Reina-Valera 2009
Antigua versión de
Casiodoro de Reina (1569)
Revisada por Cipriano de Valera (1602)
Otras revisiones: 1862, 1909
Revisada y cotejada
con los textos en hebreo, arameo y griego
Con notas explicativas y pasajes correlacionados con los libros canónicos de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días
Publicado por
La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días
Salt Lake City, Utah, EE. UU.
© 2013 by Intellectual Reserve, Inc. All rights reserved. Source: 2015/03/24
Cristo nace de María — Ella concibe por el poder del Espíritu Santo — A nuestro Señor se le da el nombre de Jesús.
Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham:
2 Abraham engendró a Isaac, e Isaac engendró a Jacob, y Jacob engendró a Judá y a sus hermanos.
3 Y Judá engendró, de Tamar, a Fares y a Zara, y Fares engendró a Esrom, y Esrom engendró a Aram.
4 Y Aram engendró a Aminadab, y Aminadab engendró a Naasón, y Naasón engendró a Salmón.
5 Y Salmón engendró, de Rahab, a Booz, y Booz engendró, de Rut, a Obed, y Obed engendró a Isaí.
6 E Isaí engendró al rey David, y el rey David engendró, de la que fue esposa de Urías, a Salomón.
7 Y Salomón engendró a Roboam, y Roboam engendró a Abías, y Abías engendró a Asa.
8 Y Asa engendró a Josafat, y Josafat engendró a Joram, y Joram engendró a Uzías.
9 Y Uzías engendró a Jotam, y Jotam engendró a Acaz, y Acaz engendró a Ezequías.
Y Ezequías engendró a Manasés, y Manasés engendró a Amón, y Amón engendró a Josías.
11 Y Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos, en el tiempo de la deportación a Babilonia.
12 Y después de la deportación a Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, y Salatiel engendró a Zorobabel.
13 Y Zorobabel engendró a Abiud, y Abiud engendró a Eliaquim, y Eliaquim engendró a Azor.
14 Y Azor engendró a Sadoc, y Sadoc engendró a Aquim, y Aquim engendró a Eliud.
15 Y Eliud engendró a Eleazar, y Eleazar engendró a Matán, y Matán engendró a Jacob.
16 Y Jacob engendró a José, marido de María, de quien nació Jesús, el que es llamado el Cristo.
17 De manera que todas las generaciones desde Abraham hasta David son catorce generaciones; y desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce generaciones; y desde la deportación a Babilonia hasta Cristo, catorce generaciones.
18 Y el nacimiento de Jesucristo fue así: Estando María, su madre, desposada con José, antes que se unieran, se halló que había concebido del Espíritu Santo.
19 Y José, su desposado, como era justo y no quería infamarla, quiso dejarla secretamente.
Y pensando él en esto, he aquí un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María, tu desposada, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es.
21 Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.
22 Todo esto aconteció para que se cumpliese lo que había hablado el Señor, por medio del profeta, diciendo:
23 He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo,y llamarán su nombre Emanuel,que interpretado es: Dios con nosotros.
24 Y cuando despertó José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado, y la recibió como esposa.
25 Pero no la conoció hasta que ella dio a luz a su hijo primogénito, y llamó su nombre Jesús.
Los magos son guiados hacia Jesús por una estrella — José lleva al niño a Egipto — Herodes manda matar a los niños de Belén — Jesús es llevado a Nazaret.
Y cuando Jesús nació en Belén de Judea en los días del rey Herodes, he aquí, unos magos vinieron del oriente a Jerusalén,
2 diciendo: ¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente y venimos a adorarle.
3 Y al oír esto, el rey Herodes se turbó, y toda Jerusalén con él.
4 Y, habiendo convocado a todos los principales sacerdotes y a los escribas del pueblo, les preguntó dónde había de nacer el Cristo.
5 Y ellos le dijeron: En Belén de Judea, porque así está escrito por el profeta:
6 Y tú, Belén, de tierra de Judá,no eres la más pequeña entre los príncipes de Judá;porque de ti saldrá un guiador,que apacentará a mi pueblo Israel.
7 Entonces Herodes, llamando en secreto a los magos, indagó de ellos diligentemente el tiempo en que había aparecido la estrella;
8 y enviándolos a Belén, dijo: Id allá, y preguntad con diligencia acerca del niño y, cuando le halléis, hacédmelo saber, para que yo también vaya y le adore.
9 Y ellos, habiendo oído al rey, se fueron; y he aquí la estrella que habían visto en el oriente iba delante de ellos, hasta que, llegando, se detuvo sobre donde estaba el niño.
Y cuando vieron la estrella, se regocijaron con gran gozo.
11 Y cuando entraron en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, le adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, e incienso y mirra.
12 Pero avisados por revelación, en sueños, que no volviesen a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino.
13 Y cuando hubieron partido, he aquí un ángel del Señor se le apareció en sueños a José, diciendo: Levántate, y toma al niño y a su madre, y huye a Egipto, y quédate allá hasta que yo te lo diga, porque acontecerá que Herodes buscará al niño para matarlo.
14 Y él, despertando, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto;
15 y estuvo allá hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliese lo que el Señor declaró por medio del profeta, cuando dijo: De Egipto llamé a mi Hijo.
16 Herodes entonces, cuando se vio burlado por los magos, se enojó mucho, y mandó matar a todos los niños menores de dos años que había en Belén y en todos sus alrededores, conforme al tiempo que había averiguado de los magos.
17 Entonces se cumplió lo dicho por medio del profeta Jeremías, cuando dijo:
18 Voz fue oída en Ramá,grande lamentación, lloro y gemido;Raquel que llora por sus hijos,y no quiso ser consolada, porque perecieron.
19 Pero cuando hubo muerto Herodes, he aquí, un ángel del Señor se le apareció en sueños a José en Egipto,
diciendo: Levántate, y toma al niño y a su madre, y vete a la tierra de Israel, que ya han muerto los que procuraban la muerte del niño.
21 Entonces él se levantó, y tomó al niño y a su madre, y se fue a la tierra de Israel.
22 Pero cuando oyó que Arquelao reinaba en Judea en lugar de Herodes, su padre, temió ir allá; y advertido por revelación, en sueños, se fue a la región de Galilea.
23 Y vino y habitó en la ciudad que se llama Nazaret, para que se cumpliese lo que fue dicho por medio de los profetas, que había de ser llamado nazareno.
Juan el Bautista predica en Judea — Jesús es bautizado, y el Padre proclama que Él es Su Hijo Amado.
Y en aquellos días vino Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea,
2 y diciendo: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado.
3 Porque este es aquel de quien habló el profeta Isaías, cuando dijo:Voz del que clama en el desierto:Preparad el camino del Señor,enderezad sus sendas.
4 Y Juan estaba vestido de pelo de camello y tenía un cinto de cuero alrededor de sus lomos; y su comida era langostas y miel silvestre.
5 Entonces acudían a él Jerusalén, y toda Judea y toda la provincia de alrededor del Jordán;
6 y eran bautizados por él en el Jordán, confesando sus pecados.
7 Y cuando vio él que muchos de los fariseos y de los saduceos venían a su bautismo, les decía: ¡Oh generación de víboras! ¿Quién os ha enseñado a huir de la ira venidera?
8 Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento,
9 y no penséis decir dentro de vosotros mismos: A Abraham tenemos por padre; porque yo os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras.
Ahora, el hacha ya está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado al fuego.
11 Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento, pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará con el Espíritu Santo y con fuego.
12 Su aventador está en su mano, y limpiará su era; y recogerá su trigo en el alfolí y quemará la paja con fuego que nunca se apagará.
13 Entonces Jesús vino de Galilea al Jordán, a Juan, para ser bautizado por él.
14 Pero Juan se lo impedía, diciendo: Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?
15 Pero respondiendo Jesús, le dijo: Permítelo ahora, porque así nos conviene cumplir toda justicia. Entonces se lo permitió.
16 Y Jesús, después que fue bautizado, subió inmediatamente del agua; y he aquí, los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma y se posaba sobre él.
17 Y he aquí, una voz de los cielos que decía: Este es mi Hijo amado, en quien me complazco.
Jesús ayuna cuarenta días y es tentado — Inicia Su ministerio, llama discípulos y sana a los enfermos.
Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo.
2 Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre.
3 Y se le acercó el tentador y le dijo: Si eres el Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan.
4 Mas él, respondiendo, dijo: Escrito está: No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.
5 Entonces el diablo le llevó a la santa ciudad, y le puso sobre el pináculo del templo
6 y le dijo: Si eres el Hijo de Dios, échate abajo, porque escrito está:A sus ángeles mandará por ti,y te llevarán en sus manos,para que no tropieces con tu pie en piedra.
7 Jesús le dijo: Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios.
8 Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos,
9 y le dijo: Todo esto te daré, si postrado me adoras.
Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás y a él solamente servirás.
11 El diablo entonces le dejó, y he aquí, los ángeles vinieron y le servían.
12 Cuando Jesús oyó que Juan estaba preso, volvió a Galilea;
13 y dejando Nazaret, vino y habitó en Capernaúm, ciudad marítima, en los confines de Zabulón y de Neftalí,
14 para que se cumpliese lo que fue dicho por medio del profeta Isaías, cuando dijo:
15 Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí,camino del mar, al otro lado del Jordán,Galilea de los gentiles;
16 el pueblo asentado en tinieblasvio gran luz;y a los asentados en región y sombra de muerte,luz les resplandeció.
17 Desde entonces comenzó Jesús a predicar y a decir: ¡Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado!
18 Y andando Jesús junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos, a Simón, que es llamado Pedro, y a Andrés, su hermano, que echaban la red en el mar, porque eran pescadores.
19 Y les dijo: Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres.
Ellos entonces, dejando al instante las redes, le siguieron.
21 Y pasando de allí, vio a otros dos hermanos, a Jacobo hijo de Zebedeo, y a Juan, su hermano, en la barca con Zebedeo, su padre, que remendaban sus redes; y los llamó.
22 Y ellos, dejando al instante la barca y a su padre, le siguieron.
23 Y Jesús recorría toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.
24 Y su fama se extendió por toda Siria, y le trajeron a todos los que tenían dolencias: los afligidos por diversas enfermedades y tormentos, y los endemoniados, y los lunáticos y los paralíticos, y los sanó.
25 Y le siguieron grandes multitudes de Galilea, y de Decápolis, y de Jerusalén, y de Judea y del otro lado del Jordán.
Jesús predica el Sermón del Monte — Sus enseñanzas reemplazan la ley de Moisés y trascienden algunos aspectos de esta — Se manda a todos ser perfectos como Su Padre que está en los cielos.
Y al ver las multitudes, subió al monte y se sentó. Y vinieron a él sus discípulos.
2 Y abriendo su boca, les enseñaba, diciendo:
3 Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
4 Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación.
5 Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra como heredad.
6 Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.
7 Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
8 Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios.
9 Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
11 Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo.
12 Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; pues así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros.
13 Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal perdiere su sabor, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres.
14 Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder.
15 Ni se enciende una vela y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa.
16 Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.
17 No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir.
18 Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido.
19 De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos. Pero cualquiera que los cumpla y los enseñe, este será llamado grande en el reino de los cielos.
Porque os digo que si vuestra justicia no excede a la de los escribas y a la de los fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.
21 Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de juicio.
22 Pero yo os digo que cualquiera que se enoje con su hermano será culpable de juicio; y cualquiera que diga a su hermano: Raca, será culpable ante el concilio; y cualquiera que diga: Insensato, quedará expuesto al fuego del infierno.
23 Por tanto, si traes tu ofrenda al altar y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti,
24 deja allí tu ofrenda delante del altar y ve, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda.
25 Reconcíliate pronto con tu adversario, entretanto que estás con él en el camino, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez te entregue al alguacil, y seas echado en la cárcel.
26 De cierto te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último cuadrante.
27 Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio.
28 Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón.
29 Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo y échalo de ti; porque mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno.
Y si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala y échala de ti; porque mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno.
31 También fue dicho: Cualquiera que repudie a su esposa, déle carta de divorcio.
32 Pero yo os digo que el que repudia a su esposa, a no ser por causa de adulterio, hace que ella cometa adulterio; y el que se casa con la repudiada comete adulterio.
33 Además habéis oído que fue dicho a los antiguos: No jurarás falsamente, sino que cumplirás al Señor tus juramentos.
34 Pero yo os digo: No juréis de ninguna manera; ni por el cielo, porque es el trono de Dios;
35 ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey.
36 Ni por tu cabeza jurarás, porque no puedes hacer blanco o negro ni un solo cabello.
37 Mas sea vuestro hablar: Sí, sí, o No, no, porque lo que es más de esto, del mal procede.
38 Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente.
39 Pero yo os digo: No resistáis al malo; antes bien, a cualquiera que te golpee en la mejilla derecha, vuélvele también la otra;
y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa;
41 y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos.
42 Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses.
43 Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo.
44 Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen;
45 para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y hace llover sobre justos e injustos.
46 Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos?
47 Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles?
48 Sed, pues, vosotros perfectos, así como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.
Jesús continúa con el Sermón del Monte — Enseña a los discípulos la manera de orar — Se les manda buscar primeramente el reino de Dios y Su justicia.
Mirad que no deis vuestra limosna delante de los hombres para ser vistos por ellos; de otra manera, no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos.
2 Cuando, pues, des limosna, no hagas tocar trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados por los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa.
3 Mas cuando tú des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha,
4 para que sea tu limosna en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará en público.
5 Y cuando ores, no seas como los hipócritas, porque a ellos les gusta el orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles para ser vistos por los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa.
6 Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada tu puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará en público.
7 Y al orar, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos.
8 No os hagáis, pues, semejantes a ellos, porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad antes que vosotros le pidáis.
9 Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.
Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.
11 Danos hoy el pan nuestro de cada día.
12 Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.
13 Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder y la gloria, por todos los siglos. Amén.
14 Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre Celestial.
15 Pero si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas.
16 Y cuando ayunéis, no pongáis un semblante como los hipócritas, porque ellos demudan sus rostros para mostrar a los hombres que ayunan; de cierto os digo que ya tienen su recompensa.
17 Mas tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro,
18 para no mostrar a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará en público.
19 No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan;
sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan.
21 Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.
22 La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es sincero, todo tu cuerpo estará lleno de luz;
23 mas si tu ojo es malo, todo tu cuerpo será tenebroso. Así que, si la luz que hay en ti es tinieblas, ¿cuán grandes no serán esas tinieblas?
24 Ninguno puede servir a dos señores, porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o se apegará al uno y menospreciará al otro; no podéis servir a Dios y a las riquezas.
25 Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento y el cuerpo más que el vestido?
26 Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan ni juntan en alfolíes; y vuestro Padre Celestial las alimenta. ¿No sois vosotros mucho mejores que ellas?
27 Mas, ¿quién de vosotros podrá, afanándose, añadir a su estatura un codo?
28 Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen; no trabajan ni hilan;
29 mas os digo que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió como uno de ellos.
Y si la hierba del campo, que hoy es y mañana es echada al horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe?
31 No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos o con qué nos cubriremos?
32 Porque los gentiles buscan todas estas cosas, pero vuestro Padre Celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas.
33 Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.
34 Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su propio afán. Basta al día su propio mal.
Jesús concluye el Sermón del Monte — Él manda: No juzguéis; pedid a Dios; guardaos de los falsos profetas — Promete la salvación a todos los que hacen la voluntad del Padre.
No juzguéis, para que no seáis juzgados.
2 Porque con el juicio con que juzgáis seréis juzgados, y con la medida con que medís, se os volverá a medir.
3 Y, ¿por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?
4 O, ¿cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en tu propio ojo?
5 ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano.
6 No deis lo santo a los perros ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen y se vuelvan y os despedacen.
7 Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.
8 Porque todo el que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.
9 ¿Qué hombre hay de vosotros, que si su hijo le pide pan, le dará una piedra?
¿Y si le pide un pez, le dará una serpiente?
11 Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le piden?
12 Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos, porque esta es la ley y los profetas.
13 Entrad por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella.
14 Porque estrecha es la puerta y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.
15 Y guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces.
16 Por sus frutos los conoceréis. ¿Se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos?
17 Así, todo buen árbol da buenos frutos, mas el árbol malo da malos frutos.
18 No puede el árbol bueno dar malos frutos, ni el árbol malo dar buenos frutos.
19 Todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego.
Así que, por sus frutos los conoceréis.
21 No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.
22 Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios y en tu nombre hicimos muchos milagros?
23 Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.
24 A cualquiera, pues, que me oye estas palabras y las hace, le compararé a un hombre prudente que edificó su casa sobre la roca.
25 Y descendió la lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos y azotaron aquella casa; pero no cayó, porque estaba fundada sobre la roca.
26 Y a cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato que edificó su casa sobre la arena.
27 Y descendió la lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina.
28 Y aconteció que cuando Jesús terminó estas palabras, la multitud se admiraba de su doctrina,
29 porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas.
Jesús sana a un leproso, cura al siervo de un centurión y a otras personas, calma la tempestad y echa fuera demonios — Los demonios entran en un hato de cerdos.
Y cuando Jesús descendió del monte, le seguía mucha gente.
2 Y he aquí vino un leproso y le adoraba, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme.
3 Y extendiendo Jesús su mano, le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante su lepra fue limpiada.
4 Entonces Jesús le dijo: Mira, no lo digas a nadie; sino ve, muéstrate al sacerdote y presenta la ofrenda que mandó Moisés, para testimonio a ellos.
5 Y cuando entró Jesús en Capernaúm, vino a él un centurión, rogándole
6 y diciendo: Señor, mi criado yace en casa, paralítico, gravemente atormentado.
7 Y Jesús le dijo: Yo iré y le sanaré.
8 Y respondió el centurión y dijo: Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; mas solamente di la palabra, y mi criado será sanado.
9 Porque también yo soy hombre bajo autoridad y tengo soldados bajo mi mando; y digo a este: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace.
Y cuando Jesús lo oyó, se maravilló y dijo a los que le seguían: De cierto os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe.
11 Y os digo que vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán con Abraham, e Isaac y Jacob en el reino de los cielos;
12 mas los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera; allí será el llanto y el crujir de dientes.
13 Entonces Jesús dijo al centurión: Ve, y como creíste te sea hecho. Y su criado fue sanado en aquella misma hora.
14 Y cuando fue Jesús a casa de Pedro, vio a la suegra de este postrada en cama con fiebre.
15 Y le tocó la mano, y la fiebre la dejó; y ella se levantó y les servía.
16 Y cuando era ya tarde, trajeron a él muchos endemoniados; y echó fuera los demonios con su palabra y sanó a todos los enfermos,
17 para que se cumpliese lo que fue dicho por el profeta Isaías, que dijo: Él mismo tomó nuestras enfermedades y llevó nuestras dolencias.
18 Y viendo Jesús mucha gente alrededor de sí, mandó pasar al otro lado.
19 Y acercándose un escriba, le dijo: Maestro, te seguiré adondequiera que vayas.
Y Jesús le dijo: Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo, nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza.
21 Y otro de sus discípulos le dijo: Señor, permíteme que vaya primero y entierre a mi padre.
22 Y Jesús le dijo: Sígueme; deja que los muertos entierren a sus muertos.
23 Y entrando él en la barca, sus discípulos le siguieron.
24 Y he aquí, se levantó en el mar una gran tempestad, de modo que las olas cubrían la barca; mas él dormía.
25 Y acercándose sus discípulos, le despertaron, diciendo: ¡Señor, sálvanos, que perecemos!
26 Y él les dijo: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y al mar, y hubo gran bonanza.
27 Y los hombres se maravillaron, diciendo: ¿Qué hombre es este, que aun los vientos y el mar le obedecen?
28 Y cuando él hubo llegado a la otra ribera, al país de los gergesenos, le vinieron al encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros, feroces en gran manera, de modo que nadie podía pasar por aquel camino.
29 Y he aquí, clamaron, diciendo: ¿Qué tenemos que ver contigo, Jesús, Hijo de Dios? ¿Has venido acá para atormentarnos antes de tiempo?
Y estaba paciendo lejos de ellos un hato de muchos cerdos.
31 Y los demonios le rogaron, diciendo: Si nos echas fuera, permítenos ir a aquel hato de cerdos.
32 Y les dijo: Id. Y ellos salieron y se fueron a aquel hato de cerdos; y he aquí, todo el hato de cerdos se precipitó al mar por un despeñadero, y murieron en las aguas.
33 Y los que cuidaban los cerdos huyeron y, viniendo a la ciudad, contaron todas las cosas y lo que había pasado con los endemoniados.
34 Y he aquí, toda la ciudad salió a encontrar a Jesús; y cuando le vieron, le rogaban que saliese de sus contornos.
Jesús perdona los pecados, sana a un paralítico y llama a Mateo — Jesús come con los pecadores, sana a una mujer que toca Su manto y restaura la vida a la hija de Jairo — Abre los ojos de los ciegos, echa fuera a un demonio y predica el Evangelio.
Entonces, entrando Jesús en la barca, pasó al otro lado y vino a su ciudad.
2 Y he aquí le trajeron un paralítico tendido en una cama; y Jesús, viendo la fe de ellos, dijo al paralítico: Ten ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados.
3 Y he aquí, algunos de los escribas decían dentro de sí: Este blasfema.
4 Y percibiendo Jesús sus pensamientos, dijo: ¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones?
5 Porque, ¿qué es más fácil, decir: Tus pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda?
6 Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo entonces al paralítico): ¡Levántate!, toma tu lecho y vete a tu casa.
7 Entonces él se levantó y se fue a su casa.
8 Y cuando la gente lo vio, se maravilló y glorificó a Dios, que había dado tal potestad a los hombres.
9 Y saliendo Jesús de allí, vio a un hombre que estaba sentado al banco de los tributos públicos, el cual se llamaba Mateo, y le dijo: Sígueme. Y se levantó y le siguió.
Y aconteció que, estando él sentado a la mesa en la casa, he aquí que muchos publicanos y pecadores vinieron y se sentaron juntamente a la mesa con Jesús y sus discípulos.
11 Y cuando vieron esto los fariseos, dijeron a sus discípulos: ¿Por qué come vuestro Maestro con los publicanos y con los pecadores?
12 Y al oír esto Jesús, les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos.
13 Id, pues, y aprended qué significa: Misericordia quiero y no sacrificio; porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento.
14 Entonces vinieron a él los discípulos de Juan, diciendo: ¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos muchas veces, y tus discípulos no ayunan?
15 Y Jesús les dijo: ¿Acaso pueden los que están de bodas tener luto entretanto que el esposo está con ellos? Pero vendrán días cuando el esposo les será quitado, y entonces ayunarán.
16 Y nadie pone remiendo de paño nuevo en vestido viejo, porque tal remiendo tira del vestido y se hace peor la rotura.
17 Ni echan vino nuevo en odres viejos; de otra manera, los odres se rompen, y el vino se derrama y se pierden los odres; pero echan el vino nuevo en odres nuevos, y lo uno y lo otro se conservan juntamente.
18 Mientras él les hablaba estas cosas, he aquí, vino uno de los principales y se postró ante él, diciendo: Mi hija acaba de morir; pero ven y pon tu mano sobre ella, y vivirá.
19 Y se levantó Jesús y le siguió, y también sus discípulos.
Y he aquí una mujer enferma de flujo de sangre, desde hacía doce años, se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto;
21 porque decía dentro de sí: Si solamente tocare su manto, seré sanada.
22 Mas Jesús, volviéndose y mirándola, dijo: Ten ánimo, hija, tu fe te ha sanado. Y la mujer fue sana desde aquella hora.
23 Y cuando entró Jesús en la casa del principal, viendo a los que tocaban flautas y a la gente que hacía bullicio,
24 les dijo: Apartaos, porque la niña no está muerta, sino que duerme. Y se burlaban de él.
25 Y cuando la gente fue echada fuera, entró y la tomó de la mano, y la niña se levantó.
26 Y se difundió la fama de eso por toda aquella tierra.
27 Y cuando Jesús salió de allí, le siguieron dos ciegos, dando voces y diciendo: ¡Ten misericordia de nosotros, Hijo de David!
28 Y al llegar a la casa, vinieron a él los ciegos; y Jesús les dijo: ¿Creéis que puedo hacer esto? Ellos dijeron: Sí, Señor.
29 Entonces les tocó los ojos, diciendo: Conforme a vuestra fe os sea hecho.
Y los ojos de ellos fueron abiertos. Y Jesús les encargó rigurosamente, diciendo: Mirad que nadie lo sepa.
31 Pero ellos salieron y divulgaron la fama de él por toda aquella tierra.
32 Y saliendo ellos, he aquí, le trajeron un mudo endemoniado.
33 Y una vez echado fuera el demonio, el mudo habló; y la gente se maravillaba, diciendo: Nunca se ha visto cosa semejante en Israel.
34 Pero los fariseos decían: Por el príncipe de los demonios echa fuera los demonios.
35 Y recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.
36 Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas, porque estaban fatigadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor.
37 Entonces dijo a sus discípulos: A la verdad la mies es mucha, pero los obreros son pocos.
38 Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies.
Jesús instruye y autoriza a los Doce Apóstoles y los envía a predicar, ministrar y sanar a los enfermos — Quienes reciben a los Doce, reciben al Señor.
Entonces, llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad sobre los espíritus inmundos, para que los echasen fuera y sanasen toda enfermedad y toda dolencia.
2 Y los nombres de los doce apóstoles son estos: el primero, Simón, que es llamado Pedro, y su hermano Andrés; Jacobo hijo de Zebedeo y su hermano Juan;
3 Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el publicano; Jacobo hijo de Alfeo, y Lebeo, por sobrenombre Tadeo;
4 Simón el Cananita, y Judas Iscariote, el que además le entregó.
5 A estos doce envió Jesús, a los cuales dio mandamiento, diciendo: Por camino de gentiles no vayáis, y en ciudad de samaritanos no entréis;
6 sino id antes a las ovejas perdidas de la casa de Israel.
7 Y yendo, predicad, diciendo: El reino de los cielos se ha acercado.
8 Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia.
9 No llevéis oro, ni plata, ni cobre en vuestras bolsas;
ni alforja para el camino, ni dos ropas de vestir, ni calzado ni bordón, porque el obrero es digno de su alimento.
11 Mas en cualquier ciudad o aldea donde entréis, averiguad quién es digno en ella y reposad allí hasta que salgáis.
12 Y al entrar en la casa, saludad.
13 Y si la casa fuere digna, vuestra paz vendrá sobre ella; mas si no fuere digna, vuestra paz se volverá a vosotros.
14 Y si alguno no os recibiere ni oyere vuestras palabras, salid de aquella casa o ciudad y sacudid el polvo de vuestros pies.
15 De cierto os digo que en el día del juicio el castigo será más tolerable para la tierra de Sodoma y de Gomorra que para aquella ciudad.
16 He aquí, yo os envío como a ovejas en medio de lobos; sed, pues, prudentes como serpientes y sencillos como palomas.
17 Y guardaos de los hombres, porque os entregarán a los concilios y os azotarán en sus sinagogas;
18 y aun ante gobernantes y ante reyes seréis llevados por causa de mí, para testimonio a ellos y a los gentiles.
19 Pero cuando os entreguen, no os preocupéis de cómo o de qué hablaréis, porque en aquella hora os será dado lo que habéis de hablar.
Pues no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre que habla en vosotros.
21 Y el hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo; y los hijos se levantarán contra los padres y los harán morir.
22 Y seréis aborrecidos por todos por causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el fin, este será salvo.
23 Mas cuando os persigan en esta ciudad, huid a la otra; porque de cierto os digo que no acabaréis de recorrer todas las ciudades de Israel antes que venga el Hijo del Hombre.
24 El discípulo no es más que su maestro, ni el siervo más que su señor.
25 Bástale al discípulo ser como su maestro y al siervo como su señor. Si al padre de familia llamaron Beelzebú, ¿cuánto más a los de su casa?
26 Así que, no los temáis, porque nada hay encubierto que no haya de ser manifestado, ni oculto que no haya de saberse.
27 Lo que os digo en la oscuridad, decidlo a plena luz; y lo que oís al oído, proclamadlo desde las azoteas.
28 Y no temáis a los que matan el cuerpo pero no pueden matar al alma; más bien temed a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno.
29 ¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin saberlo vuestro Padre.
Pues aun vuestros cabellos están todos contados.
31 Así que no temáis; más valéis vosotros que muchos pajarillos.
32 A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos.
33 Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también le negaré delante de mi Padre que está en los cielos.
34 No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada.
35 Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, y a la hija contra su madre y a la nuera contra su suegra.
36 Y los enemigos del hombre serán los de su casa.
37 El que ama al padre o a la madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama al hijo o a la hija más que a mí, no es digno de mí.
38 Y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí no es digno de mí.
39 El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará.
El que os recibe a vosotros, a mí me recibe; y el que a mí me recibe, recibe al que me envió.
41 El que recibe a un profeta porque es profeta, recompensa de profeta recibirá; y el que recibe a un justo porque es justo, recompensa de justo recibirá.
42 Y cualquiera que dé a uno de estos pequeñitos un vaso de agua fría solamente, porque es discípulo, de cierto os digo que no perderá su recompensa.
Jesús declara que Juan es más que profeta — Las ciudades de Corazín, Betsaida y Capernaúm son reprendidas por su incredulidad — El Hijo revela al Padre — El yugo de Cristo es fácil, y Su carga es ligera.
Y aconteció que, cuando Jesús terminó de dar mandamientos a sus doce discípulos, se fue de allí a enseñar y a predicar en las ciudades de ellos.
2 Y al oír Juan en la cárcel los hechos de Cristo, le envió dos de sus discípulos
3 a preguntarle: ¿Eres tú aquel que había de venir, o esperaremos a otro?
4 Y respondiendo Jesús, les dijo: Id y haced saber a Juan las cosas que oís y veis.
5 Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, y los sordos oyen; los muertos son resucitados y a los pobres es anunciado el evangelio.
6 Y bienaventurado es el que no halle tropiezo en mí.
7 Mientras ellos se iban, comenzó Jesús a hablar acerca de Juan a la multitud: ¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿Una caña sacudida por el viento?
8 ¿O qué salisteis a ver? ¿A un hombre cubierto de delicados vestidos? He aquí, los que llevan vestidos delicados están en las casas de los reyes.
9 Pero, ¿qué salisteis a ver? ¿A un profeta? También os digo, y más que profeta.
Porque este es de quien está escrito:He aquí, yo envío mi mensajero delante de tu faz,quien preparará tu camino delante de ti.
11 De cierto os digo que entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de los cielos, mayor es que él.
12 Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan.
13 Porque todos los profetas y la ley profetizaron hasta Juan.
14 Y si queréis recibirlo, él es aquel Elías que había de venir.
15 El que tiene oídos para oír, oiga.
16 Pero, ¿a qué compararé esta generación? Es semejante a los muchachos que se sientan en las plazas y dan voces a sus compañeros
17 y dicen: Os tocamos la flauta, y no bailasteis; os entonamos canciones de duelo, y no os lamentasteis.
18 Porque vino Juan, que no comía ni bebía, y dicen: Demonio tiene.
19 Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y dicen: He aquí un hombre comilón y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores. Pero la sabiduría es justificada por sus hijos.
Entonces comenzó a reprender a las ciudades en las cuales había hecho muchos de sus milagros, porque no se habían arrepentido, diciendo:
21 ¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en vosotras, ya hace tiempo que se habrían arrepentido en cilicio y en ceniza.
22 Por tanto os digo que en el día del juicio será más tolerable el castigo para Tiro y para Sidón que para vosotras.
23 Y tú, Capernaúm, que eres levantada hasta el cielo, hasta el Hades serás abatida, porque si en Sodoma se hubieran hecho las maravillas que se han hecho en ti, habría permanecido hasta el día de hoy.
24 Por tanto os digo que en el día del juicio será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma que para ti.
25 En aquel tiempo, respondiendo Jesús, dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las has revelado a los niños.
26 Sí, Padre, porque así te agradó.
27 Todas las cosas me son entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre; ni nadie conoce al Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
28 Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.
29 Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas.
Porque mi yugo es fácil y ligera mi carga.
Jesús se proclama Señor del día de reposo y sana en el día de reposo — Se le acusa de echar fuera demonios mediante el poder de Beelzebú — Habla de la blasfemia contra el Espíritu Santo y dice que la generación mala y adúltera demanda señal.
En aquel tiempo iba Jesús por los sembrados en el día de reposo; y sus discípulos tuvieron hambre y comenzaron a arrancar espigas y a comer.
2 Y al verlo los fariseos, le dijeron: He aquí tus discípulos hacen lo que no es lícito hacer en el día de reposo.
3 Pero él les dijo: ¿No habéis leído lo que hizo David cuando él y los que con él estaban tuvieron hambre;
4 cómo entró en la casa de Dios y comió los panes de la proposición, que no les era lícito comer, ni a él ni a los que estaban con él, sino solamente a los sacerdotes?
5 O, ¿no habéis leído en la ley que en los días de reposo los sacerdotes en el templo profanan el día de reposo y son sin culpa?
6 Pues os digo que uno mayor que el templo está aquí.
7 Mas si supieseis lo que significa: Misericordia quiero y no sacrificio, no condenaríais a los inocentes;
8 porque el Hijo del Hombre es Señor del día de reposo.
9 Y partiendo de allí, vino a la sinagoga de ellos.
Y he aquí, había allí uno que tenía seca una mano; y le preguntaron, diciendo: ¿Es lícito curar en el día de reposo?, para acusarle.
11 Y él les dijo: ¿Qué hombre habrá de vosotros que tenga una oveja, y si esta cae en un foso en el día de reposo, no le echa mano y la levanta?
12 Pues, ¿cuánto más vale un hombre que una oveja? Así que, es lícito en los días de reposo hacer el bien.
13 Entonces dijo a aquel hombre: Extiende tu mano. Y él la extendió, y le fue restituida como la otra.
14 Y cuando salieron los fariseos, consultaron entre sí contra Jesús para destruirle.
15 Mas sabiéndolo Jesús, se apartó de allí; y le siguió mucha gente, y sanaba a todos.
16 Y él les encargaba rigurosamente que no le descubriesen,
17 para que se cumpliese lo dicho por medio del profeta Isaías, cuando dijo:
18 He aquí mi siervo, a quien he escogido;mi Amado, en quien se agrada mi alma.Pondré mi Espíritu sobre él,y a los gentiles anunciará juicio.
19 No contenderá, ni voceará,ni nadie oirá en las calles su voz.
La caña cascada no quebrará,y el pabilo que humea no apagará,hasta que saque a victoria el juicio.
21 Y en su nombre esperarán los gentiles.
22 Entonces fue traído a él un endemoniado, ciego y mudo; y le sanó, de tal manera que el que había sido ciego y mudo hablaba y veía.
23 Y toda la gente estaba atónita y decía: ¿No será este el Hijo de David?
24 Mas los fariseos, al oírle, decían: Este no echa fuera los demonios sino por Beelzebú, príncipe de los demonios.
25 Y Jesús, sabiendo los pensamientos de ellos, les dijo: Todo reino dividido contra sí mismo es asolado; y toda ciudad o casa dividida contra sí misma no permanecerá.
26 Y si Satanás echa fuera a Satanás, contra sí mismo está dividido; ¿cómo, pues, permanecerá su reino?
27 Y si yo echo fuera los demonios por Beelzebú, ¿por quién los echan vuestros hijos? Por tanto, ellos serán vuestros jueces.
28 Pero si yo por el espíritu de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios.
29 Porque, ¿cómo puede alguno entrar en la casa del hombre fuerte y saquear sus bienes, si primero no lo ata? Y entonces saqueará su casa.
El que no está conmigo, contra mí está; y el que conmigo no recoge, desparrama.
31 Por tanto os digo: Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres; pero la blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada.
32 Y a cualquiera que hable contra el Hijo del Hombre le será perdonado; pero a cualquiera que hable contra el Espíritu Santo no le será perdonado, ni en este siglo ni en el venidero.
33 O haced el árbol bueno y su fruto bueno o haced el árbol malo y su fruto malo; porque por el fruto se conoce el árbol.
34 ¡Generación de víboras! ¿Cómo podéis hablar lo bueno, siendo malos? Porque de la abundancia del corazón habla la boca.
35 El hombre bueno del buen tesoro del corazón saca buenas cosas, y el hombre malo del mal tesoro saca malas cosas.
36 Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio.
37 Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado.
38 Entonces respondieron algunos de los escribas y de los fariseos, diciendo: Maestro, deseamos ver de ti señal.
39 Y él respondió y les dijo: La generación mala y adúltera demanda señal, pero señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás.
Porque como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches.
41 Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio con esta generación y la condenarán, porque ellos se arrepintieron por la predicación de Jonás; y he aquí hay uno mayor que Jonás en este lugar.
42 La reina del sur se levantará en el juicio con esta generación y la condenará, porque ella vino de los confines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón; y he aquí hay uno mayor que Salomón en este lugar.
43 Cuando el espíritu inmundo ha salido del hombre, anda por lugares secos buscando reposo, pero no lo halla.
44 Entonces dice: Volveré a mi casa de donde salí; y cuando llega, la halla desocupada, barrida y adornada.
45 Entonces va y toma consigo otros siete espíritus peores que él, y entran y moran allí; y son peores las cosas últimas de aquel hombre que las primeras. Así también acontecerá a esta generación mala.
46 Y mientras él aún hablaba a la gente, he aquí su madre y sus hermanos estaban fuera y le querían hablar.
47 Y le dijo uno: He aquí, tu madre y tus hermanos están fuera, y te quieren hablar.
48 Y respondiendo él al que le decía esto, dijo: ¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?
49 Y extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos.
Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ese es mi hermano, y hermana y madre.
Jesús explica por qué enseña con parábolas — Enseña las parábolas del sembrador, del trigo y la cizaña, del grano de mostaza, de la levadura, del tesoro escondido en el campo, de la perla de gran precio y de la red echada en el mar — Nadie es profeta en su propia tierra.
Y aquel día salió Jesús de la casa y se sentó junto al mar.
2 Y se congregó junto a él mucha gente; y entrando él en una barca, se sentó, y toda la gente estaba en la ribera.
3 Y les habló muchas cosas por parábolas, diciendo: He aquí, el sembrador salió a sembrar.
4 Y mientras sembraba, parte de la semilla cayó junto al camino; y vinieron las aves y se la comieron.
5 Y parte cayó en pedregales, donde no había mucha tierra; y brotó enseguida, porque no tenía profundidad de tierra;
6 mas cuando salió el sol, se quemó; y se secó, porque no tenía raíz.
7 Y parte cayó entre espinos, y los espinos crecieron y la ahogaron.
8 Y parte cayó en buena tierra y dio fruto, cuál a ciento, cuál a sesenta y cuál a treinta por uno.
9 El que tiene oídos para oír, oiga.
Entonces, acercándose los discípulos, le dijeron: ¿Por qué les hablas por parábolas?
11 Y él, respondiendo, les dijo: Porque a vosotros os es concedido saber los misterios del reino de los cielos, pero a ellos no les es concedido.
12 Porque a cualquiera que tiene, se le dará y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.
13 Por eso les hablo por parábolas; porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden.
14 De manera que se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice:De oído oiréis, y no entenderéis;y viendo veréis, y no percibiréis.
15 Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado,y con los oídos oyen pesadamente,y han cerrado sus ojos,no sea que vean con los ojos,y oigan con los oídos,y entiendan con el corazón,y se conviertan,y yo los sane.
16 Pero bienaventurados vuestros ojos, porque ven; y vuestros oídos, porque oyen.
17 Porque de cierto os digo que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron.
18 Oíd, pues, vosotros la parábola del sembrador:
19 Cuando alguno oye la palabra del reino y no la entiende, viene el malo y arrebata lo que fue sembrado en su corazón; este es el que fue sembrado junto al camino.
Y el que fue sembrado en pedregales, este es el que oye la palabra y de inmediato la recibe con gozo.
21 Pero no tiene raíz en sí, sino que es temporal, y cuando viene la aflicción o la persecución por la palabra, enseguida se ofende.
22 Y el que fue sembrado entre espinos, este es el que oye la palabra; pero el afán de este mundo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa.
23 Mas el que fue sembrado en buena tierra, este es el que oye y entiende la palabra, y el que da fruto; y da uno a ciento, y otro a sesenta y otro a treinta por uno.
24 Les refirió otra parábola, diciendo: El reino de los cielos es semejante al hombre que sembró buena semilla en su campo.
25 Pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue.
26 Y cuando la hierba brotó y dio fruto, entonces apareció también la cizaña.
27 Y viniendo los siervos del padre de familia, le dijeron: Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene cizaña?
28 Y él les dijo: Un enemigo ha hecho esto. Y los siervos le dijeron: ¿Quieres, pues, que vayamos y la arranquemos?
29 Y él dijo: No; no sea que, al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo.
Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega, yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi alfolí.
31 Otra parábola les relató, diciendo: El reino de los cielos es semejante al grano de mostaza que un hombre tomó y sembró en su campo.
32 A la verdad es la más pequeña de todas las semillas, mas cuando ha crecido es la mayor de las hortalizas y se hace árbol, y vienen las aves del cielo y hacen nidos en sus ramas.
33 Otra parábola les dijo: El reino de los cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo quedó leudado.
34 Todo esto habló Jesús por parábolas a la gente, y sin parábolas no les hablaba,
35 para que se cumpliese lo que fue dicho por medio del profeta, cuando dijo:Abriré en parábolas mi boca;declararé cosas escondidas desde la fundación del mundo.
36 Entonces, una vez despedida la gente, Jesús entró en la casa; y acercándose a él sus discípulos, le dijeron: Explícanos la parábola de la cizaña del campo.
37 Y, respondiendo él, les dijo: El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre;
38 y el campo es el mundo; y la buena semilla son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del malo;
39 y el enemigo que la sembró es el diablo; y la siega es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles.
De manera que, como se arranca la cizaña y se quema en el fuego, así será en el fin de este mundo.
41 El Hijo del Hombre enviará a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que causan tropiezo y a los que hacen iniquidad,
42 y los echarán al horno de fuego; allí será el llanto y el crujir de dientes.
43 Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos para oír, oiga.
44 Además, el reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre halla y lo esconde de nuevo; y lleno de gozo por ello, va y vende todo lo que tiene y compra aquel campo.
45 También el reino de los cielos es semejante al mercader que busca buenas perlas,
46 y que, habiendo hallado una perla de gran precio, fue y vendió todo lo que tenía y la compró.
47 Asimismo, el reino de los cielos es semejante a una red que, echada al mar, recoge toda clase de peces,
48 la cual, una vez llena, la sacan a la orilla; y sentados, recogen lo bueno en cestas y lo malo echan fuera.
49 Así será el fin del mundo: saldrán los ángeles y apartarán a los malos de entre los justos,
y los echarán al horno de fuego; allí será el llanto y el crujir de dientes.
51 Les dijo Jesús: ¿Habéis entendido todas estas cosas? Ellos respondieron: Sí, Señor.
52 Y él les dijo: Por eso, todo escriba que llega a ser discípulo en el reino de los cielos es semejante a un padre de familia que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas.
53 Y aconteció que, cuando Jesús terminó estas parábolas, partió de allí.
54 Y al llegar a su tierra, les enseñaba en la sinagoga de ellos, de tal manera que ellos estaban atónitos y decían: ¿De dónde saca este esta sabiduría y estas obras maravillosas?
55 ¿No es este el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos Jacobo, y José, y Simón y Judas?
56 ¿Y no están todas sus hermanas con nosotros? ¿De dónde, pues, saca este todas estas cosas?
57 Y se escandalizaban de él. Mas Jesús les dijo: No hay profeta sin honra sino en su propia tierra y en su casa.
58 Y no hizo allí muchas obras maravillosas a causa de la incredulidad de ellos.
Se decapita a Juan el Bautista — Jesús alimenta a cinco mil personas y anda sobre el mar — Los que tocan el borde de Su manto son sanados.
En aquel tiempo Herodes, el tetrarca, oyó la fama de Jesús
2 y dijo a sus criados: Este es Juan el Bautista; él ha resucitado de entre los muertos, y por eso actúan en él estos poderes.
3 Porque Herodes había prendido a Juan, y le había encadenado y puesto en la cárcel, por causa de Herodías, esposa de su hermano Felipe,
4 porque Juan le decía: No te es lícito tenerla.
5 Y Herodes quería matarlo, pero temía al pueblo, porque tenían a Juan por profeta.
6 Mas cuando se celebraba el cumpleaños de Herodes, la hija de Herodías danzó delante de todos y agradó a Herodes,
7 por lo cual este le prometió con juramento darle todo lo que pidiese.
8 Y ella, instruida primero por su madre, dijo: Dame aquí en un plato la cabeza de Juan el Bautista.
9 Entonces el rey se entristeció, pero a causa del juramento y de los que estaban juntamente con él a la mesa, mandó que se la diesen.
Y ordenó decapitar a Juan en la cárcel.
11 Y fue traída su cabeza en un plato y dada a la muchacha, y ella la presentó a su madre.
12 Entonces llegaron sus discípulos, y tomaron el cuerpo y lo enterraron; y fueron y dieron las nuevas a Jesús.
13 Y al oírlo Jesús, se apartó de allí en una barca a un lugar desierto y apartado; y cuando la multitud lo supo, le siguió a pie desde las ciudades.
14 Y cuando salió Jesús, vio un gran gentío, y tuvo compasión de ellos y sanó a los que de ellos estaban enfermos.
15 Y cuando anochecía, se acercaron a él sus discípulos, diciendo: El lugar es desierto y la hora es ya pasada; despide a la multitud para que vayan por las aldeas y compren para sí de comer.
16 Y Jesús les dijo: No tienen necesidad de irse; dadles vosotros de comer.
17 Y ellos dijeron: No tenemos aquí sino cinco panes y dos peces.
18 Y él les dijo: Traédmelos acá.
19 Y mandó a la gente recostarse sobre la hierba; tomó los cinco panes y los dos peces, y alzando los ojos al cielo, bendijo, y partió y dio los panes a los discípulos, y los discípulos a la gente.
Y comieron todos y se saciaron; y recogieron lo que sobró, doce cestas llenas.
21 Y los que comieron fueron como cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños.
22 Y enseguida Jesús hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de él al otro lado del lago, entretanto que él despedía a la multitud.
23 Y después de haber despedido a la multitud, subió al monte a orar aparte; y cuando llegó la noche, estaba allí solo.
24 Y ya la barca estaba en medio del mar, azotada por las olas, porque el viento era contrario.
25 Mas a la cuarta vigilia de la noche, Jesús fue a ellos andando sobre el mar.
26 Y los discípulos, viéndole andar sobre el mar, se turbaron, diciendo: ¡Un fantasma! Y dieron voces de miedo.
27 Pero enseguida Jesús les habló, diciendo: ¡Tened ánimo! ¡Yo soy, no tengáis miedo!
28 Entonces le respondió Pedro y dijo: Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas.
29 Y él dijo: Ven. Y descendió Pedro de la barca y anduvo sobre las aguas para ir a Jesús.
Mas al ver el viento fuerte, tuvo miedo y, comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame!
31 Y al momento Jesús, extendiendo la mano, le sujetó y le dijo: ¡Oh hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?
32 Y cuando ellos subieron a la barca, se sosegó el viento.
33 Entonces los que estaban en la barca vinieron y le adoraron, diciendo: Verdaderamente eres Hijo de Dios.
34 Y después de cruzar al otro lado, llegaron a la tierra de Genesaret.
35 Y cuando le reconocieron los hombres de aquel lugar, enviaron la noticia por toda aquella tierra alrededor, y trajeron a él todos los enfermos;
36 y le rogaban que solamente los dejase tocar el borde de su manto; y todos los que lo tocaron quedaron sanos.
Escribas y fariseos discuten con Jesús — Él sana a la hija de una mujer gentil — Alimenta a cuatro mil personas.
Entonces se acercaron a Jesús ciertos escribas y fariseos de Jerusalén, diciendo:
2 ¿Por qué quebrantan tus discípulos la tradición de los ancianos?, pues no se lavan las manos cuando comen pan.
3 Y respondiendo él, les dijo: ¿Por qué también vosotros quebrantáis el mandamiento de Dios por vuestra tradición?
4 Porque Dios mandó, diciendo: Honra a tu padre y a tu madre, y: El que maldiga al padre o a la madre, ciertamente morirá.
5 Pero vosotros decís: Cualquiera que diga a su padre o a su madre: Es mi ofrenda a Dios todo aquello con que pudiera ayudarte,
6 ya no tiene que honrar a su padre o a su madre con socorro. Así habéis invalidado el mandamiento de Dios por vuestra tradición.
7 ¡Hipócritas! Bien profetizó de vosotros Isaías, cuando dijo:
8 Este pueblo con sus labios me honra,mas su corazón lejos está de mí.
9 En vano me honran,enseñando como doctrinas mandamientos de hombres.
Y llamando hacia sí a la multitud, les dijo: Oíd, y entended:
11 No es lo que entra en la boca lo que contamina al hombre; sino lo que sale de la boca, eso contamina al hombre.
12 Entonces, acercándose sus discípulos, le dijeron: ¿Sabes que los fariseos se ofendieron cuando oyeron esta palabra?
13 Pero respondiendo él, dijo: Toda planta que no plantó mi Padre Celestial será desarraigada.
14 Dejadlos; son ciegos guías de ciegos; y si el ciego guía al ciego, ambos caerán en el hoyo.
15 Y respondiendo Pedro, le dijo: Explícanos esta parábola.
16 Y Jesús dijo: ¿También vosotros estáis aún sin entendimiento?
17 ¿No entendéis, aún, que todo lo que entra en la boca va al vientre y es echado en la letrina?
18 Pero lo que sale de la boca, del corazón sale; y eso contamina al hombre.
19 Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios y las blasfemias.
Estas cosas son las que contaminan al hombre; pero el comer con las manos sin lavar no contamina al hombre.
21 Y saliendo Jesús de allí, se fue a las regiones de Tiro y de Sidón.
22 Y he aquí una mujer cananea que había salido de aquellos alrededores clamaba, diciéndole: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! Mi hija es gravemente atormentada por un demonio.
23 Pero él no le respondió palabra. Entonces, acercándose sus discípulos, le rogaron, diciendo: Despídela, pues da voces tras nosotros.
24 Y él, respondiendo, dijo: No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel.
25 Entonces, ella vino y se postró ante él, diciendo: ¡Señor, socórreme!
26 Y respondiendo él, dijo: No está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos.
27 Y ella dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus señores.
28 Entonces, respondiendo Jesús, le dijo: Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres. Y su hija quedó sanada desde aquella hora.
29 Y partiendo Jesús de allí, vino junto al mar de Galilea; y subiendo al monte, se sentó allí.
Y vino a él mucha gente que tenía consigo cojos, ciegos, mudos, mancos y muchos otros enfermos; y los pusieron a los pies de Jesús, y él los sanó;
31 de manera que la gente se maravillaba viendo a los mudos hablar, a los mancos quedar sanos, a los cojos andar y a los ciegos ver; y glorificaban al Dios de Israel.
32 Y Jesús, llamando a sus discípulos, dijo: Tengo compasión de la gente, porque ya hace tres días que permanecen conmigo y no tienen qué comer; y no quiero despedirlos en ayunas, para que no desmayen por el camino.
33 Entonces sus discípulos le dijeron: ¿Dónde podríamos conseguir nosotros tantos panes en el desierto para saciar a una multitud tan grande?
34 Entonces Jesús les dijo: ¿Cuántos panes tenéis? Y ellos dijeron: Siete, y unos pocos pececillos.
35 Y mandó a la gente que se recostase en tierra.
36 Y tomando los siete panes y los peces, dio gracias, los partió y dio a sus discípulos, y los discípulos a la gente.
37 Y comieron todos y se saciaron; y de lo que sobró de los pedazos recogieron siete cestas llenas.
38 Y los que comieron fueron cuatro mil hombres, sin contar las mujeres y los niños.
39 Entonces, una vez despedida la gente, Jesús subió a la barca y fue a la región de Magdala.
Jesús previene contra la doctrina de los fariseos y de los saduceos — Pedro testifica que Jesús es el Cristo y se le prometen las llaves del reino — Jesús predice Su propia muerte y Su resurrección.
Y se acercaron los fariseos y los saduceos para tentarle, y le pidieron que les mostrase una señal del cielo.
2 Mas él, respondiendo, les dijo: Cuando cae la tarde, decís: Hará buen tiempo, porque el cielo tiene arreboles.
3 Y por la mañana: Hoy habrá tempestad, porque tiene arreboles el cielo y está nublado. ¡Hipócritas!, que sabéis discernir el aspecto del cielo, ¿pero las señales de los tiempos no podéis discernir?
4 La generación mala y adúltera busca señal, pero señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás. Y dejándolos, se fue.
5 Y llegaron sus discípulos al otro lado, pero se habían olvidado de llevar pan.
6 Y Jesús les dijo: Mirad, y guardaos de la levadura de los fariseos y de los saduceos.
7 Y ellos pensaban dentro de sí, diciendo: Esto dice porque no trajimos pan.
8 Y entendiéndolo Jesús, les dijo: ¿Por qué pensáis dentro de vosotros, hombres de poca fe, que no tenéis pan?
9 ¿No entendéis aún, ni os acordáis de los cinco panes entre cinco mil hombres, y cuántas cestas recogisteis?
¿Ni de los siete panes entre cuatro mil, y cuántas cestas recogisteis?
11 ¿Cómo no entendéis que no fue por el pan que os dije que os guardaseis de la levadura de los fariseos y de los saduceos?
12 Entonces entendieron que no les había dicho que se guardasen de la levadura del pan, sino de la doctrina de los fariseos y de los saduceos.
13 Y al llegar Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?
14 Y ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; y otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas.
15 Él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?
16 Respondió Simón Pedro y dijo: ¡Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente!
17 Entonces, respondiendo Jesús, le dijo: Bienaventurado eres, Simón hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos.
18 Mas yo también te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella.
19 Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos, y todo lo que ates en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desates en la tierra será desatado en los cielos.
Entonces mandó a sus discípulos que a nadie dijesen que él era Jesús el Cristo.
21 Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer mucho a manos de los ancianos, y de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día.
22 Y Pedro, tomándolo aparte, comenzó a reprenderle, diciendo: Señor, ten compasión de ti mismo. ¡En ninguna manera esto te acontezca!
23 Entonces él, volviéndose, dijo a Pedro: ¡Quítate de delante de mí, Satanás! Me eres tropiezo, porque no entiendes lo que es de Dios, sino lo que es de los hombres.
24 Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz y sígame.
25 Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá, y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará.
26 Porque, ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo y perdiere su alma? O, ¿qué recompensa dará el hombre por su alma?
27 Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras.
28 De cierto os digo: Hay algunos de los que están aquí que no probarán la muerte hasta que hayan visto al Hijo del Hombre viniendo en su reino.
Jesús se transfigura en el monte delante de Pedro, Santiago (Jacobo) y Juan — Sana a un lunático, habla de Su muerte cercana y paga impuestos de un modo milagroso.
Y después de seis días, Jesús tomó consigo a Pedro, y a Jacobo y a Juan, su hermano, y los llevó aparte a un monte alto;
2 y se transfiguró delante de ellos; y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz.
3 Y he aquí se les aparecieron Moisés y Elías, hablando con él.
4 Y respondiendo Pedro, dijo a Jesús: Señor, bueno es que estemos aquí; si quieres, hagamos aquí tres enramadas: una para ti, una para Moisés y otra para Elías.
5 Y mientras él aún hablaba, he aquí una nube de luz los cubrió; y he aquí una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien me complazco; a él oíd.
6 Y al oír esto, los discípulos se postraron sobre sus rostros y temieron en gran manera.
7 Entonces Jesús, acercándose, los tocó y dijo: Levantaos y no temáis.
8 Y alzando ellos sus ojos, no vieron a nadie, sino a Jesús solo.
9 Y cuando descendieron del monte, Jesús les mandó, diciendo: No digáis a nadie la visión, hasta que el Hijo del Hombre resucite de entre los muertos.
Entonces sus discípulos le preguntaron, diciendo: ¿Por qué, pues, dicen los escribas que es menester que Elías venga primero?
11 Y respondiendo Jesús, les dijo: A la verdad, Elías vendrá primero y restaurará todas las cosas.
12 Mas os digo que Elías ya vino, y no le reconocieron, sino que hicieron con él todo lo que quisieron; así también el Hijo del Hombre padecerá a manos de ellos.
13 Los discípulos entonces entendieron que les había hablado de Juan el Bautista.
14 Y cuando ellos llegaron al gentío, vino a él un hombre que se arrodilló delante de él, diciendo:
15 Señor, ten misericordia de mi hijo, que es lunático y padece terriblemente; porque muchas veces cae en el fuego, y muchas otras en el agua.
16 Y lo he traído a tus discípulos, pero no lo han podido sanar.
17 Y respondiendo Jesús, dijo: ¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros? ¿Hasta cuándo os he de soportar? Traédmelo acá.
18 Y Jesús reprendió al demonio, y este salió del muchacho, y quedó sano desde aquella hora.
19 Entonces, los discípulos se acercaron a Jesús aparte y dijeron: ¿Por qué nosotros no pudimos echarlo fuera?
Y Jesús les dijo: Por vuestra incredulidad; porque de cierto os digo que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible.
21 Pero este género no sale sino con oración y ayuno.
22 Y estando ellos en Galilea, Jesús les dijo: El Hijo del Hombre será entregado en manos de hombres,
23 y le matarán; mas al tercer día resucitará. Y ellos se entristecieron en gran manera.
24 Y cuando llegaron a Capernaúm, fueron a Pedro los que cobraban las dos dracmas y dijeron: ¿Vuestro Maestro no paga las dos dracmas?
25 Él dijo: Sí. Y entrando él en la casa, Jesús le habló antes, diciendo: ¿Qué te parece, Simón? Los reyes de la tierra, ¿de quiénes cobran los tributos o los impuestos? ¿De sus hijos o de los extraños?
26 Pedro le dijo: De los extraños. Jesús le dijo: Luego los hijos están exentos.
27 Mas para no ofenderlos, ve al mar y echa el anzuelo, y al primer pez que salga, ábrele la boca y hallarás un estatero; tómalo y dáselo por mí y por ti.
Jesús explica cómo tratar a los hermanos que nos ofenden — El Hijo del Hombre vino a salvar lo que se había perdido — Los Doce reciben las llaves del reino — Jesús explica por qué debemos perdonar.
En aquel tiempo se acercaron los discípulos a Jesús, diciendo: ¿Quién es el mayor en el reino de los cielos?
2 Y llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos,
3 y dijo: De cierto os digo que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos.
4 Así que, cualquiera que se humille como este niño, ese es el mayor en el reino de los cielos.
5 Y cualquiera que reciba en mi nombre a un niño como este, a mí me recibe.
6 Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno y que se le hundiese en lo profundo del mar.
7 ¡Ay del mundo por los tropiezos! Porque es necesario que vengan tropiezos, pero, ¡ay de aquel hombre por quien viene el tropiezo!
8 Por tanto, si tu mano o tu pie te fuere ocasión de caer, córtalo y échalo de ti; mejor te es entrar en la vida cojo o manco que, teniendo dos manos o dos pies, ser echado al fuego eterno.
9 Y si tu ojo te fuere ocasión de caer, sácalo y échalo de ti; mejor te es entrar con un solo ojo en la vida que, teniendo dos ojos, ser echado al infierno de fuego.
Mirad que no tengáis en poco a alguno de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles en los cielos ven siempre la faz de mi Padre que está en los cielos.
11 Porque el Hijo del Hombre ha venido para salvar lo que se había perdido.
12 ¿Qué os parece? Si tiene algún hombre cien ovejas y se descarría una de ellas, ¿no irá por los montes, dejando las noventa y nueve, a buscar la que se ha descarriado?
13 Y si acontece que la halla, de cierto os digo que más se regocija por aquella que por las noventa y nueve que no se descarriaron.
14 Así que, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos que se pierda uno de estos pequeños.
15 Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele entre tú y él solos; si te escucha, has ganado a tu hermano.
16 Pero si no te escucha, toma aun contigo a uno o a dos, para que por boca de dos o de tres testigos conste toda palabra.
17 Y si no los escucha a ellos, dilo a la iglesia; y si no escucha a la iglesia, tenle por pagano y publicano.
18 De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra será desatado en el cielo.
19 Otra vez os digo que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra acerca de cualquier cosa que pidan, les será hecho por mi Padre que está en los cielos.
Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.
21 Entonces Pedro, acercándose a él, dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete?
22 Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete.
23 Por lo cual, el reino de los cielos es semejante a un rey que quiso hacer cuentas con sus siervos.
24 Y cuando comenzó a hacer cuentas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos.
25 Mas como este no podía pagar, mandó su señor venderlo a él, y a su mujer e hijos, con todo lo que tenía, para que se le pagase.
26 Entonces aquel siervo, postrado, le suplicaba, diciendo: Señor, ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo.
27 El señor, movido a misericordia por aquel siervo, le soltó y le perdonó la deuda.
28 Pero saliendo aquel siervo, halló a uno de sus consiervos que le debía cien denarios; y tomándole del cuello, le ahogaba, diciendo: ¡Págame lo que me debes!
29 Entonces su consiervo, postrándose a sus pies, le rogaba, diciendo: Ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo.
Mas él no quiso, sino que fue y lo echó en la cárcel hasta que pagase la deuda.
31 Y viendo sus consiervos lo que pasaba, se entristecieron mucho, y fueron y declararon a su señor todo lo que había pasado.
32 Entonces llamándole su señor, le dijo: ¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste.
33 ¿No debías tú también haber tenido misericordia de tu consiervo, así como yo tuve misericordia de ti?
34 Entonces su señor, enojado, le entregó a los verdugos hasta que pagase todo lo que le debía.
35 Así también hará con vosotros mi Padre Celestial, si no perdona de corazón cada uno a su hermano sus ofensas.
Jesús enseña acerca del matrimonio y del divorcio — La vida eterna es para los que guardan los mandamientos — Los Doce Apóstoles juzgarán a la casa de Israel.
Y aconteció que cuando acabó Jesús estas palabras, salió de Galilea y fue a la región de Judea, al otro lado del Jordán.
2 Y le siguió mucha gente, y los sanó allí.
3 Entonces se acercaron a él los fariseos, tentándole y diciéndole: ¿Es lícito al hombre repudiar a su esposa por cualquier causa?
4 Y él, respondiendo, les dijo: ¿No habéis leído que el que los hizo al principio, hombre y mujer los hizo,
5 y dijo: Por tanto, el hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá a su esposa, y los dos serán una sola carne?
6 Así que, no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre.
7 Le dijeron: ¿Por qué, pues, mandó Moisés darle carta de divorcio y repudiarla?
8 Les dijo: Por la dureza de vuestro corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras esposas; mas al principio no fue así.
9 Y yo os digo que cualquiera que repudia a su esposa, a no ser por causa de adulterio, y se casa con otra, comete adulterio; y el que se casa con la repudiada comete adulterio.
Le dijeron sus discípulos: Si así es la condición del hombre con su esposa, no conviene casarse.
11 Entonces él les dijo: No todos pueden recibir esta palabra, sino solo aquellos a quienes es dado.
12 Porque hay eunucos que nacieron así del vientre de su madre, y hay eunucos que son hechos eunucos por los hombres, y hay eunucos que se hicieron a sí mismos eunucos por causa del reino de los cielos; el que sea capaz de aceptar esto, que lo acepte.
13 Entonces le fueron presentados unos niños, para que pusiese las manos sobre ellos y orase; pero los discípulos los reprendieron.
14 Y Jesús dijo: Dejad a los niños venir a mí y no les impidáis hacerlo, porque de los tales es el reino de los cielos.
15 Y habiendo puesto las manos sobre ellos, partió de allí.
16 Y he aquí uno, acercándose, le dijo: Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la vida eterna?
17 Y él le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno es bueno sino uno, a saber, Dios; y si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos.
18 Le dijo: ¿Cuáles? Y Jesús dijo: No matarás; no cometerás adulterio; no hurtarás; no dirás falso testimonio;
19 honra a tu padre y a tu madre; y, amarás a tu prójimo como a ti mismo.
El joven le dijo: Todo esto lo he guardado desde mi juventud. ¿Qué más me falta?
21 Le dijo Jesús: Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y da a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme.
22 Y al oír el joven esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones.
23 Entonces Jesús dijo a sus discípulos: De cierto os digo que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos.
24 Mas os digo que es más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el reino de Dios.
25 Mas sus discípulos, oyendo estas cosas, se asombraron en gran manera, diciendo: ¿Quién, pues, podrá ser salvo?
26 Y mirándolos Jesús, les dijo: Para los hombres esto es imposible, mas para Dios todo es posible.
27 Entonces, respondiendo Pedro, le dijo: He aquí, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido. ¿Qué, pues, tendremos?
28 Y Jesús les dijo: De cierto os digo que, en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido os sentaréis también sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel.
29 Y todo el que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o esposa, o hijos o tierras, por mi nombre recibirá cien veces más y heredará la vida eterna.
Pero muchos primeros serán postreros, y los postreros, primeros.
Jesús enseña la parábola de los obreros de la viña — Predice Su crucifixión y resurrección — Jesús vino a dar Su vida en rescate por muchos.
Porque el reino de los cielos es semejante a un hombre, padre de familia, que salió por la mañana a contratar obreros para su viña.
2 Y habiendo convenido con los obreros en un denario al día, los envió a su viña.
3 Y saliendo cerca de la hora tercera, vio a otros que estaban en la plaza desocupados
4 y les dijo: Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo. Y ellos fueron.
5 Salió otra vez cerca de las horas sexta y novena, e hizo lo mismo.
6 Y saliendo cerca de la hora undécima, halló a otros que estaban sin trabajo y les dijo: ¿Por qué estáis aquí todo el día desocupados?
7 Le dijeron: Porque nadie nos ha contratado. Les dijo: Id también vosotros a la viña y recibiréis lo que sea justo.
8 Y al atardecer, el señor de la viña dijo a su mayordomo: Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando desde los postreros hasta los primeros.
9 Y cuando vinieron los que habían ido cerca de la hora undécima, recibieron cada uno un denario.
Y al venir también los primeros, pensaron que habían de recibir más, pero también ellos recibieron cada uno un denario.
11 Y tomándolo, murmuraban contra el padre de familia,
12 diciendo: Estos postreros han trabajado una sola hora, y los has hecho iguales a nosotros, que hemos llevado la carga y el calor del día.
13 Y él, respondiendo, dijo a uno de ellos: Amigo, no te hago agravio; ¿no conviniste conmigo en un denario?
14 Toma lo que es tuyo y vete; mas quiero darle a este postrero como a ti.
15 ¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío?, o, ¿es malo tu ojo, porque yo soy bueno?
16 Así, los primeros serán postreros y los postreros, primeros; porque muchos son los llamados, pero pocos los escogidos.
17 Y subiendo Jesús a Jerusalén, tomó a sus doce discípulos aparte en el camino y les dijo:
18 He aquí, subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los principales sacerdotes y a los escribas, y le condenarán a muerte;
19 y le entregarán a los gentiles para que le escarnezcan, y le azoten y le crucifiquen; mas al tercer día resucitará.
Entonces se acercó a él la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, postrándose ante él y pidiéndole algo.
21 Y él le dijo: ¿Qué quieres? Ella le dijo: Ordena que se sienten estos dos hijos míos, el uno a tu derecha y el otro a tu izquierda, en tu reino.
22 Entonces Jesús, respondiendo, dijo: No sabéis lo que pedís: ¿Podéis beber del vaso que yo he de beber y ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado? Y ellos le dijeron: Podemos.
23 Y él les dijo: A la verdad de mi vaso beberéis, y con el bautismo con que yo soy bautizado, seréis bautizados; pero el sentaros a mi derecha y a mi izquierda no es mío darlo, sino a aquellos para quienes está preparado por mi Padre.
24 Y cuando los diez oyeron esto, se enojaron con los dos hermanos.
25 Entonces Jesús, llamándolos, dijo: Sabéis que los gobernantes de los gentiles se enseñorean sobre ellos, y los que son grandes ejercen sobre ellos potestad.
26 Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor;
27 y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo,
28 así como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos.
29 Entonces, saliendo ellos de Jericó, le seguía una gran multitud.
Y he aquí dos ciegos estaban sentados junto al camino, y cuando oyeron que Jesús pasaba, clamaron, diciendo: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros!
31 Y la gente los reprendía para que callasen, pero ellos clamaban más, diciendo: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros!
32 Y, deteniéndose Jesús, los llamó y les dijo: ¿Qué queréis que haga por vosotros?
33 Ellos le dijeron: Señor, que sean abiertos nuestros ojos.
34 Entonces Jesús, teniendo misericordia de ellos, les tocó los ojos, y al instante sus ojos recibieron la vista; y le siguieron.
La entrada triunfal de Jesús en Jerusalén — Purifica el templo, maldice la higuera y diserta sobre la autoridad — Enseña la parábola de los dos hijos y la de los labradores malvados.
Y cuando se acercaron a Jerusalén y llegaron a Betfagé, al monte de los Olivos, entonces Jesús envió a dos discípulos,
2 diciéndoles: Id a la aldea que está delante de vosotros, y enseguida hallaréis un asna atada y un pollino con ella; desatadla y traédmelos.
3 Y si alguien os dice algo, decid: El Señor los necesita. Y enseguida los enviará.
4 Y todo esto aconteció para que se cumpliese lo que fue dicho por el profeta, cuando dijo:
5 Decid a la hija de Sion:He aquí, tu Rey viene a ti,manso y sentado sobre un asna,y sobre un pollino, hijo de animal de carga.
6 Entonces los discípulos fueron e hicieron como Jesús les mandó;
7 y trajeron el asna y el pollino, y pusieron sobre ellos sus mantos; y él se sentó encima.
8 Y la multitud, que era muy numerosa, tendía sus mantos en el camino; y otros cortaban ramas de los árboles y las tendían en el camino.
9 Y las multitudes que iban delante de él y las que iban detrás aclamaban, diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!
Y al entrar él en Jerusalén, toda la ciudad se alborotó, diciendo: ¿Quién es este?
11 Y la gente decía: Este es Jesús, el profeta, de Nazaret de Galilea.
12 Y entró Jesús en el templo de Dios y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el templo; y volcó las mesas de los cambistas y las sillas de los que vendían palomas;
13 y les dijo: Escrito está: Mi casa, casa de oración será llamada, pero vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.
14 Entonces en el templo vinieron a él ciegos y cojos, y los sanó.
15 Pero los principales sacerdotes y los escribas, viendo las maravillas que hacía y a los muchachos que aclamaban en el templo y decían: ¡Hosanna al Hijo de David!, se indignaron
16 y le dijeron: ¿Oyes lo que estos dicen? Y Jesús les dijo: Sí; ¿nunca leísteis:De la boca de los pequeños y de los niños de pechoperfeccionaste la alabanza?
17 Y dejándolos, salió fuera de la ciudad, a Betania; y se hospedó allí.
18 Y por la mañana, volviendo a la ciudad, tuvo hambre.
19 Y viendo una higuera cerca del camino, fue a ella, pero no halló nada en ella, sino hojas solamente, y le dijo: ¡Nunca jamás nazca de ti fruto! Y de inmediato se secó la higuera.
Y al ver esto los discípulos, maravillados decían: ¿Cómo se secó al instante la higuera?
21 Y respondiendo Jesús, les dijo: De cierto os digo que si tenéis fe y no dudáis, no solo haréis esto de la higuera, sino que si a este monte decís: ¡Quítate y échate al mar!, será hecho.
22 Y todo lo que pidáis en oración, creyendo, lo recibiréis.
23 Y cuando llegó al templo, los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo se acercaron a él mientras enseñaba, y le preguntaron: ¿Con qué autoridad haces esto? ¿Y quién te dio esta autoridad?
24 Y, respondiendo Jesús, les dijo: Yo también os haré una pregunta, y si me la contestáis, también yo os diré con qué autoridad hago esto.
25 El bautismo de Juan, ¿de dónde era? ¿Del cielo o de los hombres? Ellos entonces discutieron entre sí, diciendo: Si decimos del cielo, nos dirá: ¿Por qué, pues, no le creísteis?
26 Y si decimos de los hombres, tememos al pueblo, porque todos tienen a Juan por profeta.
27 Y respondiendo a Jesús, dijeron: No lo sabemos. Y él también les dijo: Tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto.
28 Mas, ¿qué os parece? Un hombre tenía dos hijos, y acercándose al primero, le dijo: Hijo, ve hoy a trabajar en mi viña.
29 Y respondiendo él, dijo: No quiero; pero después, arrepentido, fue.
Y acercándose al otro, le dijo de la misma manera; y respondiendo él, dijo: Sí, señor, voy. Pero no fue.
31 ¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre? Dijeron ellos: El primero. Jesús les dijo: De cierto os digo que los publicanos y las rameras van delante de vosotros al reino de Dios.
32 Porque Juan vino a vosotros en camino de justicia, y no le creísteis; pero los publicanos y las rameras le creyeron; pero vosotros, aunque visteis esto, no os arrepentisteis después para creerle.
33 Oíd otra parábola: Había un hombre, padre de familia, el cual plantó una viña; y la cercó de vallado, y cavó en ella un lagar, y edificó una torre, y la arrendó a unos labradores y partió lejos.
34 Y cuando se acercó el tiempo de los frutos, envió sus siervos a los labradores para que recibiesen sus frutos.
35 Pero los labradores, tomando a los siervos, a uno golpearon, y a otro mataron y a otro apedrearon.
36 Envió de nuevo otros siervos, más que los primeros, e hicieron con ellos de la misma manera.
37 Finalmente les envió a su hijo, diciendo: Tendrán respeto a mi hijo.
38 Pero los labradores, cuando vieron al hijo, dijeron entre sí: Este es el heredero; venid, matémosle y tomemos su heredad.
39 Y tomándole, le echaron fuera de la viña y le mataron.
Cuando venga, pues, el señor de la viña, ¿qué hará a aquellos labradores?
41 Le dijeron: A los malos destruirá sin misericordia, y arrendará su viña a otros labradores que le paguen el fruto a su tiempo.
42 Jesús les dijo: ¿Nunca leísteis en las Escrituras:La piedra que desecharon los edificadoresha llegado a ser cabeza del ángulo. El Señor ha hecho esto,y es cosa maravillosa a nuestros ojos?
43 Por tanto, os digo que el reino de Dios será quitado de vosotros y será dado a gente que produzca los frutos de él.
44 Y el que caiga sobre esta piedra será quebrantado; y sobre quien ella caiga, lo desmenuzará.
45 Y al oír sus parábolas, los principales sacerdotes y los fariseos entendieron que hablaba de ellos.
46 Y buscando cómo echarle mano, temieron al pueblo, porque le tenían por profeta.
Jesús enseña la parábola de la fiesta de bodas del hijo del rey — Pagad tributo a César y a Dios — Los matrimonios del mundo solo perduran por esta vida — El primer mandamiento consiste en amar al Señor nuestro Dios — Jesús pregunta: ¿Qué pensáis del Cristo?
Y respondiendo Jesús, les volvió a hablar en parábolas, diciendo:
2 El reino de los cielos es semejante a un rey que hizo una fiesta de bodas a su hijo;
3 y envió a sus siervos para que llamasen a los invitados a las bodas, pero no quisieron venir.
4 Volvió a enviar otros siervos, diciendo: Decid a los invitados: He aquí, he preparado mi comida; mis toros y mis animales engordados he hecho matar, y todo está dispuesto; venid a las bodas.
5 Pero ellos no hicieron caso y se fueron, uno a su labranza, y otro a sus negocios;
6 y otros, tomando a los siervos, los afrentaron y los mataron.
7 Y el rey, al oír esto, se enojó; y enviando sus ejércitos, mató a aquellos homicidas y prendió fuego a su ciudad.
8 Entonces dijo a sus siervos: Las bodas a la verdad están preparadas; pero los invitados no eran dignos.
9 Id, pues, a las salidas de los caminos y llamad a las bodas a cuantos halléis.
Y salieron los siervos por los caminos y reunieron a todos los que hallaron, juntamente malos y buenos; y las bodas estuvieron llenas de convidados.
11 Y entró el rey para ver a los convidados y vio allí a un hombre que no estaba vestido de boda,
12 y le dijo: Amigo, ¿cómo entraste aquí sin estar vestido de boda? Mas él enmudeció.
13 Entonces el rey dijo a los que servían: Atadle de pies y de manos, y tomadle y echadle a las tinieblas de afuera; allí será el llanto y el crujir de dientes.
14 Porque muchos son los llamados, pero pocos los escogidos.
15 Entonces, se fueron los fariseos y consultaron cómo atraparle en alguna palabra.
16 Y le enviaron los discípulos de ellos, con los herodianos, diciendo: Maestro, sabemos que eres amador de la verdad, y que enseñas con verdad el camino de Dios, y que no te cuidas de nadie, porque no haces acepción de personas.
17 Dinos, pues, ¿qué te parece? ¿Es lícito dar tributo a César, o no?
18 Pero Jesús percibió la malicia de ellos y les dijo: ¿Por qué me tentáis, hipócritas?
19 Mostradme la moneda del tributo. Y ellos le presentaron un denario.
Entonces les dijo: ¿De quién es esta imagen y la inscripción?
21 Le dijeron: De César. Y les dijo: Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios.
22 Y oyendo esto, se maravillaron, y dejándole, se fueron.
23 Aquel día se acercaron a él los saduceos, que dicen que no hay resurrección, y le preguntaron,
24 diciendo: Maestro, Moisés dijo: Si alguno muere sin hijos, su hermano se casará con su esposa y levantará descendencia a su hermano.
25 Hubo, pues, entre nosotros siete hermanos; y el primero se casó y murió; y no teniendo descendencia, dejó su esposa a su hermano.
26 De la misma manera también el segundo, y el tercero, hasta el séptimo.
27 Y después de todos, murió también la mujer.
28 En la resurrección, pues, ¿de cuál de los siete será ella esposa?, porque todos la tuvieron.
29 Entonces, respondiendo Jesús, les dijo: Erráis, ignorando las Escrituras y el poder de Dios.
Porque en la resurrección ni se casan ni se dan en casamiento, sino que son como los ángeles de Dios en el cielo.
31 Y de la resurrección de los muertos, ¿no habéis leído lo que os fue dicho por Dios, que dice:
32 Yo soy el Dios de Abraham, y el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? Dios no es Dios de muertos, sino de vivos.
33 Y al oír esto, la gente estaba atónita de su doctrina.
34 Entonces los fariseos, al oír que había hecho callar a los saduceos, se reunieron a una.
35 Y uno de ellos, intérprete de la ley, preguntó para tentarle, diciendo:
36 Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento de la ley?
37 Y Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma y con toda tu mente.
38 Este es el primero y grande mandamiento.
39 Y el segundo es semejante a este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas.
41 Y estando reunidos los fariseos, Jesús les preguntó,
42 diciendo: ¿Qué pensáis del Cristo? ¿De quién es Hijo? Le dijeron: De David.
43 Él les dijo: ¿Cómo, pues, David, en el Espíritu le llama Señor, diciendo:
44 Dijo el Señor a mi Señor:Siéntate a mi derecha,hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies?
45 Pues si David le llama Señor, ¿cómo es su Hijo?
46 Y nadie le podía responder palabra, ni osó alguno desde aquel día preguntarle más.
Jesús pronuncia ayes sobre los escribas y los fariseos — Se responsabilizará a estos de la muerte de los profetas — No escaparán de la condenación del infierno.
Entonces habló Jesús a la multitud y a sus discípulos,
2 diciendo: Sobre la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos.
3 Así que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo; pero no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, pero no hacen.
4 Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con un dedo quieren moverlas.
5 Antes bien, hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres; pues ensanchan sus filacterias y extienden los flecos de sus mantos;
6 y anhelan los primeros asientos en las cenas, y las primeras sillas en las sinagogas,
7 y las salutaciones en las plazas y el ser llamados por los hombres: Rabí, Rabí.
8 Pero vosotros no queráis ser llamados Rabí; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos.
9 Y no llaméis a nadie en la tierra vuestro padre, porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos.
Ni seáis llamados maestros, porque uno es vuestro Maestro, el Cristo.
11 El que es el mayor entre vosotros será vuestro siervo.
12 Porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.
13 Pero, ¡ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres; pues ni vosotros entráis ni dejáis entrar a los que están entrando.
14 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque devoráis las casas de las viudas y, como pretexto, hacéis larga oración; por esto recibiréis mayor condenación.
15 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque recorréis mar y tierra para hacer un prosélito; y cuando lo conseguís, le hacéis dos veces más hijo del infierno que vosotros.
16 ¡Ay de vosotros, guías ciegos!, que decís: Cualquiera que jure por el templo, no significa nada; pero cualquiera que jure por el oro del templo, queda obligado.
17 ¡Insensatos y ciegos! Porque, ¿cuál es mayor, el oro o el templo que santifica al oro?
18 También decís: Cualquiera que jure por el altar, no significa nada; pero cualquiera que jure por la ofrenda que está sobre él, queda obligado.
19 ¡Necios y ciegos! Porque, ¿cuál es mayor, la ofrenda o el altar que santifica la ofrenda?
Pues el que jura por el altar, jura por él y por todo lo que está sobre él;
21 y el que jura por el templo, jura por él y por Aquel que habita en él;
22 y el que jura por el cielo, jura por el trono de Dios y por Aquel que está sentado sobre él.
23 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque diezmáis la menta, y el eneldo y el comino, y habéis dejado lo más importante de la ley: la justicia, y la misericordia y la fe; esto era menester hacer, sin dejar de hacer lo otro.
24 ¡Guías ciegos, que coláis el mosquito, pero tragáis el camello!
25 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque limpiáis lo que está fuera del vaso y del plato; pero por dentro estáis llenos de robo y de injusticia.
26 ¡Fariseo ciego, limpia primero lo de dentro del vaso y del plato, para que también lo de fuera quede limpio!
27 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia.
28 Así también vosotros por fuera, a la verdad, os mostráis justos a los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad.
29 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque edificáis los sepulcros de los profetas y adornáis los monumentos de los justos,
y decís: Si hubiéramos vivido en los días de nuestros padres, no habríamos sido sus cómplices en la sangre de los profetas.
31 Así dais testimonio contra vosotros mismos de que sois hijos de aquellos que mataron a los profetas.
32 ¡También vosotros, llenad la medida de vuestros padres!
33 ¡Serpientes, generación de víboras! ¿Cómo escaparéis del juicio del infierno?
34 Por tanto, he aquí, yo os envío profetas, y sabios y escribas; y de ellos, a unos mataréis y crucificaréis, y a otros azotaréis en vuestras sinagogas y perseguiréis de ciudad en ciudad;
35 para que venga sobre vosotros toda la sangre justa que se ha derramado sobre la tierra, desde la sangre de Abel, el justo, hasta la sangre de Zacarías hijo de Berequías, al que matasteis entre el templo y el altar.
36 De cierto os digo que todo esto vendrá sobre esta generación.
37 ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que son enviados a ti! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste!
38 He aquí, vuestra casa os es dejada desierta.
39 Porque os digo que desde ahora en adelante no me veréis más, hasta que digáis: ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!
Jesús predice la condenación de Jerusalén y la destrucción del templo — Grandes calamidades precederán a Su segunda venida — Jesús enseña la parábola de la higuera.
Y Jesús salió del templo y, cuando se iba, se le acercaron sus discípulos para mostrarle los edificios del templo.
2 Y respondiendo él, les dijo: ¿Veis todo esto? De cierto os digo que no quedará aquí piedra sobre piedra que no sea derribada.
3 Y estando él sentado en el monte de los Olivos, se acercaron a él los discípulos aparte, diciendo: Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida y del fin del mundo?
4 Y respondiendo Jesús, les dijo: Mirad que nadie os engañe,
5 porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo, y a muchos engañarán.
6 Y oiréis de guerras y de rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es menester que todo esto acontezca; mas aún no es el fin.
7 Porque se levantará nación contra nación y reino contra reino; y habrá pestilencias, y hambres y terremotos en diferentes lugares.
8 Y todas estas cosas son solo el principio de dolores.
9 Entonces os entregarán para ser afligidos y os matarán; y seréis aborrecidos por todas las naciones por causa de mi nombre.
Y muchos tropezarán entonces, y se entregarán unos a otros, y unos a otros se aborrecerán.
11 Y muchos falsos profetas se levantarán y engañarán a muchos.
12 Y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará.
13 Pero el que persevere hasta el fin, este será salvo.
14 Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin.
15 Por tanto, cuando veáis la abominación desoladora de la cual habló el profeta Daniel, quedaos en el lugar santo (el que lee, entienda),
16 entonces los que estén en Judea huyan a los montes;
17 y el que esté en la azotea no descienda para sacar algo de su casa;
18 y el que esté en el campo no vuelva atrás a tomar su ropa.
19 Mas, ¡ay de las que estén encintas y de las que estén criando en aquellos días!
Orad, pues, que vuestra huida no sea en invierno ni en día de reposo;
21 porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá.
22 Y si aquellos días no fuesen acortados, ninguna carne sería salva; mas por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados.
23 Entonces, si alguno os dijere: Mirad, aquí está el Cristo, o allí, no lo creáis.
24 Porque se levantarán falsos Cristos y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos.
25 He aquí, os lo he dicho antes.
26 Así que, si os dijeren: He aquí está en el desierto, no salgáis; he aquí está en los aposentos, no lo creáis.
27 Porque como el relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el occidente, así será también la venida del Hijo del Hombre.
28 Porque dondequiera que estuviere el cuerpo muerto, allí se juntarán las águilas.
29 E inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su luz, y las estrellas caerán del cielo y los poderes de los cielos serán sacudidos.
Y aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces se lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre que vendrá sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria.
31 Y enviará a sus ángeles con gran voz de trompeta, y reunirán a sus escogidos de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro.
32 De la higuera aprended la parábola: Cuando ya su rama está tierna y brotan sus hojas, sabéis que el verano está cerca.
33 Así también vosotros, cuando veáis todas estas cosas, sabed que está cerca, a las puertas.
34 De cierto os digo que no pasará esta generación hasta que todas estas cosas acontezcan.
35 El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
36 Pero del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino solo mi Padre.
37 Mas como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre.
38 Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dándose en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca,
39 y no comprendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre.
Entonces estarán dos en el campo; uno será tomado y el otro será dejado;
41 dos mujeres estarán moliendo en un molino; una será tomada y la otra será dejada.
42 Velad, pues, porque no sabéis a qué hora ha de venir vuestro Señor.
43 Pero sabed esto, que si el padre de familia supiese a qué hora el ladrón habría de venir, velaría y no dejaría minar su casa.
44 Por tanto, también vosotros estad preparados, porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis.
45 ¿Quién es, pues, el siervo fiel y prudente, a quien puso su señor sobre su casa para que les diese alimento a tiempo?
46 Bienaventurado aquel siervo al que, cuando su señor venga, le halle haciendo así.
47 De cierto os digo que sobre todos sus bienes le pondrá.
48 Mas si aquel siervo malo dijere en su corazón: Mi señor se tarda en venir,
49 y comenzare a golpear a sus consiervos, y aun a comer y a beber con los borrachos,
vendrá el señor de aquel siervo en el día que no le espera y a la hora que no sabe,
51 y lo cortará por en medio y pondrá su parte con los hipócritas; allí será el llanto y el crujir de dientes.
Jesús enseña la parábola de las diez vírgenes, la de los talentos, y la de las ovejas y los cabritos.
Entonces el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes que, tomando sus lámparas, salieron a recibir al novio.
2 Y cinco de ellas eran prudentes y cinco insensatas.
3 Las insensatas, tomando sus lámparas, no tomaron consigo aceite;
4 mas las prudentes tomaron aceite en sus vasijas, juntamente con sus lámparas.
5 Y tardándose el novio, cabecearon todas y se durmieron.
6 Y a la medianoche se oyó un clamor: He aquí el novio viene; salid a recibirle.
7 Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron y arreglaron sus lámparas.
8 Y las insensatas dijeron a las prudentes: Dadnos de vuestro aceite, porque nuestras lámparas se apagan.
9 Pero las prudentes respondieron, diciendo: Para que no nos falte a nosotras y a vosotras, id más bien a los que venden y comprad para vosotras mismas.
Y mientras ellas iban a comprar, vino el novio; y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas; y se cerró la puerta.
11 Y después vinieron también las otras vírgenes, diciendo: ¡Señor, Señor, ábrenos!
12 Mas respondiendo él, dijo: De cierto os digo que no os conozco.
13 Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir.
14 Porque el reino de los cielos es como un hombre que, partiendo lejos, llamó a sus siervos y les encomendó sus bienes.
15 Y a uno dio cinco talentos, y al otro dos, y al otro uno, a cada uno conforme a su capacidad; y luego se fue lejos.
16 Y el que había recibido cinco talentos fue y negoció con ellos, y ganó otros cinco talentos.
17 Asimismo, el que había recibido dos, ganó también otros dos.
18 Pero el que había recibido uno fue y cavó en la tierra, y escondió el dinero de su señor.
19 Y después de mucho tiempo, volvió el señor de aquellos siervos e hizo cuentas con ellos.
Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me encomendaste; he aquí, he ganado otros cinco talentos sobre ellos.
21 Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.
22 Y llegando también el que había recibido dos talentos, dijo: Señor, dos talentos me encomendaste; he aquí, he ganado otros dos talentos sobre ellos.
23 Su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.
24 Y llegando también el que había recibido un talento, dijo: Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste;
25 y tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo.
26 Y respondiendo su señor, le dijo: Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré y que recojo donde no esparcí;
27 por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros y, al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con intereses.
28 Quitadle, pues, el talento y dadlo al que tiene diez talentos.
29 Porque al que tiene, le será dado y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.
Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el llanto y el crujir de dientes.
31 Y cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará sobre el trono de su gloria.
32 Y serán reunidas delante de él todas las naciones; entonces apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos.
33 Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a la izquierda.
34 Entonces el Rey dirá a los que estén a su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo.
35 Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis;
36 estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; estuve en la cárcel, y vinisteis a mí.
37 Entonces los justos le responderán, diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te sustentamos?, ¿o sediento y te dimos de beber?
38 ¿Y cuándo te vimos forastero y te recogimos?, ¿o desnudo y te cubrimos?
39 ¿O cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?
Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos, mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.
41 Entonces dirá también a los que estén a la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles.
42 Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber;
43 fui forastero, y no me recogisteis; estuve desnudo, y no me cubristeis; enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis.
44 Entonces también ellos le responderán, diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, o sediento, o forastero, o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te servimos?
45 Entonces les responderá, diciendo: De cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis.
46 E irán estos al tormento eterno, y los justos a la vida eterna.
Jesús es ungido — Jesús celebra la Pascua e instituye la Santa Cena — Padece en Getsemaní; es entregado por Judas y llevado ante Caifás — Pedro niega conocer a Jesús.
Y aconteció que, cuando Jesús hubo acabado todas estas palabras, dijo a sus discípulos:
2 Sabéis que dentro de dos días se celebra la Pascua, y el Hijo del Hombre será entregado para ser crucificado.
3 Entonces los principales sacerdotes, y los escribas y los ancianos del pueblo se reunieron en el patio del sumo sacerdote, que se llamaba Caifás;
4 y se confabularon para prender con engaño a Jesús, y matarle.
5 Pero decían: No durante la fiesta, para que no se haga alboroto en el pueblo.
6 Y estando Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso,
7 vino a él una mujer con un vaso de alabastro de perfume de gran precio, y lo derramó sobre la cabeza de él, estando sentado a la mesa.
8 Al ver esto, sus discípulos se enojaron y dijeron: ¿Para qué este desperdicio?
9 Porque este perfume hubiera podido venderse por gran precio y haberse dado a los pobres.
Y entendiéndolo Jesús, les dijo: ¿Por qué molestáis a esta mujer? Pues ha hecho conmigo una buena obra.
11 Porque siempre tendréis pobres con vosotros, pero a mí no siempre me tendréis.
12 Porque al derramar este perfume sobre mi cuerpo, lo ha hecho a fin de prepararme para la sepultura.
13 De cierto os digo que dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que esta ha hecho, para memoria de ella.
14 Entonces uno de los doce, que se llamaba Judas Iscariote, fue a los principales sacerdotes
15 y les dijo: ¿Qué me queréis dar, y yo os lo entregaré? Y ellos le pesaron treinta piezas de plata.
16 Y desde entonces buscaba oportunidad para entregarle.
17 Y el primer día de la fiesta de los panes sin levadura, vinieron los discípulos a Jesús, diciéndole: ¿Dónde quieres que te hagamos los preparativos para comer la Pascua?
18 Y él dijo: Id a la ciudad, a cierto hombre, y decidle: El Maestro dice: Mi tiempo está cerca; en tu casa celebraré la Pascua con mis discípulos.
19 Y los discípulos hicieron como Jesús les mandó y prepararon la Pascua.
Y al anochecer, se sentó a la mesa con los doce.
21 Y mientras comían, dijo: De cierto os digo que uno de vosotros me va a entregar.
22 Y entristecidos en gran manera, comenzó cada uno de ellos a decirle: ¿Soy yo, Señor?
23 Entonces él, respondiendo, dijo: El que mete la mano conmigo en el plato, ese me va a entregar.
24 A la verdad el Hijo del Hombre va, como está escrito de él, mas, ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del Hombre es entregado! Bueno le fuera a ese hombre no haber nacido.
25 Entonces, respondiendo Judas, el que le iba a entregar, dijo: ¿Soy yo, Maestro? Y él le dijo: Tú lo has dicho.
26 Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y lo bendijo, y lo partió y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo.
27 Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos;
28 porque esto es mi sangre del nuevo convenio, que por muchos es derramada para remisión de los pecados.
29 Y os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día cuando lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre.
Y cuando hubieron cantado el himno, salieron al monte de los Olivos.
31 Entonces Jesús les dijo: Todos vosotros os escandalizaréis de mí esta noche; porque escrito está: Heriré al Pastor, y las ovejas del rebaño serán dispersadas.
32 Pero después que haya resucitado, iré delante de vosotros a Galilea.
33 Y respondiendo Pedro, le dijo: Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré.
34 Jesús le dijo: De cierto te digo que esta noche, antes que el gallo cante, me negarás tres veces.
35 Le dijo Pedro: Aunque me sea menester morir contigo, no te negaré. Y todos los discípulos dijeron lo mismo.
36 Entonces llegó Jesús con ellos a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí, mientras voy allí y oro.
37 Y tomando consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera.
38 Entonces Jesús les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí y velad conmigo.
39 Y yéndose un poco más adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú.
Y vino a sus discípulos y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: ¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora?
41 Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.
42 Otra vez fue y oró por segunda vez, diciendo: Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad.
43 Y vino otra vez y los halló durmiendo, porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño.
44 Y dejándolos, se fue de nuevo y oró por tercera vez, diciendo las mismas palabras.
45 Entonces vino a sus discípulos y les dijo: Dormid ya, y descansad. He aquí ha llegado la hora, y el Hijo del Hombre es entregado en manos de pecadores.
46 ¡Levantaos, vamos! He aquí ha llegado el que me entrega.
47 Mientras todavía hablaba, he aquí llegó Judas, uno de los doce, y con él mucha gente con espadas y con palos, de parte de los principales sacerdotes y de los ancianos del pueblo.
48 Y el que le entregaba les había dado señal, diciendo: Al que yo bese, ese es; prendedle.
49 Y enseguida se acercó a Jesús y dijo: Salve, Maestro. Y le besó.
Y Jesús le dijo: Amigo, ¿a qué vienes? Entonces se acercaron, y echaron mano a Jesús y le prendieron.
51 Y he aquí, uno de los que estaban con Jesús, extendiendo la mano, sacó su espada, e hirió a un siervo del sumo sacerdote y le cortó la oreja.
52 Entonces Jesús le dijo: Vuelve tu espada a su lugar, porque todos los que tomen espada, a espada perecerán.
53 ¿Acaso piensas que no puedo orar a mi Padre ahora, y que él no me daría más de doce legiones de ángeles?
54 ¿Cómo, pues, se cumplirían las Escrituras de que así debe suceder?
55 En aquella hora dijo Jesús a la gente: ¿Así como contra un ladrón habéis salido con espadas y con palos para prenderme? Cada día me sentaba con vosotros enseñando en el templo, y no me prendisteis.
56 Mas todo esto ha sucedido para que se cumplan las Escrituras de los profetas. Entonces todos los discípulos, dejándole, huyeron.
57 Y los que prendieron a Jesús le llevaron a Caifás, el sumo sacerdote, donde los escribas y los ancianos estaban reunidos.
58 Mas Pedro le seguía de lejos hasta el patio del sumo sacerdote; y entrando, se sentó con los guardias, para ver el fin.
59 Y los principales sacerdotes, y los ancianos y todo el consejo buscaban falso testimonio contra Jesús, para entregarlo a la muerte;
pero no lo hallaron, aunque muchos testigos falsos se presentaban; mas al fin vinieron dos testigos falsos,
61 que dijeron: Este dijo: Puedo derribar el templo de Dios y en tres días reedificarlo.
62 Y levantándose el sumo sacerdote, le dijo: ¿No respondes nada? ¿Qué testifican estos contra ti?
63 Mas Jesús callaba. Entonces el sumo sacerdote le dijo: Te conjuro por el Dios viviente, que nos digas si eres tú el Cristo, el Hijo de Dios.
64 Jesús le dijo: Tú lo has dicho; y además os digo que desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo.
65 Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo: ¡Ha blasfemado! ¿Qué más necesidad tenemos de testigos? He aquí, ahora mismo habéis oído su blasfemia.
66 ¿Qué os parece? Y respondiendo ellos, dijeron: ¡Es culpable de muerte!
67 Entonces le escupieron en el rostro y le dieron de puñetazos; y otros le abofeteaban,
68 diciendo: Profetízanos tú, Cristo, quién es el que te ha golpeado.
69 Y Pedro estaba sentado fuera en el patio; y se acercó a él una criada, diciendo: Tú también estabas con Jesús, el galileo.
Pero él negó delante de todos, diciendo: No sé lo que dices.
71 Y saliendo él a la puerta, le vio otra y dijo a los que estaban allí: También este estaba con Jesús de Nazaret.
72 Y negó otra vez con juramento: No conozco al hombre.
73 Y un poco después se acercaron los que estaban por allí y dijeron a Pedro: Verdaderamente también tú eres de ellos, porque aun tu manera de hablar te descubre.
74 Entonces él comenzó a maldecir y a jurar, diciendo: ¡No conozco al hombre! Y enseguida cantó el gallo.
75 Entonces se acordó Pedro de las palabras que Jesús le había dicho: Antes que cante el gallo, me negarás tres veces. Y saliendo fuera, lloró amargamente.
Jesús es acusado y condenado ante Pilato — Se libera a Barrabás — Jesús es escarnecido y crucificado, y sepultado en la tumba de José de Arimatea.
Y cuando llegó la mañana, todos los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo entraron en consejo contra Jesús, para entregarle a muerte.
2 Y lo llevaron atado y lo entregaron a Poncio Pilato, el gobernador.
3 Entonces Judas, el que le había entregado, viendo que era condenado, devolvió arrepentido las treinta piezas de plata a los principales sacerdotes y a los ancianos,
4 diciendo: Yo he pecado entregando sangre inocente. Pero ellos dijeron: ¿Qué nos importa a nosotros? ¡Allá tú!
5 Entonces, arrojando las piezas de plata en el templo, salió, y fue y se ahorcó.
6 Y los principales sacerdotes, tomando las piezas de plata, dijeron: No es lícito echarlas en el tesoro, porque es precio de sangre.
7 Pero después de haber deliberado, compraron con ellas el campo del alfarero, para sepultura de los extranjeros.
8 Por lo cual aquel campo se ha llamado Campo de Sangre hasta el día de hoy.
9 Entonces se cumplió lo que fue dicho por el profeta Jeremías, cuando dijo: Y tomaron las treinta piezas de plata, precio del apreciado, que fue fijado por los hijos de Israel;
y las dieron para el campo del alfarero, como me ordenó el Señor.
11 Y Jesús estaba de pie delante del gobernador; y el gobernador le preguntó, diciendo: ¿Eres tú el Rey de los judíos? Y Jesús le dijo: Tú lo dices.
12 Y al ser acusado por los principales sacerdotes y por los ancianos, nada respondió.
13 Pilato entonces le dijo: ¿No oyes cuántas cosas testifican contra ti?
14 Pero Jesús no le respondió ni una palabra, de tal manera que el gobernador se maravillaba mucho.
15 Y, en el día de la fiesta, acostumbraba el gobernador soltar un preso al pueblo, el que quisiesen.
16 Y tenían entonces un preso famoso que se llamaba Barrabás.
17 Y habiéndose ellos reunido, les dijo Pilato: ¿A quién queréis que os suelte? ¿A Barrabás o a Jesús, que es llamado el Cristo?,
18 porque sabía que por envidia le habían entregado.
19 Y estando él sentado en el tribunal, su esposa le mandó decir: No tengas nada que ver con ese justo, porque hoy he padecido muchas cosas en sueños por causa de él.
Pero los principales sacerdotes y los ancianos persuadieron al pueblo de que pidiese a Barrabás, y de que se diese muerte a Jesús.
21 Y respondiendo el gobernador, les dijo: ¿A cuál de los dos queréis que os suelte? Y ellos dijeron: ¡A Barrabás!
22 Pilato les dijo: ¿Qué, pues, haré con Jesús, que es llamado el Cristo? Le dijeron todos: ¡Sea crucificado!
23 Y el gobernador les dijo: Pues, ¿qué mal ha hecho? Pero ellos gritaban más, diciendo: ¡Sea crucificado!
24 Y viendo Pilato que nada adelantaba, sino que se hacía más alboroto, tomó agua y se lavó las manos delante del pueblo, diciendo: Inocente soy yo de la sangre de este justo. ¡Allá vosotros!
25 Y respondiendo todo el pueblo, dijo: Su sangre sea sobre nosotros y sobre nuestros hijos.
26 Entonces les soltó a Barrabás; y habiendo azotado a Jesús, le entregó para ser crucificado.
27 Entonces los soldados del gobernador llevaron a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la compañía;
28 y desnudándole, le echaron encima un manto de escarlata;
29 y pusieron sobre su cabeza una corona tejida de espinas, y una caña en su mano derecha; e hincando la rodilla delante de él, se burlaban de él, diciendo: ¡Salve, Rey de los judíos!
Y escupiendo en él, tomaron la caña y le golpeaban la cabeza.
31 Y después que le hubieron escarnecido, le quitaron el manto, y le pusieron sus ropas y le llevaron para crucificarle.
32 Y al salir, hallaron a un cireneo que se llamaba Simón; a este obligaron a que llevase la cruz.
33 Y cuando llegaron al lugar llamado Gólgota, que significa: Lugar de la Calavera,
34 le dieron de beber vinagre mezclado con hiel; pero después de haberlo probado, no quiso beberlo.
35 Y después que le hubieron crucificado, repartieron entre sí sus ropas, echando suertes, para que se cumpliese lo que fue dicho por el profeta: Se repartieron mis ropas, y sobre mi ropa echaron suertes.
36 Y sentados le custodiaban allí.
37 Y pusieron sobre su cabeza su acusación escrita: Este es Jesús, el Rey de los judíos.
38 Entonces crucificaron con él a dos ladrones, uno a la derecha y otro a la izquierda.
39 Y los que pasaban le injuriaban, meneando la cabeza,
y diciendo: Tú, el que derribas el templo y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo; si eres el Hijo de Dios, desciende de la cruz.
41 De esta manera también los principales sacerdotes, escarneciéndole con los escribas y los fariseos y los ancianos, decían:
42 A otros salvó, pero a sí mismo no puede salvarse. Si es el Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, y creeremos en él.
43 Confió en Dios; líbrele ahora si le quiere, porque ha dicho: Soy el Hijo de Dios.
44 También le insultaban los ladrones que estaban crucificados con él.
45 Y desde la hora sexta hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena.
46 Y cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: ¡Elí, Elí!, ¿lama sabactani? Esto es: ¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has desamparado?
47 Y algunos de los que estaban allí, al oírle, decían: A Elías llama este.
48 Y enseguida, corriendo uno de ellos, tomó una esponja, y la empapó de vinagre, y poniéndola en una caña, le dio de beber.
49 Pero los otros decían: Deja, veamos si viene Elías a librarle.
Mas Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu.
51 Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló y las rocas se partieron;
52 y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido se levantaron;
53 y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de Jesús, vinieron a la santa ciudad y se aparecieron a muchos.
54 Y cuando el centurión y los que estaban con él custodiando a Jesús vieron el terremoto y las cosas que habían sido hechas, temieron en gran manera y dijeron: ¡Verdaderamente este era el Hijo de Dios!
55 Y estaban allí muchas mujeres mirando de lejos, las cuales habían seguido a Jesús desde Galilea, sirviéndole,
56 entre las cuales estaban María Magdalena, y María la madre de Jacobo y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo.
57 Y al atardecer, vino un hombre rico de Arimatea, llamado José, que también había sido discípulo de Jesús.
58 Este fue a Pilato y pidió el cuerpo de Jesús; entonces Pilato mandó que se le diese el cuerpo.
59 Y tomando José el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia
y lo puso en su sepulcro nuevo, que había labrado en la peña; y después de haber hecho rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro, se fue.
61 Y estaban allí María Magdalena y la otra María, sentadas delante del sepulcro.
62 Y al día siguiente, que es después de la preparación, se reunieron los principales sacerdotes y los fariseos ante Pilato,
63 y le dijeron: Señor, nos acordamos de que aquel engañador dijo, viviendo aún: Después de tres días resucitaré.
64 Manda, pues, que se asegure el sepulcro hasta el tercer día; no sea que vengan sus discípulos de noche, y lo hurten y digan al pueblo: Resucitó de entre los muertos. Y será el postrer error peor que el primero.
65 Y Pilato les dijo: Ahí tenéis una guardia; id, aseguradlo como sabéis.
66 Entonces ellos fueron y aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y poniendo la guardia.
Resurrección de Cristo, el Señor — Se aparece a muchos — Tiene todo poder en el cielo y en la tierra — Envía a los apóstoles a todas las naciones a enseñar y a bautizar.
Y pasado el día de reposo, al amanecer del primer día de la semana, vinieron María Magdalena y la otra María a ver el sepulcro.
2 Y he aquí, hubo un gran terremoto, porque un ángel del Señor, descendiendo del cielo y acercándose al sepulcro, removió la piedra y se sentó sobre ella.
3 Y su aspecto era como un relámpago, y su vestido blanco como la nieve.
4 Y de miedo a él los guardias temblaron y se quedaron como muertos.
5 Y respondiendo el ángel, dijo a las mujeres: No temáis vosotras, porque yo sé que buscáis a Jesús, el que fue crucificado.
6 No está aquí, porque ha resucitado, así como dijo. Venid, ved el lugar donde fue puesto el Señor.
7 E id pronto y decid a sus discípulos que ha resucitado de entre los muertos; y he aquí va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis. He aquí, os lo he dicho.
8 Entonces ellas, saliendo del sepulcro con temor y gran gozo, fueron corriendo a dar las nuevas a sus discípulos. Y mientras iban a dar las nuevas a los discípulos,
9 he aquí, Jesús les salió al encuentro, diciendo: ¡Salve! Y ellas se acercaron, y abrazaron sus pies y le adoraron.
Entonces Jesús les dijo: No temáis; id, dad las nuevas a mis hermanos, para que vayan a Galilea, y allí me verán.
11 Y mientras ellas iban, he aquí unos de la guardia fueron a la ciudad y dieron aviso a los principales sacerdotes de todas las cosas que habían acontecido.
12 Y reunidos con los ancianos, y habiendo deliberado, dieron mucho dinero a los soldados,
13 diciendo: Decid: Sus discípulos vinieron de noche y lo hurtaron mientras dormíamos.
14 Y si esto llega a oídos del gobernador, nosotros le persuadiremos y os pondremos a salvo.
15 Y ellos, tomando el dinero, hicieron como habían sido instruidos; y este dicho se ha divulgado entre los judíos hasta el día de hoy.
16 Pero los once discípulos se fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había ordenado.
17 Y cuando le vieron, le adoraron; pero algunos dudaban.
18 Y acercándose Jesús, les habló, diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.
19 Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo;
enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.
Jesús es bautizado por Juan — Jesús predica el Evangelio, llama discípulos, expulsa demonios, sana a los enfermos y limpia a un leproso.
Principio del evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios.
2 Como está escrito en Isaías, el profeta:He aquí yo envío a mi mensajero delante de tu faz,que preparará tu camino delante de ti.
3 Voz del que clama en el desierto:Preparad el camino del Señor;enderezad sus sendas.
4 Bautizaba Juan en el desierto y predicaba el bautismo de arrepentimiento para remisión de pecados.
5 Y salía a él toda la provincia de Judea y los de Jerusalén; y eran todos bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados.
6 Y Juan andaba vestido de pelo de camello y con un cinto de cuero alrededor de sus lomos; y comía langostas y miel silvestre.
7 Y predicaba, diciendo: Viene tras mí el que es más poderoso que yo, a quien no soy digno de desatar, encorvado, la correa de sus sandalias.
8 Yo a la verdad os he bautizado con agua, mas él os bautizará con el Espíritu Santo.
9 Y aconteció en aquellos días que Jesús vino de Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán.
E inmediatamente, subiendo del agua, vio abrirse los cielos y al Espíritu como paloma que descendía sobre él.
11 Y vino una voz de los cielos que decía: Tú eres mi Hijo Amado; en ti me complazco.
12 Y enseguida el Espíritu le impulsó a ir al desierto.
13 Y estuvo allí en el desierto cuarenta días y era tentado por Satanás; y estaba con las fieras, y los ángeles le servían.
14 Y después que Juan fue encarcelado, Jesús fue a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios,
15 y diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos y creed en el evangelio.
16 Y pasando junto al mar de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés que echaban la red en el mar, porque eran pescadores.
17 Y les dijo Jesús: Venid en pos de mí, y haré que seáis pescadores de hombres.
18 Y al instante, dejando sus redes, le siguieron.
19 Y pasando de allí un poco más adelante, vio a Jacobo hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan; y ellos también estaban en la barca, remendando las redes.
Y enseguida los llamó; y dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, fueron en pos de él.
21 Y entraron en Capernaúm; y enseguida en el día de reposo, entrando en la sinagoga, enseñaba.
22 Y se admiraban de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas.
23 Y había en la sinagoga de ellos un hombre con espíritu inmundo, el cual dio voces,
24 diciendo: ¡Ah!, ¿qué tienes con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres: el Santo de Dios.
25 Y Jesús le reprendió, diciendo: ¡Enmudece y sal de él!
26 Y el espíritu inmundo, sacudiéndole con violencia y clamando a gran voz, salió de él.
27 Y todos se maravillaron, de tal manera que discutían entre sí, diciendo: ¿Qué es esto? ¿Qué nueva doctrina es esta, que con autoridad manda aun a los espíritus inmundos, y le obedecen?
28 Y su fama se difundió rápidamente por toda la provincia alrededor de Galilea.
29 Y al salir de la sinagoga, fueron a casa de Simón y de Andrés, con Jacobo y Juan.
Y la suegra de Simón estaba acostada con fiebre; y enseguida le hablaron de ella.
31 Entonces, acercándose él, la tomó de la mano y la levantó; y al instante la dejó la fiebre, y ella les servía.
32 Y cuando cayó la tarde, luego que el sol se puso, le trajeron todos los que estaban enfermos y los endemoniados;
33 y toda la ciudad se agolpó a la puerta.
34 Y sanó a muchos que estaban enfermos de diversas enfermedades y echó fuera muchos demonios; y no dejaba hablar a los demonios, porque lo conocían.
35 Y levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba.
36 Y le buscaron Simón y los que estaban con él;
37 y hallándole, le dijeron: Todos te buscan.
38 Y él les dijo: Vamos a los lugares vecinos, para que predique también allí, porque para esto he venido.
39 Y predicaba en las sinagogas de ellos en toda Galilea, y echaba fuera los demonios.
Y vino a él un leproso, rogándole; y arrodillándose, le dijo: Si quieres, puedes limpiarme.
41 Y Jesús, teniendo misericordia de él, extendió su mano, y le tocó y le dijo: Quiero; sé limpio.
42 Y en cuanto hubo él hablado, de inmediato la lepra se fue de aquel, y quedó limpio.
43 Entonces le advirtió estrictamente, y le despidió enseguida
44 y le dijo: Mira, no digas a nadie nada, sino ve, muéstrate al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que Moisés mandó, para testimonio a ellos.
45 Pero él salió y comenzó a publicarlo mucho y a divulgar el hecho, de manera que ya Jesús no podía entrar abiertamente en la ciudad, sino que se quedaba fuera en los lugares desiertos; y venían a él de todas partes.
Jesús perdona los pecados, sana a un paralítico, come con recaudadores de impuestos y pecadores, y proclama que es el Señor del día de reposo.
Y entró Jesús otra vez en Capernaúm después de algunos días, y se oyó que estaba en casa.
2 Y de inmediato se reunieron muchos, tantos que ya no cabían ni aun a la puerta; y él les predicaba la palabra.
3 Entonces vinieron a él unos trayendo un paralítico, que era cargado entre cuatro.
4 Y como no podían acercarse a él a causa del gentío, destaparon el techo de donde él estaba y, haciendo una abertura, bajaron el lecho en que yacía el paralítico.
5 Y al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados.
6 Estaban allí sentados algunos de los escribas, los cuales, pensando en sus corazones,
7 decían: ¿Por qué habla este así? Blasfemias dice. ¿Quién puede perdonar pecados, sino solo Dios?
8 Y conociendo al instante Jesús en su espíritu que pensaban así dentro de sí mismos, les dijo: ¿Por qué pensáis estas cosas en vuestros corazones?
9 ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: Tus pecados te son perdonados, o decirle: Levántate, y toma tu lecho y anda?
Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico):
11 A ti te digo: ¡Levántate!, y toma tu lecho y vete a tu casa.
12 Entonces él se levantó enseguida y, tomando su lecho, salió delante de todos, de manera que todos se asombraron y glorificaron a Dios, diciendo: Nunca hemos visto tal cosa.
13 Y volvió a salir al mar, y toda la gente venía a él, y les enseñaba.
14 Y al pasar, vio a Leví hijo de Alfeo sentado al banco de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme. Y levantándose, le siguió.
15 Y aconteció que, estando Jesús a la mesa en casa de él, muchos publicanos y pecadores estaban también a la mesa juntamente con Jesús y sus discípulos, porque había muchos y le habían seguido.
16 Y los escribas y los fariseos, viéndole comer con los publicanos y con los pecadores, dijeron a los discípulos: ¿Qué es esto, que él come y bebe con los publicanos y con los pecadores?
17 Y oyéndolo Jesús, les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar al arrepentimiento a los justos, sino a los pecadores.
18 Y los discípulos de Juan y los de los fariseos ayunaban; y vinieron y le dijeron: ¿Por qué los discípulos de Juan y los de los fariseos ayunan, y tus discípulos no ayunan?
19 Y Jesús les dijo: ¿Acaso ayunan los que están de bodas mientras el esposo está con ellos? Entretanto que tienen consigo al esposo, no pueden ayunar.
Pero vendrán días cuando el esposo les será quitado, y entonces, en aquellos días ayunarán.
21 Nadie pone remiendo de paño nuevo en vestido viejo; de otra manera, el mismo remiendo nuevo tira del viejo y la rotura se hace peor.
22 Ni nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera, el vino nuevo rompe los odres, y se derrama el vino y los odres se pierden, pues el vino nuevo en odres nuevos se ha de echar.
23 Y aconteció que pasando él por los sembrados en el día de reposo, sus discípulos, andando, comenzaron a arrancar espigas.
24 Entonces los fariseos le dijeron: He aquí, ¿por qué hacen en el día de reposo lo que no es lícito?
25 Y él les dijo: ¿Nunca leísteis lo que hizo David cuando tuvo necesidad, y tuvo hambre, él y los que con él estaban;
26 cómo entró en la casa de Dios, siendo Abiatar sumo sacerdote, y comió los panes de la proposición, de los cuales no es lícito comer sino a los sacerdotes, y aun dio a los que con él estaban?
27 También les dijo: El día de reposo fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del día de reposo.
28 Así que el Hijo del Hombre es Señor aun del día de reposo.
Jesús sana a un enfermo en el día de reposo — Escoge y ordena a los Doce Apóstoles — Él pregunta: ¿Puede Satanás echar fuera a Satanás? — Habla de la blasfemia contra el Espíritu Santo y reconoce a los creyentes como integrantes de Su familia.
Y otra vez entró en la sinagoga; y había allí un hombre que tenía seca una mano.
2 Y le acechaban para ver si le sanaría en el día de reposo, para acusarle.
3 Entonces dijo al hombre que tenía la mano seca: Levántate y ponte en medio.
4 Y les dijo: ¿Es lícito hacer bien en el día de reposo, o hacer mal? ¿Salvar la vida, o quitarla? Pero ellos callaban.
5 Y mirándolos alrededor con enojo, entristecido por la dureza de sus corazones, dijo al hombre: Extiende tu mano. Y la extendió, y su mano le fue restaurada sana.
6 Entonces, saliendo los fariseos, tomaron consejo con los herodianos contra él, para matarle.
7 Mas Jesús se apartó al mar con sus discípulos; y le siguió gran multitud de Galilea, y de Judea,
8 y de Jerusalén, y de Idumea y del otro lado del Jordán. Y los de alrededor de Tiro y de Sidón, una gran multitud, oyendo cuán grandes cosas hacía, vinieron a él.
9 Y dijo a sus discípulos que le tuviesen siempre lista la barca, a causa del gentío, para que no le oprimiesen.
Porque había sanado a muchos, de manera que se echaban sobre él, para tocarle, cuantos tenían plagas.
11 Y los espíritus inmundos, al verle, se postraban delante de él y daban voces, diciendo: ¡Tú eres el Hijo de Dios!
12 Pero él los reprendía mucho para que no le dieran a conocer.
13 Y subió al monte y llamó a sí a los que él quiso; y vinieron a él.
14 Y designó a doce, para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar,
15 y que tuviesen autoridad para sanar enfermedades y para echar fuera demonios:
16 a Simón, a quien puso por nombre Pedro;
17 y a Jacobo hijo de Zebedeo y a Juan, hermano de Jacobo; y los apellidó Boanerges, es decir, Hijos del Trueno;
18 y a Andrés, y a Felipe, y a Bartolomé, y a Mateo, y a Tomás, y a Jacobo hijo de Alfeo, y a Tadeo, y a Simón el Cananita,
19 y a Judas Iscariote, el que le entregó. Y entraron en una casa.
Y se agolpó de nuevo la gente, de modo que ellos ni siquiera podían comer pan.
21 Y cuando lo oyeron los suyos, vinieron para prenderle, porque decían: Está fuera de sí.
22 Y los escribas que habían venido de Jerusalén decían que tenía a Beelzebú, y que por el príncipe de los demonios echaba fuera los demonios.
23 Y habiéndolos llamado, les decía en parábolas: ¿Cómo puede Satanás echar fuera a Satanás?
24 Y si algún reino está dividido contra sí mismo, tal reino no puede permanecer.
25 Y si alguna casa está dividida contra sí misma, tal casa no puede permanecer.
26 Y si Satanás se levanta contra sí mismo y está dividido, no puede permanecer, sino que ha llegado su fin.
27 Nadie puede saquear las alhajas de un hombre fuerte, entrando en su casa, si antes no le ata; entonces saqueará su casa.
28 De cierto os digo que todos los pecados les serán perdonados a los hijos de los hombres, y las blasfemias con que blasfemen;
29 pero cualquiera que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tiene jamás perdón, sino que está expuesto a juicio eterno.
Porque habían dicho: Tiene espíritu inmundo.
31 Vinieron después sus hermanos y su madre, y quedándose afuera, enviaron a llamarle.
32 Y la gente estaba sentada alrededor de él, y le dijeron: He aquí, tu madre y tus hermanos están afuera y te buscan.
33 Y él les respondió, diciendo: ¿Quién es mi madre y quienes son mis hermanos?
34 Y mirando a los que estaban sentados alrededor de él, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos.
35 Porque cualquiera que hace la voluntad de Dios, ese es mi hermano, y mi hermana y mi madre.
Jesús enseña las parábolas del sembrador, de la luz debajo del almud, de la semilla que crece en secreto y del grano de mostaza — Jesús calma la tempestad.
Y otra vez comenzó a enseñar junto al mar, y se reunió alrededor de él tanta gente, que entró él en una barca y se sentó en ella; y toda la gente estaba en tierra junto al mar.
2 Y les enseñaba por parábolas muchas cosas; y les decía en su doctrina:
3 Oíd: He aquí, el sembrador salió a sembrar.
4 Y aconteció, al sembrar, que una parte cayó junto al camino, y vinieron las aves del cielo y se la comieron.
5 Y otra parte cayó en pedregales, donde no había mucha tierra; y brotó pronto, porque la tierra no era profunda.
6 Pero cuando salió el sol, se quemó; y por cuanto no tenía raíz, se secó.
7 Y otra parte cayó entre espinos; y crecieron los espinos y la ahogaron, y no dio fruto.
8 Y otra parte cayó en buena tierra, y dio fruto que brotó y creció; y dio a treinta, y a sesenta y a ciento por uno.
9 Entonces les dijo: El que tiene oídos para oír, oiga.
Y cuando estuvo solo, los que estaban cerca de él, con los doce, le preguntaron sobre la parábola.
11 Y les dijo: A vosotros os es dado saber el misterio del reino de Dios; mas a los que están fuera, por parábolas reciben todas las cosas,
12 para que viendo, vean y no perciban; y oyendo, oigan y no entiendan; no sea que se conviertan y les sean perdonados los pecados.
13 Y les dijo: ¿No conocéis esta parábola? ¿Cómo, pues, entenderéis todas las parábolas?
14 El sembrador es el que siembra la palabra.
15 Y estos son los de junto al camino en los que se siembra la palabra; mas después que la han oído, inmediatamente viene Satanás y quita la palabra que se sembró en sus corazones.
16 Y de igual manera, estos son los que son sembrados en pedregales, los que cuando han oído la palabra, enseguida la toman con gozo;
17 pero no tienen raíz en sí, sino que son temporales; y cuando viene la tribulación o la persecución por causa de la palabra, enseguida tropiezan.
18 Y estos son los que son sembrados entre espinos, los que oyen la palabra,
19 pero los afanes de este mundo, y el engaño de las riquezas, y las codicias de otras cosas entran y ahogan la palabra, y esta se hace infructuosa.
Y estos son los que son sembrados en buena tierra, los que oyen la palabra, y la reciben y dan fruto, a treinta, a sesenta y a ciento por uno.
21 También les dijo: ¿Acaso se trae la luz para ponerla debajo del almud o debajo de la cama? ¿No es para ponerla en el candelero?
22 Porque no hay nada oculto que no haya de ser manifestado, ni nada secreto que no haya de descubrirse.
23 Si alguno tiene oídos para oír, oiga.
24 Les dijo también: Atended a lo que oís; porque con la medida que medís, os será medido, y a vosotros los que oís, os será añadido.
25 Porque al que tiene, le será dado; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.
26 Decía además: Así es el reino de Dios, como cuando un hombre echa semilla en la tierra;
27 y duerme y se levanta, de noche y de día, y la semilla brota y crece sin que él sepa cómo.
28 Porque de sí fructifica la tierra: primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga;
29 y cuando el fruto se produce, enseguida se mete la hoz, porque la siega ha llegado.
Y decía: ¿A qué haremos semejante el reino de Dios? ¿O con qué parábola lo compararemos?
31 Es como el grano de mostaza que, cuando se siembra en tierra, es la más pequeña de todas las semillas que hay en la tierra;
32 mas después de sembrado, crece y se hace la mayor de todas las hortalizas, y echa grandes ramas, de tal manera que las aves del cielo pueden morar bajo su sombra.
33 Y con muchas parábolas semejantes les hablaba la palabra, conforme a lo que podían oír.
34 Y sin parábolas no les hablaba; mas a sus discípulos en privado les declaraba todo.
35 Y les dijo aquel día cuando anochecía: Pasemos al otro lado.
36 Y despidiendo a la multitud, le llevaron así como estaba en la barca; y había también con él otras barcas.
37 Entonces se levantó una gran tempestad de viento, y echaba las olas en la barca, de tal manera que ya se anegaba.
38 Y él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal, y le despertaron y le dijeron: Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos?
39 Y levantándose, reprendió al viento y dijo al mar: ¡Calla, enmudece! Y cesó el viento y se hizo grande bonanza.
Y a ellos les dijo: ¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?
41 Y tuvieron gran temor y se decían el uno al otro: ¿Quién es este, que aun el viento y el mar le obedecen?
Jesús expulsa a una legión de demonios que después entra en un hato de cerdos — Una mujer es sanada al tocar las ropas de Jesús — Jesús levanta de la muerte a la hija de Jairo.
Y llegaron al otro lado del mar, a la región de los gadarenos.
2 Y cuando salió él de la barca, enseguida le salió al encuentro, de entre los sepulcros, un hombre con un espíritu inmundo,
3 que moraba en los sepulcros, y ni aun con cadenas podían atarle;
4 porque muchas veces había sido atado con grilletes y cadenas, mas las cadenas habían sido hechas pedazos por él, y los grilletes desmenuzados; y nadie le podía dominar.
5 Y siempre, de día y de noche, andaba dando voces en los montes y en los sepulcros, e hiriéndose con piedras.
6 Y cuando vio a Jesús de lejos, corrió y le adoró.
7 Y clamando a gran voz, dijo: ¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te imploro por Dios que no me atormentes.
8 Porque le decía: Sal de este hombre, espíritu inmundo.
9 Y le preguntó: ¿Cómo te llamas? Y respondió, diciendo: Legión me llamo, porque somos muchos.
Y le rogaba mucho que no los enviase fuera de aquella región.
11 Y había allí cerca del monte un gran hato de cerdos paciendo.
12 Y le rogaron todos los demonios, diciendo: Envíanos a los cerdos para que entremos en ellos.
13 Y Jesús se lo permitió. Y saliendo aquellos espíritus inmundos, entraron en los cerdos, y el hato se lanzó al mar por un despeñadero, los cuales eran como dos mil; y en el mar se ahogaron.
14 Y los que apacentaban los cerdos huyeron y dieron aviso en la ciudad y en los campos. Y salieron para ver qué era aquello que había acontecido.
15 Y vinieron a Jesús y vieron al que había sido atormentado por el demonio, y que había tenido la legión, sentado y vestido y en su juicio cabal; y tuvieron miedo.
16 Y los que lo habían visto les contaron lo que le había acontecido al que había tenido el demonio, y lo de los cerdos.
17 Y comenzaron a rogarle a Jesús que se fuese de sus contornos.
18 Y entrando él en la barca, el que había estado poseído por el demonio le rogaba que le dejase estar con él.
19 Mas Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho contigo y cómo ha tenido misericordia de ti.
Entonces se fue y comenzó a publicar en Decápolis cuán grandes cosas Jesús había hecho con él; y todos se maravillaban.
21 Y pasando otra vez Jesús en una barca al otro lado, se reunió alrededor de él una gran multitud; y él estaba junto al mar.
22 Y vino uno de los principales de la sinagoga, llamado Jairo; y cuando le vio, se postró a sus pies
23 y le rogaba mucho, diciendo: Mi hija está al borde de la muerte; ven y pon las manos sobre ella para que sea salva, y viva.
24 Y fue con él, y le seguía una gran multitud, y le apretaban.
25 Y una mujer que padecía de flujo de sangre desde hacía doce años,
26 y había sufrido mucho a manos de muchos médicos, y había gastado todo lo que tenía, y de nada le había aprovechado, sino que le iba peor,
27 cuando oyó hablar de Jesús, se acercó por detrás entre la multitud y tocó su manto.
28 Porque decía: Si tocare tan solo su manto, quedaré sana.
29 Y al instante la fuente de sangre se secó, y sintió en el cuerpo que estaba sana de aquel padecimiento.
E inmediatamente Jesús, conociendo en sí mismo que había salido virtud de él, volviéndose a la multitud, dijo: ¿Quién ha tocado mis vestidos?
31 Y le dijeron sus discípulos: Ves que la multitud te aprieta, y dices: ¿Quién me ha tocado?
32 Y él miraba alrededor para ver a la que había hecho esto.
33 Entonces la mujer, temiendo y temblando, sabiendo lo que en ella se había hecho, vino y se postró delante de él, y le dijo toda la verdad.
34 Y él le dijo: Hija, tu fe te ha sanado; ve en paz y queda sana de tu aflicción.
35 Y mientras él aún hablaba, vinieron de la casa del principal de la sinagoga, diciendo: Tu hija ha muerto, ¿para qué molestas más al Maestro?
36 Pero Jesús, oyendo lo que se decía, dijo al principal de la sinagoga: No temas, cree solamente.
37 Y no permitió que nadie fuese con él sino Pedro, y Jacobo y Juan, hermano de Jacobo.
38 Y vino a la casa del principal de la sinagoga, y vio el alboroto y a los que lloraban y gemían mucho.
39 Y entrando, les dijo: ¿Por qué alborotáis y lloráis? La muchacha no está muerta, sino duerme.
Y hacían burla de él; mas él, echando fuera a todos, tomó al padre y a la madre de la muchacha, y a los que estaban con él, y entró donde estaba la muchacha.
41 Y tomando la mano de la muchacha, le dijo: Talita cumi; que interpretado es: Muchacha, a ti te digo, levántate.
42 Y al instante la muchacha se levantó y andaba, pues tenía doce años. Y se espantaron con gran espanto.
43 Mas él les mandó mucho que nadie lo supiese, y dijo que le diesen de comer a la muchacha.
Jesús envía a los Doce — Herodes manda decapitar a Juan el Bautista — Nuestro Señor alimenta a cinco mil, anda sobre las aguas y sana a multitudes.
Y salió de allí y fue a su tierra, y le siguieron sus discípulos.
2 Y cuando llegó el día de reposo, comenzó a enseñar en la sinagoga; y muchos, oyéndole, estaban atónitos y decían: ¿De dónde saca este estas cosas? ¿Y qué sabiduría es esta que le es dada, y tales maravillas que por sus manos son hechas?
3 ¿No es este el carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, y de José, y de Judas y de Simón? ¿No están también aquí con nosotros sus hermanas? Y se escandalizaban de él.
4 Mas Jesús les decía: No hay profeta sin honra sino en su propia tierra, y entre sus parientes y en su casa.
5 Y no pudo hacer allí ningún milagro; solamente sanó a unos pocos enfermos, poniendo sobre ellos las manos.
6 Y estaba asombrado de la incredulidad de ellos. Y recorría las aldeas de alrededor, enseñando.
7 Y llamó a los doce y comenzó a enviarlos de dos en dos; y les dio autoridad sobre los espíritus inmundos.
8 Y les mandó que no llevasen nada para el camino: ni alforja, ni pan, ni dinero en la bolsa, sino solamente bastón,
9 y que calzasen sandalias y no vistiesen dos túnicas.
Y les dijo: Dondequiera que entréis en una casa, quedaos en ella hasta que salgáis de aquel lugar.
11 Y por todos aquellos que no os recibieren ni os oyeren, saliendo de allí, sacudid el polvo que está debajo de vuestros pies, en testimonio contra ellos. De cierto os digo que en el día del juicio será más tolerable el castigo para los de Sodoma y Gomorra que para aquella ciudad.
12 Y saliendo, predicaban que los hombres se arrepintiesen.
13 Y echaban fuera muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos y los sanaban.
14 Y oyó el rey Herodes la fama de Jesús, porque su nombre se había hecho notorio, y dijo: Juan el Bautista ha resucitado de entre los muertos, y por tanto, poderes milagrosos actúan en él.
15 Otros decían: Es Elías. Y otros decían: Es profeta, o alguno de los profetas.
16 Y oyéndolo Herodes, dijo: Este es Juan, el que yo decapité; él ha resucitado de los muertos.
17 Porque el mismo Herodes había enviado a apresar a Juan y le había encadenado en la cárcel a causa de Herodías, esposa de Felipe, su hermano; pues la había tomado por esposa.
18 Porque Juan decía a Herodes: No te es lícito tener la esposa de tu hermano.
19 Mas Herodías le acechaba y deseaba matarle. Pero no podía,
porque Herodes temía a Juan, sabiendo que era un hombre justo y santo, y le tenía respeto; y oyéndole, hacía muchas cosas; y le oía de buena gana.
21 Y llegó un día oportuno en que Herodes, en la fiesta de su cumpleaños, daba una cena a sus príncipes y tribunos, y a los principales de Galilea;
22 y entró la hija de Herodías y danzó, y agradó a Herodes y a los que estaban con él a la mesa, y el rey dijo a la muchacha: Pídeme lo que quieras, que yo te lo daré.
23 Y le juró: Todo lo que me pidas te daré, hasta la mitad de mi reino.
24 Y saliendo ella, dijo a su madre: ¿Qué pediré? Y ella le dijo: La cabeza de Juan el Bautista.
25 Entonces ella entró prontamente ante el rey, y pidió diciendo: Quiero que ahora mismo me des en un plato la cabeza de Juan el Bautista.
26 Y el rey se entristeció mucho, pero a causa del juramento y de los que estaban con él a la mesa, no quiso desairarla.
27 Y enseguida el rey, enviando a uno de la guardia, mandó que fuese traída la cabeza de Juan;
28 el guardia fue y lo decapitó en la cárcel, y trajo su cabeza en un plato y se la dio a la muchacha, y la muchacha se la dio a su madre.
29 Y oyéndolo sus discípulos, vinieron y tomaron su cuerpo, y lo pusieron en un sepulcro.
Y los apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y lo que habían enseñado.
31 Y él les dijo: Venid vosotros aparte a un lugar desierto, y reposad un poco. Porque eran muchos los que iban y venían, de modo que ni aun tenían oportunidad de comer.
32 Y se fueron solos en una barca a un lugar desierto.
33 Pero muchos los vieron ir y le reconocieron; y concurrieron allá muchos a pie desde las ciudades, y llegaron antes que ellos y se reunieron con él.
34 Y saliendo Jesús, vio una gran multitud y tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas que no tenían pastor; y comenzó a enseñarles muchas cosas.
35 Y cuando ya era muy avanzada la hora, sus discípulos se acercaron a él, diciendo: El lugar es desierto y la hora ya muy entrada.
36 Despídelos para que vayan a los campos y las aldeas de alrededor y compren para sí pan, porque no tienen qué comer.
37 Y respondiendo él, les dijo: Dadles de comer vosotros. Y le dijeron: ¿Quieres que vayamos y compremos pan por doscientos denarios y les demos de comer?
38 Y él les dijo: ¿Cuántos panes tenéis? Id y vedlo. Y al saberlo, dijeron: Cinco, y dos peces.
39 Y les mandó que hiciesen recostar a todos por grupos sobre la hierba verde.
Y se recostaron por grupos, de ciento en ciento, y de cincuenta en cincuenta.
41 Y tomando los cinco panes y los dos peces, y mirando al cielo, bendijo y partió los panes, y dio a sus discípulos para que los pusiesen delante; y repartió entre todos los dos peces.
42 Y comieron todos y se saciaron.
43 Y recogieron doce cestas llenas de los pedazos y de lo sobrante de los peces.
44 Y los que comieron eran cinco mil hombres.
45 Y enseguida dio prisa a sus discípulos a subir en la barca e ir delante de él a Betsaida, al otro lado, entretanto que él despedía a la multitud.
46 Y después que los hubo despedido, se fue al monte a orar.
47 Y cuando fue ya tarde, la barca estaba en medio del mar, y él solo en tierra.
48 Y los vio fatigados, remando, porque el viento les era contrario; y cerca de la cuarta vigilia de la noche, vino a ellos caminando sobre el mar, y quería adelantárseles.
49 Y viéndole ellos andar sobre el mar, pensaron que era un fantasma y dieron voces;
porque todos le veían y se turbaron. Pero enseguida habló con ellos y les dijo: ¡Tened buen ánimo; yo soy, no temáis!
51 Y subió a ellos en la barca, y se calmó el viento; y ellos estaban asombrados en gran manera y se maravillaban;
52 porque aún no habían entendido lo de los panes, por cuanto estaban endurecidos sus corazones.
53 Y cuando pasaron al otro lado, llegaron a la tierra de Genesaret y arribaron a la orilla.
54 Y saliendo ellos de la barca, de inmediato le reconocieron.
55 Y recorriendo toda la tierra de alrededor, comenzaron a traer enfermos en lechos de todas partes a donde oían que él estaba.
56 Y dondequiera que entraba, en aldeas, o en ciudades o en campos, ponían en las calles a los que estaban enfermos y le rogaban que les permitiese tocar siquiera el borde de su manto; y todos los que le tocaban quedaban sanos.
Jesús reprende a los fariseos por sus falsas tradiciones y ceremonias — De la hija de una mujer griega echa fuera a un demonio — Jesús le abre los oídos y le suelta la lengua a una persona sorda y tartamuda.
Y se reunieron con Jesús los fariseos y algunos de los escribas que habían venido de Jerusalén;
2 estos, viendo a algunos de sus discípulos comer pan con manos impuras, a saber, no lavadas, los condenaban.
3 (Porque los fariseos y todos los judíos, siguiendo la tradición de los ancianos, si no se lavan las manos muchas veces, no comen.
4 Y volviendo de la plaza, si no se lavan, no comen. Y otras muchas cosas hay que tomaron para observar, como el lavado de los vasos de beber, y de los jarros, y de los utensilios de metal y de los lechos).
5 Y le preguntaron los fariseos y los escribas: ¿Por qué tus discípulos no andan conforme a la tradición de los ancianos, sino que comen pan con manos impuras?
6 Y respondiendo él, les dijo: ¡Hipócritas! Bien profetizó de vosotros Isaías, como está escrito:Este pueblo con los labios me honra,mas su corazón está lejos de mí.
7 Pues en vano me honran,enseñando como doctrinas mandamientos de hombres.
8 Porque dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres: el lavado de los jarros y de los vasos de beber; y hacéis otras muchas cosas semejantes.
9 Les decía también: Bien invalidáis el mandamiento de Dios para guardar vuestra tradición.
Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre, y: El que maldiga al padre o a la madre ciertamente morirá.
11 Pero vosotros decís: Basta que un hombre diga al padre o a la madre: Es Corbán, es decir, mi ofrenda a Dios, todo aquello con que pudiera ayudarte;
12 y no le dejáis hacer más por su padre o por su madre,
13 invalidando la palabra de Dios con vuestra tradición que habéis transmitido; y muchas cosas hacéis semejantes a estas.
14 Y llamando a toda la multitud, les dijo: Oídme todos y entended:
15 Nada hay fuera del hombre que entre en él que le pueda contaminar; mas lo que sale de él, eso es lo que contamina al hombre.
16 Si alguno tiene oídos para oír, oiga.
17 Y apartado de la multitud, habiendo entrado en casa, le preguntaron sus discípulos sobre la parábola.
18 Y les dijo: ¿También vosotros estáis así, sin entendimiento? ¿No entendéis que nada de fuera que entra en el hombre le puede contaminar,
19 porque no entra en su corazón, sino en el vientre, y sale a la letrina? Esto decía, declarando limpios todos los alimentos.
Mas decía que lo que del hombre sale, eso contamina al hombre.
21 Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios,
22 los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, las injurias, la soberbia y la insensatez.
23 Todas estas maldades salen de dentro y contaminan al hombre.
24 Y levantándose de allí, se fue a la región de Tiro y de Sidón; y entrando en una casa, no quería que nadie lo supiese, pero no pudo esconderse.
25 Porque una mujer, cuya hija tenía un espíritu inmundo, enseguida que oyó de él, vino y se postró a sus pies.
26 Y la mujer era griega, sirofenicia de origen; y le rogaba que echase al demonio fuera de su hija.
27 Mas Jesús le dijo: Deja primero que se sacien los hijos, porque no está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos.
28 Y respondió ella y le dijo: Sí, Señor, pero aun los perrillos debajo de la mesa comen de las migajas de los hijos.
29 Entonces le dijo: Por causa de esta palabra, ve; el demonio ha salido de tu hija.
Y cuando llegó a su casa, halló que el demonio había salido, y a la hija acostada sobre la cama.
31 Y Jesús, volviendo a salir de la región de Tiro, vino por Sidón al mar de Galilea, pasando por la región de Decápolis.
32 Y le trajeron un sordo y tartamudo, y le rogaron que le impusiera la mano.
33 Y tomándole aparte de la gente, metió sus dedos en las orejas de él, y escupiendo, tocó su lengua;
34 y mirando al cielo, gimió y le dijo: ¡Efata!, es decir: ¡Sé abierto!
35 Y al instante fueron abiertos sus oídos y se desató la ligadura de su lengua, y hablaba bien.
36 Y les mandó que no lo dijesen a nadie; pero cuanto más les mandaba, tanto más y más lo divulgaban.
37 Y en gran manera se maravillaban, diciendo: Bien lo ha hecho todo; hace a los sordos oír y a los mudos hablar.
Jesús alimenta a cuatro mil — Él aconseja: Guardaos de la levadura de los fariseos — Sana a un hombre ciego en Betsaida — Pedro testifica que Jesús es el Cristo.
En aquellos días, como había una gran multitud y no tenían qué comer, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo:
2 Tengo compasión de la multitud, porque ya hace tres días que están conmigo y no tienen qué comer;
3 y si los envío en ayunas a sus casas, se desmayarán por el camino, porque algunos de ellos han venido de lejos.
4 Y sus discípulos le respondieron: ¿De dónde podrá alguien saciar de pan a estos aquí en el desierto?
5 Y les preguntó: ¿Cuántos panes tenéis? Y ellos dijeron: Siete.
6 Entonces mandó a la multitud que se recostase en tierra; y tomando los siete panes, habiendo dado gracias, los partió y dio a sus discípulos para que los pusiesen delante; y los pusieron delante de la multitud.
7 Tenían también unos pocos pececillos; y los bendijo y mandó que también los pusiesen delante.
8 Y comieron y se saciaron; y recogieron, de los pedazos que habían sobrado, siete cestas.
9 Y eran los que comieron como cuatro mil; y los despidió.
Y entrando enseguida en la barca con sus discípulos, fue a la región de Dalmanuta.
11 Y vinieron los fariseos y comenzaron a discutir con él, pidiéndole una señal del cielo, para tentarle.
12 Y gimiendo en su espíritu, dijo: ¿Por qué pide una señal esta generación? De cierto os digo que no se dará señal a esta generación.
13 Y dejándolos, volvió a entrar en la barca y se fue al otro lado.
14 Y se habían olvidado de llevar pan, y no tenían sino un pan consigo en la barca.
15 Y les mandó, diciendo: Mirad, guardaos de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes.
16 Y discutían los unos con los otros, diciendo: Es porque no tenemos pan.
17 Y como Jesús lo entendió, les dijo: ¿Por qué discutís? ¿Porque no tenéis pan? ¿Todavía no comprendéis ni entendéis? ¿Aún tenéis endurecido vuestro corazón?
18 ¿Teniendo ojos no veis, y teniendo oídos no oís? ¿Y no recordáis?
19 Cuando partí los cinco panes entre cinco mil, ¿cuántas cestas llenas de pedazos recogisteis? Y ellos dijeron: Doce.
Y cuando repartí los siete panes entre cuatro mil, ¿cuántas cestas llenas de pedazos recogisteis? Y ellos dijeron: Siete.
21 Y les dijo: ¿Cómo aún no entendéis?
22 Y vino a Betsaida, y le trajeron un ciego y le rogaron que le tocase.
23 Entonces, tomando la mano del ciego, le sacó fuera de la aldea; y después de escupir en sus ojos y de poner las manos sobre él, le preguntó si veía algo.
24 Y él, alzando la vista, dijo: Veo los hombres, pero los veo como árboles que andan.
25 Entonces le puso otra vez las manos sobre los ojos y le hizo que mirase; y fue restablecido, y vio de lejos y claramente a todos.
26 Y le envió a su casa, diciendo: No entres en la aldea, ni lo digas a nadie en la aldea.
27 Y salió Jesús con sus discípulos por las aldeas de Cesarea de Filipo. Y por el camino preguntó a sus discípulos, diciéndoles: ¿Quién dicen los hombres que soy yo?
28 Y ellos respondieron: unos, Juan el Bautista; y otros, Elías; y otros, alguno de los profetas.
29 Entonces él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Y respondiendo Pedro, le dijo: Tú eres el Cristo.
Pero les mandó que no hablasen acerca de él a ninguno.
31 Y comenzó a enseñarles que el Hijo del Hombre tenía que padecer mucho y ser desechado por los ancianos, y por los principales sacerdotes y por los escribas, y ser muerto y resucitar después de tres días.
32 Y claramente decía esta palabra. Entonces Pedro le llevó aparte y comenzó a reprenderle.
33 Y él, volviéndose y mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro, diciendo: Apártate de mí, Satanás, porque no sabes las cosas que son de Dios, sino las que son de los hombres.
34 Y llamando a la gente y a sus discípulos, les dijo: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz y sígame.
35 Porque el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio la salvará.
36 Porque, ¿qué aprovechará al hombre si gana todo el mundo y pierde su alma?
37 ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?
38 Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del Hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles.
Jesús se transfigura en el monte — Echa fuera a un espíritu inmundo — Enseña sobre Su muerte y Su resurrección, así como sobre quién será el mayor y sobre la condenación de los que ofendan a Sus pequeñitos.
También les dijo: De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí que no probarán la muerte hasta que hayan visto el reino de Dios que viene con poder.
2 Y seis días después, tomó Jesús a Pedro, y a Jacobo y a Juan, y los llevó aparte, solos, a un monte alto; y fue transfigurado delante de ellos.
3 Y sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, como la nieve, tanto que ningún lavador en la tierra los puede dejar tan blancos.
4 Y se les apareció Elías, junto con Moisés, y hablaban con Jesús.
5 Entonces respondiendo Pedro, dijo a Jesús: Maestro, bueno es que estemos aquí; hagamos tres enramadas: una para ti, y otra para Moisés y otra para Elías;
6 porque no sabía lo que hablaba, pues estaban aterrados.
7 Entonces vino una nube que les hizo sombra, y desde la nube una voz que decía: Este es mi Hijo Amado; a él oíd.
8 Y de repente, cuando miraron, no vieron más a nadie con ellos, sino a Jesús solo.
9 Y descendiendo ellos del monte, les mandó que a nadie dijesen lo que habían visto, sino hasta que el Hijo del Hombre hubiese resucitado de entre los muertos.
Y retuvieron la palabra para sí, discutiendo qué sería aquello de resucitar de entre los muertos.
11 Y le preguntaron, diciendo: ¿Por qué dicen los escribas que es necesario que Elías venga primero?
12 Y respondiendo él, les dijo: Elías a la verdad viene primero y restaurará todas las cosas. Y, ¿no está escrito que el Hijo del Hombre padezca mucho y sea tenido en nada?
13 Pero os digo que Elías ya vino, y le hicieron todo lo que quisieron, como está escrito de él.
14 Y cuando vino a los discípulos, vio una gran multitud alrededor de ellos, y a escribas que discutían con ellos.
15 Y de inmediato toda la gente, viéndole, se asombró, y corriendo a él, le saludaron.
16 Y les preguntó: ¿Qué discutís con ellos?
17 Entonces, y respondiendo uno de la multitud, dijo: Maestro, traje a ti mi hijo, que tiene un espíritu mudo,
18 el cual, dondequiera que le toma, le derriba; y echa espumarajos, y cruje los dientes y se va secando; y dije a tus discípulos que lo echasen fuera, pero no pudieron.
19 Y respondiendo él, les dijo: ¡Oh generación incrédula! ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros? ¿Hasta cuándo os he de soportar? Traédmelo.
Y se lo trajeron. Y cuando el espíritu vio a Jesús, de inmediato sacudió al muchacho que, cayendo en tierra, se revolcaba, echando espumarajos.
21 Y Jesús preguntó al padre: ¿Cuánto tiempo hace que le sucede esto? Y él dijo: Desde niño.
22 Y muchas veces le echa al fuego y al agua para matarle; pero si tú puedes hacer algo, ¡ten misericordia de nosotros y ayúdanos!
23 Y Jesús le dijo: Si puedes creer, al que cree todo le es posible.
24 Y de inmediato el padre del muchacho clamó, diciendo: Creo; ayuda mi incredulidad.
25 Y cuando Jesús vio que la multitud se agolpaba, reprendió al espíritu inmundo, diciéndole: Espíritu mudo y sordo, yo te mando, ¡sal de él y no entres más en él!
26 Entonces el espíritu, clamando y sacudiéndole mucho, salió; y el muchacho quedó como muerto, de modo que muchos decían: Está muerto.
27 Pero Jesús, tomándole de la mano, le enderezó; y se levantó.
28 Y cuando él entró en casa, sus discípulos le preguntaron aparte: ¿Por qué nosotros no pudimos echarlo fuera?
29 Y les dijo: Este género con nada puede salir, sino con oración y ayuno.
Y habiendo salido de allí, caminaron por Galilea; y no quería que nadie lo supiese,
31 porque enseñaba a sus discípulos y les decía: El Hijo del Hombre será entregado en manos de hombres, y le matarán; y después de haber muerto, resucitará al tercer día.
32 Pero ellos no entendían esta palabra y tenían miedo de preguntarle.
33 Y llegó a Capernaúm; y estando en casa, les preguntó: ¿Qué discutíais entre vosotros por el camino?
34 Pero ellos callaron, porque los unos con los otros habían discutido por el camino quién había de ser el mayor.
35 Entonces sentándose, llamó a los doce y les dijo: Si alguno quiere ser el primero será el postrero de todos y el servidor de todos.
36 Y tomó a un niño y lo puso en medio de ellos; y tomándole en sus brazos, les dijo:
37 El que reciba en mi nombre a uno de estos niños, a mí me recibe; y el que a mí me recibe, no me recibe a mí, sino al que me envió.
38 Y le respondió Juan, diciendo: Maestro, hemos visto a uno que en tu nombre echaba fuera demonios, pero él no nos sigue, y se lo prohibimos, porque no nos sigue.
39 Pero Jesús dijo: No se lo prohibáis, porque ninguno hay que haga milagro en mi nombre que luego pueda decir mal de mí.
Porque el que no está contra nosotros, por nosotros está.
41 Y cualquiera que os diere un vaso de agua en mi nombre, porque sois de Cristo, de cierto os digo que no perderá su recompensa.
42 Y a cualquiera que haga tropezar a uno de estos pequeñitos que creen en mí, mejor le fuera que se le atase una piedra de molino al cuello y que fuera echado al mar.
43 Y si tu mano te hiciere tropezar, córtala; mejor te es entrar manco en la vida, que teniendo dos manos, ir al infierno, al fuego que no puede ser apagado,
44 donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga.
45 Y si tu pie te fuere ocasión de caer, córtalo; mejor te es entrar cojo en la vida, que teniendo dos pies, ser echado al infierno, al fuego que no puede ser apagado,
46 donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga.
47 Y si tu ojo te fuere ocasión de caer, sácalo; mejor te es entrar en el reino de Dios con un ojo, que teniendo dos ojos, ser echado al infierno,
48 donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga.
49 Porque todos serán salados con fuego, y todo sacrificio será salado con sal.
Buena es la sal; pero si la sal se vuelve insípida, ¿con qué la sazonaréis? Tened sal en vosotros mismos, y tened paz los unos con los otros.
Jesús enseña la ley mayor del matrimonio — Bendice a los niños pequeños — Jesús aconseja al joven rico, predice Su propia muerte y sana al ciego Bartimeo.
Y partiendo de allí, fue a la región de Judea y al otro lado del Jordán; y volvió el pueblo a reunirse con él, y de nuevo les enseñaba como solía.
2 Y acercándose los fariseos, le preguntaron, para tentarle, si era lícito al marido repudiar a su esposa.
3 Pero él, respondiendo, les dijo: ¿Qué os mandó Moisés?
4 Y ellos dijeron: Moisés permitió escribir carta de divorcio y repudiarla.
5 Y respondiendo Jesús, les dijo: Por la dureza de vuestro corazón, os escribió este mandamiento;
6 pero al principio de la creación, varón y mujer los hizo Dios.
7 Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su esposa.
8 Y los dos serán una sola carne; así que no son ya más dos, sino una sola carne.
9 Por tanto, lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre.
Y en casa volvieron los discípulos a preguntarle sobre lo mismo.
11 Y les dijo: Cualquiera que repudia a su mujer y se casa con otra comete adulterio contra ella;
12 y si la mujer repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio.
13 Y le presentaban niños para que los tocase, pero los discípulos reprendían a los que los presentaban.
14 Y viéndolo Jesús, se indignó y les dijo: Dejad a los niños venir a mí y no se lo impidáis, porque de los tales es el reino de Dios.
15 De cierto os digo que el que no reciba el reino de Dios como un niño no entrará en él.
16 Y tomándolos en los brazos, poniendo las manos sobre ellos, los bendecía.
17 Y cuando salía él para seguir su camino, vino uno corriendo, e hincando la rodilla delante de él, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?
18 Y Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino solo uno, Dios.
19 Los mandamientos sabes: No cometas adulterio. No mates. No hurtes. No digas falso testimonio. No defraudes. Honra a tu padre y a tu madre.
Él entonces, respondiendo, le dijo: Maestro, todo esto lo he guardado desde mi juventud.
21 Entonces Jesús, mirándole, le amó y le dijo: Una cosa te falta: ve, vende todo lo que tienes y da a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz.
22 Pero él, entristecido por esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones.
23 Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: ¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!
24 Y los discípulos se asombraron de sus palabras; pero Jesús, respondiendo, volvió a decirles: ¡Hijos, cuán difícil les es entrar en el reino de Dios a los que confían en las riquezas!
25 Más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios.
26 Y ellos se asombraban aún más, diciendo entre sí: ¿Y quién podrá salvarse?
27 Entonces Jesús, mirándolos, dijo: Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque todas las cosas son posibles para Dios.
28 Entonces Pedro comenzó a decirle: He aquí, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido.
29 Y respondiendo Jesús, dijo: De cierto os digo que no hay ninguno que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o esposa, o hijos o tierras, por causa de mí y del evangelio,
que no reciba cien veces más ahora en este tiempo, casas, y hermanos, y hermanas, y madres, e hijos y heredades, en medio de persecuciones; y en el mundo venidero, la vida eterna.
31 Pero muchos primeros serán postreros, y los postreros, primeros.
32 Y estaban en el camino subiendo a Jerusalén; y Jesús iba delante de ellos, y se asombraban y le seguían con miedo; entonces, volviendo a tomar a los doce aparte, les comenzó a decir las cosas que le habían de acontecer:
33 He aquí subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los principales sacerdotes y a los escribas, y le condenarán a muerte y le entregarán a los gentiles.
34 Y le escarnecerán, y le azotarán, y le escupirán y le matarán; pero al tercer día resucitará.
35 Entonces Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, se acercaron a él, diciendo: Maestro, queremos que nos concedas lo que vamos a pedirte.
36 Y él les dijo: ¿Qué queréis que os conceda?
37 Y ellos le dijeron: Concédenos que en tu gloria nos sentemos el uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.
38 Entonces Jesús les dijo: No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber del vaso que yo bebo, o ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado?
39 Y ellos le dijeron: Podemos. Y Jesús les dijo: A la verdad, del vaso que yo bebo, beberéis; y con el bautismo con que yo soy bautizado, seréis bautizados.
Pero que os sentéis a mi derecha y a mi izquierda, no es mío darlo, sino a aquellos para quienes está preparado.
41 Y cuando lo oyeron los diez, comenzaron a enojarse con Jacobo y con Juan.
42 Pero Jesús, llamándolos, les dijo: Sabéis que los que son reconocidos como gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que en ellas son grandes tienen sobre ellas potestad.
43 Pero no será así entre vosotros, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor;
44 y cualquiera de entre vosotros que quiera ser el primero será siervo de todos.
45 Porque el Hijo del Hombre tampoco vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos.
46 Entonces llegaron a Jericó; y al salir él de Jericó, y sus discípulos y una gran multitud, Bartimeo, el ciego, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino, mendigando.
47 Y al oír que era Jesús, el de Nazaret, comenzó a dar voces y a decir: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!
48 Y muchos le reprendían para que callase, pero él daba mayores voces: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí!
49 Entonces Jesús, deteniéndose, mandó llamarle; y llamaron al ciego, diciéndole: Ten confianza; levántate, te llama.
Él entonces, arrojando su capa, se levantó y fue a Jesús.
51 Y respondiendo Jesús, le dijo: ¿Qué quieres que haga por ti? Y el ciego le dijo: Maestro, que recobre la vista.
52 Y Jesús le dijo: Ve, tu fe te ha sanado. Y al instante recobró la vista y seguía a Jesús por el camino.
Jesús entra en Jerusalén en medio de aclamaciones de hosanna — Maldice una higuera, expulsa a los cambistas del templo y confunde a los escribas sobre el asunto de la autoridad.
Y cuando estaban cerca de Jerusalén, de Betfagé y de Betania, junto al monte de los Olivos, envió a dos de sus discípulos,
2 y les dijo: Id a la aldea que está delante de vosotros y, al entrar en ella, hallaréis un pollino atado, en el cual ningún hombre ha montado; desatadlo y traedlo.
3 Y si alguien os dice: ¿Por qué hacéis eso?, decid que el Señor lo necesita; y enseguida lo enviará acá.
4 Y fueron y hallaron el pollino atado afuera, a la puerta, en el recodo del camino, y lo desataron.
5 Y algunos de los que estaban allí les dijeron: ¿Qué hacéis desatando el pollino?
6 Ellos entonces les dijeron como Jesús había mandado, y los dejaron ir.
7 Y trajeron el pollino a Jesús, y echaron sobre aquel sus mantos, y se sentó sobre él.
8 También muchos tendían sus mantos por el camino, y otros cortaban ramas de los árboles y las tendían por el camino.
9 Y los que iban delante y los que venían detrás daban voces, diciendo: ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!
¡Bendito el reino de nuestro padre David que viene! ¡Hosanna en las alturas!
11 Y entró Jesús en Jerusalén y fue al templo; y habiendo mirado alrededor todas las cosas, y siendo ya tarde, salió para Betania con los doce.
12 Y al día siguiente, cuando salieron de Betania, tuvo hambre.
13 Y viendo a lo lejos una higuera que tenía hojas, se acercó para ver si hallaba en ella algo; y cuando llegó a ella, nada halló sino hojas, pues no era tiempo de higos.
14 Entonces Jesús habló y dijo a la higuera: ¡Nunca jamás coma nadie fruto de ti! Y lo oyeron sus discípulos.
15 Vinieron, pues, a Jerusalén; y entrando Jesús en el templo, comenzó a echar fuera a los que vendían y compraban en el templo; y volcó las mesas de los cambistas y las sillas de los que vendían palomas;
16 y no consentía que nadie atravesara el templo llevando utensilio alguno.
17 Y les enseñaba, diciendo: ¿No está escrito: Mi casa, casa de oración será llamada para todas las naciones? Pero vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.
18 Y lo oyeron los escribas y los principales sacerdotes, y buscaban cómo quitarle la vida; porque le tenían miedo, por cuanto todo el pueblo estaba maravillado de su doctrina.
19 Pero al llegar la noche, Jesús salió de la ciudad.
Y por la mañana, al pasar, vieron que la higuera se había secado desde las raíces.
21 Entonces Pedro, acordándose, le dijo: Maestro, he aquí la higuera que maldijiste se ha secado.
22 Y respondiendo Jesús, les dijo: Tened fe en Dios.
23 Porque de cierto os digo que cualquiera que diga a este monte: Quítate y échate al mar, y no dude en su corazón, sino que crea que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho.
24 Por tanto, os digo que todo lo que pidáis en oración, creed que lo recibiréis, y os vendrá.
25 Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas.
26 Porque si vosotros no perdonáis, tampoco vuestro Padre que está en los cielos os perdonará vuestras ofensas.
27 Y volvieron a Jerusalén; y andando él por el templo, vinieron a él los principales sacerdotes, y los escribas y los ancianos;
28 y le dijeron: ¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Y quién te ha dado autoridad para hacer estas cosas?
29 Y Jesús, respondiendo, les dijo: Os haré también yo una pregunta; y respondedme, y os diré con qué autoridad hago estas cosas:
El bautismo de Juan, ¿era del cielo o de los hombres? Respondedme.
31 Entonces ellos discutían entre sí, diciendo: Si decimos del cielo, dirá: ¿Por qué, pues, no le creísteis?
32 Y si decimos de los hombres. Temían al pueblo, porque todos consideraban que Juan verdaderamente era profeta.
33 Y respondiendo, dijeron a Jesús: No sabemos. Entonces respondiendo Jesús, les dijo: Tampoco yo os diré con qué autoridad hago estas cosas.
Jesús enseña la parábola de los labradores malvados — Habla de: el pago de impuestos, el matrimonio celestial, los dos grandes mandamientos, el origen divino de Cristo y las blancas de la viuda.
Y comenzó a hablarles por parábolas: Un hombre plantó una viña, y la cercó con un muro, y cavó un lagar, y edificó una torre, y la arrendó a labradores y partió lejos.
2 Y envió un siervo a los labradores en su debido tiempo, para que recibiese de los labradores del fruto de la viña.
3 Pero ellos, tomándole, le golpearon y le enviaron con las manos vacías.
4 Y volvió a enviarles otro siervo; mas apedreándole, le hirieron en la cabeza y le despidieron afrentado.
5 Y volvió a enviar otro, y a este mataron; y así a otros muchos, a unos golpearon y a otros los mataron.
6 Teniendo, pues, aún un hijo suyo, bien amado, por último lo envió también a ellos, diciendo: Tendrán respeto a mi hijo.
7 Pero aquellos labradores dijeron entre sí: Este es el heredero; venid, matémosle, y la heredad será nuestra.
8 Y apresándole, le mataron y le echaron fuera de la viña.
9 ¿Qué, pues, hará el señor de la viña? Vendrá, y destruirá a esos labradores y dará su viña a otros.
¿Ni aun esta Escritura habéis leído:La piedra que desecharon los edificadoresha llegado a ser cabeza del ángulo;
11 el Señor ha hecho esto,y es cosa maravillosa a nuestros ojos?
12 Y procuraban apresarle, porque entendían que decía contra ellos aquella parábola; pero temían a la multitud, y dejándole, se fueron.
13 Y le enviaron algunos de los fariseos y de los herodianos para que le sorprendiesen en alguna palabra.
14 Y viniendo ellos, le dijeron: Maestro, sabemos que eres hombre veraz y que no te dejas influir por nadie, porque no miras la apariencia de los hombres, sino que con verdad enseñas el camino de Dios. ¿Es lícito dar tributo a César, o no? ¿Daremos, o no daremos?
15 Entonces él, como entendía la hipocresía de ellos, les dijo: ¿Por qué me tentáis? Traedme la moneda para que la vea.
16 Y ellos se la trajeron y les dijo: ¿De quién es esta imagen y esta inscripción? Y ellos le dijeron: De César.
17 Y respondiendo Jesús, les dijo: Dad a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios. Y se maravillaron de él.
18 Entonces vinieron a él los saduceos, que dicen que no hay resurrección, y le preguntaron, diciendo:
19 Maestro, Moisés nos escribió que si el hermano de alguno muere y deja esposa, y no deja hijos, que su hermano se case con ella y levante descendencia a su hermano.
Hubo siete hermanos; y el primero tomó esposa, y murió, sin dejar descendencia;
21 entonces la tomó el segundo, y murió, y este tampoco dejó descendencia; y el tercero, de la misma manera.
22 Y la tomaron los siete, y tampoco dejaron descendencia; a la postre, murió también la mujer.
23 En la resurrección, pues, cuando resuciten, ¿de cuál de ellos será ella esposa? Porque los siete la tuvieron por esposa.
24 Entonces, respondiendo Jesús, les dijo: ¿No erráis por eso, porque no conocéis las Escrituras ni el poder de Dios?
25 Porque cuando resuciten de los muertos, ni se casarán ni se darán en casamiento, sino que serán como los ángeles que están en los cielos.
26 Y en cuanto a que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés cómo le habló Dios en la zarza, diciendo: Yo soy el Dios de Abraham, y el Dios de Isaac y el Dios de Jacob?
27 Él no es Dios de muertos, sino Dios de vivos. Así que vosotros erráis mucho.
28 Y acercándose uno de los escribas, que los había oído discutir y sabía que les había respondido bien, le preguntó: ¿Cuál es el primer mandamiento de todos?
29 Y Jesús le respondió: El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel: el Señor nuestro Dios, el Señor uno es.
Amarás, pues, al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas; este es el principal mandamiento.
31 Y el segundo es semejante a este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que estos.
32 Entonces el escriba le dijo: Bien, Maestro, verdad has dicho, que uno es Dios, y no hay otro fuera de él;
33 y el amarle con todo el corazón, y con todo el entendimiento, y con toda el alma y con todas las fuerzas, y el amar al prójimo como a uno mismo, es más que todos los holocaustos y sacrificios.
34 Jesús entonces, viendo que había respondido sabiamente, le dijo: No estás lejos del reino de Dios. Y ya ninguno osaba preguntarle.
35 Y enseñando Jesús en el templo, decía: ¿Por qué dicen los escribas que el Cristo es hijo de David?,
36 pues el mismo David dijo por el Espíritu Santo:Dijo el Señor a mi Señor:Siéntate a mi diestra,hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.
37 Si el mismo David le llama Señor, ¿cómo, pues, es su hijo? Y la gran multitud le oía de buena gana.
38 Y les decía en su doctrina: Guardaos de los escribas, a quienes les gusta andar con ropas largas y también las salutaciones en las plazas,
39 y las primeras sillas en las sinagogas y los primeros asientos en las cenas;
que devoran las casas de las viudas y, por aparentar, hacen largas oraciones. Estos recibirán mayor condenación.
41 Y estando Jesús sentado delante del arca de la ofrenda, miraba cómo el pueblo echaba dinero en el arca; y muchos ricos echaban mucho.
42 Y vino una viuda pobre y echó dos blancas, que son un cuadrante.
43 Entonces, llamando a sus discípulos, les dijo: De cierto os digo que esta viuda pobre echó más que todos los que han echado al arca,
44 porque todos han echado de lo que les sobra; pero esta, de su pobreza echó todo lo que tenía, todo su sustento.
Jesús narra las calamidades y las señales que precederán a la Segunda Venida — Habrá falsos Cristos y falsos profetas — Jesús enseña la parábola de la higuera.
Y al salir Jesús del templo, le dijo uno de sus discípulos: Maestro, ¡mira qué piedras y qué edificios!
2 Y Jesús, respondiendo, le dijo: ¿Ves estos grandes edificios? No quedará piedra sobre piedra que no sea derribada.
3 Y sentándose en el monte de los Olivos, frente al templo, le preguntaron aparte Pedro, y Jacobo, y Juan y Andrés:
4 Dinos, ¿cuándo serán estas cosas? ¿Y qué señal habrá cuando todas estas cosas hayan de cumplirse?
5 Y Jesús, respondiéndoles, comenzó a decir: Mirad que nadie os engañe,
6 porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y engañarán a muchos.
7 Pero cuando oigáis de guerras y de rumores de guerras, no os turbéis, porque es necesario que así suceda; pero aún no será el fin.
8 Porque se levantará nación contra nación y reino contra reino; y habrá terremotos en muchos lugares, y habrá hambres y alborotos; principios de dolores serán estos.
9 Pero vosotros mirad por vosotros mismos, porque os entregarán a los concilios, y en las sinagogas seréis azotados; y delante de gobernantes y de reyes seréis llamados por causa de mí, para testimonio a ellos.
Y es necesario que primero el evangelio sea predicado a todas las naciones.
11 Y cuando os traigan para entregaros, no os preocupéis por lo que habéis de decir, ni lo penséis; sino lo que os sea dado en aquella hora, eso hablad, porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu Santo.
12 Y el hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo; y se levantarán los hijos contra los padres y los matarán.
13 Y seréis aborrecidos por todos por causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el fin, este será salvo.
14 Pero cuando veáis la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel, puesta donde no debe estar (el que lee, entienda), entonces los que estén en Judea huyan a los montes;
15 y el que esté sobre la azotea no descienda a la casa ni entre para tomar algo de su casa;
16 y el que esté en el campo no vuelva atrás a tomar su capa.
17 Mas, ¡ay de las que estén encintas y de las que críen en aquellos días!
18 Orad, pues, que no acontezca vuestra huida en invierno.
19 Porque aquellos días serán de aflicción cual nunca ha habido desde el principio de la creación que Dios hizo, hasta este tiempo, ni la habrá.
Y si el Señor no hubiese acortado aquellos días, ninguna carne se salvaría; pero por causa de los elegidos que él escogió, acortó aquellos días.
21 Y entonces, si alguno os dijere: He aquí, aquí está el Cristo; o, he aquí, allí está, no le creáis.
22 Porque se levantarán falsos Cristos y falsos profetas, y harán señales y prodigios para engañar, de ser posible, aun a los escogidos.
23 Mas vosotros mirad; os lo he dicho todo de antemano.
24 Pero en aquellos días, después de aquella tribulación, el sol se oscurecerá y la luna no dará su resplandor;
25 y las estrellas caerán del cielo, y los poderes que están en los cielos serán sacudidos;
26 y entonces verán al Hijo del Hombre, que vendrá en las nubes con gran poder y gloria.
27 Y entonces enviará sus ángeles y reunirá a sus escogidos de los cuatro vientos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo.
28 De la higuera aprended la parábola: Cuando su rama ya está tierna, y brotan las hojas, sabéis que el verano está cerca.
29 Así también vosotros, cuando veáis suceder estas cosas, sabed que está cerca, a las puertas.
De cierto os digo que no pasará esta generación sin que todas estas cosas sucedan.
31 El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
32 Pero de aquel día y de la hora nadie sabe, ni aun los ángeles que están en el cielo, ni el Hijo, sino el Padre.
33 Mirad, velad y orad, porque no sabéis cuándo será el tiempo.
34 Es como el hombre que, yéndose lejos, dejó su casa y dio autoridad a sus siervos, y a cada uno su tarea, y al portero mandó que velase.
35 Velad, pues, porque no sabéis cuándo vendrá el señor de la casa; si al atardecer, o a la medianoche, o al canto del gallo o a la mañana;
36 para que cuando venga de repente, no os halle durmiendo.
37 Y lo que a vosotros digo, a todos lo digo: Velad.
Jesús es ungido con aceite — Come la Pascua, instituye la Santa Cena, padece en Getsemaní y es entregado por Judas — Se le acusa falsamente, y Pedro niega conocerlo.
Y dos días después era la Pascua y los días de los panes sin levadura; y los principales sacerdotes y los escribas buscaban cómo arrestarle con engaño y matarle.
2 Y decían: No en el día de la fiesta, para que no se haga alboroto en el pueblo.
3 Y estando él en Betania, en casa de Simón el leproso, y sentado a la mesa, vino una mujer que tenía un frasco de alabastro de perfume de nardo puro de mucho precio; y quebrando el frasco, lo derramó sobre la cabeza de él.
4 Entonces hubo algunos que se enojaron dentro de sí y dijeron: ¿Para qué se ha hecho este desperdicio de perfume?
5 Porque podía haberse vendido por más de trescientos denarios y haberse dado a los pobres. Y murmuraban contra ella.
6 Pero Jesús dijo: Dejadla, ¿por qué la molestáis? Buena obra me ha hecho;
7 porque siempre tendréis a los pobres con vosotros, y cuando queráis les podréis hacer bien; mas a mí no siempre me tendréis.
8 Ella ha hecho lo que podía, porque se ha anticipado a ungir mi cuerpo para la sepultura.
9 De cierto os digo que dondequiera que se predique este evangelio en todo el mundo, también se contará lo que esta ha hecho para memoria de ella.
Entonces Judas Iscariote, uno de los doce, fue a los principales sacerdotes para entregarles a Jesús.
11 Y ellos, al oírlo, se alegraron y prometieron darle dinero. Y Judas buscaba la oportunidad propicia para entregarle.
12 Y el primer día de los panes sin levadura, cuando sacrificaban el cordero de la Pascua, sus discípulos le dijeron: ¿Dónde quieres que vayamos a preparar para que comas la Pascua?
13 Y envió a dos de sus discípulos y les dijo: Id a la ciudad, y os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidle,
14 y donde entre, decid al señor de la casa: El Maestro dice: ¿Dónde está el aposento donde he de comer la Pascua con mis discípulos?
15 Entonces él os mostrará un gran aposento alto ya preparado; disponed para nosotros allí.
16 Y fueron sus discípulos, y entraron en la ciudad y hallaron como les había dicho; y prepararon la Pascua.
17 Y al atardecer, fue con los doce.
18 Y cuando se sentaron a la mesa, mientras comían, dijo Jesús: De cierto os digo que uno de vosotros, que come conmigo, me va a entregar.
19 Entonces ellos comenzaron a entristecerse y a decirle uno por uno: ¿Seré yo? Y el otro: ¿Seré yo?
Y él, respondiendo, les dijo: Es uno de los doce, el que moja conmigo en el plato.
21 A la verdad el Hijo del Hombre va, como está escrito de él; pero, ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del Hombre es entregado! Bueno le fuera a ese hombre nunca haber nacido.
22 Y mientras comían, Jesús tomó pan, y bendiciéndolo, lo partió y les dio, y dijo: Tomad, esto es mi cuerpo.
23 Y tomando la copa, habiendo dado gracias, les dio, y bebieron todos de ella.
24 Y les dijo: Esto es mi sangre del nuevo convenio, que por muchos es derramada.
25 De cierto os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo en el reino de Dios.
26 Y después de haber cantado el himno, salieron al monte de los Olivos.
27 Entonces Jesús les dijo: Todos os escandalizaréis de mí esta noche, porque escrito está: Heriré al pastor, y serán dispersadas las ovejas.
28 Pero después que haya resucitado, iré delante de vosotros a Galilea.
29 Entonces Pedro le dijo: Aunque todos se escandalicen, yo no.
Y le dijo Jesús: De cierto te digo que tú, hoy, en esta noche, antes que el gallo haya cantado dos veces, me negarás tres veces.
31 Pero él decía con mayor vehemencia: Si me fuere menester morir contigo, no te negaré. También todos decían lo mismo.
32 Y llegaron al lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí, entretanto que yo oro.
33 Y llevó consigo a Pedro, y a Jacobo y a Juan, y comenzó a afligirse y a angustiarse.
34 Y les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí y velad.
35 Y yéndose un poco adelante, se postró en tierra y oró que, si fuese posible, pasase de él aquella hora,
36 y decía: Abba, Padre, todas las cosas son posibles para ti; aparta de mí esta copa; pero no lo que yo quiero, sino lo que quieres tú.
37 Y vino y los halló durmiendo; y dijo a Pedro: Simón, ¿duermes? ¿No has podido velar una hora?
38 Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.
39 Y otra vez fue y oró, y dijo las mismas palabras.
Y al volver, los halló otra vez durmiendo, porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño; y no sabían qué responderle.
41 Y vino la tercera vez y les dijo: Dormid ya y descansad; basta, la hora ha llegado; he aquí, el Hijo del Hombre es entregado en manos de los pecadores.
42 ¡Levantaos! ¡Vamos! He aquí, el que me entrega está cerca.
43 Y enseguida, aún hablando él, vino Judas, que era uno de los doce, y con él mucha gente con espadas y palos, de parte de los principales sacerdotes, y de los escribas y de los ancianos.
44 Y el que le entregaba les había dado una señal, diciendo: Al que yo bese, ese es; prendedle y llevadle con seguridad.
45 Y cuando llegó, se acercó inmediatamente a él y le dijo: Maestro, Maestro. Y le besó.
46 Entonces ellos le echaron mano y le prendieron.
47 Pero uno de los que estaban allí, sacando la espada, hirió al siervo del sumo sacerdote y le cortó la oreja.
48 Y respondiendo Jesús, les dijo: ¿Así como contra un ladrón habéis salido con espadas y con palos para arrestarme?
49 Cada día estaba con vosotros enseñando en el templo, y no me prendisteis; pero es así, para que se cumplan las Escrituras.
Entonces, dejándole, todos sus discípulos huyeron.
51 Pero cierto joven le seguía cubierto con una sábana sobre el cuerpo desnudo; y los jóvenes le aprehendieron;
52 pero él, dejando la sábana, huyó de ellos desnudo.
53 Llevaron, pues, a Jesús al sumo sacerdote; y se reunieron todos los principales sacerdotes, y los ancianos y los escribas.
54 Pero Pedro le siguió de lejos hasta dentro del patio del sumo sacerdote; y estaba sentado con los guardias, calentándose al fuego.
55 Y los principales sacerdotes y todo el concilio buscaban testimonio contra Jesús, para entregarlo a la muerte; pero no lo hallaban.
56 Porque muchos daban falso testimonio contra él, pero sus testimonios no concordaban.
57 Entonces, levantándose unos, dieron falso testimonio contra él, diciendo:
58 Nosotros le hemos oído decir: Yo derribaré este templo hecho a mano, y en tres días edificaré otro no hecho a mano.
59 Pero ni aun así concordaba el testimonio de ellos.
Entonces el sumo sacerdote, levantándose en medio, preguntó a Jesús, diciendo: ¿No respondes nada? ¿Qué atestiguan estos contra ti?
61 Pero él callaba y nada respondía. El sumo sacerdote le volvió a preguntar y le dijo: ¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito?
62 Y Jesús le dijo: Yo soy; y veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios y viniendo en las nubes del cielo.
63 Entonces el sumo sacerdote, rasgando sus vestiduras, dijo: ¿Qué más necesidad tenemos de testigos?
64 Habéis oído la blasfemia; ¿qué os parece? Y todos ellos le condenaron, declarándole digno de muerte.
65 Entonces algunos comenzaron a escupirle, y a cubrirle el rostro, y a darle de bofetadas y a decirle: ¡Profetiza! También los guardias le daban de bofetadas.
66 Y estando Pedro abajo, en el patio, vino una de las criadas del sumo sacerdote;
67 y cuando vio a Pedro que se calentaba, mirándole, le dijo: Tú también estabas con Jesús, el nazareno.
68 Pero él lo negó, diciendo: No le conozco, ni sé lo que dices. Y salió a la entrada, y cantó el gallo.
69 Y la criada, viéndole otra vez, comenzó a decir a los que estaban allí: Este es uno de ellos.
Pero él lo negó otra vez. Y poco después, los que estaban allí dijeron otra vez a Pedro: Verdaderamente tú eres de ellos, porque eres galileo, y tu hablar es semejante al de ellos.
71 Entonces él comenzó a maldecir y a jurar: ¡No conozco a este hombre de quien habláis!
72 Y el gallo cantó la segunda vez; entonces Pedro se acordó de las palabras que Jesús le había dicho: Antes que el gallo cante dos veces, me negarás tres veces. Y pensando en esto, lloraba.
Pilato decreta la muerte de Jesús — Jesús es escarnecido y es crucificado entre dos ladrones — Muere y se le sepulta en la tumba de José de Arimatea.
Y muy temprano por la mañana, habiendo tenido consejo los principales sacerdotes con los ancianos, y con los escribas y con todo el concilio, llevaron a Jesús atado y lo entregaron a Pilato.
2 Y Pilato le preguntó: ¿Eres tú el Rey de los judíos? Y respondiendo él, le dijo: Tú lo dices.
3 Y los principales sacerdotes le acusaban de muchas cosas.
4 Y Pilato le preguntó otra vez, diciendo: ¿No respondes nada? Mira de cuántas cosas te acusan.
5 Pero Jesús ni aun con eso respondió, de modo que Pilato se maravillaba.
6 Ahora bien, en el día de la fiesta les soltaba un preso, cualquiera que pidiesen.
7 Y había uno que se llamaba Barrabás, preso con sus compañeros de motín que habían cometido homicidio en una revuelta.
8 Y viniendo la multitud, comenzó a pedir que hiciese como siempre les había hecho.
9 Y Pilato les respondió, diciendo: ¿Queréis que os suelte al Rey de los judíos?
Porque sabía que por envidia le habían entregado los principales sacerdotes.
11 Pero los principales sacerdotes incitaron a la multitud para que les soltase más bien a Barrabás.
12 Y respondiendo Pilato, les dijo otra vez: ¿Qué, pues, queréis que haga del que llamáis Rey de los judíos?
13 Y ellos volvieron a dar voces: ¡Crucifícale!
14 Mas Pilato les dijo: ¿Pues qué mal ha hecho? Pero ellos daban más voces: ¡Crucifícale!
15 Y Pilato, queriendo satisfacer al pueblo, les soltó a Barrabás y entregó a Jesús, después de azotarle, para que fuese crucificado.
16 Entonces los soldados le llevaron dentro del atrio, a saber, al Pretorio, y convocaron a toda la tropa.
17 Y le vistieron de púrpura y, poniéndole una corona tejida de espinas,
18 comenzaron a saludarle: ¡Salve, Rey de los judíos!
19 Y le golpeaban la cabeza con una caña, y le escupían y, puestos de rodillas, le hacían reverencias.
Y después de haberle escarnecido, le quitaron la púrpura, y le pusieron sus propios vestidos y le sacaron para crucificarle.
21 Y obligaron a uno que pasaba, Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, que venía del campo, a que le llevase la cruz.
22 Y le llevaron al lugar llamado Gólgota, que interpretado quiere decir: Lugar de la Calavera.
23 Y le dieron de beber vino mezclado con mirra, pero él no lo tomó.
24 Y cuando le hubieron crucificado, repartieron sus vestidos, echando suertes sobre ellos para ver qué se llevaría cada uno.
25 Y era la hora tercera cuando le crucificaron.
26 Y el título escrito de su acusación era: El Rey de los judíos.
27 Crucificaron también con él a dos ladrones, uno a su derecha y el otro a su izquierda.
28 Así se cumplió la Escritura que dice: Y con los inicuos fue contado.
29 Y los que pasaban le insultaban, meneando la cabeza y diciendo: ¡Ah!, tú que derribas el templo de Dios y en tres días lo reedificas,
sálvate a ti mismo y desciende de la cruz.
31 Y de esta manera también los principales sacerdotes, burlándose, se decían unos a otros, con los escribas: A otros salvó, pero a sí mismo no puede salvarse.
32 ¡El Cristo, Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, para que veamos y creamos! También los que estaban crucificados con él le insultaban.
33 Y cuando vino la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena.
34 Y a la hora novena, exclamó Jesús a gran voz, diciendo: ¡Eloi, Eloi!, ¿lama sabactani?, que interpretado quiere decir: ¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has desamparado?
35 Y al oírle algunos de los que estaban allí, decían: He aquí, llama a Elías.
36 Y corrió uno y, empapando una esponja en vinagre, la puso en una caña y le dio a beber, diciendo: Dejad, veamos si viene Elías a bajarle.
37 Pero Jesús, dando una gran voz, expiró.
38 Entonces el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo.
39 Y el centurión que estaba delante de él, al ver que, después de clamar así, había expirado, dijo: ¡Verdaderamente este hombre era el Hijo de Dios!
Y también había algunas mujeres mirando de lejos, entre las cuales estaban María Magdalena, y María, la madre de Jacobo, el menor, y de José y Salomé;
41 quienes, estando aún él en Galilea, le habían seguido y servido; y otras muchas que juntamente con él habían subido a Jerusalén.
42 Y al atardecer, porque era la preparación, es decir, la víspera del sábado,
43 José de Arimatea, miembro noble del concilio, que también esperaba el reino de Dios, vino y entró osadamente a donde estaba Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús.
44 Y Pilato se sorprendió de que ya hubiese muerto; y haciendo venir al centurión, le preguntó si ya estaba muerto.
45 E informado por el centurión, dio el cuerpo a José.
46 Este compró una sábana y, bajándole, le envolvió en la sábana, y le puso en un sepulcro que estaba cavado en una peña e hizo rodar una piedra a la entrada del sepulcro.
47 Y María Magdalena y María, madre de José, miraban dónde lo pusieron.
Cristo resucita — Se aparece a María Magdalena y después a otras personas — Envía a los Apóstoles a predicar y promete que las señales seguirán a la fe — Finalmente, asciende al cielo.
Y cuando pasó el día de reposo, María Magdalena, y María, madre de Jacobo, y Salomé compraron especias aromáticas para ir a ungirlo.
2 Y muy de mañana, el primer día de la semana, fueron al sepulcro, recién salido el sol.
3 Y decían entre sí: ¿Quién nos removerá la piedra de la entrada del sepulcro?
4 Pero cuando miraron, vieron la piedra ya removida, que era muy grande.
5 Y cuando entraron en el sepulcro, vieron a un joven sentado al lado derecho, cubierto de una larga ropa blanca, y se espantaron.
6 Pero él les dijo: No os asustéis; buscáis a Jesús nazareno, el que fue crucificado; ha resucitado, no está aquí; he aquí el lugar en donde le pusieron.
7 Pero id, decid a sus discípulos, y a Pedro, que él va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis, como os dijo.
8 Y ellas se fueron huyendo del sepulcro, porque les había entrado temblor y espanto. Y no dijeron nada a nadie, porque tenían miedo.
9 Mas después que Jesús hubo resucitado por la mañana, el primer día de la semana, se apareció primeramente a María Magdalena, de quien había echado siete demonios.
Yendo ella, lo hizo saber a los que habían estado con él, que estaban tristes y llorando.
11 Y ellos, cuando oyeron que vivía y que había sido visto por ella, no lo creyeron.
12 Pero después se apareció en otra forma a dos de ellos que iban caminando, yendo al campo.
13 Y ellos fueron y lo hicieron saber a los otros, pero ni aun a ellos les creyeron.
14 Finalmente se apareció a los once mismos, estando ellos sentados a la mesa, y les reprochó su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que le habían visto resucitado.
15 Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.
16 El que crea y sea bautizado será salvo; pero el que no crea será condenado.
17 Y estas señales seguirán a los que creyeren: En mi nombre echarán fuera demonios, hablarán nuevas lenguas;
18 tomarán serpientes en las manos y, si bebieren cosa mortífera, no les dañará; sobre los enfermos impondrán sus manos, y sanarán.
19 Y el Señor, después que les habló, fue recibido arriba en el cielo y se sentó a la diestra de Dios.
Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes, ayudándoles el Señor y confirmando la palabra con las señales que la seguían. Amén.
Gabriel promete a Zacarías que Elisabet dará a luz un hijo, al que llamarán Juan — También anuncia a María que será la madre del Hijo de Dios — María visita a Elisabet y pronuncia un salmo de alabanza — Nace Juan el Bautista — Zacarías profetiza acerca de la misión de Juan.
Puesto que ya muchos han tratado de poner en orden la historia de las cosas que entre nosotros han sido ciertísimas,
2 tal como nos lo enseñaron los que desde el principio lo vieron con sus ojos y fueron ministros de la palabra,
3 me ha parecido también a mí, después de haber investigado con diligencia todas las cosas desde el principio, escribírtelas en orden, oh excelentísimo Teófilo,
4 para que conozcas bien la verdad de las cosas en las cuales has sido enseñado.
5 Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote llamado Zacarías, del grupo de Abías; y su esposa era de las hijas de Aarón y se llamaba Elisabet.
6 Y ambos eran justos delante de Dios y andaban irreprensibles en todos los mandamientos y estatutos del Señor.
7 Pero no tenían hijos, porque Elisabet era estéril, y ambos eran ya de edad avanzada.
8 Y aconteció que, ejerciendo Zacarías el sacerdocio delante de Dios, según el orden de su grupo,
9 conforme a la costumbre del sacerdocio, le tocó en suerte ofrecer el incienso al entrar en el templo del Señor.
Y toda la multitud del pueblo estaba fuera, orando a la hora del incienso.
11 Entonces se le apareció un ángel del Señor puesto de pie a la derecha del altar del incienso.
12 Y al verle, Zacarías se turbó y cayó temor sobre él.
13 Pero el ángel le dijo: Zacarías, no temas, porque tu oración ha sido oída, y tu esposa Elisabet te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Juan.
14 Y tendrás gozo y alegría, y muchos se regocijarán por su nacimiento,
15 porque será grande delante del Señor. Y no beberá vino ni sidra, y será lleno del Espíritu Santo aun desde el vientre de su madre.
16 Y a muchos de los hijos de Israel hará volver al Señor su Dios.
17 Porque irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y a los rebeldes a la prudencia de los justos, a fin de preparar para el Señor un pueblo bien dispuesto.
18 Y Zacarías dijo al ángel: ¿Cómo sabré esto? Porque yo ya soy viejo, y mi esposa es de edad avanzada.
19 Y respondiendo el ángel le dijo: Yo soy Gabriel, que estoy delante de Dios; y he sido enviado a hablarte y a darte estas buenas nuevas.
Y he aquí, quedarás mudo y no podrás hablar, hasta el día en que esto se haga, por cuanto no has creído mis palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo.
21 Y el pueblo estaba esperando a Zacarías y se extrañaba de que él se tardara tanto en el templo.
22 Y cuando salió, no les podía hablar; y entonces comprendieron que había visto una visión en el templo; y él les hablaba por señas, y permaneció mudo.
23 Y aconteció que, cumplidos los días de su servicio, regresó a su casa.
24 Y después de aquellos días concibió su esposa Elisabet, y se recluyó en casa durante cinco meses, diciendo:
25 Así ha hecho el Señor conmigo en los días en que se dignó quitar mi afrenta entre los hombres.
26 Y al sexto mes, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret,
27 a una virgen desposada con un varón que se llamaba José, de la casa de David; y el nombre de la virgen era María.
28 Y entrando el ángel a donde ella estaba, dijo: ¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres.
29 Pero ella, cuando le vio, se turbó por sus palabras y pensaba qué salutación sería esta.
Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios.
31 Y he aquí, concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús.
32 Este será grande y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre.
33 Y reinará en la casa de Jacob para siempre, y de su reino no habrá fin.
34 Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto? Porque no conozco varón.
35 Y respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que va a nacer será llamado Hijo de Dios.
36 Y he aquí, tu parienta Elisabet también ha concebido hijo en su vejez; y este es el sexto mes para ella, la que era llamada estéril;
37 porque ninguna cosa es imposible para Dios.
38 Entonces María dijo: He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra. Y el ángel se fue de ella.
39 En aquellos días, levantándose María, fue a la montaña con prisa, a una ciudad de Judá;
y entró en casa de Zacarías y saludó a Elisabet.
41 Y aconteció que cuando oyó Elisabet la salutación de María, la criatura saltó en su vientre; y Elisabet fue llena del Espíritu Santo
42 y exclamó a gran voz y dijo: ¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!
43 ¿Por qué se me concede esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí?
44 Porque he aquí, cuando llegó la voz de tu salutación a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre.
45 Y bienaventurada la que creyó, porque se cumplirán las cosas que le fueron dichas de parte del Señor.
46 Entonces María dijo:Engrandece mi alma al Señor;
47 y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador,
48 porque ha mirado la humilde condición de su sierva;porque he aquí, desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones,
49 porque me ha hecho grandes cosas el Poderoso;y santo es su nombre.
Y su misericordia es de generación en generación a los que le temen.
51 Hizo proezas con su brazo;esparció a los soberbios en el pensamiento de sus corazones.
52 Quitó a los poderosos de los tronosy levantó a los humildes.
53 A los hambrientos llenó de bienesy a los ricos los despidió vacíos.
54 Socorrió a Israel, su siervo,acordándose de la misericordia,
55 de la cual habló a nuestros padres,a Abraham y a su descendencia para siempre.
56 Y se quedó María con ella como tres meses; después volvió a su casa.
57 Y a Elisabet se le cumplió el tiempo de su alumbramiento, y dio a luz un hijo.
58 Y oyeron los vecinos y los parientes que Dios había hecho para con ella gran misericordia, y se alegraron con ella.
59 Y aconteció que al octavo día vinieron para circuncidar al niño, y le llamaban con el nombre de su padre, Zacarías.
Y respondiendo su madre, dijo: No, sino Juan será llamado.
61 Y le dijeron: ¿Por qué? No hay nadie en tu parentela que se llame con ese nombre.
62 Entonces preguntaron por señas a su padre cómo le quería llamar.
63 Y él, pidiendo una tablilla, escribió, diciendo: Juan es su nombre. Y todos se maravillaron.
64 En ese mismo momento fue abierta su boca y suelta su lengua, y habló, alabando a Dios.
65 Y sobrevino un temor sobre todos los vecinos de ellos; y en todas las montañas de Judea se divulgaron todas estas cosas.
66 Y todos los que las oían las conservaban en su corazón, diciendo: ¿Quién, pues, será este niño? Y la mano del Señor estaba con él.
67 Y Zacarías, su padre, fue lleno del Espíritu Santo y profetizó, diciendo:
68 Bendito el Señor Dios de Israel, que ha visitado yredimido a su pueblo,
69 y nos levantó un cuerno de salvación en la casa de David, su siervo,
como habló por boca de sus santos profetas que fueron desde el principio:
71 Salvación de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos aborrecieron,
72 para hacer misericordia con nuestros padresy acordarse de su santo convenio;
73 del juramento que juró a Abraham, nuestro padre,que nos había de conceder,
74 que sin temor, librados de nuestros enemigos,le serviríamos
75 en santidad y en justicia delante de él todos nuestros días.
76 Y tú, niño, profeta del Altísimo serás llamado,porque irás delante de la faz del Señor para preparar sus caminos,
77 para dar conocimiento de salvación a su pueblo,para remisión de sus pecados,
78 por la tierna misericordia de nuestro Dios,con que nos visitó desde lo alto la aurora,
79 para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte,para encaminar nuestros pies por camino de paz.
Y el niño crecía y se fortalecía en espíritu; y estuvo en lugares desiertos hasta el día en que se mostró a Israel.
Mensajeros celestiales anuncian el nacimiento de Jesús en Belén — Jesús es circuncidado, y Simeón y Ana profetizan de Su misión — A la edad de doce años se ocupa de los asuntos de Su Padre.
Y aconteció en aquellos días que salió un edicto de parte de Augusto César, que toda la tierra fuese empadronada.
2 Este primer empadronamiento se hizo siendo Cirenio gobernador de Siria.
3 E iban todos para ser empadronados, cada uno a su ciudad.
4 Entonces subió José de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por cuanto era de la casa y familia de David,
5 para ser empadronado con María, su mujer, desposada con él, la que estaba encinta.
6 Y aconteció que estando ellos allí, se cumplieron los días en que ella había de dar a luz.
7 Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón.
8 Y había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre sus rebaños.
9 Y he aquí, se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y tuvieron gran temor.
Pero el ángel les dijo: No temáis, porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que serán para todo el pueblo:
11 que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor.
12 Y esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre.
13 Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios y decían:
14 ¡Gloria a Dios en las alturas,y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!
15 Y aconteció que cuando los ángeles se fueron de ellos al cielo, los pastores se dijeron los unos a los otros: Pasemos, pues, hasta Belén, y veamos esto que ha sucedido y que el Señor nos ha manifestado.
16 Y vinieron deprisa y hallaron a María, y a José, y al niño acostado en el pesebre.
17 Y al verlo, dieron a conocer lo que se les había dicho acerca del niño.
18 Y todos los que oyeron se maravillaron de lo que los pastores les decían.
19 Pero María guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.
Y los pastores se volvieron, glorificando y alabando a Dios por todas las cosas que habían oído y visto, como se les había dicho.
21 Y cumplidos los ocho días para circuncidar al niño, llamaron su nombre Jesús, el cual le había sido puesto por el ángel antes que él fuese concebido en el vientre.
22 Y cuando se cumplieron los días de la purificación de ella, conforme a la ley de Moisés, le trajeron a Jerusalén para presentarlo al Señor
23 (como está escrito en la ley del Señor: Todo varón que abra la matriz será llamado santo para el Señor),
24 y para dar la ofrenda conforme a lo que está dicho en la ley del Señor: un par de tórtolas o dos pichones.
25 Y he aquí, había un hombre en Jerusalén llamado Simeón, y este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él.
26 Y había recibido revelación del Espíritu Santo que no vería la muerte antes que viese al Cristo del Señor.
27 Y movido por el Espíritu, vino al templo. Y cuando los padres llevaron al niño Jesús al templo, para hacer por él conforme a la costumbre de la ley,
28 entonces él lo tomó en sus brazos, y bendijo a Dios y dijo:
29 Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz,conforme a tu palabra,
porque han visto mis ojos tu salvación,
31 la cual has preparado en presencia de todos los pueblos;
32 luz para revelación a los gentilesy gloria de tu pueblo Israel.
33 Y José y su madre estaban maravillados de las cosas que se decían de él.
34 Y los bendijo Simeón y dijo a su madre María: He aquí, este niño ha sido puesto para caída y para levantamiento de muchos en Israel, y para señal que será contradicha;
35 y una espada traspasará tu alma misma, para que sean revelados los pensamientos de muchos corazones.
36 Estaba también allí Ana, profetisa, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad muy avanzada, y había vivido con su marido siete años desde su virginidad;
37 y era viuda hacía ochenta y cuatro años, y no se apartaba del templo, sirviendo de noche y de día con ayunos y oraciones.
38 Y esta, llegando en la misma hora, daba gracias al Señor y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención en Jerusalén.
39 Después que hubieron cumplido con todas las cosas según la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret.
Y el niño crecía, y se fortalecía y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él.
41 E iban sus padres todos los años a Jerusalén en la fiesta de la Pascua.
42 Y cuando tuvo doce años, subieron ellos a Jerusalén conforme a la costumbre de la fiesta.
43 Y cumplidos los días, al volver ellos, se quedó el niño Jesús en Jerusalén, sin saberlo José y su madre.
44 Y pensando que estaba entre los del grupo, anduvieron camino de un día; y le buscaban entre los parientes y entre los conocidos;
45 pero como no le hallaron, volvieron a Jerusalén buscándole.
46 Y aconteció que tres días después le hallaron en el templo, sentado en medio de los doctores de la ley, oyéndolos y preguntándoles.
47 Y todos los que le oían se asombraban de su entendimiento y de sus respuestas.
48 Y cuando le vieron, se maravillaron; y su madre le dijo: Hijo, ¿por qué nos has hecho así? He aquí, tu padre y yo te hemos buscado con angustia.
49 Entonces él les dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los asuntos de mi Padre me es necesario estar?
Pero ellos no entendieron las palabras que les habló.
51 Y descendió con ellos y vino a Nazaret, y estaba sujeto a ellos. Y su madre guardaba todas estas cosas en su corazón.
52 Y Jesús crecía en sabiduría, y en estatura y en gracia para con Dios y los hombres.
Juan el Bautista predica y bautiza — Jesús es bautizado y Dios declara que es Su Hijo — Se da la genealogía de Jesús, desde Él hasta Adán.
Y en el año decimoquinto del imperio de Tiberio César, siendo gobernador de Judea Poncio Pilato, y Herodes tetrarca de Galilea, y su hermano Felipe tetrarca de Iturea y de la provincia de Traconite, y Lisanias tetrarca de Abilinia,
2 siendo sumos sacerdotes Anás y Caifás, vino la palabra de Dios a Juan hijo de Zacarías, en el desierto.
3 Y él fue por toda la región circunvecina del Jordán predicando el bautismo del arrepentimiento para la remisión de pecados;
4 como está escrito en el libro de las palabras del profeta Isaías, que dice:Voz del que clama en el desierto:Preparad el camino del Señor,enderezad sus sendas.
5 Todo valle se rellenará,y se bajará todo monte y collado;y los caminos torcidos serán enderezados,y los caminos ásperos allanados;
6 y verá toda carne la salvación de Dios.
7 Y decía a las multitudes que salían para ser bautizadas por él: ¡Oh generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira que vendrá?
8 Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento y no comencéis a decir dentro de vosotros mismos: Tenemos a Abraham por padre; porque os digo que Dios puede, aun de estas piedras, levantar hijos a Abraham.
9 Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado al fuego.
Y la gente le preguntaba, diciendo: Pues, ¿qué haremos?
11 Y respondiendo, les decía: El que tiene dos túnicas, dé al que no tiene; y el que tiene qué comer, haga lo mismo.
12 Y vinieron también unos publicanos para ser bautizados y le dijeron: Maestro, ¿qué haremos?
13 Y él les dijo: No exijáis más de lo que os está ordenado.
14 Y le preguntaron también unos soldados, diciendo: Y nosotros, ¿qué haremos? Y les dijo: No hagáis extorsión a nadie ni calumniéis, y contentaos con vuestro salario.
15 Y estando el pueblo a la expectativa, se preguntaban todos en sus corazones si acaso Juan sería el Cristo.
16 Respondió Juan, diciendo a todos: Yo, a la verdad, os bautizo en agua; mas viene uno más poderoso que yo, de quien no soy digno de desatar la correa de su calzado; él os bautizará con el Espíritu Santo y con fuego.
17 Su aventador está en su mano, y limpiará su era, y recogerá el trigo en su alfolí y quemará la paja en un fuego que nunca se apagará.
18 Y con otras muchas exhortaciones anunciaba las buenas nuevas al pueblo.
19 Entonces Herodes, el tetrarca, siendo reprendido por él a causa de Herodías, esposa de su hermano Felipe, y por todas las maldades que Herodes había hecho,
añadió también, sobre todas ellas, esto: encerró a Juan en la cárcel.
21 Y aconteció que, cuando todo el pueblo se bautizaba, también Jesús fue bautizado; y mientras oraba, el cielo se abrió,
22 y descendió el Espíritu Santo sobre él en forma corporal, como paloma, y vino una voz del cielo que decía: Tú eres mi Hijo Amado, en ti me complazco.
23 Y Jesús mismo tenía unos treinta años, hijo, según se creía, de José hijo de Elí,
24 hijo de Matat, hijo de Leví, hijo de Melqui, hijo de Jana, hijo de José,
25 hijo de Matatías, hijo de Amós, hijo de Nahum, hijo de Esli, hijo de Nagai,
26 hijo de Maat, hijo de Matatías, hijo de Semei, hijo de José, hijo de Judá,
27 hijo de Joana, hijo de Resa, hijo de Zorobabel, hijo de Salatiel, hijo de Neri,
28 hijo de Melqui, hijo de Adi, hijo de Cosam, hijo de Elmodam, hijo de Er,
29 hijo de Josué, hijo de Eliezer, hijo de Jorim, hijo de Matat,
hijo de Leví, hijo de Simeón, hijo de Judá, hijo de José, hijo de Jonán, hijo de Eliaquim,
31 hijo de Melea, hijo de Mainán, hijo de Matata, hijo de Natán,
32 hijo de David, hijo de Isaí, hijo de Obed, hijo de Booz, hijo de Salmón, hijo de Naasón,
33 hijo de Aminadab, hijo de Aram, hijo de Esrom, hijo de Fares, hijo de Judá,
34 hijo de Jacob, hijo de Isaac, hijo de Abraham, hijo de Taré, hijo de Nacor,
35 hijo de Serug, hijo de Ragau, hijo de Peleg, hijo de Heber, hijo de Sala,
36 hijo de Cainán, hijo de Arfaxad, hijo de Sem, hijo de Noé, hijo de Lamec,
37 hijo de Matusalén, hijo de Enoc, hijo de Jared, hijo de Mahalaleel, hijo de Cainán,
38 hijo de Enós, hijo de Set, hijo de Adán, hijo de Dios.
Jesús ayuna cuarenta días y es tentado por el diablo — Jesús anuncia en Nazaret Su origen divino y es rechazado — Echa fuera un demonio en Capernaúm, sana a la suegra de Pedro, y predica y sana en toda Galilea.
Y Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y fue llevado por el Espíritu al desierto
2 por cuarenta días, y era tentado por el diablo. Y no comió nada en aquellos días; y pasados estos, tuvo hambre.
3 Entonces el diablo le dijo: Si eres el Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan.
4 Y Jesús, respondiéndole, dijo: Escrito está: No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra de Dios.
5 Y le llevó el diablo a un alto monte y le mostró en un momento todos los reinos de la tierra.
6 Y le dijo el diablo: A ti te daré toda esta potestad y la gloria de ellos, porque a mí me ha sido entregada, y a quien quiero la doy;
7 pues si tú me adorares, todos serán tuyos.
8 Y respondiendo Jesús, le dijo: Vete de mí, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él solamente servirás.
9 Entonces le llevó a Jerusalén y le puso sobre el pináculo del templo y le dijo: Si eres el Hijo de Dios, lánzate de aquí abajo,
porque escrito está:A sus ángeles mandará para que te guarden;
11 y en las manos te llevarán,para que no tropiece tu pie en piedra.
12 Y respondiendo Jesús, le dijo: Dicho está: No tentarás al Señor tu Dios.
13 Y cuando el diablo hubo acabado toda tentación, se alejó de él por un tiempo.
14 Y Jesús volvió en el poder del Espíritu a Galilea, y se difundió su fama por toda la región de alrededor,
15 y enseñaba en las sinagogas de ellos y era glorificado por todos.
16 Y vino a Nazaret, donde se había criado; y, conforme a su costumbre, el día de reposo entró en la sinagoga y se levantó a leer.
17 Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el rollo, halló el lugar donde estaba escrito:
18 El Espíritu del Señor está sobre mí,por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres;me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón,a pregonar libertad a los cautivosy dar vista a los ciegos;a poner en libertad a los quebrantados,
19 a predicar el año agradable del Señor.
Y enrollando el libro, lo dio al ayudante y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él.
21 Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura en vuestros oídos.
22 Y todos daban testimonio de él y estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca, y decían: ¿No es este el hijo de José?
23 Y les dijo: Sin duda me diréis este refrán: Médico, cúrate a ti mismo; de tantas cosas que hemos oído que se han hecho en Capernaúm, haz también aquí en tu tierra.
24 Y dijo: De cierto os digo que ningún profeta es aceptado en su propia tierra.
25 Mas en verdad os digo que muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando el cielo fue cerrado por tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en toda la tierra;
26 pero a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda en Sarepta de Sidón.
27 Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue limpiado, sino Naamán el sirio.
28 Entonces todos en la sinagoga se llenaron de ira al oír estas cosas;
29 y levantándose, le echaron fuera de la ciudad y le llevaron hasta la cumbre del monte sobre el cual estaba edificada la ciudad de ellos, para despeñarle.
Pero él pasó por en medio de ellos y se fue.
31 Y descendió a Capernaúm, ciudad de Galilea. Y les enseñaba en los días de reposo.
32 Y se maravillaban de su doctrina, porque su palabra era con autoridad.
33 Y había en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu de demonio inmundo, el cual exclamó a gran voz,
34 diciendo: ¡Déjanos!, ¿qué tienes con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Yo sé quién eres: el Santo de Dios.
35 Y Jesús le reprendió, diciendo: ¡Enmudece y sal de él! Entonces el demonio, derribándole en medio de ellos, salió de él y no le hizo daño alguno.
36 Y hubo asombro en todos, y hablaban entre sí, diciendo: ¿Qué palabra es esta, que con autoridad y poder manda a los espíritus inmundos, y salen?
37 Y su fama se divulgaba en todas partes por todos los lugares de la comarca.
38 Entonces Jesús se levantó, salió de la sinagoga y entró en casa de Simón; y la suegra de Simón tenía mucha fiebre, y le rogaron por ella.
39 E inclinándose hacia ella, reprendió la fiebre, y la fiebre la dejó; y enseguida ella se levantó y les servía.
Y al ponerse el sol, todos los que tenían enfermos de diversas enfermedades los traían a él; y él, poniendo las manos sobre cada uno de ellos, los sanaba.
41 Y también salían demonios de muchos, dando voces y diciendo: ¡Tú eres el Hijo de Dios! Pero él los reprendía y no los dejaba hablar, porque sabían que él era el Cristo.
42 Y siendo ya de día, salió y se fue a un lugar desierto; y la gente le buscaba y, llegando hasta él, le detenían para que no se apartase de ellos.
43 Mas él les dijo: Es necesario que anuncie el evangelio del reino de Dios también a otras ciudades, porque para esto he sido enviado.
44 Y predicaba en las sinagogas de Galilea.
Jesús llama a Pedro, el pescador, a ser pescador de hombres — Sana a un leproso — Perdona los pecados y sana a un paralítico — Llama a Mateo — Los enfermos necesitan un médico — El vino nuevo se ha de echar en odres nuevos.
Y aconteció que, estando Jesús junto al lago de Genesaret, la gente se agolpaba alrededor de él para oír la palabra de Dios.
2 Y vio dos barcas que estaban cerca de la orilla del lago; y los pescadores, habiendo descendido de ellas, lavaban sus redes.
3 Y entró en una de esas barcas, la cual era de Simón, y le rogó que la apartase de tierra un poco; y sentándose, enseñaba desde la barca a la gente.
4 Y cuando cesó de hablar, dijo a Simón: Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar.
5 Y respondiendo Simón, le dijo: Maestro, hemos trabajado toda la noche y nada hemos pescado; pero por tu palabra echaré la red.
6 Y habiéndolo hecho, recogieron tal cantidad de peces que su red se rompía.
7 Entonces hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca para que viniesen a ayudarles; y vinieron y llenaron ambas barcas, de tal manera que se hundían.
8 Viendo esto Simón Pedro, cayó de rodillas ante Jesús, diciendo: Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador.
9 Porque el asombro se había apoderado de él y de todos los que estaban con él, por la cantidad de peces que habían pescado;
y asimismo de Jacobo y de Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Entonces Jesús dijo a Simón: No temas; desde ahora serás pescador de hombres.
11 Y cuando las barcas llegaron a tierra, dejándolo todo, le siguieron.
12 Y aconteció que, estando Jesús en una ciudad, he aquí un hombre lleno de lepra, el cual, viendo a Jesús, se postró sobre su rostro y le rogó, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme.
13 Jesús entonces, extendiendo la mano, le tocó diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante la lepra se fue de él.
14 Y él le mandó que no se lo dijese a nadie. Ve, le dijo, muéstrate al sacerdote y ofrece por tu purificación como mandó Moisés, para testimonio a ellos.
15 Pero más y más se extendía su fama; y se reunían muchas multitudes para oírle y para que los sanara de sus enfermedades.
16 Pero él se apartaba a lugares desiertos y oraba.
17 Y aconteció un día en que él estaba enseñando, los fariseos y los doctores de la ley estaban allí sentados, los cuales habían venido de todas las aldeas de Galilea, y de Judea y Jerusalén; y el poder del Señor estaba con él para sanarlos.
18 Y he aquí, unos hombres que traían en un lecho a un hombre que estaba paralítico procuraban llevarle adentro y ponerle delante de él.
19 Pero no hallando por dónde entrar a causa de la multitud, subieron encima de la casa y por el tejado le bajaron con el lecho y le pusieron en medio, delante de Jesús.
Al ver la fe de ellos, Jesús le dijo: Hombre, tus pecados te son perdonados.
21 Entonces los escribas y los fariseos comenzaron a pensar, diciendo: ¿Quién es este que habla blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino solo Dios?
22 Jesús entonces, conociendo los pensamientos de ellos, respondió y les dijo: ¿Qué pensáis en vuestros corazones?
23 ¿Qué es más fácil, decir: Tus pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda?
24 Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico): A ti te digo: ¡Levántate!, toma tu lecho y vete a tu casa.
25 Y al instante, se levantó en presencia de ellos, tomó el lecho en que estaba acostado y se fue a su casa glorificando a Dios.
26 Y el asombro sobrecogió a todos, y glorificaban a Dios; y llenos de temor, decían: ¡Hoy hemos visto maravillas!
27 Y después de estas cosas, salió y vio a un publicano llamado Leví, sentado al banco de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme.
28 Y él, dejando todas las cosas, se levantó y le siguió.
29 E hizo Leví un gran banquete en su casa, y había mucha compañía de publicanos y de otros que estaban a la mesa con ellos.
Y los escribas y los fariseos murmuraban contra los discípulos, diciendo: ¿Por qué coméis y bebéis con los publicanos y pecadores?
31 Y respondiendo Jesús, les dijo: Los que están sanos no necesitan médico, sino los que están enfermos.
32 No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento.
33 Entonces ellos le dijeron: ¿Por qué los discípulos de Juan ayunan muchas veces y hacen oraciones, y asimismo los de los fariseos, pero tus discípulos comen y beben?
34 Y él les dijo: ¿Acaso podéis hacer que los que están de bodas ayunen entretanto que el esposo está con ellos?
35 Pero vendrán días cuando el esposo les será quitado; entonces, en aquellos días ayunarán.
36 Y les dijo también una parábola: Nadie pone remiendo de paño nuevo en vestido viejo, pues de esa manera, el nuevo se rompe, y el remiendo nuevo no armoniza con el viejo.
37 Y nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera, el vino nuevo romperá los odres, y el vino se derramará, y los odres se perderán.
38 Pero el vino nuevo en odres nuevos se ha de echar, y lo uno y lo otro se conservan.
39 Y ninguno que haya bebido del añejo quiere luego el nuevo, porque dice: El añejo es mejor.
Jesús sana en el día de reposo — Escoge a los Doce Apóstoles — Pronuncia bendiciones sobre los obedientes y ayes sobre los inicuos.
Y aconteció que, pasando Jesús por los sembrados en un día de reposo, el segundo después del primero, sus discípulos arrancaban espigas y, restregándolas con las manos, las comían.
2 Y algunos de los fariseos les dijeron: ¿Por qué hacéis lo que no es lícito hacer en los días de reposo?
3 Y respondiendo Jesús, les dijo: ¿Ni aun esto habéis leído, lo que hizo David cuando él y los que con él estaban tuvieron hambre;
4 cómo entró en la casa de Dios y tomó los panes de la proposición, los cuales no es lícito comer, sino solo a los sacerdotes, y comió, y dio también a los que estaban con él?
5 Y les decía: El Hijo del Hombre es Señor aun del día de reposo.
6 Y aconteció también en otro día de reposo que él entró en la sinagoga y enseñaba; y había allí un hombre que tenía seca la mano derecha.
7 Y le acechaban los escribas y los fariseos para ver si sanaría en el día de reposo, a fin de hallar de qué acusarle.
8 Pero él, que conocía los pensamientos de ellos, dijo al hombre que tenía la mano seca: Levántate y ponte en medio. Y él, levantándose, se puso de pie.
9 Entonces Jesús les dijo: Os preguntaré una cosa: ¿Es lícito en los días de reposo hacer bien o hacer mal? ¿Salvar la vida o quitarla?
Y, mirándolos a todos alrededor, dijo al hombre: Extiende tu mano. Y él lo hizo así, y su mano fue restaurada.
11 Y ellos se llenaron de ira y hablaban entre sí qué podrían hacer contra Jesús.
12 Y aconteció en aquellos días que él fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios.
13 Y cuando fue de día, llamó a sus discípulos y escogió a doce de ellos, a los cuales también llamó apóstoles:
14 a Simón, a quien también llamó Pedro, y a su hermano Andrés, a Jacobo y a Juan, a Felipe y a Bartolomé,
15 a Mateo y a Tomás, a Jacobo hijo de Alfeo y a Simón llamado Zelote,
16 a Judas hermano de Jacobo, y a Judas Iscariote, que llegó a ser el traidor.
17 Y descendió con ellos y se detuvo en un lugar llano, en compañía de sus discípulos y de una gran multitud del pueblo de toda Judea, y de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón, que habían venido para oírle y para ser sanados de sus enfermedades;
18 y los que habían sido atormentados por espíritus inmundos eran sanados.
19 Y toda la gente procuraba tocarle, porque salía poder de él y sanaba a todos.
Y alzando él los ojos hacia sus discípulos, decía: Bienaventurados vosotros los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.
21 Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque seréis saciados. Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis.
22 Bienaventurados seréis cuando los hombres os aborrezcan, y cuando os aparten de sí, y os vituperen y desechen vuestro nombre como malo por causa del Hijo del Hombre.
23 Gozaos en aquel día y alegraos, porque he aquí vuestro galardón es grande en los cielos; porque así hacían sus padres a los profetas.
24 Pero, ¡ay de vosotros, ricos!, porque ya tenéis vuestro consuelo.
25 ¡Ay de vosotros, los que estáis saciados!, porque tendréis hambre. ¡Ay de vosotros, los que ahora reís!, porque lamentaréis y lloraréis.
26 ¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!, porque así hacían sus padres con los falsos profetas.
27 Pero a vosotros los que oís, os digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen;
28 bendecid a los que os maldicen y orad por los que os calumnian.
29 Y al que te golpee en la mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite la capa, ni aun la túnica le niegues.
Y a cualquiera que te pida, dale; y al que tome lo que es tuyo, no se lo reclames.
31 Y así como queréis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos.
32 Porque si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis?, pues también los pecadores aman a los que los aman.
33 Y si hacéis bien a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis?, porque también los pecadores hacen lo mismo.
34 Y si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis?, pues también los pecadores prestan a los pecadores, para recibir otro tanto.
35 Amad, pues, a vuestros enemigos, y haced bien y prestad, no esperando de ello nada; y vuestro galardón será grande, y seréis hijos del Altísimo, porque él es benigno para con los ingratos y los malos.
36 Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso.
37 No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados.
38 Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosante se os dará en vuestro regazo, porque con la misma medida con que midiereis, se os volverá a medir.
39 Y les dijo una parábola: ¿Puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el hoyo?
El discípulo no es superior a su maestro; pero todo el que sea perfeccionado será como su maestro.
41 ¿Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano y no consideras la viga que está en tu propio ojo?
42 ¿O cómo puedes decir a tu hermano: Hermano, déjame sacar la paja que está en tu ojo, no mirando tú la viga que está en tu ojo? ¡Hipócrita!, saca primero la viga de tu propio ojo y entonces verás bien para sacar la paja que está en el ojo de tu hermano.
43 Porque no es buen árbol el que da malos frutos; ni árbol malo el que da buen fruto.
44 Porque cada árbol se conoce por su fruto, pues no se recogen higos de los espinos, ni se vendimian uvas de las zarzas.
45 El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca el bien; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca el mal; porque de la abundancia del corazón habla la boca.
46 ¿Por qué me llamáis: Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?
47 Todo aquel que viene a mí y oye mis palabras y las hace, os enseñaré a quién es semejante:
48 Semejante es al hombre que, al edificar una casa, cavó y ahondó y puso el fundamento sobre la roca; y cuando vino una inundación, el río dio con ímpetu contra aquella casa, pero no la pudo mover, porque estaba fundada sobre la roca.
49 Pero el que las oyó y no las obedeció es semejante al hombre que edificó su casa sobre tierra, sin fundamento; contra ella el río dio con ímpetu, y luego cayó, y fue grande la ruina de aquella casa.
Jesús sana al siervo de un centurión — Levanta de la muerte al hijo de la viuda de Naín — Elogia a Juan el Bautista y afirma que es más que profeta — Una mujer unge los pies de Jesús y Él le perdona los pecados.
Y después que Jesús acabó todas sus palabras al pueblo que le oía, entró en Capernaúm.
2 Y el siervo de un centurión, a quien este tenía en gran estima, estaba enfermo y a punto de morir.
3 Y cuando oyó hablar de Jesús, le envió unos ancianos de los judíos, rogándole que viniese y sanase a su siervo.
4 Y acercándose ellos a Jesús, le rogaron con diligencia, diciéndole: Es digno de que le concedas esto,
5 porque ama a nuestra nación, y él nos edificó una sinagoga.
6 Y Jesús fue con ellos. Pero cuando ya no estaban muy lejos de la casa, el centurión envió a él unos amigos, diciéndole: Señor, no te incomodes, pues no soy digno de que entres bajo mi techo;
7 por lo cual, ni aun me tuve por digno de ir a ti; pero di la palabra, y mi siervo será sano.
8 Pues también yo soy hombre puesto bajo autoridad y tengo soldados bajo mis órdenes. Y digo a este: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace.
9 Al oír esto, Jesús se maravilló de él, y volviéndose, dijo a la gente que le seguía: Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe.
Y al volver a casa los que habían sido enviados, hallaron sano al siervo que había estado enfermo.
11 Y aconteció después que él fue a la ciudad que se llama Naín, e iban con él muchos de sus discípulos y una gran multitud.
12 Y cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad, he aquí que sacaban a un difunto, unigénito de su madre, que era viuda; y había con ella mucha gente de la ciudad.
13 Y cuando el Señor la vio, se compadeció de ella y le dijo: No llores.
14 Y acercándose, tocó el féretro; y los que lo llevaban se detuvieron. Y dijo: Joven, a ti te digo, ¡levántate!
15 Entonces se incorporó el que había muerto y comenzó a hablar. Y Jesús se lo entregó a su madre.
16 Y todos tuvieron miedo y glorificaban a Dios, diciendo: Un gran profeta se ha levantado entre nosotros, y: Dios ha visitado a su pueblo.
17 Y se extendió la fama de él por toda Judea y por toda la región de alrededor.
18 Y los discípulos de Juan le dieron las nuevas de todas estas cosas; y llamó Juan a dos de sus discípulos,
19 y los envió a Jesús para preguntarle: ¿Eres tú aquel que había de venir, o esperaremos a otro?
Y cuando los hombres vinieron a él, le dijeron: Juan el Bautista nos ha enviado a ti para preguntarte: ¿Eres tú aquel que había de venir, o esperaremos a otro?
21 Y en esa misma hora sanó a muchos de enfermedades, y de plagas y de espíritus malos; y a muchos ciegos les dio la vista.
22 Y respondiendo Jesús, les dijo: Id, dad las nuevas a Juan de lo que habéis visto y oído: que los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y que a los pobres es anunciado el evangelio;
23 y bienaventurado es el que no halle tropiezo en mí.
24 Y cuando se fueron los mensajeros de Juan, Jesús comenzó a hablar de Juan a la gente: ¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿Una caña que es agitada por el viento?
25 Mas, ¿qué salisteis a ver? ¿A un hombre cubierto de vestiduras delicadas? He aquí, los que llevan vestidura preciosa y viven en deleites están en los palacios de los reyes.
26 Mas, ¿qué salisteis a ver? ¿A un profeta? Sí, os digo, y más que profeta.
27 Este es de quien está escrito:He aquí, envío mi mensajero delante de tu faz,el que preparará tu camino delante de ti.
28 Porque os digo que, entre los nacidos de mujer, no hay mayor profeta que Juan el Bautista; sin embargo, el más pequeño en el reino de Dios es mayor que él.
29 Y todo el pueblo y los publicanos, al oírle, justificaron a Dios, bautizándose con el bautismo de Juan.
Pero los fariseos y los intérpretes de la ley desecharon el consejo de Dios para sí mismos, no siendo bautizados por Juan.
31 Y dijo el Señor: ¿A qué, pues, compararé a los hombres de esta generación, y a qué son semejantes?
32 Semejantes son a los muchachos que se sientan en la plaza y se dan voces los unos a los otros, y dicen: Os tocamos la flauta, y no bailasteis; os entonamos canciones de duelo, y no llorasteis.
33 Porque ha venido Juan el Bautista, que no come pan ni bebe vino, y decís: Demonio tiene.
34 Ha venido el Hijo del Hombre, que come y bebe, y decís: He aquí un hombre comilón y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores.
35 Mas la sabiduría es justificada por todos sus hijos.
36 Y le rogó uno de los fariseos que comiese con él. Y habiendo entrado en casa del fariseo, se sentó a la mesa.
37 Y he aquí una mujer que había sido pecadora en la ciudad, cuando supo que Jesús estaba a la mesa en casa de aquel fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume,
38 y estando detrás de él a sus pies, llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con los cabellos de su cabeza, y besaba sus pies y los ungía con el perfume.
39 Y cuando vio esto el fariseo que le había convidado, dijo para sí: Si este fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que lo toca, porque es pecadora.
Entonces, respondiendo Jesús, le dijo: Simón, una cosa tengo que decirte. Y él dijo: Di, Maestro.
41 Un acreedor tenía dos deudores: Uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta;
42 y no teniendo ellos con qué pagar, perdonó a ambos. Di, pues, ¿cuál de estos le amará más?
43 Y respondiendo Simón, dijo: Pienso que aquel a quien perdonó más. Y él le dijo: Rectamente has juzgado.
44 Entonces, mirando a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa y no me diste agua para mis pies; pero ella ha regado mis pies con lágrimas y los ha enjugado con sus cabellos.
45 No me diste beso, pero ella, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies.
46 No ungiste mi cabeza con aceite, pero ella ha ungido mis pies con perfume.
47 Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; pero al que se le perdona poco, poco ama.
48 Y a ella le dijo: Tus pecados te son perdonados.
49 Y los que estaban juntamente sentados a la mesa comenzaron a decir entre sí: ¿Quién es este, que también perdona pecados?
Y Jesús dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado, ve en paz.
Jesús enseña la parábola del sembrador y la interpreta — Calma la tempestad y echa fuera a una legión de demonios que enseguida entra en un hato de cerdos; sana a una mujer que padece de flujo de sangre y levanta de la muerte a la hija de Jairo.
Y aconteció después, que Jesús caminaba por todas las ciudades y aldeas, predicando y anunciando el evangelio del reino de Dios, y los doce con él,
2 y algunas mujeres que habían sido sanadas de espíritus malos y de enfermedades: María, que se llamaba Magdalena, de la que habían salido siete demonios,
3 y Juana, mujer de Chuza, mayordomo de Herodes, y Susana y otras muchas que le ayudaban con sus bienes.
4 Y como se juntó una gran multitud, y los que de cada ciudad venían a él, les dijo por parábola:
5 Un sembrador salió a sembrar su semilla; y mientras sembraba, una parte cayó junto al camino y fue hollada; y las aves del cielo se la comieron.
6 Y otra parte cayó entre las piedras; y una vez que brotó, se secó, porque no tenía humedad.
7 Y otra parte cayó entre espinos, y los espinos que brotaron juntamente la ahogaron.
8 Y otra parte cayó en buena tierra y, cuando brotó, dio fruto a ciento por uno. Hablando estas cosas, decía a gran voz: El que tiene oídos para oír, oiga.
9 Y sus discípulos le preguntaron qué significaba esta parábola.
Y él dijo: A vosotros os es dado saber los misterios del reino de Dios; pero a los otros, por parábolas, para que viendo no vean y oyendo no entiendan.
11 Esta es, pues, la parábola: La semilla es la palabra de Dios.
12 Y los de junto al camino son los que oyen; pero luego viene el diablo y quita la palabra de su corazón, para que no crean y se salven.
13 Y los de entre las piedras son los que, habiendo oído, reciben la palabra con gozo, pero no tienen raíces; por un tiempo creen, pero en el tiempo de la tentación se apartan.
14 Y la que cayó entre espinos son los que oyeron, pero luego siguen su camino y son ahogados por los afanes, y por las riquezas y por los placeres de esta vida, y no dan fruto.
15 Pero la que cayó en buena tierra son los que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y dan fruto con paciencia.
16 Ninguno que enciende una vela la cubre con una vasija ni la pone debajo de la cama, sino que la pone en un candelero, para que los que entren vean la luz.
17 Porque no hay nada oculto que no haya de ser manifestado, ni nada escondido que no haya de ser conocido y de salir a la luz.
18 Mirad, pues, cómo oís; porque a todo el que tiene, le será dado; y a todo el que no tiene, aun lo que cree tener le será quitado.
19 Y vinieron a él su madre y sus hermanos; pero no podían llegar hasta él por causa de la multitud.
Y le fue dado aviso, diciendo: Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte.
21 Él entonces, respondiendo, les dijo: Mi madre y mis hermanos son los que oyen la palabra de Dios y la hacen.
22 Y aconteció un día, que él entró en una barca con sus discípulos y les dijo: Pasemos al otro lado del lago. Y partieron.
23 Pero mientras ellos navegaban, él se durmió. Y se desencadenó una tempestad de viento en el lago, y se anegaban y peligraban.
24 Y acercándose a él, le despertaron, diciendo: ¡Maestro, Maestro, que perecemos! Y despertando él, reprendió al viento y a las olas; y cesaron, y se hizo bonanza.
25 Y les dijo: ¿Dónde está vuestra fe? Y atemorizados, se maravillaban, diciéndose los unos a los otros: ¿Quién es este, que aun manda a los vientos y al agua, y le obedecen?
26 Y navegaron a la tierra de los gadarenos, que está en la ribera opuesta a Galilea.
27 Y al llegar él a tierra, le salió al encuentro un hombre de la ciudad que tenía demonios desde hacía mucho tiempo; y no vestía ropa ni vivía en una casa, sino entre los sepulcros.
28 El cual, cuando vio a Jesús, exclamó y se postró delante de él, y dijo a gran voz: ¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te ruego que no me atormentes.
29 (Porque mandaba al espíritu inmundo que saliese del hombre, pues muchas veces se había apoderado de él; y le guardaban preso con cadenas y grilletes; mas rompiendo las cadenas, era impelido por el demonio hacia los desiertos).
Y le preguntó Jesús, diciendo: ¿Qué nombre tienes? Y él dijo: Legión. Porque muchos demonios habían entrado en él.
31 Y le rogaban que no los mandase ir al abismo.
32 Y había allí un hato de muchos cerdos que pacían en el monte; y le rogaron que los dejase entrar en ellos; y les dio permiso.
33 Entonces salieron los demonios del hombre y entraron en los cerdos; y el hato se arrojó al lago por un despeñadero y se ahogó.
34 Y los que los apacentaban, cuando vieron lo que había acontecido, huyeron, y yendo, dieron aviso en la ciudad y por los campos.
35 Y salieron a ver lo que había acontecido; y vinieron a Jesús y hallaron al hombre de quien habían salido los demonios sentado a los pies de Jesús, vestido y en su juicio cabal; y tuvieron miedo.
36 Y los que lo habían visto les contaron cómo había sido sanado aquel endemoniado.
37 Entonces toda la multitud de la región de alrededor de los gadarenos le rogó que se fuese de ellos, porque tenían gran temor. Y Jesús, subiendo en la barca, regresó.
38 Y aquel hombre, de quien habían salido los demonios, le rogó que le dejase estar con él; pero Jesús le despidió, diciendo:
39 Vuélvete a tu casa y cuenta cuán grandes cosas ha hecho Dios contigo. Y él se fue, publicando por toda la ciudad cuán grandes cosas había hecho Jesús con él.
Y aconteció que cuando volvió Jesús, la gente le recibió con gozo, porque todos le esperaban.
41 Y he aquí, llegó un hombre llamado Jairo, que era principal de la sinagoga; y postrándose a los pies de Jesús, le rogaba que entrase en su casa,
42 porque tenía una hija única, como de doce años, que se estaba muriendo. Y mientras Jesús iba, le apretaba la multitud.
43 Y una mujer que padecía de flujo de sangre desde hacía doce años, y que había gastado en médicos todo lo que tenía y que por ninguno había podido ser curada,
44 se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto; y al instante cesó su flujo de sangre.
45 Entonces Jesús dijo: ¿Quién es el que me ha tocado? Y negando todos, dijo Pedro y los que estaban con él: Maestro, la multitud te aprieta y oprime, y preguntas: ¿Quién es el que me ha tocado?
46 Y Jesús dijo: Alguien me ha tocado, porque yo he percibido que ha salido poder de mí.
47 Entonces, cuando la mujer vio que no había pasado inadvertida, vino temblando y, postrándose delante de él, le declaró delante de todo el pueblo por qué causa le había tocado y cómo al instante había sido sanada.
48 Y él le dijo: Hija, tu fe te ha sanado; ve en paz.
49 Mientras él aún hablaba, vino uno de la casa del principal de la sinagoga a decirle: Tu hija ha muerto; no importunes más al Maestro.
Y oyéndolo Jesús, le respondió: No temas; cree solamente, y ella será sanada.
51 Y entrando en la casa, no dejó entrar a nadie consigo, sino a Pedro, y a Jacobo, y a Juan, y al padre y a la madre de la niña.
52 Y lloraban todos y se lamentaban. Y él dijo: No lloréis; no está muerta, sino que duerme.
53 Y hacían burla de él, sabiendo que estaba muerta.
54 Pero él, tomándola de la mano, clamó, diciendo: ¡Muchacha, levántate!
55 Entonces su espíritu volvió, y se levantó inmediatamente; y él mandó que le diesen de comer.
56 Y sus padres estaban atónitos; pero Jesús les mandó que a nadie dijesen lo que había sucedido.
Se envía a los Doce a predicar — Jesús alimenta a cinco mil — Pedro testifica de Cristo — Jesús predice Su muerte y Su resurrección — Se transfigura en el monte — Sana y enseña.
Y reuniendo a sus doce discípulos, les dio poder y autoridad sobre todos los demonios y para sanar enfermedades.
2 Y los envió a predicar el reino de Dios y a sanar a los enfermos.
3 Y les dijo: No toméis nada para el camino, ni bastón, ni alforja, ni pan ni dinero; ni llevéis dos túnicas cada uno.
4 Y en cualquier casa en que entréis, hospedaos allí y de allí salid.
5 Y dondequiera que no os recibieren, salid de aquella ciudad y sacudid el polvo de vuestros pies en testimonio contra ellos.
6 Y saliendo, recorrían todas las aldeas, anunciando el evangelio y sanando por todas partes.
7 Y Herodes, el tetrarca, oyó todas las cosas que hacía Jesús; y estaba perplejo, porque decían algunos: Juan ha resucitado de los muertos;
8 y otros: Elías ha aparecido; y otros: Algún profeta de los antiguos ha resucitado.
9 Y dijo Herodes: A Juan yo le hice decapitar. ¿Quién, pues, será este de quien yo oigo tales cosas? Y procuraba verle.
Y cuando los apóstoles regresaron, le contaron todas las cosas que habían hecho. Y tomándolos, se retiró aparte, a un lugar desierto de la ciudad que se llama Betsaida.
11 Y cuando lo supo la gente, le siguió; y él los recibió, y les hablaba del reino de Dios y sanaba a los que tenían necesidad de ser sanados.
12 Pero el día había comenzado a declinar; y acercándose los doce, le dijeron: Despide a la multitud, para que vayan a las aldeas y a los campos de alrededor, y se alojen y consigan alimentos, porque aquí estamos en un lugar desierto.
13 Y les dijo: Dadles vosotros de comer. Y dijeron ellos: No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta multitud.
14 Y eran como cinco mil hombres. Entonces dijo a sus discípulos: Hacedlos sentar en grupos de cincuenta en cincuenta.
15 Y así lo hicieron, haciéndolos sentar a todos.
16 Y tomando los cinco panes y los dos pescados, mirando al cielo, los bendijo, y los partió y dio a sus discípulos para que los pusiesen delante de la gente.
17 Y comieron todos y se saciaron; y recogieron lo que les sobró, doce cestas de lo que sobró.
18 Y aconteció que mientras él estaba orando, estaban con él los discípulos; y les preguntó, diciendo: ¿Quién dice la gente que soy yo?
19 Y ellos respondieron y dijeron: Unos, Juan el Bautista; y otros, Elías; y otros, algún profeta de los antiguos que ha resucitado.
Y les dijo: ¿Y vosotros, quién decís que soy yo? Entonces respondiendo Pedro, dijo: El Cristo de Dios.
21 Pero él, advirtiéndoles, les mandó que a nadie dijesen esto,
22 diciendo: Es necesario que el Hijo del Hombre padezca muchas cosas y sea desechado por los ancianos, y por los principales sacerdotes y por los escribas, y que sea muerto y resucite al tercer día.
23 Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz cada día y sígame.
24 Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, este la salvará.
25 Pues, ¿qué aprovecha al hombre si gana todo el mundo y se pierde o se destruye a sí mismo?
26 Porque el que se avergüence de mí y de mis palabras, de este el Hijo del Hombre se avergonzará cuando venga en su gloria y en la del Padre, y de los santos ángeles.
27 Y en verdad os digo que hay algunos de los que están aquí que no probarán la muerte hasta que vean el reino de Dios.
28 Y aconteció, como ocho días después de estas palabras, que Jesús tomó a Pedro, y a Juan y a Jacobo, y subió al monte a orar.
29 Y entretanto que oraba, la apariencia de su rostro se hizo otra, y su ropa se hizo blanca y resplandeciente.
Y he aquí dos varones que hablaban con él, que eran Moisés y Elías,
31 quienes aparecieron en gloria, y hablaban de la partida de Jesús, la cual había de cumplirse en Jerusalén.
32 Y Pedro y los que estaban con él estaban rendidos de sueño; y cuando despertaron del todo, vieron la gloria de Jesús y a aquellos dos varones que estaban con él.
33 Y aconteció que, al apartarse ellos de él, Pedro le dijo a Jesús: Maestro, bueno es que estemos aquí; hagamos tres enramadas, una para ti, y una para Moisés y una para Elías, sin saber lo que decía.
34 Y mientras él decía esto, vino una nube que los cubrió; y tuvieron temor al entrar ellos en la nube.
35 Y vino una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo Amado; a él oíd.
36 Y cuando cesó aquella voz, Jesús fue hallado solo. Y ellos callaron y, por aquellos días, no dijeron nada a nadie de lo que habían visto.
37 Y aconteció al día siguiente que, cuando hubieron bajado ellos del monte, una gran multitud les salió al encuentro.
38 Y he aquí, un hombre de la multitud clamó, diciendo: Maestro, te ruego que veas a mi hijo, que es el único que tengo.
39 Y he aquí un espíritu le toma, y de repente da voces; y le sacude y le hace echar espumarajos, y magullándole, difícilmente se aparta de él.
Y rogué a tus discípulos que lo echasen fuera, pero no pudieron.
41 Y respondiendo Jesús, dijo: ¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros y os he de soportar? Trae acá a tu hijo.
42 Y mientras se acercaba el muchacho, el demonio le derribó y le sacudió; mas Jesús reprendió al espíritu inmundo, y sanó al muchacho y se lo devolvió a su padre.
43 Y todos estaban atónitos de la grandeza de Dios. Y maravillándose todos de todas las cosas que hacía, dijo a sus discípulos:
44 Poned vosotros en vuestros oídos estas palabras, porque acontecerá que el Hijo del Hombre será entregado en manos de hombres.
45 Pero ellos no entendían estas palabras, pues les estaban veladas para que no las entendiesen; y temían preguntarle acerca de ellas.
46 Entonces entraron en discusión sobre cuál de ellos sería el mayor.
47 Pero Jesús, percibiendo los pensamientos del corazón de ellos, tomó a un niño y lo puso junto a sí,
48 y les dijo: Cualquiera que reciba a este niño en mi nombre, a mí me recibe; y cualquiera que me recibe a mí, recibe al que me envió, porque el que es más pequeño entre todos vosotros, ese es el más grande.
49 Entonces Juan habló y dijo: Maestro, hemos visto a uno que echaba fuera demonios en tu nombre; y se lo prohibimos, porque no anda con nosotros.
Jesús le dijo: No se lo prohibáis, porque el que no está contra nosotros, por nosotros está.
51 Y aconteció que, cuando se cumplió el tiempo en que había de ser recibido arriba, él afirmó su rostro para ir a Jerusalén.
52 Y envió mensajeros delante de sí, los cuales fueron y entraron en una aldea de los samaritanos para hacerle preparativos.
53 Pero no le recibieron, porque vieron en su semblante que se dirigía a Jerusalén.
54 Y al ver esto sus discípulos Jacobo y Juan, le dijeron: Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, como hizo Elías, y los consuma?
55 Entonces, volviéndose él, los reprendió, diciendo: Vosotros no sabéis de qué espíritu sois,
56 porque el Hijo del Hombre no ha venido para destruir las almas de los hombres, sino para salvarlas. Y se fueron a otra aldea.
57 Y aconteció que, yendo ellos, uno le dijo por el camino: Señor, te seguiré adondequiera que fueres.
58 Y le dijo Jesús: Las zorras tienen guaridas, y las aves de los cielos nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza.
59 Y dijo a otro: Sígueme. Y él le respondió: Señor, déjame que primero vaya y entierre a mi padre.
Y Jesús le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos; pero tú, ve y anuncia el reino de Dios.
61 Entonces también dijo otro: Te seguiré, Señor; pero déjame que me despida primero de los que están en mi casa.
62 Y Jesús le dijo: Ninguno que pone su mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el reino de Dios.
Jesús llama a los Setenta, les da autoridad y los instruye — Estos predican y sanan — Aquellos que reciben a los discípulos de Cristo le reciben a Él — El Hijo revela al Padre — Jesús enseña la parábola del buen samaritano.
Y después de estas cosas, el Señor designó a otros setenta, a quienes envió de dos en dos delante de sí a toda ciudad y lugar a donde él había de ir.
2 Y les dijo: La mies a la verdad es mucha, pero los obreros pocos; por tanto, rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies.
3 Id, he aquí yo os envío como corderos en medio de lobos.
4 No llevéis bolsa, ni alforja ni calzado; y a nadie saludéis por el camino.
5 En cualquier casa donde entréis, primeramente decid: Paz sea a esta casa.
6 Y si hubiere allí algún hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; y si no, se volverá a vosotros.
7 Y quedaos en aquella misma casa, comiendo y bebiendo lo que os den; porque el obrero es digno de su salario. No os paséis de casa en casa.
8 Y en cualquier ciudad donde entréis y os reciban, comed lo que os pongan delante,
9 y sanad a los enfermos que en ella haya y decidles: Se ha acercado a vosotros el reino de Dios.
Pero en cualquier ciudad donde entréis y no os reciban, salid por sus calles y decid:
11 Aun el polvo de vuestra ciudad que se ha pegado a nuestros pies lo sacudimos contra vosotros; pero sabed esto, que el reino de los cielos se ha acercado a vosotros.
12 Y os digo que en aquel día será más tolerable para los de Sodoma que para aquella ciudad.
13 ¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida!, porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho las maravillas que se han hecho en vosotras, ya hace tiempo que, sentados en cilicio y ceniza, se habrían arrepentido.
14 Por tanto, en el juicio será más tolerable para Tiro y Sidón que para vosotras.
15 Y tú, Capernaúm, que hasta los cielos eres levantada, hasta el Hades serás abatida.
16 El que a vosotros oye, a mí me oye; y el que a vosotros desecha, a mí me desecha; y el que me desecha a mí, desecha al que me envió.
17 Y volvieron los setenta con gozo, diciendo: Señor, ¡aun los demonios se nos sujetan en tu nombre!
18 Y les dijo: Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo.
19 He aquí os doy potestad para hollar serpientes y escorpiones, y vencer toda fuerza del enemigo, y nada os dañará.
No obstante, no os regocijéis de esto, de que los espíritus se os sujeten, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos.
21 En aquella misma hora Jesús se regocijó en el espíritu y dijo: Yo te alabo, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y entendidos, y las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así te agradó.
22 Todas las cosas me han sido entregadas por mi Padre; y nadie sabe quién es el Hijo sino el Padre, ni quién es el Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar.
23 Y volviéndose a los discípulos, les dijo aparte: Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis,
24 pues os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron.
25 Y he aquí, un intérprete de la ley se levantó y dijo, para tentarle: Maestro, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?
26 Y él le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees?
27 Y él, respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.
28 Y le dijo: Bien has respondido; haz esto y vivirás.
29 Pero él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo?
Y respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto.
31 Y aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino y, al verle, pasó de largo.
32 Y asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, al verle, pasó de largo.
33 Mas un samaritano que iba de camino llegó cerca de él y, al verle, fue movido a misericordia;
34 y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole sobre su propia cabalgadura, le llevó al mesón y cuidó de él.
35 Y otro día, al partir, sacó dos denarios y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamelo; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando vuelva.
36 ¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo de aquel que cayó en manos de los ladrones?
37 Y él dijo: El que tuvo misericordia de él. Entonces Jesús le dijo: Ve y haz tú lo mismo.
38 Y aconteció que, prosiguiendo ellos su camino, Jesús entró en una aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa.
39 Y esta tenía una hermana que se llamaba María, la que, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra.
Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres; y acercándose, dijo: Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude.
41 Pero respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas.
42 Pero solo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada.
Jesús pronuncia la Oración del Señor — Enseña acerca de cómo echar fuera demonios — Se declara mayor que Jonás y que Salomón — Reprende a los fariseos y les dice que a ellos se les demandará la sangre de los profetas.
Y aconteció que, estando Jesús orando en un lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos.
2 Y él les dijo: Cuando oréis, decid: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.
3 El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy.
4 Y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal.
5 Les dijo también: ¿Quién de vosotros que tenga un amigo va a él a medianoche y le dice: Amigo, préstame tres panes,
6 porque un amigo mío ha venido a mí de camino, y no tengo qué ofrecerle;
7 y el de dentro, respondiendo, le dice: No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis niños están conmigo en cama; no puedo levantarme para dártelos?
8 Os digo que, si no se levanta a dárselos por ser su amigo, sin embargo, por su importunidad se levantará y le dará todo lo que necesite.
9 Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá,
porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.
11 ¿Y qué padre de vosotros, si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide pescado, en lugar de pescado, le dará una serpiente?
12 O, si le pide un huevo, ¿le dará un escorpión?
13 Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre Celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?
14 Y estaba Jesús echando fuera un demonio, el cual era mudo; y aconteció que, después de haber salido fuera el demonio, el mudo habló y la gente se maravilló.
15 Pero algunos de ellos decían: Por Beelzebú, príncipe de los demonios, echa fuera los demonios.
16 Y otros, para tentarle, le pedían una señal del cielo.
17 Pero él, conociendo los pensamientos de ellos, les dijo: Todo reino dividido contra sí mismo es asolado; y una casa dividida contra sí misma, cae.
18 Y si también Satanás está dividido contra sí mismo, ¿cómo permanecerá en pie su reino? Porque decís que por Beelzebú yo echo fuera los demonios.
19 Pues si yo echo fuera los demonios por Beelzebú, ¿vuestros hijos por quién los echan fuera? Por tanto, ellos serán vuestros jueces.
Pero si por el dedo de Dios yo echo fuera los demonios, ciertamente el reino de Dios ha llegado a vosotros.
21 Cuando el hombre fuerte y armado guarda su casa, en paz está lo que posee.
22 Pero si viene otro más fuerte que él y le vence, le quita todas sus armas en que confiaba y reparte sus despojos.
23 El que no está conmigo, contra mí está; y el que conmigo no recoge, desparrama.
24 Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo; y, al no hallarlo, dice: Volveré a mi casa de donde salí.
25 Y cuando llega, la halla barrida y adornada.
26 Entonces va y toma otros siete espíritus peores que él; y entran y habitan allí; y el estado final de aquel hombre es peor que el primero.
27 Y aconteció que, mientras él decía estas cosas, una mujer de la multitud, levantando la voz, le dijo: ¡Bienaventurado el vientre que te trajo y los pechos que te criaron!
28 Y él dijo: ¡Antes bien, bienaventurados los que oyen la palabra de Dios y la guardan!
29 Y apiñándose la gente alrededor de él, comenzó a decir: Esta generación es mala; busca señal, pero señal no le será dada, sino la señal de Jonás.
Porque como Jonás fue señal a los ninivitas, así también lo será el Hijo del Hombre a esta generación.
31 La reina del sur se levantará en el juicio con los hombres de esta generación y los condenará, porque ella vino desde los confines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón. Y he aquí uno mayor que Salomón está en este lugar.
32 Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio con esta generación y la condenarán, porque ante la predicación de Jonás se arrepintieron; y he aquí uno mayor que Jonás está en este lugar.
33 Nadie pone en oculto la vela encendida, ni debajo del almud, sino en el candelero, para que los que entren vean la luz.
34 La lámpara del cuerpo es el ojo; pues si tu ojo es bueno, también todo tu cuerpo está lleno de luz; pero si es malo, también tu cuerpo está en tinieblas.
35 Mira, pues, no sea que la luz que hay en ti sea tinieblas.
36 Así que, si todo tu cuerpo está lleno de luz, no teniendo parte alguna de tinieblas, será todo luminoso, como cuando una lámpara te alumbra con su resplandor.
37 Y luego que hubo hablado, le rogó un fariseo que comiese con él; y Jesús entró y se sentó a la mesa.
38 Y el fariseo, cuando lo vio, se sorprendió de que no se hubiese lavado antes de comer.
39 Y el Señor le dijo: Ahora bien, vosotros los fariseos limpiáis lo de fuera del vaso y del plato; pero vuestro interior está lleno de rapiña y de maldad.
¡Necios!, el que hizo lo de fuera, ¿no hizo también lo de dentro?
41 Pero de lo que tenéis, dad limosna; y he aquí todo os será limpio.
42 Pero, ¡ay de vosotros, fariseos!, que diezmáis la menta, y la ruda y toda hortaliza; pero pasáis por alto el juicio y la caridad de Dios. Pues estas cosas os era necesario hacer, sin dejar de hacer las otras.
43 ¡Ay de vosotros, fariseos!, que amáis las primeras sillas en las sinagogas y las salutaciones en las plazas.
44 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, que sois como sepulcros que no se ven, y los hombres que andan por encima no lo saben.
45 Y respondiendo uno de los intérpretes de la ley, le dijo: Maestro, cuando dices esto, también nos afrentas a nosotros.
46 Y él le dijo: ¡Ay de vosotros también, intérpretes de la ley!, porque cargáis a los hombres con cargas que no pueden llevar, pero vosotros ni aun con un dedo las tocáis.
47 ¡Ay de vosotros!, que edificáis los sepulcros de los profetas a quienes mataron vuestros padres.
48 De cierto dais testimonio de que consentís en los hechos de vuestros padres; porque a la verdad ellos los mataron, y vosotros edificáis sus sepulcros.
49 Por eso, la sabiduría de Dios también dijo: Les enviaré profetas y apóstoles; y de ellos, a unos matarán y a otros perseguirán,
para que se demande de esta generación la sangre de todos los profetas que ha sido derramada desde la fundación del mundo,
51 desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, que murió entre el altar y el templo; sí, os digo que será demandada de esta generación.
52 ¡Ay de vosotros, intérpretes de la ley!, porque habéis quitado la llave de la ciencia; vosotros mismos no entrasteis, y a los que entraban se lo impedisteis.
53 Y diciéndoles estas cosas, los escribas y los fariseos comenzaron a acosarle en gran manera y a provocarle a que hablase de muchas cosas,
54 acechándole y procurando cazar alguna palabra de su boca para acusarle.
Jesús enseña: Guardaos de la hipocresía; haceos tesoros en el cielo y no en la tierra; preparaos para la venida del Señor; a quien mucho se da, mucho se requiere; la prédica del Evangelio causa división.
En esto, se había reunido una multitud innumerable, tantos que unos a otros se atropellaban. Jesús comenzó a decir primeramente a sus discípulos: Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía,
2 porque nada hay encubierto que no haya de descubrirse; ni oculto, que no haya de saberse.
3 Por tanto, las cosas que habéis dicho en tinieblas, a la luz serán oídas; y lo que habéis hablado al oído en las cámaras será pregonado desde las azoteas.
4 Mas os digo, amigos míos: No temáis a los que matan el cuerpo, pero después nada más pueden hacer.
5 Mas os enseñaré a quién debéis temer: Temed a aquel que, después de haber quitado la vida, tiene poder para echar al infierno; sí, os digo: A este temed.
6 ¿No se venden cinco pajarillos por dos blancas? Pues ni uno de ellos está olvidado delante de Dios.
7 Y aun los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis; de más valor sois vosotros que muchos pajarillos.
8 Y os digo que todo aquel que me confiese delante de los hombres, también el Hijo del Hombre le confesará delante de los ángeles de Dios;
9 pero el que me niegue delante de los hombres será negado delante de los ángeles de Dios.
Y a todo aquel que diga palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero al que blasfeme contra el Espíritu Santo, no le será perdonado.
11 Y cuando os lleven a las sinagogas, y a los magistrados y a las autoridades, no os preocupéis por cómo o qué habréis de responder, o qué habréis de decir,
12 porque el Espíritu Santo os enseñará en la misma hora lo que debéis decir.
13 Y le dijo uno de la multitud: Maestro, di a mi hermano que divida conmigo la herencia.
14 Mas él le dijo: Hombre, ¿quién me ha puesto como juez o partidor sobre vosotros?
15 Y les dijo: Mirad, y guardaos de toda avaricia, porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee.
16 Y les refirió una parábola, diciendo: Las tierras de un hombre rico habían producido mucho;
17 y él pensaba dentro de sí, diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo dónde guardar mis frutos?
18 Y dijo: Esto haré: derribaré mis alfolíes y los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes;
19 y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe, diviértete.
Pero le dijo Dios: Necio, esta noche van a pedir tu alma; y lo que has guardado, ¿de quién será?
21 Así es el que hace para sí tesoro y no es rico para con Dios.
22 Y dijo a sus discípulos: Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué comeréis; ni por el cuerpo, qué vestiréis.
23 La vida es más que la comida, y el cuerpo más que el vestido.
24 Considerad los cuervos, que no siembran ni siegan; que no tienen almacén ni alfolí, y Dios los alimenta. ¡Cuánto más valéis vosotros que las aves!
25 ¿Y quién de vosotros podrá, con afanarse, añadir a su estatura un codo?
26 Pues si no podéis hacer ni aun lo que es menos, ¿por qué os preocupáis por lo demás?
27 Considerad los lirios, cómo crecen; no trabajan ni hilan; pero os digo que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió como uno de ellos.
28 Y si así viste Dios la hierba, que hoy está en el campo y mañana es echada al horno, ¿cuánto más a vosotros, hombres de poca fe?
29 Vosotros, pues, no os preocupéis por lo que habéis de comer, ni por lo que habéis de beber, ni estéis en ansiosa inquietud.
Porque todas estas cosas busca la gente del mundo, pero vuestro Padre sabe que necesitáis estas cosas.
31 Mas buscad el reino de Dios, y todas estas cosas os serán añadidas.
32 No temáis, pequeño rebaño, porque al Padre le ha complacido daros el reino.
33 Vended lo que poseéis y dad limosna; haceos bolsas que no se envejezcan, tesoro en los cielos que nunca se agote, donde ladrón no llega ni polilla corrompe.
34 Porque donde está vuestro tesoro, allí también estará vuestro corazón.
35 Estén ceñidos vuestros lomos y encendidas vuestras lámparas;
36 y sed vosotros semejantes a hombres que esperan a que su señor vuelva de las bodas, para que, cuando venga y llame, enseguida le abran.
37 Bienaventurados aquellos siervos a quienes el Señor, cuando venga, halle velando; de cierto os digo que se ceñirá y hará que se sienten a la mesa, y les servirá.
38 Y aunque venga a la segunda vigilia, y aunque venga a la tercera vigilia, y los hallare así, bienaventurados son aquellos siervos.
39 Pero sabed esto, que si supiese el padre de familia a qué hora habría de venir el ladrón, velaría ciertamente y no dejaría saquear su casa.
Vosotros, pues, también, estad preparados, porque a la hora que no penséis vendrá el Hijo del Hombre.
41 Entonces Pedro le dijo: Señor, ¿dices esta parábola a nosotros, o también a todos?
42 Y dijo el Señor: ¿Quién es el mayordomo fiel y prudente a quien el señor pondrá sobre su casa para que a tiempo les dé su ración?
43 Bienaventurado aquel siervo a quien, cuando su señor venga, le halle haciendo así.
44 En verdad os digo que él le pondrá sobre todos sus bienes.
45 Pero si aquel siervo dice en su corazón: Mi señor tarda en venir, y comienza a golpear a los criados y a las criadas, y a comer y a beber y a embriagarse,
46 vendrá el señor de aquel siervo el día en que no espera y a la hora en que no sabe, y le castigará y pondrá su parte con los incrédulos.
47 Porque aquel siervo que sabía la voluntad de su señor y no se preparó ni hizo conforme a su voluntad recibirá muchos azotes.
48 Pero aquel que no la sabía, e hizo cosas dignas de azotes, será azotado poco, porque a todo aquel a quien se le haya dado mucho, mucho se demandará de él; y al que se le haya encomendado mucho, más se le pedirá.
49 He venido a traer fuego a la tierra; ¡y qué quiero, si ya está encendido!
Pero de un bautismo tengo que ser bautizado; y, ¡cómo me angustio hasta que se cumpla!
51 ¿Pensáis que he venido a la tierra para dar paz? Os digo: no, sino disensión.
52 Porque de aquí en adelante, cinco en una casa estarán divididos, tres contra dos, y dos contra tres.
53 El padre estará dividido contra el hijo, y el hijo contra el padre; la madre contra la hija, y la hija contra la madre; la suegra contra su nuera, y la nuera contra su suegra.
54 Y decía también a la gente: Cuando veis una nube que sale del poniente, enseguida decís: Lluvia viene; y así sucede.
55 Y cuando sopla el viento del sur, decís: Hará calor; y lo hace.
56 ¡Hipócritas! Sabéis distinguir el aspecto del cielo y de la tierra, ¿y cómo no distinguís este tiempo?
57 ¿Y por qué no juzgáis por vosotros mismos lo que es justo?
58 Pues cuando vayas al magistrado con tu adversario, procura arreglarte con él por el camino, no sea que te arrastre al juez, y el juez te entregue al alguacil, y el alguacil te meta en la cárcel.
59 Te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado la última blanca.
Jesús enseña: Arrepentíos o pereceréis — Enseña la parábola de la higuera estéril; sana a una mujer en el día de reposo y compara el reino de Dios a un grano de mostaza — Habla sobre si serán pocos o muchos los que se salven, y se lamenta por Jerusalén.
Y en este mismo tiempo estaban allí algunos que le contaban acerca de los galileos cuya sangre Pilato había mezclado con los sacrificios de ellos.
2 Y respondiendo Jesús, les dijo: ¿Pensáis que estos galileos, porque han padecido tales cosas, eran más pecadores que todos los galileos?
3 Os digo: No, antes bien, si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente.
4 O aquellos dieciocho sobre los cuales cayó la torre de Siloé y los mató, ¿pensáis que ellos eran más culpables que todos los hombres que habitan en Jerusalén?
5 Os digo: No, antes bien, si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente.
6 Y dijo esta parábola: Un hombre tenía una higuera plantada en su viña, y vino a buscar fruto en ella y no lo halló.
7 Y dijo al viñador: He aquí hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera y no lo hallo; córtala, ¿para qué ha de seguir ocupando el terreno?
8 Él entonces, respondiendo, le dijo: Señor, déjala aún este año, hasta que yo cave alrededor de ella y la abone.
9 Y si da fruto, bien; y si no, la cortarás después.
Y Jesús enseñaba en una sinagoga en el día de reposo.
11 Y he aquí, había allí una mujer que tenía espíritu de enfermedad desde hacía dieciocho años, y andaba encorvada y en ninguna manera se podía enderezar.
12 Y cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo: Mujer, quedas libre de tu enfermedad.
13 Y puso las manos sobre ella, y al instante ella se enderezó y glorificaba a Dios.
14 Y respondiendo el principal de la sinagoga, enojado de que Jesús hubiese curado en el día de reposo, dijo a la gente: Seis días hay en que es necesario trabajar; en estos, pues, venid y sed sanados, y no en el día de reposo.
15 Entonces el Señor le respondió y dijo: ¡Hipócrita! ¿No desata cada uno de vosotros su buey o su asno del pesebre y lo lleva a beber en el día de reposo?
16 Y a esta hija de Abraham, que Satanás había atado durante dieciocho años, ¿no se la debía desatar de esta ligadura en el día de reposo?
17 Y al decir él estas cosas, se avergonzaban todos sus adversarios; pero todo el pueblo se regocijaba de todas las cosas gloriosas que él hacía.
18 Y dijo: ¿A qué es semejante el reino de Dios, y con qué lo compararé?
19 Es semejante al grano de mostaza que un hombre tomó y sembró en su huerto; y creció y se hizo árbol grande, y las aves del cielo hicieron nidos en sus ramas.
Y otra vez dijo: ¿A qué compararé el reino de Dios?
21 Es semejante a la levadura que una mujer tomó y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo hubo fermentado.
22 Y Jesús pasaba por las ciudades y aldeas, enseñando y caminando hacia Jerusalén.
23 Y le preguntó uno: Señor, ¿son pocos los que se salvan? Y él les dijo:
24 Esforzaos por entrar por la puerta angosta, porque os digo que muchos procurarán entrar y no podrán.
25 Después que el padre de familia se levante y cierre la puerta, y estando fuera, comencéis a llamar a la puerta, diciendo: Señor, Señor, ábrenos; él, respondiendo, os dirá: No sé de dónde sois.
26 Entonces comenzaréis a decir: Delante de ti hemos comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste;
27 pero os dirá: Os digo que no sé de dónde sois; apartaos de mí todos vosotros, hacedores de iniquidad.
28 Allí será el llanto y el crujir de dientes cuando veáis a Abraham, y a Isaac, y a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros estéis excluidos.
29 Y vendrán del oriente y del occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios.
Y he aquí, son postreros los que eran los primeros; y son primeros los que eran los postreros.
31 Aquel mismo día llegaron unos fariseos y le dijeron: Sal y vete de aquí, porque Herodes te quiere matar.
32 Y él les dijo: Id y decid a aquel zorro: He aquí, echo fuera demonios y hago sanidades hoy y mañana, y al tercer día seré perfeccionado.
33 Sin embargo, es menester que hoy, y mañana y pasado mañana siga mi camino, porque no es posible que un profeta muera fuera de Jerusalén.
34 ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina a sus polluelos debajo de sus alas, y no quisiste!
35 He aquí, vuestra casa os es dejada desierta; y os digo que no me veréis más hasta que llegue el tiempo cuando digáis: Bendito el que viene en nombre del Señor.
Jesús vuelve a sanar en el día de reposo — Enseña acerca de la humildad y enseña la parábola de la gran cena — Quienes le sigan deben renunciar a todo.
Y aconteció un día de reposo que, habiendo entrado en casa de un principal de los fariseos a comer pan, ellos le acechaban.
2 Y he aquí, un hombre hidrópico estaba delante de él.
3 Y respondiendo Jesús, habló a los intérpretes de la ley y a los fariseos, diciendo: ¿Es lícito sanar en el día de reposo?
4 Pero ellos callaron. Entonces él, tomándole, le sanó y le despidió.
5 Y respondiendo a ellos, dijo: ¿Quién de vosotros, si su asno o su buey cae en algún pozo, no lo saca inmediatamente aunque sea en día de reposo?
6 Y no le podían replicar a estas cosas.
7 Y observando cómo los convidados escogían los primeros asientos a la mesa, relató una parábola, diciéndoles:
8 Cuando seas convidado por alguno a una boda, no te sientes en el primer lugar, no sea que otro más honorable que tú esté convidado por él,
9 y viniendo el que os convidó a ti y a él, te diga: Da lugar a este; y entonces tengas, con vergüenza, que ocupar el último lugar.
Mas cuando seas convidado, ve y siéntate en el postrer lugar, para que cuando venga el que te convidó, te diga: Amigo, sube más arriba; entonces tendrás gloria delante de los que se sientan contigo a la mesa.
11 Porque cualquiera que se ensalza será humillado; y el que se humilla será ensalzado.
12 Y dijo también al que le había convidado: Cuando hagas comida o cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes ni a tus vecinos ricos, no sea que ellos, a su vez, te vuelvan a convidar, y seas recompensado.
13 Mas cuando hagas banquete, llama a los pobres, a los mancos, a los cojos y a los ciegos;
14 y serás bienaventurado, porque ellos no te pueden retribuir; pero te será recompensado en la resurrección de los justos.
15 Y oyendo esto uno de los que estaban sentados con él a la mesa, le dijo: ¡Bienaventurado el que coma pan en el reino de Dios!
16 Entonces Jesús le dijo: Un hombre hizo una gran cena y convidó a muchos.
17 Y a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los convidados: Venid, que ya está todo preparado.
18 Pero todos a una comenzaron a excusarse. El primero le dijo: He comprado una hacienda y necesito ir a verla; te ruego que me disculpes.
19 Y el otro dijo: He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlos; te ruego que me disculpes.
Y el otro dijo: Acabo de casarme y, por tanto, no puedo ir.
21 Y volvió el siervo e hizo saber estas cosas a su señor. Entonces, enojado el padre de familia, dijo a su siervo: Ve pronto por las plazas y por las calles de la ciudad, y trae acá a los pobres, a los mancos, y a los cojos y a los ciegos.
22 Y dijo el siervo: Señor, se ha hecho como mandaste y aún hay lugar.
23 Y dijo el señor al siervo: Ve por los caminos y por los vallados, y oblígalos a entrar para que se llene mi casa.
24 Pues os digo que ninguno de aquellos hombres que fueron convidados gustará mi cena.
25 Y mucha gente iba con él; y volviéndose, él les dijo:
26 Si alguno viene a mí y no aborrece a su padre, madre, esposa, hijos, hermanos, hermanas y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo.
27 Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí no puede ser mi discípulo.
28 Porque, ¿quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, para ver si tiene lo que necesita para acabarla?
29 No sea que después que haya puesto el fundamento, y no pueda acabarla, todos los que lo vean comiencen a hacer burla de él,
diciendo: Este hombre comenzó a edificar y no pudo acabar.
31 ¿O qué rey, habiendo de ir a hacer la guerra contra otro rey, no se sienta primero y considera si puede salir con diez mil al encuentro del que viene contra él con veinte mil?
32 De otra manera, cuando aún el otro está lejos, le envía una embajada y le pide condiciones de paz.
33 Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncie a todas las cosas que posee no puede ser mi discípulo.
34 Buena es la sal; pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué se sazonará?
35 Ni para la tierra ni para el muladar es buena; la arrojan fuera. El que tiene oídos para oír, oiga.
Jesús enseña las parábolas de la oveja perdida, de la moneda perdida y del hijo pródigo.
Y se acercaban a Jesús todos los publicanos y pecadores para oírle.
2 Y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: Este a los pecadores recibe y con ellos come.
3 Y él les relató esta parábola, diciendo:
4 ¿Qué hombre de vosotros, si tiene cien ovejas y se le pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto y va tras la que se le perdió, hasta que la halla?
5 Y al encontrarla, la pone sobre sus hombros gozoso;
6 y cuando llega a casa, reúne a los amigos y a los vecinos, diciéndoles: Alegraos conmigo, porque he hallado mi oveja que se había perdido.
7 Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento.
8 ¿O qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una dracma, no enciende una lámpara, y barre la casa y busca con diligencia hasta hallarla?
9 Y cuando la encuentra, reúne a las amigas y a las vecinas, diciendo: Alegraos conmigo, porque he hallado la dracma que había perdido.
Así os digo que hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente.
11 También dijo: Un hombre tenía dos hijos,
12 y el menor de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde; y les repartió los bienes.
13 Y no muchos días después, juntándolo todo, el hijo menor se fue lejos a una provincia apartada; y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente.
14 Y cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia y comenzó a pasar necesidad.
15 Entonces fue y se acercó a uno de los ciudadanos de aquella tierra, el que le envió a su hacienda para que apacentase cerdos.
16 Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie se las daba.
17 Y volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre!
18 Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti;
19 ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros.
Entonces, se levantó y fue a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello y le besó.
21 Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo.
22 Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad la mejor ropa y vestidle; y poned un anillo en su mano y sandalias en sus pies.
23 Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta,
24 porque este, mi hijo, muerto era y ha revivido; se había perdido y ha sido hallado. Y comenzaron a regocijarse.
25 Y su hijo mayor estaba en el campo, y cuando vino y llegó cerca de la casa, oyó la música y las danzas;
26 y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello.
27 Y el criado le dijo: Tu hermano ha venido, y tu padre ha hecho matar el becerro gordo por haberle recibido sano y salvo.
28 Entonces se enojó y no quería entrar. Salió, por tanto, su padre y le rogaba que entrase.
29 Pero él, respondiendo, dijo al padre: He aquí tantos años hace que te sirvo, no habiéndote desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para alegrarme con mis amigos.
Pero cuando vino este, tu hijo, que ha consumido tus bienes con rameras, has hecho matar para él el becerro gordo.
31 Él entonces le dijo: Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas.
32 Pero era menester hacer fiesta y regocijarnos, porque este, tu hermano, muerto era y ha revivido; se había perdido y ha sido hallado.
Jesús enseña la parábola del mayordomo injusto — Instruye acerca del servicio y condena el divorcio — Enseña la parábola de Lázaro y el hombre rico.
Y Jesús dijo también a sus discípulos: Había un hombre rico que tenía un mayordomo, y este fue acusado delante de él como disipador de sus bienes.
2 Entonces le llamó y le dijo: ¿Qué es esto que oigo acerca de ti? Da cuenta de tu mayordomía, porque ya no podrás más ser mayordomo.
3 Entonces el mayordomo dijo dentro de sí: ¿Qué haré? Porque mi señor me quita la mayordomía. Cavar, no puedo; mendigar, me da vergüenza.
4 Ya sé lo que haré para que, cuando se me quite la mayordomía, me reciban en sus casas.
5 Y llamando a cada uno de los deudores de su señor, dijo al primero: ¿Cuánto debes a mi señor?
6 Y él dijo: Cien barriles de aceite. Y le dijo: Toma tu cuenta, siéntate enseguida y escribe cincuenta.
7 Después dijo a otro: ¿Y tú, cuánto debes? Y él dijo: Cien medidas de trigo. Y él le dijo: Toma tu cuenta y escribe ochenta.
8 Y alabó el señor al mayordomo malo por haber hecho sagazmente, porque los hijos de este mundo son en su generación más sagaces que los hijos de luz.
9 Y yo os digo: Haceos amigos mediante las riquezas de maldad, para que cuando os falten, os reciban en las moradas eternas.
El que es fiel en lo muy poco, también en lo mucho es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo mucho es injusto.
11 Pues si en las malas riquezas no fuisteis fieles, ¿quién os confiará lo verdadero?
12 Y si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿quién os dará lo que es vuestro?
13 Ningún siervo puede servir a dos señores, porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.
14 Y oían también todas estas cosas los fariseos, que eran avaros y se burlaban de él.
15 Entonces les dijo: Vosotros sois los que os justificáis a vosotros mismos delante de los hombres; pero Dios conoce vuestros corazones, pues lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominación.
16 La ley y los profetas fueron hasta Juan. Desde entonces el reino de Dios es anunciado, y todos se esfuerzan por entrar en él.
17 Pero más fácil es que pasen el cielo y la tierra, que caiga una sola tilde de la ley.
18 Todo el que repudia a su esposa y se casa con otra comete adulterio; y el que se casa con la repudiada del marido comete adulterio.
19 Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino fino y hacía cada día banquete con esplendidez.
Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquel, lleno de llagas,
21 y deseaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; aun los perros venían y le lamían las llagas.
22 Y aconteció que murió el mendigo y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico y fue sepultado.
23 Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno.
24 Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en esta llama.
25 Y le dijo Abraham: Hijo, acuérdate de que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro, por su parte, males; pero ahora este es consolado aquí, y tú eres atormentado.
26 Y además de todo esto, hay un gran abismo entre nosotros y vosotros, de manera que los que quieran pasar de aquí a vosotros no pueden, ni de allá pasar acá.
27 Entonces dijo: Te ruego, pues, padre, que le envíes a la casa de mi padre,
28 porque tengo cinco hermanos, para que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento.
29 Y Abraham le dijo: A Moisés y a los profetas tienen; ¡que los oigan a ellos!
Él entonces dijo: No, padre Abraham; pero si alguno va a ellos de entre los muertos, se arrepentirán.
31 Pero Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levante de entre los muertos.
Jesús habla de las ofensas, del perdón y de la fe — Aun los fieles son siervos inútiles — Se sana a diez leprosos — Jesús habla sobre la Segunda Venida.
Y Jesús dijo a sus discípulos: Imposible es que no vengan tropiezos; mas, ¡ay de aquel por quien vienen!
2 Mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino y se le lanzase al mar, que hacer tropezar a uno de estos pequeñitos.
3 Mirad por vosotros mismos; si tu hermano peca contra ti, repréndele; y si se arrepiente, perdónale.
4 Y si siete veces al día peca contra ti, y siete veces al día vuelve a ti, diciendo: Me arrepiento, perdónale.
5 Y dijeron los apóstoles al Señor: Auméntanos la fe.
6 Entonces el Señor dijo: Si tuvieseis fe como un grano de mostaza, diríais a este sicómoro: Desarráigate y plántate en el mar; y os obedecería.
7 ¿Y quién de vosotros, que tiene un siervo que ara o apacienta, al volver él del campo le dice enseguida: Pasa, siéntate a la mesa?
8 ¿No le dice más bien: Prepárame la cena, y cíñete y sírveme hasta que haya comido y bebido; y después de eso, come y bebe tú?
9 ¿Da gracias al siervo porque hizo lo que se le había mandado? Pienso que no.
Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que se os ha mandado, decid: Siervos inútiles somos, porque solo hicimos lo que debíamos hacer.
11 Y aconteció que yendo Jesús a Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea.
12 Y al entrar en una aldea, salieron a su encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos
13 y alzaron la voz, diciendo: ¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros!
14 Y cuando él los vio, les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y aconteció que, mientras iban, fueron limpiados.
15 Entonces uno de ellos, cuando vio que había sido sanado, volvió glorificando a Dios a gran voz,
16 y se postró sobre su rostro a los pies de Jesús, dándole gracias; y este era samaritano.
17 Y respondiendo Jesús, dijo: ¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están?
18 ¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios, sino este extranjero?
19 Y le dijo: Levántate, vete; tu fe te ha sanado.
Y cuando los fariseos le preguntaron cuándo había de venir el reino de Dios, les respondió y dijo: El reino de Dios no vendrá con advertencia,
21 ni dirán: Helo aquí, o helo allí, porque he aquí, el reino de Dios está entre vosotros.
22 Y dijo a sus discípulos: Tiempo vendrá cuando desearéis ver uno de los días del Hijo del Hombre y no lo veréis.
23 Y os dirán: Helo aquí o helo allí. No vayáis ni los sigáis.
24 Porque como el relámpago que al fulgurar ilumina el cielo desde un extremo hasta el otro, así también será el Hijo del Hombre en su día.
25 Pero primero es necesario que padezca mucho y sea rechazado por esta generación.
26 Y como fue en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del Hombre.
27 Comían, bebían, se casaban y se daban en casamiento, hasta el día en que entró Noé en el arca, y vino el diluvio y los destruyó a todos.
28 Asimismo, como sucedió en los días de Lot: comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban;
29 pero el día en que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, y destruyó a todos.
Así será el día en que el Hijo del Hombre se manifieste.
31 En aquel día, el que esté en la azotea y tenga sus bienes en casa, no descienda a tomarlos; y el que esté en el campo, asimismo no vuelva atrás.
32 Acordaos de la mujer de Lot.
33 Todo el que procure salvar su vida, la perderá; y todo el que la pierda, la salvará.
34 Os digo que en aquella noche estarán dos en una cama, uno será tomado y el otro será dejado.
35 Dos mujeres estarán moliendo juntas; una será tomada y la otra será dejada.
36 Dos estarán en el campo; uno será tomado y el otro será dejado.
37 Y respondiendo, le dijeron: ¿Dónde, Señor? Y él les dijo: Donde estuviere el cuerpo, allí se juntarán también las águilas.
Jesús enseña la parábola del juez injusto y la del fariseo y el publicano — Invita a los niños a ir a Él y enseña cómo obtener la vida eterna — Habla de Su futura muerte y de Su resurrección y devuelve la vista a un ciego.
Y Jesús les relató también una parábola sobre la necesidad de orar siempre y no desmayar,
2 diciendo: Había en una ciudad un juez que no temía a Dios ni respetaba a hombre.
3 Había también en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él, diciendo: Hazme justicia contra mi adversario.
4 Y él no quiso por algún tiempo; pero después de esto, dijo dentro de sí: Aunque no temo a Dios ni tengo respeto a hombre,
5 sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que, viniendo de continuo, me agote la paciencia.
6 Y dijo el Señor: Oíd lo que dijo el juez injusto.
7 ¿Y no hará Dios justicia a sus escogidos que claman a él día y noche aunque sea longánimo acerca de ellos?
8 Os digo que pronto les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?
9 Y a unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros, dijo también esta parábola:
Dos hombres subieron al templo a orar; uno era fariseo y el otro, publicano.
11 El fariseo, de pie, oraba para sí de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres: ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano;
12 ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano.
13 Pero el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, ten compasión de mí, pecador.
14 Os digo que este descendió a su casa justificado antes que el otro, porque cualquiera que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado.
15 Y traían a él los niños para que los tocase, lo cual, al ver los discípulos, los reprendían.
16 Mas Jesús, llamándolos, dijo: Dejad a los niños venir a mí y no se lo impidáis, porque de los tales es el reino de Dios.
17 De cierto os digo que el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él.
18 Y le preguntó un gobernante, diciendo: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?
19 Y Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino solo Dios.
Los mandamientos sabes: No cometerás adulterio; no matarás; no hurtarás; no dirás falso testimonio; honra a tu padre y a tu madre.
21 Y él dijo: Todas estas cosas he guardado desde mi juventud.
22 Y Jesús, al oír esto, le dijo: Aún te falta una cosa: vende todo lo que tienes y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme.
23 Entonces él, al oír estas cosas, se puso muy triste, porque era muy rico.
24 Y viendo Jesús que se había entristecido mucho, dijo: ¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!
25 Porque es más fácil que pase un camello por el ojo de una aguja que un rico entre en el reino de Dios.
26 Y los que lo oyeron, dijeron: ¿Quién, pues, podrá ser salvo?
27 Y él les dijo: Lo que es imposible para los hombres es posible para Dios.
28 Entonces Pedro dijo: He aquí, nosotros hemos dejado nuestras posesiones y te hemos seguido.
29 Y él les dijo: De cierto os digo que no hay nadie que haya dejado casa, o padres, o hermanos, o mujer o hijos por el reino de Dios,
que no haya de recibir mucho más en este tiempo, y en el mundo venidero la vida eterna.
31 Y Jesús, tomando a los doce, les dijo: He aquí, ahora subimos a Jerusalén, y se cumplirán todas las cosas que fueron escritas por los profetas acerca del Hijo del Hombre.
32 Porque será entregado a los gentiles, y será escarnecido, e injuriado y escupirán en él.
33 Y después que le hayan azotado, le matarán; pero al tercer día resucitará.
34 Pero ellos nada entendieron de estas cosas, y esta palabra les era encubierta, y no entendían lo que se les decía.
35 Y aconteció que, acercándose él a Jericó, un ciego estaba sentado junto al camino, mendigando;
36 el que, cuando oyó a la gente que pasaba, preguntó qué era aquello.
37 Y le dijeron que pasaba Jesús Nazareno.
38 Entonces dio voces, diciendo: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!
39 Y los que iban delante le reprendían para que callase; pero él clamaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí!
Jesús entonces, deteniéndose, mandó traerle a su presencia; y cuando él llegó, le preguntó,
41 diciendo: ¿Qué quieres que te haga? Y él dijo: Señor, que yo reciba la vista.
42 Y Jesús le dijo: Recibe la vista, tu fe te ha sanado.
43 Y al instante vio y le seguía, glorificando a Dios; y todo el pueblo, cuando vio aquello, dio alabanza a Dios.
Jesús vino a salvar almas — Enseña la parábola de las minas — Entra triunfalmente en Jerusalén, llora por la ciudad y purifica el templo otra vez.
Y habiendo entrado Jesús en Jericó, iba pasando por la ciudad;
2 y he aquí un hombre llamado Zaqueo, que era el principal de los publicanos y era rico,
3 procuraba ver quién era Jesús; pero no podía a causa de la multitud, pues era pequeño de estatura.
4 Y, corriendo delante, se subió a un árbol sicómoro para verle, porque había de pasar por allí.
5 Y cuando Jesús llegó a aquel lugar, mirando hacia arriba, le vio y le dijo: Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que me aloje en tu casa.
6 Entonces él descendió aprisa y le recibió gozoso.
7 Y al ver esto, todos murmuraban, diciendo que había entrado a alojarse con un hombre pecador.
8 Entonces Zaqueo, puesto de pie, dijo al Señor: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devolveré cuadruplicado.
9 Y Jesús le dijo: Hoy ha venido la salvación a esta casa, por cuanto él también es hijo de Abraham.
Porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido.
11 Y oyendo ellos estas cosas, prosiguió Jesús y dijo una parábola, por cuanto estaba cerca de Jerusalén y porque ellos pensaban que el reino de Dios había de ser manifestado inmediatamente.
12 Dijo, pues: Un hombre noble partió a una provincia lejana para recibir un reino y volver.
13 Y llamó a diez siervos suyos, les dio diez minas y les dijo: Negociad entretanto que vuelva.
14 Pero sus conciudadanos le aborrecían y enviaron tras él una embajada, diciendo: No queremos que este reine sobre nosotros.
15 Y aconteció que, al volver él, habiendo recibido el reino, mandó llamar ante él a aquellos siervos a los cuales había dado el dinero, para saber lo que había negociado cada uno.
16 Y vino el primero, diciendo: Señor, tu mina ha ganado diez minas.
17 Y él le dijo: Bien, buen siervo; por cuanto en lo poco has sido fiel, tendrás autoridad sobre diez ciudades.
18 Y vino otro, diciendo: Señor, tu mina ha producido cinco minas.
19 Y también a este dijo: Tú también estarás sobre cinco ciudades.
Y vino otro, diciendo: Señor, he aquí tu mina, la cual he tenido guardada en un pañuelo,
21 porque tuve miedo de ti, por cuanto eres hombre severo, que tomas lo que no pusiste y siegas lo que no sembraste.
22 Entonces él le dijo: Mal siervo, por tu propia boca te juzgo. Sabías que yo soy hombre severo, que tomo lo que no puse y que siego lo que no sembré.
23 ¿Por qué, pues, no pusiste mi dinero en el banco, para que, al volver yo, lo hubiera recibido con los intereses?
24 Y dijo a los que estaban presentes: Quitadle la mina y dadla al que tiene las diez minas.
25 Y ellos le dijeron: Señor, tiene diez minas.
26 Pues yo os digo que a todo el que tiene, le será dado; mas al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.
27 Y también a aquellos mis enemigos que no querían que yo reinase sobre ellos, traedlos acá y matadlos delante de mí.
28 Y dicho esto, iba delante, subiendo a Jerusalén.
29 Y aconteció que, llegando cerca de Betfagé y de Betania, al monte que se llama de los Olivos, envió a dos de sus discípulos,
diciendo: Id a la aldea de enfrente, y al entrar en ella, hallaréis un pollino atado en el que ningún hombre ha montado jamás; desatadlo y traedlo.
31 Y si alguien os pregunta: ¿Por qué lo desatáis?, le responderéis así: Porque el Señor lo necesita.
32 Y fueron los que habían sido enviados y hallaron como les dijo.
33 Y cuando desataban ellos el pollino, sus dueños les dijeron: ¿Por qué desatáis el pollino?
34 Y ellos dijeron: Porque el Señor lo necesita.
35 Y lo trajeron a Jesús; y habiendo echado sus mantos sobre el pollino, subieron a Jesús encima de aquel.
36 Y yendo él, tendían sus mantos por el camino.
37 Y cuando llegaban ya cerca de la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, regocijándose, comenzó a alabar a Dios a gran voz por todas las maravillas que habían visto,
38 diciendo: ¡Bendito el Rey que viene en el nombre del Señor; paz en el cielo y gloria en las alturas!
39 Entonces, algunos de los fariseos de entre la multitud le dijeron: Maestro, reprende a tus discípulos.
Y él, respondiendo, les dijo: Os digo que si estos callaran, las piedras clamarían.
41 Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró por ella,
42 diciendo: ¡Oh, si también tú hubieras sabido, al menos en este tu día, lo que es para tu paz! Pero ahora está encubierto a tus ojos.
43 Porque vendrán días sobre ti en que tus enemigos te cercarán con baluarte, y te sitiarán y por todas partes te acosarán,
44 y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti; y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación.
45 Y entrando en el templo, comenzó a echar fuera a todos los que vendían y compraban en él,
46 diciéndoles: Escrito está: Mi casa es casa de oración; pero vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.
47 Y enseñaba cada día en el templo; mas los principales sacerdotes, y los escribas y los principales del pueblo procuraban matarle.
48 Y no hallaban qué hacerle, porque todo el pueblo estaba pendiente de él, oyéndole.
Los principales sacerdotes se oponen a Jesús — Él enseña la parábola de los labradores malvados — Dad a César lo que es de César y a Dios lo que es de Dios — Enseña la ley del matrimonio.
Y aconteció un día que, enseñando Jesús al pueblo en el templo y predicando el evangelio, llegaron los principales sacerdotes y los escribas, con los ancianos,
2 y le hablaron, diciendo: Dinos: ¿Con qué autoridad haces estas cosas, o quién es el que te ha dado esta autoridad?
3 Respondiendo entonces Jesús, les dijo: Os haré yo también una pregunta; respondedme:
4 El bautismo de Juan, ¿era del cielo o de los hombres?
5 Y ellos discutían entre sí, diciendo: Si decimos, del cielo, dirá: ¿Por qué, pues, no le creísteis?
6 Y si decimos, de los hombres, todo el pueblo nos apedreará, porque están convencidos de que Juan era profeta.
7 Y respondieron que no sabían de dónde era.
8 Entonces Jesús les dijo: Tampoco yo os diré con qué autoridad hago estas cosas.
9 Y comenzó a decir al pueblo esta parábola: Un hombre plantó una viña, y la arrendó a labradores y se ausentó por mucho tiempo.
Y a su tiempo, envió un siervo a los labradores para que le diesen del fruto de la viña; pero los labradores le golpearon y le enviaron con las manos vacías.
11 Y volvió a enviar otro siervo; pero ellos a este también le golpearon y le afrentaron y le enviaron con las manos vacías.
12 Y volvió a enviar un tercer siervo; pero ellos también a este echaron fuera, herido.
13 Entonces el señor de la viña dijo: ¿Qué haré? Enviaré a mi hijo amado; quizá cuando vean a este, le tendrán respeto.
14 Pero los labradores, al verle, pensaron entre sí, diciendo: Este es el heredero; venid, matémosle para que la heredad sea nuestra.
15 Y le echaron fuera de la viña y le mataron. ¿Qué, pues, les hará el señor de la viña?
16 Vendrá y destruirá a estos labradores, y dará su viña a otros. Y cuando ellos lo oyeron, dijeron: ¡Dios nos libre!
17 Mas él, mirándolos, dijo: ¿Qué, pues, es lo que está escrito:La piedra que desecharon los edificadores,esta ha llegado a ser cabeza del ángulo?
18 Todo el que cayere sobre aquella piedra será quebrantado; mas sobre el que la piedra cayere, le desmenuzará.
19 Y procuraban los principales sacerdotes y los escribas echarle mano en aquella hora, porque entendieron que contra ellos había dicho esta parábola; pero temían al pueblo.
Y, acechándole, enviaron espías que simulasen ser justos, a fin de sorprenderle en sus palabras, para entregarle al poder y a la autoridad del gobernador.
21 Y le preguntaron, diciendo: Maestro, sabemos que dices y enseñas con rectitud, y que no haces acepción de personas, sino que enseñas el camino de Dios con verdad.
22 ¿Nos es lícito dar tributo a César, o no?
23 Pero él, entendiendo la astucia de ellos, les dijo: ¿Por qué me tentáis?
24 Mostradme la moneda. ¿De quién tiene la imagen y la inscripción? Y respondiendo, dijeron: De César.
25 Entonces les dijo: Pues dad a César lo que es de César y a Dios lo que es de Dios.
26 Y no pudieron sorprenderle en sus palabras delante del pueblo, sino que, maravillados de su respuesta, callaron.
27 Y acercándose unos de los saduceos, los cuales niegan que haya resurrección, le preguntaron,
28 diciendo: Maestro, Moisés nos escribió: Si el hermano de alguno muere teniendo esposa, y muere sin hijos, que su hermano la tome a ella y levante descendencia a su hermano.
29 Había, pues, siete hermanos; y el primero tomó esposa y murió sin hijos.
Y la tomó el segundo, el cual también murió sin hijos.
31 Y la tomó el tercero; asimismo también todos los siete. Y murieron sin dejar descendientes.
32 Y finalmente, murió también la mujer.
33 En la resurrección, pues, ¿de cuál de ellos será esposa? Porque los siete la tuvieron por esposa.
34 Entonces, respondiendo Jesús, les dijo: Los hijos de este mundo se casan y se dan en casamiento;
35 pero los que fueren considerados dignos de alcanzar aquel mundo y de la resurrección de entre los muertos, no se casan ni se dan en casamiento.
36 Porque ya no pueden morir, pues son iguales a los ángeles, y son hijos de Dios al ser hijos de la resurrección.
37 Pero en cuanto a que los muertos han de resucitar, aun Moisés lo enseñó en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor: Dios de Abraham, y Dios de Isaac y Dios de Jacob.
38 Porque Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para él todos viven.
39 Y respondiéndole algunos de los escribas, dijeron: Maestro, bien has dicho.
Y no osaron preguntarle nada más.
41 Y él les dijo: ¿Cómo es que dicen que el Cristo es hijo de David?
42 Pues el mismo David dice en el libro de los Salmos:Dijo el Señor a mi Señor:Siéntate a mi diestra,
43 hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.
44 Así que David le llama Señor; ¿cómo, pues, es su hijo?
45 Y oyéndole todo el pueblo, dijo a sus discípulos:
46 Guardaos de los escribas, que gustan de andar con ropas largas, y aman las salutaciones en las plazas, y las primeras sillas en las sinagogas y los primeros asientos en las cenas;
47 que devoran las casas de las viudas y, como pretexto, hacen largas oraciones; estos recibirán mayor condenación.
Jesús predice la destrucción del templo y de Jerusalén — Habla de las señales que precederán a Su segunda venida y enseña la parábola de la higuera.
Y mirando, Jesús vio a los ricos que echaban sus ofrendas en el arca del tesoro.
2 Y vio también a una viuda pobre que echaba allí dos blancas.
3 Entonces dijo: En verdad os digo que esta viuda pobre echó más que todos.
4 Porque todos estos, de lo que les sobra echaron para las ofrendas de Dios; mas ella, de su pobreza, echó todo el sustento que tenía.
5 Y a unos que hablaban de que el templo estaba adornado de hermosas piedras y dádivas, dijo:
6 En cuanto a estas cosas que veis, días vendrán en que no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida.
7 Y le preguntaron, diciendo: Maestro, ¿cuándo será esto? ¿Y qué señal habrá cuando estas cosas estén a punto de suceder?
8 Él entonces dijo: Mirad que no seáis engañados, porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy; y: el tiempo está cerca; por tanto, no vayáis en pos de ellos.
9 Pero cuando oigáis de guerras y de sediciones, no os espantéis; porque es necesario que estas cosas acontezcan primero; mas el fin no será inmediatamente.
Entonces les dijo: Se levantará nación contra nación y reino contra reino;
11 y habrá grandes terremotos y, en varios lugares, hambres y pestilencias; y habrá cosas terribles y grandes señales del cielo.
12 Pero antes de todas estas cosas os echarán mano y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles, y seréis llevados ante reyes y ante gobernadores por causa de mi nombre.
13 Y esto os será ocasión para dar testimonio.
14 Proponeos, pues, en vuestros corazones no pensar de antemano cómo habéis de responder;
15 porque yo os daré palabras y sabiduría, a las cuales no podrán resistir ni contradecir ninguno de los que se os opongan.
16 Y seréis entregados aun por vuestros padres, y hermanos, y parientes y amigos; y matarán a algunos de vosotros.
17 Y seréis aborrecidos por todos por causa de mi nombre.
18 Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá.
19 Con vuestra paciencia ganaréis vuestras almas.
Y cuando veáis a Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed entonces que su destrucción ha llegado.
21 Entonces, los que estén en Judea, huyan a los montes; y los que estén en medio de ella, váyanse; y los que estén en los campos, no entren en ella.
22 Porque estos son días de venganza, para que se cumplan todas las cosas que están escritas.
23 Pero, ¡ay de las que estén encintas y de las que críen en aquellos días!, porque habrá gran calamidad en la tierra e ira sobre este pueblo.
24 Y caerán a filo de espada y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será hollada por los gentiles hasta que se cumplan los tiempos de los gentiles.
25 Entonces habrá señales en el sol, y en la luna y en las estrellas; y en la tierra habrá angustia de las naciones y confusión ante el bramido del mar y de las olas;
26 desfalleciendo los hombres a causa del temor y de la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra, porque los poderes de los cielos serán sacudidos.
27 Y entonces verán al Hijo del Hombre que vendrá en una nube con poder y gran gloria.
28 Y cuando estas cosas comiencen a suceder, mirad y levantad vuestras cabezas, porque vuestra redención está cerca.
29 Y también les dijo una parábola: Mirad la higuera y todos los árboles.
Cuando veis que ya brotan, vosotros mismos entendéis que el verano ya está cerca.
31 Así también vosotros, cuando veáis suceder estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios.
32 De cierto os digo que no pasará esta generación hasta que todo esto haya acontecido.
33 El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
34 Y mirad por vosotros, que vuestros corazones no se carguen de glotonería, y de embriaguez y de las preocupaciones de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día;
35 porque como una trampa vendrá sobre todos los que habitan sobre la faz de toda la tierra.
36 Velad, pues, orando en todo tiempo que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que han de venir, y de estar de pie delante del Hijo del Hombre.
37 Y enseñaba de día en el templo; y de noche, saliendo, se quedaba en el monte que se llama de los Olivos.
38 Y todo el pueblo venía a él por la mañana para oírle en el templo.
Jesús instituye la Santa Cena — Padece en Getsemaní y es entregado y arrestado — Pedro niega conocerle — Golpean y escarnecen a Jesús.
Y estaba cerca el día de la fiesta de los panes sin levadura, que se llama la Pascua.
2 Y los principales sacerdotes y los escribas buscaban cómo matarle, porque tenían miedo del pueblo.
3 Y entró Satanás en Judas, por sobrenombre Iscariote, el que era uno de los doce;
4 y este fue y habló con los principales sacerdotes y con los oficiales de cómo se lo entregaría.
5 Ellos se alegraron y convinieron en darle dinero.
6 Y prometió y buscaba oportunidad para entregárselo a ellos a escondidas del pueblo.
7 Y llegó el día de los panes sin levadura, en el cual era necesario sacrificar el cordero de la Pascua.
8 Entonces Jesús envió a Pedro y a Juan, diciendo: Id, preparadnos la Pascua para que la comamos.
9 Y ellos le dijeron: ¿Dónde quieres que la preparemos?
Y él les dijo: He aquí, cuando entréis en la ciudad, os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidle hasta la casa donde entre
11 y decid al padre de familia de esa casa: El Maestro te dice: ¿Dónde está el aposento donde he de comer la Pascua con mis discípulos?
12 Entonces él os mostrará un gran aposento alto, ya dispuesto; preparadla allí.
13 Fueron, pues, y hallaron como les había dicho; y prepararon la Pascua.
14 Y cuando llegó la hora, se sentó a la mesa, y con él los doce apóstoles.
15 Y les dijo: En gran manera he deseado comer con vosotros esta Pascua antes que yo padezca,
16 porque os digo que no comeré más de ella hasta que se cumpla en el reino de Dios.
17 Y tomando la copa, después de haber dado gracias, dijo: Tomad esto y repartidlo entre vosotros,
18 porque os digo que no beberé más del fruto de la vid hasta que el reino de Dios venga.
19 Entonces tomó el pan, y habiendo dado gracias, lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí.
Asimismo, tomó también la copa, después que hubo cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo convenio en mi sangre, que por vosotros se derrama.
21 Mas, he aquí la mano del que me entrega está conmigo en la mesa.
22 Y a la verdad el Hijo del Hombre va, según lo que está determinado; pero, ¡ay de aquel hombre por quien es entregado!
23 Ellos entonces comenzaron a preguntarse entre sí cuál de ellos sería el que haría esto.
24 Y hubo también entre ellos una disputa sobre quién de ellos sería el mayor.
25 Entonces él les dijo: Los reyes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que sobre ellas tienen potestad son llamados bienhechores.
26 Pero entre vosotros no será así, sino que el mayor entre vosotros sea como el menor, y el que dirige, como el que sirve.
27 Porque, ¿cuál es mayor, el que se sienta a la mesa o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Sin embargo, yo estoy entre vosotros como el que sirve.
28 Y vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en mis pruebas.
29 Yo, pues, os asigno un reino, como mi Padre me lo asignó a mí,
para que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino, y os sentéis en tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.
31 Dijo también el Señor: Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo;
32 pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, fortalece a tus hermanos.
33 Y él le dijo: Señor, dispuesto estoy a ir contigo aun a la cárcel y a la muerte.
34 Y él dijo: Pedro, te digo que el gallo no cantará hoy antes que tú niegues tres veces que me conoces.
35 Y les dijo: Cuando os envié sin bolsa, y sin alforja y sin sandalias, ¿os faltó algo? Y ellos dijeron: Nada.
36 Y les dijo: Pues ahora, el que tiene bolsa, tómela, y también la alforja; y el que no tiene espada, venda su capa y compre una.
37 Porque os digo que es necesario que se cumpla todavía en mí aquello que está escrito: Y con los malos fue contado, porque lo que está escrito de mí tiene cumplimiento.
38 Entonces ellos dijeron: Señor, he aquí dos espadas. Y él les dijo: Basta.
39 Y saliendo, se fue, como solía, al monte de los Olivos; y sus discípulos también le siguieron.
Y cuando llegó a aquel lugar, les dijo: Orad para que no entréis en tentación.
41 Y él se apartó de ellos a una distancia como de un tiro de piedra; y puesto de rodillas oró,
42 diciendo: Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.
43 Entonces se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle.
44 Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían a tierra.
45 Y cuando se levantó de la oración y fue a sus discípulos, los halló durmiendo a causa de la tristeza;
46 y les dijo: ¿Por qué dormís? Levantaos y orad para que no entréis en tentación.
47 Mientras él aún hablaba, he aquí llegó una turba; y el que se llamaba Judas, uno de los doce, iba delante de ellos y se acercó a Jesús para besarlo.
48 Entonces Jesús le dijo: Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre?
49 Y al ver los que estaban con él lo que iba a suceder, le dijeron: Señor, ¿heriremos a espada?
Y uno de ellos hirió a un siervo del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha.
51 Entonces, respondiendo Jesús, dijo: Dejad, basta ya. Y tocando su oreja, le sanó.
52 Y Jesús dijo a los que habían venido a él, los principales sacerdotes, y los oficiales del templo y los ancianos: ¿Así como contra un ladrón habéis salido con espadas y con palos?
53 Habiendo estado con vosotros cada día en el templo, no extendisteis las manos contra mí; mas esta es vuestra hora y la de la potestad de las tinieblas.
54 Y apresándole, le llevaron y le condujeron a casa del sumo sacerdote. Y Pedro le seguía de lejos.
55 Y habiendo encendido fuego en medio del patio, y sentándose todos alrededor, se sentó también Pedro entre ellos.
56 Y cuando una criada le vio que estaba sentado al fuego, se fijó en él y dijo: Este estaba con él.
57 Entonces él lo negó, diciendo: Mujer, no le conozco.
58 Y un poco después, viéndole otro, dijo: Tú también eres de ellos. Y Pedro dijo: Hombre, no lo soy.
59 Y como una hora después, otro afirmaba, diciendo: Verdaderamente también este estaba con él, porque es galileo.
Y Pedro dijo: Hombre, no sé lo que dices. Y enseguida, mientras él aún hablaba, el gallo cantó.
61 Entonces, se volvió el Señor y miró a Pedro; y Pedro se acordó de la palabra que el Señor le había dicho: Antes que el gallo cante, me negarás tres veces.
62 Y Pedro, saliendo fuera, lloró amargamente.
63 Y los hombres que vigilaban a Jesús se burlaban de él y le golpeaban;
64 y vendándole los ojos, le golpeaban el rostro y le preguntaban, diciendo: Profetiza, ¿quién es el que te golpeó?
65 Y decían otras muchas cosas, injuriándole.
66 Y cuando fue de día, se juntaron los ancianos del pueblo, y los principales sacerdotes y los escribas, y lo llevaron ante el concilio, diciendo:
67 ¿Eres tú el Cristo?, dínoslo. Y les dijo: Si os lo digo, no creeréis;
68 y también, si os pregunto, no me responderéis ni me soltaréis.
69 Mas de ahora en adelante el Hijo del Hombre se sentará a la diestra del poder de Dios.
Y dijeron todos: Entonces, ¿eres tú el Hijo de Dios? Y él les dijo: Vosotros decís que lo soy.
71 Entonces ellos dijeron: ¿Qué más testimonio necesitamos?, porque nosotros mismos lo hemos oído de su boca.
Se lleva a Jesús ante Pilato, después ante Herodes y nuevamente ante Pilato — Se pone en libertad a Barrabás — Se crucifica a Jesús entre dos ladrones — Se le sepulta en la tumba de José de Arimatea.
Levantándose entonces toda la multitud de ellos, le llevaron a Pilato.
2 Y comenzaron a acusarle, diciendo: A este hemos hallado que pervierte a la nación y que prohíbe dar tributo a César, diciendo que él es el Cristo, un rey.
3 Entonces Pilato le preguntó, diciendo: ¿Eres tú el Rey de los judíos? Y respondiéndole él, dijo: Tú lo dices.
4 Y Pilato dijo a los principales sacerdotes y a la gente: Ninguna culpa hallo en este hombre.
5 Pero ellos porfiaban, diciendo: Alborota al pueblo, enseñando por toda Judea, comenzando desde Galilea hasta aquí.
6 Entonces Pilato, al oír decir Galilea, preguntó si el hombre era galileo.
7 Y al saber que era de la jurisdicción de Herodes, lo remitió a Herodes, que en aquellos días también estaba en Jerusalén.
8 Y Herodes, al ver a Jesús, se alegró mucho, porque hacía mucho tiempo que deseaba verle; porque había oído acerca de él muchas cosas y tenía esperanzas de que le vería hacer algún milagro.
9 Y le preguntaba con muchas palabras, pero él nada le respondió.
Y estaban allí los principales sacerdotes y los escribas acusándole con gran vehemencia.
11 Entonces Herodes, con sus soldados, le menospreció y le escarneció, vistiéndole con un manto espléndido; y volvió a enviarle a Pilato.
12 Y se hicieron amigos Pilato y Herodes aquel mismo día, porque antes estaban enemistados entre sí.
13 Entonces Pilato, convocando a los principales sacerdotes, y a los oficiales y al pueblo,
14 les dijo: Me habéis presentado a este como un hombre que desvía al pueblo; y he aquí, habiéndole interrogado yo delante de vosotros, no he hallado culpa alguna en este hombre de lo que le acusáis.
15 Ni tampoco Herodes, porque os remití a él; y he aquí, ninguna cosa digna de muerte ha hecho.
16 Le soltaré, pues, después de castigarle.
17 Y tenía necesidad de soltarles un preso en cada fiesta.
18 Pero toda la multitud dio voces a una, diciendo: ¡Fuera con ese, y suéltanos a Barrabás!
19 (Este había sido echado en la cárcel por sedición en la ciudad y por un homicidio).
Y les habló otra vez Pilato, queriendo soltar a Jesús.
21 Pero ellos volvieron a dar voces, diciendo: ¡Crucifícale, crucifícale!
22 Y él les dijo por tercera vez: ¿Pues qué mal ha hecho este? Ninguna culpa de muerte he hallado en él; le castigaré, pues, y le soltaré.
23 Mas ellos insistían a grandes voces, pidiendo que fuese crucificado. Y las voces de ellos y de los principales sacerdotes prevalecieron.
24 Entonces Pilato determinó que se hiciese lo que ellos pedían.
25 Y les soltó a aquel que había sido echado en la cárcel por sedición y homicidio, a quien habían pedido; y entregó a Jesús a la voluntad de ellos.
26 Y, al llevarle, tomaron a un tal Simón de Cirene, que venía del campo, y le pusieron encima la cruz para que la llevase tras Jesús.
27 Y le seguía una gran multitud del pueblo, y de mujeres que lloraban y hacían lamentación por él.
28 Mas Jesús, volviéndose hacia ellas, les dijo: Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, sino llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos,
29 porque he aquí vendrán días en que dirán: Bienaventuradas las estériles, y los vientres que no concibieron y los pechos que no criaron.
Entonces comenzarán a decir a los montes: Caed sobre nosotros, y a los collados: Cubridnos,
31 porque si en el árbol verde hacen estas cosas, ¿en el seco, qué no se hará?
32 Y llevaban también con él a otros dos, que eran malhechores, para ser ejecutados.
33 Y cuando llegaron al lugar que se llama de la Calavera, le crucificaron allí, y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda.
34 Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes.
35 Y el pueblo estaba mirando; y aun los gobernantes se burlaban de él junto con ellos, diciendo: A otros salvó; sálvese a sí mismo, si este es el Mesías, el escogido de Dios.
36 También los soldados se burlaban de él, acercándose y ofreciéndole vinagre,
37 y diciendo: Si tú eres el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo.
38 Y había también sobre él un título escrito con letras griegas, y latinas y hebreas: Este es el Rey de los judíos.
39 Y uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros.
Y respondiendo el otro, le reprendió, diciendo: ¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en la misma condenación?
41 Y nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; pero este ningún mal hizo.
42 Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino.
43 Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.
44 Y cuando era como la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena.
45 Y el sol se oscureció, y el velo del templo se rasgó por en medio.
46 Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró.
47 Y cuando el centurión vio lo que había acontecido, dio gloria a Dios, diciendo: Verdaderamente este hombre era justo.
48 Y toda la multitud de los que estaban presentes en este espectáculo, al ver lo que había acontecido, se volvían golpeándose el pecho.
49 Mas todos sus conocidos y las mujeres que le habían seguido desde Galilea estaban mirando desde lejos estas cosas.
Y he aquí, había un hombre llamado José que era miembro del concilio, hombre bueno y justo
51 (quien no había consentido en el consejo ni en los hechos de ellos), de Arimatea, ciudad de Judea, que también esperaba el reino de Dios;
52 este fue a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús.
53 Y bajándolo, lo envolvió en una sábana y lo puso en un sepulcro abierto en una peña, en el cual aún no se había puesto a nadie.
54 Y era día de la preparación, y estaba para comenzar el día de reposo.
55 Y las mujeres que habían venido con él desde Galilea le siguieron también y vieron el sepulcro y cómo fue puesto su cuerpo.
56 Y regresaron y prepararon especias aromáticas y perfumes; y reposaron el día de reposo, conforme al mandamiento.
Los ángeles anuncian la resurrección de Cristo — Jesús anda por el camino a Emaús — Se aparece en Su cuerpo resucitado de carne y hueso, come, testifica de Su divinidad y promete el Espíritu Santo — Asciende al cielo.
Y el primer día de la semana, muy de mañana, ellas fueron al sepulcro, llevando las especias aromáticas que habían preparado, y algunas otras mujeres con ellas.
2 Y hallaron removida la piedra del sepulcro.
3 Y, al entrar, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús.
4 Y aconteció que, estando ellas perplejas por esto, he aquí se pusieron de pie junto a ellas dos varones con vestiduras resplandecientes;
5 y como ellas tuvieron temor e inclinaron el rostro a tierra, les dijeron: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?
6 No está aquí, sino que ha resucitado; acordaos de lo que os habló, cuando aún estaba en Galilea,
7 diciendo: Es menester que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y que sea crucificado y resucite al tercer día.
8 Entonces ellas se acordaron de sus palabras,
9 y volviendo del sepulcro, dieron nuevas de todas estas cosas a los once y a todos los demás.
Y eran María Magdalena, y Juana, y María, madre de Jacobo, y las demás con ellas, las que dijeron estas cosas a los apóstoles.
11 Mas a ellos les parecían locura las palabras de ellas, y no las creyeron.
12 Pero levantándose Pedro, corrió al sepulcro y, cuando miró dentro, vio solo los lienzos allí; y se fue a casa, maravillándose de lo que había sucedido.
13 Y he aquí, dos de ellos iban el mismo día a una aldea llamada Emaús, que estaba como a sesenta estadios de Jerusalén.
14 E iban hablando entre sí de todas aquellas cosas que habían acaecido.
15 Y aconteció que, mientras hablaban entre sí y se preguntaban el uno al otro, Jesús mismo se acercó e iba con ellos juntamente.
16 Pero los ojos de ellos estaban velados, para que no le conociesen.
17 Y les dijo: ¿Qué pláticas son estas que tenéis entre vosotros mientras camináis, estando tristes?
18 Y respondiendo uno de ellos, que se llamaba Cleofas, le dijo: ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no ha sabido las cosas que en ella han acontecido en estos días?
19 Entonces él les dijo: ¿Qué cosas? Y ellos le dijeron: De Jesús nazareno, que fue varón profeta, poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo;
y cómo le entregaron los principales sacerdotes y nuestros gobernantes a sentencia de muerte y le crucificaron.
21 Mas nosotros esperábamos que él era el que iba a redimir a Israel; y ahora, además de todo esto, hoy es el tercer día desde que esto ha acontecido.
22 Aunque también nos han asombrado unas mujeres de entre nosotros, las que fueron temprano al sepulcro;
23 y como no hallaron su cuerpo, vinieron diciendo que también habían visto visión de ángeles, quienes les dijeron que él vive.
24 Y fueron algunos de los nuestros al sepulcro y hallaron así como las mujeres habían dicho, pero a él no le vieron.
25 Entonces él les dijo: ¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho!
26 ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas y que entrara en su gloria?
27 Y comenzando desde Moisés y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían.
28 Y llegaron a la aldea adonde iban; y él hizo como que iba más lejos.
29 Pero ellos le insistieron, diciendo: Quédate con nosotros, porque se hace tarde, y el día ya ha declinado. Entró, pues, a quedarse con ellos.
Y aconteció que, estando sentado con ellos a la mesa, tomó el pan, lo bendijo, y lo partió y les dio.
31 Entonces fueron abiertos los ojos de ellos y le reconocieron; mas él se desapareció de su vista.
32 Y se decían el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón en nosotros mientras nos hablaba en el camino y cuando nos abría las Escrituras?
33 Y levantándose en esa misma hora, volvieron a Jerusalén; y hallaron a los once reunidos y a los que estaban con ellos,
34 que decían: Verdaderamente ha resucitado el Señor y ha aparecido a Simón.
35 Entonces ellos contaron las cosas que les habían acontecido en el camino, y cómo le habían reconocido al partir el pan.
36 Y mientras ellos aún hablaban de estas cosas, Jesús se puso en medio de ellos y les dijo: Paz a vosotros.
37 Entonces ellos, espantados y atemorizados, pensaban que veían un espíritu.
38 Mas él les dijo: ¿Por qué estáis turbados y surgen dudas en vuestros corazones?
39 Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad y ved, porque un espíritu no tiene carne ni huesos como veis que yo tengo.
Y diciendo esto, les mostró las manos y los pies.
41 Y como aún ellos, de gozo, no lo creían y estaban maravillados, les dijo: ¿Tenéis aquí algo de comer?
42 Entonces ellos le dieron parte de un pescado asado y un panal de miel.
43 Y él lo tomó y comió delante de ellos.
44 Y él les dijo: Estas son las palabras que os hablé estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliesen todas las cosas que están escritas de mí en la ley de Moisés, y en los profetas y en los salmos.
45 Entonces les abrió el entendimiento para que comprendiesen las Escrituras;
46 y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese y resucitase de los muertos al tercer día;
47 y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y la remisión de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén.
48 Y vosotros sois testigos de estas cosas.
49 Y he aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; mas vosotros quedaos en la ciudad de Jerusalén hasta que seáis investidos con poder de lo alto.
Y los llevó fuera hasta Betania y, alzando sus manos, los bendijo.
51 Y aconteció que, mientras los bendecía, se alejó de ellos y fue llevado arriba al cielo.
52 Y ellos, después de haberle adorado, volvieron a Jerusalén con gran gozo;
53 y estaban siempre en el templo, alabando y bendiciendo a Dios. Amén.
Cristo es el Verbo de Dios — Él creó todas las cosas y fue hecho carne — Juan bautiza a Jesús y testifica que Jesús es el Cordero de Dios — Juan, Andrés, Simón, Felipe y Natanael creen en Cristo y lo siguen.
En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios.
2 Este estaba en el principio con Dios.
3 Todas las cosas por medio de él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho fue hecho.
4 En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
5 Y la luz resplandece en las tinieblas, y las tinieblas no la comprendieron.
6 Hubo un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan.
7 Este vino como testigo, para dar testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por medio de él.
8 No era él la luz, sino que vino para dar testimonio de la luz.
9 Aquel era la luz verdadera que alumbra a todo hombre que viene a este mundo.
En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por medio de él; pero el mundo no le conoció.
11 A los suyos vino, y los suyos no le recibieron.
12 Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de llegar a ser hijos de Dios;
13 que no nacieron de sangre, ni de voluntad de carne ni de voluntad de varón, sino de Dios.
14 Y el Verbo fue hecho carne y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.
15 Juan dio testimonio de él y clamó, diciendo: Este es aquel de quien yo decía: El que viene después de mí es antes de mí, porque era primero que yo.
16 Porque de su plenitud recibimos todos, y gracia sobre gracia.
17 Porque la ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo.
18 A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer.
19 Y este es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron de Jerusalén sacerdotes y levitas para que le preguntasen: Tú, ¿quién eres?
Y confesó y no negó, sino que confesó: Yo no soy el Cristo.
21 Y le preguntaron: ¿Qué, pues? ¿Eres tú Elías? Dijo: No lo soy. ¿Eres tú el profeta? Y respondió: No.
22 Entonces le dijeron: ¿Pues quién eres?, para que demos respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo?
23 Dijo: Yo soy la voz de uno que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías.
24 Y los que habían sido enviados eran de los fariseos.
25 Entonces le preguntaron y le dijeron: ¿Por qué, pues, bautizas, si tú no eres el Cristo, ni Elías ni el profeta?
26 Y Juan les respondió, diciendo: Yo bautizo con agua, mas en medio de vosotros hay uno a quien vosotros no conocéis.
27 Este es el que ha de venir después de mí, el que es antes de mí, de quien yo no soy digno de desatar la correa de su sandalia.
28 Estas cosas acontecieron en Betábara, al otro lado del Jordán, donde Juan bautizaba.
29 Al día siguiente vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: ¡He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!
Este es aquel de quien yo dije: Después de mí viene un varón que es antes de mí, porque era primero que yo.
31 Y yo no le conocía, pero para que fuese manifestado a Israel, por eso vine yo bautizando en agua.
32 Y Juan dio testimonio, diciendo: Vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y que reposó sobre él.
33 Y yo no le conocía; pero el que me envió a bautizar en agua me dijo: Aquel sobre quien veas descender el Espíritu y que reposa sobre él, ese es el que bautiza con el Espíritu Santo.
34 Y yo le he visto y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios.
35 Al siguiente día otra vez estaba Juan, y con él dos de sus discípulos.
36 Y mirando a Jesús que andaba por allí, dijo: ¡He aquí el Cordero de Dios!
37 Y los dos discípulos le oyeron hablar y siguieron a Jesús.
38 Y volviéndose Jesús y viendo que le seguían, les dijo: ¿Qué buscáis? Y ellos le dijeron: Rabí (que interpretado quiere decir Maestro), ¿dónde moras?
39 Les dijo: Venid y ved. Entonces fueron y vieron dónde moraba, y se quedaron con él aquel día, porque era como la hora décima.
Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y que habían seguido a Jesús.
41 Aquel halló primero a su hermano Simón y le dijo: Hemos hallado al Mesías (que interpretado es, el Cristo).
42 Y le trajo a Jesús. Y mirándole Jesús, dijo: Tú eres Simón hijo de Jonás; tú serás llamado Cefas (que quiere decir piedra).
43 Al día siguiente, quiso Jesús ir a Galilea, y halló a Felipe y le dijo: Sígueme.
44 Y Felipe era de Betsaida, la ciudad de Andrés y de Pedro.
45 Felipe halló a Natanael y le dijo: Hemos hallado a aquel de quien escribieron Moisés, en la ley, y también los profetas: a Jesús hijo de José, de Nazaret.
46 Y le dijo Natanael: ¿De Nazaret puede salir algo bueno? Le dijo Felipe: Ven y ve.
47 Jesús vio a Natanael que se le acercaba y dijo de él: He aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño.
48 Le dijo Natanael: ¿De dónde me conoces? Respondió Jesús y le dijo: Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi.
49 Respondió Natanael y le dijo: ¡Rabí, tú eres el Hijo de Dios! ¡Tú eres el Rey de Israel!
Respondió Jesús y le dijo: ¿Crees porque te dije que te vi debajo de la higuera? Cosas mayores que estas verás.
51 Y le dijo: De cierto, de cierto os digo: De aquí en adelante veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios que ascienden y descienden sobre el Hijo del Hombre.
Jesús convierte el agua en vino, en Caná — Asiste a la Pascua, purifica el templo, predice Su muerte y Su resurrección, y efectúa milagros.
Y al tercer día se celebraron unas bodas en Caná de Galilea; y estaba allí la madre de Jesús.
2 Y también fueron invitados a las bodas Jesús y sus discípulos.
3 Y faltando el vino, la madre de Jesús le dijo: No tienen vino.
4 Y Jesús le dijo: ¿Qué tengo yo que ver contigo, mujer? Aún no ha llegado mi hora.
5 Su madre dijo a los que servían: Haced todo lo que él os diga.
6 Y había allí seis tinajas de piedra para agua, conforme al rito de la purificación de los judíos, en cada una de ellas cabían dos o tres cántaros.
7 Jesús les dijo: Llenad estas tinajas de agua. Y las llenaron hasta arriba.
8 Entonces les dijo: Sacad ahora y llevadlo al maestresala. Y se lo llevaron.
9 Y cuando el maestresala probó el agua hecha vino, sin saber él de dónde era (aunque sí lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua), el maestresala llamó al novio
y le dijo: Todo hombre sirve primero el buen vino, y cuando están satisfechos, entonces el inferior; pero tú has guardado el buen vino hasta ahora.
11 Este principio de milagros hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria; y sus discípulos creyeron en él.
12 Después de esto, descendieron a Capernaúm él, y su madre, y sus hermanos y sus discípulos; y estuvieron allí no muchos días.
13 Y estaba cerca la Pascua de los judíos, y subió Jesús a Jerusalén.
14 Y halló en el templo a los que vendían bueyes, y ovejas y palomas, y a los cambistas allí sentados.
15 Y, haciendo un azote de cuerdas, los echó a todos del templo, con las ovejas y los bueyes; y desparramó las monedas de los cambistas y volcó las mesas.
16 Y dijo a los que vendían las palomas: ¡Quitad esto de aquí y no hagáis de la casa de mi Padre casa de mercado!
17 Entonces se acordaron sus discípulos de que está escrito: El celo de tu casa me consumió.
18 Y los judíos respondieron y le dijeron: ¿Qué señal nos muestras, ya que haces esto?
19 Respondió Jesús y les dijo: Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.
Entonces dijeron los judíos: En cuarenta y seis años fue edificado este templo, ¿y tú en tres días lo levantarás?
21 Pero él hablaba del templo de su cuerpo.
22 Por tanto, cuando resucitó de entre los muertos, sus discípulos se acordaron de que había dicho esto, y creyeron en la Escritura y en las palabras que Jesús había dicho.
23 Y estando en Jerusalén en la Pascua, en el día de la fiesta, muchos creyeron en su nombre, viendo los milagros que hacía.
24 Pero Jesús mismo no confiaba en ellos, porque los conocía a todos,
25 y no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio acerca de los hombres, pues él sabía lo que había en el hombre.
Jesús dice a Nicodemo que los hombres deben nacer de nuevo — De tal manera amó Dios al mundo que dio a Su Hijo Unigénito para salvar a los hombres — Juan el Bautista testifica que todo aquel que cree en el Hijo tiene vida eterna.
Y había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos.
2 Este vino a Jesús de noche y le dijo: Rabí, sabemos que eres maestro que ha venido de Dios, porque nadie puede hacer estos milagros que tú haces si no está Dios con él.
3 Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo que el que no naciere de nuevo no puede ver el reino de Dios.
4 Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede el hombre nacer siendo viejo? ¿Acaso puede entrar por segunda vez en el vientre de su madre y nacer?
5 Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo que el que no naciere de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios.
6 Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.
7 No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo.
8 El viento sopla por donde quiere, y oyes su sonido; pero no sabes de dónde viene ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu.
9 Respondió Nicodemo y le dijo: ¿Cómo puede hacerse esto?
Respondió Jesús y le dijo: ¿Eres tú maestro de Israel y no sabes esto?
11 De cierto, de cierto te digo que de lo que sabemos, hablamos, y de lo que hemos visto, testificamos; pero no recibís nuestro testimonio.
12 Si os he dicho cosas terrenales y no creéis, ¿cómo creeréis si os digo las celestiales?
13 Y nadie ha subido al cielo sino el que descendió del cielo, el Hijo del Hombre que está en el cielo.
14 Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado,
15 para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna.
16 Porque de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna.
17 Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.
18 El que en él cree no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.
19 Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, pero los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas.
Pues todo aquel que hace lo malo aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas.
21 Pero el que vive conforme a la verdad viene a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus obras son hechas en Dios.
22 Después de esto, vino Jesús con sus discípulos a la tierra de Judea; y estaba allí con ellos y bautizaba.
23 Y Juan bautizaba también en Enón, junto a Salim, porque había allí muchas aguas; y venían y eran bautizados,
24 porque Juan aún no había sido puesto en la cárcel.
25 Entonces hubo una discusión entre los discípulos de Juan y los judíos acerca de la purificación.
26 Y vinieron a Juan y le dijeron: Rabí, el que estaba contigo al otro lado del Jordán, del que tú diste testimonio, he aquí bautiza, y todos van a él.
27 Respondió Juan y dijo: No puede el hombre recibir nada si no le fuere dado del cielo.
28 Vosotros mismos me sois testigos de que dije: Yo no soy el Cristo, sino que he sido enviado delante de él.
29 El que tiene a la novia es el novio; mas el amigo del novio, que está de pie y le oye, se goza grandemente de la voz del novio; así pues, este, mi gozo, ha sido cumplido.
Es necesario que él crezca, y que yo mengüe.
31 El que viene de arriba está sobre todos; el que es de la tierra es terrenal y habla cosas terrenales; el que viene del cielo está sobre todos.
32 Y testifica de lo que vio y oyó, pero nadie recibe su testimonio.
33 El que ha recibido su testimonio atestigua que Dios es veraz.
34 Porque el que Dios envió habla las palabras de Dios, pues Dios no da el Espíritu por medida.
35 El Padre ama al Hijo y ha puesto todas las cosas en sus manos.
36 El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que no cree en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él.
Jesús enseña a una mujer samaritana — Todos deben adorar al Padre en espíritu y en verdad — Quienes cosechan almas obtienen la vida eterna — Muchos samaritanos creen — Jesús sana al hijo de un noble.
De manera que cuando Jesús supo que los fariseos habían oído que Jesús hacía y bautizaba más discípulos que Juan
2 (aunque Jesús no bautizaba, sino sus discípulos),
3 dejó Judea y se fue otra vez a Galilea.
4 Y era menester que pasase por Samaria.
5 Llegó, pues, a una ciudad de Samaria que se llamaba Sicar, junto a la heredad que Jacob dio a su hijo José.
6 Y estaba allí el pozo de Jacob. Entonces Jesús, cansado del camino, se sentó junto al pozo. Era como la hora sexta.
7 Vino una mujer de Samaria a sacar agua; y Jesús le dijo: Dame de beber.
8 (Pues sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar algo de comer).
9 Y la mujer samaritana le dijo: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? Porque los judíos no se tratan con los samaritanos.
Respondió Jesús y le dijo: Si conocieses el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber, tú le pedirías a él, y él te daría agua viva.
11 La mujer le dijo: Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua viva?
12 ¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebieron él, y sus hijos y sus ganados?
13 Respondió Jesús y le dijo: Cualquiera que bebiere de esta agua volverá a tener sed;
14 mas el que bebiere del agua que yo le daré no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que brote para vida eterna.
15 La mujer le dijo: Señor, dame esa agua, para que no tenga sed ni venga acá a sacarla.
16 Jesús le dijo: Ve, llama a tu marido y ven acá.
17 Respondió la mujer y dijo: No tengo marido. Jesús le dijo: Bien has dicho: No tengo marido,
18 porque cinco maridos has tenido y el que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad.
19 Le dijo la mujer: Señor, me parece que tú eres profeta.
Nuestros padres adoraron en este monte, pero vosotros decís que en Jerusalén está el lugar donde se debe adorar.
21 Jesús le dijo: Mujer, créeme que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre.
22 Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos, porque la salvación viene de los judíos.
23 Pero la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque también el Padre busca a tales para que le adoren.
24 Dios es Espíritu; y los que le adoran, es necesario que le adoren en espíritu y en verdad.
25 Le dijo la mujer: Sé que el Mesías ha de venir, el cual es llamado el Cristo; cuando él venga, nos declarará todas las cosas.
26 Jesús le dijo: Yo soy, el que habla contigo.
27 Y en esto vinieron sus discípulos y se sorprendieron de que hablara con una mujer; pero ninguno dijo: ¿Qué preguntas? o ¿Qué hablas con ella?
28 Entonces la mujer dejó su cántaro, y fue a la ciudad y dijo a los hombres:
29 Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será este el Cristo?
Entonces salieron de la ciudad y fueron a él.
31 Entretanto, los discípulos le rogaban, diciendo: Rabí, come.
32 Y él les dijo: Yo tengo una comida que comer que vosotros no sabéis.
33 Entonces los discípulos se decían el uno al otro: ¿Le habrá traído alguien de comer?
34 Jesús les dijo: Mi comida es que haga la voluntad del que me envió y que acabe su obra.
35 ¿No decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? He aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega.
36 Y el que siega recibe salario y recoge fruto para vida eterna, para que el que siembra también se regocije juntamente con el que siega.
37 Porque en esto es verdadero el dicho: Uno es el que siembra, y otro es el que siega.
38 Yo os he enviado a segar lo que vosotros no labrasteis; otros labraron, y vosotros habéis entrado en sus labores.
39 Y muchos de los samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por la palabra de la mujer, que daba testimonio, diciendo: Me dijo todo lo que he hecho.
Entonces vinieron los samaritanos a él y le rogaron que se quedase con ellos, y se quedó allí dos días.
41 Y muchos más creyeron por la palabra de él.
42 Y decían a la mujer: Ya no creemos solo por tu palabra, porque nosotros mismos hemos oído y sabemos que verdaderamente este es el Salvador del mundo, el Cristo.
43 Y dos días después, salió de allí y fue a Galilea.
44 Porque Jesús mismo dio testimonio de que un profeta no tiene honra en su propia tierra.
45 Y cuando vino a Galilea, los galileos le recibieron, habiendo visto todas las cosas que había hecho en Jerusalén, en el día de la fiesta, porque también ellos habían ido a la fiesta.
46 Vino, pues, Jesús otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Y había en Capernaúm un oficial del rey, cuyo hijo estaba enfermo.
47 Cuando oyó aquel que Jesús había llegado de Judea a Galilea, fue a él y le rogó que descendiese y sanase a su hijo, porque estaba a punto de morir.
48 Entonces Jesús le dijo: Si no veis señales y prodigios, no creeréis.
49 El oficial del rey le dijo: Señor, desciende antes que mi hijo muera.
Jesús le dijo: Ve, tu hijo vive. Y el hombre creyó la palabra que Jesús le dijo y se fue.
51 Y cuando ya él descendía, los siervos salieron a recibirle y le dieron nuevas, diciendo: Tu hijo vive.
52 Entonces él les preguntó a qué hora había comenzado a estar mejor. Y le dijeron: Ayer a la hora séptima le dejó la fiebre.
53 El padre entonces entendió que aquella era la hora cuando Jesús le dijo: Tu hijo vive; y creyó él con toda su casa.
54 Este segundo milagro hizo Jesús cuando fue de Judea a Galilea.
Jesús sana a un paralítico en el día de reposo — Explica por qué los hombres deben honrar al Hijo — Jesús promete llevar el Evangelio a los muertos — Por el Hijo, el hombre será resucitado y juzgado, y recibirá la gloria que merezca — Jesús obedece la ley divina de los testigos.
Después de estas cosas, había una fiesta de los judíos, y subió Jesús a Jerusalén.
2 Y hay en Jerusalén, junto a la puerta de las ovejas, un estanque que en hebreo es llamado Betesda, el cual tiene cinco pórticos.
3 En estos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos que esperaban el movimiento del agua.
4 Porque un ángel descendía de tiempo en tiempo al estanque y agitaba el agua; y el que primero descendía al estanque después del movimiento del agua quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviese.
5 Y había allí un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo.
6 Cuando Jesús vio a este acostado y supo que ya hacía mucho tiempo que estaba así, le dijo: ¿Quieres ser sano?
7 Señor, le respondió el enfermo, no tengo a nadie que me meta en el estanque cuando se agita el agua, porque entretanto que yo voy, otro desciende antes que yo.
8 Le dijo Jesús: Levántate, toma tu lecho y anda.
9 Y al instante aquel hombre quedó sano, y tomó su lecho y se fue caminando. Y aquel día era día de reposo.
Entonces los judíos decían a aquel que había sido sanado: Es día de reposo; no te es lícito llevar tu lecho.
11 Él les respondió: El que me sanó, él mismo me dijo: Toma tu lecho y anda.
12 Entonces le preguntaron: ¿Quién es el que te dijo: Toma tu lecho y anda?
13 Pero el que había sido sanado no sabía quién era, porque Jesús se había apartado de la gente que estaba en aquel lugar.
14 Después le halló Jesús en el templo y le dijo: He aquí, has sido sanado; no peques más, para que no te ocurra alguna cosa peor.
15 Él se fue y dio aviso a los judíos de que Jesús era el que le había sanado.
16 Y por esta causa los judíos perseguían a Jesús y procuraban matarle, porque hacía estas cosas en el día de reposo.
17 Y Jesús les respondió: Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo.
18 Entonces, por esto los judíos aún más procuraban matarle, porque no solo quebrantaba el día de reposo, sino que también decía que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a Dios.
19 Respondió entonces Jesús y les dijo: De cierto, de cierto os digo: No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, esto también lo hace el Hijo de igual manera.
Porque el Padre ama al Hijo y le muestra todas las cosas que él hace; y mayores obras que estas le mostrará, de modo que vosotros os maravilléis.
21 Porque como el Padre levanta a los muertos y les da vida, así también el Hijo a los que quiere da vida.
22 Porque el Padre a nadie juzga, sino que ha dado todo el juicio al Hijo,
23 para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo no honra al Padre que le envió.
24 De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra y cree al que me ha enviado tiene vida eterna y no vendrá a condenación, sino que ha pasado de muerte a vida.
25 De cierto, de cierto os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la oigan vivirán.
26 Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así también dio al Hijo el tener vida en sí mismo;
27 y también le dio poder para hacer juicio, por cuanto es el Hijo del Hombre.
28 No os maravilléis de esto, porque vendrá la hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz;
29 y los que hicieron el bien saldrán a resurrección de vida, mas los que hicieron el mal, a resurrección de condenación.
No puedo yo hacer nada por mí mismo; como oigo, juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del Padre, que me envió.
31 Si yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio no es verdadero.
32 Otro es el que da testimonio de mí, y sé que el testimonio que da de mí es verdadero.
33 Vosotros enviasteis a preguntarle a Juan, y él dio testimonio de la verdad.
34 Pero yo no recibo testimonio de hombre alguno; mas digo esto para que vosotros seáis salvos.
35 Él era una antorcha que ardía y alumbraba, y vosotros quisisteis regocijaros por un tiempo en su luz.
36 Pero yo tengo un testimonio mayor que el de Juan; porque las obras que el Padre me dio para que las cumpliese, las mismas obras que yo hago, dan testimonio de mí, de que el Padre me ha enviado.
37 Y el Padre que me envió ha dado testimonio de mí. Nunca habéis oído su voz, ni habéis visto su aspecto
38 ni tenéis su palabra permaneciendo en vosotros, porque al que él envió, a este vosotros no creéis.
39 Escudriñad las Escrituras, porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí.
Y no queréis venir a mí para que tengáis vida.
41 No recibo gloria de los hombres.
42 Pero yo os conozco, que no tenéis el amor de Dios en vosotros.
43 Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viniere en su propio nombre, a ese recibiréis.
44 ¿Cómo podéis creer, vosotros que recibís la gloria los unos de los otros, y no buscáis la gloria que viene del único Dios?
45 No penséis que yo os acusaré delante del Padre; otro hay que os acusa: Moisés, en quien habéis puesto vuestra esperanza.
46 Porque si vosotros le creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él.
47 Pero si no creéis a sus escritos, ¿cómo creeréis a mis palabras?
Jesús alimenta a cinco mil — Anda sobre el mar — Él es el maná viviente enviado por Dios — La salvación se obtiene al comer el pan de vida — Jesús explica cómo los hombres comen Su carne y beben Su sangre — Pedro testifica que Jesús es el Mesías.
Después de esto, Jesús se fue al otro lado del mar de Galilea, que es el de Tiberias.
2 Y le seguía una gran multitud, porque veían los milagros que hacía en los enfermos.
3 Y subió Jesús a un monte y se sentó allí con sus discípulos.
4 Y estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos.
5 Y cuando alzó Jesús los ojos y vio que había venido a él una gran multitud, dijo a Felipe: ¿De dónde compraremos pan para que coman estos?
6 Pero esto decía para probarle, porque él sabía lo que iba a hacer.
7 Felipe le respondió: Doscientos denarios de pan no les bastarán para que cada uno de ellos tome un poco.
8 Uno de sus discípulos, Andrés, hermano de Simón Pedro, le dijo:
9 Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos pescados; pero, ¿qué es esto para tantos?
Entonces Jesús dijo: Haced recostar a la gente. Y había mucha hierba en aquel lugar, y se recostaron como en número de cinco mil hombres.
11 Y tomó Jesús aquellos panes, y habiendo dado gracias, los repartió a los discípulos, y los discípulos a los que estaban recostados; asimismo repartió de los pescados, cuanto querían.
12 Y cuando se saciaron, dijo a sus discípulos: Recoged lo que ha quedado, para que no se pierda nada.
13 Recogieron, pues, y llenaron doce cestas de pedazos de los cinco panes de cebada que les sobraron a los que habían comido.
14 Entonces aquellos hombres, cuando vieron el milagro que Jesús había hecho, dijeron: Verdaderamente este es el profeta que había de venir al mundo.
15 Pero entendiendo Jesús que iban a venir para apoderarse de él y hacerle rey, volvió a retirarse al monte, él solo.
16 Y al anochecer, descendieron sus discípulos al mar;
17 y entrando en una barca, iban cruzando al otro lado del mar hacia Capernaúm. Y estaba ya oscuro, y Jesús no había venido a ellos.
18 Y se encrespaba el mar con un gran viento que soplaba.
19 Y cuando habían remado como veinticinco o treinta estadios, vieron a Jesús que andaba sobre el mar y que se acercaba a la barca, y tuvieron miedo.
Mas él les dijo: ¡Yo soy; no temáis!
21 Ellos entonces le recibieron con gusto en la barca, y enseguida la barca llegó a la tierra a donde iban.
22 Al día siguiente, la gente que estaba al otro lado del mar vio que no había habido allí más que una sola barca y que Jesús no había entrado en ella con sus discípulos, sino que sus discípulos se habían ido solos.
23 Pero otras barcas habían arribado de Tiberias junto al lugar donde habían comido el pan después de haber dado gracias el Señor.
24 Cuando vio, pues, la gente que Jesús no estaba allí, ni sus discípulos, entraron ellos en las barcas y fueron a Capernaúm, buscando a Jesús.
25 Y hallándole al otro lado del mar, le dijeron: Rabí, ¿cuándo llegaste acá?
26 Les respondió Jesús y dijo: De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto los milagros, sino porque comisteis el pan y os saciasteis.
27 Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que permanece para vida eterna, la cual el Hijo del Hombre os dará, porque a este selló Dios el Padre.
28 Entonces le dijeron: ¿Qué haremos para poner en práctica las obras de Dios?
29 Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios: que creáis en el que él ha enviado.
Entonces le dijeron: ¿Qué señal, pues, haces tú, para que veamos y te creamos? ¿Qué obra haces?
31 Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Pan del cielo les dio a comer.
32 Y Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: No os dio Moisés el pan del cielo, sino mi Padre os da el verdadero pan del cielo.
33 Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo.
34 Y le dijeron: Señor, danos siempre este pan.
35 Y Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene nunca tendrá hambre; y el que en mí cree no tendrá sed jamás.
36 Pero ya os he dicho que, aunque me habéis visto, no creéis.
37 Todo lo que el Padre me da vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echaré fuera.
38 Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.
39 Y esta es la voluntad del Padre que me envió: Que todo lo que me ha dado no lo pierda, sino que lo resucite en el día postrero.
Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.
41 Murmuraban entonces de él los judíos, porque había dicho: Yo soy el pan que descendió del cielo.
42 Y decían: ¿No es este Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿Cómo, pues, ahora dice: Del cielo he descendido?
43 Y Jesús respondió y les dijo: No murmuréis entre vosotros.
44 Ninguno puede venir a mí si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero.
45 Escrito está en los profetas: Y todos serán enseñados por Dios. Así que, todo aquel que ha oído al Padre y ha aprendido de él viene a mí.
46 No que alguno haya visto al Padre, sino aquel que viene de Dios, este ha visto al Padre.
47 De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí tiene vida eterna.
48 Yo soy el pan de vida.
49 Vuestros padres comieron el maná en el desierto y están muertos.
Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de él coma no muera.
51 Yo soy el pan vivo que ha descendido del cielo; si alguno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo.
52 Entonces los judíos contendían entre sí, diciendo: ¿Cómo puede este darnos a comer su carne?
53 Y Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre ni bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros.
54 El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo le resucitaré en el día postrero.
55 Porque mi carne verdaderamente es comida, y mi sangre verdaderamente es bebida.
56 El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él.
57 Así como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo, el que me come también vivirá por mí.
58 Este es el pan que descendió del cielo, no como vuestros padres, que comieron el maná y murieron. El que come de este pan vivirá eternamente.
59 Estas cosas dijo en la sinagoga, enseñando en Capernaúm.
Entonces, al oírlo, muchos de sus discípulos dijeron: Dura es esta palabra; ¿quién la puede oír?
61 Y sabiendo Jesús en sí mismo que sus discípulos murmuraban de esto, les dijo: ¿Esto os escandaliza?
62 ¿Pues qué, si vierais al Hijo del Hombre subir a donde estaba primero?
63 El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida.
64 Pero hay algunos de vosotros que no creen. Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían y quién le había de entregar.
65 Y dijo: Por eso os he dicho que ninguno puede venir a mí, si no le es concedido por el Padre.
66 Desde entonces, muchos de sus discípulos volvieron atrás y ya no andaban con él.
67 Dijo entonces Jesús a los doce: ¿También vosotros queréis iros?
68 Y le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.
69 Y nosotros hemos creído y sabemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.
Jesús les respondió: ¿No os he escogido yo a vosotros doce, y uno de vosotros es diablo?
71 Y hablaba de Judas Iscariote hijo de Simón, porque este era el que le iba a entregar, y era uno de los doce.
Los hermanos de Jesús no creen en Él — Él enseña la doctrina de Su Padre y proclama Su origen divino — La verdad llega a saberse mediante la obediencia — Jesús ofrece agua viva a todos los hombres — La gente tiene opiniones diversas acerca de Él.
Y después de estas cosas, andaba Jesús por Galilea, pues no quería andar en Judea, porque los judíos procuraban matarle.
2 Y estaba cerca la fiesta de los judíos, la de los tabernáculos.
3 Y le dijeron sus hermanos: Sal de aquí y vete a Judea, para que también tus discípulos vean las obras que haces.
4 Porque ninguno que procura darse a conocer hace algo en secreto. Si estas cosas haces, manifiéstate al mundo.
5 Pues ni aun sus hermanos creían en él.
6 Entonces Jesús les dijo: Mi tiempo aún no ha llegado, mas vuestro tiempo siempre está presto.
7 No puede el mundo aborreceros a vosotros; pero a mí me aborrece, porque yo doy testimonio de él, que sus obras son malas.
8 Subid vosotros a la fiesta; yo no subo todavía a esa fiesta, porque mi tiempo aún no se ha cumplido.
9 Y habiéndoles dicho esto, se quedó en Galilea.
Pero cuando sus hermanos hubieron subido, entonces él también subió a la fiesta, no abiertamente, sino como en secreto.
11 Y le buscaban los judíos en la fiesta y decían: ¿Dónde está aquel?
12 Y había gran murmullo acerca de él entre la gente, pues unos decían: Él es bueno; pero otros decían: No, sino que engaña a la gente.
13 Sin embargo, ninguno hablaba abiertamente de él, por miedo a los judíos.
14 Y a la mitad de la fiesta, subió Jesús al templo y enseñaba.
15 Y se maravillaban los judíos, diciendo: ¿Cómo sabe este de letras, sin haber estudiado?
16 Jesús les respondió y dijo: Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me envió.
17 El que quiera hacer la voluntad de él conocerá si la doctrina es de Dios o si yo hablo por mí mismo.
18 El que habla por sí mismo su propia gloria busca; pero el que busca la gloria del que le envió, este es verdadero, y no hay en él injusticia.
19 ¿No os dio Moisés la ley, y ninguno de vosotros cumple la ley? ¿Por qué procuráis matarme?
Respondió la gente y dijo: Demonio tienes; ¿quién procura matarte?
21 Jesús respondió y les dijo: Una obra hice, y todos os maravilláis.
22 Por eso Moisés os dio la circuncisión (no porque sea de Moisés, sino de los padres), y en el día de reposo circuncidáis al hombre.
23 Si recibe el hombre la circuncisión en el día de reposo, para que la ley de Moisés no sea quebrantada, ¿os enojáis conmigo porque en el día de reposo sané por completo a un hombre?
24 No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio.
25 Decían entonces unos de Jerusalén: ¿No es a este al que buscan para matarlo?
26 Y he aquí, habla públicamente, y no le dicen nada. ¿Habrán reconocido en verdad los gobernantes que este es el Cristo?
27 Pero este, sabemos de dónde es; mas cuando venga el Cristo, nadie sabrá de dónde es.
28 Entonces Jesús alzó la voz en el templo, enseñando y diciendo: A mí me conocéis y sabéis de dónde soy; no he venido por mí mismo, pero el que me envió, al cual vosotros no conocéis, es verdadero.
29 Yo le conozco, porque de él procedo, y él me envió.
Entonces procuraban prenderle; mas ninguno le echó mano, porque aún no había llegado su hora.
31 Y muchos del pueblo creyeron en él y decían: El Cristo, cuando venga, ¿hará más señales que las que este hace?
32 Los fariseos oyeron a la gente que murmuraba de él estas cosas; entonces los principales sacerdotes y los fariseos enviaron guardias para que le prendiesen.
33 Y Jesús dijo: Aún estaré con vosotros un poco de tiempo, e iré al que me envió.
34 Me buscaréis y no me hallaréis; y a donde yo esté, vosotros no podréis ir.
35 Entonces los judíos dijeron entre sí: ¿A dónde se irá este que no le hallaremos? ¿Se ha de ir a los dispersos entre los griegos, y a enseñar a los griegos?
36 ¿Qué quiere decir esto que dijo: Me buscaréis y no me hallaréis; y a donde yo esté, vosotros no podréis ir?
37 Pero en el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso de pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba.
38 El que cree en mí, como dice la Escritura, brotarán de su interior ríos de agua viva.
39 (Y esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no se había dado el Espíritu Santo, porque Jesús aún no había sido glorificado).
Entonces algunos de la multitud, habiendo oído estas palabras, decían: Verdaderamente este es el profeta.
41 Otros decían: Este es el Cristo. Pero algunos decían: ¿De Galilea ha de venir el Cristo?
42 ¿No dice la Escritura que del linaje de David, y de la aldea de Belén, de donde era David, vendrá el Cristo?
43 Así que había disensión entre la gente a causa de él.
44 Y algunos de ellos querían prenderle, pero ninguno le echó mano.
45 Y los guardias vinieron a los principales sacerdotes y a los fariseos; y estos les dijeron: ¿Por qué no le trajisteis?
46 Los guardias respondieron: ¡Nunca ha hablado hombre alguno así como este hombre!
47 Entonces los fariseos les respondieron: ¿También vosotros habéis sido engañados?
48 ¿Acaso ha creído en él alguno de los gobernantes o de los fariseos?
49 Pero esta gente que no sabe la ley, maldita es.
Les dijo Nicodemo (el que vino a él de noche y que era uno de ellos):
51 ¿Juzga nuestra ley a un hombre si primero no se le oye y se entiende lo que ha hecho?
52 Respondieron y le dijeron: ¿Eres tú también galileo? Escudriña y ve que de Galilea nunca se ha levantado profeta.
53 Y se fue cada uno a su casa.
Una mujer adúltera es llevada ante Cristo — Cristo es la Luz del mundo — Él proclama nuevamente que es el Mesías — Los verdaderos hijos de Abraham creen en Cristo — Jesús dice: Antes que Abraham fuese, yo soy.
Y Jesús se fue al monte de los Olivos.
2 Y por la mañana volvió al templo, y todo el pueblo vino a él; y sentado él, les enseñaba.
3 Entonces los escribas y los fariseos le llevaron una mujer sorprendida en adulterio; y poniéndola en medio,
4 le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio;
5 y en la ley, Moisés nos mandó apedrear a tales mujeres; tú, pues, ¿qué dices?
6 Mas esto decían tentándole, para tener de qué acusarle. Pero Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en la tierra con el dedo.
7 Y como insistieron en preguntarle, se enderezó y les dijo: El que de entre vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella.
8 E inclinándose de nuevo, siguió escribiendo en la tierra.
9 Al oír esto, acusados por su conciencia, salieron uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los últimos; y quedaron solo Jesús y la mujer, que estaba en medio.
Y enderezándose Jesús y no viendo a nadie más que a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te ha condenado?
11 Y ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más.
12 Y Jesús les habló otra vez, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.
13 Entonces los fariseos le dijeron: Tú das testimonio de ti mismo; tu testimonio no es verdadero.
14 Respondió Jesús y les dijo: Aunque yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio es verdadero, porque sé de dónde he venido y a dónde voy; pero vosotros no sabéis de dónde vengo ni a dónde voy.
15 Vosotros juzgáis según la carne, pero yo no juzgo a nadie.
16 Y si yo juzgo, mi juicio es verdadero, porque no soy yo solo, sino yo y el Padre que me envió.
17 Y en vuestra ley está escrito que el testimonio de dos hombres es verdadero.
18 Yo soy el que doy testimonio de mí mismo, y el Padre que me envió da testimonio de mí.
19 Y le dijeron: ¿Dónde está tu Padre? Respondió Jesús: Ni a mí me conocéis, ni a mi Padre; si a mí me conocieseis, también a mi Padre conoceríais.
Estas palabras habló Jesús en el lugar de las ofrendas, enseñando en el templo; y nadie le prendió, porque aún no había llegado su hora.
21 Y les dijo otra vez Jesús: Yo me voy, y me buscaréis, pero en vuestro pecado moriréis; a donde yo voy, vosotros no podéis ir.
22 Decían entonces los judíos: ¿Acaso se irá a matar, que dice: A donde yo voy, vosotros no podéis ir?
23 Y les dijo: Vosotros sois de abajo; yo soy de arriba; vosotros sois de este mundo; yo no soy de este mundo.
24 Por eso os dije que moriréis en vuestros pecados, porque si no creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis.
25 Y le dijeron: Tú, ¿quién eres? Entonces Jesús les dijo: Lo que desde el principio os he dicho.
26 Muchas cosas tengo que decir y juzgar de vosotros, pero el que me envió es verdadero; y yo, lo que he oído de él, esto hablo al mundo.
27 Pero no entendieron que él les hablaba del Padre.
28 Les dijo, pues, Jesús: Cuando hayáis levantado al Hijo del Hombre, entonces sabréis que yo soy, y que nada hago por mí mismo, sino que, como el Padre me enseñó, así hablo.
29 Porque el que me envió, conmigo está; no me ha dejado solo el Padre, porque yo hago siempre lo que a él le agrada.
Al decir él estas cosas, muchos creyeron en él.
31 Dijo Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos;
32 y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.
33 Y le respondieron: Linaje de Abraham somos y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: Seréis libres?
34 Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que comete pecado, esclavo es del pecado.
35 Y el esclavo no se queda en la casa para siempre, mas el hijo sí se queda para siempre.
36 Así que, si el Hijo os hace libres, seréis verdaderamente libres.
37 Sé que sois descendientes de Abraham; sin embargo, procuráis matarme, porque mi palabra no tiene cabida en vosotros.
38 Yo hablo lo que he visto estando junto al Padre; y vosotros hacéis lo que habéis visto junto a vuestro padre.
39 Respondieron y le dijeron: Nuestro padre es Abraham. Jesús les dijo: Si fuerais hijos de Abraham, las obras de Abraham haríais.
Pero ahora procuráis matarme a mí, un hombre que os ha hablado la verdad, la cual he oído de Dios; eso no hizo Abraham.
41 Vosotros hacéis las obras de vuestro padre. Entonces le dijeron: Nosotros no hemos nacido de fornicación; un padre tenemos, que es Dios.
42 Jesús entonces les dijo: Si vuestro padre fuera Dios, ciertamente me amaríais, porque yo de Dios he salido y he venido; pues no he venido por mí mismo, sino que él me envió.
43 ¿Por qué no entendéis mi lenguaje? Porque no podéis oír mi palabra.
44 Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. Él ha sido homicida desde el principio y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de sí mismo habla, porque es mentiroso y padre de la mentira.
45 Y a mí, porque yo digo la verdad, no me creéis.
46 ¿Quién de vosotros me acusa de pecado? Pues si digo la verdad, ¿por qué vosotros no me creéis?
47 El que es de Dios, las palabras de Dios oye; por esto no las oís vosotros, porque no sois de Dios.
48 Respondieron entonces los judíos y le dijeron: ¿No decimos bien nosotros que tú eres samaritano y que tienes demonio?
49 Respondió Jesús: Yo no tengo demonio, antes bien honro a mi Padre; y vosotros me deshonráis a mí.
Pero yo no busco mi gloria; hay quien la busca y juzga.
51 De cierto, de cierto os digo que el que guarda mi palabra no verá la muerte jamás.
52 Entonces los judíos le dijeron: Ahora sabemos que tienes demonio. Abraham murió, y también los profetas, y tú dices: El que guarda mi palabra no gustará la muerte jamás.
53 ¿Eres tú acaso mayor que nuestro padre Abraham, que murió? También los profetas murieron; ¿quién te haces a ti mismo?
54 Respondió Jesús: Si yo me glorifico a mí mismo, mi gloria no es nada; mi Padre es el que me glorifica, el que vosotros decís que es vuestro Dios.
55 Y vosotros no le conocéis, pero yo sí le conozco; y si digo que no le conozco, sería mentiroso como vosotros; pero le conozco y guardo su palabra.
56 Abraham, vuestro padre, se regocijó de que vería mi día; y lo vio y se regocijó.
57 Le dijeron entonces los judíos: Aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham?
58 Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy.
59 Tomaron entonces piedras para arrojárselas, pero Jesús se escondió y salió del templo; y atravesando por en medio de ellos, se fue.
Jesús sana a un hombre ciego de nacimiento en un día de reposo — Los judíos le acusan de violar el día de reposo — Él los reprende por su ceguera espiritual.
Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento.
2 Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, este o sus padres, para que haya nacido ciego?
3 Respondió Jesús: Ni este pecó ni sus padres, sino que fue para que las obras de Dios se manifestasen en él.
4 Yo tengo que hacer las obras del que me envió, entretanto que dure el día; la noche viene cuando nadie puede trabajar.
5 Entretanto que estoy en el mundo, luz soy del mundo.
6 Dicho esto, escupió en tierra, e hizo lodo con la saliva, y untó con el lodo los ojos del ciego
7 y le dijo: Ve, lávate en el estanque de Siloé (que significa Enviado). Entonces fue y se lavó; y cuando regresó, ya veía.
8 Entonces los vecinos y los que antes habían visto que era ciego decían: ¿No es este el que se sentaba y mendigaba?
9 Unos decían: Este es; y otros: A él se parece. Él decía: Yo soy.
Y le dijeron: ¿Cómo te fueron abiertos los ojos?
11 Respondió él y dijo: El hombre que se llama Jesús hizo lodo, y me untó los ojos y me dijo: Ve al Siloé y lávate. Y fui, y me lavé y recibí la vista.
12 Entonces le dijeron: ¿Dónde está él? Él dijo: No lo sé.
13 Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego.
14 Y era el día de reposo cuando Jesús había hecho el lodo y le había abierto los ojos.
15 Volvieron, pues, a preguntarle también los fariseos de qué manera había recibido la vista. Y él les dijo: Me puso lodo sobre los ojos, y me lavé y ahora veo.
16 Entonces algunos de los fariseos decían: Este hombre no es de Dios, pues no guarda el día de reposo. Otros decían: ¿Cómo puede un hombre pecador hacer estos milagros? Y había disensión entre ellos.
17 Volvieron a decir al ciego: Tú, ¿qué dices del que te abrió los ojos? Y él dijo: Que es profeta.
18 Mas los judíos no creían que él había sido ciego y que había recibido la vista, hasta que llamaron a los padres del que había recibido la vista;
19 y les preguntaron, diciendo: ¿Es este vuestro hijo, el que vosotros decís que nació ciego? ¿Cómo, pues, ve ahora?
Sus padres respondieron y les dijeron: Sabemos que este es nuestro hijo y que nació ciego;
21 pero cómo ve él ahora, no lo sabemos; o quién le haya abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos; edad tiene, preguntadle a él; él hablará por sí mismo.
22 Esto dijeron sus padres, porque tenían miedo a los judíos, porque los judíos ya habían acordado que si alguno confesaba que Jesús era el Cristo, sería expulsado de la sinagoga.
23 Por eso dijeron sus padres: Edad tiene, preguntadle a él.
24 Así que volvieron a llamar al hombre que había sido ciego y le dijeron: Da la gloria a Dios; nosotros sabemos que ese hombre es pecador.
25 Entonces él respondió y dijo: Si es pecador, no lo sé; una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo.
26 Y le volvieron a decir: ¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos?
27 Les respondió: Ya os lo he dicho, y no lo habéis oído. ¿Por qué lo queréis oír otra vez? ¿Queréis también vosotros haceros sus discípulos?
28 Entonces le insultaron y dijeron: Tú eres su discípulo, pero nosotros somos discípulos de Moisés.
29 Nosotros sabemos que habló Dios a Moisés, pero este, no sabemos de dónde es.
Respondió aquel hombre y les dijo: Pues esto es lo maravilloso, que vosotros no sepáis de dónde es, y sin embargo a mí me abrió los ojos.
31 Y sabemos que Dios no oye a los pecadores; pero si alguno es temeroso de Dios y hace su voluntad, a ese oye.
32 Desde el principio nunca se ha oído decir que alguno haya abierto los ojos de uno que nació ciego.
33 Si este no viniera de Dios, no podría hacer nada.
34 Respondieron y le dijeron: Tú naciste enteramente en pecado, ¿y nos enseñas a nosotros? Y le echaron fuera.
35 Oyó Jesús que le habían echado fuera; y hallándole, le dijo: ¿Crees tú en el Hijo de Dios?
36 Respondió él y le dijo: ¿Quién es, Señor, para que crea en él?
37 Y le dijo Jesús: Ya le has visto, y el que habla contigo, él es.
38 Y él dijo: Creo, Señor; y le adoró.
39 Y dijo Jesús: Yo, para juicio he venido a este mundo, para que los que no ven, vean, y los que ven, sean cegados.
Y algunos de los fariseos que estaban con él, al oír esto, le dijeron: ¿Somos nosotros también ciegos?
41 Les dijo Jesús: Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; pero ahora, porque decís: Vemos, vuestro pecado permanece.
Jesús es el Buen Pastor — De Su Padre recibió el poder sobre la muerte — Promete visitar a Sus otras ovejas — Proclama: Soy Hijo de Dios.
De cierto, de cierto os digo: El que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que sube por otra parte, ese es ladrón y salteador.
2 Pero el que entra por la puerta, el pastor de las ovejas es.
3 A este abre el portero, y las ovejas oyen su voz; y a sus ovejas llama por nombre y las saca.
4 Y cuando ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas; y las ovejas le siguen, porque conocen su voz.
5 Pero al extraño no seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.
6 Esta parábola les dijo Jesús, pero ellos no entendieron qué era lo que les decía.
7 Volvió, pues, Jesús a decirles: De cierto, de cierto os digo: Yo soy la puerta de las ovejas.
8 Todos los que vinieron antes de mí eran ladrones y salteadores, mas no los oyeron las ovejas.
9 Yo soy la puerta; el que por mí entrare será salvo; y entrará, y saldrá y hallará pastos.
El ladrón no viene sino para hurtar, y matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.
11 Yo soy el buen pastor; el buen pastor da su vida por las ovejas.
12 Pero el asalariado, y que no es el pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo, y deja las ovejas y huye; y el lobo arrebata y dispersa las ovejas.
13 Así que el asalariado huye, porque es asalariado, y no le importan las ovejas.
14 Yo soy el buen pastor y conozco mis ovejas, y las mías me conocen,
15 así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas.
16 También tengo otras ovejas que no son de este redil; a aquellas también debo traer, y oirán mi voz, y habrá un rebaño y un pastor.
17 Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar.
18 Nadie me la quita, sino que yo la pongo de mí mismo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre.
19 Y volvió a haber disensión entre los judíos por estas palabras.
Y muchos de ellos decían: Demonio tiene, y está fuera de sí; ¿por qué le oís?
21 Decían otros: Estas palabras no son de endemoniado. ¿Puede acaso el demonio abrir los ojos de los ciegos?
22 Y se celebraba en Jerusalén la fiesta de la dedicación. Y era invierno,
23 y Jesús andaba en el templo por el pórtico de Salomón.
24 Y le rodearon los judíos y le dijeron: ¿Hasta cuándo nos has de turbar el alma? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente.
25 Jesús les respondió: Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí.
26 Pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas, como os he dicho.
27 Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen;
28 y yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano.
29 Mi Padre que me las dio es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.
Yo y el Padre uno somos.
31 Entonces los judíos volvieron a tomar piedras para apedrearle.
32 Jesús les respondió: Muchas buenas obras os he mostrado de mi Padre, ¿por cuál de ellas me apedreáis?
33 Le respondieron los judíos, diciendo: Por buena obra no te apedreamos, sino por la blasfemia; y porque tú, siendo hombre, te crees Dios.
34 Jesús les respondió: ¿No está escrito en vuestra ley: Yo dije: Sois dioses?
35 Si llamó dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios (y la Escritura no puede ser quebrantada),
36 ¿a quien el Padre santificó y envió al mundo, vosotros decís: Tú blasfemas, porque dije: Soy Hijo de Dios?
37 Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis.
38 Pero si las hago, aunque a mí no me creáis, creed a las obras, para que conozcáis y creáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre.
39 Y procuraron otra vez prenderle, pero él se escapó de sus manos.
Y se fue otra vez al otro lado del Jordán, al lugar donde primero había estado bautizando Juan; y se quedó allí.
41 Y muchos venían a él y decían: Juan, a la verdad, ningún milagro hizo; pero todo lo que Juan dijo de este era verdad.
42 Y muchos creyeron en él allí.
Jesús testifica que Él es la Resurrección y la Vida — María y Marta testifican de Él — Levanta a Lázaro de entre los muertos — Caifás habla proféticamente de la muerte de Jesús.
Estaba entonces enfermo uno llamado Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta, su hermana.
2 (Y María, cuyo hermano Lázaro estaba enfermo, fue la que ungió al Señor con perfume y enjugó sus pies con sus cabellos).
3 Enviaron, pues, sus hermanas a decir a Jesús: Señor, he aquí, el que amas está enfermo.
4 Y oyéndolo Jesús, dijo: Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.
5 Y amaba Jesús a Marta, y a su hermana y a Lázaro.
6 Cuando oyó, pues, que estaba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba.
7 Luego, después de esto, dijo a los discípulos: Vamos a Judea otra vez.
8 Le dijeron los discípulos: Rabí, hace poco los judíos procuraban apedrearte, ¿y otra vez vas allá?
9 Respondió Jesús: ¿No tiene el día doce horas? El que anda de día no tropieza, porque ve la luz de este mundo.
Pero el que anda de noche tropieza, porque no hay luz en él.
11 Dicho esto, les dijo después: Nuestro amigo Lázaro duerme, pero voy a despertarle.
12 Dijeron entonces sus discípulos: Señor, si duerme, se recuperará.
13 Pero Jesús hablaba de la muerte de Lázaro, y ellos pensaron que hablaba del reposar del sueño.
14 Entonces, Jesús les dijo claramente: Lázaro ha muerto;
15 y me alegro por vosotros de no haber estado allí, para que creáis; mas vamos a él.
16 Dijo entonces Tomás, llamado el Dídimo, a sus condiscípulos: Vamos también nosotros, para que muramos con él.
17 Llegó, pues, Jesús y halló que hacía ya cuatro días que Lázaro estaba en el sepulcro.
18 Y Betania estaba cerca de Jerusalén, como a quince estadios;
19 y muchos de los judíos habían venido a Marta y a María para consolarlas por su hermano.
Entonces Marta, cuando oyó que Jesús venía, salió a encontrarle; pero María se quedó en casa.
21 Y Marta dijo a Jesús: Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto;
22 mas también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará.
23 Jesús le dijo: Tu hermano resucitará.
24 Marta le dijo: Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero.
25 Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.
26 Y todo aquel que vive y cree en mí no morirá jamás. ¿Crees esto?
27 Le dijo: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo.
28 Y cuando hubo dicho esto, fue y llamó a su hermana María, diciéndole en secreto: El Maestro está aquí y te llama.
29 Ella, cuando lo oyó, se levantó deprisa y fue a él.
(Jesús aún no había entrado en la aldea, sino que estaba en el lugar donde Marta le había encontrado).
31 Entonces los judíos que estaban en casa con ella y la consolaban, cuando vieron que María se había levantado deprisa y había salido, la siguieron, diciendo: Va al sepulcro a llorar allí.
32 Y María, cuando llegó a donde estaba Jesús, al verle, se postró a sus pies, diciéndole: Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano.
33 Jesús entonces, cuando la vio llorando, y a los judíos que habían llegado con ella también llorando, se conmovió en espíritu, y se turbó,
34 y dijo: ¿Dónde le pusisteis? Le dijeron: Señor, ven y ve.
35 Y lloró Jesús.
36 Dijeron entonces los judíos: Mirad cómo le amaba.
37 Pero algunos de ellos dijeron: ¿No podía este, que abrió los ojos al ciego, haber hecho que Lázaro no muriera?
38 Y Jesús, conmovido otra vez dentro de sí, fue al sepulcro. Era una cueva, la cual tenía una piedra puesta encima.
39 Dijo Jesús: Quitad la piedra. Marta, la hermana del que había muerto, le dijo: Señor, hiede ya, pues lleva cuatro días.
Jesús le dijo: ¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?
41 Entonces quitaron la piedra de donde el muerto había sido puesto. Y Jesús, alzando los ojos a lo alto, dijo: Padre, gracias te doy porque me has oído.
42 Yo sabía que siempre me oyes; pero lo dije por causa de la gente que está alrededor, para que crean que tú me has enviado.
43 Y habiendo dicho esto, clamó a gran voz: ¡Lázaro, ven fuera!
44 Y el que había estado muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: Desatadle y dejadle ir.
45 Entonces muchos de los judíos que habían venido a ver a María y habían visto lo que había hecho Jesús creyeron en él.
46 Pero algunos de ellos fueron a los fariseos y les dijeron lo que Jesús había hecho.
47 Entonces los principales sacerdotes y los fariseos se juntaron en concilio y decían: ¿Qué haremos? Porque este hombre hace muchos milagros.
48 Si le dejamos así, todos creerán en él; y vendrán los romanos y nos quitarán nuestro lugar y nuestra nación.
49 Entonces Caifás, uno de ellos, sumo sacerdote aquel año, les dijo: Vosotros no sabéis nada,
ni pensáis que nos conviene que un hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación perezca.
51 Mas esto no lo dijo de sí mismo, sino que, como era el sumo sacerdote aquel año, profetizó que Jesús había de morir por la nación;
52 y no solamente por esa nación, sino también para reunir en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos.
53 Así que, desde aquel día convinieron en matarle.
54 Por tanto, Jesús ya no andaba abiertamente entre los judíos, sino que se fue de allí a la tierra que está junto al desierto, a una ciudad que se llama Efraín, y se quedó allí con sus discípulos.
55 Y estaba cerca la Pascua de los judíos, y muchos subieron de aquella región a Jerusalén antes de la Pascua, para purificarse.
56 Y buscaban a Jesús y, estando en el templo, hablaban los unos con los otros: ¿Qué os parece? ¿No vendrá a la fiesta?
57 Y los principales sacerdotes y los fariseos habían dado orden de que si alguno sabía dónde estaba Jesús, lo manifestase para tomarle preso.
María unge los pies de Jesús — Se relata la entrada triunfal del Señor en Jerusalén — Él predice Su muerte — Recibir a Cristo es recibir al Padre.
Y Jesús, seis días antes de la Pascua, fue a Betania, donde estaba Lázaro, el que había estado muerto, a quien había resucitado de entre los muertos.
2 Y le hicieron allí una cena; Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban sentados a la mesa con él.
3 Entonces María tomó una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, y ungió los pies de Jesús y se los enjugó con sus cabellos; y la casa se llenó del olor del perfume.
4 Y dijo uno de sus discípulos, Judas Iscariote hijo de Simón, el que le iba a entregar:
5 ¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios, para dárselos a los pobres?
6 Pero dijo esto, no porque le importasen los pobres, sino porque era ladrón, y tenía la bolsa y sustraía de lo que se echaba en ella.
7 Entonces Jesús dijo: Déjala; para el día de mi sepultura ha guardado esto.
8 Porque a los pobres siempre los tendréis con vosotros, mas a mí no siempre me tendréis.
9 Entonces mucha gente de los judíos se enteró de que él estaba allí; y vinieron, no solamente por causa de Jesús, sino también para ver a Lázaro, a quien había resucitado de los muertos.
Pero los principales sacerdotes acordaron matar también a Lázaro,
11 porque a causa de él, muchos de los judíos se apartaban y creían en Jesús.
12 Al día siguiente, mucha gente que había venido a la fiesta, al oír que Jesús venía a Jerusalén,
13 tomaron ramas de palmeras y salieron a recibirle, y clamaban: ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor, el Rey de Israel!
14 Y halló Jesús un asnillo y montó sobre él, como está escrito:
15 No temas, hija de Sion;he aquí, tu Rey viene,montado sobre un pollino de asna.
16 Estas cosas no las entendieron sus discípulos al principio; pero cuando Jesús fue glorificado, entonces se acordaron de que estas cosas estaban escritas acerca de él, y de que le habían hecho estas cosas.
17 Y la gente que estaba con él daba testimonio de cuando llamó a Lázaro del sepulcro y le resucitó de los muertos.
18 Por lo cual también había salido la gente a recibirle, porque había oído que él había hecho este milagro;
19 pero los fariseos dijeron entre sí: ¿Veis que nada lográis? He aquí, el mundo se va tras él.
Y había ciertos griegos entre los que habían subido a adorar en la fiesta.
21 Estos, pues, se acercaron a Felipe, que era de Betsaida de Galilea, y le rogaron, diciendo: Señor, quisiéramos ver a Jesús.
22 Felipe fue y se lo dijo a Andrés. Entonces Andrés y Felipe se lo dijeron a Jesús.
23 Entonces Jesús les respondió, diciendo: Ha llegado la hora de que el Hijo del Hombre sea glorificado.
24 De cierto, de cierto os digo que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, se queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto.
25 El que ama su vida la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará.
26 Si alguno me sirve, sígame; y donde yo esté, allí también estará mi servidor. Si alguno me sirve, mi Padre le honrará.
27 Ahora está turbada mi alma, ¿y qué diré: Padre, sálvame de esta hora? Pero para esto he llegado a esta hora.
28 Padre, glorifica tu nombre. Entonces vino una voz del cielo: Ya lo he glorificado, y lo glorificaré otra vez.
29 Y la gente que estaba presente, y que la había oído, decía que había sido un trueno. Otros decían: Un ángel le ha hablado.
Respondió Jesús y dijo: No ha venido esta voz por causa mía, sino por causa de vosotros.
31 Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera.
32 Y yo, si soy levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo.
33 Y esto decía dando a entender de qué muerte iba a morir.
34 Le respondió la gente: Nosotros hemos oído que, según la ley, el Cristo permanece para siempre. ¿Cómo, pues, dices tú que es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado? ¿Quién es este Hijo del Hombre?
35 Entonces Jesús les dijo: Aún por un poco de tiempo estará la luz entre vosotros. Andad entretanto que tenéis luz, para que no os sorprendan las tinieblas, porque el que anda en tinieblas no sabe a dónde va.
36 Entretanto que tenéis la luz, creed en la luz, para que seáis hijos de luz. Estas cosas habló Jesús, y se fue y se escondió de ellos.
37 Pero, a pesar de haber hecho tantos milagros delante de ellos, no creían en él,
38 para que se cumpliese la palabra del profeta Isaías, que dijo:Señor, ¿quién ha creído nuestro mensaje?¿Y a quién se ha revelado el brazo del Señor?
39 Por esto no podían creer, porque también dijo Isaías:
Ha cegado los ojos de ellos y endurecido su corazón,para que no vean con los ojos, ni entiendan con el corazón,y se conviertan,y yo los sane.
41 Estas cosas dijo Isaías cuando vio su gloria y habló de él.
42 Con todo eso, aun de los gobernantes, muchos creyeron en él; pero a causa de los fariseos no lo confesaban, para no ser expulsados de la sinagoga.
43 Porque amaban más la gloria de los hombres que la gloria de Dios.
44 Mas Jesús clamó y dijo: El que cree en mí no cree en mí, sino en el que me envió;
45 y el que me ve, ve al que me envió.
46 Yo, la luz, he venido al mundo, para que todo aquel que cree en mí no permanezca en tinieblas.
47 Y al que oye mis palabras y no las guarda, yo no le juzgo; porque no he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo.
48 El que me rechaza y no recibe mis palabras tiene quien le juzgue; la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero.
49 Porque yo no he hablado por mí mismo, sino que el Padre que me envió, él me ha dado mandamiento de lo que he de decir y de lo que he de hablar.
Y sé que su mandamiento es vida eterna; así que, lo que yo hablo, lo hablo como el Padre me lo ha dicho.
Jesús lava los pies de los Doce — Señala a Judas como el que le iba a entregar — Manda a los Doce amarse los unos a los otros.
Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que su hora había llegado para que pasase de este mundo al Padre, como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin.
2 Y acabada la cena, como el diablo ya había puesto en el corazón de Judas hijo de Simón Iscariote que le entregase,
3 sabiendo Jesús que el Padre le había dado todas las cosas en las manos, y que había salido de Dios y a Dios iba,
4 se levantó de la cena, y se quitó su manto y, tomando una toalla, se la ciñó.
5 Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la toalla con que estaba ceñido.
6 Entonces llegó a Simón Pedro; y Pedro le dijo: Señor, ¿tú me lavas los pies?
7 Respondió Jesús y le dijo: Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora; pero lo entenderás después.
8 Pedro le dijo: No me lavarás los pies jamás. Le respondió Jesús: Si no te lavo, no tendrás parte conmigo.
9 Le dijo Simón Pedro: Señor, no solo mis pies, sino también las manos y la cabeza.
Jesús le dijo: El que está lavado no necesita sino lavarse los pies, pues está todo limpio; y vosotros limpios estáis, aunque no todos.
11 Porque sabía quién le iba a entregar; por eso dijo: No estáis limpios todos.
12 Así que, después que les hubo lavado los pies, tomó su manto, volvió a sentarse a la mesa y les dijo: ¿Sabéis lo que os he hecho?
13 Vosotros me llamáis Maestro y Señor; y decís bien, porque lo soy.
14 Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros.
15 Porque ejemplo os he dado, para que así como yo os he hecho, vosotros también hagáis.
16 De cierto, de cierto os digo: El siervo no es mayor que su señor, ni el enviado es mayor que el que le envió.
17 Si sabéis estas cosas, bienaventurados sois si las hacéis.
18 No hablo de todos vosotros; yo sé a quiénes he elegido; pero para que se cumpla la Escritura: El que come pan conmigo levantó contra mí su calcañar.
19 Desde ahora os lo digo antes que suceda, para que cuando suceda, creáis que yo soy.
De cierto, de cierto os digo: El que recibe al que yo envío, a mí me recibe; y el que a mí me recibe, recibe al que me envió.
21 Cuando hubo dicho Jesús esto, se conmovió en el espíritu, y testificó y dijo: De cierto, de cierto os digo que uno de vosotros me va a entregar.
22 Entonces los discípulos se miraron unos a otros, sin saber de quién hablaba.
23 Y uno de sus discípulos, a quien Jesús amaba, estaba reclinado en el pecho de Jesús.
24 A este, pues, hizo señas Simón Pedro, para que preguntase quién era aquel de quien hablaba.
25 Él entonces, recostándose sobre el pecho de Jesús, le dijo: Señor, ¿quién es?
26 Respondió Jesús: Es aquel a quien yo le dé el pan mojado. Y mojando el pan, se lo dio a Judas Iscariote hijo de Simón.
27 Y después del bocado, Satanás entró en él. Entonces Jesús le dijo: Lo que vas a hacer, hazlo pronto.
28 Pero ninguno de los que estaban a la mesa entendió por qué le dijo eso.
29 Porque unos pensaban que, como Judas tenía la bolsa, Jesús le decía: Compra lo que necesitamos para la fiesta; o que diese algo a los pobres.
Cuando él, pues, hubo tomado el bocado, salió enseguida; y era ya de noche.
31 Entonces, cuando él salió, dijo Jesús: Ahora es glorificado el Hijo del Hombre, y Dios es glorificado en él.
32 Si Dios es glorificado en él, Dios también le glorificará en sí mismo, y enseguida le glorificará.
33 Hijitos, aún estaré con vosotros un poco. Me buscaréis, pero, como dije a los judíos: A donde yo voy, vosotros no podéis ir; así os digo a vosotros ahora.
34 Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis los unos a los otros.
35 En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros.
36 Le dijo Simón Pedro: Señor, ¿a dónde vas? Jesús le respondió: A donde yo voy, no me puedes seguir ahora; pero me seguirás después.
37 Le dijo Pedro: Señor, ¿por qué no te puedo seguir ahora? ¡Mi vida pondré por ti!
38 Jesús le respondió: ¿Tu vida pondrás por mí? De cierto, de cierto te digo: No cantará el gallo sin que antes me hayas negado tres veces.
Jesús habla de muchas moradas — Dice que Él es el camino, la verdad y la vida, y que verle a Él es ver al Padre — Promete el primer y el segundo Consolador.
No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí.
2 En la casa de mi Padre muchas moradas hay; de otra manera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros.
3 Y si me voy y os preparo lugar, vendré otra vez y os tomaré a mí mismo, para que donde yo esté, vosotros también estéis.
4 Y sabéis a dónde yo voy, y sabéis el camino.
5 Le dijo Tomás: Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino?
6 Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí.
7 Si me conocierais, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora le conocéis y le habéis visto.
8 Felipe le dijo: Señor, muéstranos al Padre, y nos basta.
9 Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos al Padre?
¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mí mismo, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras.
11 Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras.
12 De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago él también las hará; y aun mayores que estas hará, porque yo voy al Padre.
13 Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, esto haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.
14 Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré.
15 Si me amáis, guardad mis mandamientos.
16 Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre:
17 El Espíritu de verdad, al que el mundo no puede recibir, porque no le ve ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros y estará en vosotros.
18 No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros.
19 Todavía un poquito, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veréis; porque yo vivo, vosotros también viviréis.
En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros.
21 El que tiene mis mandamientos y los guarda, ese es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré y me manifestaré a él.
22 Le dijo Judas, no el Iscariote: Señor, ¿cómo es que te vas a manifestar a nosotros y no al mundo?
23 Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él y haremos morada con él.
24 El que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió.
25 Estas cosas os he hablado estando con vosotros.
26 Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que os he dicho.
27 La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón ni tenga miedo.
28 Habéis oído que yo os he dicho: Voy, y vuelvo a vosotros. Si me amarais, ciertamente os regocijaríais, porque he dicho que voy al Padre, porque el Padre mayor es que yo.
29 Y ahora os lo he dicho antes que suceda, para que, cuando suceda, creáis.
No hablaré ya mucho con vosotros, porque viene el príncipe de este mundo, y él no tiene nada en mí.
31 Pero para que conozca el mundo que amo al Padre, y como el Padre me dio el mandamiento, así hago. ¡Levantaos, vámonos de aquí!
Jesús es la vid; Sus discípulos son los pámpanos — Habla de la ley perfecta del amor — Sus siervos han sido escogidos y ordenados por Él — El mundo aborrece la religión verdadera y lucha en contra de ella — Promete el Consolador, el Espíritu de Verdad.
Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador.
2 Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto.
3 Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado.
4 Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo si no permanece en la vid, así tampoco vosotros si no permanecéis en mí.
5 Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, este lleva mucho fruto, porque sin mí nada podéis hacer.
6 El que en mí no permanece será echado fuera como mal pámpano, y se secará; y los recogen y los echan al fuego, y arden.
7 Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queráis, y os será hecho.
8 En esto es glorificado mi Padre: en que llevéis mucho fruto y seáis así mis discípulos.
9 Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor.
Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
11 Estas cosas os he hablado para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea completo.
12 Este es mi mandamiento: Que os améis los unos a los otros, como yo os he amado.
13 Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos.
14 Vosotros sois mis amigos si hacéis las cosas que yo os mando.
15 Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre os las he dado a conocer.
16 No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé.
17 Esto os mando: Que os améis los unos a los otros.
18 Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros.
19 Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, sino que yo os elegí del mundo, por eso os aborrece el mundo.
Acordaos de la palabra que yo os he dicho: El siervo no es mayor que su señor. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra.
21 Pero todo esto os harán por causa de mi nombre, porque no conocen al que me ha enviado.
22 Si yo no hubiera venido ni les hubiera hablado, no tendrían pecado, pero ahora no tienen excusa por su pecado.
23 El que me aborrece también a mi Padre aborrece.
24 Si no hubiese hecho entre ellos obras que ningún otro ha hecho, no tendrían pecado; pero ahora las han visto, y me han aborrecido a mí y a mi Padre.
25 Pero esto sucede para que se cumpla la palabra que está escrita en su ley: Sin causa me aborrecieron.
26 Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el que procede del Padre, él dará testimonio de mí.
27 Y también vosotros daréis testimonio, porque habéis estado conmigo desde el principio.
Jesús explica la misión del Espíritu Santo — Él habla de Su muerte y de Su resurrección, anuncia que es el Hijo de Dios y dice que ha vencido al mundo.
Estas cosas os he hablado, para que no tengáis tropiezo.
2 Os expulsarán de las sinagogas; y aun viene la hora cuando cualquiera que os mate pensará que rinde servicio a Dios.
3 Y os harán esto porque no han conocido ni al Padre ni a mí.
4 Pero os he dicho esto para que, cuando llegue la hora, os acordéis de que yo os lo había dicho. Esto no os lo dije al principio, porque yo estaba con vosotros.
5 Pero ahora voy al que me envió, y ninguno de vosotros me pregunta: ¿A dónde vas?
6 Antes bien, porque os he dicho estas cosas, la tristeza ha llenado vuestro corazón.
7 Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si yo no me voy, el Consolador no vendrá a vosotros; pero si yo me voy, os lo enviaré.
8 Y cuando él venga, reprenderá al mundo acerca del pecado, y de la justicia y del juicio.
9 Acerca del pecado, por cuanto no creen en mí;
y acerca de la justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más;
11 y acerca del juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ya ha sido juzgado.
12 Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar.
13 Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por sí mismo, sino que hablará todo lo que oiga y os hará saber las cosas que han de venir.
14 Él me glorificará, porque tomará de lo mío y os lo hará saber.
15 Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío y os lo hará saber.
16 Un poquito más, y no me veréis; y de nuevo un poquito, y me veréis, porque yo voy al Padre.
17 Entonces algunos de sus discípulos se decían unos a otros: ¿Qué es esto que nos dice: Un poquito más, y no me veréis; y de nuevo un poquito, y me veréis; y, porque yo voy al Padre?
18 Decían pues: ¿Qué es esto que dice: Un poquito más? No entendemos lo que habla.
19 Y Jesús entendió que querían preguntarle, y les dijo: ¿Preguntáis entre vosotros de esto que dije: Un poquito más, y no me veréis, y de nuevo un poquito, y me veréis?
De cierto, de cierto os digo que vosotros lloraréis y os lamentaréis, y el mundo se alegrará; y aunque vosotros estaréis tristes, vuestra tristeza se convertirá en gozo.
21 La mujer, cuando da a luz, tiene dolor, porque ha llegado su hora; pero después que ha dado a luz un niño, ya no se acuerda de la angustia, por el gozo de que haya nacido un hombre en el mundo.
22 También vosotros ahora ciertamente tenéis tristeza; pero os veré otra vez, y se gozará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo.
23 Y en aquel día no me preguntaréis nada. De cierto, de cierto os digo que todo cuanto pidáis al Padre en mi nombre, os lo dará.
24 Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid y recibiréis, para que vuestro gozo sea completo.
25 Estas cosas os he hablado en parábolas; la hora viene cuando ya no os hablaré en parábolas, sino que claramente os anunciaré acerca del Padre.
26 En aquel día pediréis en mi nombre, y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros,
27 pues el Padre mismo os ama, porque vosotros me habéis amado y habéis creído que yo salí de Dios.
28 Salí del Padre y he venido al mundo; otra vez dejo el mundo y voy al Padre.
29 Le dijeron sus discípulos: He aquí, ahora hablas claramente, y ninguna parábola dices.
Ahora entendemos que sabes todas las cosas, y no necesitas que nadie te pregunte; por esto creemos que has salido de Dios.
31 Jesús les respondió: ¿Ahora creéis?
32 He aquí, la hora viene, y ha venido ya, en que seréis esparcidos cada uno a lo suyo y me dejaréis solo; pero no estoy solo, porque el Padre está conmigo.
33 Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción. Pero confiad; yo he vencido al mundo.
Jesús ofrece la gran Oración Intercesora — Es glorificado al obtener la vida eterna — Ora por Sus Apóstoles y por todos los santos — Explica cómo el Padre y el Hijo son uno.
Estas cosas habló Jesús, y alzando los ojos al cielo, dijo: Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique a ti;
2 pues le has dado potestad sobre toda carne, para que dé vida eterna a todos los que le diste.
3 Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.
4 Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese.
5 Ahora pues, Padre, glorifícame tú en tu presencia con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese.
6 He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste; tuyos eran, y me los diste, y han guardado tu palabra.
7 Ahora han conocido que todas las cosas que me has dado proceden de ti,
8 porque las palabras que me diste les he dado; y ellos las recibieron, y han conocido verdaderamente que salí de ti, y han creído que tú me enviaste.
9 Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste, porque tuyos son;
y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo es mío; y he sido glorificado en ellos.
11 Y ya no estoy en el mundo; pero estos están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros.
12 Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tu nombre; a los que me diste, yo los guardé, y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición, para que la Escritura se cumpliese.
13 Mas ahora voy a ti; y hablo esto en el mundo para que tengan mi gozo completo en sí mismos.
14 Yo les he dado tu palabra; y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
15 No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal.
16 No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
17 Santifícalos en tu verdad; tu palabra es la verdad.
18 Como tú me enviaste al mundo, también yo los he enviado al mundo.
19 Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad.
Mas no ruego solamente por estos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos;
21 para que todos sean uno, como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste.
22 Y la gloria que me diste les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno.
23 Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfeccionados en uno, para que el mundo conozca que tú me enviaste y que los has amado a ellos, como también a mí me has amado.
24 Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado, por cuanto me has amado desde antes de la fundación del mundo.
25 Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido, y estos han conocido que tú me enviaste;
26 y yo les he dado a conocer tu nombre, y lo daré a conocer aún, para que el amor con que me has amado esté en ellos, y yo en ellos.
Jesús es entregado y arrestado — Es interrogado y torturado, primero ante Anás y después ante Caifás — Pedro niega conocer a Jesús — Llevan a Jesús a comparecer ante Pilato.
Cuando Jesús hubo dicho estas cosas, salió con sus discípulos al otro lado del arroyo Cedrón, donde había un huerto en el cual entró Jesús con sus discípulos.
2 Y también Judas, el que le iba a entregar, conocía aquel lugar, porque muchas veces Jesús se había reunido allí con sus discípulos.
3 Judas, pues, tomando una compañía de soldados y guardias de los principales sacerdotes y de los fariseos, fue allí con linternas y antorchas, y con armas.
4 Pero Jesús, sabiendo todo lo que le iba a suceder, se adelantó y les dijo: ¿A quién buscáis?
5 Le respondieron: A Jesús de Nazaret. Jesús les dijo: Yo soy. Y estaba también con ellos Judas, el que le entregaba.
6 Y cuando les dijo: Yo soy, retrocedieron y cayeron a tierra.
7 Volvió, pues, a preguntarles: ¿A quién buscáis? Y ellos dijeron: A Jesús de Nazaret.
8 Jesús respondió: Os he dicho que yo soy. Pues si a mí me buscáis, dejad ir a estos,
9 para que así se cumpliese la palabra que había dicho: De los que me diste, no perdí ninguno.
Entonces Simón Pedro, que tenía una espada, la sacó, e hirió al siervo del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha. Y el siervo se llamaba Malco.
11 Jesús entonces dijo a Pedro: Guarda la espada en la vaina; la copa que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber?
12 Entonces la compañía de soldados, y el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús y le ataron.
13 Y le llevaron primeramente ante Anás, porque era suegro de Caifás, que era sumo sacerdote aquel año.
14 Y Caifás era el que había dado el consejo a los judíos de que convenía que un hombre muriese por el pueblo.
15 Y Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Y este discípulo era conocido del sumo sacerdote, y entró con Jesús al patio del sumo sacerdote;
16 mas Pedro estaba fuera, a la puerta. Y salió aquel discípulo que era conocido del sumo sacerdote, y habló a la portera e hizo entrar a Pedro.
17 Entonces la criada portera dijo a Pedro: ¿No eres tú también de los discípulos de este hombre? Dijo él: No lo soy.
18 Y estaban de pie los siervos y los guardias que habían encendido un fuego, porque hacía frío y se calentaban; y también con ellos estaba Pedro de pie, calentándose.
19 Y el sumo sacerdote preguntó a Jesús acerca de sus discípulos y de su doctrina.
Jesús le respondió: Yo he hablado abiertamente al mundo; siempre he enseñado en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y nada he hablado en secreto.
21 ¿Por qué me preguntas a mí? Pregunta a los que han oído lo que les he hablado; he aquí, ellos saben lo que yo he dicho.
22 Y cuando él hubo dicho esto, uno de los guardias que estaba allí le dio una bofetada a Jesús, diciendo: ¿Así respondes al sumo sacerdote?
23 Jesús le respondió: Si he hablado mal, da testimonio de lo que está mal; pero si bien, ¿por qué me golpeas?
24 Anás entonces le envió atado a Caifás, el sumo sacerdote.
25 Estaba, pues, Pedro de pie, calentándose. Y le dijeron: ¿No eres tú de sus discípulos? Él negó y dijo: No lo soy.
26 Uno de los siervos del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro había cortado la oreja, le dijo: ¿No te vi yo en el huerto con él?
27 Y negó Pedro otra vez, y enseguida cantó el gallo.
28 Y llevaron a Jesús desde Caifás hasta el pretorio. Y era muy de mañana, y ellos no entraron en el pretorio para no contaminarse, y así poder comer la Pascua.
29 Entonces salió Pilato a ellos y les dijo: ¿Qué acusación traéis contra este hombre?
Respondieron y le dijeron: Si este no fuera malhechor, no te lo habríamos entregado.
31 Entonces Pilato les dijo: Tomadle vosotros y juzgadle según vuestra ley. Y los judíos le dijeron: A nosotros no nos es lícito dar muerte a nadie;
32 para que se cumpliese la palabra que Jesús había dicho, dando a entender de qué muerte había de morir.
33 Entonces Pilato volvió a entrar en el pretorio, y llamó a Jesús y le dijo: ¿Eres tú el Rey de los judíos?
34 Jesús le respondió: ¿Dices tú esto por ti mismo, o te lo han dicho otros de mí?
35 Pilato respondió: ¿Acaso soy yo judío? Tu nación y los principales sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?
36 Respondió Jesús: Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí.
37 Le dijo entonces Pilato: Luego, ¿eres tú rey? Respondió Jesús: Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo aquel que es de la verdad oye mi voz.
38 Le dijo Pilato: ¿Qué es la verdad? Y cuando hubo dicho esto, salió otra vez a los judíos y les dijo: Yo no hallo en él ningún delito.
39 Pero vosotros tenéis la costumbre de que os suelte a uno en la Pascua. ¿Queréis, pues, que os suelte al Rey de los judíos?
Entonces todos dieron voces otra vez, diciendo: ¡No a este, sino a Barrabás! Y Barrabás era ladrón.
Azotan a Jesús y lo crucifican — Deja Su madre al cuidado de Juan — Jesús muere, y le traspasan el costado con una lanza — Lo sepultan en la tumba de José de Arimatea.
Así que, entonces tomó Pilato a Jesús y le azotó.
2 Y los soldados entretejieron una corona de espinas y la pusieron sobre su cabeza, y le vistieron con un manto de púrpura;
3 y le decían: ¡Salve, Rey de los judíos! Y le daban de bofetadas.
4 Entonces Pilato salió otra vez y les dijo: He aquí, os lo traigo fuera para que entendáis que ningún delito hallo en él.
5 Y salió Jesús, llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Y Pilato les dijo: ¡He aquí el hombre!
6 Y cuando le vieron los principales sacerdotes y los guardias, dieron voces diciendo: ¡Crucifícale! ¡Crucifícale! Pilato les dijo: Tomadle vosotros y crucificadle, porque yo no hallo delito en él.
7 Los judíos le respondieron: Nosotros tenemos una ley y, según nuestra ley, debe morir, porque se hizo a sí mismo Hijo de Dios.
8 Y cuando Pilato oyó estas palabras, tuvo aún más miedo.
9 Y entró otra vez en el pretorio y dijo a Jesús: ¿De dónde eres tú? Pero Jesús no le dio respuesta.
Entonces le dijo Pilato: ¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para crucificarte y que tengo autoridad para soltarte?
11 Respondió Jesús: Ninguna autoridad tendrías contra mí si no te fuese dada de arriba; por tanto, el que a ti me ha entregado mayor pecado tiene.
12 Desde entonces procuraba Pilato soltarle, pero los judíos daban voces, diciendo: Si a este sueltas, no eres amigo de César, porque todo aquel que se hace rey, a César se opone.
13 Entonces Pilato, oyendo estas palabras, llevó fuera a Jesús y se sentó en el tribunal, en el lugar llamado el Enlosado, y en hebreo, Gabata.
14 Y era la preparación de la Pascua, y como la hora sexta. Entonces dijo a los judíos: ¡He aquí vuestro Rey!
15 Pero ellos dieron voces: ¡Fuera! ¡Fuera! ¡Crucifícale! Pilato les dijo: ¿A vuestro Rey he de crucificar? Respondieron los principales sacerdotes: No tenemos más rey que César.
16 Así que entonces lo entregó a ellos para que fuese crucificado. Y tomaron a Jesús y se lo llevaron.
17 Y Jesús, cargando su cruz, salió al lugar llamado de la Calavera, y en hebreo, Gólgota,
18 donde le crucificaron, y con él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio.
19 Y escribió también Pilato un título, que puso sobre la cruz. Y el escrito decía: Jesús de Nazaret, Rey de los judíos.
Y muchos de los judíos leyeron este título, porque el lugar donde Jesús fue crucificado estaba cerca de la ciudad; y estaba escrito en hebreo, en griego y en latín.
21 Y dijeron a Pilato los principales sacerdotes de los judíos: No escribas: Rey de los judíos, sino que él dijo: Soy rey de los judíos.
22 Respondió Pilato: Lo que he escrito, he escrito.
23 Y cuando los soldados hubieron crucificado a Jesús, tomaron sus vestidos e hicieron cuatro partes, una para cada soldado; y tomaron también la túnica, mas la túnica era sin costura, toda tejida de arriba abajo.
24 Y dijeron entre ellos: No la partamos, sino echemos suertes sobre ella, para ver de quién será; para que se cumpliese la Escritura, que dice: Repartieron entre sí mis vestidos, y sobre mi vestidura echaron suertes. Y los soldados hicieron esto.
25 Y estaban junto a la cruz de Jesús su madre, y la hermana de su madre, María esposa de Cleofas, y María Magdalena.
26 Y cuando vio Jesús a su madre y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo.
27 Después dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa.
28 Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo se había consumado, para que la Escritura se cumpliese, dijo: Tengo sed.
29 Y había allí una vasija llena de vinagre; entonces ellos empaparon una esponja en el vinagre, y poniéndola en un hisopo, se la acercaron a la boca.
Y cuando Jesús tomó el vinagre, dijo: ¡Consumado es! E inclinando la cabeza, entregó el espíritu.
31 Entonces los judíos, por cuanto era la preparación de la Pascua, para que los cuerpos no quedasen en la cruz en el día de reposo (pues aquel día de reposo era muy solemne), rogaron a Pilato que se les quebrasen las piernas y fuesen quitados de allí.
32 Y fueron los soldados y quebraron las piernas al primero, y asimismo al otro que había sido crucificado con él.
33 Pero cuando llegaron a Jesús, como le vieron ya muerto, no le quebraron las piernas.
34 Pero uno de los soldados le traspasó el costado con una lanza, y enseguida salió sangre y agua.
35 Y el que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero; y él sabe que dice la verdad, para que vosotros también creáis.
36 Porque estas cosas sucedieron para que se cumpliese la Escritura: No será quebrado hueso suyo.
37 Y también otra Escritura dice: Mirarán al que traspasaron.
38 Después de estas cosas, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, pero en secreto por miedo a los judíos, rogó a Pilato que le permitiese llevarse el cuerpo de Jesús; y Pilato se lo permitió. Entonces fue y se llevó el cuerpo de Jesús.
39 Y vino también Nicodemo, el que antes había visitado a Jesús de noche, trayendo un compuesto de mirra y de áloes, como cien libras.
Tomaron, pues, el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en lienzos con especias, como es costumbre sepultar entre los judíos.
41 Y en aquel lugar donde había sido crucificado, había un huerto; y en el huerto un sepulcro nuevo, en el cual aún no se había puesto a nadie.
42 Allí, pues, por causa de la preparación de la Pascua de los judíos, y porque aquel sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús.
María Magdalena, Pedro y Juan hallan la tumba vacía — El Cristo resucitado se aparece a María Magdalena en el huerto — Se aparece también a los discípulos y muestra Su cuerpo resucitado — Tomás toca las heridas en las manos, en los pies y en el costado de Jesús — Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios.
Y el primer día de la semana, María Magdalena fue de mañana al sepulcro, siendo aún oscuro; y vio quitada la piedra del sepulcro.
2 Entonces corrió, y fue a Simón Pedro y al otro discípulo, a quien amaba Jesús, y les dijo: Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto.
3 Y salieron Pedro y el otro discípulo y fueron al sepulcro.
4 Y corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y llegó primero al sepulcro.
5 E inclinándose a mirar, vio los lienzos puestos allí, pero no entró.
6 Entonces llegó Simón Pedro siguiéndole, y entró en el sepulcro y vio los lienzos puestos allí,
7 y el sudario que había estado sobre su cabeza, no puesto con los lienzos, sino enrollado en un lugar aparte.
8 Entonces entró también el otro discípulo que había venido primero al sepulcro, y vio y creyó.
9 Pues aún no habían entendido la Escritura, que era necesario que él resucitase de entre los muertos.
Y volvieron los discípulos a los suyos.
11 Pero María estaba fuera llorando junto al sepulcro; y mientras lloraba, se inclinó para mirar dentro del sepulcro;
12 y vio a dos ángeles con ropas blancas que estaban sentados, el uno a la cabecera y el otro a los pies, donde el cuerpo de Jesús había sido puesto.
13 Y le dijeron: Mujer, ¿por qué lloras? Les dijo: Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto.
14 Y cuando hubo dicho esto, se volvió y vio a Jesús que estaba allí; pero no sabía que era Jesús.
15 Jesús le dijo: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, pensando que era el hortelano, le dijo: Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré.
16 Jesús le dijo: ¡María! Volviéndose ella, le dijo: ¡Raboni!, que quiere decir, Maestro.
17 Jesús le dijo: No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; pero ve a mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios.
18 Fue María Magdalena entonces a dar las nuevas a los discípulos de que había visto al Señor y que él le había dicho estas cosas.
19 Y al atardecer de aquel día, el primero de la semana, y estando las puertas cerradas donde los discípulos estaban reunidos por miedo a los judíos, vino Jesús, y se puso en medio y les dijo: ¡Paz a vosotros!
Y cuando hubo dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y los discípulos se regocijaron al ver al Señor.
21 Entonces Jesús les dijo otra vez: ¡Paz a vosotros! Como me envió el Padre, así también yo os envío.
22 Y cuando hubo dicho esto, sopló y les dijo: Recibid el Espíritu Santo.
23 A los que perdonéis los pecados, les serán perdonados; y a quienes se los retengáis, les serán retenidos.
24 Pero Tomás, uno de los doce, llamado el Dídimo, no estaba con ellos cuando Jesús vino.
25 Le dijeron, pues, los otros discípulos: ¡Hemos visto al Señor! Y él les dijo: Si no veo en sus manos la señal de los clavos, y meto mi dedo en el lugar de los clavos y meto mi mano en su costado, no creeré.
26 Y ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro, y con ellos Tomás. Llegó Jesús, estando las puertas cerradas, y se puso en medio y dijo: ¡Paz a vosotros!
27 Luego le dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo y mira mis manos; y acerca acá tu mano y ponla en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.
28 Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío y Dios mío!
29 Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, has creído; bienaventurados los que no vieron y creyeron.
Y también hizo Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro.
31 Pero estas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.
Jesús se aparece a los discípulos junto al mar de Tiberias — Dice: Apacienta mis ovejas — Predice el martirio de Pedro y que Juan no habría de morir.
Después de esto, Jesús se manifestó otra vez a sus discípulos junto al mar de Tiberias; y se manifestó de esta manera:
2 Estaban juntos Simón Pedro, y Tomás, llamado el Dídimo, y Natanael, el que era de Caná de Galilea, y los hijos de Zebedeo y otros dos de sus discípulos.
3 Simón Pedro les dijo: Voy a pescar. Le dijeron: Vamos nosotros también contigo. Fueron y subieron en una barca, pero aquella noche no pescaron nada.
4 Y cuando ya amanecía, Jesús se presentó en la orilla, mas los discípulos no sabían que era Jesús.
5 Y les dijo: Hijitos, ¿tenéis algo de comer? Le respondieron: No.
6 Y él les dijo: Echad la red a la derecha de la barca y hallaréis. Entonces la echaron, y ya no la podían sacar, por la gran cantidad de peces.
7 Entonces aquel discípulo a quien Jesús amaba dijo a Pedro: ¡Es el Señor! Y Simón Pedro, cuando oyó que era el Señor, se ciñó la ropa, porque se había despojado de ella, y se echó al mar.
8 Y los otros discípulos fueron con la barca, arrastrando la red llena de peces, porque no estaban lejos de tierra sino como a doscientos codos.
9 Y cuando descendieron a tierra, vieron brasas puestas y un pescado encima de ellas, y pan.
Jesús les dijo: Traed de los peces que habéis pescado ahora.
11 Subió Simón Pedro y sacó la red a tierra, llena de grandes peces, ciento cincuenta y tres; y aun siendo tantos, la red no se rompió.
12 Les dijo Jesús: Venid, comed. Y ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: Tú, ¿quién eres?, sabiendo que era el Señor.
13 Vino, pues, Jesús, y tomó el pan y les dio; y asimismo del pescado.
14 Esta era ya la tercera vez que Jesús se manifestaba a sus discípulos, después de haber resucitado de entre los muertos.
15 Y cuando hubieron comido, Jesús le dijo a Simón Pedro: Simón hijo de Jonás, ¿me amas más que estos? Pedro le contestó: Sí, Señor, tú sabes que te amo. Él le dijo: Apacienta mis corderos.
16 Volvió a decirle la segunda vez: Simón hijo de Jonás, ¿me amas? Le respondió: Sí, Señor, tú sabes que te amo. Le dijo: Apacienta mis ovejas.
17 Le dijo la tercera vez: Simón hijo de Jonás, ¿me amas? Se entristeció Pedro de que le dijese por tercera vez: ¿Me amas?, y le dijo: Señor, tú sabes todas las cosas; tú sabes que te amo. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas.
18 De cierto, de cierto te digo: Cuando eras más joven, te ceñías e ibas a donde querías; pero cuando ya seas viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro y te llevará a donde no quieras.
19 Y esto dijo dando a entender con qué muerte había de glorificar a Dios. Y dicho esto, le dijo: Sígueme.
Volviéndose Pedro, vio a aquel discípulo a quien amaba Jesús, que los seguía, el que también en la cena se había recostado en su pecho y le había dicho: Señor, ¿quién es el que te ha de entregar?
21 Así que cuando Pedro le vio, dijo a Jesús: Señor, ¿y este, qué?
22 Jesús le dijo: Si quiero que él se quede hasta que yo venga, ¿qué a ti? Sígueme tú.
23 Entonces se dijo entre los hermanos que aquel discípulo no moriría. Pero Jesús no le dijo que no moriría, sino: Si quiero que él se quede hasta que yo venga, ¿qué a ti?
24 Este es aquel discípulo que da testimonio de estas cosas, y el que escribió estas cosas, y sabemos que su testimonio es verdadero.
25 Y hay también otras muchas cosas que hizo Jesús, las cuales si se escribiesen cada una de ellas, pienso que ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir. Amén.
Jesús ministra durante cuarenta días después de Su resurrección — El reino ha de ser restaurado a Israel en un tiempo postrero — Los Doce darán testimonio en Jerusalén, Judea, Samaria y hasta lo último de la tierra — Jesús asciende al cielo — Se escoge a Matías para ocupar la vacante que había en los Doce.
En el primer tratado, oh Teófilo, he hablado de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar,
2 hasta el día en que fue recibido arriba, después de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que había escogido;
3 a quienes también, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles del reino de Dios.
4 Y estando juntos, les mandó que no se fuesen de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí.
5 Porque Juan a la verdad bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días después de estos.
6 Entonces los que se habían reunido le preguntaron, diciendo: Señor, ¿restituirás el reino a Israel en este tiempo?
7 Y les dijo: No os toca a vosotros saber los tiempos ni las ocasiones que el Padre puso en su sola potestad;
8 pero recibiréis poder cuando el Espíritu Santo venga sobre vosotros, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, y en Samaria y hasta lo último de la tierra.
9 Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado; y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos.
Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entretanto que él se iba, he aquí se pusieron junto a ellos dos varones vestidos de blanco,
11 los que también les dijeron: Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido llevado de entre vosotros arriba al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo.
12 Entonces volvieron a Jerusalén desde el monte que se llama de los Olivos, el cual está cerca de Jerusalén, camino de un día de reposo.
13 Y cuando hubieron entrado, subieron al aposento alto, donde se alojaban Pedro y Jacobo, y Juan y Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé y Mateo, Jacobo hijo de Alfeo, y Simón el Zelote y Judas hermano de Jacobo.
14 Todos estos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús y con sus hermanos.
15 Y en aquellos días, Pedro se levantó en medio de los hermanos (y el grupo era como de ciento veinte en número) y dijo:
16 Varones hermanos, convino que se cumpliese la Escritura, que antes dijo el Espíritu Santo por boca de David, acerca de Judas, que fue guía de los que prendieron a Jesús,
17 el que era contado con nosotros y tenía parte en este ministerio.
18 Este, pues, adquirió un campo con el salario de su iniquidad, y cayendo de cabeza, se reventó por la mitad, y todas sus entrañas se derramaron.
19 Y fue notorio a todos los moradores de Jerusalén, de tal manera que aquel campo fue llamado en su propia lengua, Acéldama, que quiere decir, Campo de Sangre.
Porque está escrito en el libro de los salmos:Sea hecha desierta su habitación,y no haya quien more en ella;y:Tome otro su oficio.
21 Es menester, pues, que de estos hombres que han estado junto con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús entraba y salía entre nosotros,
22 comenzando desde el bautismo de Juan hasta el día en que de entre nosotros fue recibido arriba, uno sea hecho testigo con nosotros de su resurrección.
23 Y señalaron a dos: a José, llamado Barsabás, que tenía por sobrenombre Justo, y a Matías.
24 Y orando, dijeron: Tú, Señor, que conoces los corazones de todos, muestra a cuál de estos dos has escogido,
25 para que tome el oficio de este ministerio y apostolado, del cual cayó Judas por transgresión, para irse a su propio lugar.
26 Y echaron suertes, y la suerte cayó sobre Matías; y fue contado con los once apóstoles.
Se derrama el Espíritu en el día de Pentecostés — Pedro testifica de la resurrección de Jesús — También enseña cómo obtener la salvación y habla del don del Espíritu Santo — Muchos creen y son bautizados.
Y cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos juntos en un lugar;
2 y de repente, vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados;
3 y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, que se asentaron sobre cada uno de ellos.
4 Y todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen.
5 Moraban entonces en Jerusalén judíos, varones piadosos, de todas las naciones bajo el cielo.
6 Y hecho este estruendo, se juntó la multitud; y estaban confusos, porque cada uno los oía hablar en su propia lengua.
7 Y estaban atónitos y maravillados, diciendo: He aquí, ¿no son galileos todos estos que hablan?
8 ¿Cómo, pues, los oímos nosotros hablar cada uno en nuestra lengua en la que hemos nacido?
9 Partos, y medos, y elamitas y los que habitamos en Mesopotamia, en Judea y en Capadocia, en el Ponto y en Asia,
en Frigia y en Panfilia, en Egipto y en las regiones de Libia que están cerca de Cirene, y visitantes romanos, tanto judíos como prosélitos,
11 cretenses y árabes, los oímos hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios.
12 Y estaban todos atónitos y perplejos, diciéndose los unos a los otros: ¿Qué quiere decir esto?
13 Pero otros, burlándose, decían: Están borrachos.
14 Entonces Pedro, poniéndose de pie con los once, alzó la voz y les habló, diciendo: Varones judíos y todos los que habitáis en Jerusalén, esto os sea notorio, y oíd mis palabras.
15 Porque estos no están borrachos, como vosotros suponéis, ya que es la hora tercera del día;
16 sino que esto es lo que fue dicho por el profeta Joel:
17 Y acontecerá en los postreros días, dice Dios,que derramaré de mi Espíritu sobre toda carne,y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán;y vuestros jóvenes verán visiones,y vuestros ancianos soñarán sueños;
18 y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos díasderramaré de mi Espíritu, y profetizarán.
19 Y daré prodigios arriba en el cieloy señales abajo en la tierra,sangre y fuego y vapor de humo;
el sol se convertirá en tinieblasy la luna en sangre,antes que venga el día del Señor,grande y glorioso;
21 y todo aquel que invocare el nombre del Señor será salvo.
22 Varones israelitas, oíd estas palabras: Jesús de Nazaret, varón aprobado por Dios entre vosotros con maravillas, y prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él, como también vosotros sabéis;
23 a este, entregado por el determinado consejo y presciencia de Dios, prendisteis y matasteis por manos de los inicuos, crucificándole;
24 a quien Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella.
25 Porque David dice de él:Veía al Señor siempre delante de mí;porque está a mi diestra, no seré conmovido.
26 Por lo cual mi corazón se alegró, y se gozó mi lengua;y aun mi carne descansará en esperanza,
27 porque no dejarás mi alma en el Hades,ni permitirás que tu Santo vea corrupción.
28 Me hiciste conocer los caminos de la vida;me llenarás de gozo con tu presencia.
29 Varones hermanos, se os puede decir libremente del patriarca David, que murió, y fue sepultado, y su sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy.
Pero siendo profeta y sabiendo que con juramento Dios le había jurado que del fruto de sus lomos, en cuanto a la carne, levantaría al Cristo que se sentaría sobre su trono,
31 viéndolo antes, habló de la resurrección de Cristo, que su alma no fue dejada en el Hades, ni su carne vio corrupción.
32 A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos.
33 Así que, exaltado a la diestra de Dios y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís.
34 Porque David no subió a los cielos, pero él mismo dice:Dijo el Señor a mi Señor:Siéntate a mi diestra,
35 hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.
36 Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.
37 Entonces al oír esto, se compungieron de corazón y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?
38 Y Pedro les dijo: Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo.
39 Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.
Y con otras muchas palabras testificaba y los exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación.
41 Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y fueron añadidas a ellos aquel día como tres mil personas.
42 Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, y en la hermandad, y en el partimiento del pan y en las oraciones.
43 Y a toda persona le sobrevino temor, y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles.
44 Y todos los que habían creído estaban juntos y tenían en común todas las cosas;
45 y vendían sus posesiones y sus bienes, y lo repartían a todos, según la necesidad de cada uno.
46 Y perseveraban unánimes cada día en el templo y, partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y con sencillez de corazón,
47 alabando a Dios y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que iban siendo salvos.
Pedro y Juan sanan a un hombre cojo de nacimiento — Pedro predica el arrepentimiento — Habla también de la época de restauración que precederá a la Segunda Venida — Indica que Cristo es el profeta del que habló Moisés.
Pedro y Juan subían juntos al templo a la hora de la oración, la hora novena.
2 Y era traído un hombre que era cojo desde el vientre de su madre, a quien ponían cada día a la puerta del templo que se llama la Hermosa, para que pidiese limosna a los que entraban en el templo.
3 Este, cuando vio a Pedro y a Juan que iban a entrar en el templo, les rogó que le diesen limosna.
4 Y Pedro, con Juan, fijando en él los ojos, le dijo: Míranos.
5 Entonces él estuvo atento a ellos, esperando recibir algo de ellos.
6 Y Pedro dijo: No tengo plata ni oro, mas lo que tengo te doy: En el nombre de Jesucristo de Nazaret, ¡levántate y anda!
7 Y tomándole de la mano derecha le levantó, y al instante fueron afirmados sus pies y sus tobillos;
8 y saltando, se puso de pie y anduvo; y entró con ellos en el templo, andando, y saltando y alabando a Dios.
9 Y todo el pueblo le vio andar y alabar a Dios.
Y reconocieron que él era el que se sentaba a pedir limosna a la puerta del templo, la Hermosa; y se llenaron de asombro y de espanto por lo que le había acontecido.
11 Y mientras el cojo que había sido sanado seguía aferrado a Pedro y a Juan, todo el pueblo, atónito, concurrió a ellos al pórtico que se llama de Salomón.
12 Y al ver esto Pedro, respondió al pueblo: Varones israelitas, ¿por qué os maravilláis de esto?, o, ¿por qué ponéis los ojos en nosotros, como si con nuestro poder o piedad hubiésemos hecho andar a este?
13 El Dios de Abraham, y de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres ha glorificado a su Hijo Jesús, a quien vosotros entregasteis y negasteis delante de Pilato, cuando este había resuelto ponerle en libertad.
14 Pero vosotros negasteis al Santo y al Justo, y pedisteis que se os diese un homicida,
15 y matasteis al Autor de la vida, a quien Dios ha resucitado de entre los muertos, de lo que nosotros somos testigos.
16 Y por la fe en su nombre, a este, que vosotros veis y conocéis, le ha confirmado su nombre; y la fe que es por él ha dado a este esta completa sanidad en presencia de todos vosotros.
17 Mas ahora, hermanos, sé que por ignorancia lo habéis hecho, como también vuestros gobernantes.
18 Pero Dios ha cumplido así lo que había antes anunciado por boca de todos sus profetas: que su Cristo había de padecer.
19 Así que, arrepentíos y convertíos para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan tiempos de refrigerio de la presencia del Señor,
y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado;
21 a quien de cierto es menester que el cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempos antiguos.
22 Porque Moisés dijo a los padres: El Señor vuestro Dios os levantará de entre vuestros hermanos un profeta como yo; a él oiréis en todas las cosas que os hablare.
23 Y acontecerá que toda alma que no oiga a aquel profeta será desarraigada del pueblo.
24 Y todos los profetas desde Samuel en adelante, todos los que han hablado, también han anunciado estos días.
25 Vosotros sois los hijos de los profetas y del convenio que Dios concertó con nuestros padres, diciendo a Abraham: Y en tu descendencia serán benditas todas las familias de la tierra.
26 A vosotros primeramente, Dios, habiendo levantado a su Hijo, lo envió para que os bendijese, a fin de que cada uno se convierta de su maldad.
Pedro y Juan son arrestados y llevados ante el concilio — Pedro testifica que la salvación viene por medio de Cristo — Los saduceos se esfuerzan por silenciar a Pedro y a Juan — Los santos se glorían en el testimonio de Jesús — Tienen todas las cosas en común.
Y hablando ellos al pueblo, vinieron los sacerdotes, y el jefe de la guardia del templo y los saduceos,
2 resentidos de que enseñasen al pueblo y anunciasen en Jesús la resurrección de entre los muertos.
3 Y les echaron mano y los pusieron en la cárcel hasta el día siguiente, porque ya era tarde.
4 Pero muchos de los que habían oído la palabra creyeron, y el número de los varones era como cinco mil.
5 Y aconteció al día siguiente que se reunieron en Jerusalén los gobernantes de ellos, y los ancianos y los escribas;
6 y el sumo sacerdote Anás, y Caifás, y Juan, y Alejandro y todos los que eran del linaje de los sumos sacerdotes;
7 y poniéndolos en medio, les preguntaron: ¿Con qué poder o en qué nombre habéis hecho vosotros esto?
8 Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les dijo: Gobernantes del pueblo y ancianos de Israel:
9 Si se nos interroga hoy acerca del beneficio hecho a un hombre enfermo, de qué manera este haya sido sanado,
sea notorio a todos vosotros y a todo el pueblo de Israel que en el nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de los muertos, por él este hombre está en vuestra presencia sano.
11 Este Jesús es la piedra rechazada por vosotros los edificadores, la cual ha llegado a ser cabeza del ángulo.
12 Y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.
13 Entonces viendo la osadía de Pedro y de Juan, y sabiendo que eran hombres sin letras e ignorantes, se maravillaban; y los reconocían como los que habían estado con Jesús.
14 Y viendo al hombre que había sido sanado, que estaba de pie con ellos, no podían decir nada en contra.
15 Entonces les mandaron que saliesen fuera del concilio; y deliberaban entre sí,
16 diciendo: ¿Qué vamos a hacer con estos hombres? Porque de cierto, milagro manifiesto ha sido hecho por ellos, notorio a todos los que moran en Jerusalén, y no lo podemos negar.
17 Pero para que no se divulgue más entre el pueblo, amenacémoslos para que no hablen de aquí en adelante a hombre alguno en este nombre.
18 Y llamándolos, les mandaron que de ninguna manera hablasen ni enseñasen en el nombre de Jesús.
19 Entonces Pedro y Juan, respondiendo, les dijeron: Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios,
porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído.
21 Ellos entonces los amenazaron y los dejaron ir, no hallando ningún modo de castigarlos, por causa del pueblo, porque todos glorificaban a Dios por lo que se había hecho,
22 pues el hombre en quien se había hecho este milagro de sanidad tenía más de cuarenta años.
23 Y puestos en libertad, vinieron a los suyos y contaron todo lo que los principales sacerdotes y los ancianos les habían dicho.
24 Y ellos, al oírlo, alzaron unánimes la voz a Dios y dijeron: Señor, tú eres el Dios que hiciste el cielo y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay;
25 que por boca de David, tu siervo, dijiste:¿Por qué se han amotinado las naciones,y los pueblos han pensado cosas vanas?
26 Asistieron los reyes de la tierra,y los príncipes se reunieron unánimescontra el Señor, y contra su Cristo.
27 Porque verdaderamente se unieron en esta ciudad contra tu santo Hijo Jesús, a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y los del pueblo de Israel,
28 para hacer cuanto tu mano y tu consejo habían antes determinado que sucediera.
29 Y ahora, Señor, mira sus amenazas y concede a tus siervos que con toda osadía hablen tu palabra,
mientras extiendas tu mano para que se hagan sanidades, y milagros y prodigios mediante el nombre de tu santo Hijo Jesús.
31 Y después que hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo y hablaron la palabra de Dios con osadía.
32 Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía que era suyo nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común.
33 Y los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con gran poder, y había abundante gracia sobre todos ellos.
34 Así que no había entre ellos ningún necesitado, porque todos los que poseían heredades o casas, las vendían, y traían el producto de lo vendido
35 y lo ponían a los pies de los apóstoles; y se repartía a cada uno según su necesidad.
36 Entonces José, a quien los apóstoles llamaban con el sobrenombre de Bernabé (que interpretado es, hijo de consolación), levita, natural de Chipre,
37 como tenía una heredad, la vendió, y trajo el dinero y lo puso a los pies de los apóstoles.
Ananías y Safira mienten al Señor y pierden la vida — Los apóstoles continúan efectuando los milagros de Jesús — Se arresta a Pedro y a Juan; un ángel los libera de la prisión y testifican de Cristo — Gamaliel aconseja prudencia.
Pero un hombre llamado Ananías, con Safira, su esposa, vendió una propiedad
2 y se quedó con parte del precio, sabiéndolo también su esposa; y trayendo solo una parte, la puso a los pies de los apóstoles.
3 Y dijo Pedro: Ananías, ¿por qué ha llenado Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo y te quedases con parte del precio de la heredad?
4 Reteniéndola, ¿no te quedaba a ti? Y vendida, ¿no estaba en tu poder? ¿Por qué pusiste esto en tu corazón? No has mentido a los hombres, sino a Dios.
5 Entonces Ananías, al oír estas palabras, cayó y expiró. Y vino un gran temor sobre todos los que lo oyeron.
6 Y levantándose los jóvenes, lo envolvieron, y sacándolo, lo sepultaron.
7 Y pasado un espacio como de tres horas, sucedió que entró su esposa, sin saber lo que había acontecido.
8 Entonces Pedro le dijo: Dime: ¿vendisteis en tanto la heredad? Y ella dijo: Sí, en tanto.
9 Y Pedro le dijo: ¿Por qué os pusisteis de acuerdo para tentar al Espíritu del Señor? He aquí a la puerta los pies de los que han sepultado a tu marido, y te sacarán a ti.
Y al instante ella cayó a los pies de él y expiró; y cuando entraron los jóvenes, la hallaron muerta; y la sacaron y la sepultaron junto a su marido.
11 Y vino un gran temor sobre toda la iglesia y sobre todos los que oyeron estas cosas.
12 Y por las manos de los apóstoles se hacían muchos milagros y prodigios entre el pueblo; y estaban todos unánimes en el pórtico de Salomón.
13 Y de los demás, ninguno se atrevía a juntarse con ellos; no obstante, el pueblo los alababa grandemente.
14 Y los que creían en el Señor aumentaban más, gran número tanto de hombres como de mujeres,
15 tanto que sacaban a los enfermos a las calles y los ponían en camas y en lechos, para que, al pasar Pedro, a lo menos su sombra cayese sobre alguno de ellos.
16 Y aun de las ciudades vecinas concurrían multitudes a Jerusalén, trayendo enfermos y atormentados por espíritus inmundos; y todos eran sanados.
17 Entonces, levantándose el sumo sacerdote y todos los que estaban con él, que era la secta de los saduceos, se llenaron de celos;
18 y echaron mano a los apóstoles y los pusieron en la cárcel pública.
19 Pero un ángel del Señor, abriendo de noche las puertas de la cárcel, y sacándolos, dijo:
Id, y estando en el templo, hablad al pueblo todas las palabras de esta vida.
21 Y habiendo oído esto, entraron de mañana en el templo y enseñaban. Entretanto, vinieron el sumo sacerdote y los que estaban con él, convocaron al concilio y a todos los ancianos de los hijos de Israel, y enviaron a la cárcel para que fuesen traídos.
22 Pero cuando llegaron los oficiales y no los hallaron en la cárcel, volvieron y dieron aviso,
23 diciendo: Por cierto, la cárcel hemos hallado cerrada con toda seguridad y los guardias que estaban delante de las puertas; pero cuando abrimos, a nadie hallamos dentro.
24 Y cuando oyeron estas palabras el sumo sacerdote y el capitán de la guardia del templo y los principales sacerdotes, dudaban en qué vendría a parar aquello.
25 Pero viniendo uno, les dio esta noticia: He aquí, los varones que echasteis en la cárcel están en el templo y enseñan al pueblo.
26 Entonces fue el capitán de la guardia con los oficiales y los trajo sin violencia, porque temían ser apedreados por el pueblo.
27 Y cuando los trajeron, los presentaron ante el concilio; y el sumo sacerdote les preguntó,
28 diciendo: ¿No os mandamos estrictamente que no enseñaseis en ese nombre? Y he aquí, habéis llenado a Jerusalén de vuestra doctrina y queréis echar sobre nosotros la sangre de ese hombre.
29 Y respondiendo Pedro y los apóstoles, dijeron: Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres.
El Dios de nuestros padres levantó a Jesús, a quien vosotros matasteis colgándole de un madero.
31 A este, Dios ha exaltado con su diestra como Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y remisión de pecados.
32 Y nosotros somos testigos suyos de estas cosas, y también el Espíritu Santo, que ha dado Dios a los que le obedecen.
33 Ellos, oyendo esto, se enfurecieron y consultaban entre sí para matarlos.
34 Entonces, levantándose en el concilio un fariseo llamado Gamaliel, doctor de la ley, venerado por todo el pueblo, mandó que sacasen fuera por un momento a los apóstoles.
35 Y les dijo: Varones israelitas, mirad por vosotros lo que vais a hacer con respecto a estos hombres.
36 Porque antes de estos días se levantó Teudas, diciendo que era alguien; a este se unió un número como de cuatrocientos hombres, pero él fue muerto; y todos los que le creyeron fueron dispersados y reducidos a nada.
37 Después de este, se levantó Judas, el galileo, en los días del censo, y llevó mucho pueblo tras sí. Pereció también él, y todos los que le seguían fueron dispersados.
38 Y ahora os digo: Apartaos de estos hombres y dejadlos, porque si este consejo o esta obra es de los hombres, se desvanecerá;
39 pero si es de Dios, no la podréis destruir; no sea que seáis tal vez hallados luchando contra Dios.
Y convinieron con él; y llamando a los apóstoles, después de azotarlos, les ordenaron que no hablasen en el nombre de Jesús, y los soltaron.
41 Y ellos partieron de delante del concilio, gozosos de haber sido tenidos por dignos de padecer afrenta por causa del Nombre.
42 Y todos los días, en el templo y por las casas, no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo.
Los Apóstoles escogen a siete para que les ayuden — Esteban es puesto a prueba ante el concilio.
En aquellos días, como crecía el número de los discípulos, hubo murmuración de los griegos contra los hebreos de que las viudas de aquellos eran desatendidas en la distribución diaria.
2 Así que los doce convocaron a la multitud de los discípulos y dijeron: No es justo que nosotros dejemos la palabra de Dios para servir las mesas.
3 Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes encarguemos esta tarea.
4 Y nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la palabra.
5 Y agradó la propuesta a toda la multitud; y eligieron a Esteban, varón lleno de fe y del Espíritu Santo, y a Felipe, y a Prócoro, y a Nicanor, y a Timón, y a Parmenas y a Nicolás, prosélito de Antioquía.
6 A estos presentaron ante los apóstoles, quienes, después de haber orado, les impusieron las manos.
7 Y crecía la palabra del Señor, y el número de los discípulos se multiplicaba mucho en Jerusalén; también muchos de los sacerdotes obedecían la fe.
8 Y Esteban, lleno de fe y de poder, hacía grandes prodigios y milagros entre el pueblo.
9 Entonces se levantaron algunos de la sinagoga llamada de los libertos, y los cireneos, y los alejandrinos, y de los de Cilicia y de Asia, y discutían con Esteban.
Pero no podían resistir a la sabiduría ni al Espíritu con que hablaba.
11 Entonces sobornaron a unos para que dijesen que le habían oído hablar palabras blasfemas contra Moisés y contra Dios.
12 Y agitaron al pueblo, y a los ancianos y a los escribas; y arremetiendo le arrebataron y le trajeron al concilio.
13 Y pusieron testigos falsos que decían: Este hombre no cesa de hablar palabras blasfemas contra este lugar santo y contra la ley;
14 porque le hemos oído decir que ese Jesús de Nazaret destruirá este lugar y cambiará las tradiciones que nos dio Moisés.
15 Entonces todos los que estaban sentados en el concilio, al fijar los ojos en él, vieron su rostro como el rostro de un ángel.
Esteban relata la historia de Israel y menciona a Moisés como prototipo de Cristo — Testifica de la apostasía de Israel — Ve a Jesús a la diestra de Dios — Rechazan el testimonio de Esteban y le apedrean hasta matarlo.
El sumo sacerdote dijo entonces: ¿Es esto así?
2 Y él dijo: Varones hermanos y padres, oíd: El Dios de la gloria se apareció a nuestro padre Abraham, estando en Mesopotamia, antes que morase en Harán,
3 y le dijo: Sal de tu tierra y de tu parentela, y ven a la tierra que yo te mostraré.
4 Entonces salió de la tierra de los caldeos y habitó en Harán; y de allí, muerto su padre, Dios le trajo a esta tierra, en la cual vosotros habitáis ahora.
5 Y no le dio herencia en ella, ni aun para asentar un pie, pero le prometió que se la daría en posesión a él y a su descendencia después de él, aunque no tenía hijo todavía.
6 Y le habló Dios así: Que su descendencia sería extranjera en tierra ajena, y que los reducirían a servidumbre y los maltratarían durante cuatrocientos años.
7 Pero yo juzgaré, dijo Dios, a la nación de la cual serán siervos; y después de esto saldrán y me servirán en este lugar.
8 Y le dio el convenio de la circuncisión; y así Abraham engendró a Isaac y lo circuncidó al octavo día; e Isaac a Jacob, y Jacob a los doce patriarcas.
9 Y los patriarcas, movidos por envidia, vendieron a José para Egipto; pero Dios estaba con él,
y le libró de todas sus tribulaciones, y le dio gracia y sabiduría delante de Faraón, rey de Egipto, que le puso como gobernador sobre Egipto y sobre toda su casa.
11 Vino entonces hambre en toda la tierra de Egipto y de Canaán, y gran tribulación; y nuestros padres no hallaban alimentos.
12 Y cuando oyó Jacob que había trigo en Egipto, envió a nuestros padres la primera vez.
13 Y en la segunda, José se dio a conocer a sus hermanos, y fue manifestado a Faraón el linaje de José.
14 Y enviando José, hizo venir a su padre Jacob y a toda su parentela, en número de setenta y cinco personas.
15 Así descendió Jacob a Egipto, donde murieron él y nuestros padres,
16 quienes fueron trasladados a Siquem y puestos en el sepulcro que Abraham había comprado a precio de dinero a los hijos de Hamor en Siquem.
17 Pero como se acercaba el tiempo de la promesa, la cual Dios había jurado a Abraham, el pueblo creció y se multiplicó en Egipto,
18 hasta que se levantó en Egipto otro rey que no conocía a José.
19 Este rey, usando de astucia con nuestro pueblo, maltrató a nuestros padres, a fin de que expusiesen a peligro de muerte a sus niños para que no viviesen.
En aquel mismo tiempo nació Moisés, y fue agradable a Dios; y fue criado tres meses en casa de su padre.
21 Y habiendo sido abandonado, la hija de Faraón lo recogió y lo crio como a hijo suyo.
22 Y fue instruido Moisés en toda la sabiduría de los egipcios, y era poderoso en sus palabras y hechos.
23 Y cuando hubo cumplido la edad de cuarenta años, le vino al corazón el deseo de visitar a sus hermanos, los hijos de Israel.
24 Y cuando vio a uno que era maltratado, lo defendió, e hiriendo al egipcio, vengó al injuriado.
25 Él pensaba que sus hermanos entendían que Dios les había de dar libertad por su mano, pero ellos no lo habían entendido así.
26 Y al día siguiente, riñendo unos de ellos, se les presentó e intentó ponerlos en paz, diciendo: Varones, hermanos sois, ¿por qué os maltratáis el uno al otro?
27 Entonces el que maltrataba a su prójimo le empujó, diciendo: ¿Quién te ha puesto por gobernante y juez sobre nosotros?
28 ¿Quieres tú matarme como mataste ayer al egipcio?
29 Al oír estas palabras, Moisés huyó y vivió como extranjero en la tierra de Madián, donde engendró dos hijos.
Y pasados cuarenta años, un ángel se le apareció en el desierto del monte Sinaí, en la llama de una zarza que ardía.
31 Entonces Moisés, mirando, se maravilló de la visión; y al acercarse para mirar, vino a él la voz del Señor:
32 Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abraham, y el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Mas Moisés, temblando, no osaba mirar.
33 Y le dijo el Señor: Quita el calzado de tus pies, porque el lugar en que estás es tierra santa.
34 Ciertamente he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído el gemido de ellos y he descendido para librarlos. Ahora, pues, ven, te enviaré a Egipto.
35 A este Moisés, a quien habían rechazado, diciendo: ¿Quién te ha puesto por gobernante y juez?, a este envió Dios como gobernante y libertador por mano del ángel que se le apareció en la zarza.
36 Este los sacó, habiendo hecho prodigios y milagros en la tierra de Egipto, y en el mar Rojo, y en el desierto durante cuarenta años.
37 Este es el Moisés que dijo a los hijos de Israel: Profeta como yo os levantará el Señor vuestro Dios de entre vuestros hermanos; a él oiréis.
38 Este es aquel Moisés que estuvo en la congregación en el desierto con el ángel que le hablaba en el monte Sinaí, y con nuestros padres, y que recibió palabras de vida para darnos;
39 a quien nuestros padres no quisieron obedecer, sino que le desecharon y volvieron su corazón a Egipto,
diciendo a Aarón: Haznos dioses que vayan delante de nosotros, porque a este Moisés que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos qué le habrá acontecido.
41 Y entonces hicieron un becerro, y ofrecieron sacrificio al ídolo y se regocijaron en las obras de sus manos.
42 Y Dios se apartó de ellos y los entregó para que sirviesen al ejército del cielo; como está escrito en el libro de los profetas:¿Acaso me ofrecisteis víctimas y sacrificiosen el desierto durante cuarenta años, oh casa de Israel?
43 Antes bien, llevasteis el tabernáculo de Molocy la estrella de vuestro dios Renfán,figuras que os hicisteis para adorarlas.Os haré llevar, pues, más allá de Babilonia.
44 Tuvieron nuestros padres el tabernáculo del testimonio en el desierto, como había ordenado Dios cuando dijo a Moisés que lo hiciese según el modelo que había visto.
45 El cual, habiéndolo recibido, introdujeron también nuestros padres con Josué al tomar posesión de la tierra de los gentiles, a quienes Dios expulsó de la presencia de nuestros padres hasta los días de David,
46 quien halló gracia delante de Dios y pidió hallar tabernáculo para el Dios de Jacob.
47 Pero Salomón le edificó casa.
48 Si bien el Altísimo no habita en templos hechos por mano, como dice el profeta:
49 El cielo es mi trono,y la tierra es el estrado de mis pies.¿Qué casa me edificaréis?, dice el Señor;¿o cuál es el lugar de mi reposo?
¿No hizo mi mano todas estas cosas?
51 ¡Duros de cerviz, e incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo; como vuestros padres, así también vosotros.
52 ¿A cuál de los profetas no persiguieron vuestros padres? Y mataron a los que anunciaron de antemano la venida del Justo, de quien ahora vosotros habéis sido entregadores y asesinos;
53 vosotros que recibisteis la ley por disposición de ángeles y no la guardasteis.
54 Y oyendo estas cosas, se enfurecían sus corazones y crujían los dientes contra él.
55 Pero Esteban, estando lleno del Espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús que estaba a la diestra de Dios,
56 y dijo: ¡He aquí, veo los cielos abiertos y al Hijo del Hombre que está a la diestra de Dios!
57 Entonces ellos, dando grandes voces, se taparon los oídos y arremetieron a una contra él;
58 y echándolo fuera de la ciudad, le apedrearon. Y los testigos pusieron sus ropas a los pies de un joven que se llamaba Saulo.
59 Y mientras apedreaban a Esteban, él invocaba y decía: Señor Jesús, recibe mi espíritu.
Y puesto de rodillas, clamó a gran voz: Señor, no les tengas en cuenta este pecado. Y habiendo dicho esto, durmió.
Saulo persigue a la Iglesia — Se describe el ministerio de Felipe en Samaria — Felipe efectúa milagros y bautiza a hombres y a mujeres — Pedro y Juan viajan a Samaria y confieren el don del Espíritu Santo por la imposición de manos — Simón busca comprar ese don y Pedro lo reprende — Felipe predica acerca de Cristo y bautiza a un eunuco etíope.
Y Saulo consentía en su muerte. Y en aquel día hubo una grande persecución contra la iglesia que estaba en Jerusalén; y todos fueron esparcidos por las tierras de Judea y de Samaria, salvo los apóstoles.
2 Y unos varones piadosos llevaron a enterrar a Esteban e hicieron gran llanto sobre él.
3 Entonces Saulo asolaba la iglesia; entrando en cada casa, arrastraba a hombres y a mujeres, y los entregaba en la cárcel.
4 Pero los que fueron esparcidos iban por todas partes anunciando la palabra.
5 Entonces Felipe, descendiendo a la ciudad de Samaria, les predicaba a Cristo.
6 Y las gentes, unánimes, escuchaban atentamente las cosas que decía Felipe, oyendo y viendo los milagros que hacía.
7 Porque de muchos que tenían espíritus inmundos, salían estos dando grandes voces; y muchos paralíticos y cojos eran sanados,
8 así que había gran gozo en aquella ciudad.
9 Y había un hombre llamado Simón, que antes había ejercido la hechicería en aquella ciudad y que había engañado a la gente de Samaria, diciéndose ser algún grande.
A este oían todos atentamente desde el más pequeño hasta el más grande, diciendo: Este es el gran poder de Dios.
11 Y le estaban atentos, porque con sus hechizos los había engañado desde hacía mucho tiempo.
12 Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres.
13 Y aun Simón mismo creyó, y después de bautizarse, seguía a Felipe; y al ver los milagros y las grandes maravillas que se hacían, estaba atónito.
14 Y cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había recibido la palabra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan,
15 quienes, habiendo venido, oraron por ellos para que recibiesen el Espíritu Santo
16 (porque aún no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que solamente habían sido bautizados en el nombre de Jesús).
17 Entonces les impusieron las manos, y recibieron el Espíritu Santo.
18 Y cuando vio Simón que por la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció dinero,
19 diciendo: Dadme también a mí este poder, para que cualquiera a quien yo imponga las manos reciba el Espíritu Santo.
Entonces Pedro le dijo: Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero.
21 No tienes tú parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto delante de Dios.
22 Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad y ruega a Dios, y quizá te sea perdonado el pensamiento de tu corazón;
23 porque en hiel de amargura y en cadenas de iniquidad veo que estás.
24 Respondiendo entonces Simón, dijo: Rogad vosotros por mí al Señor, para que ninguna cosa de estas que habéis dicho venga sobre mí.
25 Y ellos, habiendo testificado y hablado la palabra de Dios, volvieron a Jerusalén, y en muchas aldeas de los samaritanos anunciaron el evangelio.
26 Un ángel del Señor habló a Felipe, diciendo: Levántate y ve hacia el sur, por el camino que desciende de Jerusalén a Gaza, el cual es desierto.
27 Entonces él se levantó y fue; y he aquí que un etíope, eunuco, alto oficial de Candace, reina de los etíopes, el cual estaba sobre todos sus tesoros y había venido a Jerusalén para adorar,
28 volvía sentado en su carro, leyendo al profeta Isaías.
29 Y el Espíritu dijo a Felipe: Acércate y júntate a ese carro.
Y acudiendo Felipe, le oyó que leía al profeta Isaías y dijo: Pero, ¿entiendes lo que lees?
31 Y él dijo: ¿Y cómo podré si alguno no me enseña? Y rogó a Felipe que subiese y se sentase con él.
32 Y el pasaje de la Escritura que leía era este:Como oveja a la muerte fue llevado;y como cordero mudo delante del que lo trasquila,así no abrió su boca.
33 En su humillación no se le hizo justicia;mas su generación, ¿quién la contará?Porque su vida fue quitada de la tierra.
34 Y respondiendo el eunuco a Felipe, dijo: Te ruego que me digas: ¿de quién dice el profeta esto? ¿De sí mismo o de algún otro?
35 Entonces Felipe, abriendo su boca y comenzando desde esta Escritura, le anunció el evangelio de Jesús.
36 Y yendo por el camino, llegaron a cierta agua; y dijo el eunuco: He aquí agua; ¿qué impide que yo sea bautizado?
37 Y Felipe dijo: Si crees de todo corazón, bien puedes. Y respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios.
38 Y mandó parar el carro; y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y le bautizó.
39 Y cuando subieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe; y el eunuco no le vio más, y siguió gozoso su camino.
Pero Felipe se encontró en Azoto; y pasando, anunciaba el evangelio en todas las ciudades, hasta que llegó a Cesarea.
Jesús se aparece a Saulo — Saulo es un instrumento escogido — Ananías restaura la vista a Saulo — Saulo es bautizado e inicia su ministerio — Pedro sana a Eneas y levanta a Dorcas de la muerte.
Y Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, fue al sumo sacerdote
2 y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de que si hallaba algunos hombres o mujeres de este Camino, los trajese presos a Jerusalén.
3 Pero yendo por el camino, aconteció que, al llegar cerca de Damasco, súbitamente le rodeó un resplandor de luz del cielo;
4 y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?
5 Y él dijo: ¿Quién eres, Señor? Y el Señor dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón.
6 Él, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga? Y el Señor le dijo: Levántate y entra en la ciudad, y allí se te dirá lo que debes hacer.
7 Y los hombres que iban con Saulo se detuvieron atónitos, oyendo a la verdad la voz, pero sin ver a nadie.
8 Entonces Saulo se levantó del suelo y, abriendo los ojos, no veía a nadie; así que, llevándole de la mano, le trajeron a Damasco,
9 donde estuvo tres días sin ver, y no comió ni bebió.
Había entonces en Damasco un discípulo llamado Ananías, a quien el Señor dijo en visión: Ananías. Y él respondió: Heme aquí, Señor.
11 Y el Señor le dijo: Levántate, y ve a la calle que se llama Derecha y busca en casa de Judas a uno llamado Saulo, de Tarso; porque he aquí, él ora,
12 y ha visto en visión a un varón llamado Ananías que entra y le impone las manos para que recobre la vista.
13 Entonces Ananías respondió: Señor, he oído de muchos acerca de este hombre y de cuántos males ha hecho a tus santos en Jerusalén;
14 y aun aquí tiene autoridad de los principales sacerdotes para prender a todos los que invocan tu nombre.
15 Y le dijo el Señor: Ve, porque instrumento escogido me es este para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes y de los hijos de Israel;
16 porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre.
17 Ananías entonces fue y entró en la casa, e imponiéndole las manos, dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo.
18 Y de inmediato le cayeron de los ojos como escamas, y recobró al instante la vista; y levantándose, fue bautizado.
19 Y cuando hubo comido, fue fortalecido. Y estuvo Saulo por algunos días con los discípulos que estaban en Damasco.
Y enseguida predicaba a Cristo en las sinagogas, diciendo que este era el Hijo de Dios.
21 Y todos los que le oían estaban atónitos y decían: ¿No es este el que asolaba en Jerusalén a los que invocaban este nombre, y a eso vino acá, para llevarlos presos ante los principales sacerdotes?
22 Pero Saulo mucho más se fortalecía y confundía a los judíos que moraban en Damasco, demostrando que Jesús es el Cristo.
23 Y pasados muchos días, los judíos decidieron en consejo matarle;
24 pero sus asechanzas fueron conocidas por Saulo. Y ellos vigilaban las puertas de día y de noche para matarle.
25 Entonces los discípulos, tomándole de noche, le bajaron por el muro, descolgándole en una canasta.
26 Y cuando llegó a Jerusalén, intentaba reunirse con los discípulos; pero todos le tenían miedo, no creyendo que fuese discípulo.
27 Entonces Bernabé, tomándole, lo trajo a los apóstoles y les contó cómo Saulo había visto al Señor en el camino, que le había hablado, y cómo en Damasco había hablado osadamente en el nombre de Jesús.
28 Y entraba y salía con ellos en Jerusalén,
29 y hablaba osadamente en el nombre del Señor; y disputaba con los griegos, pero ellos procuraban matarle.
Cuando los hermanos lo supieron, le acompañaron hasta Cesarea y le enviaron a Tarso.
31 Las iglesias entonces tenían paz por toda Judea, Galilea y Samaria, y eran edificadas, andando en el temor del Señor; y con el consuelo del Espíritu Santo, se iban multiplicando.
32 Y aconteció que Pedro, viajando por todas partes, vino también a los santos que habitaban en Lida.
33 Y halló allí a uno que se llamaba Eneas, que hacía ocho años que estaba en cama, pues era paralítico.
34 Y le dijo Pedro: Eneas, Jesucristo te sana; levántate y haz tu cama. Y enseguida se levantó.
35 Y le vieron todos los que habitaban en Lida y en Sarón, quienes se convirtieron al Señor.
36 Había entonces en Jope una discípula llamada Tabita, que interpretado quiere decir Dorcas. Esta abundaba en buenas obras y en limosnas que hacía.
37 Y aconteció que en aquellos días enfermó y murió. Y después de haber lavado el cuerpo, lo pusieron en un aposento alto.
38 Y como Lida estaba cerca de Jope, los discípulos, oyendo que Pedro estaba allí, le enviaron dos hombres a rogarle: No tardes en venir a nosotros.
39 Entonces Pedro se levantó y fue con ellos; y cuando llegó, le llevaron a la sala, donde le rodearon todas las viudas, llorando y mostrando las túnicas y los vestidos que Dorcas había hecho cuando estaba con ellas.
Entonces, mandando fuera a todos, Pedro se puso de rodillas y oró; y volviéndose hacia el cuerpo, dijo: ¡Tabita, levántate! Y ella abrió los ojos y, al ver a Pedro, se incorporó.
41 Y él le dio la mano y la levantó; entonces, llamando a los santos y a las viudas, la presentó viva.
42 Esto fue notorio por toda Jope, y muchos creyeron en el Señor.
43 Y aconteció que Pedro se quedó muchos días en Jope en casa de un cierto Simón, curtidor.
Un ángel ministra a Cornelio — Se manda a Pedro en visión llevar el Evangelio a los gentiles — Se enseña el Evangelio por medio de testigos — El Espíritu Santo desciende sobre los gentiles.
Y había en Cesarea un varón llamado Cornelio, centurión de la compañía que se llamaba la Italiana,
2 devoto y temeroso de Dios con toda su casa, y que hacía muchas limosnas al pueblo y oraba a Dios siempre.
3 Este vio claramente en visión, como a la hora novena del día, que un ángel de Dios venía a él y le decía: ¡Cornelio!
4 Y él, mirándole fijamente y espantado, dijo: ¿Qué es, Señor? Y le dijo: Tus oraciones y tus limosnas han subido para memoria delante de Dios.
5 Envía, pues, ahora hombres a Jope y haz venir a Simón, el que tiene por sobrenombre Pedro.
6 Este se hospeda en casa de Simón, el curtidor, que tiene su casa junto al mar; él te dirá lo que debes hacer.
7 Después de que se fue el ángel que hablaba con Cornelio, este llamó a dos de sus criados y a un devoto soldado de los que le asistían,
8 a los que envió a Jope, después de habérselo contado todo.
9 Y al día siguiente, mientras ellos iban por el camino y se acercaban a la ciudad, Pedro subió a la azotea a orar, cerca de la hora sexta;
y aconteció que le vino mucha hambre, y quiso comer; pero mientras le preparaban algo, le sobrevino un éxtasis.
11 Y vio el cielo abierto, y que descendía algo como un gran lienzo que, atado de los cuatro cabos, era bajado a la tierra,
12 en el cual había de todos los cuadrúpedos de la tierra, y reptiles y aves del cielo.
13 Y le vino una voz: Levántate, Pedro, mata y come.
14 Entonces Pedro dijo: Señor, no; porque ninguna cosa común o inmunda he comido jamás.
15 Y volvió la voz a él la segunda vez: Lo que Dios ha limpiado, no lo llames tú común.
16 Y esto ocurrió tres veces; y el lienzo volvió a ser recogido en el cielo.
17 Y mientras Pedro dudaba dentro de sí, preguntándose qué sería la visión que había visto, he aquí, los hombres que habían sido enviados por Cornelio, habiendo preguntando por la casa de Simón, llegaron a la puerta.
18 Y llamando, preguntaron si Simón, que tenía por sobrenombre Pedro, se hospedaba allí.
19 Y mientras Pedro pensaba en la visión, le dijo el Espíritu: He aquí, tres hombres te buscan.
Levántate, pues, y desciende y no dudes en ir con ellos, porque yo los he enviado.
21 Entonces Pedro, descendiendo a donde estaban los hombres que fueron enviados por Cornelio, dijo: Heme aquí, yo soy el que buscáis. ¿Cuál es la causa por la que habéis venido?
22 Y ellos dijeron: Cornelio, el centurión, varón justo y temeroso de Dios, y que goza de buena fama entre toda la nación de los judíos, ha recibido aviso de un santo ángel de hacerte venir a su casa y oír tus palabras.
23 Entonces, haciéndolos pasar, los hospedó. Y al día siguiente, levantándose, se fue con ellos; y le acompañaron algunos de los hermanos de Jope.
24 Y al otro día entraron en Cesarea. Y Cornelio los estaba esperando, habiendo llamado a sus parientes y a los amigos más íntimos.
25 Y cuando Pedro entró, salió Cornelio a recibirle; y postrándose a sus pies, le adoró.
26 Pero Pedro le levantó, diciendo: ¡Levántate! Yo mismo también soy hombre.
27 Y hablando con él, entró y halló a muchos que se habían reunido.
28 Y les dijo: Vosotros sabéis que está prohibido para un varón judío juntarse con un extranjero o acercarse a él, pero Dios me ha mostrado que a ningún hombre llame común o inmundo;
29 por lo cual, al ser llamado, he venido sin poner ninguna objeción. Así que pregunto: ¿Por qué causa me habéis hecho venir?
Entonces Cornelio dijo: Hace cuatro días que a esta hora yo estaba ayunando; y a la hora novena, mientras oraba en mi casa, he aquí, un varón con vestiduras resplandecientes se puso delante de mí.
31 Y dijo: Cornelio, tu oración ha sido oída, y tus limosnas han sido recordadas delante de Dios.
32 Envía, pues, a Jope y haz venir a Simón, el que tiene por sobrenombre Pedro; este se hospeda en casa de Simón, el curtidor, junto al mar, quien, cuando venga, te hablará.
33 Así que, enseguida envié por ti; y tú has hecho bien en venir. Ahora, pues, todos nosotros estamos aquí en la presencia de Dios, para oír todo lo que Dios te ha mandado.
34 Entonces Pedro, abriendo la boca, dijo: En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas,
35 sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace lo justo.
36 Dios envió la palabra a los hijos de Israel, anunciando el evangelio de la paz por medio de Jesucristo; este es el Señor de todos.
37 Vosotros sabéis lo que se divulgó por toda Judea, comenzando desde Galilea, después del bautismo que predicó Juan,
38 en cuanto a Jesús de Nazaret: cómo le ungió Dios con el Espíritu Santo y con poder, y cómo anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.
39 Y nosotros somos testigos de todas las cosas que Jesús hizo en la tierra de Judea y en Jerusalén, a quien mataron, colgándole en un madero.
A este levantó Dios al tercer día e hizo que se apareciese,
41 no a todo el pueblo, sino a los testigos que Dios había escogido de antemano, a nosotros que comimos y bebimos con él después que resucitó de entre los muertos.
42 Y nos mandó que predicásemos al pueblo y testificásemos que él es el que Dios ha puesto por Juez de los vivos y de los muertos.
43 De él dan testimonio todos los profetas, de que todos los que crean en él recibirán perdón de pecados por su nombre.
44 Mientras aún hablaba Pedro estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían el mensaje.
45 Y los fieles de la circuncisión que habían venido con Pedro se quedaron atónitos de que también sobre los gentiles se derramase el don del Espíritu Santo,
46 porque los oían que hablaban en lenguas y que magnificaban a Dios.
47 Entonces respondió Pedro: ¿Acaso puede alguno impedir el agua, para que no sean bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo también como nosotros?
48 Y les mandó que fueran bautizados en el nombre del Señor Jesús. Entonces le rogaron que se quedase por algunos días.
Dios concede a los gentiles el don del arrepentimiento — Los discípulos son llamados cristianos por primera vez en Antioquía — La Iglesia es guiada por revelación.
Y oyeron los apóstoles y los hermanos que estaban en Judea que también los gentiles habían recibido la palabra de Dios.
2 Y cuando Pedro subió a Jerusalén, contendían con él los que eran de la circuncisión,
3 diciendo: ¿Por qué has entrado en casa de hombres incircuncisos y has comido con ellos?
4 Entonces, Pedro comenzó a contarles por orden lo que había sucedido, diciendo:
5 Estaba yo en la ciudad de Jope orando, y vi en éxtasis una visión: algo, como un gran lienzo, que descendía, que por los cuatro cabos era bajado del cielo y venía hasta mí.
6 Cuando fijé en él los ojos, observé y vi cuadrúpedos terrestres, y fieras, y reptiles y aves del cielo.
7 Y oí una voz que me decía: Levántate, Pedro, mata y come.
8 Y dije: Señor, no; porque ninguna cosa común o inmunda entró jamás en mi boca.
9 Entonces la voz me respondió del cielo por segunda vez: Lo que Dios ha limpiado, no lo llames tú común.
Y esto sucedió tres veces, y volvió todo a ser llevado arriba al cielo.
11 Y he aquí, enseguida llegaron tres hombres a la casa donde yo estaba, enviados a mí desde Cesarea.
12 Y el Espíritu me dijo que fuese con ellos sin dudar. Y fueron también conmigo estos seis hermanos, y entramos en casa de un varón.
13 Él nos contó cómo había visto en su casa un ángel que, puesto de pie, le dijo: Envía hombres a Jope y haz venir a Simón, el que tiene por sobrenombre Pedro,
14 quien te hablará palabras por las cuales serás salvo tú y toda tu casa.
15 Y cuando comencé a hablar, cayó el Espíritu Santo sobre ellos también, como sobre nosotros al principio.
16 Entonces me acordé de lo que había dicho el Señor cuando dijo: Juan ciertamente bautizó en agua, pero vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo.
17 Así que, si Dios les dio también el mismo don que a nosotros que hemos creído en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo para oponer resistencia a Dios?
18 Entonces, oídas estas cosas, callaron y glorificaron a Dios, diciendo: ¡De manera que también a los gentiles ha dado Dios arrepentimiento para vida!
19 Ahora bien, los que habían sido esparcidos a causa de la tribulación que sobrevino en tiempos de Esteban viajaron hasta Fenicia, y Chipre y Antioquía, no hablando a nadie la palabra, sino solo a los judíos.
Y de ellos había unos varones chipriotas y cirenenses, quienes, cuando entraron en Antioquía, hablaron también a los griegos, anunciando el evangelio del Señor Jesús.
21 Y la mano del Señor estaba con ellos, y un gran número creyó y se convirtió al Señor.
22 Y llegó la noticia de estas cosas a oídos de la iglesia que estaba en Jerusalén; y enviaron a Bernabé para que fuese hasta Antioquía,
23 quien, cuando llegó y vio la gracia de Dios, se regocijó y exhortó a todos a que con propósito de corazón permaneciesen firmes en el Señor.
24 Porque Bernabé era un hombre bueno, y lleno del Espíritu Santo y de fe; y una gran multitud fue agregada al Señor.
25 Después partió Bernabé hacia Tarso para buscar a Saulo; y cuando le halló, le llevó a Antioquía.
26 Y se reunieron todo un año allí con la iglesia y enseñaron a mucha gente; y los discípulos fueron llamados cristianos por primera vez en Antioquía.
27 Y en aquellos días descendieron unos profetas de Jerusalén a Antioquía.
28 Y levantándose uno de ellos, llamado Agabo, daba a entender por el Espíritu que iba a haber una gran hambre en toda la tierra habitada, la cual ocurrió en tiempos de Claudio.
29 Entonces los discípulos, cada uno conforme a lo que tenía, determinaron enviar un socorro a los hermanos que habitaban en Judea;
lo cual asimismo hicieron, enviándolo a los ancianos por mano de Bernabé y de Saulo.
Se describe el martirio de Santiago — Un ángel libera a Pedro de la cárcel — El Señor le quita la vida a Herodes con una enfermedad — La Iglesia crece.
Y en aquel mismo tiempo el rey Herodes echó mano a algunos de la iglesia para maltratarlos.
2 Y mató a espada a Jacobo, hermano de Juan.
3 Y viendo que esto había agradado a los judíos, procedió a prender también a Pedro. Eran entonces los días de los panes sin levadura.
4 Y habiéndole tomado preso, le puso en la cárcel, entregándole a cuatro grupos de cuatro soldados cada uno, para que le vigilasen, queriendo mostrarle al pueblo después de la Pascua.
5 Así que Pedro estaba custodiado en la cárcel, pero la iglesia hacía sin cesar oración a Dios por él.
6 Y cuando Herodes le iba a sacar, aquella misma noche estaba Pedro durmiendo entre dos soldados, sujeto con dos cadenas, y los guardias delante de la puerta custodiaban la cárcel.
7 Y he aquí, se apareció un ángel del Señor, y una luz resplandeció en la cárcel; y tocando a Pedro en el costado, le despertó, diciendo: Levántate pronto. Y las cadenas se le cayeron de las manos.
8 Y le dijo el ángel: Cíñete y átate las sandalias. Y lo hizo así. Y le dijo: Envuélvete en tu manto y sígueme.
9 Y saliendo, le seguía, sin saber si era verdad lo que hacía el ángel; más bien pensaba que veía una visión.
Y habiendo pasado la primera y la segunda guardia, llegaron a la puerta de hierro que daba a la ciudad, la cual se les abrió por sí sola; y habiendo salido, pasaron una calle, y enseguida el ángel se apartó de él.
11 Entonces Pedro, volviendo en sí, dijo: Ahora entiendo verdaderamente que el Señor ha enviado su ángel y me ha librado de la mano de Herodes y de todo lo que el pueblo de los judíos esperaba.
12 Y habiendo considerado esto, llegó a casa de María, la madre de Juan, el que tenía por sobrenombre Marcos, donde muchos estaban reunidos orando.
13 Y cuando Pedro llamó a la puerta del patio, salió a escuchar una muchacha llamada Rode,
14 la que, cuando reconoció la voz de Pedro, de gozo no abrió la puerta, sino corriendo adentro, dio la nueva de que Pedro estaba a la puerta.
15 Y ellos le dijeron: ¡Estás loca! Pero ella afirmaba que así era. Entonces ellos decían: ¡Es su ángel!
16 Pero Pedro persistía en llamar; y cuando abrieron y le vieron, se quedaron atónitos.
17 Pero él, haciéndoles con la mano señal de que callasen, les contó cómo el Señor le había sacado de la cárcel. Y dijo: Haced saber esto a Jacobo y a los hermanos. Y salió y se fue a otro lugar.
18 Luego que fue de día, hubo no poco alboroto entre los soldados sobre qué había sido de Pedro.
19 Y Herodes, habiéndole buscado sin hallarle, después de interrogar a los guardias, los mandó ejecutar. Después, descendiendo de Judea a Cesarea, se quedó allí.
Y Herodes estaba enojado con los de Tiro y los de Sidón; pero ellos, de común acuerdo, vinieron a él, y habiendo sobornado a Blasto, que era el camarero del rey, pidieron paz, porque las tierras de ellos eran abastecidas por las del rey.
21 Y un día señalado, Herodes, vestido de ropa real, se sentó en el tribunal y los arengó.
22 Y el pueblo aclamaba: Voz de un dios, y no de hombre.
23 Y al instante un ángel del Señor le hirió, por cuanto no dio la gloria a Dios; y expiró comido de gusanos.
24 Y la palabra del Señor crecía y se multiplicaba.
25 Y Bernabé y Saulo volvieron de Jerusalén, habiendo cumplido su servicio, llevando también consigo a Juan, el que tenía por sobrenombre Marcos.
Se llama a Saulo y a Bernabé al servicio misional — Saulo, ahora llamado Pablo, maldice a un hechicero — Cristo es descendiente de David — Pablo ofrece el Evangelio primero a Israel y luego a los gentiles.
Había entonces en la iglesia que estaba en Antioquía profetas y maestros: Bernabé; y Simón, el que se llamaba Niger y Lucio cireneo; y Manaén, que se había criado con Herodes, el tetrarca, y Saulo.
2 Ministrando, pues, estos al Señor y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a la que los he llamado.
3 Entonces, habiendo ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron.
4 Y ellos, enviados así por el Espíritu Santo, descendieron a Seleucia, y de allí navegaron a Chipre.
5 Y después de haber llegado a Salamina, anunciaban la palabra de Dios en las sinagogas de los judíos; y tenían también a Juan como ayudante.
6 Y habiendo atravesado toda la isla hasta Pafos, hallaron a cierto hechicero, falso profeta, judío, llamado Barjesús,
7 que estaba con el procónsul Sergio Paulo, varón prudente. Este, llamando a Bernabé y a Saulo, deseaba oír la palabra de Dios.
8 Pero los resistía Elimas, el encantador (pues así se interpreta su nombre), procurando apartar de la fe al procónsul.
9 Entonces Saulo, que también es Pablo, lleno del Espíritu Santo, fijando en él los ojos,
le dijo: Oh, lleno de todo engaño y de toda maldad, hijo del diablo, enemigo de toda justicia, ¿no cesarás de trastornar los caminos rectos del Señor?
11 Ahora, pues, he aquí la mano del Señor está contra ti, y te quedarás ciego y no verás el sol por algún tiempo. Y de inmediato cayeron en él oscuridad y tinieblas; y andando alrededor, buscaba quien le condujese de la mano.
12 Entonces el procónsul, viendo lo que había sucedido, creyó, maravillado de la doctrina del Señor.
13 Y habiendo zarpado de Pafos, Pablo y sus compañeros arribaron a Perge de Panfilia; entonces Juan, separándose de ellos, volvió a Jerusalén.
14 Y ellos, pasando de Perge, llegaron a Antioquía de Pisidia, y entraron en la sinagoga un día de reposo y se sentaron.
15 Y después de la lectura de la ley y de los profetas, los principales de la sinagoga mandaron a decirles: Varones hermanos, si tenéis alguna palabra de exhortación para el pueblo, hablad.
16 Entonces Pablo se levantó y, habiendo hecho señal de silencio con la mano, dijo: Varones israelitas y los que teméis a Dios, oíd:
17 El Dios de este pueblo de Israel escogió a nuestros padres y enalteció al pueblo, siendo ellos extranjeros en la tierra de Egipto, y con brazo levantado los sacó de ella.
18 Y por un tiempo como de cuarenta años soportó sus costumbres en el desierto;
19 habiendo destruido siete naciones en la tierra de Canaán, les dio en herencia la tierra de ellas.
Y después, como por cuatrocientos cincuenta años, les dio jueces hasta el profeta Samuel.
21 Y entonces pidieron rey, y Dios les dio a Saúl hijo de Cis, varón de la tribu de Benjamín, durante cuarenta años.
22 Y después de haber quitado a este, les levantó por rey a David, de quien dio también testimonio, diciendo: He hallado a David hijo de Isaí, varón conforme a mi corazón, quien hará todo lo que yo quiero.
23 De la descendencia de este, Dios, conforme a la promesa, levantó a Jesús por Salvador a Israel.
24 Antes de su venida, Juan predicó el bautismo de arrepentimiento a todo el pueblo de Israel.
25 Mas cuando Juan terminaba su carrera, dijo: ¿Quién pensáis que soy? Yo no soy él; pero he aquí, viene tras mí uno cuyo calzado de los pies no soy digno de desatar.
26 Varones hermanos, hijos del linaje de Abraham y los que entre vosotros teméis a Dios, a vosotros es enviada la palabra de esta salvación.
27 Porque los que habitan en Jerusalén y sus gobernantes, no reconociendo a Jesús ni las voces de los profetas que se leen todos los días de reposo, las cumplieron al condenarle.
28 Y sin hallar en él causa de muerte, pidieron a Pilato que le matase.
29 Y habiendo cumplido todas las cosas que de él estaban escritas, lo bajaron del madero y lo pusieron en el sepulcro.
Pero Dios le levantó de entre los muertos.
31 Y lo vieron durante muchos días los que habían subido juntamente con él de Galilea a Jerusalén, quienes ahora son sus testigos ante el pueblo.
32 Y nosotros también os anunciamos el evangelio de aquella promesa que fue hecha a los padres,
33 la cual Dios nos ha cumplido a nosotros, los hijos de ellos, resucitando a Jesús, como también está escrito en el salmo segundo: Mi hijo eres tú; yo te he engendrado hoy.
34 Y con respecto a que le levantó de entre los muertos para nunca más volver a corrupción, lo dijo así: Os daré las misericordias fieles de David.
35 Por eso dice también en otro lugar: No permitirás que tu Santo vea corrupción.
36 Porque a la verdad David, habiendo servido a su propia generación según la voluntad de Dios, durmió, y fue reunido con sus padres y vio corrupción.
37 Pero aquel a quien Dios levantó no vio corrupción.
38 Sabed, pues, esto, varones hermanos: que por medio de él se os anuncia la remisión de pecados,
39 y de todo lo que por la ley de Moisés no pudisteis ser justificados, en él es justificado todo aquel que cree.
Mirad, pues, que no venga sobre vosotros lo que está dicho en los profetas:
41 Mirad, oh menospreciadores, asombraos y pereced;porque yo hago una obra en vuestros días,obra que no creeréis si alguien os la contare.
42 Y al salir ellos de la sinagoga de los judíos, los gentiles les rogaron que el siguiente día de reposo les hablasen de estas cosas.
43 Y despedida la congregación, muchos de los judíos y de los prosélitos devotos siguieron a Pablo y a Bernabé, quienes, hablándoles, los persuadían a perseverar en la gracia de Dios.
44 Y el siguiente día de reposo, se reunió casi toda la ciudad para oír la palabra de Dios.
45 Pero los judíos, al ver la multitud, se llenaron de celos y refutaban lo que Pablo decía, contradiciendo y blasfemando.
46 Entonces Pablo y Bernabé osadamente dijeron: A vosotros a la verdad era menester que se os hablase primero la palabra de Dios; pero puesto que la desecháis y no os juzgáis dignos de la vida eterna, he aquí, nos volvemos a los gentiles.
47 Porque así nos ha mandado el Señor, diciendo:Te he puesto para luz de los gentiles,a fin de que seas salvación hasta los confines de la tierra.
48 Y los gentiles, oyendo esto, se regocijaban y glorificaban la palabra del Señor, y creyeron todos los que estaban ordenados para vida eterna.
49 Y la palabra del Señor se difundía por toda aquella provincia.
Pero los judíos instigaron a mujeres piadosas y distinguidas, y a los principales de la ciudad, y levantaron persecución contra Pablo y Bernabé, y los expulsaron de sus límites.
51 Estos, entonces, sacudiendo contra ellos el polvo de sus pies, se fueron a Iconio.
52 Y los discípulos estaban llenos de gozo y del Espíritu Santo.
La persecución acompaña a la difusión del Evangelio — Pablo sana a un hombre cojo; Pablo y Bernabé son aclamados como dioses — Pablo, tras ser apedreado y ser reanimado, predica — Se ordenan élderes.
Y aconteció en Iconio que entraron juntos en la sinagoga de los judíos, y hablaron de tal manera que creyó una gran multitud de judíos y asimismo de griegos.
2 Pero los judíos que no creían incitaron y alteraron los ánimos de los gentiles contra los hermanos.
3 Con todo eso, se detuvieron allí mucho tiempo, hablando con osadía acerca del Señor, el cual daba testimonio de la palabra de su gracia, concediendo que se hiciesen señales y milagros por las manos de ellos.
4 Y la gente de la ciudad estaba dividida: unos estaban con los judíos, y otros, con los apóstoles.
5 Pero los judíos y los gentiles, juntamente con sus gobernantes, tramaron un atentado para afrentarlos y apedrearlos;
6 y ellos, al darse cuenta de eso, huyeron a Listra y Derbe, ciudades de Licaonia, y a toda la tierra de los alrededores.
7 Y allí predicaban el evangelio.
8 Y cierto hombre de Listra estaba sentado, imposibilitado de los pies, cojo desde el vientre de su madre, y nunca había andado.
9 Este oyó hablar a Pablo, el que, cuando fijó los ojos en él y vio que tenía fe para ser sanado,
dijo a gran voz: ¡Levántate derecho sobre tus pies! Y él saltó y anduvo.
11 Entonces la gente, al ver lo que Pablo había hecho, alzó la voz, diciendo en lengua licaónica: ¡Dioses semejantes a hombres han descendido a nosotros!
12 Y a Bernabé llamaban Júpiter, y a Pablo, Mercurio, porque este era el que llevaba la palabra.
13 Y el sacerdote de Júpiter, cuyo templo estaba delante de la ciudad de ellos, trajo toros y guirnaldas delante de las puertas, y juntamente con la muchedumbre, quería ofrecer sacrificios.
14 Y cuando lo oyeron los apóstoles Bernabé y Pablo, rasgaron sus ropas y se lanzaron entre el gentío, dando voces,
15 diciendo: Varones, ¿por qué hacéis esto? Nosotros también somos hombres semejantes a vosotros, que os anunciamos que de estas vanidades os convirtáis al Dios vivo, que hizo el cielo y la tierra, y el mar y todo lo que en ellos hay.
16 En las edades pasadas, él ha dejado a todas las naciones andar por sus propios caminos;
17 si bien no se dejó a sí mismo sin testimonio, haciendo bien, dándonos lluvias del cielo y tiempos fructíferos, llenando de sustento y de alegría nuestros corazones.
18 Y aun diciendo estas cosas, apenas apaciguaron al pueblo para que no les ofreciesen sacrificio.
19 Entonces vinieron unos judíos de Antioquía y de Iconio que persuadieron a la multitud, y habiendo apedreado a Pablo, le sacaron fuera de la ciudad, pensando que estaba muerto.
Pero al rodearle los discípulos, se levantó y entró en la ciudad; y un día después, partió con Bernabé a Derbe.
21 Y después que hubieron anunciado el evangelio en aquella ciudad, y tras haber enseñado a muchos, volvieron a Listra, y a Iconio y a Antioquía,
22 fortaleciendo los ánimos de los discípulos, exhortándoles a que permaneciesen en la fe y diciéndoles: Es menester que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios.
23 Y habiéndoles constituido ancianos en cada una de las iglesias, y habiendo orado con ayunos, los encomendaron al Señor en quien habían creído.
24 Y pasando por Pisidia, vinieron a Panfilia.
25 Y habiendo predicado la palabra en Perge, descendieron a Atalía;
26 y de allí navegaron a Antioquía, donde habían sido encomendados a la gracia de Dios para la obra que habían cumplido.
27 Y habiendo llegado, reunieron a la iglesia y relataron cuán grandes cosas había hecho Dios con ellos, y cómo había abierto a los gentiles la puerta de la fe.
28 Y se quedaron allí mucho tiempo con los discípulos.
Surge una gran disensión en Antioquía con respecto a la circuncisión — En Jerusalén, los apóstoles deciden sobre el asunto — Pablo escoge a Silas como su compañero.
Entonces algunos que venían de Judea enseñaban a los hermanos: Si no os circuncidáis conforme al rito de Moisés, no podéis ser salvos.
2 Puesto que surgió una disensión y contienda no pequeña de Pablo y Bernabé con ellos, se dispuso que Pablo y Bernabé y algunos otros de ellos subiesen a Jerusalén, a los apóstoles y a los ancianos, para tratar esta cuestión.
3 Ellos, pues, habiendo sido enviados por la iglesia, pasaron por Fenicia y Samaria, contando acerca de la conversión de los gentiles; y causaban gran gozo a todos los hermanos.
4 Y al llegar a Jerusalén, fueron recibidos por la iglesia, y por los apóstoles y por los ancianos; y refirieron todas las cosas que Dios había hecho con ellos.
5 Pero algunos de la secta de los fariseos, que habían creído, se levantaron, diciendo: Es menester circuncidarlos y mandarles que guarden la ley de Moisés.
6 Entonces se reunieron los apóstoles y los ancianos para examinar este asunto.
7 Y tras mucha discusión, Pedro se levantó y les dijo: Varones hermanos, vosotros sabéis que hace ya algún tiempo Dios escogió que los gentiles oyesen por mi boca la palabra del evangelio y creyesen.
8 Y Dios, que conoce los corazones, les dio testimonio, dándoles el Espíritu Santo igual que a nosotros;
9 y ninguna diferencia hizo entre nosotros y ellos, purificando por la fe sus corazones.
Ahora, pues, ¿por qué tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos un yugo, que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar?
11 Antes bien, creemos que por la gracia del Señor Jesús seremos salvos, al igual que ellos.
12 Entonces toda la multitud calló, y oyeron a Bernabé y a Pablo, que contaban cuán grandes maravillas y señales había hecho Dios por medio de ellos entre los gentiles.
13 Y después que hubieron callado, Jacobo respondió, diciendo: Varones hermanos, oídme:
14 Simón ha contado cómo Dios visitó por primera vez a los gentiles, para tomar de ellos pueblo para su nombre;
15 y con esto concuerdan las palabras de los profetas, como está escrito:
16 Después de esto volveréy reedificaré la habitación de David, que estaba caída;y repararé sus ruinasy la volveré a levantar,
17 para que el resto de los hombres busque al Señor,y también todos los gentiles, sobre los que es invocado mi nombre,dice el Señor, que hace todas estas cosas.
18 Conocidas son a Dios todas sus obras desde la fundación del mundo.
19 Por lo cual, yo juzgo que no se inquiete a los gentiles que se convierten a Dios,
sino que se les escriba que se abstengan de las contaminaciones de los ídolos, y de fornicación, y de lo estrangulado y de sangre.
21 Porque Moisés desde los tiempos antiguos tiene en cada ciudad quien le predique en las sinagogas, donde es leído cada día de reposo.
22 Entonces pareció bien a los apóstoles y a los ancianos, con toda la iglesia, elegir de entre ellos a algunos varones y enviarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé: a Judas, que tenía por sobrenombre Barsabás, y a Silas, varones principales entre los hermanos;
23 y escribir por conducto de ellos: Los apóstoles, y los ancianos y los hermanos, a los hermanos de entre los gentiles que están en Antioquía, y en Siria y en Cilicia, salud.
24 Por cuanto hemos oído que algunos que han salido de nosotros, a los que no dimos orden, os han inquietado con palabras, perturbando vuestras almas, mandando circuncidaros y guardar la ley,
25 nos ha parecido bien, habiendo llegado a un acuerdo, elegir varones y enviarlos a vosotros con nuestros amados Bernabé y Pablo,
26 hombres que han expuesto su vida por el nombre de nuestro Señor Jesucristo.
27 Así que, enviamos a Judas y a Silas, quienes también de palabra os harán saber lo mismo.
28 Porque ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros, no imponeros ninguna carga más que estas cosas necesarias:
29 que os abstengáis de lo sacrificado a ídolos, y de sangre, y de lo estrangulado y de fornicación; de tales cosas si os guardáis, bien haréis. Pasadlo bien.
Ellos, pues, después de ser enviados, descendieron a Antioquía; y reuniendo a la multitud, entregaron la carta.
31 La cual, cuando la leyeron, se regocijaron por el consuelo recibido.
32 Y Judas y Silas, como ellos también eran profetas, exhortaron y fortalecieron a los hermanos con abundancia de palabras.
33 Y después de haber pasado allí algún tiempo, fueron despedidos en paz por los hermanos, para volver a los apóstoles.
34 Pero a Silas le pareció bien el quedarse allí.
35 Y Pablo y Bernabé se quedaron en Antioquía, enseñando la palabra del Señor y anunciando el evangelio con muchos otros.
36 Y después de algunos días, Pablo dijo a Bernabé: Volvamos a visitar a los hermanos en todas las ciudades en las cuales hemos anunciado la palabra del Señor, para ver cómo están.
37 Y Bernabé quería que llevasen consigo a Juan, el que tenía por sobrenombre Marcos;
38 pero a Pablo no le parecía bien llevar consigo al que se había separado de ellos desde Panfilia y no había ido con ellos a la obra.
39 Y hubo tal desacuerdo entre ellos que se apartaron el uno del otro; y Bernabé, tomando a Marcos, navegó a Chipre.
Y Pablo, escogiendo a Silas, partió encomendado por los hermanos a la gracia del Señor.
41 Y anduvo por Siria y Cilicia, confirmando a las iglesias.
Mediante una visión, se indica a Pablo que predique en Macedonia — Saca de una mujer a un espíritu maligno — Pablo y Silas son encarcelados y convierten al carcelero — Los dos instan a todos a creer en el Señor Jesús y a ser salvos.
Después llegó a Derbe y a Listra; y he aquí, había allí cierto discípulo llamado Timoteo, hijo de una mujer judía creyente, pero de padre griego.
2 Y daban buen testimonio de él los hermanos que estaban en Listra y en Iconio.
3 Quiso Pablo que este fuese con él; y tomándole, le circuncidó por causa de los judíos que había en aquellos lugares, porque todos sabían que su padre era griego.
4 Y cuando pasaban por las ciudades, les entregaban los decretos que habían sido determinados por los apóstoles y los ancianos que estaban en Jerusalén, para que los observasen.
5 Así que las iglesias eran confirmadas en la fe y aumentaban en número cada día.
6 Y atravesando a Frigia y la provincia de Galacia, les fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia.
7 Y cuando llegaron a Misia, intentaron ir a Bitinia; pero el Espíritu no se lo permitió.
8 Entonces pasando junto a Misia, descendieron a Troas.
9 Y de noche se le mostró a Pablo una visión: Un varón macedonio estaba de pie, rogándole y diciendo: Pasa a Macedonia y ayúdanos.
Y después que vio la visión, enseguida procuramos partir hacia Macedonia, dando por cierto que Dios nos llamaba para que les anunciásemos el evangelio.
11 Zarpando, pues, de Troas, navegamos directamente a Samotracia, y el día siguiente a Neápolis;
12 y de allí a Filipos, que es la ciudad principal de esa parte de Macedonia y una colonia; y estuvimos en aquella ciudad algunos días.
13 Y un día de reposo salimos fuera de la puerta, junto al río, donde se solía orar; y sentándonos, hablamos a las mujeres que se habían reunido.
14 Entonces una mujer llamada Lidia, que vendía púrpura, de la ciudad de Tiatira, y que adoraba a Dios, estaba oyendo; y el Señor le abrió el corazón para que estuviese atenta a lo que Pablo decía.
15 Y cuando fue bautizada, junto con su familia, nos rogó, diciendo: Si habéis juzgado que yo sea fiel al Señor, entrad en mi casa y quedaos; y nos persuadió.
16 Y aconteció que, yendo nosotros al lugar de oración, nos salió al encuentro una muchacha que tenía espíritu de adivinación, la que daba gran ganancia a sus amos, adivinando.
17 Esta, siguiendo a Pablo y a nosotros, daba voces, diciendo: ¡Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, quienes os anuncian el camino de salvación!
18 Y hacía esto durante muchos días, hasta que, desagradando a Pablo, este se volvió y dijo al espíritu: ¡Te mando en el nombre de Jesucristo que salgas de ella! Y salió en aquella misma hora.
19 Pero viendo sus amos que había salido la esperanza de su ganancia, prendieron a Pablo y a Silas, y los llevaron al foro, ante las autoridades;
los presentaron ante los magistrados y dijeron: Estos hombres, siendo judíos, alborotan nuestra ciudad
21 y enseñan costumbres que no nos es lícito recibir ni hacer, pues somos romanos.
22 Entonces se agolpó el pueblo contra ellos; y los magistrados, rasgándoles sus ropas, les mandaron azotar con varas.
23 Y después que los hubieron herido con muchos azotes, los echaron en la cárcel, mandando al carcelero que los vigilase con diligencia.
24 El que, al recibir este mandato, los metió en el calabozo de más adentro y les aseguró los pies en el cepo.
25 Pero a medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios; y los que estaban presos los oían.
26 Entonces sobrevino de repente un gran terremoto, de tal manera que los cimientos de la cárcel se sacudieron; y al instante todas las puertas se abrieron, y las cadenas de todos se soltaron.
27 Y al despertar el carcelero y ver abiertas las puertas de la cárcel, sacó su espada y se quería matar, pensando que los presos habían huido.
28 Pero Pablo clamó a gran voz, diciendo: No te hagas ningún mal, porque todos estamos aquí.
29 Él entonces, pidiendo luz, entró precipitadamente, y temblando, se postró a los pies de Pablo y de Silas;
y los sacó fuera y les dijo: Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?
31 Y ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo tú y tu casa.
32 Y le hablaron la palabra del Señor, a él y a todos los que estaban en su casa.
33 Él, tomándolos en aquella misma hora de la noche, les lavó las heridas de los azotes; y se bautizó enseguida, él y todos los suyos.
34 Y llevándolos a su casa, les puso la mesa; y se regocijó de que con toda su casa había creído en Dios.
35 Y cuando fue de día, los magistrados enviaron alguaciles a decir: Deja ir a esos hombres.
36 Y el carcelero hizo saber estas palabras a Pablo: Los magistrados han enviado a decir que se os suelte; así que ahora salid e id en paz.
37 Pero Pablo les dijo: Después de azotarnos públicamente sin ser condenados, siendo ciudadanos romanos, nos echaron en la cárcel, ¿y ahora nos sueltan encubiertamente? No, de ninguna manera, sino vengan ellos mismos a sacarnos.
38 Y los alguaciles hicieron saber a los magistrados estas palabras, los que tuvieron miedo al oír que eran romanos.
39 Y viniendo, les rogaron; y sacándolos, les pidieron que saliesen de la ciudad.
Entonces, después de salir de la cárcel, entraron en casa de Lidia; y habiendo visto a los hermanos, los consolaron y se fueron.
Pablo y Silas predican en Tesalónica y en Berea, y son perseguidos en ambos lugares — Ya en Atenas, Pablo predica desde el Areópago sobre el Dios no conocido — Pablo declara que somos linaje de Dios.
Y pasando por Anfípolis y Apolonia, llegaron a Tesalónica, donde había una sinagoga de los judíos.
2 Y Pablo, como acostumbraba, entró a reunirse con ellos, y durante tres días de reposo discutió con ellos, empleando las Escrituras,
3 declarando y exponiendo que era necesario que el Cristo padeciese y resucitase de entre los muertos; y decía: Jesús, a quien yo os anuncio, es el Cristo.
4 Y algunos de ellos creyeron y se juntaron con Pablo y con Silas; y una gran multitud de los griegos devotos, y de las mujeres principales no pocas.
5 Entonces los judíos que eran incrédulos, teniendo celos, tomaron consigo a algunos ociosos, hombres malos, y juntando una turba, alborotaron la ciudad; y, acometiendo la casa de Jasón, procuraban sacarlos al pueblo.
6 Pero al no hallarlos, trajeron a Jasón y a algunos hermanos ante las autoridades de la ciudad, dando voces: Estos que alborotan el mundo también han venido acá,
7 a quienes Jasón ha recibido; y todos estos actúan contra los decretos de César, diciendo que hay otro rey, Jesús.
8 Y se alborotaron el pueblo y las autoridades de la ciudad al oír estas cosas.
9 Pero después de recibir fianza de Jasón y de los demás, los soltaron.
Enseguida los hermanos enviaron de noche a Pablo y a Silas hasta Berea, quienes, habiendo llegado, entraron en la sinagoga de los judíos.
11 Y estos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así.
12 Así que creyeron muchos de ellos, y mujeres griegas de distinción, y no pocos hombres.
13 Pero cuando los judíos de Tesalónica supieron que también en Berea era anunciada la palabra de Dios por Pablo, fueron allá y también alborotaron al pueblo.
14 Pero de inmediato los hermanos enviaron a Pablo que fuese hacia el mar; y Silas y Timoteo se quedaron allí.
15 Y los que se habían encargado de conducir a Pablo le llevaron hasta Atenas; y habiendo recibido orden para Silas y Timoteo de que viniesen a él lo más pronto que pudiesen, partieron.
16 Mientras Pablo los esperaba en Atenas, su espíritu se enardecía viendo la ciudad entregada a la idolatría.
17 Así que discutía en la sinagoga con los judíos y con los creyentes, y en la plaza cada día con los que allí concurrían.
18 Y algunos filósofos de los epicúreos y de los estoicos disputaban con él; y unos decían: ¿Qué querrá decir este palabrero? Y otros: Parece que es predicador de nuevos dioses; porque les predicaba a Jesús y la resurrección.
19 Y tomándole, le trajeron al Areópago, diciendo: ¿Podremos saber qué es esta nueva doctrina que proclamas?
Porque traes a nuestros oídos cosas extrañas; queremos, pues, saber qué quiere decir esto.
21 (Porque todos los atenienses y los extranjeros residentes allí, de ninguna otra cosa se ocupaban, sino en decir o en oír algo nuevo).
22 Pablo se puso en medio del Areópago y dijo: Varones atenienses, en todo observo que sois muy religiosos,
23 porque pasando y mirando vuestros santuarios, hallé también un altar en el cual estaba esta inscripción: Al Dios no conocido. Al que vosotros adoráis, pues, sin conocerle, es a quien yo os anuncio.
24 El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por manos humanas,
25 ni es honrado por manos de hombres, como si necesitara de algo, pues él es quien da a todos vida, y aliento y todas las cosas.
26 Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habitasen sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos y los límites de la habitación de ellos,
27 para que buscasen a Dios, si en alguna manera, palpando, le hallasen; aunque ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros.
28 Porque en él vivimos, y nos movemos y somos; como algunos de vuestros propios poetas también dijeron: Porque linaje suyo somos.
29 Siendo, pues, linaje de Dios, no debemos pensar que la Divinidad sea semejante a oro, o a plata, o a piedra, escultura de arte y de imaginación de hombres.
Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar que se arrepientan.
31 Por cuanto ha establecido un día en el cual ha de juzgar al mundo con justicia, por aquel varón a quien ha designado, dando fe a todos al haberle levantado de entre los muertos.
32 Pero cuando oyeron lo de la resurrección de los muertos, unos se burlaban, y otros decían: Ya te oiremos hablar acerca de esto otra vez.
33 Y así Pablo salió de en medio de ellos.
34 Pero algunos creyeron y se unieron a él, entre los que también estaban Dionisio, el del Areópago, y una mujer llamada Dámaris, y otros con ellos.
Tras ser rechazado por los judíos, Pablo va a los gentiles — Predica, ministra y viaja — Apolos también predica con poder.
Después de estas cosas, Pablo salió de Atenas y fue a Corinto.
2 Y halló a un judío llamado Aquila, natural del Ponto, que hacía poco que había venido de Italia con Priscila, su esposa (por cuanto Claudio había mandado que todos los judíos saliesen de Roma), y fue a ellos;
3 y como era del mismo oficio, se quedó con ellos, y trabajaban juntos, porque el oficio de ellos era hacer tiendas.
4 Y discutía en la sinagoga todos los días de reposo, y persuadía a judíos y a griegos.
5 Y cuando Silas y Timoteo vinieron de Macedonia, Pablo, impulsado por el Espíritu, testificaba a los judíos que Jesús era el Cristo.
6 Pero oponiéndose y blasfemando ellos, él les dijo, sacudiendo sus vestidos: Vuestra sangre sea sobre vuestra propia cabeza; yo estoy limpio; desde ahora me iré a los gentiles.
7 Y habiendo salido de allí, entró en casa de uno llamado Justo, temeroso de Dios, la cual estaba junto a la sinagoga.
8 Y Crispo, el principal de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su casa; y muchos de los corintios, al oír, creían y eran bautizados.
9 Entonces el Señor dijo a Pablo de noche, en visión: No temas, sino habla y no calles,
porque yo estoy contigo, y ninguno te podrá hacer mal, porque yo tengo mucho pueblo en esta ciudad.
11 Y se detuvo allí un año y seis meses, enseñándoles la palabra de Dios.
12 Y siendo Galión procónsul de Acaya, los judíos se levantaron de común acuerdo contra Pablo y le llevaron al tribunal,
13 diciendo: Este persuade a los hombres a honrar a Dios contra la ley.
14 Y al comenzar Pablo a abrir la boca, Galión dijo a los judíos: Si fuera algún agravio o algún crimen enorme, oh judíos, conforme a derecho, yo os toleraría;
15 pero si son cuestiones de palabras, y de nombres y de vuestra ley, vedlo vosotros, porque yo no quiero ser juez de estas cosas.
16 Y los echó del tribunal.
17 Entonces todos los griegos, tomando a Sóstenes, principal de la sinagoga, le golpeaban delante del tribunal; pero a Galión nada de ello le importaba.
18 Y Pablo, habiéndose detenido aún muchos días allí, después se despidió de los hermanos y navegó a Siria, y con él Priscila y Aquila, habiéndose rapado la cabeza en Cencrea, porque había hecho voto.
19 Y llegó a Éfeso y los dejó allí; y él, entrando en la sinagoga, discutía con los judíos,
quienes le rogaban que se quedase con ellos por más tiempo; pero no accedió,
21 sino que se despidió de ellos, diciendo: Es necesario que en todo caso yo guarde en Jerusalén la fiesta que viene; pero otra vez volveré a vosotros, si Dios quiere. Y zarpó de Éfeso.
22 Y habiendo arribado a Cesarea, subió a Jerusalén; y después de saludar a la iglesia, descendió a Antioquía.
23 Y después de estar allí algún tiempo, partió, recorriendo por orden la región de Galacia y de Frigia, fortaleciendo a todos los discípulos.
24 Llegó entonces a Éfeso un judío llamado Apolos, natural de Alejandría, varón elocuente, poderoso en las Escrituras.
25 Este había sido instruido en el camino del Señor; y siendo ferviente de espíritu, hablaba y enseñaba diligentemente las cosas que son del Señor, aunque solamente conocía el bautismo de Juan.
26 Y comenzó a hablar osadamente en la sinagoga; pero cuando le oyeron Priscila y Aquila, le tomaron aparte y le expusieron más exactamente el camino de Dios.
27 Y queriendo él pasar a Acaya, los hermanos le animaron y escribieron a los discípulos que le recibiesen; y al llegar él allá, fue de gran provecho a los que por la gracia habían creído,
28 porque con gran vehemencia refutaba públicamente a los judíos, demostrando por las Escrituras que Jesús era el Cristo.
Pablo confiere el don del Espíritu Santo por la imposición de manos — Predica y efectúa muchos milagros — Los hijos de Esceva no logran expulsar demonios — Los adoradores de Diana (Artemisa) provocan un tumulto contra Pablo.
Y aconteció que mientras Apolos estaba en Corinto, Pablo, después de recorrer las regiones superiores, vino a Éfeso, y hallando a ciertos discípulos,
2 les dijo: ¿Habéis recibido el Espíritu Santo después que creísteis? Y ellos le dijeron: Ni siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo.
3 Entonces dijo: ¿En qué, pues, fuisteis bautizados? Y ellos dijeron: En el bautismo de Juan.
4 Y dijo Pablo: Juan bautizó con bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyesen en el que había de venir después de él, a saber, en Jesús el Cristo.
5 Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús.
6 Y habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas y profetizaban.
7 Y eran todos como unos doce hombres.
8 Y entrando Pablo en la sinagoga, habló osadamente por espacio de tres meses, discutiendo y persuadiendo en cuanto al reino de Dios.
9 Pero endureciéndose algunos, y no creyendo y maldiciendo el Camino delante de la multitud, Pablo se separó de ellos y llevó a los discípulos aparte, y discutía cada día en la escuela de uno llamado Tirano.
Y esto continuó por espacio de dos años; de manera que todos los que habitaban en Asia, judíos y griegos, oyeron la palabra del Señor Jesús.
11 Y hacía Dios milagros extraordinarios por mano de Pablo,
12 de tal manera que aun les llevaban a los enfermos los delantales y los pañuelos que habían tocado el cuerpo de Pablo, y las enfermedades se iban de ellos, y los malos espíritus también salían.
13 Pero algunos de los judíos, que andaban expulsando demonios, intentaron invocar el nombre del Señor Jesús sobre los que tenían malos espíritus, diciendo: Os ordeno por Jesús, el que Pablo predica.
14 Y había siete hijos de un tal Esceva, judío, principal de los sacerdotes, que hacían esto.
15 Y respondiendo el espíritu malo, dijo: A Jesús conozco y sé quién es Pablo; pero vosotros, ¿quiénes sois?
16 Y el hombre en quien estaba el espíritu malo, saltando sobre ellos y dominándolos, pudo más que ellos, de tal manera que huyeron de aquella casa desnudos y heridos.
17 Y esto fue notorio a todos los que habitaban en Éfeso, tanto judíos como griegos; y cayó temor sobre todos ellos, y era magnificado el nombre del Señor Jesús.
18 Y muchos de los que habían creído venían, confesando y dando cuenta de sus hechos.
19 Asimismo, muchos de los que habían practicado la hechicería trajeron los libros y los quemaron delante de todos; y sacada la cuenta del precio de ellos, hallaron que era cincuenta mil denarios.
Así crecía y prevalecía poderosamente la palabra del Señor.
21 Y pasadas estas cosas, Pablo se propuso en el espíritu ir a Jerusalén, después de recorrer Macedonia y Acaya, diciendo: Después que haya estado allá, me será menester ver también Roma.
22 Y enviando a Macedonia a dos de los que le ayudaban, Timoteo y Erasto, él se quedó por algún tiempo en Asia.
23 Hubo por aquel tiempo un alboroto no pequeño acerca del Camino,
24 porque un platero llamado Demetrio, que hacía de plata templecillos de Diana, daba a los artífices no poca ganancia;
25 a los que, reunidos con los obreros del mismo oficio, dijo: Varones, sabéis que de este oficio obtenemos nuestra ganancia;
26 pero veis y oís que este Pablo, no solamente en Éfeso, sino en casi toda Asia, ha apartado a mucha gente con persuasión, diciendo que no son dioses los que se hacen con las manos.
27 Y no solamente hay peligro de que este, nuestro negocio, venga a desacreditarse, sino también de que el templo de la gran diosa Diana sea estimado en nada y comience a ser destruida la grandeza de ella, a quien honra toda Asia y el mundo entero.
28 Oídas estas cosas, se llenaron de ira y dieron gritos, diciendo: ¡Grande es Diana de los efesios!
29 Y la ciudad se llenó de confusión, y a una se lanzaron al teatro, arrastrando a Gayo y a Aristarco, macedonios, compañeros de Pablo.
Y queriendo Pablo salir ante el pueblo, los discípulos no le dejaron.
31 También algunas de las autoridades de Asia, que eran sus amigos, le enviaron recado, rogándole que no se presentase en el teatro.
32 Y unos gritaban una cosa y otros, otra; porque la concurrencia estaba confusa, y la mayoría no sabía por qué se habían reunido.
33 Y sacaron de entre la multitud a Alejandro, empujándole los judíos. Entonces Alejandro, habiendo pedido silencio con la mano, quiso hablar en su defensa ante el pueblo.
34 Pero cuando se dieron cuenta de que era judío, todos a una voz gritaron casi por dos horas: ¡Grande es Diana de los efesios!
35 Entonces el escribano, después de apaciguar a la gente, dijo: Varones efesios, ¿y quién hay de los hombres que no sepa que la ciudad de los efesios es guardiana del templo de la gran diosa Diana, y de la imagen descendida de Júpiter?
36 Puesto que esto no puede ser contradicho, es necesario que os apacigüéis y que nada hagáis precipitadamente,
37 pues habéis traído a estos hombres, sin ser sacrílegos ni blasfemadores de vuestra diosa.
38 Que si Demetrio y los artífices que están con él tienen queja con alguno, audiencias se conceden, y procónsules hay; acúsense los unos a los otros.
39 Y si demandáis alguna otra cosa, en legítima asamblea se puede decidir.
Porque peligro hay de que seamos acusados de sedición por lo sucedido hoy, no habiendo ninguna causa por la cual podamos dar razón de este tumulto.
41 Y habiendo dicho esto, despidió la concurrencia.
Pablo levanta a Eutico de la muerte — Pablo se declara inocente de la sangre de todos los hombres — Predice la apostasía en la Iglesia — Revela una enseñanza de Jesús: Más bienaventurado es dar que recibir.
Y después que cesó el alboroto, llamó Pablo a los discípulos, habiéndolos exhortado y abrazado, se despidió y salió para ir a Macedonia.
2 Y después de recorrer aquellas partes y de exhortarlos con abundancia de palabras, llegó a Grecia.
3 Después de haber estado allí tres meses, y siéndole puestas asechanzas por los judíos para cuando se embarcase para Siria, decidió volver por Macedonia.
4 Y le acompañaron hasta Asia Sópater, de Berea; y los tesalonicenses, Aristarco y Segundo; y Gayo, de Derbe; y Timoteo; y de Asia, Tíquico y Trófimo.
5 Estos, habiéndose adelantado, nos esperaron en Troas.
6 Y nosotros, pasados los días de los panes sin levadura, navegamos de Filipos, y en cinco días nos reunimos con ellos en Troas, donde estuvimos siete días.
7 Y el primer día de la semana, reunidos los discípulos para partir el pan, Pablo les enseñaba, habiendo de partir al día siguiente; y alargó el discurso hasta la medianoche.
8 Y había muchas lámparas en el aposento alto donde estaban reunidos.
9 Y un joven llamado Eutico, que estaba sentado en la ventana, rendido de un sueño profundo, como Pablo hablaba largamente, vencido por el sueño, se cayó del tercer piso abajo y fue alzado muerto.
Entonces descendió Pablo y se tendió sobre él, y abrazándole, dijo: No os alarméis, pues su alma está en él.
11 Después de haber subido, y partido el pan y comido, habló largamente hasta el alba, y así partió.
12 Y llevaron al joven vivo, y fueron grandemente consolados.
13 Y nosotros, adelantándonos a embarcarnos, navegamos a Asón para recoger allí a Pablo, pues él había determinado que debía ir por tierra.
14 Y cuando se reunió con nosotros en Asón, tomándole a bordo, vinimos a Mitilene.
15 Y navegando de allí, al día siguiente llegamos delante de Quío, y al otro día tomamos puerto en Samos; y habiendo hecho escala en Trogilio, al día siguiente llegamos a Mileto.
16 Porque Pablo se había propuesto pasar de largo a Éfeso, para no detenerse en Asia, pues se apresuraba para estar el día de Pentecostés, si le fuese posible, en Jerusalén.
17 Y enviando desde Mileto a Éfeso, hizo llamar a los ancianos de la iglesia.
18 Y cuando vinieron a él, les dijo: Vosotros sabéis cómo, desde el primer día que entré en Asia, he vivido entre vosotros todo el tiempo,
19 sirviendo al Señor con toda humildad, y con muchas lágrimas y tribulaciones que me han venido por las asechanzas de los judíos;
y cómo nada que fuese útil he rehuido de anunciaros y enseñaros, públicamente y por las casas,
21 testificando a los judíos y a los gentiles acerca del arrepentimiento para con Dios y de la fe en nuestro Señor Jesucristo.
22 Y ahora, he aquí, ligado yo por el Espíritu, voy a Jerusalén, sin saber lo que allá me ha de acontecer,
23 salvo que el Espíritu Santo por todas las ciudades me da testimonio, diciendo que me esperan prisiones y tribulaciones.
24 Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios.
25 Y ahora, he aquí, yo sé que ninguno de todos vosotros, entre quienes he pasado predicando el reino de Dios, verá más mi rostro.
26 Por tanto, yo os declaro el día de hoy que estoy limpio de la sangre de todos;
27 porque no he rehuido anunciaros todo el consejo de Dios.
28 Por tanto, mirad por vosotros y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre.
29 Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces que no perdonarán al rebaño;
y de entre vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas, para arrastrar a los discípulos tras sí.
31 Por tanto, velad, acordándoos de que por tres años, de noche y de día, no he cesado de amonestar con lágrimas a cada uno.
32 Y ahora, hermanos, os encomiendo a Dios y a la palabra de su gracia, la cual es poderosa para edificaros y daros heredad con todos los santificados.
33 Ni plata ni oro ni vestido de nadie he codiciado.
34 Antes bien, vosotros sabéis que para lo que me ha sido necesario a mí y a los que están conmigo, estas manos me han servido.
35 En todo os he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados y tener presentes las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir.
36 Y cuando hubo dicho estas cosas, se puso de rodillas y oró con todos ellos.
37 Entonces hubo gran llanto de todos; y echándose al cuello de Pablo, le besaban,
38 doliéndose en gran manera por la palabra que dijo de que no habían de ver más su rostro. Y le acompañaron al barco.
Pablo viaja a Jerusalén — Es perseguido, arrestado y atado.
Y después de separarnos de ellos, zarpamos y navegamos directamente a Cos, y al día siguiente, a Rodas y de allí a Pátara.
2 Y hallando un barco que pasaba a Fenicia, nos embarcamos y partimos.
3 Y cuando avistamos Chipre, dejándola a mano izquierda, navegamos a Siria y arribamos a Tiro, porque el barco había de descargar allí.
4 Y habiendo hallado a los discípulos, nos quedamos allí siete días; y ellos decían a Pablo, por el Espíritu, que no subiese a Jerusalén.
5 Y cumplidos aquellos días, salimos, acompañándonos todos, con sus esposas e hijos, hasta fuera de la ciudad; y puestos de rodillas en la playa, oramos.
6 Y después de abrazarnos los unos a los otros, subimos al barco, y ellos volvieron a sus casas.
7 Y nosotros completamos la navegación, saliendo de Tiro y arribando a Tolemaida; y habiendo saludado a los hermanos, nos quedamos con ellos un día.
8 Al otro día, saliendo Pablo y los que con él estábamos, llegamos a Cesarea; y entrando en casa de Felipe, el evangelista, que era uno de los siete, nos hospedamos con él.
9 Y este tenía cuatro hijas, doncellas, que profetizaban.
Y permaneciendo nosotros allí durante muchos días, descendió de Judea un profeta llamado Agabo,
11 quien, viniendo a nosotros, tomó el cinto de Pablo y, atándose los pies y las manos, dijo: Esto dice el Espíritu Santo: Así atarán los judíos en Jerusalén al varón de quien es este cinto, y le entregarán en manos de los gentiles.
12 Cuando oímos esto, le rogamos nosotros y los de aquel lugar que no subiese a Jerusalén.
13 Entonces Pablo respondió: ¿Qué hacéis llorando y afligiéndome el corazón? Porque yo estoy dispuesto no solo a ser atado, sino también a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús.
14 Y como no le pudimos persuadir, desistimos, diciendo: Hágase la voluntad del Señor.
15 Y después de esos días, habiéndonos preparado, subimos a Jerusalén.
16 Y vinieron también con nosotros de Cesarea algunos de los discípulos, trayendo consigo a uno llamado Mnasón, de Chipre, discípulo antiguo, con quien nos hospedaríamos.
17 Y cuando llegamos a Jerusalén, los hermanos nos recibieron con regocijo.
18 Y al día siguiente, Pablo fue con nosotros a ver a Jacobo; y todos los ancianos se hallaban reunidos,
19 a quienes, después que los hubo saludado, les contó detalladamente lo que Dios había hecho entre los gentiles por medio de su ministerio.
Y ellos, cuando lo oyeron, glorificaron a Dios y le dijeron: Ya ves, hermano, cuántos millares de judíos hay que han creído; y todos son celosos de la ley.
21 Pero se les ha informado acerca de ti, que enseñas a todos los judíos que están entre los gentiles a apartarse de Moisés, diciéndoles que no han de circuncidar a sus hijos ni observar las costumbres.
22 ¿Qué hay, pues? La multitud se reunirá de cierto, porque oirán que has venido.
23 Haz, pues, esto que te decimos: Hay entre nosotros cuatro hombres que han hecho voto.
24 Tómalos contigo, purifícate con ellos y paga sus gastos para que se rasuren la cabeza, y todos comprenderán que no hay nada de lo que se les informó acerca de ti, sino que tú también andas ordenadamente, guardando la ley.
25 Pero en cuanto a los gentiles que han creído, nosotros les hemos escrito en cuanto a nuestra decisión de que no guarden nada de esto; solamente que se abstengan de lo sacrificado a los ídolos, de sangre, de lo estrangulado y de fornicación.
26 Entonces Pablo tomó consigo a aquellos hombres y, al día siguiente, habiéndose purificado con ellos, entró en el templo para anunciar el cumplimiento de los días de la purificación, cuando se ofrecería la ofrenda por cada uno de ellos.
27 Pero cuando estaban para cumplirse los siete días, unos judíos de Asia, al verle en el templo, alborotaron a todo el pueblo y le echaron mano,
28 dando voces: ¡Varones israelitas, ayudad! Este es el hombre que por todas partes enseña a todos contra el pueblo, contra la ley y contra este lugar; y además de esto, ha metido a griegos en el templo y ha profanado este lugar santo.
29 Porque antes habían visto con él en la ciudad a Trófimo, el efesio, al que pensaban que Pablo había metido en el templo.
Así que toda la ciudad se alborotó, y se agolpó el pueblo; y apoderándose de Pablo, le hicieron salir fuera del templo, e inmediatamente se cerraron las puertas.
31 Y procurando ellos matarle, se le avisó al tribuno de la compañía que toda la ciudad de Jerusalén estaba alborotada,
32 este, tomando enseguida soldados y centuriones, corrió a ellos. Y ellos, cuando vieron al tribuno y a los soldados, dejaron de golpear a Pablo.
33 Entonces llegando el tribuno, le prendió y le mandó atar con dos cadenas, y preguntó quién era y qué había hecho.
34 Y entre la multitud, unos gritaban una cosa, y otros otra; y como no podía entender nada con claridad a causa del alboroto, le mandó llevar a la fortaleza.
35 Al llegar a las gradas, aconteció que fue llevado en peso por los soldados a causa de la violencia del pueblo;
36 porque la multitud del pueblo venía detrás, gritando: ¡Muera!
37 Y cuando comenzaron a meter a Pablo en la fortaleza, dijo al tribuno: ¿Se me permite decirte algo? Y él dijo: ¿Sabes griego?
38 ¿No eres tú aquel egipcio que levantó una sedición antes de estos días y sacó al desierto cuatro mil sicarios?
39 Entonces dijo Pablo: Yo de cierto soy hombre judío, ciudadano de Tarso, ciudad no insignificante de Cilicia; y te ruego que me permitas hablar al pueblo.
Y cuando él se lo permitió, Pablo, estando de pie en las gradas, hizo señal con la mano al pueblo. Y hecho gran silencio, habló en lengua hebrea, diciendo:
Pablo relata la historia de su conversión y además declara haber visto a Jesús en una visión — Se le conceden algunos privilegios como ciudadano romano.
Varones hermanos y padres, oíd ahora mi defensa ante vosotros.
2 (Y al oír que les hablaba en lengua hebrea, guardaron más silencio). Y él les dijo:
3 Yo de cierto soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero criado en esta ciudad a los pies de Gamaliel, instruido estrictamente conforme a la ley de nuestros padres, celoso de Dios, como todos vosotros lo sois hoy.
4 Perseguía yo este camino hasta la muerte, prendiendo y entregando en cárceles a hombres y a mujeres,
5 como también el sumo sacerdote me es testigo y todos los ancianos, de quienes también recibí cartas para los hermanos, e iba a Damasco para traer presos a Jerusalén aun a los que estuviesen allí, para que fuesen castigados.
6 Pero aconteció que yendo yo, al llegar cerca de Damasco, como a mediodía, de repente me rodeó mucha luz del cielo;
7 y caí al suelo y oí una voz que me decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?
8 Yo entonces respondí: ¿Quién eres, Señor? Y me dijo: Yo soy Jesús de Nazaret, a quién tú persigues.
9 Y los que estaban conmigo vieron en verdad la luz y se espantaron, pero no oyeron la voz del que hablaba conmigo.
Y dije: ¿Qué haré, Señor? Y el Señor me dijo: Levántate y ve a Damasco, y allí se te dirá todo lo que te está señalado hacer.
11 Y como yo no veía a causa de la gloria de la luz, llevado de la mano por los que estaban conmigo, llegué a Damasco.
12 Entonces uno llamado Ananías, varón piadoso conforme a la ley, que tenía buen testimonio de todos los judíos que allí moraban,
13 vino a mí y, acercándose, me dijo: Hermano Saulo, recibe de nuevo la vista. Y yo en aquella misma hora recobré la vista y le miré.
14 Y él dijo: El Dios de nuestros padres te ha escogido para que conocieses su voluntad, y vieses a aquel Justo y oyeses la voz de su boca.
15 Porque serás testigo suyo a todos los hombres de lo que has visto y oído.
16 Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate, y bautízate y lava tus pecados, invocando su nombre.
17 Y me aconteció, de regreso en Jerusalén, que orando en el templo, me sobrevino un éxtasis.
18 Y le vi que me decía: Date prisa y sal prontamente de Jerusalén, porque no recibirán tu testimonio acerca de mí.
19 Y yo dije: Señor, ellos saben que yo encarcelaba y azotaba en todas las sinagogas a los que creían en ti;
y cuando se derramaba la sangre de Esteban, tu testigo, yo mismo también estaba presente, y consentía en su muerte y guardaba las ropas de los que le mataban.
21 Pero me dijo: Ve, porque yo te enviaré lejos, a los gentiles.
22 Y le oyeron hasta esta palabra; entonces alzaron la voz, diciendo: Quita de la tierra a este hombre, porque no conviene que viva.
23 Y dando ellos voces, y arrojando sus ropas y echando polvo al aire,
24 mandó el tribuno que le llevasen a la fortaleza y ordenó que fuese interrogado con azotes, para saber por qué causa clamaban así contra él.
25 Pero cuando le ataron con correas, Pablo dijo al centurión que estaba presente: ¿Os es lícito azotar a un ciudadano romano sin haber sido condenado?
26 Y cuando el centurión oyó esto, fue y dio aviso al tribuno, diciendo: ¿Qué vas a hacer? Porque este hombre es ciudadano romano.
27 Vino el tribuno y le dijo: Dime, ¿eres tú ciudadano romano? Y él dijo: Sí.
28 Y respondió el tribuno: Yo con una gran suma adquirí esta ciudadanía. Entonces Pablo dijo: Pero yo lo soy de nacimiento.
29 Así que, enseguida se apartaron de él los que le iban a dar tormento; y aun el tribuno también tuvo temor al saber que era ciudadano romano, por haberle atado.
Y al día siguiente, queriendo saber con certeza la causa por la cual era acusado por los judíos, le soltó de las cadenas, y mandó venir a los principales sacerdotes y a todo el concilio; y sacando a Pablo, le presentó ante ellos.
Pablo es golpeado por orden de Ananías — El Señor se aparece a Pablo nuevamente — Cuarenta judíos traman su muerte — Pablo es entregado a Félix.
Entonces Pablo, mirando fijamente al concilio, dijo: Varones hermanos, yo con toda buena conciencia he vivido delante de Dios hasta el día de hoy.
2 El sumo sacerdote Ananías mandó entonces a los que estaban junto a él que le golpeasen en la boca.
3 Entonces Pablo le dijo: ¡Dios te golpeará a ti, pared blanqueada! ¿Estás tú sentado para juzgarme conforme a la ley, y contra la ley me mandas golpear?
4 Y los que estaban presentes dijeron: ¿Al sumo sacerdote de Dios injurias?
5 Y Pablo dijo: No sabía, hermanos, que era el sumo sacerdote; pues escrito está: No maldecirás al príncipe de tu pueblo.
6 Entonces Pablo, sabiendo que una parte era de saduceos y la otra de fariseos, clamó en el concilio: Varones hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseo; acerca de la esperanza y de la resurrección de los muertos se me juzga.
7 Y cuando hubo dicho esto, se produjo disensión entre los fariseos y los saduceos, y la asamblea se dividió.
8 Porque los saduceos dicen que no hay resurrección, ni ángel ni espíritu; pero los fariseos afirman estas cosas.
9 Y hubo un gran clamor y, levantándose los escribas de la parte de los fariseos, contendían, diciendo: Ningún mal hallamos en este hombre; que si un espíritu le ha hablado, o ángel, no resistamos a Dios.
Y habiendo grande disensión, el tribuno, teniendo temor de que Pablo fuese despedazado por ellos, mandó que bajasen soldados, y le arrebatasen de en medio de ellos y le llevasen a la fortaleza.
11 Y a la noche siguiente se le presentó el Señor y le dijo: Ten ánimo, Pablo, pues como has testificado de mí en Jerusalén, así es necesario que testifiques también en Roma.
12 Y al llegar el día, algunos de los judíos tramaron un complot y se juramentaron bajo maldición, diciendo que no comerían ni beberían hasta que hubiesen dado muerte a Pablo.
13 Y eran más de cuarenta los que habían hecho esta conjuración,
14 los que fueron a los principales sacerdotes y a los ancianos y dijeron: Nosotros nos hemos juramentado bajo maldición a no gustar nada hasta que hayamos dado muerte a Pablo.
15 Ahora, pues, vosotros, con el concilio, requerid al tribuno que le traiga mañana ante vosotros, como que queréis averiguar alguna cosa más cierta acerca de él; y nosotros, antes que él llegue, estaremos preparados para matarle.
16 Entonces el hijo de la hermana de Pablo, oyendo hablar de la celada, fue y entró en la fortaleza, y dio aviso a Pablo.
17 Y Pablo, llamando a uno de los centuriones, dijo: Lleva a este joven al tribuno, porque tiene cierto aviso que darle.
18 Él entonces, tomándole, le llevó al tribuno y dijo: El preso Pablo me llamó y me rogó que te trajese a este joven, que tiene algo que hablarte.
19 Y el tribuno, tomándole de la mano y retirándose aparte, le preguntó: ¿Qué es lo que tienes que decirme?
Y él dijo: Los judíos han acordado rogarte que mañana lleves a Pablo ante el concilio, como que van a inquirir alguna cosa más cierta acerca de él.
21 Pero tú no les creas, porque más de cuarenta hombres de ellos le acechan, los que se han juramentado bajo maldición a no comer ni beber hasta que le hayan dado muerte; y ahora están preparados, esperando tu promesa.
22 Entonces el tribuno despidió al joven, mandándole que a nadie dijese que le había dado aviso de esto.
23 Y llamando a dos centuriones, mandó que alistasen para la hora tercera de la noche doscientos soldados, setenta jinetes y doscientos lanceros, para que fuesen hasta Cesarea;
24 y que preparasen cabalgaduras en que, poniendo a Pablo, le llevasen a salvo ante Félix, el gobernador.
25 Y escribió una carta en estos términos:
26 Claudio Lisias al excelentísimo gobernador Félix: Salud.
27 A este hombre, aprehendido por los judíos, y que iban ellos a matar, lo libré yo acudiendo con la tropa, habiendo sabido que era ciudadano romano.
28 Y queriendo saber la causa por la que le acusaban, le llevé al concilio de ellos;
29 y hallé que le acusaban por cuestiones de la ley de ellos, pero que ningún delito tenía digno de muerte o de prisión.
Pero cuando se me avisó de asechanzas que le habían preparado los judíos, enseguida le he enviado a ti, mandando también a los acusadores que traten delante de ti lo que tengan contra él. Pásalo bien.
31 Y los soldados, tomando a Pablo como les fue mandado, le llevaron de noche a Antípatris.
32 Y al día siguiente, dejando a los jinetes que fuesen con él, volvieron a la fortaleza.
33 Y cuando llegaron a Cesarea, dieron la carta al gobernador, y presentaron también a Pablo delante de él.
34 Y el gobernador, al leer la carta, preguntó de qué provincia era; y habiendo entendido que era de Cilicia,
35 le dijo: Te oiré cuando vengan tus acusadores. Y mandó que le custodiasen en el pretorio de Herodes.
Se acusa a Pablo de sedición — Él responde en defensa de su vida y de la doctrina — Enseña a Félix sobre la rectitud, la templanza y el juicio venidero.
Y cinco días después, descendió el sumo sacerdote Ananías con algunos de los ancianos y un cierto orador llamado Tértulo; y acusaron a Pablo delante del gobernador.
2 Y cuando Pablo fue llamado, Tértulo comenzó a acusarle, diciendo: Como gracias a ti vivimos en gran paz, y muchas cosas son bien gobernadas en el pueblo por tu prudencia,
3 siempre y en todo lugar recibimos esto con toda acción de gracias, oh excelentísimo Félix.
4 Pero para no molestarte más largamente, te ruego que nos oigas brevemente conforme a tu equidad.
5 Porque hemos hallado que este hombre es una plaga, y promotor de sediciones entre todos los judíos por todo el mundo, y cabecilla de la secta de los nazarenos,
6 quien también intentó profanar el templo; y prendiéndole, le quisimos juzgar conforme a nuestra ley.
7 Pero interviniendo el tribuno Lisias, con gran violencia le quitó de nuestras manos,
8 mandando a sus acusadores que viniesen a ti; tú mismo, pues, al juzgarle, podrás entender todas estas cosas de que le acusamos.
9 Los judíos también lo confirmaban, diciendo ser así estas cosas.
Entonces Pablo, una vez que el gobernador le hizo señal para que hablase, respondió: Porque sé que desde hace muchos años eres juez de esta nación, con buen ánimo presentaré mi defensa.
11 Tú puedes comprobar que no hace más de doce días que subí a adorar a Jerusalén;
12 y no me hallaron disputando con ninguno, ni haciendo tumulto entre la multitud, ni en el templo, ni en las sinagogas ni en la ciudad;
13 ni te pueden probar las cosas de que ahora me acusan.
14 Pero esto te confieso, que conforme al Camino que ellos llaman herejía, así sirvo al Dios de mis padres, creyendo todas las cosas que en la ley y en los profetas están escritas,
15 teniendo esperanza en Dios que ha de haber resurrección de los muertos, tanto de justos como de injustos, la cual también ellos tienen.
16 Y por esto, procuro yo tener siempre una conciencia sin remordimiento ante Dios y ante los hombres.
17 Pero pasados muchos años, vine a hacer limosnas a mi nación y presentar ofrendas,
18 en ello estaba cuando me hallaron unos judíos de Asia purificado en el templo (no con multitud ni con alboroto);
19 ellos debieran comparecer ante ti y acusarme si contra mí tienen algo.
O digan estos mismos si hallaron en mí alguna cosa mal hecha cuando comparecí ante el concilio,
21 a no ser que, estando entre ellos, prorrumpí en alta voz: Acerca de la resurrección de los muertos soy juzgado hoy por vosotros.
22 Entonces Félix, oídas estas cosas, estando bien informado de este Camino, les puso dilación, diciendo: Cuando descienda el tribuno Lisias, acabaré de conocer de vuestro asunto.
23 Y mandó al centurión que se custodiase a Pablo, pero con alguna medida de libertad; y que no impidiese a ninguno de los suyos servirle o venir a él.
24 Y algunos días después, viniendo Félix con Drusila, su esposa, que era judía, llamó a Pablo y le oyó acerca de la fe en Jesucristo.
25 Y al disertar él de la rectitud, y del dominio propio y del juicio venidero, Félix se espantó y respondió: Ahora vete; pero cuando tenga oportunidad, te llamaré.
26 Esperaba también con esto que Pablo le diera dinero para que le soltase; por lo cual, haciéndole venir muchas veces, hablaba con él.
27 Y al cabo de dos años, recibió Félix como sucesor a Porcio Festo; y queriendo Félix congraciarse con los judíos, dejó preso a Pablo.
Pablo apela a César ante Festo — Agripa desea oír a Pablo.
Festo, pues, tres días después de haber llegado a la provincia, subió de Cesarea a Jerusalén.
2 Y los principales sacerdotes y los principales de los judíos se presentaron ante él contra Pablo; y le rogaron,
3 pidiendo contra él, como gracia, que le hiciese traer a Jerusalén, preparando ellos una celada para matarle en el camino.
4 Pero Festo respondió que Pablo estaba custodiado en Cesarea, adonde él mismo partiría en breve.
5 Los que de vosotros puedan, dijo, desciendan conmigo, y si hay algún delito en este varón, acúsenle.
6 Y deteniéndose entre ellos no más de ocho o diez días, venido a Cesarea, al siguiente día se sentó en el tribunal y mandó que Pablo fuese traído.
7 Al llegar este, le rodearon los judíos que habían venido de Jerusalén, presentando contra Pablo muchas y graves acusaciones, las cuales no podían probar;
8 Pablo se defendía, diciendo: Ni contra la ley de los judíos, ni contra el templo ni contra César he pecado en nada.
9 Pero Festo, queriendo congraciarse con los judíos, respondiendo a Pablo, dijo: ¿Quieres subir a Jerusalén y allá ser juzgado acerca de estas cosas delante de mí?
Y Pablo dijo: Ante el tribunal de César estoy, donde debo ser juzgado. A los judíos no les he hecho injuria alguna, como tú sabes muy bien.
11 Porque si alguna injuria o cosa alguna digna de muerte he hecho, no rehúso morir; pero si nada hay de las cosas de que estos me acusan, nadie puede entregarme a ellos. A César apelo.
12 Entonces Festo, habiendo hablado con el consejo, respondió: A César has apelado; a César irás.
13 Y pasados algunos días, el rey Agripa y Berenice vinieron a Cesarea para saludar a Festo.
14 Y como estuvieron allí muchos días, Festo expuso al rey la causa de Pablo, diciendo: Un hombre ha sido dejado preso por Félix,
15 sobre el cual, cuando fui a Jerusalén, vinieron a mí los principales sacerdotes y los ancianos de los judíos, pidiendo condenación contra él.
16 A estos respondí: No es costumbre de los romanos entregar alguno a la muerte antes que el acusado tenga delante a sus acusadores, y pueda defenderse de la acusación.
17 Así que, habiendo venido ellos juntos acá, sin ninguna dilación, al día siguiente, sentado en el tribunal, mandé traer al hombre;
18 y estando presentes los acusadores, ningún cargo expusieron de los que yo sospechaba,
19 sino que tenían contra él ciertas cuestiones acerca de su religión y de un cierto Jesús, ya muerto, de quien Pablo afirmaba que estaba vivo.
Y yo, dudando en cuestión semejante, le pregunté si quería ir a Jerusalén y allá ser juzgado acerca de estas cosas.
21 Pero como Pablo apeló para ser custodiado a fin de ser juzgado por Augusto, mandé que le custodiase hasta que yo lo enviara a César.
22 Entonces Agripa dijo a Festo: Yo también quisiera oír a ese hombre. Y él le dijo: Mañana le oirás.
23 Y al otro día, viniendo Agripa y Berenice con gran pompa, y entrando en la audiencia con los tribunos y principales hombres de la ciudad, por mandato de Festo, fue traído Pablo.
24 Entonces Festo dijo: Rey Agripa, y todos los varones que estáis aquí juntos con nosotros, aquí tenéis a este, por el que toda la multitud de los judíos me ha rogado en Jerusalén y aquí, dando voces que no debe vivir más;
25 pero yo, hallando que ninguna cosa digna de muerte ha hecho, y como él mismo apeló a Augusto, he determinado enviarle.
26 Puesto que no tengo cosa cierta que escribir a mi señor, le he traído ante vosotros, y mayormente ante ti, oh rey Agripa, para que después de interrogarle, tenga yo qué escribir.
27 Porque me parece fuera de razón enviar un preso, y no informar de los cargos que haya en su contra.
Pablo relata la manera como perseguía anteriormente a los santos cuando él era fariseo — Testifica de la aparición de Jesús en el camino a Damasco — Testifica ante el rey Agripa.
Entonces Agripa dijo a Pablo: Se te permite hablar por ti mismo. Pablo entonces, extendiendo la mano, comenzó así su defensa, diciendo:
2 Acerca de todas las cosas de que soy acusado por los judíos, oh rey Agripa, me tengo por dichoso de que haya de defenderme hoy delante de ti;
3 mayormente porque tú conoces todas las costumbres y cuestiones que hay entre los judíos; por lo cual, te ruego que me oigas con paciencia.
4 Mi vida, pues, desde mi juventud, la cual desde el principio pasé en mi nación, en Jerusalén, la conocen todos los judíos,
5 quienes también saben que yo desde el principio, si quieren testificarlo, conforme a la más rigurosa secta de nuestra religión, viví como fariseo.
6 Y ahora, por la esperanza de la promesa que hizo Dios a nuestros padres, soy llamado a juicio;
7 esta es la promesa que esperan alcanzar nuestras doce tribus, sirviendo fervientemente a Dios de día y de noche. Por esta esperanza, oh rey Agripa, soy acusado por los judíos.
8 ¡Qué! ¿Se juzga entre vosotros cosa increíble que Dios resucite a los muertos?
9 Yo ciertamente había creído que era mi deber hacer muchas cosas contra el nombre de Jesús de Nazaret,
lo cual también hice en Jerusalén; y yo encerré en cárceles a muchos de los santos, habiendo recibido autoridad de los principales sacerdotes; y cuando los mataban, yo daba mi voto.
11 Y muchas veces, castigándolos en todas las sinagogas, los forcé a blasfemar; y enfurecido sobremanera contra ellos, los perseguí hasta en las ciudades extranjeras.
12 Ocupado en esto, iba yo a Damasco con la autoridad y la comisión de los principales sacerdotes,
13 cuando a mediodía, oh rey, yendo por el camino, vi una luz del cielo que sobrepujaba al resplandor del sol, la cual me rodeó a mí y a los que iban conmigo.
14 Y habiendo caído todos nosotros a tierra, oí una voz que me hablaba y decía en lengua hebrea: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Dura cosa te es dar coces contra el aguijón.
15 Yo entonces dije: ¿Quién eres, Señor? Y el Señor dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues.
16 Pero levántate y ponte sobre tus pies; porque para esto me he aparecido a ti, para ponerte como ministro y testigo de las cosas que has visto y de aquellas en que me apareceré a ti,
17 librándote del pueblo y de los gentiles, a quienes ahora te envío,
18 para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe en mí, remisión de pecados y herencia entre los santificados.
19 Por lo cual, oh rey Agripa, no fui rebelde a la visión celestial;
antes bien, anuncié primeramente a los que están en Damasco y en Jerusalén, y por toda la tierra de Judea, y a los gentiles, que se arrepintiesen y se convirtiesen a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento.
21 Por causa de esto los judíos, prendiéndome en el templo, intentaron matarme.
22 Pero habiendo recibido auxilio de Dios, persevero hasta el día de hoy, dando testimonio a pequeños y a grandes, no diciendo nada fuera de las cosas que los profetas y Moisés dijeron que habían de suceder:
23 que el Cristo había de padecer, y ser el primero de la resurrección de los muertos, para anunciar luz al pueblo y a los gentiles.
24 Y diciendo él estas cosas en su defensa, Festo a gran voz dijo: ¡Estás loco, Pablo! ¡Las muchas letras te vuelven loco!
25 Pero él dijo: No estoy loco, excelentísimo Festo, sino que hablo palabras de verdad y de cordura.
26 El rey, delante de quien también hablo confiadamente, sabe estas cosas, pues no pienso que ignora nada de esto, porque no se ha hecho esto en algún rincón.
27 ¿Crees, oh rey Agripa, a los profetas? ¡Yo sé que crees!
28 Entonces Agripa dijo a Pablo: Por poco me persuades a hacerme cristiano.
29 Y Pablo dijo: ¡Quiera Dios que por poco o por mucho, no solamente tú, sino también todos los que hoy me oyen, fueseis hechos como yo soy, excepto estas cadenas!
Y cuando hubo dicho estas cosas, se levantaron el rey, y el gobernador, y Berenice y los que se habían sentado con ellos;
31 y cuando se retiraron aparte, se hablaban los unos a los otros, diciendo: Ninguna cosa digna ni de muerte ni de prisión ha hecho este hombre.
32 Y Agripa dijo a Festo: Este hombre podría ser puesto en libertad si no hubiera apelado a César.
Pablo, en un viaje peligroso, se dirige a Roma — Un ángel lo consuela — Emplea el don de vidente — Su barco naufraga.
Cuando se decidió que habíamos de navegar para Italia, entregaron a Pablo y a algunos otros presos a un centurión llamado Julio, de la compañía Augusta.
2 Y, embarcándonos en una nave adramitena, zarpamos, estando con nosotros Aristarco, macedonio de Tesalónica, para navegar por las costas de Asia.
3 Al otro día llegamos a Sidón; y Julio, tratando humanamente a Pablo, le permitió que fuese a los amigos para ser atendido por ellos.
4 Y haciéndonos a la vela desde allí, navegamos al abrigo de Chipre, porque los vientos eran contrarios.
5 Y habiendo atravesado el mar frente a Cilicia y Panfilia, arribamos a Mira, ciudad de Licia.
6 Y hallando allí el centurión una nave alejandrina que zarpaba para Italia, nos embarcó en ella.
7 Navegando despacio muchos días, y habiendo llegado a duras penas frente a Gnido, porque el viento nos lo impedía, navegamos al abrigo de Creta, frente a Salmón.
8 Y costeándola con dificultad, llegamos a un lugar que llaman Buenos Puertos, cerca del cual estaba la ciudad de Lasea.
9 Y habiendo pasado mucho tiempo, y siendo ya peligrosa la navegación, porque ya había pasado el ayuno, Pablo los amonestaba,
diciéndoles: Varones, veo que la navegación va a ser con peligro y mucha pérdida, no solo del cargamento y de la nave, sino también de nuestras personas.
11 Pero el centurión creía más al piloto y al capitán de la nave que a lo que Pablo decía.
12 Y como el puerto no era cómodo para invernar, la mayoría acordó zarpar también de allí, por si pudiesen arribar a Fenice, que es un puerto de Creta que mira al noroeste y suroeste, e invernar allí.
13 Y soplando suavemente el viento del sur, pareciéndoles que ya tenían lo que deseaban, levaron anclas e iban cerca de la costa de Creta.
14 Pero no mucho después dio contra la nave un viento huracanado que se llama Euroclidón.
15 Y siendo arrebatada la nave, y no pudiendo hacerle frente al viento, nos dejamos llevar a la deriva.
16 Y habiendo navegado al abrigo de una pequeña isla que se llama Clauda, apenas pudimos sujetar el esquife;
17 y una vez subido este a bordo, usaban refuerzos para ceñir la nave; y teniendo temor de que diesen en las arenas de Sirte, arriaron las velas y quedaron a la deriva.
18 Pero siendo azotados por una furiosa tempestad, al siguiente día comenzaron a aligerar la nave.
19 Y al tercer día, con sus propias manos, arrojaron los aparejos de la nave.
Y no apareciendo ni sol ni estrellas por muchos días, y acosados por una tempestad no pequeña, ya habíamos perdido toda esperanza de salvarnos.
21 Entonces Pablo, ya que hacía mucho que no comíamos, puesto en pie en medio de ellos, dijo: Habría sido en verdad conveniente, oh varones, haberme oído y no zarpar de Creta, para así evitar este peligro y pérdida.
22 Pero ahora os exhorto a tener buen ánimo, pues no se perderá la vida de ninguno de vosotros, sino solamente la nave.
23 Porque esta noche ha estado conmigo el ángel del Dios de quien soy y a quien sirvo,
24 diciendo: Pablo, no temas; es necesario que comparezcas ante César; y he aquí, Dios te ha concedido todos los que navegan contigo.
25 Por tanto, oh varones, tened buen ánimo, porque yo confío en Dios que será así como se me ha dicho.
26 Sin embargo, es menester que demos en alguna isla.
27 Y al llegar la decimacuarta noche, y siendo llevados a través del mar Adriático, a la medianoche los marineros sospecharon que estaban cerca de alguna tierra.
28 Y echando la sonda, hallaron veinte brazas; y pasando un poco más adelante, volvieron a echar la sonda y hallaron quince brazas.
29 Y temiendo dar en escollos, echaron cuatro anclas por la popa, y deseaban que se hiciese de día.
Entonces los marineros procuraron huir de la nave; y echando el esquife al mar, aparentaban como que querían echar las anclas de proa.
31 Pero Pablo dijo al centurión y a los soldados: Si estos no permanecen en la nave, vosotros no podréis salvaros.
32 Entonces los soldados cortaron las amarras del esquife y dejaron que se perdiese.
33 Y cuando comenzó a ser de día, Pablo exhortaba a todos a que comiesen, diciendo: Este es el decimocuarto día que veláis y permanecéis en ayunas, sin comer nada.
34 Por tanto, os ruego que comáis por vuestra salud, porque ni aun un cabello de la cabeza de ninguno de vosotros perecerá.
35 Y habiendo dicho esto, tomó el pan y dio gracias a Dios en presencia de todos; y partiéndolo, comenzó a comer.
36 Entonces todos, teniendo ya mejor ánimo, comieron también.
37 Y éramos todas las personas en la nave doscientas setenta y seis.
38 Y ya satisfechos, aligeraron la nave, echando el trigo al mar.
39 Y cuando se hizo de día, no reconocieron la tierra, pero vieron una bahía que tenía playa, en la cual acordaron varar la nave, si podían.
Cortando, pues, las anclas, las dejaron en el mar, echando también las ataduras de los timones; e izaron al viento la vela de proa y se dirigieron a la playa.
41 Pero dando en un lugar de dos aguas, hicieron encallar la nave; y la proa, hincada, quedó inmóvil, y la popa se abría con la fuerza del mar.
42 Entonces los soldados acordaron matar a los presos, para que ninguno se fugase nadando.
43 Pero el centurión, queriendo salvar a Pablo, les impidió ese intento, y mandó que los que supiesen nadar se echasen primero y saliesen a tierra;
44 y los demás, parte en tablas, parte en cosas de la nave. Y así aconteció que todos se salvaron saliendo a tierra.
Pablo resulta ileso de la mordedura de una víbora — Sana a los enfermos en Malta — Predica en Roma, primero a los judíos y después a los gentiles.
Estando ya a salvo, supimos que la isla se llamaba Malta.
2 Y los nativos nos trataron con no poca humanidad, porque, encendiendo un fuego, nos recibieron a todos, a causa de la lluvia que caía y del frío.
3 Entonces Pablo, habiendo recogido algunas ramas, las echó al fuego; y una víbora, huyendo del calor, se le prendió en la mano.
4 Y cuando los nativos vieron la víbora colgando de su mano, se decían los unos a los otros: Ciertamente este hombre es homicida, a quien, aunque haya escapado del mar, la justicia no deja vivir.
5 Pero él, sacudiendo la víbora en el fuego, ningún daño padeció.
6 Ellos estaban esperando que él se hinchase, o que cayese muerto de repente; pero habiendo esperado mucho, y viendo que ningún mal le venía, cambiaron de parecer y dijeron que era un dios.
7 En aquellos lugares había propiedades del hombre principal de la isla, llamado Publio, quien nos recibió y hospedó amistosamente tres días.
8 Y aconteció que el padre de Publio estaba en cama, enfermo de fiebre y de disentería. Pablo entró a verle y, después de haber orado, le impuso las manos y le sanó.
9 Y hecho esto, también los otros que en la isla tenían enfermedades llegaban y eran sanados,
quienes también nos honraron con muchas atenciones; y cuando zarpamos, nos proveyeron de las cosas necesarias.
11 Pasados tres meses, zarpamos en una nave alejandrina que había invernado en la isla, la cual tenía por enseña a Cástor y Pólux.
12 Y habiendo llegado a Siracusa, estuvimos allí tres días.
13 De allí, costeando alrededor, llegamos a Regio; y un día después, soplando el viento del sur, llegamos al segundo día a Puteoli,
14 donde, habiendo hallado hermanos, nos rogaron que nos quedásemos con ellos siete días. Y luego llegamos a Roma,
15 en donde, oyendo de nosotros los hermanos, salieron a recibirnos hasta la plaza de Apio y Las Tres Tabernas. Y al verlos, Pablo dio gracias a Dios y cobró aliento.
16 Cuando llegamos a Roma, el centurión entregó los presos al prefecto militar; pero a Pablo se le permitió vivir aparte, con un soldado que le custodiase.
17 Y aconteció que tres días después, Pablo convocó a los principales de los judíos, a los que, una vez que estuvieron reunidos, les dijo: Yo, varones hermanos, no habiendo hecho nada contra el pueblo ni contra las costumbres de nuestros padres, he sido entregado preso desde Jerusalén en manos de los romanos.
18 Ellos, habiéndome examinado, me querían soltar, por no haber en mí ninguna causa de muerte.
19 Pero oponiéndose los judíos, me vi obligado a apelar a César, mas no porque tenga de qué acusar a mi nación.
Así que por esta causa os he llamado para veros y hablaros, porque por la esperanza de Israel estoy sujeto con esta cadena.
21 Entonces ellos le dijeron: Nosotros no hemos recibido cartas de Judea tocante a ti, ni ha venido ninguno de los hermanos que haya denunciado o hablado algún mal de ti.
22 Pero querríamos oír de ti lo que piensas, porque de esta secta nos es notorio que en todas partes se habla contra ella.
23 Y habiéndole señalado un día, vinieron a él muchos a la posada, a los que les declaraba y testificaba el reino de Dios, persuadiéndolos acerca de Jesús, tanto por la ley de Moisés como por los profetas, desde la mañana hasta la tarde.
24 Y algunos aceptaron lo que se decía, pero otros no creían.
25 Y como no estuvieron de acuerdo entre sí, al irse, Pablo les dijo esta palabra: Bien habló el Espíritu Santo mediante el profeta Isaías a nuestros padres,
26 diciendo:Ve a este pueblo, y diles:De oído oiréis, y no entenderéis;y viendo veréis, y no percibiréis;
27 porque el corazón de este pueblo se ha engrosado,y con los oídos oye pesadamente,y han cerrado sus ojos;no sea que vean con los ojos,y oigan con los oídos,y entiendan de corazón,y se conviertan,y yo los sane.
28 Sabed, pues, que a los gentiles es enviada esta salvación de Dios, y ellos oirán.
29 Y habiendo dicho esto, los judíos se fueron, teniendo entre sí gran discusión.
Y Pablo se quedó dos años enteros en una casa alquilada, y recibía a todos los que a él venían,
31 predicando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor Jesucristo con toda libertad y sin impedimento.
El Evangelio es el poder de Dios para salvación por medio de Jesucristo — La ira de Dios está sobre los culpables de asesinato, de prácticas homosexuales, de fornicación y de otros pecados si los que los cometen no se arrepienten.
Pablo, siervo de Jesucristo, llamado a ser apóstol, apartado para el evangelio de Dios,
2 que él había prometido antes por medio de sus profetas en las Santas Escrituras,
3 acerca de su Hijo (que era del linaje de David según la carne,
4 que fue declarado Hijo de Dios con poder, según el espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos), de Jesucristo Señor nuestro,
5 por quien recibimos la gracia y el apostolado, para la obediencia a la fe en todas las naciones por causa de su nombre,
6 entre las cuales estáis también vosotros, llamados a ser de Jesucristo;
7 a todos los que estáis en Roma, amados de Dios, llamados a ser santos: Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.
8 Primeramente, doy gracias a mi Dios mediante Jesucristo por todos vosotros, de que vuestra fe es predicada en todo el mundo.
9 Porque testigo me es Dios, a quien sirvo en mi espíritu en el evangelio de su Hijo, de que sin cesar me acuerdo de vosotros siempre en mis oraciones,
rogando que de alguna manera tenga al fin, por la voluntad de Dios, un próspero viaje para ir a vosotros.
11 Porque deseo veros, para impartir a vosotros algún don espiritual, a fin de fortaleceros;
12 a saber, para ser juntamente consolado con vosotros por la fe que tenemos en común, vosotros y yo.
13 Pero no quiero, hermanos, que ignoréis que muchas veces me he propuesto ir a vosotros (pero hasta ahora he sido estorbado), para tener también entre vosotros algún fruto, como entre los demás gentiles.
14 A griegos y a no griegos, a sabios y a no sabios soy deudor.
15 Así que, en cuanto a mí, pronto estoy a anunciar el evangelio también a vosotros que estáis en Roma.
16 Porque no me avergüenzo del evangelio de Cristo; porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente y también al griego.
17 Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe; como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá.
18 Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen la verdad con injusticia,
19 porque lo que de Dios se conoce, se manifiesta en ellos, porque Dios se lo manifestó.
Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y divinidad, se ven claramente desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que ellos no tienen excusa.
21 Porque habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias; antes bien se ofuscaron en sus vanas imaginaciones, y su necio corazón fue entenebrecido.
22 Profesando ser sabios, se hicieron necios,
23 y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza a imagen de hombre corruptible, y de aves, y de cuadrúpedos y de reptiles.
24 Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en la lujuria de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos;
25 los cuales cambiaron la verdad de Dios en mentira, adorando y sirviendo a las criaturas antes que al Creador, el que es bendito por los siglos. Amén.
26 Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas, pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza.
27 Del mismo modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en sus concupiscencias los unos con los otros, cometiendo actos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución correspondiente a su extravío.
28 Y como a ellos no les pareció tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente depravada, para hacer lo que no conviene,
29 estando llenos de toda injusticia, de fornicación, de perversidad, de avaricia, de maldad; llenos de envidia, de homicidios, de contiendas, de engaños y de malignidades; de murmuradores,
de detractores, de aborrecedores de Dios, de injuriosos, de soberbios, de altivos, de inventores de males, de desobedientes a los padres,
31 de necios, de desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia;
32 quienes, habiendo entendido el juicio de Dios, que los que hacen tales cosas son dignos de muerte, no solo las hacen, sino que aun consienten a los que las hacen.
Dios dará a cada persona según sus obras — Tanto los judíos como los gentiles serán juzgados por las leyes del Evangelio.
Por lo cual no tienes excusa, oh hombre, quienquiera que seas tú que juzgas; pues en lo que juzgas a otro, te condenas a ti mismo, porque lo mismo haces, tú que juzgas.
2 Mas sabemos que el juicio de Dios contra los que hacen tales cosas es según la verdad.
3 ¿Y piensas esto, oh hombre, que juzgas a los que hacen tales cosas, y haces lo mismo, que tú escaparás del juicio de Dios?
4 ¿O menosprecias las riquezas de su bondad, y paciencia, y longanimidad, ignorando que su bondad te guía al arrepentimiento?
5 Mas por tu dureza, y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios,
6 quien pagará a cada uno conforme a sus obras:
7 la vida eterna a los que perseveran en hacer el bien y buscan gloria, y honra e inmortalidad.
8 Pero a los que son contenciosos, y no obedecen la verdad, antes bien obedecen la injusticia: enojo e ira.
9 Y tribulación y angustia sobre todo ser humano que hace lo malo, el judío primeramente, y también el griego,
pero gloria y honra y paz a todo el que hace el bien, al judío primeramente, y también al griego.
11 Porque no hay acepción de personas para con Dios.
12 Porque todos los que sin ley han pecado, sin ley también perecerán; y todos los que en la ley han pecado, por la ley serán juzgados;
13 porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los hacedores de la ley serán justificados.
14 Porque los gentiles que no tienen ley hacen por naturaleza lo que es de la ley; estos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos,
15 pues muestran la obra de la ley escrita en sus corazones, dando también testimonio su conciencia, mientras que sus pensamientos los acusan o los excusan;
16 en el día en que Dios juzgará los secretos de los hombres por medio de Jesucristo, conforme a mi evangelio.
17 He aquí, tú que llevas el nombre de judío, y te apoyas en la ley, y te glorías en Dios,
18 y conoces su voluntad e, instruido por la ley, apruebas lo mejor,
19 y confías en que eres guía de los ciegos, luz de los que están en tinieblas,
instructor de los que no saben, maestro de niños, que tienes en la ley la forma de la ciencia y de la verdad.
21 Tú, pues, que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo? Tú que predicas que no se ha de hurtar, ¿hurtas?
22 Tú que dices que no se ha de cometer adulterio, ¿cometes adulterio? Tú que abominas los ídolos, ¿cometes sacrilegio?
23 Tú que te jactas de la ley, ¿con infracción de la ley deshonras a Dios?
24 Porque el nombre de Dios es blasfemado por causa de vosotros entre los gentiles, como está escrito.
25 Porque la circuncisión en verdad aprovecha, si guardas la ley; pero si eres transgresor de la ley, tu circuncisión viene a ser incircuncisión.
26 De manera que, si el incircunciso guarda las ordenanzas de la ley, ¿no será tenida en cuenta su incircuncisión por circuncisión?
27 Y el que físicamente es incircunciso, pero guarda perfectamente la ley, te juzgará a ti, que con la letra y con la circuncisión eres transgresor de la ley.
28 Porque no es judío el que lo es exteriormente, ni la circuncisión es la que se hace exteriormente en la carne;
29 sino que es judío el que lo es en lo interior, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra; la alabanza del cual no es de los hombres, sino de Dios.
La ley de Moisés no justifica al hombre — Este es justificado mediante la rectitud, la cual procede de la fe en Cristo por Su sacrificio expiatorio.
¿Qué ventaja, pues, tiene el judío? ¿O de qué aprovecha la circuncisión?
2 De mucho, en todo sentido. Principalmente porque les fueron confiadas las palabras de Dios.
3 ¿Pues qué, si algunos de ellos han sido incrédulos? ¿Su incredulidad habrá hecho nula la verdad de Dios?
4 De ninguna manera; antes bien sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso. Como está escrito:Para que seas justificado en tus palabras,y venzas cuando seas juzgado.
5 Y si nuestra injusticia hace resaltar la justicia de Dios, ¿qué diremos? ¿Será injusto Dios que da castigo? (Hablo como hombre).
6 De ninguna manera, porque de otro modo, ¿cómo juzgaría Dios al mundo?
7 Pero si por mi mentira la verdad de Dios abundó para su gloria, ¿por qué aun así soy yo juzgado como pecador?
8 ¿Y por qué no decir (como se nos calumnia, y como algunos afirman que nosotros decimos): Hagamos lo malo para que venga lo bueno? La condenación de los tales es justa.
9 ¿Qué, pues? ¿Somos mejores que ellos? De ninguna manera; porque ya hemos comprobado que, tanto judíos como gentiles, todos están bajo pecado.
Como está escrito:No hay justo, ni aun uno;
11 no hay quien entienda,no hay quien busque a Dios.
12 Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles;no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.
13 Sepulcro abierto es su garganta;con su lengua engañan;veneno de áspides hay debajo de sus labios;
14 cuya boca está llena de maldición y de amargura;
15 sus pies son veloces para derramar sangre;
16 destrucción y miseria hay en sus caminos;
17 y camino de paz no conocieron.
18 No hay temor de Dios delante de sus ojos.
19 Ahora bien, sabemos que todo lo que la ley dice, lo dice a los que están bajo la ley, para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios;
porque por las obras de la ley ninguna carne se justificará delante de él, pues por medio de la ley es el conocimiento del pecado.
21 Pero ahora, aparte de la ley, la justicia de Dios se ha manifestado, atestiguada por la ley y por los profetas;
22 la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia,
23 por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios,
24 siendo justificados gratuitamente por su gracia mediante la redención que es en Cristo Jesús,
25 a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestación de su justicia, al haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados,
26 con la mira de manifestar su justicia en este tiempo, para que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús.
27 ¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras? No, sino por la ley de la fe.
28 Así que, concluimos que el hombre es justificado por la fe sin las obras de la ley.
29 ¿Es Dios solamente Dios de los judíos? ¿No es también Dios de los gentiles? Sí, también de los gentiles.
Porque Dios es uno, y él justificará por la fe la circuncisión, y por medio de la fe la incircuncisión.
31 ¿Anulamos, entonces, la ley por la fe? De ninguna manera; antes bien, establecemos la ley.
La fe de Abraham le fue contada por justicia — El hombre es justificado por la fe, por las obras justas y por la gracia.
¿Qué, pues, diremos que halló Abraham, nuestro padre, según la carne?
2 Porque si Abraham fue justificado por las obras, tiene de qué gloriarse, pero no para con Dios.
3 Porque, ¿qué dice la Escritura? Y creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia.
4 Pero al que trabaja, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda.
5 Mas al que no trabaja, pero cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia.
6 Como también David habla de la bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras,
7 diciendo:Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas,y cuyos pecados son cubiertos.
8 Bienaventurado el varón a quien el Señor no le tiene en cuenta el pecado.
9 ¿Es, pues, esta bienaventuranza solamente para los de la circuncisión, o también para los de la incircuncisión? Porque decimos que a Abraham le fue contada la fe por justicia.
¿Cómo, pues, le fue contada? ¿Estando en la circuncisión, o en la incircuncisión? No en la circuncisión, sino en la incircuncisión.
11 Y recibió la circuncisión como señal, como sello de la justicia de la fe que tuvo estando aún en la incircuncisión, para que fuese padre de todos los creyentes no circuncidados, a fin de que también a ellos les sea contado por justicia;
12 y padre de la circuncisión, no solamente para los que son de la circuncisión, sino también para los que siguen las pisadas de la fe que tuvo nuestro padre Abraham antes de ser circuncidado.
13 Porque no por la ley fue dada a Abraham, o a su descendencia, la promesa de que sería heredero del mundo, sino por la justicia de la fe.
14 Porque si los que son de la ley son los herederos, vana resulta la fe, y anulada la promesa.
15 Porque la ley produce ira, pero donde no hay ley, tampoco hay transgresión.
16 Por tanto, la promesa es por la fe, para que sea por gracia, a fin de que sea firme para toda la descendencia, no solamente para la que es de la ley, sino también para la que es de la fe de Abraham, quien es padre de todos nosotros
17 (como está escrito: Te he puesto por padre de muchas naciones) delante de Dios, a quien creyó; el que da vida a los muertos, y llama las cosas que no son, como si fuesen.
18 Él creyó en esperanza contra esperanza, para llegar a ser padre de muchas naciones, conforme a lo que se le había dicho: Así será tu descendencia.
19 Y no se debilitó en la fe ni consideró su cuerpo, ya como muerto (siendo de casi cien años), ni muerta la matriz de Sara;
tampoco dudó de la promesa de Dios con incredulidad; antes bien, se fortaleció en fe, dando gloria a Dios,
21 plenamente convencido de que Dios también era poderoso para hacer todo lo que había prometido.
22 Por lo cual también su fe le fue contada por justicia.
23 Y no solamente con respecto a él se escribió que le fue contada,
24 sino también con respecto a nosotros, a quienes ha de ser contada, esto es, a los que creemos en el que levantó de los muertos a Jesús Señor nuestro,
25 el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación.
El hombre es justificado por medio de la sangre de Cristo — Adán cayó y Cristo expió para que el hombre sea salvo.
Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo,
2 por medio de quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios.
3 Y no solo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia;
4 y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza;
5 y la esperanza no avergüenza, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.
6 Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos.
7 Difícilmente alguien muere por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno.
8 Mas Dios demuestra su amor para con nosotros, en que, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.
9 Mucho más ahora, habiendo sido justificados por su sangre, por medio de él seremos salvos de la ira.
Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando ya reconciliados, seremos salvos por su vida.
11 Y no solo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por medio del Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación.
12 Por consiguiente, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.
13 Porque aun antes de la ley había pecado en el mundo; pero el pecado no se tiene en cuenta cuando no hay ley.
14 No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aun en los que no pecaron a la manera de la transgresión de Adán, el cual es figura del que había de venir.
15 Pero el don no es como la transgresión. Porque si por la transgresión de uno murieron los muchos, más abundó la gracia y el don de Dios para los muchos, por la gracia de un hombre, Jesucristo.
16 Ni tampoco el don es como el pecado de aquel; porque a la verdad el juicio vino por un solo pecado para condenación, mas la gracia vino por muchas transgresiones para justificación.
17 Porque si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por medio de uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia.
18 Así que, como por la transgresión de uno solo vino la condenación a todos los hombres, así también por la justicia de uno solo vino la gracia a todos los hombres para justificación de vida.
19 Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos.
Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia,
21 para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna por medio de Jesucristo, nuestro Señor.
El bautismo es a semejanza de la muerte, de la sepultura y de la resurrección de Cristo — La muerte es el pago por el pecado — Cristo brinda vida eterna.
¿Qué, pues, diremos? ¿Continuaremos en el pecado para que abunde la gracia?
2 ¡De ninguna manera! Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?
3 ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte?
4 Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por medio del bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva.
5 Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección;
6 sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea deshecho, a fin de que no sirvamos más al pecado.
7 Porque el que está muerto, libre está del pecado.
8 Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él,
9 sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de entre los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él.
Porque al haber muerto, murió al pecado de una vez y para siempre; mas al vivir, para Dios vive.
11 Así también vosotros, considerad que de cierto estáis muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.
12 No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, no sea que le obedezcáis en sus concupiscencias;
13 ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad; antes bien, presentaos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia.
14 Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros, pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia.
15 Entonces, ¿qué? ¿Pecaremos, porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? ¡De ninguna manera!
16 ¿No sabéis que a quien os entregáis vosotros mismos por siervos para obedecerle, sois siervos de aquel a quien obedecéis, ya sea del pecado para muerte, o de la obediencia para justicia?
17 Pero gracias a Dios, que aunque erais siervos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados;
18 y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia.
19 Hablo como humano, por la debilidad de vuestra carne; porque así como para maldad ofrecisteis vuestros miembros para servir a la inmundicia y a la iniquidad, así ahora, para santificación, ofreced vuestros miembros para servir a la justicia.
Porque cuando erais siervos del pecado, erais libres en cuanto a la justicia.
21 ¿Qué fruto, pues, teníais de aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis? Porque el fin de ellas es muerte.
22 Mas ahora que habéis sido librados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna.
23 Porque la paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro.
La ley de Moisés se cumple en Cristo — Pablo se deleita en la ley de Dios según el hombre interior.
¿Ignoráis, hermanos (porque hablo con los que conocen la ley), que la ley se enseñorea del hombre entretanto que este vive?
2 Porque la mujer que tiene marido, mientras el marido vive está ligada a este por la ley; pero muerto el marido, libre es de la ley del marido.
3 Así que, mientras vive el marido, si se une a otro hombre, se llamará adúltera; pero si su marido muere, es libre de esa ley, de tal manera que si se une a otro marido, no será adúltera.
4 Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, a saber, del que resucitó de entre los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios.
5 Porque mientras estábamos en la carne, las pasiones pecaminosas, que eran por la ley, actuaban en nuestros miembros llevando fruto para muerte.
6 Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en la cual estábamos sujetos, de modo que sirvamos en novedad de espíritu, y no en lo viejo de la letra.
7 ¿Qué, pues, diremos? ¿La ley es pecado? ¡De ninguna manera! Pero yo no conocí el pecado sino por la ley, y tampoco hubiera conocido la lujuria, si la ley no dijera: No codiciarás.
8 Pero el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, produjo en mí toda concupiscencia; porque sin la ley el pecado está muerto.
9 Así que, yo sin la ley viví en un tiempo; pero venido el mandamiento, el pecado revivió, y yo morí.
Y hallé que el mandamiento, que era para vida, para mí era muerte;
11 porque el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, me engañó, y por él me mató.
12 De manera que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento es santo, y justo y bueno.
13 Entonces, ¿lo que es bueno vino a ser muerte para mí? No; sino que el pecado, para mostrarse como pecado, por lo que es bueno produjo en mí la muerte, para que, mediante el mandamiento, el pecado llegase a ser pecaminoso en extremo.
14 Porque sabemos que la ley es espiritual; pero yo soy carnal, vendido a la esclavitud del pecado.
15 Porque lo que hago, no lo entiendo, ni hago lo que quiero; antes bien, lo que aborrezco, eso hago.
16 Y si hago lo que no quiero, apruebo que la ley es buena.
17 De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí.
18 Y yo sé que en mí (a saber, en mi carne) no mora el bien, porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo.
19 Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago.
Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí.
21 Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: Que el mal está en mí.
22 Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios;
23 pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros.
24 ¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?
25 Gracias doy a Dios por medio de Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, pero con la carne, a la ley del pecado.
La ley de Cristo trae vida y paz — Los que son adoptados como hijos de Dios llegan a ser coherederos con Cristo — Los escogidos de Dios son preordenados para vida eterna — Cristo intercede por el hombre.
Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al espíritu.
2 Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.
3 Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado, y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne,
4 para que la justicia de la ley fuese cumplida en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al espíritu.
5 Porque los que viven conforme a la carne, en las cosas que son de la carne se ocupan; pero los que viven conforme al espíritu, en las cosas del espíritu.
6 Porque el ánimo carnal es muerte, pero el ánimo espiritual es vida y paz.
7 Por cuanto la inclinación de la carne es enemistad contra Dios, porque no se sujeta a la ley de Dios, ni tampoco puede.
8 Así que, los que viven según la carne no pueden agradar a Dios.
9 Pero vosotros no vivís según la carne, sino según el espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él.
Y si Cristo está en vosotros, el cuerpo a la verdad está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu es vida a causa de la justicia.
11 Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó a Cristo Jesús de los muertos vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros.
12 Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne,
13 porque si vivís conforme a la carne, moriréis; pero si por el espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis.
14 Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, son hijos de Dios.
15 Porque no habéis recibido el espíritu de servidumbre para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!
16 Porque el Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios.
17 Y si hijos, también herederos; herederos de Dios, y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.
18 Porque considero que los sufrimientos de este tiempo no son dignos de ser comparados con la gloria venidera que en nosotros ha de ser manifestada.
19 Porque el anhelo profundo de la creación es el esperar la manifestación de los hijos de Dios.
Porque la creación fue sujetada a la vanidad, no de buen grado, sino por causa del que la sujetó en esperanza,
21 porque también la creación misma será librada de la servidumbre de la corrupción a la libertad gloriosa de los hijos de Dios.
22 Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una sufre dolores de parto hasta ahora.
23 Y no solo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, a saber, la redención de nuestro cuerpo.
24 Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza, porque lo que se ve, ¿para qué esperarlo?
25 Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo esperamos.
26 Y asimismo, también el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad, porque no sabemos lo que hemos de pedir como es debido, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles.
27 Pero el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque él, conforme a la voluntad de Dios, intercede por los santos.
28 Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas obrarán juntamente para su bien, para los que conforme a su propósito son llamados.
29 Porque a los que antes conoció, también predestinó para que fuesen hechos conforme a la imagen de su Hijo, a fin de que él sea el primogénito entre muchos hermanos;
y a los que predestinó, a estos también llamó; y a los que llamó, a estos también justificó; y a los que justificó, a estos también glorificó.
31 ¿Pues qué diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?
32 El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que le entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?
33 ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica.
34 ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, quien además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.
35 ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?
36 Como está escrito:Por causa de ti somos muertos todo el tiempo;somos considerados como ovejas de matadero.
37 Antes bien, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.
38 Por lo cual estoy convencido de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir,
39 ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá apartar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús, Señor nuestro.
Pablo explica cómo funciona la ley de la elección (preordenación) — El pueblo de Israel es escogido (preordenado) para recibir la adopción, los convenios, las promesas y las bendiciones del Evangelio; sin embargo, no todos los que son de Israel son israelitas — Ellos deben procurar sus bendiciones por la fe — Los gentiles también alcanzan la justicia y la salvación por la fe.
Verdad digo en Cristo, no miento, y mi conciencia me da testimonio en el Espíritu Santo,
2 que tengo gran tristeza y continuo dolor en mi corazón.
3 Porque deseara yo mismo ser anatema, apartado de Cristo, por el bien de mis hermanos, los que son mis parientes según la carne;
4 que son israelitas, de los cuales son la adopción, y la gloria, y los convenios, y la promulgación de la ley, y el culto y las promesas;
5 de quienes son los padres, y de quienes, según la carne, procede Cristo, el que es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Amén.
6 Pero no es que la palabra de Dios haya fallado, porque no todos los que son de Israel son israelitas,
7 ni por ser descendientes de Abraham son todos hijos, sino: En Isaac te será llamada descendencia.
8 Es decir: No los que son hijos según la carne son los hijos de Dios, sino que los que son hijos según la promesa son contados en la descendencia.
9 Porque la palabra de la promesa es esta: Por este tiempo vendré, y Sara tendrá un hijo.
Y no solo esto; sino que también Rebeca concibió de uno, de Isaac nuestro padre
11 (pues no habían aún nacido, ni habían hecho aún ni bien ni mal, para que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras sino por el que llama),
12 se le dijo que el mayor serviría al menor.
13 Como está escrito: A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí.
14 ¿Qué, pues, diremos? ¿Que hay injusticia en Dios? ¡De ninguna manera!
15 Pues a Moisés dice: Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca.
16 Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia.
17 Porque la Escritura dice a Faraón: Para esto mismo te he levantado, para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea proclamado por toda la tierra.
18 De manera que del que quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer, endurece.
19 Me dirás entonces: ¿Por qué, pues, inculpa? Porque, ¿quién ha resistido a su voluntad?
Antes bien, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo labró: Por qué me has hecho así?
21 ¿O no tiene potestad el alfarero para hacer de la misma masa un vaso para honra, y otro para deshonra?
22 ¿Y qué, si Dios, queriendo mostrar la ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha paciencia los vasos de ira preparados para destrucción,
23 y para hacer notorias las riquezas de su gloria, las mostró para con los vasos de misericordia que él preparó de antemano para gloria;
24 a los cuales también ha llamado, a saber, a nosotros, no solo de los judíos, sino también de los gentiles?
25 Como también en Oseas dice:Llamaré pueblo mío al que no era mi pueblo;y a la no amada, amada.
26 Y acontecerá que en el lugar donde se les dijo: Vosotros no sois pueblo mío,allí serán llamados hijos del Dios viviente.
27 También Isaías proclama tocante a Israel: Si fuere el número de los hijos de Israel como la arena del mar, tan solo el remanente será salvo;
28 porque terminará la obra y la acortará en justicia, porque obra abreviada hará el Señor sobre la tierra.
29 Y como antes dijo Isaías:Si el Señor de los ejércitos no nos hubiera dejado descendencia,como Sodoma habríamos llegado a ser, y a Gomorra seríamos semejantes.
¿Qué, pues, diremos? Que los gentiles que no iban tras la justicia han alcanzado la justicia, es decir, la justicia que es por la fe;
31 en cambio Israel, que buscaba la ley de justicia, no ha alcanzado esa ley de justicia.
32 ¿Por qué no? Porque no la buscaban por la fe, sino por las obras de la ley, por lo cual tropezaron en la piedra de tropiezo,
33 como está escrito:He aquí pongo en Sion piedra de tropiezo y roca de caída;y aquel que creyere en él, no será avergonzado.
Quienes creen en Cristo reciben la salvación por medio de la rectitud — La fe viene por oír el Evangelio que enseñan ministros autorizados y enviados por Dios.
Hermanos, ciertamente el anhelo de mi corazón, y mi oración a Dios por Israel, es para salvación.
2 Porque yo les doy testimonio de que tienen celo por Dios, pero no conforme al conocimiento.
3 Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios.
4 Porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree.
5 Porque Moisés describe la justicia que es por la ley: El hombre que haga estas cosas, vivirá por ellas.
6 Mas la justicia que es por la fe dice así: No digas en tu corazón: ¿Quién subirá al cielo? (esto es, para traer de lo alto a Cristo);
7 o, ¿quién descenderá al abismo? (esto es, para hacer subir a Cristo de entre los muertos).
8 Mas, ¿qué dice? Cercana está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos:
9 Si confiesas con tu boca al Señor Jesús, y crees en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.
Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se hace confesión para salvación.
11 Porque la Escritura dice: Todo aquel que en él cree no será avergonzado.
12 Porque no hay diferencia entre judío y griego, porque el mismo que es Señor de todos, es rico para con todos los que le invocan;
13 porque todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo.
14 ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?
15 ¿Y cómo predicarán si no son enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian el evangelio de paz, de los que anuncian el evangelio de las buenas nuevas!
16 Mas no todos obedecieron el evangelio, pues Isaías dice: Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio?
17 Así que la fe viene por el oír, y el oír por la palabra de Dios.
18 Mas digo: ¿No han oído? Antes bien,por toda la tierra ha salido la voz de ellos,y hasta los cabos de la tierra sus palabras.
19 Además digo: ¿No ha entendido esto Israel? Primeramente Moisés dice:Yo os provocaré a celos con un pueblo que no es pueblo;con un pueblo insensato os provocaré a ira.
E Isaías osadamente dice:Fui hallado por los que no me buscaban;me manifesté a los que no preguntaban por mí.
21 Pero acerca de Israel dice: Todo el día extendí mis manos a un pueblo rebelde y desobediente.
Israel fue escogido (preordenado) según la elección por gracia — Algunos endurecen el corazón contra esto — Los gentiles son adoptados en la casa de Israel — El Evangelio va preferentemente a los gentiles hasta que se cumpla la plenitud de estos.
Digo pues: ¿Ha desechado Dios a su pueblo? ¡De ninguna manera! Porque también yo soy israelita, descendiente de Abraham, de la tribu de Benjamín.
2 No ha desechado Dios a su pueblo, al cual desde antes conoció. ¿O no sabéis lo que dice la Escritura en cuanto a Elías, de cómo habló con Dios contra Israel, diciendo:
3 Señor, a tus profetas han matado, y tus altares han derribado; y yo he quedado solo, y procuran matarme?
4 Pero, ¿qué le dice la respuesta divina? Me he reservado para mí siete mil hombres que no han doblado la rodilla delante de Baal.
5 Así también, aun en este tiempo ha quedado un remanente según la elección por gracia.
6 Y si por gracia, ya no por obras; de otra manera la gracia ya no es gracia. Y si por obras, ya no sería gracia; de otra manera la obra ya no sería obra.
7 ¿Qué, pues? Lo que buscaba Israel, no lo ha alcanzado; pero la elección lo ha alcanzado; y los demás fueron endurecidos;
8 como está escrito: Les dio Dios espíritu de sopor, ojos con los que no ven, y oídos con los que no oyen, hasta el día de hoy.
9 Y David dice:Séales vuelta su mesa en trampa y en red,y en piedra de tropiezo, y en retribución para ellos.
Sus ojos sean oscurecidos para que no vean,y agóbiales la espalda para siempre.
11 Digo pues: ¿Han tropezado para que cayesen? ¡De ninguna manera! Más bien, por la transgresión de ellos vino la salvación a los gentiles, para que aquellos fuesen provocados a celos.
12 Y si la transgresión de ellos es la riqueza del mundo, y el fracaso de ellos la riqueza de los gentiles, ¿cuánto más lo será la plenitud de ellos?
13 Porque a vosotros hablo, gentiles. Por cuanto yo soy apóstol de los gentiles, honro mi ministerio,
14 por si de alguna manera provoco a celos a los de mi carne, y salvo a algunos de ellos.
15 Porque si el rechazo a ellos es la reconciliación del mundo, ¿qué será la admisión de ellos, sino vida de entre los muertos?
16 Y si las primicias son santas, también lo es la masa restante, y si la raíz es santa, también lo son las ramas.
17 Pero si algunas de las ramas fueron desgajadas, y tú, siendo olivo silvestre, has sido injertado en lugar de ellas y has sido hecho participante de la raíz y de la rica savia del olivo,
18 no te jactes contra las ramas; y si te jactas, recuerda que no sustentas tú a la raíz, sino la raíz a ti.
19 Pues las ramas, dirás, fueron desgajadas para que yo fuese injertado.
Bien, por su incredulidad fueron desgajadas, pero tú por la fe estás en pie. No te ensoberbezcas, sino teme;
21 porque si Dios no perdonó a las ramas naturales, a ti tampoco te perdonará.
22 Mira, pues, la bondad y la severidad de Dios: la severidad ciertamente para con los que cayeron, pero la bondad para contigo, si permaneces en esa bondad; pues de otra manera tú también serás talado.
23 Y aun ellos, si no permanecen en la incredulidad, serán injertados, porque poderoso es Dios para volverlos a injertar.
24 Porque si tú fuiste cortado del que por naturaleza es olivo silvestre, y contra naturaleza fuiste injertado en el buen olivo, ¿cuánto más estos, que son las ramas naturales, serán injertados en su propio olivo?
25 Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis arrogantes acerca de vosotros mismos: que el endurecimiento ha acontecido a Israel, en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles;
26 y así, todo Israel será salvo; como está escrito:Vendrá de Sion el Libertador,que quitará de Jacob la impiedad;
27 y este será mi convenio con ellos,cuando yo quite sus pecados.
28 Así que, en cuanto al evangelio, son enemigos por causa de vosotros; pero en cuanto a la elección son muy amados por causa de los padres,
29 porque los dones y el llamamiento de Dios son irrevocables.
Porque como también vosotros en otro tiempo desobedecisteis a Dios, pero ahora habéis alcanzado misericordia por la desobediencia de ellos,
31 así también estos ahora han desobedecido, para que, por la misericordia mostrada a vosotros, también a ellos ahora les sea mostrada misericordia.
32 Porque Dios ha sujetado a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos.
33 ¡Oh la profundidad de las riquezas, de la sabiduría y del conocimiento de Dios! ¡Cuán incomprensibles son sus juicios e inescrutables sus caminos!
34 Porque, ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero?
35 ¿O quién le dio a él primero, para que le fuese recompensado?
36 Porque de él, y por él, y para él son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén.
Pablo aconseja a los santos que presenten sus cuerpos como sacrificio vivo, que usen sus propios dones dados por gracia y que vivan como deben vivir los santos.
Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro servicio razonable.
2 Y no os adaptéis a este mundo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál es la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.
3 Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de la fe que Dios repartió a cada uno.
4 Porque de la manera que en un solo cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función,
5 así nosotros, siendo muchos, somos un solo cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros.
6 De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe;
7 o si de servicio, en servir; o el que enseña, en la enseñanza;
8 el que exhorta, en la exhortación; el que reparte, hágalo con sencillez; el que preside, con diligencia; el que hace misericordia, con alegría.
9 El amor sea sin fingimiento; aborreced lo malo, allegaos a lo bueno;
amaos los unos a los otros con caridad fraternal, prefiriéndoos con honra los unos a los otros;
11 en lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor;
12 gozosos en la esperanza; sufridos en la tribulación; constantes en la oración;
13 compartiendo para las necesidades de los santos; practicando la hospitalidad.
14 Bendecid a los que os persiguen; bendecid, y no maldigáis.
15 Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran.
16 Unánimes entre vosotros; no altivos, sino asociándoos con los humildes. No seáis sabios en vuestra propia opinión.
17 No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres.
18 Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, tened paz con todos los hombres.
19 No os venguéis vosotros mismos, amados míos; sino dejad lugar a la ira de Dios, porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor.
Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; porque haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza.
21 No seas vencido por el mal, sino vence el mal con el bien.
Pablo aconseja: Someteos a los siervos de Dios; guardad los mandamientos; amaos unos a otros; la rectitud conduce a la salvación.
Sométase toda alma a las autoridades superiores, porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios son ordenadas.
2 Así que, el que se opone a la autoridad, a lo ordenado por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí.
3 Porque los magistrados no están para infundir temor al que hace el bien, sino al malo. ¿Quieres, pues, no temer la autoridad? Haz lo bueno, y tendrás alabanza de ella;
4 porque es servidor de Dios para tu bien. Pero si haces lo malo, teme; pues no en vano lleva la espada, porque es servidor de Dios, vengador para castigar al que hace lo malo.
5 Por lo cual es necesario que le estéis sujetos, no solamente por razón de la ira, sino también por causa de la conciencia.
6 Pues por esto pagáis también los tributos, porque son servidores de Dios que se dedican a esto mismo.
7 Pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo; al que impuesto, impuesto; al que temor, temor; al que honra, honra.
8 No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros, porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley.
9 Porque: No cometerás adulterio; no matarás; no hurtarás; no dirás falso testimonio; no codiciarás; y si hay algún otro mandamiento, en estas palabras se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimento de la ley es el amor.
11 Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño, porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos.
12 La noche ha avanzado, y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos con las armas de la luz.
13 Andemos como de día, honestamente; no en glotonerías y borracheras, ni en lascivias y libertinaje, ni en pleitos y envidia;
14 sino vestíos del Señor Jesucristo, y no hagáis caso de los deseos de la carne.
Evitad contender sobre opiniones y evitad juzgaros injustamente unos a otros — Toda rodilla se doblará ante Cristo — El reino de Dios abarca la rectitud, la paz y el gozo en el Espíritu Santo.
Recibid al débil en la fe, pero no para contender sobre opiniones.
2 Porque uno cree que se ha de comer de todo; otro, que es débil, come solo legumbres.
3 El que come, no menosprecie al que no come; y el que no come, no juzgue al que come, porque Dios le ha aceptado.
4 Tú, ¿quién eres, que juzgas al siervo ajeno? Para su propio señor está en pie, o cae; pero se afirmará, porque poderoso es el Señor para afirmarle.
5 Uno hace diferencia entre día y día; otro juzga iguales todos los días. Cada uno esté plenamente convencido en su opinión.
6 El que hace caso del día, lo hace para el Señor; y el que no hace caso del día, no lo hace para el Señor. El que come, come para el Señor, porque da gracias a Dios; y el que no come, no come para el Señor, y da gracias a Dios.
7 Porque ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí.
8 Si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así que, ya sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos.
9 Porque Cristo para esto murió, y resucitó y volvió a vivir, para ser Señor tanto de los muertos como de los que viven.
Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú también, ¿por qué menosprecias a tu hermano? Porque todos compareceremos ante el tribunal de Cristo.
11 Porque escrito está:Vivo yo, dice el Señor, que ante mí se doblará toda rodilla,y toda lengua confesará a Dios.
12 De manera que, cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí mismo.
13 Así que, no nos juzguemos más los unos a los otros; antes bien, decidid no poner tropiezo ni obstáculo al hermano.
14 Yo sé, y confío en el Señor Jesús, que de por sí nada hay inmundo; pero para el que piensa que alguna cosa es inmunda, para él es inmunda.
15 Pero si por causa de la comida tu hermano es contristado, ya no andas conforme a la caridad. No destruyas con tu comida a aquel por quien Cristo murió.
16 No dejéis que se hable mal de vuestro bien,
17 porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, y paz y gozo en el Espíritu Santo.
18 Porque el que en esto sirve a Cristo, agrada a Dios, y es aprobado por los hombres.
19 Así que, sigamos lo que conduce a la paz, y a la edificación de los unos a los otros.
No destruyas la obra de Dios por causa de la comida. Todas las cosas a la verdad son limpias; pero es malo que el hombre coma algo que haga tropezar a otro.
21 Bueno es no comer carne, ni beber vino, ni nada en que tu hermano tropiece, o se ofenda o se debilite.
22 ¿Tienes tú fe? Tenla para contigo delante de Dios. Bienaventurado el que no se condena a sí mismo en lo que aprueba.
23 Pero el que duda sobre lo que come es condenado, porque no comió por fe; y todo lo que no es por fe, es pecado.
Los verdaderos santos confraternizan unos con otros — Pablo relata su diligencia en la predicación del Evangelio — Los dones del Espíritu se derraman sobre los gentiles.
Así que, los que somos más firmes debemos sobrellevar las flaquezas de los débiles, y no agradarnos a nosotros mismos.
2 Cada uno de nosotros agrade a su prójimo en lo que es bueno, para edificación.
3 Porque ni aun Cristo se agradó a sí mismo; antes bien, como está escrito: Los vituperios de los que te vituperaban, cayeron sobre mí.
4 Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y por la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza.
5 Pero el Dios de la paciencia y de la consolación os dé entre vosotros que seáis unánimes según Cristo Jesús,
6 para que unánimes, a una voz, glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo.
7 Por tanto, aceptaos los unos a los otros, como también Cristo nos aceptó, para gloria de Dios.
8 Digo, pues, que Cristo Jesús vino a ser siervo de la circuncisión para mostrar la verdad de Dios, para confirmar las promesas hechas a los padres,
9 y para que los gentiles glorifiquen a Dios por su misericordia, como está escrito:Por tanto, yo te confesaré entre los gentiles,y cantaré a tu nombre.
Y otra vez dice:Alegraos, gentiles, con su pueblo.
11 Y otra vez:Alabad al Señor, todos los gentiles;y magnificadle, todos los pueblos.
12 Y otra vez, dice Isaías:Habrá una raíz de Isaí,y el que se levantará a regir a los gentiles;los gentiles pondrán su esperanza en él.
13 Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo.
14 Y estoy seguro de vosotros, hermanos míos, que aun vosotros mismos estáis llenos de bondad, colmados de todo conocimiento, de tal manera que podéis amonestaros los unos a los otros.
15 Pero os he escrito, hermanos, en parte osadamente, como para haceros recordar por la gracia que de Dios me es dada,
16 para ser ministro de Jesucristo a los gentiles, ministrando el evangelio de Dios, para que la ofrenda de los gentiles sea agradable, santificada por el Espíritu Santo.
17 Tengo, pues, de qué gloriarme en Cristo Jesús en lo que se refiere a Dios.
18 Porque no osaría hablar de nada que Cristo no haya hecho por medio de mí para la obediencia de los gentiles, con la palabra y con las obras,
19 con el poder de milagros y prodigios, por el poder del Espíritu de Dios; de manera que desde Jerusalén, y por los alrededores hasta Ilírico, todo lo he llenado del evangelio de Cristo.
Y de esta manera me esforcé por predicar el evangelio, no donde antes Cristo fue nombrado, para no edificar sobre fundamento ajeno,
21 sino, como está escrito:Aquellos a los que nunca les fue anunciado acerca de él, verán;y los que nunca han oído, entenderán.
22 Por lo cual me he visto impedido muchas veces de ir a vosotros.
23 Pero ahora, no teniendo más lugar en estas regiones, y deseando ir a vosotros desde hace muchos años,
24 cuando vaya a España, iré a vosotros, porque espero veros al pasar, y ser encaminado allá por vosotros, después de haber gozado con vosotros.
25 Mas ahora voy a Jerusalén para ministrar a los santos.
26 Porque Macedonia y Acaya tuvieron a bien hacer una colecta para los pobres que hay entre los santos que están en Jerusalén.
27 Porque les pareció bueno, y son deudores a ellos; porque si los gentiles han sido hechos participantes de sus bienes espirituales, deben también ellos servirles en los bienes materiales.
28 Así que, cuando haya concluido esto, y les haya entregado este fruto, pasaré a visitaros rumbo a España.
29 Y sé que cuando vaya a vosotros, llegaré con la abundancia de la bendición del evangelio de Cristo.
Pero os ruego, hermanos, por nuestro Señor Jesucristo y por el amor del Espíritu, que me ayudéis orando por mí a Dios,
31 para que sea librado de los rebeldes que están en Judea, y que la ofrenda de mi servicio a los santos de Jerusalén sea acepta;
32 para que con gozo llegue a vosotros por la voluntad de Dios, y que halle descanso juntamente con vosotros.
33 Y el Dios de paz sea con todos vosotros. Amén.
Pablo envía saludos a varios de los santos — Aconseja a los santos evitar a aquellos que causan disensión — Los santos deben ser sabios con respecto al bien e inocentes con respecto al mal.
Os encomiendo a Febe, nuestra hermana, quien está al servicio de la iglesia que está en Cencrea;
2 que la recibáis en el Señor, como es digno de los santos, y que la ayudéis en cualquier cosa en que a ella le sea menester; porque ella ha ayudado a muchos y también a mí mismo.
3 Saludad a Priscila y a Aquila, mis colaboradores en Cristo Jesús,
4 que expusieron su vida por mí, a quienes no solo yo doy gracias, sino también todas las iglesias de los gentiles;
5 saludad, asimismo, a la iglesia que se reúne en su casa. Saludad a Epeneto, amado hermano mío, que es las primicias de Acaya para Cristo.
6 Saludad a María, quien ha trabajado mucho entre vosotros.
7 Saludad a Andrónico y a Junias, mis parientes y mis compañeros de prisiones, los que son muy estimados por los apóstoles, quienes también fueron antes de mí en Cristo.
8 Saludad a Amplias, amado hermano mío en el Señor.
9 Saludad a Urbano, nuestro colaborador en Cristo Jesús, y a Estaquis, amado hermano mío.
Saludad a Apeles, aprobado en Cristo. Saludad a los que son de Aristóbulo.
11 Saludad a Herodión, mi pariente. Saludad a los que son de la casa de Narciso, los que están en el Señor.
12 Saludad a Trifena y a Trifosa, que trabajan arduamente en el Señor. Saludad a la amada Pérsida, quien ha trabajado mucho en el Señor.
13 Saludad a Rufo, escogido en el Señor, y a su madre que lo es también mía.
14 Saludad a Asíncrito, y a Flegonte, a Hermas, a Patrobas, a Hermes y a los hermanos que están con ellos.
15 Saludad a Filólogo y a Julia, a Nereo y a su hermana, y a Olimpas y a todos los santos que están con ellos.
16 Saludaos los unos a los otros con ósculo santo. Os saludan todas las iglesias de Cristo.
17 Y os ruego, hermanos, que os fijéis en los que causan disensiones y tropiezos en contra de la doctrina que vosotros habéis aprendido; y apartaos de ellos.
18 Porque tales personas no sirven a nuestro Señor Jesucristo, sino a sus propios vientres, y con suaves palabras y lisonjas engañan los corazones de los ingenuos.
19 Porque vuestra obediencia ha venido a ser notoria a todos, así que me gozo de vosotros; pero quiero que seáis sabios para el bien, e inocentes en el mal.
Y el Dios de paz aplastará pronto a Satanás bajo vuestros pies. La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vosotros.
21 Os saludan Timoteo, mi colaborador, y Lucio y Jasón y Sosípater, mis parientes.
22 Yo, Tercio, que escribí la epístola, os saludo en el Señor.
23 Os saluda Gayo, hospedador mío, y de toda la iglesia. Os saluda Erasto, tesorero de la ciudad, y el hermano Cuarto.
24 La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros. Amén.
25 Y al que puede confirmaros según mi evangelio, y la predicación de Jesucristo, según la revelación del misterio que se ha mantenido escondido desde tiempos eternos,
26 pero que ha sido manifestado ahora, y que por las Escrituras de los profetas, según el mandamiento del Dios eterno, se ha declarado a todas las naciones para que obedezcan la fe;
27 al único y sabio Dios, sea la gloria mediante Jesucristo para siempre. Amén.
Fue escrita en Corinto para los romanos, enviada por medio de Febe, servidora de la iglesia de Cencrea.
Los verdaderos santos están perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer — Predicad el Evangelio y salvad almas — El Evangelio es predicado por los débiles y sencillos.
Pablo, llamado a ser apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y el hermano Sóstenes,
2 a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos con todos los que invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo en todo lugar, Señor de ellos y nuestro:
3 Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.
4 Gracias doy a mi Dios siempre por vosotros, por la gracia de Dios que os fue dada en Cristo Jesús,
5 porque en todas las cosas sois enriquecidos en él, en toda palabra y en todo conocimiento,
6 así como el testimonio acerca de Cristo ha sido confirmado en vosotros,
7 de tal manera que nada os falta en ningún don, esperando la manifestación de nuestro Señor Jesucristo;
8 el que también os confirmará hasta el fin, para que seáis irreprensibles en el día de nuestro Señor Jesucristo.
9 Fiel es Dios, por el que fuisteis llamados a la hermandad de su Hijo Jesucristo, nuestro Señor.
Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros disensiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer.
11 Porque se me ha informado acerca de vosotros, hermanos míos, por los que son de Cloé, que hay entre vosotros contiendas.
12 Quiero decir, que cada uno de vosotros dice: Yo soy de Pablo; y yo de Apolos; y yo de Cefas; y yo de Cristo.
13 ¿Acaso está dividido Cristo? ¿Fue crucificado Pablo por vosotros? ¿O habéis sido bautizados en el nombre de Pablo?
14 Doy gracias a Dios que a ninguno de vosotros he bautizado, sino a Crispo y a Gayo,
15 para que ninguno diga que ha sido bautizado en mi nombre.
16 Y también bauticé a la familia de Estéfanas; pero no sé si he bautizado a algún otro.
17 Porque no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el evangelio; no con sabiduría de palabras, para que no se haga vana la cruz de Cristo.
18 Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, es decir, a nosotros, es poder de Dios.
19 Porque está escrito:Destruiré la sabiduría de los sabios,y desecharé el entendimiento de los entendidos.
¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el polemista de este siglo? ¿Acaso no ha convertido Dios en necedad la sabiduría del mundo?
21 Pues ya que en la sabiduría de Dios el mundo no ha conocido a Dios por medio de la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación.
22 Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría,
23 pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura;
24 mas para los llamados, tanto judíos como griegos, Cristo es poder de Dios, y sabiduría de Dios.
25 Porque lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres.
26 Pues mirad, hermanos, vuestro llamamiento, que no hay muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles;
27 sino que lo necio del mundo escogió Dios para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios para avergonzar a lo fuerte;
28 y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para anular lo que es,
29 para que ninguna carne se jacte en su presencia.
Pero por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el que ha sido hecho por Dios, para nosotros, sabiduría, y justificación, y santificación y redención,
31 para que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor.
El Evangelio se predica por el poder del Espíritu — El Espíritu revela a los santos todas las cosas — El hombre natural que no se ha arrepentido no puede recibir las cosas del Espíritu de Dios.
Así que, hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría.
2 Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a este crucificado.
3 Y estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor;
4 y ni mi palabra ni mi predicación fueron con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder,
5 para que vuestra fe no estuviese fundada en la sabiduría de hombres, sino en el poder de Dios.
6 No obstante, hablamos sabiduría entre los perfectos; y sabiduría, no de este mundo, ni de los príncipes de este mundo, que perecen.
7 Pero hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta, la cual Dios destinó antes de los siglos para nuestra gloria,
8 la que ninguno de los gobernantes de este mundo conoció, porque si la hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de gloria.
9 Antes bien, como está escrito:Cosas que ojo no vio, ni oído oyó,ni han subido al corazón del hombre,son las que Dios ha preparado para aquellos que le aman.
Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu, porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios.
11 Porque, ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios.
12 Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que es de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha dado;
13 lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por humana sabiduría, sino con las enseñadas por el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual.
14 Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente.
15 En cambio, el hombre espiritual juzga todas las cosas, pero él no es juzgado por nadie.
16 Porque, ¿quién conoció la mente del Señor? ¿Quién le instruirá? Mas nosotros tenemos la mente de Cristo.
En la Iglesia, la leche es antes que el alimento sólido — Las obras de los hombres serán probadas por fuego — Los santos son templo de Dios y, si son fieles, heredarán todas las cosas.
De manera que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo.
2 Os di a beber leche, y no alimento sólido; porque aún no erais capaces, ni aún lo sois ahora,
3 porque todavía sois carnales; pues, habiendo entre vosotros celos, y contiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres?
4 Porque diciendo uno: Yo ciertamente soy de Pablo, y otro: Yo de Apolos, ¿no sois carnales?
5 ¿Qué, pues, es Pablo? ¿Y qué es Apolos? Servidores por medio de los cuales habéis creído; y eso según lo que a cada uno ha concedido el Señor.
6 Yo planté, Apolos regó, pero Dios ha dado el crecimiento.
7 Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento.
8 Y el que planta y el que riega son una misma cosa, aunque cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor.
9 Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios sois.
Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mire cómo edifica sobre él.
11 Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el que es Jesucristo.
12 Y si alguno edificare sobre este fundamento oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca,
13 la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la descubrirá, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno, sea cual sea, el fuego la pondrá a prueba.
14 Si permanece la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa.
15 Si la obra de alguno fuere quemada, sufrirá pérdida; pero él mismo será salvo, aunque así como por fuego.
16 ¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?
17 Si alguno profanare el templo de Dios, Dios le destruirá a él, porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es.
18 Nadie se engañe a sí mismo; si alguno entre vosotros se cree sabio en este mundo, hágase ignorante para llegar a ser sabio.
19 Porque la sabiduría de este mundo es insensatez para con Dios, pues escrito está: Él prende a los sabios en la astucia de ellos.
Y otra vez: El Señor conoce los pensamientos de los sabios, que son vanos.
21 Así que, ninguno se gloríe en los hombres, porque todo es vuestro:
22 sea Pablo, sea Apolos, sea Cefas, sea el mundo, sea la vida, sea la muerte, sea lo presente, sea lo por venir, todo es vuestro,
23 y vosotros sois de Cristo, y Cristo es de Dios.
Los ministros de Cristo deben ser fieles — Los Apóstoles sufren, ministran y guardan la fe — El reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder.
Así, pues, téngannos los hombres por ministros de Cristo, y mayordomos de los misterios de Dios.
2 Ahora bien, se requiere de los mayordomos que cada uno sea hallado fiel.
3 Yo en muy poco tengo el ser juzgado por vosotros, o por tribunal humano; y ni aun yo me juzgo a mí mismo.
4 Porque aunque de nada tengo mala conciencia, no por eso soy justificado; pero el que me juzga es el Señor.
5 Así que, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, quien también aclarará lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones; y entonces cada uno recibirá de Dios la alabanza.
6 Pero esto, hermanos, lo he aplicado en sentido figurado a mí y a Apolos por amor de vosotros, para que en nosotros aprendáis a no ir más allá de lo que está escrito, no sea que por causa de uno, os envanezcáis el uno contra el otro.
7 Porque, ¿quién te distingue? ¿O qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué te glorías como si no lo hubieras recibido?
8 Ya estáis saciados, ya sois ricos, y sin nosotros reináis; y ojalá reinaseis, para que nosotros reinásemos también juntamente con vosotros.
9 Porque según lo que pienso, Dios nos ha mostrado a nosotros los apóstoles como los postreros, como a sentenciados a muerte; porque somos hechos espectáculo al mundo, y a los ángeles y a los hombres.
Nosotros somos insensatos por amor de Cristo, y vosotros sois prudentes en Cristo; nosotros, débiles, y vosotros, fuertes; vosotros, nobles, y nosotros, despreciados.
11 Hasta esta hora padecemos hambre, y tenemos sed, y estamos desnudos, y somos abofeteados y no tenemos dónde vivir;
12 y nos fatigamos, trabajando con nuestras propias manos; nos maldicen, y bendecimos; padecemos persecución, y la sufrimos.
13 Somos difamados, y respondemos con bondad; hemos venido a ser hasta ahora como la escoria del mundo, el desecho de todos.
14 No escribo esto para avergonzaros, sino para amonestaros como a mis hijos amados.
15 Porque aunque tengáis diez mil ayos en Cristo, no tendréis muchos padres, porque en Cristo Jesús yo os engendré por medio del evangelio.
16 Por tanto, os ruego que me imitéis.
17 Por lo cual os he enviado a Timoteo, que es mi hijo amado y fiel en el Señor, el que os recordará mis caminos en Cristo, de la manera que enseño en todas partes y en todas las iglesias.
18 Mas algunos están envanecidos, como si yo nunca hubiese de ir a vosotros.
19 Pero iré pronto a vosotros, si el Señor quiere, y conoceré, no las palabras de los que andan envanecidos, sino el poder.
Porque el reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder.
21 ¿Qué queréis? ¿Iré a vosotros con vara, o con amor y espíritu de mansedumbre?
La Iglesia no ha de hermanar a pecadores — Cristo, nuestra Pascua, fue sacrificado por nosotros.
De cierto se oye que hay entre vosotros fornicación, y tal fornicación cual ni aun se nombra entre los gentiles, al extremo de que alguno tiene la esposa de su padre.
2 Y vosotros estáis envanecidos, en lugar de haberos entristecido, para que fuese quitado de en medio de vosotros el que hizo tal cosa.
3 Y yo ciertamente, como ausente en cuerpo, pero presente en espíritu, ya como si estuviera presente, he juzgado al que esto ha cometido.
4 En el nombre de nuestro Señor Jesucristo, reunidos vosotros y mi espíritu, con el poder de nuestro Señor Jesucristo,
5 el tal sea entregado a Satanás para destrucción de la carne, a fin de que el espíritu sea salvo en el día del Señor Jesús.
6 No es buena vuestra jactancia. ¿No sabéis que un poco de levadura leuda toda la masa?
7 Limpiaos, pues, de la vieja levadura para que seáis nueva masa, como sois, sin levadura, porque nuestra Pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros.
8 Así que celebremos la fiesta, no con la vieja levadura, ni con la levadura de malicia y de maldad, sino con panes sin levadura, de sinceridad y de verdad.
9 Os he escrito por carta que no andéis con los fornicarios;
no quiero decir en general con todos los fornicarios de este mundo, ni con todos los avaros, los estafadores o los idólatras, pues en tal caso os sería menester salir del mundo.
11 Más bien os he escrito para que no andéis con ninguno que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho o estafador, con el tal ni aun comáis.
12 Pues, ¿por qué habría yo de juzgar a los que están fuera? ¿No juzgáis vosotros a los que están dentro?
13 Porque a los que están fuera, Dios juzgará. Quitad, pues, a ese malvado de entre vosotros.
Los miembros de la Iglesia no deben litigar unos con otros ante los tribunales — Los injustos no serán salvos — Los verdaderos santos constituyen el templo del Espíritu Santo.
¿Se atreve alguno de vosotros, cuando tiene algo contra otro, ir a juicio delante de los injustos, y no delante de los santos?
2 ¿O no sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y si el mundo ha de ser juzgado por vosotros, ¿sois indignos de juzgar cosas muy pequeñas?
3 ¿O no sabéis que hemos de juzgar a los ángeles? ¿Cuánto más las cosas de esta vida?
4 Por tanto, si tenéis juicios sobre cosas de esta vida, ¿ponéis para juzgar a los que son de menor estima en la iglesia?
5 Para avergonzaros lo digo. ¿Pues qué, no hay entre vosotros sabio, ni aun uno, que pueda juzgar entre sus hermanos,
6 sino que el hermano con el hermano pleitea en juicio, y esto ante los incrédulos?
7 Así que, por cierto es ya una falta en vosotros que tengáis pleitos entre vosotros mismos. ¿Por qué no sufrís más bien el agravio? ¿por qué no sufrís más bien el ser defraudados?
8 Pero vosotros cometéis el agravio, y defraudáis, y esto a los hermanos.
9 ¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No os dejéis engañar: ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones,
ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores heredarán el reino de Dios.
11 Y esto erais algunos, mas ya habéis sido lavados, mas ya habéis sido santificados, mas ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios.
12 Todas las cosas me son lícitas, mas no todas convienen; todas las cosas me son lícitas, mas yo no me someteré al poder de ninguna.
13 Los alimentos son para el vientre, y el vientre para los alimentos; pero a él y a ellas tanto al uno como a los otros destruirá Dios. Pero el cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo.
14 Y Dios, que levantó al Señor, también a nosotros nos levantará con su poder.
15 ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? ¿Quitaré pues los miembros de Cristo, y los haré miembros de una ramera? ¡De ningún modo!
16 ¿O no sabéis que el que se une con una ramera, es un solo cuerpo con ella? Porque dice: Los dos serán una sola carne.
17 Pero el que se une al Señor, un solo espíritu es.
18 Huid de la fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre cometa está fuera del cuerpo; pero el que fornica, contra su propio cuerpo peca.
19 ¿O no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros, el que tenéis de Dios, y que no sois vuestros?
Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.
Pablo responde a ciertas preguntas acerca del matrimonio entre los que son llamados a la misión — Pablo elogia el autodominio.
En cuanto a las cosas de que me escribisteis, bueno es para el hombre no tocar mujer.
2 Pero por causa de las fornicaciones, cada uno tenga su esposa, y cada una tenga su marido.
3 El marido cumpla con la esposa el deber conyugal, y asimismo la esposa con el marido.
4 La esposa no tiene potestad sobre su propio cuerpo, sino el marido; ni tampoco el marido tiene potestad sobre su propio cuerpo, sino la esposa.
5 No os neguéis el uno al otro, a no ser por algún tiempo de mutuo consentimiento, para ocuparos en el ayuno y la oración; y volved a juntaros en uno, para que no os tiente Satanás a causa de vuestra falta de dominio propio.
6 Mas esto digo por vía de concesión, no por mandamiento.
7 Quisiera más bien que todos los hombres fuesen como yo; pero cada uno tiene su propio don de Dios; uno a la verdad de una manera, y otro de otra.
8 Digo, pues, a los solteros y a las viudas, que bueno les fuera quedarse como yo.
9 Pero si carecen de dominio propio, cásense; que mejor es casarse que quemarse.
Y a los que están unidos en matrimonio, mando, no yo, sino el Señor: Que la esposa no se separe del marido;
11 y si se separa, quédese sin casar, o reconcíliese con su marido; y que el marido no abandone a su esposa.
12 Y a los demás yo digo, no el Señor: Si algún hermano tiene esposa que no sea creyente, y ella consiente en vivir con él, no la abandone.
13 Y si una mujer tiene marido que no sea creyente, y él consiente en vivir con ella, no lo abandone.
14 Porque el marido no creyente es santificado por la esposa, y la esposa no creyente, por el marido; pues de otra manera vuestros hijos serían impuros; mientras que ahora son santos.
15 Pero si el no creyente se separa, sepárese, pues el hermano o la hermana no están sujetos a servidumbre en semejante caso, sino que a paz nos llamó Dios.
16 Porque, ¿cómo sabes, oh mujer, si quizá salvarás a tu marido? O, ¿cómo sabes, oh marido, si quizá salvarás a tu esposa?
17 Pero a cada uno como el Señor le repartió, y como Dios llamó a cada uno, así haga. Y así lo prescribo en todas las iglesias.
18 ¿Fue llamado alguno ya circuncidado? Quédese circunciso. ¿Fue llamado alguno incircuncidado? No se circuncide.
19 La circuncisión nada es, y la incircuncisión nada es; sino la observancia de los mandamientos de Dios.
Cada uno en el llamamiento en que fue llamado, quédese en él.
21 ¿Fuiste llamado siendo esclavo? No te preocupes; mas también, si puedes hacerte libre, procúralo.
22 Porque el que en el Señor es llamado siendo esclavo, liberto es del Señor; asimismo, el que es llamado siendo libre, esclavo es de Cristo.
23 Por precio sois comprados; no os hagáis esclavos de los hombres.
24 Cada uno, hermanos, en el llamamiento en que fue llamado, así permanezca para con Dios.
25 En cuanto a las que son vírgenes, no tengo mandamiento del Señor; pero doy mi parecer, como quien ha alcanzado misericordia del Señor para ser fiel.
26 Tengo, pues, esto por bueno a causa de la dificultad que apremia, que bueno es al hombre quedarse así.
27 ¿Estás ligado a esposa? No procures separarte. ¿Estás libre de mujer? No procures esposa.
28 Mas también si te casas, no pecas; y si la doncella se casa, no peca; pero los tales tendrán aflicción de la carne, y yo os la quisiera evitar.
29 Pero esto digo, hermanos: El tiempo es corto; resta, pues, que los que tienen esposa sean como si no las tuvieran,
y los que lloran, como si no llorasen; y los que se regocijan, como si no se regocijasen; y los que compran, como si no poseyesen;
31 y los que disfrutan las cosas de este mundo, como si no las disfrutasen, porque la forma actual de este mundo pasará.
32 Quisiera, pues, que estuvieseis sin congoja. El soltero se preocupa por las cosas que son del Señor, de cómo agradar al Señor;
33 pero el casado se preocupa por las cosas que son del mundo, de cómo agradar a su esposa.
34 Hay asimismo diferencia entre la casada y la doncella: la doncella se preocupa por las cosas del Señor, para ser santa tanto en el cuerpo como en el espíritu; pero la casada se preocupa por las cosas del mundo, de cómo agradar a su marido.
35 Esto digo para vuestro provecho; no para poneros restricción, sino para lo honesto y decente, y para que sin impedimento os dediquéis al Señor.
36 Mas, si a alguno le parece que no se comporta correctamente con respecto a su doncella, que pasa ya de edad, y que conviene que se haga algo, haga lo que quiera, no peca; cásense.
37 Pero el que está firme en su corazón, y no tiene necesidad, sino que domina su voluntad, y ha determinado en su corazón guardar a su doncella, bien hace.
38 Así que, el que se da en casamiento, bien hace; y el que no se da en casamiento, hace mejor.
39 La mujer casada está ligada por la ley a su marido mientras él vive; pero si su marido muere, queda libre para casarse con quien quiera, con tal que sea en el Señor.
Pero, a mi juicio, más venturosa será si se queda así; y pienso que también yo tengo el Espíritu de Dios.
Hay muchos dioses y muchos señores — Para nosotros hay un solo Dios (el Padre) y un solo Señor, que es Cristo.
En cuanto a lo sacrificado a los ídolos, sabemos que todos tenemos conocimiento. El conocimiento envanece, pero la caridad edifica.
2 Y si alguno se imagina que sabe algo, aún no sabe nada como debe saberlo.
3 Pero si alguno ama a Dios, es conocido por él.
4 En cuanto a comer lo sacrificado a los ídolos, sabemos que un ídolo nada es en el mundo, y que no hay más que un solo Dios.
5 Porque aunque haya algunos que se llamen dioses, sea en el cielo o en la tierra (como hay muchos dioses y muchos señores),
6 nosotros no tenemos más que un solo Dios, el Padre, de quien son todas las cosas, y nosotros de él; y un Señor, Jesucristo, por medio de quien son todas las cosas, y nosotros por medio de él.
7 Pero no en todos hay este conocimiento, porque algunos, acostumbrados hasta aquí a los ídolos, comen el alimento como si fuera sacrificado a los ídolos; y su conciencia, siendo débil, se contamina.
8 Si bien el alimento no nos hace más aceptos ante Dios, pues ni porque comamos seremos más, ni porque no comamos seremos menos.
9 Pero mirad que esta libertad vuestra no sea tropezadero para los que son débiles.
Porque si alguno te ve a ti, que tienes conocimiento, que estás sentado a la mesa en un lugar de ídolos, la conciencia de aquel que es débil, ¿no será alentada a comer de lo sacrificado a los ídolos?
11 Y por tu conocimiento perecerá el hermano débil por quien Cristo murió.
12 De esta manera, pues, pecando contra los hermanos, e hiriendo su débil conciencia, contra Cristo pecáis.
13 Por lo cual, si la comida le es a mi hermano ocasión de caer, jamás comeré carne para no hacer tropezar a mi hermano.
Pablo se regocija en su libertad cristiana — Predica gratuitamente el Evangelio a todos — Se hizo siervo de todos para hacer conversos.
¿No soy apóstol? ¿No soy libre? ¿No he visto a Jesús el Señor nuestro? ¿No sois vosotros mi obra en el Señor?
2 Si para los otros no soy apóstol, para vosotros ciertamente lo soy, porque el sello de mi apostolado sois vosotros en el Señor.
3 Mi defensa contra los que me interrogan es esta:
4 ¿Acaso no tenemos derecho a comer y a beber?
5 ¿No tenemos derecho a traer con nosotros una esposa creyente, así como los otros apóstoles, y como los hermanos del Señor y como Cefas?
6 ¿O solo yo y Bernabé no tenemos derecho a no trabajar?
7 ¿Quién va a la guerra a sus propias expensas? ¿Quién planta viña, y no come de su fruto? O, ¿quién apacienta el rebaño, y no toma de la leche del rebaño?
8 ¿Digo esto según la manera de los hombres? ¿No dice esto también la ley?
9 Porque en la ley de Moisés está escrito: No pondrás bozal al buey que trilla. ¿Se preocupa Dios por los bueyes?
¿O lo dice expresamente por nosotros? Pues para nosotros está escrito: Porque con esperanza ha de arar el que ara; y el que trilla, con esperanza de recibir del fruto.
11 Si nosotros sembramos entre vosotros lo espiritual, ¿es gran cosa si segamos de vosotros lo material?
12 Si otros tienen sobre vosotros este derecho, ¿cuánto más nosotros? Sin embargo, no hemos usado de este derecho, antes bien, lo soportamos todo para no poner ningún obstáculo al evangelio de Cristo.
13 ¿No sabéis que los que trabajan en lo sagrado, comen lo del templo; y que los que sirven al altar, del altar participan?
14 Así también ordenó el Señor a los que anuncian el evangelio, que vivan del evangelio.
15 Pero yo de nada de esto me he aprovechado, ni tampoco he escrito esto para que se haga así conmigo, porque prefiero morir antes que alguien me prive de esta mi gloria.
16 Porque si anuncio el evangelio, no tengo por qué gloriarme, porque me es impuesta necesidad; y, ¡ay de mí si no anunciara el evangelio!
17 Por lo cual, si lo hago de buena voluntad, recompensa tendré; pero si lo hago porque se me ha impuesto, lo mismo es una tarea que se me ha encomendado.
18 ¿Cuál, pues, es mi galardón? Que, predicando el evangelio, presente gratuitamente el evangelio de Cristo, para no usar mal mi autoridad en el evangelio.
19 Por lo cual, siendo libre de todos, me he hecho siervo de todos, para ganar al mayor número.
Me he hecho a los judíos como judío, para ganar a los judíos; a los que están sujetos a la ley (aunque yo no estoy sujeto a la ley) como sujeto a la ley, para ganar a los que están sujetos a la ley;
21 a los que están sin ley, como si yo estuviera sin ley (no estando yo sin ley de Dios, sino bajo la ley de Cristo), para ganar a los que están sin ley.
22 Me he hecho débil a los débiles, para ganar a los débiles; a todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos.
23 Y esto hago por causa del evangelio, para hacerme copartícipe de él.
24 ¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero solo uno se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis.
25 Y todo aquel que compite, de todo se abstiene; y ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible.
26 Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien da golpes al aire;
27 sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que, habiendo predicado a otros, yo mismo venga a ser descalificado.
Cristo es el Dios de los de Israel y la Roca espiritual que los guio — El antiguo Israel se rebeló contra Cristo — Pablo compara los sacramentos verdaderos con los falsos.
Porque no quiero, hermanos, que ignoréis que nuestros padres todos estuvieron bajo la nube, y todos pasaron por el mar;
2 y todos en Moisés fueron bautizados en la nube y en el mar;
3 y todos comieron el mismo alimento espiritual;
4 y todos bebieron la misma bebida espiritual, porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo.
5 Pero Dios no se agradó de muchos de ellos, por lo cual quedaron tendidos en el desierto.
6 Estas cosas sucedieron como ejemplo para nosotros, a fin de que no codiciemos cosas malas, como ellos codiciaron.
7 Ni seáis idólatras, como algunos de ellos, según está escrito: Se sentó el pueblo a comer y a beber, y se levantó a divertirse.
8 Ni forniquemos, como algunos de ellos fornicaron, y cayeron en un día veintitrés mil.
9 Ni tentemos a Cristo, como también algunos de ellos le tentaron, y perecieron por las serpientes.
Ni murmuréis, como algunos de ellos murmuraron, y perecieron por el destructor.
11 Y estas cosas les acontecieron como ejemplo; y están escritas para nuestra admonición, para quienes ha llegado el fin de los siglos.
12 Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga.
13 No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podáis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar.
14 Por tanto, amados míos, huid de la idolatría.
15 Como a sensatos os hablo; juzgad vosotros lo que digo.
16 La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo?
17 Siendo uno solo el pan, nosotros, con ser muchos, somos un cuerpo, pues todos participamos de aquel mismo pan.
18 Mirad a Israel según la carne: Los que comen de los sacrificios, ¿no son partícipes del altar?
19 ¿Qué digo, pues? ¿Que el ídolo es algo, o que sea algo lo que se sacrifica a los ídolos?
Antes bien, digo que lo que los gentiles sacrifican, a los demonios lo sacrifican, y no a Dios; y no quiero que vosotros os hagáis partícipes con los demonios.
21 No podéis beber la copa del Señor y la copa de los demonios; no podéis ser partícipes de la mesa del Señor y de la mesa de los demonios.
22 ¿O provocaremos a celos al Señor? ¿Somos más fuertes que él?
23 Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica.
24 Ninguno busque su propio bien, sino el del otro.
25 De todo lo que se vende en la carnicería, comed, sin preguntar nada por motivos de conciencia;
26 porque del Señor es la tierra y su plenitud.
27 Y si algún incrédulo os invita, y queréis ir, de todo lo que se os ponga delante comed, sin preguntar nada por motivos de conciencia.
28 Pero si alguien os dice: Esto fue sacrificado a los ídolos; no lo comáis, por causa de aquel que lo declaró, y por motivos de conciencia, porque del Señor es la tierra y su plenitud.
29 La conciencia, digo, no la tuya, sino la del otro. Pues, ¿por qué ha de ser juzgada mi libertad por la conciencia de otro?
Y si yo con agradecimiento participo, ¿por qué he de ser censurado por aquello por lo que doy gracias?
31 Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios.
32 No seáis tropiezo ni a judíos, ni a gentiles, ni a la iglesia de Dios;
33 como también yo en todas las cosas complazco a todos, no procurando mi propio beneficio, sino el de muchos, para que sean salvos.
Pablo habla de ciertas costumbres del cabello y del arreglo personal — Habrá herejías que pondrán a prueba a los fieles — Los emblemas sacramentales se toman en memoria de la carne y de la sangre de Cristo — Cuidaos de participar indignamente de ellos.
Sed imitadores de mí, así como yo lo soy de Cristo.
2 Y os alabo, hermanos, porque en todo os acordáis de mí, y retenéis las instrucciones tal como os las enseñé.
3 Pero quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios, la cabeza de Cristo.
4 Todo varón que ora o profetiza con la cabeza cubierta, deshonra su cabeza.
5 Pero toda mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta, deshonra su cabeza, porque lo mismo es que si se hubiese rapado.
6 Porque si la mujer no se cubre la cabeza, córtese también el cabello; y si le es vergonzoso a la mujer cortarse el cabello o raparse, cúbrase.
7 Porque el varón no ha de cubrirse la cabeza, pues él es imagen y gloria de Dios; pero la mujer es gloria del varón,
8 porque el varón no procede de la mujer, sino la mujer del varón,
9 Y tampoco el varón fue creado por causa de la mujer, sino la mujer por causa del varón.
Por lo cual, la mujer debe tener señal de autoridad sobre su cabeza, por causa de los ángeles.
11 Pero en el Señor, ni el varón es sin la mujer, ni la mujer sin el varón.
12 Porque así como la mujer procede del varón, también el varón nace de la mujer; pero todo procede de Dios.
13 Juzgad vosotros mismos: ¿Es apropiado que la mujer ore a Dios sin cubrirse la cabeza?
14 La naturaleza misma, ¿no os enseña que al varón le es deshonroso dejarse crecer el cabello?
15 Por el contrario, a la mujer dejarse crecer el cabello le es honroso, porque en lugar de velo le es dado el cabello.
16 Con todo eso, si alguno quiere ser contencioso, nosotros no tenemos tal costumbre, ni las iglesias de Dios.
17 Pero en esto que os anuncio, no os alabo, porque no os congregáis para lo mejor, sino para lo peor.
18 Pues en primer lugar, cuando os reunís como iglesia, oigo que hay entre vosotros disensiones; y en parte lo creo.
19 Porque es preciso que entre vosotros haya herejías, para que se hagan manifiestos entre vosotros los que son aprobados.
Cuando, pues, os reunís en común, esto no es comer la cena del Señor.
21 Porque al comer, cada uno se adelanta a tomar su propia cena; y uno tiene hambre, y otro se embriaga.
22 Pues qué, ¿no tenéis casas en que comáis y bebáis? ¿O menospreciáis la iglesia de Dios, y avergonzáis a los que no tienen nada? ¿Qué os diré? ¿Os alabaré? En esto no os alabo.
23 Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan,
24 y habiendo dado gracias, lo partió y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí.
25 Asimismo, tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo convenio en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebáis, en memoria de mí.
26 Porque todas las veces que comáis este pan, y bebáis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga.
27 De manera que cualquiera que comiere este pan o bebiere esta copa del Señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor.
28 Por tanto, examínese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa.
29 Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, come y bebe juicio para sí.
Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros; y muchos duermen.
31 Si, pues, nos examinásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados.
32 Pero siendo juzgados, somos disciplinados por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo.
33 Así que, hermanos míos, cuando os reunís a comer, esperaos unos a otros.
34 Si alguno tiene hambre, coma en su casa, para que no os reunáis para juicio. Las demás cosas las pondré en orden cuando llegue.
El Espíritu Santo revela que Jesús es el Cristo — Los dones espirituales están presentes entre los santos — En la Iglesia verdadera hay apóstoles, profetas y milagros.
Y acerca de los dones espirituales, no quiero, hermanos, que seáis ignorantes.
2 Sabéis que cuando erais gentiles, ibais, tal como erais llevados, a los ídolos mudos.
3 Por tanto, os hago saber, que nadie que hable por el Espíritu de Dios, llama anatema a Jesús; y nadie puede afirmar que Jesús es el Señor, sino por el Espíritu Santo.
4 Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo.
5 Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo.
6 Y hay diversidad de operaciones, pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo.
7 Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho.
8 Porque a la verdad, a este es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de conocimiento según el mismo Espíritu;
9 a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu;
a otro, el hacer milagros; y a otro, profecía; y a otro, discernimiento de espíritus; y a otro, diversos géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas.
11 Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere.
12 Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo.
13 Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, ya judíos o griegos, ya esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu.
14 Pues tampoco el cuerpo es un solo miembro, sino muchos.
15 Si dijere el pie: Porque no soy mano, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo?
16 Y si dijere la oreja: Porque no soy ojo, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo?
17 Si todo el cuerpo fuese ojo, ¿dónde estaría el oído? Si todo fuese oído, ¿dónde estaría el olfato?
18 Pero ahora Dios ha colocado los miembros, cada uno de ellos, en el cuerpo, como él quiso.
19 Porque si todos fueran un solo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo?
Pero ahora hay muchos miembros, aunque uno solo es el cuerpo.
21 Ni el ojo puede decir a la mano: No te necesito; ni tampoco la cabeza a los pies: No tengo necesidad de vosotros.
22 Antes bien, los miembros del cuerpo que parecen más débiles, son los más necesarios;
23 y a aquellos miembros del cuerpo que estimamos ser menos honrosos, a estos vestimos más honrosamente; y los que en nosotros son menos decorosos, se tratan con más decoro.
24 Porque los que en nosotros son más decorosos, no lo necesitan; pero Dios así formó el cuerpo, dando más abundante honor al que le faltaba;
25 para que no haya división en el cuerpo, sino que todos los miembros se preocupen por igual los unos por los otros.
26 De manera que, si un miembro padece, todos los miembros padecen con él; y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan.
27 Pues vosotros sois el cuerpo de Cristo, e individualmente sois miembros de él.
28 Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros, luego milagros; después los dones de sanidades; ayudas, administraciones y diversidades de lenguas.
29 ¿Son todos apóstoles? ¿Son todos profetas? ¿Todos maestros? ¿Hacen todos milagros?
¿Tienen todos dones de sanidad? ¿Hablan todos en lenguas? ¿Interpretan todos?
31 Procurad, pues, los mejores dones; mas yo os muestro un camino aún más excelente.
Pablo analiza la excelencia de la caridad — La caridad, el amor puro, sobrepasa y excede a casi todo lo demás.
Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo caridad, vengo a ser como metal que resuena o címbalo que retiñe.
2 Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y todo conocimiento, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo caridad, nada soy.
3 Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo caridad, de nada me sirve.
4 La caridad es sufrida, es benigna; la caridad no tiene envidia, la caridad no se jacta, no se envanece;
5 no se comporta indebidamente, no busca lo suyo, no se irrita, no piensa el mal;
6 no se regocija en la maldad, sino que se regocija en la verdad;
7 todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
8 La caridad nunca deja de ser; mas las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y el conocimiento se acabará;
9 porque en parte conocemos, y en parte profetizamos;
mas cuando venga lo que es perfecto, entonces lo que es en parte se acabará.
11 Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño; mas cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño.
12 Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido.
13 Y ahora permanecen la fe, la esperanza y la caridad, estas tres; pero la mayor de ellas es la caridad.
Las personas deben desear dones espirituales — Se compara el don de lenguas con el de profecía — El de profecía es el mayor de esos dones — Pablo dice: Podéis todos profetizar. Procurad profetizar.
Seguid la caridad y procurad los dones espirituales, pero sobre todo, que profeticéis.
2 Porque el que habla en lenguas no habla a los hombres, sino a Dios, pues nadie le entiende, porque por el espíritu habla misterios.
3 Pero el que profetiza habla a los hombres para edificación, y exhortación y consolación.
4 El que habla en lengua extraña, a sí mismo se edifica; pero el que profetiza, edifica a la iglesia.
5 Así que, quisiera que todos vosotros hablaseis en lenguas, pero más que profetizaseis; porque mayor es el que profetiza que el que habla en lenguas, a no ser que las interprete, para que la iglesia reciba edificación.
6 Ahora pues, hermanos, si yo voy a vosotros hablando lenguas, ¿qué os aprovechará, si no os hablo con revelación, o con conocimiento, o con profecía o con doctrina?
7 Ciertamente, las cosas inanimadas que producen sonidos, como la flauta o el arpa, si no dan con distinción los sonidos, ¿cómo se sabrá lo que se toca con la flauta o con la cítara?
8 Y si la trompeta da sonido incierto, ¿quién se preparará para la batalla?
9 Así también vosotros, si por la lengua no dais palabra bien comprensible, ¿cómo se entenderá lo que decís?, porque hablaréis al aire.
Tantas clases de idiomas hay quizá en el mundo, y ninguno carece de significado;
11 pero si yo no entiendo el significado de las palabras, seré como extranjero para el que habla, y el que habla será como extranjero para mí.
12 Así también vosotros, puesto que anheláis dones espirituales, procurad que abunden en vosotros para la edificación de la iglesia.
13 Por lo cual, el que habla en lenguas, ore para poder interpretarlas.
14 Porque si yo oro en lenguas, mi espíritu ora; pero mi entendimiento es sin fruto.
15 ¿Qué, pues? Oraré con el espíritu, pero oraré también con el entendimiento; cantaré con el espíritu, pero cantaré también con el entendimiento.
16 Porque si bendices con el espíritu, el que ocupa el lugar de un simple oyente, ¿cómo dirá Amén a tu acción de gracias?, pues no sabe lo que has dicho.
17 Porque tú, a la verdad, bien das gracias, pero el otro no es edificado.
18 Doy gracias a Dios que hablo en lenguas más que todos vosotros;
19 pero en la iglesia prefiero hablar cinco palabras con mi entendimiento, para enseñar también a los otros, que diez mil palabras en lenguas.
Hermanos, no seáis niños en el modo de pensar, sino sed niños en la malicia, pero maduros en el modo de pensar.
21 En la ley está escrito: En otras lenguas y con otros labios hablaré a este pueblo; y ni aun así me oirán, dice el Señor.
22 Así que, las lenguas son por señal, no a los creyentes, sino a los incrédulos; pero la profecía, no a los incrédulos, sino a los creyentes.
23 De manera que, si toda la iglesia se reúne en un solo lugar, y todos hablan en lenguas, y entran indoctos o incrédulos, ¿no dirán que estáis locos?
24 Pero si todos profetizan, y entra algún incrédulo o indocto, por todos es convencido, por todos es juzgado;
25 lo oculto de su corazón se hace manifiesto; y así, postrándose sobre el rostro, adorará a Dios, declarando que verdaderamente Dios está entre vosotros.
26 ¿Qué hay, pues, hermanos? Cuando os reunís, cada uno de vosotros tiene salmo, tiene doctrina, tiene lengua, tiene revelación, tiene interpretación; hágase todo para edificación.
27 Si alguno habla en lenguas, que hablen dos, o a lo más tres, y por turno; y que uno interprete.
28 Y si no hay intérprete, calle en la iglesia, y hable para sí mismo y para Dios.
29 Asimismo, los profetas hablen dos o tres, y los demás juzguen.
Y si a otro que está sentado le es revelado algo, calle el primero.
31 Porque podéis profetizar todos, uno por uno, para que todos aprendan y todos sean exhortados.
32 Y los espíritus de los profetas están sujetos a los profetas,
33 porque Dios no es Dios de confusión, sino de paz, como en todas las iglesias de los santos.
34 Vuestras mujeres callen en las congregaciones, porque no les es permitido hablar, sino que estén sujetas, como dice también la ley.
35 Y si quieren aprender algo, pregunten en casa a sus maridos, porque es indecoroso que una mujer hable en la congregación.
36 ¿Acaso ha salido de vosotros la palabra de Dios, o solo a vosotros ha llegado?
37 Si alguno a su parecer es profeta, o espiritual, reconozca que lo que os escribo son mandamientos del Señor.
38 Pero el que lo ignora, que lo ignore.
39 Así que, hermanos, procurad profetizar, y no impidáis el hablar en lenguas.
Pero hágase todo decentemente y con orden.
Cristo murió por nuestros pecados — Resucitó de entre los muertos y fue visto por muchos — Todos los hombres resucitarán — Pablo habla sobre el bautismo por los muertos — Se describen los tres grados de gloria — La victoria sobre la muerte se efectúa por medio de Cristo.
Además os declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado, el cual también recibisteis, en el cual también perseveráis;
2 por el cual asimismo, si retenéis la palabra que os he predicado, sois salvos, si no creísteis en vano.
3 Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados conforme a las Escrituras;
4 y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras;
5 y que apareció a Cefas, y después a los doce.
6 Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen.
7 Después apareció a Jacobo, y después a todos los apóstoles.
8 Y al postrero de todos, como a uno nacido fuera de tiempo, se me apareció a mí.
9 Porque yo soy el más insignificante de los apóstoles, y no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios.
Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo; antes bien, he trabajado más que todos ellos; aunque no yo, sino la gracia de Dios que está conmigo.
11 Porque, sea yo o sean ellos, así predicamos, y así habéis creído.
12 Y si se predica que Cristo resucitó de los muertos, ¿cómo dicen algunos entre vosotros que no hay resurrección de los muertos?
13 Porque si no hay resurrección de los muertos, Cristo tampoco resucitó.
14 Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, y vana es también vuestra fe.
15 Y aún más, somos hallados falsos testigos de Dios porque hemos testificado de Dios que él resucitó a Cristo, al cual no resucitó si en verdad los muertos no resucitan.
16 Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó.
17 Y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados.
18 Entonces también los que durmieron en Cristo han perecido.
19 Si solamente en esta vida tenemos esperanza en Cristo, somos los más dignos de lástima de todos los hombres.
Pero ahora Cristo ha resucitado de entre los muertos; y llegó a ser primicias de los que durmieron.
21 Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos.
22 Porque así como en Adán todos mueren, así también en Cristo todos serán vivificados.
23 Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida.
24 Entonces vendrá el fin, cuando entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya abolido todo imperio, y toda autoridad y todo poder.
25 Porque es menester que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies.
26 Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte.
27 Porque todas las cosas las sujetó debajo de sus pies. Y cuando dice que todas las cosas le son sujetas, claro está que exceptúa a aquel que sujetó a él todas las cosas.
28 Pero luego que todas las cosas le sean sujetas, entonces también el Hijo mismo se sujetará al que le sujetó a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos.
29 De otro modo, ¿qué harán los que se bautizan por los muertos, si en ninguna manera los muertos resucitan? ¿Por qué, pues, se bautizan por los muertos?
¿Y por qué nosotros peligramos a toda hora?
31 Os aseguro, por la gloria que en vosotros tengo en Cristo Jesús, Señor nuestro, que cada día muero.
32 Si como hombre batallé en Éfeso contra las fieras, ¿de qué me aprovecha? Si los muertos no resucitan, comamos y bebamos, porque mañana moriremos.
33 No os dejéis engañar: Las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres.
34 Velad debidamente, y no pequéis, porque algunos no conocen a Dios; para vergüenza vuestra lo digo.
35 Pero dirá alguno: ¿Cómo resucitarán los muertos? ¿Con qué cuerpo vendrán?
36 ¡Necio!, lo que tú siembras no se vivifica, si no muere antes.
37 Y lo que siembras, no es el cuerpo que ha de salir, sino el grano desnudo, ya sea de trigo o de otro grano;
38 pero Dios le da el cuerpo como él quiso, y a cada semilla su propio cuerpo.
39 No toda carne es la misma carne; mas una carne ciertamente es la de los hombres, y otra carne la de los animales, y otra la de los peces, y otra la de las aves.
Y hay cuerpos celestiales, y cuerpos terrestres; mas ciertamente una es la gloria de los celestiales, y otra la de los terrestres.
41 Una es la gloria del sol, y otra la gloria de la luna, y otra la gloria de las estrellas, pues una estrella es diferente de otra en gloria.
42 Así también es la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción, resucitará en incorrupción;
43 se siembra en deshonra, resucitará en gloria; se siembra en debilidad, resucitará en poder;
44 se siembra cuerpo natural, resucitará cuerpo espiritual. Hay cuerpo natural, y hay cuerpo espiritual.
45 Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante.
46 Pero lo espiritual no es primero, sino lo natural; luego lo espiritual.
47 El primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo.
48 Cual el terrenal, tales también los terrenales; y cual el celestial, tales también los celestiales.
49 Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial.
Pero esto digo, hermanos: que carne y sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción.
51 He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos, pero todos seremos transformados
52 en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, al sonar la trompeta final; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados.
53 Porque es menester que esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad.
54 Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria.
55 ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?
56 El aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado, la ley.
57 Mas sean dadas gracias a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo.
58 Así que, amados hermanos míos, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano.
Pablo aconseja: “Permaneced firmes en la fe; todas vuestras cosas sean hechas con caridad”.
En cuanto a la ofrenda para los santos, haced vosotros también de la manera que ordené en las iglesias de Galacia.
2 Cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte en su casa, guardando lo que por la bondad de Dios pueda, para que cuando yo llegue, no se recojan entonces ofrendas.
3 Y cuando yo haya llegado, enviaré a los que hayáis aprobado por cartas para que lleven vuestro donativo a Jerusalén.
4 Y si conviene que yo también vaya, irán conmigo.
5 Y a vosotros iré cuando haya pasado por Macedonia, porque por Macedonia tengo que pasar.
6 Y puede ser que me quede con vosotros, o que tal vez pase el invierno también, para que vosotros me encaminéis a donde tenga que ir.
7 Porque no quiero veros ahora de paso, pues espero estar con vosotros algún tiempo, si el Señor lo permite.
8 Pero estaré en Éfeso hasta Pentecostés,
9 porque se me ha abierto una puerta grande y eficaz, y muchos son los adversarios.
Y si llega Timoteo, mirad que esté con vosotros sin temor; porque él también hace la obra del Señor así como yo.
11 Por tanto, nadie le tenga en poco; sino encaminadle en paz, para que venga a mí, porque le espero con los hermanos.
12 Acerca del hermano Apolos, mucho le he rogado que fuese a vosotros con los hermanos; pero de ninguna manera tuvo voluntad de ir por ahora; pero irá cuando tenga oportunidad.
13 Velad, estad firmes en la fe; portaos varonilmente, y sed fuertes.
14 Todas vuestras cosas sean hechas con caridad.
15 Y os ruego, hermanos (ya sabéis que los de la casa de Estéfanas son las primicias de Acaya, y que se han dedicado al ministerio de los santos),
16 que os sujetéis a tales personas, y a todos los que ayudan y trabajan.
17 Me regocijo en la venida de Estéfanas y de Fortunato y de Acaico, porque estos han suplido lo que faltaba de vuestra parte.
18 Porque ellos han recreado mi espíritu y el vuestro; reconoced, pues, a tales personas.
19 Las iglesias de Asia os saludan. Os saludan mucho en el Señor Aquila y Priscila, con la iglesia que está en su casa.
Os saludan todos los hermanos. Saludaos los unos a los otros con beso santo.
21 Yo, Pablo, os escribo esta salutación de mi puño y letra.
22 El que no ama al Señor Jesucristo, sea anatema. ¡Maranata!
23 La gracia del Señor Jesucristo sea con vosotros.
24 Mi amor en Cristo Jesús sea con todos vosotros. Amén.
La primera epístola a los corintios fue enviada desde Filipos con Estéfanas, y Fortunato, y Acaico y Timoteo.
Dios consuela a Sus santos y cuida de ellos — Los santos son sellados y reciben la confirmación del Espíritu en el corazón.
Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y el hermano Timoteo, a la iglesia de Dios que está en Corinto, con todos los santos que están en toda Acaya:
2 Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.
3 Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación,
4 quien nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, con la consolación con que nosotros somos consolados por Dios.
5 Porque de la manera que abundan en nosotros las aflicciones de Cristo, así abunda también por el mismo Cristo nuestra consolación.
6 Pero si somos atribulados, es para vuestra consolación y salvación; la cual se efectúa en el sufrir las mismas aflicciones que nosotros también padecemos; o si somos consolados, es por vuestra consolación y salvación.
7 Y nuestra esperanza con respecto a vosotros es firme, pues sabemos que así como sois compañeros en las aflicciones, también lo sois en la consolación.
8 Porque, hermanos, no queremos que desconozcáis la tribulación que sufrimos en Asia, pues fuimos agobiados sobremanera más allá de nuestras fuerzas, de tal manera que perdimos la esperanza de salir con vida.
9 Pero tuvimos en nosotros mismos sentencia de muerte, para que no confiáramos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos,
el que nos libró y nos libra de tan gran muerte; y en quien esperamos que aún nos librará;
11 cooperando también vosotros con oración por nosotros, para que por muchas personas sean dadas gracias a favor nuestro por el don concedido a nosotros por medio de muchos.
12 Porque nuestro regocijo es este: el testimonio de nuestra conciencia, que con sencillez y sinceridad de Dios, no con sabiduría carnal, sino con la gracia de Dios, nos hemos conducido en el mundo, y mucho más con vosotros.
13 Porque no os escribimos otras cosas sino las que leéis y entendéis; y espero que hasta el fin las entenderéis;
14 como también en parte habéis entendido que somos vuestro regocijo, así como también vosotros el nuestro, en el día del Señor Jesús.
15 Y con esta confianza quise primero ir a vosotros, para que recibieseis una doble bendición;
16 y por vosotros pasar a Macedonia, y de Macedonia regresar otra vez a vosotros, y por vosotros ser encaminado a Judea.
17 Así que, pretendiendo esto, ¿actué quizá con ligereza? O lo que pienso hacer, ¿lo pienso según la carne, para que haya en mí al mismo tiempo sí, sí, y no, no?
18 Pero, como Dios es fiel, nuestra palabra para con vosotros no es sí y no.
19 Porque el Hijo de Dios, Jesucristo, que entre vosotros ha sido predicado por nosotros, por mí, y por Silvano y por Timoteo, no ha sido sí y no, sino solamente sí en él.
Porque todas las promesas de Dios son sí en él, y Amén en él, por medio de nosotros, para la gloria de Dios.
21 Y el que nos confirma con vosotros en Cristo, y el que nos ungió, es Dios,
22 quien también nos ha sellado y nos ha dado la garantía del Espíritu en nuestros corazones.
23 Pero yo invoco a Dios como testigo sobre mi alma, que por ser indulgente con vosotros no he pasado todavía a Corinto.
24 No que nos enseñoreemos de vuestra fe, sino que colaboramos para vuestro gozo, porque por la fe estáis firmes.
Los santos deben amarse y perdonarse los unos a los otros — Ellos siempre triunfan en Cristo.
Esto, pues, determiné para conmigo, no ir otra vez a vosotros con tristeza.
2 Porque si yo os contristo, ¿quién será luego el que me alegre, sino aquel a quien yo haya contristado?
3 Por esto mismo os escribí, para que, cuando llegue, no tenga tristeza de parte de quienes me debiera alegrar, confiando en vosotros todos que mi gozo es el de todos vosotros.
4 Porque por la mucha tribulación y angustia del corazón os escribí con muchas lágrimas; no para que fueseis contristados, sino para que supieseis cuánto amor tengo para con vosotros.
5 Si alguno me ha causado tristeza, no me la ha causado solo a mí, sino hasta cierto punto, para no exagerar, a todos vosotros.
6 A tal persona le basta esta reprensión hecha por muchos;
7 así que, al contrario, vosotros más bien debéis perdonarlo y consolarlo, para que no sea consumido por demasiada tristeza.
8 Por lo cual os ruego que reafirméis el amor para con él.
9 Porque también para este fin os escribí, para tener la prueba de si vosotros sois obedientes en todo.
Y al que vosotros perdonéis, yo también, porque también yo, lo que he perdonado, si algo he perdonado, por vosotros lo he hecho en presencia de Cristo,
11 para que Satanás no saque ventaja alguna sobre nosotros, pues no desconocemos sus maquinaciones.
12 Cuando llegué a Troas para predicar el evangelio de Cristo, aunque se me abrió puerta en el Señor,
13 no tuve reposo en mi espíritu, por no haber hallado a Tito, mi hermano. Así, despidiéndome de ellos, partí para Macedonia.
14 Mas a Dios gracias, que hace que siempre triunfemos en Cristo Jesús, y que por medio de nosotros manifiesta en todo lugar la fragancia de su conocimiento.
15 Porque para Dios somos olor grato de Cristo en los que se salvan, y en los que se pierden;
16 a estos ciertamente olor de muerte para muerte, y a aquellos olor de vida para vida. Y para estas cosas, ¿quién es suficiente?
17 Porque no somos, como muchos, mercaderes que corrompen la palabra de Dios, sino que con sinceridad, como de parte de Dios, delante de Dios, hablamos en Cristo.
El Evangelio sobrepasa a la ley de Moisés — Donde está el Espíritu del Señor, hay libertad.
¿Comenzamos otra vez a recomendarnos a nosotros mismos? ¿O tenemos necesidad, como algunos, de cartas de recomendación para vosotros, o de recomendación de vosotros?
2 Nuestra carta sois vosotros, escrita en nuestros corazones, conocida y leída por todos los hombres;
3 siendo manifiesto que sois carta de Cristo expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón.
4 Y tal confianza tenemos mediante Cristo para con Dios.
5 No que seamos capaces por nosotros mismos para pensar algo de nosotros mismos, sino que nuestra capacidad es de Dios;
6 el que asimismo nos hizo siervos capaces de un nuevo convenio, no de la letra, sino del espíritu, porque la letra mata, pero el espíritu vivifica.
7 Y si el ministerio de muerte grabado con letras en piedras fue con gloria, tanto que los hijos de Israel no pudieron fijar la vista en la faz de Moisés a causa de la gloria de su rostro, la cual iba desvaneciéndose,
8 ¿cómo no será más bien con gloria el ministerio del espíritu?
9 Porque si el ministerio de condenación fue con gloria, mucho más abundará en gloria el ministerio de la justicia.
Porque aun lo que fue glorioso, no es glorioso en este respecto, en comparación con la excelsa gloria.
11 Porque si lo que perece tuvo gloria, mucho más será la gloria de lo que permanece.
12 Así que, teniendo tal esperanza, hablamos con mucha franqueza;
13 y no como Moisés, que se ponía un velo sobre su faz, para que los hijos de Israel no fijasen la vista en el fin de lo que iba desvaneciéndose.
14 Pero el entendimiento de ellos se embotó, porque hasta el día de hoy, cuando leen el antiguo testamento, les queda el mismo velo sin descubrir, el cual por Cristo es quitado.
15 Y aun hasta el día de hoy, cuando se lee a Moisés, el velo está puesto sobre el corazón de ellos.
16 Pero cuando se conviertan al Señor, el velo se les quitará.
17 Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad.
18 Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma semejanza, como por el Espíritu del Señor.
La luz del Evangelio resplandece en los santos — Las pruebas de la vida terrenal no son nada comparadas con la gloria eterna.
Por lo cual, teniendo nosotros este ministerio según la misericordia que hemos alcanzado, no desfallecemos;
2 antes bien, renunciamos a lo oculto y vergonzoso, no andando con astucia, ni adulterando la palabra de Dios, sino por la manifestación de la verdad, recomendándonos a nosotros mismos a toda conciencia humana delante de Dios.
3 Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto;
4 en quienes el dios de este mundo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el que es la imagen de Dios.
5 Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo el Señor; y nosotros somos vuestros siervos por causa de Jesús.
6 Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo.
7 Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros;
8 estamos atribulados en todo, pero no angustiados; en apuros, pero no desesperados;
9 perseguidos, pero no desamparados; abatidos, pero no destruidos;
siempre llevamos en el cuerpo por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos.
11 Porque nosotros que vivimos, siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal.
12 De manera que la muerte actúa en nosotros, pero en vosotros, la vida.
13 Pero teniendo el mismo espíritu de fe, conforme a lo que está escrito: Creí, por lo cual hablé; nosotros también creemos, por lo cual también hablamos;
14 sabiendo que el que levantó al Señor Jesús, a nosotros también nos resucitará por Jesús, y nos presentará juntamente con vosotros.
15 Porque todas estas cosas padecemos por vosotros, para que abundando la gracia por medio de muchos, la acción de gracias sobreabunde para la gloria de Dios.
16 Por tanto, no desfallecemos; antes bien, aunque nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior, sin embargo, se renueva de día en día.
17 Porque esta momentánea y leve tribulación nuestra nos produce un cada vez más y eterno peso de gloria;
18 no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven, porque las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.
Los santos andan por fe y buscan tabernáculos de gloria inmortal — El Evangelio reconcilia al hombre con Dios — Los ministros de Dios llevan la palabra de reconciliación al mundo.
Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshace, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha por manos, eterna, en los cielos.
2 Y en esta también gemimos, deseando ser revestidos de aquella, nuestra habitación celestial,
3 puesto que en verdad seremos hallados vestidos, y no desnudos.
4 Porque asimismo los que estamos en este tabernáculo, gemimos agobiados, porque no quisiéramos ser desnudados, sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida.
5 Mas el que nos hizo para esto mismo es Dios, quien nos ha dado la garantía del Espíritu.
6 Así que vivimos confiados siempre, y sabiendo que entretanto que estamos en el cuerpo, peregrinamos ausentes del Señor
7 (porque por fe andamos, no por vista);
8 pero confiamos, y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y estar presentes delante del Señor.
9 Por tanto, procuramos también, o ausentes o presentes, serle agradables;
porque es menester que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo.
11 Conociendo, pues, el temor del Señor, persuadimos a los hombres, pero a Dios le es manifiesto lo que somos; y espero que también lo seamos en vuestras conciencias.
12 No nos recomendamos, pues, otra vez a vosotros, sino que os damos ocasión de gloriaros por nosotros, para que tengáis qué responder a los que se glorían en las apariencias, y no en el corazón.
13 Porque si hemos perdido la razón, es para Dios; y si somos cuerdos, es para vosotros.
14 Porque el amor de Cristo nos apremia, pensando esto: Que si uno murió por todos, por consecuencia, todos murieron;
15 y él por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.
16 De manera que nosotros de aquí en adelante a nadie conocemos según la carne; y aun si a Cristo conocimos según la carne, ahora ya no le conocemos así.
17 De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.
18 Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por medio de Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación,
19 a saber, que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta sus pecados; y nos ha encomendado a nosotros la palabra de la reconciliación.
Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios.
21 Al que no conoció pecado, por nosotros le hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.
Hoy es el día de salvación — Los ministros de Dios deben andar rectamente y soportar todas las cosas — Los santos no deben unirse en yugo desigual con los incrédulos.
Y así nosotros, como colaboradores juntamente con él, os exhortamos también a que no recibáis en vano la gracia de Dios
2 (porque dice:En tiempo aceptable te he oído,y en el día de salvación te he socorrido;he aquí ahora es el tiempo aceptable; he aquí ahora es el día de salvación).
3 No damos a nadie ningún motivo de tropiezo, para que nuestro ministerio no sea vituperado.
4 Antes bien, nos recomendamos en todas las cosas como ministros de Dios, en mucha paciencia, en tribulaciones, en necesidades, en angustias,
5 en azotes, en cárceles, en alborotos, en trabajos, en desvelos, en ayunos;
6 en pureza, en conocimiento, en longanimidad, en bondad, en el Espíritu Santo, en amor no fingido;
7 en palabra de verdad, en poder de Dios, con armas de justicia a diestra y a siniestra;
8 por honra y por deshonra, por mala fama y por buena fama; como engañadores, pero veraces;
9 como desconocidos, pero bien conocidos; como moribundos, pero he aquí, vivimos; como castigados, pero no muertos;
como entristecidos, pero siempre gozosos; como pobres, pero enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, pero poseyéndolo todo.
11 Nuestra boca se ha abierto a vosotros, oh corintios; nuestro corazón se ha ensanchado.
12 No estáis limitados por nosotros, sino que estáis limitados por vuestro propio corazón.
13 Pues, para corresponder del mismo modo (como a hijos os hablo), ensanchad también vuestro corazón.
14 No os unáis en yugo desigual con los incrédulos, porque, ¿qué tiene en común la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión tiene la luz con las tinieblas?
15 ¿Y qué concordia tiene Cristo con Belial? ¿O qué parte tiene el creyente con el incrédulo?
16 ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo:Habitaré y andaré entre ellos;y seré su Dios,y ellos serán mi pueblo.
17 Por lo cual,Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor,y no toquéis lo inmundo;y yo os recibiré,
18 y yo seré para vosotros Padre,y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso.
La tristeza (derivada del pecado) que es según Dios produce arrepentimiento — La tristeza del mundo produce muerte.
Así que, amados, ya que tenemos estas promesas, limpiémonos de toda inmundicia de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios.
2 Admitidnos. A nadie hemos agraviado, a nadie hemos corrompido, a nadie hemos engañado.
3 No lo digo para condenaros; pues ya he dicho antes que estáis en nuestro corazón, para morir y para vivir juntamente.
4 Mucha franqueza tengo con vosotros; mucho me glorío en vosotros. Lleno estoy de consuelo; sobreabundo de gozo en todas nuestras tribulaciones.
5 Porque cuando vinimos a Macedonia, ningún reposo tuvo nuestro cuerpo, sino que en todo fuimos atribulados; de fuera, conflictos; de dentro, temores.
6 Pero Dios, que consuela a los humildes, nos consoló con la venida de Tito;
7 y no solo con su venida, sino también con el consuelo con que él había sido consolado acerca de vosotros, haciéndonos saber vuestro gran anhelo, vuestro llanto, vuestro celo por mí, de manera que me regocijé aún más.
8 Porque aunque os contristé con aquella carta, no me pesa, aunque entonces me pesó, pues veo que aquella carta, aunque por algún tiempo, os contristó.
9 Ahora me regocijo, no porque hayáis sido contristados, sino porque fuisteis contristados para arrepentimiento, porque habéis sido contristados según Dios, para que ninguna pérdida padecieseis por nuestra parte.
Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de lo cual no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte.
11 Porque he aquí, esto mismo de que hayáis sido contristados según Dios, ¡qué solicitud ha producido en vosotros, qué defensa, qué indignación, qué temor, qué gran anhelo, qué celo y qué vindicación! En todo os habéis mostrado limpios en el asunto.
12 Así que, aunque os escribí, no fue por causa del que cometió el agravio, ni por causa del que lo padeció, sino para que os fuese evidente nuestra solicitud que tenemos por vosotros delante de Dios.
13 Por tanto, hemos sido consolados en vuestro consuelo; pero mucho más nos gozamos por el gozo de Tito, cuyo espíritu ha sido confortado por todos vosotros.
14 Pues si de algo me he gloriado con él acerca de vosotros, no he sido avergonzado, sino que, así como todo lo que os habíamos dicho a vosotros era verdad, también el habernos gloriado ante Tito resultó verdad.
15 Y sus tiernos afectos son más abundantes para con vosotros, cuando se acuerda de la obediencia de todos vosotros, de cómo lo recibisteis con temor y temblor.
16 Me gozo de que en todo tengo confianza en vosotros.
Los verdaderos santos imparten de su sustento a los pobres — Cristo, de Su pobreza, trajo riquezas eternas.
Asimismo, hermanos, os hacemos saber la gracia de Dios que se ha dado a las iglesias de Macedonia,
2 que en gran prueba de tribulación, la abundancia de su gozo y su profunda pobreza abundaron en riquezas de su generosidad.
3 Pues doy testimonio de que con agrado han dado conforme a sus fuerzas, y aun más allá de sus fuerzas;
4 pidiéndonos con muchos ruegos que les concediésemos el privilegio de participar en este servicio para los santos.
5 Y no como lo esperábamos, sino que a sí mismos se dieron primeramente al Señor, y enseguida a nosotros, por la voluntad de Dios.
6 De manera que exhortamos a Tito, para que así como comenzó antes, asimismo acabe también esta obra de gracia entre vosotros.
7 Por tanto, como en todo abundáis, en fe, y en palabra, y en conocimiento, y en toda solicitud, y en vuestro amor para con nosotros, abundad también en esta obra de gracia.
8 No hablo como quien manda, sino para poner a prueba, por medio de la diligencia de otros, también la sinceridad de la caridad vuestra.
9 Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos.
Y en esto doy mi consejo, porque esto os conviene a vosotros, que comenzasteis antes, no solo a hacerlo, sino también a querer hacerlo, desde el año pasado.
11 Ahora pues, llevad también a cabo el hacerlo, para que como estuvisteis prontos a querer, así también lo estéis en cumplir conforme a lo que tengáis.
12 Porque si primero hay buena voluntad, se acepta por lo que tiene, no por lo que no tiene.
13 Porque no digo esto para que haya para otros holgura, y para vosotros estrechez,
14 sino para que en este tiempo, con igualdad, vuestra abundancia supla lo que ellos necesitan, para que también la abundancia de ellos supla lo que vosotros necesitáis, para que haya igualdad;
15 como está escrito: El que recogió mucho, no tuvo más; y el que poco, no tuvo menos.
16 Pero gracias a Dios que puso en el corazón de Tito la misma solicitud por vosotros.
17 Pues a la verdad recibió la exhortación; pero estando también muy solícito, por su propia voluntad partió para ir a vosotros.
18 Y enviamos juntamente con él al hermano cuya alabanza en el evangelio se extiende por todas las iglesias;
19 y no solo esto, sino que también fue designado por las iglesias como compañero de nuestra peregrinación para llevar esta obra de gracia, que es administrada por nosotros para la gloria del Señor mismo, y para demostrar vuestra buena voluntad,
para evitar que nadie nos reproche esta abundancia que administramos;
21 procurando hacer las cosas con honestidad, no solo delante del Señor, sino también delante de los hombres.
22 Enviamos también con ellos a nuestro hermano, cuya diligencia hemos comprobado repetidas veces en muchas cosas, y ahora es mucho más diligente por la gran confianza que tiene en vosotros.
23 En cuanto a Tito, es mi compañero y colaborador para con vosotros; y en cuanto a nuestros hermanos, son mensajeros de las iglesias y gloria de Cristo.
24 Mostradles, pues, a ellos ante las iglesias la prueba de vuestro amor, y de nuestro motivo de orgullo acerca de vosotros.
Dios ama y recompensa al dador alegre — Gracias sean dadas a Dios por Su don inefable.
Porque en cuanto a la ministración de ayuda para los santos, por demás me es escribiros;
2 pues conozco vuestra buena voluntad, de la cual yo me glorío entre los de Macedonia, que Acaya está preparada desde el año pasado; y vuestro celo ha estimulado a muchos.
3 Pero he enviado a los hermanos, para que nuestro gloriarnos de vosotros no sea vano en esta parte; para que, como lo he dicho, estéis preparados;
4 no sea que, si van conmigo algunos macedonios, y os hallan desprevenidos, nos avergoncemos nosotros, por no decir vosotros, de esta nuestra confianza.
5 Por tanto, consideré necesario exhortar a los hermanos a que fuesen primero a vosotros, y preparasen primero vuestra generosa ofrenda antes prometida, para que esté lista como de generosidad, y no como de exigencia nuestra.
6 Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra en abundancia, en abundancia también segará.
7 Cada uno dé como propuso en su corazón, no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre.
8 Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia; a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra.
9 Como está escrito:Esparció, dio a los pobres;su justicia permanece para siempre.
Y el que da semilla al que siembra, también dará pan para comer, y multiplicará vuestra sementera, y aumentará los frutos de vuestra justicia;
11 para que estéis enriquecidos en todo para toda generosidad, la cual produce por medio de nosotros acción de gracias a Dios.
12 Porque la ministración de este servicio, no solamente suple lo que a los santos les falta, sino que también abunda en muchas acciones de gracias a Dios;
13 pues por la experiencia de esta ministración de ayuda glorifican a Dios por la obediencia que profesáis al evangelio de Cristo, y por la liberalidad de vuestra contribución para ellos y para todos;
14 asimismo por la oración de ellos a favor vuestro, los que os aman de corazón a causa de la sobreabundante gracia de Dios en vosotros.
15 ¡Gracias a Dios por su don inefable!
Encauzad todo pensamiento hacia la obediencia — Pablo se gloría en el Señor.
Yo, Pablo, os ruego por la mansedumbre y benignidad de Cristo, yo, que cuando estoy presente ciertamente soy humilde entre vosotros, pero que cuando estoy ausente soy osado para con vosotros,
2 os ruego, pues, que cuando esté presente, no tenga que ser osado con la osadía con que estoy dispuesto a proceder resueltamente contra algunos que nos juzgan como si anduviésemos según la carne.
3 Pues aunque andamos en la carne, no luchamos según la carne;
4 porque las armas de nuestra lucha no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas,
5 destruyendo argumentos, y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo;
6 y estando prontos a castigar toda desobediencia, cuando vuestra obediencia sea completa.
7 Miráis las cosas según la apariencia. Si alguno está confiado en sí mismo que es de Cristo, esto también considere por sí mismo, que como él es de Cristo, así también nosotros somos de Cristo.
8 Porque aunque me gloríe un poco más de nuestra autoridad (la cual el Señor nos dio para edificación y no para vuestra destrucción), no me avergonzaré;
9 para que no parezca como que os quiero atemorizar por cartas.
Porque a la verdad, dicen, las cartas son severas y fuertes; pero la presencia corporal, débil, y la palabra, menospreciable.
11 Esto tenga en cuenta tal persona, que así como somos en la palabra por cartas, estando ausentes, lo seremos también en hechos, estando presentes.
12 Porque no osamos contarnos ni compararnos con algunos que se alaban a sí mismos; pero ellos, midiéndose a sí mismos y comparándose consigo mismos, no son juiciosos.
13 Pero nosotros no nos gloriaremos desmedidamente, sino conforme a la medida de la norma que Dios nos señaló, para llegar también hasta vosotros.
14 Porque no nos hemos excedido, como si no hubiésemos llegado hasta vosotros, pues también hasta vosotros hemos llegado con el evangelio de Cristo.
15 No nos gloriamos desmedidamente en trabajos ajenos, sino que tenemos esperanza de que a medida que crezca vuestra fe, seremos muy engrandecidos entre vosotros, conforme a nuestra norma.
16 Así anunciaremos el evangelio en los lugares más allá de vosotros, sin entrar en la obra de otro para gloriarnos en lo que ya estaba preparado.
17 Así el que se gloría, gloríese en el Señor,
18 porque no es aprobado el que se alaba a sí mismo, sino aquel a quien Dios alaba.
Mantened la sencillez que es en Cristo — Satanás envía falsos apóstoles — Pablo se gloría en sus sufrimientos por Cristo.
Ojalá me toleraseis un poco de locura; sí, toleradme.
2 Porque os celo con celo de Dios, pues os he desposado con un solo novio, para presentaros como una virgen pura a Cristo.
3 Pero temo que, así como la serpiente engañó a Eva con su astucia, sean vuestros sentidos de alguna manera desviados de la sencillez que es en Cristo.
4 Porque si viene alguno y predica a otro Jesús que el que hemos predicado, o si recibís otro espíritu que el que habéis recibido, u otro evangelio que el que habéis aceptado, bien lo toleráis.
5 Pues pienso que en nada he sido inferior a aquellos grandes apóstoles.
6 Porque aunque sea torpe en la palabra, no lo soy en el conocimiento; en todo y de todas maneras os lo hemos demostrado.
7 ¿Pequé yo humillándome a mí mismo, para que vosotros fueseis ensalzados, porque os he predicado el evangelio de Dios gratuitamente?
8 He despojado a otras iglesias, recibiendo sustento para ministraros a vosotros.
9 Y cuando estaba entre vosotros y tuve necesidad, para ninguno fui carga, porque lo que me faltaba, lo suplieron los hermanos que vinieron de Macedonia; y en todo me guardé y me guardaré de seros gravoso.
Por la verdad de Cristo que está en mí, no se me impedirá esta gloria en las regiones de Acaya.
11 ¿Por qué? ¿Porque no os amo? ¡Dios lo sabe!
12 Pero lo que hago, lo seguiré haciendo, para quitar la ocasión a aquellos que la desean, a fin de que en aquello en que se glorían, sean hallados semejantes a nosotros.
13 Porque estos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se hacen pasar por apóstoles de Cristo.
14 Y no es de extrañar, porque el mismo Satanás se hace pasar por ángel de luz.
15 Así que, no es extraño si también sus ministros se hacen pasar por ministros de rectitud, cuyo fin será conforme a sus obras.
16 Otra vez digo: Que nadie me tenga por loco; o de otra manera, recibidme como a loco, para que yo también me gloríe un poquito.
17 Lo que hablo, no lo hablo según el Señor, sino como en locura, con esta confianza de gloriarme.
18 Pues ya que muchos se glorían según la carne, también yo me gloriaré.
19 Porque de buena gana toleráis a los necios, siendo vosotros sabios.
Porque toleráis si alguno os pone en servidumbre, si alguno os devora, si alguno toma de lo vuestro, si alguno se ensalza, si alguno os golpea en la cara.
21 Para vergüenza mía lo digo, para eso fuimos demasiado débiles. Pero en lo que otro tuviere osadía (hablo con locura), también yo tengo osadía.
22 ¿Son hebreos? Yo también. ¿Son israelitas? Yo también. ¿Son descendientes de Abraham? También yo.
23 ¿Son ministros de Cristo? (Como si estuviese loco hablo). Yo más: en trabajos, más abundante; en azotes, sin número; en cárceles, más; en peligros de muerte, muchas veces.
24 De los judíos cinco veces he recibido cuarenta azotes menos uno.
25 Tres veces he sido azotado con varas; una vez apedreado; tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he estado a la deriva en alta mar;
26 en caminos muchas veces, peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi nación, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, en peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos;
27 en trabajo y fatiga, en muchos desvelos, en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y en desnudez.
28 Y además de esas cosas, lo que sobre mí pesa cada día es la preocupación por todas las iglesias.
29 ¿Quién es débil sin que yo me debilite? ¿A quién se le hace tropezar, sin que yo no me indigne?
Si es menester gloriarme, me gloriaré de lo que es mi debilidad.
31 El Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien es bendito por los siglos, sabe que no miento.
32 En Damasco, el gobernador de la provincia del rey Aretas guardaba la ciudad de los damascenos para prenderme;
33 y fui descolgado del muro en un cesto por una ventana, y escapé de sus manos.
Pablo es arrebatado hasta el tercer cielo — El Señor da debilidades a los hombres para que triunfen sobre ellas — Pablo describe las señales de un Apóstol.
Ciertamente no me es conveniente gloriarme; pasaré entonces a las visiones y a las revelaciones del Señor.
2 Conozco a un hombre en Cristo, que hace catorce años (si en el cuerpo, no lo sé; si fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe) fue arrebatado hasta el tercer cielo.
3 Y conozco a tal hombre (si en el cuerpo, o fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe),
4 que fue arrebatado al paraíso, donde oyó palabras inefables que al hombre no le es dado expresar.
5 De tal hombre me gloriaré, pero de mí mismo en nada me gloriaré, sino en mis debilidades.
6 Pues si quisiera gloriarme, no sería insensato, porque diría la verdad. Pero no lo hago, para que nadie piense de mí más de lo que en mí ve, u oye de mí.
7 Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera.
8 Con respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor que lo quite de mí.
9 Y me ha dicho: Te basta mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo.
Por lo cual, por causa de Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.
11 Me he hecho un necio al gloriarme; vosotros me obligasteis a ello, pues yo debía ser alabado por vosotros, porque en nada he sido menos que aquellos grandes apóstoles, aunque nada soy.
12 Con todo esto, las señales de apóstol han sido hechas entre vosotros con toda paciencia, no solo con señales, sino con prodigios y maravillas.
13 Porque, ¿en qué habéis sido menos que las otras iglesias, sino en que yo mismo no os he sido carga? Perdonadme este agravio.
14 He aquí, por tercera vez estoy listo para ir a vosotros, y no os seré gravoso, porque no busco lo vuestro, sino a vosotros; pues no han de atesorar los hijos para los padres, sino los padres para los hijos.
15 Y yo, de muy buena gana, gastaré lo mío, y aun yo mismo me gastaré del todo por vuestras almas, aunque amándoos más, sea amado menos.
16 Pero admitamos esto: Yo no os he sido carga, sino que, como soy astuto, os he atrapado por engaño.
17 ¿Acaso me he aprovechado de vosotros por medio de alguno de los que os he enviado?
18 Rogué a Tito, y envié con él al hermano. ¿Acaso se aprovechó Tito de vosotros? ¿No hemos procedido con el mismo espíritu y seguido las mismas pisadas?
19 ¿Pensáis aún que nos disculpamos con vosotros? Delante de Dios en Cristo hablamos; y todo, muy amados, para vuestra edificación.
Porque temo que cuando llegue, no os halle tal como quiero, y yo sea hallado por vosotros cual no queréis; que haya entre vosotros contiendas, envidias, iras, disensiones, calumnias, murmuraciones, soberbias, desórdenes;
21 que cuando vuelva, me humille Dios entre vosotros, y quizá tenga que llorar por muchos de los que antes habrán pecado, y no se han arrepentido de la inmundicia y fornicación y lascivia que han cometido.
Para verificar su rectitud, los santos deben ponerse a prueba a sí mismos — Sed perfectos y de un mismo sentir, vivid en paz.
Esta es la tercera vez que voy a vosotros. Por boca de dos o de tres testigos se establecerá toda palabra.
2 He dicho antes, y ahora digo otra vez como si estuviese presente, y ahora ausente lo escribo a los que antes pecaron, y a todos los demás, que si voy otra vez, no seré indulgente,
3 pues buscáis una prueba de que Cristo habla en mí, el que no es débil para con vosotros, sino que es poderoso en vosotros.
4 Porque aunque fue crucificado en debilidad, vive por el poder de Dios. Pues también nosotros somos débiles en él, pero viviremos con él por el poder de Dios para con vosotros.
5 Examinaos a vosotros mismos, para ver si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos? ¿No sabéis que Jesucristo está en vosotros? ¡A no ser que estéis reprobados!
6 Mas espero que reconozcáis que nosotros no estamos reprobados.
7 Y oramos a Dios que ninguna cosa mala hagáis; no para que nosotros seamos hallados aprobados, sino para que vosotros hagáis lo que es bueno, aunque nosotros seamos como reprobados.
8 Porque nada podemos hacer contra la verdad, sino a favor de la verdad.
9 Por lo cual nos gozamos de que seamos nosotros débiles, y de que vosotros seáis fuertes; y aun oramos por vuestra perfección.
Por tanto os escribo esto estando ausente, para no ser severo cuando esté presente, conforme a la autoridad que el Señor me ha dado para edificación, y no para destrucción.
11 Por lo demás, hermanos, tened gozo, sed perfectos, tened consolación, sed de un mismo sentir y vivid en paz; y el Dios de paz y de caridad estará con vosotros.
12 Saludaos los unos a los otros con beso santo.
13 Todos los santos os saludan.
14 La gracia del Señor Jesucristo, y el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros. Amén.
La segunda Epístola a los corintios fue enviada desde Filipos de Macedonia con Tito y Lucas.
Se maldice a los predicadores de falsos evangelios — Pablo recibió el Evangelio por revelación — Él creyó, fue instruido y predicó a los gentiles.
Pablo, apóstol (no de los hombres ni por hombre, sino por Jesucristo y por Dios el Padre que lo resucitó de los muertos),
2 y todos los hermanos que están conmigo, a las iglesias de Galacia:
3 Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo,
4 quien se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos de este presente mundo malo, conforme a la voluntad de nuestro Dios y Padre,
5 a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
6 Estoy asombrado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente.
7 No es que haya otro, sino que hay algunos que os perturban, y quieren pervertir el evangelio de Cristo.
8 Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare un evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema.
9 Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os anunciare un evangelio diferente del que habéis recibido, sea anatema.
Porque, ¿persuado yo ahora a los hombres o a Dios?, ¿o busco agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo.
11 Pero os hago saber, hermanos, que el evangelio que ha sido anunciado por mí no es según el hombre;
12 pues yo ni lo recibí ni lo aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo.
13 Porque ya habéis oído acerca de mi conducta en otro tiempo en el judaísmo, que perseguía sobremanera a la iglesia de Dios y la asolaba;
14 y en el judaísmo aventajaba a muchos de mis contemporáneos en mi nación, siendo mucho más celoso de las tradiciones de mis padres.
15 Pero cuando agradó a Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre, y me llamó por su gracia,
16 revelar a su Hijo en mí, para que yo le predicase entre los gentiles, no consulté de inmediato con carne y sangre,
17 ni subí a Jerusalén a los que eran apóstoles antes que yo, sino que fui a Arabia, y volví de nuevo a Damasco.
18 Después, pasados tres años, subí a Jerusalén para ver a Pedro, y permanecí con él quince días.
19 Pero no vi a ningún otro de los apóstoles, sino a Jacobo, el hermano del Señor.
Y en esto que os escribo, he aquí, delante de Dios, no miento.
21 Después fui a las regiones de Siria y de Cilicia;
22 y no era conocido de vista a las iglesias de Judea, que eran en Cristo;
23 solamente habían oído decir: Aquel que en otro tiempo nos perseguía, ahora predica la fe que en otro tiempo asolaba.
24 Y glorificaban a Dios en mí.
Pablo va a Jerusalén — Contiende por el Evangelio verdadero — La salvación viene por medio de Cristo.
Después, pasados catorce años, subí otra vez a Jerusalén juntamente con Bernabé, llevando también conmigo a Tito.
2 Y subí por revelación, y expuse el evangelio que predico entre los gentiles, en privado, a los que parecían ser personas importantes, para no correr o haber corrido en vano.
3 Pero ni siquiera Tito, que estaba conmigo, siendo griego, fue obligado a circuncidarse.
4 Y eso a pesar de los falsos hermanos, que entraban secretamente para espiar nuestra libertad que tenemos en Cristo Jesús, para reducirnos a esclavitud;
5 a quienes ni por un momento accedimos a someternos, para que la verdad del evangelio permaneciese con vosotros.
6 Pero de los que parecían ser importantes (lo que hayan sido en otro tiempo nada me importa; Dios no hace acepción de personas), ciertamente los que parecían ser importantes nada nuevo me añadieron.
7 Antes por el contrario, como vieron que se me había encomendado el evangelio de la incircuncisión, como a Pedro el de la circuncisión
8 (porque el que actuó en Pedro para el apostolado de la circuncisión actuó también en mí para con los gentiles),
9 y reconociendo la gracia que se me había dado, Jacobo, y Cefas y Juan, que eran considerados como columnas, nos dieron a mí y a Bernabé, la diestra en señal de compañerismo para que nosotros fuésemos a los gentiles, y ellos a los de la circuncisión.
Solamente nos pidieron que nos acordásemos de los pobres, lo cual también fui solícito en hacer.
11 Pero cuando Pedro vino a Antioquía, le resistí cara a cara, porque era de condenar.
12 Porque antes que viniesen algunos de parte de Jacobo, comía con los gentiles; pero después que vinieron, se retraía y se apartaba, pues tenía miedo a los que eran de la circuncisión.
13 Y en su simulación consentían también los otros judíos, de tal manera que aun Bernabé fue también arrastrado por la hipocresía de ellos.
14 Pero cuando vi que no andaban rectamente conforme a la verdad del evangelio, dije a Pedro delante de todos: Si tú, siendo judío, vives como los gentiles y no como judío, ¿por qué obligas a los gentiles a judaizar?
15 Nosotros, judíos de nacimiento, y no pecadores de entre los gentiles,
16 sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe en Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe en Cristo, y no por las obras de la ley; por cuanto por las obras de la ley ninguna carne será justificada.
17 Ahora bien, si buscando nosotros ser justificados en Cristo, también resultamos ser pecadores, ¿es por eso Cristo ministro de pecado? ¡De ninguna manera!
18 Porque si las cosas que destruí, las mismas vuelvo a edificar, transgresor me hago.
19 Porque yo por la ley he muerto a la ley, a fin de vivir para Dios.
Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el que me amó y se entregó a sí mismo por mí.
21 No desecho la gracia de Dios, porque si por la ley viene la justicia, entonces en vano murió Cristo.
Dios dio el Evangelio a Abraham — La ley de Moisés se añadió por causa de las transgresiones — La ley fue un ayo hasta Cristo — Los santos son hijos de Dios por la fe — Todos los que son de la fe y son bautizados en Cristo llegan a ser descendencia de Abraham.
¡Oh gálatas insensatos! ¿Quién os fascinó, para no obedecer la verdad, a vosotros, ante cuyos ojos Jesucristo fue ya presentado claramente como crucificado?
2 Esto solo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe?
3 ¿Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora os perfeccionáis por la carne?
4 ¿Tantas cosas habéis padecido en vano?, si de veras fue en vano.
5 Aquel, pues, que os da el Espíritu y hace milagros entre vosotros, ¿lo hace por las obras de la ley, o por el oír con fe?
6 Como Abraham creyó a Dios y le fue contado por justicia.
7 Sabed, por tanto, que los que son de fe, estos son hijos de Abraham.
8 Y la Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, anunció de antemano el evangelio a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones.
9 Así que los que son de fe son benditos con el creyente Abraham.
Porque todos los que son de las obras de la ley están bajo maldición. Porque escrito está: Maldito todo aquel que no permanezca en todas las cosas que están escritas en el libro de la ley, para hacerlas.
11 Y que por la ley ninguno se justifica ante Dios, es evidente, porque: El justo por la fe vivirá.
12 Pero la ley no procede de la fe, sino que dice: El hombre que haga estas cosas, vivirá por ellas.
13 Cristo nos redimió de la maldición de la ley, habiéndose hecho maldición por nosotros (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero),
14 para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham fuese sobre los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu.
15 Hermanos, hablo en términos humanos: Un pacto, aunque sea de hombre, una vez confirmado, nadie lo invalida ni le añade.
16 Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su descendencia. No dice: Y a los descendientes, como si hablara de muchos, sino como de uno: Y a tu descendencia, la cual es Cristo.
17 Esto, pues, digo: El convenio previamente confirmado por Dios para con Cristo, la ley, que fue hecha cuatrocientos treinta años después, no lo abroga, como para invalidar la promesa.
18 Porque si la herencia es por la ley, ya no es por la promesa; pero mediante la promesa, Dios la concedió a Abraham.
19 Entonces, ¿de qué sirve la ley? Fue añadida a causa de las transgresiones, hasta que viniese la descendencia a quien fue hecha la promesa, ordenada aquella por medio de ángeles por mano de un mediador.
Y el mediador no es de uno solo, pero Dios es uno.
21 Entonces, ¿está la ley contra las promesas de Dios? ¡De ninguna manera! Porque si la ley dada pudiera vivificar, la justicia sería verdaderamente por la ley.
22 Pero la Escritura lo encerró todo bajo pecado, para que la promesa que es por la fe en Jesucristo fuese dada a los creyentes.
23 Pero antes que viniese la fe, estábamos guardados bajo la ley, encerrados para aquella fe que iba a ser revelada.
24 De manera que la ley fue nuestro ayo para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe.
25 Pero ahora que ha venido la fe, ya no estamos bajo ayo,
26 porque todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús.
27 Pues todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos.
28 Ya no hay judío, ni griego; no hay esclavo, ni libre; no hay varón, ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.
29 Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente descendientes de Abraham sois, y herederos conforme a la promesa.
Los santos son hijos de Dios por adopción — Pablo exhorta a los gálatas a volver a Cristo — Compara los dos convenios.
Y también digo: Entretanto que el heredero es niño, en nada difiere del esclavo, aunque es señor de todo,
2 sino que está bajo tutores y mayordomos hasta el tiempo señalado por el padre.
3 Así también nosotros, cuando éramos niños, estábamos en esclavitud bajo los principios elementales del mundo.
4 Mas cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley,
5 para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos.
6 Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!
7 Así que ya no eres más esclavo, sino hijo, y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo.
8 Ciertamente, en otro tiempo, cuando no conocíais a Dios, servíais a los que por naturaleza no son dioses.
9 Pero ahora, habiendo conocido a Dios, o más bien, siendo conocidos por Dios, ¿cómo es que os volvéis de nuevo a los débiles y pobres principios elementales, a los cuales os queréis volver a esclavizar?
Guardáis los días, y los meses, y los tiempos y los años.
11 Temo por vosotros, que yo haya trabajado en vano por vosotros.
12 Hermanos, os ruego: Haceos como yo, porque yo también me he hecho como vosotros; ningún agravio me habéis hecho.
13 Pues vosotros sabéis que por causa de enfermedad del cuerpo os anuncié el evangelio al principio;
14 y no me desechasteis ni menospreciasteis por la prueba que tenía en mi cuerpo; antes bien, me recibisteis como a un ángel de Dios, como a Cristo Jesús.
15 ¿Dónde está, pues, vuestra bienaventuranza? Porque os doy testimonio de que, de ser posible, os hubierais sacado vuestros propios ojos para dármelos.
16 ¿Me he hecho, pues, vuestro enemigo por deciros la verdad?
17 Tienen celo por vosotros, pero no para bien, sino que os quieren excluir, para que vosotros tengáis celo por ellos.
18 Bueno es tener celo por el bien siempre, y no solamente cuando estoy presente con vosotros.
19 Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en vosotros,
quisiera estar ahora con vosotros y cambiar el tono de mi voz, porque estoy perplejo en cuanto a vosotros.
21 Decidme, los que queréis estar bajo la ley, ¿no habéis oído la ley?
22 Porque escrito está que Abraham tuvo dos hijos: uno de la sierva, el otro de la libre.
23 Y el de la sierva nació según la carne; pero el de la libre nació por medio de la promesa.
24 Lo cual es una alegoría, pues estas mujeres son los dos convenios: el uno ciertamente del monte Sinaí, el cual da hijos para servidumbre; este es Agar.
25 Porque Agar es el monte Sinaí, en Arabia, y corresponde a la actual Jerusalén, la cual está en servidumbre junto con sus hijos.
26 Pero la Jerusalén de arriba, la cual es madre de todos nosotros, es libre.
27 Porque está escrito:¡Regocíjate, oh estéril, tú que no das a luz;prorrumpe en júbilo y clama, tú que no tienes dolores de parto!,porque más son los hijos de la abandonada, que de la que tiene marido.
28 Así que, hermanos, nosotros, como Isaac, somos hijos de la promesa.
29 Pero como entonces el que había nacido según la carne perseguía al que había nacido según el Espíritu, así también ahora.
Mas, ¿qué dice la Escritura? Echa fuera a la sierva y a su hijo, porque no será heredero el hijo de la sierva con el hijo de la libre.
31 De manera, hermanos, que no somos hijos de la sierva, sino de la libre.
Permaneced firmes en la libertad del Evangelio — Buscad la fe, el amor y también a Cristo y al Espíritu — Se nombran las obras de la carne y los frutos del Espíritu.
Permaneced, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no volváis otra vez a ser presos en el yugo de esclavitud.
2 He aquí, yo, Pablo, os digo que si os circuncidáis, de nada os aprovechará Cristo.
3 Y otra vez vuelvo a testificar a todo hombre que se circuncida, que está obligado a cumplir toda la ley.
4 Separados sois de Cristo los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído.
5 Porque nosotros, por el Espíritu, aguardamos por la fe la esperanza de la justicia.
6 Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión, sino la fe que obra por el amor.
7 Vosotros corríais bien; ¿quién os estorbó para no obedecer la verdad?
8 Esta persuasión no proviene de aquel que os llama.
9 Un poco de levadura leuda toda la masa.
Yo confío con respecto a vosotros, en el Señor, que no pensaréis de ninguna otra manera; pero el que os perturba cargará con la sentencia, quienquiera que sea.
11 En cuanto a mí, hermanos, si aún predico la circuncisión, ¿por qué padezco persecución todavía? En tal caso, se habría quitado el escándalo de la cruz.
12 Ojalá se mutilasen los que os perturban.
13 Porque vosotros, hermanos, a libertad habéis sido llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros.
14 Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
15 Pero si os mordéis y os devoráis los unos a los otros, mirad que tampoco os destruyáis los unos a los otros.
16 Digo pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne.
17 Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y estos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisierais.
18 Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley.
19 Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia,
idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías,
21 envidias, homicidios, borracheras, orgías y cosas semejantes a estas, de las cuales os advierto, como ya os lo he dicho, que los que hacen tales cosas no heredarán el reino de Dios.
22 Pero el fruto del Espíritu es: amor, gozo, paz, longanimidad, benignidad, bondad, fe,
23 mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.
24 Porque los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y concupiscencias.
25 Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu.
26 No busquemos la vanagloria, irritándonos los unos a los otros, envidiándonos los unos a los otros.
Llevad las cargas los unos de los otros — Lo que sembréis, eso mismo segaréis — No os canséis de hacer el bien.
Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado.
2 Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo.
3 Porque el que cree ser algo, no siendo nada, a sí mismo se engaña.
4 Así que, cada uno examine su propia obra, y entonces tendrá motivo de gloriarse solo respecto de sí mismo, y no respecto de otro.
5 Porque cada cual llevará su propia carga.
6 Y el que es enseñado en la palabra, comparta todo lo bueno con el que le instruye.
7 No os engañéis; Dios no puede ser burlado, porque todo lo que el hombre siembre, eso también segará.
8 Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; pero el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna.
9 No nos cansemos, pues, de hacer el bien, porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos.
Así que, siempre que tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe.
11 Mirad con cuán grandes letras os he escrito de mi propia mano.
12 Todos los que quieren agradar en la carne, estos os obligan a que os circuncidéis, solamente para no padecer persecución a causa de la cruz de Cristo.
13 Porque ni aun los mismos que se circuncidan guardan la ley; sino que quieren que vosotros seáis circuncidados, para gloriarse en vuestra carne.
14 Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo ha sido crucificado para mí, y yo para el mundo.
15 Porque en Cristo Jesús, ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino la nueva criatura.
16 Y a todos los que anden conforme a esta regla, paz y misericordia sean sobre ellos, y sobre el Israel de Dios.
17 De aquí en adelante nadie me cause molestias, porque yo llevo en mi cuerpo las marcas del Señor Jesús.
18 Hermanos, la gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu. Amén.
Enviada desde Roma a los gálatas.
Los santos han sido preordenados para recibir el Evangelio — El Evangelio ha de ser restaurado en los últimos días — Los santos son sellados por el Santo Espíritu de la Promesa — Ellos conocen a Dios y a Cristo por revelación.
Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, a los santos y fieles en Cristo Jesús que están en Éfeso:
2 Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.
3 Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo,
4 según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor,
5 habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según la complacencia de su voluntad,
6 para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos ha favorecido en el Amado.
7 En quien tenemos redención por su sangre, la remisión de pecados según las riquezas de su gracia,
8 que hizo sobreabundar para con nosotros en toda sabiduría e inteligencia,
9 dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su complacencia, la cual se había propuesto en sí mismo,
de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, tanto las que están en los cielos, como las que están en la tierra.
11 En él, asimismo, obtuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad,
12 a fin de que seamos para alabanza de su gloria, nosotros los que primero esperábamos en Cristo.
13 En él esperasteis también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación; en él también, habiendo creído, fuisteis sellados con el Santo Espíritu de la promesa,
14 quien es la garantía de nuestra herencia, para la redención de la posesión adquirida para alabanza de su gloria.
15 Por lo cual también yo, habiendo oído de vuestra fe en el Señor Jesús, y de vuestro amor para con todos los santos,
16 no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones,
17 para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él;
18 alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos,
19 y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación de la fuerza de su poder,
el cual ejerció en Cristo, resucitándole de los muertos, y colocándole a su diestra en los lugares celestiales,
21 sobre todo principado y autoridad, y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no solo en este mundo, sino también en el venidero.
22 Y sometió todas las cosas debajo de sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia,
23 la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo.
Somos salvos por gracia mediante la fe — La sangre de Cristo salva por igual al judío y al gentil — La Iglesia está edificada sobre el fundamento de apóstoles y profetas.
Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados,
2 en los que anduvisteis en otro tiempo conforme a la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia,
3 entre los cuales todos nosotros también vivimos en otro tiempo, andando según nuestros deseos carnales, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos; y éramos por naturaleza hijos de ira, también como los demás.
4 Pero Dios, que es rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó,
5 aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos).
6 Y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús,
7 para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.
8 Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios;
9 no por obras, para que nadie se gloríe.
Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.
11 Por tanto, acordaos de que en otro tiempo vosotros, los gentiles en cuanto a la carne, erais llamados incircuncisión por la llamada circuncisión, hecha con mano en la carne;
12 y de que en aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel, y ajenos a los convenios de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo.
13 Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo.
14 Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación,
15 aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz,
16 y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades.
17 Y vino, y anunció la paz a vosotros que estabais lejos, y a los que estaban cerca,
18 porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre.
19 Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos con los santos, y miembros de la familia de Dios;
edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo,
21 en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor;
22 en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu.
Los gentiles son coherederos con Israel — El amor de Cristo excede a toda comprensión.
Por esta causa yo, Pablo, prisionero de Cristo Jesús por vosotros los gentiles,
2 si es que habéis oído de la comisión de la gracia de Dios que me ha sido dada para con vosotros,
3 que por revelación me fue declarado el misterio, como antes lo he escrito brevemente.
4 Al leer esto, podéis entender mi comprensión del misterio de Cristo,
5 el cual en otras generaciones no se dio a conocer a los hijos de los hombres, como ahora es revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu:
6 que los gentiles son coherederos, y miembros del mismo cuerpo, y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús mediante el evangelio,
7 de quien yo fui hecho ministro por el don de la gracia de Dios que me ha sido dado según la acción de su poder.
8 A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo,
9 y de aclarar a todos cuál es la dispensación del misterio escondido desde los siglos en Dios, que creó todas las cosas por medio de Jesucristo.
Para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales,
11 conforme al propósito eterno, que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor,
12 en quien tenemos seguridad y acceso con confianza por medio de la fe en él.
13 Por tanto, os pido que no desmayéis a causa de mis tribulaciones por vosotros, las cuales son vuestra gloria.
14 Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo,
15 de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra,
16 para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu,
17 a fin de que Cristo more por la fe en vuestros corazones, para que, arraigados y cimentados en amor,
18 seáis plenamente capaces de comprender, con todos los santos, cuál es la anchura, y la longitud, y la profundidad y la altura,
19 y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios.
Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros,
21 a él sea la gloria en la iglesia y en Cristo Jesús, por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén.
Hay un Señor, una fe y un bautismo — Los apóstoles y los profetas son esenciales para la Iglesia — Se exhorta a los santos a vivir rectamente — Ellos son sellados para el día de la redención.
Yo, pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que habéis sido llamados,
2 con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor;
3 solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz.
4 Un cuerpo, y un Espíritu; como fuisteis también llamados a una misma esperanza de vuestra vocación;
5 un Señor, una fe, un bautismo,
6 un Dios y Padre de todos, quien está sobre todos, y por todos y en todos vosotros.
7 Pero a cada uno de nosotros dada fue la gracia conforme a la medida del don de Cristo.
8 Por lo cual dice:Subiendo a lo alto, llevó cautivos a los cautivos,y dio dones a los hombres.
9 (Y eso de que subió, ¿qué es, sino que también había descendido primero a las partes más bajas de la tierra?
El que descendió es el mismo que también subió por encima de todos los cielos para llenarlo todo).
11 Y él mismo constituyó a unos apóstoles; y a otros, profetas; y a otros, evangelistas; y a otros, pastores y maestros;
12 a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo,
13 hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo;
14 para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que, para engañar, emplean con astucia las artimañas del error,
15 sino que, hablando la verdad en amor, crezcamos en todas las cosas en aquel que es la cabeza, a saber, Cristo;
16 de quien, todo el cuerpo, bien ajustado y ligado entre sí por todas las coyunturas que lo sustentan, según la función adecuada de cada miembro, crece, edificándose en amor.
17 Esto, pues, digo y testifico en el Señor, que no andéis más como los otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente,
18 teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón;
19 los cuales, después que perdieron toda sensibilidad, se entregaron a la lascivia para cometer con avidez toda clase de impureza.
Mas vosotros no habéis aprendido así sobre Cristo,
21 si en verdad le habéis oído, y habéis sido por él enseñados, conforme a la verdad que está en Jesús,
22 en cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos,
23 y renovaos en el espíritu de vuestra mente,
24 y vestíos del nuevo hombre que es creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.
25 Por lo cual, dejando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo, porque somos miembros los unos de los otros.
26 Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo,
27 ni deis lugar al diablo.
28 El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué dar al que padece necesidad.
29 Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de que dé gracia a los oyentes.
Y no contristéis al Santo Espíritu de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención.
31 Quítense de vosotros toda amargura, y enojo, e ira, y gritos, y maledicencia y toda malicia.
32 Más bien, sed benignos los unos con los otros, misericordiosos, perdonándoos los unos a los otros, como también Dios os perdonó a vosotros en Cristo.
Se exhorta a los santos a evitar el pecado y a andar rectamente — Marido y mujer deben amarse el uno al otro.
Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados.
2 Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor grato.
3 Pero fornicación y toda impureza, o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como conviene a los santos;
4 ni palabras indecentes, ni necedades, ni relatos groseros, que no convienen; sino antes bien acciones de gracias.
5 Porque sabéis esto, que ningún fornicario, o impuro, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios.
6 Nadie os engañe con palabras vanas, porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de la desobediencia.
7 No seáis, pues, partícipes con ellos,
8 porque en otro tiempo erais tinieblas; pero ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz
9 (porque el fruto del Espíritu es en toda bondad, y justicia y verdad),
comprobando lo que es agradable al Señor.
11 Y no participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, sino antes bien denunciadlas.
12 Porque es vergonzoso aun hablar de lo que ellos hacen en secreto.
13 Mas todas las cosas son visibles cuando son expuestas a la luz; porque lo que lo manifiesta todo es la luz.
14 Por lo cual dice:Despiértate, tú que duermes,y levántate de entre los muertos,y te alumbrará Cristo.
15 Mirad, pues, con cuidado cómo andéis, no como necios, sino como sabios,
16 aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos.
17 Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál es la voluntad del Señor.
18 Y no os embriaguéis con vino, en lo cual hay desenfreno; antes bien, sed llenos del Espíritu,
19 hablando entre vosotros con salmos, y con himnos, y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones;
dando gracias siempre por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo.
21 Someteos los unos a los otros en el temor de Dios.
22 Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor.
23 Porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia; y él es el salvador del cuerpo.
24 Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo.
25 Maridos, amad a vuestras esposas, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella,
26 para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra,
27 a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa que no tuviese mancha ni arruga, ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha.
28 Así también los maridos deben amar a sus esposas como a sus mismos cuerpos. El que ama a su esposa, a sí mismo se ama.
29 Porque ninguno aborreció jamás a su propio cuerpo, sino que lo sustenta y lo cuida, como también Cristo a la iglesia;
porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos.
31 Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se allegará a su esposa, y los dos serán una sola carne.
32 Grande es este misterio, pero yo digo esto con respecto a Cristo y a la iglesia.
33 Por tanto, cada uno de vosotros ame también a su esposa como a sí mismo; y la esposa respete a su marido.
Los hijos deben honrar a sus padres — Los esclavos y los amos son juzgados por la misma ley — Los santos deben vestirse con toda la armadura de Dios.
Hijos, obedeced a vuestros padres en el Señor, porque esto es justo.
2 Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa,
3 para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra.
4 Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos; sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor.
5 Esclavos, obedeced a vuestros amos terrenales con temor y temblor, con sencillez de vuestro corazón, como a Cristo;
6 no sirviendo al ojo, como los que agradan a los hombres, sino como siervos de Cristo, haciendo con ánimo la voluntad de Dios;
7 sirviendo con buena voluntad, como al Señor, y no a los hombres;
8 sabiendo que el bien que cada uno haga, eso recibirá del Señor, sea esclavo o sea libre.
9 Y vosotros, amos, haced con ellos lo mismo, dejando las amenazas, sabiendo que el Señor de ellos y el vuestro está en los cielos, y que para él no hay acepción de personas.
Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en la fuerza de su poder.
11 Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo.
12 Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este mundo, contra las fuerzas espirituales de maldad en las regiones celestes.
13 Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes.
14 Estad pues firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia.
15 Y calzados los pies con la preparación del evangelio de paz;
16 sobre todo, tomad el escudo de la fe, con el que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno.
17 Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios;
18 orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos,
19 y por mí, a fin de que, al abrir la boca, me sea dada palabra para dar a conocer con osadía el misterio del evangelio,
por el cual soy embajador en cadenas, a fin de que osadamente hable de él, como debo hablar.
21 Y para que también vosotros sepáis mis asuntos, y lo que hago, todo os lo hará saber Tíquico, hermano amado y fiel ministro en el Señor,
22 a quien os he enviado para esto mismo, de modo que sepáis tocante a nosotros, y para que consuele vuestros corazones.
23 Paz sea a los hermanos, y amor con fe, de Dios Padre y del Señor Jesucristo.
24 La gracia sea con todos los que aman a nuestro Señor Jesucristo con sinceridad. Amén.
Escrita desde Roma a los efesios por medio de Tíquico.
Todo lo que le sucedió a Pablo hizo progresar la causa del Evangelio — Nuestra conducta debe ser digna del Evangelio.
Pablo y Timoteo, siervos de Jesucristo, a todos los santos en Cristo Jesús que están en Filipos, con los obispos y los diáconos:
2 Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.
3 Doy gracias a mi Dios cada vez que me acuerdo de vosotros,
4 siempre en todas mis oraciones, ruego por todos vosotros con gozo,
5 por vuestra hermandad en el evangelio, desde el primer día hasta ahora,
6 estando convencido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo;
7 como me es justo sentir esto de todos vosotros, por cuanto os tengo en el corazón; y en mis prisiones, y en la defensa y confirmación del evangelio, sois todos vosotros participantes conmigo de la gracia.
8 Porque Dios me es testigo de cómo os amo a todos vosotros con el entrañable amor de Jesucristo.
9 Y esto pido en oración: que vuestro amor abunde aún más y más en conocimiento y en todo discernimiento,
para que aquilatéis lo mejor, a fin de que seáis sinceros e irreprensibles para el día de Cristo;
11 llenos de frutos de justicia, que son por medio de Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios.
12 Y quiero, hermanos, que sepáis que las cosas que me han sucedido, han redundado en el mayor progreso del evangelio;
13 de tal manera que mis prisiones en Cristo han sido evidentes en todo el pretorio, y a todos los demás;
14 y la mayoría de los hermanos en el Señor, cobrando ánimo con mis prisiones, se atreven mucho más a hablar la palabra sin temor.
15 Y algunos, a la verdad, predican a Cristo por envidia y contienda; pero otros, de buena voluntad.
16 Los unos anuncian a Cristo por contención, no sinceramente, pensando añadir aflicción a mis prisiones;
17 pero los otros por amor, sabiendo que estoy puesto para la defensa del evangelio.
18 ¿Qué, pues? Que no obstante, de todas maneras, o por pretexto o por verdad, Cristo es anunciado; y en esto me regocijo, y aún me regocijaré.
19 Porque sé que por vuestra oración y la suministración del Espíritu de Jesucristo, esto resultará en mi liberación;
conforme a mi ferviente anhelo y esperanza de que en nada seré avergonzado; antes bien, con todo denuedo, como siempre, ahora también será engrandecido Cristo en mi cuerpo, ya sea por vida o por muerte.
21 Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia.
22 Pero si el vivir en la carne me es fructífero para la obra, entonces no sé qué escoger;
23 porque por ambas cosas me siento apremiado, teniendo el deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es mucho mejor;
24 pero quedarme en la carne es más necesario por causa de vosotros.
25 Y convencido de esto, sé que me quedaré, que aún permaneceré con todos vosotros, para provecho vuestro y gozo de la fe,
26 para que crezca vuestro regocijo por mí en Cristo Jesús, por mi visita otra vez a vosotros.
27 Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo, para que, o sea que vaya a veros, o que esté ausente, oiga de vosotros que estáis firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio,
28 y en nada intimidados por los que se oponen, que para ellos ciertamente es indicio de perdición, mas para vosotros de salvación; y esto, de Dios;
29 porque a vosotros os es concedido por Cristo, no solo que creáis en él, sino también que padezcáis por él,
teniendo el mismo conflicto que habéis visto en mí, y ahora oís que hay en mí.
Los santos deben ser uno en propósito y en espíritu — Toda rodilla se doblará ante Cristo — Los santos deben labrar su propia salvación — Pablo afronta el martirio con gozo.
Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable y algunas misericordias,
2 completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa.
3 Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien, con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a sí mismo;
4 no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros.
5 Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús,
6 el que, siendo en forma de Dios, no tuvo como usurpación el ser igual a Dios.
7 sin embargo, se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres;
8 y hallándose en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, y se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.
9 Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre;
para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra y debajo de la tierra;
11 y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para la gloria de Dios Padre.
12 Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, labrad vuestra salvación con temor y temblor;
13 porque Dios es el que en vosotros produce tanto el querer como el hacer, por su buena voluntad.
14 Haced todo sin murmuraciones ni contiendas,
15 para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios, sin culpa, en medio de una generación maligna y perversa, entre los cuales resplandecéis como luminares en el mundo;
16 aferrados a la palabra de vida para que en el día de Cristo yo pueda gloriarme de que no he corrido en vano, ni he trabajado en vano.
17 Y aunque sea derramado en libación sobre el sacrificio y servicio de vuestra fe, me alegro y regocijo con todos vosotros.
18 Y asimismo, alegraos también vosotros, y regocijaos conmigo.
19 Mas espero en el Señor Jesús enviaros pronto a Timoteo, para que yo también esté de buen ánimo, al saber de vuestro estado.
Porque a ninguno tengo de igual ánimo y que tan sinceramente esté interesado por vosotros.
21 Porque todos buscan lo suyo propio, no lo que es de Cristo Jesús.
22 Pero de él ya habéis conocido sus méritos, que como hijo a padre ha servido conmigo en el evangelio.
23 Así que a este espero enviaros, después que yo vea cómo van mis asuntos;
24 y confío en el Señor que yo también iré pronto a vosotros.
25 Mas tuve por necesario enviaros a Epafrodito, mi hermano, y colaborador y compañero de milicia, y vuestro mensajero, y ministrador de mis necesidades;
26 porque él tenía gran deseo de veros a todos vosotros, y gravemente se angustió porque habíais oído que él había enfermado.
27 Pues en verdad estuvo enfermo, al borde de la muerte; pero Dios tuvo misericordia de él, y no solamente de él, sino también de mí, para que yo no tuviese tristeza sobre tristeza.
28 Así que le envío con mayor prontitud, para que al verle de nuevo os volváis a regocijar, y yo esté con menos tristeza.
29 Recibidle, pues, en el Señor con todo gozo; y tened en estima a los que son como él,
porque por la obra de Cristo estuvo cercano a la muerte, exponiendo su vida para suplir lo que faltaba en vuestro servicio hacia mí.
Pablo sacrifica todas las cosas por Cristo — Los ministros verdaderos deben dar ejemplo de rectitud.
Por lo demás, hermanos, regocijaos en el Señor. A mí, a la verdad, no me es molesto escribiros las mismas cosas, y a vosotros os da seguridad.
2 Guardaos de los perros, guardaos de los malos obreros, guardaos de la mutilación.
3 Porque nosotros somos la circuncisión, los que servimos en espíritu a Dios, y nos gloriamos en Cristo Jesús, no teniendo confianza en la carne.
4 Aunque yo tengo también de qué confiar en la carne. Si a alguno le parece que tiene de qué confiar en la carne, yo más:
5 circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo;
6 en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia de la ley, irreprensible.
7 Pero todas las cosas que eran para mí ganancia, las he considerado pérdida por amor de Cristo.
8 Y ciertamente, aún considero todas las cosas pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor de quien lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo,
9 y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe;
a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser como él en su muerte,
11 si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos.
12 No que ya lo haya alcanzado, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, para ver si alcanzo aquello para lo cual fui también alcanzado por Cristo Jesús.
13 Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante,
14 prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.
15 Así que, todos los que somos perfectos, esto mismo sintamos; y si otra cosa sentís, esto también os lo revelará Dios.
16 Pero en aquello a que hemos llegado, sigamos una misma norma, sintamos una misma cosa.
17 Hermanos, sed imitadores de mí, y mirad a los que andan según el ejemplo que tenéis en nosotros.
18 Porque por ahí muchos andan, de quienes os dije muchas veces, y aun ahora lo digo llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo,
19 cuyo fin será perdición, cuyo dios es el vientre y cuya gloria está en su vergüenza; que piensan solamente en lo terrenal.
Pero nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo,
21 el que transformará el cuerpo de nuestra humillación, para ser semejante al cuerpo de su gloria, mediante el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.
Permaneced firmes en el Señor — Creemos en ser honestos, verídicos y castos.
Así que, hermanos míos, amados y añorados, gozo y corona mía, permaneced así firmes en el Señor, amados.
2 A Evodia ruego, y a Síntique exhorto, que sean de un mismo sentir en el Señor.
3 Asimismo te ruego también a ti, compañero fiel, que ayudes a las que trabajaron juntamente conmigo en el evangelio, con Clemente también, y a los demás colaboradores míos, cuyos nombres están en el libro de la vida.
4 Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez os digo: ¡Regocijaos!
5 Vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca.
6 Por nada estéis afanosos; sino sean dadas a conocer vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias.
7 Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.
8 Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si hay algo digno de alabanza, en esto pensad.
9 Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros.
Mas en gran manera me regocijé en el Señor de que ya al fin haya reflorecido vuestro cuidado de mí; de lo cual aún estabais solícitos, pero os faltaba la oportunidad.
11 No lo digo porque me encuentre en la indigencia, pues he aprendido a contentarme con lo que tengo.
12 Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, tanto para estar saciado como para tener hambre, tanto para tener abundancia como para padecer necesidad.
13 Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.
14 Sin embargo, bien hicisteis en participar conmigo en mi tribulación.
15 Y sabéis también vosotros, oh filipenses, que al principio de la predicación del evangelio, cuando partí de Macedonia, ninguna iglesia participó conmigo en razón de dar y recibir, sino solo vosotros.
16 Porque aun a Tesalónica me enviasteis una y otra vez para mis necesidades.
17 No es que busque dádivas, sino que busco fruto que abunde en vuestra cuenta.
18 Pero todo lo he recibido, y tengo abundancia; estoy lleno, habiendo recibido de Epafrodito lo que enviasteis, olor grato, sacrificio acepto, agradable a Dios.
19 Mi Dios, pues, os proveerá de todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús.
Al Dios, pues, y Padre nuestro, sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
21 Saludad a todos los santos en Cristo Jesús. Los hermanos que están conmigo os saludan.
22 Todos los santos os saludan, y mayormente los que son de la casa de César.
23 La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros. Amén.
Escrita desde Roma por Epafrodito.
La redención viene por medio de Cristo — Él creó todas las cosas, es la imagen de Dios y es el Primogénito del Padre.
Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y el hermano Timoteo,
2 a los santos y fieles hermanos en Cristo que están en Colosas: Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.
3 Damos gracias a Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, orando siempre por vosotros,
4 habiendo oído de vuestra fe en Cristo Jesús, y del amor que tenéis a todos los santos,
5 a causa de la esperanza que os está guardada en los cielos, de la cual ya habéis oído por la palabra verdadera del evangelio,
6 el cual ha llegado hasta vosotros, así como a todo el mundo; y fructifica y crece también en vosotros, desde el día en que oísteis y conocisteis la gracia de Dios en verdad,
7 como lo habéis aprendido de Epafras, nuestro consiervo amado, que es un fiel ministro de Cristo en favor vuestro,
8 quien también nos ha declarado vuestro amor en el Espíritu.
9 Por lo cual también nosotros, desde el día en que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría y comprensión espiritual;
para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, fructificando en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios;
11 fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de su gloria, para toda paciencia y longanimidad, con gozo,
12 dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz;
13 que nos ha librado del poder de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino de su amado Hijo,
14 en quien tenemos redención por su sangre, la remisión de pecados.
15 Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación.
16 Porque por él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él.
17 Y él es antes de todas las cosas, y por él todas las cosas subsisten;
18 y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia; él es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia,
19 por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud,
y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, tanto las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz.
21 A vosotros también, que estabais en otro tiempo alejados y erais enemigos en vuestra mente por vuestras malas obras, ahora os ha reconciliado
22 en su cuerpo de carne por medio de la muerte, para presentaros santos, y sin mancha, e irreprensibles delante de él.
23 Si en verdad permanecéis fundamentados y firmes en la fe, y sin moveros de la esperanza del evangelio que habéis oído, el cual se predica a toda criatura que está debajo del cielo; del cual yo, Pablo, fui hecho ministro.
24 Ahora me gozo en lo que padezco por vosotros, y cumplo en mi carne lo que falta de las aflicciones de Cristo a favor de su cuerpo, que es la iglesia;
25 de la cual fui hecho ministro, según la comisión de Dios que me fue dada en cuanto a vosotros, para cumplir la palabra de Dios;
26 es decir, el misterio que había estado oculto desde los siglos y generaciones, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos,
27 a ellos quiso Dios hacer notorias las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles, que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria,
28 a quien nosotros anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre;
29 para esto también trabajo, luchando según la fuerza de él, la cual actúa en mí poderosamente.
La plenitud de la divinidad mora en Cristo — Mirad que ninguno os engañe por medio de filosofías según las tradiciones de los hombres — El acta de los decretos en contra de nosotros fue clavada en la cruz de Cristo.
Porque quiero que sepáis cuán gran lucha sostengo por vosotros, y por los que están en Laodicea, y por todos los que nunca han visto mi rostro en persona;
2 para que sean confortados sus corazones, unidos en amor, hasta alcanzar todas las riquezas del pleno entendimiento para conocer el misterio de Dios, el Padre, y de Cristo,
3 en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento.
4 Y esto lo digo, para que nadie os engañe con palabras persuasivas.
5 Porque aunque estoy ausente en cuerpo, no obstante, en espíritu estoy con vosotros, gozándome y mirando vuestro buen orden, y la firmeza de vuestra fe en Cristo.
6 Por tanto, de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él,
7 arraigados y sobreedificados en él, y confirmados en la fe, así como se os ha enseñado, creciendo en ella con acción de gracias.
8 Mirad que ninguno os engañe por medio de filosofías y vanas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo.
9 Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la divinidad,
y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad.
11 En él también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha por manos, al despojaros del cuerpo pecaminoso de la carne mediante la circuncisión de Cristo;
12 sepultados juntamente con él en el bautismo, en el cual también resucitasteis con él, por medio de la fe en el poder de Dios que le levantó de entre los muertos.
13 Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os vivificó juntamente con él, perdonándoos todos los pecados,
14 anulando el acta de los decretos que había contra nosotros que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz,
15 y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió en público, triunfando sobre ellos en la cruz.
16 Por tanto, nadie os juzgue en comida, o en bebida, o con respecto a días de fiesta, o de luna nueva, o de días de reposo,
17 lo cual es sombra de lo por venir; pero el cuerpo es de Cristo.
18 Nadie os prive de vuestro premio, afectando humildad y culto a los ángeles, entremetiéndose en lo que no ha visto, vanamente hinchado por su propia mente carnal,
19 y no asiéndose de la Cabeza, de la cual todo el cuerpo, alimentado y unido por las ligaduras y coyunturas, crece con el crecimiento que da Dios.
Pues si habéis muerto con Cristo en cuanto a los rudimentos del mundo, ¿por qué, como si vivieseis en el mundo, os sometéis a preceptos
21 tales como: No utilices, ni comas, ni toques
22 (todas las cuales son cosas destinadas a perecer con el uso mismo), según mandamientos y doctrinas de hombres?
23 Tales cosas tienen a la verdad cierta reputación de sabiduría en el culto voluntario, y en humildad, y en el duro trato del cuerpo, pero no tienen valor alguno contra los apetitos de la carne.
La vida de algunos está escondida con Cristo en Dios — Se exhorta a los miembros de la Iglesia a ser santos y a servir al Señor Jesucristo.
Si habéis, pues, resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios.
2 Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra.
3 Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios.
4 Cuando Cristo, nuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria.
5 Haced morir, pues, lo terrenal en vuestros miembros: fornicación, impureza, pasiones lascivas, malos deseos y avaricia, que es idolatría;
6 cosas por las cuales la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia.
7 En las cuales vosotros también anduvisteis en otro tiempo cuando vivíais en ellas.
8 Pero ahora, dejad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, maledicencia, palabras soeces de vuestra boca.
9 No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos,
y habiéndoos revestido del nuevo hombre, que es renovado hasta el conocimiento pleno, conforme a la imagen del que lo creó;
11 donde no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro ni escita, esclavo ni libre, sino que Cristo es el todo, y en todos.
12 Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia;
13 soportándoos los unos a los otros, y perdonándoos los unos a los otros si alguno tuviere queja del otro; de la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros.
14 Y sobre todas estas cosas vestíos de caridad, que es el vínculo de la perfección.
15 Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos.
16 La palabra de Cristo habite en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos los unos a los otros en toda sabiduría con salmos e himnos y cánticos espirituales, cantando con gratitud en vuestros corazones al Señor.
17 Y todo lo que hacéis, sea de palabra, o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios el Padre por medio de él.
18 Casadas, estad sujetas a vuestros maridos, como conviene en el Señor.
19 Maridos, amad a vuestras esposas, y no seáis ásperos con ellas.
Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, porque esto agrada al Señor.
21 Padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, para que no se desanimen.
22 Esclavos, obedeced en todo a vuestros amos terrenales, no sirviendo al ojo, como los que agradan a los hombres, sino con sencillez de corazón, temiendo a Dios.
23 Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor, y no para los hombres,
24 sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís.
25 Pero el que hace injusticia, pagará por la injusticia que haya cometido, porque no hay acepción de personas.
Se exhorta a los santos a ser sabios en todas las cosas — Lucas y otros saludan a los colosenses.
Amos, haced lo que es justo y equitativo con vuestros siervos, sabiendo que también vosotros tenéis un Amo en los cielos.
2 Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias,
3 orando también juntamente por nosotros, para que el Señor nos abra puerta para la palabra, a fin de proclamar el misterio de Cristo, por el cual también estoy preso,
4 para que lo manifieste como debo hablar.
5 Andad en sabiduría para con los extraños, aprovechando el tiempo.
6 Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno.
7 Todos mis asuntos os los hará saber Tíquico, hermano amado y fiel ministro y consiervo en el Señor,
8 a quien os he enviado para esto mismo, para que conozca cómo os encontráis, y consuele vuestros corazones,
9 con Onésimo, amado y fiel hermano, que es uno de vosotros. Todo lo que acá pasa, os lo harán saber.
Aristarco, mi compañero de prisión, os saluda, y Marcos, el sobrino de Bernabé (acerca del que habéis recibido instrucciones; si fuere a vosotros, recibidle),
11 y Jesús, el que se llama Justo; estos son los únicos de la circuncisión que me ayudan en el reino de Dios, y que me han sido de consuelo.
12 Os saluda Epafras, el que es uno de vosotros, siervo de Cristo, siempre rogando fervorosamente por vosotros en sus oraciones, para que permanezcáis firmes, perfectos y completos en todo lo que Dios quiere.
13 Porque de él doy testimonio, de que tiene gran celo por vosotros, y por los que están en Laodicea y los que están en Hierápolis.
14 Os saluda Lucas, el médico amado, y Demas.
15 Saludad a los hermanos que están en Laodicea, y a Ninfas y a la iglesia que está en su casa.
16 Y cuando esta carta se haya leído entre vosotros, haced que también se lea en la iglesia de los laodicenses, y que la de Laodicea la leáis también vosotros.
17 Y decid a Arquipo: Mira que cumplas el ministerio que has recibido del Señor.
18 Esta salutación es de mi propia mano, de Pablo. Acordaos de mis prisiones. La gracia sea con vosotros. Amén.
Escrita desde Roma a los colosenses; enviada con Tíquico y Onésimo.
El Evangelio llega tanto en palabra como en poder.
Pablo, Silvano y Timoteo, a la iglesia de los tesalonicenses en Dios el Padre y en el Señor Jesucristo: Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.
2 Damos siempre gracias a Dios por todos vosotros, haciendo memoria de vosotros en nuestras oraciones,
3 acordándonos sin cesar delante del Dios y Padre nuestro de la obra de vuestra fe, del trabajo de amor y de vuestra perseverancia en la esperanza de nuestro Señor Jesucristo;
4 sabiendo, hermanos amados de Dios, vuestra elección;
5 por cuanto nuestro evangelio no fue a vosotros en palabra solamente, sino también en poder, y en el Espíritu Santo y en gran certidumbre; bien sabéis cómo fuimos entre vosotros por amor a vosotros.
6 Y vosotros os hicisteis imitadores de nosotros y del Señor, recibiendo la palabra en medio de mucha tribulación, con gozo del Espíritu Santo,
7 de tal manera que habéis sido ejemplo a todos los que han creído en Macedonia y en Acaya.
8 Porque desde vosotros ha resonado la palabra del Señor, no solo en Macedonia y en Acaya, sino que también en todo lugar vuestra fe en Dios se ha extendido, de modo que no tenemos necesidad de hablar nada.
9 Porque ellos cuentan de nosotros la manera como nos recibisteis, y cómo os convertisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero,
y esperar a su Hijo de los cielos, al que resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libró de la ira que ha de venir.
Los ministros verdaderos predican con santidad — Los conversos son la gloria y el gozo de los misioneros.
Porque, hermanos, vosotros mismos sabéis que nuestra visita a vosotros no fue en vano,
2 pues aun habiendo padecido antes, y sido afrentados en Filipos, como sabéis, tuvimos valentía en nuestro Dios para anunciaros el evangelio de Dios en medio de gran oposición.
3 Porque nuestra exhortación no procedió de error, ni de impureza, ni fue por engaño,
4 sino que según fuimos aprobados por Dios para que se nos confiase el evangelio, así hablamos; no como para agradar a los hombres, sino a Dios, que examina nuestros corazones.
5 Porque nunca fuimos lisonjeros en la palabra, como sabéis, ni encubrimos avaricia; Dios es testigo;
6 ni buscamos gloria de los hombres, ni de vosotros, ni de otros, aunque podíamos seros carga como apóstoles de Cristo.
7 Antes bien, fuimos afectuosos entre vosotros como la que cría con ternura a sus hijos.
8 Tan grande es nuestro afecto por vosotros, que hubiéramos querido entregaros no solo el evangelio de Dios, sino también nuestras propias vidas, porque habéis llegado a sernos muy queridos.
9 Porque, hermanos, os acordáis de nuestro trabajo y fatiga, cómo trabajando de noche y de día, para no ser gravosos a ninguno de vosotros, os predicamos el evangelio de Dios.
Vosotros sois testigos, y Dios también, de cuán santa y justa e irreprensiblemente nos condujimos con vosotros los que creísteis,
11 así como también sabéis de qué modo exhortábamos y consolábamos a cada uno de vosotros, como un padre a sus hijos,
12 y os encargábamos que anduvieseis como es digno de Dios, que os llamó a su reino y gloria.
13 Por lo cual también nosotros damos gracias a Dios sin cesar, porque cuando recibisteis la palabra de Dios que oísteis de nosotros, la recibisteis no como palabra de hombres, sino según es en verdad, la palabra de Dios, la cual actúa en vosotros los que creísteis.
14 Porque vosotros, hermanos, llegasteis a ser imitadores de las iglesias de Dios en Cristo Jesús que están en Judea; pues habéis padecido vosotros las mismas cosas que los de vuestra propia nación, como también ellos de los judíos;
15 los cuales mataron al Señor Jesús y a sus propios profetas, y a nosotros nos han perseguido; y no agradan a Dios, y se oponen a todos los hombres;
16 impidiéndonos hablar a los gentiles, a fin de que se salven; así colman ellos siempre la medida de sus pecados, pues vino sobre ellos la ira hasta el extremo.
17 Pero nosotros, hermanos, separados de vosotros por un poco de tiempo, de vista pero no de corazón, tanto más procuramos con mucho deseo ver vuestro rostro.
18 Por lo cual quisimos ir a vosotros, yo, Pablo, a la verdad, una y otra vez; pero Satanás nos lo impidió.
19 Porque, ¿cuál es nuestra esperanza, o gozo, o corona de que me gloríe? ¿No lo sois vosotros, delante de nuestro Señor Jesucristo en su venida?
Porque vosotros sois nuestra gloria y gozo.
Se exhorta a los santos a perfeccionar lo que les falte en su fe.
Por lo cual, no pudiendo soportarlo más, acordamos quedarnos solos en Atenas,
2 y enviamos a Timoteo, nuestro hermano, ministro de Dios y colaborador nuestro en el evangelio de Cristo, para confirmaros y exhortaros en vuestra fe,
3 a fin de que nadie se inquiete por estas tribulaciones, porque vosotros mismos sabéis que hemos sido puestos para esto.
4 Porque aun estando con vosotros, os predecíamos que íbamos a pasar tribulaciones, como ha acontecido y bien sabéis.
5 Por lo cual también yo, no pudiendo soportar más, he enviado para informarme de vuestra fe, no sea que os haya tentado el tentador, y que nuestro trabajo haya sido en vano.
6 Pero cuando Timoteo volvió de vosotros a nosotros, nos dio buenas nuevas de vuestra fe y amor, y que siempre tenéis gratos recuerdos de nosotros, deseando vernos, como también nosotros a vosotros.
7 Por ello, hermanos, recibimos consuelo con respecto a vosotros, en medio de nuestra necesidad y aflicción, por causa de vuestra fe;
8 porque ahora vivimos, si vosotros estáis firmes en el Señor.
9 Por lo cual, ¿qué acción de gracias podremos dar a Dios por vosotros, por todo el gozo con que nos regocijamos a causa de vosotros delante de nuestro Dios,
orando de noche y de día con gran fervor, para que veamos vuestro rostro, y para que completemos lo que falta a vuestra fe?
11 Mas el mismo Dios y Padre nuestro, y nuestro Señor Jesucristo, encaminen nuestro viaje a vosotros.
12 Y el Señor os multiplique y os haga abundar en amor unos para con otros, y para con todos, como también lo es de nosotros para con vosotros;
13 para que sean confirmados vuestros corazones, irreprensibles en santidad delante de Dios nuestro Padre en la venida de nuestro Señor Jesucristo con todos sus santos.
Se exhorta a los miembros a ser santos, a santificarse y a amarse unos a otros — El Señor vendrá y los muertos resucitarán.
Por lo demás, hermanos, os rogamos y exhortamos en el Señor Jesús, que de la manera que fuisteis enseñados por nosotros de cómo os conviene andar y agradar a Dios, abundéis más y más.
2 Porque ya sabéis qué mandamientos os dimos de parte del Señor Jesús.
3 Porque la voluntad de Dios es vuestra santificación; que os apartéis de la fornicación;
4 que cada uno de vosotros sepa tener su vaso en santificación y honor;
5 no con pasión de concupiscencia, como los gentiles que no conocen a Dios;
6 que ninguno oprima ni engañe en nada a su hermano, porque el Señor es vengador de todo esto, como ya os hemos dicho y testificado.
7 Porque no nos ha llamado Dios a impureza, sino a santificación.
8 Así que, el que menosprecia esto, no menosprecia a hombre, sino a Dios, que también nos dio su Espíritu Santo.
9 Pero acerca del amor fraternal no es necesario que os escriba, porque vosotros mismos habéis aprendido de Dios que os améis los unos a los otros;
y también lo hacéis así con todos los hermanos que están por toda Macedonia. Pero os rogamos, hermanos, que abundéis en ello más y más;
11 y que procuréis tener tranquilidad, y ocuparos de vuestros asuntos, y trabajar con vuestras manos de la manera que os hemos mandado;
12 a fin de que andéis honradamente para con los extraños, y no tengáis necesidad de nada.
13 Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza.
14 Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él.
15 Por lo cual, os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron.
16 Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero.
17 Luego nosotros, los que vivamos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor.
18 Por tanto, consolaos los unos a los otros con estas palabras.
Los santos sabrán el tiempo de la segunda venida de Cristo — Vivid como deben vivir los santos — Estad siempre gozosos — No menospreciéis las profecías.
Pero acerca de los tiempos y de las estaciones, no tenéis necesidad, hermanos, de que yo os escriba.
2 Porque vosotros sabéis perfectamente que el día del Señor vendrá así como ladrón en la noche,
3 que cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina, como los dolores a la mujer encinta, y no escaparán.
4 Mas vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día os sorprenda como ladrón;
5 porque todos vosotros sois hijos de luz, e hijos del día; no somos de la noche, ni de las tinieblas.
6 Por tanto, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios.
7 Porque los que duermen, de noche duermen; y los que se emborrachan, de noche se emborrachan.
8 Pero nosotros, que somos del día, seamos sobrios, habiéndonos vestido con la coraza de la fe y del amor, y con la esperanza de la salvación como yelmo.
9 Porque no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo,
quien murió por nosotros, ya sea que velemos, o que durmamos, vivamos juntamente con él.
11 Por lo cual, consolaos los unos a los otros, y edificaos los unos a los otros, así como lo hacéis.
12 Y os rogamos, hermanos, que reconozcáis a los que trabajan entre vosotros, y os presiden en el Señor, y os amonestan;
13 y que los tengáis en mucha estima por causa de su obra. Tened paz los unos con los otros.
14 También os rogamos, hermanos, que amonestéis a los que andan desordenadamente, que consoléis a los de poco ánimo, que sostengáis a los débiles, que seáis pacientes para con todos.
15 Mirad que ninguno devuelva a otro mal por mal, sino seguid lo bueno siempre los unos para con los otros, y para con todos.
16 Estad siempre gozosos.
17 Orad sin cesar.
18 Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús.
19 No apaguéis el Espíritu.
No menospreciéis las profecías.
21 Examinadlo todo; retened lo bueno.
22 Apartaos de toda apariencia de mal.
23 Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, y espíritu, y alma y cuerpo sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo.
24 Fiel es el que os ha llamado, quien también lo hará.
25 Hermanos, orad por nosotros.
26 Saludad a todos los hermanos con beso santo.
27 Os encargo, por el Señor, que esta carta sea leída a todos los santos hermanos.
28 La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vosotros. Amén.
La primera epístola a los tesalonicenses fue escrita desde Atenas.*
En la Segunda Venida, el Señor Jesús castigará a los impíos.
Pablo, y Silvano y Timoteo, a la iglesia de los tesalonicenses en Dios nuestro Padre y en el Señor Jesucristo:
2 Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.
3 Debemos siempre dar gracias a Dios por vosotros, hermanos, como es justo, por cuanto vuestra fe va creciendo mucho, y abunda el amor de cada uno de vosotros hacia los demás;
4 tanto, que nosotros mismos nos gloriamos de vosotros en las iglesias de Dios, por vuestra paciencia y fe en todas vuestras persecuciones y tribulaciones que soportáis.
5 Esto es una demostración del justo juicio de Dios, para que seáis tenidos por dignos del reino de Dios, por el cual asimismo padecéis.
6 Porque es justo para Dios pagar con tribulación a los que os atribulan;
7 y a vosotros, que sois atribulados, daros reposo con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con sus poderosos ángeles,
8 en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocen a Dios, ni obedecen el evangelio de nuestro Señor Jesucristo;
9 los que serán castigados con eterna perdición, separados de la presencia del Señor y de la gloria de su poder,
cuando venga en aquel día para ser glorificado en sus santos, y para ser admirado en todos los que hayan creído (por cuanto nuestro testimonio ha sido creído entre vosotros).
11 Por lo cual, asimismo oramos siempre por vosotros, para que nuestro Dios os tenga por dignos del llamamiento, y colme de bondad todo buen intento, y toda obra de fe con poder,
12 para que el nombre de nuestro Señor Jesucristo sea glorificado en vosotros, y vosotros en él, por la gracia de nuestro Dios y del Señor Jesucristo.
La apostasía precederá a la Segunda Venida — El Evangelio prepara a los hombres para la gloria eterna.
Pero os rogamos, hermanos, en cuanto a la venida de nuestro Señor Jesucristo, y a nuestro recogimiento con él,
2 que no cambiéis fácilmente vuestro modo de pensar, ni os conturbéis, ni por espíritu, ni por palabra ni por carta como si fuera nuestra, en el sentido de que el día del Señor está cerca.
3 No os engañe nadie de ninguna manera, porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición,
4 oponiéndose y levantándose contra todo lo que se llama Dios, o lo que se adora; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios.
5 ¿No os acordáis de que cuando yo estaba todavía con vosotros, os decía esto?
6 Y ahora vosotros sabéis lo que impide que a su debido tiempo sea manifestado.
7 Porque ya está actuando el misterio de la iniquidad; solamente espera hasta que sea quitado de en medio el que ahora lo impide;
8 y entonces se manifestará aquel inicuo, al que el Señor matará con el espíritu de su boca y destruirá con el resplandor de su venida;
9 a aquel inicuo, cuyo advenimiento es según la obra de Satanás, con todo poder, y señales, y prodigios mentirosos,
y con todo engaño de iniquidad para los que perecen, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos.
11 Por tanto, Dios les envía un poderoso engaño, para que crean en la mentira,
12 a fin de que sean condenados todos los que no creyeron en la verdad, sino que se complacieron en la iniquidad.
13 Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios por vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y por la fe en la verdad;
14 para lo cual os llamó por medio de nuestro evangelio, para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo.
15 Así que, hermanos, permaneced firmes y retened las enseñanzas que habéis aprendido, sea por palabra, o por carta nuestra.
16 Que nuestro Señor Jesucristo mismo y Dios, nuestro Padre, quien nos amó, y nos dio consuelo eterno, y buena esperanza mediante la gracia,
17 consuele vuestros corazones, y os confirme en toda buena palabra y obra.
Orad por el triunfo de la causa del Evangelio — Pablo predica el Evangelio de trabajo — No os canséis de hacer el bien.
Por lo demás, hermanos, orad por nosotros, para que la palabra del Señor avance y sea glorificada así como lo fue entre vosotros,
2 y para que seamos librados de hombres perversos y malos, porque no es de todos la fe.
3 Pero fiel es el Señor, que os fortalecerá y guardará del mal.
4 Y tenemos confianza en el Señor con respecto a vosotros, en que hacéis y haréis lo que os hemos mandado.
5 Y el Señor encamine vuestros corazones al amor de Dios, y a la paciencia de Cristo.
6 Pero os mandamos, hermanos, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que os apartéis de todo hermano que ande desordenadamente, y no conforme a la enseñanza que recibieron de nosotros.
7 Porque vosotros mismos sabéis de qué manera debéis imitarnos, pues no anduvimos desordenadamente entre vosotros,
8 ni comimos de balde el pan de nadie; sino que trabajamos arduamente y con fatiga de noche y de día, para no ser gravosos a ninguno de vosotros;
9 no porque no tuviésemos autoridad, sino para daros en nosotros un ejemplo, a fin de que nos imitaseis.
Porque aun estando con vosotros, os mandábamos esto: Que si alguno no quiere trabajar, que tampoco coma.
11 Porque oímos que algunos de entre vosotros andan desordenadamente, no trabajando en nada, sino entremetiéndose en lo ajeno.
12 Y a los tales les mandamos y exhortamos por nuestro Señor Jesucristo que, trabajando con sosiego, coman su propio pan.
13 Pero vosotros, hermanos, no os canséis de hacer el bien.
14 Y si alguno no obedece nuestra palabra por carta, señaladle, y no os juntéis con él, para que se avergüence.
15 Pero no lo tengáis por enemigo, sino amonestadle como a hermano.
16 Y el mismo Señor de paz os dé siempre paz en toda circunstancia. El Señor sea con todos vosotros.
17 Esta salutación es de mi propia mano, de Pablo, que es el signo en toda carta mía; así escribo.
18 La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros. Amén.
La segunda epístola a los tesalonicenses fue escrita desde Atenas.*
Se aconseja enseñar solamente la doctrina verdadera — Cristo vino para salvar a los pecadores que se arrepienten.
Pablo, apóstol de Jesucristo por mandato de Dios nuestro Salvador, el Señor Jesucristo, nuestra esperanza,
2 a Timoteo, verdadero hijo en la fe: Gracia, misericordia y paz de parte de Dios nuestro Padre y de Cristo Jesús, nuestro Señor.
3 Como te rogué que te quedases en Éfeso, cuando partí para Macedonia, para que mandases a algunos que no enseñen otra doctrina,
4 ni presten atención a fábulas y genealogías interminables, que engendran especulaciones más bien que la edificación de Dios que es por la fe; así te encargo ahora.
5 Pues el fin del mandamiento es el amor nacido de un corazón puro, y de una buena conciencia y de una fe no fingida;
6 de lo cual desviándose algunos, se apartaron a vana palabrería;
7 queriendo ser doctores de la ley, sin entender ni lo que hablan ni lo que afirman.
8 Pero sabemos que la ley es buena, si se usa legítimamente,
9 conociendo esto: que la ley no es puesta para el justo, sino para los transgresores y los desobedientes, para los impíos y los pecadores, para los irreverentes y los profanos, para los parricidas y los matricidas, para los homicidas,
para los fornicarios, para los sodomitas, para los secuestradores, para los mentirosos y los perjuros, y para cualquier otra cosa contraria a la sana doctrina;
11 según el evangelio de gloria del Dios bendito, el cual a mí me ha sido encargado.
12 Y doy gracias al que me fortaleció, a Cristo Jesús, nuestro Señor, porque me tuvo por fiel y me puso en el ministerio,
13 aun habiendo sido yo antes blasfemo, y perseguidor e injuriador; pero recibí misericordia, porque lo hice por ignorancia, en incredulidad.
14 Pero la gracia de nuestro Señor fue más abundante con la fe y el amor que es en Cristo Jesús.
15 Palabra fiel y digna de plena aceptación: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de quienes yo soy el primero.
16 Pero por esto fui recibido a misericordia, para que Jesucristo mostrase en mí, el primero, toda su clemencia, para ejemplo de los que habrían de creer en él para vida eterna.
17 Por tanto, al Rey eterno, inmortal, invisible, al único y sabio Dios sean el honor y la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
18 Este mandamiento, hijo Timoteo, te encargo, para que, conforme a las profecías anteriores acerca de ti, pelees por ellas la buena batalla,
19 manteniendo la fe y la buena conciencia, la cual algunos desecharon y naufragaron en cuanto a la fe,
entre los que están Himeneo y Alejandro, a quienes entregué a Satanás, para que aprendan a no blasfemar.
Debemos orar por toda persona — Cristo es nuestro Mediador — Las mujeres deben vestir con modestia — Las mujeres son bendecidas al engendrar hijos, y se las exhorta a perseverar en la fe, en la caridad y en la santidad.
Exhorto, pues, ante todo, a que se hagan plegarias, oraciones, peticiones y acciones de gracias por todos los hombres,
2 por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad.
3 Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador,
4 el que quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad.
5 Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre,
6 quien se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo.
7 Para esto yo fui constituido predicador y apóstol (digo la verdad en Cristo, no miento), maestro de los gentiles en fe y verdad.
8 Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas, sin ira ni contienda.
9 Asimismo, que también las mujeres se atavíen con vestimenta decorosa, con pudor y modestia; no con peinados ostentosos, ni oro, ni perlas ni vestidos costosos,
sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad.
11 La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción.
12 Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio.
13 Porque Adán fue formado primero, después Eva;
14 y Adán no fue engañado, sino la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión.
15 No obstante se salvará engendrando hijos, si permanece en fe, amor y santidad, con modestia.
Se dan los requisitos que deben cumplir los obispos y los diáconos — Grande es el misterio de la divinidad.
Palabra fiel: Si alguno desea el cargo de obispo, buena obra desea.
2 Conviene, pues, que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospitalario, apto para enseñar;
3 no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino moderado, no contencioso, ajeno a la avaricia;
4 que gobierne bien su casa, que tenga sus hijos en sujeción con toda honestidad
5 (porque el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?);
6 no un neófito, no sea que se envanezca y caiga en la condenación del diablo.
7 También es necesario que tenga buen testimonio de parte de los extraños, para que no caiga en afrenta y en lazo del diablo.
8 Los diáconos, asimismo, deben ser honestos, de una sola palabra, no dados a mucho vino, no codiciosos de ganancias deshonestas,
9 que retengan el misterio de la fe con limpia conciencia.
Y estos también sean antes puestos a prueba; y entonces ministren como diáconos, si son irreprensibles.
11 Las mujeres, asimismo, sean honestas, no calumniadoras, sino sobrias, fieles en todo.
12 Los diáconos sean maridos de una sola mujer, y que gobiernen bien a sus hijos y sus casas.
13 Porque los que han ministrado bien como diáconos, ganan para sí un grado honroso, y mucha confianza en la fe que es en Cristo Jesús.
14 Esto te escribo con la esperanza de ir pronto a ti;
15 para que si no voy pronto, sepas cómo debes comportarte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y apoyo de la verdad.
16 E indiscutiblemente, grande es el misterio de la divinidad:Dios fue manifestado en la carne,justificado en el Espíritu,visto por los ángeles,predicado a los gentiles,creído en el mundoy recibido arriba en gloria.
Pablo describe la apostasía de los últimos días — Cristo es el Salvador de todos los hombres, sobre todo de quienes creen.
Pero el Espíritu dice claramente que, en los últimos tiempos, algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios;
2 que con hipocresía hablarán mentira, teniendo cauterizada la conciencia.
3 Que prohibirán casarse y mandarán abstenerse de alimentos que Dios creó para que con acción de gracias participasen de ellos los creyentes y los que han conocido la verdad.
4 Porque todo lo que Dios creó es bueno, y nada hay que desechar, si se recibe con acción de gracias,
5 porque por la palabra de Dios y por la oración es santificado.
6 Si esto enseñas a los hermanos, serás buen ministro de Jesucristo, nutrido con las palabras de la fe y de la buena doctrina que has seguido.
7 Desecha las fábulas profanas y de viejas, y ejercítate para la piedad.
8 Porque el ejercicio corporal para poco es provechoso, pero la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente y de la venidera.
9 Palabra fiel es esta, y digna de ser recibida por todos.
Que por esto mismo trabajamos y sufrimos oprobios, porque esperamos en el Dios viviente, que es el Salvador de todos los hombres, mayormente de los que creen.
11 Esto manda y enseña.
12 Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, en conducta, en amor, en espíritu, en fe y en pureza.
13 Entretanto que voy, ocúpate en leer, en exhortar, en enseñar.
14 No descuides el don que hay en ti, que te fue dado por medio de profecía con la imposición de las manos del consejo de ancianos.
15 Medita estas cosas; ocúpate en ellas, para que tu progreso sea manifiesto a todos.
16 Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oigan.
Los santos deben cuidar de sus pobres que sean dignos — Se dan normas con respecto a los ancianos.
No reprendas al anciano, sino exhórtale como a padre; a los más jóvenes, como a hermanos;
2 a las ancianas, como a madres; a las jovencitas, como a hermanas, con toda pureza.
3 Honra a las viudas que en verdad lo son.
4 Pero si alguna viuda tiene hijos, o nietos, aprendan estos primero a mostrar piedad en su propia casa, y a recompensar a sus padres, porque esto es lo bueno y agradable delante de Dios.
5 Pero, la que en verdad es viuda y ha quedado sola, espera en Dios, y es diligente en súplicas y oraciones noche y día.
6 Pero la que se entrega a los placeres, viviendo está muerta.
7 Manda también estas cosas, para que sean irreprensibles.
8 Porque si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe y es peor que un incrédulo.
9 La viuda sea puesta en la lista solo si es mayor de sesenta años y ha sido esposa de un solo marido.
Que tenga testimonio de buenas obras: si ha criado hijos, si ha practicado la hospitalidad, si ha lavado los pies de los santos, si ha socorrido a los afligidos, si ha seguido toda buena obra.
11 Pero viudas más jóvenes no admitas, porque cuando, impulsadas por sus deseos que las alejan de Cristo, quieren casarse,
12 incurriendo así en condenación por haber dejado a un lado su primera fe.
13 Y también aprenden a ser ociosas, a andar de casa en casa; y no solamente ociosas, sino también chismosas y entrometidas, hablando lo que no debieran.
14 Quiero, pues, que las más jóvenes se casen, críen hijos, gobiernen su casa; que ninguna ocasión de maledicencia den al adversario.
15 Porque ya algunas se han apartado para ir en pos de Satanás.
16 Si algún creyente o alguna creyente tiene viudas, manténgalas, y no sea gravada la iglesia; a fin de que haya lo suficiente para las que en verdad son viudas.
17 Los ancianos que gobiernan bien, sean tenidos por dignos de doble honra, mayormente los que trabajan en predicar y enseñar.
18 Porque la Escritura dice: No pondrás bozal al buey que trilla, y: Digno es el obrero de su salario.
19 Contra un anciano no admitas acusación, sino con dos o tres testigos.
A los que pecan, repréndelos delante de todos, para que los otros también teman.
21 Te encargo delante de Dios y del Señor Jesucristo, y de sus ángeles escogidos, que guardes estas cosas sin prejuicios, que nada hagas con parcialidad.
22 No impongas con ligereza las manos a ninguno, ni participes en pecados ajenos; consérvate puro.
23 No bebas agua de aquí en adelante, sino usa de un poco de vino por causa de tu estómago y de tus frecuentes enfermedades.
24 Los pecados de algunos hombres son manifiestos antes que ellos vengan a juicio, pero a otros se les descubren después.
25 Asimismo, las buenas obras son evidentes de antemano; y las que son de otra manera, no pueden esconderse.
El amor al dinero es la raíz de todos los males — Pelead la buena batalla de la fe — No pongáis vuestra esperanza en las riquezas del mundo.
Todos los que están bajo el yugo de esclavitud tengan a sus amos como dignos de toda honra, para que no sea blasfemado el nombre de Dios ni la doctrina.
2 Y los que tienen amos creyentes, no los tengan en menos por ser hermanos, sino sírvanles mejor, por cuanto son creyentes y amados los que se benefician de su buen servicio. Esto enseña y exhorta.
3 Si alguno enseña otra cosa, y no se conforma a las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo, y a la doctrina que es conforme a la piedad,
4 está envanecido, nada sabe y está obsesionado con altercados y contiendas de palabras, de las cuales nacen envidias, pleitos, maledicencias, sospechas malvadas,
5 riñas constantes de hombres corruptos de entendimiento y privados de la verdad, que consideran la piedad como fuente de ganancia; apártate de los tales.
6 Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento.
7 Porque nada hemos traído a este mundo y, sin duda, nada podremos sacar.
8 Así que, teniendo sustento y con qué cubrirnos, estemos contentos con esto.
9 Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y trampa, y en muchas codicias necias y dañinas, que hunden a los hombres en perdición y muerte.
Porque el amor al dinero es la raíz de todos los males, el cual, codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores.
11 Mas tú, oh hombre de Dios, huye de estas cosas, y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre.
12 Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna, a la cual asimismo fuiste llamado, habiendo hecho la buena profesión delante de muchos testigos.
13 Te mando delante de Dios, que da vida a todas las cosas, y de Jesucristo, que dio testimonio de la buena profesión delante de Poncio Pilato,
14 que guardes el mandamiento sin mácula ni reprensión, hasta la aparición de nuestro Señor Jesucristo,
15 la cual a su tiempo mostrará el bienaventurado y único Soberano, Rey de reyes y Señor de señores,
16 el único que tiene inmortalidad, que habita en luz inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver, a quien sean la honra y el imperio sempiterno. Amén.
17 A los ricos de este mundo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en la incertidumbre de las riquezas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos.
18 Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, dispuestos a compartir,
19 atesorando para sí buen fundamento para lo por venir, que echen mano de la vida eterna.
Oh Timoteo, guarda lo que se te ha encomendado, evitando las profanas pláticas sobre cosas vanas, y los argumentos de la falsamente llamada ciencia,
21 la cual profesando algunos, se han desviado de la fe. La gracia sea contigo. Amén.
La primera epístola a Timoteo fue escrita desde Laodicea, que es la metrópoli de la Frigia Pacatiana.
Cristo brinda inmortalidad y vida eterna mediante el Evangelio — Permaneced firmes en la fe.
Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, según la promesa de la vida que es en Cristo Jesús,
2 a Timoteo, amado hijo: Gracia, misericordia y paz de parte de Dios el Padre y de Jesucristo nuestro Señor.
3 Doy gracias a Dios, a quien sirvo con limpia conciencia como lo hicieron mis antepasados, de que sin cesar me acuerdo de ti en mis oraciones noche y día;
4 deseando verte, al acordarme de tus lágrimas, para llenarme de gozo;
5 trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida y en tu madre Eunice; y estoy seguro de que en ti también.
6 Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos.
7 Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor, y de dominio propio.
8 Por tanto, no te avergüences del testimonio de nuestro Señor, ni de mí, preso suyo, sino participa de las aflicciones por el evangelio según el poder de Dios,
9 quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según su propósito y su gracia, la cual nos fue dada en Cristo Jesús antes del principio de los tiempos,
pero ahora ha sido manifestada por la aparición de nuestro Salvador Jesucristo, quien quitó la muerte, y sacó a la luz la vida y la inmortalidad por medio del evangelio,
11 del cual yo fui constituido predicador, y apóstol y maestro de los gentiles.
12 Por lo cual asimismo padezco esto; pero no me avergüenzo, porque yo sé a quién he creído, y estoy seguro de que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día.
13 Retén la forma de las sanas palabras que de mí oíste, en la fe y amor que es en Cristo Jesús.
14 Guarda ese buen depósito por el Espíritu Santo que mora en nosotros.
15 Ya sabes esto, que me han abandonado todos los que están en Asia, entre quienes están Figelo y Hermógenes.
16 Conceda el Señor misericordia a la casa de Onesíforo, porque muchas veces me trajo alivio, y no se avergonzó de mis cadenas,
17 sino que cuando él estuvo en Roma, me buscó solícitamente y me halló.
18 Concédale el Señor hallar misericordia cerca del Señor en aquel día. Y cuánto nos ayudó en Éfeso, tú lo sabes mejor.
Cristo da gloria eterna a los escogidos — Evitad la contención y procurad la piedad.
Así que tú, hijo mío, esfuérzate en la gracia que es en Cristo Jesús.
2 Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros.
3 Tú, pues, soporta las aflicciones como fiel soldado de Jesucristo.
4 Ninguno que milita se enreda en los asuntos de la vida, a fin de agradar a aquel que lo tomó para ser soldado.
5 Y el que compite no es coronado si no compite legítimamente.
6 El labrador industrioso debe ser el primero en recibir de los frutos.
7 Considera lo que digo, y el Señor te dé entendimiento en todo.
8 Acuérdate de Jesucristo, descendiente de David, resucitado de entre los muertos, conforme a mi evangelio,
9 en el que sufro aflicciones, hasta prisiones a modo de malhechor; pero la palabra de Dios no está presa.
Por tanto, todo lo soporto por amor a los escogidos, para que ellos también consigan la salvación que es en Cristo Jesús con gloria eterna.
11 Palabra fiel es esta:Si hemos muerto con él,también viviremos con él;
12 si perseveramos,también reinaremos con él;si le negamos,él también nos negará;
13 si somos infieles,él permanece fiel,porque no puede negarse a sí mismo.
14 Recuérdales esto, exhortándolos delante del Señor a que no contiendan sobre palabras, lo cual para nada aprovecha, sino que destruye a los oyentes.
15 Procura con diligencia presentarte ante Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que expone bien la palabra de verdad.
16 Mas evita profanas y vanas palabrerías, porque conducirán más y más a la impiedad.
17 Y la palabra de ellos carcomerá como gangrena; entre ellos se encuentran Himeneo y Fileto,
18 que se han desviado de la verdad, diciendo que la resurrección ya tuvo lugar, y trastornan la fe de algunos.
19 Pero el fundamento de Dios está firme, teniendo este sello: El Señor conoce a los que son suyos; y: Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo.
Pero en una casa grande, no solamente hay utensilios de oro y de plata, sino también de madera y de barro; unos para uso honroso, y otros para uso deshonroso.
21 Así que, si alguno se limpia de estas cosas, será instrumento para honra, santificado, y útil para el Señor, y preparado para toda buena obra.
22 Huye también de las pasiones juveniles y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que invocan al Señor con un corazón puro.
23 Pero desecha las cuestiones necias y sin sentido, sabiendo que engendran contiendas.
24 Porque el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido;
25 que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad,
26 y se zafen del lazo del diablo, en que están cautivos a voluntad de él.
Pablo describe la apostasía y los tiempos peligrosos de los últimos días — Las Escrituras guían al hombre a la salvación.
Esto también debes saber: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos.
2 Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a sus padres, ingratos, impíos,
3 sin afecto natural, implacables, calumniadores, sin dominio propio, crueles, aborrecedores de lo bueno,
4 traidores, impetuosos, envanecidos, amadores de los deleites más que de Dios,
5 teniendo apariencia de piedad, pero negando la eficacia de ella; a estos evita.
6 Porque de estos son los que se meten en las casas, y llevan cautivas a las mujercillas cargadas de pecados, llevadas por diversas concupiscencias;
7 que siempre están aprendiendo, pero nunca pueden llegar al conocimiento de la verdad.
8 Y de la manera que Janes y Jambres resistieron a Moisés, así también estos resisten a la verdad; hombres corruptos de entendimiento, reprobados acerca de la fe.
9 Pero no llegarán lejos, porque su insensatez será manifiesta a todos, como también lo fue la de aquellos.
Pero tú has seguido fielmente mi doctrina, conducta, propósito, fe, longanimidad, amor, paciencia,
11 persecuciones, aflicciones como las que me sobrevinieron en Antioquía, en Iconio, en Listra; persecuciones que he sufrido, pero de todas me ha librado el Señor.
12 Y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús, padecerán persecución.
13 Pero los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados.
14 Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido;
15 y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús.
16 Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia,
17 a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente instruido para toda buena obra.
Pablo da el encargo solemne de predicar el Evangelio en días de apostasía — A Pablo y a todos los santos se les asegura la exaltación.
Yo te encargo solemnemente delante de Dios y del Señor Jesucristo, que ha de juzgar a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino,
2 que prediques la palabra, que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina.
3 Porque vendrá tiempo cuando no soportarán la sana doctrina; sino que, teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias,
4 y apartarán el oído de la verdad y se volverán a las fábulas.
5 Pero tú sé prudente en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio.
6 Porque yo ya estoy a punto de ser ofrecido como sacrificio, y el tiempo de mi partida está cercano.
7 He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe.
8 Por lo demás, me está reservada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que aman su venida.
9 Procura venir pronto a verme,
porque Demas me ha desamparado, amando este mundo, y se ha ido a Tesalónica; Crescente fue a Galacia, y Tito a Dalmacia.
11 Solo Lucas está conmigo. Toma a Marcos y tráele contigo, porque me es útil para el ministerio.
12 A Tíquico lo envié a Éfeso.
13 Trae, cuando vengas, el capote que dejé en Troas en casa de Carpo, y los libros, mayormente los pergaminos.
14 Alejandro, el calderero, me ha causado muchos males; el Señor le pague conforme a sus hechos.
15 Cuídate tú también de él, pues en gran manera ha resistido a nuestras palabras.
16 En mi primera defensa, ninguno estuvo de mi parte, sino que todos me desampararon; no les sea tenido en cuenta.
17 Pero el Señor estuvo a mi lado y me fortaleció, para que por mí fuese cumplida la predicación, y que todos los gentiles oyesen; y así fui librado de la boca del león.
18 Y el Señor me librará de toda obra mala, y me preservará para su reino celestial. A él sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
19 Saluda a Prisca y a Aquila, y a la casa de Onesíforo.
Erasto se quedó en Corinto; y a Trófimo dejé en Mileto, enfermo.
21 Procura venir antes del invierno. Eubulo te saluda, y Pudente, y Lino, y Claudia y todos los hermanos.
22 El Señor Jesucristo esté con tu espíritu. La gracia sea con vosotros. Amén.
La segunda epístola a Timoteo, quien fue el primer obispo ordenado en Éfeso, fue escrita desde Roma, cuando Pablo fue presentado por segunda vez a César Nerón.
La vida eterna se prometió antes del principio de los tiempos — Se dan los requisitos que deben cumplir los obispos — Todas las cosas son puras para los puros.
Pablo, siervo de Dios y apóstol de Jesucristo, según la fe de los escogidos de Dios, y el pleno conocimiento de la verdad que es según la piedad,
2 en la esperanza de la vida eterna, la cual Dios, que no miente, prometió desde antes del principio de los tiempos,
3 y a su debido tiempo manifestó su palabra por medio de la predicación, que me fue encomendada por mandamiento de Dios nuestro Salvador,
4 a Tito, verdadero hijo en la común fe: Gracia, misericordia y paz de parte de Dios el Padre, y del Señor Jesucristo nuestro Salvador.
5 Por esta causa te dejé en Creta, para que corrigieses lo que faltaba, y pusieses ancianos en cada ciudad, así como yo te mandé:
6 el que sea irreprensible, marido de una sola mujer, y que tenga hijos creyentes que no estén acusados de disolución ni de rebeldía.
7 Porque es necesario que el obispo sea irreprensible como administrador de Dios; no soberbio, no iracundo, no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas,
8 sino hospitalario, amador de lo bueno, prudente, justo, santo, dueño de sí mismo,
9 retenedor de la palabra fiel que es conforme a la enseñanza, para que también pueda exhortar con sana doctrina y convencer a los que contradicen.
Porque hay aún muchos rebeldes, habladores de vanidades y engañadores, mayormente los que son de la circuncisión,
11 a los que es preciso tapar la boca, porque trastornan casas enteras, enseñando lo que no es debido, por ganancia deshonesta.
12 Dijo uno de ellos, su propio profeta: Los cretenses son siempre mentirosos, malas bestias, glotones perezosos.
13 Este testimonio es verdadero; por tanto, repréndelos duramente para que sean sanos en la fe,
14 no atendiendo a fábulas judaicas ni a mandamientos de hombres que se apartan de la verdad.
15 Todas las cosas son puras para los puros; pero para los corrompidos e incrédulos nada es puro, pues hasta su mente y su conciencia están corrompidas.
16 Profesan conocer a Dios, pero con los hechos lo niegan, siendo abominables y rebeldes, reprobados en cuanto a toda buena obra.
Los santos deben vivir rectamente, rechazar toda impiedad y buscar al Señor.
Pero tú, habla lo que está de acuerdo con la sana doctrina.
2 Que los ancianos sean sobrios, serios, prudentes, sanos en la fe, en el amor, en la paciencia.
3 Las ancianas, asimismo, sean reverentes en su porte; no calumniadoras, no dadas a mucho vino, maestras de lo bueno;
4 que enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a amar a sus hijos,
5 a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada.
6 Exhorta, asimismo, a los jóvenes a ser sensatos;
7 preséntate en todo como ejemplo de buenas obras; en la enseñanza, mostrando integridad, seriedad,
8 palabra sana e irreprensible, de modo que el adversario se avergüence y no tenga nada malo que decir de vosotros.
9 Exhorta a los esclavos a que estén sujetos a sus amos, que les agraden en todo y que no sean respondones;
no defraudando, sino mostrándose fieles en todo, para que adornen en todo la doctrina de Dios nuestro Salvador.
11 Porque la gracia de Dios que trae salvación a todos los hombres se ha manifestado,
12 enseñándonos que, rechazando la impiedad y los deseos mundanos, vivamos en este mundo sobria, justa y piadosamente,
13 aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo,
14 quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad, y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras.
15 Esto habla y exhorta, y reprende con toda autoridad. Nadie te desprecie.
Los santos deben vivir rectamente después del bautismo.
Recuérdales que se sujeten a los gobernantes y a las autoridades, que obedezcan, que estén dispuestos para toda buena obra.
2 Que a nadie difamen, que no sean pendencieros, sino amables, mostrando toda mansedumbre para con todos los hombres.
3 Porque nosotros también éramos necios en otro tiempo, rebeldes, extraviados, esclavos de concupiscencias y deleites diversos, viviendo en malicia y en envidia, aborrecibles y aborreciéndonos los unos a los otros.
4 Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres,
5 nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiésemos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y la renovación por el Espíritu Santo,
6 el que derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador,
7 para que, justificados por su gracia, fuésemos hechos herederos según la esperanza de la vida eterna.
8 Palabra fiel es esta, y en estas cosas quiero que insistas con firmeza, para que los que creen en Dios procuren ocuparse en buenas obras. Estas cosas son buenas y útiles a los hombres.
9 Pero evita las cuestiones necias, y las genealogías, y las contenciones y los debates acerca de la ley, porque son sin provecho y vanos.
Al hombre que cause divisiones, después de una y otra amonestación, recházale,
11 sabiendo que el tal se ha descarriado, y peca, siendo condenado por su propio juicio.
12 Cuando te envíe a Artemas, o a Tíquico, procura venir a mí a Nicópolis, porque allí he determinado pasar el invierno.
13 A Zenas, doctor de la ley, y a Apolos, encamínalos con diligencia, procurando que nada les falte.
14 Y también aprendan los nuestros a ocuparse en buenas obras para los casos de necesidad, para que no sean sin fruto.
15 Todos los que están conmigo te saludan. Saluda a los que nos aman en la fe. La gracia sea con todos vosotros. Amén.
A Tito, quien fue el primer obispo ordenado de la iglesia de los cretenses; escrita desde Nicópolis de Macedonia.
El Evangelio hace que el esclavo sea estimado como hermano.
Pablo, prisionero de Jesucristo, y el hermano Timoteo, al amado Filemón, colaborador nuestro,
2 y a la amada hermana Apia, y a Arquipo, nuestro compañero de milicia, y a la iglesia que está en tu casa:
3 Gracia a vosotros y paz de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.
4 Doy gracias a mi Dios, haciendo siempre memoria de ti en mis oraciones,
5 porque oigo del amor y de la fe que tienes hacia el Señor Jesús, y para con todos los santos;
6 para que la comunicación de tu fe sea eficaz en el conocimiento de todo el bien que está en vosotros mediante Cristo Jesús.
7 Porque tenemos gran gozo y consolación en tu amor, pues por ti, oh hermano, ha sido reconfortado el corazón de los santos.
8 Por lo cual, aunque tengo mucha franqueza en Cristo para mandarte lo que conviene,
9 más bien por amor te ruego, siendo como soy, Pablo ya anciano, y ahora, además, prisionero de Jesucristo.
Te ruego por mi hijo Onésimo, a quien he engendrado en mis prisiones,
11 el que en otro tiempo te fue inútil, pero ahora a ti y a mí nos es útil,
12 el que te vuelvo a enviar; tú, pues, recíbele como a mi propio corazón.
13 Yo quisiera retenerle conmigo, para que en lugar de ti me sirviese en las prisiones por causa del evangelio;
14 pero nada quise hacer sin tu consentimiento, para que tu favor no fuese como por obligación, sino voluntario.
15 Porque quizá por esto se ha apartado de ti por algún tiempo, para que le recibieses para siempre;
16 no ya como esclavo, sino como más que esclavo, como hermano amado, mayormente para mí, pero cuánto más para ti, tanto en la carne como en el Señor.
17 Así que, si me tienes por compañero, recíbele como a mí mismo.
18 Y si en algo te dañó, o te debe, ponlo a mi cuenta.
19 Yo, Pablo, lo escribo de mi mano, yo lo pagaré; por no decirte que aun tú mismo te me debes también.
Sí, hermano, reciba yo de ti algún beneficio en el Señor; conforta mi corazón en el Señor.
21 Te he escrito confiando en tu obediencia, sabiendo que harás aún más de lo que te digo.
22 Y asimismo, prepárame también alojamiento, porque espero que por vuestras oraciones yo os sea concedido.
23 Te saludan Epafras, mi compañero de prisión por Cristo Jesús,
24 Marcos, Aristarco, Demas y Lucas, mis colaboradores.
25 La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu. Amén.
Fue enviada a Filemón desde Roma por medio de Onésimo, esclavo.
El Hijo es la imagen misma de la persona del Padre — Cristo es el Hijo Unigénito y, por tanto, es superior a los ángeles.
Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por medio de los profetas,
2 en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien, asimismo, hizo el universo,
3 quien, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas,
4 hecho tanto superior a los ángeles cuanto alcanzó por herencia más excelente nombre que ellos.
5 Porque, ¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás:Mi hijo eres tú,yo te he engendrado hoy,y otra vez:Yo seré para él Padre,y él será para mí hijo?
6 Y otra vez, cuando introduce al Primogénito en el mundo, dice: Y adórenle todos los ángeles de Dios.
7 Y ciertamente, de los ángeles dice:El que hace a sus ángeles espíritus,y a sus ministros llama de fuego.
8 Pero del hijo dice:Tu trono, oh Dios, es por los siglos de los siglos;cetro de equidad es el cetro de tu reino;
9 has amado la justicia y aborrecido la maldad,por lo cual te ungió Dios, el Dios tuyo,con óleo de alegría más que a tus compañeros.
Y:Tú, oh Señor, en el principio fundaste la tierra,y los cielos son obra de tus manos.
11 Ellos perecerán, mas tú permaneces;y todos ellos se envejecerán como una vestidura;
12 y como un vestido los envolverás, y serán mudados;pero tú eres el mismo,y tus años no acabarán.
13 Pues, ¿a cuál de los ángeles dijo jamás:Siéntate a mi diestra,hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies?
14 ¿No son todos espíritus ministrantes, enviados para servir a favor de los que serán herederos de la salvación?
Jesús vino a padecer la muerte y a salvar a los hombres — Él vino para expiar los pecados del pueblo.
Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos desviemos.
2 Porque si la palabra dicha por medio de los ángeles fue firme, y toda transgresión y desobediencia recibió justa retribución,
3 ¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? La cual, habiendo comenzado a ser publicada por el Señor, nos ha sido confirmada por los que oyeron,
4 testificando Dios juntamente con ellos, con señales y prodigios, y diversos milagros y dones del Espíritu Santo según su voluntad.
5 Porque Dios no sometió al dominio de los ángeles el mundo venidero, del cual hablamos.
6 Pero alguien testificó en cierto lugar, diciendo:¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria?¿O el hijo del hombre, para que le visites?
7 Tú le hiciste un poco menor que los ángeles;le coronaste de gloria y de honra,y le pusiste sobre las obras de tus manos;
8 todas las cosas sujetaste bajo sus pies.Porque en cuanto le sujetó todas las cosas, nada dejó que no sea sujeto a él; pero todavía no vemos que todas las cosas le sean sujetas.
9 Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra por el padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos.
Porque convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar a la gloria a muchos hijos, perfeccionara por aflicciones al autor de la salvación de ellos.
11 Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos; por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos,
12 diciendo:Anunciaré a mis hermanos tu nombre,en medio de la congregación te alabaré.
13 Y otra vez:Yo confiaré en él.Y de nuevo:He aquí, yo y los hijos que me dio Dios.
14 Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir, mediante la muerte, al que tenía el imperio de la muerte, a saber, al diablo,
15 y librar a todos los que por temor a la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre.
16 Porque ciertamente no auxilió a los ángeles, sino que auxilió a la descendencia de Abraham.
17 Por lo cual, debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que atañe a Dios, para expiar los pecados del pueblo.
18 Pues por cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados.
Cristo es el Apóstol y Sumo Sacerdote de lo que profesamos — Jesús, por ser el Hijo, es más que un siervo — Ahora es el tiempo y el día de nuestra salvación.
Por tanto, hermanos santos, participantes del llamamiento celestial, considerad al Apóstol y Sumo Sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús,
2 quien es fiel al que le constituyó, como también lo fue Moisés en toda la casa de él.
3 Porque de tanta mayor gloria que Moisés es estimado digno este, así como el que edificó la casa tiene mayor honra que la casa misma.
4 Porque toda casa es edificada por alguno; pero el que hizo todas las cosas es Dios.
5 Y Moisés en verdad fue fiel sobre toda la casa de Dios, como siervo, para testimonio de lo que se había de decir;
6 pero Cristo, como hijo fue fiel sobre la casa de Dios, cuya casa somos nosotros, si es que hasta el fin retenemos firme la confianza y la gloria de la esperanza.
7 Por lo cual, como dice el Espíritu Santo:Si oyereis hoy su voz,
8 no endurezcáis vuestros corazonescomo en la provocación, en el día de la tentación en el desierto,
9 donde me tentaron vuestros padres; me pusieron a prueba,y vieron mis obras cuarenta años.
A causa de lo cual me enojé con esa generación,y dije: Siempre divagan ellos en su corazón,y no han conocido mis caminos.
11 Juré, pues, en mi ira:No entrarán en mi reposo.
12 Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo.
13 Antes bien, exhortaos los unos a los otros cada día, entretanto que dure lo que se llama hoy, para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado.
14 Porque somos hechos participantes de Cristo, con tal que conservemos firme hasta el fin el comienzo de nuestra confianza,
15 entretanto que se dice:Si oyereis hoy su voz,no endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación.
16 Porque algunos de los que habían salido de Egipto con Moisés, habiendo oído, le provocaron, aunque no todos.
17 ¿Y con quiénes estuvo enojado cuarenta años? ¿No fue con los que pecaron, cuyos cuerpos cayeron en el desierto?
18 ¿Y a quiénes juró que no entrarían en su reposo, sino a aquellos que no obedecieron?
19 Y vemos que no pudieron entrar a causa de su incredulidad.
Se ofreció el Evangelio al antiguo Israel — Los santos entran en el reposo del Señor — Aunque tentado en todo aspecto, Jesús no tuvo pecado.
Temamos, pues, no sea que estando vigente aún la promesa de entrar en su reposo, alguno de vosotros parezca no haberlo alcanzado.
2 Porque también a nosotros se nos ha predicado el evangelio como a ellos; pero no les aprovechó el oír la palabra a los que la oyeron por no acompañarla con la fe.
3 Porque entramos en el reposo los que hemos creído, de la manera que dijo:Como juré en mi ira,no entrarán en mi reposo, aunque acabadas estaban sus obras desde la fundación del mundo.
4 Porque en cierto lugar dijo así del séptimo día: Y reposó Dios de todas sus obras en el séptimo día.
5 Y otra vez aquí dice:No entrarán en mi reposo.
6 Por lo tanto, puesto que falta que algunos entren en él, y aquellos a quienes primero se les anunció el evangelio no entraron por causa de la desobediencia,
7 otra vez determina un día, hoy, diciendo por medio de David después de tanto tiempo, como está dicho:Si oyereis su voz hoy,no endurezcáis vuestros corazones.
8 Porque si Josué les hubiera dado el reposo, no hablaría después de otro día.
9 Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios.
Porque el que ha entrado en su reposo, también ha reposado de sus obras, como Dios de las suyas.
11 Procuremos, pues, entrar en aquel reposo, para que ninguno caiga en semejante ejemplo de desobediencia.
12 Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, y las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.
13 Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien, todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta.
14 Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote, que ha entrado en los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos la fe que profesamos.
15 Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.
16 Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia, y hallar gracia para el oportuno socorro.
Para que un hombre posea el sacerdocio, debe ser llamado de Dios como lo fue Aarón — Cristo fue sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec — Jesucristo es el Autor de la salvación eterna.
Porque todo sumo sacerdote, tomado de entre los hombres, es constituido a favor de los hombres en lo que atañe a Dios, para presentar ofrendas y sacrificios por los pecados,
2 y puede compadecerse de los ignorantes y extraviados, puesto que él también está rodeado de flaquezas;
3 y por causa de ellas debe, tanto por sí mismo como también por el pueblo, presentar ofrendas por los pecados.
4 Y nadie toma para sí esta honra, sino el que es llamado por Dios, como lo fue Aarón.
5 Así tampoco Cristo se glorificó a sí mismo haciéndose sumo sacerdote, sino el que le dijo:Tú eres mi Hijo,yo te he engendrado hoy.
6 Como también dice en otro lugar:Tú eres sacerdote para siempre,según el orden de Melquisedec.
7 El que en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente.
8 Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia;
9 y habiendo sido perfeccionado, vino a ser el autor de eterna salvación para todos los que le obedecen;
nombrado por Dios sumo sacerdote según el orden de Melquisedec.
11 De quien tenemos mucho que decir, y es difícil de explicar, por cuanto os habéis hecho lentos para oír.
12 Porque debiendo ser ya maestros después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros principios de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido.
13 Porque todo aquel que participa de la leche es inexperto en la palabra de la justicia, porque es niño;
14 pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por la costumbre tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal.
Sigamos adelante a la perfección — Los hijos de perdición crucifican a Cristo de nuevo — Dios confirma con juramento que los fieles serán salvos.
Por tanto, dejando el comienzo de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección, no echando otra vez el fundamento del arrepentimiento de obras muertas, y de la fe en Dios,
2 de la doctrina de bautismos, y de la imposición de manos, y de la resurrección de los muertos y del juicio eterno.
3 Y esto haremos, si Dios en verdad lo permite.
4 Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo,
5 y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios, y de los poderes del mundo venidero,
6 y cayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, puesto que crucifican de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y le exponen a vituperio.
7 Porque la tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos por los cuales es labrada, recibe bendición de Dios;
8 pero la que produce espinos y abrojos es reprobada, y está próxima a ser maldecida; y su fin es el ser quemada.
9 Pero en cuanto a vosotros, oh amados, estamos persuadidos de cosas mejores que pertenecen a la salvación, aunque hablamos así.
Porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo ministrado y ministrando aún a los santos.
11 Pero deseamos que cada uno de vosotros muestre la misma diligencia hasta el fin, para el pleno cumplimiento de la esperanza,
12 a fin de que no os hagáis perezosos, sino imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas.
13 Porque cuando Dios hizo la promesa a Abraham, no pudiendo jurar por otro mayor, juró por sí mismo,
14 diciendo: De cierto, te bendeciré grandemente y te multiplicaré en gran manera.
15 Y habiendo esperado con gran paciencia, alcanzó la promesa.
16 Porque los hombres ciertamente por uno mayor que ellos juran; y el fin de todas sus controversias es el juramento para confirmación.
17 Por lo cual, queriendo Dios mostrar más abundantemente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su consejo, la confirmó con un juramento,
18 para que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un fortísimo consuelo, los que buscamos refugio para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros;
19 la cual tenemos como segura y firme ancla del alma, y que penetra hasta dentro del velo;
donde Jesús entró por nosotros como precursor, hecho sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec.
El Sacerdocio de Melquisedec trae la exaltación y administra el Evangelio — Se recibe con un juramento y un convenio — Se explica la preeminencia del Sacerdocio de Melquisedec ante el Sacerdocio Aarónico — La salvación viene por medio de la intercesión de Cristo.
Porque este Melquisedec, rey de Salem, sacerdote del Dios Altísimo, que salió a recibir a Abraham que volvía de la derrota de los reyes, y le bendijo,
2 a quien asimismo dio Abraham los diezmos de todo, cuyo nombre significa primeramente Rey de justicia, y también Rey de Salem, esto es, Rey de paz;
3 sin padre, sin madre, sin genealogía; que no tiene principio de días, ni fin de vida, sino hecho semejante al Hijo de Dios, permanece sacerdote para siempre.
4 Considerad, pues, cuán grande fue este, al que aun Abraham, el patriarca, dio diezmos del botín.
5 Y ciertamente los que de entre los hijos de Leví reciben el sacerdocio tienen mandamiento de recibir del pueblo los diezmos según la ley, a saber, de sus hermanos, aunque estos también hayan salido de los lomos de Abraham.
6 Pero aquel cuya genealogía no es contada de entre ellos, tomó de Abraham los diezmos y bendijo al que tenía las promesas.
7 Y, sin contradicción alguna, el que es menor es bendecido por el que es mayor.
8 Y aquí ciertamente los hombres mortales reciben los diezmos; pero allí, uno de quien se da testimonio de que vive.
9 Y, por decirlo así, en Abraham ha pagado diezmos también Leví, que recibe los diezmos,
porque aún estaba en los lomos de su padre cuando Melquisedec le salió al encuentro.
11 Si, pues, la perfección fuera por el sacerdocio levítico (porque bajo él recibió el pueblo la ley), ¿qué necesidad habría aún de que se levantase otro sacerdote, según el orden de Melquisedec, y que no fuese llamado según el orden de Aarón?
12 Pues cambiado el sacerdocio, necesario es que se cambie también la ley.
13 Porque aquel de quien se dice esto es de otra tribu, de la cual nadie ofició en el altar.
14 Porque es evidente que nuestro Señor nació de la tribu de Judá, sobre cuya tribu nada habló Moisés tocante al sacerdocio.
15 Y aun es más evidente, si a semejanza de Melquisedec se levanta otro sacerdote,
16 que no es hecho conforme a la ley del mandamiento carnal acerca de la descendencia, sino según el poder de una vida indestructible;
17 pues se da testimonio de él:Tú eres sacerdote para siempre,según el orden de Melquisedec.
18 El mandamiento anterior de cierto queda abrogado por su debilidad e inutilidad;
19 porque nada perfeccionó la ley, sino que logró la introducción de una mejor esperanza, por la cual nos acercamos a Dios.
Y esto no fue hecho sin juramento
21 (porque en verdad los otros sin juramento fueron hechos sacerdotes; pero este, con el juramento del que le dijo:Juró el Señor, y no se arrepentirá:Tú eres sacerdote para siempre,según el orden de Melquisedec);
22 por tanto, Jesús es hecho fiador de un convenio mejor.
23 Y de cierto hubo muchos sacerdotes, debido a que por la muerte no podían continuar.
24 Pero este, por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable.
25 Por eso él puede también salvar enteramente a los que por medio de él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos.
26 Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, sin mancha, limpio, apartado de los pecadores y hecho más sublime que los cielos;
27 que no tiene necesidad cada día, como los otros sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del pueblo, porque esto lo hizo una sola vez y para siempre, ofreciéndose a sí mismo.
28 Porque la ley constituye sumos sacerdotes a hombres débiles; pero la palabra del juramento, posterior a la ley, constituye al Hijo, hecho perfecto para siempre.
Cristo se ofreció como sacrificio por el pecado — Dios prometió concertar un nuevo convenio con Israel.
Ahora bien, el punto principal de lo que venimos diciendo es que tenemos tal sumo sacerdote, que se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos,
2 ministro del santuario y de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre.
3 Porque todo sumo sacerdote es constituido para presentar ofrendas y sacrificios; por lo cual es necesario que también este tenga algo que ofrecer.
4 Así que si él estuviese sobre la tierra, ni siquiera sería sacerdote, habiendo aún sacerdotes que presentan las ofrendas según la ley;
5 quienes sirven a lo que es figura y sombra de las cosas celestiales, como se le advirtió a Moisés cuando estaba a punto de erigir el tabernáculo, diciéndole: Mira, haz todas las cosas conforme al modelo que se te ha mostrado en el monte.
6 Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo, por cuanto él es el mediador de un mejor convenio, el cual ha sido establecido sobre mejores promesas.
7 Porque si aquel primer convenio hubiera sido sin defecto, no se hubiera procurado lugar para el segundo.
8 Porque reprendiéndolos dice:He aquí vienen días, dice el Señor,en que estableceré con la casa de Israel y con la casa de Judá un nuevo convenio;
9 no como el convenio que hice con sus padresel día en que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto,porque ellos no permanecieron en mi convenio,y yo me desentendí de ellos, dice el Señor.
Por lo cual, este es el convenio que haré con la casa de Israeldespués de aquellos días, dice el Señor:Pondré mis leyes en la mente de ellos,y sobre su corazón las escribiré;y yo seré su Dios,y ellos serán mi pueblo.
11 Y ninguno enseñará a su prójimo,ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce al Señor,porque todos me conocerán,desde el menor hasta el mayor de ellos.
12 Porque seré misericordioso en cuanto a sus maldades,y de sus pecados y de sus iniquidades no me acordaré más.
13 Cuando dice: Nuevo convenio, ha dado por viejo al primero; y lo que se da por viejo y se envejece, cerca está de desaparecer.
Las ordenanzas de la ley de Moisés prefiguraban el ministerio de Cristo — Cristo es el Mediador del nuevo convenio.
Ahora bien, aun el primer convenio tenía ordenanzas de culto y un santuario terrenal.
2 Porque el tabernáculo estaba dispuesto así: en la primera parte, llamada el lugar santo, estaban el candelabro, la mesa y los panes de la proposición.
3 Tras el segundo velo estaba la parte del tabernáculo llamada el Lugar Santísimo,
4 en donde había un incensario de oro, y el arca del convenio recubierta de oro por todas partes, en la que había una urna de oro que contenía el maná, y la vara de Aarón que reverdeció y las tablas del convenio;
5 y sobre ella los querubines de gloria que cubrían el propiciatorio; de estas cosas no se puede ahora hablar en detalle.
6 Y estas cosas estaban así ordenadas, en la primera parte del tabernáculo entraban continuamente los sacerdotes para cumplir las funciones de su ministerio;
7 pero en la segunda parte, solo el sumo sacerdote entraba una vez al año, no sin sangre, la cual ofrecía por sí mismo y por los pecados del pueblo cometidos en la ignorancia,
8 dando el Espíritu Santo a entender con esto que aún no se había manifestado el camino al Lugar Santísimo, entretanto que la primera parte del tabernáculo estuviese en pie.
9 Lo cual era símbolo para ese tiempo, según el cual se ofrecían ofrendas y sacrificios que no podían hacer perfecto, en cuanto a la conciencia, al que oficiaba;
consistiendo solo en comidas y en bebidas, y en diversos lavamientos y ordenanzas para el cuerpo, impuestas hasta el tiempo de la renovación.
11 Pero, Cristo habiendo llegado a ser sumo sacerdote de las cosas buenas por venir, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho por manos, a saber, no de esta creación,
12 y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez y para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención.
13 Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y la ceniza de la becerra, rociada a los inmundos, santifica para la purificación de la carne,
14 ¿cuánto más la sangre de Cristo, el que mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?
15 Así que, por eso es mediador del nuevo testamento, para que, al intervenir una muerte para la remisión de las transgresiones que había bajo el primer testamento, los que son llamados reciban la promesa de la herencia eterna.
16 Porque donde hay testamento, necesario es que ocurra la muerte del testador.
17 Porque el testamento con la muerte se confirma, pues no es válido entretanto que el testador vive.
18 De ahí que ni aun el primer convenio fue consagrado sin sangre.
19 Porque habiendo leído Moisés todos los mandamientos de la ley a todo el pueblo, tomó la sangre de los becerros y de los machos cabríos, con agua, y lana de grana e hisopo, y roció el libro mismo y también a todo el pueblo,
diciendo: Esta es la sangre del testamento que Dios os ha mandado.
21 Y además de esto, roció también con la sangre el tabernáculo y todos los utensilios del ministerio.
22 Y casi todo es purificado, según la ley, con sangre; y sin derramamiento de sangre no se hace remisión.
23 Fue, pues, necesario que las figuras de las cosas celestiales fuesen purificadas con estas cosas; pero las cosas celestiales mismas con mejores sacrificios que estos.
24 Porque no entró Cristo en el santuario hecho por manos, figura del verdadero, sino en el mismo cielo para presentarse ahora por nosotros ante Dios.
25 Y no para ofrecerse muchas veces, como entra el sumo sacerdote en el Lugar Santísimo cada año con sangre ajena;
26 de otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el principio del mundo; pero ahora, en la consumación de los siglos, se ha presentado una sola vez y para siempre, para anular el pecado por medio del sacrificio de sí mismo.
27 Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio,
28 así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y la segunda vez, sin pecado, aparecerá para salvar a los que le esperan.
Somos santificados mediante el derramamiento de la sangre de Cristo — Se explica lo excelso de Su sacrificio — Los que pierden la gracia por pecar voluntariamente son maldecidos — El justo vivirá por la fe.
Porque la ley, teniendo la sombra de las cosas buenas por venir, no la imagen misma de las cosas, nunca puede, por los mismos sacrificios que se ofrecen continuamente cada año, hacer perfectos a los que se acercan.
2 De otra manera, ¿no cesarían de ofrecerse?, porque los que adoran, una vez limpios, no tendrían ya más conciencia de pecado.
3 Pero en estos sacrificios cada año se hace memoria de los pecados.
4 Porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados.
5 Por lo cual, entrando en el mundo, dice:Sacrificio y ofrenda no quisiste;mas me preparaste un cuerpo.
6 Holocaustos y expiaciones por el pecado no te agradaron.
7 Entonces dije: Heme aquí(como en el rollo del libro está escrito de mí)para hacer, oh Dios, tu voluntad.
8 Diciendo arriba: Sacrificio y ofrenda, y holocaustos y expiaciones por el pecado no quisiste, ni te agradaron (las cuales cosas se ofrecen según la ley),
9 entonces dijo: Heme aquí para hacer, oh Dios, tu voluntad. Quita lo primero, para establecer lo segundo.
En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez y para siempre.
11 Así que todo sacerdote se presenta cada día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados.
12 Pero Cristo, habiendo ofrecido por los pecados un solo sacrificio para siempre, se ha sentado a la diestra de Dios,
13 de ahí en adelante esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies.
14 Porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados.
15 Y nos atestigua lo mismo el Espíritu Santo, porque después de haber dicho:
16 Este es el convenio que haré con ellosdespués de aquellos días, dice el Señor:Pondré mis leyes en sus corazones,y en sus mentes las escribiré,
17 añade:Y nunca más me acordaré de sus pecados e iniquidades.
18 Pues donde hay remisión de estos, no hay más ofrenda por el pecado.
19 Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo,
por el camino nuevo y vivo que él nos consagró, a través del velo, esto es, de su carne,
21 y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios,
22 acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de una mala conciencia y lavados los cuerpos con agua pura.
23 Mantengamos firme la profesión de nuestra fe sin vacilar, porque fiel es el que prometió.
24 Y considerémonos los unos a los otros para motivarnos al amor y a las buenas obras;
25 no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuando veis que aquel día se acerca.
26 Porque si pecamos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados,
27 sino una horrenda expectativa de juicio y fuego ardiente que ha de devorar a los adversarios.
28 El que menosprecia la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere sin ninguna misericordia.
29 ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que hollare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del convenio, en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia?
Pues sabemos quien es el que dijo: Mía es la venganza, yo daré el pago, dice el Señor. Y otra vez: El Señor juzgará a su pueblo.
31 ¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!
32 Pero traed a la memoria los días pasados, en los cuales, después de haber sido iluminados, soportasteis un gran combate de aflicciones;
33 por una parte, ciertamente, con vituperios y tribulaciones fuisteis hechos espectáculo, y por otra parte, llegasteis a ser compañeros de los que estaban en una situación semejante.
34 Porque de mis encarcelamientos también tuvisteis compasión, y el despojo de vuestros bienes padecisteis con gozo, sabiendo que tenéis en vosotros una mejor y perdurable posesión en los cielos.
35 No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene gran recompensa,
36 porque la paciencia os es necesaria, para que, habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa.
37 Porque dentro de poco,el que ha de venir vendrá, y no tardará.
38 Pero el justo vivirá por la fe;y si se vuelve atrás, no agradará a mi alma.
39 Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás para perdición, sino de los que tienen fe para la preservación del alma.
Por medio de la fe, entendemos la palabra y la obra de Dios — La fe de los antiguos estaba centrada en Cristo — Por medio de la fe, los hombres conquistaron reinos, actuaron con rectitud y efectuaron milagros.
Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.
2 Porque por ella alcanzaron aprobación los antiguos.
3 Por la fe entendemos que los mundos fueron formados por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue de lo que no se veía.
4 Por la fe Abel ofreció a Dios un mejor sacrificio que Caín, por lo cual recibió testimonio de que era justo, dando Dios aprobación de sus ofrendas; y muerto, aún habla por ella.
5 Por la fe Enoc fue trasladado para no ver la muerte, y no fue hallado, porque lo trasladó Dios. Y antes que fuese trasladado, tuvo testimonio de haber agradado a Dios.
6 Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que él existe y que es galardonador de los que le buscan.
7 Por la fe Noé, habiendo sido advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían, con temor preparó el arca para que su casa se salvase; por esa fe condenó al mundo, y fue hecho heredero de la justicia que es según la fe.
8 Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como heredad; y salió sin saber a dónde iba.
9 Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa,
porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.
11 Por la fe también la misma Sara, siendo estéril, recibió fuerza para concebir; y dio a luz aun fuera del tiempo de la edad, porque consideró que era fiel el que lo había prometido.
12 Por lo cual también, de uno, y ese ya casi muerto, salieron como las estrellas del cielo en multitud, y como la arena innumerable que está a la orilla del mar.
13 En la fe murieron todos estos sin haber recibido las cosas prometidas, sino mirándolas de lejos, y creyéndolas, y aceptándolas, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra.
14 Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria,
15 pues si en verdad se hubiesen acordado de aquella de donde salieron, habrían tenido tiempo de volver.
16 Pero deseaban una mejor, a saber, la celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos, porque les había preparado una ciudad.
17 Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido las promesas ofrecía a su unigénito,
18 habiéndosele dicho: En Isaac te será llamada descendencia,
19 considerando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos, de donde, en sentido figurado, también le volvió a recibir.
Por la fe bendijo Isaac a Jacob y a Esaú con respecto a cosas que habían de venir.
21 Por la fe Jacob, estando ya para morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró, apoyándose en el extremo de su bastón.
22 Por la fe José, al borde de la muerte, mencionó la salida de los hijos de Israel, y dio mandamiento acerca de sus huesos.
23 Por la fe Moisés, cuando nació, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque le vieron niño hermoso y no temieron el edicto del rey.
24 Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó ser llamado hijo de la hija de Faraón,
25 escogiendo ser afligido con el pueblo de Dios, antes que gozar de los placeres temporales del pecado.
26 Teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía la mirada puesta en la recompensa.
27 Por la fe salió de Egipto, no temiendo la ira del rey, porque se sostuvo como si estuviese viendo al Invisible.
28 Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el que mataba a los primogénitos no los tocase.
29 Por la fe pasaron el mar Rojo como por tierra seca; y cuando los egipcios intentaron hacer lo mismo, fueron ahogados.
Por la fe cayeron los muros de Jericó después de rodearlos siete días.
31 Por la fe la ramera Rahab no pereció juntamente con los incrédulos, pues había recibido a los espías en paz.
32 ¿Y qué más digo? Porque el tiempo me faltaría para contar de Gedeón, de Barac, de Sansón, de Jefté, de David, así como de Samuel y de los profetas,
33 quienes por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia, alcanzaron promesas, taparon bocas de leones,
34 apagaron fuegos impetuosos, evitaron filo de espada, sacaron fuerzas de debilidad, se hicieron fuertes en batallas y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros.
35 Las mujeres recibieron sus muertos por medio de la resurrección; mas otros fueron torturados, no aceptando el rescate, para obtener mejor resurrección;
36 otros experimentaron vituperios y azotes, y además de esto, prisiones y cárceles;
37 fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a espada; anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados y maltratados;
38 de los que el mundo no era digno, anduvieron errantes por los desiertos, por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la tierra.
39 Y todos estos, aunque aprobados por el testimonio de la fe, no llegaron a ver el cumplimiento de la promesa,
proveyendo Dios alguna cosa mejor para nosotros, para que ellos no fuesen perfeccionados sin nosotros.
El Señor al que ama disciplina — Dios es el Padre de los espíritus — Para ver a Dios, seguid la paz y la santidad — Los santos exaltados pertenecen a la Iglesia del Primogénito.
Por tanto, nosotros también, teniendo a nuestro alrededor tan gran nube de testigos, dejemos a un lado todo peso y pecado que nos rodea, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante,
2 puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, quien, por el gozo puesto delante de él, sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.
3 Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que no os fatiguéis en vuestro ánimo hasta desmayar.
4 Porque aún no habéis resistido hasta derramar sangre, combatiendo contra el pecado;
5 y habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo:Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor,ni desmayes cuando eres reprendido por él.
6 Porque el Señor al que ama, disciplina,y azota a todo el que recibe como hijo.
7 Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque, ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina?
8 Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos.
9 Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban y los reverenciábamos, ¿por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos?
Y aquellos, a la verdad, por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero este para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad.
11 Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de rectitud a los que en ella han sido ejercitados.
12 Por lo cual, fortaleced las manos caídas y las rodillas debilitadas;
13 y haced sendas derechas para vuestros pies, para que el que es cojo no se salga fuera del camino, sino que sea sanado.
14 Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor,
15 mirando bien que ninguno se aparte de la gracia de Dios, no sea que alguna raíz de amargura, brotando, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados;
16 que ninguno sea fornicario, o profano, como Esaú, que por una sola comida vendió su primogenitura.
17 Porque ya sabéis que aun después, deseando heredar la bendición, fue desechado porque no halló ocasión para el arrepentimiento, aunque la buscó con lágrimas.
18 Porque no os habéis acercado al monte que se podía tocar, ni al fuego ardiente, ni a las tinieblas, ni a la oscuridad, ni a la tempestad,
19 ni al sonido de la trompeta ni a la voz que hablaba, la cual los que la oyeron rogaron que no les hablase más;
porque no podían soportar lo que se mandaba: Si aun una bestia toca el monte, será apedreada o traspasada con dardo.
21 Y tan terrible era lo que se veía que Moisés dijo: Estoy aterrado y temblando.
22 Pero vosotros os habéis acercado al monte Sion, a la ciudad del Dios vivo, a la Jerusalén celestial, y a la compañía de muchos millares de ángeles,
23 y a la asamblea y a la iglesia de los primogénitos que están inscritos en los cielos, y a Dios el Juez de todos, y a los espíritus de los justos hechos perfectos,
24 y a Jesús el Mediador del nuevo convenio, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel.
25 Mirad que no desechéis al que habla. Porque si no escaparon aquellos que desecharon al que los amonestaba en la tierra, mucho menos nosotros, si desechamos al que amonesta desde los cielos.
26 La voz del que conmovió entonces la tierra, pero ahora ha prometido, diciendo: Aún una vez más, y haré temblar no solamente la tierra, sino también el cielo.
27 Y esta frase: Aún una vez más, indica claramente la remoción de las cosas que pueden ser removidas, como las cosas creadas, para que permanezcan las cosas que no pueden ser removidas.
28 Así que, recibiendo nosotros el reino inconmovible, retengamos la gracia por la cual vamos a servir a Dios, agradándole con temor y reverencia;
29 porque nuestro Dios es fuego consumidor.
El matrimonio es honroso — Cristo es el mismo eternamente — Pablo explica cómo deben los santos ofrecer sacrificios aceptables.
Permanezca el amor fraternal.
2 No os olvidéis de la hospitalidad, porque por esta algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles.
3 Acordaos de los presos, como si estuvieseis presos juntamente con ellos; y de los afligidos, puesto que también vosotros mismos estáis en el cuerpo.
4 Honroso sea en todos el matrimonio y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios.
5 Sean vuestras costumbres sin avaricia; contentos con lo que tenéis ahora, pues él dijo: No te desampararé ni te dejaré.
6 De tal manera que decimos confiadamente:El Señor es mi ayudador; no temerélo que me pueda hacer el hombre.
7 Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de Dios; considerad cuál haya sido el resultado de su conducta, e imitad su fe.
8 Jesucristo es el mismo ayer, y hoy y por los siglos.
9 No seáis llevados de acá para allá por doctrinas diversas y extrañas; porque buena cosa es afirmar el corazón en la gracia, y no en los alimentos que nunca aprovecharon a los que se ocuparon de ellos.
Tenemos un altar, del cual no tienen derecho a comer los que sirven al tabernáculo.
11 Porque los cuerpos de aquellos animales, cuya sangre, por el pecado es introducida en el santuario por el sumo sacerdote, son quemados fuera del campamento.
12 Por lo cual también Jesús, para santificar al pueblo mediante su propia sangre, padeció fuera de la puerta de la ciudad.
13 Salgamos, pues, a él, fuera del campamento, llevando su vituperio.
14 Porque no tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos la que está por venir.
15 Así que, por medio de él ofrezcamos siempre a Dios sacrificio de alabanza, a saber, fruto de labios que confiesen su nombre.
16 Y de hacer el bien y de compartir no os olvidéis, porque de tales sacrificios se agrada Dios.
17 Obedeced a vuestros pastores y sujetaos a ellos, porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta, para que lo hagan con alegría, y sin quejarse, porque esto no os es provechoso.
18 Orad por nosotros, pues confiamos en que tenemos buena conciencia, deseando comportarnos bien en todo.
19 Y aún más os ruego que lo hagáis así, para que yo os sea restituido más pronto.
Y el Dios de paz que levantó de entre los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del convenio sempiterno,
21 os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad, haciendo él en vosotros lo que es agradable delante de él por Jesucristo; a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
22 Os ruego, hermanos, que soportéis la palabra de exhortación, porque os he escrito brevemente.
23 Sabed que nuestro hermano Timoteo está en libertad, con el que, si viene pronto, os iré a ver.
24 Saludad a todos vuestros pastores y a todos los santos. Los de Italia os saludan.
25 La gracia sea con todos vosotros. Amén.
Fue escrita a los hebreos desde Italia con Timoteo.
Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios — Resistid la tentación — Sed hacedores de la palabra — Santiago explica cómo reconocer la religión pura.
Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo, a las doce tribus que están esparcidas: Salud.
2 Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas,
3 sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia.
4 Pero tenga la paciencia su obra perfecta, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna.
5 Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, quien da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada.
6 Pero pida con fe, no dudando nada, porque el que duda es semejante a la ola del mar, que es movida por el viento y echada de una parte a otra.
7 No piense, pues, ese hombre que recibirá cosa alguna del Señor.
8 El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos.
9 El hermano que es de condición humilde, regocíjese en su exaltada posición;
pero el que es rico, en su condición humilde, porque él pasará como la flor de la hierba.
11 Porque cuando sale el sol con calor abrasador, la hierba se seca, y su flor se cae y perece su hermosa apariencia; así también se marchitará el rico en todos sus caminos.
12 Bienaventurado el hombre que soporta la tentación, porque una vez que haya sido aprobado, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman.
13 Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios, porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie,
14 sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido.
15 Y la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte.
16 Amados hermanos míos, no erréis.
17 Toda buena dádiva y todo don perfecto viene de lo alto, y desciende del Padre de las luces, en quien no hay cambio ni sombra de variación.
18 Él, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que fuésemos como las primicias de sus criaturas.
19 Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse,
porque la ira del hombre no produce la justicia de Dios.
21 Por lo cual, desechando toda inmundicia y exceso de malicia que tanto abunda, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas.
22 Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos.
23 Porque si alguno es oidor de la palabra, y no hacedor de ella, este es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural.
24 Porque después de mirarse a sí mismo, se va, y enseguida se olvida de cómo era.
25 Pero el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, este será bienaventurado en lo que hace.
26 Si alguno se cree religioso entre vosotros, y no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, la religión del tal es vana.
27 La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo.
Dios ha escogido a los pobres de este mundo que son ricos en fe — La salvación se obtiene al guardar toda la ley — La fe sin obras es muerta.
Hermanos míos, que vuestra fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo sea sin hacer acepción de personas.
2 Porque si en vuestra congregación entra un hombre con anillo de oro y ropa lujosa, y también entra un pobre con vestido andrajoso,
3 y atendéis solícitamente al que trae la vestidura lujosa, y le decís: Siéntate tú aquí, en buen lugar, y decís al pobre: Quédate tú allí de pie, o siéntate aquí debajo de mi estrado,
4 ¿acaso no hacéis distinción entre vosotros mismos y venís a ser jueces con malos pensamientos?
5 Amados hermanos míos, oíd: ¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo para ser ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que le aman?
6 Pero vosotros habéis afrentado al pobre. ¿No os oprimen los ricos, y no son ellos los mismos que os arrastran a los juzgados?
7 ¿No blasfeman ellos el buen nombre que fue invocado sobre vosotros?
8 Si en verdad cumplís vosotros la ley real, conforme a la Escritura: Amarás a tu prójimo como a ti mismo, bien hacéis;
9 pero si hacéis acepción de personas, cometéis pecado y sois hallados culpables por la ley como transgresores.
Porque cualquiera que guarda toda la ley, pero ofende en un punto, se hace culpable de todos.
11 Porque el que dijo: No cometerás adulterio, también ha dicho: No matarás. Ahora bien, si no cometes adulterio, pero matas, ya te has hecho transgresor de la ley.
12 Así hablad, y así haced, como los que habéis de ser juzgados por la ley de la libertad.
13 Porque juicio sin misericordia se hará con aquel que no muestre misericordia; y la misericordia triunfa sobre el juicio.
14 Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle?
15 Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del sustento de cada día,
16 y alguno de vosotros les dice: Id en paz, abrigaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo: ¿de qué aprovechará?
17 Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma.
18 Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras; muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras.
19 Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan.
¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta?
21 ¿No fue justificado por las obras nuestro padre Abraham, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar?
22 ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras?
23 Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios.
24 Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe.
25 Asimismo, Rahab, la ramera, ¿no fue justificada por las obras, cuando recibió a los mensajeros, y los envió por otro camino?
26 Porque como el cuerpo sin el espíritu está muerto, así también la fe sin obras es muerta.
Si refrenamos la lengua, logramos perfección — La sabiduría celestial es pura, pacífica y llena de misericordia.
Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación.
2 Porque todos ofendemos en muchas formas. Si alguno no ofende de palabra, este es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo.
3 He aquí nosotros ponemos freno en la boca de los caballos para que nos obedezcan, y dirigimos así todo su cuerpo.
4 Mirad también las naves; aunque tan grandes, y llevadas por impetuosos vientos, son gobernadas con un muy pequeño timón por donde el que las gobierna quiere.
5 Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán gran bosque enciende un pequeño fuego!
6 Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, y enciende el curso de la vida, y es encendida por el infierno.
7 Porque toda especie de bestias, y de aves, y de serpientes y de criaturas del mar se doma y ha sido domada por el ser humano;
8 pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal.
9 Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que han sido hechos a la semejanza de Dios.
De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así.
11 ¿Acaso echa alguna fuente por la misma abertura agua dulce y amarga?
12 Hermanos míos, ¿puede acaso la higuera producir aceitunas, o la vid higos? Pues tampoco una fuente puede dar agua salada y dulce.
13 ¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Muestre por la buena conducta sus obras en la mansedumbre de la sabiduría.
14 Pero si tenéis envidia amarga y contención en vuestros corazones, no os jactéis ni mintáis contra la verdad,
15 porque esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino que es terrenal, animal y diabólica.
16 Porque donde hay envidia y contención, allí hay confusión y toda obra perversa.
17 Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, bondadosa, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, no juzgadora ni fingida.
18 Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz.
Las guerras se originan de las concupiscencias — Los amigos del mundo son enemigos de Dios — El pecado consiste en no andar en la luz que hemos recibido.
¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No vienen de vuestras concupiscencias, las cuales combaten en vuestros miembros?
2 Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y guerreáis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís.
3 Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestras concupiscencias.
4 Adúlteros y adúlteras, ¿no sabéis que la amistad del mundo es enemistad con Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye en enemigo de Dios.
5 ¿O pensáis que la Escritura dice en vano: Él celosamente anhela el espíritu que mora en nosotros?
6 Pero él da mayor gracia. Por eso dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes.
7 Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros.
8 Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad vuestras manos; y vosotros, los de doble ánimo, purificad vuestros corazones.
9 Afligíos, y lamentad y llorad. ¡Vuestra risa se convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza!
Humillaos delante del Señor, y él os ensalzará.
11 Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. El que murmura del hermano, y juzga a su hermano, murmura de la ley, y juzga a la ley; pero si tú juzgas a la ley, no eres hacedor de la ley, sino juez.
12 Uno solo es el dador de la ley, que puede salvar y destruir. ¿Quién eres tú para juzgar a otro?
13 ¡Vamos ahora!, los que decís: Hoy o mañana iremos a tal ciudad, estaremos allá un año, compraremos mercadería y ganaremos;
14 y ni siquiera sabéis lo que será mañana. Porque, ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es un vapor que aparece por un poco de tiempo y luego se desvanece.
15 En lugar de lo cual deberíais decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello.
16 Pero ahora os jactáis en vuestras soberbias. Toda jactancia semejante es mala.
17 El pecado, pues, está en aquel que sabe hacer lo bueno y no lo hace.
La miseria vendrá sobre los ricos disolutos — Aguardad la venida del Señor con paciencia — Los ancianos deben ungir y sanar a los enfermos.
¡Vamos ahora, oh ricos! Llorad y aullad por las miserias que os vendrán.
2 Vuestras riquezas están podridas y vuestras ropas están comidas de polilla.
3 Vuestro oro y plata están enmohecidos; y su moho testificará contra vosotros, y devorará del todo vuestros cuerpos como fuego. Habéis acumulado tesoros para los días finales.
4 He aquí, clama el jornal de los obreros que han segado en vuestras tierras, el cual por engaño no les ha sido pagado por vosotros; y los clamores de los que habían segado han llegado a los oídos del Señor de los ejércitos.
5 Habéis vivido en deleites sobre la tierra, y habéis sido disolutos; habéis engordado vuestros corazones como en día de matanza.
6 Habéis condenado y dado muerte al justo, sin que él os opusiese resistencia.
7 Por tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia, hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía.
8 Tened también vosotros paciencia; fortaleced vuestros corazones, porque la venida del Señor se acerca.
9 Hermanos, no os quejéis unos contra otros, para que no seáis condenados; he aquí, el juez ya está a las puertas.
Hermanos míos, tomad como ejemplo de aflicción y de paciencia a los profetas que hablaron en nombre del Señor.
11 He aquí, tenemos por bienaventurados a los que sufren. Habéis oído de la paciencia de Job, y habéis visto la finalidad del Señor, porque el Señor es muy misericordioso y compasivo.
12 Pero sobre todo, hermanos míos, no juréis, ni por el cielo, ni por la tierra ni por ningún otro juramento; sino que vuestro sí sea sí, y vuestro no sea no, para que no caigáis en condenación.
13 ¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración. ¿Está alguno alegre? Cante alabanzas.
14 ¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren ellos por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor.
15 Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si ha cometido pecados, le serán perdonados.
16 Confesaos vuestras faltas unos a otros y orad los unos por los otros, para que seáis sanados; la oración eficaz del justo puede mucho.
17 Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y rogó fervientemente que no lloviese, y no llovió sobre la tierra durante tres años y seis meses.
18 Y otra vez oró, y el cielo dio lluvia, y la tierra produjo su fruto.
19 Hermanos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno le hace volver,
sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino salvará un alma de la muerte, y cubrirá multitud de pecados.
La prueba de nuestra fe precede a la salvación — Cristo fue preordenado para ser el Redentor.
Pedro, apóstol de Jesucristo, a los peregrinos dispersos por Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia,
2 elegidos según la presciencia de Dios el Padre mediante la santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo: Gracia y paz os sean multiplicadas.
3 Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su gran misericordia nos ha hecho nacer de nuevo a una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos,
4 para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarchitable, reservada en los cielos para vosotros,
5 que sois guardados por el poder de Dios, mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero.
6 En lo cual vosotros os alegráis, aunque, si es necesario, por un poco de tiempo tengáis que ser afligidos con diversas tentaciones,
7 para que la prueba de vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual perece aunque sea probado con fuego, sea hallada digna de alabanza, gloria y honra, cuando Jesucristo sea manifestado;
8 a quien, aunque no le habéis visto, amáis; en quien creyendo, aunque al presente no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorificado,
9 obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salvación de vuestras almas.
Acerca de esta salvación, los profetas que profetizaron de la gracia que había de venir a vosotros inquirieron y diligentemente indagaron,
11 escudriñando qué condiciones o qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el que predecía los sufrimientos de Cristo, y las glorias que seguirían después de estos.
12 A quienes les fue revelado que ministraban, no para sí mismos, sino para nosotros, las mismas cosas que ahora os han sido anunciadas por los que os han predicado el evangelio por el Espíritu Santo enviado del cielo; cosas en las cuales anhelan mirar los ángeles.
13 Por tanto, teniendo ceñidos los lomos de vuestro entendimiento, siendo sobrios, tened plena esperanza en la gracia que os será presentada cuando Jesucristo os sea manifestado.
14 Como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia,
15 sino, como aquel que os ha llamado es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra conducta,
16 porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo.
17 Y si invocáis como Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación,
18 sabiendo que habéis sido rescatados de vuestra vana conducta, la cual recibisteis por tradición de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata,
19 sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación,
ya ordenado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor a vosotros,
21 que por medio de él creéis en Dios, quien le resucitó de entre los muertos, y le ha dado gloria, para que vuestra fe y esperanza sean en Dios.
22 Habiendo purificado vuestras almas mediante la obediencia a la verdad, por medio del Espíritu, hasta llegar a un amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente de corazón puro,
23 habiendo nacido de nuevo, no de simiente corruptible, sino de una incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre.
24 Porque:Toda carne es como la hierba,y toda la gloria del hombre como la flor de la hierba:Se seca la hierba, y la flor se cae;
25 mas la palabra del Señor permanece para siempre.Y esta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada.
Los conversos son como niños recién nacidos en Cristo — Él es la principal piedra del ángulo — Los santos poseen un real sacerdocio y son un pueblo adquirido por Dios — Los santos están sujetos a las leyes del hombre.
Desechando, pues, toda malicia, y todo engaño, e hipocresías, y envidias y toda calumnia,
2 desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual pura, para que por ella crezcáis para salvación,
3 si es que habéis probado la benignidad del Señor.
4 Acercándoos a él, piedra viva, rechazada ciertamente por los hombres, pero elegida y preciosa ante Dios,
5 vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como una casa espiritual, y un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales, agradables a Dios por medio de Jesucristo.
6 Por lo cual también contiene la Escritura:He aquí, pongo en Sion la principal piedra del ángulo, escogida, preciosa;y el que crea en él, no será avergonzado.
7 Él es, pues, honor a vosotros los que creéis; pero para los desobedientes,la piedra que los edificadores desecharon,esta ha venido a ser la cabeza del ángulo,
8 y piedra de tropiezo y roca de escándalo para aquellos que, siendo desobedientes, tropiezan en la palabra, para lo cual fueron también señalados.
9 Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os ha llamado de las tinieblas a su luz admirable.
Vosotros, que en el tiempo pasado no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en el tiempo pasado no habíais alcanzado misericordia, pero que ahora habéis alcanzado misericordia.
11 Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma,
12 manteniendo vuestra conducta ejemplar entre los gentiles, para que, en lo que ellos murmuran de vosotros como de malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación, al considerar vuestras buenas obras.
13 Por causa del Señor, estad, pues, sujetos a toda autoridad humana, ya sea al rey como superior,
14 ya a los gobernadores como enviados por él para castigo de los malhechores y para loor de los que hacen el bien.
15 Porque esta es la voluntad de Dios: que haciendo el bien, hagáis callar la ignorancia de los hombres insensatos;
16 actuad como libres, y no como los que tienen la libertad como pretexto para hacer lo malo, sino como siervos de Dios.
17 Honrad a todos. Amad a los hermanos. Temed a Dios. Honrad al rey.
18 Siervos, estad sujetos con todo respeto a vuestros amos; no solamente a los buenos y afables, sino también a los rigurosos.
19 Porque esto es elogiable: que alguno a causa de la conciencia ante Dios sufra molestias, padeciendo injustamente.
Porque, ¿qué mérito tiene si al pecar vosotros sois abofeteados y lo soportáis con paciencia? Pero si al hacer el bien sois afligidos y lo soportáis con paciencia, esto ciertamente es agradable delante de Dios.
21 Porque para esto fuisteis llamados, pues también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pasos;
22 quien no cometió pecado, ni fue hallado engaño en su boca;
23 quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino que se encomendaba al que juzga justamente.
24 Él mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia. Por sus heridas habéis sido sanados.
25 Porque vosotros erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al Pastor y Obispo de vuestras almas.
Marido y mujer deben honrarse el uno al otro — Los santos deben vivir de acuerdo con las normas del Evangelio — Cristo predicó a los espíritus encarcelados.
Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos, para que también los que no creen en la palabra sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas,
2 al observar vuestra conducta casta y respetuosa.
3 El adorno de ellas no sea el externo, con peinados ostentosos, con adornos de oro ni con ropas lujosas,
4 sino el interno, el del corazón, en el incorruptible adorno de un espíritu agradable y apacible, que es de gran estima delante de Dios.
5 Porque así también se ataviaban en el tiempo antiguo aquellas santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos,
6 como Sara obedecía a Abraham, llamándole señor; de la que vosotras sois hechas hijas, si hacéis el bien, sin tener ningún temor.
7 Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas con comprensión, dando honor a la mujer como a vaso más frágil y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no sean estorbadas.
8 Y finalmente, sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables;
9 no devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados para que heredaseis bendición.
Porque:el que quiere amar la vida,y ver días buenos,refrene su lengua de mal,y sus labios no hablen engaño;
11 apártese del mal, y haga el bien;busque la paz, y sígala.
12 Porque los ojos del Señor están sobre los justos,y sus oídos atentos a sus oraciones;pero el rostro del Señor está contra aquellos que hacen el mal.
13 ¿Y quién es aquel que os podrá hacer daño, si vosotros seguís el bien?
14 Pero también si alguna cosa padecéis por causa de la rectitud, bienaventurados sois. Por tanto, no os amedrentéis por temor a ellos ni seáis turbados,
15 sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para responder con mansedumbre y reverencia a cada uno que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros;
16 teniendo buena conciencia, para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, sean avergonzados los que difaman vuestra buena conducta en Cristo.
17 Porque mejor es que padezcáis haciendo el bien, si la voluntad de Dios así lo quiere, que haciendo el mal.
18 Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en el espíritu;
19 en el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados,
los que en otro tiempo fueron desobedientes, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas, a saber, ocho, fueron salvadas por agua.
21 El símbolo de la cual corresponde al bautismo que ahora nos salva (no quitando las inmundicias de la carne, sino como la petición de una buena conciencia ante Dios) por la resurrección de Jesucristo,
22 quien, habiendo subido al cielo, está a la diestra de Dios, y a él están sujetos los ángeles, y las autoridades y los poderes.
Pedro explica por qué se predica el Evangelio a los muertos — Los santos deben hablar conforme a las palabras de Dios — Los justos serán puestos a prueba en todas las cosas.
Puesto que Cristo ha padecido por nosotros en la carne, vosotros también armaos del mismo pensamiento; pues el que ha padecido en la carne, ha dejado el pecado;
2 para vivir el tiempo que le queda en la carne, no conforme a las concupiscencias de los hombres, sino conforme a la voluntad de Dios.
3 Porque nos debe bastar que durante el tiempo pasado de nuestra vida hayamos hecho la voluntad de los gentiles, cuando andábamos en lascivias, en concupiscencias, en embriagueces, en orgías, en banquetes y en abominables idolatrías.
4 A estos les parece cosa extraña que vosotros no corráis con ellos en el mismo desenfreno de disolución, y os ultrajan;
5 pero ellos darán cuenta al que está preparado para juzgar a los vivos y a los muertos.
6 Porque por esto también ha sido predicado el evangelio a los muertos; para que sean juzgados en la carne según los hombres, pero vivan en el espíritu según Dios.
7 Mas el fin de todas las cosas se acerca; sed, pues, sobrios y velad en oración.
8 Y sobre todo, tened entre vosotros ferviente amor, porque el amor cubrirá multitud de pecados.
9 Hospedaos los unos a los otros sin murmuraciones.
Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de las diversas manifestaciones de la gracia de Dios.
11 Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme a la fortaleza que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por medio de Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el dominio para siempre jamás. Amén.
12 Amados, no os asombréis del fuego de prueba que os ha sobrevenido para poneros a prueba, como si alguna cosa extraña os aconteciese,
13 antes bien, gozaos en que sois participantes de las aflicciones de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os regocijéis con gran alegría.
14 Si sois vituperados por el nombre de Cristo, sois bienaventurados, porque el espíritu de gloria y de Dios reposan sobre vosotros. Ciertamente, por ellos, él es blasfemado, pero por vosotros es glorificado.
15 Así que, ninguno de vosotros padezca como homicida, o ladrón, o malhechor, o por meterse en asuntos ajenos.
16 Pero si alguno padece como cristiano, no se avergüence, sino glorifique a Dios en ello.
17 Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios; y si primero comienza por nosotros, ¿cuál será el fin de aquellos que no obedecen el evangelio de Dios?
18 Y si el justo con dificultad se salva, ¿qué será del impío y del pecador?
19 Por tanto, los que son afligidos según la voluntad de Dios, encomienden sus almas al fiel Creador, haciendo el bien.
Los ancianos (élderes) deben apacentar la grey de Dios — La humildad y la gracia divina conducen a la perfección.
Ruego a los ancianos que están entre vosotros, yo anciano también con ellos, y testigo de los padecimientos de Cristo, que soy también participante de la gloria que será revelada:
2 Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto;
3 no como teniendo señorío sobre los rebaños del Señor, sino siendo ejemplos de la grey.
4 Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria.
5 Igualmente, jóvenes, estad sujetos a los ancianos; y todos sumisos unos a otros, revestíos de humildad, porque:Dios resiste a los soberbios,y da gracia a los humildes.
6 Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte a su debido tiempo,
7 echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros.
8 Sed sobrios, y velad, porque vuestro adversario el diablo, cual león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar;
9 al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que las mismas aflicciones han de ser cumplidas en vuestros hermanos que están en el mundo.
Mas el Dios de toda gracia, que nos ha llamado a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca.
11 A él sean la gloria y el dominio para siempre. Amén.
12 Por conducto de Silvano, a quien considero un hermano fiel, os he escrito brevemente, amonestándoos y testificando que esta es la verdadera gracia de Dios, en la cual estáis.
13 La iglesia que está en Babilonia, elegida juntamente con vosotros, y Marcos, mi hijo, os saludan.
14 Saludaos unos a otros con un beso de amor. La paz sea con todos vosotros los que estáis en Jesucristo. Amén.
Pedro insta a los santos a hacer firme su llamamiento y elección — La profecía se recibe por el poder del Espíritu Santo.
Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, a los que habéis alcanzado una fe igualmente preciosa que la nuestra por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo:
2 Gracia y paz os sean multiplicadas mediante el conocimiento de Dios y de nuestro Señor Jesús.
3 Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, por el conocimiento de aquel que nos ha llamado por medio de su gloria y virtud,
4 por conducto de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas lleguéis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo por la concupiscencia.
5 Vosotros también, por esto mismo, poned toda diligencia en añadir a vuestra fe virtud; y a la virtud, conocimiento;
6 y al conocimiento, templanza; y a la templanza, paciencia; y a la paciencia, piedad;
7 y a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor.
8 Porque si en vosotros están estas cosas y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo.
9 Pero el que no tiene estas cosas tiene la vista muy corta; está ciego, habiendo olvidado la purificación de sus antiguos pecados.
Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección, porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás.
11 Porque de esta manera os será concedida ampliamente la entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
12 Por esto, yo no dejaré de recordaros siempre estas cosas, aunque vosotros las sepáis, y estéis confirmados en la verdad presente.
13 Porque tengo por justo, en tanto que estoy en este tabernáculo, el instaros a recordar,
14 sabiendo que dentro de poco tengo que dejar este, mi tabernáculo, como nuestro Señor Jesucristo me lo ha declarado.
15 También yo procuraré con diligencia que, después de mi fallecimiento, vosotros podáis siempre tener memoria de estas cosas.
16 Porque no os hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo, siguiendo fábulas astutamente inventadas, sino que con nuestros propios ojos hemos visto su majestad.
17 Porque él recibió de Dios Padre honra y gloria, cuando una voz le fue enviada desde la magnífica gloria, diciendo: Este es mi Hijo Amado, en quien me complazco.
18 Y nosotros oímos esta voz enviada del cielo, cuando estábamos con él en el monte santo.
19 Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro hasta que el día esclarezca, y la estrella de la mañana salga en vuestros corazones,
entendiendo primero esto: que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada,
21 porque la profecía nunca fue dada por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.
Los falsos maestros que haya entre los santos serán condenados — Los santos dominados por las bajas pasiones perecerán en su propia corrupción.
Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros que introducirán encubiertamente herejías destructivas, y hasta negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos una destrucción repentina.
2 Y muchos seguirán sus lascivias, y por causa de ellos, el camino de la verdad será blasfemado;
3 y por avaricia os explotarán con palabras fingidas. Sobre ellos la antigua condenación no se tarda, y su perdición no se duerme.
4 Porque si Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que, habiéndolos arrojado al infierno, los entregó a cadenas de oscuridad, para ser reservados para el juicio;
5 y si no perdonó al mundo antiguo, sino que protegió a Noé, pregonero de justicia, con otras siete personas, al traer el diluvio sobre el mundo de los impíos;
6 y si condenó a la destrucción las ciudades de Sodoma y de Gomorra, reduciéndolas a ceniza, y poniéndolas de ejemplo a los que habrían de vivir impíamente,
7 y si libró al justo Lot, abrumado por la conducta licenciosa de los malvados
8 (porque este justo, mientras moraba entre ellos, afligía cada día su alma justa al ver y oír los hechos inicuos de ellos);
9 entonces el Señor sabe librar de la tentación a los piadosos, y reservar a los injustos para ser castigados en el día del juicio;
y principalmente a aquellos que, siguiendo la carne, andan en concupiscencia e inmundicia, y desprecian la autoridad; atrevidos, obstinados, que no temen hablar mal de las potestades superiores,
11 mientras que los mismos ángeles, que son mayores en fuerza y en poder, no pronuncian juicio de maldición contra ellos delante del Señor.
12 Pero estos, hablando mal de las cosas que no entienden, como animales irracionales naturales, nacidos para presa y destrucción, perecerán en su propia corrupción,
13 recibiendo el pago de su injusticia, ya que consideran delicia el gozar de deleites en pleno día. Estos son inmundicias y manchas, quienes aun mientras comen con vosotros se recrean en sus errores;
14 tienen los ojos llenos de adulterio, y no cesan de pecar; seducen a las almas inconstantes; tienen el corazón ejercitado en la codicia; son hijos de maldición
15 que han dejado el camino recto, y se han extraviado, siguiendo el camino de Balaam hijo de Beor, el que amó el pago de la maldad.
16 Y fue reprendido por su iniquidad, pues una muda bestia de carga, hablando con voz de hombre, refrenó la locura del profeta.
17 Esos son fuentes sin agua y brumas empujadas por torbellino de viento, para quienes está reservada la oscuridad de las tinieblas para siempre.
18 Porque hablando arrogantes palabras de vanidad, seducen con las concupiscencias de la carne y lascivias a los que verdaderamente habían escapado de los que viven en el error;
19 les prometen libertad, siendo ellos mismos esclavos de la corrupción. Porque el que es vencido por alguno es hecho esclavo del que lo venció.
Ciertamente, si habiéndose ellos escapado de las contaminaciones del mundo, por el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo, y otra vez se enredan en ellas y son vencidos, su estado final viene a ser peor que el primero.
21 Porque mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia que, después de haberlo conocido, apartarse del santo mandamiento que les fue dado.
22 Pero les ha acontecido acertadamente lo del proverbio: El perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada, a revolcarse en el cieno.
En los últimos días algunos dudarán de la Segunda Venida — Los elementos se derretirán a la venida del Señor.
Amados, yo os escribo ahora esta segunda carta, y en las dos despierto con exhortación vuestro limpio entendimiento,
2 para que tengáis memoria de las palabras que antes han sido dichas por los santos profetas, y del mandamiento del Señor y Salvador dado por nosotros, los apóstoles;
3 sabiendo primero esto, que en los postreros días vendrán burladores, andando según sus propias concupiscencias,
4 y diciendo: ¿Dónde está la promesa de su advenimiento? Porque desde el día en que los padres durmieron, todas las cosas permanecen así como desde el principio de la creación.
5 Ellos desconocen voluntariamente que los cielos existieron desde tiempo antiguo, y que la tierra surgió del agua y mediante el agua y que fue establecida por la palabra de Dios,
6 por lo cual el mundo de entonces pereció anegado en agua.
7 Pero los cielos y la tierra que existen ahora están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos.
8 Pero, oh amados, no ignoréis esto, que para el Señor un día es como mil años y mil años como un día.
9 El Señor no se tarda en cumplir su promesa, como algunos entienden la tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos lleguen al arrepentimiento.
Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con gran estruendo, y los elementos, ardiendo, serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas.
11 Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¿qué clase de personas habéis de ser en santa conducta y en piedad,
12 esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, siendo encendidos, serán deshechos, y los elementos se derretirán con calor abrasador?
13 Pero esperamos, según su promesa, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales more la justicia.
14 Por lo cual, oh amados, estando en espera de estas cosas, procurad con diligencia ser hallados por él sin mácula, y sin reprensión, en paz.
15 Y considerad como salvación la paciencia de nuestro Señor; como también nuestro amado hermano Pablo, según la sabiduría que le ha sido dada, os ha escrito,
16 casi en todas sus epístolas, hablando en ellas de estas cosas; entre las cuales hay algunas difíciles de entender, las cuales los indoctos e inconstantes tuercen, como también las otras Escrituras, para su propia perdición.
17 Así que vosotros, oh amados, sabiendo estas cosas de antemano, guardaos, no sea que por el error de los inicuos seáis extraviados y caigáis de vuestra firmeza.
18 Antes bien, creced en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A él sea la gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén.
Los santos logran comunión con Dios por medio de la obediencia — Debemos confesar nuestros pecados para recibir el perdón.
Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y lo que palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida
2 (porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos y os anunciamos la vida eterna, que estaba con el Padre y se nos ha manifestado);
3 lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre y con su Hijo Jesucristo.
4 Y estas cosas os escribimos, para que vuestro gozo sea completo.
5 Y este es el mensaje que hemos oído de él y que os anunciamos: Dios es luz, y en él no hay ningunas tinieblas.
6 Si decimos que tenemos comunión con él y andamos en tinieblas, mentimos y no practicamos la verdad;
7 pero si andamos en la luz, como él está en la luz, tenemos comunión los unos con los otros, y la sangre de Jesucristo, su Hijo, nos limpia de todo pecado.
8 Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros.
9 Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad.
Si decimos que no hemos pecado, lo hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros.
Cristo es nuestro abogado ante el Padre — Conocemos a Dios por medio de la obediencia — No améis al mundo — En los últimos días habrá anticristos.
Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; pero si alguno ha pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo, el justo;
2 y él es la propiciación por nuestros pecados, y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo.
3 Y en esto sabemos que nosotros le hemos conocido: si guardamos sus mandamientos.
4 El que dice: Yo le he conocido, pero no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él;
5 pero el que guarda su palabra, en él el amor de Dios verdaderamente se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él.
6 El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo.
7 Hermanos, no os escribo un mandamiento nuevo, sino el mandamiento antiguo que habéis tenido desde el principio; el mandamiento antiguo es la palabra que habéis oído desde el principio.
8 Por otro lado, os escribo un mandamiento nuevo, que es verdadero en él y en vosotros, porque las tinieblas van pasando y la verdadera luz ya alumbra.
9 El que dice que está en la luz y aborrece a su hermano, todavía está en tinieblas.
El que ama a su hermano permanece en la luz, y en él no hay tropiezo.
11 Pero el que aborrece a su hermano está en tinieblas y anda en tinieblas, y no sabe a dónde va, porque las tinieblas le han cegado los ojos.
12 Os escribo a vosotros, hijitos, porque vuestros pecados os han sido perdonados por su nombre.
13 Os escribo a vosotros, padres, porque habéis conocido al que es desde el principio. Os escribo a vosotros, jóvenes, porque habéis vencido al maligno. Os escribo a vosotros, niños, porque habéis conocido al Padre.
14 Os he escrito a vosotros, padres, porque habéis conocido al que es desde el principio. Os he escrito a vosotros, jóvenes, porque sois fuertes, y la palabra de Dios permanece en vosotros, y habéis vencido al maligno.
15 No améis al mundo ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él.
16 Porque todo lo que hay en el mundo, la concupiscencia de la carne, y la concupiscencia de los ojos y la soberbia de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo.
17 Y el mundo pasa, y su concupiscencia; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.
18 Hijitos, ya es el último tiempo; y como vosotros habéis oído que el anticristo había de venir, así ahora han surgido muchos anticristos; por esto sabemos que es el último tiempo.
19 Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubieran sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros.
Pero vosotros tenéis la unción del Santo y conocéis todas las cosas.
21 Os he escrito, no porque ignoréis la verdad, sino porque la conocéis, y porque ninguna mentira procede de la verdad.
22 ¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Este es el anticristo: el que niega al Padre y al Hijo.
23 Todo aquel que niega al Hijo tampoco tiene al Padre. Todo aquel que confiesa al Hijo tiene también al Padre.
24 Por tanto, lo que habéis oído desde el principio permanezca en vosotros. Si lo que habéis oído desde el principio permanece en vosotros, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre.
25 Y esta es la promesa que él nos hizo: la vida eterna.
26 Os he escrito esto sobre los que os engañan.
27 Pero la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que ninguno os enseñe; así como la unción misma os enseña acerca de todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, así también como os ha enseñado, permaneced en él.
28 Y ahora, hijitos, permaneced en él para que, cuando aparezca, tengamos confianza y no seamos avergonzados ante él a su venida.
29 Si sabéis que él es justo, sabed también que todo aquel que hace justicia ha nacido de él.
Los hijos de Dios llegarán a ser como Cristo — Es necesario amar a nuestros semejantes para obtener la vida eterna — La obediencia nos asegura la respuesta a nuestras oraciones.
¡Mirad cuán gran amor nos ha dado el Padre para que seamos llamados hijos de Dios! Por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él.
2 Muy amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él aparezca, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es.
3 Y todo aquel que tiene esta esperanza en él se purifica, así como él es puro.
4 Todo aquel que comete pecado traspasa también la ley, pues el pecado es transgresión de la ley.
5 Y sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados, y que no hay pecado en él.
6 Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto ni le ha conocido.
7 Hijitos, nadie os engañe; el que hace justicia es justo, así como él es justo.
8 El que comete pecado es del diablo, porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo.
9 Todo aquel que ha nacido de Dios no comete pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque ha nacido de Dios.
En esto se distingue entre los hijos de Dios y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia y que no ama a su hermano, no es de Dios.
11 Porque este es el mensaje que habéis oído desde el principio: Que nos amemos unos a otros.
12 No como Caín, que era del maligno y mató a su hermano. ¿Y por qué causa lo mató? Porque sus obras eran malas, y las de su hermano, justas.
13 Hermanos míos, no os asombréis si el mundo os aborrece.
14 Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, porque amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano permanece en la muerte.
15 Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene permanentemente vida eterna en él.
16 En esto hemos conocido el amor de Dios, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos.
17 Pero el que tiene bienes de este mundo, y ve a su hermano teniendo necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo ha de morar el amor de Dios en él?
18 Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad.
19 Y en esto sabremos que somos de la verdad, y tendremos nuestros corazones confiados delante de él.
Porque si nuestro corazón nos condena, mayor es Dios que nuestro corazón, y él conoce todas las cosas.
21 Amados, si nuestro corazón no nos condena, confianza tenemos ante Dios;
22 y cualquier cosa que pidamos, la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos y hacemos las cosas que son agradables delante de él.
23 Y este es su mandamiento: Que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y que nos amemos unos a otros como él nos lo ha mandado.
24 Y el que guarda sus mandamientos permanece en Dios, y Dios en él. Y por esto sabemos que él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado.
Discernid entre los espíritus — Dios es amor y mora en los que le aman.
Amados, no creáis a todo espíritu, sino discernid entre los espíritus para saber si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido al mundo.
2 En esto conoced el Espíritu de Dios: todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne es de Dios;
3 y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, del cual vosotros habéis oído que había de venir, y que ahora ya está en el mundo.
4 Hijitos, vosotros sois de Dios y los habéis vencido, porque el que está en vosotros es mayor que el que está en el mundo.
5 Ellos son del mundo; por eso hablan de lo del mundo, y el mundo los oye.
6 Nosotros somos de Dios; el que conoce a Dios, nos oye; el que no es de Dios, no nos oye. En esto conocemos el espíritu de verdad y el espíritu de error.
7 Amados, amémonos unos a otros, porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios.
8 El que no ama, no conoce a Dios, porque Dios es amor.
9 En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros: en que Dios envió a su Hijo Unigénito al mundo para que vivamos por medio de él.
En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados.
11 Amados, si Dios así nos ha amado, también nosotros debemos amarnos unos a otros.
12 Ninguno ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se ha perfeccionado en nosotros.
13 En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros, en que nos ha dado de su Espíritu.
14 Y nosotros hemos visto y testificamos que el Padre ha enviado al Hijo para ser el Salvador del mundo.
15 Todo aquel que confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios.
16 Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él.
17 En esto se ha perfeccionado el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio, pues como él es, así somos nosotros en este mundo.
18 En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor, porque el temor conlleva castigo, y el que teme, no se ha perfeccionado en el amor.
19 Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero.
Si alguno dice: Yo amo a Dios, pero aborrece a su hermano, es mentiroso. Porque el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?
21 Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano.
Todos los que creen en Cristo han nacido de Dios — El agua, la sangre y el Espíritu testifican de Cristo — Es necesario creer en Cristo para lograr la vida eterna.
Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios; y todo aquel que ama al que engendró, ama también al que ha sido engendrado por él.
2 En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios: en que amamos a Dios y guardamos sus mandamientos.
3 Pues este es el amor a Dios: Que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos.
4 Porque todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que vence al mundo: nuestra fe.
5 ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?
6 Este es Jesucristo, que vino mediante agua y sangre; no mediante agua solamente, sino mediante agua y sangre. Y el Espíritu es el que da testimonio, porque el Espíritu es la verdad.
7 Porque tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo; y estos tres son uno.
8 Y tres son los que dan testimonio en la tierra: el Espíritu, el agua y la sangre; y estos tres concuerdan en uno.
9 Si recibimos el testimonio de los hombres, mayor es el testimonio de Dios; porque este es el testimonio de Dios: que él ha testificado de su Hijo.
El que cree en el Hijo de Dios tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios le ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado de su Hijo.
11 Y este es el testimonio: Que Dios nos ha dado vida eterna, y esta vida está en su Hijo.
12 El que tiene al Hijo tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida.
13 Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios.
14 Y esta es la confianza que tenemos en él: que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye.
15 Y si sabemos que él nos oye en cualquier cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho.
16 Si alguno ve a su hermano cometer un pecado que no sea de muerte, pedirá, y se le dará vida, digo, a los que cometen un pecado que no sea de muerte. Hay pecado de muerte, por el cual yo no digo que se ruegue.
17 Toda maldad es pecado, pero hay pecado no de muerte.
18 Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios no peca, mas el que es engendrado por Dios se guarda a sí mismo, y el maligno no le toca.
19 Sabemos que somos de Dios y que todo el mundo yace en la maldad.
No obstante, sabemos que el Hijo de Dios ha venido y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el que es verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios y la vida eterna.
21 Hijitos, guardaos de los ídolos. Amén.
Juan se regocija porque los hijos de la señora elegida son leales y fieles.
El anciano a la señora elegida y a sus hijos, a quienes yo amo en la verdad, y no solo yo, sino también todos los que han conocido la verdad,
2 a causa de la verdad que permanece en nosotros y que estará perpetuamente con nosotros:
3 Sean con vosotros la gracia, la misericordia y la paz de Dios el Padre y del Señor Jesucristo, Hijo del Padre, en la verdad y en el amor.
4 Mucho me he regocijado porque he hallado a algunos de entre tus hijos que andan en la verdad, tal como hemos recibido el mandamiento del Padre.
5 Y ahora te ruego, señora, no como escribiéndote un nuevo mandamiento, sino el que hemos tenido desde el principio, que nos amemos unos a otros.
6 Y este es el amor: Que andemos según sus mandamientos. Este es el mandamiento: Que andéis en el amor, como habéis oído desde el principio.
7 Porque muchos engañadores han salido al mundo, quienes no confiesan que Jesucristo ha venido en carne. Este es el engañador y el anticristo.
8 Mirad por vosotros mismos, para que no perdamos las cosas que hemos logrado, sino que recibamos el galardón completo.
9 Todo el que se desvía y no persevera en la doctrina de Cristo no tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo, ese sí tiene al Padre y al Hijo.
Si alguno viene a vosotros y no trae esta doctrina, no lo recibáis en casa ni le digáis: ¡Bienvenido!
11 Porque el que le dice bienvenido participa en sus malas obras.
12 Aunque tengo muchas cosas que escribiros, no he querido comunicarlas por medio de papel y tinta, pues espero ir a vosotros y hablar cara a cara, para que nuestro gozo sea completo.
13 Los hijos de tu hermana elegida te saludan. Amén.
Juan elogia a Gayo por la ayuda que este brinda a quienes aman la verdad.
El anciano al muy amado Gayo, a quien yo amo en la verdad.
2 Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas y que tengas salud, así como prospera tu alma.
3 Pues me regocijé mucho cuando vinieron los hermanos y dieron testimonio de la verdad que hay en ti, de cómo andas en la verdad.
4 No tengo yo mayor gozo que este, el oír que mis hijos andan en la verdad.
5 Amado, fielmente actúas en todo lo que haces para con los hermanos y para con los extranjeros,
6 quienes han dado testimonio de tu amor en presencia de la iglesia; y harás bien en encaminarlos como es digno de Dios.
7 Porque ellos salieron por causa del nombre de él, sin aceptar nada de los gentiles.
8 Nosotros, pues, debemos acoger a tales personas, para que seamos colaboradores en la verdad.
9 Yo he escrito a la iglesia; pero Diótrefes, que desea ser el primero entre ellos, no nos recibe.
Por esta causa, si yo voy, recordaré las obras que hace, parloteando con palabras malignas contra nosotros; y no contento con estas cosas, no recibe a los hermanos, y a los que quieren recibirlos se lo prohíbe y los echa de la iglesia.
11 Amado, no imites lo malo, sino lo bueno. El que hace lo bueno es de Dios, pero el que hace lo malo no ha visto a Dios.
12 Todos dan buen testimonio de Demetrio, y aun la verdad misma; y también nosotros damos testimonio, y vosotros sabéis que nuestro testimonio es verdadero.
13 Yo tenía muchas cosas que escribirte, pero no quiero escribírtelas con tinta y pluma,
14 porque espero verte en breve, y hablaremos cara a cara.
15 La paz sea contigo. Los amigos te saludan. Saluda tú a cada uno de los amigos por su nombre.
Luchad por la fe — Hubo ángeles que no guardaron su primer estado — Miguel discutió con el diablo, disputándole el cuerpo de Moisés — Enoc profetizó acerca de la Segunda Venida — En los últimos días habrá burladores.
Judas, siervo de Jesucristo y hermano de Jacobo, a los llamados, santificados en Dios el Padre, y guardados para Jesucristo:
2 Misericordia, y paz y amor os sean multiplicados.
3 Amados, por el gran deseo que tenía de escribiros de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros para exhortaros a que luchéis enérgicamente por la fe que se ha dado a los santos.
4 Porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los que desde antes habían sido designados para esta condenación, hombres impíos, que convierten en disolución la gracia de nuestro Dios y niegan a Dios, el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo.
5 Quiero, pues, recordaros, ya que alguna vez habéis sabido esto, que el Señor, habiendo salvado al pueblo sacándolo de Egipto, después destruyó a los que no creían.
6 Y a los ángeles que no guardaron su estado original, sino que dejaron su propia morada, los ha guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas, hasta el juicio del gran día;
7 así también Sodoma y Gomorra, y las ciudades circunvecinas, las cuales de la misma manera que aquellos, habiendo fornicado y seguido vicios contra la naturaleza, fueron puestas como ejemplo al sufrir el juicio del fuego eterno.
8 De la misma manera también estos soñadores mancillan su carne, y menosprecian la autoridad, y vituperan las potestades superiores.
9 Pero cuando el arcángel Miguel argumentaba con el diablo, disputando con él por el cuerpo de Moisés, no se atrevió a pronunciar juicio de maldición contra él, sino que dijo: El Señor te reprenda.
Pero estos maldicen las cosas que no conocen; y en las cosas que por naturaleza conocen, como animales irracionales, se corrompen.
11 ¡Ay de ellos!, porque han seguido el camino de Caín, y se lanzaron por lucro en el error de Balaam, y perecieron en la rebelión de Coré.
12 Estos son manchas en vuestros convites fraternales cuando festejan juntamente con vosotros, apacentándose a sí mismos sin temor alguno; nubes sin agua, las cuales son llevadas de acá para allá por los vientos; árboles marchitos como en otoño, sin fruto, dos veces muertos y desarraigados;
13 fieras ondas del mar, que espuman sus mismas vergüenzas; estrellas errantes, para las cuales está reservada eternamente la oscuridad de las tinieblas.
14 De estos también profetizó Enoc, séptimo desde Adán, diciendo: He aquí, el Señor viene con sus muchos millares de santos,
15 para hacer juicio contra todos, y para reprender a todos los impíos de entre ellos tocante a todas sus obras de impiedad que han hecho impíamente, y tocante a todas las cosas duras que los pecadores impíos han hablado contra él.
16 Estos son murmuradores, quejumbrosos, que andan según sus propios deseos, cuya boca habla con arrogancia, adulando a las personas para sacar provecho.
17 Pero vosotros, amados, tened memoria de las palabras que antes fueron dichas por los apóstoles de nuestro Señor Jesucristo,
18 los que os decían: En los postreros tiempos habrá burladores que andarán según sus malvados deseos.
19 Estos son los que causan divisiones; los sensuales, que no tienen al Espíritu.
Pero vosotros, oh amados, edificándoos sobre vuestra santísima fe, orando en el Espíritu Santo,
21 conservaos en el amor de Dios, esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, para vida eterna.
22 Y tened compasión de los que dudan.
23 Pero haced salvos a otros por temor, arrebatándolos del fuego; aborreciendo aun la ropa que se ha contaminado por su carne.
24 A aquel, pues, que es poderoso para guardaros sin caída y presentaros irreprensibles delante de su gloria con gran alegría,
25 al único y sabio Dios, nuestro Salvador, sean la gloria y la majestad, el dominio y la potestad, ahora y por todos los siglos. Amén.
Cristo escoge a algunos como reyes y sacerdotes para Dios — Cristo vendrá nuevamente — Juan ve al Señor Resucitado.
La revelación de Jesucristo, que Dios le dio para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto; y la declaró, enviándola por medio de su ángel a Juan su siervo,
2 quien ha dado testimonio de la palabra de Dios, y del testimonio de Jesucristo y de todas las cosas que ha visto.
3 Bienaventurado el que lee y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas, porque el tiempo está cerca.
4 Juan, a las siete iglesias que están en Asia: Gracia a vosotros y paz del que es y que era y que ha de venir, y de los siete Espíritus que están delante de su trono;
5 y de Jesucristo, el testigo fiel, el primogénito de los muertos y soberano de los reyes de la tierra. Al que nos ama, y nos ha lavado de nuestros pecados con su sangre,
6 y nos ha hecho reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sean gloria y dominio para siempre jamás. Amén.
7 He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá, aun los que le traspasaron; y todos los linajes de la tierra se lamentarán por causa de él. Así sea. Amén.
8 Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, dice el Señor, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso.
9 Yo, Juan, vuestro hermano y compañero en la tribulación, y en el reino y en la paciencia de Jesucristo, estaba en la isla que es llamada Patmos, por causa de la palabra de Dios y del testimonio de Jesucristo.
Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta,
11 que decía: Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último. Escribe en un libro lo que ves y envíalo a las siete iglesias que están en Asia: a Éfeso, y a Esmirna, y a Pérgamo, y a Tiatira, y a Sardis, y a Filadelfia y a Laodicea.
12 Y me volví para ver la voz que hablaba conmigo; y al volverme, vi siete candeleros de oro;
13 y en medio de los siete candeleros, a uno semejante al Hijo del Hombre, vestido con una ropa que le llegaba hasta los pies, y ceñido por el pecho con un cinto de oro.
14 Y su cabeza y sus cabellos eran blancos como la lana blanca, como la nieve; y sus ojos como llama de fuego;
15 y sus pies semejantes al bronce bruñido, ardiente como si estuviera en un horno; y su voz como el estruendo de muchas aguas.
16 Y tenía en su diestra siete estrellas; y de su boca salía una espada aguda de dos filos. Y su rostro era como el sol cuando resplandece en su fuerza.
17 Y cuando le vi, caí como muerto a sus pies. Y él puso su diestra sobre mí, diciéndome: No temas; yo soy el primero y el último,
18 y el que vive; y estuve muerto, y he aquí que vivo por los siglos de los siglos. Amén. Y tengo las llaves del infierno y de la muerte.
19 Escribe las cosas que has visto, y las que son, y las que han de ser después de estas.
En cuanto al misterio de las siete estrellas que has visto en mi diestra, y de los siete candeleros de oro: las siete estrellas son los ángeles de las siete iglesias, y los siete candeleros que has visto son las siete iglesias.
El que venciere obtendrá la vida eterna, no sufrirá la segunda muerte, heredará el reino celestial y gobernará muchas naciones.
Escribe al ángel de la iglesia en Éfeso: El que tiene las siete estrellas en su diestra, el que anda en medio de los siete candeleros de oro, dice esto:
2 Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y tu paciencia; y que tú no puedes soportar a los malos, y has puesto a prueba a los que dicen ser apóstoles y no lo son, y los has hallado mentirosos;
3 y has sufrido, y has tenido paciencia, y has trabajado arduamente por mi nombre y no has desfallecido.
4 Pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor.
5 Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti y quitaré tu candelero de su lugar, si no te arrepientes.
6 Pero tienes esto, que aborreces las obras de los nicolaítas, las cuales yo también aborrezco.
7 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios.
8 Y escribe al ángel de la iglesia en Esmirna: El primero y el postrero, el que estuvo muerto y volvió a vivir, dice esto:
9 Yo conozco tus obras, y tu tribulación, y tu pobreza (pero tú eres rico) y la blasfemia de los que dicen ser judíos y no lo son, sino que son sinagoga de Satanás.
No tengas ningún temor de las cosas que has de padecer. He aquí, el diablo va a echar a algunos de vosotros a la cárcel, para que seáis probados, y tendréis tribulación durante diez días. Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida.
11 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. El que venciere, no recibirá daño de la segunda muerte.
12 Y escribe al ángel de la iglesia en Pérgamo: El que tiene la espada aguda de dos filos dice esto:
13 Yo conozco tus obras y dónde moras: donde está el trono de Satanás; y retienes mi nombre y no has negado mi fe, ni aun en los días de Antipas, mi testigo fiel, el que fue muerto entre vosotros, donde Satanás mora.
14 Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que tú tienes ahí a los que se aferran a la doctrina de Balaam, el que enseñaba a Balac a poner tropiezo delante de los hijos de Israel, a comer de cosas sacrificadas a los ídolos y a cometer fornicación.
15 Así también tú tienes a los que se aferran a la doctrina de los nicolaítas, la cual yo aborrezco.
16 ¡Arrepiéntete! Porque de otra manera, pronto vendré a ti y pelearé contra ellos con la espada de mi boca.
17 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, le daré a comer del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita un nombre nuevo escrito, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe.
18 Y escribe al ángel de la iglesia en Tiatira: El Hijo de Dios, el que tiene ojos como llama de fuego y pies semejantes al bronce bruñido, dice esto:
19 Yo conozco tus obras, y tu caridad, y tu servicio, y tu fe y tu paciencia, y que tus obras postreras son más que las primeras.
Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que toleras que esa mujer Jezabel, que se dice profetisa, enseñe e induzca a mis siervos a fornicar, y a comer cosas ofrecidas a los ídolos.
21 Y le he dado tiempo para que se arrepienta de su fornicación; y no se ha arrepentido.
22 He aquí, yo la arrojo en una cama; y a los que cometen adulterio con ella los arrojo en gran tribulación, si no se arrepienten de sus obras.
23 Y castigaré de muerte a sus hijos; y todas las iglesias sabrán que yo soy el que escudriño la mente y el corazón; y daré a cada uno de vosotros según sus propias obras.
24 Pero a vosotros, y a los demás que están en Tiatira, que no tienen esa doctrina y que no han conocido las profundidades de Satanás, como ellos las llaman, yo os digo: No impondré sobre vosotros otra carga.
25 Pero lo que tenéis, retenedlo hasta que yo venga.
26 Y al que venciere, y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré potestad sobre las naciones;
27 y las regirá con vara de hierro, y serán quebradas como vaso de alfarero, como también yo la he recibido de mi Padre.
28 Y le daré la estrella de la mañana.
29 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.
El que venciere mantendrá su nombre en el libro de la vida, llegará a ser un dios y estará con Jesús, como Él está con el Padre.
Y escribe al ángel de la iglesia en Sardis: El que tiene los siete Espíritus de Dios y las siete estrellas dice esto: Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, pero estás muerto.
2 Sé vigilante y fortalece las otras cosas que quedan y que están para morir, porque no he hallado bien acabadas tus obras delante de Dios.
3 Acuérdate, pues, de lo que has recibido y has oído; y guárdalo y arrepiéntete. Y si no velas, vendré sobre ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti.
4 Sin embargo tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras y que andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas.
5 El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre y delante de sus ángeles.
6 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.
7 Y escribe al ángel de la iglesia en Filadelfia: Estas cosas dice el Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre:
8 Yo conozco tus obras; he aquí, he puesto una puerta abierta delante de ti, la cual nadie puede cerrar, porque aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra y no has negado mi nombre.
9 He aquí, yo haré que los de la sinagoga de Satanás, los que dicen ser judíos y no lo son, sino que mienten, he aquí, yo los obligaré a que vengan y adoren delante de tus pies, y sepan que yo te he amado.
Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la tentación que ha de venir en todo el mundo para probar a los que moran en la tierra.
11 He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes para que ninguno tome tu corona.
12 Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá fuera; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo.
13 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.
14 Y escribe al ángel de la iglesia en Laodicea: He aquí, el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios, dice:
15 Yo conozco tus obras, que no eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente!
16 Pero porque eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca.
17 Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido y no tengo necesidad de ninguna cosa; y no sabes que tú eres un desdichado, y miserable, y pobre, y ciego y desnudo.
18 Yo te aconsejo que compres de mí oro refinado en el fuego para que seas rico, y vestiduras blancas para que te vistas y no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio para que veas.
19 Yo reprendo y disciplino a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete.
He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré y cenaré con él, y él conmigo.
21 Al que venciere, yo le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido y me he sentado con mi Padre en su trono.
22 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.
Juan ve la tierra glorificada, el trono de Dios y a toda la creación adorando al Señor.
Después de esto miré, y he aquí, una puerta abierta en el cielo; y la primera voz que oí era como de trompeta que hablaba conmigo, diciendo: Sube acá, y yo te mostraré las cosas que han de suceder después de estas.
2 Y de inmediato estaba yo en el Espíritu, y he aquí, un trono que estaba puesto en el cielo, y uno sentado en él.
3 Y el que estaba sentado era de aspecto semejante a una piedra de jaspe y de cornalina; y alrededor del trono había un arco iris semejante en aspecto a la esmeralda.
4 Y alrededor del trono había veinticuatro tronos; y vi en los tronos a veinticuatro ancianos sentados, vestidos de ropas blancas, y tenían sobre sus cabezas coronas de oro.
5 Y del trono salían relámpagos, y truenos y voces; y siete lámparas de fuego ardían delante del trono, las cuales son los siete espíritus de Dios.
6 Y delante del trono había como un mar de vidrio semejante al cristal; y en medio del trono, y alrededor del trono, cuatro seres vivientes llenos de ojos por delante y por detrás.
7 Y el primer ser viviente era semejante a un león; y el segundo ser viviente era semejante a un becerro; y el tercer ser viviente tenía rostro como de hombre; y el cuarto ser viviente era semejante a un águila volando.
8 Y los cuatro seres vivientes tenían cada uno seis alas alrededor, y por dentro estaban llenos de ojos; y no tenían reposo ni de día ni de noche, diciendo: Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, y el que es y el que ha de venir.
9 Y cada vez que aquellos seres vivientes dan gloria y honra y alabanza al que está sentado en el trono, al que vive para siempre jamás,
los veinticuatro ancianos se postran delante del que está sentado en el trono, y adoran al que vive para siempre jamás, y echan sus coronas delante del trono, diciendo:
11 Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder, porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas.
Juan ve el libro sellado con siete sellos y a los redimidos de todas las naciones — Él oye a toda criatura alabando a Dios y al Cordero.
Y vi en la mano derecha del que estaba sentado en el trono un libro escrito por dentro y por fuera, sellado con siete sellos.
2 Y vi a un ángel poderoso que proclamaba en alta voz: ¿Quién es digno de abrir el libro y de desatar sus sellos?
3 Y ninguno, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra, podía abrir el libro, ni siquiera mirarlo.
4 Y lloraba yo mucho, porque no se había hallado a ninguno digno de abrir el libro, ni de leerlo ni de mirarlo.
5 Y uno de los ancianos me dijo: No llores; he aquí que el León de la tribu de Judá, la Raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus siete sellos.
6 Y miré; y he aquí en medio del trono y de los cuatro seres vivientes, y en medio de los ancianos, estaba de pie un Cordero como inmolado, que tenía siete cuernos y siete ojos, que son los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra.
7 Y él vino, y tomó el libro de la mano derecha del que estaba sentado en el trono.
8 Y cuando hubo tomado el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero; y cada uno tenía un arpa, y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos.
9 Y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje, y lengua, y pueblo y nación;
y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra.
11 Y miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono, y de los seres vivientes y de los ancianos; y el número de ellos era millares de millares y millones de millones,
12 que decían en alta voz: El Cordero que fue inmolado es digno de recibir el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza.
13 Y a todo ser viviente que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sean la alabanza, y la honra, y la gloria y el poder, para siempre jamás.
14 Y los cuatro seres vivientes decían: ¡Amén! Y los veinticuatro ancianos se postraron sobre sus rostros y adoraron al que vive para siempre jamás.
Cristo abre los seis sellos, y Juan ve los acontecimientos de cada uno — En el quinto sello, Juan ve a los mártires cristianos, y en el sexto, ve las señales de los tiempos.
Y vi cuando el Cordero abrió uno de los sellos, y oí a uno de los cuatro seres vivientes decir como con voz de trueno: ¡Ven y mira!
2 Y miré, y vi un caballo blanco; y el que lo montaba tenía un arco; y le fue dada una corona, y salió venciendo y para vencer.
3 Y cuando él abrió el segundo sello, oí al segundo ser viviente, que decía: ¡Ven y mira!
4 Y salió otro caballo, rojo; y al que lo montaba, le fue dado poder para quitar la paz de la tierra y para que se matasen unos a otros; y le fue dada una gran espada.
5 Y cuando él abrió el tercer sello, oí al tercer ser viviente que decía: ¡Ven y mira! Y miré, y he aquí un caballo negro; y el que lo montaba tenía una balanza en la mano.
6 Y oí una voz de en medio de los cuatro seres vivientes, que decía: Dos medidas de trigo por un denario, y seis medidas de cebada por un denario; pero no dañes el vino ni el aceite.
7 Y cuando él abrió el cuarto sello, oí la voz del cuarto ser viviente, que decía: ¡Ven y mira!
8 Y miré, y vi un caballo amarillo; y el que lo montaba tenía por nombre Muerte, y el Hades lo seguía; y les fue dada potestad sobre la cuarta parte de la tierra, para matar con espada, con hambre, con mortandad y con las fieras de la tierra.
9 Y cuando él abrió el quinto sello, vi debajo del altar las almas de los que habían sido muertos por causa de la palabra de Dios y por el testimonio que ellos tenían.
Y clamaban en alta voz, diciendo: ¿Hasta cuándo, oh Señor, santo y verdadero, tardarás en juzgar y vengar nuestra sangre de los que moran en la tierra?
11 Y se le dio a cada uno vestiduras blancas; y se les dijo que reposasen un poco más de tiempo, hasta que se completara el número de sus consiervos y hermanos que también habían de ser muertos como ellos.
12 Y miré cuando él abrió el sexto sello, y he aquí hubo un gran terremoto; y el sol se puso negro como tela de cilicio, y la luna se volvió toda como sangre;
13 y las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra, como la higuera deja caer sus higos verdes cuando es sacudida por un viento fuerte.
14 Y el cielo se retiró como un pergamino que se enrolla; y todo monte y toda isla fueron removidos de sus lugares.
15 Y los reyes de la tierra, y los grandes, los ricos, los capitanes, los poderosos, y todo esclavo y todo libre, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes;
16 y decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado en el trono y de la ira del Cordero,
17 porque el gran día de su ira ha llegado, ¿y quién podrá permanecer de pie?
Juan ve también en el sexto sello la restauración del Evangelio, el sellamiento de los ciento cuarenta y cuatro mil y las huestes de los que han sido exaltados de entre todas las naciones.
Y después de estas cosas vi a cuatro ángeles que estaban de pie en los cuatro ángulos de la tierra, deteniendo los cuatro vientos de la tierra, para que no soplase viento alguno sobre la tierra, ni sobre el mar ni sobre ningún árbol.
2 Y vi a otro ángel que subía de donde sale el sol, y que tenía el sello del Dios vivo; y clamó con gran voz a los cuatro ángeles, a quienes se les había dado el poder de hacer daño a la tierra y al mar,
3 diciendo: No hagáis daño a la tierra, ni al mar ni a los árboles, hasta que hayamos sellado en sus frentes a los siervos de nuestro Dios.
4 Y oí el número de los sellados: ciento cuarenta y cuatro mil sellados de todas las tribus de los hijos de Israel.
5 De la tribu de Judá, doce mil sellados.De la tribu de Rubén, doce mil sellados.De la tribu de Gad, doce mil sellados.
6 De la tribu de Aser, doce mil sellados.De la tribu de Neftalí, doce mil sellados.De la tribu de Manasés, doce mil sellados.
7 De la tribu de Simeón, doce mil sellados.De la tribu de Leví, doce mil sellados.De la tribu de Isacar, doce mil sellados.
8 De la tribu de Zabulón, doce mil sellados.De la tribu de José, doce mil sellados.De la tribu de Benjamín, doce mil sellados.
9 Después de estas cosas miré, y vi una gran multitud, la cual ninguno podía contar, de todas las naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos;
y clamaban en alta voz, diciendo: La salvación pertenece a nuestro Dios, que está sentado en el trono, y al Cordero.
11 Y todos los ángeles estaban de pie alrededor del trono, y de los ancianos y de los cuatro seres vivientes; y se postraron sobre sus rostros delante del trono y adoraron a Dios,
12 diciendo: ¡Amén! La bendición, y la gloria, y la sabiduría, y la acción de gracias, y la honra, y el poder y la fortaleza sean a nuestro Dios para siempre jamás. ¡Amén!
13 Y respondió uno de los ancianos, diciéndome: Estos que están vestidos de ropas blancas, ¿quiénes son y de dónde han venido?
14 Y yo le dije: Señor, tú lo sabes. Y él me dijo: Estos son los que han salido de la gran tribulación; y han lavado sus ropas y las han blanqueado en la sangre del Cordero.
15 Por esto están delante del trono de Dios y le sirven día y noche en su templo; y el que está sentado en el trono extenderá su pabellón sobre ellos.
16 Ya no tendrán hambre ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos ni calor alguno,
17 porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará y los guiará a fuentes de aguas vivas; y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos.
Juan ve fuego y desolación que se derraman durante el séptimo sello y que preceden a la Segunda Venida.
Y cuando él abrió el séptimo sello, hubo silencio en el cielo casi por media hora.
2 Y vi a los siete ángeles que estaban delante de Dios; y les fueron dadas siete trompetas.
3 Y otro ángel vino, y se puso delante del altar, con un incensario de oro; y se le dio mucho incienso para que lo añadiese a las oraciones de todos los santos sobre el altar de oro que estaba delante del trono.
4 Y el humo del incienso subió desde la mano del ángel delante de Dios, con las oraciones de los santos.
5 Y el ángel tomó el incensario, y lo llenó del fuego del altar y lo arrojó a la tierra; y hubo truenos, y voces, y relámpagos y un terremoto.
6 Y los siete ángeles que tenían las siete trompetas se dispusieron a tocarlas.
7 Y el primer ángel tocó la trompeta, y hubo granizo y fuego mezclados con sangre, y fueron arrojados a la tierra; y la tercera parte de los árboles fue quemada, y se quemó toda la hierba verde.
8 Y el segundo ángel tocó la trompeta, y algo como un gran monte ardiendo con fuego fue lanzado al mar; y la tercera parte del mar se convirtió en sangre.
9 Y murió la tercera parte de los seres vivientes que estaban en el mar, y la tercera parte de las naves fue destruida.
Y el tercer ángel tocó la trompeta, y cayó del cielo una gran estrella, ardiendo como una antorcha, y cayó sobre la tercera parte de los ríos y sobre las fuentes de las aguas.
11 Y el nombre de la estrella es Ajenjo. Y la tercera parte de las aguas se convirtió en ajenjo, y muchos hombres murieron a causa de las aguas, porque se habían vuelto amargas.
12 Y el cuarto ángel tocó la trompeta, y fue herida la tercera parte del sol, y la tercera parte de la luna, y la tercera parte de las estrellas, de tal manera que se oscureció la tercera parte de ellos, y no había luz en la tercera parte del día ni en la tercera parte de la noche.
13 Y miré, y oí un ángel volar por en medio del cielo, diciendo a gran voz: ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay de los que moran en la tierra, por razón de los otros toques de trompeta que los tres ángeles todavía han de tocar!
Juan ve también las guerras y las plagas que se derraman durante el séptimo sello antes de la venida del Señor.
Y el quinto ángel tocó la trompeta, y vi una estrella que cayó del cielo a la tierra; y se le dio la llave del pozo del abismo.
2 Y abrió el pozo del abismo, y del pozo subió humo como el humo de un gran horno; y el sol y el aire se oscurecieron por el humo del pozo.
3 Y del humo salieron langostas sobre la tierra; y se les dio poder, como tienen poder los escorpiones de la tierra.
4 Y les fue mandado que no hiciesen daño a la hierba de la tierra, ni a ninguna cosa verde ni a ningún árbol, sino solamente a los hombres que no tuviesen el sello de Dios en sus frentes.
5 Y les fue dado que no los matasen, sino que los atormentasen cinco meses; y su tormento era como tormento de escorpión cuando hiere al hombre.
6 Y en aquellos días buscarán los hombres la muerte, pero no la hallarán; y desearán morir, pero la muerte huirá de ellos.
7 Y el aspecto de las langostas era semejante a caballos dispuestos para la guerra; y sobre sus cabezas tenían como coronas de oro, y sus caras eran como caras de hombres.
8 Y tenían cabello como cabello de mujer; y sus dientes eran como dientes de león.
9 Y tenían corazas como corazas de hierro; y el ruido de sus alas era como el estruendo de carros que con muchos caballos corren a la batalla.
Y tenían colas semejantes a las de los escorpiones, y tenían en sus colas aguijones; y tenían poder para hacer daño a los hombres durante cinco meses.
11 Y tienen sobre ellos como rey al ángel del abismo, cuyo nombre en hebreo es Abadón, y en griego, Apolión.
12 El primer ¡ay! ha pasado; he aquí vienen aún dos ayes después de esto.
13 Y el sexto ángel tocó la trompeta; y oí una voz que salía de entre los cuatro cuernos del altar de oro que estaba delante de Dios,
14 diciendo al sexto ángel que tenía la trompeta: Desata a los cuatro ángeles que están atados en el gran río Éufrates.
15 Y fueron desatados los cuatro ángeles que estaban preparados para la hora, el día, el mes y el año, a fin de matar a la tercera parte de los hombres.
16 Y el número del ejército de los de a caballo era de doscientos millones. Yo oí el número de ellos.
17 Y así vi en visión los caballos y a los que los montaban, los cuales tenían corazas de fuego, de jacinto y de azufre. Y las cabezas de los caballos eran como cabeza de león; y de la boca de ellos salía fuego, y humo y azufre.
18 Por estas tres plagas fue muerta la tercera parte de los hombres: por el fuego, y por el humo y por el azufre que salían de la boca de ellos.
19 Porque su poder está en su boca y en sus colas, porque sus colas son semejantes a serpientes, y tienen cabezas y con ellas dañan.
Y el resto de los hombres que no fueron muertos con estas plagas, ni aun así se arrepintieron de las obras de sus manos, ni dejaron de adorar a los demonios, y a las imágenes de oro, y de plata, y de bronce, y de piedra y de madera, las cuales no pueden ver, ni oír ni andar;
21 y no se arrepintieron de sus homicidios, ni de sus hechicerías, ni de su fornicación ni de sus hurtos.
Juan sella muchas cosas relacionadas con los últimos días — Se le manda participar en la restauración de todas las cosas.
Y vi a otro ángel poderoso descender del cielo, envuelto en una nube, y con el arco iris sobre su cabeza; y su rostro era como el sol, y sus pies como columnas de fuego.
2 Y tenía en su mano un librito abierto; y puso su pie derecho sobre el mar, y el izquierdo sobre la tierra;
3 y clamó a gran voz, como ruge un león; y cuando hubo clamado, siete truenos emitieron sus voces.
4 Y cuando los siete truenos hubieron emitido sus voces, yo iba a escribir, pero oí una voz del cielo que me decía: Sella las cosas que los siete truenos han hablado, y no las escribas.
5 Y el ángel que vi de pie sobre el mar y sobre la tierra levantó su mano al cielo,
6 y juró por el que vive para siempre jamás, que ha creado el cielo y las cosas que hay en él, y la tierra y las cosas que hay en ella, y el mar y las cosas que hay en él, que el tiempo no sería más,
7 sino que en los días de la voz del séptimo ángel, cuando él comience a tocar la trompeta, el misterio de Dios se consumará, como él lo anunció a sus siervos los profetas.
8 Y la voz que oí del cielo habló otra vez conmigo y dijo: Ve, y toma el librito que está abierto en la mano del ángel que está de pie sobre el mar y sobre la tierra.
9 Y fui al ángel, y le dije que me diese el librito, y él me dijo: Toma, y cómetelo; y te amargará el vientre, pero en tu boca será dulce como la miel.
Y tomé el librito de la mano del ángel, y me lo comí; y era dulce en mi boca como la miel, pero cuando lo hube comido, amargó mi vientre.
11 Y él me dijo: Tienes que profetizar otra vez a muchos pueblos, y naciones, y lenguas y reyes.
En los últimos días dos profetas serán muertos en Jerusalén — Estos resucitarán al cabo de tres días y medio — Cristo reinará sobre toda la tierra.
Entonces me fue dada una caña semejante a una vara de medir, y se me dijo: Levántate, y mide el templo de Dios, y el altar y a los que adoran en él.
2 Y deja aparte el patio que está fuera del templo y no lo midas, porque ha sido entregado a los gentiles; y ellos hollarán la ciudad santa cuarenta y dos meses.
3 Y daré poder a mis dos testigos, y ellos profetizarán durante mil doscientos sesenta días, vestidos de cilicio.
4 Estos son los dos olivos y los dos candeleros que están delante del Dios de la tierra.
5 Y si alguno quiere dañarlos, sale fuego de la boca de ellos y devora a sus enemigos; y si alguno quiere hacerles daño, debe morir de la misma manera.
6 Estos tienen poder para cerrar el cielo a fin de que no llueva en los días de su profecía; y tienen poder sobre las aguas para convertirlas en sangre, y para herir la tierra con toda plaga cuantas veces quieran.
7 Y cuando ellos hayan acabado su testimonio, la bestia que sube del abismo hará guerra contra ellos, los vencerá y los matará.
8 Y sus cadáveres yacerán en la plaza de la gran ciudad que en sentido espiritual se llama Sodoma y Egipto, donde también nuestro Señor fue crucificado.
9 Y gente de todo pueblo, y tribu, y lengua y nación verá los cadáveres de ellos durante tres días y medio, y no permitirán que sean sepultados.
Y los moradores de la tierra se regocijarán acerca de ellos y se alegrarán, y se enviarán regalos los unos a los otros, porque estos dos profetas habían atormentado a los que moraban sobre la tierra.
11 Pero después de tres días y medio, el espíritu de vida enviado por Dios entró en ellos, y se levantaron sobre sus pies, y cayó gran temor sobre los que los vieron.
12 Y oyeron una gran voz del cielo, que les decía: Subid acá. Y subieron al cielo en una nube, y sus enemigos los vieron.
13 Y en aquella hora hubo un gran terremoto, y la décima parte de la ciudad se derrumbó, y por el terremoto murieron en número como siete mil hombres; y los demás se aterrorizaron y dieron gloria al Dios del cielo.
14 El segundo ¡ay! ha pasado; he aquí, el tercer ¡ay! viene pronto.
15 Y el séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo que decían: Los reinos del mundo han venido a ser reinos de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará para siempre jamás.
16 Y los veinticuatro ancianos que estaban sentados delante de Dios en sus tronos se postraron sobre sus rostros y adoraron a Dios,
17 diciendo: Te damos gracias, oh Señor Dios Todopoderoso, que eres y que eras y que has de venir, porque has tomado tu gran poder y has reinado.
18 Y se han airado las naciones, y tu ira ha venido, y también el tiempo de juzgar a los muertos, y de dar el galardón a tus siervos los profetas, y a los santos, y a los que temen tu nombre, a los pequeños y a los grandes, y de destruir a los que destruyen la tierra.
19 Y el templo de Dios fue abierto en el cielo, y el arca de su convenio fue vista en su templo. Y hubo relámpagos, y voces, y truenos, y un terremoto y granizo grande.
Juan ve la inminente apostasía de la Iglesia — También ve la guerra preterrenal en el cielo en la que Satanás fue arrojado abajo — Ve la continuación de esa guerra en la tierra.
Y apareció una gran señal en el cielo: una mujer vestida del sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas.
2 Y estando encinta, clamaba con dolores de parto y sufría por dar a luz.
3 Y apareció otra señal en el cielo: y he aquí, un gran dragón rojo que tenía siete cabezas y diez cuernos, y en sus cabezas, siete diademas.
4 Y su cola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo, y las arrojó sobre la tierra. Y el dragón se paró delante de la mujer que había dado a luz, a fin de devorar a su hijo en cuanto naciese.
5 Y ella dio a luz un hijo varón que había de regir a todas las naciones con vara de hierro; y su hijo fue arrebatado hasta Dios y hasta su trono.
6 Y la mujer huyó al desierto, donde tenía un lugar preparado por Dios, para que allí la sustentasen durante mil doscientos sesenta días.
7 Y hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles,
8 pero no prevalecieron, ni fue hallado más su lugar en el cielo.
9 Y fue lanzado fuera aquel gran dragón, la serpiente antigua, que se llama Diablo y Satanás, quien engaña a todo el mundo; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él.
Y oí una gran voz en el cielo que decía: Ahora han venido la salvación, y el poder, y el reino de nuestro Dios y la autoridad de su Cristo, porque el acusador de nuestros hermanos ha sido arrojado, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche.
11 Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra de su testimonio, y no amaron sus vidas, ni aun hasta sufrir la muerte.
12 Por lo cual alegraos, cielos, y los que moráis en ellos. ¡Ay de los moradores de la tierra y del mar!, porque el diablo ha descendido a vosotros, teniendo gran ira, pues sabe que tiene poco tiempo.
13 Y cuando el dragón vio que había sido arrojado a la tierra, persiguió a la mujer que había dado a luz al hijo varón.
14 Y le fueron dadas a la mujer las dos alas de la gran águila, para que volase de la presencia de la serpiente al desierto, a su lugar, donde es sustentada por un tiempo, y tiempos y la mitad de un tiempo.
15 Y la serpiente arrojó de su boca, tras la mujer, agua como un río, a fin de hacer que fuese arrastrada por el río.
16 Pero la tierra ayudó a la mujer, y la tierra abrió su boca y tragó el río que el dragón había arrojado de su boca.
17 Entonces el dragón se enfureció contra la mujer, y se fue a hacer la guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo.
Juan ve bestias de apariencia feroz que representan a reinos terrenales que se han degradado y están bajo el dominio de Satanás — El diablo realiza milagros y engaña a los hombres.
Y yo me paré sobre la arena del mar, y vi subir del mar una bestia que tenía siete cabezas y diez cuernos; y en sus cuernos tenía diez diademas, y sobre las cabezas de ella, nombres de blasfemia.
2 Y la bestia que vi era semejante a un leopardo, y sus pies eran como de oso, y su boca, como boca de león. Y el dragón le dio su poder, y su trono y gran autoridad.
3 Y vi una de sus cabezas como herida de muerte, pero su herida mortal fue curada; y se maravilló toda la tierra en pos de la bestia.
4 Y adoraron al dragón que había dado autoridad a la bestia, y adoraron a la bestia, diciendo: ¿Quién es semejante a la bestia, y quién podrá luchar contra ella?
5 También le fue dada una boca que hablaba grandes cosas y blasfemias; y le fue dada autoridad para actuar cuarenta y dos meses.
6 Y abrió su boca en blasfemias contra Dios, para blasfemar de su nombre, y de su tabernáculo y de los que moran en el cielo.
7 Y le fue dado hacer la guerra contra los santos, y vencerlos. También le fue dada autoridad sobre toda tribu, y pueblo, y lengua y nación.
8 Y la adoraron todos los que moran en la tierra, cuyos nombres no estaban escritos en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo.
9 Si alguno tiene oído, oiga.
Si alguno lleva a la cautividad, irá a la cautividad; si alguno mata a espada, a espada morirá. Aquí está la paciencia y la fe de los santos.
11 Después vi otra bestia que subía de la tierra; y tenía dos cuernos semejantes a los de un cordero, pero hablaba como un dragón.
12 Y ejerce toda la autoridad de la primera bestia en presencia de ella; y hace que la tierra y sus moradores adoren a la primera bestia, cuya herida mortal fue curada.
13 También hace grandes señales, de tal manera que aun hace descender fuego del cielo a la tierra delante de los hombres.
14 Y engaña a los moradores de la tierra con las señales que se le ha concedido hacer en presencia de la bestia, mandando a los moradores de la tierra que hagan una imagen de la bestia que tenía la herida de espada, y vivió.
15 Y le fue concedido que diese aliento a la imagen de la bestia, para que la imagen de la bestia hablase e hiciese que todos los que no adorasen la imagen de la bestia fuesen muertos.
16 Y hacía que a todos, a pequeños y a grandes, a ricos y a pobres, a libres y a esclavos, se les pusiese una marca en la mano derecha o en la frente;
17 y que ninguno pudiese comprar ni vender, sino el que tuviera la marca, o el nombre de la bestia, o el número de su nombre.
18 Aquí hay sabiduría. El que tiene entendimiento, cuente el número de la bestia, porque es número de hombre; y su número es seiscientos sesenta y seis.
El Cordero estará sobre el monte Sion — El Evangelio será restaurado en los últimos días por la ministración de ángeles — El Hijo del Hombre segará la tierra.
Y miré, y he aquí el Cordero estaba sobre el monte Sion, y con él ciento cuarenta y cuatro mil que tenían el nombre de su Padre escrito en la frente.
2 Y oí una voz del cielo como el estruendo de muchas aguas y como el sonido de un gran trueno; también oí una voz de arpistas que tocaban sus arpas.
3 Y cantaban como un cántico nuevo delante del trono, y delante de los cuatro seres vivientes y de los ancianos; y ninguno podía aprender el cántico, sino aquellos ciento cuarenta y cuatro mil que fueron redimidos de entre los de la tierra.
4 Estos son los que no se han contaminado con mujeres, porque son vírgenes. Estos son los que siguen al Cordero por dondequiera que va. Estos fueron redimidos de entre los hombres como primicias para Dios y para el Cordero.
5 Y en sus bocas no fue hallado engaño, porque ellos son sin mancha delante del trono de Dios.
6 Y vi a otro ángel volar por en medio del cielo, que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los que moran en la tierra, y a toda nación, y tribu, y lengua y pueblo,
7 diciendo a gran voz: Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado; y adorad a aquel que ha hecho el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas.
8 Y otro ángel le siguió, diciendo: Ha caído, ha caído Babilonia, aquella gran ciudad, porque ella ha hecho beber a todas las naciones del vino del furor de su fornicación.
9 Y un tercer ángel los siguió, diciendo a gran voz: Si alguno adora a la bestia y a su imagen, y recibe la marca en su frente o en su mano,
este también beberá del vino de la ira de Dios, que ha sido vertido puro en el cáliz de su ira; y será atormentado con fuego y azufre delante de los santos ángeles y delante del Cordero.
11 Y el humo del tormento de ellos sube para siempre jamás. No tienen reposo de día ni de noche los que adoran a la bestia y a su imagen, ni nadie que reciba la marca de su nombre.
12 Aquí está la paciencia de los santos; aquí están los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús.
13 Y oí una voz del cielo que me decía: Escribe: Bienaventurados los muertos que de aquí en adelante mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen.
14 Y miré, y he aquí una nube blanca; y sentado sobre la nube, uno semejante al Hijo del Hombre, que tenía en la cabeza una corona de oro, y en la mano una hoz aguda.
15 Y del templo salió otro ángel, clamando a gran voz al que estaba sentado sobre la nube: Mete tu hoz, y siega, porque la hora de segar ha llegado, pues la mies de la tierra está madura.
16 Y el que estaba sentado sobre la nube pasó su hoz sobre la tierra, y la tierra fue segada.
17 Y salió otro ángel del templo que está en el cielo, teniendo también una hoz aguda.
18 Y salió del altar otro ángel que tenía poder sobre el fuego, y clamó a gran voz al que tenía la hoz aguda, diciendo: ¡Mete tu hoz aguda y vendimia los racimos de la tierra, porque sus uvas están maduras!
19 Y el ángel pasó su hoz aguda sobre la tierra, y vendimió la viña de la tierra y echó las uvas en el gran lagar de la ira de Dios.
Y el lagar fue hollado fuera de la ciudad, y del lagar salió sangre que llegó hasta los frenos de los caballos a lo largo de mil seiscientos estadios.
Los santos exaltados alaban a Dios en la gloria celestial para siempre.
Y vi otra señal en el cielo, grande y admirable: siete ángeles que tenían las siete plagas postreras, porque en ellas es consumada la ira de Dios.
2 Y vi también como un mar de vidrio mezclado con fuego, y a los que habían alcanzado la victoria sobre la bestia y su imagen, y su marca y el número de su nombre, de pie sobre el mar de vidrio, con las arpas de Dios.
3 Y cantan el cántico de Moisés, siervo de Dios, y el cántico del Cordero, diciendo: Grandes y maravillosas son tus obras, Señor Dios Todopoderoso; justos y verdaderos son tus caminos, Rey de los santos.
4 ¿Quién no te temerá, oh Señor, y glorificará tu nombre? Porque solo tú eres santo; por lo cual todas las naciones vendrán, y adorarán delante de ti, pues tus justos juicios han sido manifestados.
5 Y después de estas cosas miré, y he aquí, fue abierto en el cielo el templo del tabernáculo del testimonio;
6 y salieron del templo los siete ángeles que tenían las siete plagas, vestidos de lino limpio y resplandeciente, y ceñidos alrededor del pecho con cintos de oro.
7 Y uno de los cuatro seres vivientes dio a los siete ángeles siete copas de oro llenas de la ira de Dios, que vive para siempre jamás.
8 Y el templo se llenó del humo de la gloria de Dios y de su poder; y nadie podía entrar en el templo, sino hasta que se cumpliesen las siete plagas de los siete ángeles.
Dios derrama plagas sobre los inicuos — Las naciones se congregan para el Armagedón — Cristo viene, las islas huyen y los montes desaparecen.
Y oí desde el templo una gran voz que decía a los siete ángeles: Id y derramad sobre la tierra las siete copas de la ira de Dios.
2 Y fue el primero, y derramó su copa sobre la tierra; y vino una úlcera maligna y repugnante sobre los hombres que tenían la marca de la bestia y sobre los que adoraban su imagen.
3 Y el segundo ángel derramó su copa sobre el mar, y este se convirtió en sangre como de muerto; y murió toda alma viviente que había en el mar.
4 Y el tercer ángel derramó su copa sobre los ríos y sobre las fuentes de las aguas, y se convirtieron en sangre.
5 Y oí al ángel de las aguas, que decía: Justo eres tú, oh Señor, el que eres y el que eras, el Santo, porque has juzgado estas cosas.
6 Por cuanto ellos derramaron la sangre de los santos y de los profetas, también tú les has dado a beber sangre, pues lo merecen.
7 También oí a otro que desde el altar decía: Ciertamente, Señor Dios Todopoderoso, tus juicios son verdaderos y justos.
8 Y el cuarto ángel derramó su copa sobre el sol, y le fue dado quemar a los hombres con fuego.
9 Y los hombres fueron quemados con el gran calor, y blasfemaron el nombre de Dios, que tiene poder sobre estas plagas, y no se arrepintieron para darle gloria.
Y el quinto ángel derramó su copa sobre el trono de la bestia, y su reino se volvió tenebroso, y la gente se mordía la lengua de dolor;
11 y blasfemaron contra el Dios del cielo por sus dolores y por sus úlceras, y no se arrepintieron de sus obras.
12 Y el sexto ángel derramó su copa sobre el gran río Éufrates; y el agua de este se secó, a fin de que fuese preparado el camino para los reyes del Oriente.
13 Y vi salir de la boca del dragón, y de la boca de la bestia y de la boca del falso profeta, tres espíritus inmundos semejantes a ranas;
14 porque son espíritus de demonios, que hacen señales, y van a los reyes de la tierra y de todo el mundo, para congregarlos para la batalla de aquel gran día del Dios Todopoderoso.
15 He aquí, yo vengo como ladrón. Bienaventurado el que vela y cuida sus vestiduras, para que no ande desnudo y vean su vergüenza.
16 Y los congregó en el lugar que en hebreo se llama Armagedón.
17 Y el séptimo ángel derramó su copa por el aire; y salió una gran voz del templo del cielo, desde el trono, diciendo: ¡Hecho está!
18 Entonces hubo relámpagos, y voces y truenos; y hubo un gran temblor de tierra, un terremoto tan grande, cual no lo hubo jamás desde que los hombres han estado sobre la tierra.
19 Y la gran ciudad fue dividida en tres partes, y las ciudades de las naciones cayeron; y la gran Babilonia vino en memoria delante de Dios, para darle el cáliz del vino del furor de su ira.
Y toda isla huyó, y los montes no fueron hallados.
21 Y cayeron del cielo sobre los hombres enormes granizos como del peso de un talento; y los hombres blasfemaron contra Dios por la plaga del granizo, porque su plaga fue sumamente grande.
Se muestra a Juan que Babilonia la grande, la madre de las rameras y de las abominaciones, se ha establecido por toda la tierra.
Y vino uno de los siete ángeles que tenían las siete copas, y habló conmigo, diciendo: Ven acá, y te mostraré la condenación de la gran ramera, la cual está sentada sobre muchas aguas,
2 con la que han fornicado los reyes de la tierra, y los que moran en la tierra se han embriagado con el vino de su fornicación.
3 Y me llevó en el Espíritu al desierto; y vi a una mujer sentada sobre una bestia escarlata llena de nombres de blasfemia, que tenía siete cabezas y diez cuernos.
4 Y la mujer estaba vestida de púrpura y de escarlata, y adornada de oro, y de piedras preciosas y de perlas, y tenía en la mano un cáliz de oro lleno de abominaciones y de la inmundicia de su fornicación;
5 y en su frente había un nombre escrito: Misterio, Babilonia la grande, la madre de las rameras y de las abominaciones de la tierra.
6 Y vi a la mujer ebria de la sangre de los santos, y de la sangre de los mártires de Jesús; y cuando la vi, quedé asombrado con gran asombro.
7 Y el ángel me dijo: ¿Por qué te asombras? Yo te diré el misterio de la mujer y de la bestia que la lleva, la cual tiene siete cabezas y diez cuernos.
8 La bestia que has visto era y no es; y está a punto de subir del abismo e ir a perdición; y los moradores de la tierra, cuyos nombres no están escritos en el libro de la vida desde la fundación del mundo, se asombrarán viendo la bestia que era y no es, pero será.
9 Esto, para la mente que tiene sabiduría: Las siete cabezas son siete montes, sobre los cuales se sienta la mujer.
Y son siete reyes. Cinco han caído; uno es, y el otro aún no ha venido; y cuando venga, es necesario que dure breve tiempo.
11 Y la bestia que era, y no es, es también el octavo, y es uno de los siete y va a la perdición.
12 Y los diez cuernos que has visto son diez reyes que aún no han recibido reino; pero recibirán poder como reyes por una hora, juntamente con la bestia.
13 Estos tienen un mismo propósito, y entregarán su poder y autoridad a la bestia.
14 Ellos pelearán contra el Cordero, y el Cordero los vencerá, porque él es Señor de señores y Rey de reyes; y los que están con él son llamados, y elegidos y fieles.
15 También me dijo: Las aguas que has visto, donde la ramera se sienta, son pueblos, muchedumbres, naciones y lenguas.
16 Y los diez cuernos que viste en la bestia, estos aborrecerán a la ramera, y la dejarán desolada y desnuda; y comerán sus carnes y la quemarán con fuego;
17 porque Dios ha puesto en sus corazones el ejecutar lo que él propuso, y ponerse de acuerdo y dar su reino a la bestia, hasta que se cumplan las palabras de Dios.
18 Y la mujer que has visto es la gran ciudad que reina sobre los reyes de la tierra.
Se insta a los santos a salir de Babilonia para no participar de los pecados de esta — Babilonia cae y sus seguidores se lamentan por ella.
Y después de estas cosas vi descender del cielo a otro ángel que tenía gran poder; y la tierra fue alumbrada con su gloria.
2 Y clamó con potente voz, diciendo: ¡Ha caído, ha caído la gran Babilonia! Se ha convertido en habitación de demonios, y en guarida de todo espíritu inmundo y en albergue de toda ave inmunda y aborrecible.
3 Porque todas las naciones han bebido del vino del furor de su fornicación; y los reyes de la tierra han fornicado con ella, y los mercaderes de la tierra se han enriquecido con la potencia de sus deleites.
4 Y oí otra voz del cielo, que decía: ¡Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados ni recibáis parte de sus plagas!,
5 porque sus pecados han llegado hasta el cielo, y Dios se ha acordado de sus maldades.
6 Dadle a ella tal como ella os ha dado, y pagadle el doble según sus obras; en el cáliz en que ella preparó bebida, preparadle a ella el doble.
7 Cuanto ella se ha glorificado, y ha vivido en deleites, tanto dadle de tormento y llanto, porque dice en su corazón: Yo estoy sentada como reina y no soy viuda y no veré llanto.
8 Por lo cual, en un solo día vendrán sus plagas: muerte, llanto y hambre; y será quemada con fuego, porque poderoso es Dios el Señor, que la juzgará.
9 Y los reyes de la tierra que han fornicado con ella y que con ella han vivido en deleites, cuando vean el humo de su incendio, llorarán y se lamentarán por ella,
estando lejos por el temor de su tormento, diciendo: ¡Ay, ay, de la gran ciudad de Babilonia, la ciudad fuerte, porque en una sola hora vino tu juicio!
11 Y los mercaderes de la tierra lloran y se lamentan por ella, porque ninguno compra más sus mercaderías:
12 mercadería de oro, de plata, de piedras preciosas, de perlas, de lino fino, de escarlata, de seda, de grana, de toda madera olorosa, de todo objeto de marfil, de todo objeto de madera preciosa, de cobre, de hierro y de mármol;
13 canela, especias aromáticas, ungüentos, incienso, vino, aceite, flor de harina, trigo, bestias, ovejas, caballos, carros, esclavos y almas de hombres.
14 Y los frutos codiciados por tu alma se apartaron de ti; y todas las cosas suntuosas y espléndidas te han faltado y nunca más las hallarás.
15 Los mercaderes de estas cosas, que se han enriquecido a costa de ella, se mantendrán lejos por el temor de su tormento, llorando y lamentándose,
16 y diciendo: ¡Ay, ay, de aquella gran ciudad, que estaba vestida de lino fino, y de púrpura y de escarlata, y estaba adornada de oro, y de piedras preciosas y de perlas!
17 Porque en una sola hora han sido desoladas tantas riquezas. Y todo capitán, y todos los que viajan en naves, y los marineros y todos los que trabajan en el mar, se quedaron lejos;
18 y viendo el humo de su incendio, dieron voces, diciendo: ¿Qué ciudad era semejante a esa gran ciudad?
19 Y echaron polvo sobre sus cabezas y dieron voces, llorando y lamentándose, diciendo: ¡Ay, ay, de aquella gran ciudad, en la cual todos los que tenían naves en el mar se habían enriquecido de sus riquezas! ¡Porque en una sola hora ha sido desolada!
Alégrate sobre ella, cielo, y vosotros, santos apóstoles y profetas, porque Dios os ha hecho justicia en ella.
21 Y un ángel poderoso tomó una piedra, como una gran piedra de molino, y la echó al mar, diciendo: Con igual ímpetu será derribada Babilonia, la gran ciudad, y nunca jamás será hallada.
22 Y no se oirá más en ti voz de arpistas, ni de músicos, ni de flautistas ni de trompetistas; y no se hallará más en ti artífice de oficio alguno; y no se oirá más en ti ruido de molino.
23 Y luz de lámpara no alumbrará más en ti, ni voz de novio ni de novia se oirá más en ti, porque tus mercaderes eran los magnates de la tierra, pues por tus hechicerías todas las naciones han sido engañadas.
24 Y en ella fue hallada la sangre de los profetas, y de los santos y de todos los que han sido muertos en la tierra.
Se prepara la cena de las bodas del Cordero — El testimonio de Jesús es el espíritu de profecía — Cristo es Rey de reyes y Señor de señores.
Después de estas cosas oí una gran voz como de una gran multitud en el cielo, que decía: ¡Aleluya! Salvación, y honra, y gloria y poder son del Señor Dios nuestro,
2 porque sus juicios son verdaderos y justos, pues él ha juzgado a la gran ramera que ha corrompido la tierra con su fornicación, y ha vengado la sangre de sus siervos de la mano de ella.
3 Y otra vez dijeron: ¡Aleluya! Y el humo de ella sube para siempre jamás.
4 Entonces los veinticuatro ancianos y los cuatro seres vivientes se postraron en tierra y adoraron a Dios, que estaba sentado en el trono, y decían: ¡Amén! ¡Aleluya!
5 Y del trono salió una voz que decía: Alabad a nuestro Dios todos sus siervos, y los que lo teméis, tanto pequeños como grandes.
6 Y oí la voz como de una gran multitud, y como el estruendo de muchas aguas y como la voz de grandes truenos, que decía: ¡Aleluya!, porque reina el Señor Dios Todopoderoso.
7 Regocijémonos y alegrémonos y démosle gloria, porque han llegado las bodas del Cordero, y su novia se ha preparado.
8 Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente, porque el lino fino es las acciones justas de los santos.
9 Y el ángel me dijo: Escribe: Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero. Y me dijo: Estas son palabras verdaderas de Dios.
Entonces yo me postré a sus pies para adorarle. Y él me dijo: ¡Mira, no lo hagas!; yo soy consiervo tuyo y de tus hermanos que tienen el testimonio de Jesús. ¡Adora a Dios!, porque el testimonio de Jesús es el espíritu de profecía.
11 Y vi el cielo abierto, y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero. Y con justicia él juzga y hace la guerra.
12 Y sus ojos eran como llama de fuego, y había en su cabeza muchas diademas; y tenía un nombre escrito que ninguno conocía sino él mismo.
13 Y estaba vestido de una ropa teñida en sangre, y su nombre es: El Verbo de Dios.
14 Y los ejércitos que están en los cielos le seguían en caballos blancos, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio.
15 Y de su boca sale una espada aguda para herir con ella a las naciones; y él las regirá con vara de hierro; y él pisa el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso.
16 Y en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: Rey de reyes y Señor de señores.
17 Y vi a un ángel que estaba de pie en el sol, y clamó a gran voz, diciendo a todas las aves que vuelan en medio del cielo: Venid, y congregaos para la cena del gran Dios,
18 para que comáis carne de reyes, y carne de capitanes, y carne de poderosos, y carne de caballos y de sus jinetes; y carne de todos, de libres y de esclavos, de pequeños y de grandes.
19 Y vi a la bestia, y a los reyes de la tierra y a sus ejércitos, congregados para hacer la guerra contra el que montaba el caballo y contra su ejército.
Y la bestia fue apresada, y con ella el falso profeta que había hecho delante de ella las señales, con las cuales había engañado a los que recibieron la marca de la bestia y habían adorado su imagen. Los dos fueron lanzados vivos dentro del lago de fuego que arde con azufre.
21 Y los demás fueron muertos con la espada que salía de la boca del que montaba el caballo, y todas las aves se saciaron de las carnes de ellos.
Satanás es atado durante el Milenio — Entonces, los santos vivirán y reinarán con Cristo — Los muertos comparecen ante Dios y son juzgados por lo que está escrito en los libros según sus obras.
Y vi a un ángel descender del cielo, que tenía la llave del abismo y una gran cadena en la mano.
2 Y prendió al dragón, la serpiente antigua, que es el Diablo y Satanás, y lo ató por mil años;
3 y lo arrojó al abismo, y lo encerró y puso un sello sobre él, para que no engañase más a las naciones, hasta que fuesen cumplidos mil años. Y después de esto, debe ser desatado por un poco de tiempo.
4 Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos, y les fue dada facultad para juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y de la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años.
5 Pero los otros muertos no volvieron a vivir sino hasta que se cumplieron mil años. Esta es la primera resurrección.
6 Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene poder sobre estos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años.
7 Y cuando los mil años se cumplan, Satanás será soltado de su prisión,
8 y saldrá a engañar a las naciones que están en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y a Magog, a fin de congregarlos para la batalla; el número de ellos es como la arena del mar.
9 Y subieron sobre la anchura de la tierra y rodearon el campamento de los santos y la ciudad amada; y de Dios descendió fuego del cielo, y los devoró.
Y el diablo que los engañaba fue lanzado al lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche para siempre jamás.
11 Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante de cuya presencia huyeron la tierra y el cielo; y no fue hallado ya ningún lugar para ellos.
12 Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie delante de Dios; y los libros fueron abiertos; y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida. Y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras.
13 Y el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el infierno entregaron los muertos que había en ellos; y cada uno fue juzgado según sus obras.
14 Y la muerte y el infierno fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda.
15 Y el que no fue hallado inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego.
Los que venzan llegarán a ser hijos de Dios — La tierra recibe su gloria celestial.
Y vi un cielo nuevo, y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían dejado de ser, y el mar ya no existía más.
2 Y yo, Juan, vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios, dispuesta como una novia ataviada para su novio.
3 Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios está entre los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos y será su Dios.
4 Y enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá más muerte, ni habrá más llanto, ni clamor ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de ser.
5 Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe, porque estas palabras son fieles y verdaderas.
6 Y me dijo: Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida.
7 El que venciere heredará todas las cosas; y yo seré su Dios, y él será mi hijo.
8 Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, y los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la segunda muerte.
9 Entonces vino a mí uno de los siete ángeles que tenían las siete copas llenas de las siete plagas postreras, y habló conmigo, diciendo: Ven acá, yo te mostraré la novia, la esposa del Cordero.
Y me llevó en el Espíritu a un grande y alto monte, y me mostró la gran ciudad, la santa Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios,
11 y tenía la gloria de Dios; y su fulgor era semejante a una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, diáfana como cristal.
12 Y tenía un muro grande y alto con doce puertas; y a las puertas, doce ángeles, y nombres escritos en ellas, que son los de las doce tribus de los hijos de Israel.
13 Al oriente tres puertas; al norte tres puertas; al sur tres puertas; al poniente tres puertas.
14 Y el muro de la ciudad tenía doce cimientos, y en ellos estaban los doce nombres de los doce apóstoles del Cordero.
15 Y el que hablaba conmigo, tenía una caña de oro para medir la ciudad, y sus puertas y su muro.
16 Y la ciudad está asentada en forma de cuadro, y su longitud es igual a su anchura; y él midió la ciudad con la caña: doce mil estadios; la longitud, y la altura y la anchura de ella son iguales.
17 Y midió su muro: ciento cuarenta y cuatro codos, según medida de hombre, la cual era la del ángel.
18 Y el material de su muro era de jaspe; pero la ciudad era de oro puro, semejante al cristal puro.
19 Y los cimientos del muro de la ciudad estaban adornados con toda clase de piedras preciosas. El primer cimiento era de jaspe, el segundo de zafiro; el tercero de ágata, el cuarto de esmeralda,
el quinto de ónice, el sexto de cornalina, el séptimo de crisólito, el octavo de berilo, el noveno de topacio, el décimo de crisoprasa, el undécimo de jacinto y el duodécimo de amatista.
21 Y las doce puertas eran doce perlas; cada una de las puertas era una perla. Y la calle de la ciudad era de oro puro, como vidrio transparente.
22 Y no vi en ella templo, porque el Señor Dios Todopoderoso y el Cordero son su templo.
23 Y la ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que resplandezcan en ella, porque la gloria de Dios la ilumina y el Cordero es su lumbrera.
24 Y las naciones que hayan sido salvas andarán a la luz de ella, y los reyes de la tierra traerán su gloria y su honor a ella.
25 Y sus puertas nunca serán cerradas de día, pues allí no habrá noche.
26 Y llevarán a ella la gloria y la honra de las naciones.
27 No entrará en ella ninguna cosa impura ni nadie que haga abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero.
Los santos reinarán en esplendor celestial — Cristo vendrá y los hombres serán juzgados — Bienaventurados los que guardan Sus mandamientos.
Después me mostró un río limpio, de agua de vida, resplandeciente como cristal, que fluía del trono de Dios y del Cordero.
2 En medio de la calle de la ciudad, y a uno y a otro lado del río, estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones.
3 Y no habrá más maldición. El trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán.
4 Y verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes.
5 Y allí no habrá más noche, y no tendrán necesidad de luz de lámpara ni de luz del sol, porque Dios el Señor los alumbrará, y reinarán para siempre jamás.
6 Y me dijo: Estas palabras son fieles y verdaderas. Y Dios, el Señor de los santos profetas, ha enviado su ángel para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto.
7 Y he aquí, vengo pronto. Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro.
8 Yo, Juan, soy el que ha oído y visto estas cosas. Y después que las hube oído y visto, me postré para adorar a los pies del ángel que me mostraba estas cosas.
9 Pero él me dijo: ¡Mira, no lo hagas!, porque yo soy tu consiervo, y de tus hermanos, los profetas, y de los que guardan las palabras de este libro. Adora a Dios.
Y me dijo: No selles las palabras de la profecía de este libro, porque el tiempo está cerca.
11 El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es impuro, sea impuro todavía; y el que es justo, sea justo todavía; y el que es santo, sea santo todavía.
12 Y he aquí, yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra.
13 Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y el último.
14 Bienaventurados los que guardan sus mandamientos, para que tengan derecho al árbol de la vida y para que entren en la ciudad por las puertas.
15 Pero los perros estarán fuera, y los hechiceros, los fornicarios, los homicidas, los idólatras y todo el que ama y practica la mentira.
16 Yo, Jesús, he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana.
17 Y el Espíritu y la Novia dicen: ¡Ven! Y el que oiga, diga: ¡Ven! Y el que tenga sed, venga; y el que quiera, tome gratuitamente del agua de la vida.
18 Porque yo testifico a todo el que oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro.
19 Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la ciudad santa y de las cosas que están escritas en este libro.
El que da testimonio de estas cosas, dice: Ciertamente vengo en breve. ¡Amén! ¡Sí, ven, Señor Jesús!
21 La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros. Amén.
Fin