que es un resto de la casa de Israel.

3 Porque sucederá en aquel día que las iglesias que se hayan establecido, mas no para el Señor, dirán la una a la otra: ¡He aquí que yo, yo soy la del Señor!; y dirán las demás: ¡Yo, yo soy la del Señor! Y así hablarán todos los que hayan establecido iglesias, mas no para el Señor;

4 y contenderán una con otra; y sus sacerdotes disputarán entre sí, y enseñarán con su conocimiento, y negarán al Espíritu Santo, el cual inspira a hablar.

5 Y niegan el poder de Dios, el Santo de Israel, y dicen al pueblo: Escuchadnos y oíd nuestro precepto; pues he aquí, hoy no hay Dios, porque el Señor y Redentor ha acabado su obra y ha dado su poder a los hombres;

6 he aquí, escuchad mi precepto: Si dijeren que hay un milagro hecho por la mano del Señor, no lo creáis, pues hoy ya no es un Dios de milagros; ya ha terminado su obra.

7 Sí, y habrá muchos que dirán: Comed, bebed y divertíos, porque mañana moriremos; y nos irá bien.

8 Y también habrá muchos que dirán: Comed, bebed y divertíos; no obstante, temed a Dios, pues él justificará la comisión de unos cuantos pecados; sí, mentid un poco, aprovechaos de alguno por causa de sus palabras, tended trampa a vuestro prójimo; en esto no hay mal; y haced todas estas cosas, porque mañana moriremos; y si es que somos culpables, Dios nos dará algunos azotes, y al fin nos salvaremos en el reino de Dios.

9 Sí, y habrá muchos que de esta manera enseñarán falsas, vanas e insensatas doctrinas; y se engreirán en sus corazones, y tratarán afanosamente de ocultar sus designios del Señor, y sus obras se harán en las tinieblas.

10

Y la sangre de los santos clamará desde el suelo contra ellos.

11 Sí, todos se han salido de la senda; se han corrompido.

12 A causa del orgullo, y a causa de falsos maestros y falsa doctrina, sus iglesias se han corrompido y se ensalzan; se han infatuado a causa de su orgullo.

13 Roban a los pobres por motivo de sus bellos santuarios; roban a los pobres por razón de sus ricas vestiduras; y persiguen a los mansos y a los pobres de corazón, porque se han engreído con su orgullo.

14 Llevan erguida la cerviz, y enhiesta la cabeza; sí, y por motivo del orgullo, de la iniquidad, de abominaciones y fornicaciones, todos se han extraviado, salvo unos pocos que son los humildes discípulos de Cristo; sin embargo, son guiados de tal manera que a menudo yerran porque son enseñados por los preceptos de los hombres.

15 ¡Oh los sabios, los instruidos y los ricos que se inflan con el orgullo de sus corazones, y todos aquellos que predican falsas doctrinas, y todos aquellos que cometen fornicaciones y pervierten la vía correcta del Señor! ¡Ay, ay, ay de ellos, dice el Señor Dios Todopoderoso, porque serán arrojados al infierno!

16 ¡Ay de aquellos que repudian al justo por una pequeñez y vilipendian lo que es bueno, y dicen que no vale nada! Porque llegará el día en que el Señor Dios visitará súbitamente a los habitantes de la tierra; y el día en que hayan llegado al colmo sus iniquidades, perecerán.

17 Mas he aquí, si los habitantes de la tierra se arrepienten de sus iniquidades y abominaciones, no serán destruidos, dice el Señor de los Ejércitos.

18 Mas he aquí, esa grande y abominable iglesia, la ramera de toda la tierra, tendrá que desplomarse, y grande será su caída.

19 Porque el reino del diablo ha de estremecerse, y los que a él pertenezcan deben ser provocados a arrepentirse, o el diablo los prenderá con sus sempiternas cadenas, y serán movidos a cólera, y perecerán;

20

porque he aquí, en aquel día él enfurecerá los corazones de los hijos de los hombres, y los agitará a la ira contra lo que es bueno.

21 Y a otros los pacificará y los adormecerá con seguridad carnal, de modo que dirán: Todo va bien en Sion; sí, Sion prospera, todo va bien. Y así el diablo engaña sus almas, y los conduce astutamente al infierno.

22 Y he aquí, a otros los lisonjea y les cuenta que no hay infierno; y les dice: Yo no soy el diablo, porque no lo hay; y así les susurra al oído, hasta que los prende con sus terribles cadenas, de las cuales no hay liberación.

23 Sí, son atrapados por la muerte y el infierno; y la muerte, el infierno y el diablo, y todos los que hayan caído en su poder deben presentarse ante el trono de Dios y ser juzgados según sus obras, de donde tendrán que ir al lugar preparado para ellos, sí, un lago de fuego y azufre, que es tormento sin fin.

24 Por tanto, ¡ay del reposado en Sion!

25 ¡Ay de aquel que exclama: Todo está bien!

26 Sí, ¡ay de aquel que escucha los preceptos de los hombres, y niega el poder de Dios y el don del Espíritu Santo!

27 Sí, ¡ay de aquel que dice: Hemos recibido, y no necesitamos más!

28 Y por fin, ¡ay de todos aquellos que tiemblan, y están enojados a causa de la verdad de Dios! Pues he aquí, aquel que está edificado sobre la roca, la recibe con gozo; y el que está fundado sobre un cimiento arenoso, tiembla por miedo de caer.

29 ¡Ay del que diga: Hemos recibido la palabra de Dios, y no necesitamos más de la palabra de Dios, porque ya tenemos suficiente!

30

Pues he aquí, así dice el Señor Dios: Daré a los hijos de los hombres línea por línea, precepto por precepto, un poco aquí y un poco allí; y benditos son aquellos que escuchan mis preceptos y prestan atención a mis consejos, porque aprenderán sabiduría; pues a quien reciba, le daré más; y a los que digan: Tenemos bastante, les será quitado aun lo que tuvieren.

31 ¡Maldito es aquel que pone su confianza en el hombre, o hace de la carne su brazo, o escucha los preceptos de los hombres, salvo cuando sus preceptos sean dados por el poder del Espíritu Santo!

32 ¡Ay de los gentiles, dice el Señor Dios de los Ejércitos! Porque no obstante que les extenderé mi brazo de día en día, me negarán. Sin embargo, si se arrepienten y vienen a mí, seré misericordioso con ellos, porque mi brazo está extendido todo el día, dice el Señor Dios de los Ejércitos.

Capítulo 29

Muchos gentiles rechazarán el Libro de Mormón — Dirán: “No necesitamos más Biblia” — El Señor habla a muchas naciones — Él juzgará al mundo de acuerdo con los libros que se escriban. Aproximadamente 559–545 a.C.

1

Mas he aquí que habrá muchos —el día en que yo proceda a ejecutar una obra maravillosa entre ellos, a fin de que yo recuerde mis convenios que he hecho con los hijos de los hombres, para que extienda mi mano por segunda vez, para restaurar a los de mi pueblo que son de la casa de Israel;

2 y también para que yo recuerde las promesas que te he hecho a ti, Nefi, y también a tu padre, que me acordaría de tu posteridad; y que las palabras de tu posteridad procederían de mi boca a tu posteridad; y mis palabras resonarán hasta los extremos de la tierra, por estandarte a los de mi pueblo que son de la casa de Israel;

3 y porque mis palabras resonarán— muchos de los gentiles dirán: ¡Una Biblia! ¡Una Biblia! ¡Tenemos una Biblia, y no puede haber más Biblia!

4 Mas así dice el Señor Dios: Oh necios, tendrán una Biblia; y procederá de los judíos, mi antiguo pueblo del convenio. ¿Y qué agradecimiento manifiestan a los judíos por la Biblia que de ellos recibieron? Sí, ¿qué pretenden decir con eso los gentiles? ¿Recuerdan ellos los afanes y los trabajos y las aflicciones de los judíos, y su diligencia para conmigo en llevar la salvación a los gentiles?

5 Oh gentiles, ¿os habéis acordado de los judíos, mi antiguo pueblo del convenio? No; sino que los habéis maldecido y aborrecido, y no habéis procurado recuperarlos. Mas he aquí, yo haré volver todas estas cosas sobre vuestra propia cabeza; porque yo, el Señor, no he olvidado a mi pueblo.

6 ¡Oh necio, que dirás: Una Biblia; tenemos una Biblia y no necesitamos más Biblia! ¿Tendríais una Biblia, de no haber sido por los judíos?

7 ¿No sabéis que hay más de una nación? ¿No sabéis que yo, el Señor vuestro Dios, he creado a todos los hombres, y que me acuerdo de los que viven en las islas del mar; y que gobierno arriba en los cielos y abajo en la tierra; y manifiesto mi palabra a los hijos de los hombres, sí, sobre todas las naciones de la tierra?

8 ¿Por qué murmuráis por tener que recibir más de mi palabra? ¿No sabéis que el testimonio de dos naciones os es un testigo de que yo soy Dios, que me acuerdo tanto de una nación como de otra? Por tanto, hablo las mismas palabras, así a una como a otra nación. Y cuando las dos naciones se junten, el testimonio de las dos se juntará también.

9 Y hago esto para mostrar a muchos que soy el mismo ayer, hoy y para siempre; y que declaro mis palabras según mi voluntad. Y no supongáis que porque hablé una palabra, no puedo hablar otra; porque aún no está terminada mi obra; ni se acabará hasta el fin del hombre; ni desde entonces para siempre jamás.

10

Así que no por tener una Biblia debéis suponer que contiene todas mis palabras; ni tampoco debéis suponer que no he hecho escribir otras más.

11 Porque mando a todos los hombres, tanto en el este, como en el oeste, y en el norte, así como en el sur y en las islas del mar, que escriban las palabras que yo les hable; porque de los libros que se escriban juzgaré yo al mundo, cada cual según sus obras, conforme a lo que esté escrito.

12 Porque he aquí, hablaré a los judíos, y lo escribirán; y hablaré también a los nefitas, y estos lo escribirán; y también hablaré a las otras tribus de la casa de Israel que he conducido lejos, y lo escribirán; y también hablaré a todas las naciones de la tierra, y ellas lo escribirán.

13 Y acontecerá que los judíos tendrán las palabras de los nefitas, y los nefitas tendrán las palabras de los judíos; y los nefitas y los judíos tendrán las palabras de las tribus perdidas de Israel; y estas poseerán las palabras de los nefitas y los judíos.

14 Y sucederá que mi pueblo, que es de la casa de Israel, será reunido sobre las tierras de sus posesiones; y mi palabra se reunirá también en una. Y manifestaré a los que luchen contra mi palabra y contra mi pueblo, que es de la casa de Israel, que yo soy Dios, y que hice convenio con Abraham de que me acordaría de su posteridad para siempre.

Capítulo 30

Los gentiles convertidos serán contados entre los del pueblo del convenio — Muchos lamanitas y muchos judíos creerán en la palabra y llegarán a ser deleitables — Israel será restaurado y los inicuos serán destruidos. Aproximadamente 559–545 a.C.

1

Y ahora bien, he aquí, amados hermanos míos, quisiera hablaros; porque yo, Nefi, no quisiera permitiros suponer que sois más justos de lo que serán los gentiles. Pues he aquí, a no ser que guardéis los mandamientos de Dios, todos pereceréis igualmente; y a causa de las palabras que se han dicho, no debéis suponer que los gentiles serán totalmente destruidos.

2 Porque he aquí, os digo que cuantos de los gentiles se arrepienten son el pueblo del convenio del Señor; y cuantos judíos no se arrepientan serán talados; porque el Señor no hace convenio con nadie sino con aquellos que se arrepienten y creen en su Hijo, que es el Santo de Israel.

3 Y ahora quisiera profetizaros algo más acerca de los judíos y los gentiles. Porque después que aparezca el libro de que he hablado, y se haya escrito para los gentiles y sellado nuevamente para los fines del Señor, habrá muchos que creerán las palabras que estén escritas; y ellos las llevarán al resto de nuestra posteridad.

4 Y entonces el resto de nuestra posteridad sabrá acerca de nosotros: cómo fue que salimos de Jerusalén, y que ellos son descendientes de los judíos;

5 y el evangelio de Jesucristo será declarado entre ellos; por lo que les será restaurado el conocimiento de sus padres, como también el conocimiento de Jesucristo que hubo entre sus padres.

6 Y entonces se regocijarán; porque sabrán que es una bendición para ellos de la mano de Dios; y las escamas de tinieblas empezarán a caer de sus ojos; y antes que pasen muchas generaciones entre ellos, se convertirán en una gente pura y deleitable.

7 Y acontecerá que los judíos que estén dispersos empezarán también a creer en Cristo; y comenzarán a congregarse sobre la faz de la tierra; y cuantos crean en Cristo también llegarán a ser una gente deleitable.

8 Y sucederá que el Señor Dios empezará su obra entre todas las naciones, tribus, lenguas y pueblos, para llevar a cabo la restauración de su pueblo sobre la tierra.

9 Y con justicia juzgará el Señor Dios a los pobres, y con equidad reprenderá por los mansos de la tierra. Y herirá a la tierra con la vara de su boca, y con el aliento de sus labios matará al impío.

10

Porque rápidamente se acerca el tiempo en que el Señor Dios ocasionará una gran división entre el pueblo, y destruirá a los inicuos; y preservará a su pueblo, sí, aun cuando tenga que destruir a los malvados por fuego.

11 Y la justicia será el ceñidor de sus lomos, y la fidelidad el cinturón de sus riñones.

12 Y entonces morará el lobo con el cordero; y el leopardo con el cabrito se acostará, y el becerro, el leoncillo y el cebón andarán juntos; y un niño los pastoreará.

13 Y la vaca y la osa pacerán; sus crías se echarán juntas; y el león comerá paja como el buey.

14 Y el niño de pecho jugará en la cueva del áspid, y el recién destetado extenderá la mano sobre la caverna del basilisco.

15 No dañarán, ni destruirán en todo mi santo monte; porque la tierra estará llena del conocimiento del Señor, como las aguas cubren el mar.

16 Por tanto, las cosas de todas las naciones serán divulgadas; sí, todas las cosas se darán a conocer a los hijos de los hombres.

17 No hay nada secreto que no haya de ser revelado; no hay obra de tinieblas que no haya de salir a luz; nada hay sellado sobre la tierra que no haya de ser desatado.

18 Por tanto, todas las cosas que han sido reveladas a los hijos de los hombres serán reveladas en aquel día; y Satanás no tendrá más poder sobre el corazón de los hijos de los hombres por mucho tiempo. Y ahora, amados hermanos míos, doy fin a mis palabras.

Capítulo 31

Nefi explica por qué fue bautizado Cristo — Los hombres deben seguir a Cristo, ser bautizados, recibir el Espíritu Santo y perseverar hasta el fin para ser salvos — El arrepentimiento y el bautismo son la puerta que conduce a la senda estrecha y angosta — Los que guarden los mandamientos después de su bautismo tendrán la vida eterna. Aproximadamente 559–545 a.C.

1

Y ahora, amados hermanos míos, yo, Nefi, ceso de profetizaros. Y no puedo escribir sino unas cuantas cosas que de cierto sé que han de acontecer; ni tampoco puedo escribir más que unas pocas de las palabras de mi hermano Jacob.

2 Por tanto, las cosas que he escrito me bastan, con excepción de unas pocas palabras que debo hablar acerca de la doctrina de Cristo; por tanto, os hablaré claramente, según la claridad de mis profecías.

3 Porque mi alma se deleita en la claridad; porque así es como el Señor Dios obra entre los hijos de los hombres. Porque el Señor Dios ilumina el entendimiento; pues él habla a los hombres de acuerdo con el idioma de ellos, para que entiendan.

4 Por tanto, quisiera que recordaseis que os he hablado concerniente a ese profeta que el Señor me ha mostrado, el cual ha de bautizar al Cordero de Dios, que quitará los pecados del mundo.

5 Ahora bien, si el Cordero de Dios, que es santo, tiene necesidad de ser bautizado en el agua para cumplir con toda justicia, ¡cuánto mayor es, entonces, la necesidad que tenemos nosotros, siendo impuros, de ser bautizados, sí, en el agua!

6 Y ahora, quisiera preguntaros, amados hermanos míos, ¿cómo cumplió el Cordero de Dios con toda justicia bautizándose en el agua?

7 ¿No sabéis que era santo? Mas no obstante que era santo, él muestra a los hijos de los hombres que, según la carne, él se humilla ante el Padre, y testifica al Padre que le sería obediente al observar sus mandamientos.

8 Por tanto, después que fue bautizado con agua, el Espíritu Santo descendió sobre él en forma de paloma.

9 Y además, esto muestra a los hijos de los hombres la angostura de la senda, y la estrechez de la puerta por la cual ellos deben entrar, habiéndoles él puesto el ejemplo por delante.

10

Y dijo a los hijos de los hombres: Seguidme. Por tanto, mis amados hermanos, ¿podemos seguir a Jesús, a menos que estemos dispuestos a guardar los mandamientos del Padre?

11 Y el Padre dijo: Arrepentíos, arrepentíos y sed bautizados en el nombre de mi Amado Hijo.

12 Y además, vino a mí la voz del Hijo, diciendo: A quien se bautice en mi nombre, el Padre dará el Espíritu Santo, como a mí; por tanto, seguidme y haced las cosas que me habéis visto hacer.

13 Por tanto, amados hermanos míos, sé que si seguís al Hijo con íntegro propósito de corazón, sin acción hipócrita y sin engaño ante Dios, sino con verdadera intención, arrepintiéndoos de vuestros pecados, testificando al Padre que estáis dispuestos a tomar sobre vosotros el nombre de Cristo por medio del bautismo, sí, siguiendo a vuestro Señor y Salvador y descendiendo al agua, según su palabra, he aquí, entonces recibiréis el Espíritu Santo; sí, entonces viene el bautismo de fuego y del Espíritu Santo; y entonces podéis hablar con lengua de ángeles y prorrumpir en alabanzas al Santo de Israel.

14 Mas he aquí, amados hermanos míos, así vino a mí la voz del Hijo, diciendo: Después de haberos arrepentido de vuestros pecados y testificado al Padre, por medio del bautismo de agua, que estáis dispuestos a guardar mis mandamientos, y habéis recibido el bautismo de fuego y del Espíritu Santo y podéis hablar con una nueva lengua, sí, con la lengua de ángeles, si después de esto me negáis, mejor os habría sido no haberme conocido.

15 Y oí la voz del Padre que decía: Sí, las palabras de mi Amado son verdaderas y fieles. Aquel que persevere hasta el fin, este será salvo.

16 Y ahora bien, amados hermanos míos, por esto sé que a menos que el hombre persevere hasta el fin, siguiendo el ejemplo del Hijo del Dios viviente, no puede ser salvo.

17 Por tanto, haced las cosas que os he dicho que he visto que hará vuestro Señor y Redentor; porque por esta razón se me han mostrado, para que sepáis cuál es la puerta por la que debéis entrar. Porque la puerta por la cual debéis entrar es el arrepentimiento y el bautismo en el agua; y entonces viene una remisión de vuestros pecados por fuego y por el Espíritu Santo.

18 Y entonces os halláis en este estrecho y angosto camino que conduce a la vida eterna; sí, habéis entrado por la puerta; habéis obrado de acuerdo con los mandamientos del Padre y del Hijo; y habéis recibido el Espíritu Santo, que da testimonio del Padre y del Hijo, para que se cumpla la promesa hecha por él, que lo recibiríais si entrabais en la senda.

19 Y ahora bien, amados hermanos míos, después de haber entrado en esta estrecha y angosta senda, quisiera preguntar si ya quedó hecho todo. He aquí, os digo que no; porque no habéis llegado hasta aquí sino por la palabra de Cristo, con fe inquebrantable en él, confiando íntegramente en los méritos de aquel que es poderoso para salvar.

20

Por tanto, debéis seguir adelante con firmeza en Cristo, teniendo un fulgor perfecto de esperanza y amor por Dios y por todos los hombres. Por tanto, si marcháis adelante, deleitándoos en la palabra de Cristo, y perseveráis hasta el fin, he aquí, así dice el Padre: Tendréis la vida eterna.

21 Y ahora bien, amados hermanos míos, esta es la senda; y no hay otro camino, ni nombre dado debajo del cielo por el cual el hombre pueda salvarse en el reino de Dios. Y ahora bien, he aquí, esta es la doctrina de Cristo, y la única y verdadera doctrina del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, que son un Dios, sin fin. Amén.

Capítulo 32

Los ángeles hablan por el poder del Espíritu Santo — Los hombres deben orar y adquirir así el conocimiento que imparte el Espíritu Santo. Aproximadamente 559–545 a.C.

1

Y ahora bien, he aquí, amados hermanos míos, supongo que estaréis meditando en vuestros corazones en cuanto a lo que debéis hacer después que hayáis entrado en la senda. Mas he aquí, ¿por qué meditáis estas cosas en vuestros corazones?

2 ¿No os acordáis que os dije que después que hubieseis recibido el Espíritu Santo, podríais hablar con lengua de ángeles? ¿Y cómo podríais hablar con lengua de ángeles sino por el Espíritu Santo?

3 Los ángeles hablan por el poder del Espíritu Santo; por lo que declaran las palabras de Cristo. Por tanto, os dije: Deleitaos en las palabras de Cristo; porque he aquí, las palabras de Cristo os dirán todas las cosas que debéis hacer.

4 Por tanto, si después de haber hablado yo estas palabras, no podéis entenderlas, será porque no pedís ni llamáis; así que no sois llevados a la luz, sino que debéis perecer en las tinieblas.

5 Porque he aquí, os digo otra vez, que si entráis por la senda y recibís el Espíritu Santo, él os mostrará todas las cosas que debéis hacer.

6 He aquí, esta es la doctrina de Cristo, y no se dará otra doctrina sino hasta después que él se os manifieste en la carne. Y cuando se os manifieste en la carne, las cosas que él os diga os esforzaréis por cumplir.

7 Y ahora bien, yo, Nefi, no puedo decir más; el Espíritu hace cesar mis palabras, y quedo a solas para lamentar a causa de la incredulidad, y la maldad, y la ignorancia y la obstinación de los hombres; porque no quieren buscar conocimiento, ni entender el gran conocimiento, cuando les es dado con claridad, sí, con toda la claridad de la palabra.

8 Y ahora bien, amados hermanos míos, percibo que aún estáis meditando en vuestros corazones; y me duele tener que hablaros concerniente a esto. Porque si escuchaseis al Espíritu que enseña al hombre a orar, sabríais que os es menester orar; porque el espíritu malo no enseña al hombre a orar, sino le enseña que no debe orar.

9 Mas he aquí, os digo que debéis orar siempre, y no desmayar; que nada debéis hacer ante el Señor, sin que primero oréis al Padre en el nombre de Cristo, para que él os consagre vuestra acción, a fin de que vuestra obra sea para el beneficio de vuestras almas.

Capítulo 33

Las palabras de Nefi son verdaderas — Estas testifican de Cristo — Aquellos que crean en Cristo creerán en las palabras de Nefi, las cuales se presentarán como testimonio ante el tribunal del juicio. Aproximadamente 559–545 a.C.

1

Y ahora bien, yo, Nefi, no puedo escribir todas las cosas que se enseñaron entre mi pueblo; ni soy tan poderoso para escribir como para hablar; porque cuando un hombre habla por el poder del Santo Espíritu, el poder del Espíritu Santo lo lleva al corazón de los hijos de los hombres.

2 Pero he aquí, hay muchos que endurecen sus corazones contra el Espíritu Santo, de modo que no tiene cabida en ellos; por tanto, desechan muchas cosas que están escritas y las consideran como nada.

3 Mas yo, Nefi, he escrito lo que he escrito; y lo estimo de gran valor, especialmente para mi pueblo. Porque continuamente ruego por ellos de día, y mis ojos bañan mi almohada de noche a causa de ellos; y clamo a mi Dios con fe, y sé que él oirá mi clamor.

4 Y sé que el Señor Dios consagrará mis oraciones para el beneficio de mi pueblo. Y las palabras que he escrito en debilidad serán hechas fuertes para ellos; pues los persuaden a hacer el bien; les hacen saber acerca de sus padres; y hablan de Jesús, y los persuaden a creer en él y a perseverar hasta el fin, que es la vida eterna.

5 Y hablan ásperamente contra el pecado, según la claridad de la verdad; por tanto, nadie se enojará con las palabras que he escrito, a menos que sea del espíritu del diablo.

6 Me glorío en la claridad; me glorío en la verdad; me glorío en mi Jesús, porque él ha redimido mi alma del infierno.

7 Tengo caridad para con mi pueblo, y gran fe en Cristo de que ante su tribunal hallaré a muchas almas sin mancha.

8 Tengo caridad para con el judío; digo judío, porque me refiero a aquellos de quienes vine.

9 Tengo también caridad para con los gentiles. Mas he aquí, para ninguno de estos puedo tener esperanza, a menos que se reconcilien con Cristo y entren por la puerta angosta, y caminen por la senda estrecha que guía a la vida, y continúen en la senda hasta el fin del día de probación.

10

Y ahora bien, mis amados hermanos, y también vosotros los judíos y todos los extremos de la tierra, escuchad estas palabras y creed en Cristo; y si no creéis en estas palabras, creed en Cristo. Y si creéis en Cristo, creeréis en estas palabras, porque son las palabras de Cristo, y él me las ha dado; y enseñan a todos los hombres que deben hacer lo bueno.

11 Y si no son las palabras de Cristo, juzgad; porque en el postrer día Cristo os manifestará con poder y gran gloria que son sus palabras; y ante su tribunal nos veremos cara a cara, vosotros y yo, y sabréis que él me ha mandado escribir estas cosas, a pesar de mi debilidad.

12 Y ruego al Padre en el nombre de Cristo que muchos de nosotros, si no todos, nos salvemos en su reino, en ese grande y postrer día.

13 Y ahora bien, amados hermanos míos, todos los que sois de la casa de Israel, y todos vosotros, ¡oh extremos de la tierra!, os hablo como la voz de uno que clama desde el polvo: Adiós, hasta que venga ese gran día.

14 Y vosotros, los que no queréis participar de la bondad de Dios, ni respetar las palabras de los judíos, ni mis palabras, ni las palabras que saldrán de la boca del Cordero de Dios, he aquí, me despido de vosotros para siempre, porque estas palabras os condenarán en el postrer día.

15 Pues lo que sello en la tierra será presentado contra vosotros ante el tribunal del juicio; porque así me lo ha mandado el Señor, y yo debo obedecer. Amén.

El Libro de Jacob
Hermano de Nefi

Palabras de su predicación a sus hermanos. Confunde a un hombre que trata de derribar la doctrina de Cristo. Algunas palabras acerca de la historia del pueblo de Nefi.

Capítulo 1

Jacob y José procuran persuadir a los hombres a creer en Cristo y a guardar Sus mandamientos — Muere Nefi — Predomina la iniquidad entre los nefitas. Aproximadamente 544–421 a.C.

1

Porque he aquí, aconteció que ya habían pasado cincuenta y cinco años desde que Lehi había salido de Jerusalén; por tanto, Nefi me dio a mí, Jacob, un mandato respecto de las planchas menores sobre las cuales estas cosas están grabadas.

2 Y me dio a mí, Jacob, un mandato de que escribiera sobre estas planchas algunas de las cosas que considerara yo más preciosas; y que no tratara más que ligeramente la historia de este pueblo, llamado el pueblo de Nefi.

3 Porque dijo que la historia de su pueblo debería grabarse sobre sus otras planchas, y que yo debía preservar estas planchas y transmitirlas a mi posteridad, de generación en generación.

4 Y que si hubiese predicaciones que fuesen sagradas, o revelación que fuese grande, o profecías, yo debería grabar sus puntos principales sobre estas planchas, y tratar estas cosas cuanto me fuera posible, por causa de Cristo y por el bien de nuestro pueblo.

5 Porque, por causa de la fe y el gran afán, verdaderamente se nos había hecho saber concerniente a nuestro pueblo y las cosas que le habían de sobrevenir.

6 Y también tuvimos muchas revelaciones y el espíritu de mucha profecía; por tanto, sabíamos de Cristo y su reino, que había de venir.

7 Por lo que trabajamos diligentemente entre los de nuestro pueblo, a fin de persuadirlos a venir a Cristo, y a participar de la bondad de Dios, para que entraran en su reposo, no fuera que de algún modo él jurase en su ira que no entrarían, como en la provocación en los días de tentación, cuando los hijos de Israel estaban en el desierto.

8 Por tanto, quisiera Dios que persuadiéramos a todos los hombres a no rebelarse contra Dios para provocarlo a ira, sino que todos los hombres creyeran en Cristo y contemplaran su muerte, y sufrieran su cruz, y soportaran la vergüenza del mundo; por tanto, yo, Jacob, tomo a mi cargo cumplir con el mandato de mi hermano Nefi.

9 Y Nefi empezaba a envejecer, y vio que pronto había de morir; por tanto, ungió a un hombre para que fuera rey y director de su pueblo, según los reinados de los reyes.

10

Y como el pueblo amaba a Nefi en extremo, porque había sido para ellos un gran protector, pues había empuñado la espada de Labán en su defensa, y había trabajado toda su vida por su bienestar,

11 por tanto, el pueblo quería conservar la memoria de su nombre, y a quienquiera que gobernara en su lugar, lo llamarían Nefi segundo, Nefi tercero, etcétera, según los reinados de los reyes; y así los llamó el pueblo, cualesquiera que fuesen sus nombres.

12 Y aconteció que Nefi murió.

13 Ahora bien, los del pueblo que no eran lamanitas eran nefitas; no obstante, se llamaban nefitas, jacobitas, josefitas, zoramitas, lamanitas, lemuelitas e ismaelitas.

14 Mas yo, Jacob, no los distinguiré en adelante por estos nombres, sino que llamaré lamanitas a los que busquen la destrucción del pueblo de Nefi, y a los que simpaticen con Nefi, llamaré nefitas, o pueblo de Nefi, según los reinados de los reyes.

15 Y aconteció que el pueblo de Nefi, bajo el reinado del segundo rey, empezó a ser duro de corazón y a entregarse un tanto a prácticas inicuas, deseando tener muchas esposas y concubinas, a semejanza de David en la antigüedad, y también Salomón, su hijo.

16 Sí, y también empezaron a buscar mucho oro y plata, y a ensalzarse un tanto en el orgullo.

17 Por tanto, yo, Jacob, les hablé estas palabras, mientras les enseñaba en el templo, habiendo primeramente obtenido mi mandato del Señor.

18 Porque yo, Jacob, y mi hermano José, habíamos sido consagrados sacerdotes y maestros de este pueblo, por mano de Nefi.

19 Y magnificamos nuestro oficio ante el Señor, tomando sobre nosotros la responsabilidad, trayendo sobre nuestra propia cabeza los pecados del pueblo si no le enseñábamos la palabra de Dios con toda diligencia; para que, trabajando con todas nuestras fuerzas, su sangre no manchara nuestros vestidos; de otro modo, su sangre caería sobre nuestros vestidos, y no seríamos hallados sin mancha en el postrer día.

Capítulo 2

Jacob condena el amor a las riquezas, el orgullo y la falta de castidad — Los hombres pueden buscar riquezas con el fin de ayudar a sus semejantes — El Señor manda que ningún varón de entre los nefitas puede tener más de una esposa — El Señor se deleita en la castidad de las mujeres. Aproximadamente 544–421 a.C.

1

Palabras que Jacob, hermano de Nefi, dirigió al pueblo de Nefi, después de la muerte de Nefi:

2 Pues bien, mis amados hermanos, yo, Jacob, según la responsabilidad bajo la cual me hallo ante Dios, de magnificar mi oficio con seriedad, y para limpiar mis vestidos de vuestros pecados, he subido hoy hasta el templo para declararos la palabra de Dios.

3 Y vosotros mismos sabéis que hasta aquí he sido diligente en el oficio de mi llamamiento; pero hoy me agobia el peso de un deseo y afán mucho mayor por el bien de vuestras almas, que el que hasta ahora he sentido.

4 Pues he aquí, hasta ahora habéis sido obedientes a la palabra del Señor que os he dado.

5 Mas he aquí, escuchadme y sabed que con la ayuda del omnipotente Creador del cielo y de la tierra, puedo hablaros tocante a vuestros pensamientos, cómo es que ya empezáis a obrar en el pecado, pecado que para mí es muy abominable, sí, y abominable para Dios.

6 Sí, contrista mi alma, y me hace encoger de vergüenza ante la presencia de mi Hacedor, el tener que testificaros concerniente a la maldad de vuestros corazones.

7 Y también me apena tener que ser tan audaz en mis palabras relativas a vosotros, delante de vuestras esposas e hijos, muchos de los cuales son de sentimientos sumamente tiernos, castos y delicados ante Dios, cosa que agrada a Dios;

8 y supongo que han subido hasta aquí para oír la agradable palabra de Dios; sí, la palabra que sana el alma herida.

9 Por tanto, agobia mi alma el que sea constreñido, por el estricto mandamiento que recibí de Dios, a amonestaros según vuestros delitos y agravar las heridas de los que ya están heridos, en lugar de consolarlos y sanar sus heridas; y a los que no han sido heridos, en lugar de que se deleiten con la placentera palabra de Dios, colocar puñales para traspasar sus almas y herir sus delicadas mentes.

10

Mas a pesar de la magnitud de la tarea, debo obrar según los estrictos mandamientos de Dios, y hablaros concerniente a vuestras iniquidades y abominaciones, en presencia de los puros de corazón y los de corazón quebrantado, y bajo la mirada del ojo penetrante del Dios Omnipotente.

11 Por tanto, debo deciros la verdad, conforme a la claridad de la palabra de Dios. Porque he aquí, al dirigirme al Señor, la palabra vino a mí, diciendo: Jacob, sube hasta el templo mañana, y declara a este pueblo la palabra que te daré.

12 Y ahora bien, he aquí, hermanos míos, esta es la palabra que os declaro, que muchos de vosotros habéis empezado a buscar oro, plata y toda clase de minerales preciosos que tan copiosamente abundan en esta tierra, que para vosotros y vuestra posteridad es una tierra de promisión.

13 Y tan benignamente os ha favorecido la mano de la providencia, que habéis obtenido muchas riquezas; y porque algunos de vosotros habéis adquirido más abundantemente que vuestros hermanos, os envanecéis con el orgullo de vuestros corazones, y andáis con el cuello erguido y la cabeza en alto por causa de vuestras ropas costosas, y perseguís a vuestros hermanos porque suponéis que sois mejores que ellos.

14 Y ahora bien, hermanos míos, ¿suponéis que Dios os justifica en esto? He aquí, os digo que no; antes bien, os condena; y si persistís en estas cosas, sus juicios os sobrevendrán aceleradamente.

15 ¡Oh, si él os mostrara que puede traspasaros, y que con una mirada de su ojo puede humillaros hasta el polvo!

16 ¡Oh, si os librara de esta iniquidad y abominación! ¡Oh, si escuchaseis la palabra de sus mandamientos, y no permitieseis que este orgullo de vuestros corazones destruyera vuestras almas!

17 Considerad a vuestros hermanos como a vosotros mismos; y sed afables con todos y liberales con vuestros bienes, para que ellos sean ricos como vosotros.

18 Pero antes de buscar riquezas, buscad el reino de Dios.

19 Y después de haber logrado una esperanza en Cristo obtendréis riquezas, si las buscáis; y las buscaréis con el fin de hacer bien: para vestir al desnudo, alimentar al hambriento, libertar al cautivo y suministrar auxilio al enfermo y al afligido.

20

Y ahora bien, hermanos míos, os he hablado acerca del orgullo; y aquellos de vosotros que habéis afligido a vuestro prójimo, y lo habéis perseguido a causa del orgullo de vuestros corazones por las cosas que Dios os dio, ¿qué tenéis que decir de esto?

21 ¿No creéis que tales cosas son abominables para aquel que creó toda carne? Y ante su vista un ser es tan precioso como el otro. Y toda carne viene del polvo; y con el mismo fin él los ha creado: para que guarden sus mandamientos y lo glorifiquen para siempre.

22 Y ahora ceso de hablaros concerniente a este orgullo. Y si no fuera que debo hablaros de un crimen más grave, mi corazón se regocijaría grandemente a causa de vosotros.

23 Mas la palabra de Dios me agobia a causa de vuestros delitos más graves. Porque he aquí, dice el Señor: Este pueblo empieza a aumentar en la iniquidad; no entiende las Escrituras, porque trata de justificar sus fornicaciones, a causa de lo que se escribió acerca de David y su hijo Salomón.

24 He aquí, David y Salomón en verdad tuvieron muchas esposas y concubinas, cosa que para mí fue abominable, dice el Señor.

25 Por tanto, el Señor dice así: He sacado a este pueblo de la tierra de Jerusalén por el poder de mi brazo, a fin de levantar para mí una rama justa del fruto de los lomos de José.

26 Por tanto, yo, el Señor Dios, no permitiré que los de este pueblo hagan como hicieron los de la antigüedad.

27 Por tanto, hermanos míos, oídme y escuchad la palabra del Señor: Pues entre vosotros ningún hombre tendrá sino una esposa; y concubina no tendrá ninguna;

28 porque yo, el Señor Dios, me deleito en la castidad de las mujeres. Y las fornicaciones son una abominación para mí; así dice el Señor de los Ejércitos.

29 Por lo tanto, este pueblo guardará mis mandamientos, dice el Señor de los Ejércitos, o maldita sea la tierra por su causa.

30

Porque si yo quiero levantar posteridad para mí, dice el Señor de los Ejércitos, lo mandaré a mi pueblo; de lo contrario, mi pueblo obedecerá estas cosas.

31 Porque yo, el Señor, he visto el dolor y he oído el lamento de las hijas de mi pueblo en la tierra de Jerusalén; sí, y en todas las tierras de mi pueblo, a causa de las iniquidades y abominaciones de sus maridos.

32 Y no permitiré, dice el Señor de los Ejércitos, que el clamor de las bellas hijas de este pueblo, que he conducido fuera de la tierra de Jerusalén, ascienda a mí contra los varones de mi pueblo, dice el Señor de los Ejércitos.

33 Porque no llevarán cautivas a las hijas de mi pueblo, a causa de su ternura, sin que yo los visite con una terrible maldición, aun hasta la destrucción; porque no cometerán fornicaciones como los de la antigüedad, dice el Señor de los Ejércitos.

34 Y ahora bien, he aquí, hermanos míos, sabéis que estos mandamientos fueron dados a nuestro padre Lehi; por tanto, los habéis conocido antes; y habéis incurrido en una gran condenación, porque habéis hecho estas cosas que no debíais haber hecho.

35 He aquí, habéis cometido mayores iniquidades que nuestros hermanos los lamanitas. Habéis quebrantado los corazones de vuestras tiernas esposas y perdido la confianza de vuestros hijos por causa de los malos ejemplos que les habéis dado; y los sollozos de sus corazones ascienden a Dios contra vosotros. Y a causa de lo estricto de la palabra de Dios que desciende contra vosotros, han perecido muchos corazones, traspasados de profundas heridas.

Capítulo 3

Los puros de corazón reciben la placentera palabra de Dios — La rectitud de los lamanitas es mayor que la de los nefitas — Jacob amonesta contra la fornicación, la lascivia y todo pecado. Aproximadamente 544–421 a.C.

1

Mas he aquí que yo, Jacob, quisiera dirigirme a vosotros, los que sois puros de corazón. Confiad en Dios con mentes firmes, y orad a él con suma fe, y él os consolará en vuestras aflicciones, y abogará por vuestra causa, y hará que la justicia descienda sobre los que buscan vuestra destrucción.

2 ¡Oh todos vosotros que sois de corazón puro, levantad vuestra cabeza y recibid la placentera palabra de Dios, y deleitaos en su amor!; pues podéis hacerlo para siempre, si vuestras mentes son firmes.

3 ¡Pero ay, ay de vosotros que no sois puros de corazón, que hoy os halláis inmundos ante Dios!, porque a menos que os arrepintáis, la tierra será maldecida por causa vuestra; y los lamanitas, que no son inmundos como vosotros, aunque maldecidos con severa maldición, os azotarán aun hasta la destrucción.

4 Y el tiempo velozmente viene en que, a menos que os arrepintáis, ellos poseerán la tierra de vuestra herencia, y el Señor Dios apartará a los justos de entre vosotros.

5 He aquí que los lamanitas, vuestros hermanos, a quienes aborrecéis por su inmundicia y la maldición que les ha venido sobre la piel, son más justos que vosotros; porque no han olvidado el mandamiento del Señor que fue dado a nuestro padre, de no tener sino una esposa y ninguna concubina, y que no se cometieran fornicaciones entre ellos.

6 Y se esfuerzan por guardar este mandamiento; por tanto, a causa de esta observancia en cumplir con este mandamiento, el Señor Dios no los destruirá, sino que será misericordioso para con ellos, y algún día llegarán a ser un pueblo bendito.

7 He aquí, sus maridos aman a sus esposas, y sus esposas aman a sus maridos, y sus esposos y esposas aman a sus hijos; y su incredulidad y su odio contra vosotros se deben a la iniquidad de sus padres; por tanto, ¿cuánto mejores sois vosotros que ellos a la vista de vuestro gran Creador?

8 ¡Oh hermanos míos, temo que a no ser que os arrepintáis de vuestros pecados, su piel será más blanca que vuestra piel, cuando seáis llevados con ellos ante el trono de Dios!

9 Por tanto, os doy un mandamiento, el cual es la palabra de Dios, que no los injuriéis más a causa del color obscuro de su piel, ni tampoco debéis ultrajarlos por su inmundicia; antes bien, debéis recordar vuestra propia inmundicia y recordar que la de ellos vino por causa de sus padres.

10

Por tanto, debéis recordar a vuestros hijos, cómo habéis afligido sus corazones a causa del ejemplo que les habéis dado; y recordad también que por motivo de vuestra inmundicia podéis llevar a vuestros hijos a la destrucción, y sus pecados serán acumulados sobre vuestra cabeza en el postrer día.

11 ¡Oh hermanos míos, escuchad mis palabras; estimulad las facultades de vuestras almas; sacudíos para que despertéis del sueño de la muerte; y libraos de los sufrimientos del infierno para que no lleguéis a ser ángeles del diablo, para ser echados en ese lago de fuego y azufre que es la segunda muerte!

12 Ahora bien, yo, Jacob, hablé muchas cosas más al pueblo de Nefi, amonestándolo contra la fornicación y la lascivia y toda clase de pecados, declarándole las terribles consecuencias de estas cosas.

13 Y ni la centésima parte de los actos de este pueblo, que empezaba ya a ser numeroso, se puede escribir sobre estas planchas; pero muchos de sus hechos están escritos sobre las planchas mayores, y sus guerras, y sus contenciones, y los reinados de sus reyes.

14 Estas planchas se llaman las planchas de Jacob, y fueron hechas por la mano de Nefi. Y doy fin a estas palabras.

Capítulo 4

Todos los profetas adoraron al Padre en el nombre de Cristo — El acto de Abraham de ofrecer a su hijo Isaac fue una semejanza de Dios y de Su Unigénito — Los hombres deben reconciliarse con Dios por medio de la Expiación — Los judíos rechazarán la piedra que sirve de fundamento. Aproximadamente 544–421 a.C.

1

Ahora bien, he aquí, aconteció que yo, Jacob, había ministrado mucho a mi pueblo de palabra (y no puedo escribir sino muy pocas de mis palabras por lo difícil que es grabar nuestras palabras sobre planchas), y sabemos que lo que escribamos sobre planchas debe permanecer;

2 mas lo que escribamos sobre cualquiera otra cosa que no sea planchas, ha de perecer y desvanecerse; pero podemos escribir sobre planchas unas cuantas palabras que darán a nuestros hijos, y también a nuestros amados hermanos, una pequeña medida de conocimiento concerniente a nosotros, o sea, a sus padres;

3 y en esto nos regocijamos; y obramos diligentemente para grabar estas palabras sobre planchas, esperando que nuestros amados hermanos y nuestros hijos las reciban con corazones agradecidos, y las consideren para que sepan con gozo, no con pesar, ni con desprecio, lo que atañe a sus primeros padres.

4 Porque hemos escrito estas cosas para este fin, que sepan que nosotros sabíamos de Cristo y teníamos la esperanza de su gloria muchos siglos antes de su venida; y no solamente teníamos nosotros una esperanza de su gloria, sino también todos los santos profetas que vivieron antes que nosotros.

5 He aquí, ellos creyeron en Cristo y adoraron al Padre en su nombre; y también nosotros adoramos al Padre en su nombre. Y con este fin guardamos la ley de Moisés, dado que orienta nuestras almas hacia él; y por esta razón se nos santifica como obra justa, así como le fue contado a Abraham en el desierto el ser obediente a los mandamientos de Dios al ofrecer a su hijo Isaac, que es una semejanza de Dios y de su Hijo Unigénito.

6 Por tanto, escudriñamos los profetas, y tenemos muchas revelaciones y el espíritu de profecía; y teniendo todos estos testimonios, logramos una esperanza, y nuestra fe se vuelve inquebrantable, al grado de que verdaderamente podemos mandar en el nombre de Jesús, y los árboles mismos nos obedecen, o los montes, o las olas del mar.

7 No obstante, el Señor Dios nos manifiesta nuestra debilidad para que sepamos que es por su gracia y sus grandes condescendencias para con los hijos de los hombres por las que tenemos poder para hacer estas cosas.

8 ¡He aquí, grandes y maravillosas son las obras del Señor! ¡Cuán inescrutables son las profundidades de sus misterios; y es imposible que el hombre descubra todos sus caminos! Y nadie hay que conozca sus sendas a menos que le sean reveladas; por tanto, no despreciéis, hermanos, las revelaciones de Dios.

9 Pues he aquí, por el poder de su palabra el hombre apareció sobre la faz de la tierra, la cual fue creada por el poder de su palabra. Por tanto, si Dios pudo hablar, y el mundo fue; y habló, y el hombre fue creado, ¿por qué, pues, no ha de poder mandar la tierra o la obra de sus manos sobre su superficie, según su voluntad y placer?

10

Por tanto, hermanos, no procuréis aconsejar al Señor, antes bien aceptad el consejo de su mano. Porque he aquí, vosotros mismos sabéis que él aconseja con sabiduría, con justicia y con gran misericordia sobre todas sus obras.

11 Así pues, amados hermanos, reconciliaos con él por medio de la expiación de Cristo, su Unigénito Hijo, y podréis obtener la resurrección, según el poder de la resurrección que está en Cristo, y ser presentados como las primicias de Cristo a Dios, teniendo fe y habiendo obtenido una buena esperanza de gloria en él, antes que se manifieste en la carne.

12 Y ahora bien, amados míos, no os maravilléis de que os diga estas cosas; pues, ¿por qué no hablar de la expiación de Cristo, y lograr un perfecto conocimiento de él, así como el conocimiento de una resurrección y del mundo venidero?

13 He aquí, mis hermanos, el que profetizare, profetice al entendimiento de los hombres; porque el Espíritu habla la verdad, y no miente. Por tanto, habla de las cosas como realmente son, y de las cosas como realmente serán; así que estas cosas nos son manifestadas claramente para la salvación de nuestras almas. Mas he aquí, nosotros no somos los únicos testigos de estas cosas; porque Dios las declaró también a los profetas de la antigüedad.

14 Pero he aquí, los judíos fueron un pueblo de dura cerviz; y despreciaron las palabras de claridad, y mataron a los profetas, y procuraron cosas que no podían entender. Por tanto, a causa de su ceguedad, la cual vino por traspasar lo señalado, es menester que caigan; porque Dios les ha quitado su claridad y les ha entregado muchas cosas que no pueden entender, porque así lo desearon; y porque así lo desearon, Dios lo ha hecho, a fin de que tropiecen.

15 Y ahora el Espíritu me impulsa a mí, Jacob, a profetizar, porque percibo por las indicaciones del Espíritu que hay en mí, que a causa del tropiezo de los judíos, ellos rechazarán la roca sobre la cual podrían edificar y tener fundamento seguro.

16 Mas he aquí que esta roca, según las Escrituras, llegará a ser el grande, y el último, y el único y seguro fundamento sobre el cual los judíos podrán edificar.

17 Y ahora bien, amados míos, ¿cómo será posible que estos, después de haber rechazado el fundamento seguro, puedan jamás edificar sobre él, para que sea la principal piedra angular?

18 He aquí, amados hermanos míos, os aclararé este misterio, a no ser que de algún modo se debilite mi firmeza en el Espíritu, y tropiece por motivo de mi gran ansiedad por vosotros.

Capítulo 5

Jacob cita las palabras de Zenós en cuanto a la alegoría del olivo cultivado y el olivo silvestre — Estos son una similitud de Israel y los gentiles — Se representan el esparcimiento y el recogimiento de Israel — Se hacen alusiones a los nefitas y a los lamanitas y a toda la casa de Israel — Los gentiles serán injertados en Israel — Finalmente la viña será quemada. Aproximadamente 544–421 a.C.

1

He aquí, hermanos míos, ¿no os acordáis de haber leído las palabras del profeta Zenós, las cuales habló a la casa de Israel, diciendo:

2 ¡Escuchad, oh casa de Israel, y oíd las palabras mías, que soy un profeta del Señor!

3 Porque he aquí, así dice el Señor: Te compararé, oh casa de Israel, a un olivo cultivado que un hombre tomó y nutrió en su viña; y creció y envejeció y empezó a secarse.

4 Y acaeció que salió el amo de la viña, y vio que su olivo empezaba a secarse, y dijo: Lo podaré, y cavaré alrededor de él, y lo nutriré para que tal vez eche ramas nuevas y tiernas, y no perezca.

5 Y aconteció que lo podó, y cavó alrededor de él, y lo nutrió según su palabra.

6 Y sucedió que después de muchos días empezó a echar algunos retoños pequeños y tiernos, mas he aquí, la copa principal empezó a secarse.

7 Y ocurrió que lo vio el amo de la viña, y dijo a su siervo: Me aflige que tenga que perder este árbol; por tanto, ve, y arranca las ramas de un olivo silvestre y tráemelas aquí; y arrancaremos esas ramas principales que empiezan a marchitarse, y las echaremos en el fuego para que se quemen.

8 Y he aquí, dijo el Señor de la viña, tomaré muchas de estas ramas nuevas y tiernas y las injertaré donde yo quiera, y no importa si acaso la raíz de este árbol perece, yo puedo preservar su fruto para mí; por tanto, tomaré estas ramas nuevas y tiernas, y las injertaré donde yo quiera.

9 Toma las ramas del olivo silvestre, e injértalas en lugar de ellas; y estas que he cortado, las echaré al fuego y las quemaré, a fin de que no obstruyan el terreno de mi viña.

10

Y aconteció que el siervo del Señor de la viña hizo según la palabra de su amo, e injertó las ramas del olivo silvestre.

11 Y el Señor de la viña hizo que se cavara alrededor, y se podara y se nutriera, y dijo a su siervo: Me aflige que tenga que perder este árbol; por tanto, para que tal vez pueda yo preservar sus raíces a fin de que no perezcan y pueda yo preservarlas para mí, he hecho esto.

12 Por tanto, ve; cuida el árbol y nútrelo, según mis palabras.

13 Y estos yo pondré en la parte más baja de mi viña, donde bien me parezca, esto no te incumbe; y lo hago a fin de preservar para mí las ramas naturales del árbol; y también con objeto de guardar para mí su fruto para la estación; porque me aflige que tenga que perder este árbol y su fruto.

14 Y aconteció que el Señor de la viña se marchó, y escondió las ramas naturales del olivo cultivado en las partes más bajas de la viña, unas en una parte y otras en otra, según su voluntad y placer.

15 Y sucedió que pasó mucho tiempo, y el Señor de la viña dijo a su siervo: Ven, descendamos a la viña para que podamos trabajar en ella.

16 Y aconteció que el Señor de la viña y también su siervo bajaron a la viña a trabajar; y sucedió que el siervo dijo a su amo: He aquí, mira; contempla el árbol.

17 Y ocurrió que el Señor de la viña miró y vio el árbol en el que se habían injertado las ramas del olivo silvestre; y había retoñado y comenzado a dar fruto; y vio que era bueno, y su fruto era semejante al fruto natural.

18 Y dijo al siervo: He aquí, las ramas del árbol silvestre han alcanzado la humedad de la raíz, por lo que la raíz ha producido mucha fuerza; y a causa de la mucha fuerza de la raíz, las ramas silvestres han dado fruto cultivado. Así que, si no hubiéramos injertado estas ramas, el árbol habría perecido. Y he aquí, ahora guardaré mucho fruto que el árbol ha producido; y su fruto lo guardaré para mí mismo, para la estación.

19 Y sucedió que el Señor de la viña dijo al siervo: Ven, vamos a la parte más baja de la viña, y veamos si las ramas naturales del árbol no han dado mucho fruto también, a fin de que pueda yo guardar su fruto para la estación, para mí mismo.

20

Y aconteció que fueron a donde el amo había escondido las ramas naturales del árbol, y dijo al siervo: Mira estas; y vio que la primera había dado mucho fruto, y también vio que era bueno. Y dijo al siervo: Toma de su fruto y guárdalo para la estación, a fin de que yo lo preserve para mí mismo; pues, dijo él, lo he nutrido mucho tiempo, y ha producido fruto abundante.

21 Y aconteció que el siervo dijo a su amo: ¿Cómo fue que viniste aquí a plantar este árbol, o esta rama del árbol? Porque he aquí, era el sitio más estéril de todo el terreno de tu viña.

22 Y le dijo el Señor de la viña: No me aconsejes. Yo sabía que era un lugar estéril; por eso te dije que lo he nutrido tan largo tiempo, y tú ves que ha dado mucho fruto.

23 Y aconteció que el Señor de la viña dijo a su siervo: Mira acá, he aquí, he plantado otra rama del árbol también; y tú sabes que esta parte del terreno era peor que la primera. Pero mira el árbol. Lo he nutrido todo este tiempo, y ha producido mucho fruto; por tanto, recógelo y guárdalo para la estación a fin de que yo lo preserve para mí mismo.

24 Y aconteció que el Señor de la viña dijo otra vez a su siervo: Mira acá y ve otra rama que también he plantado; he aquí, también la he nutrido, y ha producido fruto.

25 Y dijo al siervo: Mira hacia acá y ve la última. He aquí, esta la he plantado en terreno bueno, y la he nutrido todo este tiempo; y solo parte del árbol ha dado fruto cultivado, y la otra parte del árbol ha producido fruto silvestre; he aquí, he nutrido este árbol igual que los otros.

26 Y sucedió que el Señor de la viña dijo al siervo: Arranca las ramas que no han producido fruto bueno y échalas en el fuego.

27 Mas he aquí, el siervo le dijo: Podémoslo, y cavemos alrededor de él, y nutrámoslo un poco más, a fin de que tal vez te dé buen fruto, para que lo guardes para la estación.

28 Y aconteció que el Señor de la viña y su siervo nutrieron todos los árboles frutales de la viña.

29 Y aconteció que había pasado mucho tiempo, y el Señor de la viña dijo a su siervo: Ven, descendamos a la viña para que trabajemos de nuevo en ella. Porque he aquí, se acerca el tiempo, y el fin viene pronto; por tanto, debo guardar fruto para la estación, para mí mismo.

30

Y sucedió que el Señor de la viña y el siervo descendieron a la viña; y llegaron al árbol cuyas ramas naturales habían sido arrancadas, y se habían injertado las ramas silvestres en su lugar; y he aquí, estaba cargado de toda clase de fruto.

31 Y aconteció que el Señor de la viña probó el fruto, cada clase según su número. Y el Señor de la viña dijo: He aquí, por largo tiempo hemos nutrido este árbol, y he guardado para mí mucho fruto, para la estación.

32 Pero he aquí, esta vez ha producido mucho fruto, y no hay ninguno que sea bueno. Y he aquí, hay toda clase de fruto malo; y no obstante todo nuestro trabajo, de nada me sirve; y me aflige ahora que tenga que perder este árbol.

33 Y el Señor de la viña dijo al siervo: ¿Qué haremos por el árbol, para que de nuevo pueda yo preservar buen fruto de él para mí mismo?

34 Y el siervo dijo a su amo: He aquí, a causa de que injertaste las ramas del olivo silvestre, estas han nutrido sus raíces, de modo que están vivas y no han perecido; por tanto, ves que están buenas todavía.

35 Y aconteció que el Señor de la viña dijo a su siervo: Ningún provecho me deja el árbol, y sus raíces no me benefician nada, en tanto que produzca mal fruto.

36 No obstante, sé que las raíces son buenas; y para mi propio fin las he preservado; y a causa de su mucha fuerza, hasta aquí han producido buen fruto de las ramas silvestres.

37 Mas he aquí, las ramas silvestres han crecido y han sobrepujado a sus raíces; y debido a que las ramas silvestres han sobrepujado a las raíces, ha producido mucho fruto malo; y porque ha producido tanto fruto malo, ves que ya empieza a perecer; y pronto llegará a la madurez para ser echado al fuego, a menos que algo hagamos para preservarlo.

38 Y aconteció que el Señor de la viña dijo a su siervo: Descendamos a los parajes más bajos de la viña, y veamos si las ramas naturales han producido también mal fruto.

39 Y aconteció que descendieron a los parajes más bajos de la viña. Y ocurrió que vieron que el fruto de las ramas naturales se había corrompido también; sí, el primero, y el segundo, y el último también; y todos se habían corrompido.

40

Y el fruto silvestre del último había sobrepujado a esa parte del árbol que produjo buen fruto, de tal modo que la rama se había marchitado y secado.

41 Y aconteció que el Señor de la viña lloró, y dijo al siervo: ¿Qué más pude haber hecho por mi viña?

42 He aquí, yo sabía que todo el fruto de la viña, exceptuando estos, se había corrompido. Y ahora estos, que en un tiempo habían producido buen fruto, se han corrompido también; y ahora todos los árboles de mi viña para nada sirven sino para ser cortados y echados en el fuego.

43 Y he aquí que este último, cuya rama se ha marchitado, lo planté en un terreno fértil; sí, el que para mí era el más escogido de todos los demás parajes de mi viña.

44 Y tú viste que también derribé lo que obstruía este pedazo de tierra, a fin de que yo pudiera plantar este árbol en su lugar.

45 Y viste que parte de él produjo buen fruto, y parte de él dio fruto silvestre; y porque no le arranqué sus ramas y las eché al fuego, he aquí, han sobrepujado a la rama buena de modo que esta se ha secado.

46 Y ahora bien, he aquí, no obstante todo el cuidado que hemos dado a mi viña, sus árboles se han corrompido, de modo que no dan buen fruto; y yo había esperado preservar a estos, a fin de haber guardado su fruto para la estación, para mí mismo. Mas he aquí, se han vuelto como el olivo silvestre, y no valen nada sino para ser cortados y echados al fuego; y me aflige que tenga que perderlos.

47 ¿Pero qué más pude yo haber hecho en mi viña? ¿He relajado mi mano de modo que no la he nutrido? No, la he nutrido y cavado alrededor; la he podado y abonado; y he extendido la mano casi todo el día, y el fin se acerca. Y me aflige que tenga que talar todos los árboles de mi viña, y echarlos en el fuego para que sean quemados. ¿Quién es el que ha corrompido mi viña?

48 Y acaeció que el siervo dijo a su amo: ¿No será la altura de tu viña? ¿No habrán sobrepujado sus ramas a las raíces que son buenas? Y a causa de que las ramas han sobrepujado a sus raíces, he aquí que aquellas crecieron más aprisa que la fuerza de las raíces, tomando fuerza para sí mismas. He aquí, digo: ¿No será esta la causa de la corrupción de los árboles de tu viña?

49 Y aconteció que el Señor de la viña dijo al siervo: Vayamos y cortemos los árboles de la viña y echémoslos al fuego para que no obstruyan el terreno de mi viña, porque he hecho todo. ¿Qué más pude yo haber hecho por mi viña?

50

Mas he aquí, el siervo dijo al Señor de la viña: Déjala un poco más.

51 Y dijo el Señor: Sí, la dejaré un poco más, porque me aflige que tenga que perder los árboles de mi viña.

52 Por tanto, tomemos algunas de las ramas de estos que he plantado en las partes más bajas de mi viña, e injertémoslas en el árbol del cual procedieron; y arranquemos del árbol esas ramas cuyo fruto es el más amargo, e injertemos en su lugar las ramas naturales del árbol.

53 Y haré esto para que no perezca el árbol, a fin de que quizá preserve sus raíces para mi propio fin.

54 Y he aquí, todavía están vivas las raíces de las ramas naturales del árbol que planté donde me pareció bien; por tanto, a fin de que yo las conserve también para mi propio fin, tomaré de las ramas de este árbol, y las injertaré en ellas. Sí, injertaré en ellas las ramas de su árbol original, para que yo preserve también las raíces para mí, para que cuando lleguen a tener suficiente fuerza tal vez me produzcan buen fruto, y me gloríe aún en el fruto de mi viña.

55 Y aconteció que tomaron del árbol natural que se había vuelto silvestre, e injertaron en los árboles naturales que también se habían vuelto silvestres.

56 Y también tomaron de los árboles naturales que se habían vuelto silvestres, e injertaron en su árbol original.

57 Y el Señor de la viña dijo al siervo: No arranques las ramas silvestres de los árboles, sino aquellas que son las más amargas; y en ellas injertarás de acuerdo con lo que he dicho.

58 Y de nuevo nutriremos los árboles de la viña, y podaremos sus ramas; y arrancaremos de los árboles aquellas ramas que han madurado, que deben perecer, y las echaremos al fuego.

59 Y hago esto para que quizá sus raíces se fortalezcan a causa de su buena calidad; y que, a causa del cambio de ramas, lo bueno sobrepuje a lo malo.

60

Y porque he preservado las ramas naturales y sus raíces, y he injertado nuevamente las ramas naturales en su árbol original y he preservado las raíces de su árbol original, para que quizá los árboles de mi viña produzcan nuevamente buen fruto; y que yo tenga de nuevo gozo en el fruto de mi viña, y tal vez me alegre en extremo porque he preservado las raíces y las ramas del primer fruto;

61 ve, pues, y llama siervos para que trabajemos diligentemente con todo nuestro empeño en la viña, a fin de que podamos preparar el camino para que yo produzca otra vez el fruto natural, el cual es bueno y más precioso que cualquier otro fruto.

62 Por tanto, vayamos y trabajemos con nuestra fuerza esta última vez; porque he aquí, se acerca el fin, y esta es la última vez que podaré mi viña.

63 Injerta las ramas; empieza por las últimas, para que sean las primeras, y que las primeras sean las últimas; y cava alrededor de los árboles, viejos así como nuevos, los primeros y los últimos; y los últimos y los primeros, a fin de que todos sean nutridos de nuevo por la postrera vez.

64 Por tanto, cava alrededor de ellos, y pódalos, y abónalos de nuevo por última vez, porque el fin se acerca. Y si acaso estos últimos injertos crecen y producen el fruto natural, entonces les prepararás el camino para que crezcan.

65 Y a medida que empiecen a crecer, quitarás las ramas que dan fruto amargo, según la fuerza y el tamaño de las buenas; y no quitarás todas las ramas malas de una vez, no sea que las raíces resulten demasiado fuertes para el injerto, y este perezca, y pierda yo los árboles de mi viña.

66 Porque me aflige que tenga que perder los árboles de mi viña; por tanto, quitarás lo malo a medida que crezca lo bueno, para que la raíz y la copa tengan igual fuerza, hasta que lo bueno sobrepuje a lo malo, y lo malo sea talado y echado en el fuego, a fin de que no obstruya el terreno de mi viña; y así barreré lo malo de mi viña.

67 Y de nuevo injertaré las ramas del árbol natural en el árbol natural;

68 e injertaré las ramas del árbol natural en las ramas naturales del árbol; y así las juntaré otra vez para que produzcan el fruto natural, y serán uno.

69 Y lo malo será echado fuera, sí, fuera de todo el terreno de mi viña; pues he aquí, tan solo esta vez podaré mi viña.

70

Y aconteció que el Señor de la viña envió a su siervo, y este fue e hizo lo que el Señor le había mandado, y trajo otros siervos; y eran pocos.

71 Y les dijo el Señor de la viña: Id y trabajad en la viña con vuestro poder. Porque he aquí, esta es la última vez que nutriré mi viña; porque el fin se aproxima y la estación viene rápidamente; y si vosotros trabajáis conmigo con vuestro poder, os regocijaréis en el fruto que recogeré para mí mismo, para el tiempo que pronto llegará.

72 Y sucedió que los siervos fueron y trabajaron con todas sus fuerzas; y el Señor de la viña también trabajó con ellos; y en todo obedecieron los mandatos del Señor de la viña.

73 Y empezó de nuevo a producirse el fruto natural en la viña; y las ramas naturales comenzaron a crecer y a medrar en sumo grado; y empezaron luego a arrancarse las ramas silvestres y a echarse fuera; y conservaron iguales la raíz y la copa, según su fuerza.

74 Y así trabajaron con toda diligencia, según los mandamientos del Señor de la viña, sí, hasta que lo malo hubo sido echado de la viña, y el Señor hubo logrado para sí que los árboles volviesen nuevamente al fruto natural; y llegaron a ser como un cuerpo; y los frutos fueron iguales, y el Señor de la viña había preservado para sí mismo el fruto natural, que fue sumamente precioso para él desde el principio.

75 Y aconteció que cuando el Señor de la viña vio que su fruto era bueno y que su viña ya no estaba corrompida, llamó a sus siervos y les dijo: He aquí, hemos nutrido mi viña esta última vez; y veis que he obrado según mi voluntad; y he preservado el fruto natural que es bueno, aun como lo fue en el principio. Y benditos sois, porque a causa de que habéis sido diligentes en obrar conmigo en mi viña, y habéis guardado mis mandamientos, y me habéis traído otra vez el fruto natural, de modo que mi viña ya no está más corrompida, y lo malo se ha echado fuera, he aquí, os regocijaréis conmigo a causa del fruto de mi viña.

76 Pues he aquí, por mucho tiempo guardaré del fruto de mi viña para mí mismo, para la estación, la cual se aproxima velozmente; y por la última vez he nutrido mi viña, y la he podado, y he cavado alrededor de ella, y la he abonado; por tanto, guardaré de su fruto para mí mismo, por mucho tiempo, de acuerdo con lo que he hablado.

77 Y cuando llegue la ocasión en que nuevamente vuelva el mal fruto a mi viña, entonces haré recoger lo bueno y lo malo; y lo bueno preservaré para mí, y lo malo arrojaré a su propio lugar. Y entonces viene la estación y el fin; y haré que mi viña sea quemada con fuego.

Capítulo 6

El Señor recobrará a Israel en los últimos días — El mundo será quemado con fuego — Los hombres deben seguir a Cristo para evitar el lago de fuego y azufre. Aproximadamente 544–421 a.C.

1

Y ahora bien, he aquí, mis hermanos, como os dije que iba a profetizar, he aquí, esta es mi profecía: Que las cosas que habló este profeta Zenós concernientes a los de la casa de Israel, en las cuales los comparó a un olivo cultivado, ciertamente han de acontecer.

2 Y el día en que el Señor de nuevo extienda su mano por segunda vez para recobrar a su pueblo será el día, sí, aun la última vez, en que los siervos del Señor saldrán con potestad de él para nutrir y podar su viña; y después de eso, pronto vendrá el fin.

3 ¡Y cuán benditos los que hayan trabajado diligentemente en su viña! ¡Y cuán malditos los que sean echados a su propio lugar! Y el mundo será quemado con fuego.

4 ¡Y cuán misericordioso es nuestro Dios para con nosotros!, porque él se acuerda de la casa de Israel, de las raíces así como de las ramas; y les extiende sus manos todo el día; y son una gente obstinada y contenciosa; pero cuantos no endurezcan sus corazones serán salvos en el reino de Dios.

5 Por tanto, amados hermanos míos, os suplico con palabras solemnes que os arrepintáis y vengáis con íntegro propósito de corazón, y os alleguéis a Dios como él se allega a vosotros. Y mientras su brazo de misericordia se extienda hacia vosotros a la luz del día, no endurezcáis vuestros corazones.

6 Sí, hoy mismo, si queréis oír su voz, no endurezcáis vuestros corazones; pues, ¿por qué queréis morir?

7 Porque he aquí, después de haber sido nutridos por la buena palabra de Dios todo el día, ¿produciréis mal fruto, para que seáis talados y echados en el fuego?

8 He aquí, ¿rechazaréis estas palabras? ¿Rechazaréis las palabras de los profetas; y rechazaréis todas las palabras que se han hablado en cuanto a Cristo, después que tantos han hablado acerca de él?, ¿y negaréis la buena palabra de Cristo y el poder de Dios y el don del Espíritu Santo, y apagaréis el Santo Espíritu, y haréis irrisión del gran plan de redención que se ha dispuesto para vosotros?

9 ¿No sabéis que si hacéis estas cosas, el poder de la redención y de la resurrección que está en Cristo os llevará a presentaros con vergüenza y con terrible culpa ante el tribunal de Dios?

10

Y según el poder de la justicia, porque la justicia no puede ser negada, tendréis que ir a aquel lago de fuego y azufre, cuyas llamas son inextinguibles y cuyo humo asciende para siempre jamás; y este lago de fuego y azufre es tormento sin fin.

11 ¡Oh amados hermanos míos, arrepentíos, pues, y entrad por la puerta estrecha, y continuad en el camino que es angosto, hasta que obtengáis la vida eterna!

12 ¡Oh, sed prudentes! ¿Qué más puedo decir?

13 Por último, me despido de vosotros, hasta que os vuelva a ver ante el placentero tribunal de Dios, tribunal que hiere al malvado con terrible espanto y miedo. Amén.

Capítulo 7

Sherem niega a Cristo, contiende con Jacob, demanda una señal y es herido por Dios — Todos los profetas han hablado de Cristo y Su expiación — Los nefitas han pasado su vida errantes, nacidos en la tribulación, y aborrecidos por los lamanitas. Aproximadamente 544–421 a.C.

1

Y aconteció que después de transcurrir algunos años, vino entre el pueblo de Nefi un hombre que se llamaba Sherem.

2 Y aconteció que empezó a predicar entre los del pueblo, y a declararles que no habría ningún Cristo; y predicó muchas cosas que lisonjeaban al pueblo; e hizo esto para derribar la doctrina de Cristo.

3 Y trabajó diligentemente para desviar el corazón del pueblo, a tal grado que desvió a muchos corazones; y sabiendo él que yo, Jacob, tenía fe en Cristo, que había de venir, buscó mucho una oportunidad para verse conmigo.

4 Y era un hombre instruido, pues tenía un conocimiento perfecto de la lengua del pueblo; por tanto, podía emplear mucha lisonja y mucha elocuencia, según el poder del diablo.

5 Y tenía la esperanza de desprenderme de la fe, a pesar de las muchas revelaciones y lo mucho que yo había visto concerniente a estas cosas; porque yo en verdad había visto ángeles, y me habían ministrado. Y también había oído la voz del Señor hablándome con sus propias palabras de cuando en cuando; por tanto, yo no podía ser descarriado.

6 Y aconteció que me vino a ver, y de esta manera me habló, diciendo: Hermano Jacob, mucho he buscado la oportunidad para hablar contigo, porque he oído, y también sé, que mucho andas, predicando lo que llamas el evangelio o la doctrina de Cristo.

7 Y has desviado a muchos de los de este pueblo, de manera que pervierten la vía correcta de Dios y no guardan la ley de Moisés, que es la vía correcta; y conviertes la ley de Moisés en la adoración de un ser que dices vendrá de aquí a muchos siglos. Y ahora bien, he aquí, yo, Sherem, te declaro que esto es una blasfemia, pues nadie sabe en cuanto a tales cosas; porque nadie puede declarar lo que está por venir. Y así era como Sherem contendía contra mí.

8 Mas he aquí que el Señor Dios derramó su Espíritu en mi alma, de tal modo que lo confundí en todas sus palabras.

9 Y le dije: ¿Niegas tú al Cristo que ha de venir? Y él dijo: Si hubiera un Cristo, no lo negaría; mas sé que no hay Cristo, ni lo ha habido, ni jamás lo habrá.

10

Y le dije: ¿Crees tú en las Escrituras? Y dijo él: Sí.

11 Y le dije yo: Entonces no las entiendes; porque en verdad testifican de Cristo. He aquí, te digo que ninguno de los profetas ha escrito ni profetizado sin que haya hablado concerniente a este Cristo.

12 Y esto no es todo. Se me ha manifestado, porque he oído y visto; y también me lo ha manifestado el poder del Espíritu Santo; por consiguiente, yo sé que si no se efectuara una expiación, se perdería todo el género humano.

13 Y aconteció que me dijo: Muéstrame una señal mediante este poder del Espíritu Santo, por medio del cual sabes tanto.

14 Y le dije: ¿Quién soy yo para que tiente a Dios para que te muestre una señal en esto que tú sabes que es verdad? Sin embargo, la negarás, porque eres del diablo. No obstante, no sea hecha mi voluntad; mas si Dios te hiriere, séate por señal de que él tiene poder tanto en el cielo como en la tierra; y también de que Cristo vendrá. ¡Y sea hecha tu voluntad, oh Señor, y no la mía!

15 Y sucedió que cuando yo, Jacob, hube hablado estas palabras, el poder del Señor vino sobre él, de tal modo que cayó a tierra. Y sucedió que fue alimentado por el espacio de muchos días.

16 Y aconteció que él dijo al pueblo: Reuníos mañana, porque voy a morir; por tanto, deseo hablar al pueblo antes que yo muera.

17 Y aconteció que a la mañana siguiente la multitud se hallaba reunida; y les habló claramente y negó las cosas que les había enseñado, y confesó al Cristo y el poder del Espíritu Santo y la ministración de ángeles.

18 Y les dijo claramente que había sido engañado por el poder del diablo. Y habló del infierno, y de la eternidad, y del castigo eterno.

19 Y dijo: Temo que haya cometido el pecado imperdonable, pues he mentido a Dios; porque negué al Cristo, y dije que creía en las Escrituras, y estas en verdad testifican de él. Y porque he mentido a Dios de este modo, temo mucho que mi situación sea terrible; pero me confieso a Dios.

20

Y acaeció que después que hubo dicho estas palabras, no pudo hablar más, y entregó el espíritu.

21 Y cuando los de la multitud hubieron presenciado que él había dicho estas cosas cuando estaba a punto de entregar el espíritu, se asombraron en extremo; tanto así que el poder de Dios descendió sobre ellos, y fueron dominados de modo que cayeron a tierra.

22 Y ahora bien, esto me complació a mí, Jacob, porque lo había pedido a mi Padre que estaba en el cielo; pues él había oído mi clamor y contestado mi oración.

23 Y sucedió que la paz y el amor de Dios nuevamente se restablecieron entre el pueblo; y escudriñaron las Escrituras; y no hicieron más caso de las palabras de este hombre inicuo.

24 Y aconteció que se idearon muchos medios para rescatar a los lamanitas y restaurarlos al conocimiento de la verdad; mas todo fue en vano, porque se deleitaban en guerras y en el derramamiento de sangre, y abrigaban un odio eterno contra nosotros, sus hermanos; y de continuo buscaban el modo de destruirnos por el poder de sus armas.

25 Por tanto, el pueblo de Nefi se fortificó contra ellos con sus armas y con todo su poder, confiando en el Dios y roca de su salvación; por tanto, pudieron ser, hasta el momento, vencedores de sus enemigos.

26 Y aconteció que yo, Jacob, empecé a envejecer; y como la historia de este pueblo se lleva en las otras planchas de Nefi, concluyo, por tanto, esta relación, declarando que la he escrito según mi mejor conocimiento, diciendo que el tiempo se nos ha pasado, y nuestras vidas también han pasado como si fuera un sueño, pues somos un pueblo solitario y solemne, errantes, desterrados de Jerusalén, nacidos en la tribulación, en un desierto, y aborrecidos por nuestros hermanos, cosa que ha provocado guerras y contenciones; de manera que nos hemos lamentado en el curso de nuestras vidas.

27 Y yo, Jacob, vi que pronto tendría que descender al sepulcro. Por tanto, dije a mi hijo Enós: Toma estas planchas. Y le declaré lo que mi hermano Nefi me había mandado, y prometió obedecer los mandamientos. Y doy fin a mis escritos sobre estas planchas, y lo que he escrito ha sido poco; y me despido del lector, esperando que muchos de mis hermanos lean mis palabras. Adiós, hermanos.

El Libro de Enós

Capítulo 1

Enós ora con potente oración y logra el perdón de sus pecados — La voz del Señor penetra su mente, y le promete salvación para los lamanitas en un día futuro — Los nefitas procuran restaurar a los lamanitas — Enós se regocija en su Redentor. Aproximadamente 420 a.C.

1

He aquí, aconteció que yo, Enós, sabía que mi padre era un varón justo, pues me instruyó en su idioma y también me crio en disciplina y amonestación del Señor —y bendito sea el nombre de mi Dios por ello—

2 y os diré de la lucha que tuve ante Dios, antes de recibir la remisión de mis pecados.

3 He aquí, salí a cazar bestias en los bosques; y las palabras que frecuentemente había oído a mi padre hablar, en cuanto a la vida eterna y el gozo de los santos, penetraron mi corazón profundamente.

4 Y mi alma tuvo hambre; y me arrodillé ante mi Hacedor, y clamé a él con potente oración y súplica por mi propia alma; y clamé a él todo el día; sí, y cuando anocheció, aún elevaba mi voz en alto hasta que llegó a los cielos.

5 Y vino a mí una voz, diciendo: Enós, tus pecados te son perdonados, y serás bendecido.

6 Y yo, Enós, sabía que Dios no podía mentir; por tanto, mi culpa fue expurgada.

7 Y dije yo: Señor, ¿cómo se lleva esto a efecto?

8 Y él me dijo: Por tu fe en Cristo, a quien nunca jamás has oído ni visto. Y pasarán muchos años antes que él se manifieste en la carne; por tanto, ve, tu fe te ha salvado.

9 Ahora bien, sucedió que cuando hube oído estas palabras, empecé a anhelar el bienestar de mis hermanos los nefitas; por tanto, derramé toda mi alma a Dios por ellos.

10

Y mientras así me hallaba luchando en el espíritu, he aquí, la voz del Señor de nuevo penetró mi mente, diciendo: Visitaré a tus hermanos según su diligencia en guardar mis mandamientos. Les he dado esta tierra, y es una tierra santa; y no la maldigo sino por causa de iniquidad. Por tanto, visitaré a tus hermanos según lo que he dicho; y sus transgresiones haré bajar con dolor sobre su propia cabeza.

11 Y después que yo, Enós, hube oído estas palabras, mi fe en el Señor empezó a ser inquebrantable; y oré a él con mucho y prolongado ahínco por mis hermanos, los lamanitas.

12 Y aconteció que después que hube orado y me hube afanado con toda diligencia, me dijo el Señor: Por tu fe, te concederé conforme a tus deseos.

13 Y ahora bien, he aquí, este era el deseo que anhelaba de él: Que si acaso mi pueblo, el pueblo nefita, cayera en transgresión, y fuera de algún modo destruido, y los lamanitas no lo fueran, que el Señor Dios preservara una historia de mi pueblo, los nefitas, aun cuando fuera por el poder de su santo brazo, para que algún día futuro fuera llevada a los lamanitas, para que tal vez fueran conducidos a la salvación;

14 porque por ahora nuestros esfuerzos para restaurarlos a la verdadera fe han sido en vano. Y juraron en su ira que, de ser posible, destruirían nuestros anales junto con nosotros, y también todas las tradiciones de nuestros padres.

15 Por tanto, sabiendo yo que el Señor Dios podía preservar nuestros anales, le suplicaba continuamente, pues él me había dicho: Cualquier cosa que pidas con fe, creyendo que recibirás en el nombre de Cristo, la obtendrás.

16 Y yo tenía fe, y le imploré al Señor que preservara los anales; e hizo convenio conmigo de que los haría llegar a los lamanitas en el propio y debido tiempo de él.

17 Y yo, Enós, sabía que se haría según el convenio que él había hecho; por tanto, mi alma quedó tranquila.

18 Y me dijo el Señor: Tus padres también me han solicitado esto; y les será concedido según su fe; porque su fe fue semejante a la tuya.

19 Y sucedió que yo, Enós, anduve entre el pueblo de Nefi, profetizando de cosas venideras y dando testimonio de las cosas que yo había oído y visto.

20

Y testifico que el pueblo de Nefi procuró diligentemente restaurar a los lamanitas a la verdadera fe en Dios. Pero nuestros esfuerzos fueron en vano, pues su odio era implacable, y se dejaron llevar de su mala naturaleza, por lo que se hicieron salvajes y feroces, y una gente sanguinaria, llena de idolatría e inmundicia, alimentándose de animales de rapiña, viviendo en tiendas y andando errantes por el desierto, con una faja corta de piel alrededor de los lomos, y con la cabeza afeitada; y su destreza se hallaba en el arco, en la cimitarra y en el hacha. Y muchos de ellos no comían más que carne cruda; y de continuo trataban de destruirnos.

21 Y aconteció que el pueblo de Nefi cultivó la tierra, y produjo toda clase de granos y de frutos, y crio rebaños de reses, y manadas de toda clase de ganado, y cabras y cabras monteses, y también muchos caballos.

22 Y hubo muchísimos profetas entre nosotros; y la gente era obstinada y dura de entendimiento.

23 Y no había nada, salvo un extremado rigor, predicación y profecías de guerras y contiendas y destrucciones, y recordándoles continuamente la muerte, y la duración de la eternidad, y los juicios y poder de Dios, y todas estas cosas, agitándolos constantemente para mantenerlos en el temor del Señor. Y digo que nada, salvo estas cosas y mucha claridad en el habla, podría evitar que se precipitaran rápidamente a la destrucción. Y de esta manera es como escribo acerca de ellos.

24 Y vi guerras entre los nefitas y los lamanitas en el curso de mis días.

25 Y sucedió que empecé a envejecer; y ya habían transcurrido ciento setenta y nueve años desde el tiempo en que nuestro padre Lehi salió de Jerusalén.

26 Y vi que pronto tendría que descender a mi sepultura, habiendo sido influido por el poder de Dios a predicar y a profetizar a este pueblo y declarar la palabra según la verdad que está en Cristo; y la he declarado todos mis días, y en ello me he regocijado más que en lo del mundo.

27 Y pronto iré al lugar de mi reposo, que es con mi Redentor, porque sé que en él reposaré. Y me regocijo en el día en que mi ser mortal se vestirá de inmortalidad, y estaré delante de él; entonces veré su faz con placer, y él me dirá: Ven a mí, tú, que bendito eres; hay un lugar preparado para ti en las mansiones de mi Padre. Amén.

El Libro de Jarom

Capítulo 1

Los nefitas guardan la ley de Moisés, miran adelante hacia la venida de Cristo y prosperan en la tierra — Muchos profetas trabajan con diligencia para conservar al pueblo en el camino de la verdad. Aproximadamente 399–361 a.C.

1

Ahora bien, he aquí, yo, Jarom, escribo unas pocas palabras de acuerdo con el mandato de mi padre, Enós, para que sea preservada nuestra genealogía.

2 Y como estas planchas son pequeñas, y ya que estas cosas se escriben con el propósito de beneficiar a nuestros hermanos los lamanitas, es preciso, pues, que escriba un poco; pero no escribiré lo de mis profecías ni de mis revelaciones. Pues, ¿qué más podría yo escribir de lo que mis padres han escrito? ¿Acaso no han revelado ellos el plan de salvación? Os digo que sí; y esto me basta.

3 He aquí, conviene que se haga mucho entre este pueblo, a causa de la dureza de sus corazones, y la sordera de sus oídos, y la ceguedad de sus mentes, y la dureza de sus cervices; no obstante, Dios es misericordioso en sumo grado con ellos, y hasta ahora no los ha barrido de la superficie de la tierra.

4 Y hay muchos entre nosotros que reciben muchas revelaciones, porque no todos son obstinados. Y todos los que no son de dura cerviz, y tienen fe, gozan de comunión con el Santo Espíritu, el cual se manifiesta a los hijos de los hombres según su fe.

5 Y ahora bien, he aquí, habían pasado ya doscientos años, y el pueblo de Nefi se había hecho fuerte en el país. Se esforzaban por guardar la ley de Moisés y santificar el día de reposo ante el Señor. Y no profanaban ni tampoco blasfemaban; y las leyes del país eran sumamente estrictas.

6 Y estaban esparcidos sobre gran parte de la superficie de la tierra, y los lamanitas también. Y estos eran mucho más numerosos que los nefitas, y se deleitaban en el asesinato y bebían la sangre de animales.

7 Y sucedió que muchas veces vinieron a la batalla contra nosotros, los nefitas. Pero nuestros reyes y dirigentes eran grandes hombres en la fe del Señor; y enseñaron a la gente las vías del Señor; por lo tanto, resistimos a los lamanitas y los lanzamos de nuestras tierras, y empezamos a fortificar nuestras ciudades, y los sitios de nuestra herencia, cualesquiera que fuesen.

8 Y nos multiplicamos en sumo grado, y nos extendimos sobre la superficie de la tierra, y llegamos a ser sumamente ricos en oro, y en plata y en cosas preciosas, y en finas obras de madera, en edificios, y en mecanismos, y también en hierro y cobre, y en bronce y acero, elaborando todo género de herramientas de varias clases para cultivar la tierra, y armas de guerra, sí, la flecha puntiaguda, y la aljaba, y el dardo, y la jabalina y todo preparativo para la guerra.

9 Y estando así preparados para hacer frente a los lamanitas, estos no prevalecieron contra nosotros, sino que se cumplió la palabra que el Señor habló a nuestros padres, diciendo: Según guardéis mis mandamientos, prosperaréis en la tierra.

10

Y aconteció que los profetas del Señor amonestaron al pueblo de Nefi, según la palabra de Dios, que si ellos no guardaban los mandamientos, sino que caían en transgresión, serían destruidos de sobre la faz de la tierra.

11 Por tanto, los profetas y los sacerdotes y los maestros trabajaron diligentemente, exhortando con toda longanimidad al pueblo a la diligencia, enseñando la ley de Moisés y el objeto para el cual fue dada, persuadiéndolos a mirar adelante hacia el Mesías y a creer en su venida como si ya se hubiese verificado. Y fue de esta manera como les enseñaron.

12 Y sucedió que por obrar así, evitaron que los del pueblo fuesen destruidos de sobre la faz de la tierra; pues compungieron sus corazones con la palabra, exhortándolos sin cesar a que se arrepintieran.

13 Y aconteció que habían transcurrido doscientos treinta y ocho años en guerras y contiendas y disensiones, durante gran parte del tiempo.

14 Y yo, Jarom, no escribo más, porque las planchas son pequeñas. Pero he aquí, hermanos míos, podéis recurrir a las otras planchas de Nefi, pues he aquí, sobre ellas está grabada la historia de nuestras guerras, según los escritos de los reyes, o lo que ellos hicieron escribir.

15 Y entrego estas planchas en manos de mi hijo Omni, para que se lleven según los mandamientos de mis padres.

El Libro de Omni

Capítulo 1

Omni, Amarón, Quemis, Abinadom y Amalekí, cada uno, a su vez, llevan los anales — Mosíah descubre el pueblo de Zarahemla, el cual había llegado de Jerusalén en la época de Sedequías — Mosíah es nombrado rey — Los mulekitas habían descubierto a Coriántumr, el último de los jareditas — El rey Benjamín sucede a Mosíah — Los hombres deben ofrecer su alma como ofrenda a Cristo. Aproximadamente 323–130 a.C.

1

He aquí, sucedió que yo, Omni, habiéndome mandado mi padre Jarom que escribiera algo sobre estas planchas, para preservar nuestra genealogía,

2 quisiera, por tanto, que supieseis que durante el curso de mi vida combatí mucho con la espada para preservar a mi pueblo, los nefitas, de caer en manos de los lamanitas, sus enemigos. Mas he aquí, en cuanto a mí, yo soy inicuo, y no he guardado los estatutos y mandamientos del Señor como debía haberlo hecho.

3 Y sucedió que habían transcurrido doscientos setenta y seis años, y habíamos tenido muchas épocas de paz; y habíamos tenido muchas épocas de serias guerras y derramamiento de sangre. Sí, y en fin habían pasado doscientos ochenta y dos años, y yo había guardado estas planchas según los mandatos de mis padres; y las entregué a mi hijo Amarón. Y así termino.

4 Y ahora yo, Amarón, escribo las cosas que vaya a escribir, y que son pocas, en el libro de mi padre.

5 He aquí, sucedió que habían pasado ya trescientos veinte años, y la parte más inicua de los nefitas fue destruida.

6 Porque el Señor no quiso permitir, después que los hubo sacado de la tierra de Jerusalén, y guardado y preservado de caer en las manos de sus enemigos, sí, no quiso permitir que dejasen de verificarse las palabras que habló a nuestros padres, diciendo: Si no guardáis mis mandamientos, no prosperaréis en la tierra.

7 Por tanto, el Señor los visitó con grandes juicios; no obstante, preservó a los justos para que no perecieran, y los libró de las manos de sus enemigos.

8 Y sucedió que entregué las planchas a mi hermano Quemis.

9 Ahora yo, Quemis, lo poco que escribo lo hago en el mismo libro que mi hermano; pues he aquí, vi que lo último que escribió, él lo escribió de su propia mano; y lo escribió el mismo día en que me lo entregó. Y de este modo llevamos los anales, porque es según los mandamientos de nuestros padres. Y así termino.

10

He aquí, yo, Abinadom, soy hijo de Quemis. He aquí, sucedió que vi mucha guerra y contención entre mi pueblo, los nefitas, y los lamanitas; y con mi propia espada he quitado la vida a muchos de los lamanitas en defensa de mis hermanos.

11 Y he aquí, la historia de este pueblo está grabada sobre planchas que guardan los reyes, según las generaciones; y yo no sé de ninguna revelación salvo lo que se ha escrito, ni profecía tampoco; por tanto, es suficiente lo que está escrito. Y con esto concluyo.

12 He aquí, soy Amalekí hijo de Abinadom. He aquí, os hablaré algo concerniente a Mosíah, que fue hecho rey de la tierra de Zarahemla; pues he aquí, le advirtió el Señor que huyera de la tierra de Nefi, y que cuantos quisieran escuchar la voz del Señor también deberían partir de la tierra con él hacia el desierto.

13 Y sucedió que obró según el Señor le había mandado. Y cuantos quisieron escuchar la voz del Señor salieron de la tierra para el desierto, y fueron conducidos por muchas predicaciones y profecías. Y continuamente fueron amonestados por la palabra de Dios, y guiados por el poder de su brazo a través del desierto, hasta que llegaron a la tierra que se llama la tierra de Zarahemla.

14 Y descubrieron a un pueblo llamado el pueblo de Zarahemla. Ahora bien, hubo gran alegría entre el pueblo de Zarahemla; y también Zarahemla se regocijó en extremo porque el Señor había enviado al pueblo de Mosíah con las planchas de bronce que contenían los anales de los judíos.

15 Y he aquí, sucedió que Mosíah descubrió que la gente de Zarahemla había salido de Jerusalén en la época en que Sedequías, rey de Judá, fue llevado cautivo a Babilonia.

16 Y viajaron por el desierto, y la mano del Señor los condujo, a través de las grandes aguas, a la tierra donde Mosíah los encontró; y allí habían morado desde aquel tiempo.

17 Y en la época en que Mosíah los descubrió, habían llegado a ser numerosos en extremo. No obstante, habían tenido muchas guerras y graves contiendas, y de cuando en cuando habían caído por la espada; y su idioma se había corrompido, y no habían llevado anales consigo, y negaban la existencia de su Creador; y ni Mosíah ni su pueblo podían entenderlos.

18 Pero aconteció que Mosíah hizo que se les enseñara su idioma. Y sucedió que después de haber sido instruidos en el idioma de Mosíah, Zarahemla dio una genealogía de sus padres, según su memoria; y está escrita, mas no en estas planchas.

19 Y aconteció que el pueblo de Zarahemla y el de Mosíah se unieron; y Mosíah fue nombrado para ser su rey.

20

Y acaeció que en los días de Mosíah se le trajo una piedra grande con grabados; y él interpretó los grabados por el don y poder de Dios.

21 Y relataban la historia de un tal Coriántumr y la matanza de su pueblo. Y el pueblo de Zarahemla descubrió a Coriántumr; y vivió con ellos por el término de nueve lunas.

22 También relataban algunas palabras acerca de los padres de Coriántumr. Y sus primeros padres vinieron de la torre, en la ocasión en que el Señor confundió el lenguaje del pueblo; y el rigor del Señor cayó sobre ellos, de acuerdo con sus juicios, que son justos; y sus huesos se hallan esparcidos en la tierra del norte.

23 He aquí yo, Amalekí, nací en los días de Mosíah, y he vivido hasta ver su muerte; y su hijo Benjamín reina en su lugar.

24 Y he aquí, he visto una guerra seria en los días del rey Benjamín, y mucho derramamiento de sangre entre nefitas y lamanitas. Mas he aquí, que los nefitas los superaron en gran manera; sí, a tal grado que el rey Benjamín arrojó a los lamanitas de la tierra de Zarahemla.

25 Y aconteció que empecé a envejecer; y no teniendo descendencia, y sabiendo que el rey Benjamín es un varón justo ante el Señor, le entregaré, por tanto, estas planchas, exhortando a todos los hombres a que vengan a Dios, el Santo de Israel, y crean en la profecía y en revelaciones y en la ministración de ángeles, en el don de hablar en lenguas, en el don de interpretación de lenguas, y en todas las cosas que son buenas; porque nada hay, que sea bueno, que no venga del Señor; y lo que es malo viene del diablo.

26 Y ahora bien, mis amados hermanos, quisiera que vinieseis a Cristo, el cual es el Santo de Israel, y participaseis de su salvación y del poder de su redención. Sí, venid a él y ofrecedle vuestras almas enteras como ofrenda, y continuad ayunando y orando, y perseverad hasta el fin; y así como vive el Señor, seréis salvos.

27 Y ahora quisiera decir algo concerniente a cierto grupo que fue al desierto para volver a la tierra de Nefi; porque había muchos que deseaban poseer la tierra de su herencia.

28 De modo que partieron para el desierto. Y su caudillo, siendo un hombre fuerte, poderoso y obstinado, provocó, por tanto, una contienda entre ellos; y todos, menos cincuenta, fueron muertos en el desierto, y estos retornaron a la tierra de Zarahemla.

29 Y aconteció que también llevaron consigo a otros, hasta un número considerable, y otra vez emprendieron su viaje para el desierto.

30

Y yo, Amalekí, tenía un hermano que también fue con ellos; y desde entonces nada he sabido de ellos. Y estoy para descender a mi sepultura; y estas planchas están llenas. Y doy fin a mi narración.

Las Palabras de Mormón

Capítulo 1

Mormón compendia las planchas mayores de Nefi — Coloca las planchas menores junto con las otras planchas — El rey Benjamín establece la paz en la tierra. Aproximadamente 385 d.C.

1

Y ahora bien, yo, Mormón, estando a punto de entregar en manos de mi hijo Moroni los anales que he estado haciendo, he aquí que he presenciado casi toda la destrucción de mi pueblo, los nefitas.

2 Y es después de muchos siglos de la venida de Cristo, cuando entrego estos anales en manos de mi hijo; y supongo que él presenciará la completa destrucción de los de mi pueblo. Pero Dios conceda que él les sobreviva, a fin de que escriba algo concerniente a ellos, y un poco concerniente a Cristo, para que tal vez algún día pueda beneficiarlos.

3 Y ahora hablo algo referente a lo que he escrito; porque después que hube hecho un compendio de las planchas de Nefi, hasta el reinado de este rey Benjamín, del cual habló Amalekí, busqué entre los anales que habían sido entregados en mis manos, y encontré estas planchas que contenían esta breve narración de los profetas, desde Jacob hasta el reinado de este rey Benjamín, y también muchas de las palabras de Nefi.

4 Y complacido con las cosas que se hallan escritas en estas planchas, a causa de las profecías de la venida de Cristo, y sabiendo mis padres que muchas de ellas se han cumplido — sí, y yo también sé que se han cumplido cuantas cosas se han profetizado concernientes a nosotros hasta el día de hoy, y cuantas se extienden más allá de este día ciertamente se cumplirán,

5 escogí, por tanto, estas cosas para concluir mi relato sobre ellas, y tomaré de las planchas de Nefi este resto de mi registro; y no puedo escribir ni la centésima parte de las cosas de mi pueblo.

6 Mas he aquí, tomaré estas planchas que contienen estas profecías y revelaciones, y las pondré con el resto de mis anales, porque me son preciosas, y sé que serán preciosas para mis hermanos.

7 Y hago esto para un sabio propósito; pues así se me susurra, de acuerdo con las impresiones del Espíritu del Señor que está en mí. Y ahora bien, no sé todas las cosas; mas el Señor sabe todas las cosas que han de suceder; por tanto, él obra en mí para que yo proceda conforme a su voluntad.

8 Y mi oración a Dios es concerniente a mis hermanos, que ellos vuelvan una vez más al conocimiento de Dios, sí, la redención de Cristo, para que de nuevo sean un pueblo deleitable.

9 Y ahora yo, Mormón, procedo a concluir mis anales, los cuales tomo de las planchas de Nefi; y lo hago según el saber y el entendimiento que Dios me ha dado.

10

Por lo que, aconteció que después que Amalekí hubo entregado estas planchas en manos del rey Benjamín, este las tomó y las puso con las otras planchas que contenían anales que los reyes habían transmitido de generación en generación, hasta los días del rey Benjamín.

11 Y fueron transmitidas de generación en generación, desde el rey Benjamín hasta que han llegado a mis manos. Y yo, Mormón, ruego a Dios que sean preservadas desde hoy en adelante. Y sé que serán preservadas, porque sobre ellas están escritas grandes cosas, por las cuales mi pueblo y sus hermanos serán juzgados en el grande y postrer día, según la palabra de Dios que está escrita.

12 Y ahora bien, en cuanto a este rey Benjamín, él tuvo algunas contiendas entre su propio pueblo.

13 Y sucedió también que los ejércitos de los lamanitas descendieron de la tierra de Nefi para pelear contra su pueblo. Mas he aquí, el rey Benjamín reunió a sus ejércitos y les hizo frente; y luchó con la fuerza de su propio brazo, con la espada de Labán.

14 Y con la fuerza del Señor pugnaron contra sus enemigos, hasta que hubieron matado a muchos miles de los lamanitas. Y sucedió que contendieron contra los lamanitas hasta que los hubieron echado fuera de las tierras de su herencia.

15 Y ocurrió que después de haber habido falsos Cristos, y de haber sido cerradas sus bocas, y ellos castigados según sus delitos;

16 y después de haber habido falsos profetas y falsos predicadores y maestros entre el pueblo, y después de haber sido castigados todos estos según sus delitos; y después de haber habido mucha contención y muchas deserciones a los lamanitas, he aquí, sucedió que el rey Benjamín, con la ayuda de los santos profetas que había entre su pueblo

17 —pues he aquí, el rey Benjamín era un hombre santo y reinaba sobre su pueblo con justicia; y había muchos santos hombres en el país, y declaraban la palabra de Dios con poder y con autoridad; y ejercían mucha severidad a causa de la obstinación del pueblo—

18 así pues, con la ayuda de estos, trabajando con todas las fuerzas de su cuerpo y las facultades de su alma entera, y lo mismo los profetas, el rey Benjamín nuevamente estableció la paz en el país.

El Libro de Mosíah

Capítulo 1

El rey Benjamín enseña a sus hijos el idioma y las profecías de sus padres — Se habían preservado su religión y su civilización por motivo de los anales que estaban grabados en las diversas planchas — Mosíah es nombrado rey y se le encomiendan los anales y otras cosas. Aproximadamente 130–124 a.C.

1

Y entonces no hubo más contiendas en toda la tierra de Zarahemla, entre todo el pueblo que pertenecía al rey Benjamín, de modo que el rey Benjamín gozó de una paz continua todo el resto de sus días.

2 Y aconteció que tenía tres hijos; y les puso por nombre Mosíah, Helorum y Helamán. E hizo que fueran instruidos en todo el idioma de sus padres, a fin de que así llegaran a ser hombres de entendimiento; y que supiesen concerniente a las profecías que habían sido declaradas por boca de sus padres, las cuales les fueron entregadas por la mano del Señor.

3 Y también los instruyó con respecto a los anales que estaban grabados sobre las planchas de bronce, diciendo: Hijos míos, quisiera que recordaseis que si no fuera por estas planchas, que contienen estos anales y estos mandamientos, habríamos padecido en la ignorancia, aun ahora mismo, no conociendo los misterios de Dios;

4 porque no habría sido posible que nuestro padre Lehi hubiese recordado todas estas cosas para haberlas enseñado a sus hijos, de no haber sido por la ayuda de estas planchas; porque habiendo sido instruido en el idioma de los egipcios, él pudo leer estos grabados y enseñarlos a sus hijos, para que así estos los enseñaran a sus hijos, y de este modo cumplieran los mandamientos de Dios, aun hasta el tiempo actual.

5 Os digo, hijos míos, que si no fuera por estas cosas, las cuales se han guardado y preservado por la mano de Dios para que nosotros pudiéramos leer y entender acerca de sus misterios, y siempre tener sus mandamientos ante nuestros ojos, aun nuestros padres habrían degenerado en la incredulidad, y habríamos sido como nuestros hermanos, los lamanitas, que nada saben de estas cosas, y ni siquiera las creen cuando se las enseñan, a causa de las tradiciones de sus padres, las cuales no son correctas.

6 ¡Oh hijos míos, quisiera que recordaseis que estas palabras son verdaderas, y también que estos anales son verdaderos! Y he aquí, también las planchas de Nefi, que contienen los anales y las palabras de nuestros padres desde el tiempo en que salieron de Jerusalén hasta ahora, son verdaderas; y podemos saber de su certeza porque las tenemos ante nuestros ojos.

7 Y ahora bien, hijos míos, quisiera que os acordaseis de escudriñarlas diligentemente, para que en esto os beneficiéis; y quisiera que guardaseis los mandamientos de Dios para que prosperéis en la tierra, de acuerdo con las promesas que el Señor hizo a nuestros padres.

8 Y muchas cosas más enseñó el rey Benjamín a sus hijos, que no están escritas en este libro.

9 Y aconteció que después que el rey Benjamín hubo acabado de enseñar a sus hijos, envejeció, y vio que muy pronto debía ir por el camino de toda la tierra; por tanto, le pareció oportuno conferir el reino a uno de sus hijos.

10

De modo que mandó traer a Mosíah a su presencia; y estas son las palabras que le habló, diciendo: Hijo mío, quisiera que hicieses una proclamación por toda esta tierra, entre toda esta gente, o sea, el pueblo de Zarahemla y el pueblo de Mosíah que viven en la tierra, para que por este medio se reúnan; porque mañana proclamaré a este mi pueblo por mi propia boca, que tú eres rey y gobernante de este pueblo que el Señor Dios nos ha dado.

11 Y además, daré a los de este pueblo un nombre, para que de ese modo se destaquen sobre todos los pueblos que el Señor Dios ha traído de la tierra de Jerusalén; y lo hago porque han sido diligentes en guardar los mandamientos del Señor.

12 Y les daré un nombre que jamás será borrado, sino por causa de transgresión.

13 Sí, y te digo además, que si este pueblo altamente favorecido del Señor cae en transgresión, y se convierte en una gente perversa y adúltera, el Señor los entregará, para que así lleguen a ser débiles como sus hermanos; y no los preservará más por su incomparable y milagroso poder, como hasta aquí ha preservado a nuestros padres.

14 Porque te digo que si no hubiese extendido su brazo para la preservación de nuestros padres, estos habrían caído en manos de los lamanitas, y habrían sido víctimas de su odio.

15 Y sucedió que después que el rey Benjamín hubo acabado de hablar estas palabras a su hijo, le encargó todos los asuntos del reino.

16 Y además, le encargó los anales que estaban grabados sobre las planchas de bronce; y también las planchas de Nefi; y también la espada de Labán y la esfera o director que condujo a nuestros padres por el desierto, la cual la mano del Señor preparó para que por ese medio fuesen dirigidos, cada cual según la atención y diligencia que a él le daban.

17 Por tanto, dado que no fueron fieles, no prosperaron ni progresaron en su viaje, sino que fueron impelidos hacia atrás e incurrieron en el desagrado de Dios; y por tanto, fueron heridos con hambre y severas aflicciones para hacerles recordar sus deberes.

18 Y aconteció, pues, que Mosíah fue e hizo lo que su padre le había mandado, y proclamó a toda la gente que se hallaba en la tierra de Zarahemla, para que así se reuniera, a fin de subir hasta el templo para oír las palabras que su padre les hablaría.

Capítulo 2

El rey Benjamín habla a los de su pueblo — Refiere la equidad, justicia y espiritualidad de su reino — Les aconseja servir a su Rey Celestial — Los que se rebelen contra Dios padecerán una angustia semejante a un fuego inextinguible. Aproximadamente 124 a.C.

1

Y sucedió que después que Mosíah hubo hecho lo que su padre le había mandado, y hubo proclamado por toda la tierra, el pueblo se congregó de todas partes, a fin de subir hasta el templo para oír las palabras que el rey Benjamín les iba a hablar.

2 Y hubo un número muy crecido, sí, tantos así que no los contaron; porque se habían multiplicado extremadamente, y se habían hecho grandes en el país.

3 Y también llevaron de las primicias de sus rebaños, para que ofrecieran sacrificios y holocaustos según la ley de Moisés;

4 y también para que dieran gracias al Señor su Dios, que los había sacado de la tierra de Jerusalén, y los había librado de las manos de sus enemigos, y les había designado hombres justos como maestros, y también a un hombre justo para ser su rey, el cual había establecido la paz en la tierra de Zarahemla, y les había enseñado a guardar los mandamientos de Dios, a fin de que se regocijaran y estuvieran llenos de amor para con Dios y todos los hombres.

5 Y aconteció que, cuando llegaron al templo, plantaron sus tiendas en los alrededores, cada hombre según su familia, que se componía de su esposa, y sus hijos y sus hijas, y los hijos e hijas de estos, desde el mayor hasta el menor, cada familia separada la una de la otra.

6 Y plantaron sus tiendas alrededor del templo, cada hombre con la puerta de su tienda dando hacia el templo, para que así se quedaran en sus tiendas y oyeran las palabras que el rey Benjamín les iba a hablar;

7 porque tan grande era la multitud, que el rey Benjamín no podía enseñarles a todos dentro de los muros del templo; de modo que hizo construir una torre, para que por ese medio su pueblo oyera las palabras que él les iba a hablar.

8 Y aconteció que empezó a hablar a su pueblo desde la torre; y no todos podían oír sus palabras, a causa de lo inmenso de la multitud; por tanto, mandó que las palabras que él hablase fuesen escritas y enviadas a aquellos que se hallaban fuera del alcance de su voz, para que también estos recibiesen sus palabras.

9 Y estas son las palabras que él habló e hizo escribir: Hermanos míos, todos los que os habéis congregado, vosotros que podéis oír las palabras que os declararé hoy; porque no os he mandado subir hasta aquí para tratar livianamente las palabras que os hable, sino para que me escuchéis, y abráis vuestros oídos para que podáis oír, y vuestros corazones para que podáis entender, y vuestras mentes para que los misterios de Dios sean desplegados a vuestra vista.

10

No os he mandado subir hasta aquí para que me temáis, ni para que penséis que yo de mí mismo sea más que un ser mortal.

11 Sino que soy como vosotros, sujeto a toda clase de enfermedades de cuerpo y mente; sin embargo, he sido elegido por este pueblo, y ungido por mi padre, y la mano del Señor permitió que yo fuese gobernante y rey de este pueblo; y su incomparable poder me ha guardado y preservado, para serviros con todo el poder, mente y fuerza que el Señor me ha concedido.

12 Os digo que así se me ha permitido emplear mis días en vuestro servicio, aun hasta el día de hoy; y no he procurado de vosotros oro, ni plata, ni ninguna otra clase de riquezas;

13 ni he permitido que se os encierre en calabozos, ni que os esclavicéis los unos a los otros, ni que asesinéis, ni depredéis, ni robéis, ni cometáis adulterio; ni tampoco he permitido que cometáis iniquidad en forma alguna, y os he enseñado que debéis guardar los mandamientos del Señor, en todas las cosas que él os ha mandado,

14 y aun yo mismo he trabajado con mis propias manos a fin de poder serviros, y que no fueseis abrumados con tributos, ni que cayera sobre vosotros cosa alguna que fuese pesada de llevar; y de todas estas cosas que he hablado, vosotros mismos sois testigos este día.

15 Con todo, hermanos míos, no he hecho estas cosas para vanagloriarme, ni las digo para acusaros por ese medio, sino que hablo estas cosas para que sepáis que hoy puedo responder ante Dios con la conciencia limpia.

16 He aquí, os digo que por haberos dicho que había empleado mi vida en vuestro servicio, no deseo yo jactarme, pues solamente he estado al servicio de Dios.

17 Y he aquí, os digo estas cosas para que aprendáis sabiduría; para que sepáis que cuando os halláis al servicio de vuestros semejantes, solo estáis al servicio de vuestro Dios.

18 He aquí, me habéis llamado vuestro rey; y si yo, a quien llamáis vuestro rey, trabajo para serviros, ¿no debéis trabajar vosotros para serviros unos a otros?

19 Y he aquí también, si yo, a quien llamáis vuestro rey, quien ha pasado sus días a vuestro servicio, y sin embargo, ha estado al servicio de Dios, merezco algún agradecimiento de vosotros, ¡oh, cómo debéis dar gracias a vuestro Rey Celestial!

20

Os digo, mis hermanos, que si diereis todas las gracias y alabanza que vuestra alma entera es capaz de poseer, a ese Dios que os ha creado, y os ha guardado y preservado, y ha hecho que os regocijéis, y os ha concedido que viváis en paz unos con otros,

21 os digo que si sirvieseis a aquel que os ha creado desde el principio, y os está preservando día tras día, dándoos aliento para que podáis vivir, moveros y obrar según vuestra propia voluntad, y aun sustentándoos momento tras momento, digo que si lo sirvieseis con toda vuestra alma, todavía seríais servidores improductivos.

22 Y he aquí, todo cuanto él os requiere es que guardéis sus mandamientos; y os ha prometido que si guardáis sus mandamientos, prosperaréis en la tierra; y él nunca varía de lo que ha dicho; por tanto, si guardáis sus mandamientos, él os bendice y os hace prosperar.

23 Y ahora bien, en primer lugar, él os ha creado y os ha concedido vuestras vidas, por lo que le sois deudores.

24 Y en segundo lugar, él requiere que hagáis lo que os ha mandado; y si lo hacéis, él os bendice inmediatamente; y por tanto, os ha pagado. Y aún le sois deudores; y lo sois y lo seréis para siempre jamás; así pues, ¿de qué tenéis que jactaros?

25 Y ahora pregunto: ¿Podéis decir algo de vosotros mismos? Os respondo: No. No podéis decir que sois aun como el polvo de la tierra; sin embargo, fuisteis creados del polvo de la tierra; mas he aquí, este pertenece a quien os creó.

26 Y ni yo, sí, yo, a quien llamáis vuestro rey, soy mejor de lo que sois vosotros, porque soy del polvo también. Y veis que he envejecido, y que estoy para entregar esta forma mortal a su madre tierra.

27 Por tanto, como os dije que os había servido, andando con la conciencia limpia delante de Dios, así en esta ocasión os he hecho congregar, a fin de que se me halle sin culpa, y vuestra sangre no sea sobre mí cuando comparezca para que Dios me juzgue por las cosas que me ha mandado concerniente a vosotros.

28 Os digo que os he hecho congregar para que pueda limpiar mis vestidos de vuestra sangre, en este período de tiempo en que estoy a punto de descender a mi sepultura, para descender en paz, y mi espíritu inmortal se una a los coros celestes, para cantar alabanzas a un Dios justo.

29 Y además, os digo que os he hecho congregar a fin de declararos que ya no puedo ser vuestro maestro ni vuestro rey;

30

porque aun ahora mismo mi cuerpo entero tiembla en extremo, mientras me esfuerzo en hablaros; mas el Señor Dios me sostiene y me ha permitido que os hable; y me ha mandado que os declare hoy que mi hijo Mosíah es rey y gobernante vuestro.

31 Y ahora bien, hermanos míos, quisiera que obraseis como lo habéis hecho hasta ahora. Así como habéis guardado mis mandamientos y también los de mi padre, y habéis prosperado, y se os ha librado de caer en manos de vuestros enemigos, de igual manera, si guardáis los mandamientos de mi hijo, o sea, los mandamientos de Dios que él os comunicará, prosperaréis en la tierra, y vuestros enemigos no tendrán poder sobre vosotros.

32 Mas cuidaos, ¡oh pueblo mío!, no sea que surjan contenciones entre vosotros, y optéis por obedecer al espíritu malo, del cual habló mi padre Mosíah.

33 Porque he aquí, se ha decretado un, ¡ay! para aquel que quiera obedecer ese espíritu; pues si opta por obedecerlo, y permanece y muere en sus pecados, bebe condenación para su propia alma; porque recibe como salario un castigo eterno, por haber violado la ley de Dios contra su propio conocimiento.

34 Os digo que no hay ninguno de entre vosotros, salvo vuestros niños pequeños que no han sido instruidos en cuanto a estas cosas, que no sepa que estáis eternamente en deuda con vuestro Padre Celestial de entregarle todo lo que tenéis y sois; y además que no haya sido instruido concerniente a los anales que contienen las profecías que han sido declaradas por los santos profetas, aun hasta la época en que nuestro padre Lehi salió de Jerusalén;

35 y además, todo aquello que nuestros padres han declarado hasta ahora. Y he aquí también, hablaron aquello que el Señor les mandó; por tanto, son justos y verdaderos.

36 Y ahora bien, os digo, hermanos míos, que después de haber sabido y de haber sido instruidos en todas estas cosas, si transgredís y obráis contra lo que se ha hablado, de modo que os separáis del Espíritu del Señor, para que no tenga cabida en vosotros para guiaros por las sendas de la sabiduría, a fin de que seáis bendecidos, prosperados y preservados,

37 os digo que el hombre que esto hace, ese se declara en rebelión manifiesta contra Dios; por tanto, prefiere obedecer al mal espíritu y se convierte en enemigo de toda rectitud; por tanto, el Señor no tiene lugar en él, porque no habita en templos impuros.

38 De manera que si ese hombre no se arrepiente, y permanece y muere enemigo de Dios, las demandas de la divina justicia despiertan en su alma inmortal un vivo sentimiento de su propia culpa que lo hace retroceder de la presencia del Señor, y le llena el pecho de culpa, dolor y angustia, que es como un fuego inextinguible, cuya llama asciende para siempre jamás.

39 Y ahora os digo que la misericordia no puede reclamar a ese hombre; por tanto, su destino final es padecer un tormento sin fin.

40

¡Oh todos vosotros, ancianos, y también vosotros, jóvenes, y vosotros, niños, que podéis entender mis palabras, porque os he hablado claramente para que podáis entender, os ruego que despertéis el recuerdo de la terrible situación de aquellos que han caído en transgresión!

41 Y además, quisiera que consideraseis el bendito y feliz estado de aquellos que guardan los mandamientos de Dios. Porque he aquí, ellos son bendecidos en todas las cosas, tanto temporales como espirituales; y si continúan fieles hasta el fin, son recibidos en el cielo, para que así moren con Dios en un estado de interminable felicidad. ¡Oh recordad, recordad que estas cosas son verdaderas!, porque el Señor Dios lo ha declarado.

Capítulo 3

El rey Benjamín continúa su discurso — El Señor Omnipotente ministrará entre los hombres en un tabernáculo de barro — La sangre le brotará de cada poro al expiar los pecados del mundo — Su nombre es el único mediante el cual llega la salvación — Los seres humanos pueden despojarse del hombre natural y hacerse santos por medio de la Expiación — El tormento de los inicuos será como un lago de fuego y azufre. Aproximadamente 124 a.C.

1

Y otra vez quisiera llamaros la atención, hermanos míos, porque tengo algo más que declararos; pues he aquí, tengo cosas que deciros sobre lo que está por venir.

2 Y las cosas que os diré me han sido reveladas por un ángel de Dios. Y me dijo: Despierta; y desperté; y he aquí que él estaba ante mí.

3 Y me dijo: Despierta y oye las palabras que te voy a decir; pues he aquí, vengo a declararte alegres nuevas de gran gozo.

4 Porque el Señor ha oído tus oraciones, y ha juzgado en cuanto a tu rectitud y me ha enviado para declarártelas, a fin de que te regocijes; y para que las declares a los de tu pueblo, a fin de que ellos también se llenen de gozo.

5 Porque he aquí que viene el tiempo, y no está muy distante, en que con poder, el Señor Omnipotente que reina, que era y que es de eternidad en eternidad, descenderá del cielo entre los hijos de los hombres; y morará en un tabernáculo de barro, e irá entre los hombres efectuando grandes milagros, tales como sanar a los enfermos, levantar a los muertos, hacer que los cojos anden, y que los ciegos reciban su vista, y que los sordos oigan, y curar toda clase de enfermedades.

6 Y echará fuera los demonios, o los malos espíritus que moran en el corazón de los hijos de los hombres.

7 Y he aquí, sufrirá tentaciones, y dolor en el cuerpo, hambre, sed y fatiga, aún más de lo que el hombre puede sufrir sin morir; pues he aquí, la sangre le brotará de cada poro, tan grande será su angustia por la iniquidad y abominaciones de su pueblo.

8 Y se llamará Jesucristo, el Hijo de Dios, el Padre del cielo y de la tierra, el Creador de todas las cosas desde el principio; y su madre se llamará María.

9 Y he aquí, él viene a los suyos, para que la salvación llegue a los hijos de los hombres, mediante la fe en su nombre; y aun después de todo esto, lo considerarán como hombre, y dirán que está endemoniado, y lo azotarán, y lo crucificarán.

10

Y al tercer día resucitará de entre los muertos; y he aquí, se presenta para juzgar al mundo; y he aquí, todas estas cosas se hacen para que descienda un justo juicio sobre los hijos de los hombres.

11 Pues he aquí, y también su sangre expía los pecados de aquellos que han caído por la transgresión de Adán, que han muerto sin saber la voluntad de Dios concerniente a ellos, o que han pecado por ignorancia.

12 ¡Mas ay, ay de aquel que sabe que se está rebelando contra Dios! Porque a ninguno de estos viene la salvación, sino por medio del arrepentimiento y la fe en el Señor Jesucristo.

13 Y el Señor Dios ha enviado a sus santos profetas entre todos los hijos de los hombres, para declarar estas cosas a toda familia, nación y lengua, para que así, quienes creyesen que Cristo habría de venir, esos mismos recibiesen la remisión de sus pecados y se regocijasen con un gozo sumamente grande, aun como si él ya hubiese venido entre ellos.

14 Con todo, el Señor Dios vio que su pueblo era gente de dura cerviz, y les designó una ley, sí, la ley de Moisés.

15 Y les mostró muchas señales, y maravillas, y símbolos, y figuras, concernientes a su venida; y también les hablaron santos profetas referente a su venida; y sin embargo, endurecieron sus corazones, y no comprendieron que la ley de Moisés nada logra salvo que sea por la expiación de su sangre.

16 Y aun si fuese posible que los niños pequeños pecasen, no podrían salvarse; mas te digo que son benditos; pues he aquí, así como en Adán, o por naturaleza, ellos caen, así también la sangre de Cristo expía sus pecados.

17 Y además, te digo que no se dará otro nombre, ni otra senda ni medio, por el cual la salvación llegue a los hijos de los hombres, sino en el nombre de Cristo, el Señor Omnipotente, y por medio de ese nombre.

18 Pues he aquí, él juzga, y su juicio es justo; y el niño que muere en su infancia no perece; mas los hombres beben condenación para sus propias almas, a menos que se humillen y se vuelvan como niños pequeños, y crean que la salvación fue, y es, y ha de venir en la sangre expiatoria de Cristo, el Señor Omnipotente, y por medio de ella.

19 Porque el hombre natural es enemigo de Dios, y lo ha sido desde la caída de Adán, y lo será para siempre jamás, a menos que se someta al influjo del Santo Espíritu, y se despoje del hombre natural, y se haga santo por la expiación de Cristo el Señor, y se vuelva como un niño: sumiso, manso, humilde, paciente, lleno de amor y dispuesto a someterse a cuanto el Señor juzgue conveniente infligir sobre él, tal como un niño se somete a su padre.

20

Y además, te digo que vendrá el día en que el conocimiento de un Salvador se esparcirá por toda nación, tribu, lengua y pueblo.

21 Y he aquí, cuando llegue ese día, nadie, salvo los niños pequeños, será hallado sin culpa ante Dios, sino por el arrepentimiento y la fe en el nombre del Señor Dios Omnipotente.

22 Y aun ahora, cuando hayas enseñado a los de tu pueblo las cosas que el Señor tu Dios te ha mandado, ya no son hallados entonces sin culpa a la vista de Dios, sino de acuerdo con las palabras que te he hablado.

23 Y ahora he declarado las palabras que el Señor Dios me ha mandado.

24 Y así dice el Señor: Estarán como reluciente testimonio contra los de este pueblo en el día del juicio, y por ellas serán juzgados, todo hombre según sus obras, ya sea que fueren buenas o que fueren malas.

25 Y si fueren malas, serán consignados al horrendo espectáculo de su propia culpa y abominaciones, que los hará retroceder de la presencia del Señor a un estado de miseria y tormento sin fin, de donde no podrán ya volver; por tanto, han bebido condenación para sus propias almas.

26 Por consiguiente, han bebido de la copa de la ira de Dios, la cual tan imposible le sería a la justicia negársela, como haberle negado a Adán que cayera por participar del fruto prohibido; por tanto, la misericordia ya no podría reclamarlos para siempre jamás.

27 Y su tormento es como un lago de fuego y azufre, cuyas llamas son inextinguibles, y cuyo humo asciende para siempre jamás. Así me ha mandado el Señor. Amén.

Capítulo 4

El rey Benjamín continúa su discurso — La salvación llega por causa de la Expiación — Creed en Dios para que seáis salvos — Retened la remisión de vuestros pecados mediante la fidelidad — Impartid de vuestros bienes a los pobres — Haced todas las cosas con prudencia y en orden. Aproximadamente 124 a.C.

1

Y ahora bien, aconteció que cuando el rey Benjamín hubo concluido de hablar las palabras que le habían sido comunicadas por el ángel del Señor, miró a su alrededor hacia la multitud, y he aquí, habían caído a tierra, porque el temor del Señor había venido sobre ellos.

2 Y se habían visto a sí mismos en su propio estado carnal, aún menos que el polvo de la tierra. Y todos a una voz clamaron, diciendo: ¡Oh, ten misericordia, y aplica la sangre expiatoria de Cristo para que recibamos el perdón de nuestros pecados, y sean purificados nuestros corazones; porque creemos en Jesucristo, el Hijo de Dios, que creó el cielo y la tierra y todas las cosas; el cual bajará entre los hijos de los hombres!

3 Y aconteció que después de que hubieron hablado estas palabras, el Espíritu del Señor descendió sobre ellos, y fueron llenos de gozo, habiendo recibido la remisión de sus pecados, y teniendo paz de conciencia a causa de la gran fe que tenían en Jesucristo que había de venir, según las palabras que el rey Benjamín les había hablado.

4 Y el rey Benjamín abrió otra vez su boca y empezó a hablarles, diciendo: Mis amigos y hermanos, parentela y pueblo mío, quisiera otra vez llamaros la atención, para que podáis oír y entender el resto de las palabras que os hable.

5 Porque he aquí, si el conocimiento de la bondad de Dios en esta ocasión ha despertado en vosotros el sentido de vuestra nulidad y vuestro estado indigno y caído

6 —os digo que si habéis llegado al conocimiento de la bondad de Dios, y de su incomparable poder, y su sabiduría, su paciencia y su longanimidad para con los hijos de los hombres; y también la expiación que ha sido preparada desde la fundación del mundo, a fin de que por ese medio llegara la salvación a aquel que pusiera su confianza en el Señor y fuera diligente en guardar sus mandamientos, y perseverara en la fe hasta el fin de su vida, quiero decir la vida del cuerpo mortal—

7 digo que este es el hombre que recibe la salvación, por medio de la expiación que fue preparada desde la fundación del mundo para todo el género humano que ha existido desde la caída de Adán, o que existe, o que existirá jamás hasta el fin del mundo.

8 Y este es el medio por el cual viene la salvación. Y no hay otra salvación aparte de esta de que se ha hablado; ni hay tampoco otras condiciones según las cuales el hombre pueda ser salvo, sino por las que os he dicho.

9 Creed en Dios; creed que él existe, y que creó todas las cosas, tanto en el cielo como en la tierra; creed que él tiene toda sabiduría y todo poder, tanto en el cielo como en la tierra; creed que el hombre no comprende todas las cosas que el Señor puede comprender.

10

Y además, creed que debéis arrepentiros de vuestros pecados, y abandonarlos, y humillaros ante Dios, y pedid con sinceridad de corazón que él os perdone; y ahora bien, si creéis todas estas cosas, mirad que las hagáis.

11 Y otra vez os digo, según dije antes, que así como habéis llegado al conocimiento de la gloria de Dios, o si habéis sabido de su bondad, y probado su amor, y habéis recibido la remisión de vuestros pecados, lo que ocasiona tan inmenso gozo en vuestras almas, así quisiera que recordaseis y retuvieseis siempre en vuestra memoria la grandeza de Dios, y vuestra propia nulidad, y su bondad y longanimidad para con vosotros, indignas criaturas, y os humillaseis aun en las profundidades de la humildad, invocando el nombre del Señor diariamente, y permaneciendo firmes en la fe de lo que está por venir, que fue anunciado por boca del ángel.

12 Y he aquí, os digo que si hacéis esto, siempre os regocijaréis, y seréis llenos del amor de Dios y siempre retendréis la remisión de vuestros pecados; y aumentaréis en el conocimiento de la gloria de aquel que os creó, o sea, en el conocimiento de lo que es justo y verdadero.

13 Y no tendréis deseos de injuriaros el uno al otro, sino de vivir pacíficamente, y de dar a cada uno según lo que le corresponda.

14 Ni permitiréis que vuestros hijos anden hambrientos ni desnudos, ni consentiréis que quebranten las leyes de Dios, ni que contiendan y riñan unos con otros y sirvan al diablo, que es el maestro del pecado, o sea, el espíritu malo de quien nuestros padres han hablado, ya que él es el enemigo de toda rectitud.

15 Mas les enseñaréis a andar por las vías de la verdad y la seriedad; les enseñaréis a amarse mutuamente y a servirse el uno al otro.

16 Y además, vosotros mismos socorreréis a los que necesiten vuestro socorro; impartiréis de vuestros bienes al necesitado; y no permitiréis que el mendigo os haga su petición en vano, y sea echado fuera para perecer.

17 Tal vez dirás: El hombre ha traído sobre sí su miseria; por tanto, detendré mi mano y no le daré de mi alimento, ni le impartiré de mis bienes para evitar que padezca, porque sus castigos son justos.

18 Mas, ¡oh hombre!, yo te digo que quien esto hiciere tiene gran necesidad de arrepentirse; y a menos que se arrepienta de lo que ha hecho, perece para siempre, y no tiene parte en el reino de Dios.

19 Pues he aquí, ¿no somos todos mendigos? ¿No dependemos todos del mismo Ser, sí, de Dios, por todos los bienes que tenemos; por alimento y vestido; y por oro y plata y por las riquezas de toda especie que poseemos?

20

Y he aquí, ahora mismo habéis estado invocando su nombre, suplicando la remisión de vuestros pecados. ¿Y ha permitido él que hayáis pedido en vano? No; él ha derramado su Espíritu sobre vosotros, y ha hecho que vuestros corazones se llenaran de alegría, y ha hecho callar vuestras bocas de modo que no pudisteis expresaros, tan extremadamente grande fue vuestro gozo.

21 Y ahora bien, si Dios, que os ha creado, de quien dependéis por vuestras vidas y por todo lo que tenéis y sois, os concede cuanta cosa justa le pedís con fe, creyendo que recibiréis, ¡oh cómo debéis entonces impartiros el uno al otro de vuestros bienes!

22 Y si juzgáis al hombre que os pide de vuestros bienes para no perecer, y lo condenáis, cuánto más justa será vuestra condenación por haberle negado vuestros bienes, los cuales no os pertenecen a vosotros sino a Dios, a quien también vuestra vida pertenece; y con todo, ninguna petición hacéis, ni os arrepentís de lo que habéis hecho.

23 Os digo: ¡Ay de tal hombre, porque sus bienes perecerán con él! Y digo estas cosas a los que son ricos en lo que toca a las cosas de este mundo.

24 Y además, digo a los pobres, vosotros que no tenéis, y sin embargo, tenéis suficiente para pasar de un día al otro; me refiero a todos vosotros que rehusáis al mendigo porque no tenéis; quisiera que en vuestros corazones dijeseis: No doy porque no tengo, mas si tuviera, daría.

25 Ahora bien, si decís esto en vuestros corazones, quedáis sin culpa; de otro modo, sois condenados; y vuestra condenación es justa, pues codiciáis lo que no habéis recibido.

26 Y ahora bien, por causa de estas cosas que os he hablado —es decir, a fin de retener la remisión de vuestros pecados de día en día, para que andéis sin culpa ante Dios— quisiera que de vuestros bienes dieseis al pobre, cada cual según lo que tuviere, tal como alimentar al hambriento, vestir al desnudo, visitar al enfermo, y ministrar para su alivio, tanto espiritual como temporalmente, según sus necesidades.

27 Y mirad que se hagan todas estas cosas con prudencia y orden; porque no se exige que un hombre corra más aprisa de lo que sus fuerzas le permiten. Y además, conviene que sea diligente, para que así gane el galardón; por tanto, todas las cosas deben hacerse en orden.

28 Y quisiera que recordaseis que el que de entre vosotros pida prestado a su vecino, debe devolver aquello que pide prestado, de acuerdo con lo que prometa; pues de lo contrario, cometeréis pecado y tal vez hagáis que vuestro vecino peque también.

29 Y por último, no puedo deciros todas las cosas mediante las cuales podéis cometer pecado; porque hay varios modos y medios, tantos que no puedo enumerarlos.

30

Pero esto puedo deciros, que si no os cuidáis a vosotros mismos, y vuestros pensamientos, y vuestras palabras y vuestras obras, y si no observáis los mandamientos de Dios ni perseveráis en la fe de lo que habéis oído concerniente a la venida de nuestro Señor, aun hasta el fin de vuestras vidas, debéis perecer. Y ahora bien, ¡oh hombre!, recuerda, y no perezcas.

Capítulo 5

Los santos llegan a ser hijos e hijas de Cristo por medio de la fe — Entonces son llamados por el nombre de Cristo — El rey Benjamín los exhorta a ser firmes e inmutables en buenas obras. Aproximadamente 124 a.C.

1

Y ahora bien, aconteció que cuando el rey Benjamín hubo hablado así a su pueblo, mandó indagar entre ellos, deseando saber si creían las palabras que les había hablado.

2 Y todos clamaron a una voz, diciendo: Sí, creemos todas las palabras que nos has hablado; y además, sabemos de su certeza y verdad por el Espíritu del Señor Omnipotente, el cual ha efectuado un potente cambio en nosotros, o sea, en nuestros corazones, por lo que ya no tenemos más disposición a obrar mal, sino a hacer lo bueno continuamente.

3 Y también nosotros mismos, por medio de la infinita bondad de Dios y las manifestaciones de su Espíritu, tenemos grandes visiones de aquello que está por venir; y si fuere necesario, podríamos profetizar de todas las cosas.

4 Y es la fe que hemos tenido en las cosas que nuestro rey nos ha hablado lo que nos ha llevado a este gran conocimiento, por lo que nos regocijamos con un gozo tan sumamente grande.

5 Y estamos dispuestos a concertar un convenio con nuestro Dios de hacer su voluntad y ser obedientes a sus mandamientos en todas las cosas que él nos mande, todo el resto de nuestros días, para que no traigamos sobre nosotros un tormento sin fin, como lo ha declarado el ángel, para que no bebamos del cáliz de la ira de Dios.

6 Ahora bien, estas palabras eran las que de ellos deseaba el rey Benjamín; y por lo tanto, les dijo: Habéis declarado las palabras que yo deseaba; y el convenio que habéis hecho es un convenio justo.

7 Ahora pues, a causa del convenio que habéis hecho, seréis llamados progenie de Cristo, hijos e hijas de él, porque he aquí, hoy él os ha engendrado espiritualmente; pues decís que vuestros corazones han cambiado por medio de la fe en su nombre; por tanto, habéis nacido de él y habéis llegado a ser sus hijos y sus hijas.

8 Y bajo este título sois librados, y no hay otro título por medio del cual podáis ser librados. No hay otro nombre dado por el cual venga la salvación; por tanto, quisiera que tomaseis sobre vosotros el nombre de Cristo, todos vosotros que habéis hecho convenio con Dios de ser obedientes hasta el fin de vuestras vidas.

9 Y sucederá que quien hiciere esto, se hallará a la diestra de Dios, porque sabrá el nombre por el cual es llamado; pues será llamado por el nombre de Cristo.

10

Y acontecerá que quien no tome sobre sí el nombre de Cristo, tendrá que ser llamado por algún otro nombre; por tanto, se hallará a la izquierda de Dios.

11 Y quisiera que también recordaseis que este es el nombre que dije que os daría, el cual nunca sería borrado, sino por transgresión; por tanto, tened cuidado de no transgredir, para que el nombre no sea borrado de vuestros corazones.

12 Yo os digo: Quisiera que os acordaseis de conservar siempre escrito este nombre en vuestros corazones para que no os halléis a la izquierda de Dios, sino que oigáis y conozcáis la voz por la cual seréis llamados, y también el nombre por el cual él os llamará.

13 Porque ¿cómo conoce un hombre al amo a quien no ha servido, que es un extraño para él, y se halla lejos de los pensamientos y de las intenciones de su corazón?

14 Y además, ¿toma un hombre un asno que pertenece a su vecino, y lo guarda? Yo os digo que no; ni siquiera permitirá que pazca entre sus rebaños, sino que lo ahuyentará y lo echará fuera. Os digo que así será entre vosotros si no sabéis el nombre por el cual se os llame.

15 Por tanto, quisiera que fueseis firmes e inmutables, abundando siempre en buenas obras para que Cristo, el Señor Dios Omnipotente, pueda sellaros como suyos, a fin de que seáis llevados al cielo, y tengáis salvación sin fin, y vida eterna mediante la sabiduría, y poder, y justicia, y misericordia de aquel que creó todas las cosas en el cielo y en la tierra, el cual es Dios sobre todo. Amén.

Capítulo 6

El rey Benjamín registra los nombres de los del pueblo y nombra sacerdotes para que les enseñen — Mosíah reina como rey justo. Aproximadamente 124–121 a.C.

1

Y ahora bien, el rey Benjamín consideró prudente, después de haber acabado de hablar al pueblo, tomar los nombres de todos los que habían hecho convenio con Dios de guardar sus mandamientos.

2 Y sucedió que no hubo ni un alma, salvo los niños pequeños, que no hubiese hecho convenio y tomado sobre sí el nombre de Cristo.

3 Y además, aconteció que cuando el rey Benjamín hubo dado fin a todas estas cosas, y hubo consagrado a su hijo Mosíah para que fuera el gobernante y rey de su pueblo, y le hubo dado todo cargo concerniente al reino, y también hubo nombrado sacerdotes para enseñar al pueblo, a fin de que así pudiesen oír y saber los mandamientos de Dios, y despertar en ellos el recuerdo del juramento que habían hecho, despidió a la multitud; y se volvieron, cada cual, según sus familias, a sus propias casas.

4 Y Mosíah empezó a reinar en lugar de su padre. Y comenzó a reinar en el trigésimo año de su vida; y en total habían transcurrido unos cuatrocientos setenta y seis años desde el tiempo en que Lehi salió de Jerusalén.

5 Y el rey Benjamín vivió tres años más, y murió.

6 Y sucedió que el rey Mosíah anduvo en las sendas del Señor, y observó sus juicios y sus estatutos, y guardó sus mandamientos en todas las cosas que el Señor le mandó.

7 Y el rey Mosíah hizo que su pueblo labrara la tierra. Y también él mismo labraba la tierra para que así no fuese oneroso a su pueblo, a fin de obrar de acuerdo con lo que su padre había hecho en todas las cosas. Y no hubo contención entre todo su pueblo por el espacio de tres años.

Capítulo 7

Ammón descubre la tierra de Lehi-Nefi, donde reina Limhi — El pueblo de Limhi se halla bajo el yugo de los lamanitas — Limhi relata la historia de ellos — Un profeta (Abinadí) había testificado que Cristo es el Dios y el Padre de todas las cosas — Aquellos que siembren inmundicia segarán el torbellino, y aquellos que depositen su confianza en el Señor serán librados. Aproximadamente 121 a.C.

1

Y ahora bien, aconteció que después que hubo tenido paz continua por el término de tres años, el rey Mosíah tuvo deseos de saber de la gente que fue a morar a la tierra de Lehi-Nefi, o sea, a la ciudad de Lehi-Nefi; porque su pueblo nada había sabido de ellos desde la ocasión en que salieron de la tierra de Zarahemla; de modo que lo importunaban con su insistencia.

2 Y sucedió que el rey Mosíah concedió que dieciséis de los hombres fuertes del pueblo subiesen a la tierra de Lehi-Nefi para indagar concerniente a sus hermanos.

3 Y ocurrió que al día siguiente emprendieron el viaje, e iba con ellos uno llamado Ammón, un hombre fuerte y poderoso, y descendiente de Zarahemla; y también era su caudillo.

4 Y no sabían el rumbo que debían seguir en el desierto para subir a la tierra de Lehi-Nefi; por tanto, anduvieron errantes muchos días por el desierto, sí, hasta cuarenta días anduvieron errantes.

5 Y después que hubieron andado errantes cuarenta días, llegaron a un collado al norte de la tierra de Shilom, y allí plantaron sus tiendas.

6 Y Ammón tomó a tres de sus hermanos, y se llamaban Amalekí, Helem y Hem, y descendieron a la tierra de Nefi.

7 Y he aquí que dieron con el rey del pueblo que vivía en la tierra de Nefi y en la tierra de Shilom; y los rodeó la guardia del rey, y fueron apresados y atados y encarcelados.

8 Y ocurrió que después de haber estado en la cárcel dos días, los llevaron otra vez delante del rey, y les soltaron las ligaduras; y estaban ante el rey, y se les permitió, o más bien, se les mandó que respondieran a las preguntas que él les hiciera.

9 Y les dijo: He aquí, yo soy Limhi hijo de Noé, que fue hijo de Zeniff, quien salió de la tierra de Zarahemla para heredar esta tierra que era la tierra de sus padres, y el cual fue hecho rey por la voz del pueblo.

10

Y ahora deseo saber la razón por la cual os habéis atrevido a aproximaros a los muros de la ciudad, cuando yo mismo me hallaba fuera de la puerta con mis guardias.

11 Y por este motivo he permitido que fueseis preservados, para que yo pudiera interrogaros, pues de otro modo, habría hecho que mis guardias os ejecutaran. Os es permitido hablar.

12 Y ahora bien, cuando Ammón vio que le era permitido hablar, fue y se inclinó ante el rey; y, levantándose otra vez, dijo: ¡Oh rey!, estoy muy agradecido ante Dios hoy día por estar vivo aún, y porque se me permite hablar; y trataré de hablar osadamente;

13 porque estoy seguro de que si me hubieses conocido, no habrías permitido que me pusieran estas ligaduras. Pues soy Ammón, descendiente de Zarahemla, y he subido desde la tierra de Zarahemla para indagar tocante a nuestros hermanos que Zeniff trajo de aquella tierra.

14 Y ocurrió que luego que hubo oído las palabras de Ammón, Limhi se alegró en extremo, y dijo: Ahora sé de seguro que mis hermanos que se hallaban en la tierra de Zarahemla viven aún. Y ahora me regocijaré, y mañana haré que mi pueblo se regocije también.

15 Porque he aquí, nos hallamos bajo el yugo de los lamanitas, y se nos ha impuesto un tributo gravoso de soportar. Y he aquí, nuestros hermanos ahora nos librarán de nuestro cautiverio, o sea, de las manos de los lamanitas, y seremos sus esclavos; porque es mejor ser esclavos de los nefitas que pagar tributo al rey de los lamanitas.

16 Y ahora bien, el rey Limhi mandó a sus guardias que no volvieran a atar a Ammón ni a sus hermanos, sino hizo que fueran al collado que se hallaba al norte de Shilom, y trajeran a sus hermanos a la ciudad para que comieran, bebieran y descansaran de los trabajos de su viaje; porque habían padecido muchas cosas; habían padecido hambre, sed y fatiga.

17 Y ahora bien, aconteció que al día siguiente, el rey Limhi envió una proclamación a todos los de su pueblo, a fin de que se congregasen en el templo para oír las palabras que él les iba a hablar.

18 Y acaeció que cuando se hubieron congregado, les habló de este modo, diciendo: ¡Oh pueblo mío, levantad vuestras cabezas y consolaos!, porque he aquí, el tiempo está próximo, o no está muy lejano, cuando ya no estaremos sujetos a nuestros enemigos a pesar de que nuestras muchas luchas han sido en vano; sin embargo, creo que todavía queda por hacer una lucha eficaz.

19 Por tanto, levantad vuestras cabezas y regocijaos, y poned vuestra confianza en Dios, en ese Dios que fue el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob; y además, ese Dios que sacó a los hijos de Israel de la tierra de Egipto, e hizo que cruzaran a pie el mar Rojo sobre tierra seca, y los alimentó con maná para que no pereciesen en el desierto; y muchas otras cosas hizo él por ellos.

20

Y además, ese mismo Dios ha traído a nuestros padres de la tierra de Jerusalén, y ha sostenido y preservado a su pueblo, aun hasta ahora; y he aquí, es por causa de nuestras iniquidades y abominaciones que él nos ha traído al cautiverio.

21 Y todos vosotros sois hoy testigos de que Zeniff, que fue hecho rey de este pueblo, con un exceso de celo por heredar la tierra de sus padres, fue engañado por la astucia y estratagema del rey Lamán, quien hizo un tratado con el rey Zeniff, y entregó en sus manos la posesión de parte de la tierra, o sea, la ciudad de Lehi-Nefi, la ciudad de Shilom y la tierra circunvecina;

22 e hizo todo esto con el único objeto de subyugar o esclavizar a este pueblo. Y he aquí, nosotros actualmente pagamos tributo al rey de los lamanitas, que equivale a la mitad de nuestro maíz, y de nuestra cebada, y aun de todos nuestros granos, sean de la clase que fueren; y la mitad del aumento de nuestros rebaños y nuestros hatos; y el rey de los lamanitas nos exige la mitad de cuanto tenemos o poseemos, o nuestras vidas.

23 Y bien, ¿no es esto gravoso de soportar? ¿Y no es grande esta aflicción nuestra? He aquí, cuán gran razón tenemos nosotros para lamentarnos.

24 Sí, os digo que grandes son las razones que tenemos para lamentarnos; porque he aquí, cuántos de nuestros hermanos han sido muertos, y su sangre ha sido derramada en vano, y todo por causa de la iniquidad.

25 Porque si este pueblo no hubiese caído en la transgresión, el Señor no habría permitido que este gran mal les hubiera sobrevenido. Mas he aquí, no quisieron oír sus palabras, sino que surgieron contenciones entre ellos, al grado de verter sangre entre ellos mismos.

26 Y han matado a un profeta del Señor; sí, un hombre escogido de Dios que les habló de sus iniquidades y abominaciones, y profetizó de muchas cosas que han de acontecer, sí, aun la venida de Cristo.

27 Y porque les declaró que Cristo era el Dios, el Padre de todas las cosas, y que tomaría sobre sí la imagen de hombre, y sería la imagen conforme a la cual el hombre fue creado en el principio; en otras palabras, dijo que el hombre fue creado a imagen de Dios, y que Dios bajaría entre los hijos de los hombres, y tomaría sobre sí carne y sangre, e iría sobre la faz de la tierra.

28 Y ahora bien, porque dijo esto, le quitaron la vida; e hicieron muchas cosas más que trajeron sobre ellos la ira de Dios. Por tanto, ¿quién se puede asombrar de que se hallen en el cautiverio, y sean heridos con tan grandes aflicciones?

29 Porque he aquí, el Señor ha dicho: No socorreré a los de mi pueblo en el día de su transgresión, sino que obstruiré sus caminos para que no prosperen; y sus hechos serán como piedra de tropiezo delante de ellos.

30

Y también dice: Si mi pueblo siembra inmundicia, segará el tamo de ella en el torbellino; y su efecto es veneno.

31 Y dice además: Si mi pueblo siembra inmundicia segará el viento oriental, el cual trae destrucción inmediata.

32 Y ahora bien, he aquí, la promesa del Señor se ha cumplido, y vosotros sois heridos y afligidos.

33 Mas si os tornáis al Señor con íntegro propósito de corazón, y ponéis vuestra confianza en él, y le servís con toda la diligencia del alma, si hacéis esto, él, de acuerdo con su propia voluntad y deseo, os librará del cautiverio.

Capítulo 8

Ammón enseña al pueblo de Limhi — Se entera de las veinticuatro planchas jareditas — Los videntes pueden traducir anales antiguos — No hay don mayor que el que posee un vidente. Aproximadamente 121 a.C.

1

Y aconteció que después que el rey Limhi hubo acabado de hablar a su pueblo, porque les dijo muchas cosas, y solo algunas de ellas he escrito en este libro, él relató a su pueblo todo lo concerniente a sus hermanos que se hallaban en la tierra de Zarahemla.

2 E hizo que Ammón se presentara ante la multitud, y le refiriese todo cuanto había sucedido a sus hermanos desde la época en que Zeniff partió de la tierra, hasta el tiempo en que él mismo vino de allí.

3 Y Ammón también les declaró las últimas palabras que el rey Benjamín les había enseñado, y las explicó al pueblo del rey Limhi para que entendieran todas las palabras que él habló.

4 Y sucedió que después de haber hecho todo esto, el rey Limhi despidió a la multitud e hizo que cada uno se volviera a su propia casa.

5 Y ocurrió que hizo que le llevaran a Ammón las planchas que contenían los anales de su pueblo, desde el tiempo en que salieron de la tierra de Zarahemla, para que él las leyera.

6 Ahora bien, en cuanto Ammón hubo leído la historia, el rey lo interrogó para saber si podía interpretar idiomas; y le respondió Ammón que no podía.

7 Y le dijo el rey: Hallándome apesadumbrado por las aflicciones de mi pueblo, hice que cuarenta y tres de los de mi pueblo emprendieran un recorrido por el desierto, para que por ese medio hallasen la tierra de Zarahemla, a fin de apelar a nuestros hermanos para que nos libraran del cautiverio.

8 Y estuvieron perdidos en el desierto por el espacio de muchos días, y a pesar de su diligencia, no encontraron la tierra de Zarahemla, sino que retornaron aquí después de haber viajado por una tierra entre muchas aguas, y de haber descubierto una región llena de huesos de hombres y bestias, y también estaba cubierta de ruinas de edificios de todas clases; y descubrieron una tierra que había sido habitada por un pueblo tan numeroso como las huestes de Israel.

9 Y como testimonio de la verdad de las cosas que habían dicho, han traído veinticuatro planchas que están llenas de grabados, y son de oro puro.

10

Y he aquí, también han traído petos, los cuales son de gran tamaño; y son de bronce y de cobre, y están perfectamente conservados.

11 Y más aún, han traído espadas cuyas guarniciones se han consumido, y cuyas hojas estaban carcomidas de herrumbre; y no hay en la tierra quien pueda interpretar el lenguaje o los grabados que están sobre las planchas. Por esto te dije: ¿Puedes traducir?

12 Y te pregunto además: ¿Sabes tú de alguien que pueda traducir? Porque deseo que estos anales sean traducidos a nuestro idioma; pues quizá nos darán conocimiento de un resto del pueblo que ha sido destruido, del cual procedieron estos anales; o tal vez nos harán saber de este mismo pueblo que ha sido destruido; y deseo saber la causa de su destrucción.

13 Luego Ammón le dijo: Puedo de seguro decirte, oh rey, de un hombre que puede traducir los anales; pues él tiene algo con lo que puede mirar y traducir todos los anales que son de fecha antigua; y es un don de Dios. Y las cosas se llaman intérpretes, y nadie puede mirar en ellos a menos que le sea mandado, no sea que busque lo que no debe, y así perezca. Y a quien se le manda mirar en ellos, a ese se le llama vidente.

14 Y he aquí, el rey del pueblo que se halla en la tierra de Zarahemla es el hombre a quien se manda hacer estas cosas, y es el que tiene este alto don de Dios.

15 Y dijo el rey que un vidente es mayor que un profeta.

16 Y Ammón dijo que un vidente es también revelador y profeta; y que no hay mayor don que un hombre pueda tener, a menos que posea el poder de Dios, que nadie puede tener; sin embargo, el hombre puede recibir gran poder de Dios.

17 Mas un vidente puede saber de cosas que han pasado y también de cosas futuras; y por este medio todas las cosas serán reveladas, o mejor dicho, las cosas secretas serán manifestadas, y las cosas ocultas saldrán a la luz; y lo que no es sabido, ellos lo darán a conocer; y también manifestarán cosas que de otra manera no se podrían saber.

18 Así Dios ha dispuesto un medio para que el hombre, por la fe, pueda efectuar grandes milagros; por tanto, llega a ser un gran beneficio para sus semejantes.

19 Y ahora bien, cuando Ammón hubo acabado de hablar estas palabras, el rey se regocijó en extremo y dio gracias a Dios, diciendo: Sin duda estas planchas encierran un gran misterio, y estos intérpretes fueron indudablemente preparados con objeto de desplegar todos los misterios de esta índole a los hijos de los hombres.

20

¡Oh cuán maravillosas son las obras del Señor, y cuán largo tiempo soporta él a su pueblo; sí, y cuán ciego e impenetrable es el entendimiento de los hijos de los hombres, pues ni buscan sabiduría, ni desean que ella los rija!

21 Sí, son como un rebaño silvestre que huye del pastor, y se esparce, y es perseguido y devorado por los animales de la selva.

Los Anales de Zeniff — Un relato de su pueblo desde la época en que salieron de la tierra de Zarahemla hasta la época en que fueron librados de las manos de los lamanitas.

Comprende los capítulos del 9 al 22.

Capítulo 9

Zeniff conduce a un grupo de los de Zarahemla para poseer la tierra de Lehi-Nefi — El rey lamanita les permite poseer la tierra — Hay guerra entre los lamanitas y el pueblo de Zeniff. Aproximadamente 200–187 a.C.

1

Yo, Zeniff, habiendo sido instruido en todo el idioma de los nefitas y habiendo tenido conocimiento de la tierra de Nefi, o sea, la tierra de la primera herencia de nuestros padres, y habiendo sido enviado como espía entre los lamanitas para que observase sus fuerzas —a fin de que nuestro ejército cayera sobre ellos y los destruyera— mas cuando vi lo bueno que había entre ellos, no quise que fuesen destruidos.

2 Por tanto, contendí con mis hermanos en el desierto, pues quería que nuestro jefe hiciera un tratado con ellos; pero siendo hombre severo y sanguinario, él mandó que me quitaran la vida; mas fui rescatado por la efusión de mucha sangre; porque padre luchó contra padre, y hermano contra hermano, hasta que la mayor parte de nuestro ejército fue destruida en el desierto; y los que sobrevivimos retornamos a la tierra de Zarahemla a comunicar ese relato a sus esposas y a sus hijos.

3 Y sin embargo, yo, con un exceso de celo por heredar la tierra de nuestros padres, junté a cuantos deseaban ir para poseer la tierra, y de nuevo emprendimos nuestro viaje al desierto para subir a aquella tierra; mas fuimos heridos con hambre y graves aflicciones, pues éramos tardos en acordarnos del Señor nuestro Dios.

4 No obstante, después de andar errantes por el desierto muchos días, plantamos nuestras tiendas en el lugar en que nuestros hermanos habían perecido, el cual se hallaba cerca de la tierra de nuestros padres.

5 Y aconteció que con cuatro de mis hombres entré otra vez en la ciudad hasta donde estaba el rey, a fin de conocer su disposición, y saber si podía ir con mi pueblo y poseer la tierra en paz.

6 Y entré a ver al rey, el cual hizo pacto conmigo para que yo poseyera la tierra de Lehi-Nefi y la tierra de Shilom.

7 Y también mandó que su gente saliera de esa tierra; y yo y mi pueblo entramos en ella a fin de poseerla.

8 Y empezamos a construir edificios y a reparar los muros de la ciudad; sí, las murallas de la ciudad de Lehi-Nefi y de la ciudad de Shilom.

9 Y empezamos a cultivar la tierra, sí, con toda clase de semillas, con semillas de maíz, de trigo y de cebada, con neas y con sheum, y con semillas de toda clase de frutas; y empezamos a multiplicarnos y a prosperar en la tierra.

10

Ahora bien, fue por la astucia y artimaña del rey Lamán, para reducir a mi pueblo a la servidumbre, que él cedió la tierra para que la poseyéramos nosotros.

11 Por tanto, sucedió que después que hubimos vivido en la tierra por el término de doce años, el rey Lamán empezó a inquietarse, por si de alguna manera mi pueblo se hacía fuerte en la tierra, y así ellos no podrían dominarlo y esclavizarlo.

12 Porque eran una gente perezosa e idólatra; por tanto, deseaban hacernos sus esclavos a fin de hartarse con el trabajo de nuestras manos; sí, para saciarse con los rebaños de nuestros campos.

13 Por tanto, aconteció que el rey Lamán comenzó a incitar a su pueblo para que contendiera con el mío; por lo que empezó a haber guerras y contiendas en la tierra.

14 Porque en el decimotercer año de mi reinado en la tierra de Nefi, estando mi pueblo abrevando y apacentando sus rebaños y cultivando sus tierras, allá al sur de la tierra de Shilom vino sobre ellos una numerosa hueste de lamanitas, y empezaron a matarlos y a llevarse sus rebaños y el maíz de sus campos.

15 Sí, y ocurrió que huyeron, todos aquellos a quienes no alcanzaron, hasta la ciudad de Nefi, y me pidieron protección.

16 Y aconteció que los armé con arcos y con flechas, con espadas y con cimitarras, con mazas y con hondas, y con cuanto género de armas pudimos inventar; y yo y mi pueblo salimos a la batalla en contra de los lamanitas.

17 Sí, con la fuerza del Señor salimos a la batalla contra los lamanitas; porque yo y mi pueblo clamamos fervientemente al Señor para que nos librara de las manos de nuestros enemigos, porque se despertó en nosotros el recuerdo de la liberación de nuestros padres.

18 Y Dios oyó nuestro clamor y contestó nuestras oraciones; y salimos con su fuerza; sí, salimos contra los lamanitas, y en un día y una noche matamos a tres mil cuarenta y tres; los matamos hasta que los hubimos expulsado de nuestra tierra.

19 Y yo mismo con mis propias manos ayudé a enterrar a sus muertos. Y he aquí, para nuestro gran pesar y lamentación, doscientos setenta y nueve de nuestros hermanos fueron muertos.

Capítulo 10

Muere el rey Lamán — Los de su pueblo son salvajes y feroces, y creen en tradiciones falsas — Zeniff y su pueblo prevalecen en contra de ellos. Aproximadamente 187–160 a.C.

1

Y sucedió que de nuevo empezamos a establecer el reino y a poseer otra vez la tierra en paz. Y mandé hacer armas de guerra de todas clases, para que de ese modo yo tuviera armas para mi pueblo, para el día en que los lamanitas volvieran a la guerra contra mi pueblo.

2 Y puse guardias alrededor de la tierra, a fin de que los lamanitas no cayesen de nuevo de improviso sobre nosotros y nos destruyesen; y así protegí a mi pueblo y mis rebaños, y evité que cayeran en manos de nuestros enemigos.

3 Y sucedió que heredamos la tierra de nuestros padres durante muchos años; sí, por el espacio de veintidós años.

4 E hice que los hombres cultivaran la tierra y produjeran granos y frutos de todas clases.

5 E hice que las mujeres hilaran y se afanaran, y trabajaran y tejieran toda suerte de linos finos; sí, y telas de todas clases para que cubriéramos nuestra desnudez; y así prosperamos en la tierra, así gozamos de continua paz en la tierra por el espacio de veintidós años.

6 Y aconteció que el rey Lamán murió, y su hijo empezó a reinar en su lugar. Y empezó a incitar a su pueblo a rebelarse en contra del mío; así que comenzaron a prepararse para la guerra y para venir a la batalla contra mi pueblo.

7 Mas yo había enviado a mis espías a los alrededores de la tierra de Shemlón, para descubrir sus preparativos, para guardarme de ellos a fin de que no vinieran sobre mi pueblo y lo destruyeran.

8 Y sucedió que subieron por el lado norte de la tierra de Shilom, con sus numerosas huestes: hombres armados con arcos y con flechas, con espadas y con cimitarras, con piedras y con hondas; y llevaban afeitada y desnuda la cabeza, y estaban ceñidos con una faja de cuero alrededor de sus lomos.

9 Y aconteció que hice que las mujeres y los niños de mi pueblo se ocultaran en el desierto; e hice también que todos mis hombres ancianos que podían llevar armas, así como todos mis hombres jóvenes que podían portar armas, se reunieran para ir a la batalla contra los lamanitas; y los coloqué en sus filas, cada hombre según su edad.

10

Y aconteció que salimos a la batalla contra los lamanitas, y hasta yo, en mi avanzada edad, fui a la batalla contra los lamanitas. Y ocurrió que salimos a la lid con la fuerza del Señor.

11 Ahora bien, los lamanitas nada sabían concerniente al Señor ni a la fuerza del Señor; por tanto, confiaban en su propia fuerza. Con todo, eran gente fuerte, según la fuerza del hombre.

12 Eran un pueblo salvaje, feroz y sanguinario, creyentes en la tradición de sus padres, que era esta: Creían que fueron echados de la tierra de Jerusalén a causa de las iniquidades de sus padres, y que sus hermanos los ultrajaron en el desierto, y que también fueron agraviados mientras cruzaban el mar.

13 Y más aún, que los habían tratado injustamente mientras se hallaban en la tierra de su primera herencia, después de haber atravesado el mar; y todo esto porque Nefi fue más fiel en guardar los mandamientos del Señor; por tanto, fue favorecido del Señor porque el Señor oyó sus oraciones y las contestó; y él tomó el mando en su viaje por el desierto.

14 Y sus hermanos se enojaron con él porque no entendían la manera de proceder del Señor; y también se irritaron con él sobre las aguas, porque endurecieron sus corazones contra el Señor.

15 Y además, se enfurecieron con él cuando hubieron llegado a la tierra prometida, porque decían que él había arrebatado de sus manos el mando del pueblo; y trataron de matarlo.

16 Y además, se ensañaron con él porque salió para el desierto, como el Señor le había mandado, y llevó consigo los anales que estaban grabados en las planchas de bronce, porque decían ellos que él los había robado.

17 Y por tanto, han enseñado a sus hijos a que los aborrezcan, y que los asesinen, y que les roben y los despojen, y que hagan cuanto puedan para destruirlos; por tanto, sienten un odio eterno contra los hijos de Nefi.

18 Precisamente por esta causa, el rey Lamán, mediante su astucia y mentirosa estratagema, y sus halagadoras promesas, me engañó, para que trajera a mi pueblo a esta tierra, a fin de que ellos lo destruyeran; sí, y hemos padecido todos estos años en la tierra.

19 Y ahora bien, yo, Zeniff, después de haber dicho todas estas cosas acerca de los lamanitas a los de mi pueblo, los animé a que salieran a luchar con toda su fuerza y pusieran su confianza en el Señor; por tanto, luchamos contra ellos cara a cara.

20

Y aconteció que nuevamente los echamos de nuestra tierra, y los matamos con gran mortandad, tantos que no los contamos.

21 Y aconteció que de nuevo volvimos a nuestra propia tierra, y mi pueblo empezó otra vez a guardar sus rebaños y a cultivar sus tierras.

22 Y ahora bien, yo, habiendo envejecido, conferí el reino a uno de mis hijos; por tanto, no digo más. Y ruego que el Señor bendiga a mi pueblo. Amén.

Capítulo 11

El rey Noé reina inicuamente — Se deleita en una vida desenfrenada con sus esposas y concubinas — Abinadí profetiza que el pueblo caerá en el cautiverio — El rey Noé procura quitarle la vida. Aproximadamente 160–150 a.C.

1

Y sucedió que Zeniff confirió el reino a Noé, uno de sus hijos; por tanto, Noé empezó a reinar en su lugar; y no anduvo por las sendas de su padre.

2 Pues he aquí, no guardó los mandamientos de Dios, sino que anduvo en pos de los deseos de su propio corazón. Y tuvo muchas esposas y concubinas. E hizo que su pueblo pecara e hiciera lo que era abominable delante del Señor. Sí, cometieron fornicaciones y toda clase de iniquidades.

3 E impuso un tributo de la quinta parte de cuanto poseían: la quinta parte de su oro y de su plata, y la quinta parte de su ziff, y de su cobre, y de su bronce y de su hierro; y la quinta parte de sus animales cebados, y también la quinta parte de todos sus granos.

4 E hizo todo esto para sostenerse a sí mismo, y a sus esposas y a sus concubinas; y también a sus sacerdotes y a las esposas y las concubinas de ellos; de este modo había cambiado los asuntos del reino.

5 Pues destituyó a todos los sacerdotes que su padre había consagrado, y en su lugar consagró a otros, aquellos que se envanecían con el orgullo de sus corazones.

6 Sí, y de esta manera eran mantenidos en su pereza y en su idolatría y sus fornicaciones, con los tributos que el rey Noé había impuesto sobre los de su pueblo; de modo que trabajaban mucho para sostener la iniquidad.

7 Sí, y también se volvieron idólatras, porque los engañaron las vanas y lisonjeras palabras del rey y de los sacerdotes, porque les hablaban palabras lisonjeras.

8 Y sucedió que el rey Noé construyó muchos edificios elegantes y espaciosos; y los adornó con obras finas de madera, y con toda clase de cosas preciosas, de oro y de plata, de hierro, de bronce, de ziff y de cobre.

9 Y también edificó para sí un amplio palacio, y un trono en medio, todo lo cual era de madera fina, y estaba adornado de oro y plata y cosas preciosas.

10

Y también mandó que sus artesanos elaboraran toda clase de obras finas dentro de los muros del templo: de madera fina, y de cobre, y de bronce.

11 Y los asientos que se reservaron para los sumos sacerdotes, que eran más altos que todos los demás asientos, él los adornó con oro puro; e hizo construir un antepecho delante de ellos, sobre el cual podían sostener sus cuerpos y sus brazos mientras hablaban falsas y vanas palabras a su pueblo.

12 Y ocurrió que edificó una torre cerca del templo, sí, una torre muy alta, tan alta así que desde su cima podía ver la tierra de Shilom, y también la tierra de Shemlón, que poseían los lamanitas; y aun podía ver toda la región circunvecina.

13 Y aconteció que hizo construir muchos edificios en la tierra de Shilom; e hizo que se construyera una gran torre sobre el collado que estaba al norte de la tierra de Shilom, el cual había sido un refugio para los hijos de Nefi cuando huyeron de la tierra; e hizo esto con las riquezas que obtenía mediante los tributos de su pueblo.

14 Y sucedió que entregó su corazón a sus riquezas; y pasaba el tiempo en vivir desenfrenadamente con sus esposas y sus concubinas; y también sus sacerdotes pasaban el tiempo con rameras.

15 Y aconteció que plantó viñas en varias partes del país; y construyó lagares e hizo vino en abundancia; por tanto, se convirtió en bebedor de vino, y lo mismo hizo su pueblo.

16 Y sucedió que los lamanitas empezaron a venir sobre su pueblo, sobre grupos pequeños, y a matarlos en sus campos, y mientras cuidaban sus rebaños.

17 Y el rey Noé envió guardias a los alrededores de la tierra para contenerlos, mas no envió un número suficiente, y los lamanitas cayeron sobre ellos y los mataron, y se llevaron muchos de sus rebaños fuera de la tierra; así empezaron los lamanitas a destruirlos y a derramar su odio sobre ellos.

18 Y aconteció que el rey Noé envió a sus tropas en contra de ellos, y los lamanitas fueron rechazados, o sea, los hicieron retroceder por un tiempo, por lo que volvieron, regocijándose con su botín.

19 Y ahora bien, a causa de esta gran victoria, se envanecieron con el orgullo de sus corazones, y se jactaron de su propia fuerza, diciendo que cincuenta de ellos podían contra miles de los lamanitas; y así se jactaban y se deleitaban en la sangre y en verter la sangre de sus hermanos; y esto a causa de la iniquidad de su rey y sacerdotes.

20

Y aconteció que había entre ellos un hombre que se llamaba Abinadí; y salió entre ellos y empezó a profetizar, diciendo: He aquí, así dice el Señor, y así me ha mandado, diciendo: Ve y di a esta gente: Así dice el Señor: ¡Ay de los de este pueblo!, porque he visto sus abominaciones, y sus iniquidades, y sus fornicaciones, y a menos que se arrepientan, los visitaré con mi ira.

21 Y a menos que se arrepientan y se vuelvan al Señor su Dios, he aquí, los entregaré en manos de sus enemigos; sí, y serán reducidos al cautiverio, y serán afligidos por mano de sus enemigos.

22 Y sucederá que sabrán que yo soy el Señor su Dios, y que soy un Dios celoso, que visito las iniquidades de mi pueblo.

23 Y acontecerá que a menos que este pueblo se arrepienta y se vuelva al Señor su Dios, será llevado al cautiverio; y nadie lo librará, salvo el Señor, el Dios Todopoderoso.

24 Sí, y acontecerá que cuando ellos clamen a mí, seré lento en oír sus lamentos; sí, y permitiré que sus enemigos los aflijan.

25 Y a menos que se arrepientan en cilicio y ceniza, y clamen fuertemente al Señor su Dios, no oiré sus ruegos ni los libraré de sus aflicciones; y así dice el Señor, y así me ha mandado.

26 Y acaeció que cuando les hubo hablado Abinadí estas palabras, se enojaron con él y trataron de quitarle la vida; mas el Señor lo libró de sus manos.

27 Ahora bien, cuando el rey Noé se hubo enterado de las palabras que Abinadí había hablado al pueblo, también se llenó de ira y dijo: ¿Quién es Abinadí, para que yo y mi pueblo seamos juzgados por él? O, ¿quién es el Señor para que traiga sobre mi pueblo tan grande aflicción?

28 Os mando traer aquí a Abinadí para matarlo, porque él ha dicho estas cosas para incitar a los de mi pueblo a la ira unos con otros, y para suscitar contenciones entre los de mi pueblo; por tanto, lo mataré.

29 Y los ojos del pueblo se hallaban cegados; por tanto, endurecieron sus corazones contra las palabras de Abinadí, y trataron de apresarlo desde ese momento en adelante. Y el rey Noé endureció su corazón contra la palabra del Señor, y no se arrepintió de sus malas obras.

Capítulo 12

Abinadí es encarcelado por profetizar la destrucción del pueblo y la muerte del rey Noé — Los sacerdotes falsos citan las Escrituras y fingen observar la ley de Moisés — Abinadí comienza a enseñarles los Diez Mandamientos. Aproximadamente 148 a.C.

1

Y aconteció que después de dos años, Abinadí vino entre ellos disfrazado, de modo que no lo conocieron, y empezó a profetizar entre ellos, diciendo: Así me ha mandado el Señor, diciendo: Abinadí, ve y profetiza a los de mi pueblo, porque han endurecido su corazón en contra de mis palabras; no se han arrepentido de sus malas obras; por lo tanto, los visitaré con mi ira; sí, con mi furiosa ira los visitaré en sus iniquidades y abominaciones.

2 Sí, ¡ay de esta generación! Y el Señor me dijo: Extiende tu mano y profetiza, diciendo: Así dice el Señor: Acontecerá que los de esta generación, a causa de sus iniquidades, serán llevados al cautiverio, y serán heridos en la mejilla; sí, y por los hombres serán impelidos y muertos; y los buitres del aire y los perros, sí, y los animales salvajes devorarán su carne.

3 Y acontecerá que la vida del rey Noé se estimará igual que un vestido en un horno ardiente; porque sabrá que yo soy el Señor.

4 Y acontecerá que heriré a este pueblo mío con penosas aflicciones; sí, con hambre y con pestilencia; y haré que aúllen todo el día.

5 Sí, y haré que les aten cargas sobre sus espaldas; y serán arreados como mudos asnos.

6 Y acontecerá que enviaré granizo entre ellos, y los herirá; y también serán heridos por el viento oriental; y los insectos también abrumarán sus tierras y devorarán su grano.

7 Y serán heridos con gran pestilencia; y haré todo esto por motivo de sus iniquidades y sus abominaciones.

8 Y acontecerá que, a menos que se arrepientan, los destruiré totalmente de sobre la faz de la tierra; sin embargo, dejarán tras sí un registro, y lo preservaré para otras naciones que poseerán la tierra; sí, esto haré para que yo revele las abominaciones de este pueblo a otras naciones. Y muchas cosas profetizó Abinadí contra este pueblo.

9 Y aconteció que se enojaron con él; y lo aprehendieron y lo llevaron atado ante el rey, y dijeron al rey: He aquí, hemos traído ante ti a un hombre que ha profetizado el mal concerniente a tu pueblo, y dice que Dios lo destruirá.

10

Y también profetiza lo malo en cuanto a tu vida, y dice que tu vida será semejante a un vestido en un horno ardiente.

11 Y más aún, dice que serás como una caña; sí, como una caña seca del campo, la cual las bestias pisan y es hollada con los pies.

12 Y además, dice que serás como la flor del cardo, que cuando está completamente madura, si el viento sopla, es arrastrada sobre la faz de la tierra; y afirma que el Señor lo ha declarado. Y dice que todo esto te sobrevendrá a menos que te arrepientas; y esto a causa de tus iniquidades.

13 Y ahora bien, oh rey, ¿qué gran mal has hecho, o qué grandes pecados ha cometido tu pueblo para que Dios nos condene, o este hombre nos juzgue?

14 Y he aquí, oh rey, nos hallamos sin culpa, y tú, oh rey, no has pecado; por lo tanto, este hombre ha mentido concerniente a ti, y ha profetizado en vano.

15 Y he aquí, somos fuertes; no caeremos en la esclavitud ni seremos llevados cautivos por nuestros enemigos; sí, y tú has prosperado en la tierra, y también has de prosperar.

16 Mira, aquí está el hombre; lo entregamos en tus manos; puedes hacer con él lo que bien te parezca.

17 Y sucedió que el rey Noé hizo que fuese encarcelado Abinadí; y dio órdenes de que se convocara a los sacerdotes, para reunirse en concilio con ellos sobre lo que debía hacer con él.

18 Y aconteció que le dijeron al rey: Tráelo aquí para que lo interroguemos; y el rey mandó que fuese traído ante ellos.

19 Y empezaron a interrogarlo con el fin de confundirlo, para así tener de qué acusarlo; pero él les respondió intrépidamente e hizo frente a todas sus preguntas, sí, los llenó de asombro; pues los resistió en todas sus preguntas y los confundió en todas sus palabras.

20

Y sucedió que uno de ellos le dijo: ¿Qué significan las palabras que están escritas, y que nuestros padres han enseñado, diciendo:

21 ¡Cuán hermosos sobre las montañas son los pies de aquel que trae buenas nuevas; que publica la paz; que trae gratas nuevas del bien; que publica la salvación; que dice a Sion: Tu Dios reina;

22 tus centinelas levantarán la voz; unánimes cantarán, porque verán ojo a ojo cuando el Señor haga volver a Sion!

23 ¡Prorrumpid en alegría! ¡Cantad juntamente lugares desolados de Jerusalén, porque el Señor ha consolado a su pueblo, ha redimido a Jerusalén!;

24 el Señor ha desnudado su santo brazo a la vista de todas las naciones, y todos los extremos de la tierra verán la salvación de nuestro Dios?

25 Y luego les dijo Abinadí: ¿Sois vosotros sacerdotes, y decís que enseñáis a este pueblo, y que entendéis el espíritu de profecía, y sin embargo, queréis saber de mí lo que estas cosas significan?

26 Yo os digo: ¡Ay de vosotros por pervertir las vías del Señor! Porque si entendéis estas cosas, no las habéis enseñado. Por tanto, habéis pervertido las vías del Señor.

27 No habéis aplicado vuestros corazones para entender; por tanto, no habéis sido sabios. ¿Qué, pues, enseñáis a este pueblo?

28 Y dijeron: Enseñamos la ley de Moisés.

29 Y de nuevo les dijo: Si enseñáis la ley de Moisés, ¿cómo es que no la cumplís? ¿Por qué entregáis vuestros corazones a las riquezas? ¿Por qué cometéis fornicaciones y disipáis vuestro vigor con rameras, sí, y hacéis que este pueblo cometa pecado, de modo que el Señor tenga motivo para enviarme a profetizar contra este pueblo, sí, aun un gran mal contra este pueblo?

30

¿No sabéis que hablo la verdad? Sí, sabéis que hablo la verdad, y deberíais temblar ante Dios.

31 Y sucederá que seréis heridos por vuestras iniquidades, pues habéis dicho que enseñáis la ley de Moisés. Y, ¿qué sabéis concerniente a la ley de Moisés? ¿Viene la salvación por la ley de Moisés? ¿Qué decís vosotros?

32 Y respondieron y dijeron que la salvación venía por la ley de Moisés.

33 Mas les dijo Abinadí: Sé que si guardáis los mandamientos de Dios, seréis salvos; sí, si guardáis los mandamientos que el Señor dio a Moisés en el monte de Sinaí, diciendo:

34 Yo soy el Señor tu Dios, que te he sacado de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre.

35 No tendrás otro Dios delante de mí.

36 No te harás ninguna imagen tallada, ni ninguna semejanza de cosa alguna que esté arriba en el cielo, ni de cosas que estén abajo en la tierra.

37 Y luego les dijo Abinadí: ¿Habéis hecho todo esto? Yo os digo: No; no lo habéis hecho. ¿Y habéis enseñado a este pueblo que debe observar todas estas cosas? Os digo que no; no lo habéis hecho.

Capítulo 13

Abinadí es protegido por poder divino — Enseña los Diez Mandamientos — La salvación no viene por la ley de Moisés únicamente — Dios mismo efectuará la Expiación y redimirá a Su pueblo. Aproximadamente 148 a.C.

1

Y ahora bien, cuando el rey hubo oído estas palabras, dijo a sus sacerdotes: Llevaos a este individuo, y matadlo; porque, ¿qué tenemos que ver con él? Pues está loco.

2 Y avanzaron y trataron de echarle mano; mas él los resistió, y les dijo:

3 No me toquéis, porque Dios os herirá si me echáis mano, porque no he comunicado el mensaje que el Señor me mandó que diera; ni tampoco os he dicho lo que pedisteis que dijera; por tanto, Dios no permitirá que yo sea destruido en este momento.

4 Mas debo cumplir los mandamientos que Dios me ha mandado; y porque os he dicho la verdad, estáis enojados conmigo. Y más aún, porque he hablado la palabra de Dios, me habéis juzgado de estar loco.

5 Y ahora bien, aconteció que después que Abinadí hubo hablado estas palabras, el pueblo del rey Noé no se atrevió a echarle mano, porque el Espíritu del Señor estaba sobre él, y su rostro resplandecía con un brillo extraordinario, aun como el de Moisés en el monte de Sinaí, mientras hablaba con el Señor.

6 Y habló Abinadí con poder y autoridad de Dios; y continuó sus palabras, diciendo:

7 Vosotros veis que no tenéis poder para matarme; por tanto, concluyo mi mensaje. Sí, y percibo que os hiere hasta el corazón, porque os digo la verdad acerca de vuestras iniquidades.

8 Sí, y mis palabras os llenan de maravilla, de asombro y de cólera.

9 Mas doy fin a mi mensaje; y entonces no importa a dónde vaya, con tal de que yo sea salvo.

10

Mas esto os digo: Lo que hagáis conmigo después de esto, será como símbolo y sombra de cosas venideras.

11 Y ahora os leo el resto de los mandamientos de Dios, porque percibo que no están escritos en vuestros corazones; percibo que habéis estudiado y enseñado la iniquidad la mayor parte de vuestras vidas.

12 Ahora bien, recordaréis que os dije: No te harás ninguna imagen tallada, ni ninguna semejanza de cosas que estén arriba en el cielo, o que estén abajo en la tierra, o en las aguas debajo de la tierra.

13 Y además: No te postrarás ante ellas, ni las servirás; porque yo, el Señor tu Dios, soy un Dios celoso, que visito las iniquidades de los padres sobre los hijos, hasta la tercera y la cuarta generación de los que me aborrecen;

14 y manifiesto misericordia a miles de los que me aman y guardan mis mandamientos.

15 No tomarás el nombre del Señor tu Dios en vano; porque el Señor no tendrá sin culpa al que tomare su nombre en vano.

16 Acuérdate del día de reposo para santificarlo.

17 Seis días trabajarás, y harás toda tu obra;

18 mas el día séptimo, el reposo del Señor tu Dios, no harás ningún trabajo, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu criado, ni tu criada, ni tu ganado, ni el extranjero que se halle dentro de tus puertas;

19 porque en seis días el Señor hizo el cielo, y la tierra, y el mar, y todo lo que en ellos hay; por consiguiente, el Señor bendijo el día de reposo y lo santificó.

20

Honra a tu padre y a tu madre, para que se prolonguen tus días sobre la tierra que el Señor tu Dios te da.

21 No matarás.

22 No cometerás adulterio. No robarás.

23 No dirás falso testimonio contra tu prójimo.

24 No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su criado, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna que sea de tu prójimo.

25 Y aconteció que después que Abinadí hubo dado fin a estas palabras, les dijo: ¿Habéis enseñado a este pueblo que debe procurar hacer todas estas cosas, a fin de guardar estos mandamientos?

26 Os digo que no; porque si lo hubieseis hecho, el Señor no habría hecho que yo viniera y profetizara el mal sobre este pueblo.

27 Ahora bien, habéis dicho que la salvación viene por la ley de Moisés. Yo os digo que es preciso que guardéis la ley de Moisés aún; mas os digo que vendrá el tiempo cuando ya no será necesario guardar la ley de Moisés.

28 Y además, os digo que la salvación no viene solo por la ley; y si no fuera por la expiación que Dios mismo efectuará por los pecados e iniquidades de los de su pueblo, estos inevitablemente perecerían, a pesar de la ley de Moisés.

29 Y ahora os digo que se hizo necesario que se diera una ley a los hijos de Israel, sí, una ley muy estricta; porque eran una gente de dura cerviz, presta para hacer el mal y lenta para acordarse del Señor su Dios;

30

por tanto, les fue dada una ley; sí, una ley de prácticas y ordenanzas, una ley que tenían que observar estrictamente de día en día, para conservar vivo en ellos el recuerdo de Dios y su deber para con él.

31 Mas he aquí, os digo que todas estas cosas eran símbolos de cosas futuras.

32 Y bien, ¿entendieron la ley? Os digo que no; no todos entendieron la ley; y esto a causa de la dureza de sus corazones; pues no entendían que ningún hombre podía ser salvo sino por medio de la redención de Dios.

33 Pues he aquí, ¿no les profetizó Moisés concerniente a la venida del Mesías, y que Dios redimiría a su pueblo? Sí, y aun todos los profetas que han profetizado desde el principio del mundo, ¿no han hablado ellos más o menos acerca de estas cosas?

34 ¿No han dicho ellos que Dios mismo bajaría entre los hijos de los hombres, y tomaría sobre sí la forma de hombre, e iría con gran poder sobre la faz de la tierra?

35 Sí, y, ¿no han dicho también que llevaría a efecto la resurrección de los muertos, y que él mismo sería oprimido y afligido?

Capítulo 14

Isaías habla en cuanto al Mesías — Se exponen la humillación y los sufrimientos del Mesías — Él hace de Su alma ofrenda por el pecado e intercede por los transgresores — Compárese con Isaías 53. Aproximadamente 148 a.C.

1

Sí, ¿no dice Isaías: Quién ha creído nuestro mensaje, y a quién se ha manifestado el brazo del Señor?

2 Porque crecerá delante de él como una planta tierna, y como raíz de tierra seca; no hay en él parecer ni hermosura; y cuando lo veamos, no habrá en él buen parecer para que lo deseemos.

3 Despreciado y rechazado de los hombres; varón de dolores y experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro; fue menospreciado y no lo estimamos.

4 Ciertamente él ha llevado nuestros pesares y sufrido nuestros dolores; sin embargo, lo hemos tenido por golpeado, herido de Dios y afligido.

5 Mas él herido fue por nuestras transgresiones, golpeado por nuestras iniquidades; y el castigo de nuestra paz fue sobre él; y con sus llagas somos sanados.

6 Todos nosotros nos hemos descarriado como ovejas, nos hemos apartado, cada cual por su propio camino; y el Señor ha puesto sobre él las iniquidades de todos nosotros.

7 Fue oprimido y afligido, pero no abrió su boca; fue llevado como cordero al degolladero, y como la oveja permanece muda ante sus trasquiladores, así él no abrió su boca.

8 De la prisión y del juicio fue quitado; y, ¿quién declarará su generación? Porque fue arrancado de la tierra de los vivientes; por las transgresiones de mi pueblo fue herido.

9 Con los inicuos dispuso él su sepultura, y con los ricos fue en su muerte; porque no había hecho mal, ni hubo engaño en su boca.

10

Mas quiso el Señor quebrantarlo; le ha causado aflicción; cuando hagas de su alma ofrenda por el pecado, él verá su linaje, prolongará sus días y el placer del Señor prosperará en su mano.

11 Verá el afán de su alma, y quedará satisfecho; con su conocimiento, mi justo siervo justificará a muchos; porque llevará las iniquidades de ellos.

12 Por tanto, le repartiré una porción con los grandes; y él dividirá el botín con los fuertes, porque derramó su alma hasta la muerte, y fue contado con los transgresores; y llevó los pecados de muchos e intercedió por los transgresores.

Capítulo 15

Por qué Cristo es el Padre así como el Hijo — Él intercederá por los hijos de los hombres y tomará sobre sí las transgresiones de los de Su pueblo — Ellos y todos los santos profetas son Su posteridad — Él lleva a efecto la Resurrección — Los niños pequeños tienen vida eterna. Aproximadamente 148 a.C.

1

Y luego les dijo Abinadí: Quisiera que entendieseis que Dios mismo descenderá entre los hijos de los hombres, y redimirá a su pueblo.

2 Y porque morará en la carne, será llamado el Hijo de Dios, y habiendo sujetado la carne a la voluntad del Padre, siendo el Padre y el Hijo,

3 el Padre porque fue concebido por el poder de Dios; y el Hijo, por causa de la carne; por lo que llega a ser el Padre e Hijo;

4 y son un Dios, sí, el verdadero Padre Eterno del cielo y de la tierra.

5 Y así la carne, habiéndose sujetado al Espíritu, o el Hijo al Padre, siendo un Dios, sufre tentaciones, pero no cede a ellas, sino que permite que su pueblo se burle de él, y lo azote, y lo eche fuera, y lo repudie.

6 Y tras de todo esto, después de obrar muchos grandes milagros entre los hijos de los hombres, será conducido, sí, según dijo Isaías: Como la oveja permanece muda ante el trasquilador, así él no abrió su boca.

7 Sí, aun de este modo será llevado, crucificado y muerto, la carne quedando sujeta hasta la muerte, la voluntad del Hijo siendo absorbida en la voluntad del Padre.

8 Y así Dios rompe las ligaduras de la muerte, habiendo logrado la victoria sobre la muerte; dando al Hijo poder para interceder por los hijos de los hombres,

9 habiendo ascendido al cielo, henchidas de misericordia sus entrañas, lleno de compasión por los hijos de los hombres; interponiéndose entre ellos y la justicia; habiendo quebrantado los lazos de la muerte, tomado sobre sí la iniquidad y las transgresiones de ellos, habiéndolos redimido y satisfecho las exigencias de la justicia.

10

Y ahora os digo: ¿Quién declarará su generación? He aquí, os digo que cuando su alma haya sido tornada en ofrenda por el pecado, él verá su posteridad. Y ahora, ¿qué decís vosotros? ¿Quién será su posteridad?

11 He aquí, os digo que quien ha oído las palabras de los profetas, sí, todos los santos profetas que han profetizado concerniente a la venida del Señor, os digo que todos aquellos que han escuchado sus palabras y creído que el Señor redimirá a su pueblo, y han esperado anhelosamente ese día para la remisión de sus pecados, os digo que estos son su posteridad, o sea, son los herederos del reino de Dios.

12 Porque estos son aquellos cuyos pecados él ha tomado sobre sí; estos son aquellos por quienes ha muerto, para redimirlos de sus transgresiones. Y bien, ¿no son ellos su posteridad?

13 Sí, ¿y no lo son los profetas, todo aquel que ha abierto su boca para profetizar, que no ha caído en transgresión, quiero decir, todos los santos profetas desde el principio del mundo? Os digo que ellos son su posteridad.

14 Y estos son los que han publicado la paz, los que han traído gratas nuevas del bien, los que han publicado la salvación y dicen a Sion: ¡Tu Dios reina!

15 Y, ¡oh cuán hermosos fueron sus pies sobre las montañas!

16 Y más aún: ¡Cuán hermosos son sobre las montañas los pies de aquellos que aún están publicando la paz!

17 Y además: ¡Cuán hermosos son sobre las montañas los pies de aquellos que en lo futuro publicarán la paz; sí, desde hoy en adelante y para siempre!

18 Y he aquí, os digo que esto no es todo. Porque, ¡cuán hermosos son sobre las montañas los pies de aquel que trae buenas nuevas, que es el fundador de la paz, sí, el Señor, que ha redimido a su pueblo; sí, aquel que ha concedido la salvación a su pueblo!

19 Porque si no fuera por la redención que ha hecho por su pueblo, la cual fue preparada desde la fundación del mundo, os digo que de no haber sido por esto, todo el género humano habría perecido.

20

Mas he aquí, las ligaduras de la muerte serán quebrantadas; y el Hijo reinará y tendrá poder sobre los muertos; por tanto, llevará a efecto la resurrección de los muertos.

21 Y viene una resurrección, sí, una primera resurrección; sí, una resurrección de aquellos que han existido, que existen y que existirán hasta la resurrección de Cristo, pues así será llamado él.

22 Y la resurrección de todos los profetas, y todos aquellos que han creído en sus palabras, o sea, todos aquellos que han guardado los mandamientos de Dios, se realizará en la primera resurrección; por tanto, ellos son la primera resurrección.

23 Estos son levantados para vivir con Dios, el cual los ha redimido; de modo que tienen vida eterna por medio de Cristo, el cual ha quebrantado las ataduras de la muerte.

24 Y estos son los que tienen parte en la primera resurrección; y estos son los que han muerto en su ignorancia, antes que Cristo viniese, no habiéndoseles declarado la salvación. Y así el Señor efectúa la restauración de estos; y participan en la primera resurrección, o sea, tienen vida eterna, habiéndolos redimido el Señor.

25 Y los niños pequeños también tienen vida eterna.

26 Mas he aquí, temed y temblad ante Dios; porque tenéis razón para temblar; pues el Señor no redime a ninguno de los que se rebelan contra él, y mueren en sus pecados; sí, todos aquellos que han perecido en sus pecados desde el principio del mundo, que por su propia voluntad se han rebelado contra Dios, que han sabido los mandamientos de Dios, y no quisieron observarlos, estos son los que no tienen parte en la primera resurrección.

27 Por tanto, ¿no deberíais temblar? Porque la salvación no viene a ninguno de estos, por cuanto el Señor no ha redimido a ninguno de los tales; ni tampoco puede redimirlos; porque el Señor no puede contradecirse a sí mismo; pues no puede negar a la justicia cuando esta reclama lo suyo.

28 Y ahora bien, os digo que vendrá el tiempo en que la salvación del Señor será declarada a toda nación, tribu, lengua y pueblo.

29 ¡Sí, tus centinelas levantarán sus voces, oh Señor! Unánimes cantarán, porque verán ojo a ojo, cuando el Señor hiciere volver a Sion.

30

¡Prorrumpid en gozo! ¡Cantad juntamente, soledades de Jerusalén! Porque el Señor ha consolado a su pueblo, ha redimido a Jerusalén.

31 El Señor ha desnudado su santo brazo a la vista de todas las naciones, y todos los extremos de la tierra verán la salvación de nuestro Dios.

Capítulo 16

Dios redime a los hombres de su estado caído y perdido — Los que son de naturaleza carnal permanecen como si no hubiera habido redención — Cristo hace posible la resurrección a la vida sin fin o a la condenación sin fin. Aproximadamente 148 a.C.

1

Y ahora bien, aconteció que después que Abinadí hubo hablado estas palabras, extendió la mano y dijo: Vendrá el día en que todos verán la salvación del Señor; en que toda nación, tribu, lengua y pueblo verán ojo a ojo, y confesarán ante Dios que sus juicios son justos.

2 Y entonces los malvados serán echados fuera, y tendrán motivo para aullar y llorar, lamentar y crujir los dientes; y esto porque no quisieron escuchar la voz del Señor; por tanto, el Señor no los redime.

3 Porque son carnales y diabólicos, y el diablo tiene poder sobre ellos; sí, aquella antigua serpiente que engañó a nuestros primeros padres, que fue la causa de su caída; que fue la causa de que toda la humanidad llegara a ser carnal, sensual y diabólica, discerniendo el mal del bien, y sujetándose al diablo.

4 De modo que toda la humanidad estaba perdida; y he aquí, se habría perdido eternamente si Dios no hubiese rescatado a su pueblo de su estado caído y perdido.

5 Pero recordad que quien persiste en su propia naturaleza carnal, y sigue las sendas del pecado y la rebelión contra Dios, permanece en su estado caído, y el diablo tiene todo poder sobre él. Por tanto, queda como si no se hubiera hecho ninguna redención, siendo enemigo de Dios; y también el diablo es enemigo de Dios.

6 Ahora bien, si Cristo no hubiese venido al mundo, hablando de cosas futuras como si ya hubiesen acontecido, no habría habido redención.

7 Y si Cristo no hubiese resucitado de los muertos, o si no hubiese roto las ligaduras de la muerte, para que el sepulcro no tuviera victoria, ni la muerte aguijón, no habría habido resurrección.

8 Mas hay una resurrección; por tanto, no hay victoria para el sepulcro, y el aguijón de la muerte es consumido en Cristo.

9 Él es la luz y la vida del mundo; sí, una luz que es infinita, que nunca se puede extinguir; sí, y también una vida que es infinita, para que no haya más muerte.

10

Y esto que es mortal se vestirá de inmortalidad, y esta corrupción se vestirá de incorrupción, y todos serán llevados a comparecer ante el tribunal de Dios, para ser juzgados por él según sus obras, ya fueren buenas o malas;

11 si fueren buenas, a la resurrección de una vida sin fin y felicidad, y si fueren malas, a la resurrección de una condenación sin fin, pues son entregados al diablo que los ha sujetado, lo cual es la condenación;

12 habiendo obrado según su propia voluntad y deseos carnales; nunca habiendo invocado al Señor mientras los brazos de la misericordia se extendían hacia ellos; porque los brazos de la misericordia se extendieron hacia ellos, y no quisieron; habiendo sido amonestados por sus iniquidades, y sin embargo, no las abandonaron; y se les mandó arrepentirse, y con todo, no quisieron arrepentirse.

13 Y ahora bien, ¿no debéis temblar y arrepentiros de vuestros pecados, y recordar que solamente en Cristo y mediante él podéis ser salvos?

14 Así pues, si enseñáis la ley de Moisés, enseñad también que es un símbolo de aquellas cosas que están por venir;

15 enseñadles que la redención viene por medio de Cristo el Señor, que es el verdadero Padre Eterno. Amén.

Capítulo 17

Alma cree las palabras de Abinadí y las escribe — Abinadí padece la muerte por fuego — Profetiza enfermedades y muerte por fuego sobre sus asesinos. Aproximadamente 148 a.C.

1

Y aconteció que cuando Abinadí hubo concluido estas palabras, el rey mandó a los sacerdotes que se lo llevaran e hiciesen que padeciera la muerte.

2 Pero había entre ellos uno cuyo nombre era Alma, también descendiente de Nefi. Y era un hombre joven, y creyó las palabras que Abinadí había hablado, porque estaba enterado de la iniquidad que Abinadí había declarado contra ellos; por tanto, empezó a interceder con el rey para que no se enojara con Abinadí, sino que le permitiera partir en paz.

3 Pero el rey se irritó más, e hizo que Alma fuera echado de entre ellos, y envió a sus siervos tras de él para que lo mataran.

4 Mas él huyó de ellos y se escondió, de modo que no lo hallaron. Y estando escondido muchos días, escribió todas las palabras que Abinadí había hablado.

5 Y sucedió que el rey mandó a sus guardias que rodearan a Abinadí y se lo llevaran; y lo ataron y lo echaron en la cárcel.

6 Y después de tres días, habiendo consultado con sus sacerdotes, mandó el rey que fuera llevado otra vez ante él.

7 Y le dijo: Abinadí, hemos encontrado una acusación contra ti, y mereces la muerte.

8 Porque has dicho que Dios mismo bajará entre los hijos de los hombres; y ahora, a causa de esto se te quitará la vida, a menos que te retractes de todas las palabras que has hablado para mal contra mí y mi pueblo.

9 Luego le dijo Abinadí: Te digo que no me retractaré de las palabras que te he hablado concernientes a este pueblo, porque son verdaderas; y para que sepas que son ciertas, he permitido que yo caiga en tus manos.

10

Sí, y padeceré aun hasta la muerte, y no me retractaré de mis palabras, y permanecerán como testimonio en contra de ti. Y si me matas, derramarás sangre inocente, y esto también quedará como testimonio en contra de ti en el postrer día.

11 Y ahora el rey Noé estaba a punto de soltarlo, porque temía su palabra; sí, tenía miedo de que los juicios de Dios cayeran sobre él.

12 Mas los sacerdotes dieron voces contra Abinadí, y empezaron a acusarlo, diciendo: Ha vituperado al rey. Por tanto, el rey fue incitado a la ira en contra de él, y lo entregó para que lo mataran.

13 Y sucedió que se lo llevaron y lo ataron; y torturaron su carne con brasas, sí, hasta la muerte.

14 Y cuando las llamas empezaban a quemarlo, clamó a ellos, diciendo:

15 He aquí, así como habéis obrado conmigo, así acontecerá que vuestros descendientes harán que muchos padezcan los dolores que yo padezco, sí, los dolores de la muerte por fuego; y esto porque creen en la salvación del Señor su Dios.

16 Y ocurrirá que vosotros seréis afligidos con toda clase de enfermedades, a causa de vuestras iniquidades.

17 Sí, y seréis heridos por todos lados, y seréis echados y dispersados de un lado al otro, así como una manada de ganado silvestre es acosada por salvajes y feroces bestias.

18 Y en aquel día os cazarán, y caeréis en manos de vuestros enemigos; y entonces padeceréis, así como yo padezco, los dolores de la muerte por fuego.

19 Así ejecuta Dios su venganza sobre aquellos que destruyen a su pueblo. ¡Oh Dios, recibe mi alma!

20

Y ahora bien, cuando Abinadí hubo dicho estas palabras, cayó, habiendo padecido la muerte por fuego; sí, habiéndosele ejecutado porque no quiso negar los mandamientos de Dios, habiendo sellado la verdad de sus palabras con su muerte.

Capítulo 18

Alma predica secretamente — Declara el convenio del bautismo y bautiza en las aguas de Mormón — Organiza la Iglesia de Cristo y ordena sacerdotes — Estos se mantienen con el trabajo de sus manos y enseñan al pueblo — Alma y su pueblo huyen del rey Noé al desierto. Aproximadamente 147–145 a.C.

1

Y sucedió que Alma, quien había huido de los siervos del rey Noé, se arrepintió de sus pecados e iniquidades, y fue secretamente entre el pueblo, y empezó a enseñar las palabras de Abinadí;

2 sí, concerniente a lo que había de venir, y también acerca de la resurrección de los muertos y la redención del pueblo, que iba a realizarse por medio del poder, y los padecimientos, y la muerte de Cristo, y su resurrección y ascensión al cielo.

3 Y enseñaba a cuantos querían oír su palabra. Y los instruía secretamente para que no llegara a oídos del rey. Y muchos creyeron en sus palabras.

4 Y aconteció que cuantos le creyeron fueron a un lugar llamado Mormón, nombre que había recibido del rey, y el cual se hallaba en las fronteras del país, y a veces, o sea, por estaciones, estaba infestado de animales salvajes.

5 Y ahora bien, había en Mormón una fuente de agua pura, y Alma allí acudía; y cerca del agua había un paraje poblado de árboles pequeños, donde se ocultaba, durante el día, de las pesquisas del rey.

6 Y aconteció que cuantos le creían, se dirigían allí para oír sus palabras.

7 Y sucedió que después de muchos días, se hallaba reunido un buen número en el paraje de Mormón, para oír las palabras de Alma. Sí, todos los que creían en su palabra se habían reunido para oírlo. Y les enseñó, y les predicó el arrepentimiento y la redención y la fe en el Señor.

8 Y aconteció que les dijo: He aquí las aguas de Mormón (porque así se llamaban); y ya que deseáis entrar en el redil de Dios y ser llamados su pueblo, y estáis dispuestos a llevar las cargas los unos de los otros para que sean ligeras;

9 sí, y estáis dispuestos a llorar con los que lloran; sí, y a consolar a los que necesitan de consuelo, y ser testigos de Dios en todo tiempo, y en todas las cosas y en todo lugar en que estuvieseis, aun hasta la muerte, para que seáis redimidos por Dios, y seáis contados con los de la primera resurrección, para que tengáis vida eterna;

10

os digo ahora, si este es el deseo de vuestros corazones, ¿qué os impide ser bautizados en el nombre del Señor, como testimonio ante él de que habéis concertado un convenio con él de que lo serviréis y guardaréis sus mandamientos, para que él derrame su Espíritu más abundantemente sobre vosotros?

11 Y ahora bien, cuando los del pueblo hubieron oído estas palabras, batieron sus manos de gozo y exclamaron: Ese es el deseo de nuestros corazones.

12 Y luego sucedió que Alma tomó a Helam, que era uno de los primeros, y fue y entró en el agua, y clamó, diciendo: ¡Oh Señor, derrama tu Espíritu sobre tu siervo para que haga esta obra con santidad de corazón!

13 Y cuando hubo dicho estas palabras, el Espíritu del Señor vino sobre él, y dijo: Helam, teniendo autoridad del Dios Todopoderoso, te bautizo como testimonio de que has hecho convenio de servirle hasta que mueras en cuanto al cuerpo mortal; y sea derramado sobre ti el Espíritu del Señor, y concédate él vida eterna mediante la redención de Cristo, a quien él ha preparado desde la fundación del mundo.

14 Y después que Alma hubo dicho estas palabras, él y Helam se sepultaron juntamente en el agua; y se levantaron y salieron del agua regocijándose, pues fueron llenos del Espíritu.

15 Y de nuevo tomó Alma a otro, y entró por segunda vez en el agua, y lo bautizó como había hecho con el primero, solo que no se sumergió a sí mismo otra vez en el agua.

16 Y de esta manera bautizó a todos los que fueron al paraje de Mormón, y eran en número unas doscientas cuatro almas; sí, y fueron bautizados en las aguas de Mormón, y fueron llenos de la gracia de Dios.

17 Y fueron llamados la iglesia de Dios, o la iglesia de Cristo, desde ese tiempo en adelante. Y aconteció que quienquiera que era bautizado por el poder y autoridad de Dios, era agregado a su iglesia.

18 Y aconteció que Alma, teniendo autoridad de Dios, ordenó sacerdotes; sí, un sacerdote por cada cincuenta de ellos ordenó él para predicarles y para enseñarles en cuanto a las cosas pertenecientes al reino de Dios.

19 Y les mandó que no enseñaran nada, sino las cosas que él había enseñado, y que habían sido declaradas por boca de los santos profetas.

20

Sí, les mandó que no predicaran nada, salvo el arrepentimiento y la fe en el Señor, que había redimido a su pueblo.

21 Y les mandó que no hubiera contenciones entre uno y otro, sino que fijasen su vista hacia adelante con una sola mira, teniendo una fe y un bautismo, teniendo entrelazados sus corazones con unidad y amor el uno para con el otro.

22 Y así les mandó predicar. Y así se convirtieron en hijos de Dios.

23 Y les mandó que observaran el día de reposo y lo santificaran; y también que todos los días dieran gracias al Señor su Dios.

24 Y además, les mandó que los sacerdotes, a quienes él había ordenado, trabajaran con sus propias manos para su sostén.

25 Y se designó un día de cada semana en el que debían reunirse para enseñar al pueblo y para adorar al Señor su Dios; y también habían de juntarse cuantas veces les fuera posible.

26 Y los sacerdotes no habían de depender del pueblo para su sostén; sino que por su obra habían de recibir la gracia de Dios, a fin de fortalecerse en el Espíritu, teniendo el conocimiento de Dios, para enseñar con poder y autoridad de Dios.

27 Y además, Alma mandó que el pueblo de la iglesia diera de sus bienes, cada uno de conformidad con lo que tuviera; si tenía en más abundancia, debía dar más abundantemente; y del que tenía poco, solo poco se debía requerir; y al que no tuviera, se le habría de dar.

28 Y así debían dar de sus bienes, de su propia y libre voluntad y buenos deseos para con Dios, a aquellos sacerdotes que estuvieran necesitados, sí, y a toda alma desnuda y menesterosa.

29 Y esto les dijo él a ellos, habiéndoselo mandado Dios; y anduvieron rectamente ante Dios, ayudándose el uno al otro temporal y espiritualmente, según sus necesidades y carencias.

30

Y ahora bien, aconteció que todo esto se hizo en Mormón, sí, al lado de las aguas de Mormón, en el bosque inmediato a las aguas de Mormón; sí, el paraje de Mormón, las aguas de Mormón, el bosque de Mormón, ¡cuán hermosos son a los ojos de aquellos que allí llegaron al conocimiento de su Redentor; sí, y cuán benditos son, porque le cantarán alabanzas para siempre!

31 Y se hicieron estas cosas en las fronteras del país, para que no llegaran al conocimiento del rey.

32 Mas he aquí, sucedió que el rey, habiendo descubierto un movimiento entre los del pueblo, envió a sus siervos para vigilarlos. Por tanto, el día en que estaban reuniéndose para oír la palabra del Señor fueron denunciados ante el rey.

33 Y el rey dijo que Alma estaba incitando al pueblo a que se rebelara contra él; por tanto, envió a su ejército para que los destruyera.

34 Y aconteció que Alma y el pueblo del Señor se enteraron de la venida del ejército del rey; por tanto, tomaron sus tiendas y sus familias, y partieron para el desierto.

35 Y eran en número unas cuatrocientas cincuenta almas.

Capítulo 19

Gedeón intenta matar al rey Noé — Los lamanitas invaden la tierra — El rey Noé padece la muerte por fuego — Limhi reina como monarca tributario. Aproximadamente 145–121 a.C.

1

Y aconteció que el ejército del rey volvió, después de haber buscado en vano al pueblo del Señor.

2 Y ahora bien, he aquí, las fuerzas del rey eran pequeñas, pues habían sido reducidas, y empezó a haber una división entre el resto del pueblo.

3 Y la parte menor empezó a proferir amenazas contra el rey, y empezó a haber una gran contención entre ellos.

4 Ahora bien, había entre ellos un hombre que se llamaba Gedeón; y como era un hombre fuerte y enemigo del rey, sacó, por tanto, su espada y juró en su ira que mataría al rey.

5 Y aconteció que peleó con el rey, y cuando el rey vio que estaba a punto de vencerlo, huyó, y corrió, y se subió a la torre que estaba cerca del templo.

6 Y Gedeón lo siguió, y estaba a punto de subir a la torre para matar al rey, y este dirigió la mirada hacia la tierra de Shemlón, y he aquí que el ejército de los lamanitas estaba ya dentro de las fronteras del país.

7 Y luego el rey gritó con toda la angustia de su alma, diciendo: Gedeón, perdóname la vida, porque los lamanitas están ya sobre nosotros, y nos destruirán; sí, destruirán a mi pueblo.

8 Ahora bien, el rey no estaba tan interesado en su pueblo, como en su propia vida; sin embargo, Gedeón le perdonó la vida.

9 Y el rey mandó al pueblo que huyera delante de los lamanitas, y él mismo salió delante de ellos; y huyeron al desierto con sus mujeres y sus hijos.

10

Y sucedió que los lamanitas los persiguieron, y los alcanzaron y empezaron a matarlos.

11 Y sucedió que mandó el rey que todos los hombres abandonaran a sus esposas e hijos, y huyesen de los lamanitas.

12 Ahora bien, hubo muchos que no quisieron abandonarlos, sino que prefirieron quedarse y perecer con ellos. Y los demás abandonaron a sus esposas e hijos, y huyeron.

13 Y aconteció que aquellos que permanecieron con sus esposas y sus hijos hicieron que sus bellas hijas avanzaran e intercedieran con los lamanitas para que no los mataran.

14 Y sucedió que los lamanitas se compadecieron de ellos, porque los cautivó la hermosura de sus mujeres.

15 De manera que los lamanitas les perdonaron la vida, y los tomaron cautivos y los llevaron de vuelta a la tierra de Nefi, y les permitieron poseer la tierra con la condición de que pusieran al rey Noé en manos de los lamanitas, y que entregaran sus bienes, sí, la mitad de todo lo que poseían: la mitad de su oro, su plata y todas sus cosas preciosas, y así debían pagar tributo al rey de los lamanitas de año en año.

16 Ahora bien, entre los cautivos se hallaba uno de los hijos del rey, cuyo nombre era Limhi.

17 Y Limhi no deseaba que su padre fuese destruido; sin embargo, Limhi, siendo hombre justo, no ignoraba las iniquidades de su padre.

18 Y aconteció que Gedeón envió hombres al desierto secretamente para buscar al rey y a los que estaban con él; y sucedió que dieron con el pueblo en el desierto, con todos menos el rey y sus sacerdotes.

19 Ahora bien, los del pueblo habían jurado en sus corazones que volverían a la tierra de Nefi; y si sus esposas e hijos habían sido asesinados, así como los que se habían quedado con ellos, procurarían vengarse y perecerían también con ellos.

20

Y el rey les mandó que no volvieran; y se enojaron con el rey, e hicieron que padeciera, aun hasta la muerte por fuego.

21 Y estaban a punto de prender a los sacerdotes también, y quitarles la vida, y estos huyeron de ellos.

22 Y aconteció que estaban ya para volver a la tierra de Nefi, y dieron con los hombres de Gedeón. Y los hombres de Gedeón les refirieron todo lo que había acontecido a sus esposas y sus hijos, y que los lamanitas les habían concedido que poseyeran la tierra, pagándoles como tributo la mitad de todo cuanto poseyeran.

23 Y el pueblo informó a la gente de Gedeón que habían matado al rey, y que sus sacerdotes habían huido de ellos al interior del desierto.

24 Y aconteció que después de haber terminado la ceremonia, volvieron a la tierra de Nefi, regocijándose porque sus esposas e hijos no habían sido asesinados; y dijeron a Gedeón lo que habían hecho con el rey.

25 Y aconteció que el rey de los lamanitas les juró que su pueblo no los mataría.

26 Y también Limhi, siendo hijo del rey, habiéndole conferido el pueblo el reino, juró al rey de los lamanitas que su pueblo le pagaría tributo, sí, la mitad de todo lo que poseían.

27 Y aconteció que Limhi empezó a instituir el reino y a establecer la paz entre el pueblo.

28 Y el rey de los lamanitas puso guardias alrededor de la tierra, para retener al pueblo de Limhi, con objeto de que no partiera para el desierto; y mantenía a sus guardias con el tributo que recibía de los nefitas.

29 Y el rey Limhi gozó de paz continua en su reino por el espacio de dos años, porque los lamanitas no los molestaron ni trataron de destruirlos.

Capítulo 20

Los sacerdotes del rey Noé raptan a algunas de las hijas de los lamanitas — Los lamanitas emprenden la guerra contra Limhi y su pueblo — Los lamanitas son rechazados y pacificados. Aproximadamente 145–123 a.C.

1

Y había en Shemlón un paraje donde las hijas de los lamanitas se reunían para cantar, para bailar y para divertirse.

2 Y aconteció que un día se hallaba reunido un reducido número de ellas para cantar y bailar.

3 Ahora bien, los sacerdotes del rey Noé, avergonzados de volver a la ciudad de Nefi, sí, y temiendo también que el pueblo les matara, no se atrevían a volver a sus esposas y sus hijos.

4 Y habiendo permanecido en el desierto, y habiendo descubierto a las hijas de los lamanitas, se ocultaron y las acecharon;

5 y cuando no había más que unas pocas de ellas reunidas para bailar, ellos salieron de sus lugares secretos, y las tomaron y se las llevaron al desierto; sí, se llevaron a veinticuatro de las hijas de los lamanitas al desierto.

6 Y aconteció que cuando los lamanitas echaron de menos a sus hijas, se enojaron contra los del pueblo de Limhi, pues pensaron que había sido el pueblo de Limhi.

7 Por tanto, hicieron avanzar sus ejércitos; sí, hasta el rey mismo marchó a la cabeza de su pueblo; y subieron a la tierra de Nefi para destruir al pueblo de Limhi.

8 Ahora bien, Limhi los había descubierto desde la torre, sí, él descubrió todos sus preparativos para la guerra; por tanto, reunió a su pueblo y les puso una emboscada en los campos y en los bosques.

9 Y aconteció que cuando llegaron los lamanitas, el pueblo de Limhi empezó a caer sobre ellos desde sus emboscadas, y comenzaron a matarlos.

10

Y ocurrió que la batalla se hizo sumamente violenta, pues pelearon como los leones por su presa.

11 Y sucedió que el pueblo de Limhi empezó a echar a los lamanitas delante de ellos, a pesar de que su número no era ni la mitad del de los lamanitas. Mas ellos luchaban por sus vidas, y por sus esposas, y por sus hijos; por lo tanto, se esforzaron y combatieron como dragones.

12 Y aconteció que hallaron entre el número de sus muertos al rey de los lamanitas; aunque no estaba muerto, pues había sido herido y abandonado en el campo de batalla, tan precipitada había sido la fuga de su pueblo.

13 Y lo recogieron y le vendaron las heridas, y lo llevaron ante Limhi, y dijeron: He aquí el rey de los lamanitas; habiendo sido herido, cayó entre sus muertos, y lo abandonaron, y he aquí, lo hemos traído ante ti; y ahora matémoslo.

14 Pero les dijo Limhi: No lo mataréis, antes bien traedlo acá para que yo lo vea. Y lo trajeron. Y le dijo Limhi: ¿Por qué razón has venido a la guerra contra mi pueblo? He aquí, mi pueblo no ha violado el juramento que te hice; ¿por qué, pues, habríais de quebrantar vosotros el juramento que hicisteis a mi pueblo?

15 Y luego dijo el rey: He quebrantado mi juramento porque los de tu pueblo se llevaron a las hijas de mi pueblo; por tanto, en mi enojo hice que mi pueblo viniese a la guerra contra el tuyo.

16 Ahora bien, Limhi nada había oído respecto de este asunto; por tanto, dijo: Buscaré entre mi pueblo, y quien haya hecho tal cosa perecerá. De manera que mandó hacer una pesquisa entre el pueblo.

17 Y cuando Gedeón, que era el capitán del rey, oyó estas cosas, fue al rey y le dijo: Te ruego que te refrenes y no busques entre este pueblo, ni lo culpes de esto.

18 ¿Pues no te acuerdas de los sacerdotes de tu padre, a quienes este pueblo trató de destruir? ¿Y no están ellos en el desierto? ¿Y no son ellos los que se han robado a las hijas de los lamanitas?

19 Y ahora bien, he aquí, declara al rey estas cosas, para que él las diga a su pueblo, y se pacifiquen con nosotros; porque he aquí, ya se están preparando para venir contra nosotros; y ves también que somos pocos.

20

Y he aquí, vienen con sus numerosas huestes; y a menos que el rey los pacifique con nosotros, pereceremos.

21 ¿Pues no se han cumplido las palabras de Abinadí que él profetizó contra nosotros? Y todo esto porque no quisimos oír las palabras del Señor, ni abandonar nuestras iniquidades.

22 Y ahora pacifiquemos al rey, y sujetémonos al juramento que le hemos hecho, porque es mejor que estemos en el cautiverio que perder nuestras vidas; por tanto, demos fin al derramamiento de tanta sangre.

23 Y Limhi declaró al rey todas las cosas concernientes a su padre y a los sacerdotes que habían huido al desierto, a quienes atribuyó el rapto de sus hijas.

24 Y aconteció que el rey se pacificó con el pueblo de Limhi, y les dijo: Salgamos sin armas a encontrar a mi pueblo; y os aseguro con juramento, que los de mi pueblo no matarán al vuestro.

25 Y aconteció que siguieron al rey, y salieron sin armas a encontrar a los lamanitas. Y sucedió que los encontraron; y el rey de los lamanitas se inclinó ante ellos, e intercedió a favor del pueblo de Limhi.

26 Y cuando los lamanitas vieron a los del pueblo de Limhi, que venían sin armas, les tuvieron compasión y se pacificaron con ellos, y volvieron con su rey en paz a su propia tierra.

Capítulo 21

Los lamanitas hieren y derrotan al pueblo de Limhi — Llega Ammón y el pueblo de Limhi se convierte — Le hablan a Ammón de las veinticuatro planchas jareditas. Aproximadamente 122–121 a.C.

1

Y aconteció que Limhi y su pueblo volvieron a la ciudad de Nefi, y nuevamente empezaron a habitar la tierra en paz.

2 Y aconteció que después de muchos días, los lamanitas empezaron otra vez a incitarse a la ira contra los nefitas, y empezaron a introducirse por las fronteras de la tierra circunvecina.

3 Ahora bien, no se atrevían a matarlos, a causa del juramento que su rey había hecho a Limhi; pero los golpeaban en las mejillas e imponían su autoridad sobre ellos; y empezaron a poner pesadas cargas sobre sus hombros, y a arrearlos como lo harían a un mudo asno.

4 Sí, se hizo todo esto para que se cumpliera la palabra del Señor.

5 Y las aflicciones de los nefitas eran grandes; y no había manera de que se libraran de las manos de los lamanitas, porque estos los habían cercado por todos lados.

6 Y aconteció que el pueblo empezó a quejarse al rey a causa de sus aflicciones, y empezaron a sentir deseos de salir a la batalla en contra de los lamanitas. Y molestaron gravemente al rey con sus quejas; por lo que él les permitió que obrasen según sus deseos.

7 Y se congregaron otra vez, y se pusieron sus armaduras, y salieron contra los lamanitas para echarlos fuera de su tierra.

8 Y aconteció que los lamanitas los vencieron y los rechazaron, y mataron a muchos de ellos.

9 Y hubo gran llanto y lamentación entre los del pueblo de Limhi, la viuda llorando por su marido, el hijo y la hija llorando por su padre, y los hermanos por sus hermanos.

10

Ahora bien, había muchas viudas en la tierra, y lloraban con todas sus fuerzas día tras día, porque se había apoderado de ellas un temor inmenso a los lamanitas.

11 Y aconteció que sus continuos llantos provocaron al resto del pueblo de Limhi a la ira contra los lamanitas; y salieron a la batalla otra vez; pero se vieron nuevamente rechazados, sufriendo muchas pérdidas.

12 Sí, y salieron aun por tercera vez, y sufrieron la misma suerte; y los que no fueron muertos se volvieron a la ciudad de Nefi.

13 Y se humillaron aun hasta el polvo, sujetándose al yugo de la esclavitud, sometiéndose a ser heridos, y a ser arreados de un lado a otro y a llevar cargas, según la voluntad de sus enemigos.

14 Y se humillaron hasta lo más profundo de la humildad y clamaron fuertemente a Dios; sí, todo el día clamaban ellos a su Dios para que los librara de sus aflicciones.

15 Ahora bien, el Señor fue lento en oír su clamor a causa de sus iniquidades; sin embargo, oyó sus clamores y empezó a ablandar el corazón de los lamanitas, de modo que empezaron a aligerar sus cargas; no obstante, el Señor no juzgó oportuno librarlos del cautiverio.

16 Y ocurrió que empezaron a prosperar gradualmente en la tierra, y comenzaron a producir grano con más abundancia, y rebaños y ganados; de modo que no padecieron hambre.

17 Mas había un gran número de mujeres, mayor que el que había de hombres; por tanto, el rey Limhi mandó que cada hombre diera para el sostén de las viudas y sus hijos, a fin de que no perecieran de hambre; e hicieron esto a causa del gran número que había sido muerto.

18 Ahora bien, el pueblo de Limhi se conservaba unido en un cuerpo hasta donde le era posible; y aseguraron sus granos y sus rebaños;

19 y el rey mismo no arriesgaba su persona fuera de los muros de la ciudad sin llevar a sus guardias consigo, temiendo caer de una u otra manera en manos de los lamanitas.

20

E hizo que su pueblo vigilara la tierra circunvecina, por si acaso de alguna manera podían aprehender a aquellos sacerdotes que habían huido al desierto, quienes habían raptado a las hijas de los lamanitas, y quienes habían hecho caer sobre ellos tan grande destrucción.

21 Pues deseaban aprehenderlos para castigarlos; porque habían entrado de noche en la tierra de Nefi, y se habían llevado su grano y muchas de sus cosas preciosas; por tanto, los estaban acechando.

22 Y aconteció que no hubo más disturbios entre los lamanitas y el pueblo de Limhi, aun hasta el tiempo en que Ammón y sus hermanos llegaron a la tierra.

23 Y el rey, hallándose fuera de las puertas de la ciudad con sus guardias, descubrió a Ammón y a sus hermanos; y suponiendo que eran los sacerdotes de Noé, hizo que fueran aprehendidos, atados y echados en la cárcel. Y si hubieran sido los sacerdotes de Noé, los habría mandado matar.

24 Mas cuando supo que no lo eran, sino que más bien eran sus hermanos, y que estos habían venido de la tierra de Zarahemla, se llenó de un gozo inmenso.

25 Ahora bien, antes de la llegada de Ammón, el rey Limhi había enviado un pequeño número de hombres en busca de la tierra de Zarahemla; mas no pudieron dar con ella, y se perdieron en el desierto.

26 Sin embargo, hallaron una tierra que había sido poblada; sí, una tierra que estaba cubierta de huesos secos; sí, una tierra que había sido poblada y destruida; y habiendo creído que era la tierra de Zarahemla, ellos se volvieron a la tierra de Nefi, llegando a los confines del país no muchos días antes de la venida de Ammón.

27 Y llevaron consigo una historia, sí, una historia del pueblo cuyos huesos habían hallado; y estaba grabada sobre planchas de metal.

28 Ahora bien, Limhi nuevamente se llenó de alegría al saber, por boca de Ammón, que el rey Mosíah tenía un don de Dios mediante el cual podía interpretar tales grabados; sí, y Ammón se regocijó también.

29 No obstante, Ammón y sus hermanos se llenaron de tristeza porque tantos de sus hermanos habían sido muertos;

30

y también porque el rey Noé y sus sacerdotes habían provocado al pueblo a cometer tantos pecados y maldades contra Dios; y también lamentaron la muerte de Abinadí, así como la partida de Alma y de la gente que salió con él, los cuales habían formado una iglesia de Dios mediante la fuerza y el poder de Dios, y la fe en las palabras que Abinadí había declarado.

31 Sí, lamentaron su partida, porque no sabían a dónde habían huido. Y gustosamente se habrían unido a ellos, porque también estos habían concertado un convenio con Dios, de servirle y guardar sus mandamientos.

32 Y ahora bien, desde la llegada de Ammón, el rey Limhi también había hecho convenio con Dios, así como muchos de los de su pueblo, de servirle y guardar sus mandamientos.

33 Y aconteció que el rey Limhi y muchos de su pueblo deseaban ser bautizados; mas no había en la tierra quien tuviera la autoridad de Dios. Y Ammón se negó a hacer esto, por considerarse un siervo indigno.

34 Por tanto, no se organizaron en iglesia en esa ocasión, esperando en el Espíritu del Señor. Ahora deseaban ser como Alma y sus hermanos, que habían huido al desierto.

35 Estaban deseosos de ser bautizados como atestación y testimonio de que estaban dispuestos a servir a Dios con todo su corazón; no obstante, aplazaron la ocasión; y más adelante se dará el relato de su bautismo.

36 Y ahora todo el afán de Ammón y sus hombres, y el del rey Limhi y su pueblo, era librarse de las manos de los lamanitas y del cautiverio.

Capítulo 22

Se hacen planes para que el pueblo se libre del yugo de los lamanitas — Se emborracha a los lamanitas — El pueblo se escapa, vuelve a Zarahemla y se hace súbdito del rey Mosíah. Aproximadamente 121–120 a.C.

1

Y aconteció que Ammón y el rey Limhi empezaron a consultar con el pueblo en cuanto a cómo podrían librarse del cautiverio; y aun hicieron reunir a todo el pueblo; y así obraron para saber el parecer del pueblo tocante al asunto.

2 Y aconteció que no hallaron manera de librarse del cautiverio, sino el de tomar a sus mujeres e hijos, y sus rebaños, sus manadas y sus tiendas, y huir al desierto; porque siendo tan numerosos los lamanitas, era imposible que el pueblo de Limhi contendiera con ellos, creyendo poder librarse de la servidumbre por medio de la espada.

3 Y aconteció que Gedeón se adelantó y llegó ante el rey, y le dijo: ¡Oh rey!, hasta ahora has oído muchas veces mis palabras, cuando hemos combatido con nuestros hermanos los lamanitas.

4 Y ahora bien, ¡oh rey!, si no me has juzgado de ser siervo improductivo, o si hasta aquí tú has escuchado en algún grado mis palabras, y te han sido útiles, así deseo que escuches mis palabras en esta ocasión, y seré tu servidor y rescataré a este pueblo de la servidumbre.

5 Y le concedió el rey que hablara; y Gedeón le dijo:

6 He aquí, el pasaje que queda hacia atrás, que atraviesa el muro posterior, a espaldas de la ciudad. Los lamanitas, o sea, los guardias de los lamanitas, se emborrachan de noche; expidamos, pues, una proclamación entre todos los de este pueblo, que junten sus rebaños y ganados, para arrearlos al desierto durante la noche.

7 Y yo iré conforme a tu mandato, y pagaré el último tributo de vino a los lamanitas, y se emborracharán; y saldremos por el pasaje secreto, a la izquierda de su campo, cuando se hallen borrachos y dormidos.

8 Así partiremos con nuestras mujeres y nuestros hijos, nuestros rebaños y nuestros ganados para el desierto; y viajaremos bordeando la tierra de Shilom.

9 Y sucedió que el rey escuchó las palabras de Gedeón.

10

Y el rey Limhi hizo que su pueblo juntara sus rebaños; y envió el tributo de vino a los lamanitas; y también les envió más vino como regalo; y ellos bebieron abundantemente del vino que el rey Limhi les había enviado.

11 Y aconteció que el pueblo del rey Limhi salió de noche para el desierto con sus rebaños y sus manadas, y rodearon por la tierra de Shilom en el desierto, y fijaron su curso hacia la tierra de Zarahemla, y Ammón y sus hermanos los iban guiando.

12 Y habían llevado consigo al desierto todo su oro, su plata y sus cosas preciosas que podían acarrear, y también sus provisiones; y emprendieron su viaje.

13 Y después de estar en el desierto muchos días, llegaron a la tierra de Zarahemla, y se unieron al pueblo de Mosíah y fueron sus súbditos.

14 Y sucedió que Mosíah los recibió con gozo; y también recibió sus anales, así como los anales que había encontrado el pueblo de Limhi.

15 Y aconteció que cuando los lamanitas descubrieron que el pueblo de Limhi había partido de la tierra durante la noche, enviaron un ejército al desierto para perseguirlos.

16 Y después de perseguirlos dos días, no pudieron seguir más el rastro; por tanto, se perdieron en el desierto.

Una relación de Alma y del pueblo del Señor, que fueron echados al desierto por el pueblo del rey Noé.

Comprende los capítulos 23 y 24.

Capítulo 23

Alma se niega a ser rey — Presta servicio como sumo sacerdote — El Señor disciplina a Su pueblo y los lamanitas se apoderan de la tierra de Helam — Amulón, jefe de los sacerdotes inicuos del rey Noé, gobierna bajo el monarca lamanita. Aproximadamente 145–121 a.C.

1

Ahora bien, Alma, habiendo sido advertido por el Señor de que las tropas del rey Noé caerían sobre ellos, y habiéndolo hecho saber a su pueblo, por tanto, reunieron sus rebaños, y tomaron de su grano, y salieron para el desierto, seguidos por las tropas del rey Noé.

2 Y el Señor los fortaleció, de modo que la gente del rey Noé no pudo alcanzarlos para destruirlos.

3 Y por el espacio de ocho días huyeron en el desierto.

4 Y llegaron a una tierra, sí, una tierra muy hermosa y placentera, una tierra de aguas puras.

5 Y plantaron sus tiendas, y empezaron a labrar la tierra y comenzaron a construir edificios; sí, eran industriosos y trabajaron mucho.

6 Y la gente deseaba que Alma fuera su rey, porque su pueblo lo amaba.

7 Mas él les dijo: He aquí, no es prudente que tengamos rey; porque así dice el Señor: No estimaréis a una carne más que a otra, ni un hombre se considerará mejor que otro; os digo pues, no conviene que tengáis rey.

8 Sin embargo, si fuera posible que siempre tuvieseis hombres justos por reyes, bien os sería tener rey.

9 Mas recordad la iniquidad del rey Noé y sus sacerdotes; y yo mismo caí en la trampa e hice muchas cosas abominables a la vista del Señor, lo que me ocasionó angustioso arrepentimiento;

10

no obstante, después de mucha tribulación, el Señor oyó mi clamor y contestó mis oraciones, y me ha hecho instrumento en sus manos para traer a tantos de vosotros al conocimiento de su verdad.

11 Sin embargo, en esto no me glorío, porque soy indigno de gloriarme.

12 Y ahora os digo, el rey Noé os ha oprimido, y habéis sido esclavos de él y de sus sacerdotes, y ellos os han conducido a la iniquidad; por tanto, fuisteis atados con las cadenas de la iniquidad.

13 Y ahora bien, ya que habéis sido librados de estas ligaduras por el poder de Dios, sí, de las manos del rey Noé y su pueblo, y también de las ligaduras de la iniquidad, así deseo que os mantengáis firmes en esta libertad con que habéis sido libertados, y que no confiéis en ningún hombre para que sea rey sobre vosotros.

14 Ni confiéis en nadie para que sea vuestro maestro ni vuestro ministro, a menos que sea un hombre de Dios, que ande en sus vías y guarde sus mandamientos.

15 Así instruyó Alma a su pueblo, a fin de que cada uno amara a su prójimo como a sí mismo, para que no hubiese contención entre ellos.

16 Y Alma era su sumo sacerdote, por ser el fundador de su iglesia.

17 Y sucedió que nadie recibía autoridad para predicar ni para enseñar, sino de Dios, por medio de Alma. Por tanto, él consagraba a todos los sacerdotes y a todos los maestros de ellos; y nadie era consagrado a menos que fuera hombre justo.

18 Por tanto, velaban por su pueblo, y lo sustentaban con cosas pertenecientes a la rectitud.

19 Y ocurrió que empezaron a prosperar grandemente en la tierra; y la llamaron la tierra de Helam.

20

Y aconteció que se multiplicaron y prosperaron en sumo grado en la tierra de Helam; y edificaron una ciudad a la que llamaron la ciudad de Helam.

21 Con todo, el Señor considera conveniente disciplinar a su pueblo; sí, él prueba su paciencia y su fe.

22 Sin embargo, quien pone su confianza en él será enaltecido en el postrer día. Sí, y así fue con este pueblo.

23 Porque he aquí, os mostraré que fueron reducidos a la servidumbre, y nadie podía librarlos sino el Señor su Dios, sí, el Dios de Abraham e Isaac y Jacob.

24 Y sucedió que los libró, y les manifestó su gran poder; y grande fue el gozo de ellos.

25 Porque he aquí, aconteció que mientras se hallaban en la tierra de Helam, sí, en la ciudad de Helam, mientras labraban el terreno circunvecino, he aquí, un ejército lamanita se hallaba en las fronteras de la tierra.

26 Ocurrió entonces que los hermanos de Alma huyeron de sus campos y se reunieron en la ciudad de Helam; y temieron en gran manera por motivo de la llegada de los lamanitas.

27 Pero salió Alma y fue entre ellos, y los exhortó a que no temieran, sino que se acordaran del Señor su Dios, y él los libraría.

28 Por tanto, calmaron sus temores y empezaron a implorar al Señor que ablandara el corazón de los lamanitas, a fin de que les perdonaran la vida, y la de sus esposas y de sus hijos.

29 Y aconteció que el Señor ablandó el corazón de los lamanitas. Y Alma y sus hermanos avanzaron y se entregaron en manos de ellos; y los lamanitas se posesionaron de la tierra de Helam.

30

Ahora bien, los ejércitos lamanitas que habían seguido al pueblo del rey Limhi habían estado perdidos en el desierto por muchos días.

31 Y he aquí, habían encontrado a aquellos sacerdotes del rey Noé en un paraje que llamaron Amulón; y estos habían empezado a poseer el país de Amulón y a labrar la tierra.

32 Y el nombre del jefe de esos sacerdotes era Amulón.

33 Y aconteció que Amulón suplicó a los lamanitas; y envió también a las mujeres de estos sacerdotes, que eran las hijas de los lamanitas, para que abogaran con sus hermanos por que no destruyesen a sus maridos.

34 Y los lamanitas tuvieron compasión de Amulón y sus hermanos, y no los destruyeron a causa de sus esposas.

35 Y Amulón y sus hermanos se unieron a los lamanitas, y andaban por el desierto buscando la tierra de Nefi cuando descubrieron la tierra de Helam, que poseían Alma y sus hermanos.

36 Y aconteció que los lamanitas prometieron a Alma y a sus hermanos que si les indicaban el camino que conducía a la tierra de Nefi, les concederían su vida y su libertad.

37 Pero después que Alma les hubo enseñado el camino que conducía a la tierra de Nefi, los lamanitas no quisieron cumplir su promesa, sino que pusieron guardias alrededor de la tierra de Helam, sobre Alma y sus hermanos.

38 Y los demás partieron para la tierra de Nefi; y parte de ellos retornaron a la tierra de Helam y llevaron consigo a las esposas y también a los hijos de los guardias que habían dejado atrás.

39 Y el rey de los lamanitas le había concedido a Amulón que fuese rey y gobernante de su pueblo que se hallaba en la tierra de Helam; no obstante, no tendría poder para hacer cosa alguna que fuese contraria a la voluntad del rey de los lamanitas.

Capítulo 24

Amulón persigue a Alma y a su pueblo — Se les quitará la vida si oran — El Señor alivia sus cargas para que les parezcan ligeras — Los libra de la servidumbre y vuelven a Zarahemla. Aproximadamente 145–120 a.C.

1

Y aconteció que Amulón halló gracia a los ojos del rey de los lamanitas; por tanto, este les concedió a él y a sus hermanos que fuesen nombrados maestros de su pueblo; sí, del pueblo que se hallaba en la tierra de Shemlón, y en la tierra de Shilom, y en la tierra de Amulón.

2 Porque los lamanitas habían tomado posesión de todas estas tierras; por lo tanto, el rey de los lamanitas había nombrado reyes en todas estas tierras.

3 Ahora bien, el nombre del rey de los lamanitas era Lamán, habiéndosele dado el nombre de su padre, y se llamaba, por tanto, el rey Lamán. Y era rey de un pueblo numeroso.

4 Y nombró maestros de entre los hermanos de Amulón para todas las tierras que poseía su pueblo; y así se empezó a enseñar el idioma de Nefi entre todo el pueblo de los lamanitas.

5 Y eran gente amigable los unos con los otros; no obstante, no conocían a Dios; ni les enseñaron los hermanos de Amulón cosa alguna concerniente al Señor su Dios, ni la ley de Moisés, ni les enseñaron las palabras de Abinadí;

6 pero sí les enseñaron que debían llevar sus anales, y que se escribiesen unos a otros.

7 Y así los lamanitas empezaron a aumentar en riquezas, y comenzaron a negociar unos con otros y a fortalecerse; y comenzaron a ser gente astuta y sabia, según la sabiduría del mundo; sí, una gente muy sagaz que se deleitaba en todo género de iniquidades y pillaje, menos entre sus propios hermanos.

8 Y ahora bien, sucedió que Amulón empezó a imponer su autoridad sobre Alma y sus hermanos; y comenzó a perseguirlos y a hacer que sus hijos persiguieran a los hijos de ellos.

9 Porque Amulón conocía a Alma y sabía que había sido uno de los sacerdotes del rey, y que era el que creyó en las palabras de Abinadí, y fue echado de ante el rey, y por tanto, estaba enojado con él; pues estaba sujeto al rey Lamán; sin embargo, ejerció autoridad sobre ellos y les impuso tareas y les fijó capataces.

10

Y aconteció que fueron tan grandes sus aflicciones, que empezaron a clamar fervorosamente a Dios.

11 Y Amulón les mandó que cesaran sus clamores, y les puso guardias para vigilarlos, a fin de que al que descubriesen invocando a Dios fuese muerto.

12 Y Alma y su pueblo no alzaron la voz al Señor su Dios, pero sí le derramaron sus corazones; y él entendió los pensamientos de sus corazones.

13 Y aconteció que la voz del Señor vino a ellos en sus aflicciones, diciendo: Alzad vuestras cabezas y animaos, pues sé del convenio que habéis hecho conmigo; y yo haré convenio con mi pueblo y lo libraré del cautiverio.

14 Y también aliviaré las cargas que pongan sobre vuestros hombros, de manera que no podréis sentirlas sobre vuestras espaldas, mientras estéis en servidumbre; y esto haré yo para que me seáis testigos en lo futuro, y para que sepáis de seguro que yo, el Señor Dios, visito a mi pueblo en sus aflicciones.

15 Y aconteció que las cargas que se imponían sobre Alma y sus hermanos fueron aliviadas; sí, el Señor los fortaleció de modo que pudieron soportar sus cargas con facilidad, y se sometieron alegre y pacientemente a toda la voluntad del Señor.

16 Y sucedió que era tan grande su fe y su paciencia, que la voz del Señor vino a ellos otra vez, diciendo: Consolaos, porque mañana os libraré del cautiverio.

17 Y dijo a Alma: Tú irás delante de este pueblo, y yo iré contigo, y libraré a este pueblo del cautiverio.

18 Y aconteció que durante la noche Alma y su pueblo juntaron sus rebaños y también parte de su grano; sí, toda la noche estuvieron reuniendo sus rebaños.

19 Y en la mañana el Señor hizo que cayera un profundo sueño sobre los lamanitas; sí, y todos sus capataces se hallaban profundamente dormidos.

20

Y Alma y su pueblo partieron para el desierto; y luego que hubieron viajado todo el día, plantaron sus tiendas en un valle, y dieron al valle el nombre de Alma, porque él los guio por el desierto.

21 Sí, y en el valle de Alma expresaron efusivamente sus gracias a Dios porque había sido misericordioso con ellos, y aliviado sus cargas, y los había librado del cautiverio; porque estaban en servidumbre, y nadie podía librarlos sino el Señor su Dios.

22 Y dieron gracias a Dios, sí, todos sus hombres y todas sus mujeres y todos sus niños que podían hablar elevaron sus voces en alabanzas a su Dios.

23 Y ahora el Señor dijo a Alma: Date prisa, y sal tú y este pueblo de esta tierra, porque los lamanitas han despertado y te persiguen; por tanto, sal de esta tierra, y yo detendré a los lamanitas en este valle para que no persigan más a este pueblo.

24 Y aconteció que salieron del valle y emprendieron su viaje por el desierto.

25 Y después de haber estado en el desierto doce días, llegaron a la tierra de Zarahemla; y el rey Mosíah también los recibió con gozo.

Capítulo 25

Los del pueblo de Zarahemla (mulekitas) se convierten en nefitas — Se enteran de la gente de Alma y de la de Zeniff — Alma bautiza a Limhi y a todo su pueblo — Mosíah autoriza a Alma para que organice la Iglesia de Dios. Aproximadamente 120 a.C.

1

Entonces el rey Mosíah hizo que se congregase todo el pueblo.

2 Ahora bien, no había tantos de los hijos de Nefi, o sea, tantos de aquellos que eran descendientes de Nefi, como de los del pueblo de Zarahemla, el cual era descendiente de Mulek, y de aquellos que salieron con él al desierto.

3 Y no eran tantos los del pueblo de Nefi y los del pueblo de Zarahemla, como lo eran los lamanitas; sí, no eran ni la mitad de su número.

4 Y ahora bien, todo el pueblo de Nefi se hallaba reunido, y también todo el pueblo de Zarahemla; y se hallaban congregados en dos grupos.

5 Y sucedió que Mosíah leyó, e hizo que se leyeran los anales de Zeniff a su pueblo; sí, leyó los anales del pueblo de Zeniff desde la época en que salieron de la tierra de Zarahemla, hasta que volvieron otra vez.

6 Y también leyó la narración de Alma y sus hermanos, y todas sus aflicciones, desde el día en que salieron de la tierra de Zarahemla, hasta la ocasión en que volvieron.

7 Y cuando Mosíah hubo terminado de leer los anales, su pueblo que moraba en el país se llenó de admiración y asombro.

8 Pues no sabían ellos qué pensar, porque cuando vieron a aquellos que habían sido librados del cautiverio, se sintieron llenos de un gozo sumamente grande.

9 Por otra parte, cuando pensaron en sus hermanos que habían sido muertos por los lamanitas, se llenaron de tristeza, y aun derramaron muchas lágrimas de dolor.

10

Además, cuando pensaron en la cercana bondad de Dios y su poder para libertar a Alma y sus hermanos de las manos de los lamanitas y de la servidumbre, alzaron la voz y dieron gracias a Dios.

11 Y más aún, cuando pensaron en los lamanitas, que eran sus hermanos, y en su condición de pecado y corrupción, se llenaron de dolor y angustia por el bienestar de sus almas.

12 Y aconteció que aquellos que eran hijos de Amulón y sus hermanos, quienes se habían casado con las hijas de los lamanitas, se disgustaron con la conducta de sus padres y no quisieron llevar más el nombre de sus padres; por consiguiente, adoptaron el nombre de Nefi, para ser llamados hijos de Nefi y ser contados entre los que eran llamados nefitas.

13 Ahora bien, todos los del pueblo de Zarahemla fueron contados entre los nefitas, y se hizo así porque el reino no se había conferido a nadie sino a aquellos que eran descendientes de Nefi.

14 Y aconteció que cuando Mosíah hubo concluido de hablar y de leer al pueblo, fue su deseo que Alma también les hablara.

15 Y Alma les habló mientras se hallaban reunidos en grandes grupos; y fue de grupo en grupo, predicando al pueblo el arrepentimiento y la fe en el Señor.

16 Y exhortó al pueblo de Limhi y sus hermanos, todos aquellos que habían sido librados de la servidumbre, a que recordaran que fue el Señor quien los libró.

17 Y sucedió que después que Alma hubo enseñado al pueblo muchas cosas, y hubo acabado de hablarles, que el rey Limhi sintió deseos de bautizarse; y todo su pueblo sintió el deseo de bautizarse también.

18 Por tanto, Alma entró en el agua y los bautizó; sí, los bautizó de la manera como lo hizo con sus hermanos en las aguas de Mormón; sí, y cuantos bautizó pertenecieron a la iglesia de Dios; y esto por causa de su creencia en las palabras de Alma.

19 Y aconteció que el rey Mosíah le concedió a Alma que estableciera iglesias por toda la tierra de Zarahemla, y le dio poder para ordenar sacerdotes y maestros en cada iglesia.

20

Ahora bien, se hizo así porque era tanta la gente, que un solo maestro no podía dirigirla; ni todos podían oír la palabra de Dios en una asamblea;

21 se reunían, pues, en diferentes grupos llamados iglesias; y cada iglesia tenía sus sacerdotes y sus maestros; y todo sacerdote predicaba la palabra según le era comunicada por boca de Alma.

22 Y así, a pesar de que había muchas iglesias, todas eran una, sí, la iglesia de Dios; porque nada se predicaba en todas ellas sino el arrepentimiento y la fe en Dios.

23 Ahora pues, eran siete las iglesias que había en la tierra de Zarahemla. Y sucedió que quienes deseaban tomar sobre sí el nombre de Cristo, o sea, el de Dios, se unían a las iglesias de Dios;

24 y se llamaban el pueblo de Dios. Y el Señor derramó su Espíritu sobre ellos, y fueron bendecidos, y prosperaron en la tierra.

Capítulo 26

Los incrédulos conducen al pecado a muchos miembros de la Iglesia — Se promete a Alma la vida eterna — Aquellos que se arrepientan y sean bautizados lograrán el perdón — Los miembros de la Iglesia que hayan pecado y que se arrepientan y se confiesen a Alma y al Señor serán perdonados; de lo contrario, no serán contados entre los de la Iglesia. Aproximadamente 120–100 a.C.

1

Y aconteció que había muchos de los de la nueva generación que no pudieron entender las palabras del rey Benjamín, pues eran niños pequeños en la ocasión en que él habló a su pueblo; y no creían en la tradición de sus padres.

2 No creían lo que se había dicho tocante a la resurrección de los muertos, ni tampoco creían lo concerniente a la venida de Cristo.

3 Así que, por motivo de su incredulidad no podían entender la palabra de Dios; y se endurecieron sus corazones.

4 Y no quisieron bautizarse ni tampoco unirse a la iglesia. Y constituyeron un pueblo separado en cuanto a su fe, y así quedaron desde entonces, en su estado carnal e inicuo, porque no querían invocar al Señor su Dios.

5 Ahora bien, durante el reinado de Mosíah, sus números no eran ni la mitad de los del pueblo de Dios; mas por causa de las disensiones entre los hermanos, se hicieron más numerosos.

6 Porque sucedió que con sus palabras lisonjeras engañaron a muchos que eran de la iglesia, y les hicieron cometer muchos pecados; de modo que se hizo necesario que cuando aquellos que fueran de la iglesia cometieran pecado, esta debía amonestarlos.

7 Y aconteció que fueron llevados ante los sacerdotes, y los maestros los entregaron a los sacerdotes; y estos los llevaron ante Alma, que era el sumo sacerdote.

8 Ahora bien, el rey Mosíah había dado a Alma la autoridad sobre la iglesia.

9 Y aconteció que Alma no sabía nada de ellos; pero había muchos testigos en contra de ellos; sí, la gente se presentaba y testificaba de su iniquidad en abundancia.

10

Tal cosa no había sucedido en la iglesia previamente; por tanto, Alma se turbó en su espíritu, e hizo que fueran llevados ante el rey.

11 Y le dijo al rey: He aquí el gran número que hemos traído ante ti, a quienes sus hermanos acusan; sí, y han sido sorprendidos en diversas iniquidades. Y no se arrepienten de sus maldades; por tanto, los hemos traído ante ti para que tú los juzgues según sus delitos.

12 Mas el rey Mosíah dijo a Alma: He aquí, yo no los juzgo; por tanto, los entrego en tus manos para ser juzgados.

13 Y el espíritu de Alma nuevamente se turbó; y fue y preguntó al Señor qué debía hacer en cuanto a ese asunto, porque temía hacer lo malo a la vista de Dios.

14 Y sucedió que después que hubo derramado su alma entera a Dios, la voz del Señor vino a él, diciendo:

15 Bendito eres tú, Alma, y benditos son aquellos que fueron bautizados en las aguas de Mormón. Bendito eres por causa de tu extremada fe en tan solo las palabras de mi siervo Abinadí.

16 Y benditos son ellos a causa de su extremada fe en tan solo las palabras que tú les has hablado.

17 Y bendito eres porque has establecido una iglesia entre este pueblo; y serán establecidos, y ellos serán mi pueblo.

18 Sí, bendito es este pueblo que está dispuesto a llevar mi nombre; porque en mi nombre serán llamados; y son míos.

19 Y porque me has consultado concerniente al transgresor, bendito eres.

20

Mi siervo eres tú; y hago convenio contigo de que tendrás la vida eterna; y me servirás y saldrás en mi nombre y reunirás mis ovejas.

21 Y el que quiera oír mi voz será mi oveja; y lo recibirás en la iglesia, y yo también lo recibiré.

22 Porque he aquí, esta es mi iglesia: Quienquiera que sea bautizado, será bautizado para arrepentimiento. Y aquel a quien recibas, deberá creer en mi nombre; y yo lo perdonaré liberalmente.

23 Porque soy yo quien tomo sobre mí los pecados del mundo; porque soy yo el que he creado al hombre; y soy yo el que concedo un lugar a mi diestra al que crea hasta el fin.

24 Porque he aquí, en mi nombre son llamados; y si me conocen, saldrán; y tendrán un lugar a mi diestra eternamente.

25 Y acontecerá que cuando suene la segunda trompeta, entonces saldrán los que nunca me conocieron, y comparecerán ante mí.

26 Y entonces sabrán que yo soy el Señor su Dios, que soy su Redentor; mas ellos no quisieron ser redimidos.

27 Y entonces les confesaré que jamás los conocí; e irán al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles.

28 Por tanto, te digo que al que no quiera escuchar mi voz, no lo admitirás en mi iglesia, porque a este no lo recibiré en el último día.

29 Te digo, por tanto: Ve; y al que transgrediere contra mí, lo juzgarás de acuerdo con los pecados que haya cometido; y si confiesa sus pecados ante ti y mí, y se arrepiente con sinceridad de corazón, a este has de perdonar, y yo lo perdonaré también.

30

Sí, y cuantas veces mi pueblo se arrepienta, le perdonaré sus transgresiones contra mí.

31 Y también os perdonaréis vuestras ofensas los unos a los otros; porque en verdad os digo que el que no perdona las ofensas de su prójimo, cuando este dice que se arrepiente, tal ha traído sobre sí la condenación.

32 Y ahora te digo: Ve; y el que no quiera arrepentirse de sus pecados no será contado entre mi pueblo; y esto se observará desde ahora en adelante.

33 Y aconteció que cuando Alma hubo oído estas palabras, las escribió para conservarlas, y para juzgar al pueblo de la iglesia según los mandamientos de Dios.

34 Y aconteció que Alma fue y, de acuerdo con la palabra del Señor, juzgó a los que habían sido sorprendidos en la iniquidad.

35 Y a quienes se arrepintieron de sus pecados, y los confesaron, él los contó entre el pueblo de la iglesia;

36 y los que no quisieron confesar sus pecados, ni arrepentirse de su iniquidad, tales no fueron contados entre el pueblo de la iglesia; y sus nombres fueron borrados.

37 Y sucedió que Alma reguló todos los asuntos de la iglesia; y empezaron nuevamente a tener paz y a prosperar grandemente en los asuntos de la iglesia, andando con circunspección ante Dios, admitiendo a muchos y bautizando a muchos.

38 Y todas estas cosas hicieron Alma y sus consiervos que dirigían la iglesia, andando con toda diligencia, enseñando la palabra de Dios en todas las cosas, padeciendo toda clase de aflicciones y sufriendo persecuciones de todos aquellos que no pertenecían a la iglesia de Dios.

39 Y amonestaban a sus hermanos, y también recibían amonestación, cada uno por la palabra de Dios, de acuerdo con sus pecados, o sea, los pecados que había cometido, habiéndoles mandado Dios que oraran sin cesar y dieran gracias en todas las cosas.

Capítulo 27

Mosíah prohíbe la persecución y establece la igualdad — Alma, hijo, y los cuatro hijos de Mosíah procuran destruir la Iglesia — Se les aparece un ángel y les manda que abandonen su camino de maldad — Alma queda mudo — Todo el género humano debe nacer otra vez para lograr la salvación — Alma y los hijos de Mosíah proclaman gratas nuevas. Aproximadamente 100–92 a.C.

1

Y sucedió que las persecuciones que los incrédulos infligían sobre la iglesia llegaron a ser tan graves que los de la iglesia empezaron a murmurar y a quejarse a los que los dirigían concerniente al asunto; y ellos se quejaron a Alma. Y Alma presentó el caso ante el rey de ellos, Mosíah, y este consultó con sus sacerdotes.

2 Y aconteció que el rey Mosíah envió una proclamación por todo el país de que ningún incrédulo debía perseguir a persona alguna que perteneciera a la iglesia de Dios.

3 Y se estableció un estricto mandamiento entre todas las iglesias de que no debía haber persecuciones entre ellos; que debía haber igualdad entre todos los hombres;

4 que no permitieran que el orgullo ni la soberbia alteraran su paz; que todo hombre estimara a su prójimo como a sí mismo, trabajando con sus propias manos para su sostén.

5 Sí, y todos sus sacerdotes y maestros debían trabajar con sus propias manos para su sostén en todos los casos, salvo en los de enfermedad o de gran necesidad; y haciendo estas cosas, abundaron en la gracia de Dios.

6 Y otra vez empezó a haber mucha paz en el país; y la gente comenzó a ser muy numerosa y a esparcirse sobre la superficie de la tierra, sí, hacia el norte y hacia el sur, al este y al oeste, edificando grandes ciudades y aldeas en todas partes de la tierra.

7 Y el Señor los visitó y los hizo prosperar, y llegaron a ser un pueblo numeroso y rico.

8 Ahora bien, los hijos de Mosíah se hallaban entre los incrédulos; y también se contaba entre ellos uno de los hijos de Alma, llamado Alma, igual que su padre; no obstante, se convirtió en un hombre muy malvado e idólatra. Y era un hombre de muchas palabras, y lisonjeó mucho al pueblo; por lo que indujo a muchos de los del pueblo a que imitaran sus iniquidades.

9 Y llegó a ser un gran estorbo para la prosperidad de la iglesia de Dios, granjeándose el corazón del pueblo, causando mucha disensión entre la gente, dando oportunidad para que el enemigo de Dios ejerciera su poder sobre ellos.

10

Ahora bien, aconteció que mientras se ocupaba en destruir la iglesia de Dios, porque iba secretamente con los hijos de Mosíah, tratando de destruir la iglesia y descarriar al pueblo del Señor, cosa contraria a los mandamientos de Dios, y aun del rey,

11 pues como ya os dije, mientras iban aquí y allá rebelándose contra Dios, he aquí, se les apareció el ángel del Señor; y descendió como en una nube; y les habló como con voz de trueno que hizo temblar el suelo sobre el cual estaban;

12 y tan grande fue su asombro que cayeron por tierra, y no comprendieron las palabras que les habló.

13 Sin embargo, clamó otra vez, diciendo: Alma, levántate y acércate, pues, ¿por qué persigues tú la iglesia de Dios? Porque el Señor ha dicho: Esta es mi iglesia, y yo la estableceré; y nada la hará caer sino la transgresión de mi pueblo.

14 Y dijo además el ángel: He aquí, el Señor ha oído las oraciones de su pueblo, y también las oraciones de su siervo Alma, que es tu padre; porque él ha orado con mucha fe en cuanto a ti, para que seas traído al conocimiento de la verdad; por tanto, con este fin he venido para convencerte del poder y la autoridad de Dios, para que las oraciones de sus siervos sean contestadas según su fe.

15 Y he aquí, ¿puedes ahora disputar el poder de Dios? Pues, he aquí, ¿no hace mi voz temblar la tierra?, ¿y no me ves ante ti? Y soy enviado de Dios.

16 Ahora te digo: Ve, y recuerda la cautividad de tus padres en la tierra de Helam y en la tierra de Nefi; y recuerda cuán grandes cosas él ha hecho por ellos; pues estaban en servidumbre, y él los ha libertado. Y ahora te digo, Alma, sigue tu camino, y no trates más de destruir la iglesia, para que las oraciones de ellos sean contestadas, aun cuando tú, por ti mismo, quieras ser desechado.

17 Y sucedió que estas fueron las últimas palabras que el ángel habló a Alma, y se fue.

18 Y luego Alma y los que estaban con él cayeron al suelo otra vez, porque grande fue su asombro; pues con sus propios ojos habían visto a un ángel del Señor; y su voz fue como trueno, que conmovió la tierra; y comprendieron que no había nada, sino el poder de Dios, que pudiera sacudir la tierra y hacerla temblar como si fuera a partirse.

19 Ahora bien, fue tan grande el asombro de Alma que quedó mudo, de modo que no pudo abrir la boca; sí, y quedó tan débil que no pudo mover las manos; por tanto, lo alzaron los que estaban con él, y lo llevaron inerte, sí, hasta dejarlo tendido ante su padre.

20

Y repitieron a su padre todo lo que les había sucedido; y su padre se regocijó, porque sabía que era el poder de Dios.

21 E hizo que se reuniera una multitud para que presenciaran lo que el Señor había hecho por su hijo, y también por los que estaban con él.

22 E hizo que se reunieran los sacerdotes; y empezaron a ayunar y a rogar al Señor su Dios que abriera la boca de Alma para que pudiera hablar, y también para que sus miembros recibieran su fuerza, a fin de que los ojos del pueblo fueran abiertos para ver y conocer la bondad y gloria de Dios.

23 Y aconteció que después que hubieron ayunado y orado por el espacio de dos días y dos noches, los miembros de Alma recobraron su fuerza, y se puso de pie y comenzó a hablarles, diciéndoles que se animaran;

24 porque, dijo él, me he arrepentido de mis pecados, y el Señor me ha redimido; he aquí, he nacido del Espíritu.

25 Y el Señor me dijo: No te maravilles de que todo el género humano, sí, hombres y mujeres, toda nación, tribu, lengua y pueblo, deban nacer otra vez; sí, nacer de Dios, ser cambiados de su estado carnal y caído, a un estado de rectitud, siendo redimidos por Dios, convirtiéndose en sus hijos e hijas;

26 y así llegan a ser nuevas criaturas; y a menos que hagan esto, de ningún modo pueden heredar el reino de Dios.

27 Os digo que de no ser así, deberán ser desechados; y esto lo sé, porque yo estaba a punto de ser desechado.

28 No obstante, después de pasar mucha tribulación, arrepintiéndome casi hasta la muerte, el Señor en su misericordia ha tenido a bien arrebatarme de un fuego eterno, y he nacido de Dios.

29 Mi alma ha sido redimida de la hiel de amargura, y de los lazos de iniquidad. Me hallaba en el más tenebroso abismo; mas ahora veo la maravillosa luz de Dios. Atormentaba mi alma un suplicio eterno; mas he sido rescatado, y mi alma no siente más dolor.

30

Rechacé a mi Redentor, y negué lo que nuestros padres habían declarado; mas ahora, para que prevean que él vendrá, y que se acuerda de toda criatura que ha creado, él se manifestará a todos.

31 Sí, toda rodilla se doblará, y toda lengua confesará ante él. Sí, en el postrer día, cuando todos los hombres se presenten para ser juzgados por él, entonces confesarán que él es Dios; y los que vivan sin Dios en el mundo entonces confesarán que el juicio de un castigo eterno sobre ellos es justo; y se estremecerán y temblarán, y se encogerán bajo la mirada de su ojo que todo lo penetra.

32 Y aconteció que de allí en adelante, Alma y los que estaban con él cuando el ángel se les apareció empezaron a enseñar al pueblo, viajando por toda la tierra, proclamando a todo el pueblo las cosas que habían oído y visto, y predicando la palabra de Dios con mucha tribulación, perseguidos en gran manera por los que eran incrédulos, y golpeados por muchos de ellos.

33 Pero a pesar de todo esto, impartieron mucho consuelo a los de la iglesia, confirmando su fe y exhortándolos con longanimidad y mucho afán a guardar los mandamientos de Dios.

34 Y cuatro de ellos eran los hijos de Mosíah; y se llamaban Ammón, y Aarón, y Omner e Himni; y estos eran los nombres de los hijos de Mosíah.

35 Y viajaron por toda la tierra de Zarahemla y entre todo el pueblo que se hallaba bajo el reinado del rey Mosíah, esforzándose celosamente por reparar todos los daños que habían causado a la iglesia, confesando todos sus pecados, proclamando todas las cosas que habían visto y explicando las profecías y las Escrituras a cuantos deseaban oírlos.

36 Y así fueron instrumentos en las manos de Dios para llevar a muchos al conocimiento de la verdad, sí, al conocimiento de su Redentor.

37 ¡Y cuán benditos son! Pues publicaron la paz; proclamaron gratas nuevas del bien; y declararon al pueblo que el Señor reina.

Capítulo 28

Los hijos de Mosíah recibirán la vida eterna — Salen a predicar a los lamanitas — Valiéndose de las dos piedras de vidente Mosíah traduce las planchas jareditas. Aproximadamente 92 a.C.

1

Ahora bien, aconteció que después que los hijos de Mosíah hubieron hecho todas estas cosas, llevaron un pequeño número de personas consigo, y volvieron a su padre el rey, y le expresaron su deseo de que les concediera subir a la tierra de Nefi, con aquellos que habían escogido, para predicar las cosas que habían oído, e impartir la palabra de Dios a sus hermanos los lamanitas,

2 para que tal vez los trajeran al conocimiento del Señor su Dios, y los convencieran de la iniquidad de sus padres; y quizá pudieran curarlos de su odio por los nefitas, para que también fueran conducidos a regocijarse en el Señor su Dios, para que fuesen amigables los unos con los otros y no hubiese más contenciones en toda la tierra que el Señor su Dios les había dado.

3 Pues estaban deseosos de que la salvación fuese declarada a toda criatura, porque no podían soportar que alma humana alguna pereciera; sí, aun el solo pensamiento de que alma alguna tuviera que padecer un tormento sin fin los hacía estremecer y temblar.

4 Y así obró en ellos el Espíritu del Señor, porque habían sido los más viles pecadores. Y el Señor, en su infinita misericordia, juzgó prudente perdonarlos; no obstante, padecieron mucha angustia de alma por causa de sus iniquidades, sufriendo mucho, y temiendo ser rechazados para siempre.

5 Y aconteció que durante muchos días le suplicaron a su padre que los dejara subir a la tierra de Nefi.

6 Y el rey Mosíah fue y preguntó al Señor si debía dejar ir a sus hijos entre los lamanitas para predicar la palabra.

7 Y el Señor dijo a Mosíah: Déjalos ir; porque muchos creerán en sus palabras, y tendrán vida eterna; y yo libraré a tus hijos de las manos de los lamanitas.

8 Y aconteció que Mosíah concedió que fuesen e hiciesen de acuerdo con lo que solicitaban.

9 Y emprendieron su viaje hacia el desierto para ir a predicar la palabra entre los lamanitas; y más adelante haré una relación de sus hechos.

10

Ahora bien, el rey Mosíah no tenía a quien conferir el reino, porque no hubo ninguno de sus hijos que quisiera aceptarlo.

11 Por tanto, tomó los anales que estaban grabados sobre las planchas de bronce, y también las planchas de Nefi, y todas las cosas que él había guardado y preservado de acuerdo con los mandamientos de Dios, después de traducir y hacer que se escribiera la historia que estaba sobre las planchas de oro que el pueblo de Limhi había encontrado, las cuales le fueron entregadas por mano de Limhi;

12 y esto lo hizo por motivo del gran anhelo de su pueblo; porque estaban deseosos en extremo de saber acerca de aquel pueblo que había sido destruido.

13 Y las tradujo por medio de aquellas dos piedras que estaban colocadas en los dos aros de un arco.

14 Ahora bien, estas cosas fueron preparadas desde el principio, y se transmitieron de generación en generación con objeto de interpretar idiomas;

15 y la mano del Señor las ha preservado y guardado, para que él pudiera manifestar, a toda criatura que ocupase la tierra, las iniquidades y abominaciones de su pueblo;

16 y el que tiene estos objetos es llamado vidente, según la costumbre de los días antiguos.

17 Ahora bien, después que Mosíah hubo acabado de traducir estos anales, he aquí, daban una historia del pueblo exterminado, desde la época en que fueron destruidos remontándose hasta la construcción de la gran torre, cuando el Señor confundió el lenguaje del pueblo y fueron esparcidos por toda la superficie de la tierra, sí, y aun desde esa época hasta la creación de Adán.

18 Y esta narración hizo que el pueblo de Mosíah se afligiera en extremo, sí, se llenaron de tristeza; no obstante, les proporcionó mucho conocimiento, y en esto se regocijaron.

19 Y se escribirá este relato más adelante; pues he aquí, conviene que todos se enteren de las cosas que se han escrito en esta historia.

20

Y como ya os he dicho, después que el rey Mosíah hubo hecho esto, tomó las planchas de bronce y todas las cosas que había guardado, y las entregó a Alma, el hijo de Alma; sí, todos los anales, y también los intérpretes, y se los entregó; y le mandó que los guardara y preservara, y también que llevara una historia del pueblo, y los transmitiera de generación en generación, así como se habían transmitido desde el tiempo en que Lehi salió de Jerusalén.

Capítulo 29

Mosíah propone que se elijan jueces en lugar de un rey — Los reyes inicuos conducen a su pueblo al pecado — Alma, hijo, es nombrado juez superior por la voz del pueblo — También es el sumo sacerdote encargado de la Iglesia — Mueren Mosíah y el padre de Alma. Aproximadamente 92–91 a.C.

1

Ahora bien, cuando Mosíah hubo hecho esto, indagó por todo el país, entre todo el pueblo, para enterarse de su parecer concerniente a quién había de ser su rey.

2 Y aconteció que la voz del pueblo se expresó, diciendo: Deseamos que tu hijo Aarón sea nuestro rey y nuestro gobernante.

3 Pero Aarón había subido a la tierra de Nefi, de modo que el rey no podía conferirle el reino; ni lo habría aceptado Aarón; ni ninguno de los otros hijos de Mosíah tampoco estaba dispuesto a asumir el reino.

4 Por tanto, el rey Mosíah se comunicó otra vez con el pueblo; sí, aun les mandó un escrito, y estas fueron las palabras que se escribieron, y decían:

5 He aquí, pueblo mío, o hermanos míos, porque como a tales os estimo, deseo que meditéis sobre el asunto que se os suplica considerar, por cuanto deseáis tener rey.

6 Ahora bien, os declaro que aquel a quien el reino pertenece por derecho ha declinado el reino, y no quiere asumir el reino.

7 Y si se nombrara a otro en su lugar, he aquí, temo que surgirían contenciones entre vosotros; y quién sabe si mi hijo, a quien pertenece el reino, se tornaría a la ira y se llevaría tras sí a una parte de este pueblo, lo cual ocasionaría guerras y contiendas entre vosotros, que serían la causa del derramamiento de mucha sangre y de la perversión de las vías del Señor, sí, y destruirían las almas de muchos.

8 Os digo, por tanto, que seamos prudentes y consideremos estas cosas, porque no tenemos ningún derecho de destruir a mi hijo, ni de destruir a otro que fuese nombrado en su lugar.

9 Y si mi hijo se volviese nuevamente a su orgullo y cosas vanas, se retractaría de lo que había dicho y reclamaría su derecho al reino, cosa que haría que él y también este pueblo cometieran mucho pecado.

10

Ahora bien, seamos prudentes; preveamos estas cosas y hagamos aquello que asegurará la paz de este pueblo.

11 Por tanto, seré vuestro rey el resto de mis días; sin embargo, nombremos jueces para que juzguen a este pueblo según nuestra ley; y arreglaremos de otra manera los asuntos de este pueblo, pues nombraremos hombres sabios como jueces, quienes juzgarán a este pueblo según los mandamientos de Dios.

12 Ahora bien, es mejor que el hombre sea juzgado por Dios más bien que por el hombre, porque los juicios de Dios son siempre justos, mas los juicios del hombre no siempre lo son.

13 Por tanto, si fuese posible que tuvieseis por reyes a hombres justos que establecieran las leyes de Dios y juzgaran a este pueblo según sus mandamientos, sí, si tuvieseis por reyes a hombres que hicieran lo que mi padre Benjamín hizo por este pueblo, os digo que si tal fuese siempre el caso, entonces convendría que siempre tuvieseis reyes para que os gobernaran.

14 Y aun yo mismo he obrado con todo el poder y las facultades que he poseído, para enseñaros los mandamientos de Dios y para establecer la paz en todo el país, a fin de que no hubiera guerras ni contenciones, ni robo, ni rapiña, ni asesinatos, ni iniquidades de ninguna clase.

15 Y a quienquiera que ha cometido iniquidad, he castigado de acuerdo con el delito que ha cometido, según la ley que nos han dado nuestros padres.

16 Ahora bien, os digo que por motivo de que no todos los hombres son justos, no conviene que tengáis un rey o reyes para que os gobiernen.

17 Pues he aquí, ¡cuánta iniquidad un rey malo hace cometer; sí, y cuán grande destrucción!

18 Sí, acordaos del rey Noé, su iniquidad y sus abominaciones, y también la iniquidad y las abominaciones de su pueblo. Considerad la gran destrucción que cayó sobre ellos; y también a causa de sus iniquidades fueron reducidos a la servidumbre.

19 Y si no hubiese sido por la interposición de su omnisciente Creador, y esto a causa de su sincero arrepentimiento, inevitablemente habrían permanecido en el cautiverio hasta ahora.

20

Mas he aquí, los libró porque se humillaron ante él; y porque clamaron a él poderosamente, los libró del cautiverio; y así es como en todos los casos el Señor obra con su poder entre los hijos de los hombres, extendiendo su brazo de misericordia hacia aquellos que ponen su confianza en él.

21 Y he aquí, os digo que no podéis destronar a un rey inicuo sino mediante mucha contención y el derramamiento de mucha sangre.

22 Pues he aquí, tiene sus cómplices en iniquidad y conserva a sus guardias alrededor de él; y deshace las leyes de los que han reinado en justicia antes de él; y huella con sus pies los mandamientos de Dios;

23 y formula leyes y las envía entre su pueblo; sí, leyes según su propia maldad; y al que no las obedece, hace que sea destruido; y contra los que se rebelan envía sus ejércitos para combatirlos, y si puede, los destruye; y de este modo es como un rey inicuo pervierte las vías de toda rectitud.

24 Y ahora bien, he aquí, os digo: No conviene que tales abominaciones vengan sobre vosotros.

25 Por tanto, escoged jueces, por medio de la voz de este pueblo, para que seáis juzgados de acuerdo con las leyes que nuestros padres os han dado, las cuales son correctas, y fueron dadas a ellos por la mano del Señor.

26 Ahora bien, no es cosa común que la voz del pueblo desee algo que sea contrario a lo que es justo; pero sí es común que la parte menor del pueblo desee lo que no es justo; por tanto, esto observaréis y tendréis por ley: Trataréis vuestros asuntos según la voz del pueblo.

27 Y si llega la ocasión en que la voz del pueblo escoge la iniquidad, entonces es cuando los juicios de Dios descenderán sobre vosotros; sí, entonces es cuando él os visitará con gran destrucción, sí, como hasta aquí la ha mandado sobre esta tierra.

28 Ahora bien, si tenéis jueces, y ellos no os juzgan según la ley que ha sido dada, podéis hacer que sean juzgados por un juez superior.

29 Y si vuestros jueces superiores no dictaren juicios justos, haréis que un número pequeño de vuestros jueces menores se reúna, y ellos juzgarán a vuestros jueces superiores, según la voz del pueblo.

30

Y os mando que hagáis estas cosas en el temor del Señor; y os ordeno que hagáis esto, y que no tengáis rey; para que si este pueblo comete pecados e iniquidades, estos recaigan sobre su propia cabeza.

31 Pues he aquí, os digo que las iniquidades de sus reyes han causado los pecados de mucha gente; por tanto, sus iniquidades recaen sobre la cabeza de sus reyes.

32 Y ahora deseo yo que esta desigualdad deje de existir en esta tierra, especialmente entre este mi pueblo; mas deseo que esta tierra sea una tierra de libertad, y que todo hombre goce igualmente de sus derechos y privilegios, en tanto que el Señor juzgue conveniente que habitemos y heredemos la tierra, sí, mientras permanezca cualquiera de los de nuestra posteridad sobre la superficie de la tierra.

33 Y muchas cosas más les escribió el rey Mosíah, haciéndoles ver todas las pruebas y tribulaciones de un rey justo; sí, todas las congojas del alma por su pueblo; y también todas las quejas del pueblo a su rey; y les explicó todo esto.

34 Y les dijo que tales cosas no debían existir; sino que la carga debía estar sobre todo el pueblo, para que todo hombre llevara su parte.

35 Y también les hizo ver todas las desventajas bajo las cuales se afanarían si los gobernaba un rey inicuo;

36 sí, todas las iniquidades y abominaciones, y todas las guerras y contenciones, y derramamiento de sangre, y el hurto y la rapiña, y la comisión de fornicaciones y toda clase de iniquidades que no pueden ser enumeradas, diciéndoles que aquellas cosas no debían existir, que eran expresamente repugnantes a los mandamientos de Dios.

37 Y aconteció que después que el rey Mosíah hubo enviado estas palabras entre los del pueblo, estos quedaron convencidos de la verdad de sus palabras.

38 Por tanto, abandonaron sus deseos de tener rey, y se sintieron ansiosos en extremo de que todo hombre tuviese igual oportunidad por toda la tierra; sí, y todo hombre expresó el deseo de estar dispuesto a responder por sus propios pecados.

39 Aconteció, por tanto, que se reunieron en grupos por toda la tierra, para dar su parecer concerniente a quiénes habrían de ser sus jueces para juzgarlos de acuerdo con la ley que les había sido dada; y se alegraron en extremo a causa de la libertad que se les había concedido.

40

Y aumentó el amor que sentían por Mosíah; sí, lo estimaban más que a cualquier otro hombre; porque no lo tenían por un tirano que buscaba ganancias, sí, ese lucro que corrompe el alma; porque él no les había exigido riquezas, ni se había deleitado en derramar sangre; sino que había establecido la paz en la tierra, y había concedido a su pueblo que se librara de toda clase de servidumbre; por tanto, lo estimaban, sí, extraordinariamente, en sumo grado.

41 Y sucedió que nombraron jueces para que los gobernaran o juzgaran según la ley; y así lo hicieron en toda la tierra.

42 Y aconteció que Alma fue nombrado para ser el primer juez superior; y era también el sumo sacerdote, habiéndole conferido su padre el oficio, y habiéndole encargado todos los asuntos de la iglesia.

43 Y ocurrió que Alma anduvo en los caminos del Señor, y guardó sus mandamientos, y juzgó con justicia; y hubo continua paz en la tierra.

44 Y así empezó el gobierno de los jueces en toda la tierra de Zarahemla, entre todo el pueblo que se llamaba nefitas; y Alma fue el primer juez superior.

45 Y sucedió que falleció su padre, teniendo ya ochenta y dos años de edad, y habiendo vivido para cumplir los mandamientos de Dios.

46 Y aconteció que Mosíah falleció también, en el trigésimotercer año de su reinado, a la edad de sesenta y tres años; y hacía por todo quinientos nueve años desde la ocasión en que Lehi salió de Jerusalén.

47 Y así terminó el reinado de los reyes sobre el pueblo de Nefi; y así llegaron a su fin los días de Alma, que fue el fundador de la iglesia de ellos.

El Libro de Alma
Hijo de Alma

La narración de Alma, que era hijo de Alma, y el primer juez superior del pueblo de Nefi, y también el sumo sacerdote que presidía la Iglesia. Una relación del gobierno de los jueces y de las guerras y contenciones que hubo entre el pueblo. Además, la narración de una guerra entre los nefitas y los lamanitas, según los anales de Alma, el primer juez superior.

Capítulo 1

Nehor enseña doctrinas falsas, establece una iglesia, introduce la superchería sacerdotal y mata a Gedeón — Nehor es ejecutado por motivo de sus crímenes — Se difunden entre el pueblo la superchería sacerdotal y las persecuciones — Los sacerdotes se sostienen con su propio trabajo, el pueblo cuida de los pobres y la Iglesia prospera. Aproximadamente 91–88 a.C.

1

Ahora bien, sucedió que en el primer año del gobierno de los jueces, que de allí en adelante continuó sobre el pueblo de Nefi, pues el rey Mosíah se había ido por la vía de toda la tierra, habiendo peleado la buena batalla, andando rectamente ante Dios, no dejando quien reinara en su lugar; sin embargo, había establecido leyes que el pueblo reconocía; por tanto, tenían la obligación de someterse a las leyes que él había formulado.

2 Y aconteció que en el primer año del gobierno de Alma en el asiento judicial, le llevaron un hombre para ser juzgado, un hombre de gran estatura y notable por su mucha fuerza.

3 Y este había andado entre el pueblo, predicándole lo que él decía ser la palabra de Dios, importunando a la iglesia, declarando que todo sacerdote y maestro debía hacerse popular; y que no debían trabajar con sus manos, sino que el pueblo debía sostenerlos.

4 Y también testificaba al pueblo que todo el género humano se salvaría en el postrer día, y que no tenían por qué temer ni temblar, sino que podían levantar la cabeza y regocijarse; porque el Señor había creado a todos los hombres, y también los había redimido a todos; y al fin todos los hombres tendrían vida eterna.

5 Y sucedió que tanto enseñó estas cosas, que muchos creyeron en sus palabras, y fueron tantos que comenzaron a sostenerlo y a darle dinero.

6 Y empezó a envanecerse con el orgullo de su corazón, y a usar ropa muy lujosa; sí, y aun empezó a establecer una iglesia de acuerdo con lo que predicaba.

7 Y aconteció que yendo a predicar a los que creían en su palabra, dio con un hombre que pertenecía a la iglesia de Dios, sí, uno de sus maestros, y empezó a disputar vigorosamente con él, a fin de descarriar al pueblo de la iglesia; mas el hombre lo resistió, amonestándolo con las palabras de Dios.

8 Y este hombre se llamaba Gedeón; y era el mismo que fue el instrumento en las manos de Dios para librar del cautiverio al pueblo de Limhi.

9 Ahora bien, porque Gedeón lo resistió con las palabras de Dios, se encolerizó con Gedeón, y sacó su espada y empezó a darle golpes. Y Gedeón estaba ya muy entrado en años; por tanto, no pudo aguantar sus golpes, de modo que murió por la espada.

10

Y el pueblo de la iglesia aprehendió al hombre que lo mató, y fue llevado ante Alma para ser juzgado según los crímenes que había cometido.

11 Y sucedió que compareció ante Alma y se defendió con mucha audacia.

12 Mas Alma le dijo: He aquí, esta es la primera vez que se ha introducido la superchería sacerdotal entre este pueblo. Y he aquí, no solo eres culpable de dicha superchería, sino que has tratado de imponerla por la espada; y si la superchería sacerdotal fuese impuesta sobre este pueblo, resultaría en su entera destrucción.

13 Y tú has derramado la sangre de un hombre justo, sí, un hombre que ha hecho mucho bien entre este pueblo; y si te perdonásemos, su sangre vendría sobre nosotros por venganza.

14 Por tanto, se te condena a morir, conforme a la ley que nos ha dado Mosíah, nuestro último rey, y la cual este pueblo ha reconocido; por tanto, este pueblo debe sujetarse a la ley.

15 Y aconteció que lo tomaron —y se llamaba Nehor— y lo llevaron a la cima del cerro Manti, y allí se le hizo admitir, o mejor dicho, admitió entre los cielos y la tierra, que lo que había enseñado al pueblo era contrario a la palabra de Dios; y allí padeció una muerte ignominiosa.

16 No obstante, no cesó con esto la difusión de la superchería sacerdotal en la tierra; porque había muchos que amaban las vanidades del mundo, y salieron predicando doctrinas falsas; y lo hicieron por causa de las riquezas y los honores.

17 Sin embargo, no se atrevían a mentir, por si llegaba a saberse, por miedo a la ley, porque los embusteros eran castigados; por tanto, aparentaban predicar según su creencia, y la ley no podía ejercer poder alguno en ningún hombre por su creencia.

18 Y no se atrevían a hurtar, por temor a la ley, porque estos eran castigados; ni tampoco se atrevían a robar ni a asesinar, porque el asesino era castigado con la pena de muerte.

19 Pero aconteció que los que no pertenecían a la iglesia de Dios empezaron a perseguir a los que pertenecían a ella y habían tomado sobre sí el nombre de Cristo.

20

Sí, los perseguían y los injuriaban con toda clase de palabras, y esto a causa de su humildad; porque no eran orgullosos a sus propios ojos, y porque se impartían mutuamente la palabra de Dios, sin dinero y sin precio.

21 Ahora bien, había una estricta ley entre el pueblo de la iglesia, que ningún hombre que perteneciese a la iglesia se pusiera a perseguir a aquellos que no pertenecían a la iglesia, y que no debía haber persecución entre ellos mismos.

22 Sin embargo, hubo entre ellos muchos que empezaron a llenarse de orgullo, y a contender acaloradamente con sus adversarios, aun hasta golpearse; sí, se daban puñetazos el uno al otro.

23 Esto aconteció en el segundo año del gobierno de Alma, y fue causa de mucha aflicción para la iglesia; sí, fue la causa de mucha tribulación en ella.

24 Porque muchos de ellos endurecieron sus corazones, y sus nombres fueron borrados, de modo que no los recordaron más entre el pueblo de Dios. Y también muchos se retiraron de entre ellos.

25 Ahora bien, esto fue una dura prueba para los que se mantuvieron constantes en la fe; sin embargo, fueron firmes e inamovibles en guardar los mandamientos de Dios, y sobrellevaron pacientemente la persecución que se les imponía.

26 Y cuando los sacerdotes dejaban su trabajo para impartir la palabra de Dios a los del pueblo, estos también dejaban sus labores para oír la palabra de Dios. Y después que el sacerdote les había impartido la palabra de Dios, todos volvían diligentemente a sus labores; y el sacerdote no se consideraba mejor que sus oyentes, porque el predicador no era de más estima que el oyente, ni el maestro era mejor que el discípulo; y así todos eran iguales y todos trabajaban, todo hombre según su fuerza.

27 Y de conformidad con lo que tenía, todo hombre repartía de sus bienes a los pobres, y a los necesitados, y a los enfermos y afligidos; y no usaban ropa costosa; no obstante, eran aseados y atractivos.

28 Y así dispusieron los asuntos de la iglesia; y así empezaron nuevamente a tener continua paz, a pesar de todas sus persecuciones.

29 Ahora bien, debido a la estabilidad de la iglesia, empezaron a enriquecerse en gran manera, teniendo en abundancia todas las cosas que necesitaban: una abundancia de rebaños y manadas, y toda clase de animales cebados, y también una abundancia de grano, y de oro, y de plata y de objetos preciosos, y abundancia de seda y de lino de fino tejido, y de toda clase de buenas telas sencillas.

30

Y así, en sus prósperas circunstancias no desatendían a ninguno que estuviese desnudo, o que estuviese hambriento, o sediento, o enfermo, o que no hubiese sido nutrido; y no ponían el corazón en las riquezas; por consiguiente, eran generosos con todos, ora ancianos, ora jóvenes, esclavos o libres, varones o mujeres, pertenecieran o no a la iglesia, sin hacer distinción de personas, si estaban necesitadas.

31 Y así prosperaron y llegaron a ser mucho más ricos que los que no pertenecían a su iglesia.

32 Porque los que no pertenecían a su iglesia se entregaban a las hechicerías, y a la idolatría o el ocio, y a chismes, envidias y contiendas; vestían ropas costosas, se ensalzaban en el orgullo de sus propios ojos, perseguían, mentían, hurtaban, robaban y cometían fornicaciones y asesinatos y toda clase de maldad; sin embargo, se ponía en vigor la ley contra los transgresores hasta donde era posible.

33 Y sucedió que por aplicárseles así la ley, cada uno padeciendo de acuerdo con lo que había hecho, se apaciguaron más, y no se atrevieron a cometer iniquidad alguna que se supiera, de modo que hubo mucha paz entre el pueblo de Nefi hasta el quinto año del gobierno de los jueces.

Capítulo 2

Amlici intenta hacerse rey y lo rechaza la voz del pueblo — Sus partidarios lo hacen rey — Los amlicitas combaten contra los nefitas y son derrotados — Los lamanitas y los amlicitas unen sus fuerzas y son vencidos — Alma mata a Amlici. Aproximadamente 87 a.C.

1

Y aconteció que al principio del quinto año de su gobierno, empezó a surgir la contención entre el pueblo, pues cierto hombre llamado Amlici —hombre muy astuto, sí, versado en la sabiduría del mundo, siendo de la orden del hombre que asesinó a Gedeón con la espada, y que fue ejecutado según la ley—

2 y este Amlici se había atraído a muchos con su astucia; sí, a tantos que empezaron a ser muy fuertes; y comenzaron a esforzarse por establecer a Amlici como rey del pueblo.

3 Ahora bien, esto alarmó mucho a la gente de la iglesia, y también a todos aquellos que no habían sido atraídos por las persuasiones de Amlici; porque sabían que, según su ley, la voz del pueblo debía instituir aquellas cosas.

4 Por tanto, si Amlici llegara a granjearse la voz del pueblo, dado que era un hombre perverso, los privaría de sus derechos y privilegios de la iglesia; porque su intención era destruir la iglesia de Dios.

5 Y sucedió que se reunió el pueblo por toda la tierra, todo hombre según su opinión, ya fuera a favor o en contra de Amlici, en grupos separados, ocasionando muchas disputas y grandes contenciones entre unos y otros.

6 Y así se reunieron para expresar sus opiniones concernientes al asunto; y las presentaron ante los jueces.

7 Y aconteció que la voz del pueblo resultó en contra de Amlici, de modo que no fue hecho su rey.

8 Ahora bien, esto causó mucha alegría en el corazón de los que estaban en contra de él; pero Amlici incitó a la ira a aquellos que estaban a su favor en contra de los que no lo apoyaban.

9 Y ocurrió que se reunieron y consagraron a Amlici para que fuese su rey.

10

Y cuando Amlici fue nombrado su rey, les mandó que tomaran las armas en contra de sus hermanos; y lo hizo para subyugarlos a él.

11 Ahora bien, la gente de Amlici se distinguía con el nombre de Amlici, llamándose amlicitas; y los demás se llamaban nefitas o el pueblo de Dios.

12 Por tanto, los nefitas estaban enterados del intento de los amlicitas, y, por consiguiente, se prepararon para enfrentarse a ellos; sí, se armaron con espadas y con cimitarras, con arcos y con flechas, con piedras y con hondas, y con todo género de armas de guerra de todas clases.

13 Y así quedaron preparados para hacer frente a los amlicitas al tiempo de su llegada. Y se nombraron capitanes, y capitanes mayores, y capitanes en jefe, según sus números.

14 Y aconteció que Amlici armó a sus hombres con todo género de armas de guerra de todas clases; y también nombró jefes y caudillos sobre su gente para que los condujeran a la guerra contra sus hermanos.

15 Y sucedió que los amlicitas llegaron al cerro Amnihu, que quedaba al este del río Sidón, el cual pasaba junto a la tierra de Zarahemla, y allí empezaron a hacer la guerra a los nefitas.

16 Ahora bien, Alma, que era juez superior y gobernador del pueblo de Nefi, fue con su gente, sí, con sus capitanes y capitanes en jefe, sí, a la cabeza de sus ejércitos, a combatir a los amlicitas.

17 Y empezaron a matar a los amlicitas sobre el cerro al este del Sidón. Y los amlicitas contendieron contra los nefitas con gran vigor, al grado que muchos de los nefitas cayeron ante los amlicitas.

18 Sin embargo, el Señor fortaleció la mano de los nefitas, de modo que hirieron a los amlicitas con tan grande mortandad, que empezaron a huir delante de ellos.

19 Y sucedió que los nefitas persiguieron a los amlicitas todo ese día, y los mataron con tan grande estrago, que el número de los amlicitas muertos llegó a doce mil quinientas treinta y dos almas; y de los nefitas fueron muertas seis mil quinientas sesenta y dos almas.

20

Y acaeció que cuando Alma ya no pudo perseguir más a los amlicitas, hizo que su gente plantara sus tiendas en el valle de Gedeón, valle que así se llamaba por Gedeón, a quien Nehor mató con la espada; y en este valle los nefitas levantaron sus tiendas para pasar la noche.

21 Y Alma envió espías para que siguieran al resto de los amlicitas, a fin de poder saber sus planes y sus conspiraciones, para que por ese medio él se guardara de ellos, a fin de evitar que su pueblo fuese destruido.

22 Y los que envió a vigilar el campo de los amlicitas se llamaban Zeram, y Amnor, y Manti, y Limher; estos fueron los que partieron con sus hombres para espiar el campo de los amlicitas.

23 Y aconteció que por la mañana retornaron al campo de los nefitas con gran prisa, asombrados en gran manera, y llenos de mucho temor, diciendo:

24 He aquí, seguimos el campo de los amlicitas, y con gran asombro vimos a una numerosa hueste de lamanitas en la tierra de Minón, más allá de la tierra de Zarahemla, en dirección de la tierra de Nefi; y he aquí, los amlicitas se han unido a ellos;

25 y han caído sobre nuestros hermanos en esa tierra; y están huyendo ante ellos con sus rebaños, y sus esposas, y sus niños hacia nuestra ciudad; y a menos que nos demos prisa, se apoderarán de nuestra ciudad, y nuestros padres, y nuestras esposas y nuestros niños serán muertos.

26 Y aconteció que los del pueblo de Nefi alzaron sus tiendas y partieron del valle de Gedeón hacia su ciudad, que era la ciudad de Zarahemla.

27 Y he aquí, mientras estaban cruzando el río Sidón, los lamanitas y los amlicitas, casi tan numerosos como las arenas del mar, cayeron sobre ellos para destruirlos.

28 Sin embargo, la mano del Señor fortaleció a los nefitas, habiéndole ellos rogado fervorosamente que los librara de las manos de sus enemigos; por tanto, el Señor oyó su clamor y los fortaleció, y los lamanitas y los amlicitas cayeron ante ellos.

29 Y aconteció que Alma luchó con Amlici cara a cara con la espada; y lucharon tenazmente uno con otro.

30

Y sucedió que Alma, siendo un hombre de Dios y teniendo mucha fe, clamó, diciendo: ¡Oh Señor, ten misericordia y salva mi vida a fin de que yo sea un instrumento en tus manos para salvar y preservar a este pueblo!

31 Y cuando Alma hubo dicho estas palabras, contendió de nuevo contra Amlici; y a tal grado fue fortalecido, que mató a Amlici con la espada.

32 Y también se batió con el rey de los lamanitas, pero el rey huyó de Alma, y envió a sus guardias para contender con él.

33 Mas Alma, con sus guardias, combatió con los guardias del rey de los lamanitas hasta que los mató y los hizo retroceder.

34 Y así despejó el terreno, o más bien la ribera, que se hallaba al oeste del río Sidón, arrojando a las aguas del Sidón los cuerpos de los lamanitas muertos, a fin de que su pueblo tuviera espacio para pasar y contender con los lamanitas y los amlicitas que se hallaban del lado occidental del río Sidón.

35 Y aconteció que cuando todos hubieron cruzado el río Sidón, los lamanitas y los amlicitas empezaron a huir delante de ellos, a pesar de ser tan numerosos que no podían ser contados.

36 Y huyeron delante de los nefitas hacia el desierto que se hallaba al oeste y al norte, más allá de las fronteras de la tierra; y los nefitas los persiguieron con vigor y los mataron.

37 Sí, les salieron por todas partes, y fueron muertos y perseguidos, hasta esparcirlos por el oeste y por el norte, hasta que llegaron al desierto que se llamaba Hermounts; y era esa parte del yermo que estaba infestada de animales salvajes y voraces.

38 Y aconteció que muchos murieron de sus heridas en el desierto, y fueron devorados por aquellos animales y también por los buitres del aire; y sus huesos han sido descubiertos y amontonados sobre la tierra.

Capítulo 3

Los amlicitas se habían hecho una marca, de acuerdo con las profecías — Los lamanitas habían sido maldecidos por su rebelión — Los hombres traen sobre sí su propia maldición — Los nefitas derrotan a otro ejército lamanita. Aproximadamente 87–86 a.C.

1

Y sucedió que los nefitas que no fueron muertos por las armas de guerra, luego que hubieron sepultado a los que habían perecido —y el número de los muertos no se contó a causa de la magnitud de su número— después que hubieron sepultado a sus muertos, todos se volvieron a sus tierras y sus casas, y a sus esposas y a sus hijos.

2 Ahora bien, muchas mujeres y muchos niños habían perecido por la espada, así como gran cantidad de sus rebaños y manadas; y también fueron destruidos muchos de sus campos de grano, hollados por las huestes de hombres.

3 Y cuantos lamanitas y amlicitas perecieron sobre la ribera del río Sidón fueron arrojados en las aguas del río; y he aquí, sus huesos se hallan en las profundidades del mar, y son muchos.

4 Y los amlicitas se distinguían de los nefitas porque se habían marcado con rojo la frente, a la manera de los lamanitas; sin embargo, no se habían rapado la cabeza como los lamanitas.

5 Pues estos se rapaban la cabeza; y andaban desnudos, con excepción de una faja de piel que ceñían alrededor de sus lomos, y también su armadura que llevaban ceñida alrededor de ellos, y sus arcos, y sus flechas, y sus piedras y sus hondas, etcétera.

6 Y la piel de los lamanitas era obscura, conforme a la señal que fue puesta sobre sus padres, la cual fue una maldición sobre ellos por motivo de su transgresión y su rebelión en contra de sus hermanos Nefi, Jacob, José y Sam, que fueron hombres justos y santos.

7 Y sus hermanos intentaron destruirlos; por lo tanto, fueron maldecidos; y el Señor Dios puso una señal sobre ellos, sí, sobre Lamán y Lemuel, y también sobre los hijos de Ismael y en las mujeres ismaelitas.

8 Y se hizo esto para distinguir a su posteridad de la posteridad de sus hermanos, para que por ese medio el Señor Dios preservara a su pueblo, a fin de que no se mezclaran ni creyeran en tradiciones incorrectas que causarían su destrucción.

9 Y aconteció que quien mezclaba su simiente con la de los lamanitas traía la misma maldición sobre sus descendientes.

10

Por tanto, todo el que se dejaba desviar por los lamanitas recibía ese nombre, y le era puesta una señal.

11 Y aconteció que quienes no creían en las tradiciones de los lamanitas, sino que creían en aquellos anales que fueron traídos de la tierra de Jerusalén, así como en las tradiciones de sus padres, que eran correctas, y creían en los mandamientos de Dios y los guardaban, eran llamados los nefitas, o el pueblo de Nefi, desde entonces en adelante.

12 Y son ellos los que han llevado los anales verdaderos de su pueblo, y también del pueblo de los lamanitas.

13 Ahora volveremos otra vez a los amlicitas, porque también sobre ellos fue puesta una señal; sí, ellos mismos se pusieron la señal; sí, una marca roja sobre la frente.

14 De este modo queda cumplida la palabra de Dios, porque estas son las palabras que él dijo a Nefi: He aquí, he maldecido a los lamanitas, y pondré sobre ellos una señal para que ellos y su posteridad queden separados de ti y de tu posteridad, desde hoy en adelante y para siempre, salvo que se arrepientan de su iniquidad y se vuelvan a mí, para que yo tenga misericordia de ellos.

15 Y además: Pondré una señal sobre aquel que mezcle su simiente con la de tus hermanos, para que sean maldecidos también.

16 Y además: Pondré una señal sobre el que pelee contra ti y tu posteridad.

17 Y digo también que quien se separe de ti, no se llamará más tu posteridad; y te bendeciré a ti, y al que fuere llamado tu descendencia, desde hoy en adelante y para siempre; y estas fueron las promesas del Señor a Nefi y a su posteridad.

18 Ahora bien, los amlicitas no sabían que estaban cumpliendo las palabras de Dios cuando empezaron a marcarse la frente; sin embargo, se habían rebelado abiertamente contra Dios; por tanto, fue menester que la maldición cayera sobre ellos.

19 Ahora bien, quisiera que entendieseis que ellos trajeron sobre sí mismos la maldición; y de igual manera todo hombre que es maldecido trae sobre sí su propia condenación.

20

Aconteció, pues, que no muchos días después de la batalla que emprendieron en la tierra de Zarahemla los lamanitas y amlicitas, otro ejército lamanita vino sobre el pueblo de Nefi, en el mismo lugar donde el primer ejército se había batido con los amlicitas.

21 Y sucedió que se envió un ejército para echarlos de su tierra.

22 Y el propio Alma, por estar afligido con una herida, no fue esta vez a la batalla contra los lamanitas,

23 sino que envió contra ellos un numeroso ejército, el cual subió y mató a muchos de los lamanitas, y echó al resto de ellos fuera de las fronteras de su tierra.

24 Y entonces volvieron otra vez y empezaron a establecer la paz en la tierra, sin ser molestados por sus enemigos durante algún tiempo.

25 Ahora bien, todas estas cosas se hicieron, sí, todas estas guerras y contiendas comenzaron y terminaron en el quinto año del gobierno de los jueces.

26 Y en un año millares y decenas de millares de almas fueron enviadas al mundo eterno, para recibir su recompensa conforme a sus obras, ya fuesen buenas o fuesen malas; para recibir felicidad eterna o miseria eterna, de acuerdo con el espíritu que quisieron obedecer, ya fuese un espíritu bueno, ya malo.

27 Pues todo hombre recibe su salario de aquel a quien quiere obedecer, y esto según las palabras del espíritu de profecía; por tanto, sea hecho conforme a la verdad. Y así terminó el quinto año del gobierno de los jueces.

Capítulo 4

Alma bautiza a miles de conversos — Surge la iniquidad en la Iglesia y el progreso de esta disminuye — Nefíah es nombrado juez superior — Alma, en calidad de sumo sacerdote, se dedica al ministerio. Aproximadamente 86–83 a.C.

1

Y sucedió que en el sexto año del gobierno de los jueces sobre el pueblo de Nefi, no hubo contenciones ni guerras en la tierra de Zarahemla.

2 Mas el pueblo estaba afligido, sí, sumamente afligido por la pérdida de sus hermanos, y también por la pérdida de sus rebaños y manadas, y por la pérdida de sus campos de grano que los lamanitas habían hollado y destruido.

3 Y eran tan grandes sus aflicciones, que no había quien no tuviera motivo para lamentarse; y creían que eran los juicios de Dios enviados sobre ellos a causa de sus iniquidades y sus abominaciones; por consiguiente, se despertó en ellos el recuerdo de su deber.

4 Y empezaron a establecer la iglesia más completamente; sí, y muchos fueron bautizados en las aguas de Sidón y se unieron a la iglesia de Dios; sí, los bautizó Alma, a quien su padre, Alma, había consagrado sumo sacerdote del pueblo de la iglesia.

5 Y sucedió que en el año séptimo del gobierno de los jueces hubo unas tres mil quinientas almas que se unieron a la iglesia de Dios y se bautizaron. Y así terminó el séptimo año del gobierno de los jueces sobre el pueblo de Nefi; y hubo continua paz todo ese tiempo.

6 Y aconteció que en el año octavo del gobierno de los jueces, los de la iglesia empezaron a llenarse de orgullo por motivo de sus grandes riquezas, y sus delicadas sedas, y sus linos de tejidos finos, y por motivo de sus muchos rebaños y manadas, y su oro y su plata, y toda clase de objetos preciosos que habían obtenido por su industria; y en todas estas cosas se envanecieron en el orgullo de sus ojos, porque empezaron a usar vestidos muy costosos.

7 Ahora bien, esto fue causa de mucha aflicción para Alma, sí, y para muchos de los que él había consagrado para ser maestros, sacerdotes y élderes en la iglesia; sí, muchos de ellos se sintieron afligidos en extremo por la iniquidad que vieron que había surgido entre los de su pueblo.

8 Porque vieron y observaron con gran dolor que los del pueblo de la iglesia empezaban a ensalzarse en el orgullo de sus ojos, y a fijar sus corazones en las riquezas y en las cosas vanas del mundo, de modo que empezaron a despreciarse unos a otros, y a perseguir a aquellos que no creían conforme a la propia voluntad y placer de ellos.

9 Y así, en este octavo año del gobierno de los jueces, empezó a haber grandes contenciones entre los de la iglesia; sí, había envidias y conflictos, malicia, persecución y orgullo, aun excediendo al orgullo de aquellos que no pertenecían a la iglesia de Dios.

10

Y así terminó el año octavo del gobierno de los jueces; y la iniquidad de los de la iglesia fue un gran tropiezo para los que no pertenecían a ella; y así la iglesia empezó a detenerse en su progreso.

11 Y sucedió que al principio del año nono, Alma vio la iniquidad de la iglesia, y también vio que el ejemplo de la iglesia empezaba a conducir a los que eran incrédulos de una iniquidad a otra, causando con ello la destrucción del pueblo.

12 Sí, vio una desigualdad muy grande entre el pueblo, algunos que se ensalzaban en su orgullo, despreciando a otros, volviendo las espaldas al necesitado y al desnudo, y a aquellos que tenían hambre, y a los que tenían sed, y a los que estaban enfermos y afligidos.

13 Ahora bien, esto fue un gran motivo de lamentaciones entre el pueblo, mientras que otros se humillaban, socorriendo a los que necesitaban su socorro, a saber, repartiendo de sus bienes al pobre y al necesitado, dando de comer al hambriento y sufriendo toda clase de aflicciones por causa de Cristo, quien había de venir según el espíritu de profecía,

14 esperando anhelosamente ese día, reteniendo de ese modo la remisión de sus pecados; llenándose de gran alegría a causa de la resurrección de los muertos, de acuerdo con la voluntad y el poder y la liberación de Jesucristo de las ligaduras de la muerte.

15 Y ahora bien, aconteció que Alma, habiendo visto las aflicciones de los humildes discípulos de Dios y las persecuciones que sobre ellos amontonaba el resto de su pueblo, y viendo toda su desigualdad, comenzó a afligirse en extremo; sin embargo, no le faltó el Espíritu del Señor.

16 Y escogió a un hombre sabio de entre los élderes de la iglesia, y lo facultó, según la voz del pueblo, para que tuviera el poder de decretar leyes, de conformidad con las que se habían dado, y ponerlas en vigor conforme a la iniquidad y los delitos del pueblo.

17 Y este hombre se llamaba Nefíah, y fue nombrado juez superior; y ocupó el asiento judicial para juzgar y gobernar al pueblo.

18 Ahora bien, Alma no le concedió el oficio de ser sumo sacerdote sobre la iglesia, sino que retuvo el oficio de sumo sacerdote para sí; mas entregó a Nefíah el asiento judicial.

19 E hizo esto para poder salir él mismo entre los de su pueblo, o sea, entre el pueblo de Nefi, a fin de predicarles la palabra de Dios para despertar en ellos el recuerdo de sus deberes, y para abatir, por medio de la palabra de Dios, todo el orgullo y las artimañas, y todas las contenciones que había entre su pueblo, porque no vio otra manera de rescatarlos sino con la fuerza de un testimonio puro en contra de ellos.

20

Y así, a principios del año nono del gobierno de los jueces sobre el pueblo de Nefi, Alma entregó el asiento judicial a Nefíah, y se concretó completamente al sumo sacerdocio del santo orden de Dios, y a dar testimonio de la palabra, de acuerdo con el espíritu de revelación y profecía.

Las palabras que Alma, el Sumo Sacerdote según el santo orden de Dios, proclamó al pueblo en sus ciudades y aldeas por todo el país.

Comenzando con el capítulo 5.

Capítulo 5

Para lograr la salvación, los hombres deben arrepentirse y guardar los mandamientos, nacer de nuevo, purificar sus vestidos mediante la sangre de Cristo, ser humildes, despojarse del orgullo y de la envidia, y hacer las obras de rectitud — El Buen Pastor llama a Su pueblo — Los que hacen obras malas son hijos del diablo — Alma testifica de la veracidad de su doctrina y manda a los hombres que se arrepientan — Los nombres de los justos serán escritos en el libro de la vida. Aproximadamente 83 a.C.

1

Aconteció, pues, que Alma empezó a proclamar la palabra de Dios al pueblo, primero en la tierra de Zarahemla, y desde allí por toda la tierra.

2 Y estas son las palabras que, según su propio registro, habló al pueblo de la iglesia que se hallaba establecida en la ciudad de Zarahemla, diciendo:

3 Yo, Alma, habiendo sido consagrado por mi padre Alma para ser sumo sacerdote sobre la iglesia de Dios, ya que él tenía el poder y la autoridad de Dios para hacer estas cosas, he aquí, os digo que él empezó a establecer una iglesia en la tierra que se hallaba en las fronteras de Nefi; sí, la tierra que era llamada la tierra de Mormón; sí, y bautizó a sus hermanos en las aguas de Mormón.

4 Y he aquí, os digo que fueron librados de las manos del pueblo del rey Noé por la misericordia y el poder de Dios.

5 Y después de esto, he aquí, fueron reducidos a la servidumbre por la mano de los lamanitas en el desierto; sí, os digo que se hallaban en el cautiverio, y nuevamente el Señor los libró de la servidumbre por el poder de su palabra; y se nos trajo a esta tierra, y aquí empezamos a establecer la iglesia de Dios por toda esta tierra también.

6 Y ahora, he aquí os digo, hermanos míos, vosotros los que pertenecéis a esta iglesia, ¿habéis retenido suficientemente en la memoria el cautiverio de vuestros padres? Sí, ¿y habéis retenido suficientemente en la memoria la misericordia y longanimidad de Dios para con ellos? Y además, ¿habéis retenido suficientemente en la memoria que él ha rescatado sus almas del infierno?

7 He aquí, él cambió sus corazones; sí, los despertó de un profundo sueño, y despertaron en cuanto a Dios. He aquí, se hallaban en medio de la obscuridad; no obstante, la luz de la sempiterna palabra iluminó sus almas; sí, los tenían ceñidos las ligaduras de la muerte y las cadenas del infierno, y los esperaba una eterna destrucción.

8 Y os pregunto ahora, hermanos míos: ¿Fueron destruidos? He aquí, os digo que no; no lo fueron.

9 Y os pregunto también: ¿Fueron quebrantadas las ligaduras de la muerte, y desatadas las cadenas del infierno que los tenían atados? Os digo que sí; fueron desatadas, y sus almas se ensancharon, y cantaron del amor que redime. Y os digo que son salvos.

10

Y os pregunto ahora: ¿Según qué condiciones son salvos? Sí, ¿en qué se fundaban para esperar la salvación? ¿Por qué motivo fueron librados de las ligaduras de la muerte, sí, y de las cadenas del infierno también?

11 He aquí, os lo puedo decir. ¿No creyó mi padre Alma en las palabras que se declararon por boca de Abinadí? ¿Y no fue él un santo profeta? ¿No habló las palabras de Dios, y las creyó mi padre Alma?

12 Y según su fe, se realizó un potente cambio en su corazón. He aquí, os digo que todo esto es verdad.

13 Y he aquí, él predicó la palabra a vuestros padres, y en sus corazones también se efectuó un potente cambio; y se humillaron, y pusieron su confianza en el Dios verdadero y viviente. Y he aquí, fueron fieles hasta el fin; por tanto, fueron salvos.

14 Y ahora os pregunto, hermanos míos de la iglesia: ¿Habéis nacido espiritualmente de Dios? ¿Habéis recibido su imagen en vuestros rostros? ¿Habéis experimentado este potente cambio en vuestros corazones?

15 ¿Ejercéis la fe en la redención de aquel que os creó? ¿Miráis hacia adelante con el ojo de la fe y veis este cuerpo mortal levantado en inmortalidad, y esta corrupción levantada en incorrupción, para presentaros ante Dios y ser juzgados de acuerdo con las obras que se han hecho en el cuerpo mortal?

16 Os digo: ¿Podéis imaginaros oír la voz del Señor en aquel día, diciéndoos: Venid a mí, benditos, porque, he aquí, vuestras obras han sido obras de rectitud sobre la faz de la tierra?

17 ¿O suponéis que podréis mentir al Señor en aquel día, y decir: Señor, nuestras obras han sido justas sobre la faz de la tierra; y que entonces él os salvará?

18 O de lo contrario, ¿podéis imaginaros llevados ante el tribunal de Dios con vuestras almas llenas de culpa y remordimiento, teniendo un recuerdo de toda vuestra culpa; sí, un recuerdo perfecto de todas vuestras iniquidades; sí, un recuerdo de haber desafiado los mandamientos de Dios?

19 Os digo: ¿Podréis mirar a Dios en aquel día con un corazón puro y manos limpias? ¿Podréis alzar la vista, teniendo la imagen de Dios grabada en vuestros semblantes?

20

Os digo: ¿Podéis pensar en ser salvos cuando os habéis sometido para quedar sujetos al diablo?

21 Os digo que en aquel día sabréis que no podéis ser salvos; porque nadie puede ser salvo a menos que sus vestidos hayan sido lavados hasta quedar blancos; sí, sus vestidos deben ser purificados hasta quedar limpios de toda mancha, mediante la sangre de aquel de quien nuestros padres han hablado, el cual habrá de venir para redimir a su pueblo de sus pecados.

22 Y os pregunto ahora, hermanos míos: ¿Cómo se sentirá cualquiera de vosotros, si comparecéis ante el tribunal de Dios, con vuestros vestidos manchados de sangre y de toda clase de inmundicia? He aquí, ¿qué testificarán todas estas cosas contra vosotros?

23 He aquí, ¿no testificarán que sois asesinos, sí, y también que sois culpables de todo género de iniquidades?

24 He aquí, hermanos míos, ¿suponéis que semejante ser pueda tener un lugar donde sentarse en el reino de Dios, con Abraham, con Isaac, y con Jacob, y también todos los santos profetas, cuyos vestidos están limpios y se hallan sin mancha, puros y blancos?

25 Os digo que no; y a menos que hagáis a nuestro Creador embustero desde el principio, o penséis que ha mentido desde el principio, no podéis suponer que tales seres puedan hallar lugar en el reino de los cielos; sino que serán echados fuera, porque son hijos del reino del diablo.

26 Y ahora os digo, hermanos míos, si habéis experimentado un cambio en el corazón, y si habéis sentido el deseo de cantar la canción del amor que redime, quisiera preguntaros: ¿Podéis sentir esto ahora?

27 ¿Habéis caminado, conservándoos irreprensibles delante de Dios? Si os tocase morir en este momento, ¿podríais decir, dentro de vosotros, que habéis sido suficientemente humildes? ¿que vuestros vestidos han sido lavados y blanqueados mediante la sangre de Cristo, que vendrá para redimir a su pueblo de sus pecados?

28 He aquí, ¿os halláis despojados del orgullo? Si no, yo os digo que no estáis preparados para comparecer ante Dios. He aquí, debéis disponeros prontamente; porque el reino de los cielos pronto se acerca, y el que no esté preparado no tendrá vida eterna.

29 He aquí, digo: ¿Hay entre vosotros quien no esté despojado de la envidia? Os digo que este no está preparado; y quisiera que se preparase pronto, porque la hora está cerca, y no sabe cuándo llegará el momento; porque tal persona no se halla sin culpa.

30

Y además, os digo: ¿Hay entre vosotros quien se burle de su hermano, o que acumule persecuciones sobre él?

31 ¡Ay de tal persona, porque no está preparada; y el tiempo está cerca en que debe arrepentirse, o no puede ser salva!

32 Sí, ¡ay de todos vosotros, obradores de iniquidad! ¡Arrepentíos, arrepentíos, porque el Señor Dios lo ha dicho!

33 He aquí, él invita a todos los hombres, pues a todos ellos se extienden los brazos de misericordia, y él dice: Arrepentíos, y os recibiré.

34 Sí, dice él: Venid a mí, y participaréis del fruto del árbol de la vida; sí, comeréis y beberéis libremente del pan y de las aguas de la vida;

35 sí, venid a mí y haced obras de rectitud, y no seréis talados y arrojados al fuego.

36 Porque he aquí, el tiempo está cerca en que todo aquel que no diere buen fruto, o sea, el que no hiciere las obras de rectitud, tendrá razón para gritar y lamentarse.

37 ¡Oh obradores de iniquidad, vosotros que os habéis engreído con las vanidades del mundo, vosotros que habéis declarado conocer las sendas de la rectitud, y, sin embargo, os habéis descarriado como ovejas sin pastor, no obstante que un pastor os ha llamado, y os está llamando aún, pero vosotros no queréis escuchar su voz!

38 He aquí, os digo que el buen pastor os llama; sí, y os llama en su propio nombre, el cual es el nombre de Cristo; y si no queréis dar oídos a la voz del buen pastor, al nombre por el cual sois llamados, he aquí, no sois las ovejas del buen pastor.

39 Y si no sois las ovejas del buen pastor, ¿de qué rebaño sois? He aquí, os digo que el diablo es vuestro pastor, y vosotros sois de su rebaño; y ahora bien, ¿quién puede negarlo? He aquí, os digo que quien niega esto es un embustero e hijo del diablo.

40

Porque os digo que todo lo que es bueno viene de Dios; y todo lo que es malo, del diablo procede.

41 Por lo tanto, si un hombre hace buenas obras, él escucha la voz del buen pastor y lo sigue; pero el que hace malas obras, este se convierte en hijo del diablo, porque escucha su voz y lo sigue.

42 Y el que hace esto tendrá que recibir de él su salario; por consiguiente, recibe como su salario la muerte, en cuanto a las cosas que pertenecen a la rectitud, ya que está muerto a toda buena obra.

43 Y ahora bien, hermanos míos, quisiera que me escuchaseis, porque hablo con la fuerza de mi alma; porque, he aquí, os he hablado claramente de modo que no podéis errar, o sea, he hablado según los mandamientos de Dios.

44 Porque soy llamado para hablar de este modo, según el santo orden de Dios que está en Cristo Jesús; sí, se me manda que me levante y testifique a este pueblo las cosas que han hablado nuestros padres concernientes a lo que está por venir.

45 Y esto no es todo. ¿No suponéis que sé de estas cosas yo mismo? He aquí, os testifico que yo sé que estas cosas de que he hablado son verdaderas. Y, ¿cómo suponéis que yo sé de su certeza?

46 He aquí, os digo que el Santo Espíritu de Dios me las hace saber. He aquí, he ayunado y orado muchos días para poder saber estas cosas por mí mismo. Y ahora sé por mí mismo que son verdaderas; porque el Señor Dios me las ha manifestado por su Santo Espíritu; y este es el espíritu de revelación que está en mí.

47 Y además, os digo que así se me ha revelado, que las palabras que nuestros padres han hablado son verdaderas, aun de conformidad con el espíritu de profecía que en mí se halla, el cual también es por la manifestación del Espíritu de Dios.

48 Os digo yo que sé por mí mismo, que cuanto os diga concerniente a lo que ha de venir es verdad; y os digo que sé que Jesucristo vendrá; sí, el Hijo, el Unigénito del Padre, lleno de gracia, de misericordia y de verdad. Y he aquí, él es el que viene a quitar los pecados del mundo, sí, los pecados de todo hombre que crea firmemente en su nombre.

49 Y ahora os digo que este es el orden según el cual soy llamado, sí, para predicar a mis amados hermanos, sí, y a todo el que mora sobre la tierra; sí, a predicar a todos, ora ancianos o jóvenes, ora esclavos o libres; sí, os digo, a los de edad avanzada y también a los de edad mediana y a la nueva generación; sí, para declararles que deben arrepentirse y nacer de nuevo.

50

Sí, el Espíritu así dice: Arrepentíos todos vosotros, extremos de la tierra, porque el reino de los cielos está cerca; sí, el Hijo de Dios viene en su gloria, en su fuerza, majestad, poder y dominio. Sí, amados hermanos míos, os digo que el Espíritu dice: He aquí la gloria del Rey de toda la tierra; y también el Rey del cielo brillará muy pronto entre todos los hijos de los hombres.

51 Y me dice también el Espíritu, sí, me clama con voz potente, diciendo: Ve y di a los de este pueblo: Arrepentíos, porque a menos que os arrepintáis, de ningún modo podréis heredar el reino de los cielos.

52 Y además, os digo que el Espíritu declara: He aquí, el hacha está puesta a la raíz del árbol; por lo tanto, todo árbol que no produzca buen fruto, será talado y echado al fuego; sí, un fuego que no puede ser consumido, un fuego inextinguible. He aquí, y tened presente, el Santo lo ha dicho.

53 Y ahora os digo, amados hermanos míos: ¿Podéis resistir estas palabras? Sí, ¿podéis desechar estas cosas y hollar con los pies al Santo de Israel? Sí, ¿podéis inflaros con el orgullo de vuestros corazones? Sí, ¿persistiréis aún en usar ropas costosas y en poner vuestros corazones en las vanidades del mundo, en vuestras riquezas?

54 Sí, ¿persistiréis en suponer que unos sois mejores que otros? Sí, ¿persistiréis en perseguir a vuestros hermanos que se humillan y caminan según el santo orden de Dios, en virtud de lo cual han entrado en esta iglesia —habiendo sido santificados por el Santo Espíritu— y hacen obras dignas de arrepentimiento?

55 Sí, ¿persistiréis en volver vuestras espaldas al pobre y al necesitado, y en negarles vuestros bienes?

56 Y por último, a todos vosotros que queréis persistir en vuestra iniquidad, os digo que estos son los que serán talados y arrojados al fuego, a menos que se arrepientan prontamente.

57 Y a todos vosotros que deseáis seguir la voz del buen pastor, ahora os digo: Salid de entre los inicuos, y conservaos aparte, y no toquéis sus cosas inmundas; pues he aquí, sus nombres serán borrados, a fin de que los nombres de los inicuos no sean contados entre los nombres de los justos, para que se cumpla la palabra de Dios, que dice: Los nombres de los inicuos no serán mezclados con los nombres de los de mi pueblo;

58 porque los nombres de los justos serán escritos en el libro de la vida, y a ellos les concederé una herencia a mi diestra. Y ahora bien, hermanos míos, ¿qué tenéis que decir en contra de esto? Os digo que si habláis en contra de ello, nada importa; porque la palabra de Dios debe cumplirse.

59 Pues, ¿qué pastor hay entre vosotros que, teniendo muchas ovejas, no las vigila para que no entren los lobos y devoren su rebaño? Y he aquí, si un lobo entra en medio de su rebaño, ¿no lo echa fuera? Sí, y por último, si puede destruirlo, lo hará.

60

Y ahora os digo que el buen pastor os llama; y si escucháis su voz, os conducirá a su redil y seréis sus ovejas; y él os manda que no dejéis entrar ningún lobo rapaz entre vosotros, para que no seáis destruidos.

61 Y ahora bien, yo, Alma, os mando, con las palabras de aquel que me ha mandado a mí, que os esforcéis por cumplir con las palabras que os he hablado.

62 Os hablo por vía de mandamiento a vosotros que pertenecéis a la iglesia; y por vía de invitación os hablo a los que no pertenecéis a ella, diciendo: Venid y bautizaos para arrepentimiento, a fin de que también participéis del fruto del árbol de la vida.

Capítulo 6

La Iglesia en Zarahemla se purifica y se pone en orden — Alma va a Gedeón a predicar. Aproximadamente 83 a.C.

1

Y sucedió que después que hubo concluido de hablar a los de la iglesia establecida en la ciudad de Zarahemla, Alma ordenó sacerdotes y élderes por la imposición de sus manos, según el orden de Dios, para presidir la iglesia y velar por ella.

2 Y aconteció que de los que no pertenecían a la iglesia, quienes se arrepentían de sus pecados, eran bautizados para arrepentimiento y recibidos en la iglesia.

3 Y también sucedió que aquellos que eran de la iglesia y que no se arrepintieron de sus iniquidades ni se humillaron ante Dios —me refiero a los que se habían ensalzado en el orgullo de sus corazones— estos fueron desechados, y sus nombres fueron borrados, de modo que no los contaban entre los de los justos.

4 Y así empezaron a establecer el orden de la iglesia en la ciudad de Zarahemla.

5 Ahora bien, quisiera que entendieseis que la palabra de Dios era accesible a todos; que a nadie se le negaba el privilegio de congregarse para oír la palabra de Dios.

6 No obstante, se mandó a los hijos de Dios que se congregaran frecuentemente, y se unieran en ayuno y ferviente oración por el bien de las almas de aquellos que no conocían a Dios.

7 Y sucedió que después que hubo formulado estas reglas, Alma se retiró de ellos, sí, de la iglesia que se hallaba en la ciudad de Zarahemla, y cruzó al lado este del río Sidón, al valle de Gedeón, donde se había edificado una ciudad que se llamaba Gedeón, la cual se hallaba en el valle llamado Gedeón, el nombre de aquel a quien Nehor mató con la espada.

8 Y Alma fue a la iglesia que se hallaba establecida en el valle de Gedeón, y empezó a declarar la palabra de Dios según la revelación de la verdad de la palabra que sus padres habían hablado y de acuerdo con el espíritu de profecía que estaba en él, conforme al testimonio de Jesucristo, el Hijo de Dios, que habría de venir para redimir a su pueblo de sus pecados, y de acuerdo con el santo orden mediante el cual Alma había sido llamado. Y así está escrito. Amén.

Las palabras de Alma que, según sus propios anales, dirigió al pueblo de Gedeón.

Comprende el capítulo 7.

Capítulo 7

Cristo nacerá de María — Él soltará las ligaduras de la muerte y tomará sobre sí los pecados de Su pueblo — Aquellos que se arrepientan, se bauticen y guarden los mandamientos tendrán la vida eterna — La inmundicia no puede heredar el reino de Dios — Se requieren la humildad, la fe, la esperanza y la caridad. Aproximadamente 83 a.C.

1

He aquí, amados hermanos míos, ya que se me ha permitido venir a vosotros, trataré, por tanto, de hablaros en mi lenguaje, sí, por mi propia boca, en vista de que es la primera vez que os hablo con las palabras de mi boca, pues me he visto totalmente limitado al tribunal, con tantos asuntos que no pude visitaros antes.

2 Y ni aun en esta ocasión habría podido venir, si no fuera que se ha dado el asiento judicial a otro para que gobierne en mi lugar. Y el Señor con gran misericordia me ha concedido que venga a vosotros.

3 Y he aquí, he venido con grandes esperanzas y con mucho anhelo de hallar que os habíais humillado ante Dios y que habíais continuado suplicando su gracia; de hallar que estabais sin culpa ante él, y de no hallaros en el terrible dilema en que estaban vuestros hermanos en Zarahemla.

4 Pero bendito sea el nombre de Dios, porque me ha dado a saber, sí, me ha concedido el inmenso gozo de saber que nuevamente se hallan fundados en la senda de la justicia de Dios.

5 Y confío en que, según el Espíritu de Dios que está en mí, también pueda yo sentir gozo por causa de vosotros; no obstante, no deseo que mi gozo por vosotros venga a causa de tantas aflicciones y angustia que he sentido por los hermanos de Zarahemla; porque he aquí, mi gozo por causa de ellos viene después de pasar por mucha aflicción y angustia.

6 Mas he aquí, confío en que no os halléis en un estado de tanta incredulidad como lo estaban vuestros hermanos; espero que no os hayáis envanecido con el orgullo de vuestros corazones; sí, confío en que no hayáis puesto vuestros corazones en las riquezas y las vanidades del mundo; sí, confío en que no adoréis ídolos, sino que adoréis al Dios verdadero y viviente, y que esperéis anhelosamente, con una fe sempiterna, la remisión de vuestros pecados que ha de venir.

7 Pues he aquí, os digo que muchas cosas han de venir; y he aquí, hay una que es más importante que todas las otras, pues he aquí, no está muy lejos el día en que el Redentor viva y venga entre su pueblo.

8 He aquí, no digo que vendrá entre nosotros mientras esté morando en su cuerpo terrenal; pues he aquí, el Espíritu no me ha dicho que tal sería el caso. Ahora bien, con respecto a ello, no sé; pero esto sí sé: que el Señor Dios tiene poder para hacer todas las cosas que van de conformidad con su palabra.

9 Mas he aquí, el Espíritu me ha dicho esto: Proclama a este pueblo, diciendo: Arrepentíos y preparad la vía del Señor, y andad por sus sendas, que son rectas; porque he aquí, el reino de los cielos está cerca, y el Hijo de Dios viene sobre la faz de la tierra.

10

Y he aquí, nacerá de María, en Jerusalén, que es la tierra de nuestros antepasados, y siendo ella virgen, un vaso precioso y escogido, a quien se hará sombra y concebirá por el poder del Espíritu Santo, dará a luz un hijo, sí, aun el Hijo de Dios.

11 Y él saldrá, sufriendo dolores, aflicciones y tentaciones de todas clases; y esto para que se cumpla la palabra que dice: Tomará sobre sí los dolores y las enfermedades de su pueblo.

12 Y tomará sobre sí la muerte, para soltar las ligaduras de la muerte que sujetan a su pueblo; y sus debilidades tomará él sobre sí, para que sus entrañas sean llenas de misericordia, según la carne, a fin de que según la carne sepa cómo socorrer a los de su pueblo, de acuerdo con las debilidades de ellos.

13 Ahora bien, el Espíritu sabe todas las cosas; sin embargo, el Hijo de Dios padece según la carne, a fin de tomar sobre sí los pecados de su pueblo, para borrar sus transgresiones según el poder de su liberación; y he aquí, este es el testimonio que hay en mí.

14 Ahora os digo que debéis arrepentiros y nacer de nuevo; pues el Espíritu dice que si no nacéis otra vez, no podéis heredar el reino de los cielos. Venid, pues, y sed bautizados para arrepentimiento, a fin de que seáis lavados de vuestros pecados, para que tengáis fe en el Cordero de Dios, que quita los pecados del mundo, que es poderoso para salvar y para limpiar de toda iniquidad.

15 Sí, os digo, venid y no temáis, y desechad todo pecado, pecado que fácilmente os envuelve, que os liga hasta la destrucción; sí, venid y adelantaos, y manifestad a vuestro Dios que estáis dispuestos a arrepentiros de vuestros pecados y a concertar un convenio con él de guardar sus mandamientos, y testificádselo hoy, yendo a las aguas del bautismo.

16 Y el que hiciere esto y guardare los mandamientos de Dios de allí en adelante, se acordará que le digo, sí, se acordará que le he dicho, según el testimonio del Santo Espíritu que testifica en mí, que tendrá la vida eterna.

17 Y ahora bien, amados hermanos míos, ¿creéis estas cosas? He aquí, os digo que sí, yo sé que las creéis; y la forma en que yo sé que las creéis es por la manifestación del Espíritu que hay en mí. Y ahora, por motivo de que vuestra fe es grande en esto, sí, concerniente a lo que os he hablado, grande es mi gozo.

18 Porque como os dije desde el principio, deseaba mucho que no estuvieseis en el estado de dilema semejante a vuestros hermanos; y he hallado que se han realizado mis deseos.

19 Porque percibo que andáis por las sendas de la rectitud. Veo que os halláis en el camino que conduce al reino de Dios; sí, percibo que estáis enderezando sus sendas.

20

Veo que se os ha hecho saber, por el testimonio de su palabra, que él no puede andar en sendas tortuosas; ni se desvía de aquello que ha dicho; ni hay en él sombra de apartarse de la derecha a la izquierda, o del bien al mal; por tanto, su curso es un giro eterno.

21 Y él no habita en templos impuros; y ni la suciedad ni cosa inmunda alguna pueden ser recibidas en el reino de Dios; por tanto, os digo que vendrá el tiempo, sí, y será en el postrer día, en que el que sea inmundo permanecerá en su inmundicia.

22 Y ahora bien, mis queridos hermanos, os he dicho estas cosas a fin de despertar en vosotros el sentido de vuestro deber para con Dios, para que andéis sin culpa delante de él, para que caminéis según el santo orden de Dios, conforme al cual se os ha recibido.

23 Y ahora quisiera que fueseis humildes, que fueseis sumisos y dóciles; fáciles de ser tratables; llenos de paciencia y longanimidad; siendo moderados en todas las cosas; siendo diligentes en guardar los mandamientos de Dios en todo momento; pidiendo las cosas que necesitéis, tanto espirituales como temporales; siempre dando gracias a Dios por las cosas que recibís.

24 Y mirad que tengáis fe, esperanza y caridad, y entonces siempre abundaréis en buenas obras.

25 Y el Señor os bendiga y guarde vuestros vestidos sin mancha, para que al fin seáis llevados para sentaros en el reino de los cielos con Abraham, Isaac y Jacob, y los santos profetas que han existido desde el principio del mundo, para jamás salir, conservando vuestros vestidos sin mancha, así como los de ellos están sin mancha.

26 Y ahora bien, amados hermanos míos, os he hablado estas palabras de acuerdo con el Espíritu que testifica dentro de mí, y mi alma se regocija en extremo por motivo de la suma diligencia y cuidado con que habéis atendido a mi palabra.

27 Y ahora bien, repose sobre vosotros la paz de Dios, y sobre vuestras casas y tierras, y sobre vuestros rebaños y manadas y todo cuanto poseáis, sobre vuestras mujeres y vuestros hijos, según vuestra fe y buenas obras, desde ahora en adelante y para siempre. Y así he dicho. Amén.

Capítulo 8

Alma predica y bautiza en Melek — Es rechazado en Ammoníah y parte de allí — Un ángel le manda que vuelva y proclame el arrepentimiento al pueblo — Amulek lo recibe y los dos predican en Ammoníah. Aproximadamente 82 a.C.

1

Y sucedió que Alma retornó de la tierra de Gedeón, después de haber enseñado al pueblo de Gedeón muchas cosas que no pueden ser escritas, habiendo establecido allí el orden de la iglesia, como lo había hecho anteriormente en la tierra de Zarahemla, sí, volvió a su propia casa en Zarahemla, para descansar de las obras que había efectuado.

2 Y así terminó el año nono del gobierno de los jueces sobre el pueblo de Nefi.

3 Y ocurrió que a principios del décimo año del gobierno de los jueces sobre el pueblo de Nefi, Alma salió de allí y viajó a la tierra de Melek, al oeste del río Sidón, cerca de las fronteras del desierto.

4 Y empezó a enseñar al pueblo en la tierra de Melek de conformidad con el santo orden de Dios, por medio del cual había sido llamado; y empezó a enseñar al pueblo por toda la tierra de Melek.

5 Y sucedió que vino a él la gente de todos los contornos de la tierra que estaba del lado del desierto. Y se bautizaron por toda la tierra;

6 de modo que cuando hubo concluido su obra en Melek, se fue de allí y viajó tres días hacia el norte de la tierra de Melek; y llegó a una ciudad que se llamaba Ammoníah.

7 Ahora bien, entre el pueblo de Nefi era costumbre dar a sus tierras, ciudades y aldeas, sí, a todas sus pequeñas aldeas, el nombre de su primer poseedor; y así fue con la tierra de Ammoníah.

8 Y ocurrió que cuando hubo llegado a la ciudad de Ammoníah, Alma empezó a predicarles la palabra de Dios.

9 Pero Satanás se había apoderado en sumo grado del corazón de los habitantes de la ciudad de Ammoníah; por lo tanto, no quisieron escuchar las palabras de Alma.

10

No obstante, Alma se esforzó mucho en el espíritu, bregando con Dios en ferviente oración para que derramara su Espíritu sobre el pueblo que se hallaba en la ciudad; y que también le concediera bautizarlos para arrepentimiento.

11 Sin embargo, endurecieron sus corazones, y le dijeron: He aquí, sabemos que eres Alma; y sabemos que eres sumo sacerdote de la iglesia que has establecido en muchas partes de la tierra, según vuestra tradición; pero nosotros no somos de tu iglesia, y no creemos en tan insensatas tradiciones.

12 Y ahora sabemos que por no ser de tu iglesia, tú no tienes ninguna autoridad sobre nosotros; y tú has entregado el asiento judicial a Nefíah, de modo que no eres nuestro juez superior.

13 Ahora bien, cuando el pueblo hubo dicho esto y resistido todas sus palabras, y lo hubo ultrajado, y escupido sobre él, y hecho que fuese echado de su ciudad, él partió de allí y se dirigió hacia la ciudad llamada Aarón.

14 Y aconteció que mientras viajaba hacia allá, agobiado por la aflicción, pasando por mucha tribulación y angustia en el alma por causa de la iniquidad de la gente que se hallaba en la ciudad de Ammoníah, sucedió que mientras agobiaba a Alma esta aflicción, he aquí, se le apareció un ángel del Señor, diciendo:

15 Bendito eres, Alma; por tanto, levanta la cabeza y regocíjate, pues tienes mucho por qué alegrarte; pues has sido fiel en guardar los mandamientos de Dios, desde la ocasión en que recibiste de él tu primer mensaje. He aquí, yo soy quien te lo comuniqué.

16 Y he aquí, soy enviado para mandarte que vuelvas a la ciudad de Ammoníah y prediques otra vez a los habitantes de esa ciudad; sí, predícales. Sí, diles que a menos que se arrepientan, el Señor Dios los destruirá.

17 Pues he aquí, ahora mismo están proyectando destruir la libertad de tu pueblo (pues así dice el Señor), cosa que es contraria a los estatutos y juicios y mandamientos que él ha dado a su pueblo.

18 Y aconteció que después que hubo recibido su mensaje del ángel del Señor, Alma se volvió prestamente a la tierra de Ammoníah. Y entró en la ciudad por otro camino; sí, por el que queda al sur de la ciudad de Ammoníah.

19 Y tuvo hambre al entrar en la ciudad, y dijo a un hombre: ¿Quieres dar algo de comer a un humilde siervo de Dios?

20

Y le dijo el hombre: Soy nefita, y sé que eres un santo profeta de Dios, porque tú eres el hombre de quien un ángel dijo en una visión: Tú lo recibirás. Por tanto, ven conmigo a mi casa, y te daré de mi alimento; y sé que serás una bendición para mí y para mi casa.

21 Y sucedió que este hombre lo recibió en su casa; y se llamaba Amulek; y trajo pan y carne y los puso delante de Alma.

22 Y ocurrió que Alma comió pan y quedó satisfecho; y bendijo a Amulek y a su casa, y dio gracias a Dios.

23 Y después que hubo comido y quedado satisfecho, dijo a Amulek: Soy Alma, y soy el sumo sacerdote de la iglesia de Dios en toda esta tierra.

24 Y he aquí, he sido llamado para predicar la palabra de Dios entre todo este pueblo, de acuerdo con el espíritu de revelación y profecía; y estuve en esta tierra, y no quisieron recibirme, sino que me echaron fuera y estaba a punto de volver las espaldas a esta tierra para siempre.

25 Mas he aquí, se me ha mandado que vuelva otra vez y profetice a este pueblo; sí, y que testifique en contra de ellos concerniente a sus iniquidades.

26 Y ahora bien, Amulek, bendito eres tú porque me has alimentado y hospedado; porque tenía hambre, pues había ayunado muchos días.

27 Y Alma permaneció muchos días con Amulek, antes de empezar a predicar al pueblo.

28 Y sucedió que el pueblo se envileció aún más en sus iniquidades.

29 Y llegó la palabra a Alma, diciendo: Ve; y también di a mi siervo Amulek que salga y profetice a este pueblo, diciendo: Arrepentíos, porque así dice el Señor: A menos que os arrepintáis, visitaré a este pueblo en mi ira; sí, y no desviaré mi furiosa ira.

30

Y salió Alma, y también Amulek, entre el pueblo para declararle las palabras de Dios; y fueron llenos del Espíritu Santo.

31 Y les fue dado tal poder, que no pudieron ser encerrados en calabozos, ni fue posible que hombre alguno los matara; sin embargo, no ejercieron su poder sino hasta que fueron atados con cuerdas y echados en la cárcel. Y se hizo así para que el Señor manifestara su poder en ellos.

32 Y sucedió que salieron y empezaron a predicar y a profetizar al pueblo, de acuerdo con el espíritu y el poder que el Señor les había dado.

Las palabras de Alma y también las palabras de Amulek, que se declararon al pueblo que se hallaba en la tierra de Ammoníah. Además, son encarcelados y librados por el milagroso poder de Dios que estaba en ellos, según los anales de Alma.

Comprende los capítulos del 9 al 14.

Capítulo 9

Alma manda al pueblo de Ammoníah que se arrepienta — El Señor será misericordioso para con los lamanitas en los últimos días — Si los nefitas abandonan la luz, serán destruidos por los lamanitas — El Hijo de Dios viene pronto — Él redimirá a aquellos que se arrepientan, se bauticen y tengan fe en Su nombre. Aproximadamente 82 a.C.

1

Y además, yo, Alma, habiéndome mandado Dios que tomara a Amulek y fuera y predicara de nuevo a este pueblo, o sea, el pueblo que vivía en la ciudad de Ammoníah, sucedió que al empezar yo a predicarles, ellos comenzaron a contender conmigo diciendo:

2 ¿Quién eres tú? ¿Te supones que vamos a creer en el testimonio de un hombre, aunque nos predicara que la tierra iba a dejar de ser?

3 Mas no entendían las palabras que hablaban; pues no sabían que la tierra iba a dejar de ser.

4 Y también dijeron: No creeremos en tus palabras, aunque profetices que esta gran ciudad ha de ser destruida en un día.

5 Ahora bien, ellos no sabían que Dios podía hacer tan maravillosas obras, porque eran gente de corazón empedernido y dura cerviz.

6 Y dijeron: ¿Quién es Dios, que no envía a este pueblo más autoridad que la de un hombre para declararle la verdad de cosas tan grandes y maravillosas?

7 Y avanzaron para asirme, mas he aquí, no lo hicieron. Y los enfrenté con intrepidez para declararles, sí, les testifiqué osadamente, diciendo:

8 He aquí, ¡oh generación malvada y perversa, cómo os habéis olvidado de la tradición de vuestros padres! Sí, ¡qué pronto os habéis olvidado de los mandamientos de Dios!

9 ¿No os acordáis que nuestro padre Lehi fue traído de Jerusalén por la mano de Dios? ¿No os acordáis que él guio a todos a través del desierto?

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¿Y habéis olvidado tan pronto cuántas veces él libró a nuestros padres de las manos de sus enemigos, y los preservó de ser destruidos, sí, por las manos de sus propios hermanos?

11 Sí, y de no haber sido por su incomparable poder, y su misericordia, y su longanimidad para con nosotros, inevitablemente habríamos sido barridos de la faz de la tierra mucho antes de esta época, y quizá habríamos sido condenados a un estado de interminable miseria y angustia.

12 He aquí, ahora os digo que él os manda que os arrepintáis; y a menos que os arrepintáis, de ningún modo podréis heredar el reino de Dios. Mas he aquí, no es esto todo: él os ha mandado arrepentir, o de lo contrario, os destruirá completamente de sobre la superficie de la tierra; sí, os visitará con su ira, y en su furiosa ira él no se desviará.

13 He aquí, ¿no os acordáis de las palabras que habló a Lehi, diciendo: Si guardáis mis mandamientos, prosperaréis en la tierra? Y además se ha dicho: Si no guardáis mis mandamientos, seréis separados de la presencia del Señor.

14 Ahora quisiera que recordaseis que los lamanitas, por cuanto no han guardado los mandamientos de Dios, han sido separados de la presencia del Señor. Vemos, pues, que la palabra del Señor se ha cumplido en esto, y los lamanitas han quedado separados de su presencia, desde el principio de sus transgresiones en esta tierra.

15 Os digo, sin embargo, que será más tolerable para ellos en el día del juicio, que para vosotros, si permanecéis en vuestros pecados; sí, y aun más tolerable para ellos en esta vida que para vosotros, a menos que os arrepintáis.

16 Porque son muchas las promesas que se extienden a los lamanitas; pues es por causa de las tradiciones de sus padres que han permanecido en su estado de ignorancia; por tanto, el Señor les será misericordioso y prolongará su existencia en la tierra.

17 Y un día se les persuadirá a creer en su palabra, y a saber de la incorrección de las tradiciones de sus padres; y muchos de ellos se salvarán, porque el Señor será misericordioso con todos los que invocaren su nombre.

18 Mas he aquí, os digo que si persistís en vuestra iniquidad, vuestros días no serán prolongados sobre la tierra, porque los lamanitas serán enviados contra vosotros; y si no os arrepentís, vendrán en un día que no sabéis, y seréis visitados con una destrucción completa; y será según la furiosa ira del Señor.

19 Porque no os permitirá que viváis en vuestras iniquidades para destruir a su pueblo. Os digo que no; más bien permitiría que los lamanitas destruyesen a todo su pueblo que es llamado el pueblo de Nefi, si acaso llegare a caer en pecados y transgresiones, después de haber tenido tanta luz y tanto conocimiento dados por el Señor su Dios;

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sí, después de haber sido un pueblo tan altamente favorecido del Señor; sí, después de haber sido favorecidos más que cualquiera otra nación, tribu, lengua o pueblo; después de habérseles manifestado, de acuerdo con sus deseos, y su fe y oraciones, todas las cosas concernientes a lo que ha sido, a lo que es y a lo que está por venir;

21 después de haberlos visitado el Espíritu de Dios; habiendo conversado con ángeles y habiéndoles hablado la voz del Señor; y teniendo el espíritu de profecía y el espíritu de revelación, y también muchos dones, el don de hablar en lenguas, y el don de predicar, y el don del Espíritu Santo, y el don de traducir;

22 sí, y después que Dios los rescató de la tierra de Jerusalén por la mano del Señor; después de haber sido librados del hambre y de la enfermedad, y de todo género de dolencias de toda clase; después de haber sido fortalecidos en la guerra para que no fuesen destruidos; después de haber sido librados del cautiverio una vez tras otra, y guardados y preservados hasta hoy; y han sido prosperados hasta ser ricos en todas las cosas;

23 he aquí, os digo que si este pueblo, que ha recibido tantas bendiciones de la mano del Señor, transgrediere contra la luz y conocimiento que tiene, os digo que si tal fuere el caso, que si cayere en transgresión, será mucho más tolerable para los lamanitas que para ellos.

24 Porque he aquí, las promesas del Señor se extienden a los lamanitas, mas no son para vosotros si transgredís; porque, ¿no ha prometido expresamente el Señor, y decretado firmemente, que si os rebeláis contra él, seréis enteramente destruidos de sobre la faz de la tierra?

25 Y por esta causa, para que no seáis destruidos, el Señor ha enviado a su ángel para visitar a muchos de los de su pueblo, declarándoles que deben salir y clamar fuertemente a este pueblo, diciendo: Arrepentíos, porque el reino de los cielos está cerca;

26 y de aquí a pocos días el Hijo de Dios vendrá en su gloria; y su gloria será la gloria del Unigénito del Padre, lleno de gracia, equidad y verdad; lleno de paciencia, misericordia y longanimidad, pronto para oír los clamores de su pueblo y contestar sus oraciones.

27 Y he aquí, viene para redimir a aquellos que sean bautizados para arrepentimiento, por medio de la fe en su nombre.

28 Por tanto, preparad la vía del Señor, porque está cerca la hora en que todos los hombres recibirán el pago de sus obras, de acuerdo con lo que hayan sido; si han sido justas, segarán la salvación de sus almas, según el poder y liberación de Jesucristo; y si han sido malas, segarán la condenación de sus almas, según el poder y cautividad del diablo.

29 Ahora bien, he aquí, esta es la voz del ángel que proclama al pueblo.

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Y ahora bien, mis amados hermanos, porque sois mis hermanos y habíais de ser amados, y debíais dar frutos dignos de arrepentimiento, ya que vuestros corazones se han endurecido por completo contra la palabra de Dios, y sois un pueblo perdido y caído.

31 Ahora bien, aconteció que cuando yo, Alma, hube hablado estas palabras, he aquí, el pueblo se enojó conmigo porque les dije que eran gente de corazón obstinado y de dura cerviz.

32 Y también se enojaron conmigo porque les dije que eran un pueblo perdido y caído, y trataron de asirme para encarcelarme.

33 Pero sucedió que el Señor no permitió que se apoderaran de mí en esa ocasión y me echaran en la cárcel.

34 Y aconteció que Amulek se adelantó y empezó a predicarles también. Mas no todas las palabras de Amulek se han escrito; no obstante, parte de ellas se han escrito en este libro.

Capítulo 10

Lehi era descendiente de Manasés — Amulek relata el mandato del ángel de que atendiera a Alma — Las oraciones de los justos hacen que el pueblo sea preservado — Los abogados y los jueces inicuos establecen el fundamento de la destrucción del pueblo. Aproximadamente 82 a.C.

1

Estas son las palabras que Amulek predicó al pueblo que se hallaba en la tierra de Ammoníah, diciendo:

2 Soy Amulek; soy hijo de Giddona, que era hijo de Ismael, que era descendiente de Aminadí; y fue aquel mismo Aminadí que interpretó la escritura que se hallaba sobre el muro del templo, la cual fue escrita por el dedo de Dios.

3 Y Aminadí era descendiente de Nefi, que era hijo de Lehi, que vino de la tierra de Jerusalén, y el cual era descendiente de Manasés, que era hijo de José, el que fue vendido para Egipto por sus hermanos.

4 Y he aquí, soy también hombre de no poca reputación entre todos los que me conocen; sí, tengo muchos parientes y amigos, y también he logrado muchas riquezas por medio de mi industria.

5 No obstante todo esto, nunca he sabido mucho acerca de las sendas del Señor ni de sus misterios ni de su maravilloso poder. Dije que nunca había sabido mucho de estas cosas; mas he aquí, me equivoco, porque he visto mucho de sus misterios y de su maravilloso poder; sí, aun en la preservación de la vida de este pueblo.

6 Sin embargo, endurecí mi corazón, porque fui llamado muchas veces, y no quise oír; de modo que sabía concerniente a estas cosas, mas no quería saber; por lo tanto, seguí rebelándome contra Dios, en la iniquidad de mi corazón, hasta el cuarto día de este séptimo mes, en el décimo año del gobierno de los jueces.

7 Mientras me dirigía a ver a un pariente muy cercano, he aquí, se me apareció un ángel del Señor y me dijo: Amulek, vuélvete a tu propia casa porque darás de comer a un profeta del Señor; sí, un hombre santo que es un varón escogido de Dios; porque ha ayunado muchos días a causa de los pecados de este pueblo, y tiene hambre; y lo recibirás en tu casa y lo alimentarás, y él te bendecirá a ti y a tu casa; y la bendición del Señor reposará sobre ti y tu casa.

8 Y sucedió que obedecí la voz del ángel, y me volví rumbo a mi casa. Y mientras allí me dirigía, encontré al hombre del cual me dijo el ángel: Lo recibirás en tu casa; y he aquí, era este mismo hombre que os ha estado hablando concerniente a las cosas de Dios.

9 Y me dijo el ángel que es un hombre santo; por tanto, yo sé que es un hombre santo, porque lo declaró un ángel de Dios.

10

Y además, sé que las cosas de que ha testificado son verdaderas; porque he aquí, os digo: Así como vive el Señor, ha enviado a su ángel para manifestarme estas cosas; y ha hecho esto mientras este Alma ha morado en mi casa.

11 Pues he aquí, ha bendecido mi casa, me ha bendecido a mí, y a las mujeres de mi casa, y a mis hijos, y a mi padre, y a mis parientes; sí, ha bendecido a todos los de mi parentela, y la bendición del Señor ha descendido sobre nosotros, de acuerdo con las palabras que habló.

12 Ahora bien, cuando Amulek hubo pronunciado estas palabras, el pueblo comenzó a asombrarse, viendo que había más de un testigo que daba testimonio de las cosas de que se les acusaba, y también de las cosas que habían de venir, de acuerdo con el espíritu de profecía que había en ellos.

13 Sin embargo, hubo algunos entre ellos que pensaron interrogarlos para que por medio de sus astutas tretas pudieran enredarlos con sus propias palabras, a fin de obtener testimonio contra ellos, con objeto de entregarlos a sus jueces para que fueran juzgados de acuerdo con la ley, y fueran ejecutados o encarcelados, según el crimen que pudieran fraguar o atestiguar en contra de ellos.

14 Ahora bien, estos hombres que buscaban la manera de destruirlos eran abogados que el pueblo empleaba o nombraba para administrar la ley cuando había procesos, o sea, cuando se juzgaban los delitos del pueblo ante los jueces.

15 Y estos abogados estaban versados en todos los artificios y astucia del pueblo; y esto era para habilitarlos a fin de que fueran diestros en su profesión.

16 Y sucedió que empezaron a interrogar a Amulek para así hacer que se contradijera en sus palabras, o impugnar las palabras que hablara.

17 Ahora bien, no sabían que Amulek podía conocer sus intenciones. Pero ocurrió que al comenzar a interrogarlo, él percibió sus pensamientos, y les dijo: ¡Oh generación malvada y perversa, vosotros, abogados e hipócritas, puesto que estáis poniendo los cimientos del diablo!; porque estáis armando asechanzas y trampas para enredar a los santos de Dios.

18 Estáis tramando planes para pervertir las sendas de los justos y traer la ira de Dios sobre vuestras cabezas, hasta destruir por completo a este pueblo.

19 Sí, bien dijo Mosíah, nuestro último rey, cuando estaba para entregar el reino —no teniendo a quien dejarlo y mandando que este pueblo se gobernara por su propia voz— sí, bien dijo él que si llegaba el día en que la voz de este pueblo escogiera la iniquidad, es decir, si llegaba la ocasión en que los de este pueblo cayeran en transgresión, se hallarían prestos para ser destruidos.

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Y ahora os digo que el Señor bien juzga vuestras iniquidades; bien proclama a este pueblo por la voz de sus ángeles: Arrepentíos, arrepentíos, porque el reino de los cielos está cerca.

21 Sí, bien anuncia por la voz de sus ángeles: Descenderé entre mi pueblo con equidad y justicia en mis manos.

22 Sí, y os digo que si no fuera por las oraciones de los justos que actualmente hay en la tierra, ahora mismo seríais visitados con una destrucción completa; sin embargo, no sería por un diluvio, como sucedió con la gente en los días de Noé, sino sería por el hambre, por pestilencia y por la espada.

23 Mas es por las oraciones de los justos que sois preservados; ahora pues, si desecháis a los justos de entre vosotros, entonces el Señor no detendrá su mano, sino que en su furiosa ira vendrá contra vosotros; entonces seréis afligidos por el hambre, por pestilencia, y por la espada; y el tiempo pronto viene, a menos que os arrepintáis.

24 Y sucedió que los del pueblo se irritaron aún más contra Amulek, y gritaron, diciendo: Este hombre vilipendia nuestras leyes, que son justas, y a nuestros sabios abogados que hemos elegido.

25 Pero Amulek extendió su mano y les gritó con mayor fuerza, diciendo: ¡Oh generación malvada y perversa! ¿Por qué habrá asido Satanás tan fuertemente vuestros corazones?, ¿por qué queréis someteros a él para que os domine, para cegar vuestros ojos al grado de no querer entender, de acuerdo con su verdad, las palabras que se hablan?

26 Pues he aquí, ¿he testificado en contra de vuestra ley? Es que no entendéis. Decís que he hablado contra vuestra ley; mas no es así, sino que he hablado a favor de vuestra ley, para vuestra condenación.

27 Y he aquí, os digo que la iniquidad de vuestros abogados y vuestros jueces está empezando a establecer el fundamento de la destrucción de este pueblo.

28 Y aconteció que cuando Amulek hubo hablado estas palabras, el pueblo gritó en contra de él, diciendo: Ahora sabemos que este hombre es hijo del diablo, porque nos ha mentido; pues ha vituperado nuestra ley. Y ahora dice que no ha hablado en contra de ella.

29 Y además, ha vituperado a nuestros abogados y a nuestros jueces.

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Y sucedió que los abogados inculcaron en sus corazones que se acordaran de aquellas cosas contra él.

31 Y había entre ellos uno cuyo nombre era Zeezrom. Y era el principal acusador de Amulek y Alma, siendo uno de los más diestros entre ellos, pues tramitaba muchos asuntos entre los del pueblo.

32 Ahora bien, la mira de estos abogados era el lucro; y lograban sus ganancias según su empleo.

Capítulo 11

Se describe el sistema monetario de los nefitas — Amulek disputa con Zeezrom — Cristo no salvará a las personas en sus pecados — Solamente los que hereden el reino de los cielos serán salvos — Todos los hombres se levantarán en inmortalidad — No hay muerte después de la Resurrección. Aproximadamente 82 a.C.

1

Ahora bien, en la ley de Mosíah constaba que todo el que fuera juez de la ley, o aquellos que fueran nombrados jueces, habían de percibir su salario de acuerdo con el tiempo que emplearan en juzgar a los que les llevaban para ser juzgados.

2 Así que, si un hombre era deudor de otro, y no le pagaba la deuda, se daba la queja al juez; y este ejercía su autoridad y despachaba oficiales para que llevaran al deudor ante él; y él juzgaba al hombre de acuerdo con la ley y la evidencia presentada en contra de él; y así se obligaba al deudor a pagar lo que debía, o se le despojaba de lo que tenía, o se le echaba de entre la gente por estafador y ladrón.

3 Y el juez recibía sus honorarios según su tiempo: un senine de oro por día, o un senum de plata, que equivalía a un senine de oro; y esto de acuerdo con la ley que se había dado.

4 Y estos son los nombres de las diferentes monedas de su oro y de su plata según su valor; y los nombres provienen de los nefitas, porque no contaban según el modo de los judíos que vivían en Jerusalén; ni medían como lo hacían los judíos, sino que habían alterado su modo de contar y medir, de acuerdo con la voluntad y circunstancias del pueblo en cada generación, hasta el gobierno de los jueces que fueron establecidos por el rey Mosíah.

5 Ahora bien, su computación es la siguiente: Un senine de oro, un seón de oro, un shum de oro y un limna de oro;

6 un senum de plata, un amnor de plata, un ezrom de plata y un ontí de plata.

7 Un senum de plata equivalía a un senine de oro, y el uno o el otro valía una medida de cebada, y también una medida de toda otra clase de grano.

8 Ahora bien, el valor de un seón de oro era el doble del valor de un senine;

9 y el valor de un shum de oro era el doble del de un seón;

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y un limna de oro equivalía al valor de todos.

11 Y un amnor de plata valía dos senumes;

12 y un ezrom de plata valía cuatro senumes;

13 y un ontí equivalía al valor de todos.

14 Ahora bien, este era el valor de las cantidades menores de su manera de calcular:

15 Un shiblón era la mitad de un senum; por tanto, un shiblón valía media medida de cebada;

16 y un shiblum era la mitad de un shiblón;

17 y un léah era la mitad de un shiblum.

18 Estas, pues, eran sus cantidades según su manera de contar.

19 Y un antión de oro equivalía a tres shiblones.

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Ahora bien, era con el único objeto de lucrar, pues les pagaban según sus servicios, por lo que incitaban a la gente a motines y a toda clase de desórdenes y maldades, para tener más trabajo con objeto de obtener dinero, de acuerdo con los litigios que les eran presentados; por tanto, agitaron al pueblo contra Alma y Amulek.

21 Y este Zeezrom empezó a interrogar a Amulek, diciendo: ¿Me responderás a algunas preguntas que voy a hacerte? Y Zeezrom era un hombre diestro en los artificios del diablo a fin de destruir lo que era bueno; por lo que dijo a Amulek: ¿Me contestarás las preguntas que te voy a hacer?

22 Y le dijo Amulek: Sí, si va de acuerdo con el Espíritu del Señor que hay en mí; porque nada diré que sea contrario al Espíritu del Señor. Y le dijo Zeezrom: He aquí seis ontíes de plata; te los daré todos si niegas la existencia de un Ser Supremo.

23 Luego dijo Amulek: ¡Oh hijo del infierno! ¿Por qué me tientas? ¿Ignoras tú que los justos no ceden a tales tentaciones?

24 ¿Crees que no hay Dios? Yo te digo: No, tú sabes que hay un Dios, pero le tienes más amor a ese lucro que a él.

25 Y ahora me has mentido ante Dios. Tú me dijiste: He aquí, te daré estos seis ontíes que son de gran valor, cuando en tu corazón tenías la intención de retenerlos; y solo era tu deseo que yo negara al Dios verdadero y viviente, y así tuvieras motivo para destruirme. Mas he aquí que por este gran mal recibirás tu recompensa.

26 Y Zeezrom le dijo: ¿Dices tú que hay un Dios verdadero y viviente?

27 Y dijo Amulek: Sí, hay un Dios verdadero y viviente.

28 Y Zeezrom dijo: ¿Hay más de un Dios?

29 Y él respondió: No.

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Luego Zeezrom le dijo otra vez: ¿Cómo sabes estas cosas?

31 Y él dijo: Un ángel me las ha manifestado.

32 Y Zeezrom dijo otra vez: ¿Quién es el que vendrá? ¿Es el Hijo de Dios?

33 Y él le dijo: Sí.

34 Y Zeezrom nuevamente dijo: ¿Salvará a su pueblo en sus pecados? Y Amulek contestó y le dijo: Te digo que no, porque le es imposible negar su palabra.

35 Entonces Zeezrom dijo al pueblo: Mirad que recordéis estas cosas; pues él ha dicho que no hay sino un Dios; no obstante, dice que el Hijo de Dios vendrá, mas no salvará a su pueblo, como si tuviese él la autoridad para mandar a Dios.

36 Luego Amulek le dijo de nuevo: He aquí, tú has mentido; pues dices que hablé como si tuviera la autoridad para mandar a Dios, porque dije que no salvará a su pueblo en sus pecados.

37 Y te vuelvo a decir que no puede salvarlos en sus pecados; porque yo no puedo negar su palabra, y él ha dicho que ninguna cosa impura puede heredar el reino del cielo; por tanto, ¿cómo podéis ser salvos a menos que heredéis el reino de los cielos? Así que no podéis ser salvos en vuestros pecados.

38 Luego Zeezrom de nuevo le dijo: ¿Es el Hijo de Dios el mismo Padre Eterno?

39 Y le dijo Amulek: Sí, él es el Padre Eterno mismo del cielo y de la tierra, y de todas las cosas que en ellos hay; es el principio y el fin, el primero y el último;

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y vendrá al mundo para redimir a su pueblo; y tomará sobre sí las transgresiones de aquellos que crean en su nombre; y estos son los que tendrán vida eterna, y a nadie más viene la salvación.

41 Por tanto, los malvados permanecen como si no se hubiese hecho ninguna redención, a menos que sea el rompimiento de las ligaduras de la muerte; pues he aquí, viene el día en que todos se levantarán de los muertos y comparecerán delante de Dios, y serán juzgados según sus obras.

42 Ahora bien, hay una muerte que se llama la muerte temporal; y la muerte de Cristo desatará las ligaduras de esta muerte temporal, de modo que todos se levantarán de esta muerte.

43 El espíritu y el cuerpo serán reunidos otra vez en su perfecta forma; los miembros así como las coyunturas serán restaurados a su propia forma, tal como nos hallamos ahora; y seremos llevados ante Dios, conociendo tal como ahora conocemos, y tendremos un vivo recuerdo de toda nuestra culpa.

44 Pues bien, esta restauración vendrá sobre todos, tanto viejos como jóvenes, esclavos así como libres, varones así como mujeres, malvados así como justos; y no se perderá ni un solo pelo de su cabeza, sino que todo será restablecido a su perfecta forma, o en el cuerpo, cual se encuentra ahora, y serán llevados a comparecer ante el tribunal de Cristo el Hijo, y Dios el Padre, y el Santo Espíritu, que son un Eterno Dios, para ser juzgados según sus obras, sean buenas o malas.

45 Ahora bien, he aquí, te he hablado concerniente a la muerte del cuerpo mortal y también acerca de la resurrección del cuerpo mortal. Te digo que este cuerpo mortal se levanta como cuerpo inmortal, es decir, de la muerte, sí, de la primera muerte a vida, de modo que no pueden morir ya más; sus espíritus se unirán a sus cuerpos para no ser separados nunca más; por lo que esta unión se torna espiritual e inmortal, para no volver a ver corrupción.

46 Ahora bien, cuando Amulek hubo hablado estas palabras, el pueblo comenzó a asombrarse en extremo otra vez, y Zeezrom empezó también a temblar. Y así terminaron las palabras de Amulek, o sea, esto es todo lo que he escrito.

Capítulo 12

Alma habla con Zeezrom — Los misterios de Dios se dan a conocer únicamente a los fieles — Los hombres son juzgados por sus pensamientos, creencias, palabras y obras — Los inicuos padecerán la muerte espiritual — Esta vida terrenal es un estado de probación — El plan de redención lleva a efecto la Resurrección y, por medio de la fe, la remisión de los pecados — Los que se arrepienten tienen derecho a reclamar la misericordia por medio del Hijo Unigénito. Aproximadamente 82 a.C.

1

Entonces Alma, notando que las palabras de Amulek habían callado a Zeezrom, pues vio que Amulek lo había sorprendido en sus mentiras y ardides para destruirlo, y viendo que Zeezrom, consciente de su culpabilidad, empezaba a temblar, Alma abrió su boca y comenzó a hablarle y a afirmar las palabras de Amulek, y a explicar las cosas, o aclarar las Escrituras más de lo que Amulek había hecho.

2 Y las palabras que Alma habló a Zeezrom las oyó la gente que se hallaba alrededor; porque era grande la multitud, y de este modo habló él:

3 Bien, Zeezrom, ya que se te ha sorprendido en tus mentiras y artificios, pues no solamente has mentido a los hombres, sino que has mentido a Dios; porque he aquí, él conoce todos tus pensamientos, y ya ves que tus pensamientos nos son manifestados por su Espíritu;

4 y ves que sabemos que tu plan era un plan sutilísimo, según la astucia del diablo, para mentir y engañar a este pueblo, a fin de incitarlo contra nosotros para que nos injuriaran y echaran fuera.

5 Y este fue un plan de tu adversario; y él ha ejercido su poder en ti. Ahora quisiera que recordaras que lo que a ti te digo, lo digo a todos.

6 Y he aquí, os digo a todos que esto fue una trampa del adversario, la cual ha tendido para entrampar a este pueblo, a fin de sujetaros a él, para ligaros con sus cadenas y encadenaros a la destrucción sempiterna, según el poder de su cautiverio.

7 Ahora bien, cuando Alma hubo hablado estas palabras, Zeezrom empezó a temblar sobremanera, porque más y más se convencía del poder de Dios; y también estaba convencido de que Alma y Amulek sabían de él, pues se había convencido de que conocían los pensamientos e intenciones de su corazón; porque les era dado el poder para saber de aquellas cosas de acuerdo con el espíritu de profecía.

8 Y Zeezrom empezó a interrogarlos solícitamente a fin de saber más concerniente al reino de Dios. Y dijo a Alma: ¿Qué significa esto que ha dicho Amulek, con respecto a la resurrección de los muertos, que todos se levantarán de los muertos, justos así como injustos, y que serán llevados para comparecer ante Dios para ser juzgados según sus obras?

9 Y Alma empezó a explicarle estas cosas, diciendo: A muchos les es concedido conocer los misterios de Dios; sin embargo, se les impone un mandamiento estricto de que no han de darlos a conocer sino de acuerdo con aquella porción de su palabra que él concede a los hijos de los hombres, conforme a la atención y la diligencia que le rinden.

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Y, por tanto, el que endurece su corazón recibe la menor porción de la palabra; y al que no endurece su corazón le es dada la mayor parte de la palabra, hasta que le es concedido conocer los misterios de Dios al grado de conocerlos por completo.

11 Y a los que endurecen sus corazones les es dada la menor porción de la palabra, hasta que nada saben concerniente a sus misterios; y entonces el diablo los lleva cautivos y los guía según su voluntad hasta la destrucción. Esto es lo que significan las cadenas del infierno.

12 Y Amulek ha hablado con claridad acerca de la muerte y de ser levantados de esta existencia mortal a un estado de inmortalidad, y ser llevados ante el tribunal de Dios para ser juzgados según nuestras obras.

13 Así que, si nuestros corazones se han endurecido, sí, si hemos endurecido nuestros corazones contra la palabra, al grado de que no se halla en nosotros, entonces nuestra condición será terrible, porque seremos condenados.

14 Porque nuestras palabras nos condenarán, sí, todas nuestras obras nos condenarán; no nos hallaremos sin mancha, y nuestros pensamientos también nos condenarán. Y en esta terrible condición no nos atreveremos a mirar a nuestro Dios, sino que nos daríamos por felices si pudiéramos mandar a las piedras y montañas que cayesen sobre nosotros, para que nos escondiesen de su presencia.

15 Mas esto no puede ser; tendremos que ir y presentarnos ante él en su gloria, y en su poder, y en su fuerza, majestad y dominio, y reconocer, para nuestra eterna vergüenza, que todos sus juicios son rectos; que él es justo en todas sus obras y que es misericordioso con los hijos de los hombres, y que tiene todo poder para salvar a todo hombre que crea en su nombre y dé fruto digno de arrepentimiento.

16 Y ahora bien, he aquí, os digo que entonces viene una muerte, sí, una segunda muerte, la cual es una muerte espiritual; entonces es cuando aquel que muera en sus pecados, en cuanto a la muerte temporal, padecerá también una muerte espiritual; sí, morirá en cuanto a las cosas que atañen a la rectitud.

17 Entonces es cuando sus tormentos serán como un lago de fuego y azufre, cuya llama asciende para siempre jamás; entonces es cuando serán ligados a una sempiterna destrucción, según el poder y cautividad de Satanás, pues él los habrá sujetado a su voluntad.

18 Os digo que entonces se hallarán como si no se hubiese hecho ninguna redención; porque no pueden ser redimidos de acuerdo con la justicia de Dios; y no pueden morir, dado que no hay más corrupción.

19 Y sucedió que cuando Alma hubo terminado de hablar estas palabras, la gente empezó a asombrarse más;

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pero había un tal Antiona, el cual era un gobernante principal entre ellos, que se adelantó y le dijo: ¿Qué es esto que has dicho de que el hombre resucitará de los muertos y será cambiado de este estado mortal al inmortal, y que el alma nunca puede morir?

21 ¿Qué significa la Escritura que dice que Dios colocó querubines y una espada encendida al oriente del Jardín de Edén, no fuese que nuestros primeros padres entrasen y comiesen del fruto del árbol de la vida y viviesen para siempre? Vemos, pues, que ninguna posibilidad había de que viviesen para siempre.

22 Luego le dijo Alma: Esto es lo que estaba a punto de explicar. Vemos que Adán cayó por comer del fruto prohibido, según la palabra de Dios; y así vemos que por su caída, toda la humanidad llegó a ser pueblo perdido y caído.

23 Y he aquí, te digo que de haber sido posible que Adán hubiese comido del fruto del árbol de la vida en esa ocasión, no habría habido muerte, y la palabra habría resultado nula, y habría colocado a Dios en el papel de embustero, porque él había dicho: Si comieres, de cierto morirás.

24 Y vemos que la muerte viene sobre el género humano; sí, la muerte de que ha hablado Amulek, que es la muerte temporal; no obstante, se le concedió un tiempo al hombre en el cual pudiera arrepentirse; así que esta vida llegó a ser un estado de probación; un tiempo de preparación para presentarse ante Dios; un tiempo de prepararse para ese estado sin fin del cual hemos hablado, que viene después de la resurrección de los muertos.

25 Ahora bien, si no hubiese sido por el plan de redención, que fue establecido desde la fundación del mundo, no habría habido resurrección de los muertos; mas se instituyó un plan de redención que llevará a efecto la resurrección de los muertos, de la cual se ha hablado.

26 Y he aquí, si nuestros primeros padres hubieran podido participar del árbol de la vida, habrían sido miserables para siempre, no teniendo un estado preparatorio; y de este modo, el plan de redención se habría frustrado, y la palabra de Dios hubiera quedado nula y sin efecto.

27 Mas he aquí, no fue así, antes bien se decretó que los hombres deben morir; y después de la muerte deben presentarse para ser juzgados, sí, ese mismo juicio de que hemos hablado, que es el fin.

28 Y después que Dios hubo dispuesto que estas cosas sobrevinieran a los hombres, he aquí, vio entonces que era necesario que estos supieran acerca de las cosas que él había dispuesto para ellos;

29 por tanto, envió ángeles para conversar con ellos, los cuales hicieron que los hombres contemplaran la gloria de Dios.

30

Y de allí en adelante empezaron los hombres a invocar su nombre; por tanto, Dios conversó con ellos y les hizo saber del plan de redención que se había preparado desde la fundación del mundo; y esto él les manifestó según su fe y arrepentimiento y sus obras santas.

31 Por tanto, dio mandamientos a los hombres, habiendo estos transgredido previamente los primeros mandamientos concernientes a las cosas que eran temporales, llegando a ser como dioses, discerniendo el bien del mal, colocándose, o siendo colocados, en condiciones de actuar según su voluntad y placer, ya para hacer el mal, ya para hacer el bien;

32 por tanto, después de haberles dado a conocer el plan de redención, Dios les dio mandamientos de no cometer iniquidad, el castigo de lo cual sería una segunda muerte, que era una muerte eterna respecto de las cosas pertenecientes a la rectitud; porque en estos el plan de redención no tendría poder, pues de acuerdo con la suprema bondad de Dios, las obras de la justicia no podían ser destruidas.

33 Pero Dios llamó a los hombres, en el nombre de su Hijo (pues este era el plan de redención que se estableció), diciendo: Si os arrepentís, y no endurecéis vuestros corazones, entonces tendré misericordia de vosotros por medio de mi Hijo Unigénito;

34 por tanto, el que se arrepienta, y no endurezca su corazón, tendrá derecho a reclamar la misericordia, por medio de mi Hijo Unigénito, para la remisión de sus pecados; y ellos entrarán en mi descanso.

35 Y el que endureciere su corazón, y cometiere iniquidad, he aquí, juro en mi ira que no entrará en mi descanso.

36 Y ahora bien, hermanos míos, he aquí, os digo que si endurecéis vuestros corazones, no entraréis en el descanso del Señor; por tanto, vuestra iniquidad lo provoca a que él envíe su ira sobre vosotros como en la primera provocación, sí, según su palabra en la última provocación como también en la primera, para la eterna destrucción de vuestras almas; por tanto, según su palabra, para la última muerte, así como la primera.

37 Así pues, hermanos míos, ya que sabemos estas cosas, y son verdaderas, arrepintámonos y no endurezcamos nuestros corazones para no provocar al Señor nuestro Dios a que haga descender su ira sobre nosotros en estos, sus segundos mandamientos que nos ha dado; mas entremos en el descanso de Dios, que está preparado según su palabra.

Capítulo 13

Los hombres son llamados a ser sumos sacerdotes por causa de su gran fe y buenas obras — Deben enseñar los mandamientos — Mediante la rectitud son santificados y entran en el reposo del Señor — Melquisedec fue uno de estos — Ángeles declaran alegres nuevas por todas partes — Declararán la realidad de la venida de Cristo. Aproximadamente 82 a.C.

1

Y además, hermanos míos, quisiera dirigir vuestros pensamientos hacia la época en que el Señor Dios dio estos mandamientos a sus hijos; y quisiera que os acordaseis de que el Señor Dios ordenó sacerdotes, según su santo orden, que era según el orden de su Hijo, para enseñar estas cosas al pueblo.

2 Y esos sacerdotes fueron ordenados según el orden de su Hijo, de una manera que haría saber al pueblo el modo de esperar anhelosamente a su Hijo para recibir la redención.

3 Y esta es la manera conforme a la cual fueron ordenados, habiendo sido llamados y preparados desde la fundación del mundo de acuerdo con la presciencia de Dios, por causa de su fe excepcional y buenas obras, habiéndoseles concedido primeramente escoger el bien o el mal; por lo que, habiendo escogido el bien y ejercido una fe sumamente grande, son llamados con un santo llamamiento, sí, con ese santo llamamiento que, con una redención preparatoria y de conformidad con ella, se dispuso para tales seres.

4 Y así, por motivo de su fe, han sido llamados a este santo llamamiento, mientras que otros rechazaban el Espíritu de Dios a causa de la dureza de sus corazones y la ceguedad de su mente, cuando de no haber sido por esto, hubieran podido tener tan grande privilegio como sus hermanos.

5 O en una palabra, al principio se hallaban en la misma posición que sus hermanos; así se preparó este santo llamamiento desde la fundación del mundo para aquellos que no endurecieran sus corazones, haciéndose en la expiación y por medio de la expiación del Hijo Unigénito, que fue preparado;

6 y así son llamados mediante este santo llamamiento y ordenados al sumo sacerdocio del santo orden de Dios, para enseñar sus mandamientos a los hijos de los hombres, para que también entren en su reposo;

7 este sumo sacerdocio era según el orden de su Hijo, el cual orden existía desde la fundación del mundo, o en otras palabras, es sin principio de días ni fin de años, preparado de eternidad en eternidad, según su presciencia de todas las cosas;

8 ahora bien, de esta manera los ordenaban: Eran llamados con un santo llamamiento, y ordenados con una santa ordenanza, y tomaban sobre sí el sumo sacerdocio del santo orden; y este llamamiento, ordenanza y sumo sacerdocio no tienen principio ni fin;

9 por tanto, llegan a ser sumos sacerdotes para siempre, según el orden del Hijo, el Unigénito del Padre, el cual no tiene principio de días ni fin de años, y es lleno de gracia, equidad y verdad. Y así es. Amén.

10

Pues como decía respecto al santo orden, o sea, este sumo sacerdocio, hubo muchos que fueron ordenados y llegaron a ser sumos sacerdotes de Dios; y fue por motivo de su fe excepcional y arrepentimiento, y su rectitud ante Dios, porque prefirieron arrepentirse y obrar rectamente más bien que perecer;

11 por tanto, fueron llamados según este santo orden, y fueron santificados, y sus vestidos fueron blanqueados mediante la sangre del Cordero.

12 Ahora bien, ellos, después de haber sido santificados por el Espíritu Santo, habiendo sido blanqueados sus vestidos, encontrándose puros y sin mancha ante Dios, no podían ver el pecado sino con repugnancia; y hubo muchos, muchísimos, que fueron purificados y entraron en el reposo del Señor su Dios.

13 Y ahora bien, hermanos míos, quisiera que os humillaseis ante Dios y dieseis frutos dignos de arrepentimiento, para que también podáis entrar en ese reposo.

14 Sí, humillaos así como el pueblo en los días de Melquisedec, quien también fue un sumo sacerdote según este mismo orden de que he hablado, que también tomó sobre sí el sumo sacerdocio para siempre.

15 Y fue a este mismo Melquisedec a quien Abraham pagó diezmos; sí, aun nuestro padre Abraham pagó como diezmo una décima parte de todo lo que poseía.

16 Y estas ordenanzas se conferían según esta manera, para que por ese medio el pueblo esperara anhelosamente al Hijo de Dios, ya que era un símbolo de su orden, es decir, era su orden, y esto para esperar anhelosamente de él la remisión de sus pecados a fin de entrar en el reposo del Señor.

17 Pues bien, este Melquisedec era rey de la tierra de Salem; y su pueblo había aumentado en la iniquidad y abominaciones; sí, se habían extraviado todos; se habían entregado a todo género de iniquidades;

18 pero Melquisedec, habiendo ejercido una fe poderosa, y recibido el oficio del sumo sacerdocio según el santo orden de Dios, predicó el arrepentimiento a su pueblo. Y he aquí, se arrepintieron; y Melquisedec estableció la paz en la tierra durante sus días; por tanto, fue llamado el príncipe de paz, pues era rey de Salem; y reinó bajo su padre.

19 Hubo muchos antes que él, y también hubo muchos después, mas ninguno fue mayor que él; por tanto, han hecho de él mención más particular.

20

Bien, no necesito detallar el asunto; lo que he dicho puede ser suficiente. He aquí, tenéis las Escrituras por delante, y si queréis tergiversarlas, será para vuestra destrucción.

21 Y ocurrió que cuando les hubo dicho estas palabras, Alma extendió su mano hacia ellos y clamó con voz potente, diciendo: Ahora es el momento de arrepentirse, porque el día de la salvación se acerca;

22 sí, y por la boca de ángeles la voz del Señor lo declara a todas las naciones; sí, lo declara para que reciban alegres nuevas de gran gozo; sí, y proclama estas alegres nuevas entre todo su pueblo; sí, aun a aquellos que se hallan esparcidos sobre la superficie de la tierra; por tanto, han llegado hasta nosotros.

23 Y nos son manifestadas en términos claros para que entendamos, de modo que no erremos; y se hace así porque somos peregrinos en una tierra extraña; por tanto, somos altamente favorecidos, porque nos han sido declaradas estas alegres nuevas en todas partes de nuestra viña.

24 Porque he aquí, ángeles las están declarando a muchos en nuestra tierra en este tiempo, y esto con objeto de preparar el corazón de los hijos de los hombres para recibir su palabra al tiempo de su venida en su gloria.

25 Y ahora solamente esperamos oír las alegres nuevas de su venida que nos serán declaradas por la boca de ángeles; porque el tiempo viene, y no sabemos cuán pronto será. Quisiera Dios que fuera en mis días; pero sea más tarde o más temprano, en ello me regocijaré.

26 Y por la boca de ángeles se hará saber a hombres justos y santos, al tiempo de su venida, para que se cumplan las palabras de nuestros padres, de conformidad con lo que han hablado concerniente a él, que fue de acuerdo con el espíritu de profecía que había en ellos.

27 Y ahora bien, hermanos míos, deseo desde lo más íntimo de mi corazón, sí, con gran angustia, aun hasta el dolor, que escuchéis mis palabras, y desechéis vuestros pecados, y no demoréis el día de vuestro arrepentimiento;

28 sino que os humilléis ante el Señor, e invoquéis su santo nombre, y veléis y oréis incesantemente, para que no seáis tentados más de lo que podáis resistir, y así seáis guiados por el Santo Espíritu, volviéndoos humildes, mansos, sumisos, pacientes, llenos de amor y de toda longanimidad;

29 teniendo fe en el Señor; teniendo la esperanza de que recibiréis la vida eterna; siempre teniendo el amor de Dios en vuestros corazones para que en el postrer día seáis enaltecidos y entréis en su reposo.

30

Y el Señor os conceda el arrepentimiento para que no provoquéis su ira sobre vosotros, para que no seáis atados con las cadenas del infierno, para que no sufráis la segunda muerte.

31 Y Alma habló muchas otras palabras al pueblo, las cuales no están escritas en este libro.

Capítulo 14

Alma y Amulek son encarcelados y golpeados — Los creyentes y sus Santas Escrituras son echados al fuego — El Señor recibe a estos mártires en gloria — Los muros de la cárcel se parten y caen — Alma y Amulek son liberados, y sus perseguidores son muertos. Aproximadamente 82–81 a.C.

1

Y sucedió que después que Alma concluyó de hablar a los del pueblo, muchos de ellos creyeron en sus palabras, y empezaron a arrepentirse y a escudriñar las Escrituras.

2 Pero la mayor parte de ellos deseaban destruir a Alma y a Amulek, porque estaban irritados con Alma a causa de la claridad de sus palabras a Zeezrom; y también decían que Amulek les había mentido, y había vituperado su ley, y también a sus abogados y jueces.

3 Y también estaban enojados con Alma y Amulek; y porque habían testificado tan claramente contra sus maldades, procuraban deshacerse de ellos secretamente.

4 Mas aconteció que no lo hicieron, sino que los tomaron y los ataron con fuertes cuerdas, y los llevaron ante el juez superior de la tierra.

5 Y se presentó el pueblo y testificó contra ellos, declarando que habían vituperado la ley, así como a sus abogados y jueces de la tierra, y a toda la gente que había en la tierra; y que también habían testificado que no había sino un Dios, y que iba a enviar a su Hijo entre los hombres, pero que este no los salvaría; y muchas otras cosas semejantes testificó la gente contra Alma y Amulek. Y esto se hizo ante el juez superior de la tierra.

6 Y aconteció que Zeezrom se hallaba asombrado de las palabras que se habían hablado; y sabía también acerca de la ceguedad de la mente que él había causado entre el pueblo con sus palabras mentirosas; y su alma empezó a sentirse atormentada por la conciencia de su propia culpa; sí, empezaron a rodearlo los dolores del infierno.

7 Y sucedió que empezó a clamar al pueblo, diciendo: He aquí, yo soy culpable, y estos hombres son sin mancha ante Dios. Y empezó a abogar por ellos desde ese momento, mas el pueblo lo escarneció diciendo: ¿Estás tú también poseído del diablo? Y escupieron sobre él y lo echaron de entre ellos; y también a todos los que creían en las palabras que Alma y Amulek les habían hablado; y los echaron fuera, y enviaron hombres para que los apedrearan.

8 Y juntaron a sus esposas e hijos, y mandaron echar al fuego a todo aquel que creía, o al que se le había enseñado a creer en la palabra de Dios; y también trajeron sus anales, que contenían las Santas Escrituras, y los arrojaron también al fuego para ser quemados y destruidos por fuego.

9 Y ocurrió que tomaron a Alma y Amulek y los llevaron al lugar del martirio para que presenciaran la destrucción de los que eran consumidos por el fuego.

10

Y cuando Amulek vio los dolores de las mujeres y los niños que se consumían en la hoguera, se condolió también, y dijo a Alma: ¿Cómo podemos presenciar esta horrible escena? Extendamos, pues, nuestras manos y ejerzamos el poder de Dios que está en nosotros, y salvémoslos de las llamas.

11 Mas le dijo Alma: El Espíritu me constriñe a no extender la mano; pues he aquí, el Señor los recibe para sí mismo en gloria; y él permite que el pueblo les haga esto, según la dureza de sus corazones, para que los juicios que en su ira envíe sobre ellos sean justos; y la sangre del inocente será un testimonio en su contra, sí, y clamará fuertemente contra ellos en el postrer día.

12 Entonces Amulek dijo a Alma: He aquí, quizá nos quemen a nosotros también.

13 Y Alma dijo: Hágase según la voluntad del Señor. Mas he aquí, nuestra obra no se ha cumplido; por tanto, no nos quemarán.

14 Y aconteció que cuando se hubieron consumido los cuerpos de los que habían sido echados al fuego, como también los anales que habían arrojado junto con ellos, el juez superior de la tierra vino y se puso delante de Alma y Amulek, estando ellos atados, y los golpeó en las mejillas con la mano, y les dijo: Después de lo que habéis visto, ¿predicaréis otra vez a los de este pueblo que serán arrojados en un lago de fuego y azufre?

15 He aquí, ya veis que no tuvisteis poder para salvar a los que habían sido arrojados al fuego; ni tampoco los ha salvado Dios porque eran de vuestra fe. Y el juez los golpeó otra vez en las mejillas, y les preguntó: ¿Qué decís en favor de vosotros mismos?

16 Y este juez era de la orden y la fe de Nehor, aquel que mató a Gedeón.

17 Y aconteció que ni Alma ni Amulek le contestaron; y los abofeteó otra vez, y los entregó a los oficiales para que los echaran en la cárcel.

18 Y cuando habían estado tres días en la prisión, vinieron muchos abogados, y jueces, y sacerdotes, y maestros, que eran de la fe de Nehor; y entraron en la cárcel para verlos, y les preguntaron en cuanto a muchas palabras; mas no les contestaron nada.

19 Y aconteció que el juez se puso delante de ellos y les dijo: ¿Por qué no respondéis a las palabras de este pueblo? ¿Ignoráis que tengo poder para echaros en las llamas? Y les mandó que hablaran; mas ellos no le contestaron nada.

20

Y sucedió que se retiraron y se fueron, mas volvieron al día siguiente; y el juez golpeó a Alma y a Amulek de nuevo en las mejillas. Y muchos también avanzaron y los golpearon, diciendo: ¿Os pondréis otra vez a juzgar a este pueblo y a condenar nuestra ley? Si tenéis tan grande poder, ¿por qué no os libertáis a vosotros mismos?

21 Y les dijeron muchas cosas semejantes, crujiendo los dientes, y escupiendo sobre ellos, y diciendo: ¿Cómo nos veremos cuando seamos condenados?

22 Y muchas cosas semejantes, sí, toda suerte de cosas parecidas les dijeron; y así se burlaron de ellos por muchos días. Y los privaron de alimento para que padecieran hambre, y de agua para que tuvieran sed; y también les quitaron la ropa para que estuvieran desnudos; y así estaban atados con fuertes cuerdas, y encerrados en la cárcel.

23 Y aconteció, después de haber padecido así por muchos días (y fue el duodécimo día del décimo mes, del décimo año del gobierno de los jueces sobre el pueblo de Nefi), que el juez superior de la tierra de Ammoníah, y muchos de sus maestros y abogados, fueron a la prisión donde Alma y Amulek se hallaban atados con cuerdas.

24 Y llegó ante ellos el juez superior y los golpeó nuevamente, y les dijo: Si tenéis el poder de Dios, libraos de estas ligaduras, y entonces creeremos que el Señor destruirá a este pueblo según vuestras palabras.

25 Y sucedió que todos avanzaron y los golpearon, diciéndoles las mismas palabras, aun hasta el último; y cuando este les hubo hablado, el poder de Dios descendió sobre Alma y Amulek, y se levantaron y se pusieron de pie.

26 Y Alma clamó, diciendo: ¿Cuánto tiempo, oh Señor, sufriremos estas grandes aflicciones? ¡Oh Señor!, fortalécenos según nuestra fe que está en Cristo hasta tener el poder para librarnos. Y rompieron las cuerdas con las que estaban atados; y cuando los del pueblo vieron esto, empezaron a huir, porque el temor a la destrucción cayó sobre ellos.

27 Y aconteció que su temor fue tan grande que cayeron al suelo y no llegaron a la puerta que conducía fuera de la prisión; y la tierra se estremeció fuertemente, y los muros de la cárcel se partieron en dos y cayeron al suelo; y al caer mataron al juez superior y a los abogados y sacerdotes y maestros que habían golpeado a Alma y a Amulek.

28 Y Alma y Amulek salieron de la prisión, y no sufrieron daño, porque el Señor les había concedido poder según su fe que estaba en Cristo. Y salieron luego de la cárcel; y fueron soltados de sus ligaduras; y la prisión había caído a tierra, y todos los que estaban dentro de sus paredes murieron, menos Alma y Amulek; y estos se dirigieron luego a la ciudad.

29 Y los del pueblo, habiendo oído un gran estruendo, llegaron corriendo en multitudes para saber la causa; y cuando vieron salir a Alma y Amulek de la prisión, y que los muros de esta habían caído, se apoderó de ellos un pavor inmenso, y huyeron de la presencia de Alma y Amulek, así como una cabra con su cría huye de dos leones; y así huyeron ellos de la presencia de Alma y Amulek.

Capítulo 15

Alma y Amulek van a Sidom y establecen una iglesia — Alma sana a Zeezrom, el cual se une a la Iglesia — Muchos son bautizados, y la Iglesia prospera — Alma y Amulek parten para Zarahemla. Aproximadamente 81 a.C.

1

Y sucedió que se mandó a Alma y Amulek que salieran de aquella ciudad; y partieron y llegaron a la tierra de Sidom; y he aquí, en ese lugar hallaron a todos los que habían salido de la tierra de Ammoníah, los cuales habían sido expulsados y apedreados porque creyeron en las palabras de Alma.

2 Y les relataron todo lo que había sido de sus esposas e hijos, y también concerniente a ellos y al poder que los había librado.

3 Y también Zeezrom yacía enfermo en Sidom, con una fiebre ardiente causada por las grandes tribulaciones mentales que sus iniquidades le habían ocasionado; porque creía que Alma y Amulek ya no existían, y que habían sido muertos a causa de la iniquidad de él. Y este gran pecado, con sus muchos otros pecados, tanto le atormentaban su mente, que se agravó y no hallaba liberación; por tanto, empezó a consumirlo una fiebre abrasadora.

4 Mas cuando oyó que Alma y Amulek se hallaban en la tierra de Sidom, su corazón empezó a animarse, e inmediatamente les envió un mensaje, rogando que fuesen a verlo.

5 Y sucedió que ellos fueron inmediatamente, en atención al mensaje que les había enviado; y entraron en la casa de Zeezrom; y lo hallaron en cama, enfermo y muy grave de una fiebre ardiente; y también su mente estaba sumamente afligida por causa de sus iniquidades; y al verlos les extendió la mano, y les suplicó que lo sanaran.

6 Y aconteció que Alma le dijo, tomándolo de la mano: ¿Crees en el poder de Cristo para salvar?

7 Y él respondió y dijo: Sí, creo todas las palabras que has enseñado.

8 Y dijo Alma: Si crees en la redención de Cristo, tú puedes ser sanado.

9 Y él dijo: Sí, yo creo según tus palabras.

10

Entonces Alma clamó al Señor, diciendo: ¡Oh Señor Dios nuestro, ten misericordia de este hombre y sánalo según su fe que está en Cristo!

11 Y cuando Alma hubo dicho estas palabras, Zeezrom de un salto se puso de pie y empezó a andar; y esto causó un gran asombro entre todo el pueblo, y la noticia de ello se extendió por toda la tierra de Sidom.

12 Y Alma bautizó a Zeezrom en el Señor; y desde entonces empezó Zeezrom a predicar al pueblo.

13 Y Alma estableció una iglesia en la tierra de Sidom, y consagró sacerdotes y maestros en la tierra para que bautizaran en el Señor a todos los que desearan bautizarse.

14 Y aconteció que hubo muchos; porque llegaron en grupos de toda la comarca alrededor de Sidom, y fueron bautizados.

15 Mas en cuanto a los habitantes que se hallaban en la tierra de Ammoníah, continuaron siendo una gente de corazón empedernido y dura cerviz; y no se arrepintieron de sus pecados, pues atribuían al diablo todo el poder de Alma y Amulek; porque eran de la fe de Nehor, y no creían en el arrepentimiento de sus pecados.

16 Y sucedió que Alma y Amulek —y Amulek había abandonado todo su oro, su plata y sus objetos preciosos que se hallaban en la tierra de Ammoníah, por la palabra de Dios; y había sido rechazado por los que antes eran sus amigos, y también por su padre y sus parientes.

17 Por tanto, después que Alma hubo establecido la iglesia en Sidom, viendo un gran cambio, sí, viendo que el pueblo había refrenado el orgullo de sus corazones y que había empezado a humillarse ante Dios, y a reunirse en sus santuarios para adorar a Dios ante el altar, velando y orando sin cesar que fuesen librados de Satanás, y de la muerte y de la destrucción—

18 pues como dije, habiendo visto Alma todas estas cosas, tomó consigo a Amulek y se dirigió a la tierra de Zarahemla, y lo llevó a su propia casa, y lo atendió en sus tribulaciones y lo fortaleció en el Señor.

19 Y así terminó el año décimo del gobierno de los jueces sobre el pueblo de Nefi.

Capítulo 16

Los lamanitas destruyen a la gente de Ammoníah — Zoram dirige a los nefitas al triunfo sobre los lamanitas — Alma, Amulek y muchos otros predican la palabra — Enseñan que, después de Su resurrección, Cristo se aparecerá a los nefitas. Aproximadamente 81–77 a.C.

1

Y sucedió que en el año undécimo del gobierno de los jueces sobre el pueblo de Nefi, el día cinco del segundo mes —habiendo existido mucha paz en la tierra de Zarahemla, pues no había habido guerras ni contenciones por determinado número de años, aun hasta el quinto día del segundo mes del año undécimo— resonó por todo el país el grito de guerra.

2 Porque he aquí, los ejércitos de los lamanitas habían pasado las fronteras del país, por el lado del desierto, sí, hasta la ciudad de Ammoníah, y empezaron a matar a la gente y a destruir la ciudad.

3 Y aconteció que antes que los nefitas pudieran levantar un ejército suficiente para rechazarlos del país, ya habían destruido a la gente que se hallaba en la ciudad de Ammoníah, como también a algunos en las fronteras de la tierra de Noé, y a otros los llevaron cautivos al desierto.

4 Y sucedió que los nefitas deseaban rescatar a los que habían sido llevados cautivos al desierto.

5 Por tanto, aquel que había sido nombrado capitán en jefe de los ejércitos de los nefitas (y se llamaba Zoram, y tenía dos hijos, Lehi y Aha), sabiendo él y sus dos hijos que Alma era el sumo sacerdote de la iglesia, y habiendo oído que tenía el espíritu de profecía, se dirigieron a él y desearon saber de él a dónde quería el Señor que fueran en el desierto en busca de sus hermanos que los lamanitas se habían llevado cautivos.

6 Y ocurrió que Alma preguntó al Señor concerniente al asunto. Y Alma volvió y les dijo: He aquí, los lamanitas cruzarán el río Sidón en la tierra desierta del sur, bien lejos, más allá de las fronteras de la tierra de Manti. Y he aquí, allí los encontraréis, al este del río Sidón, y allí el Señor os entregará a vuestros hermanos que los lamanitas han llevado cautivos.

7 Y sucedió que Zoram y sus hijos cruzaron el río Sidón con sus ejércitos y marcharon más allá de las fronteras de Manti, en la tierra desierta del sur que quedaba al este del río Sidón.

8 Y embistieron a los ejércitos de los lamanitas, y los lamanitas fueron esparcidos y echados al desierto; y rescataron a sus hermanos que los lamanitas se habían llevado, y no se había perdido ni uno solo de los cautivos. Y sus hermanos los llevaron para que poseyeran sus propias tierras.

9 Y así terminó el año undécimo de los jueces, y los lamanitas habían sido echados del país, y el pueblo de Ammoníah había sido destruido; sí, toda alma viviente de los ammoniahitas había sido destruida, y también su gran ciudad, la cual decían que Dios no podía destruir a causa de su grandeza.

10

Mas he aquí que en un solo día quedó desolada; y los perros y las bestias feroces del desierto destrozaron los cadáveres.

11 Sin embargo, después de muchos días se amontonaron sus cadáveres sobre la faz de la tierra, y los cubrieron superficialmente. Y tan grande era la hediondez, que por muchos años la gente no fue a tomar posesión de la tierra de Ammoníah. Y la llamaron la Desolación de los Nehores; porque eran de la fe de Nehor los que perecieron; y sus tierras quedaron desoladas.

12 Y los lamanitas no volvieron a la guerra contra los nefitas hasta el año decimocuarto del gobierno de los jueces sobre el pueblo de Nefi. Y así, durante tres años, el pueblo de Nefi gozó de continua paz en toda la tierra.

13 Y Alma y Amulek salieron a predicar el arrepentimiento al pueblo en sus templos, y en sus santuarios, y también en sus sinagogas, las cuales se habían construido a la manera de los judíos.

14 Y comunicaban la palabra de Dios sin cesar a cuantos querían oírlos, y no hacían acepción de personas.

15 Y así salieron Alma, Amulek y también muchos otros que habían sido elegidos para la obra, a predicar la palabra en todo el país. Y se generalizó el establecimiento de la iglesia por toda la comarca, en toda la región circunvecina, entre todo el pueblo de los nefitas.

16 Y no había desigualdad entre ellos; y el Señor derramó su Espíritu sobre toda la faz de la tierra a fin de preparar la mente de los hijos de los hombres, o sea, preparar sus corazones para recibir la palabra que se enseñaría entre ellos en el día de su venida,

17 a fin de que no se endurecieran contra la palabra, para que no fuesen incrédulos y procediesen a la destrucción; sino que recibieran la palabra con gozo, y que, como rama, fuesen injertados en la verdadera vid para que entraran en el reposo del Señor su Dios.

18 Y los sacerdotes que salieron entre la gente predicaron contra toda mentira, y engaños, y envidias, y contiendas, y malicia y vituperios; y el hurto, el robo, el pillaje, el asesinato, la comisión de adulterio, y todo género de lujuria, proclamando que tales cosas no debían existir;

19 declarando las cosas que pronto habían de acontecer; sí, proclamando la venida del Hijo de Dios, sus padecimientos y muerte, y también la resurrección de los muertos.

20

Y muchos del pueblo preguntaron acerca del lugar donde el Hijo de Dios había de venir; y se les enseñó que se aparecería a ellos después de su resurrección; y el pueblo oyó esto con gran gozo y alegría.

21 Y después que la iglesia quedó establecida por toda la tierra —habiéndose logrado la victoria sobre el diablo, y predicándose la palabra de Dios en su pureza en toda la tierra y derramando el Señor sus bendiciones sobre la gente— así terminó el año decimocuarto del gobierno de los jueces sobre el pueblo de Nefi.

Una relación de los hijos de Mosíah, que renunciaron a sus derechos al reino por la palabra de Dios y subieron a la tierra de Nefi para predicar a los lamanitas; sus padecimientos y liberación, según los anales de Alma.

Comprende los capítulos del 17 al 27.

Capítulo 17

Los hijos de Mosíah tienen el espíritu de profecía y de revelación — Cada cual va por su propio camino para declarar la palabra a los lamanitas — Ammón va a la tierra de Ismael y se hace siervo del rey Lamoni — Ammón salva los rebaños del rey y mata a los enemigos de este junto a las aguas de Sebús. Versículos 1–3, aproximadamente 77 a.C.; versículo 4, aproximadamente 91–77 a.C.; y versículos 5–39, aproximadamente 91 a.C.

1

Y aconteció que mientras Alma iba viajando hacia el sur, de la tierra de Gedeón a la tierra de Manti, he aquí, para asombro suyo, encontró a los hijos de Mosíah que viajaban hacia la tierra de Zarahemla.

2 Estos hijos de Mosíah estaban con Alma en la ocasión en que el ángel se le apareció por primera vez; por tanto, Alma se alegró muchísimo de ver a sus hermanos; y lo que aumentó más su gozo fue que aún eran sus hermanos en el Señor; sí, y se habían fortalecido en el conocimiento de la verdad; porque eran hombres de sano entendimiento, y habían escudriñado diligentemente las Escrituras para conocer la palabra de Dios.

3 Mas esto no es todo; se habían dedicado a mucha oración y ayuno; por tanto, tenían el espíritu de profecía y el espíritu de revelación, y cuando enseñaban, lo hacían con poder y autoridad de Dios.

4 Y habían estado enseñando la palabra de Dios entre los lamanitas por el espacio de catorce años, y habían logrado mucho éxito en traer a muchos al conocimiento de la verdad; sí, por el poder de sus palabras muchos fueron traídos ante el altar de Dios para invocar su nombre y confesar sus pecados ante él.

5 Y estas son las circunstancias que los acompañaron en sus viajes, pues pasaron muchas aflicciones; padecieron mucho, tanto corporal como mentalmente, tal como hambre, sed, fatiga y también se esforzaron mucho en el espíritu.

6 Ahora bien, estos fueron sus viajes: Se despidieron de su padre Mosíah en el primer año de los jueces, después de haber rehusado el reino que su padre deseaba conferirles, y que también era la voluntad del pueblo;

7 no obstante, partieron de la tierra de Zarahemla, y llevaron sus espadas, y sus lanzas, sus arcos, sus flechas y sus hondas; e hicieron esto para proveerse de alimento mientras estuvieran en el desierto.

8 Y así partieron para el desierto, con su grupo que habían escogido, para subir a la tierra de Nefi a predicar la palabra de Dios a los lamanitas.

9 Y sucedió que viajaron muchos días por el desierto, y ayunaron y oraron mucho para que el Señor concediera que una porción de su Espíritu los acompañase y estuviese con ellos, a fin de que fuesen un instrumento en las manos de Dios para llevar a sus hermanos, los lamanitas, si posible fuese, al conocimiento de la verdad, al conocimiento de la depravación de las tradiciones de sus padres, las cuales no eran correctas.

10

Y sucedió que el Señor los visitó con su Espíritu, y les dijo: Sed consolados; y fueron consolados.

11 Y les dijo también el Señor: Id entre los lamanitas, vuestros hermanos, y estableced mi palabra; empero seréis pacientes en las congojas y aflicciones, para que les deis buenos ejemplos en mí; y os haré instrumentos en mis manos, para la salvación de muchas almas.

12 Y aconteció que se animaron los corazones de los hijos de Mosíah, así como los que estaban con ellos, para ir a los lamanitas a declararles la palabra de Dios.

13 Y sucedió que cuando hubieron llegado a las fronteras de la tierra de los lamanitas, se separaron unos de otros, confiando en el Señor en que se volverían a reunir al fin de su cosecha; porque creían que la obra que habían emprendido era grande.

14 Y ciertamente era grande, porque habían emprendido la predicación de la palabra de Dios a un pueblo salvaje, empedernido y feroz; un pueblo que se deleitaba en asesinar a los nefitas, y en robarles y despojarlos; y tenían el corazón puesto en las riquezas, o sea, en el oro, y la plata y las piedras preciosas; sí, además, procuraban posesionarse de estas cosas asesinando y despojando, para no tener que trabajar por ellas con sus propias manos.

15 De modo que eran un pueblo muy indolente; muchos de ellos adoraban ídolos, y la maldición de Dios había caído sobre ellos a causa de las tradiciones de sus padres; sin embargo, las promesas del Señor se extendían a ellos mediante las condiciones del arrepentimiento.

16 Por esta causa, pues, fue que los hijos de Mosíah habían emprendido la obra, para que quizá los condujeran al arrepentimiento; para que tal vez los trajeran al conocimiento del plan de redención.

17 De manera que se separaron unos de otros, y fueron entre ellos, cada uno a solas, según la palabra y poder de Dios que le era concedido.

18 Ahora bien, siendo Ammón el principal entre ellos, o más bien él les ministraba, se separó de ellos después de haberlos bendecido según sus varias circunstancias, habiéndoles comunicado la palabra de Dios, o ministrado a ellos antes de su partida; y así iniciaron sus respectivos viajes por el país.

19 Y Ammón fue a la tierra de Ismael, que así se llamaba por los hijos de Ismael, los cuales también se hicieron lamanitas.

20

Y al entrar Ammón en la tierra de Ismael, los lamanitas lo tomaron y lo ataron como acostumbraban atar a todos los nefitas que caían en sus manos y llevarlos ante el rey; y así se dejaba al gusto del rey matarlos, o retenerlos en el cautiverio, o echarlos en la cárcel, o desterrarlos, según su voluntad y placer.

21 Y así Ammón fue llevado ante el rey que gobernaba en la tierra de Ismael; y se llamaba Lamoni, y era descendiente de Ismael.

22 Y el rey preguntó a Ammón si era su deseo vivir en esa tierra entre los lamanitas, o sea, entre el pueblo del rey.

23 Y le dijo Ammón: Sí; deseo morar entre este pueblo por algún tiempo; sí, y quizá hasta el día que muera.

24 Y sucedió que el rey Lamoni quedó muy complacido con Ammón, e hizo que le soltaran las ligaduras; y quería que él tomara por esposa a una de sus hijas.

25 Mas le dijo Ammón: No, sino seré tu siervo. Por tanto, Ammón se hizo siervo del rey Lamoni. Y sucedió que lo pusieron con otros siervos para que cuidara los rebaños de Lamoni, según la costumbre de los lamanitas.

26 Y después de haber estado tres días al servicio del rey, mientras iba con los siervos lamanitas, llevando sus rebaños al abrevadero que se llamaba las aguas de Sebús, y todos los lamanitas llevaban allí sus rebaños para que bebieran,

27 de modo que mientras Ammón y los siervos del rey llevaban sus rebaños al abrevadero, he aquí, un cierto número de lamanitas, que ya habían estado allí para abrevar sus rebaños, se levantaron y dispersaron los rebaños de Ammón y los siervos del rey, y los esparcieron de tal modo que huyeron por todas partes.

28 Entonces los siervos del rey empezaron a murmurar, diciendo: Ahora el rey nos matará como lo ha hecho con nuestros hermanos, porque sus rebaños fueron dispersados por la maldad de estos hombres. Y empezaron a llorar amargamente, diciendo: ¡He aquí, nuestros rebaños ya están esparcidos!

29 Y lloraban por temor a perder la vida. Ahora bien, cuando Ammón vio esto, se le llenó de gozo el corazón, porque dijo: Manifestaré mi poder, o sea, el poder que está en mí, a estos mis consiervos, recogiendo estos rebaños para el rey, a fin de ganar el corazón de mis consiervos, para encaminarlos a creer en mis palabras.

30

Y tales eran los pensamientos de Ammón, al ver las aflicciones de aquellos a quienes él llamaba sus hermanos.

31 Y ocurrió que los alentó con sus palabras, diciendo: Hermanos míos, sed de buen ánimo, y vayamos a buscar los rebaños, y los recogeremos y los traeremos otra vez al abrevadero; y así preservaremos los rebaños del rey, y no nos matará.

32 Y sucedió que salieron a buscar los rebaños, y siguieron a Ammón; y corrieron con mucha ligereza y atajaron los rebaños del rey y los juntaron en el abrevadero otra vez.

33 Y aquellos hombres se dispusieron otra vez para esparcir sus rebaños; pero Ammón dijo a sus hermanos: Cercad los rebaños para que no huyan; yo voy a contender con estos hombres que dispersan nuestros rebaños.

34 Hicieron, por tanto, lo que Ammón les mandó, y él avanzó y se dispuso a contender con los que estaban cerca de las aguas de Sebús; y eran no pocos en número.

35 Por tanto, no temían a Ammón, porque suponían que uno de sus hombres podía matarlo a su gusto, pues no sabían que el Señor había prometido a Mosíah que libraría a sus hijos de las manos de ellos; ni sabían nada en cuanto al Señor; por tanto, se deleitaban en la destrucción de sus hermanos, y por esta razón avanzaron para esparcir los rebaños del rey.

36 Pero Ammón se adelantó y empezó a arrojarles piedras con su honda; sí, con gran fuerza lanzó piedras contra ellos; y así mató a cierto número de ellos, de modo que empezaron a asombrarse de su poder; no obstante, estaban enojados por causa de sus hermanos muertos, y estaban resueltos a hacerlo caer; viendo, pues, que no podían pegarle con sus piedras, avanzaron con mazas para matarlo.

37 Mas he aquí, que con su espada Ammón le cortaba el brazo a todo el que levantaba la maza para herirlo; porque resistió sus golpes, hiriéndoles los brazos con el filo de su espada, al grado que empezaron a asombrarse y a huir delante de él; sí, y eran no pocos en número; y los hizo huir por la fuerza de su brazo.

38 Y habían caído seis de ellos por la honda, mas solo a su cabecilla mató con la espada; y Ammón cortó cuantos brazos se levantaron contra él, y no fueron pocos.

39 Y cuando los hubo hecho huir bastante lejos, regresó; y dieron agua a sus rebaños, y los llevaron otra vez a los pastos del rey; y entonces se presentaron delante del rey llevando los brazos que Ammón había cortado con su espada, que eran los de aquellos que intentaron matarlo; y los llevaron al rey como testimonio de las cosas que habían hecho.

Capítulo 18

El rey Lamoni supone que Ammón es el Gran Espíritu — Ammón enseña al rey acerca de la Creación, los tratos de Dios con los hombres y la redención que viene por medio de Cristo — Lamoni cree y cae a tierra como si estuviera muerto. Aproximadamente 90 a.C.

1

Y aconteció que el rey Lamoni hizo que sus siervos se presentaran y testificaran de todas las cosas que habían visto concernientes al asunto.

2 Y cuando todos hubieron dado testimonio de lo que habían presenciado, y el rey se enteró de la fidelidad de Ammón al defender sus rebaños, y también de su gran poder en luchar contra aquellos que trataron de matarlo, se asombró en extremo y dijo: Seguramente es algo más que un hombre. He aquí, ¿no será este el Gran Espíritu, que envía tan grandes castigos sobre este pueblo por motivo de sus asesinatos?

3 Y respondieron ellos al rey, y dijeron esto: Si es el Gran Espíritu o un hombre, no sabemos; mas esto sí sabemos, que los enemigos del rey no lo pueden matar; ni pueden esparcir los rebaños del rey cuando él se halla con nosotros, por causa de su destreza y gran fuerza; por tanto, sabemos que es amigo del rey. Y ahora bien, ¡oh rey!, no creemos que un hombre tenga tanto poder, pues sabemos que no se le puede matar.

4 Y cuando el rey oyó estas palabras, les dijo: Ahora sé que es el Gran Espíritu; y ha descendido en esta ocasión para preservar vuestras vidas, a fin de que no os matara como lo hice con vuestros hermanos. Este es el Gran Espíritu de quien han hablado nuestros padres.

5 Y esta era la tradición de Lamoni, la cual había recibido de su padre, que había un Gran Espíritu. Pero a pesar de que creían que había un Gran Espíritu, suponían que todo lo que hacían era justo; no obstante, Lamoni empezó a temer en sumo grado por miedo de haber hecho mal con matar a sus siervos;

6 pues había quitado la vida a muchos de ellos porque sus hermanos les habían dispersado sus rebaños en el abrevadero; y porque les habían esparcido sus rebaños fueron muertos.

7 Y era la costumbre de estos lamanitas colocarse cerca de las aguas de Sebús para esparcir los rebaños del pueblo, y así llevarse a su propia tierra muchos de los que eran esparcidos, pues entre ellos era una manera de robar.

8 Y sucedió que el rey Lamoni preguntó a sus siervos, diciendo: ¿En dónde está este hombre que tiene tan grande poder?

9 Y le dijeron: He aquí, está dando de comer a tus caballos. Ahora bien, antes que salieran a abrevar sus rebaños, el rey había mandado a sus siervos que prepararan sus caballos y carros y lo llevaran a la tierra de Nefi; porque el padre de Lamoni, que era el rey de toda esa tierra, había mandado preparar una gran fiesta en la tierra de Nefi.

10

Y cuando oyó el rey Lamoni que Ammón estaba preparando sus caballos y sus carros, se asombró más a causa de la fidelidad de Ammón, y dijo: Ciertamente no ha habido entre todos mis siervos ninguno que haya sido tan fiel como este hombre; pues se acuerda de todas mis órdenes para ejecutarlas.

11 Ahora de seguro sé que es el Gran Espíritu, y quisiera que viniese a verme, pero no me atrevo.

12 Y aconteció que cuando hubo alistado los caballos y los carros para el rey y sus siervos, Ammón entró en donde estaba el rey, y observó que el semblante del rey había cambiado; por tanto, estaba a punto de retirarse de su presencia.

13 Y le dijo uno de los siervos del rey: Rabbánah, que interpretado significa poderoso o gran rey, pues consideraban que sus reyes eran poderosos; y por eso le dijo: Rabbánah, el rey desea que te quedes.

14 De modo que Ammón se volvió hacia el rey y le dijo: ¿Qué quieres que haga por ti, oh rey? Mas el rey no le contestó por el espacio de una hora, según el tiempo de ellos, porque no sabía qué decirle.

15 Y sucedió que Ammón le dijo otra vez: ¿Qué deseas de mí? Mas el rey no le contestó.

16 Y aconteció que Ammón, estando lleno del Espíritu de Dios, percibió los pensamientos del rey. Y le dijo: ¿Es porque has oído que defendí a tus siervos y tus rebaños, y maté a siete de sus hermanos con la honda y con la espada, y les corté los brazos a otros, a fin de defender tus rebaños y tus siervos? ¿He aquí, es esto lo que causa tu asombro?

17 Yo te digo: ¿A qué se debe que te maravilles tanto? He aquí, soy un hombre, y soy tu siervo; por tanto, cualquier cosa que desees, que sea justa, yo la haré.

18 Y cuando el rey hubo oído estas palabras, se maravilló de nuevo, porque vio que Ammón podía discernir sus pensamientos; mas no obstante, el rey Lamoni abrió su boca, y le dijo: ¿Quién eres? ¿Eres tú ese Gran Espíritu que sabe todas las cosas?

19 Le respondió Ammón, y dijo: No lo soy.

20

Y dijo el rey: ¿Cómo sabes los pensamientos de mi corazón? Puedes hablar sin temor y decirme concerniente a estas cosas; y dime, también, con qué poder mataste y cortaste los brazos a mis hermanos que esparcieron mis rebaños.

21 Ahora bien, si me explicas concerniente a estas cosas, te daré cuanto deseares; y si necesario fuere, te protegeré con mis ejércitos; pero sé que eres más poderoso que todos ellos; no obstante, te concederé cuanto de mí desees.

22 Entonces Ammón, siendo prudente pero sin malicia, dijo a Lamoni: ¿Escucharás mis palabras, si te digo mediante qué poder hago estas cosas? Esto es lo que de ti deseo.

23 Y le respondió el rey, y dijo: Sí, creeré todas tus palabras. Y así ingeniosamente lo comprometió.

24 Y Ammón empezó a hablarle osadamente, y le dijo: ¿Crees que hay un Dios?

25 Y él respondió, y le dijo: Ignoro lo que eso significa.

26 Y entonces dijo Ammón: ¿Crees tú que existe un Gran Espíritu?

27 Y él contestó: Sí.

28 Y dijo Ammón: Este es Dios. Y dijo de nuevo Ammón: ¿Crees que este Gran Espíritu, que es Dios, creó todas las cosas que hay en el cielo y en la tierra?

29 Y él dijo: Sí, creo que ha creado todas las cosas que hay sobre la tierra; mas no sé de los cielos.

30

Y le dijo Ammón: El cielo es un lugar donde moran Dios y todos sus santos ángeles.

31 Y el rey Lamoni dijo: ¿Está por encima de la tierra?

32 Y dijo Ammón: Sí, y su mirada está sobre todos los hijos de los hombres; y conoce todos los pensamientos e intenciones del corazón; porque por su mano todos fueron creados desde el principio.

33 Y dijo el rey Lamoni: Creo todas estas cosas que has hablado. ¿Eres enviado por Dios?

34 Y Ammón le dijo: Soy un hombre; y en el principio el hombre fue creado a imagen de Dios; y su Santo Espíritu me ha llamado para enseñar estas cosas a los de este pueblo, a fin de que lleguen al conocimiento de lo que es justo y verdadero;

35 y mora en mí parte de ese Espíritu, el cual me da conocimiento, y también poder, de conformidad con mi fe y mis deseos que están en Dios.

36 Y cuando Ammón hubo dicho estas palabras, empezó por la creación del mundo, y también la creación de Adán; y le declaró todas las cosas concernientes a la caída del hombre, y le repitió y explicó los anales y las Santas Escrituras del pueblo, las cuales los profetas habían declarado, aun hasta la época en que su padre Lehi salió de Jerusalén.

37 Y también les relató (porque se dirigía al rey y a sus siervos) todos los viajes de sus padres por el desierto, y todos sus padecimientos de hambre y sed, y sus afanes, etcétera.

38 Y les refirió también concerniente a las rebeliones de Lamán y Lemuel y los hijos de Ismael, sí, les relató todas sus rebeliones; y les explicó todos los anales y las Escrituras, desde la época en que Lehi salió de Jerusalén hasta entonces.

39 Mas eso no es todo; porque les explicó el plan de redención que fue preparado desde la fundación del mundo; y también les hizo saber concerniente a la venida de Cristo, y les dio a conocer todas las obras del Señor.

40

Y sucedió que después que hubo dicho todas estas cosas, y las explicó al rey, este creyó todas sus palabras;

41 y empezó a clamar al Señor, diciendo: ¡Oh Señor, ten misericordia! ¡Según tu abundante misericordia que has tenido para con el pueblo de Nefi, tenla para mí y mi pueblo!

42 Y cuando hubo dicho esto, cayó a tierra como si estuviera muerto.

43 Y aconteció que sus siervos lo levantaron y lo llevaron a su esposa, y lo tendieron sobre una cama; y permaneció como si estuviera muerto por el espacio de dos días y dos noches; y su esposa y sus hijos e hijas lloraron por él según la costumbre de los lamanitas, lamentando en extremo su pérdida.

Capítulo 19

Lamoni recibe la luz de la vida sempiterna y ve al Redentor — Los de su casa caen a tierra dominados por el Espíritu y muchos de ellos ven ángeles — Ammón es preservado milagrosamente — Bautiza a muchos y establece una iglesia entre ellos. Aproximadamente 90 a.C.

1

Y sucedió que después de dos días y dos noches, estaban ya para llevar su cuerpo y ponerlo en un sepulcro que habían hecho con el fin de sepultar a sus muertos.

2 Y la reina, habiendo oído de la fama de Ammón, le mandó decir que deseaba que él fuera a verla.

3 Y ocurrió que Ammón hizo lo que se le mandó, y entró a ver a la reina y le preguntó qué deseaba que él hiciera.

4 Y le dijo ella: Los siervos de mi marido me han hecho saber que eres un profeta de un Dios Santo, y que tienes el poder de hacer muchas obras grandes en su nombre.

5 Por tanto, si tal es el caso, quisiera que fueses a ver a mi marido, porque ha estado tendido en su cama por el espacio de dos días y dos noches; y dicen algunos que no está muerto, pero otros afirman que está muerto, y que hiede, y que debería ser sepultado; mas según mi parecer no hiede.

6 Y esto era lo que Ammón deseaba, pues sabía que el rey Lamoni se hallaba bajo el poder de Dios; sabía que el obscuro velo de incredulidad se estaba disipando de su mente, y la luz que iluminaba su mente, que era la luz de la gloria de Dios, que era una maravillosa luz de su bondad, sí, esta luz había infundido tal gozo en su alma, que la nube de obscuridad se había desvanecido, y la luz de la vida sempiterna se había encendido dentro de su alma; sí, sabía que esto había dominado el cuerpo natural del rey, y que había sido transportado en Dios.

7 Por tanto, esto que la reina le solicitó era lo único que él deseaba. Así pues, entró para ver al rey según lo que la reina había deseado de él; y vio al rey, y supo que no estaba muerto.

8 Y dijo a la reina: No está muerto, sino que duerme en Dios, y mañana se levantará otra vez; por tanto, no lo enterréis.

9 Y le dijo Ammón: ¿Crees tú esto? Y ella le dijo: No tengo más testimonio que tu palabra y la palabra de nuestros siervos; no obstante, creo que se hará según lo que has dicho.

10

Y le dijo Ammón: Bendita eres por tu fe excepcional; y te digo, mujer, que nunca ha habido tan grande fe entre todo el pueblo nefita.

11 Y sucedió que ella veló cerca de la cama de su marido, desde ese momento hasta la hora del día siguiente que Ammón había señalado para que él se levantara.

12 Y sucedió que se levantó, según las palabras de Ammón; y al levantarse, extendió la mano hacia la mujer, y le dijo: ¡Bendito sea el nombre de Dios, y bendita eres tú!

13 Porque ciertamente como tú vives, he aquí, he visto a mi Redentor; y vendrá, y nacerá de una mujer, y redimirá a todo ser humano que crea en su nombre. Y cuando hubo dicho estas palabras, se le hinchió el corazón, y cayó otra vez de gozo; y cayó también la reina, dominada por el Espíritu.

14 Y viendo Ammón que el Espíritu del Señor se derramaba, según sus oraciones, sobre los lamanitas, sus hermanos, que habían sido la causa de tanta tristeza entre los nefitas, o sea, entre todo el pueblo de Dios, por motivo de sus iniquidades y de sus tradiciones, cayó él de rodillas y empezó a derramar su alma en oración y acción de gracias a Dios por lo que había hecho por sus hermanos; y también cayó, dominado de gozo; de modo que los tres habían caído a tierra.

15 Ahora bien, cuando los siervos del rey vieron que habían caído, empezaron también a clamar a Dios, porque el temor del Señor se había apoderado de ellos también, pues eran los que se habían presentado delante del rey y le habían testificado del gran poder de Ammón.

16 Y sucedió que invocaron con ahínco el nombre del Señor, hasta que todos hubieron caído a tierra, salvo una mujer lamanita cuyo nombre era Abish, la cual se había convertido al Señor muchos años antes a causa de una notable visión de su padre;

17 de modo que se había convertido al Señor, y nunca lo había dado a conocer. Por tanto, cuando vio que todos los siervos de Lamoni habían caído a tierra, y que también su ama, la reina, y el rey y Ammón se hallaban caídos en el suelo, supo que era el poder de Dios, y pensando que esa oportunidad de hacer saber a la gente lo que había sucedido entre ellos, y que el contemplar aquella escena los haría creer en el poder de Dios, corrió, pues, de casa en casa, haciéndolo saber al pueblo.

18 Y empezaron a juntarse en la casa del rey. Y vino una multitud, y para su asombro, vieron caídos en tierra al rey y a la reina y sus siervos; y todos yacían allí como si estuvieran muertos; y también vieron a Ammón, y he aquí, era nefita.

19 Y comenzó la gente a murmurar entre sí, diciendo algunos que era un gran mal que había caído sobre ellos o sobre el rey y su casa, porque él había permitido que el nefita permaneciera en la tierra.

20

Mas otros los reprendieron diciendo: El rey ha traído este mal sobre su casa porque mató a sus siervos cuyos rebaños habían sido dispersados en las aguas de Sebús.

21 Y también los reprendieron aquellos hombres que habían estado en las aguas de Sebús y habían esparcido los rebaños que pertenecían al rey; porque estaban enfurecidos con Ammón a causa del número de sus hermanos que él había matado en las aguas de Sebús, mientras defendía los rebaños del rey.

22 Y uno de ellos, cuyo hermano había caído por la espada de Ammón, enojado en extremo con este, sacó su espada y avanzó para dejarla caer sobre Ammón, a fin de matarlo; y al levantar la espada para herirlo, he aquí, cayó muerto.

23 Así vemos que a Ammón no se le podía matar, porque el Señor había dicho a Mosíah, su padre: Lo protegeré, y será hecho con él según tu fe; por tanto, Mosíah lo encomendó al Señor.

24 Y sucedió que cuando la multitud vio que el hombre que levantó la espada para matar a Ammón había caído muerto, el terror se apoderó de ellos, y no se atrevieron a extender la mano para tocarlo, ni a ninguno de aquellos que habían caído; y empezaron a maravillarse nuevamente entre sí acerca de cuál sería la causa de ese gran poder, o qué significarían todas aquellas cosas.

25 Y aconteció que hubo muchos entre ellos que dijeron que Ammón era el Gran Espíritu, y otros decían que lo había enviado el Gran Espíritu;

26 pero otros los reprendían a todos, diciendo que era un monstruo enviado por los nefitas para atormentarlos.

27 Y había algunos que decían que el Gran Espíritu había enviado a Ammón para afligirlos por causa de sus iniquidades; y que era el Gran Espíritu que siempre había atendido a los nefitas, que siempre los había librado de sus manos; y decían que ese Gran Espíritu era el que había destruido a tantos de sus hermanos, los lamanitas.

28 Y así la contención entre ellos empezó a ser sumamente acalorada. Y mientras así se hallaban contendiendo, llegó la criada que había hecho que se reuniera la multitud, y cuando vio la contención que había entre ellos, se contristó hasta derramar lágrimas.

29 Y sucedió que fue y tomó a la reina de la mano, para tal vez levantarla del suelo; y en cuanto le tocó la mano, ella se puso de pie y clamó en alta voz, diciendo: ¡Oh bendito Jesús, que me ha salvado de un terrible infierno! ¡Oh Dios bendito, ten misericordia de este pueblo!

30

Y cuando hubo dicho esto, trabó las manos, rebosando de gozo y hablando muchas palabras que no fueron comprendidas; y hecho esto, tomó de la mano al rey Lamoni, y he aquí, este se levantó y se puso en pie.

31 Y en el acto, viendo él la contención entre los de su pueblo, se adelantó y empezó a reprenderlos y a enseñarles las palabras que había oído de la boca de Ammón; y cuantos oyeron sus palabras creyeron y se convirtieron al Señor.

32 Pero hubo muchos entre ellos que no quisieron oír sus palabras; por tanto, siguieron su camino.

33 Y aconteció que cuando Ammón se levantó, también él les ministró, y lo mismo hicieron todos los siervos de Lamoni; y todos declararon al pueblo la misma cosa: Que había habido un cambio en sus corazones, y que ya no tenían más deseos de hacer lo malo.

34 Y he aquí, muchos declararon al pueblo que habían visto ángeles y habían conversado con ellos; y así les habían hablado acerca de Dios y de su justicia.

35 Y sucedió que hubo muchos que creyeron en sus palabras; y cuantos creyeron, fueron bautizados; y se convirtieron en un pueblo justo, y establecieron una iglesia entre ellos.

36 Y así se inició la obra del Señor entre los lamanitas; así empezó el Señor a derramar su Espíritu sobre ellos; y vemos que su brazo se extiende a todo pueblo que quiera arrepentirse y creer en su nombre.

Capítulo 20

El Señor envía a Ammón a Middoni para que libre a sus hermanos encarcelados — Ammón y Lamoni se encuentran con el padre de Lamoni, que es rey de toda esa tierra — Ammón obliga al anciano rey a aprobar la liberación de sus hermanos. Aproximadamente 90 a.C.

1

Y sucedió que después que hubieron establecido una iglesia en esa tierra, el rey Lamoni deseó que Ammón lo acompañara a la tierra de Nefi, para presentarlo a su padre.

2 Y la voz del Señor llegó a Ammón, diciendo: No subirás a la tierra de Nefi, pues he aquí, el rey tratará de quitarte la vida; pero irás a la tierra de Middoni; pues he aquí, tu hermano Aarón y también Muloki y Amma se hallan en la cárcel.

3 Y aconteció que cuando hubo oído esto, Ammón dijo a Lamoni: He aquí, mi hermano y mis compañeros se hallan encarcelados en Middoni, y voy para libertarlos.

4 Entonces Lamoni le dijo a Ammón: Sé que con la fuerza del Señor puedes hacer todas las cosas. Mas he aquí, iré contigo a la tierra de Middoni, porque el rey de esa tierra, cuyo nombre es Antiomno, es mi amigo; por tanto, voy a la tierra de Middoni para congraciarme con el rey, y él sacará a tus hermanos de la cárcel. Luego le dijo Lamoni: ¿Quién te dijo que tus hermanos estaban encarcelados?

5 Y Ammón le dijo: Nadie me lo ha dicho sino Dios; y me dijo: Ve y libra a tus hermanos, porque están en la cárcel en la tierra de Middoni.

6 Y cuando Lamoni hubo oído esto, hizo que sus siervos alistaran sus caballos y sus carros.

7 Y dijo a Ammón: Ven, iré contigo a la tierra de Middoni, y allí abogaré con el rey para que saque a tus hermanos de la cárcel.

8 Y acaeció que mientras Ammón y Lamoni se dirigían allá, encontraron al padre de Lamoni, que era rey de toda esa tierra.

9 Y he aquí, el padre de Lamoni le dijo: ¿Por qué no concurriste a la fiesta el gran día en que festejé a mis hijos y a mi pueblo?

10

Y también dijo: ¿Adónde vas con este nefita, que es uno de los hijos de un mentiroso?

11 Y aconteció que Lamoni le dijo adonde iba, porque tenía miedo de ofenderlo.

12 Y también le explicó la causa de su demora en su propio reino, por lo que no había asistido a la fiesta que su padre había preparado.

13 Y cuando Lamoni le hubo dicho todas estas cosas, he aquí, para asombro de él, su padre se enojó con él y dijo: Lamoni, vas a librar a estos nefitas que son hijos de un embustero. He aquí, él robó a nuestros padres; y ahora sus hijos han venido también entre nosotros a fin de engañarnos con sus astucias y sus mentiras, para despojarnos otra vez de nuestros bienes.

14 Luego el padre de Lamoni le ordenó que matara a Ammón con la espada. Y también le mandó que no fuera para la tierra de Middoni, sino que volviera con él a la tierra de Ismael.

15 Mas le dijo Lamoni: No mataré a Ammón, ni volveré a la tierra de Ismael, sino que iré a la tierra de Middoni para librar a los hermanos de Ammón, porque sé que son hombres justos y profetas santos del Dios verdadero.

16 Y cuando su padre hubo oído estas palabras, se enojó con él y sacó su espada para derribarlo a tierra.

17 Pero Ammón se adelantó, y le dijo: He aquí, no matarás a tu hijo; no obstante, mejor sería que él cayera y no tú; porque he aquí, él se ha arrepentido de sus pecados; mas si tú, en este momento cayeses en tu ira, tu alma no podría ser salva.

18 Y conviene, además, que te reprimas; porque si mataras a tu hijo, siendo él inocente, su sangre clamaría desde el suelo al Señor su Dios, para que la venganza cayera sobre ti; y tal vez perderías tu alma.

19 Y cuando Ammón le hubo dicho estas palabras, aquel respondió, diciendo: Sé que si yo matase a mi hijo, derramaría sangre inocente; porque eres tú quien has tratado de destruirlo.

20

Y extendió su mano para matar a Ammón; pero este le resistió sus golpes, y además le hirió el brazo de manera que no pudo hacer uso de él.

21 Y cuando el rey vio que Ammón podía matarlo, empezó a suplicarle que le perdonara la vida.

22 Pero Ammón levantó su espada y le dijo: He aquí, te heriré a menos que me concedas que saquen a mis hermanos de la prisión.

23 Entonces el rey, temiendo perder la vida, dijo: Si me perdonas la vida, te concederé cuanto me pidas, hasta la mitad del reino.

24 Y cuando Ammón vio que había hecho según su voluntad con el anciano rey, le dijo: Si concedes que mis hermanos sean sacados de la prisión, y también que Lamoni retenga su reino, y que ya no estés enojado con él, sino que le permitas obrar según sus propios deseos en cualquier cosa que él considere, entonces te perdonaré la vida; de otro modo, te derribaré a tierra.

25 Y cuando Ammón hubo dicho estas palabras, empezó el rey a alegrarse a causa de su vida.

26 Y cuando vio que Ammón no tenía ningún deseo de destruirlo, y cuando vio también el gran amor que tenía por su hijo Lamoni, se asombró en sumo grado, y dijo: Porque todo lo que has deseado es que libre a tus hermanos y permita que mi hijo Lamoni retenga su reino, he aquí, te concederé que mi hijo retenga su reino desde ahora y para siempre; y no lo gobernaré más.

27 Y te concederé también que tus hermanos sean sacados de la cárcel, y que tú y tus hermanos vengáis a verme en mi reino, porque tendré muchos deseos de verte. Pues el rey estaba sumamente asombrado de las palabras que Ammón había hablado, así como de las palabras que había hablado su hijo Lamoni; por tanto, estaba deseoso de aprenderlas.

28 Y aconteció que Ammón y Lamoni prosiguieron su viaje hacia la tierra de Middoni. Y Lamoni halló gracia a los ojos del rey de esa tierra; por tanto, sacaron de la prisión a los hermanos de Ammón.

29 Y cuando Ammón los vio, se entristeció mucho, porque he aquí, se hallaban desnudos y tenían la piel sumamente excoriada, por haber estado atados con fuertes cuerdas; y también habían padecido hambre, sed y toda clase de aflicciones; sin embargo, fueron pacientes en todos sus sufrimientos.

30

Pues resultó que fue su suerte haber caído en manos de gente más obstinada y más dura de cerviz; por tanto, no quisieron hacer caso de sus palabras, y los habían expulsado, y los habían golpeado, y echado de casa en casa y de lugar en lugar hasta que llegaron a la tierra de Middoni; y allí los aprehendieron y echaron en la cárcel, y los ataron con fuertes cuerdas, y los tuvieron encarcelados muchos días, y fueron librados por Lamoni y Ammón.

Una relación de la predicación de Aarón y Muloki y sus compañeros entre los lamanitas.

Comprende los capítulos del 21 al 25.

Capítulo 21

Aarón enseña a los amalekitas acerca de Cristo y Su expiación — Aarón y sus hermanos son encarcelados en Middoni — Después de ser librados, enseñan en las sinagogas y logran convertir a muchas personas — Lamoni concede la libertad religiosa al pueblo en la tierra de Ismael. Aproximadamente 90–77 a.C.

1

Ahora bien, cuando Ammón y sus hermanos se separaron en las fronteras de la tierra de los lamanitas, he aquí que Aarón emprendió su viaje a la tierra que los lamanitas llamaban Jerusalén, nombre dado en memoria del país natal de sus padres; y se encontraba allá, en las fronteras de Mormón.

2 Y los lamanitas, los amalekitas y el pueblo de Amulón habían edificado una gran ciudad que se llamaba Jerusalén.

3 Ahora bien, los lamanitas eran de por sí bastante obstinados, mas los amalekitas y los amulonitas lo eran aún más; por tanto, hicieron endurecer el corazón de los lamanitas para que aumentaran en la maldad y en sus abominaciones.

4 Y sucedió que Aarón llegó a la ciudad de Jerusalén, y primero empezó a predicar a los amalekitas. Y comenzó a predicarles en sus sinagogas, pues habían edificado sinagogas según la orden de los nehores; porque muchos de los amalekitas y de los amulonitas pertenecían a la orden de los nehores.

5 Por tanto, al entrar Aarón en una de sus sinagogas para predicar a la gente, y mientras les estaba hablando, he aquí, se levantó un amalekita y empezó a contender con él, diciendo: ¿Qué es eso que has testificado? ¿Has visto tú a un ángel? ¿Por qué a nosotros no se nos aparecen ángeles? He aquí, ¿no es esta gente tan buena como la tuya?

6 También dices que a menos que nos arrepintamos, pereceremos. ¿Cómo es que sabes tú el pensamiento e intención de nuestros corazones? ¿Cómo sabes que tenemos de qué arrepentirnos? ¿Cómo sabes que no somos un pueblo justo? He aquí, hemos edificado santuarios, y nos reunimos para adorar a Dios. Creemos por cierto que Dios salvará a todos los hombres.

7 Entonces le dijo Aarón: ¿Crees que el Hijo de Dios vendrá para redimir al género humano de sus pecados?

8 Y le dijo el hombre: No creemos que sepas tal cosa. No creemos en estas insensatas tradiciones. No creemos que tú sepas de cosas futuras, ni tampoco creemos que tus padres ni nuestros padres supieron concerniente a las cosas que hablaron, de lo que está por venir.

9 Y Aarón empezó a explicarles las Escrituras concernientes a la venida de Cristo y también la resurrección de los muertos; y que no habría redención para la humanidad, salvo que fuese por la muerte y padecimientos de Cristo, y la expiación de su sangre.

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Y aconteció que al empezar a explicarles estas cosas, se enojaron con él y empezaron a hacerle burla; y no quisieron escuchar las palabras que hablaba.

11 Por tanto, cuando vio que no querían oír sus palabras, salió de la sinagoga y llegó a una aldea que se llamaba Ani-Anti, y allí encontró a Muloki, predicándoles la palabra; y también a Amma y sus hermanos. Y contendieron con muchos sobre la palabra.

12 Y aconteció que vieron que los del pueblo endurecían sus corazones; por tanto, partieron y llegaron a la tierra de Middoni; y predicaron la palabra a muchos, y pocos creyeron en las palabras que enseñaban.

13 Sin embargo, Aarón y cierto número de sus hermanos fueron aprehendidos y encarcelados; y los demás huyeron de la tierra de Middoni a las regiones inmediatas.

14 Y los que fueron encarcelados padecieron muchas cosas; y fueron librados por la intervención de Lamoni y Ammón, y fueron alimentados y vestidos.

15 Y salieron otra vez para declarar la palabra; y así fueron librados de la cárcel por primera vez; y así habían padecido.

16 E iban por dondequiera que los guiaba el Espíritu del Señor, predicando la palabra de Dios en toda sinagoga de los amalekitas, o en toda asamblea de los lamanitas, en donde los admitían.

17 Y sucedió que el Señor empezó a bendecirlos de tal modo que llevaron a muchos al conocimiento de la verdad; sí, convencieron a muchos de que habían pecado, y de que las tradiciones de sus padres no eran correctas.

18 Y aconteció que Ammón y Lamoni volvieron de la tierra de Middoni a la tierra de Ismael, que era la tierra de su herencia.

19 Y el rey Lamoni no quiso permitir que Ammón lo sirviera ni que fuera su siervo,

20

sino que hizo edificar sinagogas en la tierra de Ismael; e hizo que se reunieran los de su pueblo, o sea, aquellos a quienes él gobernaba.

21 Y se regocijó en ellos y les enseñó muchas cosas. Y también les declaró que eran un pueblo que se hallaba bajo la autoridad de él, y que eran un pueblo libre; que se hallaban libres de las opresiones del rey, su padre; porque su padre le había concedido que gobernara al pueblo que se hallaba en la tierra de Ismael y en toda la región circunvecina.

22 Y también les declaró que gozarían de la libertad de adorar al Señor su Dios según sus deseos, en cualquier lugar en que estuvieran, si este se encontraba en la tierra que estaba bajo la autoridad del rey Lamoni.

23 Y Ammón predicó al pueblo del rey Lamoni; y aconteció que les enseñó todas las cosas concernientes a la rectitud. Y los exhortaba diariamente con toda diligencia, y ellos prestaban atención a su palabra, y eran celosos en guardar los mandamientos de Dios.

Capítulo 22

Aarón enseña al padre de Lamoni acerca de la Creación, la Caída de Adán y el plan de redención por medio de Cristo — El rey y todos los de su casa se convierten — Se explica la forma en que se dividía la tierra entre los nefitas y los lamanitas. Aproximadamente 90–77 a.C.

1

Y ahora bien, mientras Ammón así enseñaba al pueblo de Lamoni continuamente, volveremos a la historia de Aarón y sus hermanos; porque después que partió de la tierra de Middoni, el Espíritu lo guio a la tierra de Nefi hasta la casa del rey que gobernaba toda esa tierra, salvo la tierra de Ismael; y era el padre de Lamoni.

2 Y sucedió que entró a verlo en el palacio del rey, con sus hermanos, y se inclinó delante del rey, y le dijo: He aquí, ¡oh rey!, somos los hermanos de Ammón, a quienes tú has librado de la cárcel.

3 Y ahora, ¡oh rey!, si tú nos concedes la vida, seremos tus siervos. Y les dijo el rey: Levantaos, porque os concederé vuestras vidas, y no permitiré que seáis mis siervos; pero sí insistiré en que me ministréis, porque mi mente ha estado algo perturbada por razón de la generosidad y grandeza de las palabras de vuestro hermano Ammón; y deseo saber la causa por la cual él no ha subido desde Middoni contigo.

4 Y Aarón dijo al rey: He aquí, el Espíritu del Señor lo ha llamado a otra parte; ha ido a la tierra de Ismael a instruir al pueblo de Lamoni.

5 Luego el rey les dijo: ¿Qué es esto que habéis dicho concerniente al Espíritu del Señor? He aquí, esto es lo que me turba.

6 Y además, ¿qué significa esto que Ammón dijo: Si os arrepentís, seréis salvos, y si no os arrepentís, seréis desechados en el postrer día?

7 Y Aarón le respondió y le dijo: ¿Crees que hay un Dios? Y le dijo el rey: Sé que los amalekitas dicen que hay un Dios, y les he concedido que edifiquen santuarios a fin de que se reúnan para adorarlo. Y si ahora tú dices que hay un Dios, he aquí, yo creeré.

8 Y cuando Aarón oyó esto, su corazón empezó a regocijarse y dijo: He aquí, ciertamente como tú vives, ¡oh rey!, hay un Dios.

9 Y dijo el rey: ¿Es Dios aquel Gran Espíritu que trajo a nuestros padres de la tierra de Jerusalén?

10

Y Aarón le dijo: Sí, él es ese Gran Espíritu, y él ha creado todas las cosas, tanto en el cielo como en la tierra. ¿Crees esto?

11 Y dijo él: Sí, creo que el Gran Espíritu creó todas las cosas, y deseo que me informes concerniente a todas estas cosas y creeré tus palabras.

12 Y aconteció que al ver que el rey creería sus palabras, Aarón empezó por la creación de Adán, leyendo al rey las Escrituras, de cómo creó Dios al hombre a su propia imagen, y que Dios le dio mandamientos, y que, a causa de la transgresión, el hombre había caído.

13 Y Aarón le explicó las Escrituras, desde la creación de Adán, exponiéndole la caída del hombre, y su estado carnal, y también el plan de redención que fue preparado desde la fundación del mundo, por medio de Cristo, para cuantos quisieran creer en su nombre.

14 Y en vista de que el hombre había caído, este no podía merecer nada de sí mismo; mas los padecimientos y muerte de Cristo expían sus pecados mediante la fe y el arrepentimiento, etcétera; y que él quebranta las ligaduras de la muerte, para arrebatarle la victoria a la tumba, y que el aguijón de la muerte sea consumido en la esperanza de gloria; y Aarón le explicó todas estas cosas al rey.

15 Y aconteció que después que Aarón le hubo explicado estas cosas, dijo el rey: ¿Qué haré para lograr esta vida eterna de que has hablado? Sí, ¿qué haré para nacer de Dios, desarraigando de mi pecho este espíritu inicuo, y recibir el Espíritu de Dios para que sea lleno de gozo, y no sea desechado en el postrer día? He aquí, dijo él, daré cuanto poseo; sí, abandonaré mi reino a fin de recibir este gran gozo.

16 Mas Aarón le dijo: Si tú deseas esto, si te arrodillas delante de Dios, sí, si te arrepientes de todos tus pecados y te postras ante Dios e invocas con fe su nombre, creyendo que recibirás, entonces obtendrás la esperanza que deseas.

17 Y sucedió que cuando Aarón hubo dicho estas palabras, el rey se inclinó de rodillas ante el Señor, sí, se postró hasta el polvo, y clamó fuertemente diciendo:

18 ¡Oh Dios!, Aarón me ha dicho que hay un Dios; y si hay un Dios, y si tú eres Dios, ¿te darías a conocer a mí?, y abandonaré todos mis pecados para conocerte, y para que sea levantado de entre los muertos y sea salvo en el postrer día. Y cuando el rey hubo dicho estas palabras, cayó como herido de muerte.

19 Y aconteció que sus siervos corrieron e informaron a la reina de lo que le había pasado al rey. Y fue ella a donde estaba el rey; y cuando lo vio tendido como si estuviera muerto, y también a Aarón y a sus hermanos de pie allí como si ellos hubiesen sido la causa de su caída, se enojó con ellos y mandó que sus siervos, o sea, los siervos del rey, los prendieran y los mataran.

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Mas los siervos habían visto la causa de la caída del rey; por tanto, no se atrevieron a echar mano a Aarón y sus hermanos, e intercedieron ante la reina, diciendo: ¿Por qué nos mandas matar a estos hombres, cuando uno de ellos es más poderoso que todos nosotros? Por tanto, caeremos ante ellos.

21 Y cuando la reina vio el temor de los siervos, también ella empezó a sentir gran miedo de que le sobreviniera algún mal. Y mandó a sus siervos que fueran y llamaran al pueblo para que mataran a Aarón y a sus hermanos.

22 Ahora bien, cuando Aarón vio la determinación de la reina, y conociendo también la dureza de corazón del pueblo, temió que se reuniera una multitud y que hubiera una gran contienda y disturbio entre ellos; por tanto, extendió su mano y levantó al rey del suelo, y le dijo: Levántate. Y él se puso de pie y recobró su fuerza.

23 Esto se efectuó en presencia de la reina y muchos de los siervos. Y cuando lo vieron, se maravillaron en gran manera y empezaron a temer. Y el rey se adelantó y empezó a ministrarles. Y a tal grado ejerció su ministerio, que toda su casa se convirtió al Señor.

24 Y se había reunido una multitud, a causa de la orden de la reina, y empezaron a surgir serias murmuraciones entre ellos por causa de Aarón y sus hermanos.

25 Mas el rey se adelantó entre ellos y les asistió. Y se apaciguaron con Aarón y los que estaban con él.

26 Y sucedió que cuando el rey vio que el pueblo se había pacificado, hizo que Aarón y sus hermanos se pusieran en medio de la multitud, y que les predicaran la palabra.

27 Y aconteció que el rey envió una proclamación por toda la tierra, entre todos los de su pueblo que vivían en sus dominios, los que se hallaban en todas las regiones circunvecinas, los cuales colindaban con el mar por el este y el oeste, y estaban separados de la tierra de Zarahemla por una angosta faja de terreno desierto que se extendía desde el mar del este hasta el mar del oeste, y por las costas del mar, y los límites del desierto que se hallaba hacia el norte, cerca de la tierra de Zarahemla, por las fronteras de Manti, cerca de los manantiales del río Sidón, yendo del este hacia el oeste; y así estaban separados los lamanitas de los nefitas.

28 Ahora bien, la parte más perezosa de los lamanitas vivía en el desierto, y moraba en tiendas; y se hallaban esparcidos por el desierto hacia el oeste, en la tierra de Nefi; sí, y también al oeste de la tierra de Zarahemla, en las fronteras a orillas del mar, y en el oeste en la tierra de Nefi, en el sitio de la primera herencia de sus padres, y así a lo largo del mar.

29 Y también había muchos lamanitas hacia el este cerca del mar, donde los nefitas los habían echado. Y así los nefitas se hallaban casi rodeados por los lamanitas; sin embargo, los nefitas se habían posesionado de toda la parte norte de la tierra que colindaba con el desierto, en los manantiales del río Sidón, del este al oeste, por el lado del desierto; por el norte hasta llegar a la tierra que llamaban Abundancia.

30

Y lindaba con la tierra que ellos llamaban Desolación, la cual estaba tan al norte, que llegaba hasta la tierra que había sido poblada y sus habitantes destruidos, de cuyos huesos ya hemos hablado, la cual fue descubierta por el pueblo de Zarahemla, por ser el sitio de su primer desembarque.

31 Y de allí llegaron hasta el desierto del sur. De modo que a la tierra hacia el norte se la llamó Desolación, y a la tierra hacia el sur, se la llamó Abundancia, que es la tierra que está llena de toda clase de animales silvestres, parte de los cuales habían llegado de la tierra del norte en busca de alimento.

32 Pues bien, la distancia no era sino de día y medio de viaje para un nefita, por la línea de Abundancia y la tierra de Desolación, desde el mar del este al del oeste; y así la tierra de Nefi y la tierra de Zarahemla casi se hallaban rodeadas de agua, y había una pequeña lengua de tierra entre la tierra hacia el norte y la tierra hacia el sur.

33 Y sucedió que los nefitas habían poblado la tierra de Abundancia, desde el mar del este hasta el del oeste; y así los nefitas, en su sabiduría, habían cercado con sus guardias y ejércitos a los lamanitas por el sur, para que de ese modo no tuvieran más posesiones en el norte, y así no pudieran invadir la tierra hacia el norte.

34 Por tanto, los lamanitas no podían tener más posesiones sino en la tierra de Nefi y en el desierto que la rodeaba. Así que en esto fueron prudentes los nefitas, pues como los lamanitas eran sus enemigos, así no los acometerían por todos lados; y también tendrían un país donde refugiarse según sus deseos.

35 Y ahora, después de haber dicho esto, vuelvo a la historia de Ammón y Aarón, Omner e Himni y sus hermanos.

Capítulo 23

Se proclama la libertad religiosa — Se convierten los lamanitas de siete tierras y ciudades — Se ponen el nombre de anti-nefi-lehitas y son librados de la maldición — Los amalekitas y los amulonitas rechazan la verdad. Aproximadamente 90–77 a.C.

1

Y he aquí, sucedió que el rey de los lamanitas envió una proclamación entre todo su pueblo, que no debían echar mano a Ammón, ni a Aarón, ni a Omner, ni a Himni, ni a ninguno de sus hermanos que anduviesen predicando la palabra de Dios, en cualquier lugar donde se hallaran, en la parte de su tierra que fuese.

2 Sí, envió un decreto entre ellos, que no debían prenderlos para atarlos, ni echarlos a la cárcel; ni tampoco debían escupir sobre ellos, ni golpearlos, ni echarlos de sus sinagogas, ni azotarlos; ni tampoco debían apedrearlos, sino que tendrían entrada libre a sus casas y también a sus templos y santuarios;

3 y así podrían salir a predicar la palabra según sus deseos; porque el rey se había convertido al Señor, así como toda su casa; por tanto, envió su proclamación a su pueblo por toda la tierra, a fin de que la palabra de Dios no fuese obstruida, sino que se extendiera por toda esa tierra, para que su pueblo se convenciera concerniente a las inicuas tradiciones de sus padres, y se convencieran de que todos ellos eran hermanos, y que no habían de matar, ni despojar, ni robar, ni cometer adulterio, ni cometer ninguna clase de iniquidad.

4 Y aconteció que cuando el rey hubo enviado esta proclamación, Aarón y sus hermanos fueron de ciudad en ciudad, y de una casa de adoración a otra, estableciendo iglesias y consagrando sacerdotes y maestros entre los lamanitas por toda esa tierra, para que predicaran y enseñaran la palabra de Dios entre ellos; y así fue como empezaron ellos a lograr mucho éxito.

5 Y miles llegaron al conocimiento del Señor, sí, miles llegaron a creer en las tradiciones de los nefitas; y se les enseñó lo que contenían los anales y las profecías que se han transmitido aun hasta estos días.

6 Y tan cierto como vive el Señor, que cuantos creyeron, o sea, cuantos llegaron al conocimiento de la verdad por la predicación de Ammón y sus hermanos, según el espíritu de revelación y de profecía, y el poder de Dios que obraba milagros en ellos, sí, os digo, que así como vive el Señor, cuantos lamanitas creyeron en su predicación y fueron convertidos al Señor, nunca más se desviaron.

7 Porque se convirtieron en un pueblo justo; abandonaron las armas de su rebelión de modo que no pugnaron más en contra de Dios, ni tampoco en contra de ninguno de sus hermanos.

8 Y estos son los que fueron convertidos al Señor:

9 El pueblo lamanita que se hallaba en la tierra de Ismael;

10

y también el pueblo lamanita que se hallaba en la tierra de Middoni;

11 y también el pueblo lamanita que se hallaba en la ciudad de Nefi;

12 y también el pueblo lamanita que se hallaba en la tierra de Shilom, y los que se hallaban en la tierra de Shemlón, y en la ciudad de Lemuel, y en la ciudad de Shimnilom.

13 Y estos son los nombres de las ciudades lamanitas que se convirtieron al Señor; y son estos los que abandonaron las armas de su rebelión; sí, todas sus armas de guerra; y todos eran lamanitas.

14 Y los amalekitas no se convirtieron, salvo uno solo; ni ninguno de los amulonitas; antes bien endurecieron sus corazones, como también el corazón de los lamanitas en esa parte de la tierra donde vivían; sí, y todas sus aldeas y todas sus ciudades.

15 Por tanto, hemos nombrado todas las ciudades de los lamanitas en las que se arrepintieron y llegaron al conocimiento de la verdad, y fueron convertidos.

16 Y aconteció que el rey y los que se convirtieron deseaban tener un nombre, para que por ese medio se distinguieran de sus hermanos; por tanto, consultó el rey con Aarón y muchos de sus sacerdotes, concerniente al nombre que debían adoptar para distinguirse.

17 Y sucedió que se pusieron el nombre de anti-nefi-lehitas; y fueron llamados por ese nombre, y dejaron de ser llamados lamanitas.

18 Y empezaron a ser una gente muy industriosa; sí, y se volvieron amistosos con los nefitas; por lo tanto, establecieron relaciones con ellos, y la maldición de Dios no los siguió más.

Capítulo 24

Los lamanitas atacan al pueblo de Dios — Los anti-nefi-lehitas se regocijan en Cristo y son visitados por ángeles — Prefieren padecer la muerte antes que defenderse — Se convierten más lamanitas. Aproximadamente 90–77 a.C.

1

Y aconteció que los amalekitas y los amulonitas y los lamanitas que se hallaban en la tierra de Amulón, y también en la tierra de Helam, y los que estaban en la tierra de Jerusalén, y en resumen, en todas las tierras circunvecinas, que no habían sido convertidos ni habían tomado sobre sí el nombre de Anti-Nefi-Lehi, fueron provocados a ira contra sus hermanos por los amalekitas y los amulonitas.

2 Y su odio contra ellos llegó a ser sumamente intenso, a tal grado que empezaron a rebelarse contra su rey, al punto de que ya no quisieron que fuera su rey; por tanto, tomaron las armas contra el pueblo de Anti-Nefi-Lehi.

3 Y el rey confirió el reino a su hijo, y le dio el nombre de Anti-Nefi-Lehi.

4 Y murió el rey precisamente el año en que los lamanitas empezaron sus preparativos para la guerra contra el pueblo de Dios.

5 Ahora bien, cuando Ammón y sus hermanos, y todos los que lo habían acompañado, vieron los preparativos de los lamanitas para destruir a sus hermanos, se dirigieron a la tierra de Midián, donde Ammón encontró a todos sus hermanos; y de allí fueron a la tierra de Ismael a fin de reunirse en consejo con Lamoni y también con su hermano Anti-Nefi-Lehi acerca de lo que debían hacer para defenderse de los lamanitas.

6 Y no hubo uno solo de los que se habían convertido al Señor que quisiera tomar las armas contra sus hermanos; ni siquiera preparativos de guerra quisieron hacer; sí, y también su rey les mandó que no lo hicieran.

7 Y estas son las palabras que dirigió al pueblo concerniente al asunto: Doy gracias a mi Dios, amado pueblo mío, porque nuestro gran Dios en su bondad nos ha enviado estos hermanos nuestros, los nefitas, para predicarnos y para convencernos concerniente a las tradiciones de nuestros inicuos padres.

8 Y he aquí, doy gracias a mi gran Dios por habernos dado una porción de su Espíritu para ablandar nuestros corazones, de modo que hemos iniciado relaciones con estos hermanos, los nefitas.

9 Y he aquí, también le agradezco a mi Dios que, por haber iniciado estas relaciones, nos hayamos convencido de nuestros pecados y de los muchos asesinatos que hemos cometido.

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Y también le doy gracias a mi Dios, sí, a mi gran Dios, porque nos ha concedido que nos arrepintamos de estas cosas, y también porque nos ha perdonado nuestros muchos pecados y asesinatos que hemos cometido, y ha depurado nuestros corazones de toda culpa, por los méritos de su Hijo.

11 Pues he aquí, hermanos míos, en vista de que (por ser nosotros los más perdidos de todos los hombres) nos ha costado tanto arrepentirnos de todos nuestros pecados y de los muchos asesinatos que hemos cometido, y lograr que Dios los quitara de nuestros corazones, porque a duras penas pudimos arrepentirnos lo suficiente ante Dios para que él quitara nuestra mancha;

12 ahora pues, muy amados hermanos míos, ya que Dios ha quitado nuestras manchas, y nuestras espadas se han vuelto lustrosas, no las manchemos más con la sangre de nuestros hermanos.

13 He aquí, os digo que no. Retengamos nuestras espadas para que no se manchen con la sangre de nuestros hermanos; porque si las manchásemos otra vez, quizá ya no podrían ser limpiadas por medio de la sangre del Hijo de nuestro gran Dios, que será derramada para la expiación de nuestros pecados.

14 Y el gran Dios ha tenido misericordia de nosotros, y nos ha dado a conocer estas cosas para que no perezcamos; sí, nos ha dado a conocer estas cosas anticipadamente, porque él ama nuestras almas así como ama a nuestros hijos; por consiguiente, en su misericordia nos visita por medio de sus ángeles, para que el plan de salvación nos sea dado a conocer, tanto a nosotros como a las generaciones futuras.

15 ¡Oh cuán misericordioso es nuestro Dios! Y he aquí, ya que nos ha costado tanto lograr que nos sean quitadas nuestras manchas, y que nuestras espadas se vuelvan lustrosas, escondámoslas a fin de que conserven su brillo, como testimonio a nuestro Dios en el día final, el día en que seamos llevados para comparecer ante él para ser juzgados, de que no hemos manchado nuestras espadas en la sangre de nuestros hermanos, desde que él nos comunicó su palabra y nos limpió por ello.

16 Y ahora bien, hermanos míos, si nuestros hermanos intentan destruirnos, he aquí, esconderemos nuestras espadas, sí, las enterraremos en lo profundo de la tierra para que se conserven lustrosas, como testimonio en el último día, de que nunca las hemos usado; y si nuestros hermanos nos destruyen, he aquí, iremos a nuestro Dios y seremos salvos.

17 Y aconteció que cuando el rey hubo dado fin a estas palabras, estando reunido todo el pueblo, tomaron ellos sus espadas y todas las armas que se usaban para derramar sangre humana, y las enterraron profundamente en la tierra.

18 E hicieron esto porque, a su modo de ver, era un testimonio a Dios, y también a los hombres, de que nunca más volverían a usar armas para derramar sangre humana; y esto hicieron, prometiendo y haciendo convenio con Dios de que antes que derramar la sangre de sus hermanos, ellos darían sus propias vidas; y antes que privar a un hermano, ellos le darían; y antes que pasar sus días en la ociosidad, trabajarían asiduamente con sus manos.

19 Y así vemos que cuando estos lamanitas llegaron a conocer la verdad y a creer en ella, se mantuvieron firmes, y prefirieron padecer hasta la muerte antes que pecar; y así vemos que enterraron sus armas de paz, o sea, enterraron sus armas de guerra en bien de la paz.

20

Y sucedió que sus hermanos, los lamanitas, hicieron los preparativos para la guerra, y llegaron a la tierra de Nefi con la intención de destruir al rey y poner a otro en su lugar, y también destruir al pueblo de Anti-Nefi-Lehi en toda la tierra.

21 Ahora bien, cuando los del pueblo vieron que venían contra ellos, salieron a encontrarlos, y se postraron hasta la tierra ante ellos y empezaron a invocar el nombre del Señor; y en esta actitud se hallaban cuando los lamanitas empezaron a caer sobre ellos y a matarlos con la espada.

22 Y así, sin encontrar resistencia alguna, mataron a mil y cinco de ellos; y sabemos que son benditos, porque han ido a morar con su Dios.

23 Y cuando los lamanitas vieron que sus hermanos no huían de la espada, ni se volvían a la derecha ni a la izquierda, sino que se tendían y perecían, y alababan a Dios aun en el acto mismo de perecer por la espada,

24 sí, cuando los lamanitas vieron esto, se abstuvieron de matarlos; y hubo muchos cuyos corazones se habían conmovido dentro de ellos por los de sus hermanos que habían caído por la espada, pues se arrepintieron de lo que habían hecho.

25 Y aconteció que arrojaron al suelo sus armas de guerra y no las quisieron volver a tomar, porque los atormentaban los asesinatos que habían cometido; y se postraron, igual que sus hermanos, confiando en la clemencia de aquellos que tenían las armas alzadas para matarlos.

26 Y sucedió que el número de los que se unieron al pueblo de Dios aquel día fue mayor que el de los que habían sido muertos; y aquellos que habían muerto eran personas justas; por tanto, no tenemos razón para dudar que se salvaron.

27 Y no había un solo hombre inicuo entre los que perecieron; pero hubo más de mil que llegaron al conocimiento de la verdad; así vemos que el Señor obra de muchas maneras para la salvación de su pueblo.

28 Y la mayoría de los lamanitas que mataron a tantos de sus hermanos eran amalekitas y amulonitas, de los cuales la mayor parte pertenecía a la orden de los nehores.

29 Y entre los que se unieron al pueblo del Señor, no hubo ninguno que fuese amalekita o amulonita, o que perteneciese a la orden de Nehor, sino que eran descendientes directos de Lamán y Lemuel.

30

Y así podemos discernir claramente que después que un pueblo ha sido iluminado por el Espíritu de Dios, y ha poseído un gran conocimiento de las cosas concernientes a la rectitud, y entonces cae en el pecado y la transgresión, llega a ser más empedernido, y así su condición es peor que si nunca hubiese conocido estas cosas.

Capítulo 25

Se extienden las agresiones lamanitas — Los descendientes de los sacerdotes de Noé perecen, tal como lo profetizó Abinadí — Se convierten muchos lamanitas y se unen al pueblo de Anti-Nefi-Lehi — Creen en Cristo y observan la ley de Moisés. Aproximadamente 90–77 a.C.

1

Y he aquí, aconteció que aquellos lamanitas se irritaron más porque habían matado a sus hermanos; por tanto, juraron vengarse de los nefitas; y por lo pronto no intentaron más destruir al pueblo de Anti-Nefi-Lehi,

2 sino que tomaron sus ejércitos y fueron a las fronteras de la tierra de Zarahemla, y cayeron sobre los que se hallaban en la tierra de Ammoníah, y los destruyeron.

3 Y después de esto tuvieron muchas batallas con los nefitas, en las cuales fueron rechazados y destruidos.

4 Y entre los lamanitas que murieron, se hallaban casi todos los descendientes de Amulón y sus hermanos, que eran los sacerdotes de Noé; y perecieron por mano de los nefitas;

5 y el resto de ellos, habiendo huido al desierto del este, y habiendo usurpado el poder y la autoridad sobre los lamanitas, hicieron que muchos de los lamanitas muriesen por fuego a causa de su creencia;

6 porque muchos de ellos, después de haber padecido muchas pérdidas y tantas aflicciones, empezaron a recordar las palabras que Aarón y sus hermanos les habían predicado en su tierra; de modo que empezaron a descreer las tradiciones de sus padres, y a creer en el Señor, y que él daba gran poder a los nefitas; y así se convirtieron muchos de ellos en el desierto.

7 Y aconteció que aquellos caudillos que eran el resto de los descendientes de Amulón hicieron que se aplicara la pena de muerte, sí, a cuantos creyeran en estas cosas.

8 Ahora bien, este martirio hizo que muchos de sus hermanos se llenaran de ira; y empezó a haber contiendas en el desierto; y los lamanitas empezaron a perseguir y a matar a los descendientes de Amulón y sus hermanos; y estos huyeron al desierto del este.

9 Y he aquí, los lamanitas los persiguen hasta el día de hoy; y así se cumplieron las palabras de Abinadí respecto de los descendientes de los sacerdotes que hicieron que él padeciera la muerte por fuego.

10

Porque les dijo: Lo que hagáis conmigo será un símbolo de cosas futuras.

11 Y Abinadí fue el primero que padeció la muerte por fuego, por causa de su fe en Dios; y lo que quiso decir fue que muchos padecerían la muerte por fuego, así como él había padecido.

12 Y dijo a los sacerdotes de Noé que sus descendientes causarían que a muchos los mataran de la misma manera como él lo fue, y que ellos serían esparcidos y muertos, así como la oveja que no tiene pastor es perseguida y muerta por animales feroces; y he aquí, se cumplieron estas palabras, porque fueron dispersados por los lamanitas, y acosados y heridos.

13 Y aconteció que cuando los lamanitas vieron que no podían dominar a los nefitas, se volvieron a su propia tierra; y muchos se fueron a vivir a la tierra de Ismael y a la tierra de Nefi, y se unieron al pueblo de Dios, que era el pueblo de Anti-Nefi-Lehi.

14 Y también ellos enterraron sus armas de guerra, como lo habían hecho sus hermanos; y empezaron a ser una gente justa; y caminaron por las vías del Señor y se esforzaron por observar sus mandamientos y estatutos.

15 Sí, y observaban la ley de Moisés; porque era necesario que la observaran todavía, pues no se había cumplido enteramente. Mas a pesar de la ley de Moisés, esperaban anhelosamente la venida de Cristo, considerando la ley mosaica como un símbolo de su venida y creyendo que debían guardar aquellas prácticas exteriores hasta que él les fuese revelado.

16 Pero no creían que la salvación viniera por la ley de Moisés, sino que la ley de Moisés servía para fortalecer su fe en Cristo; y así, mediante la fe, retenían la esperanza de salvación eterna, confiando en el espíritu de profecía que habló de aquellas cosas que habían de venir.

17 Y he aquí que Ammón, Aarón, Omner, Himni y sus hermanos se regocijaron grandemente por el éxito que habían logrado entre los lamanitas, viendo que el Señor les había concedido conforme a sus oraciones, y que también les había cumplido su palabra en cada detalle.

Capítulo 26

Ammón se gloría en el Señor — El Señor fortalece a los fieles y les da conocimiento — Por medio de la fe, los hombres pueden llevar a miles de almas al arrepentimiento — Dios tiene todo poder y comprende todas las cosas. Aproximadamente 90–77 a.C.

1

Y estas son las palabras de Ammón a sus hermanos, las cuales dicen así: Mis hermanos, y hermanos míos en la fe, he aquí, os digo, cuán gran motivo tenemos para regocijarnos, porque, ¿pudimos habernos imaginado, cuando salimos de la tierra de Zarahemla, que Dios nos concedería tan grandes bendiciones?

2 Y ahora os pregunto: ¿Qué bendiciones grandes nos ha concedido? ¿Podéis decirlo?

3 He aquí, respondo por vosotros; porque nuestros hermanos los lamanitas se hallaban en la obscuridad, sí, aun en el más tenebroso abismo; mas he aquí, ¡cuántos de ellos han sido guiados a ver la maravillosa luz de Dios! Y esta es la bendición que se ha conferido sobre nosotros, que hemos sido hechos instrumentos en las manos de Dios para realizar esta gran obra.

4 He aquí, miles de ellos se regocijan, y han sido traídos al redil de Dios.

5 He aquí, el campo estaba maduro, y benditos sois vosotros, porque metisteis la hoz y segasteis con vuestro poder; sí, trabajasteis todo el día; ¡y he aquí el número de vuestras gavillas! Y serán recogidas en los graneros para que no se desperdicien.

6 Sí, las tormentas no las abatirán en el postrer día; sí, ni serán perturbadas por los torbellinos; mas cuando venga la tempestad, serán reunidas en su lugar para que la tempestad no penetre hasta donde estén; sí, ni serán impelidas por los fuertes vientos a donde el enemigo quiera llevarlas.

7 Mas he aquí, se hallan en manos del Señor de la cosecha, y son suyas, y las levantará en el postrer día.

8 ¡Bendito sea el nombre de nuestro Dios! ¡Cantémosle loor; sí, demos gracias a su santo nombre, porque él obra rectitud para siempre!

9 Porque si no hubiésemos subido desde la tierra de Zarahemla, estos, nuestros carísimos y amados hermanos que tanto nos han amado, aún se hallarían atormentados por su odio contra nosotros, sí, y habrían sido también extranjeros para con Dios.

10

Y aconteció que cuando Ammón hubo dicho estas palabras, lo reprendió su hermano Aarón, diciendo: Ammón, temo que tu gozo te conduzca a la jactancia.

11 Pero Ammón le dijo: No me jacto de mi propia fuerza ni en mi propia sabiduría, mas he aquí, mi gozo es completo; sí, mi corazón rebosa de gozo, y me regocijaré en mi Dios.

12 Sí, yo sé que nada soy; en cuanto a mi fuerza, soy débil; por tanto, no me jactaré de mí mismo, sino que me gloriaré en mi Dios, porque con su fuerza puedo hacer todas las cosas; sí, he aquí que hemos obrado muchos grandes milagros en esta tierra, por los cuales alabaremos su nombre para siempre jamás.

13 He aquí, a cuántos miles de nuestros hermanos ha librado él de los tormentos del infierno, y se sienten movidos a cantar del amor redentor; y esto por el poder de su palabra que está en nosotros; por consiguiente, ¿no tenemos mucha razón para regocijarnos?

14 Sí, tenemos razón de alabarlo para siempre, porque es el Más Alto Dios, y ha soltado a nuestros hermanos de las cadenas del infierno.

15 Sí, se hallaban rodeados de eternas tinieblas y destrucción; mas he aquí, él los ha traído a su luz eterna; sí, a eterna salvación; y los circunda la incomparable munificencia de su amor; sí, y hemos sido instrumentos en sus manos para realizar esta grande y maravillosa obra.

16 Por lo tanto, gloriémonos; sí, nos gloriaremos en el Señor; sí, nos regocijaremos porque es completo nuestro gozo; sí, alabaremos a nuestro Dios para siempre. He aquí, ¿quién puede gloriarse demasiado en el Señor? Sí, ¿y quién podrá decir demasiado de su gran poder, y de su misericordia y de su longanimidad para con los hijos de los hombres? He aquí, os digo que no puedo expresar ni la más mínima parte de lo que siento.

17 ¿Quién se hubiera imaginado que nuestro Dios fuera tan misericordioso como para sacarnos de nuestro estado terrible, pecaminoso y corrompido?

18 He aquí, salimos aun con ira, con potentes amenazas, para destruir su iglesia.

19 ¿Por qué, entonces, no nos entregó a una terrible destrucción? Sí, ¿por qué no dejó caer la espada de su justicia sobre nosotros y nos condenó a la desesperación eterna?

20

¡Oh, casi se me va el alma, por así decirlo, cuando pienso en ello! He aquí, él no ejerció su justicia sobre nosotros, sino que en su gran misericordia nos ha hecho salvar ese sempiterno abismo de muerte y de miseria, para la salvación de nuestras almas.

21 Y he aquí, hermanos míos, ¿qué hombre natural hay que conozca estas cosas? Os digo que no hay quien conozca estas cosas sino el compungido.

22 Sí, al que se arrepiente y ejerce la fe y produce buenas obras y ora continuamente sin cesar, a este le es permitido conocer los misterios de Dios; sí, a este le será permitido revelar cosas que nunca han sido reveladas; sí, y a este le será concedido llevar a miles de almas al arrepentimiento, así como a nosotros se nos ha permitido traer a estos nuestros hermanos al arrepentimiento.

23 ¿No os acordáis, hermanos míos, que dijimos a nuestros hermanos en la tierra de Zarahemla que subíamos a la tierra de Nefi para predicar a nuestros hermanos los lamanitas, y que se burlaron de nosotros?

24 Pues nos dijeron: ¿Suponéis que podéis traer a los lamanitas al conocimiento de la verdad? ¿Suponéis que podéis convencer a los lamanitas de la incorrección de las tradiciones de sus padres, cuando son un pueblo tan obstinado, cuyo corazón se deleita en el derramamiento de sangre; cuyos días los han pasado en la más vil iniquidad; cuyas sendas han sido las sendas del transgresor desde el principio? Recordaréis, hermanos míos, que así se expresaron.

25 Y además dijeron: Tomemos las armas contra ellos para que los destruyamos a ellos y su iniquidad de sobre la tierra, no sea que nos invadan y nos destruyan.

26 Mas he aquí, amados hermanos míos, vinimos al desierto, no con la intención de destruir a nuestros hermanos, sino con objeto de salvar, tal vez, algunas de sus almas.

27 Y cuando nuestros corazones se hallaban desanimados, y estábamos a punto de regresar, he aquí, el Señor nos consoló, y nos dijo: Id entre vuestros hermanos los lamanitas, y sufrid con paciencia vuestras aflicciones, y os daré el éxito.

28 Y he aquí, hemos venido y hemos estado entre ellos, y hemos sido pacientes en nuestros padecimientos, y hemos soportado todo género de privaciones; sí, hemos viajado de casa en casa, confiando en las misericordias del mundo; no solamente en las misericordias del mundo, sino en las de Dios.

29 Y hemos entrado en sus casas y les hemos enseñado; y los hemos instruido en sus calles, sí, y los hemos instruido sobre sus collados; y también hemos entrado en sus templos y sus sinagogas y les hemos enseñado; y nos han echado fuera, y hemos sido objeto de burlas, y han escupido sobre nosotros y golpeado nuestras mejillas, y hemos sido apedreados y aprehendidos y atados con fuertes cuerdas y puestos en la prisión; y por el poder y sabiduría de Dios hemos salido libres otra vez.

30

Y hemos sufrido toda clase de aflicciones, y todo esto para que tal vez pudiéramos ser el medio de salvar a algún alma; y nos imaginamos que nuestro gozo sería completo, si quizá pudiéramos ser el medio de salvar a algunos.

31 He aquí, ahora podemos extender la vista y ver los frutos de nuestra labor; y, ¿son pocos? Os digo que no; son muchos. Sí, y podemos testificar de su sinceridad, por motivo de su amor por sus hermanos y por nosotros también.

32 Porque, he aquí, prefieren sacrificar sus vidas antes que arrebatar la vida aun a su enemigo; y han enterrado sus armas de guerra profundamente en la tierra a causa de su amor por sus hermanos.

33 Y he aquí, ahora os pregunto: ¿Ha habido amor tan grande en toda la tierra? He aquí, os digo que no, no lo ha habido, ni aun entre los nefitas.

34 Porque he aquí, ellos tomarían las armas contra sus hermanos; no se dejarían matar. Pero he aquí cuántos de estos han sacrificado sus vidas; y sabemos que han ido a su Dios por causa de su amor y por su odio al pecado.

35 Ahora bien, ¿no tenemos razón para regocijarnos? Sí, os digo que desde el principio del mundo no ha habido hombres que tuviesen tan grande razón para regocijarse como nosotros la tenemos; sí, y mi gozo se desborda, hasta el grado de gloriarme en mi Dios; porque él tiene todo poder, toda sabiduría y todo entendimiento; él comprende todas las cosas, y es un Ser misericordioso, aun hasta la salvación, para con aquellos que quieran arrepentirse y creer en su nombre.

36 Ahora bien, si esto es jactancia, así me jactaré; porque esto es mi vida y mi luz, mi gozo y mi salvación, y mi redención de la angustia eterna. Sí, bendito sea el nombre de mi Dios que ha tenido presente a este pueblo, el cual es una rama del árbol de Israel, y se ha perdido de su tronco en una tierra extraña; sí, digo yo, bendito sea el nombre de mi Dios que ha velado por nosotros, peregrinos en una tierra extraña.

37 Ahora bien, hermanos míos, vemos que Dios se acuerda de todo pueblo, sea cual fuere la tierra en que se hallaren; sí, él tiene contado a su pueblo, y sus entrañas de misericordia cubren toda la tierra. Este es mi gozo y mi gran agradecimiento; sí, y daré gracias a mi Dios para siempre. Amén.

Capítulo 27

El Señor manda a Ammón que conduzca al pueblo de Anti-Nefi-Lehi a un lugar donde esté seguro — Al encontrarse con Alma, el gozo de Ammón es tan grande que se le agotan las fuerzas — Los nefitas ceden a sus hermanos del pueblo de Anti-Nefi-Lehi la tierra de Jersón — Se les llama el pueblo de Ammón. Aproximadamente 90–77 a.C.

1

Y aconteció que cuando aquellos lamanitas que habían ido a la guerra contra los nefitas vieron, después de sus muchos esfuerzos por destruirlos, que era en vano procurar su destrucción, se volvieron otra vez a la tierra de Nefi.

2 Y sucedió que los amalekitas estaban llenos de ira a causa de sus pérdidas; y cuando vieron que no podían vengarse de los nefitas, empezaron a agitar al pueblo a la ira en contra de sus hermanos, el pueblo de Anti-Nefi-Lehi; por lo tanto, empezaron a destruirlos otra vez.

3 Y este pueblo nuevamente se negó a tomar las armas, y se dejaron matar según la voluntad de sus enemigos.

4 Ahora bien, cuando Ammón y sus hermanos vieron esta obra de destrucción entre aquellos que tanto amaban, y entre aquellos que tanto los habían amado —porque los trataban como si fuesen ángeles enviados de Dios para salvarlos de una eterna destrucción— por tanto, cuando Ammón y sus hermanos vieron esta extensa obra de destrucción, fueron movidos a compasión y dijeron al rey:

5 Reunamos a este pueblo del Señor y descendamos a la tierra de Zarahemla, a nuestros hermanos los nefitas, y huyamos de las manos de nuestros enemigos para que no seamos destruidos.

6 Mas les dijo el rey: He aquí, los nefitas nos destruirán a causa de los muchos asesinatos y pecados que contra ellos hemos cometido.

7 Y dijo Ammón: Iré y preguntaré al Señor, y si él nos dice que vayamos a nuestros hermanos, ¿iréis vosotros?

8 Y le dijo el rey: Sí, si el Señor nos dice que vayamos, iremos a nuestros hermanos y seremos sus esclavos hasta compensarlos por los muchos asesinatos y pecados que hemos cometido en contra de ellos.

9 Mas le dijo Ammón: Es contra la ley de nuestros hermanos, que fue establecida por mi padre, que haya esclavos entre ellos; por tanto, descendamos y confiemos en la misericordia de nuestros hermanos.

10

Mas el rey le dijo: Pregunta al Señor; y si él nos dice que vayamos, iremos; de otro modo, pereceremos en la tierra.

11 Y aconteció que Ammón fue y preguntó al Señor, y el Señor le dijo:

12 Saca a este pueblo de esta tierra para que no perezca; pues Satanás tiene fuertemente asido el corazón de los amalekitas, quienes incitan a los lamanitas a la ira en contra de sus hermanos, para que los maten; por tanto, sal de esta tierra; y benditos son los de este pueblo en esta generación, porque los preservaré.

13 Y sucedió que Ammón fue y le declaró al rey todas las palabras que el Señor le había dicho.

14 Y reunieron a toda su gente, sí, a todo el pueblo del Señor; y juntaron todos sus rebaños y hatos, y salieron de la tierra, y llegaron al desierto que dividía la tierra de Nefi de la de Zarahemla, y llegaron cerca de las fronteras de la tierra.

15 Y aconteció que Ammón les dijo: He aquí, yo y mis hermanos iremos a la tierra de Zarahemla, y vosotros os quedaréis aquí hasta que volvamos; y probaremos el corazón de nuestros hermanos para ver si quieren que entréis en su tierra.

16 Y mientras Ammón viajaba por la tierra, sucedió que él y sus hermanos se encontraron con Alma en el lugar de que se ha hablado; y he aquí, fue un encuentro gozoso.

17 Y tan grande fue el gozo de Ammón que lo colmó; sí, se extasió en el gozo de su Dios, al grado de que se le agotaron las fuerzas; y cayó a tierra otra vez.

18 ¿Y no fue este un gozo inmenso? He aquí, este es un gozo que nadie recibe sino el que verdaderamente se arrepiente y humildemente busca la felicidad.

19 Y el gozo de Alma, al encontrar a sus hermanos, fue verdaderamente grande, como también el gozo de Aarón, de Omner y de Himni; mas he aquí que su gozo no sobrepujó a sus fuerzas.

20

Y sucedió, entonces, que Alma condujo a sus hermanos de regreso a la tierra de Zarahemla, aun hasta su propia casa. Y fueron y relataron al juez superior todo cuanto les había acontecido en la tierra de Nefi, entre sus hermanos los lamanitas.

21 Y aconteció que el juez superior envió una proclamación por todo el país, en la que deseaba saber la voz del pueblo respecto a la admisión de sus hermanos, que eran el pueblo de Anti-Nefi-Lehi.

22 Y sucedió que vino la voz del pueblo diciendo: He aquí, cederemos la tierra de Jersón, que se halla al este junto al mar, y colinda con la tierra de Abundancia, y queda al sur de la tierra de Abundancia; y esta tierra de Jersón es la que daremos a nuestros hermanos por herencia.

23 Y he aquí, colocaremos a nuestros ejércitos entre la tierra de Jersón y la tierra de Nefi para proteger a nuestros hermanos en la tierra de Jersón; y hacemos esto por nuestros hermanos a causa de su temor a empuñar las armas en contra de sus hermanos, no sea que cometan pecado; y este gran temor suyo provino a causa del profundo arrepentimiento habido en ellos por motivo de sus muchos asesinatos y su terrible iniquidad.

24 Y he aquí, haremos esto por nuestros hermanos, para que hereden la tierra de Jersón; y los protegeremos de sus enemigos con nuestros ejércitos, con la condición de que nos den una parte de sus bienes para ayudarnos, a fin de sostener nuestros ejércitos.

25 Y aconteció que cuando Ammón hubo oído esto, se volvió, y también Alma con él, al pueblo de Anti-Nefi-Lehi en el desierto, donde habían plantado sus tiendas, y les hizo saber todas estas cosas. Y Alma también les relató su conversión, con Ammón, Aarón y sus hermanos.

26 Y sucedió que causó un gozo inmenso entre ellos. Y descendieron a la tierra de Jersón, y tomaron posesión de esa tierra; y los nefitas los llamaron el pueblo de Ammón; por tanto, se distinguieron por ese nombre de allí en adelante.

27 Y se hallaban entre el pueblo de Nefi, y también eran contados entre el pueblo que era de la iglesia de Dios. Y se distinguían por su celo para con Dios, y también para con los hombres; pues eran completamente honrados y rectos en todas las cosas; y eran firmes en la fe de Cristo, aun hasta el fin.

28 Y miraban con el mayor horror el derramar la sangre de sus hermanos; y nunca se les pudo inducir a tomar las armas contra sus hermanos; y no veían la muerte con ningún grado de terror, a causa de su esperanza y conceptos de Cristo y la resurrección; por tanto, para ellos la muerte era consumida por la victoria de Cristo sobre ella.

29 Por consiguiente, padecían la muerte más terrible y afrentosa que sus hermanos pudieran infligirles, antes que tomar la espada o la cimitarra para herirlos.

30

De modo que eran un pueblo celoso y amado, un pueblo altamente favorecido del Señor.

Capítulo 28

Los lamanitas son derrotados en una batalla tremenda — Decenas de millares mueren — Los malos son condenados a un estado de angustia interminable; los justos logran una felicidad perpetua. Aproximadamente 77–76 a.C.

1

Y aconteció que después que el pueblo de Ammón quedó establecido en la tierra de Jersón, y se hubo organizado también una iglesia en la tierra de Jersón, y los ejércitos de los nefitas fueron colocados alrededor de la tierra de Jersón, sí, por todas las fronteras que circundaban la tierra de Zarahemla, he aquí, los ejércitos de los lamanitas habían seguido a sus hermanos al desierto.

2 De modo que se libró una batalla tremenda; sí, como nunca se había conocido entre todos los habitantes de la tierra, desde el día en que Lehi salió de Jerusalén; sí, y decenas de millares de los lamanitas fueron muertos y esparcidos.

3 Sí, y también hubo una matanza tremenda entre el pueblo de Nefi; sin embargo, los lamanitas fueron rechazados y dispersados, y el pueblo de Nefi volvió otra vez a su tierra.

4 Y fue un tiempo en que se oyó gran llanto y lamentación por toda la tierra, entre todo el pueblo de Nefi;

5 sí, el lamento de las viudas llorando por sus maridos, y de los padres llorando por sus hijos, y la hija por el hermano, sí, y el hermano por el padre; de modo que el grito de angustia se oía entre todos ellos, llorando por sus parientes que habían perecido.

6 Y ciertamente fue un día lúgubre; sí, un tiempo de solemnidad, y un tiempo de mucho ayuno y oración.

7 Y así termina el año decimoquinto del gobierno de los jueces sobre el pueblo de Nefi;

8 y este es el relato de Ammón y sus hermanos, sus jornadas en la tierra de Nefi, sus padecimientos en la tierra, sus congojas y sus aflicciones, su incomprensible gozo, y la acogida y seguridad de los hermanos en la tierra de Jersón. Y el Señor, el Redentor de todos los hombres, bendiga sus almas para siempre.

9 Y esta es la narración de las guerras y contenciones entre los nefitas, y también de las guerras entre los nefitas y lamanitas; y el año decimoquinto del gobierno de los jueces ha concluido.

10

Y desde el año primero al decimoquinto, se ha consumado la destrucción de muchos miles de vidas; sí, se ha desarrollado una escena terrible de efusión de sangre.

11 Y los cuerpos de muchos miles yacen bajo la tierra, mientras que los cuerpos de muchos miles están consumiéndose en montones sobre la superficie de la tierra; sí, y muchos miles lloran por la pérdida de sus parientes, porque tienen motivo para temer, según las promesas del Señor, que sean condenados a un estado de angustia interminable.

12 Por otra parte, muchos otros miles lamentan por cierto la pérdida de sus parientes; no obstante, se regocijan y se alegran en la esperanza, y aun saben, según las promesas del Señor, que serán levantados para morar a la diestra de Dios, en un estado de felicidad perpetua.

13 Y así vemos cuán grande es la desigualdad del hombre a causa del pecado y la transgresión y el poder del diablo, que viene por los astutos planes que ha urdido para enredar el corazón de los hombres.

14 Y así vemos el gran llamamiento de diligencia a los hombres para obrar en las viñas del Señor; y así vemos el gran motivo del dolor, como también del gozo: dolor a causa de la muerte y destrucción entre los hombres, y gozo a causa de la luz de Cristo para vida.

Capítulo 29

Alma desea proclamar el arrepentimiento con celo angélico — El Señor concede maestros a todas las naciones — Alma se regocija en la obra del Señor y en el éxito de Ammón y sus hermanos. Aproximadamente 76 a.C.

1

¡Oh, si fuera yo un ángel y se me concediera el deseo de mi corazón, para salir y hablar con la trompeta de Dios, con una voz que estremeciera la tierra, y proclamar el arrepentimiento a todo pueblo!

2 Sí, declararía yo a toda alma, como con voz de trueno, el arrepentimiento y el plan de redención: Que deben arrepentirse y venir a nuestro Dios, para que no haya más dolor sobre toda la superficie de la tierra.

3 Mas he aquí, soy hombre, y peco en mi deseo; porque debería estar conforme con lo que el Señor me ha concedido.

4 No debería, en mis deseos, perturbar los firmes decretos de un Dios justo, porque sé que él concede a los hombres según lo que deseen, ya sea para muerte o para vida; sí, sé que él concede a los hombres, sí, les decreta decretos que son inalterables, según la voluntad de ellos, ya sea para salvación o destrucción.

5 Sí, y sé que el bien y el mal han llegado ante todos los hombres; y quien no puede discernir el bien del mal, no es culpable; mas el que conoce el bien y el mal, a este le es dado según sus deseos, sea que desee el bien o el mal, la vida o la muerte, el gozo o el remordimiento de conciencia.

6 Ahora bien, en vista de que sé estas cosas, ¿por qué he de desear algo más que hacer la obra a la que he sido llamado?

7 ¿Por qué he de desear ser un ángel para poder hablar a todos los extremos de la tierra?

8 Pues he aquí, el Señor les concede a todas las naciones que, de su propia nación y lengua, enseñen su palabra, sí, con sabiduría, cuanto él juzgue conveniente que tengan; por lo tanto, vemos que el Señor aconseja en sabiduría, de conformidad con lo que es justo y verdadero.

9 Sé lo que el Señor me ha mandado, y en ello me glorío. Y no me glorío en mí mismo, sino en lo que el Señor me ha mandado; sí, y esta es mi gloria, que quizá sea un instrumento en las manos de Dios para conducir a algún alma al arrepentimiento; y este es mi gozo.

10

Y he aquí, cuando veo a muchos de mis hermanos verdaderamente arrepentidos, y que vienen al Señor su Dios, mi alma se llena de gozo; entonces recuerdo lo que el Señor ha hecho por mí, sí, que ha oído mi oración; sí, entonces recuerdo su misericordioso brazo que extendió hacia mí.

11 Sí, y me acuerdo también de la cautividad de mis padres; porque ciertamente sé que el Señor los libró de la servidumbre, y así estableció su iglesia; sí, el Señor Dios, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob, los libró del cautiverio.

12 Sí, siempre he recordado el cautiverio de mis padres, y ese mismo Dios que los libró de las manos de los egipcios, los libró de la servidumbre.

13 Sí, y ese mismo Dios estableció su iglesia entre ellos, sí, y ese mismo Dios me ha llamado con un santo llamamiento para que predique la palabra a este pueblo, y me ha concedido mucho éxito, en lo cual mi gozo es cabal.

14 Pero no me regocijo en mi propio éxito solamente, sino que mi gozo es más completo a causa del éxito de mis hermanos que han subido a la tierra de Nefi.

15 He aquí, han trabajado sobremanera, y han producido mucho fruto; y cuán grande será su recompensa.

16 Y cuando pienso en el éxito de estos mis hermanos, se transporta mi alma como si fuera a separarse del cuerpo, tan grande es mi gozo.

17 Y ahora conceda Dios que estos mis hermanos se sienten en el reino de Dios; sí, y también todos aquellos que son el fruto de sus obras, para que ya no salgan más, sino que lo alaben para siempre; y Dios conceda que se haga según mis palabras, así como he dicho. Amén.

Capítulo 30

Korihor, el anticristo, se burla de Cristo, de la Expiación y del espíritu de profecía — Enseña que no hay Dios, ni caída del hombre, ni castigo por el pecado, ni Cristo — Alma testifica que Cristo vendrá y que todas las cosas indican que hay un Dios — Korihor exige una señal y queda mudo — El diablo se le había aparecido a Korihor en forma de ángel y le había enseñado lo que debía decir — Atropellan a Korihor y lo pisotean hasta que muere. Aproximadamente 76–74 a.C.

1

He aquí, aconteció que después que el pueblo de Ammón quedó establecido en la tierra de Jersón, sí, y también después que los lamanitas fueron arrojados del país, y sus muertos fueron sepultados por la gente de esa tierra

2 —y no fueron contados sus muertos por ser tan numerosos, ni tampoco lo fueron los de los nefitas— aconteció que después que hubieron sepultado a sus muertos, y también después de los días de ayuno, de llanto y de oración (y fue durante el año decimosexto del gobierno de los jueces sobre el pueblo de Nefi), empezó a haber continua paz por toda la tierra.

3 Sí, y el pueblo se esforzaba en guardar los mandamientos del Señor; y obedecía estrictamente las ordenanzas de Dios, según la ley de Moisés; porque se le enseñaba a observar la ley de Moisés hasta que fuese cumplida.

4 Y así fue que no hubo disturbios entre el pueblo en todo el año decimosexto del gobierno de los jueces sobre el pueblo de Nefi.

5 Y sucedió que a principios del año decimoséptimo del gobierno de los jueces hubo continua paz.

6 Pero sucedió que a fines del año decimoséptimo llegó un hombre a la tierra de Zarahemla, y era un anticristo, porque empezó a predicar al pueblo contra las profecías que habían declarado los profetas concernientes a la venida de Cristo.

7 Pues no había ley alguna contra la creencia de ningún hombre; porque era expresamente contrario a los mandamientos de Dios que hubiera una ley que colocara a los hombres en posición desigual.

8 Porque así dicen las Escrituras: Escogeos hoy a quién sirváis.

9 De modo que si un hombre deseaba servir a Dios, tenía el privilegio; o más bien, si creía en Dios, tenía el privilegio de servirlo; pero si no creía en él, no había ley que lo castigara.

10

Mas si asesinaba, era castigado con la pena de muerte; y si robaba, también se le castigaba; y si hurtaba, también era castigado; y si cometía adulterio, era también castigado; sí, por todas estas iniquidades se le castigaba.

11 Porque había una ley de que todos los hombres debían ser juzgados según sus delitos. Sin embargo, no había ninguna ley contra la creencia de un hombre; por tanto, era castigado solo por los delitos que hubiese cometido; por tanto, todos se hallaban en posición igual.

12 Y este anticristo, cuyo nombre era Korihor (y la ley no podía constreñirlo), empezó a predicar al pueblo que no habría ningún Cristo. Y de esta manera predicaba, diciendo:

13 ¡Oh vosotros que estáis subyugados por una loca y vana esperanza! ¿Por qué os sujetáis con semejantes locuras? ¿Por qué esperáis a un Cristo? Pues ningún hombre puede saber acerca de lo porvenir.

14 He aquí, estas cosas que llamáis profecías, que decís que las transmiten los santos profetas, he aquí, no son más que insensatas tradiciones de vuestros padres.

15 ¿Cómo sabéis que son ciertas? He aquí, no podéis saber de las cosas que no veis; por lo tanto, no podéis saber si habrá un Cristo.

16 Miráis hacia lo futuro, y decís que veis la remisión de vuestros pecados. Mas he aquí, esto no es sino el efecto de una mente desvariada; y este trastorno mental resulta de las tradiciones de vuestros padres que os inducen a creer en cosas que no existen.

17 Y muchas otras cosas parecidas les habló, diciéndoles que no se podía hacer ninguna expiación por los pecados de los hombres, sino que en esta vida a cada uno le tocaba de acuerdo con su habilidad; por tanto, todo hombre prosperaba según su genio, todo hombre conquistaba según su fuerza; y no era ningún crimen el que un hombre hiciese cosa cualquiera.

18 Y así les predicaba, desviando el corazón de muchos, haciéndoles erguir sus cabezas en su iniquidad; sí, incitando a muchas mujeres, y también hombres, a cometer fornicaciones, diciéndoles que cuando moría el hombre, allí terminaba todo.

19 Y este hombre fue también a la tierra de Jersón para predicar estas cosas entre los del pueblo de Ammón, que en un tiempo fueron el pueblo de los lamanitas.

20

Mas he aquí, estos fueron más prudentes que muchos de los nefitas, porque lo tomaron y lo ataron y lo llevaron ante Ammón, que era un sumo sacerdote de ese pueblo.

21 Y sucedió que hizo que fuese echado de esa tierra. Y llegó a la tierra de Gedeón, y empezó a predicarles también; y he aquí, no tuvo mucho éxito, porque lo tomaron y lo ataron y lo llevaron ante el sumo sacerdote, y también el juez superior del país.

22 Y aconteció que el sumo sacerdote le dijo: ¿Por qué andas pervirtiendo las vías del Señor? ¿Por qué enseñas a este pueblo que no habrá Cristo, para interrumpir su gozo? ¿Por qué hablas contra todas las profecías de los santos profetas?

23 Y el nombre del sumo sacerdote era Giddona. Y Korihor le dijo: Porque no enseño las insensatas tradiciones de vuestros padres, y porque no enseño a este pueblo a subyugarse bajo las insensatas ordenanzas y prácticas establecidas por antiguos sacerdotes para usurpar poder y autoridad sobre ellos, para tenerlos en la ignorancia, a fin de que no levanten la cabeza, sino que se humillen de acuerdo con vuestras palabras.

24 Decís que este es un pueblo libre. He aquí, os digo que se halla en el cautiverio. Decís que esas antiguas profecías son verdaderas. He aquí, os digo que no sabéis si son verdaderas.

25 Decís que este es un pueblo culpable y caído a causa de la transgresión de un padre. He aquí, os digo que un niño no es culpable por causa de sus padres.

26 También decís que Cristo vendrá. Mas he aquí, os digo que no sabéis si habrá un Cristo. Y también decís que será muerto por los pecados del mundo;

27 y así lleváis a este pueblo en pos de las insensatas tradiciones de vuestros padres y conforme a vuestros propios deseos; y los tenéis sometidos, como si fuera en el cautiverio, para saciaros del trabajo de sus manos, de modo que no se atreven a levantar la vista con valor, ni se atreven a gozar de sus propios derechos y privilegios.

28 Sí, no se atreven a hacer uso de lo que les pertenece, no sea que ofendan a sus sacerdotes, los cuales los uncen al yugo según sus deseos, y les han hecho creer, por sus tradiciones, y sus sueños, caprichos, visiones y misterios fingidos, que si no obran conforme a sus palabras, ofenderán a algún ser desconocido que dicen que es Dios, un ser que nunca se ha visto ni conocido, que nunca existió ni existirá.

29 Ahora bien, cuando el sumo sacerdote y el juez superior vieron la dureza de su corazón, sí, cuando vieron que vilipendiaba aun a Dios, no quisieron responder a sus palabras, sino que hicieron que fuese atado; y lo entregaron en manos de los oficiales, y lo enviaron a la tierra de Zarahemla, para que allí compareciera ante Alma y ante el juez superior que gobernaba todo el país.

30

Y aconteció que cuando fue llevado ante Alma y el juez superior, continuó del mismo modo que en la tierra de Gedeón; sí, prosiguió hasta blasfemar.

31 Y prorrumpió en palabras muy altaneras delante de Alma, y vilipendió a los sacerdotes y a los maestros, acusándolos de desviar al pueblo en pos de las tontas tradiciones de sus padres, a fin de hartarse con el trabajo del pueblo.

32 Entonces le dijo Alma: Tú sabes que no nos aprovechamos del trabajo de este pueblo; pues he aquí, yo he trabajado, desde el principio del gobierno de los jueces hasta ahora, con mis propias manos para mi sostén, a pesar de mis muchos viajes por el país para declarar la palabra de Dios a mi pueblo.

33 Y a pesar del mucho trabajo que he hecho en la iglesia, nunca he recibido ni siquiera un senine por mi trabajo, ni tampoco ninguno de mis hermanos, sino al ocupar el asiento judicial; y en este caso, hemos recibido solamente según la ley por nuestro tiempo.

34 De modo que si no recibimos nada por nuestro trabajo en la iglesia, ¿qué nos beneficia trabajar en la iglesia, aparte de declarar la verdad para regocijarnos en el gozo de nuestros hermanos?

35 ¿Por qué dices, pues, que le predicamos a este pueblo para lucrar, cuando tú de ti mismo sabes que no recibimos nada? ¿Crees tú que engañamos a este pueblo y que eso es lo que causa tanto gozo en sus corazones?

36 Y Korihor le respondió: Sí.

37 Y entonces Alma le dijo: ¿Crees que hay un Dios?

38 Y él contestó: No.

39 Y Alma le dijo: ¿Negarás nuevamente que hay un Dios, y negarás también al Cristo? Pues he aquí, te digo: Yo sé que hay un Dios, y también que Cristo vendrá.

40

Ahora bien, ¿qué evidencia tienes de que no hay Dios, o de que Cristo no va a venir? Te digo que no tienes ninguna salvo tu propia palabra únicamente.

41 Mas he aquí, yo tengo todas las cosas como testimonio de que estas cosas son verdaderas; y también tú tienes todas las cosas como testimonio para ti de que son verdaderas; y, ¿las negarás? ¿Crees que estas cosas son verdaderas?

42 He aquí, yo sé que lo crees, pero estás poseído de un espíritu de mentira, y has desechado el Espíritu de Dios de manera que no puede tener cabida en ti; pero el diablo tiene poder sobre ti, y te lleva de un lado al otro, inventando artimañas para destruir a los hijos de Dios.

43 Y Korihor le dijo a Alma: Si me muestras una señal para que me convenza de que hay un Dios, sí, muéstrame que tiene poder, y entonces quedaré convencido de la verdad de tus palabras.

44 Mas Alma le dijo: Ya has tenido bastantes señales; ¿quieres tentar a tu Dios? ¿Dirás: Muéstrame una señal, cuando tienes el testimonio de todos estos tus hermanos, y también de todos los santos profetas? Las Escrituras están delante de ti; sí, y todas las cosas indican que hay un Dios, sí, aun la tierra y todo cuanto hay sobre ella, sí, y su movimiento, sí, y también todos los planetas que se mueven en su orden regular testifican que hay un Creador Supremo.

45 ¿Y a pesar de esto andas desviando el corazón de este pueblo, testificándole que no hay Dios? ¿Negarás todavía, a pesar de todos estos testimonios? Y dijo él: Sí, negaré, a menos que me muestres una señal.

46 Y aconteció que Alma le dijo: He aquí, estoy afligido por causa de la dureza de tu corazón, sí, que aún quieras resistir al espíritu de la verdad, para que sea destruida tu alma.

47 Mas he aquí, mejor es que tu alma se pierda a que seas el medio de llevar a muchas almas a la destrucción por tus mentiras y tus palabras lisonjeras; por tanto, si vuelves a negar, he aquí, Dios te herirá a fin de que quedes mudo, para que nunca más abras la boca para engañar otra vez a los de este pueblo.

48 Entonces Korihor le dijo: No niego la existencia de un Dios, mas no creo que haya un Dios; y también digo que tú no sabes que hay un Dios; y a menos que me muestres una señal, no creeré.

49 Y Alma le dijo: Esto te daré por señal: Quedarás mudo según mis palabras; y digo que en el nombre de Dios quedarás mudo de modo que no podrás expresarte más.

50

Y cuando Alma hubo dicho estas palabras, Korihor quedó mudo, según las palabras de Alma, de modo que ya no podía expresarse.

51 Ahora bien, cuando el juez superior vio esto, extendió su mano y escribió a Korihor, diciendo: ¿Estás convencido del poder de Dios? ¿En quién querías que Alma te manifestara su señal? ¿Querías que afligiera a otros para mostrarte una señal? He aquí, te ha mostrado una señal; y ahora, ¿disputarás más?

52 Y Korihor extendió la mano y escribió, diciendo: Sé que estoy mudo, porque no puedo hablar; y sé que nada, sino el poder de Dios, pudo haber traído esto sobre mí; sí, y yo siempre he sabido que había un Dios.

53 Mas he aquí, me ha engañado el diablo; pues se me apareció en forma de ángel, y me dijo: Ve y rescata a este pueblo, porque todos se han extraviado en pos de un Dios desconocido. Y me dijo: No hay Dios; sí, y me enseñó lo que había de decir. Y he enseñado sus palabras; y las enseñé porque deleitaban a la mente carnal; y las enseñé hasta que hube logrado mucho éxito, al grado que realmente llegué a creer que eran ciertas; y por esta razón me opuse a la verdad, hasta traer esta gran maldición sobre mí.

54 Y cuando hubo expresado esto, le suplicó a Alma que rogara a Dios, para que le fuese quitada la maldición.

55 Mas le dijo Alma: Si te fuera quitada esta maldición, de nuevo volverías a desviar el corazón de este pueblo; por tanto, hágase contigo según la voluntad del Señor.

56 Y sucedió que la maldición no fue quitada a Korihor; sino que lo echaron fuera, y andaba de casa en casa, mendigando sus alimentos.

57 Y la noticia de lo que le había sucedido a Korihor fue publicada inmediatamente por todo el país; sí, el juez superior envió la proclamación a todo el pueblo de la tierra, declarando a los que habían creído en las palabras de Korihor que debían arrepentirse sin demora, no fuese que les sobrevinieran los mismos castigos.

58 Y aconteció que todos se convencieron de la iniquidad de Korihor; por tanto, todos se convirtieron de nuevo al Señor; y esto dio fin a la iniquidad que Korihor promulgó. Y Korihor iba de casa en casa, mendigando pan para su sostén.

59 Y aconteció que mientras iba entre el pueblo, sí, entre unos que se habían separado de los nefitas y habían tomado el nombre de zoramitas, por ser guiados por un hombre llamado Zoram, y mientras iba entre ellos, he aquí, lo atropellaron y lo pisotearon hasta que murió.

60

Y así vemos el fin de aquel que pervierte las vías del Señor; y así vemos que el diablo no amparará a sus hijos en el postrer día, sino que los arrastra aceleradamente al infierno.

Capítulo 31

Alma encabeza una misión para traer de nuevo al redil a los zoramitas apóstatas — Los zoramitas niegan a Cristo, creen en un concepto falso de elección y adoran con oraciones fijas — Los misioneros se ven llenos del Espíritu Santo — Sus aflicciones son consumidas en el gozo de Cristo. Aproximadamente 74 a.C.

1

Y sucedió que después del fin de Korihor, habiendo recibido Alma noticias de que los zoramitas estaban pervirtiendo las vías del Señor, y que Zoram, su jefe, estaba induciendo el corazón de los del pueblo a que se postraran ante ídolos mudos, su corazón empezó nuevamente a afligirse a causa de la iniquidad del pueblo.

2 Porque le era motivo de mucho pesar a Alma saber de la iniquidad entre su pueblo; por tanto, su corazón se afligió en extremo por causa de la separación de los zoramitas de los nefitas.

3 Ahora bien, los zoramitas se habían reunido en una tierra que llamaban Antiónum, situada al este de la tierra de Zarahemla, que se hallaba casi contigua a la costa del mar, al sur de la tierra de Jersón, que también colindaba con el desierto del sur, el cual estaba lleno de lamanitas.

4 Y los nefitas temían en gran manera que los zoramitas establecieran relaciones con los lamanitas, y resultara en una pérdida muy grande para los nefitas.

5 Y como la predicación de la palabra tenía gran propensión a impulsar a la gente a hacer lo que era justo —sí, había surtido un efecto más potente en la mente del pueblo que la espada o cualquier otra cosa que les había acontecido— por tanto, Alma consideró prudente que pusieran a prueba la virtud de la palabra de Dios.

6 Así pues, tomó a Ammón, a Aarón y a Omner; y dejó a Himni en la iglesia de Zarahemla; mas llevó consigo a los primeros tres, y también a Amulek y a Zeezrom, los cuales se hallaban en Melek; y también llevó a dos de sus hijos.

7 Pero no llevó al mayor de sus hijos, que se llamaba Helamán; y los nombres de los que llevó consigo eran Shiblón y Coriantón; y estos son los nombres de los que fueron con él entre los zoramitas para predicarles la palabra.

8 Y los zoramitas eran disidentes nefitas; por lo tanto, les había sido predicada la palabra de Dios.

9 Pero habían caído en grandes errores, pues no se esforzaban por guardar los mandamientos de Dios ni sus estatutos, según la ley de Moisés.

10

Ni tampoco observaban las prácticas de la iglesia, de perseverar en la oración y súplicas a Dios diariamente para no entrar en tentación.

11 Sí, y en fin, pervertían las vías del Señor en muchísimos casos; por lo tanto, por esta razón, Alma y sus hermanos fueron a su tierra para predicarles la palabra.

12 Y cuando llegaron a su tierra, he aquí, para su asombro hallaron que los zoramitas habían edificado sinagogas, y que se congregaban un día de la semana, el cual llamaban el día del Señor; y adoraban de una manera que Alma y sus hermanos nunca habían visto;

13 porque habían erigido en el centro de su sinagoga una plataforma que llegaba más alto que la cabeza, y en cuya parte superior solo cabía una persona.

14 De manera que el que deseaba adorar, tenía que ir y ocupar esta parte superior, y extender las manos hacia el cielo, y clamar en voz alta, diciendo:

15 ¡Santo, Santo Dios; creemos que eres Dios, y creemos que eres santo, y que fuiste un espíritu, y que eres un espíritu y que serás un espíritu para siempre!

16 ¡Santo Dios, creemos que tú nos has separado de nuestros hermanos; y no creemos en la tradición de nuestros hermanos que les fue transmitida por las puerilidades de sus padres; mas creemos que nos has escogido para ser tus santos hijos; y también nos has dado a conocer que no habrá Cristo!

17 ¡Mas tú eres el mismo ayer, hoy y para siempre; y nos has elegido para que seamos salvos, mientras que todos los que nos rodean son elegidos para ser arrojados por tu ira al infierno; y por esta santidad, oh Dios, te damos gracias; y también te damos gracias porque nos has elegido, a fin de que no seamos llevados en pos de las necias tradiciones de nuestros hermanos que los someten a una creencia en Cristo, lo que conduce sus corazones a apartarse lejos de ti, Dios nuestro!

18 Y de nuevo te damos las gracias, oh Dios, porque somos un pueblo electo y santo. Amén.

19 Y aconteció que después que Alma, sus hermanos y sus hijos hubieron oído estas oraciones, se asombraron sobremanera.

20

Pues he aquí, cada uno iba y ofrecía estas mismas oraciones.

21 Y el nombre que daban a este sitio era Rameúmptom, que interpretado quiere decir el santo púlpito.

22 Y desde este púlpito ofrecía, cada uno de ellos, la misma oración a Dios, dando las gracias a su Dios porque los había escogido, y porque no los llevó en pos de la tradición de sus hermanos, y porque sus corazones no fueron cautivados para creer en cosas venideras, de las cuales nada sabían.

23 Y después que todos los del pueblo daban gracias de esta manera, regresaban a sus casas, sin volver a hablar de su Dios hasta que nuevamente se juntaban alrededor del santo púlpito para ofrecer gracias según su manera.

24 Ahora bien, cuando Alma vio esto, se angustió su corazón, pues vio que eran una gente inicua y perversa; sí, vio que sus corazones estaban puestos en el oro, y en la plata, y en toda clase de objetos finos.

25 Sí, y también vio que por motivo de su orgullo sus corazones se ensalzaban con gran jactancia.

26 Y elevó su voz al cielo y exclamó, diciendo: ¡Oh Señor!, ¿hasta cuándo permitirás que tus siervos moren aquí en la carne, para presenciar tan grave iniquidad entre los hijos de los hombres?

27 He aquí, ¡oh Dios!, te invocan; y sin embargo, sus corazones son consumidos en su orgullo. He aquí, ¡oh Dios!, te llaman con su boca a la vez que se han engreído, hasta inflarse grandemente, con las vanidades del mundo.

28 He ahí, ¡oh Dios mío!, sus suntuosos vestidos, y sus anillos, sus brazaletes, sus ornamentos de oro y todos sus objetos preciosos con que se adornan; y he aquí, sus corazones están puestos en estas cosas, y aun así te invocan, diciendo: Gracias te damos, ¡oh Dios!, porque te somos un pueblo escogido, mientras que los otros perecerán.

29 Sí, y dicen que tú les has dado a conocer que no habrá Cristo.

30

¡Oh Señor Dios!, ¿hasta cuándo consentirás que exista tal perversidad e infidelidad entre este pueblo? ¡Oh Señor, dame fuerzas para sobrellevar mis flaquezas; porque soy débil, y semejante iniquidad entre este pueblo contrista mi alma!

31 ¡Oh Señor, mi corazón se halla afligido en sumo grado; consuela mi alma en Cristo! ¡Oh Señor, concédeme que tenga fuerzas para sufrir con paciencia estas aflicciones que vendrán sobre mí, a causa de la iniquidad de este pueblo!

32 ¡Oh Señor, consuela mi alma y concédeme el éxito, así como a mis consiervos que se hallan conmigo; sí, Ammón y Aarón y Omner, como también Amulek y Zeezrom, y también mis dos hijos! Sí, conforta a todos estos, ¡oh Señor! Sí, consuela sus almas en Cristo.

33 ¡Concédeles que tengan fuerza para poder sobrellevar las aflicciones que les sobrevendrán por motivo de las iniquidades de este pueblo!

34 ¡Oh Señor, concédenos lograr el éxito al traerlos nuevamente a ti en Cristo!

35 ¡He aquí, sus almas son preciosas, oh Señor, y muchos de ellos son nuestros hermanos; por tanto, danos, oh Señor, poder y sabiduría para que podamos traer a estos, nuestros hermanos, nuevamente a ti!

36 Y aconteció que cuando Alma hubo dicho estas palabras, puso sus manos sobre todos aquellos que estaban con él. Y he aquí, al imponerles las manos, fueron llenos del Espíritu Santo.

37 Y tras esto se separaron unos de otros, sin preocuparse por lo que habían de comer, ni por lo que habían de beber, ni por lo que habían de vestir.

38 Y el Señor les proveyó a fin de que no padeciesen hambre, ni tuviesen sed; sí, y también les dio fuerza para que no padeciesen ningún género de aflicciones que no fuesen consumidas en el gozo de Cristo. Y esto aconteció según la oración de Alma; y esto porque oró con fe.

Capítulo 32

Alma enseña a los pobres, cuyas aflicciones los habían humillado — La fe es una esperanza en aquello que no se ve y que es verdadero — Alma testifica que ángeles ministran a hombres, a mujeres y a niños — Alma compara la palabra a una semilla — Esta se debe plantar y nutrir — Entonces crece hasta llegar a ser un árbol del cual se recoge el fruto de la vida eterna. Aproximadamente 74 a.C.

1

Y acaeció que salieron y empezaron a predicar al pueblo la palabra de Dios, entrando en sus sinagogas y en sus casas; sí, y aun predicaron la palabra en sus calles.

2 Y sucedió que después de trabajar mucho entre ellos, empezaron a tener éxito entre la clase pobre; pues he aquí, estos eran echados de las sinagogas a causa de la pobreza de sus ropas.

3 Por tanto, no les era permitido entrar en sus sinagogas para adorar a Dios porque eran considerados como la hez; por tanto, eran pobres; sí, sus hermanos los consideraban como la escoria; de modo que eran pobres en cuanto a las cosas del mundo, y también eran pobres de corazón.

4 Y mientras Alma estaba enseñando y hablando al pueblo sobre el cerro Onida, fue a él una gran multitud compuesta de aquellos de quienes hemos estado hablando, de aquellos que eran pobres de corazón a causa de su pobreza en cuanto a las cosas del mundo.

5 Y llegaron a Alma; y el principal entre ellos le dijo: He aquí, ¿qué harán estos, mis hermanos? Pues son despreciados por todos los hombres a causa de su pobreza; sí, y más particularmente por nuestros sacerdotes, porque nos han echado de nuestras sinagogas, que con tanto trabajo hemos edificado con nuestras propias manos; y nos han echado a causa de nuestra suma pobreza; y no tenemos un lugar para adorar a nuestro Dios. He aquí, ¿qué haremos?

6 Y cuando Alma oyó esto, volvió su rostro directamente hacia él, y los observó con gran gozo; porque vio que sus aflicciones realmente los habían humillado, y que se hallaban preparados para oír la palabra.

7 Por tanto, no dijo más a la otra multitud; sino que extendió la mano y clamó a los que veía, aquellos que en verdad estaban arrepentidos, y les dijo:

8 Veo que sois mansos de corazón; y si es así, benditos sois.

9 He aquí, vuestro hermano ha dicho: ¿Qué haremos?, porque somos echados de nuestras sinagogas, de modo que no podemos adorar a nuestro Dios.

10

He aquí, os digo: ¿Suponéis que no podéis adorar a Dios más que en vuestras sinagogas?

11 Y además, quisiera preguntar: ¿Suponéis que no debéis adorar a Dios sino una vez por semana?

12 Yo os digo que está bien que seáis echados de vuestras sinagogas, para que seáis humildes y aprendáis sabiduría; porque es necesario que aprendáis sabiduría; porque es por motivo de que sois echados, debido a que vuestros hermanos os desprecian a causa de vuestra suma pobreza, que habéis llegado a la humildad de corazón; pues necesariamente se os hace ser humildes.

13 Y porque sois obligados a ser humildes, benditos sois; porque en ocasiones el hombre, si se ve obligado a ser humilde, busca el arrepentimiento; y de seguro, el que se arrepienta hallará misericordia; y quien halle misericordia y persevere hasta el fin, será salvo.

14 Y como ya os he dicho, que por haber sido obligados a ser humildes, fuisteis bendecidos, ¿no suponéis que son más bendecidos aún aquellos que se humillan verdaderamente a causa de la palabra?

15 Sí, el que verdaderamente se humille y se arrepienta de sus pecados, y persevere hasta el fin, será bendecido; sí, bendecido mucho más que aquellos que se ven obligados a ser humildes por causa de su extrema pobreza.

16 Por tanto, benditos son aquellos que se humillan sin verse obligados a ser humildes; o más bien, en otras palabras, bendito es el que cree en la palabra de Dios, y es bautizado sin obstinación de corazón; sí, sin habérsele llevado a conocer la palabra, o siquiera compelido a saber, antes de creer.

17 Sí, hay muchos que dicen: Si nos muestras una señal del cielo, de seguro luego sabremos; y entonces creeremos.

18 Ahora yo os pregunto: ¿Es fe esto? He aquí, os digo que no; porque si un hombre sabe una cosa, no tiene necesidad de creer, porque la sabe.

19 Y ahora bien, ¿cuánto más maldito es aquel que conoce la voluntad de Dios y no la cumple, que el que solo cree o solamente tiene motivo para creer, y cae en transgresión?

20

Ahora bien, sobre este asunto vosotros habéis de juzgar. He aquí, os digo que así es por una parte como lo es por la otra; y a todo hombre se hará según sus obras.

21 Y ahora bien, como decía concerniente a la fe: La fe no es tener un conocimiento perfecto de las cosas; de modo que si tenéis fe, tenéis esperanza en cosas que no se ven, y que son verdaderas.

22 Y ahora bien, he aquí, ahora os digo, y quisiera que recordaseis, que Dios es misericordioso para con todos los que creen en su nombre; por tanto, él desea ante todo que creáis, sí, en su palabra.

23 Y ahora bien, él comunica su palabra a los hombres por medio de ángeles; sí, no solo a los hombres, sino a las mujeres también. Y esto no es todo; muchas veces les son dadas a los niños palabras que confunden al sabio y al erudito.

24 Y ahora bien, amados hermanos míos, ya que habéis deseado saber de mí qué debéis hacer, porque sois afligidos y desechados —y no quiero que penséis que es mi intención juzgaros sino de acuerdo con lo que es verdad—

25 porque no quiero decir que todos vosotros habéis sido compelidos a humillaros; porque verdaderamente creo yo que entre vosotros hay algunos que se humillarían, pese a las circunstancias en que se hallaran.

26 Pues como dije acerca de la fe, que no era un conocimiento perfecto, así es con mis palabras. No podéis, al principio, saber a la perfección acerca de su veracidad, así como tampoco la fe es un conocimiento perfecto.

27 Mas he aquí, si despertáis y aviváis vuestras facultades hasta experimentar con mis palabras, y ejercitáis un poco de fe, sí, aunque no sea más que un deseo de creer, dejad que este deseo obre en vosotros, sí, hasta creer de tal modo que deis cabida a una porción de mis palabras.

28 Compararemos, pues, la palabra a una semilla. Ahora bien, si dais lugar para que sea sembrada una semilla en vuestro corazón, he aquí, si es una semilla verdadera, o semilla buena, y no la echáis fuera por vuestra incredulidad, resistiendo al Espíritu del Señor, he aquí, empezará a hincharse en vuestro pecho; y al sentir esta sensación de crecimiento, empezaréis a decir dentro de vosotros: Debe ser que esta es una semilla buena, o que la palabra es buena, porque empieza a ensanchar mi alma; sí, empieza a iluminar mi entendimiento; sí, empieza a ser deliciosa para mí.

29 He aquí, ¿no aumentaría esto vuestra fe? Os digo que sí; sin embargo, no ha llegado a ser un conocimiento perfecto.

30

Mas he aquí, al paso que la semilla se hincha y brota y empieza a crecer, entonces no podéis menos que decir que la semilla es buena; pues he aquí, se hincha y brota y empieza a crecer. Y, he aquí, ¿no fortalecerá esto vuestra fe? Sí, fortalecerá vuestra fe, porque diréis: Sé que esta es una buena semilla; porque, he aquí, brota y empieza a crecer.

31 Y he aquí, ¿estáis seguros ahora de que es una semilla buena? Os digo que sí; porque toda semilla produce según su propia especie.

32 Por tanto, si una semilla crece, es semilla buena; pero si no crece, he aquí que no es buena; por lo tanto, es desechada.

33 Y he aquí, por haber probado el experimento y sembrado la semilla, y porque esta se hincha, y brota, y empieza a crecer, sabéis por fuerza que la semilla es buena.

34 Y ahora bien, he aquí, ¿es perfecto vuestro entendimiento? Sí, vuestro conocimiento es perfecto en esta cosa, y vuestra fe queda inactiva; y esto porque sabéis, pues sabéis que la palabra ha henchido vuestras almas, y también sabéis que ha brotado, que vuestro entendimiento empieza a iluminarse y vuestra mente comienza a ensancharse.

35 Luego, ¿no es esto verdadero? Os digo que sí, porque es luz; y lo que es luz, es bueno, porque se puede discernir; por tanto, debéis saber que es bueno; y ahora bien, he aquí, ¿es perfecto vuestro conocimiento después de haber gustado esta luz?

36 He aquí, os digo que no; ni tampoco debéis dejar a un lado vuestra fe, porque tan solo habéis ejercitado vuestra fe para sembrar la semilla, a fin de llevar a cabo el experimento para saber si la semilla era buena.

37 Y he aquí, a medida que el árbol empiece a crecer, diréis: Nutrámoslo con gran cuidado para que eche raíz, crezca y nos produzca fruto. Y he aquí, si lo cultiváis con mucho cuidado, echará raíz, y crecerá, y dará fruto.

38 Mas si desatendéis el árbol, y sois negligentes en nutrirlo, he aquí, no echará raíz; y cuando el calor del sol llegue y lo abrase, se secará porque no tiene raíz, y lo arrancaréis y lo echaréis fuera.

39 Y esto no es porque la semilla no haya sido buena, ni tampoco es porque su fruto no sea deseable; sino porque vuestro terreno es estéril y no queréis nutrir el árbol; por tanto, no podréis obtener su fruto.

40

Y por lo mismo, si no cultiváis la palabra, mirando hacia adelante con el ojo de la fe a su fruto, nunca podréis recoger el fruto del árbol de la vida.

41 Pero si cultiváis la palabra, sí, y nutrís el árbol mientras empiece a crecer, mediante vuestra fe, con gran diligencia y con paciencia, mirando hacia adelante a su fruto, echará raíz; y he aquí, será un árbol que brotará para vida sempiterna.

42 Y a causa de vuestra diligencia, y vuestra fe y vuestra paciencia al nutrir la palabra para que eche raíz en vosotros, he aquí que con el tiempo recogeréis su fruto, el cual es sumamente precioso, y el cual es más dulce que todo lo dulce, y más blanco que todo lo blanco, sí, y más puro que todo lo puro; y comeréis de este fruto hasta quedar satisfechos, de modo que no tendréis hambre ni tendréis sed.

43 Entonces, hermanos míos, segaréis el galardón de vuestra fe, y vuestra diligencia, y paciencia, y longanimidad, esperando que el árbol os dé fruto.

Capítulo 33

Zenós enseñó que los hombres deben orar y adorar en todo lugar, y que los juicios se apartan a causa del Hijo — Zenoc enseñó que la misericordia se concede a causa del Hijo — Moisés levantó en el desierto un símbolo del Hijo de Dios. Aproximadamente 74 a.C.

1

Y después que Alma hubo hablado estas palabras, le mandaron preguntar si habían de creer en un Dios para obtener este fruto del cual había hablado, o cómo debían sembrar la semilla, o sea, la palabra a que se había referido, la cual él dijo que debía sembrarse en sus corazones, o de qué manera debían empezar a ejercitar su fe.

2 Y Alma les dijo: He aquí, habéis dicho que no podéis adorar a vuestro Dios porque sois echados de vuestras sinagogas. Mas he aquí, os digo que si suponéis que no podéis adorar a Dios, os equivocáis gravemente, y debéis escudriñar las Escrituras; si suponéis que esto es lo que os han enseñado, es que no las entendéis.

3 ¿No recordáis haber leído lo que Zenós, el profeta de la antigüedad, ha dicho concerniente a la oración o adoración?

4 Porque dijo: Eres misericordioso, ¡oh Dios!, porque has oído mi oración, aun cuando me hallaba en el desierto; sí, fuiste misericordioso cuando oré concerniente a aquellos que eran mis enemigos, y tú los volviste a mí.

5 Sí, ¡oh Dios!, y fuiste misericordioso conmigo cuando te invoqué en mi campo, cuando clamé a ti en mi oración, y tú me oíste.

6 Y además, ¡oh Dios!, cuando volví a mi casa, me oíste en mi oración.

7 Y cuando entré en mi aposento y oré a ti, ¡oh Señor!, tú me oíste.

8 Sí, eres misericordioso con tus hijos, cuando te invocan para ser oídos de ti, y no de los hombres; y tú los oirás.

9 Sí, ¡oh Dios!, tú has sido misericordioso conmigo y has oído mis súplicas en medio de tus congregaciones.

10

Sí, y también me has escuchado cuando mis enemigos me han desechado y despreciado; sí, oíste mis lamentos, y se encendió tu enojo contra mis enemigos, y los visitaste en tu ira con acelerada destrucción.

11 Y me oíste por motivo de mis aflicciones y mi sinceridad; y es a causa de tu Hijo que has sido tan misericordioso conmigo; por tanto, clamaré a ti en todas mis aflicciones, porque en ti está mi gozo; pues a causa de tu Hijo has apartado tus juicios de mí.

12 Y entonces les dijo Alma: ¿Creéis estas Escrituras que los antiguos escribieron?

13 He aquí, si las creéis, debéis creer lo que Zenós dijo; pues he aquí, declaró: A causa de tu Hijo has apartado tus juicios.

14 Y ahora bien, hermanos míos, quisiera preguntar si habéis leído las Escrituras. Y si lo habéis hecho, ¿cómo podéis no creer en el Hijo de Dios?

15 Porque no está escrito que solamente Zenós habló de estas cosas, sino también Zenoc habló de ellas.

16 Pues he aquí que él dijo: Estás enojado, ¡oh Señor!, con los de este pueblo, porque no quieren comprender tus misericordias que les has concedido a causa de tu Hijo.

17 Y así veis, hermanos míos, que un segundo profeta de la antigüedad ha testificado del Hijo de Dios, y porque la gente no quiso entender sus palabras, lo apedrearon hasta la muerte.

18 Mas he aquí, esto no es todo; no son estos los únicos que han hablado concerniente al Hijo de Dios.

19 He aquí, Moisés habló de él; sí, y he aquí, fue levantado un símbolo en el desierto, para que quien mirara a él, viviera; y muchos miraron y vivieron.

20

Pero fueron pocos los que comprendieron el significado de esas cosas, y esto a causa de la dureza de sus corazones. Mas hubo muchos que fueron tan obstinados que no quisieron mirar; por tanto, perecieron. Ahora bien, la razón por la que no quisieron mirar fue que no creyeron que los sanaría.

21 Oh hermanos míos, si fuerais sanados con tan solo mirar para quedar sanos, ¿no miraríais inmediatamente?; o, ¿preferiríais endurecer vuestros corazones en la incredulidad, y ser perezosos y no mirar, para así perecer?

22 Si es así, ¡ay de vosotros! Pero si no, mirad y empezad a creer en el Hijo de Dios, que vendrá para redimir a los de su pueblo, y que padecerá y morirá para expiar los pecados de ellos; y que se levantará de entre los muertos, lo cual efectuará la resurrección, a fin de que todos los hombres comparezcan ante él, para ser juzgados en el día postrero, sí, el día del juicio, según sus obras.

23 Y ahora bien, hermanos míos, quisiera que plantaseis esta palabra en vuestros corazones, y al empezar a hincharse, nutridla con vuestra fe. Y he aquí, llegará a ser un árbol que crecerá en vosotros para vida sempiterna. Y entonces Dios os conceda que sean ligeras vuestras cargas mediante el gozo de su Hijo. Y todo esto lo podéis hacer si queréis. Amén.

Capítulo 34

Amulek testifica que la palabra está en Cristo para la salvación — Si no se efectúa una expiación, todo el género humano deberá perecer — Toda la ley de Moisés señala hacia el sacrificio del Hijo de Dios — El plan eterno de la redención se basa en la fe y en el arrepentimiento — Orad por bendiciones materiales y espirituales — Esta vida es cuando el hombre debe prepararse para comparecer ante Dios — Labrad vuestra salvación con temor ante Dios. Aproximadamente 74 a.C.

1

Y aconteció que después que Alma les hubo hablado estas palabras, se sentó en el suelo, y Amulek se levantó y empezó a instruirlos, diciendo:

2 Hermanos míos, me parece imposible que ignoréis las cosas que se han hablado concernientes a la venida de Cristo, de quien nosotros enseñamos que es el Hijo de Dios; sí, yo sé que se os enseñaron ampliamente estas cosas antes de vuestra disensión de entre nosotros.

3 Y como le habéis pedido a mi amado hermano que os haga saber lo que debéis hacer, a causa de vuestras aflicciones; y él os ha dicho algo para preparar vuestras mentes; sí, y os ha exhortado a que tengáis fe y paciencia;

4 sí, a que tengáis la fe suficiente para plantar la palabra en vuestros corazones, para que probéis el experimento de su bondad.

5 Y hemos visto que el gran interrogante que ocupa vuestras mentes es si la palabra está en el Hijo de Dios, o si no ha de haber Cristo.

6 Y también habéis visto que mi hermano os ha comprobado muchas veces, que la palabra está en Cristo para la salvación.

7 Mi hermano ha recurrido a las palabras de Zenós, de que la redención viene por medio del Hijo de Dios; y también a las palabras de Zenoc; y también se ha referido a Moisés, para probar que estas cosas son verdaderas.

8 Y he aquí, ahora yo os testificaré de mí mismo que estas cosas son verdaderas. He aquí, os digo que yo sé que Cristo vendrá entre los hijos de los hombres para tomar sobre sí las transgresiones de su pueblo, y que expiará los pecados del mundo, porque el Señor Dios lo ha dicho.

9 Porque es necesario que se realice una expiación; pues según el gran plan del Dios Eterno, debe efectuarse una expiación, o de lo contrario, todo el género humano inevitablemente debe perecer; sí, todos se han endurecido; sí, todos han caído y están perdidos, y, de no ser por la expiación que es necesario que se haga, deben perecer.

10

Porque es preciso que haya un gran y postrer sacrificio; sí, no un sacrificio de hombre, ni de bestia, ni de ningún género de ave; pues no será un sacrificio humano, sino debe ser un sacrificio infinito y eterno.

11 Y no hay hombre alguno que sacrifique su propia sangre, la cual expíe los pecados de otro. Y si un hombre mata, he aquí, ¿tomará nuestra ley, que es justa, la vida de su hermano? Os digo que no.

12 Sino que la ley exige la vida de aquel que ha cometido homicidio; por tanto, no hay nada, a no ser una expiación infinita, que responda por los pecados del mundo.

13 De modo que es menester que haya un gran y postrer sacrificio; y entonces se pondrá, o será preciso que se ponga, fin al derramamiento de sangre; entonces quedará cumplida la ley de Moisés; sí, será totalmente cumplida, sin faltar ni una jota ni una tilde, y nada se habrá perdido.

14 Y he aquí, este es el significado entero de la ley, pues todo ápice señala a ese gran y postrer sacrificio; y ese gran y postrer sacrificio será el Hijo de Dios, sí, infinito y eterno.

15 Y así él trae la salvación a cuantos crean en su nombre; ya que es el propósito de este último sacrificio poner en efecto las entrañas de misericordia, que sobrepujan a la justicia y proveen a los hombres la manera de tener fe para arrepentimiento.

16 Y así la misericordia satisface las exigencias de la justicia, y ciñe a los hombres con brazos de seguridad; mientras que aquel que no ejerce la fe para arrepentimiento queda expuesto a las exigencias de toda la ley de la justicia; por lo tanto, únicamente para aquel que tiene fe para arrepentimiento se realizará el gran y eterno plan de la redención.

17 Por tanto, hermanos míos, Dios os conceda empezar a ejercitar vuestra fe para arrepentimiento, para que empecéis a implorar su santo nombre, a fin de que tenga misericordia de vosotros;

18 sí, imploradle misericordia, porque es poderoso para salvar.

19 Sí, humillaos y persistid en la oración a él.

20

Clamad a él cuando estéis en vuestros campos, sí, por todos vuestros rebaños.

21 Clamad a él en vuestras casas, sí, por todos los de vuestra casa, tanto por la mañana, como al mediodía y al atardecer.

22 Sí, clamad a él contra el poder de vuestros enemigos.

23 Sí, clamad a él contra el diablo, que es el enemigo de toda rectitud.

24 Clamad a él por las cosechas de vuestros campos, a fin de que prosperéis en ellas.

25 Clamad por los rebaños de vuestros campos para que aumenten.

26 Mas esto no es todo; debéis derramar vuestra alma en vuestros aposentos, en vuestros sitios secretos y en vuestros yermos.

27 Sí, y cuando no estéis clamando al Señor, dejad que rebosen vuestros corazones, entregados continuamente en oración a él por vuestro bienestar, así como por el bienestar de los que os rodean.

28 Y he aquí, amados hermanos míos, os digo que no penséis que esto es todo; porque si después de haber hecho todas estas cosas, volvéis la espalda al indigente y al desnudo, y no visitáis al enfermo y afligido, y si no dais de vuestros bienes, si los tenéis, a los necesitados, os digo que si no hacéis ninguna de estas cosas, he aquí, vuestra oración es en vano y no os vale nada, y sois como los hipócritas que niegan la fe.

29 Por tanto, si no os acordáis de ser caritativos, sois como la escoria que los refinadores desechan (por no tener valor) y es hollada por los hombres.

30

Y ahora bien, hermanos míos, después de haber recibido vosotros tantos testimonios, ya que las Santas Escrituras testifican de estas cosas, yo quisiera que vinieseis y dieseis fruto para arrepentimiento.

31 Sí, quisiera que vinieseis y no endurecieseis más vuestros corazones; porque he aquí, hoy es el tiempo y el día de vuestra salvación; y por tanto, si os arrepentís y no endurecéis vuestros corazones, inmediatamente obrará para vosotros el gran plan de redención.

32 Porque he aquí, esta vida es cuando el hombre debe prepararse para comparecer ante Dios; sí, el día de esta vida es el día en que el hombre debe ejecutar su obra.

33 Y como os dije antes, ya que habéis tenido tantos testimonios, os ruego, por tanto, que no demoréis el día de vuestro arrepentimiento hasta el fin; porque después de este día de vida, que se nos da para prepararnos para la eternidad, he aquí que si no mejoramos nuestro tiempo durante esta vida, entonces viene la noche de tinieblas en la cual no se puede hacer obra alguna.

34 No podréis decir, cuando os halléis ante esa terrible crisis: Me arrepentiré, me volveré a mi Dios. No, no podréis decir esto; porque el mismo espíritu que posea vuestros cuerpos al salir de esta vida, ese mismo espíritu tendrá poder para poseer vuestro cuerpo en aquel mundo eterno.

35 Porque si habéis demorado el día de vuestro arrepentimiento, aun hasta la muerte, he aquí, os habéis sujetado al espíritu del diablo y él os sella como cosa suya; por tanto, se ha retirado de vosotros el Espíritu del Señor y no tiene cabida en vosotros, y el diablo tiene todo poder sobre vosotros; y este es el estado final del malvado.

36 Y sé esto, porque el Señor ha dicho que no mora en templos impuros, sino en los corazones de los justos es donde mora; sí, y también ha dicho que los justos se sentarán en su reino, para ya no volver a salir; y sus vestidos serán blanqueados por medio de la sangre del Cordero.

37 Y ahora bien, amados hermanos míos, quisiera que recordaseis estas cosas, y que labraseis vuestra salvación con temor ante Dios; y que no negaseis más la venida de Cristo;

38 que no contendieseis más en contra del Espíritu Santo, sino que lo recibieseis, y que tomaseis sobre vosotros el nombre de Cristo; que os humillaseis aun hasta el polvo y adoraseis a Dios, en cualquier lugar en que estuviereis, en espíritu y en verdad; y que vivieseis cada día en acción de gracias por las muchas misericordias y bendiciones que él confiere sobre vosotros.

39 Sí, y también os exhorto, hermanos míos, a estar continuamente prontos para orar para que no seáis desviados por las tentaciones del diablo, para que no os venza, ni lleguéis a ser sus súbditos en el último día; porque he aquí, él no os recompensa con ninguna cosa buena.

40

Y ahora bien, amados hermanos míos, quisiera exhortaros a que tengáis paciencia, y que soportéis toda clase de aflicciones; que no vituperéis a aquellos que os desechan a causa de vuestra suma pobreza, no sea que lleguéis a ser pecadores como ellos;

41 sino que tengáis paciencia y soportéis esas congojas, con una firme esperanza de que algún día descansaréis de todas vuestras aflicciones.

Capítulo 35

La predicación de la palabra destruye las artimañas de los zoramitas — Expulsan a los convertidos, los cuales se unen al pueblo de Ammón en Jersón — Alma se aflige por la iniquidad de su pueblo. Aproximadamente 74 a.C.

1

Y aconteció que después que Amulek hubo dado fin a estas palabras, se separaron de la multitud y se fueron a la tierra de Jersón.

2 Sí, y el resto de los hermanos, después que hubieron predicado la palabra a los zoramitas, llegaron también a la tierra de Jersón.

3 Y sucedió que cuando los más influyentes de entre los zoramitas se hubieron consultado concerniente a las palabras que les habían sido predicadas, se irritaron a causa de la palabra, porque destruía sus artimañas; por tanto, no quisieron escuchar las palabras.

4 Y enviaron y reunieron por toda esa tierra a todos los habitantes, y consultaron con ellos acerca de las palabras que se habían hablado.

5 Mas sus gobernantes, sus sacerdotes y sus maestros no permitieron que el pueblo conociera sus deseos; por tanto, inquirieron privadamente la opinión de todo el pueblo.

6 Y aconteció que después de haberse enterado de la opinión de todo el pueblo, los que estaban a favor de las palabras que habían hablado Alma y sus hermanos fueron desterrados del país; y eran muchos; y también llegaron a la tierra de Jersón.

7 Y sucedió que Alma y sus hermanos les ministraron.

8 Ahora bien, el pueblo de los zoramitas se enojó con el pueblo de Ammón que estaba en Jersón; y el gobernante principal de los zoramitas, siendo un hombre muy inicuo, se comunicó con los del pueblo de Ammón, instándolos a que echaran fuera de su tierra a cuantos de los de ellos llegaran a esa tierra.

9 Y profirió muchas amenazas contra ellos. Mas el pueblo de Ammón no tuvo miedo de sus palabras; por tanto, no los echaron fuera, sino que recibieron a todos los zoramitas pobres que llegaron a ellos; y los alimentaron y los vistieron y les dieron tierras por herencia y los atendieron según sus necesidades.

10

Y esto provocó a los zoramitas a la ira contra el pueblo de Ammón, y empezaron a mezclarse con los lamanitas, y a incitarlos también a ira contra ellos.

11 Y así los zoramitas y los lamanitas empezaron a hacer preparativos para la guerra contra el pueblo de Ammón y también contra los nefitas.

12 Y así acabó el año decimoséptimo del gobierno de los jueces sobre el pueblo de Nefi.

13 Y el pueblo de Ammón partió de la tierra de Jersón y se fue a la tierra de Melek, y dio lugar en la tierra de Jersón a los ejércitos de los nefitas, a fin de que contendieran con los ejércitos de los lamanitas y los ejércitos de los zoramitas; y así empezó una guerra entre los lamanitas y los nefitas en el decimoctavo año del gobierno de los jueces; y más adelante se hará una relación de sus guerras.

14 Y Alma, Ammón y sus hermanos, y también los dos hijos de Alma, regresaron a la tierra de Zarahemla, después de haber sido instrumentos en las manos de Dios para llevar a muchos de los zoramitas al arrepentimiento; y cuantos se arrepintieron fueron expulsados de su tierra; pero tienen tierras para su herencia en la tierra de Jersón, y han tomado las armas para defenderse a sí mismos, y a sus esposas, sus hijos y sus tierras.

15 Y Alma estaba afligido por la iniquidad de su pueblo, sí, por las guerras, y la efusión de sangre y contiendas que existían entre ellos; y habiendo salido a declarar la palabra, o enviado para declarar la palabra a los habitantes de todas las ciudades, y viendo que el corazón del pueblo empezaba a endurecerse y a sentirse ofendido a causa de lo estricto de la palabra, su corazón se angustió en extremo.

16 Por tanto, hizo que sus hijos se reunieran para dar a cada uno de ellos su encargo, separadamente, respecto de las cosas concernientes a la rectitud. Y tenemos una relación de sus mandamientos que les dio, según su propia historia.

Los mandamientos de Alma a su hijo Helamán.

Comprende los capítulos 36 y 37.

Capítulo 36

Alma testifica a Helamán acerca de su conversión tras haber visto a un ángel — Padeció las penas de un alma condenada, invocó el nombre de Jesús y entonces nació de Dios — Un dulce gozo llenó su alma — Vio concursos de ángeles que alababan a Dios — Muchos conversos han probado y visto como él ha probado y visto. Aproximadamente 74 a.C.

1

Hijo mío, da oído a mis palabras, porque te juro que al grado que guardes los mandamientos de Dios, prosperarás en la tierra.

2 Quisiera que hicieses lo que yo he hecho, recordando el cautiverio de nuestros padres; porque estaban en el cautiverio, y nadie podía rescatarlos salvo que fuese el Dios de Abraham, y el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob; y él de cierto, los libró en sus aflicciones.

3 Y ahora bien, ¡oh mi hijo Helamán!, he aquí, estás en tu juventud, y te suplico, por tanto, que escuches mis palabras y aprendas de mí; porque sé que quienes pongan su confianza en Dios serán sostenidos en sus tribulaciones, y sus dificultades y aflicciones, y serán enaltecidos en el postrer día.

4 Y no quisiera que pensaras que yo sé de mí mismo; no de lo temporal, sino de lo espiritual; no de la mente carnal, sino de Dios.

5 Ahora bien, he aquí, te digo que si no hubiese nacido de Dios, no habría sabido estas cosas; pero por boca de su santo ángel, Dios me ha hecho saber estas cosas, no por dignidad alguna en mí.

6 Porque yo andaba con los hijos de Mosíah, tratando de destruir la iglesia de Dios; mas he aquí, Dios envió a su santo ángel para detenernos en el camino.

7 Y he aquí, nos habló como con voz de trueno, y toda la tierra tembló bajo nuestros pies; y todos caímos al suelo porque el temor del Señor nos sobrevino.

8 Mas he aquí, la voz me dijo: ¡Levántate! Y me levanté y me puse de pie y vi al ángel.

9 Y me dijo: A menos que tú, por ti mismo, quieras ser destruido, no trates más de destruir la iglesia de Dios.

10

Y aconteció que caí al suelo; y por el espacio de tres días y tres noches no pude abrir mi boca, ni hacer uso de mis miembros.

11 Y el ángel me dijo más cosas que mis hermanos oyeron, mas yo no las oí. Porque al oír las palabras —a menos que tú, por ti mismo, quieras ser destruido, no trates más de destruir la iglesia de Dios— me sentí herido de tan grande temor y asombro de que tal vez fuese destruido, que caí al suelo y no oí más.

12 Pero me martirizaba un tormento eterno, porque mi alma estaba atribulada en sumo grado, y atormentada por todos mis pecados.

13 Sí, me acordaba de todos mis pecados e iniquidades, por causa de los cuales yo era atormentado con las penas del infierno; sí, veía que me había rebelado contra mi Dios y que no había guardado sus santos mandamientos.

14 Sí, y había asesinado a muchos de sus hijos, o más bien, los había conducido a la destrucción; sí, y por último, mis iniquidades habían sido tan grandes que el solo pensar en volver a la presencia de mi Dios atormentaba mi alma con indecible horror.

15 ¡Oh si fuera desterrado —pensaba yo— y aniquilado en cuerpo y alma, a fin de no ser llevado para comparecer ante la presencia de mi Dios para ser juzgado por mis obras!

16 Y por tres días y tres noches me vi atormentado, sí, con las penas de un alma condenada.

17 Y aconteció que mientras así me agobiaba este tormento, mientras me atribulaba el recuerdo de mis muchos pecados, he aquí, también me acordé de haber oído a mi padre profetizar al pueblo concerniente a la venida de un Jesucristo, un Hijo de Dios, para expiar los pecados del mundo.

18 Y al concentrarse mi mente en este pensamiento, clamé dentro de mi corazón: ¡Oh Jesús, Hijo de Dios, ten misericordia de mí que estoy en la hiel de amargura, y ceñido con las eternas cadenas de la muerte!

19 Y he aquí que cuando pensé esto, ya no me pude acordar más de mis dolores; sí, dejó de atormentarme el recuerdo de mis pecados.

20

Y, ¡oh qué gozo, y qué luz tan maravillosa fue la que vi! Sí, mi alma se llenó de un gozo tan profundo como lo había sido mi dolor.

21 Sí, hijo mío, te digo que no podía haber cosa tan intensa ni tan amarga como mis dolores. Sí, hijo mío, y también te digo que por otra parte no puede haber cosa tan intensa y dulce como lo fue mi gozo.

22 Sí, me pareció ver —así como nuestro padre Lehi vio— a Dios sentado en su trono, rodeado de innumerables concursos de ángeles en actitud de estar cantando y alabando a su Dios; sí, y mi alma anheló estar allí.

23 Mas he aquí, mis miembros recobraron su fuerza, y me puse de pie, y manifesté al pueblo que había nacido de Dios.

24 Sí, y desde ese día, aun hasta ahora, he trabajado sin cesar para traer almas al arrepentimiento; para traerlas a probar el sumo gozo que yo probé; para que también nazcan de Dios y sean llenas del Espíritu Santo.

25 Sí, y he aquí, ¡oh hijo mío!, el Señor me concede un gozo extremadamente grande en el fruto de mis obras;

26 porque a causa de la palabra que él me ha comunicado, he aquí, muchos han nacido de Dios, y han probado como yo he probado, y han visto ojo a ojo, como yo he visto; por tanto, ellos saben acerca de estas cosas de que he hablado, como yo sé; y el conocimiento que tengo viene de Dios.

27 Y he sido sostenido en tribulaciones y dificultades de todas clases, sí, y en todo género de aflicciones; sí, Dios me ha librado de la cárcel, y de ligaduras, y de la muerte; sí, y pongo mi confianza en él, y todavía me librará.

28 Y sé que me levantará en el postrer día para morar con él en gloria; sí, y lo alabaré para siempre; porque ha sacado a nuestros padres de Egipto y ha hundido a los egipcios en el mar Rojo; y por su poder guio a nuestros padres a la tierra prometida; sí, y los ha librado de la servidumbre y del cautiverio de cuando en cuando.

29 Sí, y también ha sacado a nuestros padres de la tierra de Jerusalén; y por su sempiterno poder también los ha librado de la servidumbre y del cautiverio de cuando en cuando, hasta este día. Y yo siempre he retenido el recuerdo de su cautiverio; sí, y tú también debes recordar su cautiverio como lo he hecho yo.

30

Mas he aquí, hijo mío, esto no es todo; porque tú debes saber, como yo sé, que al grado que guardes los mandamientos de Dios, prosperarás en la tierra; y debes saber también que si no guardas los mandamientos de Dios, serás separado de su presencia. Y esto es según su palabra.

Capítulo 37

Las planchas de bronce y otras Escrituras se conservan para conducir a las almas a la salvación — Los jareditas fueron destruidos por motivo de su iniquidad — Los juramentos y los convenios secretos de ellos deben esconderse del pueblo — Consulta al Señor en todos tus hechos — Así como la Liahona guio a los nefitas, de igual manera la palabra de Cristo guía a los hombres a la vida eterna. Aproximadamente 74 a.C.

1

Y ahora, Helamán, hijo mío, te mando que tomes los anales que me han sido confiados;

2 y también te mando que lleves una historia de este pueblo, como lo he hecho yo, sobre las planchas de Nefi; y que conserves sagradas todas estas cosas que he guardado, así como yo las he preservado; porque se conservan para un sabio propósito.

3 Y estas planchas de bronce que contienen estos grabados, que tienen sobre ellas la narración de las Sagradas Escrituras y la genealogía de nuestros antecesores, aun desde el principio,

4 he aquí, nuestros padres han profetizado que deben ser conservadas y entregadas de una generación a otra, y que deben ser guardadas y preservadas por la mano del Señor hasta que vayan a toda nación, tribu, lengua y pueblo, a fin de que lleguen a saber de los misterios que contienen.

5 Y he aquí, si son conservadas, deben retener su brillo; sí, y retendrán su brillo; sí, y también todas las planchas que contienen lo que es escritura sagrada.

6 Ahora bien, tal vez pienses que esto es locura de mi parte; mas he aquí, te digo que por medio de cosas pequeñas y sencillas se realizan grandes cosas; y en muchos casos, los pequeños medios confunden a los sabios.

7 Y el Señor Dios se vale de medios para realizar sus grandes y eternos designios; y por medios muy pequeños el Señor confunde a los sabios y realiza la salvación de muchas almas.

8 Y hasta aquí ha sido según la sabiduría de Dios que estas cosas sean preservadas; pues he aquí, han ensanchado la memoria de este pueblo, sí, y han convencido a muchos del error de sus caminos, y los han traído al conocimiento de su Dios para la salvación de sus almas.

9 Sí, te digo que si no hubiese sido por estas cosas que estos anales contienen, las cuales están sobre estas planchas, Ammón y sus hermanos no habrían podido convencer a tantos miles de los lamanitas de las tradiciones erróneas de sus padres; sí, estos anales y sus palabras los llevaron al arrepentimiento, es decir, los llevaron al conocimiento del Señor su Dios, y a regocijarse en Jesucristo su Redentor.

10

¿Y quién sabe si no serán el medio para traer a muchos miles de ellos al conocimiento de su Redentor, sí, y también a muchos miles de nuestros obstinados hermanos nefitas que hoy endurecen sus corazones en el pecado y las iniquidades?

11 Y todavía no me han sido revelados plenamente estos misterios; por tanto, me refrenaré.

12 Y quizás sea suficiente si solamente digo que se conservan para un sabio propósito, el cual es conocido por Dios; porque él dirige con sabiduría todas sus obras, y sus sendas son rectas, y su curso es un giro eterno.

13 ¡Oh recuerda, recuerda, hijo mío, Helamán, cuán estrictos son los mandamientos de Dios! Y él ha dicho: Si guardáis mis mandamientos, prosperaréis en la tierra; pero si no guardáis sus mandamientos, seréis desechados de su presencia.

14 Y ahora recuerda, hijo mío, que Dios te ha confiado estas cosas que son sagradas, que él ha conservado sagradas, y que también guardará y preservará para un sabio propósito suyo, para manifestar su poder a las generaciones futuras.

15 Y ahora bien, he aquí, te digo por el espíritu de profecía, que si quebrantas los mandamientos de Dios, he aquí, estas cosas que son sagradas te serán quitadas por el poder de Dios, y serás entregado a Satanás para que te zarandee como tamo ante el viento.

16 Pero si guardas los mandamientos de Dios y cumples con estas cosas que son sagradas, según el Señor te mande (pues debes recurrir al Señor en todas las cosas que tengas que hacer con ellas), he aquí, ningún poder de la tierra ni del infierno te las puede quitar, porque Dios es poderoso para cumplir todas sus palabras.

17 Porque él cumplirá todas las promesas que te haga, pues ha cumplido sus promesas que él ha hecho a nuestros padres.

18 Porque les prometió que preservaría estas cosas para un sabio propósito suyo, a fin de manifestar su poder a las generaciones futuras.

19 Y he aquí, ha cumplido un propósito, sí, la restauración de muchos miles de los lamanitas al conocimiento de la verdad; y en ellas él ha manifestado su poder, y también manifestará aún en ellas su poder a generaciones futuras; por tanto, serán preservadas.

20

Por lo que te mando, hijo mío, Helamán, que seas diligente en cumplir todas mis palabras, y que seas diligente en guardar los mandamientos de Dios tal como están escritos.

21 Y ahora te hablaré acerca de aquellas veinticuatro planchas; que las guardes para que sean manifestados a este pueblo los misterios, y las obras de tinieblas, y sus hechos secretos, o sea, los hechos secretos de aquel pueblo que fue destruido; sí, que todos sus asesinatos, y robos, y sus pillajes, y todas sus maldades y abominaciones puedan ser manifestados a este pueblo; sí, y que preserves estos intérpretes.

22 Porque he aquí, el Señor vio que su pueblo empezaba a obrar en tinieblas, sí, a cometer asesinatos y abominaciones en secreto; por tanto, dijo el Señor que si no se arrepentían, serían destruidos de sobre la superficie de la tierra.

23 Y dijo el Señor: Prepararé para mi siervo Gazelem una piedra que brillará en las tinieblas hasta dar luz, a fin de manifestar a los de mi pueblo que me sirven, sí, para manifestarles los hechos de sus hermanos, sí, sus obras secretas, sus obras de obscuridad, y sus maldades y abominaciones.

24 Y se prepararon estos intérpretes, hijo mío, para que se cumpliera la palabra que Dios habló, diciendo:

25 Sacaré de las tinieblas a la luz todos sus hechos secretos y sus abominaciones; y a menos que se arrepientan, los destruiré de sobre la superficie de la tierra; y descubriré todos sus secretos y abominaciones a toda nación que en lo futuro posea la tierra.

26 Y vemos, hijo mío, que no se arrepintieron; por tanto, han sido destruidos, y hasta ahora se ha cumplido la palabra de Dios; sí, sus abominaciones secretas han salido de las tinieblas, y nos han sido reveladas.

27 Y ahora bien, hijo mío, te mando que retengas todos sus juramentos, y sus pactos, y sus acuerdos en sus abominaciones secretas; y todas sus señales y sus prodigios retendrás para que este pueblo no los conozca, no sea que por ventura también caigan en las tinieblas y sean destruidos.

28 Porque he aquí, hay una maldición sobre toda esta tierra de que sobrevendrá una destrucción a todos los obradores de tinieblas, según el poder de Dios, cuando lleguen al colmo; por tanto, es mi deseo que este pueblo no sea destruido.

29 Por consiguiente, esconderás de este pueblo esos planes secretos de sus juramentos y sus pactos, y solamente le darás a conocer sus maldades, sus asesinatos y sus abominaciones; y le enseñarás a aborrecer tales maldades y abominaciones y asesinatos; y también debes enseñarle que esta gente fue destruida por motivo de sus maldades y abominaciones y asesinatos.

30

Porque he aquí, asesinaron a todos los profetas del Señor que llegaron entre ellos para declararles en cuanto a sus iniquidades; y la sangre de los que asesinaron clamó al Señor su Dios para que los vengara de aquellos que fueron sus asesinos; y así los juicios de Dios descendieron sobre estos obradores de tinieblas y de combinaciones secretas.

31 Sí, y maldita sea la tierra por siempre jamás para esos obradores de tinieblas y combinaciones secretas, aun hasta su destrucción, a menos que se arrepientan antes que lleguen al colmo.

32 Y ahora bien, hijo mío, recuerda las palabras que te he hablado; no confíes esos planes secretos a este pueblo, antes bien, inculca en ellos un odio perpetuo contra el pecado y la iniquidad.

33 Predícales el arrepentimiento y la fe en el Señor Jesucristo; enséñales a humillarse, y a ser mansos y humildes de corazón; enséñales a resistir toda tentación del diablo, con su fe en el Señor Jesucristo.

34 Enséñales a no cansarse nunca de las buenas obras, sino a ser mansos y humildes de corazón; porque estos hallarán descanso para sus almas.

35 ¡Oh recuerda, hijo mío, y aprende sabiduría en tu juventud; sí, aprende en tu juventud a guardar los mandamientos de Dios!

36 Sí, e implora a Dios todo tu sostén; sí, sean todos tus hechos en el Señor, y dondequiera que fueres, sea en el Señor; deja que todos tus pensamientos se dirijan al Señor; sí, deja que los afectos de tu corazón se funden en el Señor para siempre.

37 Consulta al Señor en todos tus hechos, y él te dirigirá para bien; sí, cuando te acuestes por la noche, acuéstate en el Señor, para que él te cuide en tu sueño; y cuando te levantes por la mañana, rebose tu corazón de gratitud a Dios; y si haces estas cosas, serás enaltecido en el postrer día.

38 Y ahora, hijo mío, tengo algo que decir concerniente a lo que nuestros padres llaman esfera o director, o que ellos llamaron Liahona, que interpretado quiere decir brújula; y el Señor la preparó.

39 Y he aquí, ningún hombre puede trabajar con tan singular maestría. Y he aquí, fue preparada para mostrar a nuestros padres el camino que habían de seguir por el desierto.

40

Y obró por ellos según su fe en Dios; por tanto, si tenían fe para creer que Dios podía hacer que aquellas agujas indicaran el camino que debían seguir, he aquí, así sucedía; por tanto, se obró para ellos este milagro, así como muchos otros milagros que diariamente se obraban por el poder de Dios.

41 Sin embargo, por motivo de que se efectuaron estos milagros por medios pequeños, se les manifestaron obras maravillosas. Mas fueron perezosos y se olvidaron de ejercer su fe y diligencia, y entonces esas obras maravillosas cesaron, y no progresaron en su viaje.

42 Por tanto, se demoraron en el desierto, o sea, no siguieron un curso directo, y fueron afligidos con hambre y sed por causa de sus transgresiones.

43 Y ahora quisiera que entendieses, hijo mío, que estas cosas tienen un significado simbólico; porque así como nuestros padres no prosperaron por ser lentos en prestar atención a esta brújula (y estas cosas eran temporales), así es con las cosas que son espirituales.

44 Pues he aquí, tan fácil es prestar atención a la palabra de Cristo, que te indicará un curso directo a la felicidad eterna, como lo fue para nuestros padres prestar atención a esta brújula que les señalaba un curso directo a la tierra prometida.

45 Y ahora digo: ¿No se ve en esto un símbolo? Porque tan cierto como este director trajo a nuestros padres a la tierra prometida por haber seguido sus indicaciones, así las palabras de Cristo, si seguimos su curso, nos llevan más allá de este valle de dolor a una tierra de promisión mucho mejor.

46 Oh hijo mío, no seamos perezosos por la facilidad que presenta la senda; porque así sucedió con nuestros padres; pues así les fue dispuesto, para que viviesen si miraban; así también es con nosotros. La vía está preparada, y si queremos mirar, podremos vivir para siempre.

47 Y ahora bien, hijo mío, asegúrate de cuidar estas cosas sagradas; sí, asegúrate de acudir a Dios para que vivas. Ve entre este pueblo y declara la palabra y sé sensato. Adiós, hijo mío.

Los mandamientos de Alma a su hijo Shiblón.

Comprende el capítulo 38.

Capítulo 38

Shiblón fue perseguido por causa de la rectitud — La salvación está en Cristo, el cual es la vida y la luz del mundo — Refrena todas tus pasiones. Aproximadamente 74 a.C.

1

Hijo mío, da oído a mis palabras, porque te digo, como dije a Helamán, que al grado que guardes los mandamientos de Dios, prosperarás en la tierra; y si no guardas los mandamientos de Dios, serás separado de su presencia.

2 Y ahora bien, hijo mío, confío en que tendré gran gozo en ti, por tu firmeza y tu fidelidad para con Dios; porque así como has empezado en tu juventud a confiar en el Señor tu Dios, así espero que continúes obedeciendo sus mandamientos; porque bendito es el que persevera hasta el fin.

3 Te digo, hijo mío, que ya he tenido gran gozo en ti por razón de tu fidelidad y tu diligencia, tu paciencia y tu longanimidad entre los zoramitas.

4 Porque sé que estuviste atado; sí, y también sé que fuiste apedreado por motivo de la palabra; y sobrellevaste con paciencia todas estas cosas, porque el Señor estaba contigo; y ahora sabes que el Señor te libró.

5 Y ahora bien, hijo mío, Shiblón, quisiera que recordaras que en proporción a tu confianza en Dios, serás librado de tus tribulaciones, y tus dificultades, y tus aflicciones, y serás enaltecido en el postrer día.

6 Y no quisiera que pensaras, hijo mío, que sé estas cosas de mí mismo, sino que el Espíritu de Dios que está en mí es el que me da a conocer estas cosas; porque si no hubiera nacido de Dios, no las habría sabido.

7 Mas he aquí, el Señor en su gran misericordia envió a su ángel para declararme que debía cesar la obra de destrucción entre su pueblo. Sí, y he visto a un ángel cara a cara, y me habló, y su voz fue como el trueno, y sacudió toda la tierra.

8 Y ocurrió que durante tres días y tres noches me vi en el más amargo dolor y angustia de alma; y no fue sino hasta que imploré misericordia al Señor Jesucristo que recibí la remisión de mis pecados. Pero he aquí, clamé a él y hallé paz para mi alma.

9 Y te he dicho esto, hijo mío, para que aprendas sabiduría, para que aprendas de mí que no hay otro modo o medio por el cual el hombre pueda ser salvo, sino en Cristo y por medio de él. He aquí, él es la vida y la luz del mundo. He aquí, él es la palabra de verdad y de rectitud.

10

Y así como has empezado a enseñar la palabra, así quisiera yo que continuases enseñando; y quisiera que fueses diligente y moderado en todas las cosas.

11 Procura no ensalzarte en el orgullo; sí, procura no jactarte de tu propia sabiduría, ni de tu mucha fuerza.

12 Usa valentía, mas no prepotencia; y procura también refrenar todas tus pasiones para que estés lleno de amor; procura evitar la ociosidad.

13 No ores como lo hacen los zoramitas, pues has visto que ellos oran para ser oídos de los hombres y para ser alabados por su sabiduría.

14 No digas: Oh Dios, te doy gracias porque somos mejores que nuestros hermanos, sino di más bien: Oh Señor, perdona mi indignidad, y acuérdate de mis hermanos con misericordia. Sí, reconoce tu indignidad ante Dios en todo tiempo.

15 Y el Señor bendiga tu alma y te reciba en el postrer día en su reino, para sentarte en paz. Ahora ve, hijo mío, y enseña la palabra a este pueblo. Sé sensato. Adiós, hijo mío.

Los mandamientos de Alma a su hijo Coriantón.

Comprende los capítulos del 39 al 42.

Capítulo 39

El pecado sexual es una abominación — Los pecados de Coriantón impidieron que los zoramitas recibieran la palabra — La redención de Cristo es retroactiva para la salvación de los fieles que la antecedieron. Aproximadamente 74 a.C.

1

Hijo mío, tengo algo más que decirte de lo que dije a tu hermano; porque he aquí, ¿no has observado la constancia de tu hermano, su fidelidad y su diligencia al guardar los mandamientos de Dios? He aquí, ¿no te ha dado un buen ejemplo?

2 Porque tú no hiciste tanto caso de mis palabras, entre el pueblo de los zoramitas, como lo hizo tu hermano. Y esto es lo que tengo en contra de ti: Tú seguiste jactándote de tu fuerza y tu sabiduría.

3 Y esto no es todo, hijo mío. Tú hiciste lo que para mí fue penoso; porque abandonaste el ministerio y te fuiste a la tierra de Sirón, en las fronteras de los lamanitas, tras la ramera Isabel.

4 Sí, ella se conquistó el corazón de muchos; pero no era excusa para ti, hijo mío. Tú debiste haber atendido al ministerio que se te confió.

5 ¿No sabes tú, hijo mío, que estas cosas son una abominación a los ojos del Señor; sí, más abominables que todos los pecados, salvo el derramar sangre inocente o el negar al Espíritu Santo?

6 Porque he aquí, si niegas al Espíritu Santo, una vez que haya morado en ti, y sabes que lo niegas, he aquí, es un pecado que es imperdonable; sí, y al que asesina contra la luz y el conocimiento de Dios, no le es fácil obtener perdón; sí, hijo mío, te digo que no le es fácil obtener perdón.

7 Y ahora bien, hijo mío, quisiera Dios que no hubieses sido culpable de tan gran delito. No persistiría en hablar de tus delitos, para atormentar tu alma, si no fuera para tu bien.

8 Mas he aquí, tú no puedes ocultar tus delitos de Dios; y a menos que te arrepientas, se levantarán como testimonio contra ti en el postrer día.

9 Hijo mío, quisiera que te arrepintieses y abandonases tus pecados, y no te dejases llevar más por las concupiscencias de tus ojos, sino que te refrenaras de todas estas cosas; porque a menos que hagas esto, de ningún modo podrás heredar el reino de Dios. ¡Oh recuerda, y comprométete, y abstente de estas cosas!

10

Y te mando que te comprometas a consultar con tus hermanos mayores en tus empresas; porque he aquí, eres joven, y necesitas ser nutrido por tus hermanos. Y atiende a sus consejos.

11 No te dejes llevar por ninguna cosa vana ni insensata; no permitas que el diablo incite tu corazón otra vez en pos de esas inicuas rameras. He aquí, oh hijo mío, cuán gran iniquidad has traído sobre los zoramitas; porque al observar ellos tu conducta, no quisieron creer en mis palabras.

12 Y ahora el Espíritu del Señor me dice: Manda a tus hijos que hagan lo bueno, no sea que desvíen el corazón de muchos hasta la destrucción. Por tanto, hijo mío, te mando, en el temor de Dios, que te abstengas de tus iniquidades;

13 que te vuelvas al Señor con toda tu mente, poder y fuerza; que no induzcas más el corazón de los demás a hacer lo malo, sino más bien, vuelve a ellos, y reconoce tus faltas y la maldad que hayas cometido.

14 No busques las riquezas ni las vanidades de este mundo, porque he aquí, no las puedes llevar contigo.

15 Y ahora bien, hijo mío, quisiera decirte algo concerniente a la venida de Cristo. He aquí, te digo que él es el que ciertamente vendrá a quitar los pecados del mundo; sí, él viene para declarar a su pueblo las gratas nuevas de la salvación.

16 Y este fue, hijo mío, el ministerio al cual fuiste llamado, para declarar estas alegres nuevas a este pueblo, a fin de preparar sus mentes; o más bien, para que la salvación viniera a ellos, a fin de que preparen la mente de sus hijos para oír la palabra en el tiempo de su venida.

17 Y ahora tranquilizaré un poco tu mente sobre este punto. He aquí, te maravillas de por qué se deben saber estas cosas tan anticipadamente. He aquí te digo, ¿no es un alma tan preciosa para Dios ahora, como lo será en el tiempo de su venida?

18 ¿No es tan necesario que el plan de redención se dé a conocer a este pueblo, así como a sus hijos?

19 ¿No le es tan fácil al Señor enviar a su ángel en esta época para declarar estas gozosas nuevas a nosotros tanto como a nuestros hijos, como lo será después del tiempo de su venida?

Capítulo 40

Cristo lleva a cabo la resurrección de todos los hombres — Los muertos que han sido justos van al paraíso y los malvados a las tinieblas de afuera para esperar el tiempo de su resurrección — Todo será restablecido a su propia y perfecta forma en la Resurrección. Aproximadamente 74 a.C.

1

Y ahora bien, hijo mío, he aquí algo más que quisiera decirte, porque veo que tu mente está preocupada con respecto a la resurrección de los muertos.

2 He aquí, te digo que no hay resurrección, o en otras palabras, quiero decir que este cuerpo mortal no se reviste de inmortalidad, esta corrupción no se reviste de incorrupción, sino hasta después de la venida de Cristo.

3 He aquí, él efectúa la resurrección de los muertos. Mas he aquí, hijo mío, la resurrección no ha llegado aún. Ahora bien, te descubro un misterio; no obstante, hay muchos misterios que permanecen ocultos, que nadie los conoce sino Dios mismo. Pero te manifiesto una cosa que he preguntado diligentemente a Dios para saber concerniente a la resurrección.

4 He aquí, se ha señalado una época en que todos se levantarán de los muertos. Mas cuándo vendrá este tiempo, nadie lo sabe; pero Dios sabe la hora que está señalada.

5 Ahora bien, con respecto a que si habrá una primera, o una segunda o una tercera vez en que los hombres han de resucitar de los muertos, nada importa; pues Dios sabe todas estas cosas; y bástame saber que tal es el caso: que hay un tiempo señalado en que todos se levantarán de los muertos.

6 Debe haber, pues, un intervalo entre el tiempo de la muerte y el de la resurrección.

7 Y ahora quisiera preguntar: ¿Qué sucede con las almas de los hombres desde este tiempo de la muerte hasta el momento señalado para la resurrección?

8 Ahora bien, nada importa si hay más de una época señalada para que resuciten los hombres, porque no todos mueren de una vez, y esto no importa; todo es como un día para Dios, y solo para los hombres está medido el tiempo.

9 Por tanto, se ha designado a los hombres una época en que han de resucitar de los muertos; y hay un intervalo entre el tiempo de la muerte y el de la resurrección. Y ahora bien, concerniente a este espacio de tiempo, qué sucede con las almas de los hombres es lo que he preguntado diligentemente al Señor para saber; y es acerca de esto de lo que yo sé.

10

Y cuando llegue el tiempo en que todos resuciten, entonces sabrán que Dios conoce todas las épocas que le están señaladas al hombre.

11 Ahora bien, respecto al estado del alma entre la muerte y la resurrección, he aquí, un ángel me ha hecho saber que los espíritus de todos los hombres, en cuanto se separan de este cuerpo mortal, sí, los espíritus de todos los hombres, sean buenos o malos, son llevados de regreso a ese Dios que les dio la vida.

12 Y sucederá que los espíritus de los que son justos serán recibidos en un estado de felicidad que se llama paraíso: un estado de descanso, un estado de paz, donde descansarán de todas sus aflicciones, y de todo cuidado y pena.

13 Y entonces acontecerá que los espíritus de los malvados, sí, los que son malos —pues he aquí, no tienen parte ni porción del Espíritu del Señor, porque escogieron las malas obras en lugar de las buenas; por lo que el espíritu del diablo entró en ellos y se posesionó de su casa— estos serán echados a las tinieblas de afuera; habrá llantos y lamentos y el crujir de dientes, y esto a causa de su propia iniquidad, pues fueron llevados cautivos por la voluntad del diablo.

14 Así que este es el estado de las almas de los malvados; sí, en tinieblas y en un estado de terrible y espantosa espera de la ardiente indignación de la ira de Dios sobre ellos; y así permanecen en este estado, como los justos en el paraíso, hasta el tiempo de su resurrección.

15 Ahora bien, hay algunos que han entendido que este estado de felicidad y este estado de miseria del alma, antes de la resurrección, era una primera resurrección. Sí, admito que puede llamarse resurrección, el levantarse del espíritu o el alma, y su consignación a la felicidad o a la miseria, de acuerdo con las palabras que se han hablado.

16 Y he aquí, también se ha dicho que hay una primera resurrección, una resurrección de todos cuantos hayan existido, existen o existirán, hasta la resurrección de Cristo de entre los muertos.

17 Ahora bien, no suponemos que esta primera resurrección, de que se ha hablado en estos términos, sea la resurrección de las almas y su consignación a la felicidad o a la miseria. No puedes suponer que esto es lo que quiere decir.

18 He aquí, te digo que no; sino que significa la reunión del alma con el cuerpo, de los que hayan existido desde los días de Adán hasta la resurrección de Cristo.

19 Mas si las almas y los cuerpos de aquellos de quienes se ha hablado serán reunidos todos de una vez, los malos así como los justos, no lo digo; bástame decir que todos se levantarán; o en otras palabras, su resurrección se verificará antes que la de aquellos que mueran después de la resurrección de Cristo.

20

Y no digo, hijo mío, que su resurrección venga al tiempo de la de Cristo; mas, he aquí, lo doy como mi opinión, que las almas y los cuerpos de los justos serán reunidos al tiempo de la resurrección de Cristo y su ascensión al cielo.

21 Mas si esto sucederá al tiempo de la resurrección de él o después, no lo digo; pero esto sí digo, que hay un intervalo entre la muerte y la resurrección del cuerpo, y un estado del alma en felicidad o en miseria, hasta el tiempo que Dios ha señalado para que se levanten los muertos, y sean reunidos el alma y el cuerpo, y llevados a comparecer ante Dios, y ser juzgados según sus obras.

22 Sí, esto lleva a efecto la restauración de aquellas cosas que se han declarado por boca de los profetas.

23 El alma será restaurada al cuerpo, y el cuerpo al alma; sí, y todo miembro y coyuntura serán restablecidos a su cuerpo; sí, ni un cabello de la cabeza se perderá, sino que todo será restablecido a su propia y perfecta forma.

24 Y ahora bien, hijo mío, esta es la restauración que se ha anunciado por boca de los profetas.

25 Y entonces los justos resplandecerán en el reino de Dios.

26 Mas he aquí, una terrible muerte sobreviene a los inicuos; porque mueren en cuanto a las cosas concernientes a la rectitud; pues son impuros, y nada impuro puede heredar el reino de Dios; sino que son echados fuera y consignados a participar de los frutos de sus labores o sus obras, que han sido malas; y beben los sedimentos de una amarga copa.

Capítulo 41

En la Resurrección, los hombres resucitan a un estado de felicidad sin fin o a una miseria interminable — La maldad nunca fue felicidad — Los hombres que se hallan en un estado carnal se encuentran sin Dios en el mundo — En la Restauración, toda persona recibe de nuevo las características y los atributos que haya logrado en el estado terrenal. Aproximadamente 74 a.C.

1

Y ahora bien, hijo mío, tengo algo que decirte sobre la restauración de que se ha hablado; porque he aquí, algunos han tergiversado las Escrituras y se han desviado lejos a causa de esto. Y veo que tu mente también ha estado preocupada en cuanto a este asunto; mas he aquí, te lo explicaré.

2 Te digo, hijo mío, que el plan de la restauración es indispensable en la justicia de Dios, porque es necesario que todas las cosas sean restablecidas a su propio orden. He aquí, es preciso y justo, según el poder y la resurrección de Cristo, que el alma del hombre sea restituida a su cuerpo, y que al cuerpo le sean restauradas todas sus partes.

3 Y es indispensable en la justicia de Dios que los hombres sean juzgados según sus obras; y si sus hechos fueron buenos en esta vida, y buenos los deseos de sus corazones, que también sean ellos restituidos a lo que es bueno en el postrer día.

4 Y si sus obras son malas, les serán restituidas para mal. Por tanto, todas las cosas serán restablecidas a su propio orden; todo a su forma natural — la mortalidad levantada en inmortalidad; la corrupción en incorrupción — levantado a una felicidad sin fin para heredar el reino de Dios, o a una miseria interminable para heredar el reino del diablo; uno por una parte y otro por la otra;

5 uno levantado a la dicha, de acuerdo con sus deseos de felicidad, o a lo bueno, según sus deseos del bien; y el otro al mal, según sus deseos de maldad; porque así como ha deseado hacer mal todo el día, así recibirá su recompensa de maldad cuando venga la noche.

6 Y así sucede por la otra parte. Si se ha arrepentido de sus pecados y ha deseado la rectitud hasta el fin de sus días, de igual manera será recompensado en rectitud.

7 Estos son los redimidos del Señor; sí, los que son librados, los que son rescatados de esa interminable noche de tinieblas, y así se sostienen o caen; pues he aquí, son sus propios jueces, ya para obrar el bien o para obrar el mal.

8 Y los decretos de Dios son inalterables; por tanto, se ha preparado el camino para que todo aquel que quiera, ande por él y sea salvo.

9 Y ahora bien, he aquí, hijo mío, no te arriesgues a una ofensa más contra tu Dios sobre esos puntos de doctrina, en los cuales hasta ahora te has arriesgado a cometer pecados.

10

No vayas a suponer, porque se ha hablado concerniente a la restauración, que serás restaurado del pecado a la felicidad. He aquí, te digo que la maldad nunca fue felicidad.

11 Y así, hijo mío, todos los hombres que se hallan en un estado natural, o más bien diría, en un estado carnal, están en la hiel de amargura y en las ligaduras de la iniquidad; se encuentran sin Dios en el mundo, y han obrado en contra de la naturaleza de Dios; por tanto, se hallan en un estado que es contrario a la naturaleza de la felicidad.

12 Y he aquí, ¿significa la palabra restauración tomar una cosa de un estado natural y colocarla en un estado innatural, o sea, ponerla en una condición que se opone a su naturaleza?

13 Oh, hijo mío, tal no es el caso; sino que el significado de la palabra restauración es volver de nuevo mal por mal, o carnal por carnal, o diabólico por diabólico; bueno por lo que es bueno, recto por lo que es recto, justo por lo que es justo, misericordioso por lo que es misericordioso.

14 Por tanto, hijo mío, procura ser misericordioso con tus hermanos; trata con justicia, juzga con rectitud, y haz lo bueno sin cesar; y si haces todas estas cosas, entonces recibirás tu galardón; sí, la misericordia te será restablecida de nuevo; la justicia te será restaurada otra vez; se te restituirá un justo juicio nuevamente; y se te recompensará de nuevo con lo bueno.

15 Porque lo que de ti salga, volverá otra vez a ti, y te será restituido; por tanto, la palabra restauración condena al pecador más plenamente, y en nada lo justifica.

Capítulo 42

El estado terrenal es un tiempo de probación que permite al hombre arrepentirse y servir a Dios — La Caída trajo la muerte temporal y espiritual sobre todo el género humano — La redención se realiza por medio del arrepentimiento — Dios mismo expía los pecados del mundo — La misericordia es para aquellos que se arrepienten — Todos los demás quedan sujetos a la justicia de Dios — La misericordia viene a causa de la Expiación — Solo se salvan los que verdaderamente se arrepienten. Aproximadamente 74 a.C.

1

Y ahora bien, hijo mío, percibo que hay algo más que inquieta tu mente, algo que no puedes comprender, y es concerniente a la justicia de Dios en el castigo del pecador; porque tratas de suponer que es una injusticia que el pecador sea consignado a un estado de miseria.

2 He aquí, hijo mío, te explicaré esto. Pues, he aquí, luego que el Señor Dios expulsó a nuestros primeros padres del Jardín de Edén, para cultivar la tierra de la que fueron tomados, sí, sacó al hombre, y colocó al extremo oriental del Jardín de Edén querubines, y una espada encendida que daba vueltas por todos lados, para guardar el árbol de la vida,

3 vemos, pues, que el hombre había llegado a ser como Dios, conociendo el bien y el mal; y para que no extendiera su mano, y tomara también del árbol de la vida, y comiera y viviera para siempre, el Señor Dios colocó querubines y la espada encendida, para que el hombre no comiera del fruto.

4 Y así vemos que le fue concedido al hombre un tiempo para que se arrepintiera; sí, un tiempo de probación, un tiempo para arrepentirse y servir a Dios.

5 Porque he aquí, si Adán hubiese extendido su mano inmediatamente, y comido del árbol de la vida, habría vivido para siempre, según la palabra de Dios, sin tener un tiempo para arrepentirse; sí, y también habría sido vana la palabra de Dios, y se habría frustrado el gran plan de salvación.

6 Mas he aquí, le fue señalado al hombre que muriera —por tanto, como fueron separados del árbol de la vida, así iban a ser separados de la faz de la tierra— y el hombre se vio perdido para siempre; sí, se tornó en hombre caído.

7 Y ahora bien, ves por esto que nuestros primeros padres fueron separados de la presencia del Señor, tanto temporal como espiritualmente; y así vemos que llegaron a ser personas libres de seguir su propia voluntad.

8 Y he aquí, no era prudente que el hombre fuese rescatado de esta muerte temporal, porque esto habría destruido el gran plan de felicidad.

9 Por tanto, como el alma nunca podía morir, y ya que la caída había traído una muerte espiritual, así como una temporal, sobre todo el género humano, es decir, fueron separados de la presencia del Señor, se hizo menester que la humanidad fuese rescatada de esta muerte espiritual.

10

Por tanto, ya que se habían vuelto carnales, sensuales y diabólicos por naturaleza, este estado de probación llegó a ser para ellos un estado para prepararse; se tornó en un estado preparatorio.

11 Y ten presente, hijo mío, que de no ser por el plan de redención (dejándolo a un lado), sus almas serían miserables en cuanto ellos murieran, por estar separados de la presencia del Señor.

12 Y no habría medio de redimir al hombre de este estado caído, que él mismo se había ocasionado por motivo de su propia desobediencia;

13 por tanto, según la justicia, el plan de redención no podía realizarse sino de acuerdo con las condiciones del arrepentimiento del hombre en este estado probatorio, sí, este estado preparatorio; porque a menos que fuera por estas condiciones, la misericordia no podría surtir efecto, salvo que destruyese la obra de la justicia. Pero la obra de la justicia no podía ser destruida; de ser así, Dios dejaría de ser Dios.

14 Y así vemos que toda la humanidad se hallaba caída, y que estaba en manos de la justicia; sí, la justicia de Dios que los sometía para siempre a estar separados de su presencia.

15 Ahora bien, no se podría realizar el plan de la misericordia salvo que se efectuase una expiación; por tanto, Dios mismo expía los pecados del mundo, para realizar el plan de la misericordia, para apaciguar las demandas de la justicia, para que Dios sea un Dios perfecto, justo y misericordioso también.

16 Mas el arrepentimiento no podía llegar a los hombres a menos que se fijara un castigo, igualmente eterno como la vida del alma, opuesto al plan de la felicidad, tan eterno también como la vida del alma.

17 Y, ¿cómo podría el hombre arrepentirse, a menos que pecara? ¿Cómo podría pecar, si no hubiese ley? Y, ¿cómo podría haber una ley sin que hubiese un castigo?

18 Mas se fijó un castigo, y se dio una ley justa, la cual trajo el remordimiento de conciencia al hombre.

19 Ahora bien, de no haberse dado una ley de que el hombre que asesina debe morir, ¿tendría miedo de morir si matase?

20

Y también, si no hubiese ninguna ley contra el pecado, los hombres no tendrían miedo de pecar.

21 Y si no se hubiese dado ninguna ley, ¿qué podría hacer la justicia si los hombres pecasen? ¿O la misericordia? Pues no tendrían derecho a reclamar al hombre.

22 Mas se ha dado una ley, y se ha fijado un castigo, y se ha concedido un arrepentimiento, el cual la misericordia reclama; de otro modo, la justicia reclama al ser humano y ejecuta la ley, y la ley impone el castigo; pues de no ser así, las obras de la justicia serían destruidas, y Dios dejaría de ser Dios.

23 Mas Dios no cesa de ser Dios, y la misericordia reclama al que se arrepiente; y la misericordia viene a causa de la expiación; y la expiación lleva a efecto la resurrección de los muertos; y la resurrección de los muertos lleva a los hombres de regreso a la presencia de Dios; y así son restaurados a su presencia, para ser juzgados según sus obras, de acuerdo con la ley y la justicia.

24 Pues he aquí, la justicia ejerce todos sus derechos, y también la misericordia reclama cuanto le pertenece; y así, nadie se salva sino los que verdaderamente se arrepienten.

25 ¿Qué, supones tú que la misericordia puede robar a la justicia? Te digo que no, ni un ápice. Si fuera así, Dios dejaría de ser Dios.

26 Y de este modo realiza Dios sus grandes y eternos propósitos, que fueron preparados desde la fundación del mundo. Y así se realiza la salvación y la redención de los hombres, y también su destrucción y miseria.

27 Por tanto, oh hijo mío, el que quiera venir, puede venir a beber libremente de las aguas de la vida; y quien no quiera venir, no está obligado a venir; pero en el postrer día le será restaurado según sus hechos.

28 Si ha deseado hacer lo malo, y no se ha arrepentido durante sus días, he aquí, lo malo le será devuelto, según la restauración de Dios.

29 Y ahora bien, hijo mío, quisiera que no dejaras que te perturbaran más estas cosas, y solo deja que te preocupen tus pecados, con esa zozobra que te conducirá al arrepentimiento.

30

¡Oh hijo mío, quisiera que no negaras más la justicia de Dios! No trates de excusarte en lo más mínimo a causa de tus pecados, negando la justicia de Dios. Deja, más bien, que la justicia de Dios, y su misericordia y su longanimidad dominen por completo tu corazón; y permite que esto te humille hasta el polvo.

31 Y ahora bien, oh hijo mío, eres llamado por Dios para predicar la palabra a este pueblo. Ve, hijo mío; declara la palabra con verdad y con circunspección, para que lleves almas al arrepentimiento, a fin de que el gran plan de misericordia pueda reclamarlas. Y Dios te conceda según mis palabras. Amén.

Capítulo 43

Alma y sus hijos predican la palabra — Los zoramitas y otros disidentes nefitas se hacen lamanitas — Los lamanitas emprenden la guerra contra los nefitas — Moroni arma a los nefitas con armadura protectora — El Señor revela a Alma la estrategia de los lamanitas — Los nefitas defienden sus hogares, su libertad, sus familias y su religión — Los ejércitos de Moroni y de Lehi rodean a los lamanitas. Aproximadamente 74 a.C.

1

Y aconteció que los hijos de Alma salieron entre el pueblo para declararle la palabra. Y el mismo Alma no pudo descansar, y también salió.

2 Y no diremos más acerca de su predicación, sino que predicaron la palabra y la verdad de acuerdo con el espíritu de profecía y revelación; y predicaron según el santo orden de Dios, mediante el cual se les había llamado.

3 Y vuelvo ahora a una narración de las guerras entre los nefitas y los lamanitas, en el año decimoctavo del gobierno de los jueces.

4 Porque he aquí, aconteció que los zoramitas se hicieron lamanitas; por tanto, al principio del año decimoctavo, los nefitas vieron que los lamanitas venían contra ellos; de modo que hicieron preparativos para la guerra, sí, reunieron sus ejércitos en la tierra de Jersón.

5 Y ocurrió que los lamanitas vinieron con sus miles; y llegaron a la tierra de Antiónum, que es la tierra de los zoramitas; y era su caudillo un hombre llamado Zerahemna.

6 Y como los amalekitas eran por naturaleza de una disposición más ruin y sanguinaria que los lamanitas, Zerahemna, por tanto, nombró capitanes en jefe sobre los lamanitas, y todos eran amalekitas y zoramitas.

7 E hizo esto con objeto de preservar el odio que sentían contra los nefitas, a fin de subyugarlos para realizar sus designios.

8 Pues he aquí, sus intenciones eran incitar a la ira a los lamanitas contra los nefitas; e hizo esto para usurpar un gran poder sobre ellos, y también para subyugar a los nefitas, sometiéndolos al cautiverio.

9 Ahora bien, el propósito de los nefitas era proteger sus tierras y sus casas, sus esposas y sus hijos, para preservarlos de las manos de sus enemigos; y también preservar sus derechos y sus privilegios, sí, y también su libertad, para poder adorar a Dios según sus deseos.

10

Porque sabían que si llegaban a caer en manos de los lamanitas, estos destruirían a cualquiera que en espíritu y en verdad adorara a Dios, el Dios verdadero y viviente.

11 Sí, y también sabían del extremado odio de los lamanitas para con sus hermanos, quienes eran el pueblo de Anti-Nefi-Lehi, los cuales se llamaban el pueblo de Ammón. Y estos no querían tomar las armas, sí, habían hecho un convenio y no lo querían quebrantar; por tanto, si caían en manos de los lamanitas serían destruidos.

12 Y los nefitas no iban a permitir que fuesen destruidos; por tanto, les dieron tierras para su herencia.

13 Y el pueblo de Ammón entregó a los nefitas gran parte de sus bienes para sostener a sus ejércitos; y así los nefitas se vieron compelidos a hacer frente ellos solos a los lamanitas, los cuales eran un conjunto de los hijos de Lamán y Lemuel y los hijos de Ismael, y todos los disidentes nefitas, que eran amalekitas y zoramitas, y los descendientes de los sacerdotes de Noé.

14 Y estos descendientes eran casi tan numerosos como los nefitas; y así los nefitas se vieron obligados a combatir contra sus hermanos hasta la efusión de sangre.

15 Y ocurrió que al juntarse los ejércitos de los lamanitas en la tierra de Antiónum, he aquí, los ejércitos de los nefitas estaban preparados para hacerles frente en la tierra de Jersón.

16 Y el jefe de los nefitas, o sea, el hombre que había sido nombrado capitán en jefe de los nefitas —y el capitán en jefe tomó el mando de todos los ejércitos de los nefitas— y se llamaba Moroni;

17 y Moroni tomó todo el mando y dirección de sus guerras. Y no tenía más que veinticinco años de edad cuando fue nombrado capitán en jefe de los ejércitos de los nefitas.

18 Y aconteció que se encontró con los lamanitas en las fronteras de Jersón, y su gente estaba armada con espadas, con cimitarras y con toda clase de armas de guerra.

19 Y cuando los ejércitos de los lamanitas vieron que el pueblo de Nefi, o que Moroni, había preparado a su gente con petos y con broqueles, sí, y con escudos también para protegerse la cabeza, y también estaban vestidos con ropa gruesa

20

—y el ejército de Zerahemna no se hallaba preparado con ninguna de estas cosas; solamente tenían sus espadas y sus cimitarras, sus arcos y sus flechas, sus piedras y sus hondas; y estaban desnudos, con excepción de una piel que llevaban ceñida alrededor de sus lomos; sí, todos estaban desnudos, menos los zoramitas y los amalekitas;

21 mas no iban armados con petos ni con escudos— por tanto, temieron en gran manera a los ejércitos de los nefitas por causa de su armadura, a pesar de ser su número mucho mayor que el de los nefitas.

22 Y he aquí, aconteció que no se atrevieron a avanzar contra los nefitas en las fronteras de Jersón; por tanto, salieron de la tierra de Antiónum para el desierto, e hicieron un rodeo en el desierto, allá por los manantiales del río Sidón, para llegar a la tierra de Manti y tomar posesión de ella; porque no suponían que los ejércitos de Moroni supieran hacia dónde se habían dirigido.

23 Pero sucedió que tan pronto como salieron para el desierto, Moroni envió espías a vigilar su campo; y sabiendo también de las profecías de Alma, Moroni le envió ciertos hombres para pedirle que preguntara al Señor hacia dónde habían de marchar los ejércitos de los nefitas para defenderse de los lamanitas.

24 Y ocurrió que la palabra del Señor vino a Alma, y él informó a los mensajeros de Moroni que los ejércitos de los lamanitas estaban rodeando por el desierto para llegar a la tierra de Manti, a fin de iniciar un ataque contra la parte más débil del pueblo. Y esos mensajeros fueron y comunicaron la noticia a Moroni.

25 Y Moroni, dejando parte de su ejército en la tierra de Jersón, no fuese que de algún modo una parte de los lamanitas entrase en esa tierra y tomase posesión de la ciudad, tomó el resto de su ejército y marchó a la tierra de Manti.

26 E hizo que toda la gente de aquella parte del país se reuniera para la lucha contra los lamanitas, a fin de defender sus tierras y su país, sus derechos y sus libertades; por tanto, estaban preparados para la hora de la llegada de los lamanitas.

27 Y ocurrió que Moroni hizo que su ejército se escondiera en el valle que se hallaba cerca de la ribera del río Sidón, del lado oeste del mismo río, en el desierto.

28 Y Moroni colocó espías alrededor, a fin de saber cuándo llegaría el ejército de los lamanitas.

29 Y como Moroni conocía la intención de los lamanitas, que era destruir a sus hermanos, o dominarlos y llevarlos al cautiverio, a fin de establecer un reino para sí mismos en toda esa tierra;

30

y sabiendo también que el único deseo de los nefitas era preservar sus tierras, su libertad y su iglesia, no consideró, por tanto, que fuera pecado defenderlos mediante la estratagema; de modo que se enteró, por medio de sus espías, del rumbo que iban a tomar los lamanitas.

31 Por consiguiente, dividió su ejército, y trajo una parte de ellos al valle y los escondió al este y al sur del cerro Ripla;

32 y ocultó al resto en el valle del oeste, al oeste del río Sidón, y así hasta las fronteras de la tierra de Manti.

33 Y habiendo colocado así a su ejército según su deseo, quedó preparado para recibirlos.

34 Y acaeció que los lamanitas subieron por el norte del cerro, donde se hallaba escondida una parte del ejército de Moroni.

35 Y luego que los lamanitas hubieron pasado el cerro Ripla, y entrado en el valle, y empezado a cruzar el río Sidón, el ejército que se hallaba escondido al sur del cerro, que era dirigido por un hombre llamado Lehi, y este condujo a sus tropas por el lado del este y rodeó a los lamanitas por la retaguardia.

36 Y ocurrió que cuando vieron que los nefitas venían contra ellos por la retaguardia, los lamanitas se volvieron y empezaron a contender con el ejército de Lehi.

37 Y empezó la mortandad en ambos lados, pero fue más terrible entre los lamanitas, porque su desnudez quedaba expuesta a los fuertes golpes de los nefitas con sus espadas y cimitarras, que herían de muerte casi a cada golpe.

38 Mientras que de la otra parte, de cuando en cuando caía un hombre entre los nefitas por la espada y la pérdida de sangre, ya que tenían protegidas las partes más vitales del cuerpo, o sea, que las partes más vitales del cuerpo estaban protegidas de los golpes de los lamanitas por sus petos, sus escudos y sus cascos; y así los nefitas sembraron la muerte entre los lamanitas.

39 Y aconteció que los lamanitas se espantaron a causa de la gran destrucción entre ellos, al grado de que empezaron a huir hacia el río Sidón.

40

Y Lehi y sus hombres los persiguieron; y fueron ahuyentados por Lehi hasta dentro de las aguas de Sidón, y atravesaron las aguas de Sidón; y Lehi detuvo a sus ejércitos en la ribera del río Sidón, para que no lo cruzaran.

41 Y sucedió que Moroni y sus fuerzas salieron al encuentro de los lamanitas en el valle del lado opuesto del río Sidón, y empezaron a caer sobre ellos y a matarlos.

42 Y los lamanitas huyeron de ellos otra vez hacia la tierra de Manti; y de nuevo los acometieron los ejércitos de Moroni.

43 Ahora bien, en esta ocasión los lamanitas lucharon extraordinariamente; sí, jamás se había sabido que los lamanitas combatieran con tan extremadamente grande fuerza y valor; no, ni aun desde el principio.

44 Y los animaban los zoramitas y los amalekitas, que eran sus principales capitanes y caudillos, y también Zerahemna, su capitán en jefe, o caudillo principal y comandante; sí, pelearon como dragones, y muchos de los nefitas perecieron por su mano; sí, porque partieron en dos muchos de sus cascos, y atravesaron muchos de sus petos, y a muchos les cortaron los brazos; y de este modo fue como los lamanitas atacaron en su furiosa ira.

45 No obstante, inspiraba a los nefitas una causa mejor, pues no estaban luchando por monarquía ni poder, sino que luchaban por sus hogares y sus libertades, sus esposas y sus hijos, y todo cuanto poseían; sí, por sus ritos de adoración y su iglesia.

46 Y estaban haciendo lo que sentían que era su deber para con su Dios; porque el Señor les había dicho, y también a sus padres: Si no sois culpables de la primera ofensa, ni de la segunda, no os dejaréis matar por mano de vuestros enemigos.

47 Y además, el Señor ha dicho: Defenderéis a vuestras familias aun hasta la efusión de sangre. Así que, por esta causa los nefitas luchaban contra los lamanitas, para defenderse a sí mismos, y a sus familias, y sus tierras, su país, sus derechos y su religión.

48 Y aconteció que cuando los hombres de Moroni vieron la ferocidad e ira de los lamanitas, estuvieron a punto de retroceder y huir de ellos. Y Moroni, percibiendo su intención, envió e inspiró sus corazones con estos pensamientos, sí, pensamientos de sus tierras, de su libertad, sí, de estar libres del cautiverio.

49 Y aconteció que se volvieron contra los lamanitas, y clamaron a una voz al Señor su Dios, a favor de su libertad y de estar libres del cautiverio.

50

Y empezaron a resistir a los lamanitas con vigor; y en esa misma hora en que oraron al Señor por su libertad, los lamanitas empezaron a huir delante de ellos, y huyeron hasta las aguas de Sidón.

51 Ahora bien, los lamanitas eran más numerosos, sí, eran más del doble del número de los nefitas; no obstante, fueron perseguidos hasta quedar reunidos en un grupo, en el valle sobre la ribera del río Sidón.

52 De modo que los ejércitos de Moroni los cercaron; sí, por ambos lados del río, pues he aquí que al este se hallaban los hombres de Lehi.

53 Por tanto, cuando Zerahemna vio a los hombres de Lehi al este del río Sidón, y a los ejércitos de Moroni al oeste del río, y que los nefitas los tenían cercados, el terror se apoderó de ellos.

54 Y Moroni, viendo su terror, mandó a sus hombres que pararan de derramar su sangre.

Capítulo 44

Moroni manda a los lamanitas hacer un pacto de paz o resignarse a ser destruidos — Zerahemna rechaza la oferta y la batalla se reanuda — Los ejércitos de Moroni derrotan a los lamanitas. Aproximadamente 74–73 a.C.

1

Y sucedió que pararon y se retiraron a un paso de ellos. Y Moroni dijo a Zerahemna: He aquí, Zerahemna, no queremos ser sanguinarios. Tú sabes que estáis en nuestras manos; sin embargo, no queremos mataros.

2 He aquí, no hemos venido a luchar contra vosotros para derramar vuestra sangre en busca de poder; ni tampoco deseamos imponer el yugo del cautiverio sobre ninguno. Pero esta es precisamente la razón por la cual habéis venido contra nosotros; sí, y estáis enfurecidos con nosotros a causa de nuestra religión.

3 Mas ya veis que el Señor está con nosotros, y veis que os ha entregado en nuestras manos. Y ahora quisiera que entendieseis que esto se hace con nosotros por causa de nuestra religión y nuestra fe en Cristo. Y ya veis que no podéis destruir esta, nuestra fe.

4 Veis ahora que esta es la verdadera fe de Dios; sí, veis que Dios nos sostendrá y guardará y preservará mientras le seamos fieles a él, a nuestra fe y a nuestra religión; y nunca permitirá el Señor que seamos destruidos, a no ser que caigamos en transgresión y neguemos nuestra fe.

5 Y ahora yo os mando, Zerahemna, en el nombre de ese omnipotente Dios que ha fortalecido nuestros brazos de modo que hemos logrado poder sobre vosotros, por nuestra fe, por nuestra religión, y por nuestros ritos de adoración, y por nuestra iglesia, y por el sagrado sostén que debemos a nuestras esposas y nuestros hijos, por esa libertad que nos une a nuestras tierras y a nuestra patria; sí, y también por la conservación de la sagrada palabra de Dios, a la que debemos toda nuestra felicidad; y por todo lo que más amamos;

6 sí, y esto no es todo; por todo el anhelo que tenéis de vivir, os mando que nos entreguéis vuestras armas de guerra, y no derramaremos vuestra sangre, sino que os perdonaremos la vida, si os vais por vuestro camino y no volvéis más a guerrear contra nosotros.

7 Y si no hacéis esto, he aquí, estáis en nuestras manos, y mandaré a mis hombres que caigan sobre vosotros e inflijan en vuestros cuerpos las heridas de muerte, de modo que seáis exterminados; y entonces veremos quién tendrá poder sobre este pueblo; sí, veremos quiénes serán llevados al cautiverio.

8 Y acaeció que cuando Zerahemna hubo oído estas palabras, se adelantó y entregó su espada y su cimitarra y su arco en manos de Moroni, y le dijo: He aquí nuestras armas de guerra; te las entregaremos, mas no nos permitiremos haceros un juramento que sabemos que quebrantaremos, y también nuestros hijos; mas toma nuestras armas de guerra, y déjanos salir para el desierto; de otro modo, retendremos nuestras espadas, y venceremos o moriremos.

9 He aquí, no somos de vuestra fe; no creemos que sea Dios el que nos ha entregado en vuestras manos; sino que creemos que es vuestra astucia lo que os ha preservado de nuestras espadas. He aquí, son vuestros petos y vuestros escudos lo que os ha preservado.

10

Y cuando Zerahemna hubo acabado de hablar estas palabras, Moroni le devolvió la espada y las armas de guerra que había recibido, diciendo: He aquí, terminaremos la lucha.

11 Porque no puedo retractarme de las palabras que he hablado; por tanto, así como vive el Señor, no os iréis, a menos que os vayáis con un juramento de que no volveréis a la lucha contra nosotros. Y ya que estáis en nuestras manos, derramaremos vuestra sangre en el suelo, u os someteréis a las condiciones que os he propuesto.

12 Y cuando Moroni hubo dicho estas palabras, Zerahemna recogió su espada, y se enojó con Moroni, y se lanzó hacia él para matarlo; mas al levantar su espada, he aquí, uno de los soldados de Moroni le asestó un golpe que la echó por tierra y le quebró la empuñadura; y también hirió a Zerahemna, de modo que le cortó el cuero cabelludo, el cual cayó al suelo. Y Zerahemna se retiró de ellos entre sus soldados.

13 Y sucedió que el soldado que se hallaba cerca, el mismo que había herido a Zerahemna, tomó del cabello la piel que había caído al suelo, y la colocó en la punta de su espada, y la extendió hacia ellos, diciendo en voz alta:

14 Así como ha caído al suelo este cuero cabelludo, que es el de vuestro caudillo, así caeréis vosotros a tierra, si no entregáis vuestras armas de guerra y salís con un convenio de paz.

15 Y hubo muchos que, al oír estas palabras y al ver el cuero cabelludo sobre la espada, fueron heridos de temor; y muchos avanzaron y echaron sus armas de guerra a los pies de Moroni, e hicieron un pacto de paz. Y a cuantos hicieron pacto se les permitió salir para el desierto.

16 Ahora bien, aconteció que Zerahemna estaba enfurecido, e incitó al resto de sus soldados a la ira, para que lucharan con mayor fuerza contra los nefitas.

17 Y Moroni estaba irritado por la terquedad de los lamanitas; por tanto, mandó a su gente que cayera encima de ellos y los exterminara. Y acaeció que empezaron a matarlos; sí, y los lamanitas combatieron con sus espadas y con su fuerza.

18 Mas he aquí, su piel desnuda y sus cabezas descubiertas estaban expuestas a las afiladas espadas de los nefitas. Sí, he aquí, fueron acribillados y heridos; sí, y cayeron con suma rapidez ante las espadas de los nefitas y empezaron a ser derribados, tal como lo había profetizado el soldado de Moroni.

19 Entonces Zerahemna, al ver que todos estaban a punto de ser destruidos, clamó fuertemente a Moroni, prometiéndole que él y su pueblo harían un pacto con ellos de que nunca más volverían a la guerra contra ellos, si les perdonaban la vida a los que quedaban.

20

Y aconteció que Moroni hizo que cesara otra vez la matanza entre el pueblo. Y recogió las armas de guerra de los lamanitas; y después que hubieron hecho un pacto de paz con él, se les permitió salir para el desierto.

21 Y no se contó el número de sus muertos a causa de ser tan inmenso; sí, el número de sus muertos fue grande en extremo, así entre los nefitas como entre los lamanitas.

22 Y aconteció que echaron sus muertos en las aguas de Sidón, y han sido llevados y han quedado sepultados en las profundidades del mar.

23 Y los ejércitos de los nefitas, o sea, de Moroni, se volvieron y llegaron a sus hogares y a sus tierras.

24 Y así terminó el año decimoctavo del gobierno de los jueces sobre el pueblo de Nefi. Y así concluyeron los anales de Alma que fueron escritos sobre las planchas de Nefi.

La historia del pueblo de Nefi y sus guerras y disensiones en los días de Helamán, según los anales que Helamán escribió en sus días.

Comprende los capítulos del 45 al 62.

Capítulo 45

Helamán cree las palabras de Alma — Alma profetiza la destrucción de los nefitas — Bendice y maldice la tierra — Puede ser que Alma haya sido arrebatado por el Espíritu, como lo fue Moisés — Aumenta la disensión en la Iglesia. Aproximadamente 73 a.C.

1

Y he aquí, aconteció que el pueblo de Nefi se regocijó en extremo porque el Señor de nuevo lo había librado de las manos de sus enemigos; por tanto, le dieron gracias al Señor su Dios; sí, y ayunaron y oraron mucho, y adoraron a Dios con un gozo inmensamente grande.

2 Y sucedió en el año decimonoveno del gobierno de los jueces sobre el pueblo de Nefi, que Alma fue a su hijo Helamán, y le dijo: ¿Crees las palabras que te hablé concernientes a estos anales que se han llevado?

3 Y Helamán le dijo: Sí; yo creo.

4 Y agregó Alma: ¿Crees en Jesucristo, que ha de venir?

5 Y él dijo: Sí, creo todas las palabras que tú has hablado.

6 Y Alma añadió enseguida: ¿Guardarás mis mandamientos?

7 Y él dijo: Sí, guardaré tus mandamientos con todo mi corazón.

8 Entonces le dijo Alma: Bendito eres; y el Señor te hará prosperar en esta tierra.

9 Mas he aquí, tengo algo que profetizarte; pero lo que yo te profetice, no lo divulgarás; sí, lo que yo te profetice no se dará a conocer sino hasta que la profecía sea cumplida; por tanto, escribe las palabras que voy a decir.

10

Y estas son las palabras: He aquí, según el espíritu de revelación que hay en mí, yo percibo que este mismo pueblo, los nefitas, degenerará en la incredulidad dentro de cuatrocientos años a partir de la época en que Jesucristo se manifieste a ellos.

11 Sí, y entonces verán guerras y pestilencias; sí, hambres y el derramamiento de sangre, hasta que el pueblo de Nefi sea exterminado.

12 Sí, y esto porque degenerarán en la incredulidad, y se tornarán a las obras de tinieblas y lascivia y toda clase de iniquidades; sí, te digo que porque pecarán contra tan grande luz y conocimiento, sí, te digo que desde ese día, no morirá toda la cuarta generación antes que venga esta gran iniquidad.

13 Y cuando llegue ese gran día, he aquí, rápidamente se aproxima la hora en que los que hoy son, o sea, la posteridad de los que hoy se cuentan entre el pueblo de Nefi, no se contarán más entre el pueblo de Nefi.

14 Mas quienes quedaren, y no fueren destruidos en ese grande y terrible día, serán contados entre los lamanitas, y se volverán como ellos, todos, menos unos pocos que se llamarán los discípulos del Señor; y a estos los lamanitas los perseguirán hasta que sean exterminados. Y a causa de la iniquidad, esta profecía será cumplida.

15 Y sucedió que después que Alma hubo dicho estas cosas a Helamán, lo bendijo, y a sus otros hijos también; asimismo bendijo la tierra por el bien de los justos.

16 Y declaró: Así dice el Señor Dios: Maldita será la tierra, sí, esta tierra, para la destrucción de toda nación, tribu, lengua y pueblo que obre inicuamente, cuando haya llegado al colmo; y así como he dicho acontecerá, porque esta es la maldición y la bendición de Dios sobre la tierra, porque el Señor no puede considerar el pecado con el más mínimo grado de tolerancia.

17 Y cuando Alma hubo dicho estas palabras, bendijo a la iglesia; sí, a todos aquellos que permaneciesen firmes en la fe desde ese tiempo en adelante.

18 Y cuando Alma hubo hecho esto, salió de la tierra de Zarahemla como si fuera a la tierra de Melek. Y ocurrió que no se volvió a saber de él; y de su muerte y de su entierro, nada sabemos.

19 He aquí, esto sí sabemos, que fue un hombre justo; y se afirmó en la iglesia que fue arrebatado por el Espíritu, o sepultado por la mano del Señor, así como lo fue Moisés. Mas he aquí, las Escrituras dicen que el Señor tomó a Moisés para sí; y suponemos que también ha recibido a Alma para sí en el espíritu; por tanto, es por esta razón que nada sabemos concerniente a su muerte y entierro.

20

Y aconteció, al principio del año decimonoveno del gobierno de los jueces sobre el pueblo de Nefi, que Helamán salió entre el pueblo para declararle la palabra.

21 Pues he aquí, a causa de sus guerras con los lamanitas, y las muchas pequeñas disensiones y disturbios que había habido entre los del pueblo, se hizo necesario que se declarase entre ellos la palabra de Dios; sí, y que se estableciera una reglamentación en toda la iglesia.

22 Por tanto, Helamán y sus hermanos salieron para establecer la iglesia de nuevo en toda la tierra, sí, en toda ciudad por toda la tierra que poseía el pueblo de Nefi. Y acaeció que nombraron sacerdotes y maestros por toda la tierra, en todas las iglesias.

23 Y sucedió que después que Helamán y sus hermanos hubieron nombrado sacerdotes y maestros en las iglesias, surgió una disensión entre ellos, y no quisieron hacer caso de las palabras de Helamán y sus hermanos;

24 sino que se volvieron orgullosos, envaneciéndose su corazón por motivo de sus enormes riquezas; por tanto, se hicieron ricos a sus propios ojos, y no quisieron hacer caso de las palabras de ellos, para andar rectamente ante Dios.

Capítulo 46

Amalickíah conspira para hacerse rey — Moroni levanta el estandarte de la libertad — Anima al pueblo a defender su religión — Los creyentes verdaderos son llamados cristianos — Se preservará un resto de la posteridad de José — Amalickíah y los disidentes huyen a la tierra de Nefi — Los que no sostienen la causa de la libertad son ejecutados. Aproximadamente 73–72 a.C.

1

Y aconteció que cuantos no quisieron escuchar las palabras de Helamán y sus hermanos se unieron contra ellos.

2 Y he aquí, estaban irritados en extremo, a tal grado que estaban resueltos a quitarles la vida.

3 Y el jefe de los que estaban llenos de ira contra sus hermanos era un hombre grande y fuerte; y se llamaba Amalickíah.

4 Y Amalickíah ambicionaba ser rey; y los que estaban irritados también querían que él fuera su rey; y estos eran, en su mayoría, los jueces menores del país, y codiciaban el poder.

5 Y los habían persuadido las adulaciones de Amalickíah, de que si lo apoyaban y lo instituían como su rey, él los pondría por gobernantes sobre el pueblo.

6 Así los arrastró Amalickíah a las disensiones, a pesar de las predicaciones de Helamán y sus hermanos; sí, a pesar del sumamente atento cuidado con que velaban por la iglesia, pues eran sumos sacerdotes de la iglesia.

7 Y hubo muchos en la iglesia que creyeron en las lisonjeras palabras de Amalickíah; por tanto, se separaron de la iglesia; y así, los asuntos del pueblo de Nefi se hallaban sumamente inestables y peligrosos, no obstante su gran victoria que habían logrado sobre los lamanitas, y sus grandes alegrías que habían sentido por haberlos librado la mano del Señor.

8 Así vemos cuán rápidamente se olvidan del Señor su Dios los hijos de los hombres; sí, cuán prestos son para cometer iniquidad y dejarse llevar por el maligno.

9 Sí, y también vemos la gran maldad que un hombre sumamente inicuo hace que ocurra entre los hijos de los hombres.

10

Sí, vemos que por ser un hombre de sutiles artimañas, y un hombre de muchas palabras lisonjeras, Amalickíah incitó el corazón de mucha gente a obrar inicuamente; sí, y a tratar de destruir la iglesia de Dios, y destruir el fundamento de libertad que Dios les había concedido, o sea, la bendición que Dios había enviado sobre la faz de la tierra por el bien de los justos.

11 Y aconteció que cuando Moroni, que era el comandante en jefe de los ejércitos nefitas, supo de estas disensiones, se enojó con Amalickíah.

12 Y sucedió que rasgó su túnica; y tomó un trozo y escribió en él: En memoria de nuestro Dios, nuestra religión, y libertad, y nuestra paz, nuestras esposas y nuestros hijos; y lo colocó en el extremo de un asta.

13 Y se ajustó su casco y su peto y sus escudos, y se ciñó los lomos con su armadura; y tomó el asta, en cuyo extremo se hallaba su túnica rasgada (y la llamó el estandarte de la libertad), y se inclinó hasta el suelo y rogó fervorosamente a su Dios, que las bendiciones de libertad descansaran sobre sus hermanos mientras permaneciese un grupo de cristianos para poseer la tierra,

14 porque todos los creyentes verdaderos de Cristo, quienes pertenecían a la iglesia, así eran llamados por aquellos que no eran de la iglesia de Dios.

15 Y los que pertenecían a la iglesia eran fieles; sí, todos los que eran creyentes verdaderos en Cristo gozosamente tomaron sobre sí el nombre de Cristo, o sea, cristianos, como les decían, por motivo de su creencia en Cristo que había de venir.

16 Y por tanto, Moroni rogó en esa ocasión que fuese favorecida la causa de los cristianos y la libertad de la tierra.

17 Y sucedió que después que hubo derramado su alma a Dios, dio a todo el territorio que se hallaba al sur de la tierra de Desolación, sí, y en una palabra, a toda esa tierra, así en el norte como en el sur el nombre: Una tierra escogida y la tierra de libertad.

18 Y dijo: Ciertamente Dios no permitirá que nosotros, que somos despreciados porque tomamos sobre nosotros el nombre de Cristo, seamos hollados y destruidos sino hasta que lo provoquemos por nuestras propias transgresiones.

19 Y cuando Moroni hubo dicho estas palabras, fue entre el pueblo, haciendo ondear en el aire el trozo rasgado de su ropa, para que todos vieran la inscripción que había escrito sobre la parte rasgada, y clamando en alta voz, diciendo:

20

He aquí, todos aquellos que quieran preservar este estandarte sobre la tierra, vengan con la fuerza del Señor y hagan convenio de que mantendrán sus derechos y su religión, para que el Señor Dios los bendiga.

21 Y aconteció que cuando Moroni hubo proclamado estas palabras, he aquí, los del pueblo vinieron corriendo, ceñidos sus lomos con sus armaduras, rasgando sus vestidos en señal o como convenio de que no abandonarían al Señor su Dios; o en otras palabras, que si llegaban a quebrantar los mandamientos de Dios, o caían en transgresión, y se avergonzaban de tomar sobre ellos el nombre de Cristo, el Señor los destrozaría así como ellos habían rasgado sus vestidos.

22 Y este fue el convenio que hicieron, y arrojaron sus vestidos a los pies de Moroni, diciendo: Hacemos convenio con nuestro Dios de que seremos destruidos, como lo fueron nuestros hermanos en la tierra del norte, si llegamos a caer en transgresión; sí, él puede arrojarnos a los pies de nuestros enemigos, así como hemos arrojado nuestros vestidos a tus pies, para ser hollados, si caemos en transgresión.

23 Y Moroni les dijo: He aquí, somos un resto de la posteridad de Jacob; sí, somos un resto de la posteridad de José, cuya túnica sus hermanos hicieron pedazos; sí, y ahora acordémonos de guardar los mandamientos de Dios, o nuestros hermanos harán pedazos nuestras ropas, y seremos echados en la cárcel, o vendidos, o muertos.

24 Sí, preservemos nuestra libertad como un resto de José. Sí, recordemos las palabras de Jacob, antes de su muerte, pues he aquí, vio que parte del resto de la túnica de José se había conservado y no se había deteriorado. Y dijo: Así como este resto de la ropa de mi hijo se ha conservado, así preservará Dios un resto de la posteridad de mi hijo, y la tomará para sí, mientras que el resto de la posteridad de José perecerá, así como el resto de su túnica.

25 Y he aquí, esto entristece mi alma; no obstante, se deleita mi alma en mi hijo por esa parte de su posteridad que Dios tomará para sí.

26 He aquí, así fue como se expresó Jacob.

27 Y ahora bien, ¿quién puede saber si el resto de los descendientes de José, que perecerán como su túnica, no son estos que se han separado de nosotros? Sí, y aun lo seremos nosotros mismos si no nos mantenemos firmes en la fe de Cristo.

28 Y aconteció que cuando Moroni hubo dicho estas palabras, fue, y también envió a todas las partes del país en donde había disensiones, y reunió a todos los que estaban deseosos de conservar su libertad, con objeto de oponerse a Amalickíah y a los que se habían separado, que se llamaban amalickiahitas.

29 Y ocurrió que cuando Amalickíah vio que los del pueblo de Moroni eran más numerosos que los amalickiahitas, y también vio que su gente estaba dudando de la justicia de la causa que habían emprendido, temiendo, por tanto, no lograr su objeto, tomó a los de su pueblo que quisieron ir y partió para la tierra de Nefi.

30

Pero a Moroni no le pareció conveniente que los lamanitas fuesen fortalecidos más; por consiguiente, pensó atajar a los del pueblo de Amalickíah, o tomarlos y hacerlos volver, y ejecutar a Amalickíah; sí, porque sabía que este provocaría a los lamanitas a la ira contra ellos, y los incitaría a que salieran a combatirlos; y sabía que Amalickíah lo haría para lograr sus propósitos.

31 Por tanto, Moroni juzgó prudente tomar sus ejércitos, que se habían reunido y armado, y habían hecho pacto de conservar la paz. Y acaeció que tomó su ejército y marchó con sus tiendas para el desierto a fin de detener el paso de Amalickíah en el desierto.

32 Y aconteció que obró de acuerdo con lo que había dispuesto; y se dirigió al desierto y atajó las fuerzas de Amalickíah.

33 Y sucedió que huyó Amalickíah con un pequeño número de sus hombres, y los demás fueron entregados en manos de Moroni y llevados a la tierra de Zarahemla.

34 Ahora bien, Moroni, habiendo sido nombrado por los jueces superiores y la voz del pueblo, tenía, por consiguiente, poder, de acuerdo con su voluntad, entre los ejércitos de los nefitas, para establecer y ejercer autoridad sobre ellos.

35 Y aconteció que a todo amalickiahita que se negaba a hacer pacto de sostener la causa de la libertad, a fin de preservar un gobierno libre, él hizo que tal fuese ejecutado; y muy pocos hubo que rechazaron el pacto de libertad.

36 Y sucedió, también, que hizo que se enarbolara el estandarte de la libertad sobre todas las torres que se hallaban en toda la tierra que poseían los nefitas; y así, Moroni plantó el estandarte de la libertad entre los nefitas.

37 Y de nuevo empezaron a tener paz en el país, y así preservaron la paz en la tierra hasta cerca del fin del año decimonoveno del gobierno de los jueces.

38 Y Helamán y los sumos sacerdotes también mantuvieron el orden en la iglesia; sí, por el espacio de cuatro años tuvieron mucha paz y gozo en la iglesia.

39 Y acaeció que hubo muchos que murieron, creyendo firmemente que el Señor Jesucristo había redimido sus almas; por lo que salieron del mundo con regocijo.

40

Y hubo algunos que murieron de fiebres, que en ciertas épocas del año eran muy frecuentes en el país —pero no murieron tantos de las fiebres, por razón de las excelentes cualidades de las muchas plantas y raíces que Dios había preparado para destruir la causa de aquellas enfermedades, a las cuales la gente estaba sujeta por la naturaleza del clima—

41 pero hubo muchos que murieron de vejez; y los que murieron en la fe de Cristo son felices en él, como debemos suponer.

Capítulo 47

Amalickíah se vale de la traición, el asesinato y la intriga para hacerse rey de los lamanitas — Los disidentes nefitas son más inicuos y feroces que los lamanitas. Aproximadamente 72 a.C.

1

Volvemos ahora, en nuestros anales, a Amalickíah y a los que huyeron con él al desierto; pues he aquí, él había tomado a los que lo habían seguido, y se fue a la tierra de Nefi entre los lamanitas, e incitó a los lamanitas a la ira contra el pueblo de Nefi, al grado de que el rey de los lamanitas expidió una proclamación por toda su tierra, entre todo su pueblo, de que se juntasen otra vez para ir a la lucha contra los nefitas.

2 Y ocurrió que después que se hubo circulado la proclamación entre ellos, tuvieron gran temor; sí, temían disgustar al rey, y también temían ir a la lucha contra los nefitas, no fuera que les costara la vida. Y sucedió que no quisieron, o sea, la mayor parte de ellos no quiso obedecer las órdenes del rey.

3 Y luego aconteció que el rey se encolerizó por motivo de su desobediencia; por tanto, dio a Amalickíah el mando de la parte de su ejército que fue obediente a sus órdenes, y le mandó que fuera y los obligara a tomar las armas.

4 Y he aquí, esto era lo que Amalickíah deseaba; pues siendo un hombre muy hábil para lo malo, ideó en su corazón un plan para destronar al rey de los lamanitas.

5 Y ahora bien, había logrado el mando de esas partes de los lamanitas que estaban a favor del rey, y buscó granjearse la voluntad de aquellos que no eran obedientes; de modo que avanzó al sitio que se llamaba Onida, porque allí habían huido todos los lamanitas; pues habían descubierto que el ejército se acercaba, y pensando que iba para destruirlos, huyeron, por tanto, a Onida, al lugar de las armas.

6 Y habían nombrado a un hombre como rey y caudillo sobre ellos, habiendo fijado en sus mentes una firme resolución de que no los obligarían a ir contra los nefitas.

7 Y sucedió que se habían reunido en la cima de la montaña que se llamaba Antipas, en preparación para la batalla.

8 Mas no era la intención de Amalickíah entrar en batalla con ellos de acuerdo con las órdenes del rey; sino que, he aquí, su designio era granjearse la buena voluntad de los ejércitos de los lamanitas, a fin de colocarse a la cabeza de ellos, y destronar al rey y apoderarse del reino.

9 Y he aquí, hizo que su ejército plantara sus tiendas en el valle que se encontraba cerca del monte Antipas.

10

Y aconteció que al llegar la noche envió una embajada secreta al monte Antipas, pidiendo al jefe de los que se hallaban sobre el monte, cuyo nombre era Lehonti, que bajara al pie de la montaña porque deseaba hablar con él.

11 Y sucedió que cuando Lehonti recibió el mensaje, no se atrevió a bajar al pie de la montaña. Y ocurrió que Amalickíah le envió una segunda comunicación, solicitando que bajara. Y acaeció que Lehonti no quiso bajar; y Amalickíah envió por tercera vez.

12 Y aconteció que cuando vio que no podía conseguir que Lehonti bajara de la montaña, Amalickíah ascendió al monte casi hasta el campo de Lehonti; y envió por cuarta vez su comunicación a Lehonti, pidiéndole que bajara y que llevara a sus guardias consigo.

13 Y sucedió que cuando Lehonti hubo descendido con sus guardias hasta donde estaba Amalickíah, este le propuso que bajara con su ejército durante la noche, y cercara en sus campamentos a aquellos sobre quienes el rey le había dado el mando, y que los entregaría en manos de Lehonti, si este lo nombraba a él (Amalickíah) jefe segundo de todo el ejército.

14 Y ocurrió que Lehonti bajó con sus hombres y cercaron a los hombres de Amalickíah; de modo que antes de despertar, al romper el día, estaban rodeados por los ejércitos de Lehonti.

15 Y aconteció que cuando se vieron cercados, le suplicaron a Amalickíah que les permitiera unirse a sus hermanos para que no fuesen destruidos. Y esto era precisamente lo que Amalickíah deseaba.

16 Y acaeció que entregó a sus hombres, contrario a las órdenes del rey. Y esto era lo que procuraba Amalickíah, para realizar su proyecto de destronar al rey.

17 Ahora bien, era costumbre de los lamanitas, si mataban a su caudillo principal, nombrar al jefe segundo en su lugar.

18 Y sucedió que Amalickíah hizo que uno de sus siervos administrase veneno a Lehonti, poco a poco, hasta que murió.

19 Y cuando murió Lehonti, los lamanitas nombraron a Amalickíah como su jefe y comandante general.

20

Y ocurrió que Amalickíah marchó con sus ejércitos (porque había logrado sus deseos) a la tierra de Nefi, a la ciudad de Nefi, que era la ciudad principal.

21 Y el rey salió con sus guardias para recibirlo, pues suponía que Amalickíah había obedecido sus órdenes, y que había reunido a tan grande ejército para ir a la batalla contra los nefitas.

22 Mas he aquí, al salir el rey a recibirlo, Amalickíah hizo que sus siervos salieran a encontrar al rey. Y fueron y se postraron delante del rey, como para reverenciarlo a causa de su grandeza.

23 Y sucedió que el rey extendió la mano para levantarlos, como se acostumbraba entre los lamanitas, en señal de paz, costumbre que habían tomado de los nefitas.

24 Y aconteció que cuando hubo levantado del suelo al primero, he aquí, este apuñaló al rey en el corazón; y el rey cayó a tierra.

25 Y los siervos del rey huyeron, y los siervos de Amalickíah pregonaron, diciendo:

26 He aquí, los siervos del rey le han dado una puñalada en el corazón; y ha caído, y ellos han huido. He aquí, venid y ved.

27 Y sucedió que Amalickíah dio órdenes de que sus ejércitos avanzaran para ver qué le había sucedido al rey; y cuando llegaron al lugar y hallaron al rey tendido en su sangre, Amalickíah fingió estar lleno de ira, y dijo: Quienquiera que haya amado al rey salga a perseguir a sus siervos para quitarles la vida.

28 Y aconteció que al oír estas palabras, todos los que amaban al rey avanzaron y salieron tras los siervos del rey.

29 Y cuando estos vieron que los perseguía un ejército, nuevamente se llenaron de miedo; y huyeron al desierto, y llegaron a la tierra de Zarahemla, y se unieron al pueblo de Ammón.

30

Y el ejército que los perseguía se volvió, habiéndolos seguido en vano; y así Amalickíah se conquistó el corazón del pueblo por medio de su fraude.

31 Y sucedió que a la mañana siguiente entró en la ciudad de Nefi con sus ejércitos y tomó posesión de la ciudad.

32 Y aconteció que cuando la reina supo que habían matado al rey —porque Amalickíah había enviado una embajada a la reina para informarle que el rey había sido asesinado por sus siervos, y que él los había perseguido con su ejército, pero que fue en vano porque lograron escaparse—

33 de manera que cuando la reina recibió este mensaje, contestó a Amalickíah, pidiéndole que perdonara a los habitantes de la ciudad; y también le manifestó su deseo de que fuera a verla, y también le pidió que llevara testigos con él para testificar concerniente a la muerte del rey.

34 Y acaeció que Amalickíah llevó al mismo siervo que había asesinado al rey, y a todos los que estuvieron con él; y entraron en donde estaba la reina, al lugar donde se sentaba; y todos le testificaron que el rey había sido asesinado por sus propios siervos; y dijeron también: Han huido; ¿no testifica esto en contra de ellos? Y así convencieron a la reina, concerniente a la muerte del rey.

35 Y sucedió que Amalickíah procuró el favor de la reina, y la tomó por esposa; y así, por medio de su fraude, y con la ayuda de sus astutos siervos, consiguió el reino; sí, fue reconocido como rey en toda esa tierra, entre todo el pueblo lamanita, que se componía de los lamanitas y los lemuelitas y los ismaelitas, y todos los disidentes nefitas, desde el reinado de Nefi hasta el tiempo presente.

36 Ahora bien, estos disidentes, teniendo la misma instrucción y la misma información que los nefitas, sí, habiendo sido instruidos en el mismo conocimiento del Señor, no obstante, es extraño relatar que no mucho después de sus disensiones, ellos se volvieron más duros e impenitentes, y más salvajes, inicuos y feroces que los lamanitas, empapándose en las tradiciones de los lamanitas, entregándose a la indolencia y a toda clase de lascivias; sí, olvidándose enteramente del Señor su Dios.

Capítulo 48

Amalickíah incita a los lamanitas contra los nefitas — Moroni prepara a su pueblo para defender la causa de los cristianos — Moroni se regocija en la libertad e independencia, y es un poderoso hombre de Dios. Aproximadamente 72 a.C.

1

Y aconteció que en cuanto hubo logrado Amalickíah el reino, empezó a incitar el corazón de los lamanitas contra el pueblo de Nefi; sí, nombró algunos hombres para que desde sus torres hablaran a los lamanitas en contra de los nefitas.

2 Y así incitó sus corazones en contra de los nefitas, a tal grado que para fines del año decimonoveno del gobierno de los jueces, habiendo realizado sus designios hasta este punto, sí, habiendo sido nombrado rey de los lamanitas, también quiso reinar sobre toda la tierra, sí, sobre todos los que se hallaban en esa tierra, nefitas así como lamanitas.

3 Había, por tanto, logrado su propósito, pues había endurecido el corazón de los lamanitas y cegado sus mentes, y los había incitado a la ira, a tal grado que había reunido una hueste numerosa para ir a la batalla en contra de los nefitas.

4 Porque estaba resuelto, debido al crecido número de los de su pueblo, a subyugar a los nefitas y reducirlos al cautiverio.

5 De modo que nombró capitanes en jefe de entre los zoramitas, por estar estos más familiarizados con la fuerza de los nefitas, y sus sitios de refugio, y los puntos más vulnerables de sus ciudades; por tanto, los puso por capitanes en jefe sobre sus ejércitos.

6 Y sucedió que levantaron su campo y se dirigieron hacia la tierra de Zarahemla por el desierto.

7 Ahora bien, aconteció que mientras Amalickíah así había estado adquiriendo poder por medio del fraude y del engaño, Moroni, por otra parte, había estado preparando la mente de los del pueblo para que fueran fieles al Señor su Dios.

8 Sí, él había estado fortaleciendo los ejércitos de los nefitas y construyendo pequeños fuertes o sitios de refugio, levantando parapetos de tierra alrededor de sus ejércitos, y erigiendo también muros de piedra para cercarlos, en los contornos de sus ciudades y en las fronteras de sus tierras; sí, por toda la tierra.

9 Y en sus fortificaciones más débiles colocó el mayor número de hombres; y así fortificó y reforzó la tierra que poseían los nefitas.

10

Y de este modo se estuvo preparando para defender su libertad, sus tierras, sus esposas, sus hijos y su paz, a fin de vivir para el Señor su Dios, y preservar lo que sus enemigos llamaban la causa de los cristianos.

11 Y era Moroni un hombre fuerte y poderoso, un hombre de un entendimiento perfecto; sí, un hombre que no se deleitaba en derramar sangre; un hombre cuya alma se regocijaba en la libertad e independencia de su país, y en que sus hermanos se libraran de la servidumbre y la esclavitud;

12 sí, un hombre cuyo corazón se henchía de agradecimiento a su Dios por los muchos privilegios y bendiciones que otorgaba a su pueblo; un hombre que trabajaba en gran manera por el bienestar y la seguridad de su pueblo.

13 Sí, y era un hombre firme en la fe de Cristo; y había jurado defender a su pueblo, sus derechos, su país y su religión, aun cuando tuviera que derramar su sangre.

14 Ahora bien, se enseñaba a los nefitas a defenderse contra sus enemigos, aun hasta la efusión de sangre, si necesario fuese; sí, y también se les enseñaba a nunca provocar a nadie, sí, y a nunca levantar la espada, salvo que fuese contra un enemigo, y que fuese para defender sus vidas.

15 Y esta era su fe, que si lo hacían, Dios los prosperaría en la tierra, o en otras palabras, si eran fieles en guardar los mandamientos de Dios, él los prosperaría en la tierra; sí, los amonestaría a huir o a prepararse para la guerra, según el peligro en que se vieran;

16 y también, que Dios les manifestaría a dónde debían ir para defenderse de sus enemigos, y haciendo esto, el Señor los libraría; y esta era la fe de Moroni, y su corazón se gloriaba en ello; no en la efusión de sangre, sino en hacer bien, en preservar a su pueblo, sí, en obedecer los mandamientos de Dios, sí, y en resistir la iniquidad.

17 Sí, en verdad, en verdad os digo que si todos los hombres hubieran sido, y fueran y pudieran siempre ser como Moroni, he aquí, los poderes mismos del infierno se habrían sacudido para siempre; sí, el diablo jamás tendría poder sobre el corazón de los hijos de los hombres.

18 He aquí, era un hombre semejante a Ammón, el hijo de Mosíah; sí, y como los otros hijos de Mosíah; sí, y también como Alma y sus hijos, porque todos ellos eran hombres de Dios.

19 Y he aquí, Helamán y sus hermanos no prestaban menor servicio al pueblo que Moroni; porque predicaban la palabra de Dios y bautizaban para arrepentimiento a cuantos querían oír sus palabras.

20

Y así fue que salieron, y los del pueblo se humillaron a causa de las palabras de ellos, al grado de que fueron altamente favorecidos del Señor, y así se vieron libres de guerras y contenciones entre ellos, sí, por el espacio de cuatro años.

21 Mas como ya he dicho, a fines del año decimonoveno, sí, a pesar de la paz que había entre ellos, se vieron obligados, contra su voluntad, a contender con sus hermanos los lamanitas.

22 Sí, y en resumen, no obstante su mucha renuencia, sus guerras con los lamanitas no cesaron durante muchos años.

23 Y les pesaba tener que tomar las armas en contra de los lamanitas, porque no se deleitaban en la efusión de sangre; sí, y no solo eso, sino que los afligía ser ellos el medio por el cual tantos de sus hermanos serían enviados de este mundo a un mundo eterno, sin estar preparados para presentarse ante su Dios.

24 Sin embargo, no podían permitirse entregar sus vidas para que sus esposas e hijos fueran masacrados por la bárbara crueldad de aquellos que en un tiempo fueron sus hermanos; sí, y se habían separado de su iglesia, y se habían ido de entre ellos y salido para destruirlos, uniéndose a los lamanitas.

25 Sí, no podían soportar que sus hermanos se regocijaran en la sangre de los nefitas, mientras hubiese quien guardara los mandamientos de Dios, pues la promesa del Señor era que si guardaban sus mandamientos prosperarían en la tierra.

Capítulo 49

Los invasores lamanitas no pueden tomar las ciudades fortificadas de Ammoníah y Noé — Amalickíah maldice a Dios y jura beber la sangre de Moroni — Helamán y sus hermanos continúan fortaleciendo a la Iglesia. Aproximadamente 72 a.C.

1

Y sucedió que en el undécimo mes del año decimonoveno, el día diez del mes, se vio que los ejércitos de los lamanitas se acercaban hacia la tierra de Ammoníah.

2 Y he aquí, la ciudad había sido reconstruida, y Moroni había colocado un ejército cerca de los límites de la ciudad, y habían levantado un parapeto de tierra para defenderse de las flechas y piedras de los lamanitas, pues he aquí, luchaban con piedras y con flechas.

3 He aquí, dije que la ciudad de Ammoníah había sido reconstruida. Os digo que sí, que fue reconstruida en parte; y porque los lamanitas la habían destruido una vez, a causa de la iniquidad del pueblo, pensaron que nuevamente les sería presa fácil.

4 Mas he aquí, cuán grande fue su desengaño; porque los nefitas habían levantado un parapeto de tierra alrededor de ellos, tan alto que los lamanitas no podían lanzar contra ellos sus piedras y flechas con buen efecto, ni tampoco podían caer sobre ellos sino por la entrada.

5 Y en esta ocasión los capitanes principales de los lamanitas se asombraron en extremo, a causa del acierto de los nefitas en preparar sus plazas fuertes.

6 Pues los caudillos de los lamanitas habían pensado, a causa de su gran número, sí, habían supuesto que tendrían el privilegio de caer sobre ellos como antes lo habían hecho; sí, y también se habían preparado con escudos y con petos; y también se habían preparado con vestidos de pieles, sí, vestidos muy gruesos para cubrir su desnudez.

7 Y habiéndose preparado de esta manera, pensaron que fácilmente dominarían y sujetarían a sus hermanos bajo el yugo del cautiverio, o los matarían y los masacrarían a su gusto.

8 Pero he aquí, para su mayor asombro, ellos estaban preparados para recibirlos de una manera como nunca se había conocido entre los hijos de Lehi. Y estaban preparados para combatir a los lamanitas según las instrucciones de Moroni.

9 Y sucedió que los lamanitas, o sea, los amalickiahitas, se asombraron en sumo grado de ver su manera de prepararse para la guerra.

10

Ahora bien, si el rey Amalickíah hubiera llegado de la tierra de Nefi a la cabeza de su ejército, quizás habría hecho que los lamanitas atacaran a los nefitas en la ciudad de Ammoníah, porque he aquí, a él no le importaba la sangre de su pueblo.

11 Mas he aquí, Amalickíah no vino en persona a la batalla. Y sus capitanes principales no osaron atacar a los nefitas en la ciudad de Ammoníah, pues Moroni había alterado el manejo de los asuntos entre los nefitas, al grado de que los lamanitas se vieron frustrados a causa de sus lugares de refugio y no pudieron asaltarlos.

12 Por tanto, se retiraron al desierto, y levantaron su campo y marcharon hacia la tierra de Noé, pensando que sería el segundo sitio más favorable para atacar a los nefitas.

13 Pues no sabían que Moroni había fortificado, o sea, que había construido fortalezas para cada ciudad en toda la tierra circunvecina; por tanto, marcharon adelante a la tierra de Noé con una firme resolución; sí, sus capitanes principales se adelantaron y juraron que destruirían a la gente de aquella ciudad.

14 Mas he aquí, para su asombro, la ciudad de Noé, que antes había sido un punto débil, ahora, debido a Moroni, se había hecho fuerte, sí, y aun excedía a la fuerza de la ciudad de Ammoníah.

15 Y he aquí, en esto Moroni fue sabio; pues había supuesto que se espantarían ante la ciudad de Ammoníah; y como la ciudad de Noé previamente había sido la parte más débil de la tierra, consiguientemente marcharían allí para dar batalla; y así sucedió conforme a sus deseos.

16 Y he aquí, Moroni había nombrado a Lehi para ser el capitán en jefe de los hombres de esa ciudad; y era el mismo Lehi que luchó con los lamanitas en el valle al este del río Sidón.

17 Y he aquí, sucedió que cuando los lamanitas descubrieron que Lehi tenía el mando de la ciudad, se vieron otra vez contrariados, pues temían a Lehi en sumo grado; sin embargo, sus capitanes en jefe habían jurado atacar la ciudad; por tanto, hicieron avanzar a sus ejércitos.

18 Pero he aquí, los lamanitas no podían entrar en sus plazas fuertes sino por la entrada, a causa de la altura del parapeto que se había erigido, y la profundidad del foso que se había cavado alrededor, excepto a la entrada.

19 Y así los nefitas estaban preparados para destruir a todos los que intentaran ascender por cualquier otro lado para penetrar en el fuerte, lanzándoles piedras y flechas.

20

Y así se hallaban preparados, sí, un grupo de sus hombres más fuertes, con sus espadas y sus hondas, para derribar a cuantos intentaran penetrar en su plaza fuerte por la entrada; y así estaban preparados para defenderse contra los lamanitas.

21 Y sucedió que los capitanes de los lamanitas llevaron a sus ejércitos frente al lugar de la entrada, y empezaron a contender con los nefitas, con objeto de penetrar en su plaza fuerte; pero he aquí, fueron rechazados varias veces, de tal manera que fueron heridos con una inmensa mortandad.

22 Y cuando vieron que no podían dominar a los nefitas por la entrada, empezaron a socavar sus terraplenes, a fin de hacer un pasaje para llegar a los ejércitos de ellos, para combatir con igualdad; pero he aquí que en esta tentativa fueron arrasados por las piedras y las flechas que les lanzaron; y en lugar de llenar sus fosos, derrumbando los terraplenes, los llenaron en parte con sus cuerpos muertos y heridos.

23 Y así los nefitas dominaron en todo a sus enemigos; y así intentaron los lamanitas destruir a los nefitas hasta que fueron muertos todos sus capitanes en jefe; sí, y murieron más de mil lamanitas, mientras que, por otra parte, no fue muerta ni una sola alma de los nefitas.

24 Hubo unos cincuenta que fueron heridos, los cuales habían estado expuestos a las flechas de los lamanitas en la entrada, pero los protegieron sus escudos, y sus petos, y sus cascos, de modo que solo recibieron heridas en las piernas, muy graves muchas de ellas.

25 Y aconteció que cuando los lamanitas vieron que todos sus capitanes en jefe habían sido muertos, huyeron al desierto. Y sucedió que volvieron a la tierra de Nefi para informar a su rey Amalickíah, que era nefita de nacimiento, concerniente a sus grandes pérdidas.

26 Y ocurrió que se enfureció en extremo con su pueblo, porque no había realizado su deseo en cuanto a los nefitas; no los había sujetado al yugo del cautiverio.

27 Sí, se enfureció en extremo; y maldijo a Dios, y también a Moroni, haciendo juramento de que bebería su sangre; y esto porque Moroni había guardado los mandamientos de Dios, haciendo los preparativos para salvaguardar a su pueblo.

28 Y sucedió, por otra parte, que el pueblo de Nefi dio gracias al Señor su Dios por su incomparable poder en librarlos de las manos de sus enemigos.

29 Y así concluyó el año decimonoveno del gobierno de los jueces sobre el pueblo de Nefi.

30

Sí, y hubo paz continua entre ellos, y sumamente grande prosperidad en la iglesia a causa de su atención y diligencia que daban a la palabra de Dios, la cual les era declarada por Helamán, Shiblón, Coriantón, y Ammón y sus hermanos, sí, y por todos los que habían sido ordenados según el santo orden de Dios, habiendo sido bautizados para arrepentimiento y enviados a predicar entre el pueblo.

Capítulo 50

Moroni fortifica las tierras de los nefitas — Construyen muchas ciudades nuevas — Los nefitas padecieron guerras y destrucciones en los días de sus iniquidades y abominaciones — Teáncum derrota a Moriantón y a sus disidentes — Muere Nefíah y su hijo Pahorán ocupa el asiento judicial. Aproximadamente 72–67 a.C.

1

Y aconteció que Moroni no cesó de hacer preparativos para la guerra ni para defender a su pueblo de los lamanitas, porque al principio del año veinte del gobierno de los jueces, él hizo que sus ejércitos empezaran a levantar montones de tierra alrededor de todas las ciudades, por toda la tierra que poseían los nefitas.

2 Y sobre estos montones de tierra hizo colocar vigas, sí, obras de maderos erigidas a la altura de un hombre, alrededor de las ciudades.

3 E hizo que sobre estas obras de maderos se construyeran estacadas por todos lados; y eran altas y fuertes.

4 E hizo que se erigieran torres más altas que estas estacadas, e hizo construir resguardos en estas torres, para que las piedras y las flechas de los lamanitas no los hirieran.

5 Y las dispusieron para lanzar piedras desde su cumbre, según su voluntad y fuerza, y matar a quien intentara aproximarse a las murallas de la ciudad.

6 Así fue como Moroni preparó fortificaciones alrededor de todas las ciudades en toda esa tierra, contra la llegada de sus enemigos.

7 Y aconteció que Moroni hizo que avanzaran sus ejércitos al desierto del este; sí, y fueron y arrojaron a todos los lamanitas que estaban en el desierto del este hasta sus propias tierras, las cuales se hallaban al sur de la tierra de Zarahemla;

8 y la tierra de Nefi se extendía en línea recta del mar del este al del oeste.

9 Y sucedió que cuando Moroni hubo echado a todos los lamanitas del desierto del este, que se hallaba al norte de las tierras de sus propias posesiones, hizo que los habitantes que estaban en la tierra de Zarahemla y en el territorio circunvecino se fuesen al desierto del este, hasta las fronteras cercanas al mar, y tomaran posesión del país.

10

Y también colocó ejércitos al sur, en las fronteras de sus posesiones, e hizo que levantaran fortificaciones para proteger a sus ejércitos y a su pueblo de las manos de sus enemigos.

11 Y así aisló todas las fortificaciones de los lamanitas en el desierto del este; sí, y también en el oeste, fortificando la línea divisoria entre los nefitas y lamanitas, entre la tierra de Zarahemla y la tierra de Nefi, desde el mar del oeste, pasando por los manantiales del río Sidón; y los nefitas poseían toda la tierra hacia el norte; sí, toda la tierra que se hallaba al norte de la tierra de Abundancia, según la voluntad de ellos.

12 Y así Moroni, con sus ejércitos, que aumentaban de día en día a causa de la seguridad de la protección que sus obras les ocasionaban, trató de hacer cesar la fuerza y el poder de los lamanitas sobre las tierras de sus posesiones, para que no tuvieran ninguna potestad sobre ellas.

13 Y aconteció que los nefitas iniciaron la fundación de una ciudad, y dieron a la ciudad el nombre de Moroni; y se hallaba cerca del mar del este, y hacia el sur, cerca de la línea de las posesiones de los lamanitas.

14 E iniciaron también la fundación de una ciudad entre la de Moroni y la de Aarón, uniendo las fronteras de Aarón y Moroni; y a la ciudad o tierra, ellos dieron el nombre de Nefíah.

15 Y en ese mismo año también empezaron a construir muchas ciudades en el norte, una de un modo particular, a la que dieron el nombre de Lehi, la cual se hallaba en el norte junto a la orilla del mar.

16 Y así concluyó el año veinte.

17 Y en estas prósperas circunstancias se encontraba el pueblo de Nefi a principios del año veintiuno del gobierno de los jueces sobre el pueblo de Nefi.

18 Y prosperaron muchísimo, y se hicieron muy ricos; sí, y se multiplicaron y se hicieron fuertes en la tierra.

19 Y así vemos cuán misericordiosos y justos son todos los actos del Señor para el cumplimiento de todas sus palabras a los hijos de los hombres; sí, podemos ver que aun en esta ocasión se confirman sus palabras que él habló a Lehi, diciendo:

20

Benditos sois tú y tus hijos; y ellos serán bendecidos, y al grado que guarden mis mandamientos, ellos prosperarán en la tierra. Mas recuerda que si no guardan mis mandamientos, serán separados de la presencia del Señor.

21 Y vemos que estas promesas se han verificado en el pueblo de Nefi; porque han sido sus riñas y sus contenciones, sí, sus asesinatos y sus robos, su idolatría, sus fornicaciones y sus abominaciones que había entre ellos, lo que les trajo sus guerras y sus destrucciones.

22 Y aquellos que fueron fieles en guardar los mandamientos del Señor fueron librados en toda ocasión, mientras que millares de sus hermanos inicuos han sido condenados al cautiverio, o a perecer por la espada, o a degenerar en la incredulidad y mezclarse con los lamanitas.

23 Pero he aquí, jamás hubo época más dichosa entre el pueblo de Nefi, desde el tiempo de Nefi, que en los días de Moroni, sí, en esta época, en el año veintiuno del gobierno de los jueces.

24 Y aconteció que el año veintidós del gobierno de los jueces terminó también en paz; sí, y también el año veintitrés.

25 Y sucedió que al principiar el año veinticuatro del gobierno de los jueces, también hubiera habido paz entre el pueblo de Nefi, de no haber sido por una contención que surgió entre ellos concerniente a la tierra de Lehi y la tierra de Moriantón, que colindaba con la de Lehi; y ambas se hallaban junto a la orilla del mar.

26 Porque he aquí, el pueblo que poseía la tierra de Moriantón reclamaba parte de la tierra de Lehi; por lo que empezó a haber una acalorada contención entre ellos, al grado de que los de Moriantón tomaron las armas contra sus hermanos, y estaban resueltos a matarlos con la espada.

27 Mas he aquí, los que poseían la tierra de Lehi huyeron al campamento de Moroni y le pidieron ayuda, pues he aquí, en ellos no estaba el mal.

28 Y sucedió que cuando los del pueblo de Moriantón, que eran guiados por un hombre llamado Moriantón, se enteraron de que el pueblo de Lehi había huido al campamento de Moroni, temieron en extremo, no fuese que el ejército de Moroni diera sobre ellos y los destruyera.

29 Por tanto, Moriantón inculcó en sus corazones que debían huir a la tierra que quedaba al norte, la cual se hallaba cubierta de grandes extensiones de agua, y tomar posesión de la tierra hacia el norte.

30

Y he aquí, habrían realizado este plan (cosa que habría sido motivo de lamentar), mas he aquí, Moriantón, siendo muy iracundo, se enojó con una de sus siervas, a la cual acometió y golpeó mucho.

31 Y aconteció que ella huyó y llegó al campamento de Moroni, y le comunicó todo lo concerniente al asunto, y también las intenciones de ellos de huir a la tierra hacia el norte.

32 Y he aquí, el pueblo que se hallaba en la tierra de Abundancia, o mejor dicho, Moroni, temía que estos escucharan las palabras de Moriantón y se unieran a la gente de él, y así tomaran posesión de aquellas partes de la tierra, cosa que hubiera originado graves consecuencias entre el pueblo de Nefi, sí, consecuencias que hubieran ocasionado la pérdida de su libertad.

33 Por tanto, Moroni envió un ejército con sus pertrechos, para atajar al pueblo de Moriantón a fin de contener su fuga hacia la tierra del norte.

34 Y aconteció que no los alcanzaron sino hasta que hubieron llegado a las fronteras de la tierra de Desolación; y allí los atajaron, cerca del estrecho paso que conducía, por el lado del mar, a la tierra del norte, sí, por el mar, al oeste y al este.

35 Y sucedió que el ejército que fue enviado por Moroni, al mando de un hombre llamado Teáncum, se encontró con el pueblo de Moriantón; y tan obstinado se mostró el pueblo de Moriantón (incitado por su iniquidad y sus palabras lisonjeras), que empezó una batalla entre ellos, en la cual Teáncum mató a Moriantón, y derrotó a los de su ejército, y los tomó prisioneros y regresó al campamento de Moroni. Y así concluyó el año veinticuatro del gobierno de los jueces sobre el pueblo de Nefi.

36 Y así fue llevado de regreso el pueblo de Moriantón. Y habiendo ellos hecho pacto de guardar la paz, fueron restablecidos en la tierra de Moriantón, y se efectuó una unión entre ellos y los del pueblo de Lehi; y también ellos fueron restablecidos en sus tierras.

37 Y aconteció que en el mismo año en que volvió a establecerse la paz entre el pueblo de Nefi, murió Nefíah, el segundo juez superior, habiendo ocupado el asiento judicial con perfecta rectitud delante de Dios.

38 Sin embargo, se había negado a recibir de Alma esos anales y esas cosas que Alma y sus padres estimaban como sumamente sagrados; por tanto, Alma los había entregado a su hijo Helamán.

39 He aquí, sucedió que nombraron al hijo de Nefíah para ocupar el asiento judicial en el lugar de su padre; sí, fue nombrado juez superior y gobernador del pueblo, con un juramento y la ordenanza sagrada de juzgar con rectitud, y de preservar la paz y la libertad del pueblo, y concederle sus sagrados privilegios de adorar al Señor su Dios, sí, de sostener y mantener la causa de Dios toda su vida, y juzgar a los malvados según sus delitos.

40

Y he aquí, se llamaba Pahorán. Y Pahorán ocupó el asiento de su padre, y empezó a gobernar al pueblo de Nefi a la conclusión del año veinticuatro.

Capítulo 51

Los realistas procuran modificar la ley y establecer un rey — Pahorán y los hombres libres reciben el apoyo de la voz del pueblo — Moroni obliga a los realistas a defender su país o padecer la muerte — Amalickíah y los lamanitas se apoderan de muchas ciudades fortificadas — Teáncum rechaza la invasión lamanita y mata a Amalickíah en su tienda. Aproximadamente 67–66 a.C.

1

Y aconteció que a principios del año veinticinco del gobierno de los jueces sobre el pueblo de Nefi, habiendo ellos establecido la paz entre el pueblo de Lehi y el pueblo de Moriantón, en lo concerniente a sus tierras, y habiendo comenzado el año veinticinco en paz,

2 aunque no conservaron por mucho tiempo una paz completa en la tierra, porque empezó a surgir entre el pueblo una disensión concerniente a Pahorán, el juez superior; porque he aquí, parte del pueblo deseaba que se modificaran algunos puntos particulares de la ley.

3 Pero he aquí, Pahorán no quiso modificar ni permitir que se modificara la ley; de modo que no atendió a los que habían expresado su parecer en un memorial con respecto a la modificación de la ley.

4 Por tanto, aquellos que estaban deseosos de que se modificara la ley se enojaron con él, y no quisieron que continuase como juez superior de la tierra; de modo que se provocó una disputa acalorada sobre el asunto; pero no llegó a la efusión de sangre.

5 Y sucedió que aquellos que querían que Pahorán fuese destituido del asiento judicial fueron llamados realistas, porque deseaban que se modificara la ley de tal manera que se derribara el gobierno libre y se estableciera un rey sobre el país.

6 Y los que deseaban que Pahorán continuase como juez superior de la tierra tomaron sobre sí el nombre de hombres libres; y así hubo esta división entre ellos, porque los hombres libres habían jurado o hecho pacto de mantener sus derechos y los privilegios de su religión mediante un gobierno libre.

7 Y sucedió que la voz del pueblo decidió este asunto de su contención. Y aconteció que la voz del pueblo se declaró a favor de los hombres libres, y Pahorán retuvo el asiento judicial, lo cual causó mucho regocijo entre los hermanos de Pahorán, así como entre muchos de los amigos de la libertad, los cuales también hicieron callar a los realistas, de modo que no se atrevieron a oponerse, sino que se vieron obligados a mantener la causa de la libertad.

8 Ahora bien, los que estaban a favor de los reyes eran personas de ilustre linaje que deseaban ser reyes; y los apoyaban aquellos que ambicionaban poder y autoridad sobre el pueblo.

9 Pero he aquí, fue esta una época muy crítica para que hubiera tales disensiones entre el pueblo de Nefi; pues he aquí, Amalickíah de nuevo había incitado el corazón del pueblo lamanita contra el pueblo de los nefitas, y estaba reuniendo soldados de todas partes de su tierra, y armándolos, y preparándose para la guerra con toda diligencia; porque había jurado beber la sangre de Moroni.

10

Mas he aquí, ya veremos que la promesa que él hizo resultó desatinada; no obstante, se preparó a sí mismo y a sus ejércitos para ir a la batalla contra los nefitas.

11 Mas sus ejércitos no eran tan numerosos como antes lo habían sido, a causa de los muchos miles que habían perecido por mano de los nefitas; mas no obstante sus grandes pérdidas, Amalickíah había reunido a un ejército admirablemente grande, por lo que no tuvo miedo de ir a la tierra de Zarahemla.

12 Sí, aun Amalickíah mismo llegó al frente de los lamanitas. Y fue en el año veinticinco del gobierno de los jueces; y esto fue al mismo tiempo en que empezaban a allanar sus contenciones concernientes a Pahorán, el juez superior.

13 Y aconteció que cuando los hombres que eran llamados realistas supieron que los lamanitas venían a la batalla contra ellos, se alegraron en su corazón; y se negaron a tomar las armas; porque tan irritados estaban con el juez superior, y también con los hombres libres, que no quisieron tomar las armas para defender su país.

14 Y sucedió que cuando Moroni vio esto, y también vio que los lamanitas estaban llegando a las fronteras de la tierra, se enojó en extremo a causa de la obstinación de aquellos a quienes él tan diligentemente había procurado preservar; sí, se enojó en extremo; se le llenó el alma de ira en contra de ellos.

15 Y aconteció que envió un memorial, con la voz del pueblo, al gobernador del país, pidiéndole que lo leyera, y le diera a él (Moroni) la facultad o para obligar a aquellos disidentes a defender su país o para quitarles la vida.

16 Porque su primera consideración era hacer cesar aquellas contiendas y disensiones entre el pueblo; pues he aquí, esto había sido previamente una causa de toda su destrucción. Y sucedió que fue concedido de acuerdo con la voz del pueblo.

17 Y aconteció que Moroni dio órdenes de que su ejército marchara contra aquellos realistas para abatir su orgullo y su grandeza, y humillarlos hasta el polvo, o hacerles tomar las armas y apoyar la causa de la libertad.

18 Y ocurrió que los ejércitos marcharon en contra de ellos; y abatieron su orgullo y su grandeza, al grado de que al levantar sus armas de guerra para pelear contra los hombres de Moroni, fueron talados y derribados a tierra.

19 Y sucedió que hubo cuatro mil de esos disidentes que fueron talados por la espada; y sus jefes que no murieron en la batalla fueron tomados y encarcelados, porque no hubo tiempo para juzgarlos en esa ocasión.

20

Y el resto de aquellos disidentes, más bien que caer a tierra por la espada, se rindieron al estandarte de la libertad, y se les obligó a izar el estandarte sobre sus torres, y en sus ciudades, y a tomar las armas en defensa de su país.

21 Y así acabó Moroni con aquellos realistas, de modo que no hubo nadie que fuese conocido por el apelativo de realista; y así dio fin a la obstinación y orgullo de aquellos que decían tener sangre noble; y fueron obligados a humillarse igual que sus hermanos y a luchar valientemente por su libertad del cautiverio.

22 Pero he aquí, ocurrió que mientras Moroni estaba resolviendo las guerras y contiendas entre los de su propio pueblo, e imponiéndoles la paz y la civilización, y haciendo arreglos para prepararse para la guerra contra los lamanitas, he aquí, estos habían entrado en la tierra de Moroni, que estaba situada junto al mar.

23 Y sucedió que los nefitas no tenían suficientes fuerzas en la ciudad de Moroni; por tanto, Amalickíah los desalojó, matando a muchos de ellos; y sucedió que Amalickíah se apoderó de la ciudad, sí, se posesionó de todas sus fortificaciones.

24 Y los que huyeron de la ciudad de Moroni llegaron a la ciudad de Nefíah; y también los habitantes de la ciudad de Lehi se reunieron y se prepararon, y quedaron listos para hacer frente a los lamanitas en la batalla.

25 Pero aconteció que Amalickíah no permitió que los lamanitas marcharan contra la ciudad de Nefíah para combatir, sino que los detuvo junto a las costas del mar, dejando hombres en cada ciudad para mantenerla y defenderla.

26 Y así avanzó, apoderándose de muchas ciudades: la ciudad de Nefíah, y la ciudad de Lehi, y la ciudad de Moriantón, y la ciudad de Omner, y la ciudad de Gid, y la ciudad de Mulek, todas las cuales se hallaban situadas en las fronteras del este, junto al mar.

27 Y así, por la astucia de Amalickíah, los lamanitas con sus innumerables huestes se habían apoderado de muchas ciudades, todas las cuales estaban fortificadas sólidamente de acuerdo con las fortificaciones de Moroni; y todas las cuales proporcionaban plazas fuertes para los lamanitas.

28 Y sucedió que avanzaron hasta las fronteras de la tierra de Abundancia, arrojando a los nefitas delante de ellos y matando a muchos.

29 Pero ocurrió que les salió al encuentro Teáncum, el mismo que había matado a Moriantón y atajado a su pueblo en su fuga.

30

Y sucedió que igualmente detuvo a Amalickíah, mientras este marchaba con su numeroso ejército para posesionarse de la tierra de Abundancia, como también de la tierra hacia el norte.

31 Mas he aquí que se contrarió al ser rechazado por Teáncum y sus hombres, porque eran grandes guerreros; pues cada uno de los hombres de Teáncum sobrepujaba a los lamanitas en su fuerza y en su destreza guerrera, al grado de que lograron aventajar a los lamanitas.

32 Y sucedió que los acosaron, a tal grado que los mataron aun hasta que obscureció. Y aconteció que Teáncum y sus hombres plantaron sus tiendas en las fronteras de la tierra de Abundancia; y Amalickíah plantó sus tiendas sobre las playas, en los linderos a orillas del mar; y así fueron rechazados.

33 Y sucedió que cuando hubo anochecido, Teáncum y su siervo salieron furtivamente de noche, y entraron en el campamento de Amalickíah; y he aquí, el sueño había vencido a los lamanitas por motivo de su mucha fatiga, causada por los trabajos y el calor del día.

34 Y sucedió que Teáncum se introdujo secretamente en la tienda del rey, y le hincó una jabalina en el corazón; y causó instantáneamente la muerte del rey, de modo que no despertó a sus siervos.

35 Y volvió a escondidas a su propio campamento; y he aquí, sus hombres estaban durmiendo; y los despertó y les dijo todo lo que había hecho.

36 Y mandó que su ejército se aprestara, no fuese que los lamanitas hubieran despertado y vinieran contra ellos.

37 Y así concluye el año veinticinco del gobierno de los jueces sobre el pueblo de Nefi; y así terminan los días de Amalickíah.

Capítulo 52

Ammorón sucede a Amalickíah como rey de los lamanitas — Moroni, Teáncum y Lehi dirigen a los nefitas en una guerra victoriosa contra los lamanitas — Se vuelve a tomar la ciudad de Mulek, y Jacob el zoramita cae muerto. Aproximadamente 66–64 a.C.

1

Y sucedió que en el año veintiséis del gobierno de los jueces sobre el pueblo de Nefi, he aquí, cuando despertaron los lamanitas en la primera mañana del primer mes, he aquí, descubrieron que Amalickíah yacía muerto en su propia tienda; y vieron también que Teáncum estaba listo para combatirlos ese día.

2 Y cuando los lamanitas vieron esto, tuvieron miedo; y abandonaron su propósito de marchar a la tierra del norte, y retrocedieron con todo su ejército a la ciudad de Mulek, y buscaron protección en sus fortificaciones.

3 Y sucedió que el hermano de Amalickíah fue nombrado rey del pueblo; y se llamaba Ammorón; de modo que se nombró al rey Ammorón, hermano del rey Amalickíah, para reinar en su lugar.

4 Y acaeció que dio órdenes de que su pueblo conservara aquellas ciudades que ellos habían tomado por la efusión de sangre; porque no habían tomado ninguna ciudad sin que hubieran perdido mucha sangre.

5 Y ahora bien, Teáncum vio que los lamanitas estaban resueltos a conservar esas ciudades que habían tomado, así como aquellas partes de la tierra de las que se habían apoderado; y viendo también la enormidad de su número, no le pareció conveniente a Teáncum intentar atacarlos en sus fuertes,

6 sino que detuvo a sus hombres en los alrededores, como si estuviera preparándose para la guerra; sí, y verdaderamente se estaba preparando para defenderse contra ellos, levantando muros alrededor y disponiendo sitios de refugio.

7 Y aconteció que así continuó preparándose para la guerra, hasta que Moroni le hubo enviado un gran número de hombres para reforzar su ejército.

8 Y Moroni también le envió órdenes de retener a todos los prisioneros que cayeran en sus manos; porque como los lamanitas habían tomado a muchos prisioneros, él debía retener a todos los prisioneros lamanitas como rescate de aquellos que los lamanitas habían capturado.

9 Y también le envió órdenes de que fortificara la tierra de Abundancia y asegurara el estrecho paso que conducía a la tierra del norte, no fuese que los lamanitas tomasen ese punto y tuvieran el poder para acosarlos por todos lados.

10

Y Moroni también le hizo saber sus deseos de que fuera fiel en conservar esa parte de la tierra, y que aprovechara toda oportunidad para acometer a los lamanitas en aquella parte, hasta donde pudiera, por si tal vez lograba volver a tomar, por estratagema o de alguna otra manera, las ciudades que les habían arrebatado de sus manos; y que también fortificara y reforzara las ciudades circunvecinas que no habían caído en manos de los lamanitas.

11 Y también le dijo: Me uniría a vosotros, mas he aquí, los lamanitas están sobre nosotros en las fronteras de la tierra por el mar del oeste; y he aquí, marcho contra ellos; por lo tanto, no puedo ir a vosotros.

12 Y el rey (Ammorón) había salido de la tierra de Zarahemla, y había informado a la reina concerniente a la muerte de su hermano; y había reunido un gran número de hombres, y había marchado contra los nefitas en las fronteras junto al mar del oeste.

13 Y de este modo estaba tratando de hostigar a los nefitas y llevarse tras de sí a una parte de las fuerzas nefitas a aquella parte de la tierra, y al mismo tiempo había mandado a aquellos que había dejado para ocupar las ciudades que había tomado, que también ellos acosaran a los nefitas en las fronteras cerca del mar del este, y tomaran posesión de sus tierras hasta donde les fuera posible, según la fuerza de sus ejércitos.

14 Y en esas peligrosas circunstancias se encontraban los nefitas a la conclusión del año veintiséis del gobierno de los jueces sobre el pueblo de Nefi.

15 Pero he aquí, aconteció que en el año veintisiete del gobierno de los jueces, Teáncum, por órdenes de Moroni —y este había colocado ejércitos para proteger las fronteras del sur y del oeste de la tierra, y había iniciado la marcha hacia la tierra de Abundancia para ayudar a Teáncum con sus hombres a reconquistar las ciudades que habían perdido—

16 y ocurrió que Teáncum había recibido órdenes de atacar la ciudad de Mulek, y reconquistarla, de ser posible.

17 Y sucedió que Teáncum hizo los preparativos para atacar la ciudad de Mulek y avanzar con su ejército contra los lamanitas; pero vio que era imposible vencerlos mientras estuviesen dentro de sus fortificaciones; por tanto, abandonó su propósito y se volvió a la ciudad de Abundancia para esperar la llegada de Moroni, a fin de reforzar su ejército.

18 Y aconteció que Moroni llegó con su ejército a la tierra de Abundancia, a fines del año veintisiete del gobierno de los jueces sobre el pueblo de Nefi.

19 Y a principios del año veintiocho, Moroni, Teáncum y muchos de los capitanes en jefe tuvieron un consejo de guerra para decidir qué debían hacer para que los lamanitas salieran a la batalla contra ellos, o de algún modo atraerlos para sacarlos de sus fuertes, a fin de vencerlos y tomar otra vez la ciudad de Mulek.

20

Y sucedió que mandaron embajadas al ejército de los lamanitas, que protegía la ciudad de Mulek, a su caudillo, cuyo nombre era Jacob, invitándolo a que saliera con sus ejércitos para enfrentarse con ellos en las llanuras entre las dos ciudades. Mas he aquí, Jacob, que era zoramita, no quiso salir con su ejército para enfrentarse con ellos en el llano.

21 Y aconteció que Moroni, no teniendo esperanzas de enfrentarse con ellos en iguales circunstancias, ideó, por tanto, un plan para engañar a los lamanitas para que salieran de sus fortalezas.

22 Por lo tanto, hizo que Teáncum tomara un pequeño número de hombres y marchara cerca de la costa del mar; y Moroni y su ejército marcharon de noche por el desierto, al oeste de la ciudad de Mulek; y así, por la mañana, cuando los guardias de los lamanitas hubieron descubierto a Teáncum, corrieron y se lo dijeron a Jacob, su caudillo.

23 Y acaeció que los ejércitos de los lamanitas avanzaron contra Teáncum, suponiendo que con su número podrían vencer a Teáncum por motivo de su reducido número. Y al ver Teáncum que los ejércitos de los lamanitas venían contra él, empezó a retroceder hacia el norte por la costa del mar.

24 Y ocurrió que cuando los lamanitas vieron que empezaba a huir, cobraron ánimo y lo persiguieron vigorosamente. Y mientras Teáncum iba así alejando a los lamanitas, que lo perseguían en vano, he aquí, Moroni dio órdenes de que parte de su ejército que lo acompañaba, entrara en la ciudad y tomara posesión de ella.

25 Y así lo hicieron, y mataron a todos los que habían quedado para proteger la ciudad, sí, a todos los que no quisieron entregar sus armas de guerra.

26 Y así se había apoderado Moroni de la ciudad de Mulek con parte de su ejército, mientras él marchaba con el resto al encuentro de los lamanitas, cuando volvieran de perseguir a Teáncum.

27 Y sucedió que los lamanitas persiguieron a Teáncum hasta que llegaron cerca de la ciudad de Abundancia, y entonces les salieron al encuentro Lehi y un pequeño ejército, que habían quedado para proteger la ciudad.

28 Y he aquí, cuando los capitanes en jefe de los lamanitas vieron que Lehi con su ejército marchaba contra ellos, huyeron con mucha confusión, temiendo no poder llegar a la ciudad de Mulek antes que los alcanzara Lehi; porque estaban fatigados a causa de su marcha, y los hombres de Lehi se hallaban descansados.

29 Ahora bien, los lamanitas no sabían que Moroni había estado a su retaguardia con su ejército; y todo lo que temían era a Lehi y a sus hombres.

30

Y Lehi no deseaba alcanzarlos sino hasta que encontrasen a Moroni y su ejército.

31 Y sucedió que antes que los lamanitas hubiesen retrocedido mucho, los nefitas los rodearon, los hombres de Moroni por un lado, y los de Lehi por el otro, todos ellos descansados y llenos de vigor; mas los lamanitas estaban fatigados a causa de su larga marcha.

32 Y Moroni mandó a sus hombres que cayeran sobre ellos hasta que hubiesen entregado sus armas de guerra.

33 Y aconteció que Jacob, siendo su caudillo, siendo también zoramita, y teniendo un espíritu indomable, encabezó a los lamanitas a la batalla con extremada furia contra Moroni.

34 Pues como Moroni estorbaba el curso de su marcha, por tanto, Jacob estaba resuelto a matarlos y a abrirse paso hasta la ciudad de Mulek. Mas he aquí, Moroni y sus hombres eran más fuertes; por lo tanto, no cedieron el paso a los lamanitas.

35 Y aconteció que pelearon de ambos lados con mucha furia; y hubo muchos muertos, tanto de una parte como de otra; sí, y Moroni fue herido, y Jacob cayó muerto.

36 Y con tal ímpetu acometió Lehi su retaguardia, con sus hombres fuertes, que los lamanitas de la retaguardia entregaron sus armas de guerra; y los demás, en su mucha confusión, no sabían por dónde ir o atacar.

37 Y Moroni, viendo su confusión, les dijo: Si traéis vuestras armas de guerra y las entregáis, he aquí, cesaremos de derramar vuestra sangre.

38 Y acaeció que cuando los lamanitas hubieron oído estas palabras, sus capitanes en jefe, todos los que no habían muerto en la batalla, avanzaron y echaron sus armas de guerra a los pies de Moroni, y también mandaron a sus hombres que hicieran lo mismo.

39 Mas he aquí, hubo muchos que no quisieron; y aquellos que no quisieron entregar sus espadas fueron prendidos y atados, y les fueron quitadas sus armas de guerra, y los obligaron a marchar con sus hermanos a la tierra de Abundancia.

40

Y el número de prisioneros que tomaron fue mayor que el número de los que habían muerto; sí, mayor que el número de los que habían muerto de ambas partes.

Capítulo 53

Se emplea a los prisioneros lamanitas para fortificar la ciudad de Abundancia — Las disensiones entre los nefitas dan lugar a las victorias lamanitas — Helamán toma el mando de los dos mil jóvenes del pueblo de Ammón. Aproximadamente 64–63 a.C.

1

Y sucedió que les pusieron guardias a los prisioneros lamanitas, y los obligaron a que fueran y enterraran a sus muertos, sí, y también a los muertos de los nefitas, y Moroni les puso guardias para vigilarlos mientras desempeñaban sus trabajos.

2 Y Moroni fue a la ciudad de Mulek, acompañado de Lehi, y tomó el mando de la ciudad, y lo confirió a Lehi. Y he aquí, este Lehi era el que había estado con Moroni en la mayor parte de todas sus batallas; y era un hombre semejante a Moroni, y se regocijaban en la seguridad del uno y del otro; sí, se amaban el uno al otro; y también los amaba todo el pueblo de Nefi.

3 Y sucedió que después que los lamanitas hubieron acabado de enterrar a sus muertos, como también a los muertos de los nefitas, los condujeron de regreso a la tierra de Abundancia; y Teáncum, por órdenes de Moroni, les hizo emprender la obra de cavar un foso alrededor de la tierra, o sea, la ciudad de Abundancia.

4 E hizo que levantaran un parapeto de maderos sobre el borde interior del foso; y echaron la tierra del foso contra el parapeto de vigas; y así hicieron trabajar a los lamanitas hasta que hubieron cercado la ciudad de Abundancia con una fuerte muralla de vigas y tierra de una altura extraordinaria.

5 Y esta ciudad se convirtió desde entonces en una plaza sumamente fuerte; y en esta ciudad guardaron a los prisioneros lamanitas; sí, dentro de una muralla que les habían hecho levantar con sus propias manos. Pues Moroni se vio obligado a hacer que los lamanitas trabajaran porque era fácil vigilarlos mientras trabajaban; y él quería disponer de todas sus fuerzas cuando atacara a los lamanitas.

6 Y aconteció que de este modo Moroni había logrado una victoria sobre uno de los mayores ejércitos de los lamanitas, y se había apoderado de la ciudad de Mulek, que era una de las plazas más fuertes de los lamanitas en la tierra de Nefi; y así también había construido un fuerte para retener a sus prisioneros.

7 Y sucedió que no intentó más presentar batalla contra los lamanitas ese año, sino que empleó a sus hombres en preparativos de guerra, sí, y en la construcción de fortificaciones para protegerse de los lamanitas, sí, y en la tarea de liberar a sus mujeres e hijos del hambre y de la aflicción, y en la de proveer víveres para su ejército.

8 Y aconteció que los ejércitos de los lamanitas sobre el mar del oeste, hacia el sur, durante la ausencia de Moroni motivada por algunas intrigas entre los nefitas, las que causaron disensiones entre ellos, habían ganado algún terreno a los nefitas, sí, al grado de que se habían apoderado de varias de sus ciudades en aquella parte de la tierra.

9 Y así, por causa de la iniquidad entre ellos, sí, por las disensiones e intrigas entre ellos mismos, los nefitas se vieron en las más críticas circunstancias.

10

Y he aquí, ahora tengo algo que decir concerniente a los del pueblo de Ammón, que en un principio eran lamanitas, pero que se habían convertido al Señor mediante Ammón y sus hermanos, o mejor dicho, por el poder y la palabra de Dios; y habían sido conducidos a la tierra de Zarahemla, y los nefitas los habían protegido desde entonces.

11 Y por motivo de su juramento, se les había refrenado de tomar las armas contra sus hermanos; porque habían hecho juramento de no verter más sangre; y de acuerdo con su juramento, hubieran perecido; sí, ellos se habrían dejado caer en manos de sus hermanos, si no hubiera sido por la compasión y gran amor que Ammón y sus hermanos habían sentido por ellos.

12 Y por esta razón fueron conducidos a la tierra de Zarahemla; y desde entonces los habían protegido los nefitas.

13 Pero sucedió que cuando vieron el peligro, y las muchas aflicciones y tribulaciones que los nefitas padecían por ellos, se llenaron de compasión y sintieron deseos de tomar las armas en defensa de su país.

14 Pero he aquí, cuando estaban ya para tomar sus armas de guerra, los convencieron las persuasiones de Helamán y sus hermanos, pues estaban a punto de quebrantar el juramento que habían hecho.

15 Y Helamán temía que de hacerlo perderían sus almas. Por tanto, todos los que habían concertado este convenio se vieron obligados a ver a sus hermanos vadear sus dificultades, en sus peligrosas circunstancias en esta época.

16 Mas he aquí, aconteció que tenían muchos hijos que no habían concertado ningún convenio de que no tomarían sus armas de guerra para defenderse contra sus enemigos; por tanto, cuantos podían portar armas se reunieron en esa ocasión, y se hicieron llamar nefitas.

17 E hicieron un convenio de luchar por la libertad de los nefitas, sí, de proteger la tierra hasta con su vida; sí, hicieron convenio de que jamás renunciarían a su libertad, sino que lucharían en toda ocasión para proteger a los nefitas y a sí mismos del cautiverio.

18 Y he aquí, hubo dos mil de estos jóvenes que concertaron este convenio y tomaron sus armas de guerra para defender su patria.

19 Y he aquí, como hasta entonces nunca habían sido desventaja alguna para los nefitas, se tornaron, en esta ocasión, en un fuerte apoyo; porque tomaron sus armas de guerra y quisieron que Helamán fuese su caudillo.

20

Y todos ellos eran jóvenes, y sumamente valientes en cuanto a intrepidez, y también en cuanto a vigor y actividad; mas he aquí, esto no era todo; eran hombres que en todo momento se mantenían fieles a cualquier cosa que les fuera confiada.

21 Sí, eran hombres verídicos y serios, pues se les había enseñado a guardar los mandamientos de Dios y a andar rectamente ante él.

22 Y aconteció que Helamán marchó al frente de sus dos mil soldados jóvenes para ayudar al pueblo en las fronteras de la tierra hacia el sur, cerca del mar del oeste.

23 Y así concluyó el año veintiocho del gobierno de los jueces sobre el pueblo de Nefi.

Capítulo 54

Ammorón y Moroni hacen gestiones para efectuar el canje de prisioneros — Moroni exige que los lamanitas se retiren y cesen sus ataques asesinos — Ammorón exige que los nefitas entreguen sus armas y se sujeten a los lamanitas. Aproximadamente 63 a.C.

1

Y sucedió que a principios del año veintinueve del gobierno de los jueces, Ammorón mandó decir a Moroni que deseaba un canje de prisioneros.

2 Y aconteció que para Moroni esta solicitud fue motivo de mucho gozo, porque deseaba que las provisiones que se impartían para el sostén de los prisioneros lamanitas fuesen para el sostén de su propio pueblo; y además, deseaba contar con su propio pueblo para reforzar su ejército.

3 Ahora bien, los lamanitas habían tomado cautivos a muchas mujeres y niños, y entre todos los prisioneros de Moroni, o sea, los prisioneros que él había tomado, no se hallaba ni una sola mujer ni un solo niño; por lo tanto, Moroni recurrió a una estratagema para conseguir de los lamanitas el mayor número posible de prisioneros nefitas.

4 De modo que escribió una epístola y la envió con el siervo de Ammorón, el mismo que había traído una epístola a Moroni. Y estas son las palabras que escribió a Ammorón, diciendo:

5 He aquí, Ammorón, te he escrito algunas palabras tocante a esta guerra que has emprendido contra mi pueblo, o mejor dicho, que tu hermano ha emprendido en contra de ellos, y la cual estás aún resuelto a continuar después de su muerte.

6 He aquí, quisiera decirte algo concerniente a la justicia de Dios y la espada de su omnipotente ira que se cierne sobre vosotros, a menos que os arrepintáis y retiréis vuestros ejércitos hasta vuestras propias tierras, o sea, la tierra de vuestras posesiones, que es la tierra de Nefi.

7 Sí, quisiera decirte estas cosas si fueras capaz de hacerles caso; sí, te diría concerniente a ese horrible infierno que está pronto para recibir a tales asesinos como tú y tu hermano lo habéis sido, a menos que os arrepintáis y renunciéis a vuestros propósitos asesinos, y os retiréis con vuestras tropas a vuestras propias tierras.

8 Pero así como anteriormente habéis desechado estas cosas, y habéis luchado contra el pueblo del Señor, de igual manera puedo esperar que lo volváis a hacer.

9 Mas he aquí, estamos preparados para recibiros; sí, y a menos que renunciéis a vuestros propósitos, he aquí, causaréis que la ira de ese Dios que habéis rechazado caiga sobre vosotros para vuestra completa destrucción.

10

Pero así como vive el Señor, nuestros ejércitos vendrán sobre vosotros, a menos que os retiréis, y de aquí a poco seréis visitados con muerte, porque retendremos nuestras ciudades y nuestras tierras; sí, y preservaremos nuestra religión y la causa de nuestro Dios.

11 Pero he aquí, me parece que te hablo de estas cosas en vano; o me parece que eres un hijo del infierno; concluiré, pues, mi epístola, diciéndote que no canjearé prisioneros, sino con la condición de que entreguéis un hombre y su esposa y sus hijos por cada prisionero; si tal fuere el caso, haré el canje.

12 Y he aquí, si no haces esto, marcharé contra vosotros con mis ejércitos; sí, armaré aun a las mujeres y los niños, e iré contra vosotros y os seguiré hasta vuestra propia tierra, que es la tierra de nuestra primera herencia; sí, y será sangre por sangre, sí, vida por vida; y os acometeré hasta que seáis destruidos de sobre la faz de la tierra.

13 He aquí, estoy con ira, lo mismo que mi pueblo; habéis intentado asesinarnos, y nosotros solo hemos procurado defendernos. Mas he aquí, si intentáis de nuevo destruirnos, nosotros procuraremos destruiros a vosotros; sí, y nos esforzaremos por obtener nuestra tierra, la tierra de nuestra primera herencia.

14 Ahora concluyo mi epístola. Soy Moroni, uno de los jefes del pueblo de los nefitas.

15 Y aconteció que al recibir Ammorón esta epístola, se enojó; y escribió otra epístola a Moroni, y estas son las palabras que escribió, diciendo:

16 Soy Ammorón, rey de los lamanitas; soy hermano de Amalickíah, a quien habéis asesinado. He aquí, vengaré su sangre sobre vosotros; sí, y caeré sobre vosotros con mis ejércitos, porque no temo vuestras amenazas.

17 Pues he aquí, vuestros padres agraviaron a sus hermanos, al grado de robarles su derecho de gobernar, cuando justamente les pertenecía.

18 Mas he aquí, si entregáis vuestras armas, y os sujetáis a que os gobiernen aquellos a quienes legítimamente pertenece el gobierno, entonces haré que mi pueblo abandone sus armas y deje de estar en guerra.

19 He aquí, has proferido muchas amenazas contra mí y contra mi pueblo; mas he aquí, tus amenazas no nos intimidan.

20

No obstante, con gusto concederé el canje de prisioneros, de acuerdo con tu proposición, a fin de conservar mis provisiones para mis hombres de guerra; y emprenderemos una guerra que será sin fin, ya para subyugar a los nefitas a nuestra autoridad, o exterminarlos para siempre.

21 Y concerniente a ese Dios que, según dices, hemos rechazado, he aquí, no conocemos a tal ser; ni vosotros tampoco; pero aun suponiendo que existiera semejante ser, bien puede ser que él nos haya hecho a nosotros así como a vosotros.

22 Y si es que hay un diablo y un infierno, he aquí, ¿no os enviará él allí para vivir con mi hermano al cual habéis asesinado, de quien insinuáis que ha ido a tal lugar? Pero he aquí, estas cosas no importan.

23 Soy Ammorón, y soy descendiente de Zoram, aquel a quien vuestros padres obligaron y trajeron de Jerusalén.

24 Y he aquí, soy un intrépido lamanita; he aquí, se ha emprendido esta guerra para vengar sus agravios, y para mantener y obtener sus derechos al gobierno; y concluyo mi epístola a Moroni.

Capítulo 55

Moroni se niega a canjear prisioneros — Se induce a los guardias lamanitas a embriagarse y se libera a todos los prisioneros nefitas — Se toma la ciudad de Gid sin derramamiento de sangre. Aproximadamente 63–62 a.C.

1

Y sucedió que cuando Moroni hubo recibido esta epístola, se enojó aún más, porque sabía que Ammorón tenía un conocimiento perfecto de su fraude; sí, sabía que Ammorón sabía que no era una causa justa la que lo había llevado a emprender la guerra contra el pueblo de Nefi.

2 Y dijo: He aquí, no canjearé prisioneros con Ammorón, a menos que renuncie a su propósito, como le he expresado en mi epístola; porque no le permitiré que adquiera más poder del que ha conseguido.

3 He aquí, conozco el lugar donde guardan los lamanitas a los de mi pueblo que han tomado prisioneros; y ya que Ammorón no ha aceptado lo de mi epístola, he aquí, le haré según mis palabras; sí, sembraré muerte entre ellos hasta que pidan la paz.

4 Y ocurrió que cuando Moroni hubo dicho estas palabras, hizo que se buscara entre sus hombres, por si acaso hallaba entre ellos a uno que fuera descendiente de Lamán.

5 Y sucedió que encontraron a uno, cuyo nombre era Lamán; y era uno de los siervos del rey que Amalickíah había asesinado.

6 Y Moroni hizo que Lamán y un pequeño número de sus hombres fueran a los guardias que vigilaban a los nefitas.

7 Y los nefitas estaban bajo custodia en la ciudad de Gid; por lo tanto, Moroni designó a Lamán, e hizo que lo acompañara un reducido número de hombres.

8 Y cuando anocheció, Lamán fue a los guardias que estaban vigilando a los nefitas, y he aquí, lo vieron venir y le gritaron; pero él les dijo: No temáis; he aquí, soy lamanita. Nos hemos escapado de los nefitas, y están dormidos; y he aquí, hemos traído de su vino con nosotros.

9 Y cuando los lamanitas oyeron estas palabras, lo recibieron con gozo, y le dijeron: Danos de tu vino para que bebamos; nos alegramos de que hayas traído vino contigo, porque estamos cansados.

10

Pero Lamán les dijo: Guardemos nuestro vino hasta que salgamos a la batalla contra los nefitas. Pero estas palabras solo les estimularon sus deseos de beber del vino;

11 porque, dijeron ellos, estamos cansados; por tanto, bebamos del vino, y dentro de poco recibiremos nuestra ración de vino, la cual nos fortalecerá para salir contra los nefitas.

12 Y Lamán les dijo: Podéis hacer lo que bien os parezca.

13 Y sucedió que bebieron del vino liberalmente; y les fue agradable al gusto; por lo tanto, bebieron más abundantemente; y era fuerte, pues se había preparado para que tuviera fuerza.

14 Y aconteció que bebieron y se alegraron; y dentro de poco todos estaban ebrios.

15 Y cuando Lamán y sus hombres vieron que todos estaban borrachos y durmiendo profundamente, se volvieron a Moroni, y le refirieron todas las cosas que habían acontecido.

16 Ahora bien, esto resultó de acuerdo con el proyecto de Moroni, y él había preparado a sus hombres con armas de guerra; y fue a la ciudad de Gid, mientras los lamanitas se hallaban profundamente dormidos y ebrios, y echaron armas de guerra a los prisioneros, de modo que todos quedaron armados

17 —sí, hasta sus mujeres, y cuantos de sus niños eran capaces de manejar armas de guerra— cuando Moroni hubo armado a todos aquellos prisioneros; y se hizo todo esto en profundo silencio.

18 Sin embargo, si hubieran despertado a los lamanitas, he aquí estaban borrachos, y los nefitas los habrían podido matar.

19 Mas he aquí, este no era el deseo de Moroni; pues no se deleitaba en el asesinato ni en el derramamiento de sangre, antes bien se deleitaba en salvar a su pueblo de la destrucción; y por esta razón, para no incurrir en una injusticia, no quiso caer sobre los lamanitas en su borrachera y destruirlos.

20

Pero había logrado sus deseos; pues había armado a los prisioneros nefitas que estaban dentro de las murallas de la ciudad, y los había habilitado para que tomaran posesión de aquellos sitios que estaban dentro de las murallas.

21 Y entonces hizo que los hombres que estaban con él se apartaran a un paso de ellos y cercaran a los ejércitos lamanitas.

22 Y he aquí, esto se hizo de noche, de modo que al despertar los lamanitas a la mañana siguiente, vieron que estaban cercados por los nefitas por fuera, y que por dentro sus prisioneros estaban armados.

23 Y así vieron que los nefitas los tenían en su poder; y en estas circunstancias comprendieron que no era conveniente que pelearan contra los nefitas; de modo que sus capitanes en jefe les pidieron sus armas de guerra, y las llevaron y las echaron a los pies de los nefitas, pidiendo misericordia.

24 Y he aquí, esto era lo que Moroni deseaba. Los hizo prisioneros de guerra y tomó posesión de la ciudad, e hizo libertar a todos los prisioneros nefitas; y se unieron al ejército de Moroni, y lo reforzaron en gran manera.

25 Y aconteció que hizo que los lamanitas, a quienes había hecho prisioneros, emprendieran la obra de reforzar las fortificaciones alrededor de la ciudad de Gid.

26 Y sucedió que cuando hubo fortificado la ciudad de Gid conforme a sus deseos, hizo que sus prisioneros fuesen conducidos a la ciudad de Abundancia; y también resguardó esa ciudad con una fuerza sumamente poderosa.

27 Y ocurrió que a pesar de todas las intrigas de los lamanitas, los nefitas retuvieron y protegieron a todos los prisioneros que habían tomado, y también conservaron todo el terreno y la ventaja que habían reconquistado.

28 Y ocurrió que así empezaron otra vez los nefitas a triunfar y a recuperar sus derechos y sus privilegios.

29 Muchas veces intentaron los lamanitas rodearlos de noche, pero en estas tentativas perdieron muchos prisioneros.

30

Y muchas veces intentaron hacer beber de su vino a los nefitas, a fin de matarlos con veneno o por embriaguez.

31 Pero he aquí, los nefitas no fueron lentos en acordarse del Señor su Dios en su hora de aflicción. No podían hacerlos caer en sus trampas; sí, no bebían de su vino sin que primero dieran de él a algunos de los prisioneros lamanitas.

32 Y así tuvieron cuidado de no dejarse administrar veneno; porque si el vino envenenaba a un lamanita, también envenenaría a un nefita; y así hacían con todos sus licores.

33 Y aconteció que llegó a ser preciso que Moroni hiciera preparativos para atacar la ciudad de Moriantón, pues he aquí, los lamanitas, con su trabajo, habían fortificado la ciudad de Moriantón, de tal manera que se había convertido en una plaza sumamente fuerte.

34 Y continuamente estaban trayendo nuevas fuerzas a esa ciudad, y también nuevos abastecimientos de provisiones.

35 Y así concluyó el año veintinueve del gobierno de los jueces sobre el pueblo de Nefi.

Capítulo 56

Helamán envía una epístola a Moroni en la que le relata el estado de la guerra con los lamanitas — Antipus y Helamán logran una gran victoria sobre los lamanitas — Los dos mil jóvenes bajo el mando de Helamán luchan con fuerza milagrosa, y ninguno de ellos muere. Versículo 1, aproximadamente 62 a.C.; versículos 2–19, aproximadamente 66 a.C.; y versículos 20–57, aproximadamente 65–64 a.C.

1

Y sucedió que al principiar el año treinta del gobierno de los jueces, el segundo día del primer mes, Moroni recibió una epístola de Helamán en la que le relataba los asuntos del pueblo en aquella parte de la tierra.

2 Y estas son las palabras que escribió, diciendo: Mi muy amado hermano Moroni, tanto en el Señor como en las tribulaciones de nuestra guerra; he aquí, mi querido hermano, tengo algo que decirte concerniente a nuestra guerra en esta parte de la tierra.

3 He aquí, dos mil de los hijos de aquellos hombres que Ammón trajo de la tierra de Nefi —y ya estás enterado de que estos eran descendientes de Lamán, el hijo mayor de nuestro padre Lehi;

4 y no necesito repetirte concerniente a sus tradiciones ni a su incredulidad, pues tú sabes acerca de todas estas cosas—

5 por tanto, bástame decirte que dos mil de estos jóvenes han tomado sus armas de guerra, y pidieron que yo fuese su jefe; y hemos salido para defender nuestro país.

6 Y también sabes del convenio que hicieron sus padres de que no tomarían las armas de guerra en contra de sus hermanos para derramar sangre.

7 Mas en el año veintiséis, cuando vieron nuestras aflicciones y tribulaciones que padecíamos por ellos, se hallaban a punto de violar el convenio que habían hecho, y tomar sus armas de guerra en nuestra defensa.

8 Pero yo no quise permitirles que violaran este convenio que habían hecho, creyendo que Dios nos fortalecería, de tal modo que no padeceríamos más por motivo de la observancia del juramento que habían hecho.

9 Pero he aquí una cosa en la cual podemos regocijarnos mucho; porque sucedió que en el año veintiséis, yo, Helamán, marché al frente de estos dos mil jóvenes hasta la ciudad de Judea para ayudar a Antipus, a quien habías nombrado jefe sobre el pueblo en aquella parte de la tierra.

10

E incorporé a mis dos mil hijos (porque son dignos de ser llamados hijos) al ejército de Antipus, y con esta fuerza él se regocijó en extremo; pues he aquí, los lamanitas habían reducido su ejército, porque las fuerzas de ellos habían matado a un gran número de nuestros hombres, por lo cual tenemos motivo para lamentarnos.

11 No obstante, podemos consolarnos en esto, que han muerto en la causa de su patria y de su Dios; sí, y son felices.

12 Y los lamanitas también habían retenido a muchos prisioneros, todos los cuales son capitanes en jefe, porque a ningún otro han dejado con vida. Y suponemos que se hallan en este momento en la tierra de Nefi, si es que no los han matado.

13 Y estas son las ciudades de las cuales los lamanitas se han posesionado derramando la sangre de tantos de nuestros valientes hombres:

14 La tierra de Manti o ciudad de Manti, y la ciudad de Zeezrom, y la ciudad de Cumeni, y la ciudad de Antipara.

15 Y estas son las ciudades que poseían cuando llegué a la ciudad de Judea; y hallé a Antipus y sus hombres trabajando con todas sus fuerzas para fortificar la ciudad.

16 Sí, y se hallaban abatidos, tanto en el cuerpo como en el espíritu, porque habían combatido valientemente durante el día y trabajado de noche para conservar sus ciudades; así que habían padecido grandes aflicciones de todas clases.

17 Y ahora estaban resueltos a vencer en ese sitio, o a morir; por tanto, bien podrás imaginarte que esta pequeña fuerza que traje conmigo, sí, esos hijos míos, les proporcionó gran esperanza y mucho gozo.

18 Y aconteció que cuando los lamanitas vieron que Antipus había recibido más fuerzas para su ejército, se vieron obligados, por órdenes de Ammorón, a no salir a la batalla contra la ciudad de Judea, ni contra nosotros.

19 Y así el Señor nos favoreció; porque si nos hubieran acometido en nuestra debilidad, tal vez habrían destruido nuestro pequeño ejército; pero en esto fuimos preservados.

20

Ammorón les había mandado que conservaran aquellas ciudades que habían tomado. Y así terminó el año veintiséis. Y a principios del año veintisiete, nos habíamos preparado para la defensa, tanto nuestra ciudad como nosotros mismos.

21 Y deseábamos que los lamanitas viniesen contra nosotros; porque no queríamos atacarlos en sus plazas fuertes.

22 Y aconteció que mantuvimos espías en los alrededores, con objeto de reconocer los movimientos de los lamanitas, para que no nos pasaran de noche ni de día para lanzar un ataque contra nuestras otras ciudades que se hallaban al norte.

23 Porque sabíamos que en aquellas ciudades no eran suficientemente fuertes para hacerles frente; por tanto, queríamos caer sobre su retaguardia, en caso de que pasaran junto a nosotros, y así acometerlos por la retaguardia al mismo tiempo que fuesen atacados por la vanguardia. Pensábamos que los podríamos vencer; mas, he aquí, nos vimos frustrados en estos nuestros deseos.

24 No se atrevían a pasar con todo su ejército por donde estábamos, ni se atrevían a pasar con parte de él, no fuese que no tuvieran la fuerza suficiente y cayeran.

25 Ni tampoco se atrevían a marchar contra la ciudad de Zarahemla; ni osaban atravesar los manantiales del río Sidón, hacia la ciudad de Nefíah;

26 y así, con sus fuerzas estaban resueltos a conservar las ciudades que habían tomado.

27 Y ocurrió que en el segundo mes de este año, nos llegaron muchas provisiones de los padres de mis dos mil hijos.

28 Y también nos fueron enviados dos mil hombres de la tierra de Zarahemla. Y así quedamos prevenidos con diez mil hombres, y provisiones para ellos, y también para sus mujeres y sus hijos.

29 Y los lamanitas, viendo que así de día en día nuestras fuerzas aumentaban, y que llegaban provisiones para nuestro sostén, empezaron a temer, y comenzaron a salir para ver si les era posible acabar con el suministro de provisiones y refuerzos que nos llegaba.

30

Y cuando vimos que los lamanitas empezaban a inquietarse de esta manera, quisimos emplear contra ellos alguna estratagema. Por lo tanto, Antipus me dio la orden de salir con mis pequeños hijos hacia una ciudad inmediata, como si estuviéramos llevando provisiones allá.

31 Y habíamos de pasar cerca de la ciudad de Antipara, como si fuéramos a la ciudad más allá, sobre las orillas del mar.

32 Y sucedió que salimos, como si lleváramos nuestras provisiones, para ir a aquella ciudad.

33 Y ocurrió que salió Antipus con parte de su ejército, dejando el resto para la defensa de la ciudad. Pero no salió hasta que yo hube partido con mi pequeño ejército, y me acerqué a la ciudad de Antipara.

34 Y el ejército más fuerte de los lamanitas se hallaba apostado en la ciudad de Antipara; sí, el más numeroso.

35 Y aconteció que cuando sus espías se lo hubieron informado, salieron con su ejército y marcharon contra nosotros.

36 Y sucedió que huimos delante de ellos hacia el norte. Y así llevamos en pos de nosotros al ejército más fuerte de los lamanitas;

37 sí, hasta una distancia considerable, de tal modo que cuando vieron al ejército de Antipus que los perseguía vigorosamente, no se volvieron ni a la derecha ni a la izquierda, sino que continuaron su marcha en línea recta tras de nosotros; y suponemos que su intención era matarnos antes que Antipus los alcanzara, y esto para no ser rodeados por nuestros hombres.

38 Y viendo Antipus nuestro peligro, aceleró la marcha de su ejército; pero he aquí, llegó la noche; por tanto, ellos no nos alcanzaron, ni pudo Antipus alcanzarlos a ellos; por lo tanto, acampamos durante la noche.

39 Y aconteció que antes de rayar el alba, he aquí, ya venían los lamanitas detrás de nosotros. Ahora bien, no teníamos la fuerza suficiente para contender con ellos; sí, yo no quise permitir que mis hijitos cayesen en sus manos; por tanto, continuamos nuestra marcha, y nos dirigimos hacia el desierto.

40

Y ellos no se atrevían a volverse a la derecha ni a la izquierda por temor a quedar rodeados; ni yo tampoco quería volverme a un lado ni al otro por miedo de que me alcanzaran, y no pudiéramos sostenernos en contra de ellos, y nos mataran y se escaparan; de modo que huimos por el desierto todo ese día hasta que obscureció.

41 Y acaeció que nuevamente, al rayar el alba, vimos a los lamanitas encima de nosotros, y huimos delante de ellos.

42 Pero aconteció que no nos habían perseguido gran distancia cuando hicieron alto; y era la mañana del tercer día del séptimo mes.

43 Y no sabíamos si los había alcanzado Antipus, pero dije a mis hombres: He aquí no sabemos si se han detenido con objeto de que marchemos contra ellos para apresarnos en su trampa;

44 por lo tanto, ¿qué decís, hijos míos? ¿Queréis ir a combatirlos?

45 Y te digo, mi amado hermano Moroni, que jamás había visto yo tan grande valor, no, ni aun entre todos los nefitas.

46 Pues como yo siempre los había llamado hijos míos (pues eran todos muy jóvenes), he aquí, me contestaron de esta manera: Padre, he aquí, nuestro Dios está con nosotros y no nos dejará caer; así pues, avancemos. No mataríamos a nuestros hermanos si nos dejasen en paz; por tanto, avancemos, no sea que derroten al ejército de Antipus.

47 Hasta entonces nunca habían combatido; no obstante, no temían la muerte, y estimaban más la libertad de sus padres que sus propias vidas; sí, sus madres les habían enseñado que si no dudaban, Dios los libraría.

48 Y me repitieron las palabras de sus madres, diciendo: No dudamos que nuestras madres lo sabían.

49 Y aconteció que me volví con mis dos mil jóvenes contra esos lamanitas que nos habían perseguido. Y he aquí, los ejércitos de Antipus los habían alcanzado, y había principiado una batalla terrible.

50

Y el ejército de Antipus, fatigado de tan larga marcha en tan poco tiempo, estaba a punto de caer en manos de los lamanitas; y si yo no hubiera vuelto con mis dos mil, los lamanitas habrían logrado su propósito.

51 Porque Antipus había caído por la espada, así como muchos de sus caudillos, por motivo de su fatiga ocasionada por la rapidez de su marcha; por tanto, los hombres de Antipus, confusos por la muerte de sus caudillos, empezaron a ceder ante los lamanitas.

52 Y sucedió que los lamanitas se animaron y comenzaron a perseguirlos; y así los lamanitas estaban persiguiéndolos con gran vigor, cuando Helamán cayó sobre su retaguardia con sus dos mil, y empezaron a matarlos en gran cantidad, al grado que todo el ejército de los lamanitas se detuvo y se volvió contra Helamán.

53 Y cuando la gente de Antipus vio que los lamanitas se habían vuelto, reconcentraron a sus hombres y otra vez acometieron la retaguardia de los lamanitas.

54 Y aconteció, entonces, que nosotros, el pueblo de Nefi, la gente de Antipus y yo con mis dos mil, rodeamos a los lamanitas y los matamos; sí, al grado de que se vieron obligados a entregar sus armas y rendirse como prisioneros de guerra.

55 Y aconteció que cuando se nos rindieron, he aquí, conté a aquellos jóvenes que habían combatido conmigo, temiendo que muchos de ellos hubiesen perdido la vida.

56 Pero he aquí, para mi mayor alegría hallé que ni una sola alma había caído a tierra; sí, y habían combatido como con la fuerza de Dios; sí, nunca se había sabido que hombres combatieran con tan milagrosa fuerza; y con tanto ímpetu cayeron sobre los lamanitas, que los llenaron de espanto; y por esta razón los lamanitas se rindieron como prisioneros de guerra.

57 Y como no teníamos lugar para nuestros prisioneros, a fin de vigilarlos para que no se los llevaran los ejércitos de los lamanitas, los enviamos, por tanto, a la tierra de Zarahemla, y con ellos a una parte de los hombres de Antipus que no murieron; y tomé al resto y los incorporé con mis jóvenes ammonitas, y marchamos de regreso a la ciudad de Judea.

Capítulo 57

Helamán relata la toma de la ciudad de Antipara, la rendición de la ciudad de Cumeni y la defensa posterior de esta — Los jóvenes ammonitas luchan con valentía; todos son heridos, pero ninguno de ellos muere — Gid da un informe de la muerte y huida de los prisioneros lamanitas. Aproximadamente 63 a.C.

1

Y aconteció que recibí una epístola del rey Ammorón, en la que me decía que si yo le entregaba los prisioneros de guerra que habíamos tomado, él nos entregaría la ciudad de Antipara.

2 Pero envié una epístola al rey, de que estábamos seguros de que nuestras fuerzas eran suficientes para tomar la ciudad de Antipara con nuestras tropas; y que con entregarle los prisioneros por esa ciudad nos consideraríamos imprudentes, y que solo entregaríamos nuestros prisioneros a canje de otros.

3 Y Ammorón rechazó mi epístola, porque no quería hacer el canje de prisioneros; por lo tanto, empezamos los preparativos para marchar contra la ciudad de Antipara.

4 Pero la gente de Antipara abandonó la ciudad, y huyó a las otras ciudades que poseían, para fortificarlas; y de este modo la ciudad de Antipara cayó en nuestras manos.

5 Y así concluyó el año veintiocho del gobierno de los jueces.

6 Y sucedió que a principios del año veintinueve, recibimos un abastecimiento de provisiones de la tierra de Zarahemla y sus alrededores, y también un refuerzo de seis mil hombres para nuestro ejército, además de sesenta de los hijos de los ammonitas que habían llegado para unirse a sus hermanos, mi pequeña compañía de dos mil. Y he aquí, éramos fuertes; sí, y nos trajeron abundancia de provisiones.

7 Y aconteció que era nuestro deseo trabar batalla con el ejército que estaba colocado para proteger la ciudad de Cumeni.

8 Y he aquí, te manifestaré que no tardamos en realizar nuestro deseo; sí, con nuestro fuerte ejército, o sea, con una parte de nuestro fuerte ejército, rodeamos la ciudad de Cumeni durante la noche, un poco antes que recibieran un abastecimiento de provisiones.

9 Y ocurrió que estuvimos acampados alrededor de la ciudad durante varias noches; pero dormíamos sobre nuestras espadas y poníamos guardias, a fin de que los lamanitas no cayeran sobre nosotros durante la noche y nos mataran, cosa que intentaron muchas veces; pero cuantas veces lo intentaron, se vertió su sangre.

10

Llegaron por fin sus provisiones, y estaban ya a punto de entrar en la ciudad durante la noche. Y en lugar de ser lamanitas, éramos nosotros los nefitas; por tanto, nos apoderamos de ellos y de sus provisiones.

11 Y no obstante que los lamanitas quedaron privados de su sostén de esta manera, aún estaban resueltos a retener la ciudad; por tanto, se hizo necesario que tomáramos aquellas provisiones y las enviáramos a Judea, y nuestros prisioneros a la tierra de Zarahemla.

12 Y acaeció que no habían pasado muchos días, cuando los lamanitas empezaron a perder toda esperanza de recibir ayuda; por tanto, entregaron la ciudad en nuestras manos; y así habíamos realizado nuestros proyectos de apoderarnos de la ciudad de Cumeni.

13 Pero ocurrió que nuestros prisioneros eran tan numerosos que, a pesar de nuestro gran número, nos vimos obligados a emplear todas nuestras fuerzas para vigilarlos, o quitarles la vida.

14 Porque he aquí, se sublevaban en grandes números, y peleaban con piedras, con palos o cualquier cosa que llegara a sus manos, de modo que matamos a más de dos mil de ellos después que se hubieron entregado como prisioneros de guerra.

15 Por tanto, nos fue menester o quitarles la vida o custodiarlos, espada en mano, hasta la tierra de Zarahemla; y además, nuestras provisiones apenas eran suficientes para nuestra propia gente, a pesar de lo que habíamos tomado de los lamanitas.

16 Y en estas circunstancias críticas, llegó a ser un asunto grave determinar concerniente a estos prisioneros de guerra. No obstante, determinamos enviarlos a la tierra de Zarahemla; por tanto, escogimos una parte de nuestros hombres, y les encargamos nuestros prisioneros para descender con ellos a la tierra de Zarahemla.

17 Pero sucedió que volvieron a la mañana siguiente; mas no les preguntamos acerca de los prisioneros, porque he aquí, los lamanitas ya estaban sobre nosotros, y volvieron oportunamente para salvarnos de caer en manos de los lamanitas. Pues he aquí, Ammorón había enviado en su auxilio un nuevo abastecimiento de provisiones y también un numeroso ejército.

18 Y sucedió que los hombres que habíamos enviado con los prisioneros llegaron oportunamente para contenerlos cuando estaban a punto de vencernos.

19 Pero he aquí, mi pequeña compañía de dos mil sesenta combatió desesperadamente; sí, se mantuvieron firmes ante los lamanitas e hicieron morir a cuantos se les oponían.

20

Y mientras que el resto de nuestro ejército se encontraba a punto de ceder ante los lamanitas, he aquí, estos dos mil sesenta permanecieron firmes e impávidos.

21 Sí, y obedecieron y procuraron cumplir con exactitud toda orden; sí, y les fue hecho según su fe; y me acordé de las palabras que, según me dijeron, sus madres les habían enseñado.

22 Y he aquí, es a estos, mis hijos, y a los hombres que habíamos elegido para escoltar a los prisioneros, a quienes debemos esta gran victoria; porque fueron ellos los que vencieron a los lamanitas; por tanto, los hicieron retroceder hasta la ciudad de Manti.

23 Y nosotros retuvimos nuestra ciudad de Cumeni, y no fuimos todos destruidos por la espada; no obstante, habíamos sufrido grandes bajas.

24 Y aconteció que después de haber huido los lamanitas, inmediatamente di órdenes de que mis hombres que habían sido heridos fuesen recogidos de entre los muertos, e hice que les vendaran sus heridas.

25 Y aconteció que doscientos, de mis dos mil sesenta, se habían desmayado por la pérdida de sangre. Sin embargo, mediante la bondad de Dios, y para nuestro gran asombro, y también para el gozo de todo nuestro ejército, ni uno solo de ellos había perecido; sí, y no hubo entre ellos uno solo que no hubiese recibido muchas heridas.

26 Y su preservación fue asombrosa para todo nuestro ejército; sí, que ellos hubiesen sido librados mientras que hubo un millar de nuestros hermanos que fueron muertos. Y lo atribuimos con justicia al milagroso poder de Dios, por motivo de su extraordinaria fe en lo que se les había enseñado a creer: que había un Dios justo, y que todo aquel que no dudara, sería preservado por su maravilloso poder.

27 Esta, pues, fue la fe de aquellos de que he hablado; son jóvenes, y sus mentes son firmes, y ponen su confianza en Dios continuamente.

28 Y ocurrió que después de haber atendido a nuestros heridos, y de haber enterrado a nuestros muertos, y también a los muertos de los lamanitas, que eran muchos, he aquí, interrogamos a Gid concerniente a los prisioneros con los que habían empezado a descender a la tierra de Zarahemla.

29 Y era Gid el capitán en jefe de la escolta que se había nombrado para custodiarlos hasta allá.

30

Y estas son las palabras que Gid me dijo: He aquí, partimos para descender a la tierra de Zarahemla con nuestros prisioneros. Y aconteció que encontramos a los espías de nuestros ejércitos, que habían sido enviados para vigilar el campamento de los lamanitas.

31 Y nos gritaron, diciendo: He aquí, los ejércitos de los lamanitas marchan hacia la ciudad de Cumeni; y he aquí, caerán sobre ellos, sí, y destruirán a nuestra gente.

32 Y sucedió que nuestros prisioneros oyeron sus gritos, lo que hizo que cobraran ánimo; y se rebelaron contra nosotros.

33 Y aconteció que por motivo de su rebelión, hicimos que nuestras espadas descendieran sobre ellos. Y ocurrió que se lanzaron en masa contra nuestras espadas, con lo cual resultó muerta la mayor parte de ellos; y los demás se abrieron paso y huyeron de nosotros.

34 Y he aquí, cuando huyeron y no los pudimos alcanzar, emprendimos la marcha rápidamente hacia la ciudad de Cumeni; y he aquí, llegamos a tiempo para ayudar a nuestros hermanos a retener la ciudad.

35 Y he aquí, nuevamente somos librados de las manos de nuestros enemigos. Y bendito es el nombre de nuestro Dios porque, he aquí, él es quien nos ha librado; sí, el que ha hecho esta gran cosa por nosotros.

36 Y acaeció que cuando yo, Helamán, hube oído estas palabras de Gid, me llené de un gozo muy grande a causa de la bondad de Dios en protegernos para que no pereciéramos todos; sí, y confío en que las almas de los que han muerto hayan entrado en el reposo de su Dios.

Capítulo 58

Helamán, Gid y Teómner se apoderan de la ciudad de Manti por medio de una estratagema — Huyen los lamanitas — Los hijos del pueblo de Ammón son preservados al defender firmemente su libertad y su fe. Aproximadamente 63–62 a.C.

1

Y he aquí, aconteció que ahora nuestro siguiente objetivo era tomar la ciudad de Manti; pero he aquí, no había manera de hacerles salir de la ciudad con nuestras pequeñas fuerzas. Pues he aquí, se acordaban de lo que previamente les habíamos hecho; por consiguiente, no podíamos engañarlos para que salieran de sus plazas fuertes.

2 Y tan numerosos eran, mucho más que nuestro ejército, que no nos atrevíamos a atacarlos en sus plazas fuertes.

3 Sí, y se hizo necesario que pusiéramos a nuestros hombres a defender aquellas partes de la tierra que habíamos recuperado de nuestras posesiones; de manera que fue menester esperar hasta que recibiéramos más refuerzos de la tierra de Zarahemla, y también un nuevo abastecimiento de provisiones.

4 Y sucedió que envié una embajada al gobernador de nuestra tierra para darle a conocer las circunstancias de nuestro pueblo. Y ocurrió que esperamos para recibir provisiones y fuerzas de la tierra de Zarahemla.

5 Pero he aquí que esto nos benefició muy poco; porque los lamanitas también estaban recibiendo muchas fuerzas de día en día, y también muchas provisiones; y tales eran nuestras circunstancias en esta época.

6 Y los lamanitas salían en contra de nosotros de cuando en cuando, resueltos a destruirnos por estratagema; no obstante, no podíamos ir a la batalla contra ellos por motivo de sus refugios y sus plazas fuertes.

7 Y sucedió que esperamos en estas difíciles circunstancias por el espacio de muchos meses, hasta que estábamos a punto de perecer por falta de alimentos.

8 Pero acaeció que recibimos víveres, los cuales venían custodiados por un ejército de dos mil hombres para auxiliarnos; y esta fue toda la ayuda que recibimos para defendernos nosotros mismos y a nuestro país de caer en manos de nuestros enemigos; sí, para contender contra un enemigo que era innumerable.

9 Y la causa de estos aprietos nuestros, o sea, el motivo por el cual no nos mandaban más fuerzas, nosotros lo ignorábamos; por tanto, nos afligimos y también nos llenamos de temor, no fuese que de algún modo los juicios de Dios descendieran sobre nuestra tierra para nuestra caída y entera destrucción.

10

Por lo tanto, derramamos nuestras almas a Dios en oración, pidiéndole que nos fortaleciera y nos librara de las manos de nuestros enemigos, sí, y que también nos diera la fuerza para retener nuestras ciudades, nuestras tierras y nuestras posesiones para el sostén de nuestro pueblo.

11 Sí, y sucedió que el Señor nuestro Dios nos consoló con la seguridad de que nos libraría; sí, de tal modo que habló paz a nuestras almas, y nos concedió una gran fe, e hizo que en él pusiéramos la esperanza de nuestra liberación.

12 Y cobramos ánimo con nuestro pequeño refuerzo que habíamos recibido, y se hizo fija en nosotros la determinación de vencer a nuestros enemigos, y preservar nuestras tierras y posesiones, nuestras esposas y nuestros hijos, y la causa de nuestra libertad.

13 Y así avanzamos con toda nuestra fuerza contra los lamanitas que estaban en la ciudad de Manti; y plantamos nuestras tiendas por el lado del desierto que se hallaba cerca de la ciudad.

14 Y sucedió que a la mañana siguiente, cuando los lamanitas vieron que estábamos a la orilla del desierto que se hallaba cerca de la ciudad, mandaron sus espías alrededor de nosotros para descubrir el número y la fuerza de nuestro ejército.

15 Y aconteció que, cuando vieron que no éramos muy fuertes según nuestro número, y temiendo que los aisláramos de sus provisiones a menos que salieran a luchar contra nosotros y nos mataran, y suponiendo también que podrían destruirnos fácilmente con sus numerosas huestes, empezaron, por tanto, sus preparativos para salir a la batalla contra nosotros.

16 Y cuando vimos que se estaban preparando para venir contra nosotros, he aquí, hice que Gid se escondiese en el desierto con un pequeño número de hombres, y que también Teómner y un pequeño número de hombres se ocultaran en el desierto.

17 Y Gid y sus hombres estaban a la derecha, y los otros a la izquierda; y cuando se hubieron ocultado de esa manera, he aquí, yo permanecí, con el resto de mi ejército, en el mismo lugar donde primeramente habíamos plantado nuestras tiendas, para la ocasión en que los lamanitas salieran a la batalla.

18 Y aconteció que salieron los lamanitas con su numeroso ejército en contra de nosotros. Y cuando hubieron salido, y estaban a punto de caer sobre nosotros con la espada, hice que mis hombres, aquellos que estaban conmigo, retrocedieran hacia el desierto.

19 Y sucedió que los lamanitas nos persiguieron con gran rapidez, porque estaban sumamente deseosos de alcanzarnos para matarnos; por lo tanto, nos siguieron hasta el desierto; y pasamos por en medio de Gid y Teómner de tal manera que los lamanitas no los descubrieron.

20

Y aconteció que cuando hubieron pasado los lamanitas, o sea, cuando hubo pasado el ejército, Gid y Teómner salieron de donde estaban escondidos y cortaron el paso a los espías lamanitas para que no volviesen a la ciudad.

21 Y ocurrió que, habiéndolos aislado, corrieron a la ciudad y cayeron sobre los guardias que habían quedado para defender la ciudad, de tal manera que los destruyeron y ocuparon la ciudad.

22 Y se logró esto porque los lamanitas permitieron que todo su ejército, salvo unos cuantos guardias, se dejara llevar al desierto.

23 Y ocurrió que por este medio Gid y Teómner se habían apoderado de sus plazas fuertes. Y aconteció que después de haber viajado mucho por el desierto, fijamos nuestro curso hacia la tierra de Zarahemla.

24 Y cuando los lamanitas vieron que iban marchando hacia la tierra de Zarahemla, temieron en gran manera, no fuese que se tratara de un plan para llevarlos a la destrucción; por tanto, empezaron a retroceder de nuevo al desierto, sí, por el mismo camino por el que habían venido.

25 Y he aquí, llegó la noche y plantaron sus tiendas, porque los capitanes en jefe de los lamanitas habían supuesto que los nefitas estarían rendidos por motivo de su marcha; y pensando que habían perseguido a todo el ejército, ningún cuidado tenían concerniente a la ciudad de Manti.

26 Y aconteció que al caer la noche, hice que mis hombres no durmieran, sino que emprendieran la marcha por otro camino hacia la tierra de Manti.

27 Y debido a esta, nuestra marcha nocturna, he aquí, cuando amaneció nos encontrábamos más allá de los lamanitas, de manera que llegamos antes que ellos a la ciudad de Manti.

28 Y así sucedió que, por medio de esta estratagema, nos apoderamos de la ciudad de Manti sin la efusión de sangre.

29 Y aconteció que cuando los ejércitos de los lamanitas se acercaron a la ciudad, y vieron que estábamos preparados para resistirlos, se asombraron en extremo y les sobrevino un gran temor, a tal grado que huyeron al desierto.

30

Sí, y acaeció que los ejércitos de los lamanitas huyeron de toda esta parte de la tierra. Pero he aquí, se han llevado consigo a muchas mujeres y niños.

31 Y las ciudades que los lamanitas habían tomado, todas se hallan en esta ocasión en nuestro poder; y nuestros padres, y nuestras mujeres, y nuestros hijos están volviendo a sus casas, todos menos aquellos que los lamanitas han tomado presos y se han llevado.

32 Mas he aquí, nuestros ejércitos son pequeños para retener tan gran número de ciudades y tan grandes posesiones.

33 Mas he aquí, confiamos en nuestro Dios, que nos ha dado la victoria en esas tierras, a tal grado que hemos adquirido aquellas ciudades y tierras que eran nuestras.

34 Ahora bien, no sabemos el motivo por el cual el gobierno no nos concede más fuerzas; ni estos hombres que han venido a nosotros saben por qué no hemos recibido mayores fuerzas.

35 He aquí, no sabemos si habéis fracasado y os habéis llevado las fuerzas para esa parte de la tierra; si así es, no es nuestro deseo murmurar.

36 Mas si no es así, he aquí, tememos que haya alguna disensión en el gobierno, de modo que no mandan más hombres en nuestro auxilio; porque sabemos que son más numerosos que los que han enviado.

37 Mas he aquí, no importa. Confiamos en que Dios nos librará, no obstante lo débiles que estén nuestros ejércitos, sí, y nos librará de las manos de nuestros enemigos.

38 He aquí, estamos en el año veintinueve, en las postrimerías, y ocupamos nuestras tierras; y los lamanitas han huido a la tierra de Nefi.

39 Y estos hijos del pueblo de Ammón, de quienes he hablado tan favorablemente, están conmigo en la ciudad de Manti; y el Señor los ha sostenido, sí, y los ha librado de caer por la espada, a tal grado que ni uno solo de ellos ha muerto.

40

Mas he aquí, han recibido muchas heridas; no obstante, permanecen firmes en esa libertad con la que Dios los ha hecho libres; y son diligentes en acordarse del Señor su Dios de día en día; sí, se esfuerzan por obedecer sus estatutos y sus juicios y sus mandamientos continuamente; y su fe es fuerte en las profecías concernientes a lo que está por venir.

41 Y ahora bien, mi amado hermano Moroni, que el Señor nuestro Dios, que nos ha redimido y nos ha hecho libres, te conserve continuamente en su presencia; sí, y que favorezca a este pueblo, al grado de que tengáis éxito en posesionaros de todo lo que los lamanitas nos han quitado, que era para nuestro sostén. Y ahora, he aquí, concluyo mi epístola. Soy Helamán hijo de Alma.

Capítulo 59

Moroni pide a Pahorán que refuerce los ejércitos de Helamán — Los lamanitas se apoderan de la ciudad de Nefíah — Moroni se irrita contra el gobierno. Aproximadamente 62 a.C.

1

Y aconteció que en el año treinta del gobierno de los jueces sobre el pueblo de Nefi, después que Moroni hubo recibido y leído la epístola de Helamán, se regocijó en sumo grado por el bienestar, sí, el gran éxito que Helamán había tenido en apoderarse de las tierras que habían perdido.

2 Sí, y lo dio a conocer a toda su gente, en toda la tierra que rodeaba la parte donde él se hallaba, para que se regocijaran también.

3 Y sucedió que inmediatamente envió una epístola a Pahorán, solicitando que hiciera reunir hombres para fortalecer a Helamán, o sea, los ejércitos de Helamán, de modo que este pudiera fácilmente defender aquella parte del país que tan milagrosamente había logrado reconquistar.

4 Y aconteció que cuando Moroni hubo enviado esta epístola a la tierra de Zarahemla, él empezó otra vez a idear un plan para conquistar el resto de las posesiones y ciudades que los lamanitas les habían quitado.

5 Y sucedió que mientras Moroni así se estaba preparando para ir a la batalla contra los lamanitas, he aquí, el pueblo de Nefíah, que se había congregado de la ciudad de Moroni, de la ciudad de Lehi y de la ciudad de Moriantón, fue acometido por los lamanitas.

6 Sí, incluso los que habían sido obligados a huir de la tierra de Manti y de las regiones inmediatas habían llegado y se habían unido a los lamanitas en esta parte de la tierra.

7 Así que, siendo sumamente numerosos, y llegándoles refuerzos día tras día, avanzaron contra el pueblo de Nefíah, por órdenes de Ammorón, y empezaron a matarlos con extremada mortandad.

8 Y eran tan numerosos sus ejércitos, que el resto del pueblo de Nefíah se vio obligado a huir delante de ellos; y llegaron y se unieron al ejército de Moroni.

9 Ahora bien, como Moroni había supuesto que mandarían hombres a la ciudad de Nefíah para ayudar al pueblo a retener esa ciudad, y sabiendo que era más fácil impedir que la ciudad cayese en manos de los lamanitas que volvérsela a quitar, pensó que defenderían esa ciudad con facilidad.

10

Por lo tanto, retuvo todas sus tropas para preservar los sitios que había reconquistado.

11 Y ahora bien, cuando vio Moroni que se había perdido la ciudad de Nefíah, se apesadumbró en extremo y empezó a dudar, a causa de las maldades del pueblo, si no caerían en manos de sus hermanos.

12 Y así sucedió con todos sus capitanes en jefe. También dudaron y se maravillaron a causa de las maldades del pueblo; y esto por razón de los triunfos de los lamanitas sobre ellos.

13 Y sucedió que Moroni se irritó contra el gobierno a causa de su indiferencia en lo concerniente a la libertad de su país.

Capítulo 60

Moroni se queja a Pahorán de la negligencia del gobierno para con los ejércitos — El Señor permite que los justos sean muertos — Los nefitas deben usar todo su poder y medios para librarse de sus enemigos — Moroni amenaza luchar contra el gobierno a menos que se proporcione ayuda a sus ejércitos. Aproximadamente 62 a.C.

1

Y sucedió que escribió otra vez al gobernador de la tierra, que era Pahorán, y estas son las palabras que escribió, diciendo: He aquí, dirijo mi epístola a Pahorán, de la ciudad de Zarahemla, el cual es el juez superior y gobernador de la tierra, y también a todos los que este pueblo ha elegido para gobernar y dirigir los asuntos de esta guerra.

2 Porque he aquí, tengo algo que decirles por vía de reprobación; pues he aquí, vosotros mismos sabéis que se os ha nombrado para reclutar hombres y armarlos con espadas y con cimitarras, y con todo género de armas de guerra de todas clases, y enviarlos contra los lamanitas, en cualquier parte que invadiesen nuestra tierra.

3 Y he aquí, os digo que yo mismo, y también mis hombres, así como Helamán y sus hombres, hemos padecido sumamente grandes sufrimientos; sí, aun hambre, sed, fatiga y aflicciones de toda clase.

4 Mas he aquí, no murmuraríamos ni nos quejaríamos, si esto fuera todo lo que hemos padecido.

5 Mas he aquí, grande ha sido la matanza entre nuestro pueblo; sí, miles han caído por la espada, mientras que pudo haber sido diferente, si hubieseis proporcionado a nuestros ejércitos suficiente fuerza y ayuda. Sí, grande ha sido vuestra negligencia para con nosotros.

6 Y he aquí, ahora deseamos saber la causa de esta sumamente grande negligencia; sí, deseamos conocer el motivo de vuestro estado insensible.

7 ¿Creéis que podéis sentaros sobre vuestros tronos en un estado de insensible estupor, mientras vuestros enemigos están sembrando la muerte alrededor de vosotros? Sí, mientras asesinan a miles de vuestros hermanos;

8 sí, los mismos que han confiado en que les deis protección, sí, que os han colocado en posición tal que podíais haberlos ayudado, sí, podíais haberles enviado tropas para haberlos reforzado, y haber salvado a miles de ellos de caer por la espada.

9 Mas he aquí, esto no es todo; les habéis negado vuestras provisiones, a tal grado que muchos han combatido y dado sus vidas por motivo de su gran ansiedad que sentían por el bienestar de este pueblo, sí, y lo han hecho cuando estaban a punto de perecer de hambre, a causa de vuestra gran negligencia para con ellos.

10

Y ahora bien, amados hermanos míos —porque deberíais ser amados; sí, y deberíais haberos preocupado más diligentemente por el bienestar y la libertad de los de este pueblo; pero he aquí, los habéis descuidado a tal grado que la sangre de miles de ellos descenderá sobre vuestra cabeza pidiendo venganza; sí, porque conocidos le eran a Dios todos sus clamores y todos sus padecimientos—

11 he aquí, ¿os imagináis que podríais sentaros en vuestros tronos y que, debido a la inmensa bondad de Dios, vosotros podríais no hacer nada y él os libraría? He aquí, si habéis supuesto esto, lo habéis hecho en vano.

12 ¿Suponéis que, por haber sido muertos tantos de vuestros hermanos, ha sido a causa de su iniquidad? Os digo que si habéis supuesto esto, habéis supuesto en vano; porque os digo, hay muchos que han caído por la espada; y he aquí, es para vuestra condenación;

13 porque el Señor permite que los justos sean muertos para que su justicia y juicios sobrevengan a los malos. Por tanto, no debéis suponer que se pierden los justos porque los matan; mas he aquí, entran en el reposo del Señor su Dios.

14 Y he aquí, os digo que mucho temo que los castigos de Dios desciendan sobre este pueblo por razón de su extremada desidia; sí, por la desidia de nuestro gobierno y su extremada negligencia para con sus hermanos, sí, para con los que han perecido.

15 Porque si no hubiera sido por la perversidad que comenzó primeramente por los que están a la cabeza, habríamos resistido a nuestros enemigos y así no hubieran logrado poder sobre nosotros.

16 Sí, de no haber sido por la guerra que surgió entre nosotros; sí, si no hubiese sido por esos realistas que causaron tanta efusión de sangre entre nosotros mismos; sí, si cuando estábamos contendiendo entre nosotros mismos, hubiésemos unido nuestras fuerzas como previamente lo hemos hecho; sí, de no haber sido por ese anhelo de poder y autoridad que sobre nosotros tuvieron esos realistas; si hubiesen sido fieles a la causa de nuestra libertad y se hubiesen unido a nosotros y salido en contra de nuestros enemigos, en lugar de alzar sus espadas contra nosotros, que fue la causa de tanta efusión de sangre entre nosotros; sí, si hubiésemos avanzado contra ellos con la fuerza del Señor, habríamos dispersado a nuestros enemigos porque se habría efectuado según el cumplimiento de la palabra de él.

17 Mas he aquí, ahora los lamanitas vienen sobre nosotros, apoderándose de nuestras tierras y asesinando a nuestro pueblo con la espada, sí, a nuestras mujeres y a nuestros hijos, y también se los están llevando cautivos, haciéndoles padecer aflicciones de todas clases; y esto a causa de la gran perversidad de aquellos que aspiran al poder y a la autoridad, sí, esos realistas.

18 Pero, ¿por qué he de extenderme tanto concerniente a este asunto? Porque no sabemos si a lo mejor vosotros mismos estáis ambicionando la autoridad. No sabemos si a lo mejor vosotros mismos sois traidores a vuestro país.

19 ¿O es que nos habéis desatendido porque os halláis en el centro de nuestro país y estáis rodeados de seguridad, por lo que no hacéis que se nos manden alimentos, así como hombres, para fortalecer nuestros ejércitos?

20

¿Os habéis olvidado de los mandamientos del Señor vuestro Dios? Sí, ¿habéis olvidado la cautividad de nuestros padres? ¿Habéis olvidado las muchas veces que hemos sido librados de las manos de nuestros enemigos?

21 ¿O suponéis que el Señor aún nos librará mientras nosotros nos sentamos sobre nuestros tronos sin hacer uso de los medios que el Señor ha dispuesto para nosotros?

22 Sí, ¿os sentaréis ociosos mientras os rodean millares, sí, decenas de millares que también se sientan ociosos, mientras que alrededor, en las fronteras del país, millares están cayendo por la espada, sí, heridos y sangrientos?

23 ¿Os suponéis que Dios os tendrá sin culpa mientras os sentáis inertes y presenciáis estas cosas? He aquí, os digo que no. Ahora bien, quisiera que recordaseis que Dios ha dicho que lo interior del vaso se ha de limpiar primero, y entonces lo exterior se limpiará también.

24 Y a menos que os arrepintáis de lo que habéis hecho, y empecéis a ser diligentes, y nos enviéis víveres y hombres, y también a Helamán, para que él conserve las partes de nuestro país que ha reconquistado, y para que nosotros también reconquistemos el resto de nuestras posesiones en estas partes, he aquí, será conveniente que no luchemos más contra los lamanitas hasta que primero hayamos limpiado lo interior de nuestro vaso, sí, la gran cabeza de nuestro gobierno.

25 Y a menos que aceptéis mi epístola, y declaréis y me manifestéis un espíritu verdadero de libertad, y os esforcéis por fortalecer y reforzar nuestros ejércitos, y les suministréis alimentos para su manutención, he aquí, dejaré parte de mis hombres libres para preservar esta parte de nuestra tierra, y los encomendaré a la fuerza y las bendiciones de Dios, para que ningún otro poder obre contra ellos,

26 y esto por motivo de su gran fe y de su paciencia en sus tribulaciones,

27 y vendré a vosotros; y si hubiere entre vosotros quien aspirare a la libertad, sí, aun cuando quede siquiera una chispa de libertad, he aquí, instigaré insurrecciones entre vosotros hasta que aquellos que quieren usurpar el poder y la autoridad dejen de existir.

28 Sí, he aquí, no temo ni vuestro poder ni vuestra autoridad, sino es mi Dios a quien yo temo; y es de acuerdo con sus mandamientos que yo tomo mi espada para defender la causa de mi país; y es por motivo de vuestra iniquidad que hemos sufrido tantas pérdidas.

29 He aquí, ya es tiempo, sí, la hora está cerca en que, salvo que os afanéis por la defensa de vuestro país y de vuestros pequeñitos, la espada de la justicia ya se cierne sobre vosotros; sí, y caerá sobre vosotros y os visitará hasta vuestra completa destrucción.

30

He aquí, espero ayuda de vosotros; y a menos que nos suministréis auxilio, he aquí, vengo contra vosotros, sí, en la tierra de Zarahemla, y os heriré con la espada al grado de que no tendréis más poder para impedir el progreso de este pueblo en la causa de nuestra libertad.

31 Pues he aquí, el Señor no consentirá que viváis y aumentéis en vuestras iniquidades para destruir a su justo pueblo.

32 He aquí, ¿podéis suponer que el Señor os preservará a vosotros y vendrá a juicio contra los lamanitas, cuando han sido las tradiciones de sus padres lo que ha provocado su odio, sí, y lo han intensificado aquellos disidentes que se han separado de nosotros, mientras que vuestra iniquidad proviene de vuestro amor por la gloria y las vanidades del mundo?

33 Sabéis que transgredís las leyes de Dios, y sabéis que las holláis con vuestros pies. He aquí, el Señor me dice: Si los que habéis nombrado gobernadores no se arrepienten de sus pecados e iniquidades, iréis a la batalla contra ellos.

34 Y he aquí, yo, Moroni, estoy obligado, según el convenio que he hecho de obedecer los mandamientos de mi Dios; por lo tanto, quisiera que os sujetaseis a la palabra de Dios, y me enviaseis rápidamente de vuestras provisiones y de vuestros hombres, y también a Helamán.

35 Y he aquí, si no lo hacéis así, marcharé al instante hacia vosotros; porque Dios no permitirá que perezcamos de hambre; por tanto, él nos dará de vuestros alimentos, aunque tenga que ser a fuerza de espada. Mirad, pues, que cumpláis la palabra de Dios.

36 He aquí, soy Moroni, vuestro capitán en jefe. No busco poder, sino que trato de abatirlo. No busco los honores del mundo, sino la gloria de mi Dios y la libertad y el bienestar de mi país. Y así concluyo mi epístola.

Capítulo 61

Pahorán informa a Moroni de la insurrección y rebelión contra el gobierno — Los realistas se apoderan de Zarahemla y conciertan una alianza con los lamanitas — Pahorán solicita ayuda militar contra los rebeldes. Aproximadamente 62 a.C.

1

Y he aquí, aconteció que poco después que hubo enviado su epístola al gobernador del país, Moroni recibió una epístola de Pahorán, el gobernador. Y estas son las palabras que recibió:

2 Yo, Pahorán, gobernador de este país, envío estas palabras a Moroni, capitán en jefe del ejército. He aquí, Moroni, te digo que no me regocijo por vuestras grandes aflicciones, sí, ello contrista mi alma.

3 Mas he aquí, hay quienes se regocijan en vuestras aflicciones; sí, al grado de que se han sublevado contra mí, y también los de mi pueblo que son hombres libres; sí, y los que se han sublevado son sumamente numerosos.

4 Y son esos que han tratado de arrebatarme el asiento judicial los que han sido los causantes de esta gran iniquidad; porque se han valido de muchas lisonjas y han desviado el corazón de mucha gente, lo cual será la causa de grave aflicción entre nosotros; ellos han detenido nuestras provisiones, y han intimidado a nuestros hombres libres de modo que no han ido a vosotros.

5 Y he aquí, me han hecho retroceder ante ellos, y he huido a la tierra de Gedeón con cuantos hombres me ha sido posible reunir.

6 Y he aquí, he enviado una proclamación por toda esta parte de la tierra; y he aquí, se nos están uniendo diariamente a tomar las armas en defensa de su país y su libertad, y para vengar nuestros agravios.

7 Y han venido a nosotros, a tal grado que aquellos que se han alzado en rebeldía contra nosotros son desafiados; sí, al punto de que nos temen, y no se atreven a salir a la batalla contra nosotros.

8 Se han apoderado de la tierra, o sea, de la ciudad de Zarahemla; se han nombrado un rey, y este ha escrito al rey de los lamanitas, y ha concertado una alianza con él; y en esta alianza ha convenido en retener la ciudad de Zarahemla, retención que él supone hará posible que los lamanitas conquisten el resto de la tierra, y él sería nombrado rey de este pueblo, cuando los lamanitas lo hayan conquistado.

9 Ahora bien, me has censurado en tu epístola, pero no importa; no estoy enojado, antes bien, me regocijo en la grandeza de tu corazón. Yo, Pahorán, no ambiciono el poder, sino únicamente retener mi asiento judicial, a fin de conservar los derechos y la libertad de mi pueblo. Mi alma permanece firme en esa libertad en la que Dios nos ha hecho libres.

10

Y he aquí, resistiremos la iniquidad aun hasta el derramamiento de sangre. Nosotros no verteríamos la sangre de los lamanitas si permaneciesen en su propia tierra.

11 No verteríamos la sangre de nuestros hermanos, si no se alzaran en rebeldía y tomaran la espada contra nosotros.

12 Nos someteríamos al yugo de la servidumbre si lo exigiera la justicia de Dios, o si él nos mandara que lo hiciéramos.

13 Mas he aquí, él no nos manda que nos sujetemos a nuestros enemigos, sino que pongamos en él nuestra confianza, y él nos librará.

14 Por lo tanto, mi querido hermano Moroni, resistamos al mal, y el mal que no podamos resistir con nuestras palabras, sí, tal como las rebeliones y disensiones, resistámoslo con nuestras espadas para que retengamos nuestra libertad, para que nos regocijemos en el gran privilegio de nuestra iglesia y en la causa de nuestro Redentor y nuestro Dios.

15 Por lo tanto, ven a mí rápidamente con unos pocos de tus hombres, y deja el resto al mando de Lehi y de Teáncum; dales facultad para conducir la guerra en esa parte de la tierra, según el Espíritu de Dios, que también es el espíritu de libertad que está en ellos.

16 He aquí, les he enviado algunas provisiones para que no perezcan hasta que puedas venir a mí.

17 Reúne cuantas fuerzas puedas en el curso de tu marcha hacia acá, y marcharemos rápidamente contra esos disidentes, con la fuerza de nuestro Dios según la fe que hay en nosotros.

18 Y nos apoderaremos de la ciudad de Zarahemla a fin de obtener más víveres para enviar a Lehi y a Teáncum; sí, marcharemos contra ellos con la fuerza del Señor, y daremos fin a esta gran iniquidad.

19 Así pues, Moroni, me alegro de haber recibido tu epístola, porque me hallaba algo inquieto concerniente a lo que deberíamos hacer, si sería justo marchar contra nuestros hermanos.

20

Pero has dicho que a menos que se arrepientan, el Señor te ha mandado ir contra ellos.

21 Procura fortalecer a Lehi y a Teáncum en el Señor; diles que no teman porque Dios los librará, sí, y también a todos aquellos que se mantienen firmes en esa libertad con que Dios los ha hecho libres. Y ahora concluyo mi epístola a mi amado hermano Moroni.

Capítulo 62

Moroni parte para ayudar a Pahorán en la tierra de Gedeón — Se ejecuta a los realistas que se niegan a defender su país — Pahorán y Moroni se apoderan nuevamente de la ciudad de Nefíah — Muchos de los lamanitas se unen al pueblo de Ammón — Teáncum mata a Ammorón y es muerto a su vez — Los lamanitas son arrojados de la tierra, y se establece la paz — Helamán vuelve al ministerio y edifica a la Iglesia. Aproximadamente 62–57 a.C.

1

Y aconteció que cuando Moroni hubo recibido esta epístola, su corazón cobró ánimo y se llenó de un gozo sumamente grande a causa de la fidelidad de Pahorán, de que no era él también un traidor a la libertad ni a la causa de su patria.

2 Pero también se afligió en extremo por la iniquidad de los que habían desalojado a Pahorán del asiento judicial; sí, en una palabra, por motivo de aquellos que se habían sublevado contra su país y también contra su Dios.

3 Y sucedió que Moroni llevó consigo a un pequeño número de hombres, según los deseos de Pahorán, y dio a Lehi y Teáncum el mando del resto de su ejército, y emprendió su marcha hacia la tierra de Gedeón.

4 Y enarboló el estandarte de libertad en cuanto lugar entró, y reunió a cuantos refuerzos pudo en su marcha hacia la tierra de Gedeón.

5 Y sucedió que miles se congregaron en torno de su estandarte y tomaron sus espadas en defensa de su libertad para no caer en el cautiverio.

6 Y así, cuando Moroni hubo reunido a cuantos hombres pudo durante su marcha, llegó a la tierra de Gedeón; y juntando sus fuerzas con las de Pahorán, llegaron a ser sumamente fuertes, sí, más fuertes aún que los hombres de Pacus, que era el rey de aquellos disidentes que habían expulsado a los hombres libres de la tierra de Zarahemla y se habían apoderado de esa tierra.

7 Y aconteció que Moroni y Pahorán descendieron con sus ejércitos hasta la tierra de Zarahemla, y marcharon contra la ciudad, y se enfrentaron con los hombres de Pacus, de modo que salieron a la batalla.

8 Y he aquí que Pacus fue muerto y sus hombres fueron tomados prisioneros; y Pahorán fue restablecido en su asiento judicial.

9 Y a los hombres de Pacus se les hizo su juicio, según la ley, y también a esos realistas que habían sido tomados y encarcelados; y los ejecutaron según la ley; sí, todos esos hombres de Pacus y esos realistas, que más bien que tomar las armas en defensa de su país querían luchar contra él, fueron ejecutados.

10

Y así se hizo preciso que se observara estrictamente esta ley para la seguridad de su patria; sí, y a cualquiera que hallaban negando su libertad, le ejecutaban sin dilación, de acuerdo con la ley.

11 Y así concluyó el año treinta del gobierno de los jueces sobre el pueblo de Nefi; y Moroni y Pahorán habían restaurado la paz a la tierra de Zarahemla, entre su propio pueblo, habiendo impuesto la muerte a todos los que no eran fieles a la causa de la libertad.

12 Y aconteció que a principios del año treinta y uno del gobierno de los jueces sobre el pueblo de Nefi, Moroni inmediatamente hizo que se mandasen provisiones a Helamán, y que también se enviara un ejército de seis mil hombres para ayudarle a preservar aquella parte de la tierra.

13 Y también hizo que se mandara un ejército de seis mil hombres, con cantidad suficiente de víveres, a los ejércitos de Lehi y de Teáncum. Y aconteció que se hizo esto con objeto de fortificar el país contra los lamanitas.

14 Y sucedió que Moroni y Pahorán, dejando un grupo considerable de hombres en la tierra de Zarahemla, emprendieron su marcha con un ejército numeroso hacia la tierra de Nefíah, resueltos a conquistar a los lamanitas de esa ciudad.

15 Y sucedió que mientras avanzaban hacia esa tierra, capturaron a un grupo grande de lamanitas, y mataron a muchos de ellos y se apoderaron de sus provisiones y sus armas de guerra.

16 Y acaeció que después de haberlos capturado, les hicieron concertar un pacto de que no volverían a tomar sus armas de guerra contra los nefitas.

17 Y cuando hubieron hecho este pacto, los enviaron a habitar con el pueblo de Ammón; y eran como unos cuatro mil los que no habían perecido.

18 Y sucedió que cuando los hubieron enviado, continuaron su marcha hacia la tierra de Nefíah. Y aconteció que cuando hubieron llegado a la ciudad, plantaron sus tiendas en las llanuras de Nefíah, cerca de esa ciudad.

19 Y Moroni deseaba que los lamanitas salieran a la batalla contra ellos en las llanuras; pero conociendo su extraordinario valor, y viendo sus grandes multitudes, los lamanitas no se atrevieron a salir contra ellos; por tanto, no salieron a la batalla ese día.

20

Y al caer la noche, Moroni salió en la obscuridad de la noche y subió a lo alto de la muralla para espiar en qué parte de la ciudad acampaban los lamanitas con sus ejércitos.

21 Y ocurrió que se hallaban hacia el oriente, cerca de la entrada; y todos estaban dormidos. Y Moroni se volvió a su ejército e hizo que prepararan rápidamente fuertes cuerdas y escalas, para descolgarse desde lo alto de la muralla a la parte interior.

22 Y aconteció que Moroni hizo que sus hombres avanzaran y subieran a lo alto de la muralla, y se descolgaran en esa parte de la ciudad, sí, el lado occidental, donde no estaban acampados los lamanitas con sus ejércitos.

23 Y sucedió que todos se descolgaron dentro de la ciudad durante la noche, por medio de sus fuertes cuerdas y sus escalas; de modo que al amanecer, ya todos estaban dentro de los muros de la ciudad.

24 Y cuando despertaron los lamanitas y vieron que los ejércitos de Moroni estaban dentro de los muros, se atemorizaron en extremo, a tal grado que huyeron por el paso.

25 Y cuando vio Moroni que huían delante de él, hizo que sus hombres avanzaran contra ellos; y mataron a muchos, y a muchos otros los cercaron y los tomaron prisioneros; y el resto de ellos huyó a la tierra de Moroni, que se hallaba cerca de las playas del mar.

26 Y así Moroni y Pahorán se habían apoderado de la ciudad de Nefíah sin la pérdida de una sola alma; y hubo muchos de los lamanitas que fueron muertos.

27 Y aconteció que muchos de los lamanitas que eran prisioneros desearon unirse al pueblo de Ammón y ser un pueblo libre.

28 Y sucedió que a cuantos lo desearon, les fue concedido según sus deseos.

29 De modo que todos los prisioneros lamanitas se unieron al pueblo de Ammón, y empezaron a trabajar en sumo grado, labrando la tierra, cultivando toda especie de granos y criando rebaños y ganados de todas clases; y así se vieron los nefitas aliviados de un gran peso; sí, al grado de que fueron aliviados de todos los prisioneros lamanitas.

30

Y ahora bien, aconteció que después que hubo ocupado la ciudad de Nefíah —habiendo tomado muchos prisioneros, lo cual redujo apreciablemente los ejércitos de los lamanitas, y habiendo rescatado a muchos nefitas que habían sido prisioneros, cosa que reforzó considerablemente su ejército— Moroni partió de la tierra de Nefíah para la tierra de Lehi.

31 Y acaeció que cuando vieron los lamanitas que Moroni marchaba contra ellos, nuevamente se atemorizaron y huyeron ante el ejército de Moroni.

32 Y sucedió que Moroni y su ejército los persiguieron de ciudad en ciudad, hasta que se encontraron con Lehi y Teáncum; y los lamanitas huyeron de Lehi y Teáncum por las tierras cerca de las orillas del mar, hasta que llegaron a la tierra de Moroni.

33 Y los ejércitos de los lamanitas se habían reunido todos, de modo que se hallaban en un solo grupo en la tierra de Moroni; y Ammorón, el rey de los lamanitas, estaba también con ellos.

34 Y aconteció que Moroni y Lehi y Teáncum acamparon con sus ejércitos en los alrededores de las fronteras de la tierra de Moroni, de modo que los lamanitas quedaron rodeados en la frontera por el desierto al sur, y en la frontera por el desierto al este.

35 Y así acamparon durante la noche. Pues he aquí, los nefitas, y los lamanitas también, se hallaban fatigados por motivo de la extensa marcha; por tanto, no intentaron ninguna estratagema durante la noche, excepto Teáncum; porque estaba irritado en extremo en contra de Ammorón, al punto de que él consideraba que Ammorón y su hermano Amalickíah habían sido la causa de aquella grande y larga guerra entre ellos y los lamanitas, la cual había sido el motivo de tantas batallas y efusión de sangre, sí, y de tanta hambre.

36 Y sucedió que Teáncum, en su ira, entró en el campo de los lamanitas, y se descolgó de las murallas de la ciudad. Y fue de sitio en sitio, con una cuerda, de modo que halló al rey; y le arrojó una jabalina que lo hirió cerca del corazón. Pero he aquí, el rey despertó a sus siervos antes de morir, por lo que persiguieron a Teáncum y lo mataron.

37 Y sucedió que cuando Lehi y Moroni supieron que Teáncum había muerto, se afligieron en extremo; porque he aquí, había sido un hombre que había luchado valerosamente por su patria, sí, un verdadero amigo de la libertad; y había padecido muchísimas aflicciones sumamente graves. Mas he aquí, había muerto, y había seguido el camino de toda la tierra.

38 Y ocurrió que a la mañana siguiente, Moroni avanzó y cayó sobre los lamanitas, a tal grado que los hirieron con gran estrago; y los arrojaron de la tierra; y los lamanitas huyeron, así que no volvieron contra los nefitas en esa época.

39 Y así llegó a su fin el año treinta y uno del gobierno de los jueces sobre el pueblo de Nefi; y así habían tenido guerras, y efusión de sangre, y hambre, y aflicción por el espacio de muchos años.

40

Y había habido asesinatos, y contenciones, y disensiones, y toda clase de iniquidades entre el pueblo de Nefi; no obstante, por el bien de los justos, sí, a causa de las oraciones de los justos, fueron preservados.

41 Mas he aquí, por motivo de la sumamente larga continuación de la guerra entre los nefitas y los lamanitas, muchos se habían vuelto insensibles por motivo de la extremadamente larga duración de la guerra; y muchos se ablandaron a causa de sus aflicciones, al grado de que se humillaron delante de Dios con la más profunda humildad.

42 Y ocurrió que después que hubo fortificado aquellas partes de la tierra que más expuestas estaban a los lamanitas, hasta que quedaron suficientemente fuertes, Moroni volvió a la ciudad de Zarahemla; y Helamán también se volvió al lugar de su herencia; y nuevamente quedó establecida la paz entre el pueblo de Nefi.

43 Y Moroni entregó el mando de sus ejércitos a su hijo, cuyo nombre era Moroníah; y se retiró a su propia casa a fin de pasar el resto de sus días en paz.

44 Y Pahorán volvió a su asiento judicial; y Helamán emprendió otra vez la predicación de la palabra de Dios al pueblo; pues por causa de tantas guerras y contenciones, se había hecho necesario que de nuevo se hiciera una reglamentación en la iglesia.

45 Por tanto, Helamán y sus hermanos salieron y declararon la palabra de Dios con mucho poder, convenciendo a mucha gente de sus iniquidades, lo que los hizo arrepentirse de sus pecados y ser bautizados para el Señor su Dios.

46 Y ocurrió que otra vez establecieron la iglesia de Dios por toda la tierra.

47 Sí, y se establecieron reglamentos concernientes a la ley; y fueron elegidos sus jueces y jueces superiores.

48 Y el pueblo de Nefi una vez más empezó a prosperar en la tierra, y de nuevo comenzó a multiplicarse y a hacerse sumamente fuerte en la tierra. Y comenzaron a hacerse muy ricos.

49 Mas no obstante sus riquezas, su poder y su prosperidad, no se ensalzaron en el orgullo de sus ojos, ni fueron lentos en acordarse del Señor su Dios, sino que se humillaron profundamente delante de él.

50

Sí, recordaban cuán grandes cosas había hecho el Señor por ellos: cómo los había librado de la muerte, y del cautiverio, y de cárceles, y de todo género de aflicciones, y los había rescatado de las manos de sus enemigos.

51 Y oraban al Señor su Dios continuamente, al grado de que él los bendijo de acuerdo con su palabra, de modo que se hicieron fuertes y prosperaron en la tierra.

52 Y sucedió que se hicieron todas estas cosas. Y murió Helamán en el año treinta y cinco del gobierno de los jueces sobre el pueblo de Nefi.

Capítulo 63

Shiblón y, después de él, Helamán se hacen cargo de los anales sagrados — Muchos nefitas viajan a la tierra del norte — Hagot construye barcos que navegan en el mar del oeste — Moroníah vence a los lamanitas en una batalla. Aproximadamente 56–52 a.C.

1

Y ocurrió que a principios del año treinta y seis del gobierno de los jueces sobre el pueblo de Nefi, Shiblón se hizo cargo de los sagrados objetos que Alma había entregado a Helamán.

2 Y Shiblón era un hombre justo; y anduvo rectamente ante Dios, y procuró hacer el bien continuamente, y guardar los mandamientos del Señor su Dios; y su hermano también lo hizo.

3 Y sucedió que murió Moroni también; y así concluyó el año treinta y seis del gobierno de los jueces.

4 Y aconteció que en el año treinta y siete del gobierno de los jueces, hubo una compañía numerosa de hombres, sí, la cantidad de cinco mil cuatrocientos hombres, con sus esposas y sus hijos, que salieron de la tierra de Zarahemla para la tierra que se hallaba al norte.

5 Y acaeció que Hagot, siendo un hombre de extraordinaria curiosidad, fue, por tanto, y construyó un barco sumamente grande en los confines de la tierra de Abundancia, cerca de la tierra de Desolación, y lo echó a la mar del oeste, cerca de la estrecha lengua de tierra que conducía a la tierra del norte.

6 Y he aquí, entraron en él muchos de los nefitas y se hicieron a la mar con muchas provisiones, y también muchas mujeres y niños; y se dirigieron hacia el norte. Y así concluyó el año treinta y siete.

7 Y en el año treinta y ocho, este hombre construyó otros barcos. Y el primer barco también volvió, y muchos otros entraron en él; y también llevaron consigo gran cantidad de provisiones, y partieron otra vez hacia la tierra del norte.

8 Y acaeció que nunca más se volvió a saber de ellos; y suponemos que se ahogaron en las profundidades del mar. Y sucedió que otro barco también se hizo a la vela; y adónde fue no lo sabemos.

9 Y sucedió que en este año hubo mucha gente que salió hacia la tierra del norte; y así concluyó el año treinta y ocho.

10

Y aconteció que en el año treinta y nueve del gobierno de los jueces, también murió Shiblón; y Coriantón había partido para la tierra del norte en un barco, para llevar provisiones a la gente que había ido a aquella tierra.

11 Por tanto, fue menester que Shiblón entregara, antes de morir, aquellos objetos sagrados al hijo de Helamán, que también se llamaba Helamán, habiéndosele dado el nombre de su padre.

12 Y he aquí, todos aquellos grabados que se hallaban en manos de Helamán se escribieron y se enviaron entre los hijos de los hombres por toda la tierra, con excepción de aquellas partes que Alma había mandado que no se enviaran.

13 No obstante, aquellas cosas debían guardarse sagradas, y transmitirse de una generación a otra; por tanto, se habían entregado en este año a Helamán, antes de la muerte de Shiblón.

14 Y también ocurrió que en este año hubo algunos disidentes que se habían unido a los lamanitas; y de nuevo fueron provocados a la ira contra los nefitas.

15 Y también en este mismo año llegaron con un ejército numeroso para la guerra contra el pueblo de Moroníah, o sea, el ejército de Moroníah, en la cual fueron vencidos y arrojados otra vez a sus propias tierras, sufriendo grandes pérdidas.

16 Y así terminó el año treinta y nueve del gobierno de los jueces sobre el pueblo de Nefi.

17 Y así concluyó la narración de Alma y de Helamán, su hijo, y también de Shiblón, que era hijo de Alma.

El Libro de Helamán

Un relato de los nefitas. Sus guerras, contiendas y disensiones. También las profecías de muchos santos profetas, antes de la venida de Cristo, según los anales de Helamán, que era hijo de Helamán, y también según los anales de sus hijos, hasta la venida de Cristo. Además, se convierten muchos lamanitas. Un relato de la conversión de estos. Un relato de la rectitud de los lamanitas y de las iniquidades y las abominaciones de los nefitas, según los anales de Helamán y de sus hijos, hasta la venida de Cristo, relato que se llama el Libro de Helamán.

Capítulo 1

Pahorán, hijo, llega a ser el juez superior y es asesinado por Kishkumen — Pacumeni ocupa el asiento judicial — Coriántumr dirige los ejércitos lamanitas, se apodera de Zarahemla y mata a Pacumeni — Moroníah derrota a los lamanitas y se vuelve a apoderar de Zarahemla; Coriántumr es muerto. Aproximadamente 52–50 a.C.

1

Y he aquí, aconteció que al principiar el año cuarenta del gobierno de los jueces sobre el pueblo de Nefi, empezó a surgir una grave dificultad entre el pueblo nefita.

2 Porque he aquí, Pahorán había muerto, y había seguido el camino de toda la tierra; por tanto, comenzó a haber una grave contención concerniente a cuál de los hermanos, que eran hijos de Pahorán, iba a ocupar el asiento judicial.

3 Y estos son los nombres de los que se disputaban el asiento judicial, quienes también causaron la contención entre el pueblo: Pahorán, Paanqui y Pacumeni.

4 Ahora bien, estos no eran todos los hijos de Pahorán, porque tenía muchos, sino que eran los que se disputaban el asiento judicial; por tanto, ocasionaron tres divisiones entre el pueblo.

5 Sucedió, sin embargo, que la voz del pueblo eligió a Pahorán para ser juez superior y gobernador del pueblo de Nefi.

6 Y sucedió que cuando Pacumeni vio que no podía obtener el asiento judicial, se unió a la voz del pueblo.

7 Pero he aquí, Paanqui y aquellos del pueblo que querían que él los gobernara, se enojaron en extremo; por tanto, estaba a punto de incitarlos a que se sublevaran contra sus hermanos.

8 Y aconteció que cuando estaba para hacer esto, he aquí, lo apresaron y lo juzgaron según la voz del pueblo, y fue condenado a muerte, porque se había rebelado y había intentado destruir la libertad del pueblo.

9 Mas cuando aquellos que querían que él fuese su gobernador vieron que había sido condenado a muerte, se enojaron; y he aquí, enviaron a un tal Kishkumen al asiento judicial de Pahorán, el cual asesinó a Pahorán mientras ocupaba el asiento judicial.

10

Y los siervos de Pahorán lo persiguieron; pero he aquí, fue tan rápida la fuga de Kishkumen, que nadie pudo alcanzarlo.

11 Y volvió a aquellos que lo habían enviado, y todos hicieron pacto, jurando por su eterno Hacedor, que no dirían a nadie que Kishkumen había asesinado a Pahorán.

12 Por lo tanto, Kishkumen no fue reconocido entre el pueblo de Nefi, porque se hallaba disfrazado en la ocasión en que asesinó a Pahorán. Y Kishkumen y los de su banda, que habían hecho pacto con él, se mezclaron entre el pueblo de tal manera que no pudieron descubrirlos a todos; pero a cuantos hallaron, los condenaron a muerte.

13 Y he aquí, de acuerdo con la voz del pueblo, nombraron a Pacumeni para que fuera juez superior y gobernador del pueblo, para regir en lugar de su hermano Pahorán; y fue según su derecho. Y todo esto ocurrió en el año cuarenta del gobierno de los jueces; y llegó a su fin.

14 Y acaeció que en el año cuarenta y uno del gobierno de los jueces, los lamanitas juntaron un ejército innumerable, y lo armaron con espadas, y con cimitarras, y con arcos, y flechas, y cascos, y con petos, y con toda especie de escudos de varias clases.

15 Y llegaron otra vez para trabar la batalla con los nefitas; y los guiaba un hombre que se llamaba Coriántumr, y era descendiente de Zarahemla; y era un disidente de entre los nefitas, y un hombre fuerte y de grande estatura.

16 Por lo que, el rey de los lamanitas, cuyo nombre era Tubalot hijo de Ammorón, suponiendo que Coriántumr, por ser tan poderoso, podría hacer frente a los nefitas con su fuerza y gran sabiduría, al grado de que con mandarlo sometería a los nefitas,

17 incitó, por tanto, a los lamanitas a la ira, y reunió a sus ejércitos, y les nombró a Coriántumr para que fuera su caudillo, y les mandó que emprendieran la marcha hacia la tierra de Zarahemla para luchar contra los nefitas.

18 Y sucedió que por razón de tanta contención y tanta dificultad en el gobierno, no habían conservado guardias suficientes en la tierra de Zarahemla; porque no se habían supuesto que los lamanitas se atreverían a invadir el centro de sus tierras para atacar la gran ciudad de Zarahemla.

19 Pero sucedió que Coriántumr marchó al frente de su numerosa hueste, y cayó sobre los habitantes de la ciudad; y su marcha fue tan sumamente rápida, que no hubo tiempo para que los nefitas reunieran sus ejércitos.

20

Por lo tanto, Coriántumr mató a los guardias que estaban a la entrada de la ciudad, y con todo su ejército entró en ella, y mataron a cuantos los resistían, a tal grado que tomaron toda la ciudad.

21 Y sucedió que Pacumeni, que era el juez superior, huyó delante de Coriántumr hasta los muros de la ciudad. Y aconteció que Coriántumr lo hirió contra la muralla de tal modo que murió; y así llegaron a su fin los días de Pacumeni.

22 Y ahora bien, cuando Coriántumr vio que tenía en su poder la ciudad de Zarahemla, y vio que los nefitas habían huido delante de ellos, y que los habían matado, y que los habían encerrado en prisiones, y que él se había apoderado de la plaza más fuerte de toda esa tierra, cobró ánimo su corazón al grado de que se dispuso a avanzar contra toda la tierra.

23 Así que no se detuvo en la tierra de Zarahemla, sino que emprendió la marcha con un ejército grande hacia la ciudad de Abundancia; pues tenía la determinación de avanzar y abrirse paso con la espada para apoderarse de las partes de la tierra hacia el norte.

24 Y creyendo que las fuerzas principales de los nefitas se encontraban en el centro de la tierra, marchó adelante sin darles tiempo para reunirse, sino en pequeños grupos; y de esta manera se lanzaban sobre ellos y los hacían caer a tierra.

25 Pero he aquí que esta marcha de Coriántumr por el centro de sus tierras dio a Moroníah una gran ventaja, a pesar de la magnitud del número de nefitas que habían perecido.

26 Pues he aquí, Moroníah no había supuesto que los lamanitas se atreverían a invadir el centro de la tierra, sino que asaltarían las ciudades fronterizas como lo habían hecho hasta entonces; por tanto, Moroníah había hecho que sus ejércitos fuertes protegieran aquellas partes cerca de las fronteras.

27 Mas he aquí, los lamanitas no se habían atemorizado, como él quería, sino que habían entrado en el centro de la tierra y se habían apoderado de la capital, que era la ciudad de Zarahemla; y marchaban por las partes principales de la tierra, matando al pueblo con gran mortandad, tanto hombres, como mujeres y niños, apoderándose de muchas ciudades y de muchas plazas fuertes.

28 Pero cuando Moroníah se dio cuenta de esto, envió inmediatamente a Lehi con un ejército para que los atajara antes que llegaran a la tierra de Abundancia.

29 Y así lo hizo; y los atajó antes que llegaran a la tierra de Abundancia, y les dio la batalla, de modo que empezaron a retroceder hacia la tierra de Zarahemla.

30

Y sucedió que Moroníah los atajó en su retirada y los combatió, de modo que se tornó en una batalla muy sangrienta; sí, perecieron muchos, y entre el número de los que murieron también fue hallado Coriántumr.

31 Y he aquí, los lamanitas no podían retroceder, ni por el norte, ni por el sur, ni por el este, ni por el oeste, porque los nefitas los tenían rodeados por todas partes.

32 Y así Coriántumr había precipitado a los lamanitas en medio de los nefitas, a tal grado que estaban en su poder; y él mismo pereció, y los lamanitas se rindieron en manos de los nefitas.

33 Y ocurrió que Moroníah se apoderó nuevamente de la ciudad de Zarahemla, e hizo que los prisioneros lamanitas abandonaran el país en paz.

34 Y así concluyó el año cuarenta y uno del gobierno de los jueces.

Capítulo 2

Helamán hijo de Helamán, llega a ser juez superior — Gadiantón dirige la banda de Kishkumen — Un siervo de Helamán mata a Kishkumen y la banda de Gadiantón huye al desierto. Aproximadamente 50–49 a.C.

1

Y aconteció que en el año cuarenta y dos del gobierno de los jueces, después que Moroníah hubo restablecido la paz entre los nefitas y los lamanitas, he aquí que no había quien ocupase el asiento judicial; por tanto, empezó a haber de nuevo una contención entre el pueblo concerniente a quién debía ocupar el puesto.

2 Y ocurrió que la voz del pueblo eligió a Helamán hijo de Helamán, para ocupar el asiento judicial.

3 Mas he aquí, Kishkumen, que había asesinado a Pahorán, se puso al acecho para destruir también a Helamán; y lo apoyaron los de su banda, quienes habían concertado un pacto para que nadie supiera de su iniquidad.

4 Porque había un tal Gadiantón, el cual era sumamente experto en muchas palabras, y también en su sutileza para llevar a cabo la obra secreta de asesinato y robo; por tanto, llegó a ser jefe de la banda de Kishkumen.

5 De manera que los lisonjeó, así como a Kishkumen, diciéndoles que si lo colocaban en el asiento judicial, concedería que los que pertenecían a su banda fuesen colocados en puestos de poder y autoridad entre el pueblo; por tanto, Kishkumen procuró destruir a Helamán.

6 Y sucedió que mientras se dirigía hacia el asiento judicial para destruir a Helamán, he aquí, uno de los siervos de Helamán, que había ido de noche y había logrado, usando un disfraz, un conocimiento de los planes que había urdido esta banda para destruir a Helamán,

7 aconteció que al encontrar a Kishkumen, le dio una señal; por lo que este le divulgó el objeto de su pretensión, suplicándole que lo condujera al asiento judicial para asesinar a Helamán.

8 Y cuando el siervo de Helamán se enteró de todo lo que había en el corazón de Kishkumen, y que su intención era asesinar, y que también el objeto de los que pertenecían a su banda era matar, y robar, y obtener poder (y este era su secreto plan y su combinación), el siervo de Helamán le dijo a Kishkumen: Vamos al asiento judicial.

9 Y esto agradó extremadamente a Kishkumen, pues pensó que iba a poder cumplir su designio; pero he aquí, mientras se dirigían al asiento judicial, el siervo de Helamán apuñaló a Kishkumen en el corazón, de manera que cayó muerto sin un solo gemido. Corrió entonces el siervo y le comunicó a Helamán todo lo que había visto, y oído, y hecho.

10

Y aconteció que Helamán mandó aprehender a esa banda de ladrones y asesinos secretos, a fin de ejecutarlos según la ley.

11 Mas he aquí, cuando Gadiantón se enteró de que Kishkumen no volvía, temió ser destruido; por lo tanto, hizo que su banda lo siguiera. Y huyeron de la tierra, por un camino secreto, al desierto; de modo que cuando Helamán los mandó aprehender, no pudieron hallarlos en ninguna parte.

12 Y en adelante se dirá más de este Gadiantón; y de este modo concluyó el año cuarenta y dos del gobierno de los jueces sobre el pueblo de Nefi.

13 Y he aquí, a la conclusión de este libro veréis que este Gadiantón probó ser la ruina, sí, casi la completa destrucción del pueblo de Nefi.

14 He aquí, no me refiero al fin del libro de Helamán, sino al fin del libro de Nefi, del cual he tomado toda la relación que he escrito.

Capítulo 3

Muchos nefitas emigran a la tierra del norte — Construyen casas de cemento y llevan muchos anales — Decenas de miles de personas se convierten y son bautizadas — La palabra de Dios conduce a los hombres a la salvación — Nefi hijo de Helamán, ocupa el asiento judicial. Aproximadamente 49–39 a.C.

1

Y aconteció que en el año cuarenta y tres del gobierno de los jueces, no hubo contenciones entre el pueblo de Nefi, aparte de un poco de orgullo que se manifestó en la iglesia, lo que causó unas leves disensiones entre la gente, las cuales quedaron resueltas hacia fines del año cuarenta y tres.

2 Y no hubo contención entre la gente durante el año cuarenta y cuatro; ni hubo mucha contención en el año cuarenta y cinco.

3 Y ocurrió que en el año cuarenta y seis, sí, hubo mucha contención y muchas disensiones, por las cuales hubo muchísimos que salieron de la tierra de Zarahemla, y se dirigieron a la tierra del norte, para heredar la tierra.

4 Y viajaron una inmensa distancia, a tal grado que llegaron a grandes extensiones de aguas y muchos ríos.

5 Sí, y se esparcieron por todas partes de aquella tierra, por todos los parajes que no habían quedado desolados y sin madera, por motivo de los numerosos habitantes que habían heredado la tierra previamente.

6 Y no había parte del país que estuviese desolada, salvo por falta de madera; pero a causa de la inmensidad de la destrucción del pueblo que antes había habitado la tierra, la llamaron desolada.

7 Y no había sino muy poca madera sobre la superficie de la tierra, por lo que la gente que fue allá se volvió sumamente experta en obras de cemento; por tanto, construyeron casas de cemento en las cuales habitaron.

8 Y sucedió que se multiplicaron y se extendieron, y salieron de la tierra del sur para la tierra del norte, y se diseminaron a tal grado que empezaron a cubrir la superficie de toda esa tierra, desde el mar del sur hasta el mar del norte, y desde el mar del oeste hasta el mar del este.

9 Y los que se hallaban en la tierra del norte vivían en tiendas y en casas de cemento, y dejaban crecer cuanto árbol brotara de la faz de la tierra, para que en lo sucesivo tuvieran madera para construir sus casas, sí, sus ciudades, y sus templos, y sus sinagogas, y sus santuarios, y toda clase de edificios.

10

Y aconteció que por estar tan sumamente escasa la madera en la tierra del norte, enviaban mucha por medio de embarcaciones.

11 Y así habilitaron a la gente de la tierra del norte para que edificasen muchas ciudades, tanto de madera como de cemento.

12 Y aconteció que muchos que eran del pueblo de Ammón, que eran lamanitas de nacimiento, partieron también para esa tierra.

13 Y hay muchos anales de los hechos de este pueblo, conservados por muchos de los de este pueblo, anales particulares y muy extensos concernientes a ellos.

14 Mas he aquí, no puede incluirse en esta obra la centésima parte de los hechos de este pueblo, sí, la historia de los lamanitas y de los nefitas, y sus guerras, y contiendas, y disensiones, y sus predicaciones, y sus profecías, y sus embarcaciones y construcción de barcos, y su edificación de templos, y de sinagogas, y de sus santuarios; y su rectitud, y sus iniquidades, y sus asesinatos, y sus robos, y sus pillajes, y todo género de abominaciones y fornicaciones.

15 Pero he aquí, hay muchos libros y muchos anales de todas clases; y los han llevado mayormente los nefitas.

16 Y los nefitas los han transmitido de una generación a otra, sí, hasta que han caído en transgresión y han sido asesinados, robados y perseguidos, y echados, y muertos, y esparcidos sobre la superficie de la tierra, y se han mezclado con los lamanitas hasta dejar de llamarse nefitas, volviéndose inicuos, y salvajes, y feroces, sí, hasta convertirse en lamanitas.

17 Y vuelvo ahora a mi narración; por tanto, lo que he referido había sucedido después de haber habido grandes contiendas, y alborotos, y guerras, y disensiones entre el pueblo de Nefi.

18 Y concluyó el año cuarenta y seis del gobierno de los jueces.

19 Y aconteció que hubo todavía gran contención en la tierra durante el año cuarenta y siete, sí, y también en el año cuarenta y ocho.

20

No obstante, Helamán ocupó el asiento judicial con justicia y equidad; sí, se esforzó por observar los estatutos, y los juicios, y los mandamientos de Dios; e hizo lo que era recto a la vista de Dios continuamente; y anduvo en las vías de su padre, de tal modo que prosperó en la tierra.

21 Y ocurrió que tuvo dos hijos. Al mayor dio el nombre de Nefi, y al menor el nombre de Lehi. Y empezaron a crecer en el Señor.

22 Y aconteció que hacia fines del año cuarenta y ocho del gobierno de los jueces sobre el pueblo de Nefi, empezaron a cesar, en grado pequeño, las guerras y contiendas entre el pueblo de los nefitas.

23 Y sucedió que en el año cuarenta y nueve del gobierno de los jueces se estableció una paz continua en la tierra, todo menos las combinaciones secretas que Gadiantón, el ladrón, había establecido en las partes más pobladas de la tierra, combinaciones que en aquel tiempo no eran del conocimiento de aquellos que estaban a la cabeza del gobierno; por tanto, no fueron destruidas.

24 Y ocurrió que en este mismo año hubo una prosperidad sumamente grande en la iglesia, de tal modo que miles se unieron a la iglesia y fueron bautizados para arrepentimiento.

25 Y tan grande fue la prosperidad de la iglesia, y tantas las bendiciones que se derramaron sobre el pueblo, que aun los propios sumos sacerdotes y maestros se maravillaron en extremo.

26 Y aconteció que la obra del Señor prosperó, a tal grado que se bautizaron muchas almas e ingresaron a la iglesia de Dios, sí, hasta decenas de miles.

27 Así vemos que el Señor es misericordioso para con todos aquellos que, con la sinceridad de su corazón, quieran invocar su santo nombre.

28 Sí, así vemos que la puerta del cielo está abierta para todos, sí, para todos los que quieran creer en el nombre de Jesucristo, que es el Hijo de Dios.

29 Sí, vemos que todo aquel que quiera, puede asirse a la palabra de Dios, que es viva y poderosa, que partirá por medio toda la astucia, los lazos y las artimañas del diablo, y guiará al hombre de Cristo por un camino estrecho y angosto, a través de ese eterno abismo de miseria que se ha dispuesto para hundir a los inicuos,

30

y depositará su alma, sí, su alma inmortal, a la diestra de Dios en el reino de los cielos, para sentarse con Abraham, con Isaac, y con Jacob, y con todos nuestros santos padres, para no salir más.

31 Y en este año hubo gozo continuo en la tierra de Zarahemla, y en todas las regiones circunvecinas, sí, en toda la tierra que poseían los nefitas.

32 Y aconteció que hubo paz y un gozo inmenso durante el resto del año cuarenta y nueve; sí, y también hubo continua paz y gran gozo en el año cincuenta del gobierno de los jueces.

33 Y en el año cincuenta y uno del gobierno de los jueces también hubo paz, con excepción del orgullo que empezó a insinuarse en la iglesia; no dentro de la iglesia de Dios, sino en el corazón de aquellos que profesaban pertenecer a ella.

34 Y se ensalzaron en el orgullo, al grado de perseguir a muchos de sus hermanos. Y esta fue una iniquidad muy grande que hizo que la parte más humilde del pueblo sufriera grandes persecuciones y pasara muchas aflicciones.

35 No obstante, ayunaron y oraron frecuentemente, y se volvieron más y más fuertes en su humildad, y más y más firmes en la fe de Cristo, hasta henchir sus almas de gozo y de consolación; sí, hasta la purificación y santificación de sus corazones, santificación que viene de entregar el corazón a Dios.

36 Y sucedió que el año cincuenta y dos también concluyó en paz, salvo el desmedidamente grande orgullo que había entrado en el corazón del pueblo; y fue por motivo de sus grandes riquezas y su prosperidad en la tierra; y aumentaba en ellos día tras día.

37 Y aconteció que Helamán murió en el año cincuenta y tres del gobierno de los jueces; y Nefi, su hijo mayor, empezó a gobernar en su lugar. Y ocurrió que ocupó el asiento judicial con justicia y equidad; sí, guardó los mandamientos de Dios y anduvo en las vías de su padre.

Capítulo 4

Los disidentes nefitas y los lamanitas unen sus fuerzas y se apoderan de la tierra de Zarahemla — Las derrotas les sobrevienen a los nefitas por motivo de su maldad — La Iglesia decae, y el pueblo se vuelve débil, igual que los lamanitas. Aproximadamente 38–30 a.C.

1

Y sucedió que en el año cincuenta y cuatro hubo muchas disensiones en la iglesia, y también hubo una contienda entre el pueblo, al grado de que se derramó mucha sangre.

2 Y los rebeldes fueron muertos y echados de la tierra, y se fueron al rey de los lamanitas.

3 Y aconteció que trataron de incitar a los lamanitas a la guerra contra los nefitas; mas he aquí, los lamanitas temían en extremo, a tal grado que no quisieron escuchar las palabras de aquellos disidentes.

4 Pero acaeció que en el año cincuenta y seis del gobierno de los jueces, hubo disidentes que se pasaron de los nefitas a los lamanitas; y junto con los otros lograron provocarlos a la ira contra los nefitas; y todo aquel año se estuvieron preparando para la guerra.

5 Y en el año cincuenta y siete fueron a la batalla contra los nefitas, y dieron principio a la obra de muerte; sí, al grado de que en el año cincuenta y ocho del gobierno de los jueces lograron apoderarse de la tierra de Zarahemla; sí, y también de todas las tierras, hasta la que se encontraba cerca de la tierra de Abundancia.

6 Y los nefitas y los ejércitos de Moroníah fueron rechazados hasta la tierra de Abundancia.

7 Y allí se fortificaron contra los lamanitas desde el mar del oeste hasta el este; y esta línea que habían fortificado, y en la cual habían apostado sus tropas para defender su país del norte, era una jornada de un día para un nefita.

8 Y así fue como esos disidentes nefitas, con la ayuda de un numeroso ejército lamanita, se habían apoderado de todas las posesiones de los nefitas que se hallaban en la tierra del sur; y todo esto aconteció en los años cincuenta y ocho y cincuenta y nueve del gobierno de los jueces.

9 Y sucedió que en el año sesenta del gobierno de los jueces, Moroníah y sus ejércitos lograron ocupar muchas partes del país; sí, reconquistaron muchas ciudades que habían caído en manos de los lamanitas.

10

Y aconteció que en el año sesenta y uno del gobierno de los jueces, lograron recuperar hasta la mitad de sus posesiones.

11 Ahora bien, ni estas grandes pérdidas para los nefitas ni la terrible mortandad que hubo entre ellos habrían acontecido, de no haber sido por su maldad y su abominación que había entre ellos; sí, y se hallaba también entre aquellos que profesaban pertenecer a la iglesia de Dios.

12 Y fue por el orgullo de sus corazones, por razón de sus inmensas riquezas, sí, fue a causa de haber oprimido a los pobres, negando su alimento a los que tenían hambre, y sus vestidos a los que estaban desnudos, e hiriendo a sus humildes hermanos en sus mejillas, burlándose de lo que era sagrado, negando el espíritu de profecía y de revelación, asesinando, robando, mintiendo, hurtando, cometiendo adulterio, levantándose en grandes contiendas y desertando y yéndose a la tierra de Nefi, entre los lamanitas.

13 Y a causa de su gran perversidad y su jactancia de su propio poder, fueron abandonados a su propia fuerza; de modo que no prosperaron, sino que los lamanitas los afligieron, e hirieron, y echaron delante de ellos, hasta que los nefitas habían perdido la posesión de casi todas sus tierras.

14 Pero he aquí, Moroníah predicó muchas cosas al pueblo por motivo de su iniquidad, y también Nefi y Lehi, que eran los hijos de Helamán, predicaron muchas cosas a los del pueblo, sí, y les profetizaron muchas cosas concernientes a sus iniquidades, y lo que les sobrevendría si no se arrepentían de sus pecados.

15 Y sucedió que se arrepintieron; y a medida que se arrepentían, comenzaban a prosperar.

16 Porque cuando vio Moroníah que se arrepintieron, se aventuró a conducirlos de un lugar a otro, y de ciudad en ciudad, hasta que lograron recuperar la mitad de todas sus propiedades y la mitad de todas sus tierras.

17 Y así concluyó el año sesenta y uno del gobierno de los jueces.

18 Y aconteció que en el año sesenta y dos del gobierno de los jueces, Moroníah no pudo recuperar más posesiones de los lamanitas.

19 De manera que abandonaron su proyecto de reconquistar el resto de sus tierras, porque tan numerosos eran los lamanitas, que les fue imposible a los nefitas sobrepujarlos; por lo que Moroníah puso a todos sus ejércitos a defender aquellas partes que él había tomado.

20

Y sucedió, por motivo de la magnitud del número de los lamanitas, que los nefitas temieron en gran manera, no fuese que los vencieran, y fueran hollados, y muertos y destruidos.

21 Sí, empezaron a recordar las profecías de Alma, y también las palabras de Mosíah; y vieron que habían sido una gente dura de cerviz, y que habían despreciado los mandamientos de Dios;

22 y que habían alterado y hollado con los pies las leyes de Mosíah, o sea, aquello que el Señor le mandó que diera al pueblo; y vieron que se habían corrompido sus leyes, y que ellos se habían vuelto un pueblo inicuo, a tal grado que eran inicuos a semejanza de los lamanitas.

23 Y por motivo de su iniquidad, la iglesia había empezado a decaer; y comenzaron a dejar de creer en el espíritu de profecía y en el espíritu de revelación; y los juicios de Dios se cernían sobre ellos.

24 Y vieron que se habían vuelto débiles como sus hermanos los lamanitas, y que el Espíritu del Señor no los preservaba más; sí, se había apartado de ellos, porque el Espíritu del Señor no habita en templos impuros;

25 por lo tanto, el Señor cesó de preservarlos por su milagroso e incomparable poder, porque habían caído en un estado de incredulidad y terrible iniquidad; y vieron que los lamanitas eran sumamente más numerosos que ellos, y que a menos que se allegaran al Señor su Dios, tendrían que perecer inevitablemente.

26 Pues he aquí, vieron que la fuerza de los lamanitas era tan grande como la suya propia, hombre por hombre. Y de este modo habían caído en esta gran transgresión; sí, de esta manera se habían vuelto débiles, a causa de su transgresión, en el término de no muchos años.

Capítulo 5

Nefi y Lehi se dedican a predicar — Sus nombres los inducen a regir sus vidas conforme al modelo de sus antepasados — Cristo redime a aquellos que se arrepienten — Nefi y Lehi logran convertir a muchos, son encarcelados y son envueltos como por fuego — Una nube de obscuridad cubre a trescientas personas — Tiembla la tierra, y una voz manda a los hombres que se arrepientan — Nefi y Lehi conversan con ángeles, y los de la multitud son rodeados por fuego. Aproximadamente 30 a.C.

1

Y aconteció que en este mismo año, he aquí, Nefi entregó el asiento judicial a un hombre llamado Cezóram.

2 Porque como la voz del pueblo establecía sus leyes y sus gobiernos, y los que escogieron lo malo eran más numerosos que los que eligieron lo bueno, estaban, por tanto, madurando para la destrucción, porque se habían corrompido las leyes.

3 Sí, y no solo esto; eran un pueblo de dura cerviz, a tal grado que no podían ser gobernados por la ley ni por la justicia, sino para su destrucción.

4 Y sucedió que Nefi estaba fastidiado a causa de la iniquidad de ellos; y renunció al asiento judicial, y se dedicó a predicar la palabra de Dios todo el resto de sus días, y también su hermano Lehi, todo el resto de sus días;

5 porque se acordaban de las palabras que su padre Helamán les había hablado. Y estas son las palabras que había hablado:

6 He aquí, hijos míos, quiero que os acordéis de guardar los mandamientos de Dios; y quisiera que declaraseis al pueblo estas palabras. He aquí, os he dado los nombres de nuestros primeros padres que salieron de la tierra de Jerusalén; y he hecho esto para que cuando recordéis vuestros nombres, los recordéis a ellos; y cuando os acordéis de ellos, recordéis sus obras; y cuando recordéis sus obras, sepáis por qué se dice y también se escribe, que eran buenos.

7 Por lo tanto, hijos míos, quisiera que hicieseis lo que es bueno, a fin de que se diga, y también se escriba, de vosotros, así como se ha dicho y escrito de ellos.

8 Y ahora bien, hijos míos, he aquí, hay algo más que deseo de vosotros, y este deseo es que no hagáis estas cosas para vanagloriaros, sino que hagáis estas cosas para haceros un tesoro en el cielo; sí, el cual es eterno y no se desvanece; sí, para que tengáis ese precioso don de la vida eterna que, según tenemos motivo para suponer, se ha concedido a nuestros padres.

9 ¡Oh recordad, recordad, hijos míos, las palabras que el rey Benjamín habló a su pueblo! Sí, recordad que no hay otra manera ni medio por los cuales el hombre pueda ser salvo, sino por la sangre expiatoria de Jesucristo, que ha de venir; sí, recordad que él viene para redimir al mundo.

10

Y acordaos también de las palabras que Amulek habló a Zeezrom en la ciudad de Ammoníah; pues le dijo que el Señor de cierto vendría para redimir a su pueblo; pero que no vendría para redimirlos en sus pecados, sino para redimirlos de sus pecados.

11 Y ha recibido poder, que le ha sido dado del Padre, para redimir a los hombres de sus pecados por motivo del arrepentimiento; por tanto, ha enviado a sus ángeles para declarar las nuevas de las condiciones del arrepentimiento, el cual conduce al poder del Redentor, para la salvación de sus almas.

12 Y ahora bien, recordad, hijos míos, recordad que es sobre la roca de nuestro Redentor, el cual es Cristo, el Hijo de Dios, donde debéis establecer vuestro fundamento, para que cuando el diablo lance sus impetuosos vientos, sí, sus dardos en el torbellino, sí, cuando todo su granizo y furiosa tormenta os azoten, esto no tenga poder para arrastraros al abismo de miseria y angustia sin fin, a causa de la roca sobre la cual estáis edificados, que es un fundamento seguro, un fundamento sobre el cual, si los hombres edifican, no caerán.

13 Y sucedió que estas fueron las palabras que Helamán enseñó a sus hijos; sí, les enseñó muchas cosas que no se han escrito, y también muchas cosas que están escritas.

14 Y se acordaron de sus palabras; y por tanto, guardando los mandamientos de Dios, salieron a enseñar la palabra de Dios entre todo el pueblo de Nefi, comenzando por la ciudad de Abundancia.

15 Y de allí fueron a la ciudad de Gid; y de la ciudad de Gid a la ciudad de Mulek;

16 y así, de una ciudad a otra, hasta que hubieron ido entre todo el pueblo de Nefi que se hallaba en la tierra del sur; y de allí fueron a la tierra de Zarahemla, entre los lamanitas.

17 Y sucedió que predicaron con gran poder, a tal grado que confundieron a muchos de aquellos disidentes que se habían apartado de los nefitas, de modo que se adelantaron y confesaron sus pecados, y fueron bautizados para arrepentimiento, e inmediatamente volvieron a los nefitas para tratar de repararles los agravios que habían causado.

18 Y acaeció que Nefi y Lehi predicaron a los lamanitas con tan gran poder y autoridad, porque se les había dado poder y autoridad para hablar, y también les había sido indicado lo que debían hablar,

19 por lo tanto, hablaron, para el gran asombro de los lamanitas, hasta convencerlos, a tal grado que ocho mil de los lamanitas que se hallaban en la tierra de Zarahemla y sus alrededores fueron bautizados para arrepentimiento, y se convencieron de la iniquidad de las tradiciones de sus padres.

20

Y sucedió que Nefi y Lehi partieron de allí para ir a la tierra de Nefi.

21 Y aconteció que los capturó un ejército lamanita, y los echaron en la prisión, sí, en la misma prisión en que los siervos de Limhi habían echado a Ammón y sus hermanos.

22 Y después de haber estado muchos días en la prisión, sin alimento, he aquí, llegaron a la prisión para sacarlos a fin de matarlos.

23 Y sucedió que Nefi y Lehi fueron envueltos como por fuego, de modo que no se atrevieron a echarles mano por miedo de ser quemados. No obstante, Nefi y Lehi no se quemaban; y se hallaban como si estuviesen en medio del fuego, y no se quemaban.

24 Y cuando vieron que los rodeaba un pilar de fuego, y que no los quemaba, sus corazones cobraron ánimo.

25 Porque vieron que los lamanitas no se atrevían a echarles mano; ni se atrevían a acercárseles, sino que estaban como si hubieran quedado mudos de asombro.

26 Y ocurrió que Nefi y Lehi se adelantaron y empezaron a hablarles, diciendo: No temáis, porque he aquí, es Dios quien os ha manifestado esta maravilla, con lo cual os es mostrado que no podéis echar mano de nosotros para matarnos.

27 Y he aquí, cuando hubieron dicho estas palabras, tembló la tierra fuertemente, y los muros de la prisión se sacudieron como si estuviesen a punto de caer al suelo; pero he aquí, no cayeron; y los que se hallaban en la prisión eran lamanitas y nefitas que eran disidentes.

28 Y sucedió que los cubrió una nube de obscuridad, y se apoderó de ellos un espantoso e imponente temor.

29 Y aconteció que llegó una voz como si hubiera provenido de encima de la nube de obscuridad, diciendo: Arrepentíos, arrepentíos, y no intentéis más destruir a mis siervos, a quienes os he enviado para declarar buenas nuevas.

30

Y ocurrió que cuando oyeron esta voz, y percibieron que no era una voz de trueno, ni una voz de un gran ruido tumultuoso, mas he aquí, era una voz apacible de perfecta suavidad, cual si hubiese sido un susurro, y penetraba hasta el alma misma;

31 y a pesar de la suavidad de la voz, he aquí, la tierra tembló fuertemente, y otra vez se sacudieron los muros de la prisión como si fueran a derribarse; y he aquí, no se disipó la nube de tinieblas que los había envuelto.

32 Y he aquí, nuevamente vino la voz, diciendo: Arrepentíos, arrepentíos, porque el reino de los cielos está cerca; y no procuréis más destruir a mis siervos. Y sucedió que la tierra tembló de nuevo y los muros se sacudieron.

33 Y también por tercera vez vino la voz, y les habló palabras maravillosas que el hombre no puede expresar; y temblaron otra vez los muros, y se estremeció la tierra, como si fuera a partirse.

34 Y aconteció que los lamanitas no podían huir a causa de la nube de tinieblas que los cubría; sí, y también estaban sin poder moverse debido al temor que les había sobrevenido.

35 Y había entre ellos uno que era nefita de nacimiento, que había pertenecido en otro tiempo a la iglesia de Dios, pero se había separado de ella.

36 Y sucedió que se volvió y, he aquí, vio los semblantes de Nefi y Lehi a través de la nube de tinieblas; y he aquí, brillaban en gran manera, aun como los rostros de ángeles. Y vio que alzaron sus ojos al cielo; y se hallaban en actitud de estar hablando o dirigiendo la voz a algún ser a quien contemplaban.

37 Y ocurrió que este hombre gritó a los de la multitud para que se volvieran y miraran. Y he aquí, les fue dado poder para volverse y mirar; y vieron las caras de Nefi y de Lehi.

38 Y dijeron al hombre: He aquí, ¿qué significan todas estas cosas, y con quién conversan estos hombres?

39 Y este hombre se llamaba Amínadab, y les dijo: Conversan con los ángeles de Dios.

40

Y sucedió que le dijeron los lamanitas: ¿Qué haremos para que sea quitada esta nube de tinieblas que nos cubre?

41 Y les dijo Amínadab: Debéis arrepentiros y clamar a la voz, hasta que tengáis fe en Cristo, de quien os enseñaron Alma, Amulek y Zeezrom; y cuando hagáis esto, será quitada la nube de tinieblas que os cubre.

42 Y aconteció que empezaron todos a clamar a la voz de aquel que había hecho temblar la tierra; sí, clamaron hasta que se dispersó la nube de tinieblas.

43 Y sucedió que cuando miraron a su derredor, y vieron que se había disipado la nube de tinieblas que los cubría, he aquí, vieron que estaban rodeados, sí, cada uno de ellos, por una columna de fuego.

44 Y Nefi y Lehi estaban en medio de ellos; sí, se hallaban rodeados; sí, se hallaban como si estuvieran en medio de llamas de fuego; sin embargo, ni los dañó ni incendió los muros de la prisión; y fueron llenos de ese gozo que es inefable y lleno de gloria.

45 Y he aquí, el Santo Espíritu de Dios descendió del cielo y entró en sus corazones; y fueron llenos como de fuego, y expresaron palabras maravillosas.

46 Y sucedió que llegó a ellos una voz; sí, una voz agradable, cual si fuera un susurro, diciendo:

47 ¡Paz, paz a vosotros por motivo de vuestra fe en mi Bien Amado, que era desde la fundación del mundo!

48 Y cuando oyeron esto, alzaron la vista como para ver de dónde venía la voz; y he aquí, vieron abrirse los cielos; y descendieron ángeles del cielo y les ministraron.

49 Y eran como unas trescientas almas las que vieron y oyeron estas cosas; y les fue mandado que fueran y no se maravillaran, ni tampoco dudaran.

50

Y ocurrió que fueron, y ejercieron su ministerio entre el pueblo, declarando en todas las regiones inmediatas las cosas que habían oído y visto, de tal manera que se convencieron de ellas la mayor parte de los lamanitas, a causa de la grandeza de las evidencias que habían recibido.

51 Y cuantos se convencieron dejaron sus armas de guerra, así como su odio y las tradiciones de sus padres.

52 Y sucedió que entregaron a los nefitas las tierras de sus posesiones.

Capítulo 6

Los lamanitas justos predican a los nefitas inicuos — Ambos pueblos prosperan durante una época de paz y abundancia — Lucifer, el autor del pecado, incita el corazón de los inicuos y el de los ladrones de Gadiantón al asesinato y a las abominaciones — Los ladrones se apoderan del gobierno nefita. Aproximadamente 29–23 a.C.

1

Y aconteció que todas estas cosas se habían efectuado para cuando concluyó el año sesenta y dos del gobierno de los jueces, y los lamanitas, la mayoría de ellos, se habían vuelto un pueblo justo, al grado de que su rectitud excedía a la de los nefitas, debido a su firmeza y su constancia en la fe.

2 Porque he aquí, había muchos de los nefitas que se habían vuelto insensibles e impenitentes y extremadamente inicuos, a tal extremo que rechazaban la palabra de Dios y toda predicación y profecía que llegaba entre ellos.

3 No obstante, los miembros de la iglesia se alegraron muchísimo por la conversión de los lamanitas, sí, por la iglesia de Dios que se había establecido entre ellos. Y unos y otros se hermanaron, y se regocijaron unos con otros, y sintieron gran gozo.

4 Y ocurrió que muchos de los lamanitas descendieron a la tierra de Zarahemla, y declararon a los nefitas la forma en que fueron convertidos, y los exhortaron a la fe y al arrepentimiento.

5 Sí, y muchos predicaron con sumamente grande poder y autoridad, de modo que condujeron a muchos a la más profunda humildad, para ser los humildes discípulos de Dios y el Cordero.

6 Y sucedió que muchos de los lamanitas partieron para la tierra del norte; y Nefi y Lehi fueron también a la tierra del norte para predicar al pueblo. Y así concluyó el año sesenta y tres.

7 Y he aquí, hubo paz en toda la tierra, de modo que los nefitas iban a cualquier parte de la tierra que querían, ya fuera entre los nefitas o los lamanitas.

8 Y aconteció que también los lamanitas iban a donde querían, bien fuese entre los lamanitas, o entre los nefitas; y así tenían intercambio libre los unos con los otros, para comprar y vender, y para sacar utilidades, según sus deseos.

9 Y sucedió que tanto los lamanitas como los nefitas se hicieron sumamente ricos; y tenían gran abundancia de oro, y de plata, y de toda clase de metales preciosos, tanto en la tierra del sur como en la tierra del norte.

10

Ahora bien, la tierra del sur se llamaba Lehi, y la del norte se llamaba Mulek, por el hijo de Sedequías; porque el Señor condujo a Mulek a la tierra del norte, y a Lehi a la tierra del sur.

11 Y he aquí, había en ambas tierras toda clase de oro, y de plata, y de minerales preciosos de todo género; y había también ingeniosos artífices que trabajaban y refinaban toda especie de minerales; y de este modo se hicieron ricos.

12 Cultivaron grano en abundancia, tanto en el norte como en el sur; y prosperaron sobremanera, así en el norte como en el sur. Y se multiplicaron y se hicieron sumamente fuertes en la tierra. Y criaron muchos rebaños y hatos, sí, muchos animales gordos.

13 Y he aquí, sus mujeres trabajaban e hilaban, y elaboraban toda clase de telas, de lino finamente tejido y ropa de toda especie para cubrir su desnudez. Y así pasó en paz el año sesenta y cuatro.

14 Y en el año sesenta y cinco también tuvieron gran gozo y paz, sí, y mucha predicación y muchas profecías concernientes a lo que estaba por venir. Y así pasó el año sesenta y cinco.

15 Y ocurrió que en el año sesenta y seis del gobierno de los jueces, he aquí, Cezóram fue asesinado por mano desconocida mientras se hallaba en el asiento judicial. Y aconteció que en ese mismo año también fue asesinado su hijo, a quien el pueblo había nombrado en su lugar. Y así terminó el año sesenta y seis.

16 Y a principios del año sesenta y siete, empezó de nuevo el pueblo a tornarse sumamente inicuo.

17 Porque he aquí, el Señor los había bendecido tan largo tiempo con las riquezas del mundo, que no habían sido provocados a la ira, a guerras, ni al derramamiento de sangre; por consiguiente, empezaron a poner sus corazones en sus riquezas; sí, empezaron a buscar la manera de obtener el lucro a fin de elevarse unos sobre otros; por tanto, empezaron a cometer asesinatos secretos, y a robar y hurtar, para obtener riquezas.

18 Y he aquí, estos asesinos y ladrones eran una banda que habían formado Kishkumen y Gadiantón. Y sucedió que aun entre los nefitas había muchos de los de la banda de Gadiantón. Mas he aquí, eran más numerosos entre la parte más inicua de los lamanitas; y eran conocidos como los ladrones y asesinos de Gadiantón.

19 Y fueron ellos los que asesinaron a Cezóram, el juez superior, y a su hijo, mientras ocupaban el asiento judicial; y he aquí, no los descubrieron.

20

Y sucedió que cuando los lamanitas descubrieron que había ladrones entre ellos, se afligieron en extremo; y se valieron de cuantos medios había en su poder para destruirlos de sobre la faz de la tierra.

21 Mas he aquí, Satanás incitó el corazón de la mayoría de los nefitas, a tal grado que se unieron a esas bandas de ladrones, y participaron en sus pactos y sus juramentos de que se protegerían y se preservarían unos a otros en cualesquiera circunstancias difíciles en que se encontrasen, a fin de que no fuesen castigados por sus asesinatos, y sus robos, y sus hurtos.

22 Y acaeció que tenían sus señas, sí, sus señas y sus palabras secretas; y esto a fin de reconocer al hermano que hubiese concertado el pacto, para que, cualquiera que fuese la iniquidad que su hermano cometiera, no lo perjudicara su hermano, ni tampoco aquellos que pertenecieran a la banda y hubieran hecho este pacto.

23 Y así podrían asesinar, y robar, y hurtar, y cometer fornicaciones y toda clase de iniquidades en oposición a las leyes de su patria, así como a las leyes de su Dios.

24 Y cualquiera de los que perteneciesen a esa banda que revelase al mundo sus iniquidades y sus abominaciones, debía ser juzgado, no según las leyes de su patria, sino de acuerdo con las leyes de su iniquidad, las cuales les habían dado Gadiantón y Kishkumen.

25 Y he aquí, son estos juramentos y pactos secretos los que Alma mandó a su hijo que nunca se divulgaran al mundo, no fuera que llegasen a ser un medio para conducir al pueblo a la destrucción.

26 Y he aquí, estos juramentos y pactos secretos no llegaron a Gadiantón de los anales confiados a Helamán; mas he aquí, los inculcó en el corazón de Gadiantón aquel mismo ser que indujo a nuestros primeros padres a que comiesen del fruto prohibido;

27 sí, aquel mismo ser que conspiró con Caín, que si asesinaba a su hermano Abel, el mundo no lo sabría. Y desde entonces conspiró con Caín y sus secuaces.

28 Y es también aquel mismo ser el que inculcó en el corazón del pueblo el construir una torre suficientemente alta para llegar al cielo. Y fue el mismo ser que engañó a ese pueblo que vino a esta tierra de aquella torre; el que esparció las obras de tinieblas y de abominaciones sobre toda la superficie de la tierra, hasta que arrastró al pueblo a una destrucción completa y a un infierno eterno.

29 Sí, es el mismo ser que inculcó en el corazón de Gadiantón que continuara las obras de tinieblas y de asesinatos secretos; y él lo ha propagado desde el principio del hombre hasta hoy.

30

Y he aquí, es él el autor de todo pecado; y he aquí, él propaga sus obras de tinieblas y asesinatos secretos, y les transmite sus conspiraciones, y sus juramentos, y sus pactos, y sus planes de terrible maldad, de generación en generación, de acuerdo con el dominio que logre en el corazón de los hijos de los hombres.

31 Y he aquí, él había logrado mucho dominio en el corazón de los nefitas; sí, al grado de que se habían vuelto sumamente inicuos; sí, y la mayor parte de ellos se habían apartado del camino de la rectitud, y hollaron con los pies los mandamientos de Dios, y se apartaron a sus propios caminos, y se fabricaron ídolos con su oro y su plata.

32 Y sucedió que todas estas iniquidades vinieron sobre ellos en el término de no muchos años, al grado de que la mayor parte había venido sobre ellos en el año sesenta y siete del gobierno de los jueces sobre el pueblo de Nefi.

33 Y aumentaron en sus iniquidades en el año sesenta y ocho también, para la gran tristeza y lamentación de los justos.

34 Y así vemos que los nefitas empezaron a degenerar en la incredulidad, y a aumentar en la perversidad y abominaciones, mientras que los lamanitas empezaron a crecer en gran manera en el conocimiento de su Dios; sí, empezaron a guardar sus estatutos y mandamientos, y a caminar en verdad y rectitud delante de él.

35 Y así vemos que el Espíritu del Señor empezó a retirarse de los nefitas a causa de la iniquidad y la dureza de sus corazones.

36 Y así vemos que el Señor comenzó a derramar su Espíritu sobre los lamanitas, por motivo de su inclinación y disposición a creer en sus palabras.

37 Y sucedió que los lamanitas persiguieron a la banda de ladrones de Gadiantón; y predicaron la palabra de Dios entre la parte más inicua de ellos, de modo que esta banda de ladrones quedó enteramente destruida entre los lamanitas.

38 Y aconteció, por otra parte, que los nefitas los reforzaron y los apoyaron, empezando por los más perversos de entre ellos, hasta que se hubieron extendido por toda la tierra de los nefitas, y hubieron seducido a la mayor parte de los justos, hasta que hubieron llegado a creer en sus obras, y participar de su botín, y unirse a ellos en sus secretos asesinatos y combinaciones.

39 Y de este modo lograron la administración exclusiva del gobierno, al grado de que hollaron con los pies, e hirieron y maltrataron y volvieron la espalda a los pobres y a los mansos, y a los humildes discípulos de Dios.

40

Y así vemos que se hallaban en un estado terrible, y que estaban madurando para una destrucción sempiterna.

41 Y sucedió que así concluyó el año sesenta y ocho del gobierno de los jueces sobre el pueblo de Nefi.

La profecía de Nefi, el Hijo de Helamán — Dios amenaza al pueblo de Nefi con visitarlo en su ira, hasta su entera destrucción, a menos que se arrepienta de sus iniquidades. Dios hiere a los del pueblo de Nefi con una peste; se arrepienten y vuelven a él. Samuel, un lamanita, profetiza a los nefitas.

Comprende los capítulos del 7 al 16.

Capítulo 7

Nefi es rechazado en el norte y vuelve a Zarahemla — Ora en la torre de su jardín y luego dice al pueblo que si no se arrepiente perecerá. Aproximadamente 23–21 a.C.

1

He aquí, aconteció que en el año sesenta y nueve del gobierno de los jueces sobre los nefitas, Nefi, el hijo de Helamán, volvió de la tierra del norte a la tierra de Zarahemla,

2 porque había ido entre los que se hallaban en la tierra del norte, y les predicó la palabra de Dios, y les profetizó muchas cosas;

3 y ellos rechazaron todas sus palabras, de modo que no pudo permanecer entre ellos, y volvió a su país natal.

4 Y al ver al pueblo en un estado de tan terrible iniquidad, y que aquellos ladrones de Gadiantón ocupaban los asientos judiciales —habiendo usurpado el poder y la autoridad del país, pasando por alto los mandamientos de Dios y en ningún sentido siendo rectos ante él, negando la justicia a los hijos de los hombres,

5 condenando a los justos por motivo de su rectitud, dejando ir impunes al culpable y al malvado por causa de su dinero; y además de esto, siendo sostenidos en sus puestos, a la cabeza del gobierno, para regir y obrar según su voluntad, a fin de obtener riquezas y la gloria del mundo, y además, para más fácilmente cometer adulterio, y robar, y matar, y obrar según sus propios deseos—

6 y esta gran iniquidad había sobrevenido a los nefitas en el espacio de no muchos años; y cuando Nefi vio esto, su corazón se llenó de dolor dentro de su pecho, y exclamó con la angustia de su alma:

7 ¡Oh, si hubiese vivido en los días en que mi padre Nefi primero salió de la tierra de Jerusalén, para haberme regocijado con él en la tierra de promisión! Entonces su pueblo era fácil de tratar, firme en guardar los mandamientos de Dios, y tardo en dejarse llevar a la iniquidad; y era pronto para escuchar las palabras del Señor.

8 Sí, si hubiesen sido aquellos días los míos, entonces mi alma se habría regocijado en la rectitud de mis hermanos.

9 Pero he aquí, es mi comisión que estos sean mis días, y que mi alma sea llena de angustia por la iniquidad de mis hermanos.

10

Y he aquí, esto aconteció en una torre que se hallaba en el jardín de Nefi, jardín que estaba cerca del camino real que conducía al mercado principal que había en la ciudad de Zarahemla; así que Nefi se había arrodillado en esta torre que estaba en su jardín, la cual también se hallaba cerca de la puerta del jardín que daba al camino real.

11 Y sucedió que pasaron ciertos hombres por allí, y vieron a Nefi en la torre mientras derramaba su alma a Dios; y corrieron y dijeron al pueblo lo que habían visto; y vino la gente en multitudes para conocer la causa de tanta lamentación por las maldades del pueblo.

12 Y cuando se levantó Nefi, vio las multitudes de personas que se habían reunido.

13 Y sucedió que abrió su boca y les dijo: He aquí, ¿por qué razón os habéis congregado? ¿para qué os hable de vuestras iniquidades?

14 ¡Sí, porque he subido a mi torre para derramar mi alma a mi Dios, a causa del gran pesar de mi corazón por motivo de vuestras iniquidades!

15 Y por razón de mi llanto y lamentaciones os habéis reunido, y os maravilláis; sí, y tenéis gran necesidad de estar admirados; sí, deberíais estar maravillados de haberos dejado llevar de modo que el diablo ha asido tan fuertemente vuestros corazones.

16 Sí, ¿cómo pudisteis haber cedido a las seducciones de aquel que está tratando de lanzar vuestras almas a una miseria sin fin y angustia interminable?

17 ¡Oh, arrepentíos, arrepentíos! ¿Por qué deseáis morir? ¡Volveos, volveos al Señor vuestro Dios! ¿Por qué os ha abandonado él?

18 Es porque habéis endurecido vuestros corazones; sí, no queréis escuchar la voz del buen pastor; sí, lo habéis provocado a la ira contra vosotros.

19 Y a menos que os arrepintáis, he aquí, en lugar de juntaros, él os dispersará, de modo que seréis por comida a los perros y a los animales salvajes.

20

Oh, ¿cómo pudisteis haber olvidado a vuestro Dios, el mismo día en que os ha librado?

21 Mas he aquí, lo hacéis para obtener lucro, para ser alabados por los hombres, sí, y para adquirir oro y plata. Y habéis puesto vuestros corazones en las riquezas y en las cosas vanas de este mundo, por las cuales asesináis, y robáis, y hurtáis, y levantáis falso testimonio contra vuestro prójimo, y cometéis toda clase de iniquidades.

22 Y por esta causa os sobrevendrá el infortunio, a menos que os arrepintáis. Porque si no os arrepentís, he aquí, esta gran ciudad, y también todas esas grandes ciudades que están alrededor, que se hallan en la tierra de nuestra posesión, os serán quitadas de modo que no habrá lugar en ellas para vosotros; porque he aquí, el Señor no os dará la fuerza para resistir a vuestros enemigos, como lo ha hecho hasta ahora.

23 Porque he aquí, así dice el Señor: No manifestaré mi fuerza a los inicuos, a uno más que al otro, salvo a los que se arrepientan de sus pecados y escuchen mis palabras. Por tanto, quisiera que comprendieseis, hermanos míos, que será mejor para los lamanitas que para vosotros, a menos que os arrepintáis.

24 Porque he aquí, ellos son más justos que vosotros, porque no han pecado en contra de ese gran conocimiento que vosotros habéis recibido; por lo tanto, el Señor será misericordioso con ellos; sí, prolongará sus días y aumentará su posteridad, aun cuando vosotros seáis completamente destruidos, a menos que os arrepintáis.

25 Sí, ¡ay de vosotros a causa de esa gran abominación que ha surgido entre vosotros; y os habéis unido a ella, sí, a esa banda secreta que fue establecida por Gadiantón!

26 Sí, ¡os sobrevendrá el infortunio por motivo de ese orgullo que habéis dejado que entre en vuestros corazones, que os ha ensalzado más de lo que es bueno, por motivo de vuestras grandes riquezas!

27 Sí, ¡ay de vosotros a causa de vuestras iniquidades y abominaciones!

28 Y a menos que os arrepintáis, pereceréis; sí, aun vuestras tierras os serán arrebatadas, y seréis destruidos de sobre la faz de la tierra.

29 He aquí, no os digo de mí mismo que sucederán estas cosas, porque no es de mí mismo que sé estas cosas; mas he aquí, sé que son verdaderas porque el Señor Dios me las ha hecho saber; por tanto, testifico que sucederán.

Capítulo 8

Los jueces corruptos procuran incitar al pueblo en contra de Nefi — Abraham, Moisés, Zenós, Zenoc, Ezías, Isaías, Jeremías, Lehi y Nefi, todos ellos testificaron de Cristo — Por inspiración, Nefi anuncia el asesinato del juez superior. Aproximadamente 23–21 a.C.

1

Y aconteció que cuando Nefi hubo dicho estas palabras, he aquí, estaban presentes unos hombres que eran jueces, los cuales también pertenecían a la banda secreta de Gadiantón; y se llenaron de ira y gritaron contra él, diciendo al pueblo: ¿Por qué no prendéis a este hombre, y lo lleváis para que sea condenado según el delito que ha cometido?

2 ¿Por qué miráis a este hombre, y lo escucháis vilipendiar a este pueblo y nuestra ley?

3 Porque he aquí, Nefi les había hablado concerniente a la corrupción de su ley; sí, muchas cosas les declaró Nefi que no se pueden escribir; y nada dijo que fuese contrario a los mandamientos de Dios.

4 Y aquellos jueces estaban irritados contra él, porque les habló claramente concerniente a sus obras secretas de tinieblas; sin embargo, no osaron ellos mismos echar mano de él, pues temían que el pueblo clamara contra ellos.

5 Por tanto, gritaron al pueblo, diciendo: ¿Por qué permitís que nos injurie este hombre? Pues, he aquí, él condena a todo este pueblo hasta la destrucción; sí, y también dice que estas grandes ciudades nuestras nos han de ser arrebatadas, de modo que no habrá lugar en ellas para nosotros.

6 Y sabemos que esto es imposible, porque he aquí, somos poderosos, y nuestras ciudades son grandes; por tanto, nuestros enemigos no pueden tener dominio sobre nosotros.

7 Y ocurrió que así incitaron al pueblo a la ira en contra de Nefi, y suscitaron contenciones entre ellos; porque hubo algunos que gritaron: Dejad a este hombre en paz, porque es un hombre bueno y las cosas que él dice ciertamente acontecerán, a menos que nos arrepintamos;

8 sí, he aquí, todos los castigos de que nos ha testificado caerán sobre nosotros; porque sabemos que nos ha testificado con acierto tocante a nuestras iniquidades. Y he aquí, son muchas, y él sabe todas las cosas que nos sobrevendrán tan cierto como conoce nuestras iniquidades;

9 sí, y he aquí, si no hubiese sido profeta, no habría podido testificar concerniente a esas cosas.

10

Y sucedió que los que querían destruir a Nefi se contuvieron a causa de su temor, de modo que no le echaron mano. Por tanto, empezó a hablarles de nuevo, viendo que se había granjeado el favor de algunos, a tal grado que los otros tuvieron miedo.

11 De modo que se sintió constreñido a hablarles más, diciendo: He aquí, hermanos míos, ¿no habéis leído que Dios dio poder a un hombre, sí, a Moisés, para herir las aguas del mar Rojo, y se dividieron a un lado y a otro, de tal modo que los israelitas, que fueron nuestros padres, pasaron por tierra seca, y las aguas volvieron sobre los ejércitos de los egipcios y se los tragaron?

12 Y he aquí, si Dios dio a este hombre tanto poder, ¿por qué, pues, disputáis entre vosotros, y decís que él no me ha dado poder para saber acerca de los juicios que caerán sobre vosotros si no os arrepentís?

13 Mas he aquí, no solamente negáis mis palabras, sino también negáis todas las palabras que nuestros padres han declarado, y también las palabras que habló este hombre, Moisés, a quien le fue dado tanto poder, sí, las palabras que él ha hablado concernientes a la venida del Mesías.

14 Sí, ¿no testificó él que vendría el Hijo de Dios? Y así como él levantó la serpiente de bronce en el desierto, así será levantado aquel que ha de venir.

15 Y así como cuantos miraron a esa serpiente vivieron, de la misma manera cuantos miraren al Hijo de Dios con fe, teniendo un espíritu contrito, vivirán, sí, esa vida que es eterna.

16 Y he aquí, no solo Moisés testificó de estas cosas, sino también todos los santos profetas, desde los días de él aun hasta los días de Abraham.

17 Sí, y he aquí, Abraham vio la venida del Mesías, y se llenó de alegría y se regocijó.

18 Sí, y he aquí, os digo que Abraham no fue el único que supo de estas cosas, sino que hubo muchos, antes de los días de Abraham, que fueron llamados según el orden de Dios, sí, según el orden de su Hijo; y esto con objeto de que se mostrase a los del pueblo, muchos miles de años antes de su venida, que la redención vendría a ellos.

19 Y ahora bien, quisiera que supieseis que aun desde la época de Abraham ha habido muchos profetas que han testificado de estas cosas; sí, he aquí, el profeta Zenós testificó osadamente; y por tal razón lo mataron;

20

y he aquí, también Zenoc, y también Ezías, y también Isaías, y Jeremías (Jeremías fue el mismo profeta que testificó de la destrucción de Jerusalén), y ahora sabemos que Jerusalén fue destruida, según las palabras de Jeremías. ¿Entonces, por qué no ha de venir el Hijo de Dios, según su profecía?

21 ¿Y negaréis ahora que la ciudad de Jerusalén fue destruida? ¿Diréis que los hijos de Sedequías no fueron muertos, todos salvo Mulek? Sí, ¿y no veis que la posteridad de Sedequías está con nosotros, y que fue echada de la tierra de Jerusalén? Mas he aquí esto no es todo:

22 Nuestro padre Lehi fue echado de Jerusalén porque testificó de estas cosas. Nefi también dio testimonio de estas cosas, y también casi todos nuestros padres, sí, hasta el día de hoy; sí, han dado testimonio de la venida de Cristo, y han mirado hacia adelante, y se han regocijado en su día que está por venir.

23 Y he aquí, él es Dios, y está con ellos, y se manifestó a ellos, de modo que él los redimió; y ellos lo glorificaron a causa de lo que está por venir.

24 Y ahora bien, ya que sabéis estas cosas, y no las podéis negar a menos que mintáis, habéis, por tanto, pecado en esto, porque habéis rechazado todas estas cosas a pesar de tantas evidencias que habéis recibido; sí, vosotros habéis recibido todas las cosas, tanto las cosas que están en el cielo como todas las cosas que están en la tierra, como testimonio de que son verdaderas.

25 Mas he aquí, habéis rechazado la verdad y os habéis rebelado contra vuestro santo Dios; y aun hoy mismo, en lugar de haceros tesoros en los cielos, donde nada corrompe, y donde nada impuro puede entrar, estáis acumulando ira para vosotros, para el día del juicio.

26 Sí, aun ahora mismo, a causa de vuestros asesinatos, y vuestra fornicación e iniquidad, estáis madurando para la eterna destrucción; sí, y os sobrevendrá pronto, a menos que os arrepintáis.

27 Sí, he aquí, está ahora a vuestras puertas; sí, id al asiento judicial e investigad; he aquí, vuestro juez ha sido asesinado, y yace en su propia sangre; y lo ha asesinado su hermano, que ambiciona ocupar el asiento judicial.

28 Y he aquí, ambos pertenecen a vuestra banda secreta, cuyos autores son Gadiantón y ese ser maligno que trata de destruir las almas de los hombres.

Capítulo 9

Los mensajeros encuentran al juez superior muerto en el asiento judicial — Son encarcelados y más adelante se les pone en libertad — Por inspiración, Nefi identifica a Seántum como el asesino — Algunos aceptan a Nefi como profeta. Aproximadamente 23–21 a.C.

1

Y he aquí, aconteció que cuando Nefi hubo hablado estas palabras, ciertos hombres que estaban entre ellos corrieron al asiento judicial; sí, y eran cinco los que fueron, y decían entre sí, mientras iban:

2 He aquí, ahora sabremos con certeza si este hombre es profeta y si Dios le ha mandado que nos profetice cosas tan maravillosas. He aquí, nosotros no creemos que lo haya hecho; ni creemos que sea profeta; no obstante, si resulta cierto lo que ha dicho concerniente al juez superior, que está muerto, entonces creeremos que las otras palabras que ha hablado son también verdaderas.

3 Y ocurrió que corrieron con todas sus fuerzas, y llegaron al asiento judicial; y he aquí, el juez superior había caído a tierra, y yacía en su propia sangre.

4 Y he aquí, cuando vieron esto, se asombraron en extremo, a tal grado que cayeron al suelo; porque no habían creído las palabras de Nefi concernientes al juez superior.

5 Pero ahora, cuando vieron, creyeron; y se apoderó de ellos el temor de que descendieran sobre el pueblo todos los castigos que Nefi había declarado; por tanto, temblaron y cayeron al suelo.

6 E inmediatamente después que el juez fue asesinado —y su hermano, disfrazado, lo había apuñalado y había huido— los siervos del juez corrieron y avisaron al pueblo, pregonando el asesinato entre ellos;

7 y he aquí, el pueblo se juntó en el sitio del asiento judicial; y he aquí, para su asombro vieron a aquellos cinco hombres que habían caído al suelo.

8 Y he aquí, el pueblo no sabía nada acerca de la multitud que se había reunido en el jardín de Nefi; por tanto, dijeron entre sí: Estos hombres son los que han asesinado al juez, y Dios los ha herido para que no huyan de nosotros.

9 Y aconteció que se apoderaron de ellos, y los ataron y los encarcelaron. Y se expidió una proclamación de que el juez había sido asesinado, y que se había aprehendido y encarcelado a los homicidas.

10

Y sucedió que a la mañana siguiente, el pueblo se juntó para hacer duelo y para ayunar en el sepelio del gran juez superior que había sido asesinado.

11 Y asimismo, aquellos jueces que estuvieron presentes en el jardín de Nefi y oyeron sus palabras también asistieron al sepelio.

12 Y sucedió que inquirieron entre el pueblo, diciendo: ¿Dónde están los cinco que fueron enviados para indagar concerniente a que si estaba muerto el juez superior? Y contestaron y dijeron: Respecto de esos cinco hombres que decís que habéis enviado, nada sabemos; pero hay cinco que son los asesinos, a quienes hemos echado en la cárcel.

13 Y aconteció que los jueces pidieron que los trajeran; y los trajeron, y he aquí, eran los cinco que fueron enviados; y he aquí, los jueces los interrogaron para saber concerniente al asunto, y ellos les refirieron todo cuanto habían hecho, diciendo:

14 Corrimos y llegamos al sitio del asiento judicial, y cuando vimos todas las cosas, precisamente cual Nefi las había testificado, nos asombramos a tal grado que caímos al suelo; y cuando nos recobramos de nuestro asombro, he aquí, nos encerraron en la prisión.

15 Ahora bien, en cuanto al asesinato de este hombre, no sabemos quién lo habrá hecho; y solo sabemos esto, que corrimos y vinimos, según vuestros deseos, y he aquí, estaba muerto, según las palabras de Nefi.

16 Aconteció, entonces, que los jueces explicaron el asunto al pueblo, y clamaron contra Nefi, diciendo: He aquí, sabemos que este Nefi debe haberse convenido con alguien para matar al juez, y luego divulgárnoslo, a fin de convertirnos a su fe, para enaltecerse como un gran hombre, elegido de Dios y un profeta.

17 Y he aquí, ahora descubriremos a este hombre, y confesará su delito, y nos hará saber el verdadero asesino de este juez.

18 Y ocurrió que el día del sepelio pusieron en libertad a aquellos cinco. No obstante, estos riñeron a los jueces por las palabras que habían proferido contra Nefi, y contendieron con ellos, uno por uno, al grado de que los confundieron.

19 No obstante, los jueces hicieron que Nefi fuese aprehendido y atado y llevado ante la multitud; y empezaron a interrogarlo de diferentes maneras, a fin de hacerle contradecirse para condenarlo a muerte;

20

y le dijeron: Tú eres cómplice; ¿quién es el hombre que ha cometido este asesinato? Dínoslo, y reconoce tu delito; he aquí este dinero, y además, te perdonaremos la vida, si nos lo haces saber y admites el pacto que has hecho con él.

21 Pero Nefi les dijo: ¡Oh insensatos, incircuncisos de corazón, pueblo ciego y duro de cerviz! ¿Sabéis cuánto tiempo el Señor vuestro Dios os permitirá que continuéis en vuestro estado pecaminoso?

22 Ya deberíais empezar a gritar y a lamentaros a causa de la gran destrucción que ahora mismo os espera, a menos que os arrepintáis.

23 He aquí, decís que me he puesto de acuerdo con un hombre para que asesinara a Seezóram, nuestro juez superior. Mas he aquí, os digo que esto se debe a que os he testificado para que supieseis de este asunto; sí, como testimonio a vosotros de que tenía conocimiento de la perversidad y las abominaciones que hay entre vosotros.

24 Y porque he hecho esto, decís que me he puesto de acuerdo con un hombre para que hiciera esta cosa; sí, porque os he mostrado esta señal, estáis enojados conmigo, y procuráis destruir mi vida.

25 Y he aquí, ahora os mostraré otra señal, y veré si en esto procuraréis destruirme.

26 He aquí, os digo: Id a la casa de Seántum, que es el hermano de Seezóram, y decidle:

27 ¿Se ha puesto de acuerdo contigo Nefi, el profeta fingido, que profetiza tanto mal sobre este pueblo, para asesinar a Seezóram, tu hermano?

28 Y he aquí, él os dirá: No.

29 Entonces le diréis: ¿Has asesinado tú a tu hermano?

30

Y se llenará de miedo, y no sabrá qué responder. Y he aquí, os lo negará; y aparentará estar asombrado y os declarará que es inocente.

31 Mas he aquí, lo examinaréis, y hallaréis sangre en las faldas de su manto.

32 Y cuando hayáis visto esto, diréis: ¿De dónde viene esta sangre? ¿Acaso no sabemos que es la sangre de tu hermano?

33 Entonces temblará, y se pondrá pálido, como si le hubiese llegado la muerte.

34 Y luego diréis vosotros: Por este temor y esta palidez que ha venido a tu semblante, he aquí, sabemos que eres culpable.

35 Y entonces vendrá sobre él mayor temor; y luego os confesará, y no negará más que él ha cometido este asesinato.

36 Y luego os dirá que yo, Nefi, no sé nada concerniente al asunto a menos que me haya sido dado por el poder de Dios. Y entonces sabréis que soy un hombre honrado, y que soy enviado de Dios a vosotros.

37 Y aconteció que fueron e hicieron de acuerdo con lo que Nefi les había dicho. Y he aquí, las palabras que él había dicho resultaron ciertas; pues según las palabras, Seántum negó; y también según las palabras, él confesó.

38 Y fue traído para comprobar que él era el verdadero asesino, de modo que dieron su libertad a los cinco, lo mismo que a Nefi.

39 Y hubo algunos de los nefitas que creyeron en las palabras de Nefi; y hubo también algunos que creyeron por causa del testimonio de los cinco, porque estos se habían convertido mientras estuvieron en la prisión.

40

Y hubo algunos de los del pueblo que dijeron que Nefi era profeta.

41 Y hubo otros que dijeron: He aquí, es un dios; porque si no fuera un dios, no podría saber de todas las cosas; pues he aquí, nos ha declarado los pensamientos de nuestros corazones, y también nos ha dicho cosas; y aun ha traído a nuestro conocimiento el verdadero asesino de nuestro juez superior.

Capítulo 10

El Señor da a Nefi el poder para sellar — Recibe el poder para atar y desatar en la tierra y en el cielo — Manda al pueblo que se arrepienta, o si no, perecerá — El Espíritu lo lleva de multitud en multitud. Aproximadamente 21–20 a.C.

1

Y aconteció que surgió una división entre el pueblo, de tal modo que se separaron, unos por un lado y otros por otro, y siguieron sus caminos, dejando a Nefi solo mientras se hallaba en medio de ellos.

2 Y sucedió que Nefi se dirigió hacia su propia casa, meditando sobre las cosas que le había manifestado el Señor.

3 Y acaeció que mientras así meditaba —hallándose muy desanimado por motivo de la perversidad de los nefitas, sus secretas obras de tinieblas, y sus asesinatos, y sus robos, y toda clase de iniquidades— sucedió que mientras meditaba de esta manera en su corazón, he aquí, llegó a él una voz, diciendo:

4 Bienaventurado eres tú, Nefi, por las cosas que has hecho; porque he visto que has declarado infatigablemente a este pueblo la palabra que te he dado. Y no les has tenido miedo, ni te has afanado por tu propia vida, antes bien, has procurado mi voluntad y el cumplimiento de mis mandamientos.

5 Y porque has hecho esto tan infatigablemente, he aquí, te bendeciré para siempre, y te haré poderoso en palabra y en hecho, en fe y en obras; sí, al grado de que todas las cosas te serán hechas según tu palabra, porque tú no pedirás lo que sea contrario a mi voluntad.

6 He aquí, tú eres Nefi, y yo soy Dios. He aquí, te lo declaro, en presencia de mis ángeles, que tendrás poder sobre este pueblo, y herirás la tierra con hambre, y con pestilencia y destrucción, de acuerdo con la iniquidad de este pueblo.

7 He aquí, te doy poder, de que cuanto sellares en la tierra, sea sellado en los cielos; y cuanto desatares en la tierra, sea desatado en los cielos; y así tendrás poder entre este pueblo.

8 De manera que si dijeres a este templo que se parta por la mitad, será hecho.

9 Y si dijeres a esta montaña: Derrúmbate y vuélvete llana, así será hecho.

10

Y he aquí, si dijeres que Dios herirá a este pueblo, así acontecerá.

11 Y ahora bien, he aquí, te mando que vayas y declares a este pueblo que así dice el Señor Dios, que es el Todopoderoso: A menos que os arrepintáis, seréis heridos, sí, hasta la destrucción.

12 Y he aquí, sucedió que cuando el Señor hubo hablado estas palabras a Nefi, este se detuvo y no llegó a su propia casa, sino que se volvió a las multitudes que se hallaban esparcidas sobre la superficie de la tierra y empezó a declararles la palabra del Señor que se le había hablado concerniente a su destrucción, si no se arrepentían.

13 Y he aquí, a pesar del gran milagro que Nefi había efectuado en hacerles saber tocante a la muerte del juez superior, endurecieron sus corazones y no escucharon las palabras del Señor.

14 Por tanto, Nefi les declaró la palabra del Señor, diciendo: A menos que os arrepintáis, así dice el Señor, seréis heridos aun hasta la destrucción.

15 Y aconteció que cuando Nefi les hubo declarado la palabra, he aquí, aun así endurecieron sus corazones, y no quisieron escuchar sus palabras; por tanto, lo vituperaron y trataron de apoderarse de él para arrojarlo en la prisión.

16 Mas he aquí, el poder de Dios fue con él; y no pudieron apoderarse de él para encarcelarlo, porque el Espíritu lo arrebató y lo llevó de entre ellos.

17 Y sucedió que así fue en el Espíritu, de multitud en multitud, declarando la palabra de Dios, hasta que se la hubo declarado a todos ellos, o sea, la hubo mandado entre todo el pueblo.

18 Y aconteció que no quisieron escuchar sus palabras; y comenzó a haber disensiones, de tal modo que hubo división entre ellos y empezaron a matarse unos a otros con la espada.

19 Y así concluyó el año setenta y uno del gobierno de los jueces sobre el pueblo de Nefi.

Capítulo 11

Nefi persuade al Señor a que cambie la guerra por el hambre — Muchas personas perecen — Se arrepienten, y Nefi clama al Señor para que envíe lluvia — Nefi y Lehi reciben muchas revelaciones — Los ladrones de Gadiantón se hacen fuertes en la tierra. Aproximadamente 20–6 a.C.

1

Y aconteció que en el año setenta y dos del gobierno de los jueces, aumentaron las contenciones, de tal modo que hubo guerras por toda la tierra, entre todo el pueblo de Nefi.

2 Y era esta banda secreta de ladrones la que perpetraba esta obra de destrucción e iniquidad; y esta guerra duró todo aquel año; y también continuó durante el año setenta y tres.

3 Y sucedió que en este año Nefi clamó al Señor, diciendo:

4 ¡Oh Señor, no permitas que este pueblo sea destruido por la espada! Más bien, ¡oh Señor!, haya hambre sobre la tierra para hacerles recordar al Señor su Dios, y tal vez se arrepientan y se vuelvan a ti.

5 Y así fue hecho, según las palabras de Nefi. Y hubo un hambre muy severa en la tierra, entre todo el pueblo de Nefi. Y así continuó el hambre en el año setenta y cuatro; y cesó la destrucción por la espada, pero se agravó por causa del hambre.

6 Y continuó esta obra de destrucción también en el año setenta y cinco; porque la tierra fue herida de modo que quedó seca, y no produjo grano en la época del grano; y toda la tierra fue herida, así entre los lamanitas como entre los nefitas, de modo que fueron afligidos a tal grado que perecieron por millares en las partes más inicuas del país.

7 Y ocurrió que los del pueblo vieron que estaban a punto de perecer de hambre, y empezaron a acordarse del Señor su Dios, y también empezaron a acordarse de las palabras de Nefi.

8 Y los del pueblo empezaron a suplicar a sus jueces superiores y a sus jefes que dijeran a Nefi: He aquí, sabemos que eres un hombre de Dios; suplica, pues, al Señor nuestro Dios que aparte de nosotros esta hambre, no sea que se cumplan todas las palabras que has hablado concernientes a nuestra destrucción.

9 Y aconteció que los jueces hablaron a Nefi según las palabras que se habían solicitado. Y sucedió que cuando Nefi vio que el pueblo se había arrepentido, y se había humillado y vestido de cilicio, clamó otra vez al Señor, diciendo:

10

Oh Señor, he aquí, este pueblo se arrepiente; y ha exterminado de entre ellos la banda de Gadiantón, de modo que ha desaparecido; y han escondido sus planes secretos en la tierra.

11 Y ahora, oh Señor, apártese de ellos tu ira a causa de su humildad, y apacígüese tu enojo con la destrucción de esos hombres inicuos que ya has talado.

12 ¡Oh Señor, desvía tu ira, sí, tu ardiente ira, y haz que cese esta hambre en esta tierra!

13 ¡Oh Señor, escúchame y concede que sea hecho según mis palabras, y envía lluvia sobre la faz de la tierra para que produzca su fruto, y su grano en la época del grano!

14 Oh Señor, tú escuchaste mis palabras cuando dije: Haya hambre, para que cese la destrucción por la espada. Y sé que también en esta ocasión escucharás mis palabras, porque dijiste: Si este pueblo se arrepiente, lo perdonaré.

15 Sí, ¡oh Señor!, tú ves que se han arrepentido a causa del hambre y la peste y la destrucción que les han sobrevenido.

16 Y ahora, oh Señor, ¿no apartarás tu ira y probarás otra vez si te servirán? Y si así fuere, oh Señor, puedes bendecirlos de acuerdo con tus palabras que has hablado.

17 Y aconteció que en el año setenta y seis, el Señor apartó su indignación del pueblo e hizo que la lluvia cayera sobre la tierra, de modo que produjo su fruto en la época de su fruto. Y sucedió que produjo su grano en la época de su grano.

18 Y he aquí, el pueblo se regocijó y glorificó a Dios, y se llenó de alegría toda la faz de la tierra; y no intentaron más destruir a Nefi, sino que lo estimaron como un gran profeta y varón de Dios, que tenía gran poder y autoridad que Dios le había dado.

19 Y he aquí, su hermano Lehi no era menos grande que él en cuanto a las cosas concernientes a la rectitud.

20

Y así aconteció que el pueblo de Nefi empezó a prosperar de nuevo en la tierra, y comenzaron a edificar sus lugares desiertos, y empezaron a multiplicarse y a extenderse hasta que cubrieron toda la superficie de la tierra, tanto hacia el norte como hacia el sur, desde el mar del oeste hasta el mar del este.

21 Y ocurrió que el año setenta y seis concluyó en paz. Y el año setenta y siete también comenzó en paz; y la iglesia se extendió por toda la faz de la tierra, y la mayor parte del pueblo, tanto lamanitas como nefitas, pertenecía a la iglesia; y hubo una paz muy grande en la tierra; y así concluyó el año setenta y siete.

22 Y también gozaron de paz en el año setenta y ocho, con excepción de unas pocas controversias concernientes a los puntos de doctrina que los profetas habían establecido.

23 Y en el año setenta y nueve empezó a haber muchas contenciones. Pero sucedió que Nefi, Lehi y muchos de sus hermanos que sabían concerniente a los verdaderos puntos de la doctrina, pues recibían muchas revelaciones diariamente; por lo tanto, predicaron al pueblo, de modo que hicieron cesar sus contenciones ese mismo año.

24 Y aconteció que en el año ochenta del gobierno de los jueces sobre el pueblo de Nefi, hubo un cierto número de los disidentes nefitas que algunos años antes se habían pasado a los lamanitas y habían tomado sobre sí el nombre de lamanitas, y también cierto número que eran descendientes verdaderos de los lamanitas, habiendo sido incitados a la ira por aquellos, es decir, aquellos disidentes, que emprendieron, por tanto, una guerra contra sus hermanos.

25 Y cometían asesinatos y robos; y entonces se refugiaban en las montañas, y en el desierto, y en parajes secretos, ocultándose para que no los descubriesen, aumentando sus números diariamente a causa de que había disidentes que se unían a ellos.

26 Y así con el tiempo, sí, en el término de no muchos años, se convirtieron en una banda sumamente grande de ladrones; y buscaron todos los planes secretos de Gadiantón; y así llegaron ellos a ser los ladrones de Gadiantón.

27 Y he aquí, estos ladrones causaron grandes estragos, sí, una gran destrucción, así entre el pueblo de Nefi, como también entre el pueblo de los lamanitas.

28 Y sucedió que se hizo necesario que se diera fin a esta obra de destrucción; de modo que enviaron un ejército de hombres fuertes al desierto y a las montañas, a fin de buscar esa banda de ladrones y destruirlos.

29 Mas he aquí, sucedió que en ese mismo año el ejército fue rechazado aun hasta sus propias tierras; y así concluyó el año ochenta del gobierno de los jueces sobre el pueblo de Nefi.

30

Y ocurrió que al comenzar el año ochenta y uno, salieron otra vez contra esta banda de ladrones, y destruyeron a muchos; y también entre ellos hubo mucha destrucción.

31 Y de nuevo se vieron obligados a volver del desierto y de las montañas a sus propias tierras, por razón del extremadamente crecido número de esos ladrones que infestaban las montañas y el desierto.

32 Y aconteció que así concluyó este año. Y continuaron aumentando los ladrones y haciéndose fuertes, al grado de que desafiaron a todos los ejércitos de los nefitas, y de los lamanitas también; e hicieron descender un temor muy grande sobre la gente por toda la superficie de la tierra.

33 Sí, porque cayeron sobre muchas partes de la tierra, y les causaron grandes destrozos; sí, mataron a muchos, y a otros se llevaron cautivos al desierto; sí, y más particularmente a sus mujeres y sus niños.

34 Ahora bien, esta gran calamidad que sobrevino a los del pueblo por causa de sus iniquidades, de nuevo los hizo acordarse del Señor su Dios.

35 Y así concluyó el año ochenta y uno del gobierno de los jueces.

36 Y en el año ochenta y dos, empezaron otra vez a olvidarse del Señor su Dios. Y empezaron a aumentar en su iniquidad durante el año ochenta y tres; y no enmendaron su conducta en el año ochenta y cuatro.

37 Y aconteció que en el año ochenta y cinco, se afianzaron cada vez más en su orgullo y en su iniquidad; y así, otra vez estaban madurando para la destrucción.

38 Y así concluyó el año ochenta y cinco.

Capítulo 12

Los hombres son inconstantes, insensatos y prontos a cometer iniquidad — El Señor disciplina a Su pueblo — La insignificancia de los hombres se compara con el poder de Dios — En el día del juicio, los hombres tendrán la vida sempiterna o la condenación sempiterna. Aproximadamente 6 a.C.

1

Y así podemos ver cuán falso e inconstante es el corazón de los hijos de los hombres; sí, podemos ver que el Señor en su grande e infinita bondad bendice y hace prosperar a aquellos que en él ponen su confianza.

2 Sí, y podemos ver que es precisamente en la ocasión en que hace prosperar a su pueblo, sí, en el aumento de sus campos, sus hatos y sus rebaños, y en oro, en plata y en toda clase de objetos preciosos de todo género y arte; preservando sus vidas y librándolos de las manos de sus enemigos; ablandando el corazón de sus enemigos para que no les declaren guerras; sí, y en una palabra, haciendo todas las cosas para el bienestar y felicidad de su pueblo; sí, entonces es la ocasión en que endurecen sus corazones, y se olvidan del Señor su Dios, y huellan con los pies al Santo; sí, y esto a causa de su comodidad y su extrema prosperidad.

3 Y así vemos que excepto que el Señor discipline a su pueblo con muchas aflicciones, sí, a menos que lo visite con muerte y con terror, y con hambre y con toda clase de pestilencias, no se acuerda de él.

4 ¡Oh cuán insensatos y cuán vanos, cuán malignos y diabólicos, y cuán prontos a cometer iniquidad y cuán lentos en hacer lo bueno son los hijos de los hombres! ¡Sí, cuán prestos son a escuchar las palabras del maligno y a poner su corazón en las vanidades del mundo!

5 ¡Sí, cuán prestos están para ensalzarse en el orgullo; sí, cuán prestos para jactarse y cometer toda clase de aquello que es iniquidad; y cuán lentos son en acordarse del Señor su Dios y en dar oído a sus consejos; sí, cuán lentos son en andar por las vías de la prudencia!

6 He aquí, no desean que los gobierne y reine sobre ellos el Señor su Dios que los ha creado; a pesar de su gran benevolencia y su misericordia para con ellos, desprecian sus consejos, y no quieren que él sea su guía.

7 ¡Oh cuán grande es la insignificancia de los hijos de los hombres; sí, son menos aún que el polvo de la tierra!

8 Porque he aquí, el polvo de la tierra se mueve acá y allá, partiéndose por la mitad según el mandato de nuestro gran y sempiterno Dios.

9 Sí, he aquí, ante su voz tiemblan y se estremecen las colinas y las montañas.

10

Y por el poder de su voz son despedazadas y se vuelven llanas, sí, semejantes a un valle.

11 Sí, por el poder de su voz tiembla toda la tierra;

12 sí, por el poder de su voz, se cimbran los fundamentos, aun hasta el mismo centro.

13 Sí, y si dice a la tierra: Muévete, se mueve.

14 Sí, y si dice a la tierra: Vuélvete atrás, para que se alargue el día muchas horas, es hecho.

15 Y así, según su palabra, la tierra se vuelve hacia atrás, y al hombre le parece que el sol se ha quedado estacionario; sí, y he aquí, así es, porque ciertamente la tierra es la que se mueve y no el sol.

16 Y he aquí, también, si dice a las aguas del gran mar: Secaos, así es hecho.

17 He aquí, si dice a esta montaña: Levántate y ve y cae sobre esa ciudad, para que sea enterrada, he aquí, se hace.

18 Y he aquí, si un hombre oculta un tesoro en la tierra, y el Señor dijere: Maldito sea, por motivo de la iniquidad de aquel que lo ha escondido, he aquí, será maldito.

19 Y si el Señor dijere: Maldito seas para que nadie te encuentre desde hoy para siempre jamás, he aquí, nadie lo obtiene desde entonces para siempre jamás.

20

Y he aquí, si el Señor dijere a un hombre: Maldito seas para siempre por causa de tus iniquidades, será hecho.

21 Y si el Señor dijere: Por causa de tus iniquidades serás separado de mi presencia, él hará que así sea.

22 ¡Y ay de aquel a quien él dijere esto! Porque así se hará con aquel que obre iniquidad, y no podrá ser salvo. De modo que por esta razón, para que los hombres sean salvos, se ha declarado el arrepentimiento.

23 Por tanto, benditos son aquellos que quieran arrepentirse y escuchar la voz del Señor su Dios, porque son estos los que serán salvos.

24 Y Dios conceda, en su gran plenitud, que los hombres sean llevados al arrepentimiento y las buenas obras, para que les sea restaurada gracia por gracia, según sus obras.

25 Y yo quisiera que todos los hombres fuesen salvos. Pero leemos que habrá algunos que serán desechados en el gran y postrer día, sí, que serán echados de la presencia del Señor;

26 sí, que serán condenados a un estado de miseria sin fin, en cumplimiento de las palabras que dicen: Los que hayan hecho el bien, tendrán vida sempiterna; y los que hayan hecho el mal, recibirán condenación sempiterna. Y así es. Amén.

La profecía de Samuel el Lamanita a los nefitas.

Comprende los capítulos del 13 al 15.

Capítulo 13

Samuel el Lamanita profetiza la destrucción de los nefitas, a menos que se arrepientan — Ellos y sus riquezas son maldecidos — Rechazan y apedrean a los profetas, los rodean los demonios y buscan la felicidad cometiendo iniquidades. Aproximadamente 6 a.C.

1

Y sucedió que en el año ochenta y seis persistieron los nefitas todavía en sus maldades, sí, en gran iniquidad, mientras que los lamanitas se esforzaron rigurosamente por guardar los mandamientos de Dios, según la ley de Moisés.

2 Y aconteció que en este año un tal Samuel, un lamanita, llegó a la tierra de Zarahemla y empezó a predicar al pueblo. Y ocurrió que por muchos días predicó el arrepentimiento al pueblo, y lo echaron fuera, y se hallaba a punto de regresar a su propia tierra.

3 Mas he aquí, vino a él la voz del Señor de que volviera otra vez y profetizara al pueblo todas las cosas que le vinieran al corazón.

4 Y aconteció que no permitieron que él entrase en la ciudad; por tanto, fue y se subió sobre la muralla, y extendió la mano y clamó en alta voz, y profetizó al pueblo todas las cosas que el Señor le puso en el corazón.

5 Y les dijo: He aquí, yo, Samuel, un lamanita, declaro las palabras del Señor que él pone en mi corazón; y he aquí, él me ha puesto en el corazón que diga a los de este pueblo que la espada de la justicia se cierne sobre ellos; y no pasarán cuatrocientos años sin que caiga sobre ellos la espada de la justicia.

6 Sí, una grave destrucción espera a los de este pueblo, y ciertamente les sobrevendrá, y nada puede salvar a los de este pueblo sino el arrepentimiento y la fe en el Señor Jesucristo, que de seguro vendrá al mundo, y padecerá muchas cosas y morirá por su pueblo.

7 Y he aquí, un ángel del Señor me lo ha declarado, y él impartió alegres nuevas a mi alma. Y he aquí, fui enviado a vosotros para declarároslo también, a fin de que recibieseis buenas nuevas; pero he aquí, no quisisteis recibirme.

8 Por tanto, así dice el Señor: Debido a la dureza del corazón del pueblo de los nefitas, a menos que se arrepientan, les quitaré mi palabra, y les retiraré mi Espíritu, y no los toleraré más, y volveré el corazón de sus hermanos en contra de ellos.

9 Y no pasarán cuatrocientos años sin que yo haga que sean heridos; sí, los visitaré con la espada, y con hambre, y con pestilencia.

10

Sí, los visitaré en mi ardiente ira, y habrá algunos de la cuarta generación, de vuestros enemigos, que vivirán para presenciar vuestra completa destrucción; y esto de seguro sucederá, a menos que os arrepintáis, dice el Señor; y los de la cuarta generación causarán vuestra destrucción.

11 Pero si os arrepentís y os volvéis al Señor vuestro Dios, yo desviaré mi ira, dice el Señor; sí, así dice el Señor: Benditos son los que se arrepienten y se vuelven a mí; pero, ¡ay del que no se arrepienta!

12 Sí, ¡ay de esta gran ciudad de Zarahemla, porque he aquí, es por causa de los que son justos que se ha salvado! Sí, ¡ay de esta gran ciudad, porque yo percibo, dice el Señor, que hay muchos, sí, la mayor parte de los de esta gran ciudad, que endurecerán su corazón contra mí, dice el Señor!

13 Pero benditos son los que se arrepientan, porque a ellos los salvaré. Pues he aquí, si no fuera por los justos que hay en esta gran ciudad, he aquí, yo haría que descendiera fuego del cielo y la destruyera.

14 Mas he aquí, es por el bien de los justos que es perdonada. Pero he aquí, viene el tiempo, dice el Señor, que cuando echéis a los justos de entre vosotros, entonces os hallaréis maduros para la destrucción. Sí, ¡ay de esta gran ciudad por motivo de la iniquidad y abominaciones que hay en ella!

15 Sí, y, ¡ay de la ciudad de Gedeón, por la iniquidad y abominaciones que hay en ella!

16 Sí, ¡ay de todas las ciudades que se hallan en la tierra circunvecina, que están en posesión de los nefitas, por causa de la iniquidad y abominaciones que hay en ellas!

17 Y he aquí, vendrá una maldición sobre la tierra, dice el Señor de los Ejércitos, por causa del pueblo que se halla sobre la tierra; sí, por motivo de sus iniquidades y sus abominaciones.

18 Y acontecerá, dice el Señor de los Ejércitos, sí, nuestro grande y verdadero Dios, que quienes oculten sus tesoros en la tierra no los encontrarán más, por causa de la gran maldición de la tierra, a menos que sea un hombre justo y los esconda para los fines del Señor.

19 Porque yo dispongo, dice el Señor, que escondan sus tesoros para mis fines; y malditos sean aquellos que no los escondan para mis propósitos; porque nadie esconde sus tesoros para mí, a menos que sean los justos; y aquel que no oculte su tesoro para mí, maldito es, y también el tesoro; y nadie lo redimirá a causa de la maldición de la tierra.

20

Y llegará el día en que ocultarán sus tesoros, porque han puesto sus corazones en las riquezas; y porque tienen puesto el corazón en sus riquezas, y ocultarán sus tesoros cuando huyan de sus enemigos; y porque no los ocultarán para mis fines, malditos serán ellos y también sus tesoros; y en aquel día serán heridos, dice el Señor.

21 He aquí, vosotros, los habitantes de esta gran ciudad, escuchad mis palabras; sí, escuchad las palabras que el Señor habla; porque he aquí, él dice que sois malditos por motivo de vuestras riquezas, y vuestras riquezas son malditas también, porque habéis puesto vuestro corazón en ellas, y no habéis escuchado las palabras de aquel que os las dio.

22 No os acordáis del Señor vuestro Dios en las cosas con que os ha bendecido, mas siempre recordáis vuestras riquezas, no para dar gracias al Señor vuestro Dios por ellas; sí, vuestros corazones no se allegan al Señor, sino que se hinchan con desmedido orgullo hasta la jactancia, y la mucha vanidad, envidias, riñas, malicia, persecuciones, asesinatos, y toda clase de iniquidades.

23 Por esta razón el Señor Dios ha hecho venir una maldición sobre esta tierra, y también sobre vuestras riquezas, y esto por motivo de vuestras iniquidades.

24 Sí, ¡ay de este pueblo, a causa de este tiempo que ha llegado en que echáis fuera a los profetas, y os burláis de ellos, y les arrojáis piedras, y los matáis, y les hacéis toda suerte de iniquidades, así como lo hacían los de la antigüedad!

25 Y ahora bien, cuando habláis, decís: Si hubiéramos vivido en los días de nuestros padres de la antigüedad, no habríamos muerto a los profetas; no los hubiéramos apedreado ni echado fuera.

26 He aquí, sois peores que ellos; porque así como vive el Señor, si viene un profeta entre vosotros y os declara la palabra del Señor, la cual testifica de vuestros pecados e iniquidades, os irritáis con él, y lo echáis fuera y buscáis toda clase de maneras para destruirlo; sí, decís que es un profeta falso, que es un pecador y que es del diablo, porque testifica que vuestras obras son malas.

27 Mas he aquí, si un hombre llegare entre vosotros y dijere: Haced esto, y no hay mal; haced aquello, y no padeceréis; sí, dirá: Andad según el orgullo de vuestros propios corazones; sí, id en pos del orgullo de vuestros ojos, y haced cuanto vuestro corazón desee; y si un hombre viniere entre vosotros y dijere esto, lo recibiréis y diréis que es profeta.

28 Sí, lo engrandeceréis y le daréis de vuestros bienes; le daréis de vuestro oro y de vuestra plata, y lo cubriréis con vestidos suntuosos; y porque os habla palabras lisonjeras y dice que todo está bien, no halláis falta alguna en él.

29 ¡Oh generación inicua y perversa; pueblo empedernido y duro de cerviz! ¿Cuánto tiempo suponéis que el Señor os va a tolerar? Sí, ¿hasta cuándo os dejaréis llevar por guías insensatos y ciegos? Sí, ¿hasta cuándo preferiréis las tinieblas a la luz?

30

Sí, he aquí, la ira del Señor ya está encendida contra vosotros; he aquí, él ha maldecido la tierra por motivo de vuestra iniquidad.

31 Y he aquí, se acerca la hora en que maldecirá vuestras riquezas, de modo que se volverán deleznables, al grado que no las podréis conservar; y en los días de vuestra pobreza no las podréis retener.

32 Y en los días de vuestra pobreza, clamaréis al Señor; y clamaréis en vano, porque vuestra desolación ya está sobre vosotros, y vuestra destrucción está asegurada; y entonces lloraréis y gemiréis en ese día, dice el Señor de los Ejércitos; y entonces os lamentaréis y diréis:

33 ¡Oh, si me hubiese arrepentido, y no hubiese muerto a los profetas, ni los hubiese apedreado ni echado fuera! Sí, en ese día diréis: ¡Oh, si nos hubiésemos acordado del Señor nuestro Dios el día en que nos dio nuestras riquezas, y entonces no se habrían vuelto deleznables para que las perdiéramos; porque he aquí, nuestras riquezas han huido de nosotros!

34 ¡He aquí, dejamos aquí una herramienta, y para la mañana ya no está; y he aquí, se nos despoja de nuestras espadas el día en que las hemos buscado para la batalla!

35 Sí, hemos escondido nuestros tesoros, y se nos han escurrido por causa de la maldición de la tierra.

36 ¡Oh, si nos hubiésemos arrepentido el día en que vino a nosotros la palabra del Señor! Porque he aquí, la tierra está maldita, y todas las cosas se han vuelto deleznables, y no podemos retenerlas.

37 He aquí, nos rodean los demonios; sí, cercados estamos por los ángeles de aquel que ha tratado de destruir nuestras almas. He aquí, grandes son nuestras iniquidades. ¡Oh Señor!, ¿no puedes apartar tu ira de nosotros? Y estas serán vuestras palabras en aquellos días.

38 Mas he aquí, vuestros días de probación ya pasaron; habéis demorado el día de vuestra salvación hasta que es eternamente tarde ya, y vuestra destrucción está asegurada; sí, porque todos los días de vuestra vida habéis procurado aquello que no podíais obtener, y habéis buscado la felicidad cometiendo iniquidades, lo cual es contrario a la naturaleza de esa justicia que existe en nuestro gran y Eterno Caudillo.

39 ¡Oh habitantes del país, oh, si escuchaseis mis palabras! Y ruego que se aparte de vosotros la ira del Señor, y que os arrepintáis y seáis salvos.

Capítulo 14

Samuel predice que habrá luz durante la noche y que aparecerá una estrella nueva cuando nazca Cristo — Cristo redime al género humano de la muerte temporal y de la espiritual — Entre las señales de Su muerte, habrá tres días de tinieblas, se partirán las rocas y habrá grandes cataclismos. Aproximadamente 6 a.C.

1

Y aconteció que Samuel el Lamanita profetizó muchísimas otras cosas que no pueden escribirse.

2 Y les dijo: He aquí, os doy una señal; porque han de pasar cinco años más y, he aquí, entonces viene el Hijo de Dios para redimir a todos los que crean en su nombre.

3 Y he aquí, esto os daré por señal al tiempo de su venida: porque he aquí, habrá grandes luces en el cielo, de modo que no habrá obscuridad en la noche anterior a su venida, al grado de que a los hombres les parecerá que es de día.

4 Por tanto, habrá un día y una noche y un día, como si fuera un solo día y no hubiera noche; y esto os será por señal; porque os percataréis de la salida del sol y también de su puesta; por tanto, sabrán de seguro que habrá dos días y una noche; sin embargo, no se obscurecerá la noche; y será la noche antes que él nazca.

5 Y he aquí, aparecerá una estrella nueva, tal como nunca habéis visto; y esto también os será por señal.

6 Y he aquí, esto no es todo, habrá muchas señales y prodigios en el cielo.

7 Y acontecerá que os llenaréis de asombro y admiración, a tal grado que caeréis al suelo.

8 Y sucederá que el que creyere en el Hijo de Dios, tendrá vida sempiterna.

9 Y he aquí, así me ha mandado el Señor, por medio de su ángel, que viniera y os dijera esto; sí, me ha mandado que os profetizara estas cosas; sí, me ha dicho: Clama a este pueblo: Arrepentíos, y preparad la vía del Señor.

10

Y ahora bien, porque soy lamanita, y os he hablado las palabras que el Señor me ha mandado, y porque fue duro para vosotros, os enojáis conmigo, y tratáis de destruirme, y me habéis echado de entre vosotros.

11 Y oiréis mis palabras, pues para este propósito me he subido a las murallas de esta ciudad, a fin de que oigáis y sepáis de los juicios de Dios que os esperan por causa de vuestras iniquidades, y también para que conozcáis las condiciones del arrepentimiento;

12 y también para que sepáis de la venida de Jesucristo, el Hijo de Dios, el Padre del cielo y de la tierra, el Creador de todas las cosas desde el principio; y para que sepáis acerca de las señales de su venida, con objeto de que creáis en su nombre.

13 Y si creéis en su nombre, os arrepentiréis de todos vuestros pecados, para que de ese modo logréis una remisión de ellos por medio de los méritos de él.

14 Y he aquí, os doy, además, otra señal, sí, una señal de su muerte.

15 Pues he aquí, de cierto tiene que morir para que venga la salvación; sí, a él le corresponde y se hace necesario que muera para efectuar la resurrección de los muertos, a fin de que por este medio los hombres sean llevados a la presencia del Señor.

16 Sí, he aquí, esta muerte lleva a efecto la resurrección, y redime a todo el género humano de la primera muerte, esa muerte espiritual; porque, hallándose separados de la presencia del Señor por la caída de Adán, todos los hombres son considerados como si estuvieran muertos, tanto en lo que respecta a cosas temporales como a cosas espirituales.

17 Pero he aquí, la resurrección de Cristo redime al género humano, sí, a toda la humanidad, y la trae de vuelta a la presencia del Señor.

18 Sí, y lleva a efecto la condición del arrepentimiento, que aquel que se arrepienta no será talado y arrojado al fuego; pero el que no se arrepienta será talado y echado en el fuego; y viene otra vez sobre ellos una muerte espiritual; sí, una segunda muerte, porque quedan nuevamente separados de las cosas que conciernen a la justicia.

19 Por tanto, arrepentíos, arrepentíos, no sea que por saber estas cosas, y por no cumplirlas, os dejéis caer bajo condenación, y seáis arrastrados a esta segunda muerte.

20

Mas he aquí, como os dije concerniente a otra señal, una señal de su muerte, he aquí, el día en que padezca la muerte, se obscurecerá el sol, y rehusará daros su luz; y también la luna y las estrellas; y no habrá luz sobre la superficie de esta tierra durante tres días, sí, desde la hora en que sufra la muerte, hasta el momento en que resucite de entre los muertos.

21 Sí, en el momento en que entregue el espíritu, habrá truenos y relámpagos por el espacio de muchas horas, y la tierra se conmoverá y temblará; y las rocas que están sobre la faz de la tierra, que se hallan tanto sobre la tierra como por debajo, y que hoy sabéis que son macizas, o que la mayor parte son una masa sólida, se harán pedazos;

22 sí, se partirán por la mitad, y para siempre jamás después se hallarán con grietas y hendiduras, y en fragmentos sobre la superficie de toda la tierra, sí, tanto encima de la tierra como por debajo.

23 Y he aquí, habrá grandes tempestades; y habrá muchas montañas que serán hechas llanas, a semejanza de un valle, y habrá muchos parajes que ahora se llaman valles, que se convertirán en montañas de una altura inmensa.

24 Y muchas calzadas se harán pedazos, y muchas ciudades quedarán desoladas.

25 Y se abrirán muchos sepulcros, y entregarán a un gran número de sus muertos; y muchos santos se aparecerán a muchos.

26 Y he aquí, así me ha hablado el ángel; porque me dijo que habría truenos y relámpagos por el espacio de muchas horas.

27 Y me dijo que mientras durasen los truenos y relámpagos y la tempestad, se verificarían estas cosas; y que tinieblas cubrirían la faz de toda la tierra por el espacio de tres días.

28 Y me dijo el ángel que muchos verán mayores cosas que estas, con el fin de que crean que estas señales y prodigios se habrían de verificar por toda la superficie de esta tierra, con objeto de que no haya más motivo para la incredulidad entre los hijos de los hombres,

29 y esto con objeto de que aquellos que crean sean salvos, y sobre los que no crean descienda un justo juicio; y también, si son condenados, traen sobre sí su propia condenación.

30

Así pues, recordad, recordad, mis hermanos, que el que perece, perece por causa de sí mismo; y quien comete iniquidad, lo hace contra sí mismo; pues he aquí, sois libres; se os permite obrar por vosotros mismos; pues he aquí, Dios os ha dado el conocimiento y os ha hecho libres.

31 Él os ha concedido que discernáis el bien del mal, y os ha concedido que escojáis la vida o la muerte; y podéis hacer lo bueno, y ser restaurados a lo que es bueno, es decir, que os sea restituido lo que es bueno; o podéis hacer lo malo, y hacer que lo que es malo os sea restituido.

Capítulo 15

El Señor disciplinó a los nefitas porque los amaba — Los lamanitas convertidos son firmes e inmutables en la fe — El Señor será misericordioso con los lamanitas en los días postreros. Aproximadamente 6 a.C.

1

Y ahora bien, amados hermanos míos, he aquí, os declaro que a menos que os arrepintáis, vuestras casas os quedarán desiertas.

2 Sí, a menos que os arrepintáis, vuestras mujeres tendrán sobrado motivo para lamentarse el día en que estén criando; porque intentaréis escapar, y no habrá lugar de refugio; sí, ¡ay de las que estén encintas, porque con el peso no podrán huir; por tanto, serán atropelladas y abandonadas para perecer!

3 Sí, ¡ay de los de este pueblo llamado el pueblo de Nefi, a menos que se arrepientan cuando vean todas estas señales y prodigios que les serán manifestados! Pues he aquí, han sido un pueblo escogido del Señor; sí, él ha amado a los del pueblo de Nefi, y los ha disciplinado también; sí, los ha disciplinado en los días de sus iniquidades, porque los ama.

4 Mas he aquí, hermanos míos, ha aborrecido a los lamanitas porque sus obras han sido continuamente malas, y esto por motivo de la iniquidad de la tradición de sus padres. Mas he aquí, les ha llegado la salvación por medio de la predicación de los nefitas; y para este fin el Señor ha prolongado sus días.

5 Y quisiera que os fijaseis en que la mayor parte de ellos se hallan en la senda de su deber, y andan con circunspección delante de Dios, y se esfuerzan por guardar sus mandamientos y sus estatutos y sus juicios, de acuerdo con la ley de Moisés.

6 Sí, os digo que la mayor parte de ellos están haciendo esto, y con infatigable diligencia se están esforzando por traer al resto de sus hermanos al conocimiento de la verdad; por tanto, son muchos los que se unen a su número diariamente.

7 Y he aquí, sabéis por vosotros mismos, porque lo habéis presenciado, que cuantos de ellos llegan al conocimiento de la verdad, y a saber de las inicuas y abominables tradiciones de sus padres, y son conducidos a creer las Santas Escrituras, sí, las profecías escritas de los santos profetas, que los llevan a la fe en el Señor y al arrepentimiento, esa fe y arrepentimiento que efectúan un cambio de corazón en ellos;

8 por lo tanto, cuantos han llegado a este punto, sabéis por vosotros mismos que son firmes e inmutables en la fe, y en aquello con lo que se les ha hecho libres.

9 Y también sabéis que han enterrado sus armas de guerra, y temen empuñarlas, no sea que de alguna manera ellos pequen; sí, veis que tienen miedo de pecar, pues he aquí, se dejan hollar y matar por sus enemigos, y no alzan la espada en contra de ellos; y esto a causa de su fe en Cristo.

10

Y por motivo de su firmeza, cuando llegan a creer en aquello que creen, por causa, pues, de su firmeza, una vez que son iluminados, he aquí, el Señor los bendecirá y prolongará sus días a pesar de su iniquidad.

11 Sí, aunque degeneraren en la incredulidad, el Señor prolongará sus días hasta que llegue el tiempo del cual han hablado nuestros padres, y también el profeta Zenós y muchos otros profetas, concerniente a la restauración de nuestros hermanos, los lamanitas, nuevamente al conocimiento de la verdad.

12 Sí, os digo que en los postreros tiempos se han extendido las promesas del Señor a nuestros hermanos los lamanitas; y a pesar de las muchas aflicciones que experimentarán, y no obstante que serán echados de un lado al otro sobre la superficie de la tierra, y serán perseguidos y heridos y dispersados, sin tener lugar donde refugiarse, el Señor será misericordioso con ellos.

13 Y esto de acuerdo con la profecía de que serán traídos otra vez al conocimiento verdadero, que es el conocimiento de su Redentor y de su gran y verdadero pastor, y serán contados entre sus ovejas.

14 Por tanto, os digo que será mejor para ellos que para vosotros, a menos que os arrepintáis.

15 Porque he aquí, si a ellos les hubiesen sido mostradas las poderosas obras que os han sido manifestadas a vosotros, sí, a estos que han degenerado en la incredulidad por motivo de las tradiciones de sus padres, podéis ver por vosotros mismos que jamás habrían vuelto a degenerar en la incredulidad.

16 Por tanto, dice el Señor: No los destruiré completamente, sino que haré que en el día de mi prudencia se vuelvan a mí de nuevo, dice el Señor.

17 Y he aquí, ahora dice el Señor concerniente al pueblo de los nefitas: Si no se arrepienten y se esfuerzan por cumplir mi voluntad, los destruiré completamente por su incredulidad, dice el Señor, no obstante las muchas poderosas obras que yo he realizado entre ellos; y así como vive el Señor, acontecerán estas cosas, dice el Señor.

Capítulo 16

Nefi bautiza a los nefitas que creen a Samuel — Las piedras y las flechas de los nefitas inicuos no pueden matar a Samuel — Algunos endurecen su corazón y otros ven ángeles — Los incrédulos dicen que no es razonable creer en Cristo ni en Su venida a Jerusalén. Aproximadamente 6–1 a.C.

1

Y sucedió que hubo muchos que oyeron las palabras que Samuel el Lamanita habló desde las murallas de la ciudad. Y cuantos creyeron en su palabra fueron y buscaron a Nefi; y cuando fueron y lo hallaron, le confesaron sus pecados y no negaron, deseando ser bautizados en el Señor.

2 Pero cuantos no creyeron en las palabras de Samuel se enojaron con él; y le arrojaron piedras sobre la muralla, y también muchos lanzaron flechas contra él mientras se hallaba sobre la muralla; mas el Espíritu del Señor estaba con él, de modo que no pudieron herirlo con sus piedras ni con sus flechas.

3 Y cuando vieron que no podían herirlo, hubo muchos más que creyeron en sus palabras, al grado de que fueron a Nefi para ser bautizados.

4 Porque he aquí, Nefi estaba bautizando, y profetizando, y predicando, proclamando el arrepentimiento al pueblo, mostrando señales y prodigios, y obrando milagros entre el pueblo, a fin de que supieran que el Cristo pronto debía venir,

5 hablándoles de cosas que en breve se verificarían, para que supieran y se acordaran, en el día de su cumplimiento, que se las habían hecho saber de antemano, a fin de que creyeran; por tanto, cuantos creyeron en las palabras de Samuel fueron a Nefi para ser bautizados, pues llegaban arrepintiéndose y confesando sus pecados.

6 Pero la mayor parte de ellos no creyeron en las palabras de Samuel; por tanto, cuando vieron que no podían herirlo con sus piedras ni con sus flechas, gritaron a sus capitanes, diciendo: Prended a este individuo y atadlo, porque está poseído de un diablo; y por el poder del diablo que está en él, no podemos herirlo con nuestras piedras ni con nuestras flechas; por tanto, tomadlo y atadlo, y llevadlo.

7 Y mientras avanzaban para echarle mano, he aquí, se dejó caer desde la muralla, y huyó de sus tierras, sí, hasta su propio país, y empezó a predicar y a profetizar entre su propio pueblo.

8 Y he aquí, nunca más se volvió a saber de él entre los nefitas; y así se hallaban los asuntos del pueblo.

9 Y así concluyó el año ochenta y seis del gobierno de los jueces sobre el pueblo de Nefi.

10

Y así concluyó también el año ochenta y siete del gobierno de los jueces, permaneciendo la mayoría del pueblo en su orgullo e iniquidad, y la menor parte andando con más circunspección ante Dios.

11 Y estas fueron las condiciones que prevalecieron también en el año ochenta y ocho del gobierno de los jueces.

12 Y en el año ochenta y nueve del gobierno de los jueces hubo muy poco cambio en los asuntos del pueblo, salvo que la gente empezó a obstinarse más en la iniquidad, y a cometer más y más de aquello que era contrario a los mandamientos de Dios.

13 Pero aconteció que en el año noventa del gobierno de los jueces, se manifestaron grandes señales y prodigios al pueblo; y empezaron a cumplirse las palabras de los profetas.

14 Y se aparecieron ángeles a los hombres, a hombres sabios, y les declararon buenas nuevas de gran gozo; de modo que en este año empezaron a cumplirse las Escrituras.

15 No obstante, el pueblo empezó a endurecer su corazón, todos salvo la parte más creyente de ellos, tanto entre los nefitas como entre los lamanitas, y empezaron a confiar en su propia fuerza y en su propia sabiduría, diciendo:

16 Algunas cosas, de entre tantas, pudieron haber adivinado acertadamente; mas he aquí, sabemos que todas estas obras grandes y maravillosas de que se ha hablado no pueden suceder.

17 Y empezaron a raciocinar y a disputar entre sí, diciendo:

18 No es razonable que venga tal ser como un Cristo; si así es, y si fuere el Hijo de Dios, el Padre del cielo y de la tierra, como se ha dicho, ¿por qué no se nos ha de manifestar a nosotros así como a aquellos que estén en Jerusalén?

19 Sí, ¿por qué no se ha de mostrar en esta tierra, así como en la tierra de Jerusalén?

20

Mas he aquí, nosotros sabemos que esta es una inicua tradición que nos han transmitido nuestros padres, para hacernos creer en una cosa grande y maravillosa que ha de acontecer, pero no entre nosotros, sino en una tierra que se halla muy lejana, tierra que no conocemos; por tanto, pueden mantenernos en la ignorancia, porque no podemos dar fe con nuestros propios ojos de que son verdaderas.

21 Y ellos, por medio de la astucia y misteriosos artificios del maligno, obrarán algún gran misterio que nosotros no podemos comprender, el cual nos sujetará para que seamos siervos de sus palabras y siervos de ellos también, puesto que dependemos de ellos para que nos enseñen la palabra; y así nos conservarán en la ignorancia todos los días de nuestra vida si nos sometemos a ellos.

22 Y muchas más cosas insensatas y vanas se imaginaron en sus corazones; y se hallaban muy agitados porque Satanás los incitaba continuamente a cometer iniquidades; sí, anduvo sembrando rumores y contenciones sobre toda la faz de la tierra, a fin de endurecer el corazón de la gente contra lo que era bueno y contra lo que estaba por venir.

23 Y a pesar de las señales y los prodigios que se realizaban entre los del pueblo del Señor, y los muchos milagros que obraban, Satanás logró gran poder sobre el corazón del pueblo en toda la faz de la tierra.

24 Y así concluyó el año noventa del gobierno de los jueces sobre el pueblo de Nefi.

25 Y así terminó el libro de Helamán, de acuerdo con los anales de Helamán y sus hijos.

Tercer Nefi

El Libro de Nefi Hijo de Nefi, que era hijo de Helamán

Y Helamán era hijo de Helamán, que era hijo de Alma, el hijo de Alma, el cual era descendiente de Nefi, que era hijo de Lehi, quien salió de Jerusalén el primer año del reinado de Sedequías, rey de Judá.

Capítulo 1

Nefi hijo de Helamán, parte de la tierra, y su hijo Nefi conserva los anales — Aunque abundan las señales y las maravillas, los inicuos hacen planes para matar a los justos — Llega la noche del nacimiento de Cristo — Se da la señal y aparece una nueva estrella — Aumentan las mentiras y los engaños, y los ladrones de Gadiantón asesinan a muchos. Aproximadamente 1–4 d.C.

1

Y aconteció que el año noventa y uno había concluido, y habían pasado seiscientos años de la época en que Lehi salió de Jerusalén; y fue el año en que Laconeo era juez superior y gobernador en toda la tierra.

2 Y Nefi hijo de Helamán, había partido de la tierra de Zarahemla, dando a su hijo Nefi, que era su hijo mayor, el cargo concerniente a las planchas de bronce y todos los anales que habían sido conservados, y todas aquellas cosas que se habían guardado sagradas desde la salida de Lehi de Jerusalén.

3 Entonces salió de esa tierra, y nadie sabe adónde se fue; y su hijo Nefi llevó los anales en su lugar, sí, los anales de este pueblo.

4 Y sucedió que a principios del año noventa y dos, he aquí, empezaron a cumplirse más plenamente las profecías de los profetas; porque empezó a haber mayores señales y mayores milagros entre el pueblo.

5 Pero hubo algunos que empezaron a decir que ya había pasado el tiempo para que se cumplieran las palabras que habló Samuel el Lamanita.

6 Y empezaron a reírse de sus hermanos, diciendo: He aquí, ya se pasó el tiempo, y no se han cumplido las palabras de Samuel; de modo que han sido en vano vuestro gozo y vuestra fe concernientes a esto.

7 Y aconteció que hicieron un gran alboroto por toda la tierra; y las personas que creían empezaron a apesadumbrarse en gran manera, no fuese que de algún modo no llegaran a verificarse aquellas cosas que se habían declarado.

8 Mas he aquí, esperaban firmemente la llegada de ese día y esa noche y otro día, que serían como un solo día, como si no hubiera noche, a fin de saber que su fe no había sido en vano.

9 Y sucedió que los incrédulos fijaron un día en el cual se habría de aplicar la pena de muerte a todos aquellos que creyeran en esas tradiciones, a menos que se verificase la señal que había indicado el profeta Samuel.

10

Y ocurrió que cuando Nefi hijo de Nefi, vio esta iniquidad de su pueblo, su corazón se afligió en extremo.

11 Y acaeció que fue y se postró en tierra y clamó fervorosamente a su Dios a favor de su pueblo, sí, aquellos que estaban a punto de ser destruidos por motivo de su fe en la tradición de sus padres.

12 Y sucedió que todo ese día imploró fervorosamente al Señor, y he aquí, la voz del Señor vino a él, diciendo:

13 Alza la cabeza y sé de buen ánimo, pues he aquí, ha llegado el momento; y esta noche se dará la señal, y mañana vengo al mundo para mostrar al mundo que he de cumplir todas las cosas que he hecho declarar por boca de mis santos profetas.

14 He aquí, vengo a los míos para cumplir todas las cosas que he dado a conocer a los hijos de los hombres desde la fundación del mundo, y para hacer la voluntad así la del Padre como la del Hijo: la del Padre por causa de mí, y la del Hijo por causa de mi carne. He aquí, ha llegado el momento y esta noche se dará la señal.

15 Y aconteció que se cumplieron las palabras que se dieron a Nefi, tal como fueron dichas; porque he aquí, a la puesta del sol, no hubo obscuridad; y el pueblo empezó a asombrarse porque no hubo obscuridad al caer la noche.

16 Y hubo muchos, que no habían creído las palabras de los profetas, que cayeron a tierra y se quedaron como si estuviesen muertos, pues sabían que se había frustrado el gran plan de destrucción que habían tramado contra aquellos que creían en las palabras de los profetas; porque la señal que se había indicado estaba ya presente.

17 Y empezaron a comprender que el Hijo de Dios pronto aparecería; sí, en una palabra, todos los habitantes sobre la faz de toda la tierra, desde el oeste hasta el este, tanto en la tierra del norte como en la tierra del sur, se asombraron a tal extremo que cayeron al suelo;

18 porque sabían que los profetas habían dado testimonio de esas cosas por muchos años, y que la señal que se había indicado ya estaba a la vista; y empezaron a temer por motivo de su iniquidad e incredulidad.

19 Y sucedió que no hubo obscuridad durante toda esa noche, sino que estuvo tan claro como si fuese mediodía. Y aconteció que en la mañana el sol salió de nuevo, según su orden natural; y entendieron que ese era el día en que había de nacer el Señor, por motivo de la señal que se había dado.

20

Y habían acontecido, sí, todas las cosas, toda partícula, según las palabras de los profetas.

21 Y aconteció también que apareció una nueva estrella, de acuerdo con la palabra.

22 Y sucedió que de allí en adelante Satanás empezó a esparcir mentiras entre el pueblo, para endurecer sus corazones, a fin de que no creyeran en aquellas señales y prodigios que habían visto; pero a pesar de estas mentiras y engaños, la mayor parte del pueblo creyó y se convirtió al Señor.

23 Y ocurrió que Nefi salió entre el pueblo, y también muchos otros, bautizando para arrepentimiento, con lo cual hubo una gran remisión de pecados. Y así, el pueblo de nuevo empezó a gozar de paz en la tierra.

24 Y no hubo contenciones, con excepción de unos pocos que empezaron a predicar, intentando probar por medio de las Escrituras, que ya no era necesario observar la ley de Moisés; mas en esto erraron, por no haber entendido las Escrituras.

25 Pero acaeció que no tardaron en convertirse, y se convencieron del error en que se hallaban, porque se les hizo saber que la ley no se había cumplido todavía, y que era necesario que se cumpliera sin faltar un ápice; sí, llegó a ellos la palabra de que era necesario que se cumpliese; sí, que ni una jota ni una tilde pasaría sin que todo se cumpliese; por tanto, en este mismo año se les hizo saber su error, y confesaron sus faltas.

26 Y así concluyó el año noventa y dos, trayendo alegres nuevas al pueblo por motivo de las señales que se manifestaron, conforme a las palabras de profecía de todos los santos profetas.

27 Y aconteció que el año noventa y tres también pasó en paz, con excepción de los ladrones de Gadiantón, que habitaban las montañas e infestaban el país; porque tan fuertes eran sus guaridas y escondrijos, que el pueblo no pudo vencerlos; por tanto, cometieron muchos asesinatos y causaron gran mortandad entre el pueblo.

28 Y sucedió que empezaron a aumentar considerablemente en el año noventa y cuatro, porque hubo muchos disidentes nefitas que se refugiaron entre ellos; y esto causó mucha tristeza a los nefitas que permanecieron en la tierra.

29 Y también hubo causa de mucha tristeza entre los lamanitas; porque he aquí, tenían muchos hijos que crecieron y aumentaron en años hasta actuar por sí mismos, y unos que eran zoramitas los indujeron, con sus mentiras y sus palabras aduladoras, a unirse a esos ladrones de Gadiantón.

30

Y así fueron afligidos también los lamanitas, y empezaron a decaer en cuanto a su fe y rectitud, por causa de la iniquidad de la nueva generación.

Capítulo 2

La iniquidad y las abominaciones aumentan entre el pueblo — Los nefitas y los lamanitas se unen para defenderse de los ladrones de Gadiantón — Los lamanitas convertidos se vuelven blancos y son llamados nefitas. Aproximadamente 5–16 d.C.

1

Y sucedió que así pasó el año noventa y cinco también, y el pueblo comenzó a olvidarse de aquellas señales y prodigios que había presenciado, y a asombrarse cada vez menos de una señal o prodigio del cielo, de tal modo que comenzaron a endurecer sus corazones, y a cegar sus mentes, y a no creer todo lo que habían visto y oído,

2 imaginándose alguna cosa vana en sus corazones, que aquello se efectuaba por los hombres y por el poder del diablo para extraviar y engañar el corazón del pueblo. De este modo Satanás de nuevo se apoderó del corazón de los del pueblo, al grado que les cegó los ojos y los condujo a creer que la doctrina de Cristo era una cosa insensata y vana.

3 Y ocurrió que el pueblo empezó a aumentar en la iniquidad y en las abominaciones; y no creyeron que se manifestarían más señales ni prodigios; y Satanás andaba por todas partes extraviando el corazón de los del pueblo, tentándolos y haciéndoles cometer grandes iniquidades en la tierra.

4 Y así pasó el año noventa y seis; y también el año noventa y siete; asimismo el año noventa y ocho, y el noventa y nueve;

5 y también habían transcurrido cien años desde los días de Mosíah, que había sido rey de los nefitas.

6 Y habían pasado seiscientos nueve años desde que Lehi había salido de Jerusalén.

7 Y habían pasado nueve años desde la ocasión en que se manifestó la señal de que hablaron los profetas, tocante a que Cristo vendría al mundo.

8 Ahora bien, los nefitas empezaron a calcular su tiempo desde esta ocasión en que se manifestó la señal, o sea, desde la venida de Cristo; por tanto, habían pasado ya nueve años.

9 Y Nefi, el padre de aquel Nefi que tenía a su cargo los anales, no volvió a la tierra de Zarahemla, ni se le pudo hallar en toda la tierra.

10

Y sucedió que a pesar de las muchas predicaciones y profecías que se difundieron entre ellos, el pueblo perseveró en su iniquidad; y así pasó también el año décimo; y el año once igualmente pasó en la iniquidad.

11 Y sucedió que en el año trece empezó a haber guerras y contiendas por toda la tierra; porque los ladrones de Gadiantón se habían hecho tan numerosos, y mataban a tantos de los del pueblo, y asolaban tantas ciudades, y causaban tanta mortandad y estragos por toda la tierra, que fue menester que todo el pueblo, nefitas así como lamanitas, tomase las armas contra ellos.

12 Por tanto, todos los lamanitas que se habían convertido al Señor se unieron a sus hermanos, los nefitas, y se vieron obligados, para proteger sus vidas, y a sus mujeres y sus hijos, a tomar las armas contra aquellos ladrones de Gadiantón; sí, y también para preservar sus derechos, y los privilegios de su iglesia y de su adoración a Dios, y su independencia y su libertad.

13 Y sucedió que antes que hubiese concluido este año trece, amenazó a los nefitas una destrucción completa a causa de esta guerra, que había llegado a ser grave en extremo.

14 Y aconteció que aquellos lamanitas que se habían unido con los nefitas fueron contados entre estos.

15 Y les fue quitada su maldición, y su piel se tornó blanca como la de los nefitas;

16 y sus jóvenes varones y sus hijas llegaron a ser sumamente bellos, y fueron contados entre los nefitas, y fueron llamados nefitas. Y así concluyó el año trece.

17 Y sucedió que al empezar el año catorce continuó la guerra entre los ladrones y el pueblo de Nefi, y se agravó en extremo; no obstante, los nefitas aventajaron en algo a los bandidos, al grado de que los echaron de sus tierras a las montañas y a sus escondrijos.

18 Y así concluyó el año catorce. Y en el año quince vinieron contra el pueblo de Nefi; y debido a la iniquidad de los nefitas, y sus muchas contenciones y disensiones, los ladrones de Gadiantón lograron aventajarlos de muchas maneras.

19 Y así concluyó el año quince, y así se encontraba el pueblo en un estado de muchas aflicciones; y la espada de la destrucción se cernía sobre ellos, al grado de que estaban a punto de ser heridos por ella; y esto a causa de su iniquidad.

Capítulo 3

Giddiani, el jefe de la banda de Gadiantón, exige que Laconeo y los nefitas se rindan y que entreguen sus tierras — Laconeo nombra a Gidgiddoni para que sea el capitán principal de los ejércitos — Los nefitas se congregan en Zarahemla y en la tierra de Abundancia para defenderse. Aproximadamente 16–18 d.C.

1

Y sucedió que en el año dieciséis desde la venida de Cristo, Laconeo, gobernador de la tierra, recibió una epístola del jefe y caudillo de esta banda de ladrones; y estas eran las palabras que habían sido escritas, y decían:

2 Laconeo, excelentísimo gobernador principal de la tierra: He aquí, te escribo esta epístola, y te doy el más amplio elogio por causa de tu firmeza, y también por la firmeza de tu pueblo, al mantener lo que suponéis que es vuestro derecho y libertad; sí, bien perseveráis, como si os sostuviese la mano de un dios, en la defensa de vuestra libertad, y vuestras propiedades y vuestro país, o lo que así llamáis vosotros.

3 Y me parece una lástima, excelentísimo Laconeo, que seáis tan insensatos y tan vanos para suponer que podéis sosteneros contra tantos hombres valientes que tengo bajo mis órdenes, que en estos momentos están sobre las armas, y que esperan con gran ansiedad la orden: Caed sobre los nefitas, y destruidlos.

4 Y yo conozco su indomable espíritu, habiéndolos puesto a prueba en el campo de batalla, y sabiendo del odio eterno que os tienen, por motivo de los numerosos agravios que les habéis causado; por tanto, si descendieran sobre vosotros, os visitarían con una completa destrucción.

5 Por tanto, he escrito esta epístola, sellándola con mi propia mano, interesándome en vuestro bienestar, por motivo de vuestra firmeza en lo que creéis ser justo, y vuestro noble espíritu en el campo de batalla.

6 Por tanto, te escribo pidiendo que entreguéis vuestras ciudades, vuestras tierras y vuestras posesiones a este pueblo mío, antes que caiga sobre vosotros con la espada y os sobrevenga la destrucción.

7 O en otros términos, someteos y uníos a nosotros, y familiarizaos con nuestras obras secretas, y convertíos en hermanos nuestros para que seáis iguales a nosotros; no nuestros esclavos, sino nuestros hermanos y consocios de toda nuestra substancia.

8 Y he aquí, te afirmo con juramento que si hacéis esto, no seréis destruidos; pero si no hacéis esto, te aseguro con juramento que el mes que viene daré órdenes de que mis ejércitos vengan contra vosotros; y no detendrán su mano ni perdonarán, sino que os matarán y os herirán con la espada hasta que seáis aniquilados.

9 He aquí, soy Giddiani; y soy el caudillo de esta sociedad secreta de Gadiantón; y sé que esta sociedad y sus obras son buenas; y son de fecha antigua y nos han sido transmitidas.

10

Y te escribo esta epístola, Laconeo, y confío en que entregaréis vuestras tierras y vuestras posesiones sin efusión de sangre, a fin de que recuperen sus derechos y gobierno los de mi pueblo, que se han separado de vosotros por causa de vuestra iniquidad al privarlos de sus derechos al gobierno; y a menos que hagáis esto, yo vengaré sus agravios. Soy Giddiani.

11 Y aconteció que cuando Laconeo recibió esta epístola, se asombró en extremo por motivo de la audacia de Giddiani en exigir la tierra de los nefitas, y también en amenazar al pueblo y vengar los agravios de aquellos que jamás habían recibido agravio alguno, a no ser que se hubieran agraviado a sí mismos pasándose a aquellos perversos y abominables ladrones.

12 Mas he aquí, este Laconeo, el gobernador, era un hombre justo, y no se amedrentó por las amenazas y demandas de un ladrón; por tanto, no hizo caso de la epístola de Giddiani, el caudillo de los ladrones, antes bien, hizo que su pueblo le suplicara fuerza al Señor, para cuando los ladrones descendieran contra ellos.

13 Sí, envió una proclamación entre todo el pueblo de que juntasen a sus mujeres y a sus hijos, sus hatos y sus rebaños y toda su substancia, excepto sus terrenos, en un lugar.

14 E hizo que se construyeran fortificaciones alrededor de ellos, y que la fuerza de ellas fuese grande en extremo; e hizo que los ejércitos, tanto de los nefitas como de los lamanitas, o sea, de todos los que se contaban entre los nefitas, se colocasen alrededor como guardias para vigilarlos y para protegerlos de los ladrones día y noche.

15 Sí, y les dijo: Así como vive el Señor, a menos que os arrepintáis de todas vuestras iniquidades, e imploréis al Señor, de ningún modo seréis librados de las manos de esos ladrones de Gadiantón.

16 Y tan grandes y maravillosas fueron las palabras y las profecías de Laconeo, que infundieron temor en todo el pueblo; y se esforzaron con todo su vigor por obrar de acuerdo con las palabras de Laconeo.

17 Y sucedió que Laconeo nombró capitanes en jefe sobre todos los ejércitos de los nefitas para que los dirigiesen en la ocasión en que los ladrones salieran del desierto en contra de ellos.

18 Y fue nombrado el que había de ser el principal de todos los capitanes en jefe y comandante supremo de todos los ejércitos de los nefitas, y se llamaba Gidgiddoni.

19 Y era costumbre entre todos los nefitas escoger como capitanes en jefe (salvo en sus épocas de iniquidad) a alguno que tuviese el espíritu de revelación y también de profecía; por tanto, este Gidgiddoni era un gran profeta entre ellos, como también lo era el juez superior.

20

Y el pueblo dijo a Gidgiddoni: Ora al Señor, y subamos a las montañas y al desierto para caer sobre los ladrones y destruirlos en sus propias tierras.

21 Pero Gidgiddoni les dijo: No lo permita el Señor; porque si marchásemos contra ellos, el Señor nos entregaría en sus manos; por consiguiente, nos prepararemos en el centro de nuestras tierras y reuniremos a todos nuestros ejércitos; y no saldremos en contra de ellos, sino que esperaremos hasta que vengan contra nosotros; por tanto, así como vive el Señor que si así lo hacemos, él los entregará en nuestras manos.

22 Y sucedió que en el año diecisiete, hacia fines del año, la proclamación de Laconeo había circulado por toda la superficie de la tierra; y habían reunido sus caballos, y sus carros, y su ganado, y todos sus hatos y rebaños, y su grano, y todos sus bienes, y se dirigieron por miles y decenas de miles hasta que todos hubieron llegado al sitio que se había señalado para que se juntasen, a fin de defenderse de sus enemigos.

23 Y el lugar señalado fue la tierra de Zarahemla y la tierra que estaba entre la tierra de Zarahemla y la de Abundancia, sí, hasta la línea que corría entre la tierra de Abundancia y la tierra de Desolación.

24 Y hubo muchos miles de los que se llamaban nefitas que se congregaron en esta tierra; y Laconeo hizo que se reunieran en la tierra del sur por motivo de la gran maldición que había sobre la tierra del norte.

25 Y se fortificaron contra sus enemigos; y moraron en una región y como un solo grupo; y temieron las palabras que Laconeo había pronunciado, al grado de que se arrepintieron de todos sus pecados, y elevaban sus oraciones al Señor su Dios para que los librara en la ocasión en que sus enemigos vinieran a la batalla contra ellos.

26 Y estaban sumamente afligidos a causa de sus enemigos. Y Gidgiddoni mandó que hicieran armas de guerra de toda clase, y que se fortalecieran con armadura, y con escudos y con broqueles, según sus instrucciones.

Capítulo 4

Los ejércitos nefitas derrotan a los ladrones de Gadiantón — Matan a Giddiani y cuelgan a Zemnaríah, su sucesor — Los nefitas alaban al Señor por sus triunfos. Aproximadamente 19–22 d.C.

1

Y aconteció que a fines del año dieciocho, aquellos ejércitos de ladrones se habían apercibido para la batalla, y empezaron a bajar y a salir de las colinas, y de las montañas, y del desierto, y de sus fortalezas y sus lugares secretos, y empezaron a apoderarse de las tierras, tanto las que se hallaban en la tierra del sur como en la tierra del norte, y comenzaron a ocupar todos los terrenos que habían sido abandonados por los nefitas, y las ciudades que habían quedado desiertas.

2 Mas he aquí, no había ni animales silvestres ni caza en aquellas tierras que los nefitas habían abandonado; y no había caza para los ladrones sino en el desierto.

3 Y los ladrones no podían subsistir sino en el desierto, por la falta de alimento; porque los nefitas habían dejado asoladas sus tierras, y habían recogido sus hatos y sus rebaños y todo cuanto tenían, y se hallaban reunidos en un solo grupo.

4 Por consiguiente, no había manera de que los ladrones robaran ni obtuvieran alimentos, a no ser que fueran a la batalla contra los nefitas; y los nefitas se hallaban en un solo grupo, y era grande su número, y se habían provisto de víveres y de caballos, y ganado, y rebaños de toda clase, para poder subsistir por el término de siete años, durante el cual tenían la esperanza de destruir a los ladrones de sobre la faz de la tierra; y así concluyó el año dieciocho.

5 Y sucedió que en el año diecinueve, Giddiani vio que era preciso que fuera a la batalla contra los nefitas, porque no tenían otro medio de subsistir sino por el robo, el pillaje y el asesinato.

6 Y no se atrevían a extenderse sobre la faz de la tierra para cultivar grano, no fuese que los nefitas cayeran sobre ellos y los mataran. De modo que Giddiani dio órdenes a sus ejércitos de que fueran a la batalla contra los nefitas ese año.

7 Y ocurrió que fueron a la batalla; y fue en el sexto mes; y he aquí, grande y terrible fue el día en que se presentaron para la batalla; e iban ceñidos a la manera de ladrones; y llevaban una piel de cordero alrededor de los lomos, y se habían teñido con sangre, y llevaban rapada la cabeza, y se habían cubierto con cascos; y grande y terrible era el aspecto de los ejércitos de Giddiani por causa de su armadura y por haberse teñido con sangre.

8 Y aconteció que cuando vieron la apariencia del ejército de Giddiani, todos los ejércitos de los nefitas cayeron al suelo, y alzaron sus voces al Señor su Dios para que los preservara y los librara de las manos de sus enemigos.

9 Y sucedió que cuando vieron esto, los ejércitos de Giddiani empezaron a gritar fuertemente a causa de su gozo, pues habían supuesto que los nefitas habían caído de miedo, por el terror de sus ejércitos.

10

Pero en esto se engañaron, porque los nefitas no les tenían miedo; pero sí temían a su Dios, y le suplicaron su protección; por tanto, cuando los ejércitos de Giddiani los arremetieron, se hallaban preparados para resistirlos, sí, les hicieron frente con la fuerza del Señor.

11 Y empezó la batalla en este sexto mes; y grande y terrible fue la batalla, sí, grande y terrible fue la carnicería, a tal grado que nunca se había conocido tan grande mortandad entre todo el pueblo de Lehi desde que salió de Jerusalén.

12 Y no obstante las amenazas y juramentos que había proferido Giddiani, he aquí, los nefitas los batieron, al grado que retrocedieron ante ellos.

13 Y ocurrió que Gidgiddoni dio órdenes de que sus ejércitos habían de perseguirlos hasta los confines del desierto, y que no perdonaran a ninguno de los que cayeran en sus manos por el camino; y así los persiguieron y los mataron hasta los confines del desierto, sí, hasta que hubieron cumplido las órdenes de Gidgiddoni.

14 Y sucedió que Giddiani, que se había sostenido y luchado con intrepidez, fue perseguido cuando huyó; y hallándose fatigado de tanto pelear, lo alcanzaron y lo mataron. Y así llegó a su fin Giddiani el ladrón.

15 Y aconteció que los ejércitos de los nefitas se volvieron a su plaza fuerte. Y se pasó ese año diecinueve, y los ladrones no volvieron a la batalla; ni volvieron tampoco en el año veinte.

16 Y ni en el año veintiuno vinieron a la batalla, sino que llegaron por todos lados para poner sitio al pueblo nefita; porque suponían que si aislaban al pueblo de Nefi de sus tierras, y los rodeaban por todas partes y les cortaban todos sus privilegios con el exterior, los obligarían a rendirse según sus deseos.

17 Y se habían nombrado a otro caudillo que se llamaba Zemnaríah; por tanto, fue Zemnaríah el que hizo que se pusiera el sitio.

18 Mas he aquí, esto resultó ventajoso para los nefitas; porque era imposible que los ladrones sostuvieran el sitio el tiempo suficiente para causar efecto alguno en los nefitas, por motivo de sus muchas provisiones que tenían almacenadas,

19 y por la falta de víveres entre los ladrones; pues he aquí, no tenían nada sino carne con qué subsistir, y obtenían esta carne en el desierto.

20

Y aconteció que escaseó la caza en el desierto, a tal extremo que los ladrones estaban a punto de perecer de hambre.

21 Y los nefitas continuamente estaban haciendo salidas, de día y de noche, y cayendo sobre sus ejércitos, y destrozándolos por miles y por decenas de miles.

22 Y así se implantó en la gente de Zemnaríah el deseo de abandonar su proyecto, debido a la destrucción tan grande que les sobrevenía de día y de noche.

23 Y sucedió que Zemnaríah mandó a sus fuerzas que levantaran el sitio y emprendieran la marcha hacia las partes más lejanas de la tierra del norte.

24 Y Gidgiddoni, enterado de su propósito, y sabiendo de su debilidad, por motivo de la falta de víveres y el grande estrago que se había hecho entre ellos, envió, por tanto, sus tropas durante la noche y les cortó la retirada, y colocó a sus ejércitos por donde habían de retroceder.

25 E hicieron esto durante la noche, y se adelantaron a los ladrones, de modo que al amanecer, cuando estos se pusieron en marcha, se encontraron con las fuerzas de los nefitas, tanto a su frente como a su retaguardia.

26 Y los bandidos que estaban hacia el sur también quedaron aislados de sus guaridas. Y todas estas cosas se hicieron por órdenes de Gidgiddoni.

27 Y hubo muchos miles de ellos que se entregaron como prisioneros a los nefitas, y al resto de ellos los mataron.

28 Y tomaron a Zemnaríah, su caudillo, y lo colgaron de un árbol, sí, de la copa del árbol hasta que murió. Y después de haberlo colgado, talaron el árbol y clamaron en alta voz, diciendo:

29 El Señor conserve a los de su pueblo en rectitud y en santidad de corazón, para que se eche por tierra a todos los que procuren matarlos por medio del poder y de las secretas combinaciones, tal como se ha echado por tierra a este hombre.

30

Y se regocijaron, y de nuevo clamaron a una voz, diciendo: El Dios de Abraham, y el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob proteja a este pueblo en justicia, en tanto que invoque el nombre de su Dios, pidiéndole protección.

31 Y sucedió que prorrumpieron unánimes en cantos y alabanzas a su Dios, por el gran beneficio que les había otorgado, guardándolos de caer en las manos de sus enemigos.

32 Sí, y clamaron: ¡Hosanna al Más Alto Dios! Y dieron voces, diciendo: ¡Bendito sea el nombre del Señor Dios Todopoderoso, el Más Alto Dios!

33 Y sus corazones rebosaron de alegría, hasta el derramamiento de muchas lágrimas, por razón de la inmensa bondad de Dios en librarlos de las manos de sus enemigos; y sabían que había sido por su arrepentimiento y humildad que habían sido librados de una destrucción eterna.

Capítulo 5

Los nefitas se arrepienten y abandonan sus pecados — Mormón escribe la historia de su pueblo y le declara la palabra sempiterna — Israel será recogido de su larga dispersión. Aproximadamente 22–26 d.C.

1

Y he aquí, no hubo alma viviente, entre todo el pueblo de los nefitas, que dudara en lo más mínimo de las palabras que todos los santos profetas habían hablado; porque sabían que era necesario que se cumplieran.

2 Y sabían que era menester que Cristo hubiese venido, por motivo de las muchas señales que se habían dado, de acuerdo con las palabras de los profetas; y por causa de las cosas que ya se habían verificado, todos sabían que era necesario que se cumplieran todas las cosas de acuerdo con lo que se había hablado.

3 Por tanto, abandonaron todos sus pecados, y sus abominaciones, y sus fornicaciones, y sirvieron a Dios con toda diligencia de día y de noche.

4 Y después de haber tomado cautivos a todos los ladrones, a tal grado que no se escapó ninguno de los que no murieron, encerraron a sus presos en la prisión, e hicieron que se les predicase la palabra de Dios; y cuantos se arrepintieron de sus pecados e hicieron pacto de que no cometerían más asesinatos, fueron puestos en libertad.

5 Pero todos cuantos no hicieron pacto y continuaron con aquellos asesinatos secretos en el corazón, sí, a todo el que hallaban profiriendo amenazas contra sus hermanos, lo condenaban y castigaban según la ley.

6 Y así acabaron con todas aquellas inicuas, secretas y abominables combinaciones, mediante las cuales se habían cometido tantas iniquidades y tantos asesinatos.

7 Y así había concluido el año veintidós, y el año veintitrés también; y el veinticuatro y el veinticinco; y así habían pasado veinticinco años.

8 Y habían sucedido muchas cosas que, a los ojos de algunos, habían sido grandes y maravillosas; sin embargo, no todas se pueden escribir en este libro; sí, este libro no puede contener ni la centésima parte de lo que se llevó a cabo entre tanta gente en el término de veinticinco años.

9 Pero he aquí, hay anales que contienen todos los hechos de este pueblo; y Nefi hizo una narración más breve pero verdadera.

10

De manera que he escrito mi registro de estas cosas según los anales de Nefi, los cuales se grabaron sobre las planchas que se llamaban las planchas de Nefi.

11 Y he aquí, hago el registro sobre planchas que he hecho con mis propias manos.

12 Y he aquí, me llamo Mormón, llamado así por la tierra de Mormón, la tierra en la cual Alma estableció la iglesia entre el pueblo, sí, la primera iglesia que se estableció entre ellos después de su transgresión.

13 He aquí, soy discípulo de Jesucristo, el Hijo de Dios. He sido llamado por él para declarar su palabra entre los de su pueblo, a fin de que alcancen la vida sempiterna.

14 Y ha sido menester, de acuerdo con la voluntad de Dios, a fin de que se cumplan, según su fe, las oraciones de los que han muerto, que fueron santos, que yo haga una relación de estas cosas que se han verificado;

15 sí, una breve historia de lo que ha transcurrido desde la época en que Lehi salió de Jerusalén, hasta el presente.

16 Así que hago mi narración de los anales que han escrito aquellos que fueron antes de mí, hasta que empezó mi época;

17 y luego hago una relación de lo que he visto con mis propios ojos.

18 Y sé que el relato que hago es un relato cierto y verdadero; sin embargo, hay muchas cosas que, de acuerdo con nuestro idioma, no podemos escribir.

19 Y ahora concluyo mis palabras concernientes a mí, y procedo a dar mi relato de las cosas que han ocurrido antes de mí.

20

Soy Mormón, y soy descendiente directo de Lehi. Tengo motivo para bendecir a mi Dios y a mi Salvador Jesucristo, porque sacó a nuestros padres de la tierra de Jerusalén (y nadie lo supo sino él y aquellos a quienes sacó de esa tierra), y porque nos ha dado, a mí y a mi pueblo, tanto conocimiento para la salvación de nuestras almas.

21 Ciertamente él ha bendecido a la casa de Jacob, y ha sido misericordioso para con los descendientes de José.

22 Y al grado que los hijos de Lehi han guardado sus mandamientos, él los ha bendecido y los ha hecho prosperar de acuerdo con su palabra.

23 Sí, y de seguro volverá a traer a un resto de la posteridad de José al conocimiento del Señor su Dios.

24 Y tan cierto como vive el Señor, reunirá de las cuatro partes de la tierra a todo el resto de los descendientes de Jacob que se hallan dispersos sobre toda la superficie de la tierra.

25 Y tal como ha hecho convenio con toda la casa de Jacob, así se cumplirá, en su debido tiempo, el convenio que ha concertado con la casa de Jacob, para la restauración de toda la casa de Jacob al conocimiento del convenio que él ha hecho con ellos.

26 Y entonces conocerán a su Redentor, que es Jesucristo, el Hijo de Dios; y entonces serán recogidos de las cuatro partes de la tierra a sus propios países, de donde han sido dispersados; sí, así como vive el Señor, así sucederá. Amén.

Capítulo 6

Los nefitas prosperan — Surgen el orgullo, las riquezas y la distinción de clases — La Iglesia se deshace por motivo de las disensiones — Satanás lleva al pueblo a rebelarse abiertamente — Muchos profetas proclaman el arrepentimiento y son muertos — Sus asesinos conspiran para apoderarse del gobierno. Aproximadamente 26–30 d.C.

1

Y sucedió que en el año veintiséis los nefitas volvieron todos a sus propias tierras, todo hombre con su familia, sus rebaños y hatos, sus caballos y su ganado, y cuantas cosas le pertenecían.

2 Y aconteció que no habían consumido todas sus provisiones; por tanto, llevaron consigo todo cuanto no habían comido, de todo su grano de todas clases, y su oro, y su plata y todas sus cosas preciosas, y volvieron a sus propias tierras y posesiones, tanto hacia el norte como hacia el sur, así en la tierra del norte como en la tierra del sur.

3 Y a los ladrones que habían hecho pacto de observar la paz de la tierra, que deseaban seguir siendo lamanitas, les concedieron terrenos, según su número, a fin de que mediante su trabajo tuvieran de qué vivir; y así establecieron la paz en toda la tierra.

4 Y de nuevo empezaron a prosperar y a hacerse grandes; y pasaron los años veintiséis y veintisiete, y hubo gran orden en la tierra; y habían formulado sus leyes de acuerdo con la equidad y la justicia.

5 Y no había nada en toda la tierra que impidiera que el pueblo prosperase continuamente, a no ser que cayeran en transgresión.

6 Y fueron Gidgiddoni y el juez Laconeo y los que habían sido nombrados jefes, los que establecieron esta paz tan grande en la tierra.

7 Y sucedió que hubo muchas ciudades que se construyeron de nuevo, y se repararon muchas ciudades antiguas.

8 Y se construyeron muchas calzadas, y se abrieron muchos caminos que conducían de ciudad a ciudad, de tierra a tierra y de un sitio a otro.

9 Y así se pasó el año veintiocho, y la gente tuvo paz continua.

10

Pero aconteció que en el año veintinueve empezaron a surgir algunas disputas entre los del pueblo; y algunos se ensalzaron hasta el orgullo y la jactancia, por razón de sus sumamente grandes riquezas, sí, al grado de causar grandes persecuciones;

11 porque había muchos comerciantes en la tierra, y también muchos abogados y muchos oficiales.

12 Y empezó el pueblo a distinguirse por clases, según sus riquezas y sus oportunidades para instruirse; sí, algunos eran ignorantes a causa de su pobreza, y otros recibían abundante instrucción por motivo de sus riquezas.

13 Algunos se ensalzaban en el orgullo, y otros eran sumamente humildes; unos devolvían injuria por injuria, mientras que otros sufrían injuria y persecución y toda clase de aflicciones, y no se volvían e injuriaban a su vez, sino que eran humildes y contritos delante de Dios.

14 Y así surgió una gran desigualdad en toda la tierra, de tal modo que empezó a deshacerse la iglesia; sí, a tal grado que en el año treinta se deshizo la iglesia en toda la tierra, con excepción de entre unos pocos lamanitas que se habían convertido a la verdadera fe; y no quisieron separarse de ella, porque eran firmes, inquebrantables e inmutables; y estaban dispuestos a guardar los mandamientos del Señor con toda diligencia.

15 Ahora bien, la causa de esta iniquidad del pueblo era esta: Satanás tenía gran poder, al grado de incitar a los del pueblo a cometer toda clase de iniquidades y a inflarlos de orgullo, tentándolos a que procuraran poder, y autoridad, y riquezas, y las cosas vanas del mundo.

16 Y así desvió Satanás el corazón del pueblo para que cometiera todo género de iniquidades; de modo que no había gozado de paz sino pocos años.

17 Y así, al principiar el año treinta —habiendo sido entregados los del pueblo, durante mucho tiempo, a ser llevados por las tentaciones del diablo doquier que él quería llevarlos, y a cometer cualquier iniquidad que él deseaba— a principios de este año, el año treinta, se hallaban en un estado de terrible iniquidad.

18 Y no pecaban en la ignorancia, porque conocían la voluntad de Dios tocante a ellos, pues se la habían enseñado; de modo que se rebelaban intencionalmente contra Dios.

19 Y fue en los días de Laconeo hijo de Laconeo, porque ocupaba Laconeo el asiento de su padre y gobernaba al pueblo ese año.

20

Y empezó a haber hombres inspirados del cielo y enviados, que anduvieron entre el pueblo en toda la tierra, predicando y testificando intrépidamente de los pecados e iniquidades del pueblo, y testificándoles concerniente a la redención que el Señor haría por su pueblo, o en otros términos, la resurrección de Cristo; y testificaron intrépidamente acerca de su muerte y sus padecimientos.

21 Y hubo muchos de los del pueblo que se enojaron en extremo a causa de aquellos que testificaban de estas cosas; y los que se enojaban eran principalmente los jueces superiores y aquellos que habían sido sumos sacerdotes y abogados; sí, todos aquellos que eran abogados se irritaron contra los que daban testimonio de estas cosas.

22 Y no había abogado, ni juez, ni sumo sacerdote, que tuviera el poder para condenar a muerte a una persona, a menos que el gobernador de la tierra firmara la sentencia.

23 Y hubo muchos de aquellos que testificaron de las cosas concernientes a Cristo, y que testificaron intrépidamente, a quienes los jueces prendieron y ejecutaron secretamente, de modo que el conocimiento de su muerte no llegó al gobernador de la tierra sino hasta después de estar muertos.

24 Y ahora bien, he aquí, esto era contrario a las leyes de la tierra, que se le quitara la vida a un hombre a menos que se tuviera autorización del gobernador de la tierra.

25 Por tanto, se presentó una queja en la tierra de Zarahemla, ante el gobernador de la tierra, contra esos jueces que habían condenado a muerte a los profetas del Señor en contravención de la ley.

26 Y sucedió que los tomaron y los llevaron ante el juez para ser juzgados del crimen que habían cometido, según la ley que había sido dada por el pueblo.

27 Y aconteció que aquellos jueces tenían muchos amigos y parientes; y el resto, sí, casi todos los abogados y sumos sacerdotes se juntaron y se unieron a los parientes de aquellos jueces que iban a ser juzgados según la ley.

28 E hicieron un pacto unos con otros, sí, ese pacto que imponían los de la antigüedad, pacto que el diablo dio y administró para combinarse contra toda rectitud.

29 De modo que se combinaron contra el pueblo del Señor, e hicieron un pacto de destruirlo y de librar del poder de la justicia, que estaba a punto de administrarse de acuerdo con la ley, a aquellos que eran culpables de asesinato.

30

Y desafiaron la ley y los derechos de su patria; e hicieron un pacto uno con otro de destruir al gobernador y de establecer un rey sobre la tierra, a fin de que ya no fuese libre, sino que estuviera sujeta a reyes.

Capítulo 7

Asesinan al juez superior, destruyen el gobierno, y el pueblo se divide en tribus — Jacob, un anticristo, llega a ser rey de una confederación de tribus — Nefi predica el arrepentimiento y la fe en Cristo — Ángeles le ministran diariamente y él levanta a su hermano de los muertos — Muchos se arrepienten y son bautizados. Aproximadamente 30–33 d.C.

1

Ahora bien, he aquí, os mostraré que no establecieron rey en la tierra; pero en este mismo año, sí, en el año treinta, destruyeron sobre el asiento judicial, sí, asesinaron al juez superior de la tierra.

2 Y hubo división entre el pueblo, unos en contra de otros; y se separaron los unos de los otros en tribus, cada hombre según su familia y sus parientes y amigos; y así destruyeron el gobierno de la tierra.

3 Y cada tribu nombró a un jefe o caudillo para que la gobernase; y así se convirtieron en tribus y jefes de tribus.

4 Y he aquí, no había hombre entre ellos que no tuviese mucha familia y muchos parientes y amigos; por tanto, sus tribus llegaron a ser sumamente grandes.

5 Y se hizo todo esto, y aún no había guerras entre ellos; y toda esta iniquidad había venido sobre el pueblo porque se había entregado al poder de Satanás.

6 Y fueron destruidos los reglamentos del gobierno, debido a las combinaciones secretas de los amigos y parientes de aquellos que habían asesinado a los profetas.

7 Y causaron una fuerte contención en la tierra, al grado de que casi toda la parte más justa del pueblo se había vuelto inicua; sí, entre ellos no había sino unos pocos hombres justos.

8 Y así, no habían transcurrido ni seis años, cuando ya la mayor parte del pueblo se había apartado de su rectitud, como el perro que vuelve a su vómito, o la puerca a revolcarse en el fango.

9 Y los de esta combinación secreta, que habían traído tan grande iniquidad sobre el pueblo, se reunieron y pusieron a la cabeza de ellos a un hombre que llamaban Jacob;

10

y lo llamaron su rey; por tanto, quedó constituido en rey de esta banda perversa; y era uno de los principales que habían alzado la voz contra los profetas que testificaron de Jesús.

11 Y sucedió que no eran tan fuertes en número como lo eran las tribus del pueblo, que se mantenían unidas, salvo que eran sus jefes los que establecían sus leyes, cada cual según su tribu; no obstante, eran enemigos; pero a pesar de que no eran una gente justa, estaban unidos, sin embargo, en su odio por los que habían hecho pacto para destruir el gobierno.

12 Por lo que Jacob, viendo que sus enemigos eran más numerosos que ellos, siendo rey de la banda, mandó, por tanto, a los de su pueblo que huyeran a la parte más lejana del norte, y allí establecieran un reino para sí mismos, hasta que se unieran a ellos los disidentes (porque los halagó, diciéndoles que habría muchos disidentes), y tuvieran la fuerza suficiente para luchar contra las tribus del pueblo; y así lo hicieron.

13 Y fue tan rápida su marcha, que no se pudo impedir hasta que ya habían avanzado fuera del alcance del pueblo. Y así concluyó el año treinta; y así se hallaban los asuntos del pueblo de Nefi.

14 Y aconteció que en el año treinta y uno se hallaban divididos en tribus, cada hombre según su familia, parientes y amigos; no obstante, habían llegado a un acuerdo de que no irían a la guerra unos contra otros; pero no estaban unidos en lo que concernía a sus leyes y su sistema de gobierno, porque se habían establecido según la voluntad de los que eran sus jefes y sus caudillos. Pero sí establecieron leyes muy estrictas de que una tribu no debía agraviar a otra; de modo que hasta cierto punto tuvieron paz en la tierra; no obstante, sus corazones se apartaron del Señor su Dios, y apedreaban a los profetas y los echaban fuera de entre ellos.

15 Y sucedió que Nefi —habiéndolo visitado ángeles, y también la voz del Señor; por tanto, habiendo visto ángeles, y siendo testigo ocular, y habiéndosele dado poder para saber concerniente al ministerio de Cristo, y siendo también testigo ocular del rápido retroceso del pueblo de la rectitud a sus iniquidades y abominaciones;

16 afligido, pues, por la dureza de sus corazones y la ceguedad de sus mentes— salió entre ellos ese mismo año, y empezó a proclamar, osadamente, el arrepentimiento y la remisión de los pecados por medio de la fe en el Señor Jesucristo.

17 Y les ministró muchas cosas a ellos; y no todas se pueden escribir, y parte de ellas no bastaría; por tanto, no se escriben en este libro. Y Nefi ministró con poder y gran autoridad.

18 Y aconteció que se enojaron con él, sí, porque tenía mayor poder que ellos; pues no era posible que descreyeran sus palabras, pues tan grande era su fe en el Señor Jesucristo que ángeles le ministraban diariamente.

19 Y en el nombre de Jesús echaba fuera demonios y espíritus inmundos; y aun levantó a un hermano suyo de los muertos, después que el pueblo lo hubo apedreado y matado.

20

Y el pueblo lo vio y lo presenció, y se irritó contra él a causa de su poder; y también obró él muchos otros milagros en el nombre de Jesús a la vista del pueblo.

21 Y aconteció que concluyó el año treinta y uno, y no hubo sino unos pocos que se convirtieron al Señor; pero cuantos se convirtieron, manifestaron en verdad al pueblo que los había visitado el poder y el Espíritu de Dios que había en Jesucristo, en quien creían.

22 Y todos aquellos de quienes echaron demonios, y fueron sanados de sus enfermedades y sus dolencias, manifestaron con toda verdad al pueblo que el Espíritu de Dios había obrado en ellos, y que habían sido sanados; y también mostraron señales y efectuaron algunos milagros entre el pueblo.

23 Y así concluyó el año treinta y dos también. Y al principiar el año treinta y tres, Nefi clamó a los del pueblo, y les predicó el arrepentimiento y la remisión de pecados.

24 Ahora bien, quisiera que recordaseis también, que no hubo ni uno de los que llegaron a arrepentirse que no fuese bautizado en el agua.

25 Por tanto, Nefi ordenó a hombres a este ministerio, a fin de que cuantos viniesen a ellos fuesen bautizados en el agua; y esto como atestación y testimonio ante Dios, y para el pueblo, de que se habían arrepentido y habían recibido la remisión de sus pecados.

26 Y hubo muchos, al comenzar este año, que se bautizaron para arrepentimiento; y así pasó la mayor parte del año.

Capítulo 8

Tempestades, terremotos, incendios, torbellinos y convulsiones naturales testifican de la crucifixión de Cristo — Muchas personas son destruidas — Las tinieblas cubren la tierra durante tres días — Los sobrevivientes lamentan su destino. Aproximadamente 33–34 d.C.

1

Ahora bien, aconteció que según nuestros anales, y sabemos que son verdaderos, porque, he aquí, un hombre justo llevaba los anales, porque en verdad hizo muchos milagros en el nombre de Jesús, y no había hombre alguno que pudiera hacer un milagro en el nombre de Jesús, a menos que estuviese enteramente limpio de su iniquidad;

2 sucedió, pues, que si este hombre no se equivocó en el cálculo de nuestro tiempo, el año treinta y tres había pasado;

3 y el pueblo se puso a aguardar con gran anhelo la señal que había dado el profeta Samuel el Lamanita, sí, la ocasión en que habría tres días de tinieblas sobre la faz de la tierra.

4 Y empezaron a surgir graves dudas y disputas entre el pueblo, a pesar de tantas señales que se habían manifestado.

5 Y sucedió que en el año treinta y cuatro, en el cuarto día del primer mes, se desató una gran tormenta, como jamás se había conocido en toda la tierra.

6 Y hubo también una grande y horrenda tempestad; y hubo terribles truenos de tal modo que sacudían toda la tierra como si estuviera a punto de dividirse.

7 Y hubo relámpagos extremadamente resplandecientes, como nunca se habían visto en toda la tierra.

8 Y se incendió la ciudad de Zarahemla.

9 Y se hundió la ciudad de Moroni en las profundidades del mar, y sus habitantes se ahogaron.

10

Y se amontonó la tierra sobre la ciudad de Moroníah, de modo que en lugar de la ciudad, apareció una enorme montaña.

11 Y hubo una destrucción grande y terrible en la tierra del sur.

12 Pero he aquí, hubo una destrucción mucho más grande y terrible en la tierra del norte; pues he aquí, toda la faz de la tierra fue alterada por causa de la tempestad, y los torbellinos, y los truenos, y los relámpagos, y los sumamente violentos temblores de toda la tierra;

13 y se rompieron las calzadas, y se desnivelaron los caminos, y muchos terrenos llanos se hicieron escabrosos.

14 Y se hundieron muchas grandes y notables ciudades, y muchas se incendiaron, y muchas fueron sacudidas hasta que sus edificios cayeron a tierra, y sus habitantes murieron, y los sitios quedaron desolados.

15 Y hubo algunas ciudades que permanecieron; pero el daño que sufrieron fue sumamente grande, y muchos de sus habitantes murieron.

16 Y hubo algunos que fueron arrebatados por el torbellino; y nadie sabe a dónde fueron a parar, solo saben que fueron arrebatados.

17 Y así quedó desfigurada la superficie de toda la tierra por motivo de las tempestades, y los truenos, y los relámpagos, y los temblores de tierra.

18 Y he aquí, las rocas se partieron; fueron despedazadas sobre la superficie de toda la tierra, de tal modo que se hallaron hechas pedazos, y partidas y hendidas, sobre toda la faz de la tierra.

19 Y aconteció que cuando cesaron los truenos, y los relámpagos, y la tormenta, y la tempestad, y los temblores de la tierra —pues he aquí, duraron como unas tres horas; y algunos dijeron que fue más tiempo; no obstante, todas estas grandes y terribles cosas acontecieron en el espacio de unas tres horas— he aquí, entonces hubo tinieblas sobre la faz de la tierra.

20

Y sucedió que hubo densa obscuridad sobre toda la faz de la tierra, de tal manera que los habitantes que no habían caído podían sentir el vapor de tinieblas;

21 y no podía haber luz por causa de la obscuridad, ni velas, ni antorchas; ni podía encenderse el fuego con su leña menuda y bien seca, de modo que no podía haber ninguna luz.

22 Y no se veía luz alguna, ni fuego, ni vislumbre, ni el sol, ni la luna, ni las estrellas, por ser tan densos los vapores de obscuridad que había sobre la faz de la tierra.

23 Y sucedió que duró por el espacio de tres días, de modo que no se vio ninguna luz; y hubo grandes lamentaciones, gritos y llantos continuamente entre todo el pueblo; sí, grandes fueron los gemidos del pueblo por motivo de las tinieblas y la gran destrucción que les había sobrevenido.

24 Y en un lugar se les oía lamentarse, diciendo: ¡Oh, si nos hubiésemos arrepentido antes de este grande y terrible día, y entonces se habrían salvado nuestros hermanos, y no se hubieran quemado en aquella gran ciudad de Zarahemla!

25 Y en otro lugar se les oía quejarse y lamentarse, diciendo: ¡Oh, si nos hubiésemos arrepentido antes de este grande y terrible día, y no hubiésemos matado y apedreado y echado fuera a los profetas, entonces nuestras madres y nuestras bellas hijas y nuestros niños habrían sido preservados, y no enterrados en esa gran ciudad de Moroníah! Y así, grandes y terribles eran los gemidos del pueblo.

Capítulo 9

En medio de las tinieblas, la voz de Cristo proclama la destrucción de muchas personas y ciudades por motivo de sus iniquidades — Cristo también proclama Su divinidad, anuncia que la ley de Moisés se ha cumplido e invita a los hombres a venir a Él y ser salvos. Aproximadamente 34 d.C.

1

Y sucedió que se oyó una voz entre todos los habitantes de la tierra, por toda la superficie de esta tierra, clamando:

2 ¡Ay, ay, ay de este pueblo! ¡Ay de los habitantes de toda la tierra, a menos que se arrepientan; porque el diablo se ríe y sus ángeles se regocijan, a causa de la muerte de los bellos hijos e hijas de mi pueblo; y es por motivo de sus iniquidades y abominaciones que han caído!

3 He aquí, he quemado con fuego la gran ciudad de Zarahemla, y los habitantes de ella.

4 Y he aquí, he hecho que esa gran ciudad de Moroni se hunda en las profundidades del mar, y que se ahoguen sus habitantes.

5 Y he aquí, he cubierto de tierra esa gran ciudad de Moroníah, y los habitantes de ella, para ocultar sus iniquidades y sus abominaciones de ante mi faz, para que la sangre de los profetas y de los santos no ascienda más hasta mí en contra de ellos.

6 Y he aquí, hice que se hundiera la ciudad de Gilgal, y que sus habitantes fueran sepultados en lo profundo de la tierra;

7 sí, y la ciudad de Oníah y sus habitantes, y la de Mocum y sus habitantes, y la ciudad de Jerusalén y sus habitantes; y he hecho que las aguas ocupen sus lugares, para ocultar sus maldades y abominaciones de ante mi faz, a fin de que la sangre de los profetas y de los santos no suba más hasta mí en contra de ellos.

8 Y he aquí, la ciudad de Gadiandi, y la ciudad de Gadiomna, y la ciudad de Jacob, y la ciudad de Gimgimno, todas estas he hecho que se hundan y he formado lomas y valles en su lugar; y he enterrado a sus habitantes en las entrañas de la tierra para ocultar sus maldades y abominaciones de ante mi faz, para que la sangre de los profetas y de los santos no ascienda más hasta mí en contra de ellos.

9 Y he aquí, esa gran ciudad de Jacobugat, donde habitaba el pueblo del rey Jacob, he hecho quemar con fuego por causa de sus pecados y sus iniquidades que sobrepujaban a toda la iniquidad de la tierra entera, por motivo de sus secretos asesinatos y combinaciones; porque fueron ellos los que destruyeron la paz de mi pueblo y el gobierno de la tierra; por tanto, los he hecho quemar, para destruirlos de ante mi faz, para que la sangre de los profetas y de los santos no ascienda más hasta mí en contra de ellos.

10

Y he aquí, he hecho que sean quemadas con fuego la ciudad de Lamán, y la ciudad de Josh, y la ciudad de Gad, y la ciudad de Kishkumen, y los habitantes de ellas, por sus maldades al echar fuera a los profetas y apedrear a los que envié para declararles concerniente a sus iniquidades y sus abominaciones.

11 Y por haberlos expulsado a todos, de modo que no había justos entre ellos, envié fuego y los destruí, para que sus maldades y sus abominaciones quedaran ocultas de ante mi faz, a fin de que la sangre de los profetas y de los santos que envié entre ellos no clamara a mí desde la tierra en contra de ellos.

12 Y he hecho que vengan muchas grandes destrucciones sobre esta tierra, y sobre este pueblo, a causa de su iniquidad y sus abominaciones.

13 ¡Oh vosotros, todos los que habéis sido preservados porque fuisteis más justos que ellos!, ¿no os volveréis a mí ahora, y os arrepentiréis de vuestros pecados, y os convertiréis para que yo os sane?

14 Sí, en verdad os digo que si venís a mí, tendréis vida eterna. He aquí, mi brazo de misericordia se extiende hacia vosotros; y a cualquiera que venga, yo lo recibiré; y benditos son los que vienen a mí.

15 He aquí, soy Jesucristo, el Hijo de Dios. Yo creé los cielos y la tierra, y todas las cosas que en ellos hay. Era con el Padre desde el principio. Yo soy en el Padre, y el Padre en mí; y en mí ha glorificado el Padre su nombre.

16 Vine a los míos, y los míos no me recibieron. Y las Escrituras concernientes a mi venida se han cumplido.

17 Y a cuantos me han recibido, les he concedido llegar a ser hijos de Dios; y así haré yo con cuantos crean en mi nombre, porque he aquí, la redención viene por mí, y en mí se ha cumplido la ley de Moisés.

18 Yo soy la luz y la vida del mundo. Soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin

19 Y vosotros ya no me ofreceréis más el derramamiento de sangre; sí, vuestros sacrificios y vuestros holocaustos cesarán, porque no aceptaré ninguno de vuestros sacrificios ni vuestros holocaustos.

20

Y me ofreceréis como sacrificio un corazón quebrantado y un espíritu contrito. Y al que venga a mí con un corazón quebrantado y un espíritu contrito, lo bautizaré con fuego y con el Espíritu Santo, así como los lamanitas fueron bautizados con fuego y con el Espíritu Santo al tiempo de su conversión, por motivo de su fe en mí, y no lo supieron.

21 He aquí, he venido al mundo para traer redención al mundo, para salvar al mundo del pecado.

22 Por tanto, al que se arrepintiere y viniere a mí como un niño pequeñito, yo lo recibiré, porque de los tales es el reino de Dios. He aquí, por estos he dado mi vida, y la he vuelto a tomar; así pues, arrepentíos y venid a mí, vosotros, extremos de la tierra, y sed salvos.

Capítulo 10

Reina el silencio en la tierra durante muchas horas — La voz de Cristo promete juntar a los de Su pueblo así como la gallina junta a sus polluelos — La parte más justa del pueblo es preservada. Aproximadamente 34–35 d.C.

1

Y he aquí, aconteció que todos los habitantes de la tierra oyeron estas palabras, y fueron testigos de ello. Y después de estas palabras, hubo silencio en la tierra por el término de muchas horas;

2 porque tan grande fue el asombro de los del pueblo, que cesaron de lamentarse y de gemir por la pérdida de sus parientes que habían perecido; de manera que hubo silencio en toda la tierra por el espacio de muchas horas.

3 Y aconteció que llegó de nuevo una voz al pueblo, y todo el pueblo oyó y dio testimonio de ella, que decía:

4 ¡Oh pueblo de estas grandes ciudades que han caído, que sois descendientes de Jacob, sí, que sois de la casa de Israel, cuántas veces os he juntado como la gallina junta sus polluelos bajo las alas, y os he nutrido!

5 Y además, ¡cuántas veces os hubiera juntado como la gallina junta sus polluelos bajo las alas, oh pueblo de la casa de Israel que habéis caído; sí, oh pueblo de la casa de Israel, que habitáis en Jerusalén, así como vosotros los que habéis caído; sí, cuántas veces os hubiera juntado como la gallina junta sus polluelos, y no quisisteis!

6 ¡Oh vosotros de la casa de Israel, a quienes he preservado, cuántas veces os juntaré como la gallina junta sus polluelos bajo las alas, si os arrepentís y volvéis a mí con íntegro propósito de corazón!

7 Pero si no, oh casa de Israel, los lugares de tus habitaciones serán hechos desiertos hasta la época del cumplimiento del convenio hecho con tus padres.

8 Y sucedió que después que la gente hubo oído estas palabras, he aquí, empezaron a llorar y a gemir otra vez por la pérdida de sus parientes y amigos.

9 Y aconteció que así pasaron los tres días. Y era la mañana, y se disipó la obscuridad de sobre la faz de la tierra, y cesó la tierra de temblar, y dejaron de hendirse las rocas, y terminaron los espantosos gemidos, y se acabaron todos los sonidos tumultuosos.

10

Y se integró la tierra otra vez, y se afirmó; y cesaron los lamentos, y el llanto, y los gemidos de los que quedaron vivos; y su lloro se tornó en gozo, y sus lamentaciones en alabanzas y en acción de gracias al Señor Jesucristo, su Redentor.

11 Y hasta aquí se cumplieron las Escrituras que los profetas habían declarado.

12 Y fue la parte más justa del pueblo la que se salvó, y fueron los que recibieron a los profetas y no los apedrearon; y fueron los que no habían vertido la sangre de los santos, los que no murieron.

13 Y fueron preservados y no fueron hundidos y sepultados en la tierra; ni fueron ahogados en las profundidades del mar; ni fueron quemados por el fuego, ni murieron aplastados bajo algún peso; ni fueron arrebatados por el torbellino; ni fueron dominados por el vapor de humo y de obscuridad.

14 Y ahora bien, quien lea, entienda; el que tenga las Escrituras, escudríñelas, y vea y considere si todas estas muertes y destrucciones causadas por el fuego, y por el humo, y por las tempestades, y por los torbellinos, y por la tierra que se abrió para recibirlos, y todas estas cosas, no son para dar cumplimiento a las profecías de muchos de los santos profetas.

15 He aquí, os digo: Sí, muchos han testificado de estas cosas a la venida de Cristo, y los mataron porque testificaron de estas cosas.

16 Sí, el profeta Zenós testificó de estas cosas, y también Zenoc habló concerniente a ellas, porque ellos testificaron particularmente tocante a nosotros, que somos el resto de su posteridad.

17 He aquí, nuestro padre Jacob también testificó concerniente a un resto de la posteridad de José. Y he aquí, ¿no somos un resto de la posteridad de José? Y estas cosas que testifican de nosotros, ¿no están escritas en las planchas de bronce que nuestro padre Lehi trajo de Jerusalén?

18 Y sucedió que a la conclusión del año treinta y cuatro, he aquí, os mostraré que a los del pueblo de Nefi que fueron preservados, y también a aquellos que habían sido llamados lamanitas, que habían sido preservados, les fueron manifestados grandes favores, y se derramaron grandes bendiciones sobre su cabeza, al grado que poco después de la ascensión de Cristo al cielo, él verdaderamente se manifestó a ellos,

19 mostrándoles su cuerpo y ejerciendo su ministerio a favor de ellos; y más adelante se hará una relación de su ministerio. Por tanto, concluyo mis palabras por ahora.

Jesucristo se manifestó a los del pueblo de Nefi, mientras se hallaba reunida la multitud en la tierra de Abundancia, y les ministró; y de esta manera se les manifestó.

Comprende los capítulos del 11 al 26.

Capítulo 11

El Padre da testimonio de Su Hijo Amado — Cristo aparece y proclama Su expiación — Los del pueblo palpan las marcas de las heridas en Sus manos, en Sus pies y en Su costado — La multitud exclama ¡Hosanna! — Él establece el método y la manera del bautismo — El espíritu de contención es del diablo — La doctrina de Cristo es que los hombres deben creer, ser bautizados y recibir el Espíritu Santo. Aproximadamente 34 d.C.

1

Y aconteció que se hallaba reunida una gran multitud del pueblo de Nefi en los alrededores del templo que se encontraba en la tierra de Abundancia, y estaban maravillándose y asombrándose entre sí, y mostrándose los unos a los otros el grande y maravilloso cambio que se había verificado.

2 Y también estaban conversando acerca de este Jesucristo, de quien se había dado la señal tocante a su muerte.

3 Y aconteció que mientras así conversaban, unos con otros, oyeron una voz como si viniera del cielo; y miraron alrededor, porque no entendieron la voz que oyeron; y no era una voz áspera ni una voz fuerte; no obstante, y a pesar de ser una voz suave, penetró hasta lo más profundo de los que la oyeron, de tal modo que no hubo parte de su cuerpo que no hiciera estremecer; sí, les penetró hasta el alma misma, e hizo arder sus corazones.

4 Y sucedió que de nuevo oyeron la voz, y no la entendieron.

5 Y nuevamente por tercera vez oyeron la voz, y aguzaron el oído para escucharla; y tenían la vista fija en dirección del sonido; y miraban atentamente hacia el cielo, de donde venía el sonido.

6 Y he aquí, la tercera vez entendieron la voz que oyeron; y les dijo:

7 He aquí a mi Hijo Amado, en quien me complazco, en quien he glorificado mi nombre: a él oíd.

8 Y aconteció que al entender, dirigieron la vista hacia el cielo otra vez; y he aquí, vieron a un Hombre que descendía del cielo; y estaba vestido con una túnica blanca; y descendió y se puso en medio de ellos. Y los ojos de toda la multitud se fijaron en él, y no se atrevieron a abrir la boca, ni siquiera el uno al otro, y no sabían lo que significaba, porque suponían que era un ángel que se les había aparecido.

9 Y aconteció que extendió la mano, y habló al pueblo, diciendo:

10

He aquí, yo soy Jesucristo, de quien los profetas testificaron que vendría al mundo.

11 Y he aquí, soy la luz y la vida del mundo; y he bebido de la amarga copa que el Padre me ha dado, y he glorificado al Padre, tomando sobre mí los pecados del mundo, con lo cual me he sometido a la voluntad del Padre en todas las cosas desde el principio.

12 Y sucedió que cuando Jesús hubo hablado estas palabras, toda la multitud cayó al suelo; pues recordaron que se había profetizado entre ellos que Cristo se les manifestaría después de su ascensión al cielo.

13 Y ocurrió que les habló el Señor, diciendo:

14 Levantaos y venid a mí, para que metáis vuestras manos en mi costado, y para que también palpéis las marcas de los clavos en mis manos y en mis pies, a fin de que sepáis que soy el Dios de Israel, y el Dios de toda la tierra, y que he sido muerto por los pecados del mundo.

15 Y aconteció que los de la multitud se adelantaron y metieron las manos en su costado, y palparon las marcas de los clavos en sus manos y en sus pies; y esto hicieron, yendo uno por uno, hasta que todos hubieron llegado; y vieron con los ojos y palparon con las manos, y supieron con certeza, y dieron testimonio de que era él, de quien habían escrito los profetas que había de venir.

16 Y cuando todos hubieron ido y comprobado por sí mismos, exclamaron a una voz, diciendo:

17 ¡Hosanna! ¡Bendito sea el nombre del Más Alto Dios! Y cayeron a los pies de Jesús, y lo adoraron.

18 Y aconteció que le habló a Nefi (porque Nefi se hallaba entre la multitud), y le mandó que se acercara.

19 Y se levantó Nefi, y se acercó y se inclinó ante el Señor, y le besó los pies.

20

Y el Señor le mandó que se levantara; y se levantó y se puso de pie ante él.

21 Y el Señor le dijo: Te doy poder para que bautices a los de este pueblo cuando yo haya ascendido al cielo otra vez.

22 Y además, el Señor llamó a otros, y les habló de igual manera, y les dio poder para bautizar. Y les dijo: De esta manera bautizaréis; y no habrá disputas entre vosotros.

23 De cierto os digo que a quienes se arrepientan de sus pecados a causa de vuestras palabras, y deseen ser bautizados en mi nombre, de esta manera los bautizaréis: He aquí, descenderéis y, estando de pie en el agua, en mi nombre los bautizaréis.

24 Y he aquí, estas son las palabras que pronunciaréis, llamándolos por su nombre, diciendo:

25 Habiéndoseme dado autoridad de Jesucristo, yo te bautizo en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

26 Y entonces los sumergiréis en el agua, y saldréis del agua.

27 Y según esta manera bautizaréis en mi nombre, porque he aquí, de cierto os digo que el Padre, y el Hijo, y el Espíritu Santo son uno; y yo soy en el Padre, y el Padre en mí, y el Padre y yo somos uno.

28 Y de acuerdo con lo que os he mandado, así bautizaréis; y no habrá disputas entre vosotros, como hasta ahora ha habido; ni habrá disputas entre vosotros concernientes a los puntos de mi doctrina, como hasta aquí las ha habido.

29 Porque en verdad, en verdad os digo que aquel que tiene el espíritu de contención no es mío, sino es del diablo, que es el padre de la contención, y él irrita los corazones de los hombres, para que contiendan con ira unos con otros.

30

He aquí, esta no es mi doctrina, agitar con ira el corazón de los hombres, el uno contra el otro; antes bien mi doctrina es esta, que se acaben tales cosas.

31 He aquí, en verdad, en verdad os digo que os declararé mi doctrina.

32 Y esta es mi doctrina, y es la doctrina que el Padre me ha dado; y yo doy testimonio del Padre, y el Padre da testimonio de mí, y el Espíritu Santo da testimonio del Padre y de mí; y yo testifico que el Padre manda a todos los hombres, en todo lugar, que se arrepientan y crean en mí.

33 Y cualquiera que crea en mí, y sea bautizado, este será salvo; y son ellos los que heredarán el reino de Dios.

34 Y quien no crea en mí, ni sea bautizado, será condenado.

35 De cierto, de cierto os digo que esta es mi doctrina, y del Padre yo doy testimonio de ella; y quien en mí cree, también cree en el Padre; y el Padre le testificará a él de mí, porque lo visitará con fuego y con el Espíritu Santo.

36 Y así dará el Padre testimonio de mí, y el Espíritu Santo le dará testimonio del Padre y de mí, porque el Padre, y yo, y el Espíritu Santo somos uno.

37 Y también os digo que debéis arrepentiros, y volveros como un niño pequeñito, y ser bautizados en mi nombre, o de ninguna manera recibiréis estas cosas.

38 Y otra vez os digo que debéis arrepentiros, y ser bautizados en mi nombre, y volveros como un niño pequeñito, o de ningún modo heredaréis el reino de Dios.

39 De cierto, de cierto os digo que esta es mi doctrina; y los que edifican sobre esto, edifican sobre mi roca, y las puertas del infierno no prevalecerán en contra de ellos.

40

Y quienes declaren más o menos que esto, y lo establezcan como mi doctrina, tales proceden del mal, y no están fundados sobre mi roca; sino que edifican sobre un cimiento de arena, y las puertas del infierno estarán abiertas para recibirlos, cuando vengan las inundaciones y los azoten los vientos.

41 Por tanto, id a este pueblo, y declarad las palabras que he hablado, hasta los extremos de la tierra.

Capítulo 12

Jesús llama a los doce discípulos y los comisiona — Pronuncia ante los nefitas un discurso semejante al Sermón del Monte — Expone las Bienaventuranzas — Sus enseñanzas superan la ley de Moisés y tienen precedencia sobre ella — Manda a los hombres que sean perfectos, así como Él y Su Padre son perfectos — Compárese con Mateo 5. Aproximadamente 34 d.C.

1

Y aconteció que cuando Jesús hubo hablado estas palabras a Nefi y a los que habían sido llamados (y llegaba a doce el número de los que habían sido llamados, y recibieron el poder y la autoridad para bautizar), he aquí, él extendió la mano hacia la multitud, y les proclamó, diciendo: Bienaventurados sois si prestáis atención a las palabras de estos doce que yo he escogido de entre vosotros para ejercer su ministerio en bien de vosotros y ser vuestros siervos; y a ellos les he dado poder para que os bauticen en el agua; y después que seáis bautizados en el agua, he aquí, os bautizaré con fuego y con el Espíritu Santo. Por tanto, bienaventurados sois si creéis en mí y sois bautizados, después que me habéis visto y sabéis que yo soy.

2 Y también, más bienaventurados son aquellos que crean en vuestras palabras por razón de que testificaréis que me habéis visto y que sabéis que yo soy. Sí, bienaventurados son los que crean en vuestras palabras, y desciendan a lo profundo de la humildad y sean bautizados, porque serán visitados con fuego y con el Espíritu Santo, y recibirán una remisión de sus pecados.

3 Sí, bienaventurados son los pobres en espíritu que vienen a mí, porque de ellos es el reino de los cielos.

4 Y además, bienaventurados son todos los que lloran, porque ellos serán consolados.

5 Y bienaventurados son los mansos, porque ellos heredarán la tierra.

6 Y bienaventurados son todos los que padecen hambre y sed de rectitud, porque ellos serán llenos del Espíritu Santo.

7 Y bienaventurados son los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.

8 Y bienaventurados son todos los de corazón puro, porque ellos verán a Dios.

9 Y bienaventurados son todos los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios.

10

Y bienaventurados son todos los que son perseguidos por causa de mi nombre, porque de ellos es el reino de los cielos.

11 Y bienaventurados sois cuando por mi causa los hombres os vituperen y os persigan, y falsamente digan toda clase de mal contra vosotros;

12 porque tendréis gran gozo y os alegraréis en extremo, pues grande será vuestro galardón en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros.

13 De cierto, de cierto os digo que os doy a vosotros ser la sal de la tierra; pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué será salada la tierra? De allí en adelante la sal no servirá para nada sino para ser echada fuera y hollada por los hombres.

14 En verdad, en verdad os digo que os doy a vosotros ser la luz de este pueblo. Una ciudad que se asienta sobre una colina no se puede ocultar.

15 He aquí, ¿encienden los hombres una vela y la ponen debajo de un almud? No, sino en un candelero; y da luz a todos los que están en la casa;

16 por lo tanto, así alumbre vuestra luz delante de este pueblo, de modo que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.

17 No penséis que he venido para abrogar la ley ni los profetas. No he venido para abrogar, sino para cumplir;

18 porque en verdad os digo que ni una jota ni una tilde ha pasado de la ley, sino en mí toda se ha cumplido.

19 Y he aquí, os he dado la ley y los mandamientos de mi Padre para que creáis en mí, que os arrepintáis de vuestros pecados y vengáis a mí con un corazón quebrantado y un espíritu contrito. He aquí, tenéis los mandamientos ante vosotros, y la ley se ha cumplido.

20

Por tanto, venid a mí y sed salvos; porque en verdad os digo que a menos que guardéis mis mandamientos, que ahora os he dado, de ningún modo entraréis en el reino de los cielos.

21 Habéis oído que ha sido dicho por los de tiempos antiguos, y también lo tenéis escrito ante vosotros: No matarás; y cualquiera que matare estará expuesto al juicio de Dios.

22 Pero yo os digo que quien se enoje con su hermano corre peligro de su juicio. Y cualquiera que diga a su hermano: Raca, quedará expuesto al concilio; y el que le diga: Insensato, estará en peligro del fuego del infierno.

23 Por tanto, si vienes a mí, o deseas venir a mí, y te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti,

24 ve luego a tu hermano, y reconcíliate primero con él, y luego ven a mí con íntegro propósito de corazón, y yo te recibiré.

25 Reconcíliate cuanto antes con tu adversario, mientras te encuentres en el camino con él, no sea que en cualquier momento te prenda, y seas echado en la cárcel.

26 En verdad, en verdad te digo que de ningún modo saldrás de allí hasta que hayas pagado el último senine. Y mientras te halles en la prisión, ¿podrás pagar aun siquiera un senine? De cierto, de cierto te digo que no.

27 He aquí, fue escrito por los antiguos que no cometerás adulterio;

28 mas yo os digo que quien mire a una mujer para codiciarla ya ha cometido adulterio en su corazón.

29 He aquí, os doy el mandamiento de que no permitáis que ninguna de estas cosas entre en vuestro corazón,

30

porque mejor es que os privéis de estas cosas, tomando así vuestra cruz, que ser arrojados en el infierno.

31 Ha sido escrito, que quien repudiare a su esposa, le dé carta de divorcio.

32 En verdad, en verdad os digo que el que repudie a su esposa, salvo por causa de fornicación, hace que ella cometa adulterio; y cualquiera que se case con la divorciada, comete adulterio.

33 Y además está escrito: No te perjurarás, sino que cumplirás al Señor tus juramentos;

34 mas en verdad, en verdad os digo: No juréis de ninguna manera; ni por el cielo, porque es el trono de Dios;

35 ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies;

36 ni tampoco jurarás por tu cabeza, porque no puedes hacer negro o blanco un solo cabello;

37 antes bien, sea vuestro hablar: Sí, sí; No, no; porque lo que sea más que esto, es malo.

38 Y he aquí, está escrito: Ojo por ojo y diente por diente;

39 mas yo os digo que no debéis resistir al mal, antes bien al que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra.

40

Y si alguien te demanda ante la ley, y te quita la túnica, déjale también la capa.

41 Y quien te obligue a ir una milla, ve con él dos.

42 Al que te pida, dale; y al que quiera de ti tomar prestado, no se lo rehúses.

43 Y he aquí, está escrito también que amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo;

44 mas he aquí, yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen;

45 para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos; pues él hace salir su sol sobre los malos y sobre los buenos.

46 Por tanto, estas cosas que existían en la antigüedad, que se hallaban bajo la ley, se han cumplido todas en mí.

47 Las cosas antiguas han pasado, y todas las cosas se han vuelto nuevas.

48 Por tanto, quisiera que fueseis perfectos así como yo, o como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.

Capítulo 13

Jesús enseña a los nefitas la manera de orar — Deben acumular tesoros en los cielos — Manda a los doce discípulos que en su ministerio no se afanen por las cosas temporales — Compárese con Mateo 6. Aproximadamente 34 d.C.

1

En verdad, en verdad os digo, quisiera que dieseis limosnas a los pobres; mas guardaos de dar vuestras limosnas delante de los hombres para ser vistos de ellos; de otra manera, ningún galardón tenéis de vuestro Padre que está en los cielos.

2 Por tanto, cuando hagáis vuestra limosna, no toquéis trompeta delante de vosotros, como lo hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para tener gloria de los hombres. En verdad os digo que ya tienen su recompensa.

3 Mas cuando tú hagas limosna, no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha;

4 a fin de que tu limosna sea en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto, te recompensará en público.

5 Y cuando ores, no seas como los hipócritas, porque les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres. En verdad os digo que ya tienen su recompensa.

6 Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cuando hayas cerrado la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará en público.

7 Y al orar, no uséis vanas repeticiones, como los paganos; pues ellos creen que por su mucha parlería serán oídos.

8 No seáis, por tanto, como ellos; porque vuestro Padre sabe las cosas que necesitáis antes que le pidáis.

9 De esta manera, pues, orad: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.

10

Sea hecha tu voluntad en la tierra así como en el cielo.

11 Y perdónanos nuestras deudas, como nosotros perdonamos a nuestros deudores.

12 Y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal.

13 Porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, para siempre. Amén.

14 Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre Celestial;

15 mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, vuestro Padre tampoco perdonará vuestras ofensas.

16 Además, cuando ayunéis, no seáis como los hipócritas, de semblante triste, porque desfiguran sus rostros para mostrar a los hombres que ayunan. En verdad os digo que ya tienen su galardón.

17 Mas tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro;

18 para que no muestres a los hombres que ayunas, sino a tu Padre, que está en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará en público.

19 No os acumuléis tesoros sobre la tierra, donde la polilla y el moho corrompen, y los ladrones minan y roban;

20

sino acumulaos tesoros en los cielos, donde ni la polilla ni el moho corrompen, y donde los ladrones no minan ni roban.

21 Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.

22 La luz del cuerpo es el ojo; por tanto, si tu ojo es puro, todo tu cuerpo estará lleno de luz.

23 Pero si tu ojo es malo, todo tu cuerpo estará lleno de tinieblas. Por tanto, si la luz que hay en ti es tinieblas, ¡cuán grandes no serán esas tinieblas!

24 Ningún hombre puede servir a dos señores, porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o se allegará al uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y a Mamón.

25 Y aconteció que cuando Jesús hubo hablado estas palabras, miró hacia los doce que había elegido, y les dijo: Acordaos de las palabras que he hablado. Porque he aquí, vosotros sois aquellos a quienes he escogido para ejercer el ministerio entre este pueblo. Os digo, pues: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni tampoco por vuestro cuerpo, con qué lo habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?

26 Mirad las aves del cielo, pues no siembran, ni tampoco siegan, ni recogen en alfolíes; sin embargo, vuestro Padre Celestial las alimenta. ¿No sois vosotros mucho mejores que ellas?

27 ¿Quién de vosotros, por mucho que se afane, podrá añadir un codo a su estatura?

28 Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo cómo crecen: No trabajan, ni hilan;

29 y sin embargo, os digo, que ni aun Salomón, en toda su gloria, se vistió como uno de estos.

30

Por tanto, si Dios viste así la hierba del campo, que hoy es, y mañana se echa en el horno, así os vestirá él, si vosotros no sois de poca fe.

31 No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos o qué beberemos, o con qué nos hemos de vestir?

32 Porque vuestro Padre Celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas.

33 Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.

34 Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán por sus propias cosas. Basta el día para su propio mal.

Capítulo 14

Jesús manda: No juzguéis; pedid a Dios; guardaos de los falsos profetas — Él promete la salvación a aquellos que hagan la voluntad del Padre — Compárese con Mateo 7. Aproximadamente 34 d.C.

1

Y aconteció que cuando Jesús hubo hablado estas palabras, se volvió de nuevo hacia la multitud y abrió otra vez su boca, diciendo: De cierto, de cierto os digo: No juzguéis, para que no seáis juzgados.

2 Porque con el juicio con que juzguéis, seréis juzgados; y con la medida con que midáis, se os volverá a medir.

3 Y, ¿por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, mas no te fijas en la viga que está en tu propio ojo?

4 O, ¿cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí, hay una viga en tu propio ojo?

5 ¡Hipócrita!, saca primero la viga de tu propio ojo; y entonces verás claramente para sacar la paja del ojo de tu hermano.

6 No deis lo que es santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos; no sea que las huellen con sus pies y se vuelvan y os despedacen.

7 Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.

8 Porque todo el que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.

9 O, ¿qué hombre hay de vosotros, que si su hijo pide pan, le dará una piedra,

10

o si pide un pescado, le dará una serpiente?

11 Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le piden?

12 Así que, cuantas cosas queráis que los hombres os hagan a vosotros, así haced vosotros con ellos, porque esto es la ley y los profetas.

13 Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino, que conduce a la perdición, y muchos son los que entran por ella;

14 porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que conduce a la vida, y pocos son los que la hallan.

15 Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, mas por dentro son lobos rapaces.

16 Por sus frutos los conoceréis. ¿Se recogen uvas de los espinos, o higos de los cardos?

17 De igual manera, todo árbol bueno produce buen fruto; mas un árbol malo da mal fruto.

18 Un árbol bueno no puede producir mal fruto, ni un árbol malo puede producir buen fruto.

19 Todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego.

20

Así que, por sus frutos los conoceréis.

21 No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos; sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.

22 En aquel día muchos me dirán: Señor, Señor, ¿no hemos profetizado en tu nombre, y en tu nombre no hemos echado demonios, y no hemos hecho, en tu nombre, muchas obras milagrosas?

23 Y entonces les declararé: Nunca os conocí, apartaos de mí, obradores de iniquidad.

24 Por tanto, cualquiera que oye estas palabras mías, y las hace, lo compararé a un hombre prudente que edificó su casa sobre una roca;

25 y descendió la lluvia, y vinieron los torrentes, y soplaron los vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre una roca.

26 Y todo el que me oye estas palabras, y no las hace, será comparado al hombre insensato que edificó su casa sobre la arena:

27 y descendió la lluvia, y vinieron los torrentes, y soplaron los vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y grande fue su caída.

Capítulo 15

Jesús anuncia que la ley de Moisés se ha cumplido en Él — Los nefitas son las otras ovejas a quienes Él se refirió en Jerusalén — Por causa de la iniquidad, el pueblo del Señor en Jerusalén no sabe acerca de las ovejas esparcidas de Israel. Aproximadamente 34 d.C.

1

Y aconteció que cuando Jesús hubo concluido estas palabras, miró alrededor a la multitud, y les dijo: He aquí, habéis oído las cosas que enseñé antes que ascendiera a mi Padre; por tanto, a cualquiera que se acuerde de estas palabras mías, y las haga, lo exaltaré en el postrer día.

2 Y sucedió que cuando Jesús hubo dicho estas palabras, percibió que había algunos entre ellos que se maravillaban, y se preguntaban qué deseaba él concerniente a la ley de Moisés; porque no entendían la palabra de que las cosas viejas habían pasado, y que todas las cosas se habían vuelto nuevas.

3 Y les dijo: No os maravilléis de que os dije que las cosas antiguas habían pasado, y que todas las cosas se habían vuelto nuevas.

4 He aquí, os digo que se ha cumplido la ley que fue dada a Moisés.

5 He aquí, soy yo quien di la ley, y soy el que hice convenio con mi pueblo Israel; por tanto, la ley se cumple en mí, porque he venido para cumplir la ley; por tanto, tiene fin.

6 He aquí, yo no abrogo a los profetas; porque cuantos no se han cumplido en mí, en verdad os digo que todos se cumplirán.

7 Y porque os dije que las cosas antiguas han pasado, no abrogo lo que se ha hablado concerniente a las cosas que están por venir.

8 Porque he aquí, el convenio que hice con mi pueblo no se ha cumplido enteramente; mas la ley que se dio a Moisés tiene su fin en mí.

9 He aquí, yo soy la ley y la luz. Mirad hacia mí, y perseverad hasta el fin, y viviréis; porque al que persevere hasta el fin, le daré vida eterna.

10

He aquí, os he dado los mandamientos; guardad, pues, mis mandamientos. Y esto es la ley y los profetas, porque ellos en verdad testificaron de mí.

11 Y sucedió que cuando Jesús hubo hablado estas palabras, dijo a aquellos doce que él había escogido:

12 Vosotros sois mis discípulos; y sois una luz a este pueblo, que es un resto de la casa de José.

13 Y he aquí, esta es la tierra de vuestra herencia; y el Padre os la ha dado.

14 Y en ninguna ocasión me ha dado mandamiento el Padre de que lo revelase a vuestros hermanos en Jerusalén.

15 Ni en ningún tiempo me ha dado mandamiento el Padre de que les hablara concerniente a las otras tribus de la casa de Israel, que el Padre ha conducido fuera de su tierra.

16 Solo esto me mandó el Padre que les dijera:

17 Que tengo otras ovejas que no son de este redil; aquellas también debo yo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño y un pastor.

18 Ahora bien, por motivo de la obstinación y la incredulidad, no comprendieron mi palabra; por tanto, me mandó el Padre que no les dijese más tocante a esto.

19 Pero de cierto os digo que el Padre me ha mandado, y yo os lo digo, que fuisteis separados de entre ellos por motivo de su iniquidad; por tanto, es debido a su iniquidad que no saben de vosotros.

20

Y en verdad, os digo, además, que el Padre ha separado de ellos a las otras tribus; y es a causa de su iniquidad que no saben de ellas.

21 Y de cierto os digo que vosotros sois aquellos de quienes dije: Tengo otras ovejas que no son de este redil; aquellas también debo yo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño y un pastor.

22 Y no me comprendieron, porque pensaron que eran los gentiles; porque no entendieron que, por medio de su predicación, los gentiles se convertirían.

23 Ni me entendieron que dije que oirán mi voz; ni me comprendieron que los gentiles en ningún tiempo habrían de oír mi voz; que no me manifestaría a ellos sino por el Espíritu Santo.

24 Mas he aquí, vosotros habéis oído mi voz, y también me habéis visto; y sois mis ovejas, y contados sois entre los que el Padre me ha dado.

Capítulo 16

Jesús visitará a otras ovejas perdidas de Israel — En los últimos días, el Evangelio irá a los gentiles y después a la casa de Israel — Los del pueblo del Señor verán ojo a ojo cuando Él haga volver a Sion. Aproximadamente 34 d.C.

1

Y en verdad, en verdad os digo que tengo otras ovejas que no son de esta tierra, ni de la tierra de Jerusalén, ni de ninguna de las partes de esa tierra circundante donde he estado para ejercer mi ministerio.

2 Porque aquellos de quienes hablo son los que todavía no han oído mi voz; ni en ningún tiempo me he manifestado a ellos.

3 Mas he recibido el mandamiento del Padre de que vaya a ellos, para que oigan mi voz y sean contados entre mis ovejas, a fin de que haya un rebaño y un pastor; por tanto, voy para manifestarme a ellos.

4 Y os mando que escribáis estas palabras después que me vaya, para que si se da el caso de que mi pueblo en Jerusalén, aquellos que me han visto y han estado conmigo en mi ministerio, no le piden al Padre en mi nombre recibir conocimiento por medio del Espíritu Santo, acerca de vosotros, como también de las otras tribus, de las cuales nada saben, estas palabras que escribáis se preserven y sean manifestadas a los gentiles, para que mediante la plenitud de los gentiles, el resto de la posteridad de aquellos, que será esparcido sobre la faz de la tierra a causa de su incredulidad, sea recogido, o sea, llevado al conocimiento de mí, su Redentor.

5 Entonces los reuniré de las cuatro partes de la tierra; y entonces cumpliré el convenio que el Padre ha hecho con todo el pueblo de la casa de Israel.

6 Y benditos son los gentiles por motivo de su creencia en mí, mediante el Espíritu Santo, que les testifica de mí y del Padre.

7 He aquí que debido a su creencia en mí, dice el Padre, y a causa de vuestra incredulidad, oh casa de Israel, la verdad llegará a los gentiles en los últimos días, para que les sea manifestada la plenitud de estas cosas.

8 Pero, ¡ay de los gentiles incrédulos!, dice el Padre —pues aun cuando han venido sobre la superficie de esta tierra, y han dispersado a mi pueblo que es de la casa de Israel; y han echado de entre ellos a mi pueblo que es de la casa de Israel, y lo han hollado;

9 y a causa de las misericordias del Padre para con los gentiles, así como de los juicios del Padre sobre mi pueblo que es de la casa de Israel, de cierto, de cierto os digo que después de todo esto, y luego que yo haya hecho que los de mi pueblo que son de la casa de Israel sean heridos, y afligidos, y muertos, y que sean echados de entre ellos, y que sean aborrecidos por ellos, y sean entre ellos objeto de escarnio y oprobio—

10

y así manda el Padre que os diga: El día en que los gentiles pequen contra mi evangelio, y rechacen la plenitud de mi evangelio, y se envanezcan por el orgullo de su corazón sobre todas las naciones y sobre todos los pueblos de la tierra, y estén llenos de toda clase de mentiras, y de engaños, y de maldades, y de todo género de hipocresía, y asesinatos, y supercherías sacerdotales, y fornicaciones, y abominaciones secretas; y si cometen todas estas cosas, y rechazan la plenitud de mi evangelio, he aquí, dice el Padre, retiraré la plenitud de mi evangelio de entre ellos.

11 Y entonces recordaré mi convenio que he concertado con los de mi pueblo, oh casa de Israel, y les llevaré mi evangelio.

12 Y te mostraré, oh casa de Israel, que los gentiles no tendrán poder sobre ti, antes bien me acordaré de mi convenio contigo, oh casa de Israel, y llegarás al conocimiento de la plenitud de mi evangelio.

13 Pero si los gentiles se arrepienten y vuelven a mí, dice el Padre, he aquí, serán contados entre los de mi pueblo, oh casa de Israel.

14 Y no permitiré que los de mi pueblo, que son de la casa de Israel, vayan entre ellos y los huellen bajo sus pies, dice el Padre.

15 Pero si no se vuelven a mí, ni escuchan mi voz, yo les permitiré, sí, permitiré que los de mi pueblo, oh casa de Israel, pasen por en medio de ellos y los huellen, y serán como la sal que ha perdido su sabor, que desde entonces para nada es buena sino para ser arrojada y hollada bajo los pies de mi pueblo, oh casa de Israel.

16 De cierto, de cierto os digo que así me ha mandado el Padre: Que dé a este pueblo esta tierra por herencia.

17 Y entonces se cumplirán las palabras del profeta Isaías, que dicen:

18 Tus centinelas levantarán la voz; unánimes cantarán, porque verán ojo a ojo cuando el Señor hiciere volver a Sion.

19 ¡Prorrumpid en alegría! ¡Cantad juntamente, lugares desolados de Jerusalén! Porque el Señor ha consolado a su pueblo, ha redimido a Jerusalén.

20

El Señor ha desnudado su santo brazo a la vista de todas las naciones, y todos los extremos de la tierra verán la salvación de Dios.

Capítulo 17

Jesús exhorta a los del pueblo a meditar en Sus palabras y a pedir entendimiento en sus oraciones — Sana a los enfermos — Ora por el pueblo con palabras que no se pueden escribir — Los ángeles ministran a los pequeñitos y estos son rodeados de fuego. Aproximadamente 34 d.C.

1

He aquí, sucedió que cuando Jesús hubo hablado estas palabras, de nuevo miró alrededor hacia la multitud, y les dijo: He aquí, mi tiempo está cerca.

2 Veo que sois débiles, que no podéis comprender todas mis palabras que el Padre me ha mandado que os hable en esta ocasión.

3 Por tanto, id a vuestras casas, y meditad las cosas que os he dicho, y pedid al Padre en mi nombre que podáis entender; y preparad vuestras mentes para mañana, y vendré a vosotros otra vez.

4 Pero ahora voy al Padre, y también voy a mostrarme a las tribus perdidas de Israel, porque no están perdidas para el Padre, pues él sabe a dónde las ha llevado.

5 Y sucedió que cuando Jesús hubo hablado así, de nuevo dirigió la vista alrededor hacia la multitud, y vio que estaban llorando, y lo miraban fijamente, como si le quisieran pedir que permaneciese un poco más con ellos.

6 Y les dijo: He aquí, mis entrañas rebosan de compasión por vosotros.

7 ¿Tenéis enfermos entre vosotros? Traedlos aquí. ¿Tenéis cojos, o ciegos, o lisiados, o mutilados, o leprosos, o atrofiados, o sordos, o quienes estén afligidos de manera alguna? Traedlos aquí y yo los sanaré, porque tengo compasión de vosotros; mis entrañas rebosan de misericordia.

8 Pues percibo que deseáis que os muestre lo que he hecho por vuestros hermanos en Jerusalén, porque veo que vuestra fe es suficiente para que yo os sane.

9 Y sucedió que cuando hubo hablado así, toda la multitud, de común acuerdo, se acercó, con sus enfermos, y sus afligidos, y sus cojos, y sus ciegos, y sus mudos, y todos los que padecían cualquier aflicción; y los sanaba a todos, según se los llevaban.

10

Y todos ellos, tanto los que habían sido sanados, como los que estaban sanos, se postraron a sus pies y lo adoraron; y cuantos, por la multitud pudieron acercarse, le besaron los pies, al grado de que le bañaron los pies con sus lágrimas.

11 Y aconteció que mandó que trajesen a sus niños pequeñitos.

12 De modo que trajeron a sus niños pequeñitos, y los colocaron en el suelo alrededor de él, y Jesús estuvo en medio; y la multitud cedió el paso hasta que todos le fueron traídos.

13 Y aconteció que cuando los hubieron traído a todos, y Jesús estaba en medio, mandó a los de la multitud que se arrodillasen en el suelo.

14 Y sucedió que cuando se hubieron arrodillado en el suelo, gimió Jesús dentro de sí, y dijo: Padre, turbado estoy por causa de la iniquidad del pueblo de la casa de Israel.

15 Y cuando hubo pronunciado estas palabras, se arrodilló él mismo también en el suelo; y he aquí, oró al Padre, y las cosas que oró no se pueden escribir, y los de la multitud que lo oyeron, dieron testimonio.

16 Y de esta manera testifican: Jamás el ojo ha visto ni el oído escuchado, antes de ahora, tan grandes y maravillosas cosas como las que vimos y oímos que Jesús habló al Padre;

17 y no hay lengua que pueda hablar, ni hombre alguno que pueda escribir, ni corazón de hombre que pueda concebir tan grandes y maravillosas cosas como las que vimos y oímos a Jesús hablar; y nadie puede conceptuar el gozo que llenó nuestras almas cuando lo oímos rogar por nosotros al Padre.

18 Y aconteció que cuando Jesús hubo concluido de orar al Padre, se levantó; pero era tan grande el gozo de la multitud, que fueron dominados.

19 Y sucedió que Jesús les habló, y mandó que se levantaran.

20

Y se levantaron del suelo, y les dijo: Benditos sois a causa de vuestra fe. Y ahora he aquí, es completo mi gozo.

21 Y cuando hubo dicho estas palabras, lloró, y la multitud dio testimonio de ello; y tomó a sus niños pequeños, uno por uno, y los bendijo, y rogó al Padre por ellos.

22 Y cuando hubo hecho esto, lloró de nuevo;

23 y habló a la multitud, y les dijo: Mirad a vuestros pequeñitos.

24 Y he aquí, al levantar la vista para ver, dirigieron la mirada al cielo, y vieron abrirse los cielos, y vieron ángeles que descendían del cielo cual si fuera en medio de fuego; y bajaron y cercaron a aquellos pequeñitos, y fueron rodeados de fuego; y los ángeles les ministraron.

25 Y la multitud vio y oyó y dio testimonio; y saben que su testimonio es verdadero, porque todos ellos vieron y oyeron, cada cual por sí mismo; y llegaba su número a unas dos mil quinientas almas; y se componía de hombres, mujeres y niños.

Capítulo 18

Jesús instituye la Santa Cena entre los nefitas — Les manda orar siempre en Su nombre — Los que comen Su carne y beben Su sangre indignamente son condenados — Da a los discípulos el poder para conferir el Espíritu Santo. Aproximadamente 34 d.C.

1

Y aconteció que Jesús mandó a sus discípulos que le llevasen pan y vino.

2 Y mientras fueron a traer el pan y el vino, mandó a la multitud que se sentara en el suelo.

3 Y cuando los discípulos hubieron llegado con pan y vino, tomó el pan y lo partió y lo bendijo; y dio a los discípulos y les mandó que comiesen.

4 Y cuando hubieron comido y fueron llenos, mandó que dieran a la multitud.

5 Y cuando la multitud comió y fue llena, dijo a los discípulos: He aquí, uno de vosotros será ordenado; y a él le daré poder para partir pan y bendecirlo y darlo a los de mi iglesia, a todos los que crean y se bauticen en mi nombre.

6 Y siempre procuraréis hacer esto, tal como yo lo he hecho, así como he partido pan y lo he bendecido y os lo he dado.

7 Y haréis esto en memoria de mi cuerpo que os he mostrado. Y será un testimonio al Padre de que siempre os acordáis de mí. Y si os acordáis siempre de mí, tendréis mi Espíritu para que esté con vosotros.

8 Y sucedió que cuando hubo dicho estas palabras, mandó a sus discípulos que tomaran del vino de la copa y bebieran de él, y que dieran también a los de la multitud para que bebiesen.

9 Y aconteció que así lo hicieron, y bebieron y fueron llenos; y dieron a los de la multitud, y estos bebieron y fueron llenos.

10

Y cuando los discípulos hubieron hecho esto, Jesús les dijo: Benditos sois por esto que habéis hecho; porque esto cumple mis mandamientos, y esto testifica al Padre que estáis dispuestos a hacer lo que os he mandado.

11 Y siempre haréis esto por todos los que se arrepientan y se bauticen en mi nombre; y lo haréis en memoria de mi sangre, que he vertido por vosotros, para que testifiquéis al Padre que siempre os acordáis de mí. Y si os acordáis siempre de mí, tendréis mi Espíritu para que esté con vosotros.

12 Y os doy el mandamiento de que hagáis estas cosas. Y si hacéis siempre estas cosas, benditos sois, porque estáis edificados sobre mi roca.

13 Pero aquellos que de entre vosotros hagan más o menos que esto, no están edificados sobre mi roca, sino sobre un cimiento arenoso; y cuando caiga la lluvia, y vengan los torrentes, y soplen los vientos, y den contra ellos, caerán, y las puertas del infierno están ya abiertas para recibirlos.

14 Por tanto, benditos sois vosotros, si guardáis mis mandamientos que el Padre me ha mandado que os dé.

15 De cierto, de cierto os digo que debéis velar y orar siempre, no sea que el diablo os tiente, y seáis llevados cautivos por él.

16 Y así como he orado entre vosotros, así oraréis en mi iglesia, entre los de mi pueblo que se arrepientan y se bauticen en mi nombre. He aquí, yo soy la luz; yo os he dado el ejemplo.

17 Y ocurrió que cuando Jesús hubo hablado estas palabras a sus discípulos, se volvió de nuevo a la multitud, y dijo:

18 He aquí, en verdad, en verdad os digo que debéis velar y orar siempre, no sea que entréis en tentación; porque Satanás desea poseeros para zarandearos como a trigo.

19 Por tanto, siempre debéis orar al Padre en mi nombre;

20

y cualquier cosa que pidáis al Padre en mi nombre, si es justa, creyendo que recibiréis, he aquí, os será concedida.

21 Orad al Padre en vuestras familias, siempre en mi nombre, para que sean bendecidos vuestras esposas y vuestros hijos.

22 Y he aquí, os reuniréis con frecuencia; y a nadie le prohibiréis estar con vosotros cuando os reunáis, sino permitidles que se alleguen a vosotros, y no los vedéis;

23 sino que oraréis por ellos, y no los echaréis fuera; y si sucede que vienen a vosotros a menudo, rogaréis al Padre por ellos en mi nombre.

24 Alzad, pues, vuestra luz para que brille ante el mundo. He aquí, yo soy la luz que debéis sostener en alto: aquello que me habéis visto hacer. He aquí, habéis visto que he orado al Padre, y todos vosotros habéis sido testigos.

25 Y habéis visto que he mandado que ninguno de vosotros se alejara, sino más bien he mandado que vinieseis a mí, a fin de que palpaseis y vieseis; así haréis vosotros al mundo; y el que quebranta este mandamiento, se deja llevar a la tentación.

26 Y sucedió que cuando Jesús hubo hablado estas palabras, volvió de nuevo la vista a los discípulos que había escogido, y les dijo:

27 He aquí, de cierto, de cierto os digo, os doy otro mandamiento, y luego debo ir a mi Padre para cumplir otros mandamientos que él me ha dado.

28 Y he aquí, este es el mandamiento que yo os doy, que no permitáis que ninguno a sabiendas participe indignamente de mi carne y de mi sangre, cuando las administréis;

29 porque quien come mi carne y bebe mi sangre indignamente, come y bebe condenación para su alma; por tanto, si sabéis que un hombre no es digno de comer y beber de mi carne y de mi sangre, se lo prohibiréis.

30

No obstante, no lo echaréis de entre vosotros, sino que le ministraréis y oraréis al Padre por él en mi nombre; y si acontece que se arrepiente y es bautizado en mi nombre, entonces lo recibiréis, y le daréis de mi carne y sangre.

31 Pero si no se arrepiente, no será contado entre los de mi pueblo, a fin de que no destruya a mi pueblo, pues he aquí, conozco a mis ovejas, y están contadas.

32 No obstante, no lo echaréis de vuestras sinagogas ni de vuestros lugares donde adoráis, porque debéis continuar ministrando por estos; pues no sabéis si tal vez vuelvan, y se arrepientan, y vengan a mí con íntegro propósito de corazón, y yo los sane; y vosotros seréis el medio de traerles la salvación.

33 Por tanto, observad estas palabras que yo os he mandado, para que no incurráis en condenación; porque, ¡ay de aquel a quien el Padre condene!

34 Y os doy estos mandamientos por motivo de las disputas que ha habido entre vosotros. Y benditos sois si no hubiere disputas entre vosotros.

35 Y ahora voy al Padre, porque conviene que vaya al Padre por el bien de vosotros.

36 Y aconteció que cuando Jesús hubo dado fin a estas palabras, tocó con la mano a los discípulos que había elegido, uno por uno, hasta que los hubo tocado a todos, y les hablaba a medida que los tocaba.

37 Y la multitud no oyó las palabras que él habló; por tanto, no dio testimonio; pero los discípulos dieron testimonio de que les dio el poder para conferir el Espíritu Santo. Y más adelante os mostraré que este testimonio es verdadero.

38 Y sucedió que cuando Jesús los hubo tocado a todos, llegó una nube y cubrió a la multitud, de modo que no veían a Jesús.

39 Y mientras los cubría, él partió de entre ellos y ascendió al cielo. Y los discípulos vieron y dieron testimonio de que ascendió de nuevo al cielo.

Capítulo 19

Los doce discípulos ministran al pueblo y oran para recibir el Espíritu Santo — Los discípulos son bautizados y reciben el Espíritu Santo y la ministración de ángeles — Jesús ora, con palabras que no se pueden escribir — Él da testimonio de la fe extremadamente grande de esos nefitas. Aproximadamente 34 d.C.

1

Y sucedió que cuando Jesús hubo ascendido al cielo, se dispersó la multitud, y todo hombre tomó a su esposa y sus hijos, y volvió a su propia casa.

2 Y se divulgó inmediatamente entre el pueblo, antes que llegara la noche, que la multitud había visto a Jesús, y que él había ejercido su ministerio entre ellos, y que por la mañana otra vez se iba a mostrar a la multitud.

3 Sí, y aun durante toda la noche se divulgaron las nuevas concernientes a Jesús; y a tal grado se esparcieron entre el pueblo, que hubo muchos, sí, un número extremadamente grande, que trabajaron afanosamente toda la noche para poder estar a la mañana siguiente en el paraje donde Jesús se iba a mostrar a la multitud.

4 Y sucedió que por la mañana, cuando la multitud se hallaba reunida, he aquí, Nefi y su hermano, a quien él había levantado de entre los muertos, y cuyo nombre era Timoteo, como también su hijo, cuyo nombre era Jonás, y también Matoni, y Matoníah, su hermano, y Kumen, y Kumenoni, y Jeremías, y Shemnón, y Jonás, y Sedequías, e Isaías —y estos eran los nombres de los discípulos que Jesús había escogido— y aconteció que avanzaron y se colocaron en medio de la multitud.

5 Y he aquí, tan grande era la multitud, que hicieron que se dividiese en doce grupos.

6 Y los doce instruyeron a la multitud; y he aquí, hicieron que la multitud se arrodillase en el suelo y orase al Padre en el nombre de Jesús.

7 Y los discípulos oraron también al Padre en el nombre de Jesús. Y aconteció que se levantaron y ministraron al pueblo.

8 Y cuando hubieron ministrado las mismas palabras que Jesús había hablado, sin variar en nada las palabras que Jesús había hablado, he aquí, se arrodillaron de nuevo y oraron al Padre en el nombre de Jesús.

9 Y oraron por lo que más deseaban; y su deseo era que les fuese dado el Espíritu Santo.

10

Y cuando hubieron orado de este modo, descendieron a la orilla del agua, y los siguió la multitud.

11 Y sucedió que Nefi entró en el agua, y fue bautizado.

12 Y salió del agua y empezó a bautizar; y bautizó a todos aquellos a quienes Jesús había escogido;

13 y aconteció que cuando todos fueron bautizados, y hubieron salido del agua, el Espíritu Santo descendió sobre ellos, y fueron llenos del Espíritu Santo y de fuego.

14 Y he aquí, fueron envueltos cual si fuera por fuego; y descendió del cielo, y la multitud lo vio y dio testimonio; y descendieron ángeles del cielo, y les ministraron.

15 Y sucedió que mientras los ángeles estaban ministrando a los discípulos, he aquí, Jesús llegó y se puso en medio de ellos y les ministró.

16 Y aconteció que habló a la multitud, y mandó que se arrodillaran otra vez en el suelo, y que sus discípulos se arrodillasen también.

17 Y sucedió que cuando todos se hubieron puesto de rodillas en el suelo, mandó a sus discípulos que orasen.

18 Y he aquí, empezaron a orar; y oraron a Jesús, llamándolo su Señor y su Dios.

19 Y sucedió que Jesús se apartó de entre ellos, y se alejó de ellos un poco y se inclinó a tierra, y dijo:

20

Padre, gracias te doy porque has dado el Espíritu Santo a estos que he escogido; y es por su creencia en mí que los he escogido de entre el mundo.

21 Padre, te ruego que des el Espíritu Santo a todos los que crean en sus palabras.

22 Padre, les has dado el Espíritu Santo porque creen en mí; y ves que creen en mí, porque los oyes, y oran a mí; y oran a mí porque estoy con ellos.

23 Y ahora, Padre, te ruego por ellos, y también por todos aquellos que han de creer en sus palabras, para que crean en mí, para que yo sea en ellos como tú, Padre, eres en mí, para que seamos uno.

24 Y aconteció que cuando Jesús hubo orado así al Padre, volvió a sus discípulos, y he aquí, continuaban orando a él sin cesar; y no multiplicaban muchas palabras, porque les era manifestado lo que debían suplicar, y estaban llenos de anhelo.

25 Y ocurrió que Jesús los bendijo mientras le dirigían sus oraciones; y la sonrisa de su faz fue sobre ellos, y los iluminó la luz de su semblante; y he aquí, estaban tan blancos como el semblante y como los vestidos de Jesús; y he aquí, su blancura excedía a toda blancura, sí, no podía haber sobre la tierra cosa tan blanca como su blancura.

26 Y Jesús les dijo: Seguid orando; y ellos no cesaban de orar.

27 Y otra vez se apartó de ellos y se alejó un poco y se inclinó a tierra; y oró de nuevo al Padre, diciendo:

28 Padre, te doy las gracias por haber purificado a los que he escogido, por causa de su fe, y ruego por ellos, y también por los que han de creer en sus palabras, para que sean purificados en mí, mediante la fe en sus palabras, así como ellos son purificados en mí.

29 Padre, no te ruego por el mundo, sino por los que me has dado del mundo, a causa de su fe, para que sean purificados en mí, para que yo sea en ellos como tú, Padre, eres en mí, para que seamos uno, para que yo sea glorificado en ellos.

30

Y cuando Jesús hubo hablado estas palabras, vino otra vez a sus discípulos, y he aquí, oraban a él constantemente, sin cesar; y de nuevo él les sonrió; y he aquí, estaban blancos, aun como Jesús.

31 Y aconteció que otra vez se alejó un poco y oró al Padre;

32 y la lengua no puede expresar las palabras que oró, ni pueden ser escritas por hombre alguno las palabras que oró.

33 Y la multitud oyó y da testimonio; y se abrieron sus corazones, y comprendieron en sus corazones las palabras que él oró.

34 No obstante, tan grandes y maravillosas fueron las palabras que oró, que no pueden ser escritas, ni tampoco puede el hombre expresarlas.

35 Y aconteció que cuando Jesús hubo concluido de orar, volvió a sus discípulos, y les dijo: Jamás he visto fe tan grande entre todos los judíos; por tanto, no pude mostrarles tan grandes milagros, por motivo de su incredulidad.

36 En verdad os digo que no hay ninguno de ellos que haya visto cosas tan grandes como las que habéis visto vosotros, ni que haya oído tan grandes cosas como las que vosotros habéis oído.

Capítulo 20

Jesús proporciona milagrosamente pan y vino, y de nuevo administra el sacramento a los del pueblo — El resto de Jacob será llevado al conocimiento del Señor su Dios y heredará las Américas — Jesús es el profeta semejante a Moisés, y los nefitas son hijos de los profetas — Otros de los del pueblo del Señor serán recogidos en Jerusalén. Aproximadamente 34 d.C.

1

Y sucedió que mandó a la multitud y también a sus discípulos que dejasen de orar; y les mandó que no cesaran de orar en sus corazones.

2 Y les mandó que se levantaran y se pusieran de pie. Y se levantaron y se pusieron de pie.

3 Y sucedió que partió pan de nuevo y lo bendijo, y dio de comer a los discípulos.

4 Y cuando hubieron comido, les mandó que partieran pan, y dieran a la multitud;

5 y cuando hubieron dado a la multitud, les dio también vino para que bebiesen, y les mandó que dieran a la multitud.

6 Ahora bien, ni los discípulos ni la multitud habían llevado pan ni vino;

7 pero verdaderamente les dio de comer pan y de beber vino también.

8 Y les dijo: El que come de este pan, come de mi cuerpo para su alma; y el que bebe de este vino, bebe de mi sangre para su alma; y su alma nunca tendrá hambre ni sed, sino que será llena.

9 Y cuando toda la multitud hubo comido y bebido, he aquí, fueron llenos del Espíritu; y clamaron a una voz y dieron gloria a Jesús, a quien veían y oían.

10

Y sucedió que cuando todos le hubieron dado gloria, Jesús les dijo: He aquí, ahora cumplo el mandamiento que el Padre me ha dado concerniente a este pueblo, que es un resto de la casa de Israel.

11 Os acordaréis que os hablé y dije que cuando se cumpliesen las palabras de Isaías —he aquí, están escritas, las tenéis ante vosotros; por lo tanto, escudriñadlas—

12 y en verdad, en verdad os digo que cuando se cumplan, entonces será el cumplimiento del convenio que el Padre ha hecho con su pueblo, oh casa de Israel.

13 Y entonces los restos, que estarán dispersados sobre la faz de la tierra, serán recogidos del este y del oeste, y del sur y del norte; y serán llevados al conocimiento del Señor su Dios, que los ha redimido.

14 Y el Padre me ha mandado que os dé esta tierra por herencia.

15 Y os digo que si los gentiles no se arrepienten después de la bendición que reciban, después que hayan dispersado a mi pueblo,

16 entonces vosotros, que sois un resto de la casa de Jacob, iréis entre ellos; y estaréis en medio de aquellos que serán muchos; y seréis entre ellos como un león entre los animales del bosque, y como cachorro de león entre las manadas de ovejas, el cual, si pasa por en medio, huella y despedaza, y nadie las puede librar.

17 Tu mano se levantará sobre tus adversarios, y todos tus enemigos serán talados.

18 Y yo recogeré a mi pueblo como el hombre que junta sus gavillas en la era.

19 Porque haré a mi pueblo, con el cual el Padre ha hecho convenio, sí, tu cuerno yo haré de hierro, y tus uñas de bronce. Y desmenuzarás a muchos pueblos; y consagraré al Señor sus riquezas, y sus bienes al Señor de toda la tierra. Y he aquí, yo soy quien lo hago.

20

Y sucederá, dice el Padre, que en aquel día la espada de mi justicia se cernerá sobre ellos; y a menos que se arrepientan caerá sobre ellos, dice el Padre, sí, sobre todas las naciones de los gentiles.

21 Y acontecerá que estableceré a mi pueblo, oh casa de Israel.

22 Y he aquí, estableceré a este pueblo en esta tierra, para el cumplimiento del convenio que hice con Jacob, vuestro padre; y será una Nueva Jerusalén. Y los poderes del cielo estarán entre este pueblo; sí, yo mismo estaré en medio de vosotros.

23 He aquí, yo soy aquel de quien Moisés habló, diciendo: El Señor vuestro Dios os levantará a un profeta, de vuestros hermanos, semejante a mí; a él oiréis en todas las cosas que os dijere. Y sucederá que toda alma que no escuchare a ese profeta será desarraigada de entre el pueblo.

24 En verdad os digo, sí, y todos los profetas desde Samuel y los que le siguen, cuantos han hablado, han testificado de mí.

25 Y he aquí, vosotros sois los hijos de los profetas; y sois de la casa de Israel; y sois del convenio que el Padre concertó con vuestros padres, diciendo a Abraham: Y en tu posteridad serán benditas todas las familias de la tierra.

26 Porque el Padre me ha levantado para venir a vosotros primero, y me envió a bendeciros, apartando a cada uno de vosotros de vuestras iniquidades; y esto, porque sois los hijos del convenio.

27 Y después que hayáis sido bendecidos, entonces cumplirá el Padre el convenio que hizo con Abraham, diciendo: En tu posteridad serán benditas todas las familias de la tierra, hasta el derramamiento del Espíritu Santo sobre los gentiles por medio de mí, y esta bendición a los gentiles los hará más fuertes que todos, por lo que dispersarán a mi pueblo, oh casa de Israel.

28 Y serán un azote al pueblo de esta tierra. No obstante, si cuando hayan recibido la plenitud de mi evangelio endurecen sus corazones en contra de mí, haré volver sus iniquidades sobre sus propias cabezas, dice el Padre.

29 Y me acordaré del convenio que he hecho con mi pueblo; y he hecho convenio con ellos de que los recogería en mi propio y debido tiempo, y que otra vez les daría por herencia la tierra de sus padres, que es la tierra de Jerusalén, que para ellos es la tierra prometida para siempre, dice el Padre.

30

Y sucederá que llegará el día en que les será predicada la plenitud de mi evangelio;

31 y creerán en mí, que soy Jesucristo, el Hijo de Dios; y orarán al Padre en mi nombre.

32 Entonces levantarán la voz sus centinelas, y cantarán unánimes; porque verán ojo a ojo.

33 Entonces los juntará de nuevo el Padre, y les dará Jerusalén por tierra de su herencia.

34 Entonces prorrumpirán en gozo: ¡Cantad juntamente, lugares desolados de Jerusalén; porque el Padre ha consolado a su pueblo, ha redimido a Jerusalén!

35 El Padre ha desnudado su santo brazo a la vista de todas las naciones; y todos los extremos de la tierra verán la salvación del Padre; y el Padre y yo somos uno.

36 Entonces se realizará lo que está escrito: ¡Despierta, despierta otra vez, y vístete de tu fortaleza, oh Sion; vístete tus ropas de hermosura, oh Jerusalén, ciudad santa; porque nunca más vendrá a ti incircunciso ni inmundo!

37 ¡Sacúdete del polvo; levántate, toma asiento, oh Jerusalén; suéltate las ataduras de tu cuello, oh cautiva hija de Sion!

38 Porque así dice el Señor: Os habéis vendido por nada, y sin dinero seréis redimidos.

39 En verdad, en verdad os digo que los de mi pueblo conocerán mi nombre, sí, en aquel día sabrán que yo soy el que hablo.

40

Y entonces dirán: ¡Cuán hermosos sobre las montañas son los pies del que les trae buenas nuevas; que publica la paz; que les trae gratas nuevas del bien; que publica salvación; que dice a Sion: Tu Dios reina!

41 Y entonces se oirá el pregón: ¡Apartaos, apartaos, salid de ahí, no toquéis lo que es inmundo; salid de en medio de ella; sed limpios los que lleváis los vasos del Señor!

42 Porque no saldréis con prisa ni iréis huyendo; porque el Señor irá delante de vosotros, y el Dios de Israel será vuestra retaguardia.

43 He aquí, mi siervo obrará prudentemente; será exaltado y alabado y puesto muy en alto.

44 Así como muchos se admiraron de ti —tan desfigurado era su aspecto, más que cualquier hombre, y su forma más que la de los hijos de los hombres—

45 así rociará él a muchas naciones; ante él los reyes cerrarán la boca; porque verán lo que no les había sido contado, y considerarán lo que no habían oído.

46 En verdad, en verdad os digo que todas estas cosas ciertamente se verificarán, tal como el Padre me lo ha mandado. Entonces se cumplirá este convenio que el Padre ha hecho con su pueblo; y entonces Jerusalén volverá a ser habitada por mi pueblo, y será la tierra de su herencia.

Capítulo 21

Israel será recogido cuando salga a luz el Libro de Mormón — Los gentiles serán establecidos como pueblo libre en América — Si creen y obedecen, se salvarán; de lo contrario, serán talados y destruidos — Israel edificará la Nueva Jerusalén y las tribus perdidas volverán. Aproximadamente 34 d.C.

1

Y de cierto os digo, os doy una señal para que sepáis la época en que estarán a punto de acontecer estas cosas —que recogeré a mi pueblo de su larga dispersión, oh casa de Israel, y estableceré otra vez entre ellos mi Sion;

2 y he aquí, esto es lo que os daré por señal— porque en verdad os digo que cuando se den a conocer a los gentiles estas cosas que os declaro, y que más adelante os declararé de mí mismo, y por el poder del Espíritu Santo que os será dado por el Padre, a fin de que ellos sepan acerca de este pueblo que es un resto de la casa de Jacob, y concerniente a este pueblo mío que será esparcido por ellos;

3 en verdad, en verdad os digo, que cuando el Padre les haga saber estas cosas, y del Padre procedan de ellos a vosotros,

4 porque es según la sabiduría del Padre que sean establecidos en esta tierra e instituidos como pueblo libre por el poder del Padre, para que estas cosas procedan de ellos a un resto de vuestra posteridad, a fin de que se cumpla el convenio del Padre, el cual ha hecho con su pueblo, oh casa de Israel;

5 por tanto, cuando estas obras, y las obras que desde ahora en adelante se hagan entre vosotros, procedan de los gentiles a vuestra posteridad, que degenerará en la incredulidad por causa de la maldad,

6 porque así conviene al Padre que proceda de los gentiles, para que muestre su poder a los gentiles, a fin de que estos, si no endurecen sus corazones, se arrepientan y vengan a mí y sean bautizados en mi nombre y conozcan los verdaderos puntos de mi doctrina, para que sean contados entre los de mi pueblo, oh casa de Israel;

7 y cuando sucedan estas cosas, de modo que vuestra posteridad empiece a conocerlas, entonces les será por señal, para que sepan que la obra del Padre ha empezado ya, para dar cumplimiento al convenio que ha hecho al pueblo que es de la casa de Israel.

8 Y cuando venga ese día, sucederá que los reyes cerrarán su boca; porque verán lo que no les había sido declarado, y considerarán lo que no habían oído.

9 Porque en aquel día hará el Padre, por mi causa, una obra que será una obra grande y maravillosa entre ellos; y habrá entre ellos quienes no lo creerán, aun cuando un hombre se lo declare.

10

Mas he aquí, la vida de mi siervo estará en mi mano; por tanto, no lo dañarán, aunque sea herido por causa de ellos. No obstante, yo lo sanaré, porque les mostraré que mi sabiduría es mayor que la astucia del diablo.

11 Acontecerá, pues, que los que no crean en mis palabras, que soy Jesucristo, las cuales el Padre hará que él lleve a los gentiles, y le otorgará el poder para que las lleve a los gentiles (se hará aun como dijo Moisés), serán desarraigados de entre los de mi pueblo que son del convenio.

12 Y los de mi pueblo, que son un resto de Jacob, estarán en medio de los gentiles, sí, en medio de ellos como león entre los animales del bosque, y como cachorro de león entre las manadas de ovejas, el cual, si pasa por en medio, huella y despedaza, y nadie las puede librar.

13 Su mano se levantará sobre sus adversarios, y todos sus enemigos serán talados.

14 Sí, ¡ay de los gentiles, a menos que se arrepientan! Porque sucederá en aquel día, dice el Padre, que haré matar tus caballos de en medio de ti, y haré destruir tus carros;

15 y talaré las ciudades de tu tierra, y derribaré todas tus plazas fuertes;

16 y exterminaré de tu tierra las hechicerías, y no tendrás más adivinos;

17 tus imágenes grabadas también destruiré, así como tus esculturas de en medio de ti, y nunca más adorarás las obras de tus manos;

18 y arrancaré tus bosques de entre ti, y asolaré tus ciudades.

19 Y acontecerá que todas las mentiras, y falsedades, y envidias, y contiendas, y supercherías sacerdotales, y fornicaciones, serán extirpadas.

20

Porque sucederá, dice el Padre, que en aquel día talaré de entre mi pueblo a cualquiera que no se arrepienta y venga a mi Hijo Amado, oh casa de Israel.

21 Y ejecutaré venganza y furor sobre ellos, así como sobre los paganos, tal como nunca ha llegado a sus oídos.

22 Pero si se arrepienten y escuchan mis palabras, y no endurecen sus corazones, estableceré mi iglesia entre ellos; y entrarán en el convenio, y serán contados entre este resto de Jacob, al cual he dado esta tierra por herencia.

23 Y ayudarán a mi pueblo, el resto de Jacob, y también a cuantos de la casa de Israel vengan, a fin de que construyan una ciudad que será llamada la Nueva Jerusalén.

24 Y entonces ayudarán a mi pueblo que esté disperso sobre toda la faz de la tierra, para que sean congregados en la Nueva Jerusalén.

25 Y entonces el poder del cielo descenderá entre ellos, y también yo estaré en medio.

26 Y entonces empezará la obra del Padre en aquel día, sí, cuando sea predicado este evangelio entre el resto de este pueblo. De cierto os digo que en ese día empezará la obra del Padre entre todos los dispersos de mi pueblo, sí, aun entre las tribus que han estado perdidas, las cuales el Padre ha sacado de Jerusalén.

27 Sí, empezará la obra entre todos los dispersos de mi pueblo, y el Padre preparará la vía por la cual puedan venir a mí, a fin de que invoquen al Padre en mi nombre.

28 Sí, y entonces empezará la obra, y el Padre preparará la vía, entre todas las naciones, por la cual su pueblo pueda volver a la tierra de su herencia.

29 Y saldrán de todas las naciones; y no saldrán de prisa, ni irán huyendo, porque yo iré delante de ellos, dice el Padre, y seré su retaguardia.

Capítulo 22

En los últimos días, Sion y sus estacas serán establecidas, e Israel será recogido con misericordia y ternura — Ellos triunfarán — Compárese con Isaías 54. Aproximadamente 34 d.C.

1

Entonces se realizará lo que está escrito: ¡Canta, oh estéril, tú que no dabas a luz! ¡Prorrumpe en cánticos, y da voces de júbilo, tú que nunca estuviste de parto!, porque más son los hijos de la desolada que los de la casada, dice el Señor.

2 Ensancha el sitio de tu tienda, y extiéndanse las cortinas de tus habitaciones; no seas escasa, alarga tus cuerdas, y haz más fuertes tus estacas;

3 porque hacia la mano derecha y hacia la izquierda te extenderás; y tu posteridad heredará las naciones gentiles, y hará que se habiten las ciudades desoladas.

4 No temas, porque no serás avergonzada, ni te perturbes, porque no serás abochornada; porque te olvidarás del oprobio de tu juventud, y no te acordarás del reproche de tu juventud, y del reproche de tu viudez nunca más te acordarás.

5 Porque tu Hacedor, tu Marido, el Señor de los Ejércitos es su nombre; y tu Redentor, el Santo de Israel, será llamado el Dios de toda la tierra.

6 Porque como a mujer dejada y afligida de espíritu, te llamó el Señor, y como a esposa de la juventud, cuando fuiste repudiada, dice tu Dios.

7 Por un breve momento te dejé, mas con grandes misericordias te recogeré.

8 Con un poco de ira escondí mi rostro de ti por un momento, mas con misericordia eterna tendré compasión de ti, dice el Señor tu Redentor.

9 Porque así como las aguas de Noé; porque así como he jurado que las aguas de Noé nunca más cubrirán la tierra, asimismo he jurado que contigo no me enojaré.

10

Porque los montes desaparecerán y los collados serán quitados, pero mi bondad no se apartará de ti, ni será quitado el convenio de mi paz, dice el Señor que tiene misericordia de ti.

11 ¡Oh afligida, azotada por la tempestad, y sin hallar consuelo! He aquí que yo cimentaré tus piedras con bellos colores, y con zafiros echaré tus cimientos.

12 Tus ventanas haré de ágatas, y tus puertas de carbúnculos, y todos tus recintos haré de piedras deleitables.

13 Y todos tus hijos serán instruidos por el Señor; y grande será la paz de tus hijos.

14 En rectitud serás establecida; estarás lejos de la opresión, porque no temerás, y del terror, porque no se acercará a ti.

15 He aquí, de cierto se han de reunir en contra de ti, mas no por parte mía; quien se juntare en contra de ti, caerá por tu causa.

16 He aquí, he creado al herrero que sopla el carbón en el fuego, y que saca la herramienta para su obra; y he creado al asolador para destruir.

17 Ninguna arma forjada en contra de ti prosperará; y toda lengua que se levantare contra ti en juicio, tú condenarás. Esta es la herencia de los siervos del Señor, y su rectitud viene de mí, dice el Señor.

Capítulo 23

Jesús aprueba las palabras de Isaías — Manda al pueblo que escudriñe los profetas — Se agregan a los anales de ellos las palabras de Samuel el Lamanita concernientes a la Resurrección. Aproximadamente 34 d.C.

1

Y he aquí, ahora os digo que debéis escudriñar estas cosas. Sí, un mandamiento os doy de que escudriñéis estas cosas diligentemente, porque grandes son las palabras de Isaías.

2 Pues él ciertamente habló en lo que respecta a todas las cosas concernientes a mi pueblo que es de la casa de Israel; por tanto, es menester que él hable también a los gentiles.

3 Y todas las cosas que habló se han cumplido, y se cumplirán, de conformidad con las palabras que habló.

4 Por tanto, escuchad mis palabras; escribid las cosas que os he dicho; y de acuerdo con el tiempo y la voluntad del Padre, irán a los gentiles.

5 Y quienes escuchen mis palabras, y se arrepientan y sean bautizados, se salvarán. Escudriñad los profetas, porque muchos son los que testifican de estas cosas.

6 Y aconteció que cuando Jesús hubo dicho estas palabras, les volvió a hablar, después que les hubo explicado todas las Escrituras que habían recibido, y les dijo: He aquí, quisiera que escribieseis otras Escrituras que no tenéis.

7 Y aconteció que dijo a Nefi: Trae los anales que habéis llevado.

8 Y cuando Nefi llevó los anales, y los puso ante él, Jesús los miró y dijo:

9 En verdad os digo que yo mandé a mi siervo, Samuel el Lamanita, que testificara a este pueblo que el día en que el Padre glorificara su nombre en mí habría muchos santos que se levantarían de entre los muertos, y aparecerían a muchos, y les ministrarían. Y les dijo: ¿No fue así?

10

Y sus discípulos le contestaron, y dijeron: Sí, Señor, Samuel profetizó según tus palabras, y todas se cumplieron.

11 Y Jesús les dijo: ¿Por qué no habéis escrito esto, que muchos santos se levantaron, y se aparecieron a muchos, y les ministraron?

12 Y sucedió que Nefi se acordó de que aquello no se había escrito.

13 Y acaeció que Jesús mandó que se escribiera; de modo que se escribió, de acuerdo con lo que él mandó.

14 Y aconteció que cuando Jesús hubo explicado en una todas las Escrituras que ellos habían escrito, les mandó que enseñaran las cosas que él les había explicado.

Capítulo 24

El mensajero del Señor preparará el camino para la Segunda Venida — Cristo se sentará para juzgar — Se manda a Israel que pague los diezmos y las ofrendas — Se escribe un libro de memorias — Compárese con Malaquías 3. Aproximadamente 34 d.C.

1

Y sucedió que les mandó escribir las palabras que el Padre había dado a Malaquías, las cuales él les diría. Y aconteció que después que fueron escritas, él las explicó. Y estas son las palabras que les habló, diciendo: Así dijo el Padre a Malaquías: He aquí, enviaré a mi mensajero, y él preparará el camino delante de mí, y repentinamente vendrá a su templo el Señor a quien buscáis, sí, el mensajero del convenio, en quien os deleitáis; he aquí, vendrá, dice el Señor de los Ejércitos.

2 ¿Y quién podrá soportar el día de su venida? ¿Y quién podrá estar en pie cuando él aparezca? Porque es como fuego purificador y como jabón de lavadores.

3 Y se sentará como refinador y purificador de plata; y purificará a los hijos de Leví, y los refinará como al oro y a la plata, para que ofrezcan al Señor una ofrenda en rectitud.

4 Entonces la ofrenda de Judá y de Jerusalén será grata al Señor, como en los días antiguos, y como en años anteriores.

5 Y yo me acercaré a vosotros para juicio; y seré pronto testigo contra los hechiceros, y los adúlteros, y contra los que juran en falso, y contra los que defraudan en su salario al jornalero, a la viuda y al huérfano, y agravian al extranjero, y no me temen, dice el Señor de los Ejércitos.

6 Porque yo soy el Señor, y no cambio; por consiguiente, no sois consumidos, hijos de Jacob.

7 Aun desde los días de vuestros padres os habéis apartado de mis ordenanzas, y no las habéis guardado. Volveos a mí, y yo me volveré a vosotros, dice el Señor de los Ejércitos. Mas vosotros decís: ¿En qué hemos de volvernos?

8 ¿Robará el hombre a Dios? Mas vosotros me habéis robado. Pero decís: ¿En qué te hemos robado? En los diezmos y en las ofrendas.

9 Malditos sois con maldición, porque vosotros, toda esta nación, me habéis robado.

10

Traed todos los diezmos al alfolí para que haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice el Señor de los Ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros una bendición tal que no haya donde contenerla.

11 Y reprenderé al devorador por el bien de vosotros, y no destruirá los frutos de vuestra tierra; ni vuestra viña en los campos dará su fruto antes de tiempo, dice el Señor de los Ejércitos.

12 Y todas las naciones os llamarán bienaventurados, porque seréis tierra deleitosa, dice el Señor de los Ejércitos.

13 Fuertes han sido vuestras palabras contra mí, dice el Señor. No obstante, vosotros decís: ¿Qué hemos hablado contra ti?

14 Habéis dicho: En vano es servir a Dios; ¿y qué nos aprovecha haber guardado sus ordenanzas, y haber andado afligidos delante del Señor de los Ejércitos?

15 Y ahora llamamos dichosos a los soberbios; sí, los que obran iniquidad son ensalzados; sí, aun son librados los que tientan a Dios.

16 Entonces los que temían al Señor hablaron a menudo, cada uno a su compañero; y el Señor escuchó y oyó; y fue escrito un libro de memorias delante de él para aquellos que temían al Señor y pensaban en su nombre.

17 Y serán míos, dice el Señor de los Ejércitos, el día en que yo integre mis joyas; y los perdonaré como el hombre que perdona a su hijo que le sirve.

18 Entonces vosotros os volveréis y discerniréis entre los justos y los malos; entre el que sirve a Dios y el que no le sirve.

Capítulo 25

En la Segunda Venida, los soberbios y los inicuos serán quemados como rastrojo — Elías el Profeta volverá antes de ese día grande y terrible — Compárese con Malaquías 4. Aproximadamente 34 d.C.

1

Porque he aquí, viene el día que arderá como un horno; y todos los soberbios, sí, y todos los que obran inicuamente serán rastrojo; y aquel día que viene los abrasará, dice el Señor de los Ejércitos, de modo que no les dejará ni raíz ni rama.

2 Pero para vosotros que teméis mi nombre, surgirá el Hijo de Justicia, con sanidad en sus alas; y saldréis, y os criaréis como terneros en el establo.

3 Y hollaréis a los malvados; porque serán como cenizas bajo las plantas de vuestros pies el día en que yo haga esto, dice el Señor de los Ejércitos.

4 Recordad la ley de Moisés, mi siervo, la cual le decreté en Horeb para todo Israel, con los estatutos y juicios.

5 He aquí, yo os enviaré a Elías el Profeta antes que venga el día grande y terrible del Señor;

6 y él volverá el corazón de los padres a los hijos, y el corazón de los hijos a sus padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con una maldición.

Capítulo 26

Jesús explica todas las cosas desde el principio hasta el fin — Los niños, aun los más pequeñitos, hablan cosas maravillosas que no se pueden escribir — Los de la Iglesia de Cristo tienen todas las cosas en común. Aproximadamente 34 d.C.

1

Y acaeció que cuando Jesús hubo declarado estas cosas, las explicó a la multitud; y les explicó todas las cosas, grandes así como pequeñas.

2 Y dijo: Estas Escrituras que no habíais tenido con vosotros, el Padre mandó que yo os las diera; porque en su sabiduría dispuso que se dieran a las generaciones futuras.

3 Y les explicó todas las cosas, aun desde el principio hasta la época en que él viniera en su gloria; sí, todas las cosas que habrían de suceder sobre la faz de la tierra, hasta que los elementos se derritieran con calor abrasador, y la tierra se plegara como un rollo, y pasaran los cielos y la tierra;

4 y hasta el grande y postrer día en que todos los pueblos, y todas las familias, y todas las naciones y lenguas comparezcan ante Dios para ser juzgados por sus obras, ya fueren buenas o malas;

5 si fueren buenas, a la resurrección de vida sempiterna; y si fueren malas, a la resurrección de condenación; por lo que constituyen un paralelo, lo uno por un lado y lo otro por el otro, según la misericordia, y la justicia, y la santidad que hay en Cristo, el cual existía desde antes del principio del mundo.

6 Y ahora bien, no puede escribirse en este libro ni la centésima parte de las cosas que Jesús verdaderamente enseñó al pueblo;

7 pero he aquí, las planchas de Nefi contienen la mayor parte de las cosas que enseñó al pueblo.

8 Y he escrito estas cosas, que son la menor parte de lo que enseñó al pueblo; y las he escrito con objeto de que nuevamente lleguen de los gentiles a este pueblo, según las palabras que Jesús ha hablado.

9 Y cuando hayan recibido esto, que conviene que obtengan primero para probar su fe, y si sucede que creen estas cosas, entonces les serán manifestadas las cosas mayores.

10

Y si sucede que no creen estas cosas, entonces les serán retenidas las cosas mayores, para su condenación.

11 He aquí, estaba a punto de escribirlas, cuantas se grabaron sobre las planchas de Nefi, pero el Señor lo prohibió, diciendo: Pondré a prueba la fe de mi pueblo.

12 Por lo que, yo, Mormón, escribo las cosas que el Señor me ha mandado. Y ahora yo, Mormón, concluyo mis palabras, y procedo a escribir las cosas que se me han mandado.

13 Por tanto, quisiera que entendieseis que el Señor verdaderamente enseñó al pueblo por el espacio de tres días; y tras esto, se les manifestaba con frecuencia, y partía pan a menudo, y lo bendecía, y se lo daba.

14 Y sucedió que enseñó y ministró a los niños de la multitud de que se ha hablado; y soltó la lengua de ellos, y declararon cosas grandes y maravillosas a sus padres, mayores aún que las que él había revelado al pueblo; y desató la lengua de ellos de modo que pudieron expresarse.

15 Y aconteció que después que hubo ascendido al cielo —la segunda vez que se había manifestado a ellos, y había vuelto al Padre, después de haber sanado a todos sus enfermos y sus cojos, y abierto los ojos de sus ciegos, y destapado los oídos de los sordos, y aun había efectuado toda clase de sanidades entre ellos, y levantado a un hombre de entre los muertos, y manifestado a ellos su poder, y ascendido al Padre—

16 he aquí, sucedió que al día siguiente se reunió la multitud, y oyó y vio a estos niños; sí, aun los más pequeñitos abrieron su boca y hablaron cosas maravillosas; y las cosas que dijeron, se prohibió que hombre alguno las escribiera.

17 Y aconteció que los discípulos que Jesús había escogido empezaron desde entonces a bautizar y enseñar a cuantos venían a ellos; y cuantos se bautizaron en el nombre de Jesús fueron llenos del Espíritu Santo.

18 Y muchos de ellos vieron y oyeron cosas indecibles, que no es lícito escribir.

19 Y enseñaron y se ministraron el uno al otro; y tenían todas las cosas en común, todo hombre obrando en justicia uno con otro.

20

Y sucedió que hicieron todas las cosas, así como Jesús se lo había mandado.

21 Y los que fueron bautizados en el nombre de Jesús, fueron llamados la iglesia de Cristo.

Capítulo 27

Jesús les manda que den el nombre de Él a la Iglesia — Su misión y su sacrificio expiatorio constituyen Su Evangelio — Se manda a los hombres que se arrepientan y sean bautizados para que sean santificados por el Espíritu Santo — Ellos han de ser aun como Jesús. Aproximadamente 34–35 d.C.

1

Y sucedió que mientras los discípulos de Jesús andaban viajando y predicando las cosas que habían oído y visto, y bautizando en el nombre de Jesús, sucedió que se hallaban congregados los discípulos y unidos en poderosa oración y ayuno.

2 Y Jesús se les manifestó de nuevo, porque pedían al Padre en su nombre; y vino Jesús y se puso en medio de ellos, y les dijo: ¿Qué queréis que os dé?

3 Y ellos le dijeron: Señor, deseamos que nos digas el nombre por el cual hemos de llamar esta iglesia; porque hay disputas entre el pueblo concernientes a este asunto.

4 Y el Señor les dijo: De cierto, de cierto os digo: ¿Por qué es que este pueblo ha de murmurar y disputar a causa de esto?

5 ¿No han leído las Escrituras que dicen que debéis tomar sobre vosotros el nombre de Cristo, que es mi nombre? Porque por este nombre seréis llamados en el postrer día;

6 y el que tome sobre sí mi nombre, y persevere hasta el fin, este se salvará en el postrer día.

7 Por tanto, cualquier cosa que hagáis, la haréis en mi nombre, de modo que daréis mi nombre a la iglesia; y en mi nombre pediréis al Padre que bendiga a la iglesia por mi causa.

8 ¿Y cómo puede ser mi iglesia salvo que lleve mi nombre? Porque si una iglesia lleva el nombre de Moisés, entonces es la iglesia de Moisés; o si se le da el nombre de algún hombre, entonces es la iglesia de ese hombre; pero si lleva mi nombre, entonces es mi iglesia, si es que están fundados sobre mi evangelio.

9 En verdad os digo que vosotros estáis edificados sobre mi evangelio. Por tanto, cualesquiera cosas que llaméis, las llamaréis en mi nombre; de modo que si pedís al Padre, por la iglesia, si lo hacéis en mi nombre, el Padre os escuchará;

10

y si es que la iglesia está edificada sobre mi evangelio, entonces el Padre manifestará sus propias obras en ella.

11 Pero si no está edificada sobre mi evangelio, y está fundada en los hechos de los hombres, o en las obras del diablo, de cierto os digo que gozarán de su obra por un tiempo, y de aquí a poco viene el fin, y son cortados y echados en el fuego, de donde no se vuelve.

12 Pues sus obras los siguen, porque es por sus obras que son talados; recordad, pues, las cosas que os he dicho.

13 He aquí, os he dado mi evangelio, y este es el evangelio que os he dado: que vine al mundo a cumplir la voluntad de mi Padre, porque mi Padre me envió.

14 Y mi Padre me envió para que fuese levantado sobre la cruz; y que después de ser levantado sobre la cruz, pudiese atraer a mí mismo a todos los hombres, para que así como he sido levantado por los hombres, así también los hombres sean levantados por el Padre, para comparecer ante mí, para ser juzgados por sus obras, ya fueren buenas o malas;

15 y por esta razón he sido levantado; por consiguiente, de acuerdo con el poder del Padre, atraeré a mí mismo a todos los hombres, para que sean juzgados según sus obras.

16 Y sucederá que cualquiera que se arrepienta y se bautice en mi nombre, será lleno; y si persevera hasta el fin, he aquí, yo lo tendré sin culpa ante mi Padre el día en que me presente para juzgar al mundo.

17 Y aquel que no persevera hasta el fin, este es el que también es cortado y echado en el fuego, de donde nunca más puede volver, por motivo de la justicia del Padre.

18 Y esta es la palabra que él ha dado a los hijos de los hombres; y por esta razón él cumple las palabras que ha dado; y no miente, sino que cumple todas sus palabras.

19 Y nada impuro puede entrar en su reino; por tanto, nada entra en su reposo, sino aquellos que han lavado sus vestidos en mi sangre, mediante su fe, y el arrepentimiento de todos sus pecados y su fidelidad hasta el fin.

20

Y este es el mandamiento: Arrepentíos, todos vosotros, extremos de la tierra, y venid a mí y sed bautizados en mi nombre, para que seáis santificados por la recepción del Espíritu Santo, a fin de que en el postrer día os presentéis ante mí sin mancha.

21 En verdad, en verdad os digo que este es mi evangelio; y vosotros sabéis las cosas que debéis hacer en mi iglesia; pues las obras que me habéis visto hacer, esas también las haréis; porque aquello que me habéis visto hacer, eso haréis vosotros.

22 De modo que si hacéis estas cosas, benditos sois, porque seréis enaltecidos en el postrer día.

23 Escribid las cosas que habéis visto y oído, salvo aquellas que están prohibidas.

24 Escribid los hechos de este pueblo, que serán, tal como se ha escrito, de aquello que ya ha pasado.

25 Pues he aquí, por los libros que se han escrito, y los que se escribirán, será juzgado este pueblo, porque por medio de ellos serán dadas a conocer sus obras a los hombres.

26 Y he aquí, todas las cosas son escritas por el Padre; por consiguiente, el mundo será juzgado por los libros que se escriban.

27 Y sabed que vosotros seréis los jueces de este pueblo, según el juicio que yo os daré, el cual será justo. Por lo tanto, ¿qué clase de hombres habéis de ser? En verdad os digo, aun como yo soy.

28 Y ahora voy al Padre. Y de cierto os digo, cualesquiera cosas que pidáis al Padre en mi nombre, os serán concedidas.

29 Por consiguiente, pedid, y recibiréis; llamad, y se os abrirá; porque el que pide, recibe; y al que llama, se le abrirá.

30

Y, he aquí, mi gozo es grande, aun hasta la plenitud, por causa de vosotros, y también de esta generación; sí, y aun el Padre se regocija, y también todos los santos ángeles, por causa de vosotros y los de esta generación; porque ninguno de ellos se pierde.

31 He aquí, quisiera que me entendieseis, porque me refiero a los de esta generación que ahora viven; y ninguno de ellos se pierde; y mi gozo es completo en ellos.

32 Pero he aquí, me aflijo por motivo de los de la cuarta generación a partir de esta, porque serán llevados cautivos por él, así como lo fue el hijo de perdición; porque me venderán por plata y por oro, y por aquello que la polilla corrompe, y que los ladrones minan y hurtan. Y en aquel día los visitaré, sí, haciendo volver sus obras sobre sus propias cabezas.

33 Y aconteció que cuando Jesús hubo concluido estas palabras, dijo a sus discípulos: Entrad por la puerta estrecha, porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que conduce a la vida, y pocos son los que lo hallan; pero ancha es la puerta, y espacioso el camino que conduce a la muerte, y muchos son los que lo transitan, hasta que llega la noche, en la que nadie puede trabajar.

Capítulo 28

Nueve de los doce discípulos desean, y se les promete una herencia en el reino de Cristo cuando mueran — Los Tres Nefitas desean, y se les concede, poder sobre la muerte para permanecer en la tierra hasta que Jesús venga de nuevo — Son trasladados y ven cosas que no es lícito declarar, y ahora se encuentran ministrando entre los hombres. Aproximadamente 34–35 d.C.

1

Y sucedió que cuando Jesús hubo dicho estas palabras, habló a sus discípulos, uno por uno, diciéndoles: ¿Qué es lo que deseáis de mí después que haya ido al Padre?

2 Y contestaron todos, salvo tres, diciendo: Deseamos que después que hayamos vivido hasta la edad del hombre, que nuestro ministerio al cual nos has llamado se termine, a fin de que vengamos presto a ti en tu reino.

3 Y él les dijo: Benditos sois porque deseasteis esto de mí; por tanto, después que hayáis llegado a los setenta y dos años de edad, vendréis a mí en mi reino; y conmigo hallaréis reposo.

4 Y cuando les hubo hablado, se volvió hacia los tres y les dijo: ¿Qué queréis que haga por vosotros, cuando haya ido al Padre?

5 Y se contristó el corazón de ellos, porque no se atrevían a decirle lo que deseaban.

6 Y él les dijo: He aquí, conozco vuestros pensamientos, y habéis deseado lo que de mí deseó Juan, mi amado, quien me acompañó en mi ministerio, antes que yo fuese levantado por los judíos.

7 Por tanto, más benditos sois vosotros, porque nunca probaréis la muerte; sino que viviréis para ver todos los hechos del Padre para con los hijos de los hombres, aun hasta que se cumplan todas las cosas según la voluntad del Padre, cuando yo venga en mi gloria con los poderes del cielo.

8 Y nunca padeceréis los dolores de la muerte; sino que cuando yo venga en mi gloria, seréis cambiados de la mortalidad a la inmortalidad en un abrir y cerrar de ojos; y entonces seréis bendecidos en el reino de mi Padre.

9 Y además, no sentiréis dolor mientras viváis en la carne, ni pesar, sino por los pecados del mundo; y haré todo esto por motivo de lo que habéis deseado de mí, porque habéis deseado traer a mí las almas de los hombres, mientras exista el mundo.

10

Y por esta causa tendréis plenitud de gozo; y os sentaréis en el reino de mi Padre; sí, vuestro gozo será completo, así como el Padre me ha dado plenitud de gozo; y seréis tal como yo soy, y yo soy tal como el Padre; y el Padre y yo somos uno.

11 Y el Espíritu Santo da testimonio del Padre y de mí; y el Padre da el Espíritu Santo a los hijos de los hombres por mi causa.

12 Y sucedió que cuando Jesús hubo hablado estas palabras, tocó a cada uno de ellos con su dedo, menos a los tres que habían de quedar, y entonces partió.

13 Y he aquí, se abrieron los cielos, y ellos fueron arrebatados al cielo, y oyeron y vieron cosas inefables.

14 Y se les prohibió hablar; ni tampoco les fue dado el poder para declarar las cosas que vieron y oyeron;

15 y no supieron decir si estaban en el cuerpo o fuera del cuerpo; porque les pareció como una transfiguración habida en ellos, como que fueron cambiados de este cuerpo de carne a un estado inmortal, de modo que pudieron contemplar las cosas de Dios.

16 Pero sucedió que de nuevo ejercieron su ministerio sobre la faz de la tierra; sin embargo, no ministraron en cuanto a las cosas que habían visto y oído, por causa del mandamiento que les fue dado en el cielo.

17 Ahora bien, si fueron mortales o inmortales, desde el día de su transfiguración, no lo sé;

18 pero esto sí sé, según la historia que se ha dado, que salieron sobre la superficie de la tierra, y ministraron a todo el pueblo, agregando a la iglesia a cuantos creían en sus predicaciones, bautizándolos; y cuantos fueron bautizados recibieron el Espíritu Santo.

19 Y eran arrojados en la prisión por aquellos que no pertenecían a la iglesia. Y las prisiones no podían contenerlos, porque se partían por la mitad.

20

Y eran arrojados en la tierra; pero herían la tierra con la palabra de Dios, de tal modo que por su poder eran librados de las profundidades de la tierra; y, por tanto, no podían cavar fosos de hondura suficiente para contenerlos.

21 Y tres veces fueron arrojados en un horno, y no recibieron daño alguno.

22 Y dos veces fueron arrojados en un foso de animales feroces; y he aquí, jugaron con las fieras como un niño con un cordero de leche, y no recibieron ningún daño.

23 Y ocurrió que así anduvieron entre todo el pueblo de Nefi, y predicaron el evangelio de Cristo a todos los habitantes sobre la faz de la tierra; y estos se convirtieron al Señor, y se unieron a la iglesia de Cristo; y así fue bendecido el pueblo de esa generación, según las palabras de Jesús.

24 Y ahora yo, Mormón, dejo de escribir concerniente a estas cosas por un tiempo.

25 He aquí, estaba a punto de escribir los nombres de aquellos que nunca habían de probar la muerte, pero el Señor lo prohibió; por lo tanto, no los escribo, porque están escondidos del mundo.

26 Mas he aquí, yo los he visto, y ellos me han ministrado.

27 Y he aquí, se hallarán entre los gentiles, y los gentiles no los conocerán.

28 También estarán entre los judíos, y los judíos no los conocerán.

29 Y cuando el Señor lo considere propio en su sabiduría, sucederá que ejercerán su ministerio entre todas las tribus esparcidas de Israel, y entre todas las naciones, tribus, lenguas y pueblos; y de entre ellos llevarán muchas almas a Jesús, a fin de que se cumplan sus deseos, y también por causa del poder convincente de Dios que hay en ellos.

30

Y son como los ángeles de Dios; y si ruegan al Padre en el nombre de Jesús, pueden manifestarse a cualquier hombre que les parezca conveniente.

31 Por tanto, ellos efectuarán obras grandes y maravillosas, antes del día grande y futuro, cuando todos ciertamente tendrán que comparecer ante el tribunal de Cristo;

32 sí, aun entre los gentiles ejecutarán ellos una obra grande y maravillosa, antes de ese día de juicio.

33 Y si tuvieseis todas las Escrituras que relatan todas las obras maravillosas de Cristo, sabríais, según las palabras de Cristo, que estas cosas ciertamente vendrán.

34 Y, ¡ay de aquel que no escuche las palabras de Jesús, ni a aquellos que él haya escogido y enviado entre ellos! Porque quienes no reciben las palabras de Jesús ni las palabras de aquellos que él ha enviado, no lo reciben a él; y por consiguiente, él no recibirá a los tales en el postrer día;

35 y mejor sería para ellos no haber nacido. ¿Pues suponéis que os será posible evitar la justicia de un Dios ofendido, que ha sido hollado bajo los pies de los hombres, para que por ese medio viniese la salvación?

36 Y ahora bien, he aquí, respecto de lo que hablé concerniente a aquellos que el Señor ha escogido, sí, los tres que fueron arrebatados a los cielos, que no sabía yo si habían sido purificados de la mortalidad a la inmortalidad,

37 he aquí, después que escribí, he preguntado al Señor, y él me ha manifestado que es necesario que se efectúe un cambio en sus cuerpos, o de lo contrario, será menester que prueben la muerte;

38 por tanto, para que no tuviesen que probar la muerte, se verificó un cambio en sus cuerpos, a fin de que no padeciesen dolor ni pesar, sino por los pecados del mundo.

39 Mas este cambio no fue igual al que se verificará en el postrer día; pero se efectuó un cambio en ellos, de modo que Satanás no tuviera poder sobre ellos, para que no pudiera tentarlos; y fueron santificados en la carne, a fin de que fuesen santos, y no los pudiesen contener los poderes de la tierra.

40

Y en este estado habrían de permanecer hasta el día del juicio de Cristo; y en ese día habrían de pasar por un cambio mayor, y ser recibidos en el reino del Padre para nunca más salir, sino para morar con Dios eternamente en los cielos.

Capítulo 29

La aparición del Libro de Mormón es una señal de que el Señor ha empezado a recoger a Israel y a cumplir Sus convenios — Los que rechacen Sus revelaciones y dones de los postreros días serán maldecidos. Aproximadamente 34–35 d.C.

1

Y ahora bien, he aquí os digo que cuando el Señor, en su sabiduría, juzgue prudente que lleguen estas cosas a los gentiles, según su palabra, entonces sabréis que ya empieza a cumplirse el convenio que el Padre ha hecho con los hijos de Israel, concerniente a su restauración a las tierras de su herencia.

2 Y podréis saber que las palabras del Señor, que han declarado los santos profetas, se cumplirán todas; y no tendréis que decir que el Señor demora su venida a los hijos de Israel.

3 Y no tenéis por qué imaginaros en vuestros corazones que son en vano las palabras que se han hablado, pues he aquí, el Señor se acordará del convenio que ha hecho con su pueblo de la casa de Israel.

4 Y cuando veáis que estas palabras aparecen entre vosotros, no desdeñéis ya más los hechos del Señor, porque la espada de su justicia se halla en su diestra; y he aquí, si en aquel día despreciáis sus obras, él hará que pronto os alcance.

5 ¡Ay de aquel que desdeñe los hechos del Señor; sí, ay de aquel que niegue al Cristo y sus obras!

6 Sí, ¡ay de aquel que niegue las revelaciones del Señor, y del que diga que el Señor ya no obra por revelación, ni por profecía, ni por dones, ni por lenguas, ni por sanidades, ni por el poder del Espíritu Santo!

7 Sí, y, ¡ay de aquel que en ese día diga, para obtener lucro, que Jesucristo no puede hacer ningún milagro! Porque el que diga esto vendrá a ser como el hijo de perdición, para quien no hubo misericordia, según la palabra de Cristo.

8 Sí, y ya no tenéis que escarnecer ni desdeñar a los judíos, ni hacer burla de ellos, ni de ninguno del resto de la casa de Israel; porque he aquí, el Señor se acuerda de su convenio con ellos, y hará con ellos según lo que ha jurado.

9 Por tanto, no vayáis a suponer que podéis volver la mano derecha del Señor a la izquierda, para que no ejecute su juicio para el cumplimiento del convenio que ha hecho a la casa de Israel.

Capítulo 30

Se manda a los gentiles de los últimos días arrepentirse, venir a Cristo y ser contados entre los de la casa de Israel. Aproximadamente 34–35 d.C.

1

¡Oíd, oh gentiles, y escuchad las palabras de Jesucristo, el Hijo del Dios viviente, las cuales él me ha mandado que hable concerniente a vosotros! Pues he aquí, él me manda escribir, diciendo:

2 ¡Tornaos, todos vosotros gentiles, de vuestros caminos de maldad; y arrepentíos de vuestras obras malas, de vuestras mentiras y engaños, y de vuestras fornicaciones, y de vuestras abominaciones secretas, y vuestras idolatrías, y vuestros asesinatos, y vuestras supercherías sacerdotales, y vuestras envidias, y vuestras contiendas, y de todas vuestras iniquidades y abominaciones, y venid a mí, y sed bautizados en mi nombre para que recibáis la remisión de vuestros pecados, y seáis llenos del Espíritu Santo, para que seáis contados entre los de mi pueblo que son de la casa de Israel!

Cuarto Nefi

El Libro de Nefi Que es hijo de Nefi, uno de los discípulos de Jesucristo

Una relación del pueblo de Nefi, según sus anales.

Capítulo 1

Todos los nefitas y los lamanitas se convierten al Señor — Tienen todas las cosas en común, obran milagros y prosperan en la tierra — Al cabo de dos siglos, surgen divisiones, iniquidades, iglesias falsas y persecuciones — Después de trescientos años, tanto los nefitas como los lamanitas se vuelven inicuos — Ammarón esconde los anales sagrados. Aproximadamente 35–321 d.C.

1

Y aconteció que pasó el año treinta y cuatro, y también el treinta y cinco; y he aquí, los discípulos de Jesús habían establecido una iglesia de Cristo en todas las tierras circunvecinas. Y cuantos iban a ellos, y se arrepentían verdaderamente de sus pecados, eran bautizados en el nombre de Jesús; y también recibían el Espíritu Santo.

2 Y ocurrió que en el año treinta y seis se convirtió al Señor toda la gente sobre toda la faz de la tierra, tanto nefitas como lamanitas; y no había contenciones ni disputas entre ellos, y obraban rectamente unos con otros.

3 Y tenían en común todas las cosas; por tanto, no había ricos ni pobres, esclavos ni libres, sino que todos fueron hechos libres, y participantes del don celestial.

4 Y sucedió que pasó el año treinta y siete también, y continuó la paz en la tierra.

5 Y los discípulos de Jesús efectuaban grandes y maravillosas obras, de tal manera que sanaban a los enfermos, y resucitaban a los muertos, y hacían que los cojos anduvieran, y que los ciegos recibieran su vista, y que los sordos oyeran; y obraban toda clase de milagros entre los hijos de los hombres; y no obraban milagros salvo que fuera en el nombre de Jesús.

6 Y así pasó el año treinta y ocho, y también los años treinta y nueve, y cuarenta y uno y cuarenta y dos, sí, hasta el año cuarenta y nueve, y también el cincuenta y uno, y el cincuenta y dos; sí, hasta que hubieron pasado cincuenta y nueve años.

7 Y el Señor los prosperó en gran manera sobre la tierra; sí, al grado de que nuevamente edificaron ciudades donde se habían incendiado las otras.

8 Sí, y aun la gran ciudad de Zarahemla hicieron reconstruir.

9 Pero hubo muchas ciudades que se habían hundido, y las aguas habían aparecido en su lugar; por tanto, estas ciudades no pudieron ser reedificadas.

10

Y he aquí, aconteció que el pueblo de Nefi se hizo fuerte, y se multiplicó con gran rapidez, y llegó a ser un pueblo hermoso y deleitable en extremo.

11 Y se casaban y se daban en matrimonio, y fueron bendecidos de acuerdo con la multitud de las promesas que el Señor les había hecho.

12 Y ya no se guiaban por las prácticas y ordenanzas de la ley de Moisés, sino que se guiaban por los mandamientos que habían recibido de su Señor y su Dios, perseverando en el ayuno y en la oración, y reuniéndose a menudo, tanto para orar como para escuchar la palabra del Señor.

13 Y sucedió que no hubo contención entre todos los habitantes sobre toda la tierra, mas los discípulos de Jesús obraban grandes milagros.

14 Y ocurrió que pasó el año setenta y uno, y también el año setenta y dos; sí, y por último, hasta que hubo pasado el año setenta y nueve; sí, y aun cien años habían pasado, y los discípulos que Jesús había seleccionado se habían ido todos al paraíso de Dios, con excepción de los tres que habían de permanecer; y fueron ordenados otros discípulos en lugar de ellos; y también muchos de los de aquella generación habían muerto ya.

15 Y ocurrió que no había contenciones en la tierra, a causa del amor de Dios que moraba en el corazón del pueblo.

16 Y no había envidias, ni contiendas, ni tumultos, ni fornicaciones, ni mentiras, ni asesinatos, ni lascivias de ninguna especie; y ciertamente no podía haber un pueblo más dichoso entre todos los que habían sido creados por la mano de Dios.

17 No había ladrones, ni asesinos, ni lamanitas, ni ninguna especie de -itas, sino que eran uno, hijos de Cristo y herederos del reino de Dios.

18 ¡Y cuán bendecidos fueron! Porque el Señor los bendijo en todas sus obras; sí, fueron bendecidos y prosperaron hasta que hubieron transcurrido ciento diez años; y la primera generación después de Cristo había muerto ya, y no había contención en toda la tierra.

19 Y sucedió que Nefi, el que llevaba estos últimos anales, murió (y llevaba la historia sobre las planchas de Nefi); y su hijo Amós la continuó en su lugar; y también lo hizo sobre las planchas de Nefi.

20

Y la llevó ochenta y cuatro años, y todavía continuaba la paz en el país, con excepción de una pequeña parte del pueblo que se había rebelado contra la iglesia y tomado sobre sí el nombre de lamanitas; así que otra vez empezó a haber lamanitas en la tierra.

21 Y aconteció que Amós también murió (y fue a los ciento noventa y cuatro años de la venida de Cristo), y su hijo, Amós, llevó la historia en su lugar; y también la escribió sobre las planchas de Nefi, y también está escrita en el libro de Nefi, que es este libro.

22 Y sucedió que habían transcurrido doscientos años; y todos los de la segunda generación habían muerto, con excepción de unos pocos.

23 Y yo, Mormón, quiero que sepáis que el pueblo se había multiplicado de tal manera que se hallaba esparcido por toda la faz de la tierra, y que habían llegado a ser sumamente ricos, por razón de su prosperidad en Cristo.

24 Y ahora bien, en este año, el doscientos uno, empezó a haber entre ellos algunos que se ensalzaron en el orgullo, tal como el lucir ropas costosas, y toda clase de perlas finas, y de las cosas lujosas del mundo.

25 Y de ahí en adelante ya no tuvieron sus bienes y posesiones en común entre ellos.

26 Y empezaron a dividirse en clases; y empezaron a establecer iglesias para sí con objeto de lucrar; y comenzaron a negar la verdadera iglesia de Cristo.

27 Y sucedió que cuando hubieron transcurrido doscientos diez años, ya había en la tierra un gran número de iglesias; sí, había muchas iglesias que profesaban conocer al Cristo, y sin embargo, negaban la mayor parte de su evangelio, de tal modo que toleraban toda clase de iniquidades, y administraban lo que era sagrado a quienes les estaba prohibido por motivo de no ser dignos.

28 Y esta iglesia se multiplicó en gran manera por causa de la iniquidad, y por el poder de Satanás que se apoderó de sus corazones.

29 Y además, había otra iglesia que negaba al Cristo; y estos perseguían a los de la verdadera iglesia de Cristo por su humildad y creencia en Cristo, y los despreciaban por causa de los muchos milagros que se efectuaban entre ellos.

30

Por tanto, ejercían poder y autoridad sobre los discípulos de Jesús que permanecieron con ellos, y los echaban en prisiones; pero por el poder de la palabra de Dios, que estaba en ellos, las prisiones se partían en dos, y salían ellos haciendo grandes milagros entre el pueblo.

31 No obstante, y a pesar de todos estos milagros, el pueblo endureció su corazón e intentó matarlos, así como los judíos de Jerusalén procuraron matar a Jesús, según la palabra de él.

32 Y los arrojaban en hornos encendidos; y salían sin recibir ningún daño.

33 Y también los echaban en fosos de animales feroces, y jugaban con las fieras como un niño con un cordero; y salían de entre ellos sin recibir daño alguno.

34 No obstante, los del pueblo endurecieron su corazón, porque los guiaron muchos sacerdotes y profetas falsos a establecer muchas iglesias y a cometer toda clase de iniquidades. Y herían al pueblo de Jesús; pero el pueblo de Jesús no les devolvía el mal. Y así degeneraron en la incredulidad e iniquidad de año en año, hasta que hubieron pasado doscientos treinta años.

35 Y sucedió que en este año, sí, en el año doscientos treinta y uno, hubo una gran división entre el pueblo.

36 Y aconteció que en este año se levantó un grupo que fue llamado nefitas, y eran verdaderos creyentes en Cristo; y entre estos se encontraban aquellos que los lamanitas llamaban jacobitas, y josefitas, y zoramitas;

37 por tanto, los verdaderos creyentes en Cristo y los verdaderos adoradores de Cristo (entre los cuales se hallaban los tres discípulos de Jesús que habían de quedar) eran llamados nefitas, y jacobitas, y josefitas, y zoramitas.

38 Y aconteció que aquellos que rechazaban el evangelio eran llamados lamanitas, lemuelitas e ismaelitas; y estos no degeneraron en la incredulidad, sino que intencionalmente se rebelaron contra el evangelio de Cristo; y enseñaron a sus hijos a no creer, así como sus padres degeneraron desde el principio.

39 Y fue por motivo de la iniquidad y abominación de sus padres, así como fue en el principio. Y les enseñaron a odiar a los hijos de Dios, tal como se había enseñado a los lamanitas a aborrecer a los hijos de Nefi desde el principio.

40

Y ocurrió que habían transcurrido doscientos cuarenta y cuatro años, y así se hallaban los asuntos del pueblo. Y la parte más inicua del pueblo se hizo fuerte, y llegó a ser mucho más numerosa que los del pueblo de Dios.

41 Y continuaron estableciendo iglesias para sí, y adornándolas con todo género de objetos preciosos. Y así transcurrieron doscientos cincuenta años, y también doscientos sesenta años.

42 Y sucedió que la parte inicua del pueblo empezó otra vez a reconstituir los juramentos y las combinaciones secretas de Gadiantón.

43 Y también los del pueblo, que eran llamados el pueblo de Nefi, empezaron a tener orgullo en su corazón, a causa de sus inmensas riquezas, y se envanecieron igual que sus hermanos, los lamanitas.

44 Y desde entonces empezaron a afligirse los discípulos por los pecados del mundo.

45 Y ocurrió que, cuando hubieron pasado trescientos años, tanto el pueblo de los nefitas como el de los lamanitas se habían vuelto sumamente inicuos, los unos iguales que los otros.

46 Y aconteció que los ladrones de Gadiantón se extendieron por toda la superficie de la tierra; y no había quien fuese justo salvo los discípulos de Jesús. Y acumulaban y guardaban oro y plata en abundancia; y traficaban en mercaderías de toda clase.

47 Y sucedió que cuando hubieron transcurrido trescientos cinco años (y el pueblo seguía todavía en su iniquidad), murió Amós; y su hermano Ammarón llevó los anales en su lugar.

48 Y aconteció que cuando hubieron pasado trescientos veinte años, Ammarón, siendo constreñido por el Espíritu Santo, ocultó los anales que eran sagrados —sí, todos los anales sagrados que se habían transmitido de generación en generación, los cuales eran sagrados— aun hasta el año trescientos veinte desde la venida de Cristo.

49 Y los ocultó para los fines del Señor, con objeto de que volvieran otra vez al resto de la casa de Jacob, según las profecías y las promesas del Señor. Y así concluyen los anales de Ammarón.

El Libro de Mormón

Capítulo 1

Ammarón da instrucciones a Mormón concernientes a los anales sagrados — Comienza la guerra entre los nefitas y los lamanitas — Se retira a los Tres Nefitas — Prevalecen la iniquidad, la incredulidad, los sortilegios y las hechicerías. Aproximadamente 321–326 d.C.

1

Y ahora yo, Mormón, hago una relación de las cosas que he visto y oído; y la llamo el Libro de Mormón.

2 Y más o menos en la época en que Ammarón ocultó los anales para los fines del Señor, vino a mí (tendría yo unos diez años de edad, y empezaba a adquirir alguna instrucción en la ciencia de mi pueblo), y me dijo Ammarón: Veo que eres un niño sensato, y presto para observar;

3 por lo tanto, cuando tengas unos veinticuatro años de edad, quisiera que recordaras las cosas que hayas observado concernientes a este pueblo, y cuando llegues a esa edad, ve a la tierra de Antum, a una colina que se llamará Shim; y allí he depositado para los fines del Señor todos los santos grabados concernientes a este pueblo.

4 Y he aquí, tomarás contigo las planchas de Nefi, y las demás las dejarás en el lugar donde se hallan; y sobre las planchas de Nefi grabarás todas las cosas que hayas observado concernientes a este pueblo.

5 Y yo, Mormón, siendo descendiente de Nefi (y el nombre de mi padre era Mormón), recordé las cosas que Ammarón me mandó.

6 Y sucedió que teniendo yo once años de edad, mi padre me llevó a la tierra del sur, sí, hasta la tierra de Zarahemla.

7 Toda la superficie de la tierra había quedado cubierta de edificios, y los habitantes eran casi tan numerosos como las arenas del mar.

8 Y sucedió que en este año empezó a haber una guerra entre los nefitas, que se componían de los nefitas, y los jacobitas, y los josefitas y los zoramitas; y esta guerra fue entre los nefitas, y los lamanitas, los lemuelitas y los ismaelitas.

9 Ahora bien, los lamanitas, lemuelitas e ismaelitas se llamaban lamanitas; y los dos partidos eran los nefitas y los lamanitas.

10

Y aconteció que empezó la guerra entre ellos en las fronteras de Zarahemla, junto a las aguas de Sidón.

11 Y sucedió que los nefitas habían reunido un número muy crecido de hombres, que pasaba aun de treinta mil. Y acaeció que en este mismo año hubo un número de batallas, en las cuales los nefitas derrotaron a los lamanitas y mataron a muchos de ellos.

12 Y ocurrió que los lamanitas abandonaron su propósito, y hubo paz en la tierra; y duró la paz por el término de unos cuatro años, de modo que no hubo efusión de sangre.

13 Pero prevaleció la maldad sobre la faz de toda la tierra, de manera que el Señor retiró a sus amados discípulos, y cesó la obra de milagros y sanidades debido a la iniquidad del pueblo.

14 Y no hubo dones del Señor, y el Espíritu Santo no descendió sobre ninguno, por causa de su iniquidad e incredulidad.

15 Y habiendo llegado yo a la edad de quince años, y siendo de carácter algo serio, por tanto, me visitó el Señor, y probé y conocí la bondad de Jesús.

16 E intenté predicar a este pueblo, pero me fue cerrada la boca, y se me prohibió que les predicara; pues he aquí, se habían rebelado intencionalmente contra su Dios; y los amados discípulos fueron retirados de la tierra, a causa de la iniquidad del pueblo.

17 Mas yo permanecí entre ellos, pero me fue prohibido que les predicara por motivo de la dureza de sus corazones; y debido a la dureza de sus corazones, la tierra fue maldecida por causa de ellos.

18 Y estos ladrones de Gadiantón, que se hallaban entre los lamanitas, infestaban la tierra, a tal grado que los habitantes empezaron a ocultar sus tesoros en la tierra; y se hicieron deleznables, porque el Señor había maldecido la tierra, de tal manera que no podían conservarlos ni recuperarlos.

19 Y aconteció que hubo sortilegios, y hechicerías, y encantamientos; y el poder del maligno se extendió por toda la faz de la tierra, hasta cumplirse todas las palabras de Abinadí y también de Samuel el Lamanita.

Capítulo 2

Mormón encabeza los ejércitos de los nefitas — Hay sangre y mortandad por la faz de la tierra — Los nefitas se quejan y se lamentan con la aflicción de los condenados — Su día de gracia ha pasado — Mormón obtiene las planchas de Nefi — Continúan las guerras. Aproximadamente 327–350 d.C.

1

Y sucedió que en ese mismo año empezó de nuevo a haber guerra entre los nefitas y los lamanitas. Y a pesar de mi juventud, yo era de grande estatura; por tanto, el pueblo de Nefi me nombró para que fuese su caudillo, o sea, el caudillo de sus ejércitos.

2 Aconteció, pues, que a los dieciséis años de edad salí contra los lamanitas a la cabeza de un ejército nefita; de modo que ya habían transcurrido trescientos veintiséis años.

3 Y ocurrió que en el año trescientos veintisiete, los lamanitas vinieron contra nosotros con una fuerza sumamente grande, al grado de que llenaron de temor a mis ejércitos; de modo que no quisieron luchar, y empezaron a retroceder hacia los países del norte.

4 Y sucedió que llegamos a la ciudad de Angola, y tomamos posesión de la ciudad, e hicimos los preparativos para defendernos de los lamanitas. Y aconteció que fortificamos la ciudad con nuestra fuerza; pero a pesar de todas nuestras fortificaciones, los lamanitas vinieron sobre nosotros y nos echaron de la ciudad.

5 Y también nos arrojaron de la tierra de David.

6 Y emprendimos la marcha y llegamos a la tierra de Josué, que se hallaba en las fronteras del oeste cerca del mar.

7 Y aconteció que reunimos a nuestro pueblo con toda la rapidez posible, para concentrarlo en un solo grupo.

8 Pero he aquí, la tierra estaba llena de ladrones y lamanitas; y no obstante la gran destrucción que se cernía sobre los de mi pueblo, no se arrepintieron de sus iniquidades; de modo que hubo sangre y mortandad por toda la faz de la tierra, así entre los nefitas como entre los lamanitas; y por toda la superficie de la tierra había una revolución completa.

9 Y los lamanitas tenían un rey, y se llamaba Aarón; y vino contra nosotros con un ejército de cuarenta y cuatro mil. Y he aquí, yo le hice frente con cuarenta y dos mil. Y aconteció que lo derroté con mi ejército, de modo que huyó delante de mí. Y he aquí, ocurrió todo esto, y habían pasado ya trescientos treinta años.

10

Y sucedió que los nefitas empezaron a arrepentirse de su iniquidad, y a llorar tal como lo había profetizado el profeta Samuel; porque he aquí, nadie podía conservar lo que era suyo, por motivo de los ladrones, y los bandidos, y los asesinos, y las artes mágicas, y las brujerías que había en la tierra.

11 De modo que empezó a haber quejidos y lamentaciones en toda la tierra a causa de estas cosas; y con más particularidad entre el pueblo de Nefi.

12 Y sucedió que cuando yo, Mormón, vi sus lamentos, y sus quejidos, y su pesar delante del Señor, mi corazón empezó a regocijarse dentro de mí, conociendo las misericordias y la longanimidad del Señor, suponiendo, por tanto, que él sería misericordioso con ellos para que se tornaran de nuevo en un pueblo justo.

13 Pero he aquí, fue en vano este gozo mío, porque su aflicción no era para arrepentimiento, por motivo de la bondad de Dios, sino que era más bien el pesar de los condenados, porque el Señor no siempre iba a permitirles que hallasen felicidad en el pecado.

14 Y no venían a Jesús con corazones quebrantados y espíritus contritos, antes bien, maldecían a Dios, y deseaban morir. No obstante, luchaban con la espada por sus vidas.

15 Y aconteció que mi aflicción nuevamente volvió a mí, y vi que el día de gracia había pasado para ellos, tanto temporal como espiritualmente; porque vi que miles de ellos eran talados en rebelión manifiesta contra su Dios, y amontonados como estiércol sobre la superficie de la tierra. Y así habían pasado trescientos cuarenta y cuatro años.

16 Y ocurrió que en el año trescientos cuarenta y cinco, los nefitas empezaron a huir delante de los lamanitas; y fueron perseguidos aun hasta que llegaron a la tierra de Jasón antes que fuera posible detenerlos en su retirada.

17 Y la ciudad de Jasón se hallaba situada no lejos de la tierra donde Ammarón había depositado los anales para los fines del Señor, con objeto de que no fuesen destruidos. Y he aquí, yo había ido, de acuerdo con la palabra de Ammarón, y tomado las planchas de Nefi, y preparé una historia según sus palabras.

18 Y sobre las planchas de Nefi hice una relación completa de todas las iniquidades y abominaciones; mas sobre estas planchas me abstuve de hacer un relato completo de sus iniquidades y sus abominaciones; porque he aquí, desde que he sido capaz de observar las vías de los hombres, ha estado delante de mis ojos una escena continua de maldades y abominaciones.

19 Y, ¡ay de mí por causa de sus iniquidades; porque mi corazón se ha visto lleno de pesar por razón de sus maldades, todos mis días! No obstante, sé que yo seré enaltecido en el postrer día.

20

Y sucedió que en este año, el pueblo de Nefi otra vez fue perseguido y echado. Y aconteció que fuimos acosados hasta que hubimos llegado al norte, a la tierra que se llamaba Shem.

21 Y ocurrió que fortificamos la ciudad de Shem, y recogimos a cuantos nos fue posible de nuestro pueblo para que tal vez los libráramos de la destrucción.

22 Y aconteció que en el año trescientos cuarenta y seis, los lamanitas empezaron a acometernos otra vez.

23 Y aconteció que hablé a los de mi pueblo, y los exhorté con mucha energía, para que resistieran valientemente frente a los lamanitas, y lucharan por sus mujeres, y sus hijos, y sus casas, y sus hogares.

24 Y mis palabras los impulsaron un tanto a tener vigor, al grado de que no huyeron de los lamanitas, sino que los resistieron osadamente.

25 Y ocurrió que con un ejército de treinta mil hombres, combatimos contra una fuerza de cincuenta mil; y sucedió que los resistimos con tal firmeza que huyeron delante de nosotros.

26 Y aconteció que cuando huyeron, los perseguimos con nuestros ejércitos, y de nuevo tuvimos un encuentro con ellos y los derrotamos. No obstante, la fuerza del Señor no estaba con nosotros; sí, nos vimos abandonados a tal grado que el Espíritu del Señor no moraba en nosotros; por tanto, nos habíamos vuelto débiles como nuestros hermanos.

27 Y se afligió mi corazón por motivo de esta gran calamidad de mi pueblo, causada por su iniquidad y sus abominaciones. Mas he aquí, avanzamos contra los lamanitas y los ladrones de Gadiantón, hasta que de nuevo tomamos posesión de las tierras de nuestra herencia.

28 Y había pasado el año trescientos cuarenta y nueve. Y en el año trescientos cincuenta concertamos un tratado con los lamanitas y los ladrones de Gadiantón, mediante el cual quedaron divididas las tierras de nuestra herencia.

29 Y los lamanitas nos cedieron la región del norte, sí, hasta el estrecho pasaje que conducía a la región del sur; y nosotros dimos a los lamanitas toda la tierra del sur.

Capítulo 3

Mormón proclama el arrepentimiento a los nefitas — Logran una gran victoria y se jactan de su propia fuerza — Mormón se niega a dirigirlos, y sus oraciones por ellos carecen de fe — El Libro de Mormón invita a las doce tribus de Israel a creer en el Evangelio. Aproximadamente 360–362 d.C.

1

Y sucedió que los lamanitas no volvieron de nuevo a la batalla sino hasta después de haber transcurrido diez años más. Y he aquí, yo había ocupado a mi pueblo, los nefitas, en preparar sus tierras y sus armas para el día de la batalla.

2 Y aconteció que el Señor me dijo: Clama a este pueblo: Arrepentíos, y venid a mí, y sed bautizados, y estableced de nuevo mi iglesia, y seréis preservados.

3 Y amonesté a este pueblo, pero fue en vano; y no comprendieron que era el Señor el que los había librado, y les había concedido una oportunidad para arrepentirse. Y he aquí, endurecieron sus corazones contra el Señor su Dios.

4 Y aconteció que después de haber pasado este décimo año, haciendo, en total, trescientos sesenta años desde la venida de Cristo, el rey de los lamanitas me envió una epístola en la que me hizo saber que se estaban preparando para venir de nuevo a la batalla contra nosotros.

5 Y sucedió que hice que mi pueblo se congregara en la tierra de Desolación, en una ciudad que se hallaba en las fronteras, cerca del pasaje estrecho que conducía a la tierra del sur.

6 Y allí situamos a nuestros ejércitos para detener los ejércitos de los lamanitas, para que no se apoderaran de ninguna de nuestras tierras; por tanto, nos fortificamos contra ellos con toda nuestra fuerza.

7 Y aconteció que en el año trescientos sesenta y uno, los lamanitas llegaron a la ciudad de Desolación para luchar contra nosotros; y sucedió que los derrotamos ese año, de manera que se volvieron a sus propias tierras.

8 Y en el año trescientos sesenta y dos, volvieron otra vez a la batalla; y de nuevo los derrotamos, y matamos a un gran número de ellos, y sus muertos fueron arrojados al mar.

9 Ahora bien, por motivo de esta cosa notable que mi pueblo, los nefitas, había logrado, empezaron a jactarse de su propia fuerza, y comenzaron a jurar ante los cielos que vengarían la sangre de sus hermanos que habían sido muertos por sus enemigos.

10

Y juraron por los cielos, y también por el trono de Dios, que irían a la batalla contra sus enemigos, y los talarían de sobre la faz de la tierra.

11 Y sucedió que desde esa ocasión yo, Mormón, me negué por completo a ser comandante y caudillo de este pueblo, a causa de su iniquidad y sus abominaciones.

12 He aquí, yo los había dirigido; a pesar de sus iniquidades, muchas veces los había dirigido a la batalla; y los había amado con todo mi corazón, de acuerdo con el amor de Dios que había en mí; y todo el día se había derramado mi alma en oración a Dios a favor de ellos; sin embargo, fue sin fe, debido a la dureza de sus corazones.

13 Y tres veces los he librado de las manos de sus enemigos, y no se han arrepentido de sus pecados.

14 Y cuando hubieron jurado por todo lo que nuestro Señor y Salvador Jesucristo les había prohibido, que irían contra sus enemigos para combatir y vengar la sangre de sus hermanos, he aquí, la voz del Señor vino a mí, diciendo:

15 Mía es la venganza, y yo pagaré; y porque este pueblo no se arrepintió después que lo hube librado, he aquí, será destruido de sobre la faz de la tierra.

16 Y sucedió que terminantemente me negué a marchar contra mis enemigos, e hice lo que el Señor me había mandado; y fui testigo pasivo para manifestar al mundo las cosas que yo vi y oí, según las manifestaciones del Espíritu que había dado testimonio de cosas venideras.

17 Por tanto, os escribo a vosotros, gentiles, y también a vosotros, casa de Israel, que cuando comience la obra, os halléis a punto de prepararos para volver a la tierra de vuestra herencia;

18 sí, he aquí, escribo a todos los extremos de la tierra; sí, a vosotras, doce tribus de Israel, que seréis juzgadas según vuestras obras por los doce que Jesús escogió en la tierra de Jerusalén para que fuesen sus discípulos.

19 Y escribo también al resto de este pueblo, que igualmente será juzgado por los doce que Jesús escogió en esta tierra; y estos serán juzgados por los otros doce que Jesús escogió en la tierra de Jerusalén.

20

Y el Espíritu me manifiesta estas cosas; por lo tanto, os escribo a todos vosotros. Y por esta razón os escribo, para que sepáis que todos tendréis que comparecer ante el tribunal de Cristo, sí, toda alma que pertenece a toda la familia humana de Adán; y debéis presentaros para ser juzgados por vuestras obras, ya sean buenas o malas;

21 y también para que creáis en el evangelio de Jesucristo que tendréis entre vosotros; y también para que los judíos, el pueblo del convenio del Señor, tengan otro testigo, aparte de aquel a quien vieron y oyeron, de que Jesús, a quien mataron, era el verdadero Cristo y el verdadero Dios.

22 Y si tan solo pudiera persuadiros a todos vosotros, extremos de la tierra, a que os arrepintieseis y os preparaseis para comparecer ante el tribunal de Cristo.

Capítulo 4

Continúan la guerra y las matanzas — Los inicuos castigan a los inicuos — Jamás había habido una iniquidad mayor entre toda la casa de Israel — Se ofrecen mujeres y niños en sacrificio a los ídolos — Los lamanitas empiezan a ahuyentar a los nefitas delante de ellos. Aproximadamente 363–375 d.C.

1

Y aconteció que en el año trescientos sesenta y tres, los nefitas salieron de la tierra de Desolación con sus ejércitos para combatir a los lamanitas.

2 Y aconteció que los ejércitos de los nefitas fueron rechazados hasta la tierra de Desolación; y mientras todavía se hallaban cansados, cayó sobre ellos una nueva tropa de lamanitas; y hubo una recia batalla, al grado de que los lamanitas se posesionaron de la ciudad de Desolación, y mataron a muchos de los nefitas, y tomaron un gran número de prisioneros.

3 Y el resto huyó y se incorporó a los habitantes de la ciudad de Teáncum; y esta se hallaba situada en la frontera, por la costa del mar, y también estaba próxima a la ciudad de Desolación.

4 Y fue porque los ejércitos de los nefitas acometieron a los lamanitas, que empezaron a ser destruidos; pues de no haber sido por eso, los lamanitas no los habrían vencido.

5 Pero he aquí, los castigos de Dios sobrevendrán a los inicuos; y es por los inicuos que los inicuos son castigados; porque son ellos los que incitan el corazón de los hijos de los hombres a derramar sangre.

6 Y sucedió que los lamanitas hicieron preparativos para avanzar contra la ciudad de Teáncum.

7 Y ocurrió que en el año trescientos sesenta y cuatro los lamanitas avanzaron contra la ciudad de Teáncum, con objeto de apoderarse de ella también.

8 Y aconteció que los nefitas los rechazaron y los hicieron huir. Y cuando los nefitas vieron que habían hecho huir a los lamanitas, se jactaron otra vez de su fuerza; y salieron confiados en su propio poder, y nuevamente tomaron la ciudad de Desolación.

9 Y todas estas cosas habían acontecido, y perecieron miles de ambas partes, tanto entre los nefitas como entre los lamanitas.

10

Y sucedió que ya había pasado el año trescientos sesenta y seis, y vinieron otra vez los lamanitas a la batalla contra los nefitas; y sin embargo, los nefitas no se arrepentían de lo malo que habían cometido, sino que persistían continuamente en su iniquidad.

11 Y es imposible que la lengua relate, o que el hombre escriba una descripción completa de la horrible escena de sangre y mortandad que existía entre el pueblo, así nefitas como lamanitas; y todo corazón se había endurecido, de modo que se deleitaban en derramar sangre continuamente.

12 Y jamás había habido tan grande iniquidad entre todos los hijos de Lehi, ni aun entre toda la casa de Israel, según las palabras del Señor, como la que había entre este pueblo.

13 Y sucedió que los lamanitas se apoderaron de la ciudad de Desolación, y fue porque su número excedía al de los nefitas.

14 Y también marcharon contra la ciudad de Teáncum, y arrojaron de ella a sus habitantes, y tomaron muchos prisioneros, tanto mujeres como niños, y los ofrecieron como sacrificio a sus ídolos.

15 Y en el año trescientos sesenta y siete aconteció que los nefitas, furiosos porque los lamanitas habían sacrificado a sus mujeres y a sus hijos, marcharon contra los lamanitas, poseídos de una ira sumamente grande, de manera que nuevamente vencieron a los lamanitas y los echaron fuera de sus tierras.

16 Y los lamanitas no volvieron contra los nefitas sino hasta el año trescientos setenta y cinco.

17 Y en este año cayeron sobre los nefitas con todas sus fuerzas; y no fueron contados a causa de su inmenso número.

18 Y desde esa ocasión no volvieron los nefitas a aventajar a los lamanitas, sino que empezaron a ser arrasados por ellos, así como el rocío ante el sol.

19 Y aconteció que los lamanitas cayeron sobre la ciudad de Desolación; y se libró una batalla sumamente violenta en la tierra de Desolación, en la cual vencieron a los nefitas.

20

Y huyeron nuevamente delante de los lamanitas, y llegaron a la ciudad de Boaz; y allí hicieron frente a los lamanitas con extraordinario valor, al grado de que los lamanitas no los vencieron sino hasta que vinieron sobre ellos por segunda vez.

21 Y cuando los acometieron por segunda vez, los nefitas fueron rechazados y destrozados con una mortandad grande en extremo; y sus mujeres y sus hijos de nuevo fueron sacrificados a los ídolos.

22 Y sucedió que los nefitas huyeron de ellos otra vez, llevando consigo a todos los habitantes, tanto de las ciudades como de las aldeas.

23 Y ahora bien, yo, Mormón, viendo que los lamanitas estaban a punto de subyugar la tierra, fui, por consiguiente, a la colina de Shim, y recogí todos los anales que Ammarón había escondido para los fines del Señor.

Capítulo 5

Mormón nuevamente dirige a los ejércitos nefitas en cruentas batallas de terrible mortandad — El Libro de Mormón aparecerá para convencer a todo Israel de que Jesús es el Cristo — Por motivo de su incredulidad, los lamanitas serán dispersados, y el Espíritu dejará de luchar con ellos — En los últimos días, recibirán el Evangelio de parte de los gentiles. Aproximadamente 375–384 d.C.

1

Y aconteció que fui entre los nefitas, y me arrepentí del juramento que había hecho de que nunca más volvería a ayudarles; y otra vez me dieron el mando de sus ejércitos, pues me veían como si yo pudiera librarlos de sus aflicciones.

2 Pero he aquí, yo no abrigaba ninguna esperanza, porque conocía los juicios del Señor que habrían de venir sobre ellos; porque no se arrepentían de sus iniquidades, sino que luchaban por sus vidas sin invocar a aquel Ser que los creó.

3 Y aconteció que los lamanitas vinieron contra nosotros luego que hubimos huido a la ciudad de Jordán; pero he aquí, fueron rechazados, de modo que no tomaron la ciudad en esa ocasión.

4 Y aconteció que vinieron otra vez contra nosotros, y retuvimos la ciudad. Y había otras ciudades que los nefitas retenían, plazas fuertes que les impedían el paso, de modo que no podían penetrar en el país que se hallaba ante nosotros, para destruir a los habitantes de nuestra tierra.

5 Y ocurrió que aquellas tierras que habíamos dejado atrás, cuyos habitantes no fueron recogidos, los lamanitas las destruyeron; y sus pueblos, y aldeas, y ciudades fueron quemados con fuego; y así pasaron trescientos setenta y nueve años.

6 Y sucedió que en el año trescientos ochenta, los lamanitas vinieron a la batalla contra nosotros otra vez, y les hicimos frente con valor; pero todo fue en vano, porque eran tan grandes sus números que hollaron al pueblo nefita bajo sus pies.

7 Y ocurrió que nuevamente huimos, y aquellos cuya huida fue más veloz que la marcha de los lamanitas se libraron, y aquellos cuya huida no superó a los lamanitas fueron derribados y destruidos.

8 Y he aquí que yo, Mormón, no deseo atormentar las almas de los hombres, pintándoles tan terrible escena de sangre y mortandad que se presentó ante mis ojos; pero, sabiendo yo que estas cosas ciertamente se darán a conocer, y que toda cosa que está oculta será revelada desde los techos de las casas,

9 y además, que el conocimiento de estas cosas debe llegar al resto de este pueblo, y también a los gentiles que el Señor ha dicho que dispersarán a este pueblo, y lo considerarán como nada entre ellos, escribo, por lo tanto, un breve compendio, no atreviéndome a dar cuenta completa de las cosas que he visto, por motivo del mandamiento que he recibido, y también para que no os aflijáis demasiado por la iniquidad de este pueblo.

10

Y ahora bien, he aquí, declaro esto a su posteridad y también a los gentiles que se preocupan por la casa de Israel, que comprenden y saben de dónde vienen sus bendiciones.

11 Porque sé que ellos sentirán pesar por la calamidad de la casa de Israel; sí, se afligirán por la destrucción de este pueblo; se lamentarán de que este pueblo no se hubiera arrepentido para ser recibido en los brazos de Jesús.

12 Y se escriben estas cosas para el resto de la casa de Jacob; y se escriben de esta manera porque Dios sabe que la iniquidad no se las manifestará a ellos; y se ocultarán para los propósitos del Señor, a fin de que aparezcan en su debido tiempo.

13 Y este es el mandamiento que he recibido; y he aquí, aparecerán según el mandamiento del Señor, cuando él, en su sabiduría, lo juzgue prudente.

14 Y he aquí, irán a los incrédulos entre los judíos; e irán con este fin: que sean convencidos de que Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios viviente; para que el Padre realice, por medio de su muy Amado, su grande y eterno propósito de restaurar a los judíos, o sea, a toda la casa de Israel, a la tierra de su herencia, que el Señor su Dios les ha dado, para el cumplimiento de su convenio;

15 y también para que la posteridad de este pueblo crea más plenamente su evangelio, el cual irá de los gentiles a ellos; porque este pueblo será dispersado, y llegará a ser una gente de color obscuro, inmunda y aborrecible, sobrepujando a la descripción de cuanto se haya visto entre nosotros; sí, y aun lo que haya habido entre los lamanitas; y esto a causa de su incredulidad y su idolatría.

16 Pues he aquí, el Espíritu del Señor ya ha dejado de luchar con sus padres; y están sin Cristo y sin Dios en el mundo; y son echados de un lado para otro como paja que se lleva el viento.

17 En un tiempo fueron un pueblo deleitable; y tuvieron a Cristo por pastor suyo; sí, Dios el Padre los guiaba.

18 Mas ahora, he aquí que Satanás los lleva, tal como tamo que se lleva el viento, o como el barco que, sin velas ni ancla, ni cosa alguna con qué dirigirlo, es azotado por las olas; y así como la nave son ellos.

19 Y he aquí, el Señor ha reservado sus bendiciones, que ellos pudieron haber recibido en la tierra, para los gentiles que poseerán la tierra.

20

Mas he aquí, sucederá que los gentiles los perseguirán y esparcirán; y después que hayan sido perseguidos y esparcidos por los gentiles, he aquí, entonces el Señor se acordará del convenio que hizo con Abraham y con toda la casa de Israel.

21 Y el Señor también recordará las oraciones de los justos, las cuales se han dirigido a él a favor de ellos.

22 Y entonces, oh gentiles, ¿cómo podréis hallaros ante el poder de Dios sin que os arrepintáis y os volváis de vuestros inicuos caminos?

23 ¿No sabéis que estáis en las manos de Dios? ¿No sabéis que él tiene todo poder, y que por su gran mandato la tierra se plegará como un rollo?

24 Por tanto, arrepentíos y humillaos ante él, no sea que se levante en justicia contra vosotros; no sea que un resto de la posteridad de Jacob vaya entre vosotros como león, y os despedace, y no haya nadie para librar.

Capítulo 6

Los nefitas se reúnen en la tierra de Cumorah para las batallas finales — Mormón esconde los anales sagrados en el cerro Cumorah — Los lamanitas triunfan, y la nación nefita es destruida — Centenas de millares de personas perecen por la espada. Aproximadamente 385 d.C.

1

Y ahora concluyo mi relato concerniente a la destrucción de mi pueblo, los nefitas. Y sucedió que marchamos delante de los lamanitas.

2 Y yo, Mormón, escribí una epístola al rey de los lamanitas, y le pedí que nos permitiera juntar a nuestro pueblo en la tierra de Cumorah, en las inmediaciones de un cerro llamado Cumorah, y allí les presentáramos la batalla.

3 Y sucedió que el rey de los lamanitas me concedió aquello que había solicitado.

4 Y ocurrió que emprendimos la marcha a la tierra de Cumorah, y plantamos nuestras tiendas en derredor del cerro Cumorah; y se hallaba en una región de muchas aguas, ríos y fuentes; y aquí esperábamos obtener ventaja sobre los lamanitas.

5 Y cuando habían transcurrido trescientos ochenta y cuatro años, nosotros habíamos recogido a todo el resto de nuestro pueblo en la tierra de Cumorah.

6 Y ocurrió que cuando hubimos reunido en uno a todo nuestro pueblo en la tierra de Cumorah, he aquí que yo, Mormón, empezaba a envejecer; y sabiendo que iba a ser la última lucha de mi pueblo, y habiéndome mandado el Señor que no permitiera que los sagrados anales transmitidos por nuestros padres cayesen en manos de los lamanitas (porque los lamanitas los destruirían), hice, por tanto, esta relación de las planchas de Nefi, y escondí en el cerro Cumorah todos los anales que se me habían confiado por la mano del Señor, con excepción de estas pocas planchas que entregué a mi hijo Moroni.

7 Y sucedió que mi pueblo, con sus esposas y sus hijos, vieron a los ejércitos de los lamanitas que marchaban hacia ellos; y con ese horrible temor a la muerte que llena el pecho de todos los inicuos, esperaron que llegaran.

8 Y aconteció que vinieron a la batalla contra nosotros, y toda alma se llenó de espanto a causa de la inmensidad de sus números.

9 Y sucedió que cayeron sobre mi pueblo con la espada, y con el arco, y con la flecha, y con el hacha, y con toda clase de armas de guerra.

10

Y ocurrió que talaron a mis hombres, sí, a los diez mil que se hallaban conmigo, y yo caí herido en medio de ellos; y pasaron de largo por donde yo estaba, de modo que no acabaron con mi vida.

11 Y cuando hubieron pasado por en medio y derribado a todos los de mi pueblo, salvo a veinticuatro de nosotros (entre los cuales se hallaba mi hijo Moroni), y habiendo sobrevivido nosotros a los que murieron de nuestro pueblo, a la mañana siguiente, después que los lamanitas hubieron vuelto a sus campamentos, vimos, desde la cima del cerro Cumorah, a los diez mil de mi pueblo que fueron talados, al frente de los cuales había estado yo.

12 Y también vimos a los diez mil de mi pueblo que había acaudillado mi hijo Moroni.

13 Y he aquí, los diez mil de Gidgiddona habían caído, y él en medio de ellos.

14 Y había caído Lámah con sus diez mil; y Gilgal había caído con sus diez mil; y Límhah había caído con sus diez mil; y Jeneum había caído con sus diez mil; y habían caído Cumeníah, y Moroníah, y Antiónum, y Shiblom, y Shem, y Josh, cada uno con sus diez mil.

15 Y sucedió que hubo diez más que cayeron por la espada, cada uno con sus diez mil, sí, había caído todo mi pueblo, salvo los veinticuatro que estaban conmigo, y también unos pocos que se habían escapado a los países del sur, y otros pocos que se habían pasado a los lamanitas; y su carne, y sus huesos, y su sangre yacen sobre la faz de la tierra, habiéndolos abandonado las manos de los que los mataron, para descomponerse en el suelo, y para deshacerse y regresar a su madre tierra.

16 Y mi alma se partió de angustia a causa de los de mi pueblo que habían muerto, y exclamé:

17 ¡Oh bello pueblo, cómo pudisteis apartaros de las vías del Señor! ¡Oh bello pueblo, cómo pudisteis rechazar a ese Jesús que esperaba con los brazos abiertos para recibiros!

18 He aquí, si no hubieseis hecho esto, no habríais caído. Mas he aquí, habéis caído, y lloro vuestra pérdida.

19 ¡Oh bellos hijos e hijas, vosotros, padres y madres, vosotros, esposos y esposas, pueblo bello, cómo pudisteis haber caído!

20

Pero he aquí, habéis desaparecido, y mi dolor no puede haceros volver.

21 Y pronto viene el día en que vuestra parte mortal se revestirá de inmortalidad, y estos cuerpos que hoy se descomponen en corrupción, pronto se transformarán en incorruptibles; y entonces tendréis que presentaros ante el tribunal de Cristo para ser juzgados según vuestras obras; y si tal fuere que sois justos, entonces benditos sois con vuestros padres que os han precedido.

22 ¡Oh, si os hubieseis arrepentido antes que cayera sobre vosotros esta grande destrucción! Mas he aquí, habéis desaparecido, y el Padre, sí, el Padre Eterno del cielo, conoce vuestro estado; y él obra con vosotros de acuerdo con su justicia y misericordia.

Capítulo 7

Mormón invita a los lamanitas de los postreros días a creer en Cristo, aceptar Su Evangelio y ser salvos — Todos los que crean en la Biblia creerán también en el Libro de Mormón. Aproximadamente 385 d.C.

1

Y ahora bien, he aquí, quisiera hablar un poco al resto de este pueblo que ha sido preservado, si es que Dios les concede mis palabras, para que sepan acerca de las cosas de sus padres; sí, os hablo a vosotros, un resto de la casa de Israel, y estas son las palabras que yo hablo:

2 Sabed que sois de la casa de Israel.

3 Sabed que debéis llegar hasta el arrepentimiento, o no podéis ser salvos.

4 Sabed que debéis abandonar vuestras armas de guerra; y no deleitaros más en el derramamiento de sangre, y no volver a tomarlas, salvo que Dios os lo mande.

5 Sabed que debéis llegar al conocimiento de vuestros padres, y a arrepentiros de todos vuestros pecados e iniquidades, y creer en Jesucristo, que él es el Hijo de Dios, y que los judíos lo mataron, y que por el poder del Padre ha resucitado, con lo cual ha logrado la victoria sobre la tumba; y en él también es consumido el aguijón de la muerte.

6 Y él lleva a efecto la resurrección de los muertos, mediante la cual los hombres se levantarán para presentarse ante su tribunal.

7 Y él ha efectuado la redención del mundo, por lo cual a aquel que en el día del juicio sea hallado sin culpa ante él, le será concedido morar en la presencia de Dios, en su reino, para cantar alabanzas eternas con los coros celestes, al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo, que son un Dios, en un estado de felicidad que no tiene fin.

8 Por tanto, arrepentíos y sed bautizados en el nombre de Jesús, y asíos al evangelio de Cristo, que no solo en estos anales os será presentado, sino también en los anales que llegarán de los judíos a los gentiles, anales que vendrán de los gentiles a vosotros.

9 Porque he aquí, se escriben estos con el fin de que creáis en aquellos; y si creéis en aquellos, también creeréis en estos; y si creéis en estos, sabréis concerniente a vuestros padres, y también las obras maravillosas que se efectuaron entre ellos por el poder de Dios.

10

Y sabréis también que sois un resto de la descendencia de Jacob; por tanto, sois contados entre los del pueblo del primer convenio; y si es que creéis en Cristo, y sois bautizados, primero en el agua, y después con fuego y con el Espíritu Santo, siguiendo el ejemplo de nuestro Salvador, de conformidad con lo que él nos ha mandado, entonces os irá bien en el día del juicio. Amén.

Capítulo 8

Los lamanitas persiguen y destruyen a los nefitas — El Libro de Mormón aparecerá por el poder de Dios — Se declaran calamidades sobre los que respiren ira y contiendas contra la obra del Señor — La historia nefita aparecerá en una época de iniquidad, degeneración y apostasía. Aproximadamente 400–421 d.C.

1

He aquí que yo, Moroni, doy fin al registro de mi padre Mormón. He aquí, no tengo sino pocas cosas que escribir, cosas que mi padre me ha mandado.

2 Sucedió, pues, que tras la grande y tremenda batalla en Cumorah, he aquí, los lamanitas persiguieron a los nefitas que se habían escapado a las tierras del sur, hasta que todos fueron destruidos.

3 Y mi padre también murió a manos de ellos, y yo quedo solo para escribir el triste relato de la destrucción de mi pueblo. Mas he aquí, han desaparecido, y yo cumplo el mandamiento de mi padre. Y no sé si me matarán o no.

4 Por tanto, escribiré y esconderé los anales en la tierra; y no importa a dónde yo vaya.

5 He aquí, mi padre ha preparado estos anales, y ha escrito el objeto de ellos. Y he aquí, yo también lo escribiría, si tuviera espacio en las planchas; pero no lo tengo, y mineral no tengo, porque me hallo solo. Mi padre ha sido muerto en la batalla, y todos mis parientes, y no tengo amigos ni adónde ir; y cuánto tiempo el Señor permitirá que yo viva, no lo sé.

6 He aquí, han pasado cuatrocientos años desde la venida de nuestro Señor y Salvador.

7 Y he aquí, los lamanitas han perseguido a mi pueblo, los nefitas, de ciudad en ciudad y de lugar en lugar, hasta que no existen ya; y grande ha sido su caída; sí, grande y asombrosa es la destrucción de mi pueblo, los nefitas.

8 Y he aquí, es la mano del Señor lo que lo ha hecho. Y he aquí, también los lamanitas están en guerra unos contra otros; y toda la superficie de esta tierra es un ciclo continuo de asesinatos y de derramamiento de sangre; y nadie sabe el fin de la guerra.

9 Y he aquí, no digo más de ellos, porque ya no hay sino lamanitas y ladrones que existen sobre la faz de la tierra.

10

Y no hay quien conozca al verdadero Dios salvo los discípulos de Jesús, quienes permanecieron en la tierra hasta que la iniquidad de la gente fue tan grande que el Señor no les permitió permanecer con el pueblo; y nadie sabe si están o no sobre la faz de la tierra.

11 Mas he aquí, mi padre y yo los hemos visto, y ellos nos han ministrado.

12 Y quien reciba esta historia, y no la condene por las imperfecciones que haya en ella, tal persona sabrá de cosas mayores que estas. He aquí, soy Moroni; y si fuera posible, os daría a conocer todas las cosas.

13 He aquí, ceso de hablar concerniente a este pueblo. Soy hijo de Mormón y mi padre era descendiente de Nefi.

14 Y soy el mismo que esconde esta historia para los fines del Señor; mas las planchas en que se halla no tienen ningún valor, por causa del mandamiento del Señor. Porque él ciertamente dice que nadie las obtendrá para lucrar; mas la historia que contienen es de gran valor, y a aquel que la saque a luz, el Señor lo bendecirá.

15 Porque nadie puede tener el poder para sacarla a luz salvo que le sea dado de Dios; porque Dios dispone que se haga con la mira puesta únicamente en la gloria de Dios, o para el beneficio del antiguo y por tan largo tiempo dispersado pueblo del convenio del Señor.

16 Y bendito sea aquel que saque esto a luz; porque se sacará de las tinieblas a la luz, según la palabra de Dios; sí, será sacado de la tierra, y brillará de entre las tinieblas y llegará al conocimiento del pueblo; y se realizará por el poder de Dios.

17 Y si hay errores, son errores del hombre. Mas he aquí, no sabemos que haya errores; no obstante, Dios sabe todas las cosas; por tanto, cuídese aquel que condene, no sea que corra peligro del fuego del infierno.

18 Y el que diga: Mostradme o seréis heridos, cuídese, no sea que mande lo que el Señor ha prohibido.

19 Porque he aquí, el que precipitadamente juzgue, precipitadamente será también juzgado; pues según sus obras, será su paga; por tanto, aquel que hiera será, a su vez, herido del Señor.

20

He aquí lo que dicen las Escrituras: El hombre no herirá ni tampoco juzgará; porque el juicio es mío, dice el Señor, y la venganza es mía también, y yo pagaré.

21 Y el que respire iras y contiendas contra la obra del Señor, y contra el pueblo del convenio del Señor, que es la casa de Israel, y diga: Destruiremos la obra del Señor, y el Señor no se acordará del convenio que ha hecho con la casa de Israel, tal persona está en peligro de ser talada y arrojada al fuego;

22 porque los eternos designios del Señor han de seguir adelante, hasta que se cumplan todas sus promesas.

23 Escudriñad las profecías de Isaías. He aquí, no puedo escribirlas. Sí, he aquí, os digo que aquellos santos que me han precedido, que han poseído esta tierra, clamarán, sí, desde el polvo clamarán al Señor; y así como vive el Señor, se acordará del convenio que ha hecho con ellos.

24 Y él conoce sus oraciones, que se hicieron a favor de sus hermanos. Y él conoce su fe, porque en su nombre pudieron mover montañas; y en su nombre pudieron hacer que temblara la tierra; y por el poder de su palabra hicieron que se derribaran las prisiones; sí, ni aun el horno ardiente pudo dañarlos, ni las bestias salvajes, ni las serpientes venenosas, por motivo del poder de su palabra.

25 Y he aquí, sus oraciones también fueron a favor de aquel a quien el Señor habría de conceder sacar a luz estas cosas.

26 Y no es menester que nadie diga que no saldrán, pues ciertamente saldrán, porque el Señor lo ha dicho; porque de la tierra han de salir, por mano del Señor, y nadie puede impedirlo; y sucederá en una época en que se dirá que ya no existen los milagros; y será como si alguien hablase de entre los muertos.

27 Y sucederá en un día en que la sangre de los santos clamará al Señor, por motivo de las combinaciones secretas y las obras de obscuridad.

28 Sí, sucederá en un día en que se negará el poder de Dios; y las iglesias se habrán corrompido y ensalzado en el orgullo de sus corazones; sí, en un día en que los directores y maestros de las iglesias se envanecerán con el orgullo de sus corazones, hasta el grado de envidiar a aquellos que pertenecen a sus iglesias.

29 Sí, sucederá en un día en que se oirá de fuegos, y tempestades, y vapores de humo en países extranjeros;

30

y también se oirá de guerras, rumores de guerras y terremotos en diversos lugares.

31 Sí, sucederá en un día en que habrá grandes contaminaciones sobre la superficie de la tierra: habrá asesinatos, y robos, y mentiras, y engaños, y fornicaciones, y toda clase de abominaciones; cuando habrá muchos que dirán: Haz esto, o haz aquello, y no importa, porque en el postrer día el Señor sostendrá al que tal hiciere. Pero, ¡ay de tales, porque se hallan en la hiel de amargura y en los lazos de la iniquidad!

32 Sí, sucederá en un día en que se habrán establecido iglesias que dirán: Venid a mí, y por vuestro dinero seréis perdonados de vuestros pecados.

33 ¡Oh pueblo inicuo, y perverso, y obstinado! ¿Por qué os habéis establecido iglesias para obtener lucro? ¿Por qué habéis tergiversado la santa palabra de Dios, para traer la condenación sobre vuestras almas? He aquí, examinad las revelaciones de Dios; pues, he aquí, llegará el tiempo, en aquel día, en que se cumplirán todas estas cosas.

34 He aquí, el Señor me ha mostrado cosas grandes y maravillosas concernientes a lo que se realizará en breve, en ese día en que aparezcan estas cosas entre vosotros.

35 He aquí, os hablo como si os hallaseis presentes, y sin embargo, no lo estáis. Pero he aquí, Jesucristo me os ha mostrado, y conozco vuestras obras.

36 Y sé que andáis según el orgullo de vuestros corazones; y no hay sino unos pocos que no se envanecen por el orgullo de sus corazones, al grado de vestir ropas suntuosas, y de llegar a la envidia, las contiendas, la malicia y las persecuciones, y toda clase de iniquidades; y vuestras iglesias, sí, sin excepción, se han contaminado a causa del orgullo de vuestros corazones.

37 Porque he aquí, amáis el dinero, y vuestros bienes, y vuestros costosos vestidos, y el adorno de vuestras iglesias, más de lo que amáis a los pobres y los necesitados, los enfermos y los afligidos.

38 ¡Oh vosotros, corruptos, vosotros, hipócritas, vosotros, maestros, que os vendéis por lo que se corrompe! ¿Por qué habéis mancillado la santa iglesia de Dios? ¿Por qué os avergonzáis de tomar sobre vosotros el nombre de Cristo? ¿Por qué no consideráis que es mayor el valor de una felicidad sin fin que esa miseria que jamás termina? ¿Es acaso por motivo de la alabanza del mundo?

39 ¿Por qué os adornáis con lo que no tiene vida, y sin embargo, permitís que el hambriento, y el necesitado, y el desnudo, y el enfermo, y el afligido pasen a vuestro lado, sin hacerles caso?

40

Sí, ¿por qué formáis vuestras abominaciones secretas para obtener lucro, y dais lugar a que las viudas y también los huérfanos lloren ante el Señor, y también que la sangre de sus padres y sus maridos clame al Señor, desde el suelo, venganza sobre vuestra cabeza?

41 He aquí, la espada de la venganza se cierne sobre vosotros; y pronto viene el día en que él vengará la sangre de los santos en vosotros, porque no soportará más sus clamores.

Capítulo 9

Moroni llama al arrepentimiento a aquellos que no creen en Cristo — Él proclama a un Dios de milagros, que da revelaciones y derrama dones y señales sobre los fieles — Los milagros cesan por causa de la incredulidad — Las señales siguen a aquellos que creen — Se exhorta a los hombres a ser prudentes y guardar los mandamientos. Aproximadamente 401–421 d.C.

1

Y ahora hablo también concerniente a aquellos que no creen en Cristo.

2 He aquí, ¿creeréis en el día de vuestra visitación —he aquí, cuando venga el Señor, sí, ese gran día cuando la tierra se plegará como un rollo, y los elementos se derretirán con ardiente calor, sí, ese gran día en que seréis llevados para comparecer ante el Cordero de Dios— diréis entonces que no hay Dios?

3 ¿Seguiréis entonces negando al Cristo, o podréis mirar al Cordero de Dios? ¿Suponéis que moraréis con él, estando conscientes de vuestra culpa? ¿Suponéis que podríais ser felices morando con ese santo Ser, mientras atormentara vuestras almas una sensación de culpa de haber siempre violado sus leyes?

4 He aquí, os digo que seríais más desdichados, morando en la presencia de un Dios santo y justo, con la conciencia de vuestra impureza ante él, que si vivierais con las almas condenadas en el infierno.

5 Porque he aquí, cuando se os haga ver vuestra desnudez delante de Dios, y también la gloria de Dios y la santidad de Jesucristo, ello encenderá una llama de fuego inextinguible en vosotros.

6 Volveos, pues, oh incrédulos, volveos al Señor; clamad fervientemente al Padre en el nombre de Jesús, para que quizá se os halle sin mancha, puros, hermosos y blancos, en aquel grande y postrer día, habiendo sido purificados por la sangre del Cordero.

7 Y también os hablo a vosotros que negáis las revelaciones de Dios y decís que ya han cesado, que no hay revelaciones, ni profecías, ni dones, ni sanidades, ni hablar en lenguas, ni la interpretación de lenguas.

8 He aquí, os digo que aquel que niega estas cosas no conoce el evangelio de Cristo; sí, no ha leído las Escrituras; y si las ha leído, no las comprende.

9 Pues, ¿no leemos que Dios es el mismo ayer, hoy y para siempre, y que en él no hay variación ni sombra de cambio?

10

Ahora bien, si os habéis imaginado a un dios que varía, y en quien hay sombra de cambio, entonces os habéis imaginado a un dios que no es un Dios de milagros.

11 Mas he aquí, yo os mostraré a un Dios de milagros, sí, el Dios de Abraham, y el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob; y es ese mismo Dios que creó los cielos y la tierra, y todas las cosas que hay en ellos.

12 He aquí, él creó a Adán, y por Adán vino la caída del hombre. Y por causa de la caída del hombre, vino Jesucristo, sí, el Padre y el Hijo; y a causa de Jesucristo vino la redención del hombre.

13 Y a causa de la redención del hombre, que vino por Jesucristo, son llevados de vuelta a la presencia del Señor; sí, en esto son redimidos todos los hombres, porque la muerte de Cristo hace efectiva la resurrección, la cual lleva a cabo una redención de un sueño eterno, del cual todos los hombres despertarán, por el poder de Dios cuando suene la trompeta; y saldrán, pequeños así como grandes, y todos comparecerán ante su tribunal, redimidos y libres de esta ligadura eterna de la muerte, la cual es una muerte temporal.

14 Y entonces viene el juicio del Santo sobre ellos; y entonces viene el momento en que el que es impuro continuará siendo impuro; y el que es justo continuará siendo justo; el que es feliz permanecerá feliz y el que es infeliz será infeliz todavía.

15 Y ahora bien, a todos vosotros que os habéis imaginado a un dios que no puede hacer milagros, quisiera preguntaros: ¿Han pasado ya todas estas cosas de que he hablado? ¿Ha llegado ya el fin? He aquí, os digo que no; y Dios no ha cesado de ser un Dios de milagros.

16 He aquí, ¿no son maravillosas a nuestros ojos las cosas que Dios ha hecho? Sí, y, ¿quién puede comprender las maravillosas obras de Dios?

17 ¿Quién dirá que no fue un milagro que por su palabra existan los cielos y la tierra; que por el poder de su palabra el hombre haya sido creado del polvo de la tierra, y que por el poder de su palabra se hayan verificado milagros?

18 ¿Y quién dirá que Jesucristo no obró muchos grandes milagros? Y hubo muchos grandes milagros que se efectuaron por mano de los apóstoles.

19 Y si entonces se hicieron milagros, ¿por qué ha dejado Dios de ser un Dios de milagros, y sigue siendo todavía un Ser inmutable? Y he aquí, os digo que él no cambia; si así fuese, dejaría de ser Dios; y él no cesa de ser Dios, y es un Dios de milagros.

20

Y el motivo por el cual cesa de obrar milagros entre los hijos de los hombres es porque ellos degeneran en la incredulidad, y se apartan de la vía correcta, y desconocen al Dios en quien debían poner su confianza.

21 He aquí, os digo que quien crea en Cristo, sin dudar nada, cuanto pida al Padre en el nombre de Cristo, le será concedido; y esta promesa es para todos, aun hasta los extremos de la tierra.

22 Porque he aquí, así dijo Jesucristo, el Hijo de Dios, a sus discípulos que iban a permanecer, sí, y también a todos sus discípulos, a oídos de la multitud: Id por todo el mundo, y predicad el evangelio a toda criatura;

23 y el que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado;

24 y estas señales seguirán a los que crean: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; alzarán serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no los dañará; pondrán sus manos sobre los enfermos, y ellos sanarán;

25 y a quien crea en mi nombre, sin dudar nada, yo le confirmaré todas mis palabras, aun hasta los extremos de la tierra.

26 Y ahora bien, he aquí, ¿quién puede resistir las obras del Señor? ¿Quién puede negar sus palabras? ¿Quién se levantará contra la omnipotente fuerza del Señor? ¿Quién despreciará las obras del Señor? ¿Quién despreciará a los hijos de Cristo? Considerad, todos vosotros que sois despreciadores de las obras del Señor, porque os asombraréis y pereceréis.

27 Oh, no despreciéis, pues, ni os asombréis, antes bien, escuchad las palabras del Señor, y pedid al Padre, en el nombre de Jesús, cualquier cosa que necesitéis. No dudéis, mas sed creyentes; y empezad, como en los días antiguos, y allegaos al Señor con todo vuestro corazón, y labrad vuestra propia salvación con temor y temblor ante él.

28 Sed prudentes en los días de vuestra probación; despojaos de toda impureza; no pidáis para dar satisfacción a vuestras concupiscencias, sino pedid con una resolución inquebrantable, para que no cedáis a ninguna tentación, sino que sirváis al verdadero Dios viviente.

29 Cuidaos de ser bautizados indignamente; cuidaos de tomar el sacramento de Cristo indignamente, antes bien, mirad que hagáis todas las cosas dignamente, y hacedlo en el nombre de Jesucristo, el Hijo del Dios viviente; y si hacéis esto, y perseveráis hasta el fin, de ninguna manera seréis desechados.

30

He aquí, os hablo como si hablara de entre los muertos; porque sé que tendréis mis palabras.

31 No me condenéis por mi imperfección, ni a mi padre por causa de su imperfección, ni a los que han escrito antes de él; más bien, dad gracias a Dios que os ha manifestado nuestras imperfecciones, para que aprendáis a ser más sabios de lo que nosotros lo hemos sido.

32 Y he aquí, hemos escrito estos anales según nuestro conocimiento, en los caracteres que entre nosotros se llaman egipcio reformado; y los hemos transmitido y alterado conforme a nuestra manera de hablar.

33 Y si nuestras planchas hubiesen sido suficientemente amplias, habríamos escrito en hebreo; pero también hemos alterado el hebreo; y si hubiésemos podido escribir en hebreo, he aquí, no habríais tenido ninguna imperfección en nuestros anales.

34 Pero el Señor sabe las cosas que hemos escrito, y también que ningún otro pueblo conoce nuestra lengua; y por motivo de que ningún otro pueblo conoce nuestra lengua, por lo tanto, él ha preparado los medios para su interpretación.

35 Y se escriben estas cosas para que limpiemos nuestros vestidos de la sangre de nuestros hermanos, que han degenerado en la incredulidad.

36 Y he aquí, estas cosas que hemos deseado concernientes a nuestros hermanos, sí, aun su restauración al conocimiento de Cristo, están de acuerdo con las oraciones de todos los santos que han morado en la tierra.

37 Y el Señor Jesucristo les conceda que sean contestadas sus oraciones según su fe; y Dios el Padre se acuerde del convenio que ha hecho con la casa de Israel, y los bendiga para siempre, mediante la fe en el nombre de Jesucristo. Amén.

El Libro de Éter

La historia de los jareditas, tomada de las veinticuatro planchas que encontró el pueblo de Limhi en la época del rey Mosíah.

Capítulo 1

Moroni compendia los escritos de Éter — Se declara la genealogía de Éter — No se confunde el lenguaje de los jareditas en la Torre de Babel — El Señor promete conducirlos a una tierra escogida y hacer de ellos una gran nación.

1

Y ahora yo, Moroni, procedo a hacer una relación de esos antiguos habitantes que fueron destruidos por la mano del Señor sobre la superficie de este país del norte.

2 Y tomo mi relación de las veinticuatro planchas que encontró el pueblo de Limhi; y se llama el Libro de Éter.

3 Y como supongo que la primera parte de esta narración —que habla concerniente a la creación del mundo, y también de Adán, y una relación desde esa época aun hasta la gran torre, y cuantas cosas acontecieron entre los hijos de los hombres hasta ese tiempo— se halla entre los judíos,

4 no escribo, pues, esas cosas que ocurrieron desde los días de Adán hasta esa época; pero se hallan sobre las planchas, y el que las encuentre estará facultado para obtener la historia completa.

5 Mas he aquí, no hago la relación completa, sino una parte de la narración, desde la torre hasta la época en que fueron destruidos.

6 Y de esta manera hago la relación: El que escribió estos anales fue Éter, y él era descendiente de Coriantor.

7 Coriantor era hijo de Morón;

8 y Morón era hijo de Etem;

9 y Etem era hijo de Ahah;

10

y Ahah era hijo de Set;

11 y Set era hijo de Shiblón;

12 y Shiblón era hijo de Com;

13 y Com era hijo de Coriántum;

14 y Coriántum era hijo de Amnigadda;

15 y Amnigadda era hijo de Aarón;

16 y Aarón era descendiente de Het, que era hijo de Heartom;

17 y Heartom era hijo de Lib;

18 y Lib era hijo de Kish;

19 y Kish era hijo de Corom;

20

y Corom era hijo de Leví;

21 y Leví era hijo de Kim;

22 y Kim era hijo de Moriantón;

23 y Moriantón era descendiente de Riplákish;

24 y Riplákish era hijo de Shez;

25 y Shez era hijo de Het;

26 y Het era hijo de Com;

27 y Com era hijo de Coriántum;

28 y Coriántum era hijo de Emer;

29 y Emer era hijo de Omer;

30

y Omer era hijo de Shule;

31 y Shule era hijo de Kib;

32 y Kib era hijo de Oríah, que era hijo de Jared.

33 Y dicho Jared vino de la gran torre con su hermano y sus familias, y con algunos otros y sus familias, en la época en que el Señor confundió el lenguaje del pueblo, y juró en su ira que serían dispersados por toda la superficie de la tierra; y conforme a la palabra del Señor fue dispersada la gente.

34 Y como el hermano de Jared era un hombre grande y dotado de mucha fuerza, y altamente favorecido del Señor, Jared, su hermano, le dijo: Suplica al Señor que no nos confunda de modo que no entendamos nuestras palabras.

35 Y sucedió que el hermano de Jared suplicó al Señor, y el Señor se compadeció de Jared; por tanto, no confundió el lenguaje de Jared; y Jared y su hermano no fueron confundidos.

36 Entonces Jared dijo a su hermano: Suplica de nuevo al Señor, pues tal vez aparte su ira de aquellos que son nuestros amigos, para que no confunda su lenguaje.

37 Y ocurrió que el hermano de Jared suplicó al Señor, y el Señor tuvo compasión de sus amigos y de las familias de ellos también, y no fueron confundidos.

38 Y aconteció que Jared habló otra vez a su hermano, diciendo: Ve y pregunta al Señor si nos va a echar de esta tierra, y si nos va a echar de la tierra, suplícale que nos indique a dónde hemos de ir. ¿Y quién sabe si el Señor no nos llevará a una región que sea la más favorecida de toda la tierra? Y si así fuere, seámosle fieles al Señor, a fin de que la recibamos por herencia nuestra.

39 Y sucedió que el hermano de Jared suplicó al Señor conforme a lo dicho por boca de Jared.

40

Y ocurrió que el Señor escuchó al hermano de Jared, y se compadeció de él, y le dijo:

41 Ve y recoge tus rebaños, macho y hembra de cada especie, y también de las semillas de la tierra, de toda clase; y tus familias; y también tu hermano Jared y su familia; y también tus amigos y sus familias, y los amigos de Jared y sus familias.

42 Y cuando hayas hecho esto, irás a la cabeza de ellos al valle que está al norte. Y allí te encontraré, e iré delante de ti a una región que es favorecida sobre todas las regiones de la tierra.

43 Y allí os bendeciré a ti y a tus descendientes; y de tu posteridad, y de la posteridad de tu hermano, y de los que irán contigo, levantaré para mí una nación grande. Y no habrá sobre toda la superficie de la tierra nación mayor que la que yo levantaré para mí de tu posteridad. Y así obraré contigo, porque me has suplicado todo este largo tiempo.

Capítulo 2

Los jareditas se preparan para su viaje a una tierra prometida — Es una tierra escogida en la cual los hombres deben servir a Cristo o, de lo contrario, serán exterminados — El Señor habla al hermano de Jared durante tres horas — Los jareditas construyen barcos — El Señor le indica al hermano de Jared que proponga la manera de iluminar los barcos.

1

Y sucedió que Jared y su hermano, y sus familias, y también los amigos de Jared y de su hermano, y sus familias, descendieron al valle que se hallaba al norte (y el nombre del valle era Nimrod, nombre tomado del gran cazador), junto con sus rebaños que habían recogido, macho y hembra de toda especie.

2 Y también tendieron trampas para coger aves del cielo; y prepararon una vasija en la que llevaron consigo los peces de las aguas.

3 Y también llevaron con ellos deseret, que interpretado significa abeja obrera; y así llevaron consigo enjambres de abejas, y toda variedad de cuanto había sobre la faz de la tierra, semillas de todas clases.

4 Y sucedió que cuando hubieron llegado al valle de Nimrod, descendió el Señor y habló con el hermano de Jared; y estaba en una nube, y el hermano de Jared no lo vio.

5 Y ocurrió que el Señor les mandó que salieran para el desierto; sí, a aquella parte donde ningún hombre jamás había estado. Y sucedió que el Señor fue delante de ellos, y les habló mientras estaba en una nube, y les dio instrucciones por dónde habían de viajar.

6 Y aconteció que viajaron por el desierto, y construyeron barcos, en los cuales atravesaron muchas aguas, y la mano del Señor los guiaba continuamente.

7 Y no quiso el Señor permitir que se detuvieran del otro lado del mar, en el desierto, sino dispuso que avanzaran hasta llegar a la tierra de promisión, que era una tierra escogida sobre todas las demás, la cual el Señor Dios había preservado para un pueblo justo.

8 Y había jurado en su ira al hermano de Jared que quienes poseyeran esta tierra de promisión, desde entonces y para siempre, deberían servirlo a él, el verdadero y único Dios, o serían exterminados cuando cayera sobre ellos la plenitud de su ira.

9 Y así podemos ver los decretos de Dios concernientes a esta tierra: Que es una tierra de promisión; y cualquier nación que la posea servirá a Dios, o será exterminada cuando la plenitud de su ira caiga sobre ella. Y la plenitud de su ira descenderá sobre ella cuando haya madurado en la iniquidad.

10

Porque he aquí, esta es una tierra escogida sobre todas las demás; por tanto, aquel que la posea servirá a Dios o será exterminado, porque es el eterno decreto de Dios. Y no es sino hasta cuando llega al colmo la iniquidad entre los hijos de la tierra, que son exterminados.

11 Y esto viene a vosotros, oh gentiles, para que conozcáis los decretos de Dios, para que os arrepintáis y no continuéis en vuestras iniquidades hasta llegar al colmo, para que no hagáis venir sobre vosotros la plenitud de la ira de Dios, como lo han hecho hasta ahora los habitantes de la tierra.

12 He aquí, esta es una tierra escogida, y cualquier nación que la posea se verá libre de la esclavitud, y del cautiverio, y de todas las otras naciones debajo del cielo, si tan solo sirve al Dios de la tierra, que es Jesucristo, el cual ha sido manifestado por las cosas que hemos escrito.

13 Y ahora prosigo mi narración; porque he aquí, aconteció que el Señor condujo a Jared y a sus hermanos hasta ese gran mar que separa las tierras. Y al llegar al mar, plantaron sus tiendas; y dieron al paraje el nombre de Moriáncumer; y vivían en tiendas; y vivieron en tiendas a la orilla del mar por el término de cuatro años.

14 Y aconteció que a la conclusión de los cuatro años, el Señor vino otra vez al hermano de Jared, y estaba en una nube, y habló con él. Y por el espacio de tres horas habló el Señor con el hermano de Jared, y lo reprendió porque no se había acordado de invocar el nombre del Señor.

15 Y el hermano de Jared se arrepintió del mal que había cometido, e invocó el nombre del Señor a favor de sus hermanos que estaban con él. Y el Señor le dijo: Os perdonaré vuestros pecados a ti y a tus hermanos; pero no pecaréis más, porque debéis recordar que mi Espíritu no siempre luchará con el hombre; por tanto, si pecáis hasta llegar al colmo, seréis desechados de la presencia del Señor. Y estos son mis pensamientos tocante a la tierra que os daré por herencia; porque será una tierra escogida sobre todas las demás.

16 Y dijo el Señor: Poneos a trabajar y construid barcos a semejanza de los que hasta ahora habéis hecho. Y sucedió que el hermano de Jared se puso a trabajar, y sus hermanos también, y construyeron barcos a la manera de los que habían hecho antes, de acuerdo con las instrucciones del Señor. Y eran pequeños, y eran ligeros sobre las aguas, así como la ligereza de un ave sobre el agua.

17 Y se construyeron de una manera sumamente ajustada, de modo que podían contener agua como un vaso; y el fondo estaba ajustado como un vaso, y los costados estaban ajustados de la misma manera; y los extremos terminaban en punta; y también la cubierta estaba ajustada como un vaso; y su longitud era la de un árbol; y la puerta, al cerrarse, quedaba ajustada a semejanza de un vaso.

18 Y sucedió que el hermano de Jared clamó al Señor, diciendo: ¡Oh Señor!, he efectuado la obra que me has mandado, y he construido los barcos según tú me has dirigido.

19 Y he aquí, oh Señor, no hay luz en ellos; ¿a dónde nos hemos de dirigir? Y también pereceremos, porque en ellos no podremos respirar sino el aire que contengan; por consiguiente, pereceremos.

20

Y el Señor dijo al hermano de Jared: He aquí, harás una abertura en la cubierta, y también en el fondo; y cuando te falte aire, destaparás la abertura y recibirás aire. Y si sucede que os entra el agua, he aquí, cerrarás la abertura para que no perezcáis en el mar.

21 Y ocurrió que el hermano de Jared así lo hizo, según lo que el Señor le había mandado.

22 Y clamó de nuevo al Señor, diciendo: He aquí, oh Señor, he obrado según me lo has mandado; y he preparado los barcos para mi pueblo, y he aquí, no hay luz en ellos. ¿Vas a permitir, oh Señor, que crucemos estas grandes aguas en la obscuridad?

23 Y el Señor dijo al hermano de Jared: ¿Qué quieres que yo haga para que tengáis luz en vuestros barcos? Porque he aquí, no podéis tener ventanas, pues serían hechas pedazos; ni llevaréis fuego con vosotros, porque no os dirigiréis por la luz del fuego.

24 Pues he aquí, seréis como una ballena en medio del mar; porque las inmensas olas estallarán contra vosotros. No obstante, yo os sacaré otra vez de las profundidades del mar; porque de mi boca han salido los vientos, y también he enviado yo las lluvias y los diluvios.

25 Y he aquí, yo os preparo contra todas estas cosas; porque no podéis atravesar este gran mar, a menos que yo os prepare contra las olas del mar, y los vientos que han salido, y los diluvios que vendrán. Por tanto, ¿qué deseas que prepare para vosotros, a fin de que tengáis luz cuando seáis sumergidos en las profundidades del mar?

Capítulo 3

El hermano de Jared ve el dedo del Señor al tocar Este las dieciséis piedras — Cristo le muestra el cuerpo de Su espíritu al hermano de Jared — Es imposible impedir que penetren el velo aquellos que poseen un conocimiento perfecto — Se proporcionan intérpretes para que puedan salir a luz los anales de los jareditas.

1

Y sucedió que el hermano de Jared (y era ocho el número de los barcos que habían sido preparados) subió al monte que llamaban el monte de Shelem, a causa de su extremada altura, y de una roca fundió dieciséis piedras pequeñas; y eran blancas y diáfanas, como cristal transparente; y las llevó en sus manos a la cima del monte, y nuevamente clamó al Señor, diciendo:

2 ¡Oh Señor, has dicho que hemos de estar rodeados por las olas! Y ahora, he aquí, oh Señor, no te enojes con tu siervo a causa de su debilidad delante de ti; porque sabemos que tú eres santo y habitas en los cielos, y que somos indignos delante de ti; por causa de la caída nuestra naturaleza se ha tornado mala continuamente; no obstante, oh Señor, tú nos has dado el mandamiento de invocarte, para que recibamos de ti según nuestros deseos.

3 He aquí, oh Señor, tú nos has castigado por causa de nuestra iniquidad; y nos has echado, y durante estos muchos años hemos estado en el desierto; no obstante, has sido misericordioso para con nosotros. ¡Oh Señor!, ten piedad de mí, y aparta tu ira de este tu pueblo, y no permitas que atraviese este furioso abismo en la obscuridad; sino mira estas cosas que he fundido de la roca.

4 Y sé, oh Señor, que tú tienes todo poder, y que puedes hacer cuanto quieras para el beneficio del hombre. Por tanto, toca estas piedras con tu dedo, oh Señor, y disponlas para que brillen en la obscuridad; y nos iluminarán en los barcos que hemos preparado, para que tengamos luz mientras atravesemos el mar.

5 He aquí, oh Señor, tú puedes hacer esto. Sabemos que puedes manifestar gran poder, que parece pequeño al entendimiento de los hombres.

6 Y sucedió que cuando el hermano de Jared hubo dicho estas palabras, he aquí, el Señor extendió su mano y tocó las piedras, una por una, con su dedo. Y fue quitado el velo de ante los ojos del hermano de Jared, y vio el dedo del Señor; y era como el dedo de un hombre, a semejanza de carne y sangre; y el hermano de Jared cayó delante del Señor, porque fue herido de temor.

7 Y el Señor vio que el hermano de Jared había caído al suelo, y le dijo el Señor: Levántate, ¿por qué has caído?

8 Y dijo al Señor: Vi el dedo del Señor, y tuve miedo de que me hiriese; porque no sabía que el Señor tuviese carne y sangre.

9 Y el Señor le dijo: A causa de tu fe has visto que tomaré sobre mí carne y sangre; y jamás ha venido a mí hombre alguno con tan grande fe como la que tú tienes; porque de no haber sido así, no hubieras podido ver mi dedo. ¿Viste más que esto?

10

Y él contestó: No; Señor, muéstrate a mí.

11 Y le dijo el Señor: ¿Creerás las palabras que hablaré?

12 Y él le respondió: Sí, Señor, sé que hablas la verdad, porque eres un Dios de verdad, y no puedes mentir.

13 Y cuando hubo dicho estas palabras, he aquí, el Señor se le mostró, y dijo: Porque sabes estas cosas, eres redimido de la caída; por tanto, eres traído de nuevo a mi presencia; por consiguiente yo me manifiesto a ti.

14 He aquí, yo soy el que fue preparado desde la fundación del mundo para redimir a mi pueblo. He aquí, soy Jesucristo. Soy el Padre y el Hijo. En mí todo el género humano tendrá vida, y la tendrá eternamente, sí, aun cuantos crean en mi nombre; y llegarán a ser mis hijos y mis hijas.

15 Y nunca me he mostrado al hombre a quien he creado, porque jamás ha creído en mí el hombre como tú lo has hecho. ¿Ves que eres creado a mi propia imagen? Sí, en el principio todos los hombres fueron creados a mi propia imagen.

16 He aquí, este cuerpo que ves ahora es el cuerpo de mi espíritu; y he creado al hombre a semejanza del cuerpo de mi espíritu; y así como me aparezco a ti en el espíritu, apareceré a mi pueblo en la carne.

17 Y ahora bien, dado que yo, Moroni, dije que no podía hacer una relación completa de estas cosas que están escritas, bástame, por tanto, decir que Jesús se mostró a este hombre en el espíritu, según la manera y a semejanza del mismo cuerpo con que se mostró a los nefitas.

18 Y ejerció su ministerio por él, tal como ministró a los nefitas; y todo esto para que este hombre supiera que era Dios, por causa de las muchas grandes obras que el Señor le había mostrado.

19 Y debido al conocimiento de este hombre, no se le pudo impedir que viera dentro del velo; y vio el dedo de Jesús, y cuando vio, cayó de temor, porque sabía que era el dedo del Señor; y para él dejó de ser fe, porque supo sin ninguna duda.

20

Por lo que, teniendo este conocimiento perfecto de Dios, fue imposible impedirle ver dentro del velo; por tanto, vio a Jesús, y él le ministró.

21 Y sucedió que el Señor dijo al hermano de Jared: He aquí, no permitirás que vayan al mundo estas cosas que has visto y oído, sino hasta que llegue el tiempo en que he de glorificar mi nombre en la carne; de modo que guardarás las cosas que has visto y oído, y no las manifestarás a ningún hombre.

22 Y he aquí, cuando vengas a mí, las escribirás y las sellarás a fin de que nadie pueda interpretarlas; porque las escribirás en un lenguaje que no se podrá leer.

23 Y he aquí, te daré estas dos piedras, y también las sellarás junto con las cosas que escribas.

24 Porque he aquí, he confundido el idioma que escribirás; por tanto, haré que en mi propio y debido tiempo estas piedras clarifiquen a los ojos de los hombres las cosas que tú escribirás.

25 Y cuando el Señor hubo hablado estas palabras, mostró al hermano de Jared todos los habitantes de la tierra que había habido, y también todos los que había de haber; y no los ocultó de su vista, aun hasta los cabos de la tierra.

26 Porque le había dicho anteriormente que si creía en él y en que podía mostrarle todas las cosas, estas le serían manifestadas; por tanto, el Señor no podía ocultarle nada, porque sabía que el Señor podía mostrarle todas las cosas.

27 Y el Señor le dijo: Escribe estas cosas y séllalas; y en mi propio y debido tiempo las mostraré a los hijos de los hombres.

28 Y sucedió que el Señor le mandó que sellara las dos piedras que había recibido, y que no las mostrara sino hasta que el Señor las manifestase a los hijos de los hombres.

Capítulo 4

Se le manda a Moroni sellar los escritos del hermano de Jared — No serán revelados sino hasta que los hombres tengan fe aun como la del hermano de Jared — Cristo manda a los hombres creer en Sus palabras y en las de Sus discípulos — Se da a los hombres el mandamiento de arrepentirse, creer en el Evangelio y ser salvos.

1

Y el Señor mandó al hermano de Jared que descendiera del monte, de la presencia del Señor, y escribiera las cosas que había visto; y fue prohibido que se dieran a los hijos de los hombres, sino hasta después que él fuese levantado sobre la cruz; y por esta causa las guardó el rey Mosíah, para que no llegasen al mundo sino hasta después que Cristo se manifestara a su pueblo.

2 Y después que Cristo verdaderamente se hubo manifestado a su pueblo, él mandó que se dieran a conocer.

3 Y ahora bien, después de esto, todos han degenerado en la incredulidad; y no queda nadie sino los lamanitas, y estos han desechado el evangelio de Cristo; por tanto, se me manda que las oculte otra vez en la tierra.

4 He aquí, he escrito sobre estas planchas las mismas cosas que vio el hermano de Jared; y jamás se manifestaron cosas mayores que las que le fueron mostradas al hermano de Jared.

5 Por tanto, el Señor me ha mandado que las escriba; y las he escrito. Y me mandó que las sellara; y también me ha mandado que selle su interpretación; así que he sellado los intérpretes, de acuerdo con el mandamiento del Señor.

6 Porque el Señor me dijo: No irán a los gentiles sino hasta el día en que se arrepientan de su iniquidad, y se vuelvan puros ante el Señor.

7 Y el día en que ejerzan la fe en mí, dice el Señor, así como lo hizo el hermano de Jared, para que se santifiquen en mí, entonces les manifestaré las cosas que vio el hermano de Jared, aun hasta desplegar ante ellos todas mis revelaciones, dice Jesucristo, el Hijo de Dios, el Padre de los cielos y de la tierra, y de todas las cosas que en ellos hay.

8 Y el que contienda contra la palabra del Señor, maldito sea; y el que niegue estas cosas, maldito sea; porque a estos no mostraré cosas mayores, dice Jesucristo; porque yo soy el que habla.

9 Y por mi mandato se abren y se cierran los cielos; y por mi palabra temblará la tierra; y por mi mandato sus habitantes pasarán, como si fuera por fuego.

10

Y el que no cree mis palabras no cree a mis discípulos; y si es que yo no hablo, juzgad vosotros; porque en el postrer día sabréis que yo soy el que habla.

11 Pero al que crea estas cosas que he hablado, yo lo visitaré con las manifestaciones de mi Espíritu, y sabrá y dará testimonio. Porque por mi Espíritu sabrá que estas cosas son verdaderas; porque persuade a los hombres a hacer lo bueno.

12 Y cualquier cosa que persuada a los hombres a hacer lo bueno viene de mí; porque el bien de nadie procede, sino de mí. Yo soy el mismo que conduce a los hombres a todo lo bueno; el que no crea mis palabras, tampoco me creerá a mí: que yo soy; y aquel que no me crea, no creerá al Padre que me envió. Pues he aquí, yo soy el Padre, yo soy la luz, y la vida, y la verdad del mundo.

13 ¡Venid a mí, oh gentiles, y os mostraré las cosas mayores, el conocimiento que se ha ocultado a causa de la incredulidad!

14 ¡Venid a mí, oh casa de Israel, y os será manifestado cuán grandes cosas el Padre ha reservado para vosotros desde la fundación del mundo; y no han llegado a vosotros por motivo de la incredulidad!

15 He aquí, cuando rasguéis ese velo de incredulidad que os hace permanecer en vuestro espantoso estado de iniquidad, y dureza de corazón, y ceguedad de mente, entonces las cosas grandes y maravillosas que han estado ocultas de vosotros desde el principio del mundo, sí, cuando invoquéis al Padre en mi nombre, con un corazón quebrantado y un espíritu contrito, entonces sabréis que el Padre se ha acordado del convenio que hizo con vuestros padres, oh casa de Israel.

16 Entonces serán manifestadas a los ojos de todo el pueblo mis revelaciones que he hecho que sean escritas por mi siervo Juan. Acordaos, cuando veáis estas cosas, sabréis que el tiempo está cerca en que efectivamente serán manifestadas.

17 Por tanto, cuando recibáis esta historia, sabréis que la obra del Padre ha empezado sobre toda la faz de la tierra.

18 Arrepentíos, pues, todos vosotros los extremos de la tierra, y venid a mí, y creed en mi evangelio y sed bautizados en mi nombre; porque el que crea y sea bautizado, será salvo; mas el que no crea, será condenado; y las señales seguirán a los que crean en mi nombre.

19 Y bendito es aquel que sea hallado fiel a mi nombre en el postrer día, porque será enaltecido para morar en el reino preparado para él desde la fundación del mundo. Y he aquí, yo soy quien lo ha hablado. Amén.

Capítulo 5

Tres testigos y la obra misma constituirán un testimonio de la veracidad del Libro de Mormón.

1

Y yo, Moroni, he escrito las palabras que se me mandaron, según mi memoria; y te he dicho las cosas que he sellado; por tanto, no las toques con el fin de traducirlas; porque esto te está prohibido, a menos que en lo futuro Dios lo juzgue prudente.

2 Y he aquí, tal vez tengas el privilegio de mostrar las planchas a aquellos que ayudarán a sacar a luz esta obra;

3 y por el poder de Dios se mostrarán a tres; por tanto, sabrán con certeza que estas cosas son verdaderas.

4 Y en boca de tres testigos se establecerán estas cosas; y el testimonio de tres, y esta obra, en la cual se mostrará el poder de Dios y también su palabra, de la cual el Padre, y el Hijo, y el Espíritu Santo dan testimonio; y todo esto se levantará como testimonio contra el mundo en el postrer día.

5 Y si es que se arrepienten y vienen al Padre en el nombre de Jesús, serán recibidos en el reino de Dios.

6 Y ahora bien, si es que no tengo autoridad para estas cosas, juzgad vosotros; porque sabréis que tengo autoridad cuando me veáis, y comparezcamos delante de Dios en el postrer día. Amén.

Capítulo 6

Los vientos impelen los barcos jareditas a la tierra prometida — El pueblo alaba al Señor por Su bondad — Oríah es nombrado rey — Mueren Jared y su hermano.

1

Y ahora yo, Moroni, procedo a dar la historia de Jared y su hermano.

2 Porque sucedió que después que el Señor hubo preparado las piedras que el hermano de Jared había llevado al monte, el hermano de Jared descendió del monte, y colocó las piedras en los barcos que se habían preparado, una en cada extremo; y he aquí, dieron luz a los barcos.

3 Y así hizo el Señor que las piedras brillaran en las tinieblas para dar luz a los hombres, mujeres y niños, a fin de que no atravesaran las grandes aguas en la obscuridad.

4 Y sucedió que cuando hubieron preparado todo género de alimentos, para que con ellos pudieran subsistir sobre las aguas, así como alimentos para sus rebaños y hatos, y cualquier bestia o animal o ave que llevasen consigo, he aquí, cuando hubieron hecho todas estas cosas, entraron en sus naves o barcos y se hicieron a la mar, encomendándose al Señor su Dios.

5 Y ocurrió que el Señor Dios hizo que soplara un viento furioso sobre la superficie de las aguas, hacia la tierra prometida; y así fueron echados de un lado a otro por el viento sobre las olas del mar.

6 Y aconteció que muchas veces fueron sepultados en las profundidades del mar, a causa de las gigantescas olas que rompían sobre ellos, y también por las grandes y terribles tempestades causadas por la fuerza del viento.

7 Y sucedía que, cuando eran sepultados en el abismo, no había agua que los dañara, pues sus barcos estaban ajustados como un vaso, y también estaban ajustados como el arca de Noé; por tanto, cuando los envolvían las muchas aguas, imploraban al Señor, y él los sacaba otra vez a la superficie de las aguas.

8 Y ocurrió que el viento no dejó de soplar hacia la tierra prometida mientras estuvieron sobre las aguas; y de este modo fueron impelidos ante el viento.

9 Y le cantaban alabanzas al Señor; sí, el hermano de Jared le cantaba alabanzas al Señor, y le daba gracias y loor todo el día; y cuando llegaba la noche, no cesaban de alabar al Señor.

10

Y así fueron impulsados hacia adelante; y ningún monstruo del mar podía despedazarlos, ni ballena alguna podía hacerles daño; y tenían luz continuamente, así cuando se hallaban encima del agua como cuando estaban debajo de ella.

11 Y de este modo fueron impelidos sobre las aguas por trescientos cuarenta y cuatro días.

12 Y desembarcaron en las playas de la tierra prometida. Y al pisar sus pies las playas de la tierra prometida, se postraron sobre la faz de la tierra y se humillaron ante el Señor, y vertieron lágrimas de gozo ante el Señor, por causa de la abundancia de sus tiernas misericordias sobre ellos.

13 Y aconteció que salieron sobre la faz de la tierra, y empezaron a cultivar el terreno.

14 Y Jared tenía cuatro hijos; y se llamaban Jacom, y Gilga, y Maha, y Oríah.

15 Y el hermano de Jared también engendró hijos e hijas.

16 Y los amigos de Jared y de su hermano eran en total unas veintidós almas; y también ellos engendraron hijos e hijas antes de llegar a la tierra de promisión; y así empezaron a ser numerosos.

17 Y se les enseñó a andar humildemente delante del Señor; y también recibían instrucción de lo alto.

18 Y aconteció que empezaron a extenderse sobre la faz de la tierra, y a multiplicarse, y a cultivar el terreno; y se hicieron fuertes en la tierra.

19 Y el hermano de Jared empezó a envejecer, y vio que pronto tendría que descender a la tumba; por tanto, dijo a Jared: Reunamos a nuestro pueblo para contarlo, a fin de saber qué desea de nosotros antes que bajemos a nuestra sepultura.

20

Y, consiguientemente, se hizo reunir al pueblo. Y el número de los hijos e hijas del hermano de Jared era veintidós almas; y el número de los hijos e hijas de Jared era doce, cuatro de ellos varones.

21 Y aconteció que contaron a los de su pueblo; y después de haberlos contado, desearon saber de ellos qué querían que ellos hicieran antes que descendiesen a la tumba.

22 Y sucedió que el pueblo les pidió que ungieran a uno de sus hijos para que fuese rey sobre ellos.

23 Y he aquí, esto los afligió. Y el hermano de Jared les dijo: Esto ciertamente conduce al cautiverio.

24 Pero Jared dijo a su hermano: Permíteles tener rey. Y, por tanto, les dijo: Elegid un rey de entre nuestros hijos, al que queráis.

25 Y ocurrió que eligieron al primogénito del hermano de Jared; y su nombre era Pagag. Y aconteció que este rehusó, y no quiso ser su rey. Y el pueblo quería que su padre lo obligara, mas su padre no quiso; y les mandó que nunca obligaran a nadie a ser su rey.

26 Y sucedió que eligieron a todos los hermanos de Pagag, y no quisieron aceptar.

27 Y ocurrió que tampoco los hijos de Jared quisieron, todos menos uno; y Oríah fue ungido para que fuera rey del pueblo.

28 Y empezó a reinar, y el pueblo comenzó a prosperar; y se hicieron sumamente ricos.

29 Y sucedió que murió Jared, y su hermano también.

30

Y aconteció que Oríah anduvo humildemente delante del Señor, y tuvo presente cuán grandes cosas el Señor había hecho por su padre, y también enseñó a su pueblo cuán grandes cosas el Señor había hecho por sus padres.

Capítulo 7

Oríah reina con rectitud — Se establecen los reinos rivales de Shule y Cohor en medio de la usurpación y las contiendas — Los profetas condenan la iniquidad y la idolatría del pueblo, que luego se arrepiente.

1

Y ocurrió que Oríah juzgó sobre la tierra con rectitud todos sus días, que fueron muchos.

2 Y engendró hijos e hijas; sí, engendró treinta y uno, de los cuales veintitrés eran varones.

3 Y aconteció que también engendró a Kib en su vejez. Y acaeció que Kib reinó en su lugar. Y Kib engendró a Corihor.

4 Y cuando Corihor tenía treinta y dos años de edad, se rebeló contra su padre, y fue y habitó en la tierra de Nehor; y engendró hijos e hijas, los cuales fueron muy bellos; por tanto, Corihor atrajo a muchos en pos de él.

5 Y cuando hubo reunido un ejército, subió a la tierra de Morón, donde habitaba el rey, y lo tomó cautivo, con lo cual se cumplió la palabra del hermano de Jared de que serían conducidos al cautiverio.

6 Y la tierra de Morón, donde moraba el rey, estaba situada cerca de la tierra que los nefitas llamaban Desolación.

7 Y sucedió que Kib vivió en el cautiverio, así como su pueblo, bajo su hijo Corihor, hasta llegar a una edad muy avanzada; no obstante, Kib engendró a Shule en su vejez, mientras todavía se hallaba cautivo.

8 Y sucedió que Shule se enojó con su hermano; y Shule se hizo fuerte, y llegó a ser potente en cuanto a la fuerza del hombre; y también fue potente en criterio.

9 Por tanto, fue a la colina de Efraín, donde fundió mineral de la colina, e hizo espadas de acero para aquellos que había llevado tras de sí; y después que los hubo armado con espadas, volvió a la ciudad de Nehor y presentó batalla contra su hermano Corihor; y por este medio conquistó el reino, y lo restituyó a su padre Kib.

10

Y por esto que Shule había hecho, su padre le confirió el reino; por tanto, empezó a reinar en lugar de su padre.

11 Y aconteció que juzgó con justicia; y extendió su reino sobre toda la faz de la tierra, porque el pueblo se había hecho sumamente numeroso.

12 Y sucedió que Shule también engendró muchos hijos e hijas.

13 Y Corihor se arrepintió de los muchos males que había cometido; por tanto, Shule le dio autoridad en su reino.

14 Y aconteció que Corihor tuvo muchos hijos e hijas; y entre los hijos de Corihor había uno que se llamaba Noé.

15 Y sucedió que Noé se rebeló en contra del rey Shule, y también contra su padre Corihor, y se atrajo a su hermano Cohor, y también a todos sus hermanos y a muchos de los del pueblo.

16 Y aconteció que presentó batalla contra el rey Shule, en la que conquistó la tierra de su primera herencia; y se hizo rey de esa parte de la tierra.

17 Y sucedió que de nuevo combatió al rey Shule; y tomó a Shule, el rey, y lo llevó cautivo a Morón.

18 Y sucedió que estando él a punto de quitarle la vida, los hijos de Shule entraron furtivamente de noche en la casa de Noé y lo mataron, y derribaron la puerta de la prisión, y sacaron a su padre, y lo colocaron sobre su trono en su propio reino.

19 Por lo que el hijo de Noé edificó su reino en su lugar; sin embargo, no obtuvieron más dominio sobre el rey Shule; y el pueblo que se hallaba bajo el gobierno del rey Shule prosperó grandemente y se hizo fuerte.

20

Y el país quedó dividido; y hubo dos reinos: el reino de Shule, y el reino de Cohor hijo de Noé.

21 Y Cohor hijo de Noé, hizo que su pueblo fuera a la batalla contra Shule, en la que este los derrotó y mató a Cohor.

22 Y Cohor tenía un hijo llamado Nimrod; y Nimrod entregó el reino de Cohor a Shule, y halló gracia ante los ojos de Shule; por tanto, este lo colmó de favores y obró en el reino de Shule según sus deseos.

23 Y en el reinado de Shule también llegaron entre el pueblo profetas, enviados del Señor, profetizando que las iniquidades y la idolatría del pueblo estaban trayendo una maldición sobre la tierra, y que serían destruidos si no se arrepentían.

24 Y aconteció que el pueblo ultrajó a los profetas, y se burló de ellos. Y sucedió que el rey Shule sometió a juicio a todos los que injuriaban a los profetas.

25 Y expidió una ley por toda la tierra, la cual facultaba a los profetas para ir a donde quisieran; y a causa de esto se logró que el pueblo se arrepintiera.

26 Y por haberse arrepentido el pueblo de sus iniquidades e idolatrías, el Señor los perdonó, y empezaron otra vez a prosperar en la tierra. Y aconteció que Shule engendró hijos e hijas en su vejez.

27 Y no hubo más guerras en los días de Shule; y recordó las grandes cosas que el Señor había hecho por sus padres, trayéndolos a través del gran mar a la tierra prometida; de modo que juzgó con justicia todos sus días.

Capítulo 8

Hay luchas y contiendas por el reino — Para matar al rey, Akish establece una combinación secreta regida por un juramento — Las combinaciones secretas son del diablo y causan la destrucción de las naciones — Se amonesta a los gentiles modernos en cuanto a la combinación secreta que procurará destruir la libertad de todas las tierras, naciones y países.

1

Y sucedió que Shule engendró a Omer, y este reinó en su lugar. Y Omer engendró a Jared; y Jared engendró hijos e hijas.

2 Y Jared se sublevó contra su padre, y fue y habitó en la tierra de Het. Y sucedió que lisonjeó a muchos, por motivo de sus palabras astutas, hasta que hubo logrado la mitad del reino.

3 Y cuando hubo logrado la mitad del reino, le hizo la guerra a su padre, y llevó cautivo a su padre; y lo hizo servir en el cautiverio;

4 y en los días del reinado de Omer, este permaneció cautivo la mitad de sus días. Y ocurrió que engendró hijos e hijas, entre ellos a Esrom y Coriántumr;

5 y estos se enojaron en extremo por los actos de Jared, su hermano, al grado de que reunieron un ejército y le hicieron la guerra a Jared. Y aconteció que lo combatieron de noche.

6 Y sucedió que cuando hubieron destruido al ejército de Jared, estaban a punto de matarlo a él también; y les suplicó que no lo mataran, y que él entregaría el reino a su padre. Y sucedió que le perdonaron la vida.

7 Y Jared se apesadumbró en gran manera por causa de la pérdida del reino, porque tenía puesto el corazón en el reino y en la gloria del mundo.

8 Entonces la hija de Jared, siendo hábil en extremo, y viendo la tristeza de su padre, se propuso idear un plan mediante el cual devolvería el reino a su padre.

9 Ahora bien, la hija de Jared era sumamente bella. Y sucedió que habló con su padre, y le dijo: ¿Por qué está mi padre tan triste? ¿No ha leído él los anales que nuestros padres trajeron a través del gran mar? He aquí, ¿no hay en ellos una relación concerniente a los antiguos, de cómo por medio de sus planes secretos lograron reinos y gran gloria?

10

Ahora pues, envíe mi padre por Akish, el hijo de Kimnor; y he aquí, soy bella, y bailaré delante de él, y le agradaré, de modo que me deseará por esposa. Por tanto, si te pide que me des a él por esposa, entonces le dirás: Te la daré, si me traes la cabeza de mi padre, el rey.

11 Y Omer era amigo de Akish; por tanto, cuando Jared hubo mandado llamar a Akish, la hija de Jared bailó delante de él y le agradó, de tal modo que la deseó por esposa. Y aconteció que dijo a Jared: Dámela por esposa.

12 Y Jared le dijo: Te la daré si me traes la cabeza de mi padre, el rey.

13 Y sucedió que Akish reunió a toda su parentela en la casa de Jared, y les dijo: ¿Me juraréis que me seréis fieles en lo que exija de vosotros?

14 Y aconteció que todos le juraron por el Dios del cielo, y también por los cielos, y también por la tierra y por su cabeza, que el que se opusiera a la ayuda que Akish deseara, perdería la cabeza; y quien divulgara cualquiera de las cosas que Akish les diera a conocer, perdería la vida.

15 Y ocurrió que así se pusieron de acuerdo con Akish. Y él les administró los juramentos que fueron dados por los antiguos que también ambicionaban poder, juramentos que habían sido transmitidos desde Caín, que fue asesino desde el principio.

16 Y los preservó el poder del diablo para administrar estos juramentos a los del pueblo, a fin de conservarlos en la obscuridad, para ayudar a quienes ambicionaran el poder a obtenerlo y a asesinar, y robar, y mentir, y cometer toda clase de iniquidades y fornicaciones.

17 Y fue la hija de Jared quien le puso en el corazón que indagara esas cosas de tiempo antiguo; y Jared lo puso en el corazón de Akish; por lo que Akish las administró a sus parientes y amigos, desviándolos por medio de lisonjeras promesas para que hicieran cuanto él deseaba.

18 Y aconteció que formaron una combinación secreta, tal como los de tiempo antiguo, la cual combinación es lo más abominable y perverso sobre todas las cosas, a la vista de Dios;

19 porque el Señor no obra por medio de combinaciones secretas, ni quiere que los hombres viertan sangre, sino que lo ha prohibido en todas las cosas, desde el principio del hombre.

20

Y yo, Moroni, no escribo la manera de sus juramentos y combinaciones, porque se me ha hecho saber que existen entre todos los pueblos, y se hallan entre los lamanitas;

21 y han causado la destrucción de este pueblo del cual ahora estoy hablando, y también la destrucción del pueblo de Nefi.

22 Y cualquier nación que favorezca tales combinaciones secretas para adquirir poder y riquezas, hasta que se extiendan sobre la nación, he aquí, será destruida; porque el Señor no permitirá que la sangre de sus santos, que fuere vertida por ellos, clame siempre a él desde el suelo pidiendo venganza, sin que él los vengue.

23 Por lo tanto, oh gentiles, está en la sabiduría de Dios que se os muestren estas cosas, a fin de que así os arrepintáis de vuestros pecados, y no permitáis que os dominen estas combinaciones asesinas, que se instituyen para adquirir poder y riquezas, ni que os sobrevenga la obra, sí, la obra misma de destrucción; sí, aun la espada de la justicia del Dios Eterno caerá sobre vosotros para vuestra derrota y destrucción, si permitís que existan estas cosas.

24 Por consiguiente, el Señor os manda que cuando veáis surgir estas cosas entre vosotros, que despertéis a un conocimiento de vuestra terrible situación, por motivo de esta combinación secreta que existirá entre vosotros; o, ¡ay de ella, a causa de la sangre de los que han sido asesinados! Porque desde el polvo claman ser vengados de ella, y también de los que la establecieron.

25 Porque sucede que quien la establece procura destruir la libertad de todas las tierras, naciones y países; y lleva a cabo la destrucción de todo pueblo, porque la edifica el diablo, que es el padre de todas las mentiras; sí, ese mismo embustero que sedujo a nuestros primeros padres; sí, ese mismo mentiroso que ha provocado al hombre a asesinar desde el principio; que ha endurecido el corazón de los hombres al grado de que han asesinado a los profetas, y los han apedreado y desechado desde el principio.

26 Por lo tanto, se me manda a mí, Moroni, escribir estas cosas, para que sea destruido el mal, y llegue el tiempo en que Satanás no tenga más poder en el corazón de los hijos de los hombres, sino que sean persuadidos a hacer el bien constantemente, a fin de que vengan a la fuente de toda rectitud y sean salvos.

Capítulo 9

El reino pasa de uno a otro por descendencia, intrigas y asesinatos — Emer vio al Hijo de Justicia — Muchos profetas proclaman el arrepentimiento — Un hambre muy grande y serpientes venenosas afligen al pueblo.

1

Y ahora yo, Moroni, prosigo mi relación. Sucedió, pues, que a causa de las combinaciones secretas de Akish y sus amigos, he aquí, derrocaron el reino de Omer.

2 No obstante, el Señor tuvo misericordia de Omer, y también de sus hijos e hijas que no procuraban su destrucción.

3 Y el Señor avisó a Omer en un sueño que saliera de la tierra; de modo que se alejó de la tierra con su familia, y viajó por muchos días, y pasó a un lado del cerro Shim, y pasó por el sitio donde fueron destruidos los nefitas; y de allí se dirigió hacia el este, y llegó a un paraje llamado Ablom, a orillas del mar; y allí plantó su tienda, y sus hijos y sus hijas, y toda su familia también, salvo Jared y su familia.

4 Y aconteció que Jared fue ungido rey sobre el pueblo, por manos inicuas; y dio a su hija por esposa a Akish.

5 Y sucedió que Akish procuró quitarle la vida a su suegro; y se dirigió a aquellos a quienes había juramentado con el juramento de los antiguos, y le cortaron la cabeza a su suegro mientras se hallaba sentado sobre su trono dando audiencia a su pueblo.

6 Porque tan grande había sido la diseminación de esta inicua y secreta sociedad, que había corrompido el corazón de todo el pueblo; de modo que Jared fue asesinado sobre su trono, y Akish reinó en su lugar.

7 Y sucedió que Akish empezó a tener celos de su hijo; de modo que lo encerró en la prisión, y lo tuvo con poco o nada que comer, hasta que murió.

8 Y el hermano del que murió (y se llamaba Nimra) se irritó contra su padre por lo que había hecho con su hermano.

9 Y aconteció que Nimra juntó a un pequeño número de hombres y huyó de la tierra, y se fue a vivir con Omer.

10

Y sucedió que Akish engendró a otros hijos, y estos se granjearon el corazón del pueblo, a pesar de que ellos le habían jurado cometer toda clase de iniquidades de conformidad con lo que él deseara.

11 Y los del pueblo de Akish codiciaban las riquezas, así como Akish ambicionaba el poder; por tanto, los hijos de Akish les ofrecieron dinero, por medio de lo cual se ganaron a la mayor parte del pueblo.

12 Y empezó a haber una guerra entre Akish y los hijos de Akish, la cual duró por el espacio de muchos años, sí, hasta la destrucción de casi toda la gente del reino, sí, todos salvo treinta almas y aquellos que huyeron con la familia de Omer.

13 Por tanto, Omer fue restituido a la tierra de su herencia.

14 Y sucedió que Omer empezó a envejecer; no obstante, en su vejez engendró a Emer; y ungió a Emer por rey para que reinara en su lugar.

15 Y después de haber ungido a Emer por rey, gozó de paz en la tierra por el espacio de dos años, y murió, habiendo visto días extremadamente numerosos, los cuales fueron llenos de angustia. Y ocurrió que Emer reinó en su lugar, y siguió los pasos de su padre.

16 Y el Señor de nuevo empezó a retirar la maldición de sobre la tierra, y la casa de Emer prosperó grandemente bajo su reinado; y en el espacio de sesenta y dos años se habían hecho fuertes en extremo, de modo que llegaron a ser sumamente ricos,

17 pues tenían toda clase de frutas y granos, y de sedas, y de lino fino, y de oro, y de plata, y de objetos preciosos;

18 y también todo género de ganado, de bueyes, y vacas, y de ovejas, y de cerdos, y de cabras, y también muchas otras clases de animales que eran útiles para el sustento del hombre.

19 Y también tenían caballos y asnos, y había elefantes y curelomes y cumomes, todos los cuales eran útiles para el hombre, y más particularmente los elefantes y curelomes y cumomes.

20

Y así fue como el Señor derramó sus bendiciones sobre esta tierra, que era escogida sobre todas las demás tierras; y mandó que quienes poseyeran la tierra, la poseyeran para los fines del Señor, o serían destruidos cuando hubiesen madurado en la iniquidad; porque sobre estos, dice el Señor, derramaré la plenitud de mi ira.

21 Y Emer juzgó con rectitud todos los días de su vida, y engendró muchos hijos e hijas; y engendró a Coriántum, y ungió a Coriántum para que reinara en su lugar.

22 Y después que hubo ungido a Coriántum para que reinara en su lugar, vivió cuatro años, y gozó de paz en la tierra; sí, aun vio al Hijo de Justicia, y se regocijó, y se glorió en su día; y murió en paz.

23 Y acaeció que Coriántum anduvo por las sendas de su padre, y edificó muchas grandes ciudades, y administró lo que era bueno a su pueblo todos los días de su vida. Y sucedió que no tuvo hijos sino hasta una edad muy avanzada.

24 Y aconteció que murió su esposa, de ciento y dos años de edad. Y sucedió que Coriántum, en su vejez, tomó a una joven por esposa, y engendró hijos e hijas; y vivió hasta ciento cuarenta y dos años de edad.

25 Y aconteció que engendró a Com, y Com reinó en su lugar; y reinó cuarenta y nueve años, y engendró a Het; y engendró también otros hijos e hijas.

26 Y el pueblo se había extendido de nuevo sobre toda la faz de la tierra, y otra vez empezó a haber una iniquidad sumamente grande sobre la faz de la tierra; y Het comenzó a adoptar nuevamente los planes secretos de los tiempos antiguos, para destruir a su padre.

27 Y sucedió que destronó a su padre, pues lo mató con su propia espada; y reinó en su lugar.

28 Y de nuevo llegaron profetas a la tierra, proclamándoles el arrepentimiento, sí, que debían preparar el camino del Señor, o caería una maldición sobre la faz de la tierra; sí, que habría un hambre muy grande, en la que serían destruidos si no se arrepentían.

29 Pero el pueblo no creyó en las palabras de los profetas, sino que los echaron fuera; y arrojaron a algunos en fosos y los dejaron para que muriesen. Y aconteció que hicieron todas estas cosas según el mandato del rey Het.

30

Y ocurrió que empezó a haber una gran escasez en la tierra, y los habitantes empezaron a ser destruidos con suma rapidez por razón de la escasez, pues no había lluvia sobre la faz de la tierra.

31 Y también aparecieron serpientes venenosas sobre la superficie de la tierra, y envenenaron a mucha gente. Y sucedió que sus rebaños empezaron a huir de las serpientes venenosas hacia la tierra del sur, que los nefitas llamaban Zarahemla.

32 Y aconteció que muchos de ellos perecieron en el camino; no obstante, hubo algunos que huyeron a la tierra del sur.

33 Y ocurrió que el Señor hizo que no los persiguieran más las serpientes, sino que obstruyeran el camino para que la gente no pudiera pasar, y para que cualquiera que intentara pasar, cayera por las serpientes venenosas.

34 Y sucedió que el pueblo siguió el rastro de los animales, y devoró los cuerpos muertos de los que caían por el camino hasta que los consumieron todos. Ahora bien, cuando los del pueblo vieron que iban a morir, empezaron a arrepentirse de sus iniquidades, y a clamar al Señor.

35 Y aconteció que cuando se hubieron humillado suficientemente ante el Señor, él envió la lluvia sobre la faz de la tierra; y el pueblo comenzó a revivir, y empezó a haber frutos en las tierras del norte, y en todas las tierras circunvecinas. Y les mostró el Señor su poder para librarlos del hambre.

Capítulo 10

Un rey sucede a otro — Algunos de los reyes son justos; otros son inicuos — Cuando la rectitud prevalece, el Señor bendice al pueblo y lo hace prosperar.

1

Y sucedió que Shez, que era descendiente de Het — pues Het había perecido por motivo del hambre, como también toda su familia, menos Shez — empezó, pues, Shez a restablecer a un pueblo abatido.

2 Y aconteció que Shez recordó la destrucción de sus padres, y estableció un reino justo; porque recordó lo que el Señor había hecho al traer a Jared y a su hermano a través del mar; y anduvo por las sendas del Señor; y engendró hijos e hijas.

3 Y su hijo mayor, que se llamaba Shez, se rebeló contra él; pero Shez fue herido por mano de un ladrón, a causa de sus inmensas riquezas, lo cual de nuevo trajo la paz a su padre.

4 Y sucedió que su padre fundó muchas ciudades sobre la superficie de esa tierra, y el pueblo otra vez comenzó a esparcirse por toda la tierra. Y vivió Shez hasta una edad sumamente avanzada, y engendró a Riplákish, y murió; y Riplákish reinó en su lugar.

5 Y ocurrió que Riplákish no hizo lo que era recto a los ojos del Señor, porque tuvo muchas esposas y concubinas; e impuso sobre los hombros del pueblo lo que era difícil de sobrellevar; sí, les impuso pesados tributos; y con los tributos construyó muchos suntuosos edificios.

6 Y se edificó un trono extremadamente hermoso; y construyó muchas prisiones, y a los que no querían sujetarse a los tributos, los echaba en la prisión; y a quienes no podían pagar tributos, los encerraba en la prisión; y hacía que trabajaran continuamente para su sostén; y al que se negaba a trabajar, hacía que lo mataran.

7 De modo que logró toda su obra exquisita, sí, aun su oro fino hacía que se refinara en la prisión, y hacía que allí fuese elaborada toda suerte de obras preciosas. Y sucedió que afligió al pueblo con sus fornicaciones y sus abominaciones.

8 Y cuando hubo reinado por el espacio de cuarenta y dos años, el pueblo se levantó en rebelión en contra de él; y empezó a haber guerra otra vez en la tierra, al grado de que mataron a Riplákish, y echaron a sus descendientes de la tierra.

9 Y sucedió que después del transcurso de muchos años, Moriantón, que era descendiente de Riplákish, reunió un ejército de desterrados, y fue e hizo la guerra al pueblo, y se apoderó de muchas ciudades; y la guerra se agravó muchísimo, y duró por el espacio de muchos años; y él logró subyugar a toda la tierra, y se estableció como rey de toda la tierra.

10

Y después de haberse establecido como rey, aligeró las cargas del pueblo, con lo cual se atrajo la simpatía del pueblo, y lo ungieron para que fuera su rey.

11 Y obró rectamente con el pueblo, mas no consigo mismo, por motivo de sus muchas fornicaciones; por consiguiente, fue desechado de la presencia del Señor.

12 Y sucedió que Moriantón edificó muchas ciudades, y durante su reinado el pueblo se hizo sumamente rico, tanto en edificios como en oro y plata, y en cosechas de granos, y en hatos y rebaños, y en aquellas cosas que les habían sido restituidas.

13 Y vivió Moriantón hasta una edad muy avanzada, y entonces engendró a Kim; y Kim reinó en lugar de su padre, y reinó ocho años, y murió su padre. Y aconteció que Kim no reinó con rectitud, por lo que no fue favorecido por el Señor.

14 Y su hermano se levantó en rebelión en contra de él, y por este medio lo redujo al cautiverio; y permaneció cautivo todos sus días; y engendró hijos e hijas en el cautiverio; y en su vejez engendró a Leví, y murió.

15 Y ocurrió que Leví sirvió en el cautiverio durante cuarenta y dos años, tras la muerte de su padre. Y le hizo la guerra al rey de la tierra, y por este medio logró para sí el reino.

16 Y después que hubo logrado para sí el reino, hizo lo que era justo a los ojos del Señor; y el pueblo prosperó en la tierra; y él vivió hasta una edad muy avanzada, y engendró hijos e hijas; y también engendró a Corom, a quien ungió por rey en su lugar.

17 Y sucedió que Corom hizo lo que era recto a los ojos del Señor todos sus días; y engendró muchos hijos e hijas; y después de haber vivido muchos años, murió, así como el resto de los de la tierra; y Kish reinó en su lugar.

18 Y ocurrió que Kish también murió, y Lib reinó en su lugar.

19 Y aconteció que Lib también hizo lo que era recto a los ojos del Señor. Y en los días de Lib fueron destruidas las serpientes venenosas; de modo que fueron a las tierras del sur con objeto de procurar alimento para la gente del país, porque la región abundaba en animales del bosque. Y el mismo Lib llegó a ser gran cazador.

20

Y construyeron una ciudad grande cerca de la estrecha lengua de tierra, cerca del paraje donde el mar divide la tierra.

21 Y reservaron la tierra del sur como despoblado para la caza. Y toda la faz de la tierra del norte se hallaba cubierta de habitantes.

22 Y eran sumamente industriosos; y compraban y vendían y traficaban unos con otros, a fin de sacar ganancia.

23 Y trabajaban toda clase de minerales, y elaboraban el oro, la plata, el hierro, el bronce y toda clase de metales; y los sacaban de la tierra; por tanto, levantaron inmensos montones de tierra para obtener minerales, de oro, y de plata, y de hierro, y de cobre; e hicieron toda clase de obras finas.

24 Y tenían sedas y lino finamente tejido; y hacían toda clase de telas para cubrir su desnudez.

25 Y fabricaban toda clase de herramientas para cultivar la tierra, tanto para arar, como para sembrar, para segar, como para azadonar, como también para trillar.

26 Y hacían toda clase de herramientas, con las cuales hacían trabajar sus animales.

27 Y elaboraban toda clase de armas de guerra. Y confeccionaban toda clase de artículos de una elaboración sumamente fina.

28 Y nunca pudo haber un pueblo más bendecido que ellos, ni que hubiera prosperado más por la mano del Señor; y se hallaban en una tierra escogida sobre todas las demás, porque el Señor lo había dicho.

29 Y sucedió que Lib vivió muchos años, y engendró hijos e hijas; y asimismo engendró a Heartom.

30

Y acaeció que Heartom reinó en lugar de su padre. Y cuando Heartom hubo reinado veinticuatro años, he aquí, le fue quitado el reino. Y sirvió muchos años en el cautiverio, sí, aun el resto de sus días.

31 Y engendró a Het; y Het vivió en el cautiverio toda su vida. Y Het engendró a Aarón, y Aarón pasó todos sus días en el cautiverio; y engendró a Amnigadda, y también Amnigadda vivió cautivo todos sus días; y engendró a Coriántum, y Coriántum moró en la cautividad todos sus días; y engendró a Com.

32 Y aconteció que Com se atrajo la mitad del reino. Y cuarenta y dos años reinó sobre la mitad del reino; y salió a la guerra contra el rey Amgid, y lucharon por el término de muchos años, durante los cuales Com venció a Amgid, y logró apoderarse del resto del reino.

33 Y en los días de Com empezó a haber ladrones en la tierra; y adoptaron los planes antiguos, y administraron juramentos a la manera de los antiguos, y procuraron otra vez destruir el reino.

34 Y Com los combatió mucho; sin embargo, no prevaleció sobre ellos.

Capítulo 11

Guerras, disensiones e iniquidad predominan en la vida de los jareditas — Profetas predicen la completa destrucción de los jareditas a menos que se arrepientan — El pueblo rechaza las palabras de los profetas.

1

Y también en los días de Com vinieron muchos profetas, y profetizaron de la destrucción de aquel gran pueblo, a menos que se arrepintieran, se volvieran al Señor, y abandonaran sus asesinatos e iniquidades.

2 Y sucedió que el pueblo rechazó a los profetas, y huyeron a Com para que los protegiera, pues el pueblo quería destruirlos.

3 Y le profetizaron a Com muchas cosas; y fue bendecido todo el resto de sus días.

4 Y vivió hasta una edad muy avanzada, y engendró a Shiblom; y Shiblom reinó en su lugar. Y el hermano de Shiblom se rebeló en contra de él, y empezó a haber una guerra sumamente grande por toda la tierra.

5 Y sucedió que el hermano de Shiblom hizo que mataran a todos los profetas que profetizaban de la destrucción del pueblo;

6 y hubo una gran calamidad en toda la tierra, porque habían testificado que vendría una maldición muy grande sobre esa tierra, y también sobre el pueblo; y que habría una inmensa destrucción entre ellos, como jamás había habido sobre la faz de la tierra, y sus huesos serían como montones de tierra sobre la faz del país, a menos que se arrepintiesen de sus iniquidades.

7 Y no escucharon la voz del Señor por razón de sus inicuas combinaciones; por tanto, empezó a haber guerras y contiendas en toda la tierra, y también muchas hambres y pestilencias, al grado que hubo una gran destrucción como nunca se había conocido sobre la superficie de la tierra; y todo esto aconteció en los días de Shiblom.

8 Y empezó el pueblo a arrepentirse de su iniquidad; y a medida que lo hacían, el Señor tenía misericordia de ellos.

9 Y sucedió que Shiblom fue asesinado, y Set fue reducido al cautiverio; y vivió cautivo todos sus días.

10

Y sucedió que Ahah, su hijo, se apoderó del reino; y reinó sobre el pueblo toda su vida. Y cometió toda clase de iniquidades en sus días, con lo cual hizo que se vertiera mucha sangre; y sus días fueron pocos.

11 Y Etem, que era descendiente de Ahah, tomó posesión del reino; y en sus días también hizo lo que era inicuo.

12 Y sucedió que en los días de Etem llegaron muchos profetas, y profetizaron de nuevo al pueblo; sí, profetizaron que el Señor los destruiría completamente de sobre la faz de la tierra, a menos que se arrepintieran de sus iniquidades.

13 Y acaeció que el pueblo endureció su corazón, y no quiso hacer caso de sus palabras; y los profetas se lamentaron y se retiraron de entre el pueblo.

14 Y sucedió que Etem juzgó inicuamente todos sus días; y engendró a Morón. Y sucedió que Morón reinó en su lugar; y también él hizo lo malo a los ojos del Señor.

15 Y aconteció que surgió una rebelión entre el pueblo, a causa de aquella combinación secreta que se instituyó para adquirir poder y riquezas; y se levantó entre ellos un hombre muy diestro en la iniquidad, y le hizo la guerra a Morón, en la cual conquistó la mitad del reino; y retuvo la mitad del reino por muchos años.

16 Y ocurrió que Morón lo venció y recuperó otra vez el reino.

17 Y aconteció que se levantó otro hombre poderoso; y era descendiente del hermano de Jared.

18 Y sucedió que derrocó a Morón, y se apoderó del reino; de modo que Morón vivió en el cautiverio todo el resto de sus días; y engendró a Coriantor.

19 Y ocurrió que Coriantor vivió en el cautiverio todos sus días.

20

Y en los días de Coriantor también vinieron muchos profetas, y profetizaron cosas grandes y maravillosas; y proclamaron el arrepentimiento al pueblo, y que a menos que se arrepintieran, el Señor Dios ejecutaría juicio contra ellos hasta su completa destrucción;

21 y que el Señor Dios, por su poder, enviaría o traería a otro pueblo a poseer la tierra, del mismo modo que había traído a sus padres.

22 Y ellos rechazaron todas las palabras de los profetas, por causa de su sociedad secreta y sus inicuas abominaciones.

23 Y acaeció que Coriantor engendró a Éter y murió, después de haber vivido en el cautiverio todos sus días.

Capítulo 12

El profeta Éter exhorta al pueblo a creer en Dios — Moroni relata las maravillas y los milagros que se efectúan por medio de la fe — La fe permitió al hermano de Jared ver a Cristo — El Señor da debilidad a los hombres para que sean humildes — Por medio de la fe, el hermano de Jared causó que el monte de Zerín se apartara — La fe, la esperanza y la caridad son esenciales para la salvación — Moroni vio a Jesús cara a cara.

1

Y sucedió que Éter vivió en los días de Coriántumr; y Coriántumr era rey de toda la tierra.

2 Y Éter era profeta del Señor; por tanto, Éter salió en los días de Coriántumr y empezó a profetizar al pueblo, porque no se le podía restringir, debido al Espíritu del Señor que había en él.

3 Porque clamaba desde la mañana hasta la puesta del sol, exhortando a los del pueblo a creer en Dios para arrepentimiento, no fuese que quedaran destruidos, diciéndoles que por medio de la fe todas las cosas se cumplen:

4 de modo que los que creen en Dios pueden tener la firme esperanza de un mundo mejor, sí, aun un lugar a la diestra de Dios; y esta esperanza viene por la fe, proporciona un ancla a las almas de los hombres y los hace seguros y firmes, abundando siempre en buenas obras, siendo impulsados a glorificar a Dios.

5 Y acaeció que Éter profetizó al pueblo cosas grandes y maravillosas, las cuales no creyeron, porque no las veían.

6 Y ahora yo, Moroni, quisiera hablar algo concerniente a estas cosas. Quisiera mostrar al mundo que la fe es las cosas que se esperan y no se ven; por tanto, no contendáis porque no veis, porque no recibís ningún testimonio sino hasta después de la prueba de vuestra fe.

7 Porque fue por la fe que Cristo se manifestó a nuestros padres, después que él hubo resucitado de los muertos; y no se manifestó a ellos sino hasta después que tuvieron fe en él; por consiguiente, fue indispensable que algunos tuvieran fe en él, puesto que no se mostró al mundo.

8 Pero por motivo de la fe de los hombres, él se ha manifestado al mundo, y ha glorificado el nombre del Padre, y preparado un medio por el cual otros pueden ser partícipes del don celestial, para que tengan esperanza en las cosas que no han visto.

9 Por lo tanto, vosotros también podéis tener esperanza, y participar del don, si tan solo tenéis fe.

10

He aquí, fue por la fe que los de la antigüedad fueron llamados según el santo orden de Dios.

11 Por tanto, la ley de Moisés se dio por la fe. Mas en el don de su Hijo, Dios ha preparado un camino más excelente; y es por la fe que se ha cumplido.

12 Porque si no hay fe entre los hijos de los hombres, Dios no puede hacer ningún milagro entre ellos; por tanto, no se mostró sino hasta después de su fe.

13 He aquí, fue la fe de Alma y de Amulek lo que hizo que se derribara la prisión.

14 He aquí, fue la fe de Nefi y de Lehi lo que obró el cambio en los lamanitas, de modo que fueron bautizados con fuego y con el Espíritu Santo.

15 He aquí, fue la fe de Ammón y de sus hermanos lo que obró tan gran milagro entre los lamanitas.

16 Sí, y todos cuantos han obrado milagros los han obrado por la fe, tanto aquellos que fueron antes de Cristo, como los que fueron después de él.

17 Y fue por la fe que los tres discípulos obtuvieron la promesa de que no gustarían la muerte; y no obtuvieron la promesa sino hasta después de tener fe.

18 Y en ningún tiempo persona alguna ha obrado milagros sino hasta después de su fe; por tanto, primero creyeron en el Hijo de Dios.

19 Y hubo muchos cuya fe era tan sumamente fuerte, aun antes de la venida de Cristo, que no se les pudo impedir penetrar el velo, sino que realmente vieron con sus propios ojos las cosas que habían visto con el ojo de la fe; y se regocijaron.

20

Y he aquí, hemos visto en estos anales que uno de estos fue el hermano de Jared; porque tan grande era su fe en Dios, que cuando Dios extendió su dedo, no lo pudo ocultar de la vista del hermano de Jared, por motivo de la palabra que le había hablado, palabra que había logrado por medio de la fe.

21 Y después que el hermano de Jared hubo visto el dedo del Señor, debido a la promesa que por la fe había obtenido el hermano de Jared, el Señor no pudo ocultarle nada de su vista; por consiguiente, le mostró todas las cosas, porque ya no se le podía mantener fuera del velo.

22 Y es por la fe que mis padres han obtenido la promesa de que estas cosas han de llegar a sus hermanos por medio de los gentiles; por tanto, el Señor me ha mandado, sí, aun Jesucristo mismo.

23 Y le dije: Señor, los gentiles se burlarán de estas cosas, debido a nuestra debilidad en escribir; porque tú, Señor, nos has hecho fuertes en palabras por la fe, pero no nos has hecho fuertes para escribir; porque concediste que todos los de este pueblo declarasen mucho, por motivo del Espíritu Santo que tú les has dado;

24 y tú has hecho que no podamos escribir sino poco, a causa de la torpeza de nuestras manos. He aquí, no nos has hecho fuertes en escribir, como al hermano de Jared; porque le concediste que las cosas que él escribiera fuesen tan potentes como tú lo eres, al grado de dominar al hombre al leerlas.

25 También has hecho grandes y potentes nuestras palabras, al grado de que no las podemos escribir; así que, cuando escribimos, vemos nuestra debilidad, y tropezamos por la manera de colocar nuestras palabras; y temo que los gentiles se burlen de nuestras palabras.

26 Y cuando hube dicho esto, el Señor me habló, diciendo: Los insensatos hacen burla, mas se lamentarán; y mi gracia es suficiente para los mansos, para que no saquen provecho de vuestra debilidad;

27 y si los hombres vienen a mí, les mostraré su debilidad. Doy a los hombres debilidad para que sean humildes; y basta mi gracia a todos los hombres que se humillan ante mí; porque si se humillan ante mí, y tienen fe en mí, entonces haré que las cosas débiles sean fuertes para ellos.

28 He aquí, mostraré a los gentiles su debilidad, y les mostraré que la fe, la esperanza y la caridad conducen a mí, la fuente de toda rectitud.

29 Y yo, Moroni, habiendo oído estas palabras, me consolé, y dije: ¡Oh Señor, hágase tu justa voluntad!, porque sé que obras con los hijos de los hombres según su fe;

30

porque el hermano de Jared dijo al monte de Zerín: ¡Apártate!; y se apartó. Y si él no hubiera tenido fe, el monte no se habría movido; por tanto, tú obras después que los hombres tienen fe.

31 Pues así te manifestaste a tus discípulos; porque después que tuvieron fe y hablaron en tu nombre, te mostraste a ellos con gran poder.

32 Y también me acuerdo de que has dicho que tienes preparada una morada para el hombre, sí, entre las mansiones de tu Padre, en lo cual el hombre puede tener una esperanza más excelente; por tanto, el hombre debe tener esperanza, o no puede recibir una herencia en el lugar que tú has preparado.

33 Y además, recuerdo que tú has dicho que has amado al mundo, aun al grado de dar tu vida por el mundo, a fin de volverla a tomar, con objeto de preparar un lugar para los hijos de los hombres.

34 Y ahora sé que este amor que has tenido por los hijos de los hombres es la caridad; por tanto, a menos que los hombres tengan caridad, no pueden heredar ese lugar que has preparado en las mansiones de tu Padre.

35 Por lo que sé, por esto que has dicho, que si los gentiles no tienen caridad, por motivo de nuestra debilidad, tú los probarás y les quitarás su talento, sí, aun lo que hayan recibido, y lo darás a los que tengan más abundantemente.

36 Y sucedió que le imploré al Señor que diera gracia a los gentiles, para que tuvieran caridad.

37 Y aconteció que el Señor me dijo: Si no tienen caridad, es cosa que nada tiene que ver contigo; tú has sido fiel; por tanto, tus vestidos estarán limpios. Y porque has visto tu debilidad, serás fortalecido, aun hasta sentarte en el lugar que he preparado en las mansiones de mi Padre.

38 Y ahora yo, Moroni, me despido de los gentiles, sí, y también de mis hermanos a quienes amo, hasta que nos encontremos ante el tribunal de Cristo, donde todos los hombres sabrán que mis vestidos no se han manchado con vuestra sangre.

39 Y entonces sabréis que he visto a Jesús, y que él ha hablado conmigo cara a cara, y que me dijo con sencilla humildad, en mi propio idioma, así como un hombre lo dice a otro, concerniente a estas cosas.

40

Y no he escrito sino unas pocas, a causa de mi debilidad en escribir.

41 Y ahora quisiera exhortaros a buscar a este Jesús de quien han escrito los profetas y apóstoles, a fin de que la gracia de Dios el Padre, y también del Señor Jesucristo, y del Espíritu Santo, que da testimonio de ellos, esté y permanezca en vosotros para siempre jamás. Amén.

Capítulo 13

Éter habla de una Nueva Jerusalén que edificaría en América la posteridad de José — Profetiza, lo echan fuera, escribe la historia de los jareditas y predice la destrucción de estos — La guerra se extiende por toda la tierra.

1

Y ahora yo, Moroni, procedo a concluir mi relato concerniente a la destrucción del pueblo del cual he estado escribiendo.

2 Pues he aquí, rechazaron todas las palabras de Éter; porque él verdaderamente les habló de todas las cosas, desde el principio del hombre; y de que después que se hubieron retirado las aguas de la superficie de esta tierra, llegó a ser una tierra escogida sobre todas las demás, una tierra escogida del Señor; por tanto, el Señor quiere que lo sirvan a él todos los hombres que habiten sobre la faz de ella;

3 y de que era el sitio de la Nueva Jerusalén que descendería del cielo, y el santo santuario del Señor.

4 He aquí, Éter vio los días de Cristo, y habló de una Nueva Jerusalén sobre esta tierra.

5 Y habló también concerniente a la casa de Israel, y la Jerusalén de donde Lehi habría de venir —que después que fuese destruida, sería reconstruida, una ciudad santa para el Señor; por tanto, no podría ser una nueva Jerusalén, porque ya había existido en la antigüedad; pero sería reconstruida, y llegaría a ser una ciudad santa del Señor; y sería edificada para la casa de Israel—

6 y que sobre esta tierra se edificaría una Nueva Jerusalén para el resto de la posteridad de José, para lo cual ha habido un símbolo.

7 Porque así como José llevó a su padre a la tierra de Egipto, de modo que allí murió, el Señor consiguientemente sacó a un resto de la descendencia de José de la tierra de Jerusalén, para ser misericordioso con la posteridad de José, a fin de que no pereciera, tal como fue misericordioso con el padre de José para que no pereciera.

8 De manera que el resto de los de la casa de José se establecerán sobre esta tierra, y será la tierra de su herencia; y levantarán una ciudad santa para el Señor, semejante a la Jerusalén antigua; y no serán confundidos más, hasta que llegue el fin, cuando la tierra deje de ser.

9 Y habrá un cielo nuevo, y una tierra nueva; y serán semejantes a los antiguos, salvo que los antiguos habrán dejado de ser, y todas las cosas se habrán vuelto nuevas.

10

Y entonces viene la Nueva Jerusalén; y benditos son los que moren en ella, porque son aquellos cuyos vestidos son hechos blancos mediante la sangre del Cordero; y son ellos los que están contados entre el resto de los de la posteridad de José, que eran de la casa de Israel.

11 Y entonces viene también la antigua Jerusalén; y benditos son sus habitantes, porque han sido lavados en la sangre del Cordero; y son los que fueron esparcidos y recogidos de las cuatro partes de la tierra y de los países del norte, y participan del cumplimiento del convenio que Dios hizo con Abraham, su padre.

12 Y cuando sucedan estas cosas, se cumplirá la Escritura que dice: Hay quienes fueron los primeros, que serán los postreros; y quienes fueron los postreros, que serán los primeros.

13 Y estaba a punto de escribir más, pero me está prohibido; pero grandes y maravillosas fueron las profecías de Éter; mas los del pueblo lo tuvieron en poco y lo echaron fuera; y él se ocultaba en el hueco de una roca durante el día, y salía de noche para ver las cosas que sobrevendrían al pueblo.

14 Y mientras vivía en el hueco de una roca, anotó el resto de esta historia, presenciando de noche las destrucciones que descendían sobre el pueblo.

15 Y sucedió que en ese mismo año en que lo echaron de entre el pueblo, empezó una guerra muy grande entre el pueblo, porque hubo muchos que se levantaron, los cuales eran hombres poderosos, e intentaron destruir a Coriántumr por medio de sus secretos planes de iniquidad, de que ya se ha hablado.

16 Y Coriántumr, habiéndose adiestrado en todas las artes de guerra, y en toda la astucia del mundo, combatió, por tanto, a los que trataban de destruirlo.

17 Pero no se arrepintió, ni tampoco sus bellos hijos e hijas; ni los bellos hijos e hijas de Cohor; ni los bellos hijos e hijas de Corihor; y en fin, no hubo ninguno de los bellos hijos e hijas sobre la faz de toda la tierra que se arrepintiese de sus pecados.

18 Aconteció, pues, que en el primer año en que moró Éter en la cavidad de la roca, hubo mucha gente que murió por la espada de aquellas combinaciones secretas, que peleaban contra Coriántumr para lograr apoderarse del reino.

19 Y sucedió que los hijos de Coriántumr combatieron mucho y se desangraron mucho.

20

Y en el segundo año, la palabra del Señor vino a Éter de que debía ir y profetizar a Coriántumr que si se arrepentía él, y toda su casa, el Señor le daría el reino y perdonaría la vida a los del pueblo;

21 de lo contrario, serían destruidos, así como toda su casa, con excepción de él. Y él viviría solamente para presenciar el cumplimiento de las profecías que se habían hablado concernientes a otro pueblo que recibiría la tierra por herencia suya; y Coriántumr sería sepultado por ellos; y toda alma sería destruida, salvo Coriántumr.

22 Y sucedió que Coriántumr no se arrepintió, ni los de su casa, ni los del pueblo; y las guerras no cesaron; e intentaron matar a Éter, pero él huyó de ellos y se refugió otra vez en la cavidad de la roca.

23 Y sucedió que se levantó Shared, el cual también hizo la guerra a Coriántumr; y lo derrotó, al grado de que en el tercer año lo redujo al cautiverio.

24 Y en el cuarto año, los hijos de Coriántumr vencieron a Shared, y de nuevo entregaron el reino a su padre.

25 Y empezó a haber guerra sobre toda la superficie de la tierra, cada cual, con su banda, combatiendo por lo que deseaba.

26 Y había ladrones, y en resumen, toda clase de iniquidades sobre toda la faz de la tierra.

27 Y aconteció que Coriántumr estaba irritado en extremo contra Shared, y marchó a la batalla contra él con sus ejércitos; y con gran ira tuvieron un encuentro, y fue en el valle de Gilgal; y la batalla se agravó muchísimo.

28 Y ocurrió que Shared peleó contra él por el término de tres días. Y sucedió que Coriántumr lo derrotó y lo persiguió hasta que llegó a las llanuras de Heslón.

29 Y aconteció que Shared de nuevo le salió a la batalla en las llanuras; y he aquí, venció a Coriántumr, y lo hizo retroceder hasta el valle de Gilgal.

30

Y Coriántumr volvió a la batalla contra Shared en el valle de Gilgal, en la cual derrotó a Shared y lo mató.

31 Y Shared hirió a Coriántumr en el muslo, por lo que no salió a la batalla por el término de dos años, durante los cuales toda la gente sobre la faz de la tierra estaba derramando sangre, y no había quien la detuviera.

Capítulo 14

La iniquidad del pueblo trae una maldición sobre la tierra — Coriántumr emprende la guerra contra Gilead, después contra Lib y después contra Shiz — Sangre y mortandad cubren la tierra.

1

Y empezó a haber una grande maldición sobre toda la tierra a causa de la iniquidad del pueblo, por lo cual, si un hombre dejaba su herramienta o espada sobre su alacena, o en el lugar donde solía guardarla, he aquí, a la mañana siguiente, no la podía encontrar, tan grande era la maldición sobre esa tierra.

2 Así que todo hombre tomó entre sus manos lo que era suyo, y ni pedía prestado ni prestaba; y todo hombre conservaba el puño de su espada en su mano derecha, en defensa de su propiedad, su vida y la de sus esposas e hijos.

3 Y ahora bien, después del espacio de dos años, y después de la muerte de Shared, he aquí, se levantó el hermano de Shared y fue a la batalla contra Coriántumr, en la cual este lo venció y lo persiguió hasta el desierto de Akish.

4 Y acaeció que el hermano de Shared le dio batalla en el desierto de Akish; y la lucha se agravó en extremo, y muchos miles cayeron por la espada.

5 Y sucedió que Coriántumr le puso sitio en el desierto; y el hermano de Shared salió del desierto durante la noche, y mató a una parte del ejército de Coriántumr, mientras estaban borrachos.

6 Y avanzó a la tierra de Morón, y se colocó sobre el trono de Coriántumr.

7 Y sucedió que Coriántumr moró con su ejército en el desierto por el término de dos años, y durante este tiempo recibió gran fuerza para su ejército.

8 Y el hermano de Shared, que se llamaba Gilead, también recibió gran fuerza para su ejército, por causa de las combinaciones secretas.

9 Y aconteció que su sumo sacerdote lo asesinó mientras se hallaba sentado sobre el trono.

10

Y sucedió que a él lo asesinó uno de los miembros de las combinaciones secretas en un paso oculto, y obtuvo el reino para sí; y se llamaba Lib, y era un hombre de gran estatura, mayor que la de cualquier otro hombre entre todo el pueblo.

11 Y aconteció que en el primer año de Lib, Coriántumr subió a la tierra de Morón y dio batalla a Lib.

12 Y acaeció que sostuvo una lucha con Lib, en la cual Lib le asestó un golpe en el brazo y lo dejó herido; no obstante, el ejército de Coriántumr arremetió contra Lib, por lo que este huyó hacia la frontera a orillas del mar.

13 Y ocurrió que Coriántumr lo persiguió; y Lib le hizo frente a orillas del mar.

14 Y sucedió que Lib hirió al ejército de Coriántumr, de modo que huyeron de nuevo al desierto de Akish.

15 Y sucedió que Lib lo persiguió hasta que llegó a las llanuras de Agosh. Y Coriántumr se había llevado consigo a todo el pueblo mientras huía de Lib en aquella parte de la tierra por donde huía.

16 Y cuando llegó a las llanuras de Agosh, dio batalla a Lib, y lo hirió hasta que murió; no obstante, el hermano de Lib vino contra Coriántumr en su lugar, y la batalla se agravó en extremo, por lo cual Coriántumr huyó otra vez delante del ejército del hermano de Lib.

17 Y el nombre del hermano de Lib era Shiz. Y sucedió que Shiz persiguió a Coriántumr, y destruyó muchas ciudades; y mataba tanto a mujeres como a niños, e incendiaba las ciudades.

18 Y el temor a Shiz se esparció por toda la tierra; sí, por toda la tierra se oía el grito: ¿Quién puede resistir al ejército de Shiz? ¡He aquí, barre la tierra por donde pasa!

19 Y sucedió que los del pueblo empezaron a congregarse en ejércitos por toda la superficie de la tierra.

20

Y se dividieron; y parte de ellos huyeron al ejército de Shiz, y parte de ellos al ejército de Coriántumr.

21 Y tan grande y tan larga había sido la guerra, y tanto había durado aquel cuadro de efusión de sangre y mortandad, que toda la superficie de la tierra se hallaba cubierta de cadáveres.

22 Y tan rápida y acelerada era la guerra, que no quedaba nadie para sepultar a los muertos, sino que marchaban de una efusión de sangre a otra, dejando los cadáveres, tanto de hombres como de mujeres y de niños, tirados a flor de tierra, para convertirse en presa de los gusanos de la carne.

23 Y el hedor se extendió por la faz de la tierra, sí, por toda la superficie de la tierra; por lo que el pueblo se sintió molesto de día y de noche por causa del mal olor.

24 No obstante, Shiz no cesó de perseguir a Coriántumr; porque había jurado vengarse de Coriántumr por la sangre de su hermano que había sido muerto; y la voz del Señor que llegó a Éter fue que Coriántumr no caería por la espada.

25 Y así vemos que el Señor los visitó con la plenitud de su ira, y su iniquidad y abominaciones habían preparado la vía para su eterna destrucción.

26 Y sucedió que Shiz persiguió a Coriántumr hacia el este, aun hasta las fronteras junto al mar, y allí combatió a Shiz por el espacio de tres días.

27 Y tan terrible fue la destrucción entre los ejércitos de Shiz, que las gentes empezaron a tener miedo, y comenzaron a huir ante los ejércitos de Coriántumr; y huyeron a la tierra de Corihor, y exterminaban a los habitantes delante de ellos, a todos los que no querían unirse a ellos.

28 Y plantaron sus tiendas en el valle de Corihor; y Coriántumr plantó las suyas en el valle de Shurr. Este valle de Shurr estaba situado cerca del cerro Comnor; por tanto, Coriántumr reunió a sus ejércitos sobre el cerro Comnor, e hizo tocar la trompeta a los ejércitos de Shiz para invitarlos al combate.

29 Y sucedió que avanzaron, pero fueron rechazados; y volvieron por segunda vez, y de nuevo fueron rechazados. Y sucedió que llegaron por tercera vez, y el combate se agravó en extremo.

30

Y aconteció que Shiz hirió a Coriántumr de modo que le ocasionó muchas heridas profundas; y se desmayó Coriántumr por la pérdida de sangre, y lo llevaron como si estuviese muerto.

31 Y tan grande fue la pérdida de hombres, mujeres y niños en ambos partidos, que Shiz dio órdenes a su pueblo de no perseguir a los ejércitos de Coriántumr; de modo que se volvieron a su campamento.

Capítulo 15

Millones de jareditas mueren en las batallas — Shiz y Coriántumr reúnen a toda la gente para un combate mortal — El Espíritu del Señor deja de luchar con ellos — La nación jaredita es completamente destruida — Solo Coriántumr queda con vida.

1

Y ocurrió que cuando Coriántumr se hubo recuperado de sus heridas, empezó a recordar las palabras que Éter le había hablado.

2 Vio que ya habían sido muertos por la espada cerca de dos millones de los de su pueblo, y empezó a afligírsele el corazón; sí, habían sido muertos dos millones de hombres valientes, y también sus esposas y sus hijos.

3 Y empezó a arrepentirse del mal que había hecho; empezó a recordar las palabras que por boca de todos los profetas se habían hablado, y vio que hasta entonces se habían cumplido sin faltar un ápice; y su alma se afligió y no quiso ser consolada.

4 Y acaeció que escribió una epístola a Shiz, pidiéndole que perdonara al pueblo, y él renunciaría al reino por consideración a las vidas de los del pueblo.

5 Y aconteció que cuando Shiz hubo recibido su epístola, él escribió una epístola a Coriántumr, de que si se entregaba, a fin de que él lo matara con su propia espada, perdonaría la vida de los del pueblo.

6 Y sucedió que el pueblo no se arrepintió de su iniquidad; y la gente de Coriántumr se llenó de ira contra la gente de Shiz; y la gente de Shiz se llenó de ira contra la gente de Coriántumr; por lo que la gente de Shiz fue a la batalla contra la de Coriántumr.

7 Y cuando Coriántumr vio que estaba a punto de caer, de nuevo huyó delante de la gente de Shiz.

8 Y aconteció que llegó a las aguas de Ripliáncum, que interpretado significa grande, o que sobrepuja a todo; así que al llegar a estas aguas, plantaron sus tiendas; y Shiz también plantó sus tiendas cerca de ellos; y, por tanto, al día siguiente salieron al combate.

9 Y sucedió que se libró una batalla sumamente violenta, en la cual Coriántumr fue herido de nuevo, y se desmayó por la pérdida de sangre.

10

Y ocurrió que los ejércitos de Coriántumr arremetieron contra los hombres de Shiz, de modo que los vencieron y los hicieron retroceder ante ellos; y huyeron hacia el sur, y plantaron sus tiendas en un lugar llamado Ogat.

11 Y aconteció que el ejército de Coriántumr plantó sus tiendas junto al cerro Rama; y era el mismo cerro en donde mi padre Mormón ocultó los anales que eran sagrados, para los fines del Señor.

12 Y sucedió que reunieron a toda la gente que no había perecido sobre toda la faz de la tierra, con excepción de Éter.

13 Y aconteció que Éter presenció todos los hechos del pueblo; y vio que la gente que estaba por Coriántumr se juntó al ejército de Coriántumr; y que la gente que estaba por Shiz se unió al ejército de Shiz.

14 De manera que durante cuatro años estuvieron recogiendo al pueblo, a fin de juntar a todos los que se hallaban sobre la superficie de la tierra, y para recibir cuanta fuerza les fuera posible lograr.

15 Y sucedió que cuando todos se hubieron unido, cada cual al ejército que prefería, con sus esposas y sus hijos —habiendo armado a los hombres, así como a las mujeres y a los niños, con armas de guerra, con escudos, y petos, y cascos, y estando vestidos para la guerra— marcharon el uno contra el otro a la batalla; y lucharon todo ese día, y no triunfaron.

16 Y aconteció que al llegar la noche, se hallaban rendidos de cansancio y se retiraron a sus campamentos; y después que se hubieron retirado a sus campamentos, empezaron a gemir y a lamentarse por los que habían muerto entre su pueblo; y tan grandes eran sus gritos, gemidos y lamentos, que hendían el aire en sumo grado.

17 Y sucedió que a la mañana siguiente de nuevo salieron a la batalla; y grande y terrible fue aquel día; sin embargo, no triunfaron; y cuando llegó la noche, otra vez hendieron el aire con sus lamentos, sus gritos y gemidos por la pérdida de los que habían muerto de su pueblo.

18 Y sucedió que Coriántumr de nuevo escribió una epístola a Shiz, pidiendo que no volviera al combate, sino que tomara el reino y perdonara la vida de los del pueblo.

19 Y he aquí, el Espíritu del Señor había dejado de luchar con ellos, y Satanás se había apoderado completamente de sus corazones; porque se habían entregado a la dureza de sus corazones y a la ceguedad de sus mentes, a fin de que fuesen destruidos; por tanto, volvieron a la batalla.

20

Y ocurrió que combatieron todo ese día, y al llegar la noche durmieron sobre sus espadas.

21 Y a la mañana siguiente lucharon hasta que llegó la noche.

22 Y cuando llegó la noche, estaban ebrios de ira, así como el hombre que está borracho de vino; y de nuevo durmieron sobre sus espadas.

23 Y a la mañana siguiente volvieron a luchar; y cuando llegó la noche, todos habían caído por la espada salvo cincuenta y dos de la gente de Coriántumr, y sesenta y nueve de la gente de Shiz.

24 Y sucedió que durmieron sobre sus espadas aquella noche, y a la mañana siguiente reanudaron el combate, y lucharon con todas sus fuerzas con sus espadas y sus escudos todo ese día.

25 Y cuando llegó la noche quedaban treinta y dos de la gente de Shiz, y veintisiete de la gente de Coriántumr.

26 Y sucedió que comieron y durmieron, y se prepararon para morir a la mañana siguiente. Y eran hombres grandes y fuertes en cuanto a la fuerza del hombre.

27 Y ocurrió que pelearon por el espacio de tres horas, y cayeron desmayados por la pérdida de sangre.

28 Y aconteció que, habiéndose recobrado lo suficiente para caminar, los hombres de Coriántumr estaban a punto de huir por sus vidas; pero he aquí, se levantó Shiz, y también sus hombres, y juró en su ira que mataría a Coriántumr o perecería por la espada.

29 Por tanto, los persiguió, y a la mañana siguiente los alcanzó; y pelearon otra vez con sus espadas. Y aconteció que cuando todos hubieron caído por la espada, menos Coriántumr y Shiz, he aquí, Shiz se había desmayado por la pérdida de sangre.

30

Y ocurrió que después de haberse apoyado Coriántumr sobre su espada, de modo que descansó un poco, le cortó la cabeza a Shiz.

31 Y sucedió que después que le hubo cortado a Shiz la cabeza, este se alzó sobre sus manos y cayó; y después de esforzarse por alcanzar aliento, murió.

32 Y aconteció que Coriántumr cayó a tierra, y se quedó como si no tuviera vida.

33 Y el Señor habló a Éter y le dijo: Sal. Y salió, y vio que se habían cumplido todas las palabras del Señor; y concluyó sus anales (y ni la centésima parte he escrito yo); y los escondió de tal modo que el pueblo de Limhi los encontró.

34 Y las últimas palabras que Éter escribió son estas: Si el Señor quiere que yo sea trasladado, o que sufra la voluntad del Señor en la carne, no importa, con tal que yo me salve en el reino de Dios. Amén.

El Libro de Moroni

Capítulo 1

Moroni escribe para el beneficio de los lamanitas — Se mata a todo nefita que no niegue al Cristo. Aproximadamente 401–421 d.C.

1

Ahora bien, yo, Moroni, después de haber acabado de compendiar los anales del pueblo de Jared, había pensado no escribir más, pero no he perecido todavía; y no me doy a conocer a los lamanitas, no sea que me destruyan.

2 Porque he aquí, sus guerras entre ellos mismos son extremadamente furiosas; y por motivo de su odio, matan a todo nefita que no niegue al Cristo.

3 Y yo, Moroni, no negaré al Cristo; de modo que ando errante por donde puedo, para proteger mi propia vida.

4 Por consiguiente, escribo unas pocas cosas más, contrario a lo que había supuesto; porque había pensado no escribir más; pero escribo unas cuantas cosas más, que tal vez sean de valor a mis hermanos los lamanitas en algún día futuro, según la voluntad del Señor.

Capítulo 2

Jesús dio a los doce discípulos nefitas poder para conferir el don del Espíritu Santo. Aproximadamente 401–421 d.C.

1

Las palabras de Cristo, las cuales habló a sus discípulos, los doce que había escogido, al imponerles las manos.

2 Y los llamó por su nombre, diciendo: Pediréis al Padre en mi nombre, con poderosa oración; y después que hayáis hecho esto, tendréis poder para que a aquel a quien impongáis las manos, le confiráis el Espíritu Santo; y en mi nombre lo conferiréis, porque así lo hacen mis apóstoles.

3 Y Cristo les habló estas palabras al tiempo de su primera aparición; y la multitud no las oyó, mas los discípulos sí las oyeron; y sobre todos aquellos a los que impusieron las manos, descendió el Espíritu Santo.

Capítulo 3

Los élderes ordenan presbíteros y maestros mediante la imposición de manos. Aproximadamente 401–421 d.C.

1

La forma en que los discípulos, que eran llamados los élderes de la iglesia, ordenaban presbíteros y maestros:

2 Después de haber orado al Padre en el nombre de Cristo, les imponían las manos, y decían:

3 En el nombre de Jesucristo, te ordeno para que seas presbítero (o si fuera maestro, te ordeno para que seas maestro) para predicar el arrepentimiento y la remisión de pecados, por medio de Jesucristo, mediante la perseverancia en la fe en su nombre hasta el fin. Amén.

4 Y de este modo ordenaban presbíteros y maestros, según los dones y llamamientos de Dios a los hombres; y los ordenaban por el poder del Espíritu Santo que había en ellos.

Capítulo 4

Se expone la forma en que los élderes y los presbíteros administran el pan sacramental. Aproximadamente 401–421 d.C.

1

La forma en que sus élderes y presbíteros administraban la carne y la sangre de Cristo a la iglesia; y las administraban de acuerdo con los mandamientos de Cristo; por tanto, sabemos que la manera es correcta; y el élder o el presbítero las administraba.

2 Y se arrodillaban con la iglesia, y oraban al Padre en el nombre de Cristo, diciendo:

3 Oh Dios, Padre Eterno, en el nombre de Jesucristo, tu Hijo, te pedimos que bendigas y santifiques este pan para las almas de todos los que participen de él, para que lo coman en memoria del cuerpo de tu Hijo, y testifiquen ante ti, oh Dios, Padre Eterno, que están dispuestos a tomar sobre sí el nombre de tu Hijo, y a recordarle siempre, y a guardar sus mandamientos que él les ha dado, para que siempre puedan tener su Espíritu consigo. Amén.

Capítulo 5

Se expone la forma de administrar el vino sacramental. Aproximadamente 401–421 d.C.

1

La manera de administrar el vino. He aquí, tomaban la copa y decían:

2 Oh Dios, Padre Eterno, en el nombre de Jesucristo, tu Hijo, te pedimos que bendigas y santifiques este vino para las almas de todos los que lo beban, para que lo hagan en memoria de la sangre de tu Hijo, que por ellos se derramó; para que testifiquen ante ti, oh Dios, Padre Eterno, que siempre se acuerdan de él, para que puedan tener su Espíritu consigo. Amén.

Capítulo 6

Las personas que se arrepienten son bautizadas y hermanadas en la Iglesia — Los miembros de la Iglesia que se arrepienten son perdonados — Las reuniones se dirigen por el poder del Espíritu Santo. Aproximadamente 401–421 d.C.

1

Y ahora hablo concerniente al bautismo. He aquí, eran bautizados élderes, presbíteros y maestros; y no eran bautizados a menos que dieran frutos apropiados para manifestar que eran dignos de ello.

2 Ni tampoco recibían a nadie para el bautismo, a menos que viniese con un corazón quebrantado y un espíritu contrito, y testificase a la iglesia que verdaderamente se había arrepentido de todos sus pecados.

3 Y a nadie recibían para el bautismo, a menos que tomara sobre sí el nombre de Cristo, teniendo la determinación de servirle hasta el fin.

4 Y después que habían sido recibidos por el bautismo, y el poder del Espíritu Santo había obrado en ellos y los había purificado, eran contados entre los del pueblo de la iglesia de Cristo; y se inscribían sus nombres, a fin de que se hiciese memoria de ellos y fuesen nutridos por la buena palabra de Dios, para guardarlos en la vía correcta, para conservarlos continuamente atentos a orar, confiando solamente en los méritos de Cristo, que era el autor y perfeccionador de su fe.

5 Y la iglesia se reunía a menudo para ayunar y orar, y para hablar unos con otros concerniente al bienestar de sus almas.

6 Y se reunían con frecuencia para participar del pan y vino, en memoria del Señor Jesús.

7 Y se esforzaban estrictamente por que no hubiese iniquidad entre ellos; y a quienes hallaban que habían cometido iniquidad, y eran condenados ante los élderes por tres testigos de la iglesia, y si no se arrepentían ni confesaban, sus nombres eran borrados, y no eran contados entre el pueblo de Cristo.

8 Mas cuantas veces se arrepentían y pedían perdón, con verdadera intención, se les perdonaba.

9 Y los de la iglesia dirigían sus reuniones de acuerdo con las manifestaciones del Espíritu, y por el poder del Espíritu Santo; porque conforme los guiaba el poder del Espíritu Santo, bien fuese predicar, o exhortar, orar, suplicar o cantar, así se hacía.

Capítulo 7

Se hace la invitación a entrar en el reposo del Señor — Orad con verdadera intención — El Espíritu de Cristo habilita a los hombres para discernir el bien del mal — Satanás persuade a los hombres a negar a Cristo y hacer lo malo — Los profetas manifiestan la venida de Cristo — Por medio de la fe, se efectúan los milagros y los ángeles ministran — Los hombres deben tener la esperanza de obtener la vida eterna y deben allegarse a la caridad. Aproximadamente 401–421 d.C.

1

Y ahora yo, Moroni, escribo unas pocas de las palabras que mi padre Mormón habló concernientes a la fe, a la esperanza y a la caridad; porque de esta manera habló al pueblo, mientras les enseñaba en la sinagoga que habían construido como sitio donde adorar.

2 Y ahora yo, Mormón, os hablo a vosotros, amados hermanos míos; y es por la gracia de Dios el Padre, y nuestro Señor Jesucristo, y su santa voluntad, debido al don del llamamiento que me hizo, que se me permite hablaros en esta ocasión.

3 Por tanto, quisiera hablaros a vosotros que sois de la iglesia, que sois los pacíficos discípulos de Cristo, y que habéis logrado la esperanza necesaria mediante la cual podéis entrar en el reposo del Señor, desde ahora en adelante, hasta que tengáis reposo con él en el cielo.

4 Y juzgo esto de vosotros, mis hermanos, por razón de vuestra conducta pacífica para con los hijos de los hombres.

5 Porque me acuerdo de la palabra de Dios, que dice: Por sus obras los conoceréis; porque si sus obras son buenas, ellos también son buenos.

6 Porque he aquí, Dios ha dicho que un hombre, siendo malo, no puede hacer lo que es bueno; porque si presenta una ofrenda, o si ora a Dios, a menos que lo haga con verdadera intención, de nada le aprovecha.

7 Porque he aquí, no se le cuenta como obra buena.

8 Pues he aquí, si un hombre, siendo malo, presenta una ofrenda, lo hace de mala gana; de modo que le es contado como si hubiese retenido la ofrenda; por tanto, se le tiene por malo ante Dios.

9 E igualmente le es contado por mal a un hombre si ora y no lo hace con verdadera intención de corazón; sí, y nada le aprovecha, porque Dios no recibe a ninguno de estos.

10

Por tanto, un hombre, siendo malo, no puede hacer lo que es bueno; ni presentará una ofrenda buena.

11 Porque he aquí, una fuente amarga no puede dar agua buena; ni tampoco puede una fuente buena dar agua amarga; de modo que si un hombre es siervo del diablo, no puede seguir a Cristo; y si sigue a Cristo, no puede ser siervo del diablo.

12 Por consiguiente, todo lo que es bueno viene de Dios, y lo que es malo viene del diablo; porque el diablo es enemigo de Dios, y lucha contra él continuamente, e invita e induce a pecar y a hacer lo que es malo sin cesar.

13 Mas he aquí, lo que es de Dios invita e induce a hacer lo bueno continuamente; de manera que todo aquello que invita e induce a hacer lo bueno, y a amar a Dios y a servirle, es inspirado por Dios.

14 Tened cuidado, pues, amados hermanos míos, de que no juzguéis que lo que es malo sea de Dios, ni que lo que es bueno y de Dios sea del diablo.

15 Pues he aquí, mis hermanos, os es concedido juzgar, a fin de que podáis discernir el bien del mal; y la manera de juzgar es tan clara, a fin de que sepáis con un perfecto conocimiento, como la luz del día lo es de la obscuridad de la noche.

16 Pues he aquí, a todo hombre se da el Espíritu de Cristo para que sepa discernir el bien del mal; por tanto, os muestro la manera de juzgar; porque toda cosa que invita a hacer lo bueno, y persuade a creer en Cristo, es enviada por el poder y el don de Cristo, por lo que sabréis, con un conocimiento perfecto, que es de Dios.

17 Pero cualquier cosa que persuade a los hombres a hacer lo malo, y a no creer en Cristo, y a negarlo, y a no servir a Dios, entonces sabréis, con un conocimiento perfecto, que es del diablo; porque de este modo obra el diablo, porque él no persuade a ningún hombre a hacer lo bueno, no, ni a uno solo; ni lo hacen sus ángeles; ni los que a él se sujetan.

18 Ahora bien, mis hermanos, en vista de que conocéis la luz por la cual podéis juzgar, la cual es la luz de Cristo, cuidaos de juzgar equivocadamente; porque con el mismo juicio con que juzguéis, seréis también juzgados.

19 Por tanto, os suplico, hermanos, que busquéis diligentemente en la luz de Cristo, para que podáis discernir el bien del mal; y si os aferráis a todo lo bueno, y no lo condenáis, ciertamente seréis hijos de Cristo.

20

Y ahora bien, hermanos míos, ¿cómo es posible que os aferréis a todo lo bueno?

21 Ahora llegamos a esa fe de la cual dije que hablaría; y os indicaré la forma en que podéis aferraros a todo lo bueno.

22 Porque he aquí, sabiendo Dios todas las cosas, dado que existe de eternidad en eternidad, he aquí, él envió ángeles para ministrar a los hijos de los hombres, para manifestar concerniente a la venida de Cristo; y que en Cristo habría de venir todo lo bueno.

23 Y Dios también declaró a los profetas, por su propia boca, que Cristo vendría.

24 Y he aquí, de diversos modos manifestó cosas que eran buenas a los hijos de los hombres; y todas las cosas que son buenas vienen de Cristo; de lo contrario, los hombres se hallaban caídos, y ninguna cosa buena podía llegar a ellos.

25 De modo que por la ministración de ángeles, y por toda palabra que salía de la boca de Dios, empezaron los hombres a ejercitar la fe en Cristo; y así, por medio de la fe, se aferraron a todo lo bueno; y así fue hasta la venida de Cristo.

26 Y después que vino, los hombres también fueron salvos por la fe en su nombre; y por la fe llegan a ser hijos de Dios. Y tan ciertamente como Cristo vive, habló estas palabras a nuestros padres, diciendo: Cuanto le pidáis al Padre en mi nombre, que sea bueno, con fe creyendo que recibiréis, he aquí os será concedido.

27 Por tanto, amados hermanos míos, ¿han cesado los milagros porque Cristo ha subido a los cielos, y se ha sentado a la diestra de Dios para reclamar del Padre sus derechos de misericordia que él tiene sobre los hijos de los hombres?

28 Porque él ha cumplido los fines de la ley, y reclama a todos los que tienen fe en él; y los que tienen fe en él se allegarán a todo lo bueno; por tanto, él aboga por la causa de los hijos de los hombres; y mora eternamente en los cielos.

29 Y porque ha hecho esto, ¿han cesado los milagros, mis queridos hermanos? He aquí, os digo que no; ni han cesado los ángeles de ministrar a los hijos de los hombres.

30

Porque he aquí, se sujetan a él para ejercer su ministerio de acuerdo con la palabra de su mandato, manifestándose a los que tienen una fe fuerte y una mente firme en toda forma de santidad.

31 Y el oficio de su ministerio es llamar a los hombres al arrepentimiento; y cumplir y llevar a efecto la obra de los convenios del Padre, los cuales él ha hecho con los hijos de los hombres; y preparar la vía entre los hijos de los hombres, declarando la palabra de Cristo a los vasos escogidos del Señor, para que den testimonio de él.

32 Y obrando de este modo, el Señor Dios prepara la senda para que el resto de los hombres tengan fe en Cristo, a fin de que el Espíritu Santo tenga cabida en sus corazones, según su poder; y de este modo el Padre lleva a efecto los convenios que ha hecho con los hijos de los hombres.

33 Y Cristo ha dicho: Si tenéis fe en mí, tendréis poder para hacer cualquier cosa que me sea conveniente.

34 Y él ha dicho: Arrepentíos, todos vosotros, extremos de la tierra, y venid a mí, y sed bautizados en mi nombre, y tened fe en mí, para que seáis salvos.

35 Y ahora bien, amados hermanos míos, si resulta que estas cosas de que os hablo son verdaderas, y en el postrer día Dios os mostrará con poder y gran gloria que son verdaderas, y si son verdaderas, ¿ha cesado el día de los milagros?

36 ¿O han cesado los ángeles de aparecer a los hijos de los hombres? ¿O les ha retenido él el poder del Espíritu Santo? ¿O lo hará, mientras dure el tiempo, o exista la tierra, o haya sobre la faz de ella un hombre a quien salvar?

37 He aquí, os digo que no; porque es por la fe que se obran milagros; y es por la fe que aparecen ángeles y ejercen su ministerio a favor de los hombres; por tanto, si han cesado estas cosas, ¡ay de los hijos de los hombres, porque es a causa de la incredulidad, y todo es inútil!

38 Porque, según las palabras de Cristo, ningún hombre puede ser salvo a menos que tenga fe en su nombre; por tanto, si estas cosas han cesado, la fe también ha cesado; y terrible es la condición del hombre, pues se halla como si no se hubiera efectuado redención alguna.

39 Mas he aquí, mis amados hermanos, opino de vosotros cosas mejores, porque juzgo que tenéis fe en Cristo a causa de vuestra mansedumbre; porque si no tenéis fe en él, entonces no sois dignos de ser contados entre el pueblo de su iglesia.

40

Y además, amados hermanos míos, quisiera hablaros concerniente a la esperanza. ¿Cómo podéis lograr la fe, a menos que tengáis esperanza?

41 Y, ¿qué es lo que habéis de esperar? He aquí, os digo que debéis tener esperanza, por medio de la expiación de Cristo y el poder de su resurrección, en que seréis levantados a vida eterna, y esto por causa de vuestra fe en él, de acuerdo con la promesa.

42 De manera que si un hombre tiene fe, es necesario que tenga esperanza; porque sin fe no puede haber esperanza.

43 Y además, he aquí os digo que el hombre no puede tener fe ni esperanza, a menos que sea manso y humilde de corazón.

44 Porque si no, su fe y su esperanza son vanas, porque nadie es aceptable a Dios sino los mansos y humildes de corazón; y si un hombre es manso y humilde de corazón, y confiesa por el poder del Espíritu Santo que Jesús es el Cristo, es menester que tenga caridad; porque si no tiene caridad, no es nada; por tanto, es necesario que tenga caridad.

45 Y la caridad es sufrida y es benigna, y no tiene envidia, ni se envanece, no busca lo suyo, no se irrita fácilmente, no piensa el mal, no se regocija en la iniquidad, sino se regocija en la verdad; todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.

46 Por tanto, amados hermanos míos, si no tenéis caridad, no sois nada, porque la caridad nunca deja de ser. Allegaos, pues, a la caridad, que es mayor que todo, porque todas las cosas han de perecer;

47 pero la caridad es el amor puro de Cristo, y permanece para siempre; y a quien la posea en el postrer día, le irá bien.

48 Por consiguiente, amados hermanos míos, pedid al Padre con toda la energía de vuestros corazones, que seáis llenos de este amor que él ha otorgado a todos los que son discípulos verdaderos de su Hijo Jesucristo; para que lleguéis a ser hijos de Dios; para que cuando él aparezca, seamos semejantes a él, porque lo veremos tal como es; para que tengamos esta esperanza; para que seamos purificados así como él es puro. Amén.

Capítulo 8

El bautismo de los niños pequeños es una terrible iniquidad — Los niños pequeños viven en Cristo por motivo de la Expiación — La fe, el arrepentimiento, la mansedumbre y la humildad de corazón, la recepción del Espíritu Santo y la perseverancia hasta el fin conducen a la salvación. Aproximadamente 401–421 d.C.

1

Una epístola de mi padre Mormón, escrita a mí, Moroni; y me la escribió poco después de mi llamamiento al ministerio; y de esta manera me escribió él, diciendo:

2 Mi amado hijo Moroni, me regocijo en extremo de que tu Señor Jesucristo te haya tenido presente, y te haya llamado a su ministerio y a su santa obra.

3 Yo siempre te tengo presente en mis oraciones, rogando sin cesar a Dios el Padre, en el nombre de su Santo Hijo, Jesús, que por su infinita bondad y gracia te conserve mediante la perseverancia en la fe en su nombre hasta el fin.

4 Y ahora, hijo mío, te hablaré concerniente a lo que me aflige en extremo, porque me aflige que surjan contenciones entre vosotros.

5 Porque, si he sabido la verdad, ha habido disputas entre vosotros concernientes al bautismo de vuestros niños pequeños.

6 Hijo mío, quisiera que trabajaras diligentemente para extirpar de entre vosotros este craso error; porque para tal propósito he escrito esta epístola.

7 Porque inmediatamente después que hube sabido estas cosas de vosotros, pregunté al Señor concerniente al asunto. Y la palabra del Señor vino a mí por el poder del Espíritu Santo, diciendo:

8 Escucha las palabras de Cristo, tu Redentor, tu Señor y tu Dios: He aquí, vine al mundo no para llamar a los justos al arrepentimiento, sino a los pecadores; los sanos no necesitan de médico sino los que están enfermos; por tanto, los niños pequeños son sanos, porque son incapaces de cometer pecado; por tanto, la maldición de Adán les es quitada en mí, de modo que no tiene poder sobre ellos; y la ley de la circuncisión se ha abrogado en mí.

9 Y de esta manera me manifestó el Espíritu Santo la palabra de Dios; por tanto, amado hijo mío, sé que es una solemne burla ante Dios que bauticéis a los niños pequeños.

10

He aquí, te digo que esto enseñarás: El arrepentimiento y el bautismo a los que son responsables y capaces de cometer pecado; sí, enseña a los padres que deben arrepentirse y ser bautizados, y humillarse como sus niños pequeños, y se salvarán todos ellos con sus pequeñitos.

11 Y sus niños pequeños no necesitan el arrepentimiento, ni tampoco el bautismo. He aquí, el bautismo es para arrepentimiento a fin de cumplir los mandamientos para la remisión de pecados.

12 Mas los niños pequeños viven en Cristo, aun desde la fundación del mundo; de no ser así, Dios es un Dios parcial, y también un Dios variable que hace acepción de personas; porque, ¡cuántos son los pequeñitos que han muerto sin el bautismo!

13 De modo que si los niños pequeños no pudieran salvarse sin ser bautizados, estos habrían ido a un infierno sin fin.

14 He aquí, te digo que el que supone que los niños pequeños tienen necesidad del bautismo se halla en la hiel de la amargura y en las cadenas de la iniquidad, porque no tiene fe, ni esperanza, ni caridad; por tanto, si fuere talado mientras tenga tal pensamiento, tendrá que bajar al infierno.

15 Porque terrible es la iniquidad de suponer que Dios salva a un niño a causa del bautismo, mientras que otro debe perecer porque no tuvo bautismo.

16 ¡Ay de aquellos que perviertan de esta manera las vías del Señor!, porque perecerán, salvo que se arrepientan. He aquí, hablo con valentía, porque tengo autoridad de Dios; y no temo lo que el hombre haga, porque el amor perfecto desecha todo temor.

17 Y me siento lleno de caridad, que es amor eterno; por tanto, todos los niños son iguales ante mí; por tanto, amo a los niños pequeñitos con un amor perfecto; y son todos iguales y participan de la salvación.

18 Porque yo sé que Dios no es un Dios parcial, ni un ser variable; sino que es inmutable de eternidad en eternidad.

19 Los niños pequeños no pueden arrepentirse; por consiguiente, es una terrible iniquidad negarles las misericordias puras de Dios, porque todos viven en él por motivo de su misericordia.

20

Y el que diga que los niños pequeños necesitan el bautismo niega las misericordias de Cristo y desprecia su expiación y el poder de su redención.

21 ¡Ay de estos, porque están en peligro de muerte, infierno y un tormento sin fin! Lo digo osadamente; Dios me lo ha mandado. Escuchad estas palabras y obedecedlas, o testificarán contra vosotros ante el tribunal de Cristo.

22 Porque he aquí, todos los niños pequeñitos viven en Cristo, y también todos aquellos que están sin ley. Porque el poder de la redención surte efecto en todos aquellos que no tienen ley; por tanto, el que no ha sido condenado, o sea, el que no está bajo condenación alguna, no puede arrepentirse; y para tal el bautismo de nada sirve;

23 antes bien, es una burla ante Dios, el negar las misericordias de Cristo y el poder de su Santo Espíritu, y el poner la confianza en obras muertas.

24 He aquí, hijo mío, esto no debe ser así; porque el arrepentimiento es para aquellos que están bajo condenación y bajo la maldición de una ley violada.

25 Y las primicias del arrepentimiento es el bautismo; y el bautismo viene por la fe para cumplir los mandamientos; y el cumplimiento de los mandamientos trae la remisión de los pecados;

26 y la remisión de los pecados trae la mansedumbre y la humildad de corazón; y por motivo de la mansedumbre y la humildad de corazón viene la visitación del Espíritu Santo, el cual Consolador llena de esperanza y de amor perfecto, amor que perdura por la diligencia en la oración, hasta que venga el fin, cuando todos los santos morarán con Dios.

27 He aquí, hijo mío, te escribiré otra vez, si no salgo pronto contra los lamanitas. He aquí, el orgullo de esta nación, o sea, el pueblo de los nefitas, ha sido la causa de su destrucción a menos que se arrepientan.

28 Ruega por ellos, hijo mío, a fin de que venga a ellos el arrepentimiento. Pero he aquí, temo que el Espíritu ya ha dejado de luchar con ellos; y en esta parte de la tierra están procurando también destruir todo poder y autoridad que viene de Dios; y están negando al Espíritu Santo.

29 Y después de rechazar tan grande conocimiento, hijo mío, deben perecer en breve, para que se cumplan las profecías que hablaron los profetas, así como las palabras de nuestro Salvador mismo.

30

Adiós, hijo mío, hasta que te escriba, o te vuelva a ver. Amén.

La segunda epístola de Mormón a su hijo Moroni.

Comprende el capítulo 9.

Capítulo 9

Tanto los nefitas como los lamanitas se han depravado y degenerado — Se torturan y se asesinan unos a otros — Mormón suplica que la gracia y la bondad de Dios acompañen a Moroni para siempre. Aproximadamente 401 d.C.

1

Mi amado hijo, te escribo otra vez para que sepas que estoy vivo todavía; pero escribo algo de aquello que es penoso.

2 Porque he aquí, he tenido una reñida batalla con los lamanitas, en la cual no vencimos; y Arqueanto ha caído por la espada, y también Luram y Emrón; sí, y hemos perdido un gran número de nuestros mejores hombres.

3 Y ahora bien, he aquí, hijo mío, temo que los lamanitas destruyan a los de este pueblo; porque no se arrepienten, y Satanás de continuo los está provocando a la ira unos contra otros.

4 He aquí, continuamente estoy afanándome con ellos; y cuando les hablo la palabra de Dios con severidad, tiemblan y se enojan conmigo; y cuando no empleo la severidad, endurecen el corazón contra la palabra; por tanto, temo que el Espíritu del Señor ha cesado de luchar con ellos.

5 Porque es tan grande su ira, que me parece que no temen la muerte; y han perdido su amor, el uno para con el otro; y siempre están sedientos de sangre y de venganza.

6 Y ahora bien, mi querido hijo, pese a su dureza, trabajemos diligentemente; porque si dejamos de obrar, incurriremos en la condenación. Porque tenemos una obra que debemos efectuar mientras estemos en este tabernáculo de barro, a fin de vencer al enemigo de toda rectitud, y dar reposo a nuestras almas en el reino de Dios.

7 Y ahora escribo un poco concerniente a los padecimientos de este pueblo, porque según las noticias que he recibido de Amorón, he aquí, los lamanitas tienen muchos prisioneros que tomaron de la torre de Sherriza; y había entre ellos hombres, mujeres y niños.

8 Y a los maridos y padres de estas mujeres y niños los han matado; y alimentan a las mujeres con la carne de sus esposos, y a los niños con la carne de sus padres; y no les dan sino un poco de agua.

9 Mas no obstante esta gran abominación de los lamanitas, no excede a la de nuestro pueblo en Moriántum. Pues he aquí, han tomado cautivas a muchas de las hijas de los lamanitas; y después de privarlas de lo que era más caro y precioso que todas las cosas, que es la castidad y la virtud,

10

después de haber hecho esto, las asesinaron de la manera más cruel, torturando sus cuerpos hasta la muerte; y después que han hecho esto, devoran sus cuerpos como bestias salvajes, a causa de la dureza de sus corazones; y lo hacen como señal de valor.

11 Oh mi amado hijo, ¿cómo puede un pueblo como este, que está sin civilización

12 (y solo han pasado unos pocos años desde que era un pueblo deleitable y civilizado),

13 oh hijo mío, cómo puede un pueblo como este, que se deleita en tanta abominación,

14 cómo podemos esperar que Dios detenga su mano en juicio contra nosotros?

15 He aquí, mi corazón exclama: ¡Ay de este pueblo! ¡Ven en juicio, oh Dios, y oculta sus pecados, e iniquidad, y abominaciones, de ante tu faz!

16 Y además, hijo mío, hay muchas viudas y sus hijas que permanecen en Sherriza; y la parte de las provisiones que los lamanitas no se llevaron, he aquí, el ejército de Zenefi la ha tomado consigo, y a ellas las ha dejado para que anden errando por donde puedan hallar alimento; y muchas ancianas se desmayan por el camino, y mueren.

17 Y el ejército que está conmigo es débil; y los ejércitos de los lamanitas me separan de Sherriza; y cuantos se han pasado al ejército de Aarón han sido víctimas de su espantosa brutalidad.

18 ¡Oh, la depravación de mi pueblo! No tienen ni orden ni misericordia. He aquí, no soy más que un hombre, y no tengo más fuerza que la de un hombre, y ya no me es posible poner en vigor mis órdenes.

19 Y ellos se han empedernido en su perversidad; y son igualmente brutales, pues no perdonan a nadie, ni a jóvenes ni a ancianos; y se deleitan en todo menos en lo que es bueno; y los padecimientos de nuestras mujeres y nuestros hijos por toda la faz de esta tierra sobrepujan a todas las cosas; sí, la lengua no lo puede expresar, ni se puede escribir.

20

Ahora bien, hijo mío, no hablo más de esta horrible escena. He aquí, tú conoces la iniquidad de los de este pueblo; sabes que no tienen principios y han perdido toda sensibilidad; y sus iniquidades sobrepujan a las de los lamanitas.

21 He aquí, hijo mío, no puedo encomendarlos a Dios, no sea que él me castigue.

22 Mas he aquí, hijo mío, te encomiendo a Dios, y confío en Cristo que te salvarás; y le pido a Dios que te conserve la vida para que seas testigo o del regreso de este pueblo a él, o de su entera destrucción; porque yo sé que deben perecer, a menos que se arrepientan y vuelvan a él.

23 Y si perecen, será como los jareditas, por motivo de la obstinación de sus corazones en buscar sangre y venganza.

24 Y si es que perecen, sabemos que un gran número de nuestros hermanos se han pasado a los lamanitas, y que muchos otros también desertarán a ellos. Escribe, pues, algunas cosas, si eres preservado y yo muero y no te veo más; pero confío en que pueda verte pronto, porque tengo unos anales sagrados que quisiera entregarte.

25 Hijo mío, sé fiel en Cristo; y que las cosas que he escrito no te aflijan, para apesadumbrarte hasta la muerte; sino Cristo te anime, y sus padecimientos y muerte, y la manifestación de su cuerpo a nuestros padres, y su misericordia y longanimidad, y la esperanza de su gloria y de la vida eterna, reposen en tu mente para siempre.

26 Y la gracia de Dios el Padre, cuyo trono está en las alturas de los cielos, y de nuestro Señor Jesucristo, que se sienta a la diestra de su poder, hasta que todas las cosas le sean sujetas, te acompañe y quede contigo para siempre. Amén.

Capítulo 10

Se recibe un testimonio del Libro de Mormón por el poder del Espíritu Santo — Los dones del Espíritu se dan a los fieles — Los dones espirituales siempre acompañan a la fe — Las palabras de Moroni hablan desde el polvo — Venid a Cristo, perfeccionaos en Él y santificad vuestras almas. Aproximadamente 421 d.C.

1

Y ahora yo, Moroni, escribo algo según me parezca bien; y escribo a mis hermanos los lamanitas; y quiero que sepan que ya han pasado más de cuatrocientos veinte años desde que se dio la señal de la venida de Cristo.

2 Y sello estos anales, después que os haya hablado unas palabras por vía de exhortación.

3 He aquí, quisiera exhortaros a que, cuando leáis estas cosas, si Dios juzga prudente que las leáis, recordéis cuán misericordioso ha sido el Señor con los hijos de los hombres, desde la creación de Adán hasta el tiempo en que recibáis estas cosas, y que lo meditéis en vuestros corazones.

4 Y cuando recibáis estas cosas, quisiera exhortaros a que preguntéis a Dios el Eterno Padre, en el nombre de Cristo, si no son verdaderas estas cosas; y si pedís con un corazón sincero, con verdadera intención, teniendo fe en Cristo, él os manifestará la verdad de ellas por el poder del Espíritu Santo;

5 y por el poder del Espíritu Santo podréis conocer la verdad de todas las cosas.

6 Y cualquier cosa que es buena, es justa y verdadera; por lo tanto, nada que sea bueno niega al Cristo, antes bien, reconoce que él existe.

7 Y por el poder del Espíritu Santo podréis saber que él existe; por lo que quisiera exhortaros a que no neguéis el poder de Dios; porque él obra por poder, de acuerdo con la fe de los hijos de los hombres, lo mismo hoy, y mañana, y para siempre.

8 Y además os exhorto, hermanos míos, a que no neguéis los dones de Dios, porque son muchos, y vienen del mismo Dios. Y hay diversas maneras de administrar estos dones, pero es el mismo Dios que obra todas las cosas en todo; y se dan a los hombres por las manifestaciones del Espíritu de Dios para beneficiarlos.

9 Porque he aquí, a uno le es dado por el Espíritu de Dios enseñar la palabra de sabiduría;

10

y a otro, enseñar la palabra de conocimiento por el mismo Espíritu;

11 y a otro, una fe sumamente grande; y a otro, los dones de sanar por el mismo Espíritu;

12 y además, a otro, obrar poderosos milagros;

13 y además, a otro, profetizar concerniente a todas las cosas;

14 y además, a otro, ver ángeles y espíritus ministrantes;

15 y además, a otro, todo género de lenguas;

16 y además, a otro, la interpretación de idiomas y diversas clases de lenguas.

17 Y todos estos dones vienen por el Espíritu de Cristo; y vienen a todo hombre, respectivamente, de acuerdo con su voluntad.

18 Y quisiera exhortaros, mis amados hermanos, a que tengáis presente que toda buena dádiva viene de Cristo.

19 Y quisiera exhortaros, mis amados hermanos, a que recordéis que él es el mismo ayer, hoy y para siempre, y que todos estos dones de que he hablado, que son espirituales, jamás cesarán, mientras permanezca el mundo, sino por la incredulidad de los hijos de los hombres.

20

Por tanto, debe haber fe; y si debe haber fe, también debe haber esperanza; y si debe haber esperanza, debe haber caridad también.

21 Y a menos que tengáis caridad, de ningún modo seréis salvos en el reino de Dios; ni seréis salvos en el reino de Dios si no tenéis fe; ni tampoco, si no tenéis esperanza.

22 Y si no tenéis esperanza, os hallaréis en la desesperación; y la desesperación viene por causa de la iniquidad.

23 Y Cristo verdaderamente dijo a nuestros padres: Si tenéis fe, podréis hacer todas las cosas que me sean convenientes.

24 Y ahora hablo a todos los extremos de la tierra: Si llega el día en que dejen de existir entre vosotros el poder y los dones de Dios, será por causa de la incredulidad.

25 Y, ¡ay de los hijos de los hombres si tal fuere el caso; porque no habrá entre vosotros quien haga lo bueno, no, ni uno solo! Porque si hubiere entre vosotros quien hiciere lo bueno, será por el poder y los dones de Dios.

26 Y, ¡ay de aquellos que hagan cesar estas cosas y mueran, porque mueren en sus pecados y no pueden ser salvos en el reino de Dios! Y lo digo de acuerdo con las palabras de Cristo, y no miento.

27 Y os exhorto a que recordéis estas cosas; pues se acerca rápidamente el día en que sabréis que no miento, porque me veréis ante el tribunal de Dios; y el Señor Dios os dirá: ¿No os declaré mis palabras, que fueron escritas por este hombre, como uno que clamaba de entre los muertos, sí, como uno que hablaba desde el polvo?

28 Declaro estas cosas para el cumplimiento de las profecías. Y he aquí, procederán de la boca del Dios sempiterno; y su palabra resonará de generación en generación.

29 Y Dios os mostrará que lo que he escrito es verdadero.

30

Y otra vez quisiera exhortaros a que vinieseis a Cristo, y procuraseis toda buena dádiva; y que no tocaseis el don malo, ni la cosa impura.

31 ¡Y despierta y levántate del polvo, oh Jerusalén; sí, y vístete tus ropas hermosas, oh hija de Sion; y fortalece tus estacas, y extiende tus linderos para siempre, a fin de que ya no seas más confundida, y se cumplan los convenios que el Padre Eterno te ha hecho, oh casa de Israel!

32 Sí, venid a Cristo, y perfeccionaos en él, y absteneos de toda impiedad, y si os abstenéis de toda impiedad, y amáis a Dios con todo vuestro poder, mente y fuerza, entonces su gracia os es suficiente, para que por su gracia seáis perfectos en Cristo; y si por la gracia de Dios sois perfectos en Cristo, de ningún modo podréis negar el poder de Dios.

33 Y además, si por la gracia de Dios sois perfectos en Cristo y no negáis su poder, entonces sois santificados en Cristo por la gracia de Dios, mediante el derramamiento de la sangre de Cristo, que está en el convenio del Padre para la remisión de vuestros pecados, a fin de que lleguéis a ser santos, sin mancha.

34 Y ahora me despido de todos. Pronto iré a descansar en el paraíso de Dios, hasta que mi espíritu y mi cuerpo de nuevo se reúnan, y sea llevado triunfante por el aire, para encontraros ante el agradable tribunal del gran Jehová, el Juez Eterno de vivos y muertos. Amén.

Fin

Guía de referencias del Libro de Mormón

El Libro de Mormón, ante todo, testifica de la divinidad de Jesucristo y contiene las doctrinas del evangelio de Jesucristo. Los siguientes temas y referencias proporcionan una perspectiva de los habitantes, lugares, doctrinas, y eventos del Libro de Mormón.

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